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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Johan Zalachenko Mar Sep 16, 2014 11:53 pm

You don't drown by falling in the water;
you drown by staying there.

[...] pero es muy probable que tu esposa ya esté muerta, lo cual es terrible y muy doloroso, pero tu hija, Tatiana, ella está viva, y es tan joven; necesita desesperadamente a su padre. No la abandones, Johan, o llegará el día en el que te arrepientas profundamente de tus acciones.

Johan terminó de leer, por sexta ocasión en menos de una semana, la carta que su cuñada, Lady Alina, le había enviado la semana pasada. La elegante y perfecta caligrafía de la mujer quedó estropeada cuando él arrugó el papel con amargura hasta formar una pelota, la cual lanzó al agua con disgusto. La bola de papel fue arrastrada por las olas que arañaban la orilla de la playa y tardó apenas un par de minutos en desaparecer por completo de su vista.

Johan se encontraba sentado sobre la arena, parpadeando, tratando de enfocar la mirada en el horizonte oscilante, pero el sol que empezaba a ocultarse a lo lejos, tiñendo el cielo de brillantes colores naranjas y púrpuras, lastimaba su vista. Regularmente no solía tomarse el día de descanso que le daban en su empleo como guardaespaldas, pero cada vez que llegaba una carta de Rusia sentía que necesitaba tomarse un respiro para digerir la información que le hacían llegar. Tenía sentimientos encontrados respecto a esas cartas. Por un lado agradecía que su cuñada se tomara de vez en cuando el tiempo de hablarle de cómo estaba su hija Tatiana, pero al mismo tiempo le hacía sentir muy miserable darse cuenta de lo abandonada que la tenía. En más de una ocasión su cuñada le había cuestionado por qué en todo ese tiempo no había sido capaz de escribirle a su hija, le había hablado de lo mucho que ella preguntaba por él, de lo feliz que ella sería si él intentara mantener contacto a pesar de la lejanía, pero él simplemente había hecho caso omiso a sus comentarios. No se debía a que a Johan no le interesara Tatiana, era más bien que no se sentía merecedor de su cariño. Se sentía como el más sucio de los hombres. Nunca olvidaba que era un policía, uno muy comprometido con su trabajo, pero al mismo tiempo no dejaba de pensar en que hacía mucho tiempo que había cruzado la línea y sin darse cuenta había pasado a ser un delincuente, como todos esos a los que vigilaba de cerca mientras fingía que les debía lealtad.

Debajo de esa máscara de hombre pacífico, casi indiferente, vivía un hombre que en ocasiones maldecía y rezaba en silencio una plegaria para que todo terminara cuanto antes. Era un hombre muy fuerte y muy paciente, con un temple que parecía de acero, pero, como todos, había estado a punto de romperse en más de una ocasión y había salido ileso. ¿Se había acostumbrado ya a lo terrible? ¿Se había resignado a lo que parecía inevitable?

Se incorporó y dejó que el agua de mar bañara sus pies desnudos. Con la mente congestionada por tantos pensamientos, que bullían en ella sin querer darle una tregua, caminó por la orilla de la playa, hasta que algo parecido a una voz lo sacó de su aturdimiento.

Con la vista localizó a una mujer que flotaba y se hundía a una distancia considerable de la orilla; en medio de salvajes olas agitaba los brazos y abría la boca buscando un poco de aire. Se estaba ahogando; pedía auxilio. A Johan le llevó unos momentos reaccionar y darse cuenta de lo que tenía que hacer, pero finalmente entró al agua, zambulléndose por completo, y braceó velozmente, como el nadador experimentado que era, hasta donde la mujer se encontraba.

Cuando llegó la agarró de las muñecas y la impulsó con fuerza a la superficie para que tomara aire. Ella boqueó varias exasperada, respirando con dificultad, y se aferró a las manos que tiraban de ella. Johan tuvo que luchar contra una mujer desesperada que se aferraba ciegamente a lo que fuese, que presionaba con fiereza su torso dejándolo también sin aire y que usaba como flotante sus hombros para no volver a hundirse, como si fuera un tronco.

Tiene que tranquilizarse o nos hundirá a ambos. Sujétese de mi cintura con firmeza y mantenga la calma —le gritó para que lograra escucharlo en medio de oleaje que quería tragárselos, pero la mujer estaba en shock y lo ignoró, hasta que logró hundirlo.

Johan se impulsó hacia arriba y cuando al fin logró salir nuevamente a la superficie y el aire regresó a sus pulmones, tomó a la mujer de los hombros y le propinó una bofetada para hacerla reaccionar.

Era curioso pero esa era la segunda vida que Johan salvaba en menos de una semana.

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Mensaje por Nanna Donald Miér Sep 17, 2014 7:43 pm

Había contactado a un hombre, era parte de la tripulación de su flota de barcos, le debía traer información sobre su familia, bueno, su verdadera familia,  de la que fuera separada hacía catorce años, - Dios, la última vez que vi a mi verdadero padre tenía diez años – caviló mientras el carruaje la llevaba al puerto. Su vista se perdió en el paisaje costero, siempre había amado el mar, las costas, los acantilados, - si me hubieran dejado elegir,  jamás habría abandonado Skye, no existe mayor dolor que sentir que fuiste una carga para tus padres -  susurró, mientras sacaba el broche que mostraba el moto que identificaba al Clan –“Per mare per terras”- recitó en latín – vaya que he seguido la tradición, aunque el apellido que ostento no es el que me dieron mis ancestros, no he dejado  de sentir  el orgullo de pertenecer a  Skye-  sentenció. Apretó con fuerza el broche, llevándolo a su pecho, sabía muy bien que aún con los años transcurridos, su cabeza como la de toda su familia, tenía precio, en su tierra natal,  si llegaba a descubrirse su conexión con el clan Donald, estaría perdida. ¿Pero acaso esperaban que no intentara saber si sus padres aun vivían? ¿O si habían caído en manos de la corona inglesa? Negó con un suave movimiento de cabeza, - no, nadie podría culparme – inspiró profundo, recordando las cartas del tarot,  cuando consultó la probabilidad de que ésa  reunión llegara a ser peligrosa. Las  imágenes de las cartas se presentaron en su mente,  negó escuchar advertencia alguna, - no, nada malo me pasará – si de algo se le podía culpar, era su obstinación, cuando encontraba un motivo de interés, no había poder humano que la hiciera desistir de intentar conseguirlo, y en ese momento  su mayor objetivo eran las noticias que le podían traer.

El coche se detuvo, el suave balanceo que provocó hizo que  se apresurara a bajar, casi sin esperar que le abrieran la puerta. Descendió del vehículo  y se encaminó a los muelles, una zona poco transitada por mujeres, y  por la hora cercana al atardecer, se encontraban pocos estibadores y marineros, la mayoría se encontraban ya en la taberna cercaba, gastando su salario.  Eso debería haberla alertado, de la posibilidad de una trampa, una escaramuza, podrían así repatriarla y cobrar la recompensa, entonces su destino sería la horca, tras ser juzgada como traidora a la corona, pero se dirigía ciega en busca de la ansiada información.

