AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Blood Work // Cazadores invitados.
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Blood Work // Cazadores invitados.
La noche era plomiza, ninguna estrella en el cielo, y una dorada luna llena perfecta, luchaban por emerger entre plúmbeas nubes. El viento era mínimo, mostrando lo que el resto del años, por lo general, nadie conseguía ver durante esos meses.
Aquella noche le habían desvelado, gritos en sueños, fuego y madera, colmillos ensangrentados y serpientes retorcidas... Berger suspiró, apartándose el sudor de la frente y se incorporó, algo tembloroso. "Cada vez estoy peor" pensó. Había avanzado bastante aquellas semanas, casi sin pesadillas ni malos sueños... Suspiró de nuevo, abriendo la ventana de su habitación y ahogó un grito. No esperaba ver la ciudad tan apagada... Aunque no debía de ser muy tarde.
Se puso su largo traje de tela y cuero derivado, con sus parches sobre áreas poco limpias, y salió de su casa sin descartar especialmente, en la conocida y abismal oscuridad de aquellos cerrados barrios.
Había quedado con un grupo de desconocidos cazadores que habían llegado a su oído por medio de hechos que podían catalogarse como interesante y fascinantes, incluso para el experimentado cazador. Dos noches antes había sido el artífice de una serie de hechos que iniciaría posiblemente una de las mayores matanzas de seres del infierno. Se había enterado de que los chupasangre se iban a reunir y basándose en eso había enviado unas breves cartas a unos ya experimentado cazadores. La escritura denotaba agitación nerviosa. El autor Berger hablaba de una vieja casa a las afueras del sur de París, y en donde los que la recibieran debían asistir caída la oscuridad de esa noche.
Llegó al lugar; el edificio no era más que un montón de paredes agrietadas sostenida por vigas a medio comer por termitas poco numerosas. Miró el escenario que tenía delante; la casa y el sencillo paisaje de alrededor, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados, con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable.
Aquel era el lugar, reflexionó, que una simple disposición diferente de los elementos de la escena, seria suficiente para modificar o quizá anular su poder de impresión dolorosa; y, procediendo de acuerdo con esa idea, avanzó a la escarpada orilla de un estanque negro y fantástico que extendía su brillo tranquilo junto a la casa; pero con un estremecimiento aún más sobrecogedor que antes contempló la imagen reflejada e invertida de los juncos grises, y los espectrales troncos, y las vacías ventanas como ojos. Luego se aventuró por la trampilla poblada de polvorientas telarañas y descendió por unas chirriantes escaleras que daban acceso a un negro abismo.
No se veía nada, una puerta se abrió y una poca luz incidió a un sótano aún más desaliñado que la entrada misma. Encendió un candil que estaba allí puesto a propósito y observó al rededor, y llegó definitivamente a la conclusión que aquel era el lugar. Se sentó en un asiento poco cómodo, se preparó una pipa de opio y espero a los que asistieran.
Aquella noche le habían desvelado, gritos en sueños, fuego y madera, colmillos ensangrentados y serpientes retorcidas... Berger suspiró, apartándose el sudor de la frente y se incorporó, algo tembloroso. "Cada vez estoy peor" pensó. Había avanzado bastante aquellas semanas, casi sin pesadillas ni malos sueños... Suspiró de nuevo, abriendo la ventana de su habitación y ahogó un grito. No esperaba ver la ciudad tan apagada... Aunque no debía de ser muy tarde.
Se puso su largo traje de tela y cuero derivado, con sus parches sobre áreas poco limpias, y salió de su casa sin descartar especialmente, en la conocida y abismal oscuridad de aquellos cerrados barrios.
Había quedado con un grupo de desconocidos cazadores que habían llegado a su oído por medio de hechos que podían catalogarse como interesante y fascinantes, incluso para el experimentado cazador. Dos noches antes había sido el artífice de una serie de hechos que iniciaría posiblemente una de las mayores matanzas de seres del infierno. Se había enterado de que los chupasangre se iban a reunir y basándose en eso había enviado unas breves cartas a unos ya experimentado cazadores. La escritura denotaba agitación nerviosa. El autor Berger hablaba de una vieja casa a las afueras del sur de París, y en donde los que la recibieran debían asistir caída la oscuridad de esa noche.
