Let my spirit leads yours... [Privado]

– Solo faltan dos días para la pelea, Fergie. Si, te trajeron un oponente de América, ¿y qué? No es razón para estar ya de ese humor, ¡ni tu misma te soportas! – Podía escuchar hablar a alguien entonces... ¿Era realmente importante lo que decía? No... Solo una cosa me importaba entonces, estaba más que decidida a entrenar inclusive mañana si seguía con dudas. No podía darme el lujo de perder mi siguiente pelea. Ya no quedaban muchos oponentes fuertes en Francia, al menos no humanos. ¿Qué me tenía atada en ese pequeño país?... Un hombre. Solo había un hombre que necesitaba enfrentar de nuevo. El hecho de que el mundo viniera golpeando a mi puerta me lo gritaba en la cara... Estaba recobrando esa confianza que me quito ese día que me dije a mi misma, solo necesitaba quedarme en el suelo y todo estaría mejor... Desde entonces... ¡PUM!

El súbito ruido tan cerca mío casi me hace saltar... Era la mujer que vivía conmigo, otra luchadora con la que había compartido de hace algunos años. – ¡Dónde tienes esa cabeza mujer, no has escuchado ni una palabra de lo que he dicho en media hora! – Gritó como si intentase darme un sermón. Una mueca de asco se dibujo en mi rostro, no necesitaba aquello... No, en ese momento solo necesitaba una cosa y la determinación en mi rostro lo mostraba. – ¡Ya basta Fergie, vienes con nosotras! – Dijo y a penas con tiempo para poder levantarme me estaban agarrando entre cinco mujeres – ¡QUÉ DEMONIOS SE CREEN! ¡DEJENME IR AHORA O LAS NOQUEARE A TODAS! – Grité con fuerza, pero fue en vano, entonces pude recordar... Hace unos días habían quedado en sacarme a pasear esta noche... Claro, aprovechándose que ya sabía de mi nuevo oponente y que estaba agotada por el duro día de entrenamiento que había tenido. También de que no tenía un centavo y ellas si... Me dejaron caminar por mi misma cuando notaron que me tranquilice... – Las perdedoras se conforman con pelear entre franceses, se aprovechan que no he hecho más que entrenar... – Me quejé en vano... Estaban discutiendo de lo que iban a hacer, cosa que poco me importaba... Durante el camino simplemente me concentre en mi siguiente pelea... Por unos segundos me imagine siendo llevada al ring donde se realizaría mi siguiente pelea...

(…)

Cuando pude darme cuenta ya estabamos caminando por unos callejones que si bien conocía solía evitar. Supe de inmediato al lugar que querían llevarme y antes de que pudiese darme vuelta ya me habían agarrado de nuevo, sabiendo que no me gustaban esos lugares las malditas lo tenían todo planeado desde un principio. – ¡NO VOY A ENTRAR AHÍ OLVIDÉNLO! – Grité nuevamente en vano cuando me sentaron en una silla y una de mis amigas puso sus manos sobre los mangos de la silla impidiendo que escapara. – Ya basta, Fergie. Te comportas como una niña y todas sabemos que necesitas divertirte – Dijo bastante sería, mas las únicas que se veían desafiantes eran ellas y yo. El resto del público masculino, la mayoría nos conocía, incluso algunos cortesanos del burdel que se escondieron al vernos llegar como si la tormenta fuera a desatarse en cualquier momento.

– ¡De haber sabido que me traerían acá no habría aceptado! ¡Saben mejor que yo que necesito volver a entrenar! –...

– ¡No Fergie! ¡Y ya basta de dar escusas bobas, necesitas relajarte! – …

– Así es fiera, nosotras vamos por hombres, tu no sales de este lugar sin nosotras o te meteras en problemas – …

– ¡Yo se lo que necesito y ustedes son las que no quieren problemas conmigo! – Grite de vuelta pero ya se habían marchado sin darme tiempo de discutir... Y ahí quede yo, sentada cerca de la barra como si alguno de esos hombres tuviera el valor si quiera de ponerme un dedo encima. Era lo mismo cada vez que entraba en un antro. Yo sola en un rincón a no ser que buscará un lugar para dormir sola, pero claro ellas no veían eso... ¡Que forma de salir con amigas!