A pocos metros lo encontró, era un hombre de unos treinta años,  de piel curtida por la intemperie y el aire salobre. Se acercó a él presentádose – buenas tardes, ¿es usted el señor Morrigan? – el marinero asintió con la cabeza, - sí, señorita Leannan ¿verdad? – sonrió agradecida de haberlo encontrado, - si – tras una excusa, el marinero logró que subiera a la embarcación, una nave de pequeño calado, de las que usaban para remontar ríos, - por favor pase, los documentos están en  el camarote, será solo un momento, además debo comentarle  la posibilidad de traer algunos compatriotas que están en serias dificultades – Nerine asintió, con el gesto adusto, ella haría lo que fuera por su tierra, ayudaría en lo que pudiera, no solo con el dinero,  que era regularmente destinado para los exiliados, sino  directamente para  la lucha de la resistencia, y en palear  las consecuencias, que habían dejado en casi todo el territorio escoces,  la hambruna de mil setecientos noventa y siete. Continuaba diezmando la población de las tierras altas y las islas. Suspiró con tristeza, que no daría por  un  futuro mejor para los niños que crecían en una tierra masacrada, mancillada y torturada periódicamente por  casacas rojas.  

El marinero le cedió el paso para que entrara al pequeño compartimiento,  en donde supuestamente se encontraban los papeles. Lo que  descubrió fue que otro  marinero la esperaba, entre los dos,  la redujeron e inmovilizaron.  Por horas le intentaron sacar información amenazándola con torturarla, tirarla por la borda y hasta violarla. Pero no consiguieron nada, bien sabían que valía más viva que muerta, por eso  se abstuvieron, a pesar de la negativa y no cooperación.  Así, pasaron la noche, ella encerrada en ese reducido lugar y sus captores afuera. Las horas transcurrían, la luz del sol se filtraba  por los ojos de buey, dándole una idea de la hora que era,   ya pasaban de las primeras horas de la tarde, se sorprendió que no hubieran entrado a buscarla, ni a darle  de comer o beber – ¿intentarán matarme de hambre? – se acercó a la puerta, así pudo escuchar a sus captores, - no pienso quedarme más tiempo aquí, deberíamos pedir un rescate -, dijo uno, - ¿estás loco? A quien quieres pedírselo, si ella es la única heredera – se hizo un silencio, - entonces, si no conseguimos la información, ni podemos devolverla, ¿que  se supone que haremos? – el silencio lo dijo todo.

Apenas tuvo tiempo de alejarse de la puerta en el momento en que entraban por ella, intentó resistirse, mas no pudo, los hombres la sometieron, uno, intentó cubrirla con el cobertor  de la cama, y con una soga la amarraron, no tenían tiempo, ni le pusieron mucho empeño, solo lo suficiente como para que el mismo peso de la ropa, la hundiera en el mar. Ella gritaba cuando la sostenían sobre la borda, intentaba moverse, parecía un enorme gusano que se retorcía entre los brazos fuertes de los marineros. La lanzaron al agua y por un segundo pareció que flotaba, pero cuando su ropa se mojó, se precipitó a la profundidad oscura del mar. Con sumo cuidado e intentando contener al máximo la respiración se dejó hundir, contando los segundos y los metros - uno, dos… tres metros - entonces, saco de entre sus manos la navaja con la que rasgó su propia ropa, moviéndose suavemente pudo dejar el capullo y subir a la superficie. Consiguió tomar de nuevo aire en sus pulmones y ver  como el barco  se alejaba a toda prisa. Eso era bueno, sus captores no podrían verla, ni volver por ella. Pero la costa estaba demasiado lejos, intentó  darse coraje – vamos, Nerine, éste es el momento de demostrarte que eres una hija de Skye – comenzó a bracear, no era tan buena nadadora, pero  estaba segura que lo lograría.


Nadó por más de dos horas, hasta que vio la costa, aún quedaba un buen trecho, pero creía que era solo un mínimo esfuerzo. Cuando estaba a poco de la playa,  la marea cambió, las olas se volvieron  encrespadas, y le costaba mantenerse a flote por culpa del cansancio, - Dios, no llegaré – por primera vez se dio cuenta que su situación era angustiante. Entonces, pudo distinguir una silueta en la playa, iluminada por la luz de la tarde que comenzaba a declinar. No lo pensó mucho, comenzó a gritar, con la poca voz que le quedaba,  - socorro, socorro -  intentó bracear, pero entonces algo tocó su pierna desnuda, un ardor la hizo gritar, al no poder mover  con facilidad sus piernas  se hundió, las olas la tapaban, el agua entraba en sus pulmones, por la boca y la nariz, - ayuda – dijo ya en un susurró, cuando sintió que la profundidad tiraba de ella y se hundía irremediablemente.

Entonces unas manos tomaron su brazo y jalaron llevándola a la superficie, sus pulmones le ardieron cuando respiró nuevamente, entonces entró en shock, aunque sabía cómo debía actuar al ser rescatada, se aferró al cuerpo del extraño como si fuera un madero, hundiéndolos. Intentó seguir a flote aún a costa de poder ahogarlo. En ese momento sintió un fuerte bofetón, que la hizo reaccionar, con sus ojos muy abiertos lo miró, primero con odio, por el golpe, pero luego de parpadear varias veces y asentir a las indicaciones que le diera, se dejó arrastrar. Solo existía un problema, al lograr soltarse del capullo, no solo había perdido su preciado broche, se encontraba apenas cubierta por una camisa de gaza que se adherida a su cuerpo, - por favor no pienses – se reprendió cerrando los ojos y  agradeciendo el ser rescatada.


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Mensaje por Johan Zalachenko Dom Nov 16, 2014 2:50 am

Ya con la mujer un poco más serena, Johan rodeó su cintura y la arrastró consigo cuando empezó a nadar hacia la orilla. Sintió sus manos atenazándose fuertemente a su pecho, aferrándose a él como lo que era: su salvación. El trayecto lo nadaron ya en silencio. Después de la bofetada que le había propinado, ella parecía haber perdido la capacidad del habla, parecía apenada, quizá algo molesta. No obstante, él agradeció la tranquilidad, no tener que preocuparse por conservar su propia mientras una mujer enloquecida, completamente en shock, amenazara con hundirlo.

Nadó e intentó mantener un ritmo bastante tranquilo, batiendo sus brazos, adentrándolos y sacándolos del agua, pero pronto Johan tuvo que apremiar el braceo porque el agua estaba fría y había comenzado a adormecerle las piernas. El sol también se había extinguido ya por completo, lo que hacía más dificultosa su visión y por ende más peligroso el rescate.

