Fuera de limites [Privado]

por **Virgile** Lun Sep 01, 2014 10:16 pm

Las risas retumbaban por las calles que cruzaban y los gritos animaban mucho más a Max que al igual que todos los compañeros que corrían a su lado estaba disfrutando de la grande del robo de ese día. Muchos creerían que era demasiado temprano para hacer algo de aquel estilo pues el atardecer aún no llegaba aunque tampoco le faltaba tanto, sin embargo el grupo de ladrones creían que la adrenalina de robar a esa hora era mucho mayor que hacerlo en el completo anonimato nocturno; era esa sensación de saberse conocidos y que en cualquier instante podían ser atrapados lo que les mantenía corriendo a toda velocidad, lanzando a un lado a la gente que estorbaba en su camino y mientras se lanzaban a modo de juego entre unos y otros aquellas bolsas de tela con dinero que habían entrado a conseguir en una casa de personas ricas.

Entrar y salir de la mansión fue un juego de niños para aquel grupo; ahora que corrían esperaban llegar a una pequeña fuente que se dividía de ahí en varias calles donde cada uno tomaría un rumbo diferente en parejas a excepción de Maximilian que sería el único que no llevaría dinero con él por el sencillo hecho de que para eso estaban los demás, para hacer esa clase de cosas y dejarle a él en paz. Max se encargaba de otra clase de asuntos aunque siempre le agradaba pasar tiempo con el grupo que se dedicaba a robar, le gustaba regresar a las viejas andadas de vez en cuando.
Pronto llegaron a la fuente desde la cual se dividirían y sin detenerse cada uno siguió la ruta que ya tenían elegida tanto los gritos como las risas se desvanecieron hasta dejar que Maximilian anduviese caminando a solas y en completo silencio, fingiendo ante aquellos que pasaban que no había hecho nada malo en los momentos anteriores.

Andaba por una calle un poco más concurrida cuando al frente de donde estaba pudo notar como un grupo de hombres, acompañados por la mujer a quien robaron caminaban en su dirección. Chasqueo la lengua, observando de un lado a otro puesto que correr le delataría como parte de los culpables y seguro era que ella le reconocería cuando pasaran cerca. Los pasos del grupo se acercaban más a él, quien evadía lo más posible que le miraran el rostro, hasta que sus ojos se toparon con una mujer que caminaba tranquilamente y a quien sin pensar dos veces tomo del brazo, guiándole a una tienda y ocultándose de los que andaban tras él y su grupo.
– Se que no me conoce pero si no habla y finge que venimos juntos prometo que no le lastimare señorita – y una sonrisa enorme apareció en sus labios mientras le hacía entrar en una tienda de objetos decorativos.

por **Lisa Lëichtsinstein** Miér Sep 10, 2014 6:11 pm

"Cuando la necesidad entra por la puerta, la dignidad se escapa saltando por la ventana."
Miguel Ángel

Acariciaba en áureo tacto el cielo con sus dorados y últimos toques de pinceladas el horizonte esplendido y despejado. El clima era gentil, lo que la convencía de su decisión de no llevar un paraguas en aquel momento. Si bien los tiempos suelen ser engañosos cuando el clima se presenta tan acogedor, dudaba que del cielo descendieran gotas de lluvias como si estas fueran lágrimas de Dios. Hace unos instantes que su jornada laboral culminó por ese día. Su trabajo, más arte que necesidad, le generaba un aprecio infinito por su labor. Jamás pensó ser del tipo de personas que contemplaran una larga jornada laboral por poco salario, es más, ella era del tipo de personas que asistían a reuniones ciudadanas secretas donde se discutían con aires de pronosticar revoluciones ante el descontento social del trabajador de clase media, pero Lisa amaba la lectura y ser bibliotecaria en la más grande biblioteca de París era algo que llenaba su alma. Podía pasar toda la tarde con la nariz metida en uno tras otro libro, su hambre por la lectura no parecía tener límites. Incluso, tan absorta estaba en los libros que muchas veces ignoraba lo que pasaba a su alrededor. Justamente, un libro pequeño y de tapa dura le acompañaba en esos momentos. Felizmente, podía considerar aquel pequeño libro de su propiedad pues lo compró en un par de tiendas más atrás. Ese día era el día de su pago, por lo que había preferido visitar las tiendas que se hallaban a cada lado de las calles parisenses. Solía irse caminando siempre desde su casa al trabajo y viceversa, así, de este modo, buscaba distintos caminos para sus distintos y de esa manera aprendía a conocer París. La chica oriunda de Alemania no atesoraba la idea de ser asaltada o secuestrada, pues era tan ensimismada que pasaba desapercibida fácilmente para el ojo del humano.