Llegó al lugar; el edificio no era más que un montón de paredes agrietadas sostenida por vigas a medio comer por termitas poco numerosas. Miró el escenario que tenía delante; la casa y el sencillo paisaje de alrededor, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados, con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable.
Aquel era el lugar, reflexionó, que una simple disposición diferente de los elementos de la escena, seria suficiente para modificar o quizá anular su poder de impresión dolorosa; y, procediendo de acuerdo con esa idea, avanzó a la escarpada orilla de un estanque negro y fantástico que extendía su brillo tranquilo junto a la casa; pero con un estremecimiento aún más sobrecogedor que antes contempló la imagen reflejada e invertida de los juncos grises, y los espectrales troncos, y las vacías ventanas como ojos. Luego se aventuró por la trampilla poblada de polvorientas telarañas y descendió por unas chirriantes escaleras que daban acceso a un negro abismo.
No se veía nada, una puerta se abrió y una poca luz incidió a un sótano aún más desaliñado que la entrada misma. Encendió un candil que estaba allí puesto a propósito y observó al rededor, y llegó definitivamente a la conclusión que aquel era el lugar. Se sentó en un asiento poco cómodo, se preparó una pipa de opio y espero a los que asistieran.
Última edición por Berger Reifenhelm el Sáb Sep 06, 2014 9:45 am, editado 1 vez
Berger Reifenhelm- Cazador Clase Media
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Re: Blood Work // Cazadores invitados.
"Los grandes luchadores de la historia, no son mas que sus actos por conseguirlo"
Nach se encontraba bajo un castillo en donde se podría decir que no había pasado por el la mejor mano de los mejores carpinteros de Francia.
La pobre construcción se alzaba sobre un pequeño bosque alejado de la mano de dios, Fuera de las regiones conocidas como Le France.
Aquel día estuvo completamente ansioso, todo el dia, no se podría comparar las sensaciones que sentía con las que había sentido toda su vida, puesto que la noche anterior había recibido una carta un poco extraña, escrita por una mano que parecía abollada por el paso de los años, y de las matanzas que había hecho por consiguiente a estos,
La carta, para resumir, era muy pobre de contenido, muy morbosa, muy decaída, pero su mensaje era conciso y este a Nach le basto para dibujarle una extraña sonrisa en la cara. Puesto a que iba a asesinar (probablemente) a su primera banda de vampiros europeos. Seguramente se les parecían o eran incluso inferiores a los vampiros del Brasil, pero no se podía comparar el cazar a esos animales repugnantes a campo abierto, que cazarlos en ese extraño edificio que se encontraba frente a sus ojos. Una construcción un tanto extraña era esta, ya que parecía un castillo que había sido construido por un solo hombre en mucho tiempo. Tal vez al adentrarse en el, estaría construyendo aun. De pronto, a su mente vinieron las imágenes que había podido rescatar cuando su juventud estaba convertida en niñes y su poca experiencia de la vida era excesiva, aunque no tanto comparada a la de los demás chicos de su edad, aun recordaba a una de sus novias, a su criterio, la mejor que hubiese tenido... Una pelirroja, eso era lo que le había llamado la atención al principio, su extraño color de pelo. Las pelirrojas que había conocido en su vida entera podían contarse con los dedos de su mano, y no podía decir que se había dado el lujo de salir y desposar a una o a dos. Su nombre era Estefania. Era extremadamente extraño con lo parecido que tenia a ese castillo, el castillo donde la había desposado por primera vez, a la luz de la luna.
El el trayecto de ida hacia ese lugar tan raro había visto extraña cantidad de animales salvajes, la verdad no sabia por que, lo único que sabia de ese lugar, y lo único que le importaba en esos momentos, era que era el lugar de matanza de muchísimos vampiros, de malditos vampiros, últimamente estaba habiendo plaga de ellos, y se dio cuenta Nach que no podía seguir haciéndose el turista por las extrañas cales parisinas, no, estaba allí por una y solo una razón, asesinar a todos los vampiros que halla, y no dejar que se reproduzcan, hacerle un favor sin quererlo al gobierno y a los ciudadanos de Francia.
Cuanto mas lo pensaba, mayor era el sentimiento de excitación que producía en su interior el tener que matar vampiros, ¿Hace cuanto que no lo hacia? ¿Tres meses? ¿Cuatro meses? No lo sabia con exactitud, pero era algo así. Una duda paso por su mente, ¿Como sera el cazador que los había invitado, si, aquel que tenia letra de doctor? Probablemente tendría experiencia, seria fuerte, y estaría armado hasta los dientes. Con respecto a las armas que tenia encima, Nach se encontraba con dos pistolas y con un cuchillo, con las primeras era muy bueno, y con las otras, mejor.