Cuando al fin tocaron tierra, Johan llegó completamente exhausto. Soltó a la mujer donde supo que estaría a salvo y se arrastró por la arena para luego tumbarse sobre ella, no muy lejos de la mujer. Permaneció recostado boca arriba durante un largo rato, momentos que ambos aprovecharon para estabilizar su respiración. Poco a poco sus pulsos fueron siendo menos irregulares, la sangre les regresó al cuerpo y no se vieron obligados a seguir respirando por la boca.  

Sintiéndose recuperado casi en su totalidad, Johan impulsó su cuerpo hasta quedar sentado, como había estado gran parte de la tarde de ese día, antes del desafortunado suceso. Entonces la observó y notó que su cuerpo aún temblaba con algo de violencia. Se preguntó si sería por el miedo o por el frío, y llegó a la conclusión de que tenía la solución perfecta para ambas cosas. Al principio dudó en hacerlo, principalmente porque ella era una extraña de la que ni siquiera conocía su nombre, y porque siempre se había mostrado reacio cuando se trataba del contacto físico con otras personas, pero se acercó y la rodeó con sus brazos en lo que parecía ser un abrazo, pero que no era más que la mejor táctica que conocía para devolverle un poco de calor a otro cuerpo necesitado de él… y para reconfortar sus ánimos.

Permanecieron así, pecho contra pecho, piel contra piel, con su respiración mezclándose con la ajena, con el leve murmullo de ambos corazones latiendo al unísono.

Ya, tranquila. Ahora está bien. Lo peor ya pasó —le dijo hablándole en francés pero con su fuerte acento ruso, al tiempo que colocaba una de sus manos sobre su hombro, siendo incapaz de palmearlo, pero sintiéndose momentáneamente tentado a hacerlo. Intentó que su voz se escuchara suave, muy cálida, pero aunque parecía siendo bueno en lo que hacía, el extraño gesto en su rostro, el ceño fruncido y sus labios contraídos formando una línea recta, demostraban lo incómodo que se encontraba. Hizo un esfuerzo por disimular y cuando pensó que ya había sido suficiente, la soltó.

Quizá sea de lo que menos desea hablar en estos momentos después de lo ocurrido, pero, ¿en qué estaba pensando al adentrarse tan hondo? Pudo haber muerto y arrastrarme a mí con usted —no era una reprimenda, pero él deseaba asegurarse de que ella entendiera la gravedad del asunto, el peligro al que ambos se habían visto sometidos, y lo afortunados que eran de estar vivos—, aunque supongo que a ninguno de los dos nos tocaba —añadió, y comenzó a cavilar al respecto.

Pensó en que quizá no hubiera sido tan malo perecer en las aguas del río Sena intentando rescatar a una joven. Esa hubiera sido una buena forma de morir, porque al mismo tiempo hubiera recompensado un poco el daño que había ocasionado en vida, tanto a su hija como a los que se había visto forzado a lastimar. Aunque, seguramente ni muriendo hubiera sido capaz de retribuir tanto dolor.

¿Como se encuentra? Debe estar agotada. Y por cierto, lamento haber tenido que golpearla, usted estaba fuera de sí, no tuve otra opción.

La miró en silencio y solo entonces se dio cuenta de que no era mujer común, la peculiar vestimenta la delataba.


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Mensaje por Nanna Donald Jue Ene 01, 2015 11:04 pm

Cuando por fin, el hombre, la dejó en la suave arena,  Nerine inspiró profundo tratando de encontrar el oxígeno que hasta hacía unos instantes temía perder, muriendo ahogada.  Cerró los ojos y se dejó caer suavemente, sintiendo en sus brazos y espalda el contacto con aquella arena fina y húmeda. Sentía frió, en todo su cuerpo, sabía que solo la cubrían sus enaguas. Para cualquier hombre, cabía la posibilidad de pensar que si se encontraba en esas condiciones era o por que la habían asaltado,  o porque se dedicaba a la prostitución. Su rostro se enrojeció no de vergüenza, sino de indignación de solo pensar en lo fácil que era, para ésa sociedad, juzgar a una persona, solo por la apariencia. Suspiró mientras abría los ojos y contemplaba las primeras estrellas que comenzaban a iluminar el cielo nocturno.

Cuando se sintió más calmada y escuchó que el caballero se movía, se incorporó quedando sentada, con sus brazos cruzados a la altura de su pecho, aunque la brisa que se elevaba, secaría rápidamente el delgado genero de su ropa interior, aún podía sentir como éste se  pegaba a sus pequeños  pechos. Quedó azorada cuando observó como el caballero se acercaba y sin mediar palabra la atrajo a su pecho, sus rostros quedaron  enfrentados, podía sentir el cálido aliento del extraño, que sin proponérselo, hacía que su piel se erizara, no por la brisa sino por la sorpresa.

Para  Nerine era algo totalmente nuevo aquel tipo de contacto.  Apenas podía recordar, fragmentos de una época casi olvidada, cuando su abuelo le cantaba y mimaba. Muchas veces se dijo que todo aquello debía ser un sueño, hasta ahora que al descubrir la verdad, podía sentir que pertenecía a algun lugar, aunque éste estuviera tan lejos, o fuera imposible poder volver a él. Desde que a los ocho años sus padres decidieran que sería mejor sacarla de Escocia, nunca más había experimentado el calor que producía el contacto con otro ser. Su padre adoptivo, el capital Leannan, jamás había sido afectuoso, nunca la había abrazado. El primer abrazo de su vida de adulta, lo recibía de un completo extraño. Pero a pesar de ello no sintió rechazo o incomodidad. Por el contrario, no pudo detener el instinto de inclinar su cabeza apoyando su mejilla en el hombro masculino y un suspiro de alivio se escapó de su boca.
Asintió con un suave, yes,  en su lengua natal,  dirigió su mirada a la ajena y escuchó con atención lo que él le decía. Sonrió al reconocer el acento, París era  un lugar donde podía encontrarse a personas de casi todas las naciones del mundo.  Su mirada no se quedó en los orbes ajenos, recorrió cada uno de los detalles  de aquel rostro y le pareció que podía  entenderlo, tal vez  como las cartas del Tarot, - El ermitaño…  no camine hacia atrás, deje el pasado donde está, reflexione, siga adelante con lo mucho o poco que pueda, nada se pide de usted, nadie es peor verdugo que uno mismo – caviló, mientras lo seguía observando, en el tiempo que duró el abrazo.