Me acerqué a la barra bastante molesta. Odiaba que me obligarán a ir donde no quería y claro esta vez no había tenido oportunidad alguna de oponerme. Sabían como pillarme volando bajo y en los peores momentos. Necesitaba algo fuerte, aunque no era amiga de la bebida, de vez en cuanto me daba permiso para tomar un vaso... – Un whiskey, el más fuerte... – Pedí dejando el poco dinero que traía conmigo frente a mi mientras esperaba mi vaso. Tenía que volver a concentrarme y salir de ahí pronto...

Desde que la habían encontrado deambulando por las calles de París tras su fuga, la joven asiática había estado más controlada de lo habitual. La mayoría de chicas allí, estaban por voluntad propia. Unas porque disfrutaban del sexo de una manera sana o insana, según el caso, y otras porque necesitaban el dinero, y prostituirse, era una manera rápida de ganarlo, siempre que estuvieras dispuesta a hacer de todo. Ninguno de esos, era el caso de Fleur. Ella no disfrutaba de ser usada como una herramienta y no quería ganar dinero, no de ese modo. Ella hubiese preferido mil veces el trabajar de rodillas fregando suelos, lustrando botas u ordeñando cabras, antes que tener que abrirse de piernas cuando se lo ordenaran y dejarse violar por cualquiera con una moneda en el bolsillo. Aquella noche, el burdel estaba más alborotado de lo normal y ella no entendía por qué, hasta que salió al pasillo, desde su dormitorio compartido, y pudo ver desde el piso superior como un grupo de chicas montaban jaleo en el gran salón. Gritaban, gesticulaban mucho y se reían a carcajadas. Todas ellas lo parecían estar pasando en grande, y no venían a venderse, sino a comprar. No vestían enseñando muslo o escote, no iban maquilladas hasta hacer desaparecer los poros de su piel. Todas estaban animadas, menor una. Se fijó más en ella, y se sintió identificada. No porque se parecieran físicamente o en carácter, porque estaba claro que aquella mujer tenía más genio del que ella hubiese sido capaz de juntar a lo largo de toda su vida. Pero tenía un aura parecida, de alguien que no encajaba y que no quería estar ahí.

Se sujetó a la barandilla y bajó lentamente las escaleras, temiendo que en cualquier momento se le acercara algún baboso y la arrastrara a una habitación privada. Iba, como siempre, con parte del pelo cubriéndole el rostro, como si con eso les fuera a ahuyentar. Daba pasos cortos y se movía con la espalda ligeramente encorvada. Cuando finalmente pisó las tablas de madera que cubrían el piso principal, se pegó bien a la pared y siguió avanzando hasta alcanzar la barra, zona en la que se encontraba aquel enigma de chica. Alargó el brazo con timidez y se situó a su lado sin tomar asiento. Sabía que muchas chicas allí se vendían también a otras mujeres, así que intentó fingir que estaba interesada en el tema, solamente cuando la miraba el barman. Carraspeó de manera prácticamente inaudible y con su torpe francés, intentó entablar conversación.- Buena noche, senorita... -Cabía una gran posibilidad de que la mandara a paseo, sobretodo por la percepción que tenía sobre el enfado ajeno, pero algo le había llamado mucho la atención y quería probar a entender mejor a aquella mujer, si era posible.

El vaso no tardo nada en ponerse frente a mi después de todo el escándalo que había hecho con tal de no entrar en ese lugar y claro, hasta en ese tipo de antro mi reputación me precedía. Ni me moleste en dirigir la mirada al tabernero, me bastaba con recibir un buen servicio y poca charla si era posible. Estaba realmente concentrada antes de que me sacaran a la fuerza y ahora había perdido una noche antes de la pelea. Comenzar a concentrarse una noche antes solo lo hace más difícil. Claro, como era una especie de heroína para ellas pensaban que eso de las peleas se me daban de forma natural, lo cierto es que no era así. Mucho tiempo lo pensé así, pero luego me di cuenta de la forma más desagradable lo equivocada que estaba. Me di permiso de suspirar, un suspiro largo y profundo. Iba a tomar el vaso pero justo entonces sentí una voz femenina cerca. ¿Señorita? Negué con la cabeza, muy alejado de la realidad. Levanté mi vaso y tome un sorbo pequeño, tan solo basto ese sorbo para que me estremeciera por completo y golpeara con fuerza el vaso sobre la madera. Sin alcanzar a romperlo.

