AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Como si fuera la primera vez (privado)
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Como si fuera la primera vez (privado)
Cuando abrió sus ojos, su primer pensamiento fue para los bellos orbes que le habían cautivado en el sueño que tuviera. La certeza de que esa mirada pertenecía al faro de su vida, ese que había olvidado tras el incidente en el bosque, lo hizo estremecer, girar su cuerpo y estirar su mano, acariciando el lado opuesto de la cama, ese que permanecía frío, sin rastros de aroma alguno que le permitiera recordar a quien había olvidado. Inspiró profundamente, manteniendo sus ojos cerrados, intentando en vano, que esa imagen esquiva volviera a presentarse ante su memoria, mas nada llegó a ésta.
Frustrado, apretó su mandíbula y bufó, al momento de elevar su torso, quedando sentado en mitad del lecho, con los cabellos revueltos y sudoroso, - deja de presionarte por recordar - se dijo, mientras se apresuraba a dejar las sabanas atrás y caminar hasta la puerta que lo conduciría al cuarto de baño, en el que ya una doncella le había preparado la tina, con paso firme, se dirigió hasta ésta, despojándose de sus ropas y sumergiendo su cuerpo en la tibieza de aquel liquido, todo su cuerpo lo agradeció, puesto que aquel sueño, aunque había sido tranquilo, no dejaba de perturbar esa débil calma que con mucho esfuerzo había conseguido, gracias a permanecer en la residencia de la señorita Geraldine. Sonrió de costado cuando el dulce rostro de aquella joven llegó a su mente, era extraño, pero si la frustración lo ponía de mal genio, solo la presencia de su cuidadora, lograba calmarlo, un solo fragmento de su melodiosa voz le devolvía la cordura. Pensando en ello, frunció el ceño, ¿porque, sucedería de esa manera? ¿acaso sería posible que los rasgos o alguna cosa en particular de la personalidad de la señorita, le recordara a la dueña de esos orbes?
Con ese pensamiento en su cabeza, terminó de bañarse y vestirse. Silencioso, se acercó al ventanal, observó como el día había amanecido lluvioso, en los orbes del cazador, se reflejó el brillo de la lluvia, suspiró, llevando sus dedos al cristal y garabateando una frase, al darse cuenta de lo que había hecho, fijó su mirada en ella, - espérame, volveré a ti - leyó, ¿a quien había hecho esa promesa? ¿donde debía volver? todas esas preguntas le llevaron a dejar la habitación y bajar apresurado las escaleras, pasando sin saludar a la doncella y al mayordomo quienes le habían deseado una buena jornada. Tomó el sombrero, el abrigo y los guantes de cuero que estaban acomodados en el vestíbulo, esperando a su dueño.
Cuando puso el pie en la acera, se preguntó a donde debía ir, ya que en su desesperación, había dejado todo atrás, decidido a encontrar respuestas, pero ¿donde las encontraría? bajó la cabeza derrotado, frustrado con su patética situación. Mas pronto decidió, que dejaría que la suerte el destino o la casualidad le dieran la respuesta. Camino bajo la lluvia, dirigiendo sus pasos hasta uno de los tantos cafés que existían en el centro de la ciudad, allí, dejaría fluir sus pensamientos, y esperaba que la dueña de aquellos orbes llegara a su memoria.
Frustrado, apretó su mandíbula y bufó, al momento de elevar su torso, quedando sentado en mitad del lecho, con los cabellos revueltos y sudoroso, - deja de presionarte por recordar - se dijo, mientras se apresuraba a dejar las sabanas atrás y caminar hasta la puerta que lo conduciría al cuarto de baño, en el que ya una doncella le había preparado la tina, con paso firme, se dirigió hasta ésta, despojándose de sus ropas y sumergiendo su cuerpo en la tibieza de aquel liquido, todo su cuerpo lo agradeció, puesto que aquel sueño, aunque había sido tranquilo, no dejaba de perturbar esa débil calma que con mucho esfuerzo había conseguido, gracias a permanecer en la residencia de la señorita Geraldine. Sonrió de costado cuando el dulce rostro de aquella joven llegó a su mente, era extraño, pero si la frustración lo ponía de mal genio, solo la presencia de su cuidadora, lograba calmarlo, un solo fragmento de su melodiosa voz le devolvía la cordura. Pensando en ello, frunció el ceño, ¿porque, sucedería de esa manera? ¿acaso sería posible que los rasgos o alguna cosa en particular de la personalidad de la señorita, le recordara a la dueña de esos orbes?