Se reacomodó, alejándose un poco de su salvador y carraspeó antes de comenzar con las explicaciones. Alisó inquieta lo que podía decirse que era su vestido y sin mirarle directamente habló, - pues, mi intención no era nadar, ni mucho menos – sonrió nerviosa – fui al puerto a buscar información… sobre mi… padre. Confié en algunos de los empleados de la empresa de mi… padre –se sintió totalmente incomoda, no estaba siendo sincera, aquel hombre había puesto en peligro su vida por salvarla y se merecía la verdad, aunque ésta fuera difícil de entender. – bueno… la verdad es que… mi nombre es Nerine, lo único cien por ciento mío… mi padre, o el que creía que era, en verdad  fue un buen amigo del que sí lo es. Hace unos meses mi padre adoptivo… murió, al acomodar papeles, encontré cartas donde un hombre preguntaba por su hija… por mi… fue extraño y a la vez intrigantes aquel hallazgo… porque… – lo contempló en silencio un momento – ¿qué padre es capaz de abandonar a su hija para que otro la crie? –  Chasqueó la lengua, como siempre hacía cuando estaba frustrada, - eso ya no importa… la cuestión es que unos hombres me prometieron información sobre mi verdadero padre. Pero cuando llegué adonde se haría la reunión,  me di cuenta que  era una trampa. Cuando se  enteraron que no podrían pedir  ningún rescate por mi… pues… por la borda – sonrió con tristeza, - gracias a la navaja que me había regalado mi padre… bueno… el que creía  que lo era… pude soltarme e intentar nadar hasta la orilla… pero por más que he nacido en la Isla de Skey… la distancia era enorme… y pensé que no podría salvarme – Inspiró y pensó en lo que le convenía hacer en ese momento.

Decidida a no pronunciar su apellido, ya que la empresa Leannan era bastante conocida y lo mejor sería que los maleantes pensaran que ella había muerto, decidió dar el apellido de su verdadero padre, tal vez, todo aquello lograba hacer que viajara a Paris.
Extendió su mano  - mi nombre es Nerine… Nerine Donald… aunque por mucho tiempo usara el Leannan, creo que ya es tiempo de buscar nuevos comienzos… ¿verdad? – Sonrió con sinceridad, - usted señor… – recién allí, se dio cuenta que el caballero no se había presentado  - hoy ha hecho que de alguna manera naciera nuevamente… y le agradeceré  eso… siempre -.


Última edición por Nerine Donald el Sáb Jul 25, 2015 6:12 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Johan Zalachenko Sáb Jul 04, 2015 11:56 pm

«¿Qué padre es capaz de abandonar a su hija?». La pregunta retumbó en su cabeza y un asomo de remordimiento lo invadió. Fue como recibir un balde de agua fría, mucho más helada que la del río Sena. Johan nunca había sido un hombre sentimental, más bien se distinguía por ser un hueso duro de roer, frío, casi indiferente, pero cuando se trataba de su familia y las horribles circunstancias en las que esta se había roto, algo en su interior se transformaba. Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, mientras el pesar hacía ebullición en sus entrañas. No habría padecido nada de eso si él hubiera decidido comportarse con Tatiana, su única hija, como se suponía debía hacer un padre, pero en lugar de eso había decidido alejarse de ella para ir detrás de la venganza. La había abandonado, no había otra forma de llamarle, y se sentía un miserable por ello, aunque jamás lo hubiera admitido abiertamente. No obstante, en el fondo creía que hacía lo correcto. Él no podía abandonar la misión en la que tantos años y tanto esfuerzo había invertido, no podía darse por vencido y regresar a casa haciendo de cuenta que nada había ocurrido.  Era demasiado tarde. Ya estaba inmerso en ese torbellino que cada día tomaba más fuerza y amenazaba con estallar arrasando todo a su paso. Su deber era terminar con lo que había empezado, y después… lo que ocurriera después era lo que menos importaba en esos momentos.  

Johan frunció el ceño y desvió la mirada un momento, incómodo con el tema, mismo que intentó desviar a continuación.  

Esa es una triste historia. Y lamento que haya tenido que pasar por ese desagradable episodio a manos de esos delincuentes. Debió ser terrible para usted —le dijo mientras retomaba el contacto visual directo—. Pero no me agradezca a mí, sino a Dios. Ya veo que me puso en el lugar correcto, en el momento justo —añadió como buen devoto que siempre había sido.  

De haber sido por él, habría dejado las cosas hasta allí y se hubiera retirado sin más, convirtiéndose en un héroe anónimo, pero ella se había presentado y parecía muy entusiasmada con la idea de conocer el nombre del hombre que le había salvado, así que no tuvo escapatoria.

Johan Zalachenko —se presentó sin demasiado entusiasmo y detectó en ella una ligera y apenas perceptible sonrisa al escuchar su nombre—. Sí, soy ruso, aunque dudo que mi acento haya pasado desapercibido —añadió enseguida confirmando sus sospechas—. Es un placer conocerla, Nerine, incluso en estas circunstancias tan inusuales. Aunque, si ya se siente mejor, creo que deberíamos irnos, se está haciendo tarde —se puso de pie y se sacudió un poco la arena de la ropa. La piel de los brazos se le erizó cuando la fresca brisa marina le dio de golpe, ya que así como ella, él también seguía empapado.

Puedo acompañarla a casa, si usted quiere. En realidad debería hacerlo. Solo de ese modo podré asegurarme de que llegará sana y salva —se ofreció.

En el fondo lo único que quería era llegar a la casa y dormir, olvidarse del mal sabor de boca que había traído consigo el recuerdo de su hija, pero se sintió comprometido. Si esos hombres que habían intentado estafar a Nerine y que la habían arrojado al agua con la intención de asesinarla, regresaban a terminar con lo que habían empezado, él no iba a perdonárselo.


Última edición por Johan Zalachenko el Dom Sep 06, 2015 3:00 am, editado 1 vez


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Mensaje por Nanna Donald Sáb Jul 25, 2015 5:55 pm

Nerine escucho el nombre y supo que era ruso, pero más aun, pues podía detectar de que parte de aquel reino era, ya que al haber vivido con un capitán de navío, no había sido complicado, escuchar las diferentes formas de hablar y los distintos dialectos, de los marinos y pasajeros que solían viajar, trabajar o comerciar, con su padre.  Por eso ella había expresado una suave sonrisa, porque al fin de cuentas nadie puede esconderse del todo.

Lo había estado observando, por largo rato, mientras él hablaba y se percató de todos los tatuajes que cubrían la piel visible de Johan. No conocía mucho de tatuajes, pero sabía que cada uno de ellos tenía un significado. En los hombres de mar, era común encontrar sus pieles marcadas, escritas de una forma diferente, historias de sus vidas, solo descifradas por unos pocos, conocedores de su significado.

Nerine  mantuvo el silencio, ¿Quién era ella para preguntar el significado de el tatuaje en su cuello, o el simbolismo que éste implicaba. Todo eso era parte del pasado de ese hombre, de su salvador, y no tenía ningún derecho de preguntar, aunque la curiosidad la consumiera y le costara dejar de mirar aquella historia grabajda en la piel.

Lo miró a los ojos, cuando él quiso quitar importancia a lo que había hecho. Por supuesto que Dios había obrado de algún modo, pero había sido él y no un ángel o un ser superior quien la había llevado hasta la playa y cuidado de su vida, y eso no había forma de que se lo negara.   Porque aunque él no lo admitiera, Nerine, le debía su vida. Si  de algo estaba segura, era que de ahora en más, Johan, encontraría en ella , una persona fiel, leal  y que estaría lista para realizar  cualquier cosa que él necesitara, - porque una Donald jamás deja de pagar sus deudas – se dijo, sonriendo y aceptando que la acompañara  hasta su casa.  