Cuando estuvo frente al castillo se pregunto ¿A donde ir ahora que ya estaba allí? No lo había explicado en la carta su escritor, en efecto, casi no había explicado nada. Tan solo había dado una breve explicación acerca de lo que iba a suceder aquella noche, obviamente había explicado que unos vampiros iban a juntarse aquella noche, pero no había explicado donde se juntaban ellos. Así que Nach tubo que explorar los alrededores de la casa, tan solo dio unas vueltas al castillo, un par de vueltas, tan solo un par de vueltas, y se dio cuenta que ese castillo era de lo mas raro , no había parte de esa construcción que no aterrase a las damisela que no estaban acostumbradas a aterrarse ni a combatir vampiros como el, pero Nach no le tenia miedo a una construcción que sea mas pequeña que su espíritu de cazar vampiros.
Al pasar por un sector determinado del castillo, no importante en este momento, se topo con una tramilla de la cual salia un as de luz. A ser de noche, y al no haber ninguna antorcha cerca, estaba completamente obscuro, y detonaba entre los demás objetos de la escena. A Nach le surgió una duda ¿Tendría que entrar por aquella apertura? ¿Allí dentro se encontrara un vampiro, o solo el cazador de pulso nervioso? Pues, había dos opciones, si era un vampiro, tendrá que enfrentarlo, que eso era lo que tenia que hacer de todos modos, y si era el cazador, conocería a su primer compañero.
Al adentrarse por la apertura, bajo por unas escaleras hasta llegar a una especie de abismo que estaba completamente sumido en la obscuridad, pero delante de el se encontraba una puerta completamente abierta, de donde salia la extraña y cálida luz que tanto le había llamado la atención a Nach, entre tanta obscuridad. Al pasar por esa entrada, despacito, suavemente, procurando que allí dentro no hubiese un vampiro, entro, y lo primero que noto fue un fuerte olor a opio.
Y sentado en un lado de el sótano, se encontraba lo que seria su compañero de armas, o al menos así lo detonaba su imagen, puesto a que su piel era menos pálida que el petroleo.
-Y... Tu debes ser el cazador que mando la carta
Exclamo Nach, con una voz gruesa, fuerte, aunque, aun se notaba que el que hablaba era un adolescente.
Nach Tear- Cazador Clase Alta
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Re: Blood Work // Cazadores invitados.
Se levantó de la cama ya entrada la tarde para encontrarse con un sobre tirado en el suelo, que el encargado del hostal debía haber colado por debajo de la puerta. Estaba claro que había aprendido la lección de no molestarle. Tres días antes, le había despertado por "una llamada urgente" y Demon por poco le voló la tapa de los sesos con uno de sus revólveres. Esta vez se había comportado, tal vez, si seguía así, no tendría que matarle después de todo.
Se incorporó, completamente desnudo excepto por el hecho de calzarse las botas, y se acercó a coger la carta del suelo de madera. Rompió el sobre por un costado y sacó el papel. La letra era horrible y por poco la arrugó y la lanzó por ahí, pero sus ojos, sin querer, distinguieron la palabra "caza" entre todo aquel montón de letras y eso había cambiado el destino de la hoja. La leyó en voz baja y luego la prendió con una cerilla, dejándola caer antes de pisarla con el talón del calzado.
-¿Grupo de cacería? ¿Qué gilipollez es esa?
Se aproximó a la ventana y cogió un vaso para servirse una copa. Se quedó allí observando, sorbiendo lentamente de aquel líquido abrasador que tanto le gustaba, sin importarle una mierda si la gente le veía en pelotas desde la calle. Intentó buscar posibles presas, pero sabía que sería inútil hasta pasadas, al menos, un par de horas cuando el sol se ocultara y reinara la noche. Por consecuente, decidió acostarse de nuevo y tomarse una merecida siesta.