Entonces mi rostro se mostró molesto, mirando fijamente a los ojos de quien me había hablado. Claro que estaba molesta, no podía pasar bien la bebida, parecía no querer bajar el ardor de mi garganta. Suspiré de nuevo, cerrando los ojos tratando de no mostrar el ardor que seguía presente en mi garganta y la miré de nuevo. No tenía pinta de ser francesa para nada, esos ojos tampoco era algo común en Francia. Debía admitir que tenía cierto encanto. Su apariencia era bastante frágil como la de cualquier mujer acorde a la época en que vivíamos.

¿Qué era lo que buscaba? Mostraba algo de intriga en su mirada. ¿Buscaba saber defenderse? No sería la primera vez que tanto mujeres como hombres se le acercaban para eso. Mas no, no aceptaba enseñar a golpear. Al menos no a cualquiera. ¨Fergie, estoy seguro de que tus peleas entregan algo de coraje a cualquiera...¨ Mi ceño se frunció aún más al recodar las palabras de ese mocoso. Es cierto, muchos me veían como una fuente de inspiración ya que cuando no podía con mis puños me valía de mi espíritu.  

Años atrás la Fergie de entonces estaba segura que habría golpeado a aquella mujer con tal de que la dejara beber tranquila, pero las cosas y ella misma habían cambiado mucho desde entonces. – Buenas noches.. – Respondí sin más. Era lo mejor que podían pedir de mi en ese entonces. Al menos la gente que me conocía sabiendo que estaba molesta. Levanté de nuevo el vaso y volví a repetir la acción, hasta que pase la bebida por mi garganta como pude. – ¿Qué buscas? – Seguí diciendo al ver que la chica por alguna razón no se iba.

Enseguida notó por el tono de voz en que le respondía, que no estaba precisamente contenta de tenerla allí. Fleur era muy sumisa, estaba acostumbrada a que la trataran mal, que la doblegaran, que la pisaran y caminaran sobre su cuerpo tendido en el suelo. Pero últimamente, su curiosidad había ido en aumento. El vivir en el burdel, aunque seguía siendo una prisión, le había otorgado más libertad que cualquier otro lugar en el que hubiera estado desde que la sacaran de su casa a los doce años. Allí había muchas cosas para ver, mucha gente que conocer y, sobretodo, muchos secretos que ocultar. La joven asiática, se había convertido en un pequeño gato con ansias de conocer lo prohibido. Que la mirasen mal, era tan habitual, que ni le afectaba y además, siempre la habían manipulado los hombres, por lo que al ser esta vez una mujer la que la amenazara con su tono indiferente y molesto, hacía asomar aún más sus ganas de indagar.

Dio otro pequeño paso y se colocó entre el taburete que había junto a la chica y donde ella se encontraba sentada. Retiró algunos mechones de pelo tras su oreja, dejando ver así mejor su rostro pálido y aniñado, típico de su país. Sonrió cálidamente, no con falsedad, al menos por ahora, e intentó hablar nuevamente en francés, sabiendo que lo haría de mala manera, pero al menos esperando hacerse entender un poco.- Saber motivo... no gusta estar aquí, pero estar... -Ladeó levemente la cabeza, mostrando que sus intenciones eran sencillas y sinceras. No tenía segundas intenciones, no buscaba ganar dinero ni ofrecer sus servicios. Únicamente quería conocer algo de esa mujer, por poco que fuera, y así poder crecer un poco más ella misma como persona. Sabía que uno no podía crecer si permanecía encerrado, y eso es lo que había sucedido con ella durante demasiado tiempo. Su mente tenía necesidades para saciar su conocimiento y su espíritu también quería fortalecerse con las experiencias que vivían los demás y a ella le podían transmitir. Podía ser rechazada, pero el no ya lo tenía, y por algún extraño motivo, últimamente se sentía más precaria que antes, sin tanto miedo a equivocarse u ofender a los demás. Esperó pacientemente por una respuesta.