Se incorporó, aunque al hacerlo un dolor en el tobillo derecho la hizo quejarse y casi caer, aferrándose al brazo de Johan, - o lo siento – se disculpó, - creo que cuando me arrojaron  por la borda y logré liberarme, en algún momento me golpee el tobillo – bajó la mirada apenada, no quería causarle más molestias, - en verdad, siento causarle tantos inconvenientes - . A pesar del dolor que sentía al apoyar el pie en la arena, se dispuso a caminar, no deseaba retrasarlo más, - seguramente deben estar esperándolo en su hogar y  no quiero retenerlo mas de la cuenta –  no pudo controlar un escalofrío que la hizo temblar con violencia, intentando calmar esa sensación, se arrebujó en el abrigo que le había prestado.


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Mensaje por Johan Zalachenko Lun Sep 07, 2015 12:04 am

Johan se quedó quieto, observando cómo la mujer avanzaba torpemente, cojeando con el pie que tenía lastimado. Parecía decidida a conducirse hasta su casa por sí misma. Cualquiera hubiera pensado que lo hacía por puro orgullo, negándose a la posibilidad de depender de otro, pero no Johan, que se consideraba un experto en eso de identificar la personalidad de la gente con tan solo mirarlos a los ojos. Los de Nerine, que eran del color del chocolate, no poseían ni una pizca de soberbia; era una mujer de carácter humilde, de eso no tenía duda. Se veía tan graciosa caminando de ese modo que a Johan por poco y se le escapa una sonrisa. Pero no, él nunca sonreía.

Si continua caminando en esas condiciones solo logrará lastimarse más y algo aparentemente insignificante podría convertirse en algo serio —le gritó desde varios metros atrás, lo suficientemente fuerte para que ella lograra escucharlo.

Y así pareció ocurrir porque, en ese instante, Nerine de detuvo. Johan se adelantó para alcanzarla. Caminaba lentamente y llevaba ambas manos sumergidas en el interior de los bolsillos de su pantalón mojado, un intento fallido de lidiar con el frío

Por favor, permítame ayudarle —insistió al tiempo que sacaba las manos de sus bolsillos, esperanzado ante la idea de que ella finalmente accediera a su petición. Notó que bajaba la mirada, probablemente avergonzada, así que para infundirle un poco más de confianza, decidió añadir—: Si lo que le preocupa es retrasarme, puedo asegurarle que no hay nadie esperándome en casa, como ha dicho. Ni siquiera tengo un hogar. Vivo en la casa en la que trabajo como guardaespaldas, pero hoy es mi día libre.

Su explicación logró convencerla, o al menos así tuvo que ser porque, cuando la rodeó y levantó en brazos, acomodándola contra su pecho, ella solo dejó escapar un pequeño ruido de sorpresa, pero no puso objeción alguna. Era pequeña y encajaba muy bien entre sus brazos, por lo que llevarla de ese modo prácticamente no significaría ningún esfuerzo para él.

La sujetó firmemente y avanzó con ella en brazos. Ella le indicó el camino, el cual, afortunadamente, no resultó demasiado largo ni tampoco demasiado incómodo, pese a que apenas hablaron durante el trayecto. Cuando llegaron a su destino, Johan la bajó con cuidado para que ésta pudiera abrir la puerta de la casa. Una vez adentró, le pidió que se sentara en un pequeño taburete que se hallaba en la entrada. Ella obedeció y, tras coger una silla, se sentó frente a ella con la intención de examinarle el pie que la aquejaba.

¿Puedo? —preguntó como el caballero que era, antes de atreverse a tocarla. Una vez que ella asintió, otorgándole su consentimiento, levantó el pie y lo apoyó en su rodilla. Con cuidado lo giró para cerciorarse de que no fuera grave—. ¿Duele ahí? —cuestionó tras girarlo hacia la derecha, luego hacia la izquierda, y así hacia todas direcciones.

No es algo serio —confirmó—. Probablemente un esguince. Estará bien —le soltó la pierna—. En cambio, podría coger un resfriado bastante importante si no se quita esa ropa mojada. Le sugiero cambiarse cuanto antes si quiere evitarlo.


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Mensaje por Nanna Donald Miér Sep 23, 2015 7:45 pm

Nerine no era una chica común, ni se parecía a las jóvenes de clase alta, a pesar de ser hija adoptiva de un naviero, y de haber participado de numerosas veladas de la alta sociedad, ella no dejaba de ser una joven resuelta, impulsiva y libre. Pero a pesar de todo ello, la educación recibida, los años con institutriz, le habían enseñado que no era correcto que un hombre, casi un desconocido la tomara en volantas y la llevara por la calle como si se tratara de  una niña pequeña. El único que había hecho eso, en alguna oportunidad, era su padre, aquel recuerdo la hizo entristecer, esconder el rostro, pero sin tocarle,  sentía una nostalgia  infinita, cuanto hubiera deseado que fuera su padre el que la llevara devuelta a casa, asegurándole que nada malo podría pasarle.

Con su brazo derecho rodeaba el cuello de Johan y aunque intentó no prestar atención a lo cercano que tenía por primera vez en su vida a un hombre, no pudo dejar de interesarse en un tatuaje que podía observar en el cuello, - ¿una rosa? – caviló, mientras intentaba encontrar un significado a un tatuaje así, - ¿habrá sido antes marinero como mi padre? – volvió a perderse en sus cavilaciones, tal vez porque era mas fácil, así, mantener el silencio y no sentirse tan incómoda. Solo  cortaba los silencios en las contadas ocasiones que  dio indicaciones del camino que debían tomar para llegar a su hogar.

Le dio bastante pena pensar que debería cargarla por una suave pendiente para poder llegar hasta la construcción. En lo alto de una lomada, dueña de un maravilloso paisaje marino, la casa del naviero parecía enseñorearse de los dominios que alguna vez ostentó. Pero desde la muerte de su padre, no solo los ahorros se iban mermando, además de los sirvientes, de los cuales solo quedaba la cocinera y una doncella y a las que pronto debería despedir, bien sabía que no podría costear su manutención, por lo menos no de la forma en que había estado acostumbrada.

Con suma delicadeza la había ayudado a bajar y presta  buscó en el umbral del pórtico una pequeña trampilla que permitía  dejar a la vista un escondite en el que su padre solía guardar una copia de la llave. Al ser secuestrada, le habían quitado sus pertenencias, un pequeño bolso que además de su monedero, contenía la llave de entrada.  Cuando consiguió obtener la copia, se apresuró abriendo la puerta y nuevamente fue asistida para entrar. Sentada en un pequeño banco, el hombre le revisó su tobillo. Mientras éste le tomaba el pie y lo movía de un lado a otro, preguntándole por el dolor que pudiera sentir, ella se limitó a contestar con monosílabos o asentir cuando el dolor le impedía contestar.