Cuando las estrellas ya iluminaban el firmamento, se volvió a despertar. Se vistió sin demora y cargó su cuerpo con innumerables armas de filo y otras tantas de pólvora. Cubrió todo ello con una casaca vieja, endurecida por el paso del tiempo y de un color terroso oscuro que en parte servía como camuflaje. Salió fuera de su actual residencia y empezó a otear a su alrededor en busca de diversión. Pasó un largo rato y aquello estaba más muerto que un jodido vampiro. Sí, había encontrado un par de cambiaformas, uno de ellos se había convertido en un ratón, un PUTO ratón y el otro en una tórtola. ¿Qué cojones? ¿Dónde estaban los úrsidos? ¿Los cánidos? ¿Y los vampiros? Estaba empezando a pensarse lo de quedarse más tiempo en París o largarse de nuevo a las montañas. Resopló, indignado, y hasta le empezó a parecer interesante la idea de la cacería en grupo.
Se estaba volviendo estúpido, estaba claro. Se reajustó el cinturón y emprendió camino hacia la casa abandonada de la que había hablado la carta. El bosque no era nada del otro mundo, sinceramente, había visto lugares más espantosos y oscuros, con más niebla y el aullido de los licántropos ensordeciéndole a su paso. Aquello era un poco aburrido. Una vez alcanzó el lugar destinado, se aproximó a una puerta de madera que yacía en el suelo, no porque estuviera caída, sino porque se enterraba allí la entrada. Tiró de una corroída anilla de hierro y sin importarle un comino hacer ruido, dejó caer el portón hacia un lado para luego bajar allí y toparse con dos tipos. Uno de ellos parecía un joven inexperto, un crío imberbe, un novato, un niño sin pelo en la polla. Ni le miró dos veces. Se centró luego en el tipo viejo de traje polvoriento. Se le veía curtido, bastante achacado por los años, pero al menos ese tenía toda la pinta de llevar muchas cacerías a sus espaldas. Movió la cabeza como único gesto de reconocimiento hacia ese par y dijo:
-¡Eh! ¿Quién es el anfitrión de esta fiesta?
Se incorporó, completamente desnudo excepto por el hecho de calzarse las botas, y se acercó a coger la carta del suelo de madera. Rompió el sobre por un costado y sacó el papel. La letra era horrible y por poco la arrugó y la lanzó por ahí, pero sus ojos, sin querer, distinguieron la palabra "caza" entre todo aquel montón de letras y eso había cambiado el destino de la hoja. La leyó en voz baja y luego la prendió con una cerilla, dejándola caer antes de pisarla con el talón del calzado.
-¿Grupo de cacería? ¿Qué gilipollez es esa?
Se aproximó a la ventana y cogió un vaso para servirse una copa. Se quedó allí observando, sorbiendo lentamente de aquel líquido abrasador que tanto le gustaba, sin importarle una mierda si la gente le veía en pelotas desde la calle. Intentó buscar posibles presas, pero sabía que sería inútil hasta pasadas, al menos, un par de horas cuando el sol se ocultara y reinara la noche. Por consecuente, decidió acostarse de nuevo y tomarse una merecida siesta.
Cuando las estrellas ya iluminaban el firmamento, se volvió a despertar. Se vistió sin demora y cargó su cuerpo con innumerables armas de filo y otras tantas de pólvora. Cubrió todo ello con una casaca vieja, endurecida por el paso del tiempo y de un color terroso oscuro que en parte servía como camuflaje. Salió fuera de su actual residencia y empezó a otear a su alrededor en busca de diversión. Pasó un largo rato y aquello estaba más muerto que un jodido vampiro. Sí, había encontrado un par de cambiaformas, uno de ellos se había convertido en un ratón, un PUTO ratón y el otro en una tórtola. ¿Qué cojones? ¿Dónde estaban los úrsidos? ¿Los cánidos? ¿Y los vampiros? Estaba empezando a pensarse lo de quedarse más tiempo en París o largarse de nuevo a las montañas. Resopló, indignado, y hasta le empezó a parecer interesante la idea de la cacería en grupo.
Se estaba volviendo estúpido, estaba claro. Se reajustó el cinturón y emprendió camino hacia la casa abandonada de la que había hablado la carta. El bosque no era nada del otro mundo, sinceramente, había visto lugares más espantosos y oscuros, con más niebla y el aullido de los licántropos ensordeciéndole a su paso. Aquello era un poco aburrido. Una vez alcanzó el lugar destinado, se aproximó a una puerta de madera que yacía en el suelo, no porque estuviera caída, sino porque se enterraba allí la entrada. Tiró de una corroída anilla de hierro y sin importarle un comino hacer ruido, dejó caer el portón hacia un lado para luego bajar allí y toparse con dos tipos. Uno de ellos parecía un joven inexperto, un crío imberbe, un novato, un niño sin pelo en la polla. Ni le miró dos veces. Se centró luego en el tipo viejo de traje polvoriento. Se le veía curtido, bastante achacado por los años, pero al menos ese tenía toda la pinta de llevar muchas cacerías a sus espaldas. Movió la cabeza como único gesto de reconocimiento hacia ese par y dijo:
-¡Eh! ¿Quién es el anfitrión de esta fiesta?