Me dio igual si la mujer respondía a mi pregunta o no. No sabía si trabajaba ahí o no, tampoco importaba. Si bien desconocía el motivo de la gente que trabajaba ahí, sabía que todos iban solo por una cosa, algo que no me interesaba y sentía que no me daría nada. No era como ir al ring todas las noches... Definitivamente no, una pelea cada noche podía llegar a brindar mucho más que acostarse con una persona distinta cada noche. Mucho más, era por eso que luchaba... Porque las cosas habían cambiado mucho desde que comencé a defenderme en las calles. No, el ring era totalmente distinto... Solo ahí podía sentirme en casa... Solo ahí podía...

¿Qué..? Ah... La chica decidió responderme... Era cierto... Estaba demasiado concentrada en la pelea que tendría dentro de dos días. A penas pude entender lo que me dijo, su Frances era torpe, no era de extrañarse pues no tenía pinta de haber nacido ahí. Mi puño se apretó por completo al soltar el vaso, casi como si estuviese lista para golpear a alguien. Mas no era así. Ya que estaba ahí y se esforzaron tanto para traerme.. Sonreí levemente sin dejar de apretar mi puño. ¿Por qué estaba ahí si no me gustaba? Eso era lo que había preguntado... Era fácil de responder y a la vez las respuestas a esa simple pregunta podían ser infinitas.

– Aún no es tiempo de estar donde quiero... – Respondí honesta cuando la determinación se mostró nuevamente en mis ojos mientras miraba el vaso que tenía enfrente, como si el trago fuerte me dijera lo mucho y poco que faltaba a la vez. La calma antes de la tormenta, podía respirarla. Sentía todo el peso sobre mis hombros. No estaba segura de que esas palabras fueran a decir todo, pero para mi era suficiente. Vivía en el ring, solo ahí podía sentirme completa, solo cuando entrenaba duro para una victoria y eventualmente la conseguía. No tenía una meta segura, pero sabía que algún día... Si seguía así llegaría a entenderlo... Aquello por lo que luchaba... Aquello que me mantenía alejada del vicio, de los lujos y todo que el resto de la gente parecía tener de sobra. Yo en cambio solo tenía mis puños... Eso no cambia...

– Aún no... Pero falta poco – Sentí como mi cuerpo se tensó por completo al decir eso... Faltaba poco para saber si me había hecho lo suficientemente fuerte como para salir y enfrentar al mundo. Faltaba tan poco que lo único que podía hacer... Lo único que podía hacer... Sentía la atmósfera bastante pesada... Era cierto, no importaba donde fuera entonces, hasta el momento que sonará la campana no podría hacer nada más que querer subirme al ring donde me estaría esperando mi oponente. Una victoria más y podría enfrentarme a él otra vez... La tensión era mucha, rezaba porque nadie hiciera sonar una campana antes de tiempo. Los puños que la chica veía, eran puños diseñados para matar a golpes a casi cualquier humano... Bebí otro sorbo pequeño de whiskey y deje el vaso a un lado. No podía darme el lujo de seguir bebiendo, sabía lo que pasaba cuando bebía más de la cuenta...

Aunque intentaba entender lo que le decía aquella joven mujer, no era capaz de hacerlo. No era sólo que no comprendiera las palabras, sino que al no ser mirada, no podía tampoco intentar ver algo reflejado en sus ojos, o en su expresión. Sólo percibía un aura distraída y enfadada con el mundo, pero no sabía por qué. ¿A caso la habían secuestrado como a ella? No tenía la pinta en absoluto, sus ropas eran masculinas y no se pintaba ni enseñaba su cuerpo como las demás. A parte, bebía alcohol del bueno, cosa que ellas no tenían permitido a no ser que un cliente se lo pagara en su presencia. Era todo muy extraño y Fleur estaba más confusa a cada segundo. Sentía que allí molestaba, que aquella chica no quería tener nada que ver, no sólo con el lugar en el que se encontraba, que claramente le desagradaba, sino que todos a su alrededor parecían ser como moscas que deseaba ahuyentar.