Cuando él le comentó que no pensaba fuera nada grave, ella dejó salir el aire de sus pulmones, en verdad estaba muy aliviada, lo que menos deseaba era tener que llevar una bota de escayola o que un “matasanos” como solía nombrar a los médicos, entrara por esa puerta, - cuanto más lejos de mi… mejor – solía decir. Sonrió mirándole a los ojos por primera vez desde que llegaron de la playa, - Gracias – dijo mientras asentía con un movimiento de cabeza a la afirmación que el caballero hiciera sobre las complicaciones que traería seguir mojada. Sonrió antes de pararse con un poco de dificultad, pero dándose cuenta que su pie estaba mucho mejor, - tiene razón, pero creo que en ese caso, somos los dos quienes corremos el mismo riesgo… y por tal motivo, creo que usted también debería mudar esas prendas – dijo haciendo un pequeño gesto y señalando la camisa y los pantalones mojados, - si me permite, tengo lo que necesita para cambiarse, y no aceptaré un no por respuesta… acaba de decirme que nadie lo espera en su casa y que es su día libre… pues deje que le devuelva la cortesía por lo menos con ropa seca y una bebida caliente -.

No había esperado que él aceptara o denegara su ofrecimiento; se dirigió hasta un arcón colocado a la par de la chimenea que se encontraba apagada; levantó la tapa y sacó de su interior un par de  toallas. Su padre solía ser un hombre muy precavido, por esa razón, solía tener lo necesario para secarse apenas llegar de la playa, pues los oleajes de marea alta, como las lluvias, que solían ser  bastantes frecuentes  en aquel lugar así lo exigía. Nerine, se giró al tomar las prendas del interior del mueble y le entregó  una de las toallas, - tome séquese un poco, mientras le acerco una muda de ropa -. Impulsiva como era, no esperó contestación y  se dirigió al pasillo que conectaba el salón con las habitaciones, introduciéndose en la primera de ella. Unos minutos le llevó quitarse la enagua y colocarse un vestido sencillo que se prendía por detrás, intentó cerrarlo lo mejor posible, aunque  le quedaron unos botones sin poder cerrar en la parte de arriba del vestido. Le sería imposible cerrarlo sin la ayuda de la doncella y por un momento pensó que debería cambiar su atuendo cuando ya no pudiera mantener el puesto de aquella joven. Se miró al espejo encogiéndose de hombros, había hecho lo mejor que podía para estar lo más decente posible. Sus cabellos seguían algo mojados, por ello se detuvo un momento más en  sacarles la máxima cantidad de agua que podía.

Se apresuró a entrar en la habitación de su padre y elegir una camisa, pantalón y un jersey de lana, - por lo menos así, podrá mantener el calor – sonrió, sabía que tenía buen ojo y que de seguro las prendas le quedarían bien, le había bastado unos pocos segundos  para darse cuenta que la contextura física de Johan era muy similar a la de su padre, y que la ropa  debía servir  al señor Zalachenko.  Cuando tuvo todo preparado,  abandonó  la habitación, llegando al salón donde él seguía esperándola.  Le sorprendió la atención  que había tenido aquel hombre al  encender la chimenea, aquel gesto le agradó en sobremanera pues seguía con frio. Se acercó hasta donde se encontraba Johan, parado cerca del hogar, como intentando secar su ropa, la que continuaba bastante mojada, - Creo que a pesar del calor que pueda dar el hogar, le convendría quitarse esa ropa. Aquí le he conseguido una camisa, abrigo y pantalón – se sonrojó aunque el resplandor rojizo del fuego lograba ocultar su rubor. Volvió a llevar su mirada a los orbes grises de su salvador y sonrió con su boca y ojos, para luego estornudar como un pequeño gatito, aunque había sido lo bastante rápida para girar su cabeza y taparse con su mano derecha, - oh lo siento – se disculpó, - creo que no nos vendría nada mal una buena taza de café -.


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Mensaje por Johan Zalachenko Dom Dic 27, 2015 3:44 am

Johan aceptó la toalla que Nerine le ofrecía. En realidad, no tuvo otra opción. La muchacha se veía determinada a devolverle de algún modo el favor que él le había hecho al salvarle la vida, así que, al parecer, no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión. Sin decir más se retiró del salón y lo dejó solo un momento. Johan no supo qué hacer al inicio, pero tras mirar a su alrededor y percibir la brisa helada que se colaba por los pequeños orificios de la casa, misma que le provocó un escalofrío, decidió que la mejor opción para ambos era hacer un poco de calor. Así, se acercó a la chimenea y la encendió. La sombría habitación se iluminó con el fulgor del fuego y sus entumidos miembros agradecieron la tibieza que éste proveía. De pie, en el vestíbulo, Johan se apartó el pelo mojado que yacía pegado a su frente y lo frotó con la toalla en un intento de absorber la mayor cantidad de agua que había en él.

Nerine volvió al poco rato. Johan la observó en silencio mientras ésta cruzaba la habitación. Se había cambiado la ropa y ahora llevaba puesto un vestido mucho más sencillo que el anterior. También cargaba algo entre las manos, lo que parecían ser algunas prendas masculinas que estaban destinadas para él. El hombre quiso negarse, alegar que era innecesario, que estaba bien, que ya se cambiaría en la casa de Jussieu, pero terminó por alargar las manos, aceptándolas sin renegar. Lo mismo ocurrió con la taza de café. De pronto era como si hubiera perdido la capacidad de negarse a todo, lo cual era verdaderamente extraño en él, puesto que si por algo era reconocido en la residencia donde trabajaba, era precisamente por el desinterés que parecía tener en todo lo que no fuera su trabajo -y todo lo que había detrás de él y que todo el mundo desconocía-.

Ella lo dejó solo de nuevo para disponerse a preparar la bebida caliente prometida y de paso darle la privacidad que necesitaba. Una vez que ella hubo desaparecido de su vista, Johan comenzó a quitarse las empapadas vestiduras. Inició sacándose los zapatos, luego la camisa y finalmente el pantalón. Extendió ante sí la ropa que le había sido prestada y con sorpresa se percató de que era exactamente de su talla. No obstante, solo alcanzó a ponerse el pantalón porque, en ese instante, un ruido inesperado lo distrajo y logró captar toda su atención. Una de las ventanas yacía rota y en el piso podía observarse el objeto con el que lo habían hecho: una enorme piedra del tamaño de un puño. Era evidente que alguien pretendía entrar por la fuerza a la casa porque, enseguida, una mano emergió del exterior y fue introducida por el agujero de la ventana y dirigida hasta el pestillo de la puerta con la intención de girarlo y así poder irrumpir en la vivienda.