Demon Haulin- Cazador Clase Alta
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Re: Blood Work // Cazadores invitados.
Berger se sacó del macuto una cebolla, miró a su alrededor buscando algo en donde poder limpiar los pocos terrones de barro que cubría parcialmente su superficie, se decidió por el cubo puesto allí para las goteras, el cual estaba lleno de telarañas y contenía una agua demasiado turbia para ser considera limpia. La sacudió varias veces y la peló con su viejo cuchillo. Tomó un trozo con sus dedos y se la llevó a su boca sintiendo ligeramente el ácido y su característico picor al tragarlo. Crujiente y fibroso, esa era la mejor definición para aquel alimento que nacía de la tierra. Por un momento sus ojos estaban entrecerrados quizás perdidos en sus propios pensamientos, y luego aquellos mismo ojos se posaron en la figura que atravesó el umbral.
-Así es -inclinó la punta delantera del sombrero con su pulgar, dándole por su parte la bienvenida a la estancia -. Eres el primero, por favor toma asiento -propinó una patada a un taburete que había cercano a él y éste se arrastró con un particular rechinar incomodo hasta el muchacho que aparentaba ser bastante joven, algo que, hasta el momento, Berger no había esperado "¿éste muchacho a protagonizado historias que han llegado a mis oídos?" pensó "Si todavía no debe afeitarse...".
El cazador entrecerró los ojos para mirar al muchacho, dejando el segundo trozo de la cebolla a medio comer -¿Como te llamas, hijo? -Preguntó escudriñando aquella joven figura bien vestida de arriba a abajo. En cierto modo le agradaba que hubiera gente joven dedicada a la caza, al fin y al cabo era el futuro, sin embargo, no se fiaba demasiado de ellos, sabía, por experiencia que eran dados a la temeridad, pero un cazador es un cazador.
Seguidamente se alzó y se viró hacia el candil que estaba posado sobre una esquina y, sobre la llama, perdió el sentido del tiempo, esperando a los demás asistentes, cuando escuchó pasos a su espalda, y no se viró hasta que los notó cercanos a él. En ese momento otra figura atravesó la perpetua oscuridad de la entrada, con aires más chulescos que el anterior muchacho, pero mayor y quizá más resuelto en la caza.
-Saludos, yo os he invitado -dijo serio, sin darse la vuelta y con los brazos cruzados -, y ahora por favor toma asiento -Dijo, únicamente, como esperando a algo más. Unos segundos después, se viró, encarándolos a ambos con la misma mirada impersonal de siempre. En realidad espera más asistentes, había enviado más cartas, pensó que algunos no las abrían recibido, otros posiblemente la ignoraron y otros estarían por llegar.
-Caballeros, les agradezco que hayan venido -continuó, mirando al ultimo cazador -, convocar un grupo de caza no es algo que haga todos los días, no todos servimos a la misma bandera y nuestros oficios son más bien secretos, es por ello que es difícil contactar entre nosotros y solo los dioses y los santos saben como he dado con ustedes -se despegó de la mesa y cruzó los brazos, con el gesto serio -. No se equivoquen señores, ahora estamos en peligro, hemos sobrevivido a todos nuestros enemigos gracias a nuestro aplomo, audacia y tal vez nuestra insensatez -rió por lo bajo-. Hace cientos de años, esos seres se jactaban de ser nuestros dueños... y tal vez lo fueron, tal vez aún hoy en día lo sean. Dios mediante, en menos de unas horas acabaremos con un gran número de esos seres y cada uno de ustedes recibirá el botín que consigamos por los servicios prestados.
Finalizó y esperó la reacción de los dos cazadores, su expresión degradó de roja a serena en cuestión de segundos. No quería decir demasiado, ni demasiado poco. No hasta tratar de saber algo más sobre sus aquellos nuevos compañeros.