Con ese pensamiento en su cabeza, terminó de bañarse y vestirse. Silencioso, se acercó al ventanal, observó como el día había amanecido lluvioso, en los orbes del cazador, se reflejó el brillo de la lluvia, suspiró, llevando sus dedos al cristal y garabateando una frase, al darse cuenta de lo que había hecho, fijó su mirada en ella, - espérame, volveré a ti - leyó, ¿a quien había hecho esa promesa? ¿donde debía volver? todas esas preguntas le llevaron a dejar la habitación y bajar apresurado las escaleras, pasando sin saludar a la doncella y al mayordomo quienes le habían deseado una buena jornada. Tomó el sombrero, el abrigo y los guantes de cuero que estaban acomodados en el vestíbulo, esperando a su dueño.
Cuando puso el pie en la acera, se preguntó a donde debía ir, ya que en su desesperación, había dejado todo atrás, decidido a encontrar respuestas, pero ¿donde las encontraría? bajó la cabeza derrotado, frustrado con su patética situación. Mas pronto decidió, que dejaría que la suerte el destino o la casualidad le dieran la respuesta. Camino bajo la lluvia, dirigiendo sus pasos hasta uno de los tantos cafés que existían en el centro de la ciudad, allí, dejaría fluir sus pensamientos, y esperaba que la dueña de aquellos orbes llegara a su memoria.
Vinicius Lombardi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/01/2015
Localización : Paris - Francia
Re: Como si fuera la primera vez (privado)
La mañana había llegado y una vez más, Geraldine despertaba en una cama demasiado amplia. Ella era la señora Van Owen, la ama de aquella casa, la esposa de Ronand. Un suspiro salió de sus labios y con pesar, se sentó en la enorme cama, recordando las palabras que una de las doncellas le dijera la noche anterior. “Debería decirle al amo Ronand que es el dueño de esta casa, así como debería decirle que usted es su esposa, o ¿Acaso no lo nota? Él sufre por no recordarla y usted sufre porque no le recuerda”. La doncella tenía razón, sin embargo, Geraldine no deseaba forzar a su esposo a recordarla y de cierta manera, le estaba dando a él a oportunidad de cumplir con su promesa de volver a ella o en su defecto, de escapar del lazo que los unía. La posibilidad de que Ronand la dejará le oprimió el pecho. ¿Podría él dejarla realmente? Ella lo dudaba o más bien, se aferraba a la idea de que su amado volvería hasta ella una vez más.
Un nuevo suspiro salió de sus labios. Era la hora de levantarse y de comenzar con la farsa de todos los días. Para su esposo, ella no era más que una lama benevolente que le permitía quedarse en su hogar hasta que fuera capaz de recordar su pasado, para él era Geraldine Venälaina y nada más.
Tras levantarse y arreglarse, salió de su hogar sin despedirse de nadie o sin siquiera preguntar como es que había amanecido su esposo. Quería estar sola, necesitaba estar sola y el clima era perfecto para ello; así que llevando una sombrilla, se encamino bajo la mañana lluviosa. Muchas cosas habían sucedido en poco tiempo y la verdad es que no sabía cuanto más podría aguantar. Así pues, en busca de consuelo en la soledad, Geraldine se dirigió hasta la zona de cafés de la ciudad. Caminaba entonces con calma, buscando un café que no estuviera muy concurrido y en el que no hubiera nadie conocido, más antes de que el café ideal apareciera ante sus ojos, la visión del hombre de quien ese día huía le ataco.
La mano de Geraldine soltó la sombrilla, sus ojos se humedecieron y por sus mejillas comenzaron a correr lágrimas, mismas que le nublaron la vista y se mezclaron con las gotas de lluvia, impidiéndole ambas ver adecuadamente el rostro de su amado Ronand, quien ignorando su presencia, se mantenía sentado en el café.