Johan, semidesnudo como estaba, decidió actuar rápido y se colocó detrás de la puerta, a la espera de quien estuviera del otro lado. En completo silencio, inmóvil pero preparado, esperó a que el bandido lograra su cometido para poder interceptarlo. Y así ocurrió. El guardaespaldas, que en realidad era un policía encubierto, estaba sumamente preparado, por lo que no tuvo inconveniente alguno en coger al extraño. Se lanzó sobre él y lo detuvo apenas hubo cruzado el umbral. Luego de un breve forcejeo de ambos hombres, Zalanchenko supo cómo manejar la situación a su favor y, tras aplicarle una llave de cabeza, logró derribarlo sobre un sillón. Se mantuvo encima de él, aplicándole todo su peso, para así mantenerlo inmóvil.

¿Por qué ha forzado la entrada? ¿Quién es y qué busca aquí?  —cuestionó con toda la autoridad propia de un hombre con sus habilidades. El delincuente no respondió, a lo que Johan decidió reforzar la llave que le estaba aplicando. El hombre gimió de dolor—. ¡Conteste!

Nerine debió escuchar el alboroto, porque enseguida apareció en el salón. Johan vio cómo ésta se llevaba la mano a la boca, seguramente aterrada por la improvista situación, y no era para menos, una batalla campal tenía a lugar en su propia casa.

Lo he sorprendido irrumpiendo en la casa —explicó él desviando un momento la mirada y dirigiéndola hacia la mujer—. No se acerque, todo está bien, tengo la situación bajo control —sin embargo, quizá la mujer logró distraerlo porque, cuando menos lo esperó, el bandido logró zafarse y le propinó tremendo puñetazo en la cara.

Johan le devolvió el golpe y el extraño le propinó otro. Se agarraron, dieron vueltas sobre el piso; por esos instantes todo lo que se escuchó fue el sonido seco de los puños golpeando carne y la respiración agitada de ambos hombres.


Última edición por Johan Zalachenko el Lun Ene 25, 2016 10:09 pm, editado 4 veces


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Mensaje por Nanna Donald Vie Ene 22, 2016 8:35 am

Comenzó a cantar, en un susurro, cuando preparaba la bebida caliente, para que Johan y ella tomaran. Hacía tanto que no cantaba que hasta ella misma se sorprendió. Pues desde la muerte de su padre no había sentido deseos de hacerlo. Tal vez tenía que ver por todas las situaciones difíciles que había tenido que soportar, desde el ostracismo social al que había caído, pasando ademas por los problemas económicos, le gustara o no, todo se estaba yendo al infierno. Ningún hombre de negocio, estaba dispuesto a contratar una empresa naviera que hubiera quedado en manos de una mujer, y menos si ésta era joven, soltera y bonita. Así que en pocas semanas, pudo comprobar como bajaban los activos en la cuenta bancaria. Nerine, siendo una mujer práctica y precavida, comenzó a recortar gastos, desde deshacerse de la mansión en la que habían vivido y que fuera orgullo del naviero. Con lo que le dieron, pagó las indemnizaciones de sus empleados. Luego se trasladó a esa otra casa de la playa,  mas sencilla, pequeña. Una construcción que solo usaban en épocas veraniegas. Cuando se mudó, solo la acompañaron una doncella, la cocinera y el cochero. Aquel día  les había dado franco, por eso se encontraba preparando el café. Suspiró, pensando que de seguir así, debería prescindir también de sus servicios.

Pero si había una característica en Nerine,  ésta era que siempre estaba feliz, optimista hasta el extremo, siempre terminaba encontrando alguna arista del problema por la cual debía estar contenta, aunque ésta fuera peligrosas. Tal vez por eso, volvió a sonreír y cantar. Tarareaba una melodía rusa, la que solía tocar su padre en el violín, en noches de verano, cuando le contaba historias y leyendas de sus viajes, por los diferentes reinos. Así, seguía preparando los enceres mientras movía sus caderas, intentando bailar, ¿había algo menos importante para festejar que haber sido rescatada a tiempo y tener otra oportunidad para vivir?, - no - se contestó, mientras colocaba el juego de porcelana sobre la bandeja de plata y se dirigía al salón.

Caminaba por el pasillo, cuando escuchó un forcejeo como si se estaría dando una pelea. Cuando entró al salón, se encontró con una escena que la hizo casi arrojar lo que tenía en las manos, temía que su invitado, pudiese ser lastimado por el delincuente, pero parecía que Johan  había podido reducir al intruso, pues así se lo estaba explicando, a lo que ella asintió con la cabeza, mirándole a los ojos, consciente que debía ayudarle de ser posible. Un segundo después, el delincuente se liberó, desatando una batalla campal en mitad de su pequeño salón. Muebles que se tumbaban, lamparas, platos, jarrones echos añicos, y los dos hombres que se molían a puñetazos limpios. Al principio, la sorpresa la mantuvo inactiva, pero en cuanto observó como un golpe en el labio de Salachenko, provocó que sangrara, sus pies y manos se pusieron en movimiento. Rápidamente cruzó la habitación, esquivando a los hombres, hasta donde se encontraba un librero, tumbó algunos libros, hasta encontrar una labrada caja de madera. Era una de esos juegos de armas típicos para los duelos. Sus delicadas manos se movieron ágiles  destrabando la cerradura y extrayendo las armas, no sabía si funcionaban, pero de seguro servirían para distraer y darle una oportunidad- ha Johan - de acabar con aquel oponente.

- Alto... deténgase... - gritó, mas  no consiguió que los hombres dejaran de pelear, - rayos - maldijo. movió el seguro, levantó su brazo y accionó el arma. Un estridente sonido, logró que los hombres se detuvieran. Aun temblando, se fue acercando a Johan, mientras que con su mano derecha, continuaba apuntando al delincuente. Logró entregar el arma que sostenía a su invitado. Pero su descuido dio tiempo al delincuente para que se abalanzara sobre ella. Gritó, antes de golpear su cabeza en el filo de una mesilla y perder la conciencia.


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Mensaje por Johan Zalachenko Mar Ene 26, 2016 12:44 am

El enfrentamiento continuó. Lo único que fue capaz de lograr que los hombres se detuvieran, fue el sonido sordo de un arma disparándose. La bala rebotó en la pared y Johan, instintivamente, alzó el codo a la altura de su rostro para protegerse de un posible impacto. Sus ojos entornaron a una alarmada Nerine, que seguía apuntando con el arma. Johan, con la respiración acelerada, intentó tranquilizarse y esperó que ella también lo hiciera, pues nada le garantizaba que la joven estuviera al tanto de cómo debía manejarse un arma. Miró al intruso y éste le devolvió la mirada. Se le notaba muy alterado; paseaba la mirada de Johan a Nerine, y viceversa, posiblemente considerando su mejor opción. A Johan se le ocurrió que atacarlo otra vez seguramente no era la maniobra más inteligente, así que se mantuvo inmóvil, pero muy alerta. Ella se acercó y le entregó el arma. Sin embargo, cuando las cosas estuvieron a punto de ponerse a favor de los buenos, Nerine resbaló y se golpeó en la cabeza, lo que a su vez ocasionó que Johan se distrajera una vez más y el delincuente lograra arrebatarle el arma.