-Así es -inclinó la punta delantera del sombrero con su pulgar, dándole por su parte la bienvenida a la estancia -. Eres el primero, por favor toma asiento -propinó una patada a un taburete que había cercano a él y éste se arrastró con un particular rechinar incomodo hasta el muchacho que aparentaba ser bastante joven, algo que, hasta el momento, Berger no había esperado "¿éste muchacho a protagonizado historias que han llegado a mis oídos?" pensó "Si todavía no debe afeitarse...".
El cazador entrecerró los ojos para mirar al muchacho, dejando el segundo trozo de la cebolla a medio comer -¿Como te llamas, hijo? -Preguntó escudriñando aquella joven figura bien vestida de arriba a abajo. En cierto modo le agradaba que hubiera gente joven dedicada a la caza, al fin y al cabo era el futuro, sin embargo, no se fiaba demasiado de ellos, sabía, por experiencia que eran dados a la temeridad, pero un cazador es un cazador.
Seguidamente se alzó y se viró hacia el candil que estaba posado sobre una esquina y, sobre la llama, perdió el sentido del tiempo, esperando a los demás asistentes, cuando escuchó pasos a su espalda, y no se viró hasta que los notó cercanos a él. En ese momento otra figura atravesó la perpetua oscuridad de la entrada, con aires más chulescos que el anterior muchacho, pero mayor y quizá más resuelto en la caza.
-Saludos, yo os he invitado -dijo serio, sin darse la vuelta y con los brazos cruzados -, y ahora por favor toma asiento -Dijo, únicamente, como esperando a algo más. Unos segundos después, se viró, encarándolos a ambos con la misma mirada impersonal de siempre. En realidad espera más asistentes, había enviado más cartas, pensó que algunos no las abrían recibido, otros posiblemente la ignoraron y otros estarían por llegar.
-Caballeros, les agradezco que hayan venido -continuó, mirando al ultimo cazador -, convocar un grupo de caza no es algo que haga todos los días, no todos servimos a la misma bandera y nuestros oficios son más bien secretos, es por ello que es difícil contactar entre nosotros y solo los dioses y los santos saben como he dado con ustedes -se despegó de la mesa y cruzó los brazos, con el gesto serio -. No se equivoquen señores, ahora estamos en peligro, hemos sobrevivido a todos nuestros enemigos gracias a nuestro aplomo, audacia y tal vez nuestra insensatez -rió por lo bajo-. Hace cientos de años, esos seres se jactaban de ser nuestros dueños... y tal vez lo fueron, tal vez aún hoy en día lo sean. Dios mediante, en menos de unas horas acabaremos con un gran número de esos seres y cada uno de ustedes recibirá el botín que consigamos por los servicios prestados.
Finalizó y esperó la reacción de los dos cazadores, su expresión degradó de roja a serena en cuestión de segundos. No quería decir demasiado, ni demasiado poco. No hasta tratar de saber algo más sobre sus aquellos nuevos compañeros.
Berger Reifenhelm- Cazador Clase Media
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Re: Blood Work // Cazadores invitados.
"La vida es un reflejo de nuestros propios actos"
Cuanto mas observaba Nach a la persona que tenia enfrente, mas se jactaba de que probablemente sea un buen cazador. Se notaba, tan solo por un robustez y su cara de loco. Lo cual, probablemente, sea una mala facción, porque, probablemente, si este loco.
Nach se había cruzado con muy pocas personas con las mismas facciones en su vida, una vez, recordaba, en un bar de Madrid, un tipo cruzaba el umbral, este tipo era muy parecido al que tenia enfrente, robusto, con cara de pocos amigos, y con un cuchillo en el bolsillo. Recordaba que en vez de ir a ese bar a beber y estar con amigos, y disfrutar del momento, había ido a pelearse con el primero que se le pusiese enfrente. Y eso había hecho. Uno de sus amigos tubo la suerte de casi recibir una puñalada de ese tipo… Nach lo recordaba perfectamente, uno de los muchos actos de violencia que había presenciado en su vida. El tipo era pelado, y tenia la nariz en extremo grande. Esas facciones reflejaban una vida de dolor, y con lo que se le da a un hombre, es lo que devuelve, probablemente que no debía hacer enojar a ese tipo.
-Así es, Eres el primero, por favor toma asiento-
De pronto, se dio cuenta de que le había pateado una silla que había quedado perfectamente delante suyo. Bien, por ahora. Parecía agradable a primera vista, tal vez, Nach lo había juzgado mal.
