Getting out of Work...(PRIVADO)

Había estado otro día en el local, por lo menos a lo que nos referíamos a la tarde. A primera hora de la mañana, cuando las farolas ni si quiera habían sido apagadas me dirigí directamente a las tiendas especializadas para comprar todo el material que el nuevo profesor de mi hija pedía para sus clases. Iba a recibir esas clases, aunque no le gustara, aunque esto último no creía que fuera posible. Era una muchacha que solía encontrar interesantes bastantes ámbitos, aunque sobre todo era la literatura. Tampoco había necesidad de decir que estaba orgulloso por su avance en el tema de idiomas, eso podía hacerla disfrutar de más literatura y sobre todo, podría moverse por varios lugares del mundo y no se iba a sentir fuera de lugar. Sabría defenderse y nadie podría engañarla. Después de esas compras y enseñárselas a Arya, no era alguien que solía imponerle cosas a la pequeña, pero era mejor de aquel modo. Ya que ella no solía pedirme cosas, y de cierta manera eso me entristecía aunque al mismo tiempo me gustaba sorprenderla.
Parte de la mañana la pase con la pequeña, enseñándole algún que otro idioma, ciencias y matemáticas. Tras esas horas me dediqué a dormir un poco, podía estar bastante tiempo sin dormir, pero era mejor echar una cabezada. La casa estaba preparada para mantenerme dentro por el día sin sufrir daños, sin contar que estaba Sophie cuidando de mi hija. Eso me tranquilizaba y por ello podía descansar. Apenas dormí unas tres o cuatro horas antes de despertarme, me bañe y me preparé. Bañarse era algo sumamente ridículo, nuestro organismo se había detenido, no hacía funciones vitales por lo tanto el baño era una estancia inútil para nosotros aun así me gustaba sentir el olor a jabón y el agua en mi piel. De cierta manera me hacía sentir humano de nuevo, y sabiendo que cualquier agua me parecía cálida, incluso si esta estaba fría. Detalles que te proporcionaba el hecho de estar muerto y tener un calor corporal sumamente bajo. Cosas que pasaban, supongo. Ya listo, me preparé para irme a mi local, y allí pasé toda la noche. Haciendo inventario, escuchando las sugerencias del encargado y los rumores que corrían sobre la competencia. Las nuevas modas que estaban llegando de América, ahora todos querían forman parte del nuevo mundo. Bueno, quien decía nuevo mundo decía cualquier cosa porque era casi nuevo cuando yo nací, en realidad esas tierra solo tenían treinta y ocho años. Tenía que buscar nuevas cosas, sin duda, y sin contar que también tenía que pedir nueva sangre a no ser que yo mismo cazara el venado esta vez. Esa posibilidad tenía que considerarla seriamente. De pronto escuché un fuerte estruendo que provenía de la calle, justo en frente de la tienda. Dejé atrás mi despacho para saber lo que había pasado, ya que los murmullos comenzaron a alzarse, pude escuchar algo de una muchacha, algo de vergüenza y poco más. No les presté demasiada atención, a veces los humanos y los seres sobrenaturales le gustaban demasiado hablar más de la cuenta. Pude observar a una muchacha rubia tirada en el suelo justo delante de la tienda. Abrí la puerta con cuidado, para no golpear a la joven. Movía sus manos con rapidez sobre el suelo, buscando algo. Supe que era nada más salir de la tienda.
-¿Se encuentra bien? -le pregunté a la joven, a la vez que colocaba una mano a su espalda y la otra en su brazo para ayudarla a levantarse. -Yo le recojo las cosas. -le aseguré, al mismo tiempo que me agachaba de nuevo para recoger el bastón y la bolsa de monedas, las coloqué encima de sus manos para que sintiera ambos objetos. Podía darme cuenta de cual era el problema de la muchacha, me sorprendía que tuviera esa discapacidad siendo tan joven. A penas aparentaba tener un par de años más que yo o algo por el estilo.