Sus pasos la llevaron hasta quedar en frente del ventanal de una tienda de antigüedades. La joven de castaños cabellos dio un vistazo hacia el interior del negocio encontrándose una cantidad interesante de objetos y artilugios que embrujaron su atención. Al principio dudó si entrar o no, pues sabía que no podía gastar más dinero del presupuestado y, sí, era una persona tacaña por naturaleza pues desde pequeña su madre le había enseñado a ahorrar. También estaba el asunto de la hora, su padre estaba al pendiente de los minutos que su única hija tardaba en retornar al hogar. Era un hombre cariñoso y lo amaba, pero le hastiaba que fuese tan exageradamente sobreprotector. “Hay tantos rufianes y ladrones en las calles de esta ciudad que temo por tu seguridad cada día” Le solía decir su progenitor, a lo que ella le contestaba que fueran donde fuera siempre existirían rufianes de toda índole. Incluso no necesariamente en las calles, muchos ladrones y rufianes se hallaban sentado en tronos con una corona de oro descansando sobre sus cabezas. Entró entonces en el negocio, instantáneamente un señor le recibió con una atenta sonrisa. Lisa pasó su mirada por las repisas y estanterías de aquel lugar, parecía que nunca acabaría de ver todas las cosas que allí había. Casi le costaría una vida y la siguiente hacerlo puesto a la cantidad de adquisiciones que ése hombre disponía en su negocio. Los ojos azules se posaron con mayor interés y curiosidad en una pequeña cajita musical. Al examinarla por encima pudo ver que era una caja musical hecha de finos y selectivos materiales, la tomó con sumo cuidado leyendo una inscripción que indicaba que tenía más de cien años de antigüedad. Parecía ser de oro, con bordes de plata. Se conmovió por la belleza del objeto inanimado pero estaba consciente que era un lujo que no se podía dar. Tampoco es como si tuviera el dinero para comprarla, apostaría que ni su sueldo entero ni el sueldo de unos meses sin gastar un franco le servirían para comprarla. Volvió a ponerla en la estantería, se dio media vuelta inflando inconscientemente las mejillas ante la impotencia de no poder comprar nada y salió del lugar. Dio unos pasos alejándose de la tienda cuando de la nada alguien le tomó por sorpresa e, irónicamente, le hizo entrar de la misma tienda de la cual había salido. De reojo pudo ver que se trataba de un hombre y al principio pensó él se había confundido de persona pero cuando las palabras surgieron de la boca de aquel extraño un frío le recorrió la espina dorsal. Sin escrúpulos, aquel bribón le amenazaba indirectamente con lastimarle si no fingía conocerlo. La sangre le subió al rostro y las mejillas se le tintaron de carmín ante la amenaza, ¿Quién se creía que era? Lisa no sentía miedo ni se amedrentaba ante las amenazas, pero lo único por lo que se lamentaría si le pasase algo era por su solitario padre. No podía hacer más que hacerle caso, por lo que fingió tranquilidad y enfrió rápidamente su sangre. Volvió a caminar por la tienda pasando estantería por estantería simulando que estaba con aquel hombre. Justo quedó otra vez ante la caja musical, la tomó con delicadeza entre sus manos pero no le prestó la misma religiosa atención que antes. Por el rabillo del ojo divisó a una mujer acompañada de unos policías, parecían estar en la búsqueda de alguien. La mujer llevaba una expresión iracunda en el rostro, más parecía indignada que asustada o lastimada. Seguramente el joven que estaba con ella a su costado era el causante del enfado de esa mujer. ¿Le habría robado? ¿La habría ofendido de otro modo en particular? Las sospechas de Lisa se hicieron evidentes para el dueño del negocio quien suspicaz se aproximó a ella y al rufián.

-¿Desean comprar algo? ¿Sucede algo en especial?- El hombre pareció escrudiñar en los rostros de los dos presentes. -¿Todo está bien?- Sin duda, el dueño estaba intranquilo por la repentina intromisión de ambos en su negocio. Si el vendedor llamaba la atención de los policías ambos estarían en problemas. Lisa abrió la caja musical al fin y escuchó la hermosa melodía que producía, por un instante se dejó deleitar por tan encantador sonido. Esta caja musical, además, tenía un compartimiento en su interior.
-Es una bella caja musical. Antes ya llamó mi atención.- Dijo Lisa, sonriendo cálidamente. Miró por fin a su secuestrador temporal, era un hombre joven, de porte alto, cabello oscuro y ojos azulados. La chica volvió a depositar la caja musical de donde mismo la había sacado. –Mi prometido ha jurado comprármela uno de estos días. Lástima que sus pensamientos sean tan utópicos. Es un joven muy soñador.- Bromeó con completa naturalidad, aferrándose al brazo del joven. Si bien tenía ganas de darle una buena bofetada a esa sabandija atrevida tenía que fingir conocerle como antes ya había amenazado. –Si nos permite, queremos ver los artículos que tiene más al fondo.- Sin esperar a que el rufián objetara o dominara la situación, le jaló del brazo hacia el final de la tienda. La joven divisó una puerta trasera abierta la cual podría dar fin a esa incómoda situación. –Puedes salir por allí sin generar problemas, esa puerta da al otro lado de la calle.- Susurró en tono cómplice cuando le soltaba del brazo. –Sal rápido. Pues pretendo dar aviso a esos policías a penas pongas un pie afuera, mucho me temo que le has hecho algún daño a esa pobre mujer.- Amenazó ella, esta vez. Frunció el ceño mirándole seriamente cuando le daba un empujón hacia fuera.