“Juzgar es muerte, no juzgues ni dejes que te juzguen”
Fue la imagen que se le vino a la cabeza. Lo único que podía recordar sobre la educación acerca de los juicios prematuros. La frase que repetía, y repetía su difunto padre. Ese recuerdo le hizo acordar a su padre, como lo despertaba por las mañanas con un cálido abrazo, y como le enseñaba a ser un hombre durante toda su vida, y allí había aprendido a que no debía dejar que lo juzguen, ni que lo pasen por arriba. A pesar de que había mucha luz, Nach no pudo evitar estar completamente compenetrado en las cicatrices que surcaban la cara del tipo. Por lo que no vio la apestosa cebolla que contenían sus manos, unas manos muy gastadas por el probable aduro trabajo que había hecho con ellas. Se moría completamente en conocer la cruel historia de este tipo. Seguro se lo cuestionaría luego.
–¿Como te llamas, hijo?-
pregunto el tipo, Aun no sabia su nombre, ni el el suyo.
-Nach, Nach Tear, ¿Cómo se llama usted, señor?
La verdad que Nach no sabia si debía tomarlo como “usted” pero evito todo inconveniente respecto al respeto mutuo. Se oyeron pasos a lo lejos, Nach no pudo evitar sentir el sonido de las suelas de zapatos contra el duro suelo de roca pulida, tan solo porque en ese lugar no se encontraban mas que el, el tipo con pinta de duro, y unas cuantas ratas. -¡Eh! ¿Quién es el anfitrión de esta fiesta?
Se escucho en el tenso aire que rodeaba esa… digamos cueva. Otro tipo entro, este no parecía ser una persona muy inteligente. El entrar así, de esa forma a un lugar en donde pede haber mas vampiros que ratas era de estúpido.
Sin embargo, no le iba a decir nada, por ahora, se lo iba a perdonar, ni se lo iba a advertir, pero si no se lo advertía la próxima, podía ser su muerte en la tercera, si es que había una tercera
-Saludos, yo os he invitado, y ahora por favor toma asiento
Exclamo su anfitrión, que parecía contento por que parecía que el grupo de cazadores ya estaba completo. Aunque, por lo que había hecho recientemente, ese tipo probablemente no sea el adecuado, sin embargo, Nach no lo conocía. Se dio cuenta que seguía parado, aun con la silla enfrente de el. Nach se sentó en a aquella silla. Era poco cómoda. Ese ambiente era poco cómodo, como lo eran la mayoría de las cosas de la vida. El aire estaba impregnado de la humedad, parecía solo habitado por las ratas y el odio, había mucho odio en aquella cromosfera. Muchos habían sido los lugares que conocía Nach que contenían ese aire, a impureza, maldad. Uno de esos lugares habían sido su casa, o al menos, su ex casa, puesto a que la casa actual de Nach era un simple barco. Recordaba como había sido después de la muerte de su padre. Turbio. Frío. Detestable.
No lo había podido soportar ni un minuto mas en cuanto huyo de casa, sin embargo, Nach sentía que cada persona en el mundo tenia un aire, un aroma especial, y de el se impregnaban las paredes de las edificaciones construidas por nosotros, los humanos. Cada uno tenia un aroma, y mas allá de todas las cosas que le puedan pasar en el mundo, Nach Tear tenia un aroma a bondad.
-Caballeros, les agradezco que hayan venido. Convocar un grupo de caza no es algo que haga todos los días, no todos servimos a la misma bandera y nuestros oficios son más bien secretos, es por ello que es difícil contactar entre nosotros y solo los dioses y los santos saben como he dado con ustedes. No se equivoquen señores, ahora estamos en peligro, hemos sobrevivido a todos nuestros enemigos gracias a nuestro aplomo, audacia y tal vez nuestra insensatez. Hace cientos de años, esos seres se jactaban de ser nuestros dueños... y tal vez lo fueron, tal vez aún hoy en día lo sean. Dios mediante, en menos de unas horas acabaremos con un gran número de esos seres y cada uno de ustedes recibirá el botín que consigamos por los servicios prestados.