Por mucha curiosidad que sintiera la asiática, seguía siendo una muchacha tímida y retraída, una niña que sólo quería ocultarse y permanecer desapercibida. Hoy había dado ella los primeros pasos por mero instinto, pensando que tal vez, algo la conectara con aquella visitante. Pero con cada pequeño intento que había tenido de hablar con la contraria, parecía no haber dado frutos. Era como si la mujer viviera en su propio mundo y no quisiera que nadie más entrara en él.

Fleur dio un breve paso atrás, chocando con el taburete que tenía a su espalda y lo tiró al suelo sin querer. Rápidamente se dio media vuelta y se agachó a colocarlo nuevamente en su lugar, disculpándose todo el rato con los presentes, con el camarero, con la dama y con quien fuera que hubiera escuchado el estruendo causado. Sólo esperaba no recibir una reprimenda por aquello.

Un suspiro de mi parte basto para que la tormenta se desatara. Una copa cayó al suelo y otra encima de esta. El sonido fue similar al de una campana. Mi vista se agudizo al momento de abrir los ojos y me levanté por puro instinto. Mas al darme cuenta aún no estaba en casa. Es cierto... Aquel lugar... ¿Cómo le llamaban? Burdel, cierto ahí era donde estaba aún. Trate de recordar, la chica que me había hablado... De pronto escuche su voz, disculpándose... No entendía porque pero al darme vuelta no me gusto para nada la imagen que había visto.

– ¡Maldita puta! ¡Mira lo que has hecho! – Un hombre bastante gordo que intentaba parecer de clase más que un puerco se había levantado de su silla. El alcohol y la comida manchaban su ropa y pude ver a la chica de rodillas tratando de arreglar el desastre que había provocado. Haciendo y disculpándose parecía no ser suficiente. – Ahora vendrás a la cama conmigo, ¡deja esa copa de inmediato! – Gritó el hombre quien ya estaba soltando una bofetada al rostro de la chica. Mas aquella bofetada fue detenida a mitad de camino. De pronto la mirada del hombre ya no se mostraba desafiante.

– Si vas a golpear a alguien que sea alguien que pueda defenderse... Maldito puerco – Dije desafiante. Mi puño izquierdo había alcanzado a detener la bofetada antes de que impactara la mejilla de la prostituta. No era que no soportase que golpearán a las mujeres, muchas veces había sido golpeada por hombres. Tampoco era de las que iban defendiendo a los débiles, pero odiaba el machismo y aquellos que se aprovechaban de cualquier situación para golpear a una mujer incapaz de defenderse.

El brazo derecho del cerdo se movió. Era un golpe recto y directo a mi rostro. La mirada desafiante del porcino se encontró de pronto con la mía, pero era demasiado lento. Izquierda a la cien y derecha justo entre las cejas. Dos puntos vitales en un uno dos, una técnica de pelea sofisticada y avanzada para esa época. Golpear puntos vitales por instinto y utilizando contragolpes asustaba a cualquier hombre. No fue la excepción, lo único que mantuvo en píe al cerdo este fue su masa corporal, pero el miedo se vio reflejado en su rostro. Lo había conseguido, mas sabía que lo que menos soportaba un hombre en esa época era una mujer desafiante que se atrevía a golpear a un hombre aparentemente más fuerte. – ¡Maldita puta! – Espetó el cerdo y su pesada mano golpeó mi rosrto haciéndome retroceder mas no caer. Fue un golpe típico de peleas callejeras, algo que había recibido muchas veces. Hice que mi vista retrocediera y mire a Fleur con una sonrisa leve, aunque el golpe en el labio me hizo soltar un leve hilo de sangre... – Tranquila... Vas a estar bien – Dije tratando de calmarla, lo cierto es que desde el principio la note muy tímida, ahora que me veía pelear seguramente estaba aterrada, pero no iba a dejar que un puerco sin músculos como ese me noqueara. Había noqueado a sujetos muchos más grandes y músculosos que eso.