Al salir del local escuchando todo el estruendo, me encontré con una escena que ya me imaginaba, excepto por un par de personas que solo se dedicaban a reírse en vez de ayudar a la joven. Me supuse que ese fue el motivo por el cual la mujer que estaba desperdigada en el suelo me gritó que se iba, que solo la dejara recoger las cosas. Eche una mirada al resto de los presentes, que tras notar mi mirada se quedaron callados y siguieron con lo suyos. Seguramente cuando me diera la vuelta sería yo el objeto de cotilleos. Le pregunté a la chica si se encontraba bien, dándome cuenta que la joven era ciega, un hecho que me sorprendió porque era demasiado joven para serlo. Lo más probable es que hubiera nacido con esa dolencia, o incluso que hubiera sufrido un fuerte accidente que le produjera ese problema. A parte mis pensamientos de ese camino, por mucho que me interesaran todos los casos médicos tenía que medianamente cortes.
La muchacha se disculpó conmigo, y después al levantarla del suelo y recoger sus cosas me dio lo agradeció.
-No se preocupe. -le comenté para que no diera más vuelta al asunto de manera innecesaria. -Es normal que reaccionara de ese modo, muy poca gente tiene tacto o modales.
A lo largo de mi vida había visto de todo, gente con muchos buenos modales y otros que no. Todavía me acordaba como acabé herido después de una batalla y me derrumbé delante de la puerta de un establecimiento. Mi intención era seguir adelante, arrastrarme a una alcantarilla cercana o algo parecido para poder recuperarme antes de poder salir de caza. Y de pronto, mi presa estuvo delante de mí. No me había dado cuenta lo temprano que era, estaba a punto de amanecer y si seguía allí acabaría convirtiéndome en un montón de ceniza. Así que me sorprendí al ver el hombre salir de la tienda, dándome gritos pidiendo que me largara. Incluso llegó a darme una patada en las costillas, algo que tuvo que dolerle más a él que a mí. La segunda patada no llegó a golpearme, lo tiré al suelo y me alimenté de él. Obviamente no se dio cuenta de quien fue su atacante, y todos pensaron que en realidad era un vagabundo loco que había decidido morderle. Por lo menos eso fue lo que me contó cuando fue como cliente.
La muchacha ya en pie se sacudió un poco, aunque seguía igual de manchada. Abrí los labios para ofrecerle los lavabos para que pudiera asearse pero ella se adelantó pidiéndolo. Había notado cada una de las veces que los colores se le subían al rostro, por amabilidad los ignoré y sin embargo esta última vez la luz lunar acentuó todavía más ese color rojo en sus mejillas, dándole un toque mítico. Algo que no debería sorprenderme porque yo mismo era un personaje de historia de terror.
-Por supuesto, puede causarme todos los problemas que quiera. -le aseguré. Tomé su mano, colocándola en mi brazo. -Permítame que la guié. -era la opción más viable. Era la primera vez que la mujer estaba en mi local, así que no sabía como estaba colocado todo. Eso podía ser un desastre para alguien que no veía, sobre todo porque esas personas se guiaban gracias a la memoria. Tampoco se me había pasado por alto que la muchacha era hermosa.
Con su brazo en el mío la acompañé hasta mi servicio personal. Seguramente al entrar en mi despacho había notado el olor a tinta, cuero, madera y pintura, esto último por parte de las clases de Arya.
-La he traído a mi baño personal, aquí podrá tardar todo lo que desee en asearse. -le aseguré. Tomé su mano, lo más probable es que notara mis manos heladas. -Aquí se encuentra el grifo y el jabón. Tómase el tiempo que necesite, y también puedo echarle un vistazo a las heridas que tiene en la rodilla. A parte de ser dueño del local soy médico, -le informé. -no crea que soy un loco que se da por entendido cuando no es así. Le daré intimidad, estoy a distancia de una llamada. -le comuniqué cerrando la puerta detrás de mí para darle todavía más intimidad.
Preparé algo de té, sabía que a estar hora mi local no era demasiado seguro para los humanos en general, ya que esta hora era la única segura para criaturas como yo. Por lo que aprovechaban para venir y tomar un trago con sus conocidos, en vez de cazar por ahí. Aunque lo cierto que la rutina normal era que después de aquí se fueran a cazar algo más sustancioso. Yo también lo hacía.