Nach Tear no pudo evitar contener una pequeña sonrisa, sabia que ellos tres eran de entre los mejores de su oficio, no sabia por que, pero lo presentía, lo sabia, lo sentía dentro de el corazón, por lo que paso a decir
-Creo que tendríamos que saber antes que nada, el numero de vampiros, y como estamos equipados cada uno de nosotros, tan solo para poder asesinarlos en equipo. Por cierto, mi nombre es Nach
Pronunció, refiriéndose con esta ultima frase al extraño desagradable que acababa de entrar.
Nach Tear- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/08/2014
Edad : 31
Localización : París
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Datos de interés:
Re: Blood Work // Cazadores invitados.
Habló el tipo envejecido, indicándole que se sentara, pero Demon prefería estar de pie, siempre alerta, menos cuando dormía. Solía descansar poco, pero cuando lo hacía, se tomaba su tiempo y no había quien le alterara el sueño. Se apoyó contra la pared, cruzando ambos brazos sobre el pecho y el pie izquierdo por encima del derecho a la altura del tobillo de las botas.
-Prefiero no hacerlo.
Comentó sin ninguna clase de gesto de gratitud. No creía en dar las gracias, era una estupidez, pues nadie te daba nada sin esperar cosas a cambio, y si lo hacía de modo altruista, era porque era un gilipollas de cabo a rabo. Siguió observando a los dos presentes mientras el primero soltaba todo un discurso al que a penas prestó atención. Mucho bla bla y poca chicha. Pilló cuatro palabras que le llamaron la atención y el resto lo desechó mentalmente. Permanecía analizando las actitudes de los dos tíos con los que, tal vez, se fuera de caza. Sí, solamente era una posibilidad, porque su presencia allí no significaba que hubiese aceptado a una reunión de princesas cazadoras. Todo eso de ir en grupo le parecía una pérdida de tiempo absoluta, pero si lograba desquitarse cargándose unos cuantos vampiros, tal vez hiciera el enorme sacrificio de ceder a su soledad en la cacería.
Cuando el mequetrefe abrió la boca, no pudo contener una carcajada fingida. ¿Aquel chaval pensaba a caso? Saber cuántos eran... como si eso se pudiera contar, como si fuesen un grupo de afiliados al banco de sangre del hospital de París. Ni si quiera se molestó en decirlo en voz alta, por eso, prefirió mirarle con cara de pocos amigos y sonreír como si le fuera a arrancar la cabeza por no usarla como era debido. Se empujó con el talón del pie derecho para separarse de la pared y dio un paso al frente, reclamando atención.
-No me importan vuestros nombres ni de qué color son vuestros calcetines. Hablemos del terreno en el que vamos a enfrentarnos a los chupasangres. De si conocemos al líder. No he venido aquí a perder el tiempo, sino a matar alimañas.
-Prefiero no hacerlo.
Comentó sin ninguna clase de gesto de gratitud. No creía en dar las gracias, era una estupidez, pues nadie te daba nada sin esperar cosas a cambio, y si lo hacía de modo altruista, era porque era un gilipollas de cabo a rabo. Siguió observando a los dos presentes mientras el primero soltaba todo un discurso al que a penas prestó atención. Mucho bla bla y poca chicha. Pilló cuatro palabras que le llamaron la atención y el resto lo desechó mentalmente. Permanecía analizando las actitudes de los dos tíos con los que, tal vez, se fuera de caza. Sí, solamente era una posibilidad, porque su presencia allí no significaba que hubiese aceptado a una reunión de princesas cazadoras. Todo eso de ir en grupo le parecía una pérdida de tiempo absoluta, pero si lograba desquitarse cargándose unos cuantos vampiros, tal vez hiciera el enorme sacrificio de ceder a su soledad en la cacería.
Cuando el mequetrefe abrió la boca, no pudo contener una carcajada fingida. ¿Aquel chaval pensaba a caso? Saber cuántos eran... como si eso se pudiera contar, como si fuesen un grupo de afiliados al banco de sangre del hospital de París. Ni si quiera se molestó en decirlo en voz alta, por eso, prefirió mirarle con cara de pocos amigos y sonreír como si le fuera a arrancar la cabeza por no usarla como era debido. Se empujó con el talón del pie derecho para separarse de la pared y dio un paso al frente, reclamando atención.
-No me importan vuestros nombres ni de qué color son vuestros calcetines. Hablemos del terreno en el que vamos a enfrentarnos a los chupasangres. De si conocemos al líder. No he venido aquí a perder el tiempo, sino a matar alimañas.
Demon Haulin- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 26/08/2014
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