Un nuevo suspiro salió de sus labios. Era la hora de levantarse y de comenzar con la farsa de todos los días. Para su esposo, ella no era más que una lama benevolente que le permitía quedarse en su hogar hasta que fuera capaz de recordar su pasado, para él era Geraldine Venälaina y nada más.
Tras levantarse y arreglarse, salió de su hogar sin despedirse de nadie o sin siquiera preguntar como es que había amanecido su esposo. Quería estar sola, necesitaba estar sola y el clima era perfecto para ello; así que llevando una sombrilla, se encamino bajo la mañana lluviosa. Muchas cosas habían sucedido en poco tiempo y la verdad es que no sabía cuanto más podría aguantar. Así pues, en busca de consuelo en la soledad, Geraldine se dirigió hasta la zona de cafés de la ciudad. Caminaba entonces con calma, buscando un café que no estuviera muy concurrido y en el que no hubiera nadie conocido, más antes de que el café ideal apareciera ante sus ojos, la visión del hombre de quien ese día huía le ataco.
La mano de Geraldine soltó la sombrilla, sus ojos se humedecieron y por sus mejillas comenzaron a correr lágrimas, mismas que le nublaron la vista y se mezclaron con las gotas de lluvia, impidiéndole ambas ver adecuadamente el rostro de su amado Ronand, quien ignorando su presencia, se mantenía sentado en el café.
Última edición por Geraldine Van Owen el Vie Jun 01, 2018 8:53 pm, editado 1 vez
Geraldine Van Owen- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 17/11/2017
Re: Como si fuera la primera vez (privado)
Su mirada perdida en lo que ocurría más allá del amplio ventanal, le mantenía en silencio. De pronto, aquel paisaje se desdibujó y un tiempo lejano llegó a él, un café, un día de comienzos de invierno como el que en ese momento vivía. Más en aquello fragmentos de recuerdos que llegaban a él, supo que aquel lugar se encontraba distante a éste. En un tiempo tan lejano, como aquellas tierras en las que ambos habían nacido. La sonrisa en sus labios, reflejaba aquel sentimiento de antaño, el inmenso amor con el que esperaba impaciente la llegada de la mujer que amaría toda la vida, si ella lo aceptaba. ¿Cómo un hombre que había olvidado todo su pasado, podía estar seguro de que en realidad, alguna vez la había amado? podría alguien preguntarse en aquel instante, mas él respondería sin titubeos, que su cabeza podía haber olvidado, pero su corazón no, pues aún daba vuelcos cada instante en que pensaba en ella.
A su mente, fueron llegando mas y mas recuerdos. Inspiró profundamente, cerró sus ojos, y las imágenes de aquel día lejano llegaron a su desquiciada mente. Recordó como el día había amanecido completamente cubierto de nieve y aún nevaba, cuando se apresuró a llegar al café en el que había decidido proponerse, ¿porque ese y no otro? porque en él, unos años antes, una jovencita de dieciseis años, había aceptado tomar una taza de café, junto a un muchacho que muerto de frío, no encontraba un sitio vacío en el cual refugiarse, antes de proseguir su viaje a una ciudad cercana. Aquella tarde en que deseaba pedirle a su amada ser su prometida, quería poder expresar todo el gran amor que sentía por ella, que supiera que sin ella, su vida carecía de importancia. Por eso, para aquella ocasión, le tenía preparado una sorpresa, un secreto que había guardado, por mucho tiempo, y que no le había revelado. Ronand, era un amante de la música, en especial del chelo, y lo interpretaba con elegancia y mucho sentimiento, llegando a ser buscado por sinfónicas que deseaban contratarlo, pero él no podía mezclar su vida como cazador, con la de un músico, puesto que jamás podrían ser compatibles, más en la melodía que surgía de aquel instrumento, Roland podía mostrar su verdadera alma, su más puro corazón, el que había decidido entregar a esa joven a la que amaba. Por ello había logrado vencer sus miedos y declararse con una dulce y sentimental pieza musical. El cazador, recordó cómo sonaba el instrumento, al igual de la mirada cargada de amor de aquella jovencita, ese rostro se presentó ante él, como si estuviera allí presente. Ronand abrió sus ojos, entonces unos orbes de mirada dulce y melancólica se fijaron en él, - ¿eres tú? - susurró al encontrar el rostro de aquella jovencita, en el hermoso rostro de su benefactora.