por **Virgile** Sáb Oct 11, 2014 2:35 pm

¿Planeaba lastimar realmente a una inocente? No estaba en sus planes inmediatos hacerlo, pero si es que aquella mujer no seguía sus indicaciones al pie de la letra se vería en la penosa necesidad de hacer de su amenaza algo real, tangible; y aunque no pensaba matarla quizás si dejarle un bonito recuerdo suyo, que le hiciera pensar dos veces antes de llevarle la contraria a un ladrón como él. La tensión en ella era algo bastante obvio, nadie estaba acostumbrado a ser un objeto de “ataque” de una manera tan repentina y aunque Max trataba de mostrar un semblante relajado, sus palabras duras contrarrestaban todo eso que podía creerse.
– Vamos, dedique una linda sonrisa para mi y todos los que la vean porque de otra manera pensaran que mi compañía no le agrada para nada – Sus palabras eran al mismo tiempo una especie de burla para la dama que tan desprevenidamente había caído en sus garras y que desafortunadamente no se libraría pronto de la presencia de Max.

Al ingresar en la tienda aquella, miro hacía afuera, a la calle. No presto atención del todo en lo que la chica que llevaba tomaba o si es que ella decía o hacía algo que pudiera delatarle como un hombre de poco fiar. Lo único que esperaba era que la mujer que caminaba como si fuera a asesinar a alguien por no encontrarlos desapareciera entre las personas que caminaban de un lado a otro. No fue hasta que la voz masculina le saco de su ensimismamiento que se volvió y observo al dueño de la tienda; aquel hombre les miraba dudando de ellos, de lo que estaban haciendo y Max le miro fijamente, tratando de adivinar que es lo que haría y si debería silenciarlo en ese instante junto a la joven, pero antes de que hiciera cualquier movimiento su “acompañante” hablo y una sonrisa ilumino el rostro del ladrón, que actuó lo más normal y caballero posible.
– Siempre cumplo lo que prometo y te aseguro que esa caja musical será tuya aunque lo dudes. Es lo menos que puedo hacer por quien pronto se convertirá en mi esposa ¿No lo cree usted así? – se dirigió entonces al dueño de la tienda, quien pareció suavizar la expresión y disminuir las dudas respecto a la presencia de los jóvenes ahí. Dio un leve respingo que no pudo ser notado más que por aquella que le sujetaba del brazo y antes de que algo más pasara se alejaron de ese pequeño pasillo, pasando a otro rápidamente – Con su permiso, mi prometida es muy impaciente – susurro Max antes de desaparecer de la vista del dueño.

Una sonrisa juguetona fue lo que ofreció a la joven que le indicaba una manera de salir por la parte trasera de la tienda y aún así Max no pensaba para nada en dejarla ir así como así.
– Eres demasiado amable en ayudarme pero veras, esta situación ha pasado a ser tu problema ahora también. ¿Crees que el dueño de esta tienda no te culpara? No seas ilusa, él dita que eres nuestra cómplice y entonces es probable que te pase algo mucho peor que a nosotros – la joven empujo en dirección a la salida a Max, quien con un rápido movimiento le sujeto la mano y la jalo consigo al exterior – Avisar del robo será tu fin, así que lo mejor será que nos vayamos de una buena vez – no aguardo a que el encargado de la tienda se diera cuenta de la ausencia de ambos, sino que rápidamente sujeto firme la mano ajena y comenzó a caminar con velocidad – Y descuida que a esa mujer no le hemos hecho nada malo, solo, tomamos prestado un poco de su dinero a ella no le hace falta, esta podrida en riqueza – dijo entre leves risas, internando a ambos entre callejones más intrincados después de cruzar al otro lado de la calle – y por cierto, la amenaza de que debes mantenerte en silencio y fingir que nos conocemos sigue en pie – se detuvo unos instantes y dibujo con su dedo una linea en el rostro femenino – aunque ahora, más bien eres mi cómplice y si me hundo yo, te hundes conmigo – sentencio firme, volviendo a reanudar el paso hasta que salieron a otra calle mucho menos concurrida y donde estarían a salvo.

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