El orgullo y la determinación se mostró en mi mirada y volví la vista al sujeto cuando se abalanzaba con otro golpe. El recorrido del puño a mi rostro era demasiado, la velocidad y la fuerza muy poca. Sabía muy bien donde atacar. Una izquierda impulsada desde atrás a la boca del estómago. Rápida y explosiva, lo deje sin aíre. Ahora estaba todo descubierto. Un derechazo igual a la nariz, ahora estaba sangrando. Un gancho izquierdo a la cien... Tenía toda la ventaja, experiencia y velocidad... Ahora que solo golpeaba puntos vitales podía notar más el miedo en el sujeto, sabía que su vida corría peligro.

Gancho derecho también a la cien, logró bloquearlo, pero estaba descubierto su riñon izquierdo. Lo golpee por debajo con fuerza, ahora su rostro volvía a estar descubierto. Un golpe bajo a la barbilla con mi derecha. Estaba apunto de colapsar. Espere paciente para lanzar el golpe final, sus píes estaban flaqueando... Su rostro estaba totalmente descubierto, pise al frente con mi derecha. Un golpe recto con mi izquierda hacía abajo y directo al rostro.

(…)

Me tomo unos segundos calmarme. Sabía que ahora vendrían los guardias a causar problemas y recordé que estaba tratando de proteger a alguien. Suspire y metiendo mis manos a los bolsillos me acerqué donde estaba la chica. – Mejor buscamos otro lugar... Soy Fergie, por cierto... – Saqué una mano del bolsillo, estaba empuñada pero sin ánimos de golpear. Puse mi puño cerca de su rostro y una sonrisa leve se dibujo en el mío.. Era un gesto de saludo, no tenía intención alguna de golpear a la chica, ya me había desquitado y ahora si podía relajarme. Solo esperaba que entendiera eso...

La asiática se agachó rápidamente para arreglar el estropicio, temerosa de que el dueño del burdel saliera tras escuchar el estruendo y se ocupara personalmente de ella. Era un hombre que rara vez trataba con las chicas que empleaba, pero cuando lo hacía, era mejor que no fuera contigo. Intentó recoger los trozos de cristal con los dedos, rasgándose un trozo de vestido para evitar así cortarse. De repente una estruendosa voz la sobresaltó, y aunque por suerte no era la del temido propietario, el hombre que se aproximaba con pasos pesados y mala cara no era para nada agradable tampoco.

Cuando le tuvo delante y le vio alzar la mano, se sobrecogió, encogiendo todo su cuerpo tanto cómo podía, como si de una contorsionista que deseara entrar en una diminuta caja de cristal se tratara. Más el golpe no llegó y Fleur abrió un ojo, aún hecha un ovillo entre el suelo y la madera de la barra del bar. Pudo observar entonces como la mujer con la que había intentado entablar una conversación, al fin parecía haber vuelto al mundo de los vivos y se enfrentaba con gran genio al tipo enojado. Era más alta de lo que le había parecido sentada en el taburete y su fuerza la encontró maravillosa. ¿De verdad una chica podía golpear de tal modo? Jamás en su vida había presenciado una pelea como esa, por muchos hombres que hubiera visto golpearse hasta perder la consciencia.

Todo pasó muy rápido y no pudo apartar la vista una vez abiertos sus ojos. Era todo nuevo y excepcional. Una mujer que no le temía a la fuerza de un varón, una dama ágil y de pies ligeros, al contrario que sus puños que parecían de acero. Dio un respingo cuando todo terminó y vio la mano de ella aproximarse a su cara con los dedos cerrados hacia la palma, temiendo que ésta vez fuera ella la receptora de sus impulsos. No había escuchado nada de lo que le había dicho antes, estaba demasiado sorprendida con todo, así que no le pudo responder a su pregunta. Sus pupilas estaban muy dilatadas y su tez se veía más pálida de lo normal. Se mantenía con los cristales acumulados en el regazo de su falda y tintineaban ligeramente con el temblar de su cuerpo por el sobrecogimiento. Fue entonces cuando vio la sonrisa que le ofrecía la muchacha y sintió como una corriente de alivio la sacudía, permitiéndole liberar un profundo suspiro.- Gracias... -Fue lo único que alcanzó a pronunciar de manera comprensible.