A su mente, fueron llegando mas y mas recuerdos. Inspiró profundamente, cerró sus ojos, y las imágenes de aquel día lejano llegaron a su desquiciada mente. Recordó como el día había amanecido completamente cubierto de nieve y aún nevaba, cuando se apresuró a llegar al café en el que había decidido proponerse, ¿porque ese y no otro? porque en él, unos años antes, una jovencita de dieciseis años, había aceptado tomar una taza de café, junto a un muchacho que muerto de frío, no encontraba un sitio vacío en el cual refugiarse, antes de proseguir su viaje a una ciudad cercana. Aquella tarde en que deseaba pedirle a su amada ser su prometida, quería poder expresar todo el gran amor que sentía por ella, que supiera que sin ella, su vida carecía de importancia. Por eso, para aquella ocasión, le tenía preparado una sorpresa, un secreto que había guardado, por mucho tiempo, y que no le había revelado. Ronand, era un amante de la música, en especial del chelo, y lo interpretaba con elegancia y mucho sentimiento, llegando a ser buscado por sinfónicas que deseaban contratarlo, pero él no podía mezclar su vida como cazador, con la de un músico, puesto que jamás podrían ser compatibles, más en la melodía que surgía de aquel instrumento, Roland podía mostrar su verdadera alma, su más puro corazón, el que había decidido entregar a esa joven a la que amaba. Por ello había logrado vencer sus miedos y declararse con una dulce y sentimental pieza musical. El cazador, recordó cómo sonaba el instrumento, al igual de la mirada cargada de amor de aquella jovencita, ese rostro se presentó ante él, como si estuviera allí presente. Ronand abrió sus ojos, entonces unos orbes de mirada dulce y melancólica se fijaron en él, - ¿eres tú? - susurró al encontrar el rostro de aquella jovencita, en el hermoso rostro de su benefactora.
Vinicius Lombardi- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 31/01/2015
Localización : Paris - Francia
Re: Como si fuera la primera vez (privado)
Ya no sabía si lo que corría por sus mejillas eran las lágrimas que brotaban de sus ojos o las gotas de lluvia que pronto la empaparon por completo. Más fuera lo que fuera, que la empapaba y que limpiaba toda la podredumbre de París, no podría limpiar el dolor que experimentaba al ver a Baldric sentado en aquel café, como si estuviese esperando por ella y es que eso era lo peor, verlo observar al exterior, tal como lo hiciera el día en que le declaro su amor a la hechicera y le pidió que se convirtiera en su esposa.
Geraldine no poseyó consciencia alguna del tiempo que permaneció de pie bajo la lluvia, observando en dirección al cazador hasta que este acabo por percatarse de su presencia. Que los ojos de ambos se encontraran llevó a la hechicera a experimentar aun más dolor, pues podía jurar que mientras más la miraba él, más hondo se clavaba un puñal invisible en su pecho. De manera inconsciente, camino hasta estar muy cerca de Baldric, dentro de la seguridad de un techo que cubría las mesas externas del café, techo que solo volvía más evidente el hecho de que ella había estado bastante tiempo bajo la inclemente lluvia.
– Señor Van Owen – se obligó a mostrar una sonrisa que contrastaba con sus enrojecidos ojos y las lágrimas que aún corrían delicadamente por sus mejillas, confundiéndose con las gotas que rodaban desde sus cabellos – Sí, soy yo – respondió a la pregunta hecha por él, sin comprender realmente la intención detrás de ella – debe estar sorprendido de que nos encontremos en… un sitio que no sea la casa – no se atrevía a decir café, pues los recuerdos de su propuesta eran muy dolorosos para ella – lamento que esto ocurriera, le aseguro que no fue intencional – aparto su mirada entonces – nos veremos después – se giró rápido. Necesitaba alejarse y pronto.
