Writing with sopping roses

por **Erzsébet Báthory** Lun Sep 15, 2014 5:45 pm

¿No tuve yo alguna vez una juventud

amable, heroica, fabulosa, como para

escribirla en hojas de oro?

Es apenas el ocaso en el cielo parisino, los tonos magenta y ocre pintan la catedral de Notre Dame como el óleo más perfecto, casi abstracto… Tomo la capa oscura antes de salir de casa, cubriendo mi cabello apenas recogido, y ciñendo esta al corpiño ajustado del vestido verde que se asomaba con cada paso que daba; cerré la puerta de la residencia tras de mí, nada llevaba en las manos, nada me detenía a aquella propiedad, más el hambre me alentaba a andar, a buscar y cazar una buena presa…

El sol arroja los últimos rayos que cobrizos mueren en la estela oscura del firmamento, llevo ya caminando varias calles, y el residencial no es más de alta sociedad, conforme avanzo las casas aumentan en humildad y disminuyen en tamaño, mezclándose con los comercios que anuncian la llegada al centro parisino…

La plaza Tertrè se cierne sobre la explanada, con sus frondosos árboles adornando el cielo en penumbra, hay mucha gente en aquel lugar, la mezcla de olores me provoca una mezcla de excitación, embriaguez y nauseas… sin embargo continuo con mi caminar, ahora parsimonioso y lento; permitiéndome analizar a cada una de las potenciales presas de esta noche, discerniendo entre aquellas cuya sangre llena de excesos me provoca arcadas de el resto…

De pronto, un olor que no podría definir me hace salir de mis pensamientos, me guía ciegamente entre la multitud que aprovecha el parque en las últimas horas del día; camino poseída por un deseo ajeno a mí, aquel aroma nunca lo había percibido antes, y no es que no hubiese devorado vírgenes, “Recién convertida, era de lo único de lo que me alimentaba, bellas vírgenes, que apenas saliendo de su niñez me eran entregadas para ser devoradas”.

Una mujer sentada frente a un grupo de infantes con un libro en la mano era el motivo de mi atención; vestía modestamente, pero prolija y elegante, su cabello castaño perfectamente ordenado en un moño en su nuca dejaba ver una mirada serena que se perdía entre los niños y el relato que les contaba; “Así que después de todo era una cuenta-cuentos la que olía tan bien, tan pura por dentro y por fuera…”; me senté frente a ella, a una distancia prudente pues los infantes nunca han sido de mi total agrado, sin poder dejar de verla…

por **Constance A. Zaïre** Mar Sep 16, 2014 7:18 pm

El cielo en dos se abre mostrando los campos elíseos
La mirada de los ángeles se postra sobre los verdes prados
Con el coro de arcángeles llamándolos.

Una joven e cabellos castaños y ojos claros caminaba por las calles de parís durante toda la tarde llevaba una cesta de mimbre en sus brazos y su voz cantarina tarareaba las notas melódicas de una melodía suave y tierna, en la cesta flores de todos los colores recién cortadas y frondosas, en el rostro de la jovencita una sonrisa tan encantadora y despreocupada, esta tan animada la joven. Sus pasos la llevan a un establecimiento, que más parece un invernadero y luce como tal por fuera y dentro, con cristales que permiten la luz sola entrar y la luz de luna, por dentro filas y filas de hermosas plantas y arreglos, una pequeña mesita donde dos sillas esperan, un mostrador que detrás de él hay una aparador con cristalería e instrumentos de jardinería.

Al llegar prepara sus arreglos de flores cual toque de ángel sus manos juegan entrelazando y creando nuevos adornos con las rosas frescas, su voz baña a las flores con melodías suaves y cantarinas, pasan las horas y ha terminado los dos arreglos, gustosa los lleva al orfanato el cual era el destino de ellos cuando la joven castaña entra por aquella enorme puerta los pequeños saltan a sus faldas en gritos –Cony Cony cuéntanos un cuento, anda vamos a la plaza y cuéntanos un cuento cerca de la fuente, antes de la fiesta, por favor- todo los pequeños le pedían cuentos para poder estar tranquilos en la fiesta de aquella noche, la dueña del lugar accede a que la joven se los lleve.

Entrada la noche los pequeños angelitos están junto a la castaña mujer sentados alrededor de ella mientras la voz suave y delicada comienza con los relatos –Y entonces la pequeña niña de capa roja escuchando al lobo malvado accedió a tomar otro camino, un camino más largo y lleno de complicaciones y dolores, más la pequeña se entretuvo juntando flores y persiguiendo mariposas de muchos colores olvidándose del recado y el consejo de su mamá- miró a los pequeños con una mirada inquisitiva y ellos respondieron al unísono –no hablar con extraños- la joven asiente con su cabeza y aplaude a los pequeños –Bien niños es hora de volver al orfanato y yo de seguir mi camino a casa como la pequeña de capa roja- la sonrisa y el desánimo de los pequeños fue todo lo que se escuchó, cuando la joven alzo la mirada cruzó los ojos con los de una noble mujer, su apariencia denotaba clase y poder, con su cabeza realizó un saludo humilde y muy respetuoso como los que había aprendido en casa de aquella noble mujer que la tomo en brazos como una pupila.

por **Erzsébet Báthory** Dom Oct 19, 2014 7:39 pm

Creo haber terminado la narración de mi infierno.

Era de veras el infierno;

el antiguo, aquel cuyas puertas abrió

el hijo del hombre.

Su mirada se cruzó con la mía tras el otro lado del andador, dulce como la miel de la colmena joven, la miríada de niños se comenzó a dispersar y muy en el fondo sentí un alivio por aquello “Es de todos sabido que los niños son como veneno para mí”, pero su aroma me sacó de mis pensamientos, si mirada castaña aún me auscultaba y mis ojos, llenos de muerte se clavaron en ellos, en un escrutinio que me resultaba interminable…

Me puse en pie acercándome a ella, como el jaguar que nada silencioso por su presa, más no era el deseo de alimentarme lo que me atraía a ella, era ese odioso aroma a bondad el que me incitaba a conocerla, “¿Por qué no simplemente indagar en sus más recónditos pensamientos? Tantas veces lo hice antes para regocijarme con el terror de mis victimas”…

Antes de darme cuenta, una reverencia me mostró que la dama notaba mi presencia, respondí de la misma forma, sintiéndome extraña de hacerlo, antaño era condesa, aún lo soy… pero ante sus ojos me sentí menos que indigna…

El silencio era el cuchillo que cortaba el denso ambiente que se generaba con el caer de las estrellas, la noche nos acogió en aquel instante; tomé una rosa del jardín contiguo y se la entregué a la dama –Buenas noches madmoiselle, puedo adivinar que usted sabe más que yo de esto…- refiriéndome a la flor llena de espinas…

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