Geraldine no poseyó consciencia alguna del tiempo que permaneció de pie bajo la lluvia, observando en dirección al cazador hasta que este acabo por percatarse de su presencia. Que los ojos de ambos se encontraran llevó a la hechicera a experimentar aun más dolor, pues podía jurar que mientras más la miraba él, más hondo se clavaba un puñal invisible en su pecho. De manera inconsciente, camino hasta estar muy cerca de Baldric, dentro de la seguridad de un techo que cubría las mesas externas del café, techo que solo volvía más evidente el hecho de que ella había estado bastante tiempo bajo la inclemente lluvia.
– Señor Van Owen – se obligó a mostrar una sonrisa que contrastaba con sus enrojecidos ojos y las lágrimas que aún corrían delicadamente por sus mejillas, confundiéndose con las gotas que rodaban desde sus cabellos – Sí, soy yo – respondió a la pregunta hecha por él, sin comprender realmente la intención detrás de ella – debe estar sorprendido de que nos encontremos en… un sitio que no sea la casa – no se atrevía a decir café, pues los recuerdos de su propuesta eran muy dolorosos para ella – lamento que esto ocurriera, le aseguro que no fue intencional – aparto su mirada entonces – nos veremos después – se giró rápido. Necesitaba alejarse y pronto.
Geraldine Van Owen- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/11/2017
Re: Como si fuera la primera vez (privado)
Los pasos de aquella mujer, resonaron en el piso mojado, en los bellos ojos de su benefactora se podía apreciar un sufrimiento que no tenía explicación alguna, o tal vez sí. Según le habían dicho, ella era una viuda muy reciente, y tal vez, el día, el clima, o hasta el mismo lugar la había hecho sentir aquella melancolía que la desnudaba, mostrando su vulnerable alma. Un alma que el cazador, sin saber porqué, quiso cuidar y proteger. Se apresuró a levantarse de su asiento y en dos zancadas se encontró tomando la delicada muñeca de la mujer, - Por favor, no se vaya, no puede ir de ese modo o se pescará una pulmonía - dijo, realmente preocupado.
Aquel contacto, le hizo estremecerse, como si la electricidad de un rayo le atravesara, pero no pudo soltarla, por el contrario, deseaba abrazarla acariciar sus cabellos, bezar su frente, secar sus lagrimas, esas que se confundían con las gotas de lluvia, pero que en el fondo de su corazón, sabían que eran verdaderas. Tiró suavemente de ella, haciendo que se volviera a resguardar de la lluvia. Con rapidez, se quitó su abrigo y se lo pasó galante por los hombros. No pudo frenar su deseo de inspirar el suave perfume de aquellos cabellos mojados, ni frenar el impulso de secar con sus dedos una gota que huía por la mejilla de la joven mujer. - No se puede ir así, Permitame acompañarla hasta su hogar, pero antes, debe calentar su cuerpo -, sin esperar una respuesta, hizo señas al camarero quien pronto se acercó a donde ellos se encontraba. - Por favor, necesitamos una mesa que esté cerca de la chimenea - dijo como si toda la vida hubiera concurrido al lugar. El camarero asintió y les fue dirigiendo, hasta una mesa que se encontraba apartada de las demás, y que poseía el cálido ambiente que daba una enorme estufa a leña. El joven sonrió, mientras se rascaba la cabeza - Vaya me ha sorprendido, hace un año que trabajo en éste lugar y es la primera vez que lo veo por el café, mas usted conoce exactamente que el local cuenta con una estufa - sonrió divertido. Baldric enarcó una ceja, - tiene razón, ¿como sé ese detalle? - susurró, mientras ayudaba a la joven a sentarse junto al fuego, y pedía que les trajeran dos bebidas calientes.
Aquel contacto, le hizo estremecerse, como si la electricidad de un rayo le atravesara, pero no pudo soltarla, por el contrario, deseaba abrazarla acariciar sus cabellos, bezar su frente, secar sus lagrimas, esas que se confundían con las gotas de lluvia, pero que en el fondo de su corazón, sabían que eran verdaderas. Tiró suavemente de ella, haciendo que se volviera a resguardar de la lluvia. Con rapidez, se quitó su abrigo y se lo pasó galante por los hombros. No pudo frenar su deseo de inspirar el suave perfume de aquellos cabellos mojados, ni frenar el impulso de secar con sus dedos una gota que huía por la mejilla de la joven mujer. - No se puede ir así, Permitame acompañarla hasta su hogar, pero antes, debe calentar su cuerpo -, sin esperar una respuesta, hizo señas al camarero quien pronto se acercó a donde ellos se encontraba. - Por favor, necesitamos una mesa que esté cerca de la chimenea - dijo como si toda la vida hubiera concurrido al lugar. El camarero asintió y les fue dirigiendo, hasta una mesa que se encontraba apartada de las demás, y que poseía el cálido ambiente que daba una enorme estufa a leña. El joven sonrió, mientras se rascaba la cabeza - Vaya me ha sorprendido, hace un año que trabajo en éste lugar y es la primera vez que lo veo por el café, mas usted conoce exactamente que el local cuenta con una estufa - sonrió divertido. Baldric enarcó una ceja, - tiene razón, ¿como sé ese detalle? - susurró, mientras ayudaba a la joven a sentarse junto al fuego, y pedía que les trajeran dos bebidas calientes.
Vinicius Lombardi- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/01/2015
Localización : Paris - Francia
Re: Como si fuera la primera vez (privado)
Escapaba como una cobarde y no porque verdaderamente lo fuera. Geraldine podía ser muchas cosas, pero una cobarde jamás. La hechicera de hecho estaba más bien cansada de fingir que Baldric era solamente un hombre al que decidía cuidar porque era lo correcto, estaba cansada de escucharlo decir que tenía alguien a quien encontrar y que ella pronto encontraría un hombre más a quien amar. ¿No notaba él el dolor que sus palabras provocaban en ella?, ¿Tan ingenuo era que no veía el amor que le profesaban sus ojos?, o, ¿Estaba realmente tan harto de ella que decidía deliberadamente olvidarla?. Fuera cual fuera la verdad, ella sentía que ya no podía sopórtalo y por eso comenzó a andar, lo suficiente como para que su cuerpo volviera a sentir las frías gotas de lluvia, pero en esta ocasión, su mano fue atrapada por la calidez de su esposo, quien suplicante le pidió que se quedará.
– Descuide señor Baldric, no caeré enferme por una lluvia como esta – y es que, ¿Qué más daño podía causarle la lluvia que no le hubiera causado él ya?.
Sus ganas de huir quedaron en eso, solo ganas, pues la mano que le sujetaba le transmitía la paz y el calor que el alma de la hechicera tanto añoraba. Sin decir pues nada, se dejo abrigar por el hombre que sin saberlo era su esposo, así como también se dejo guiar por él , hasta la parte más interna del restaurante, esa donde ellos solían pasar las veladas románticas. Una sonrisa cargada de melancolía apareció en sus labios al escuchar a Baldric preguntarse a si mismo cómo es que sabía tantos detalles de aquel restaurante.
– Probablemente sea este un sitio que has olvidado y el cual solías frecuentar antes – señalo mientras ya sentada, acomodaba mejor sobre sus hombros el abrigo que le era prestado – quizás si recordaras, todo sería más fácil – su mirada entonces se desvió hasta la chimenea y el calor que emitía, mismo que calentaba el cuerpo de la bruja pero no su corazón.
– Descuide señor Baldric, no caeré enferme por una lluvia como esta – y es que, ¿Qué más daño podía causarle la lluvia que no le hubiera causado él ya?.
Sus ganas de huir quedaron en eso, solo ganas, pues la mano que le sujetaba le transmitía la paz y el calor que el alma de la hechicera tanto añoraba. Sin decir pues nada, se dejo abrigar por el hombre que sin saberlo era su esposo, así como también se dejo guiar por él , hasta la parte más interna del restaurante, esa donde ellos solían pasar las veladas románticas. Una sonrisa cargada de melancolía apareció en sus labios al escuchar a Baldric preguntarse a si mismo cómo es que sabía tantos detalles de aquel restaurante.
– Probablemente sea este un sitio que has olvidado y el cual solías frecuentar antes – señalo mientras ya sentada, acomodaba mejor sobre sus hombros el abrigo que le era prestado – quizás si recordaras, todo sería más fácil – su mirada entonces se desvió hasta la chimenea y el calor que emitía, mismo que calentaba el cuerpo de la bruja pero no su corazón.
Geraldine Van Owen- Hechicero Clase Alta
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