Apártese o juro que la mataré —amenazó el agresivo hombre, tomando a la desvanecida Nerine como su rehén y colocándole la pistola en la cabeza.

Johan se detuvo en seco. Alzó las manos en señal de rendición pero, apenas unos segundos después, las bajó y las contrajo en dos puños. Tenía que pensar en algo y debía ser rápido. No podía permitir que la muchacha saliera herida. De alguna manera, sentía que ya era su responsabilidad. Analizó al hombre unos momentos y se dio cuenta de que no era un profesional, su nerviosismo lo delataba. Probablemente, además de morir, tenía miedo a ser capturado. Johan tenía que aprovechar ése descubrimiento.

No, no lo hará —replicó con voz firme, fulminándolo con la mirada—. Estoy seguro de que alguien escuchó el disparo y ya ha alertado a las autoridades. Hay un cuartel muy cerca de aquí, se presentarán en cuestión de minutos.

Desde luego, lo que Johan había dicho no era más que una teoría, una muy poco probable porque la policía no solía ser tan rápida, pero funcionó. El hombre dudó.

Váyase ahora, si sabe lo que le conviene —lo alentó Johan—. Sólo tiene que soltar a la joven y salir por la puerta. Llévese el arma. No lo seguiré.

El hombre finalmente decidió aceptar la oferta. Liberó a Nerine y, sin dejar de apuntar, retrocedió hasta que Johan lo perdió de vista. Rápidamente, el guardaespaldas acudió a Nerine y la levantó del suelo. Con suavidad la depositó en el sillón más amplio de la desordenada sala. Ella arrugó la nariz y la frente y se quejó del golpe en la cabeza, mientras abría los ojos lentamente. «Debí haberme ido cuando aún podía, evitar esta situación», pensó Johan. No obstante, se encontró verdaderamente preocupado por ella. Esperó a que despertara por completo.

Nerine, ¿está usted bien? —cuestionó mientras la examinaba. Se le notaba demasiado pálida y tenía mechones de cabello rubio revueltos, algunos de ellos manchados con la sangre que brotaba despacio de su frente. Johan se acercó una de las prendas que ella misma le había ofrecido y con ella limpió la herida de la joven.

No ha sido un ataque al azar. Cualquier cosa que ese hombre haya estado buscando, sabía muy bien que lo encontraría aquí —no deseaba atormentarla más, mas era preciso que estuviera consciente de lo que estaba ocurriendo. ¿Pensaría ella lo mismo que él, que se trataba de la misma gente que la había atacado y arrojado al mar?—. Entre las posesiones de su padre, ¿hay algo en lo que esos hombres puedan estar especialmente interesados? Dos ataques en un mismo día… —analizó para sí mismo, sacando a flote sus dotes de investigador—. Tiene que ser algo muy valioso.

Mientras examinaba las condiciones en las que había quedado la sala de estar, los pedazos rotos de cristal, los muebles que yacían boca abajo, sintió que una pequeña gota caía sobre su pecho. Era sangre que salía de su boca y nariz rotas. Un poco incómodo, ya que recién se había percatado de que no llevaba puesta la camisa y sus numerosos tatuajes yacían expuestos a la vista de Nerine, Johan se limpió la sangre con el dorso de la mano. Muy pocas eran las personas que sabían que su cuerpo estaba así de marcado, ya que él siempre procuraba mantenerlo oculto, para así evitar preguntas que no deseaba tener que responder.


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Mensaje por Nanna Donald Mar Abr 12, 2016 7:55 pm

Oyó la voz de Johan, como si le hablara desde la entrada de una caverna. Las palabras, rebotaban en el interior de su cabeza, mas no llegaba a comprenderlas. Aquella angustiosa situación duró apenas unos segundos. Arrugó el entrecejo mientras intentaba lograr coordinar sus pensamientos, moviéndose  levemente en el sillón.

La luz, aunque tenue, molestaba en sus pupilas. Instintivamente, mojó sus labios, para luego morderlos levemente - ¿Qué? ¿Algo valioso?- se incorporó  suavemente, entornando sus parpados, manteniendo su frente recargada en la palma de la mano derecha. Inspiró despacio, pero de forma profunda, intentando llenar sus pulmones y a la misma vez, encontrar  aquella explicación fugitiva, que le permitiera entender, ese último ataque, el segundo en menos de veinticuatro horas.

Suspiró al mismo momento en que intentaba, con las pocas fuerzas que tenía, apoyar mejor su espalda,  en el respaldo del sofá. Fijó su mirada en los orbes de Johan,  el gesto de molestia que pudo distinguir en aquella mirada la descolocó, hasta que su mirada recorrió el pecho desnudo del hombre. No pudo dejar de admirar aquellos dibujos, con sus vivos colores, sus formas simbólicas y cargadas de misterios. Nerine,  era una joven que al criarse entre marinos, no podían sorprenderle fácilmente  los distintos tipos de tatuajes. Su padre, como buen marinero, también había poseído algunos extraños tatuajes  en sus brazos. Aun recordaba el asombro que le provocó  cuando aún siendo  una niña, había espiado a los esclavos que su padre alojara en las barracas cercanas a la construcción que usaba como residencia familiar, mientras realizaba el embarco de aquellos seres humanos, quienes debían ser  transportados  desde las lejanas tierras africanas hasta los fríos puertos de Holanda. Pero a pesar de parecerle seres extraños, jamás lograron asustarla  sus feroces tatuajes realizados por cicatrices que cubrían sus rostros oscuros. Fue por esa razón que al contemplar los tatuajes que cubrían la totalidad del torso masculino, no se sorprendió, ni siquiera se inmutó. Volvió a mirarlo a los ojos, con una cierta expresión de duda, que no logró ocultar, ¿Por qué, aquel hombre, parecía creer que sus tatuajes podría incomodarla? De pronto su mente llegó a una posible conclusión. Si ella era una joven  virgen, ¿Cómo podía ser que  al ver el torso desnudo de Johan, Nerine, no se inmutara?, ¿sería acaso que su salvador  se estaba haciendo una mala impresión de su persona? Nerviosa su mirada vagó desde los intensos orbes del caballero, hasta los enigmáticos dibujos que ocultaban la piel de su “ángel de la guarda”, terminó buscando el refugio de  sus propias manos, que temblorosas, intentaban en vano disimular su ansiedad.

Intentando pasar lo más rápido que le fuera posible, aquella incómoda situación, puso todo su empeño en encontrar, en la maraña de pensamientos que convertidos en un verdadero caos, atosigaba su cabeza. – mmm…importantes, dice… pues… - continuó hablando mientras instintivamente intentaba poner mas distancia entre el cuerpo semi desnudo de Johan y su cuerpo – solo creo que  los papeles de la empresa naviera podrían llegar a ser  importantes… me refiero a as escrituras, los libros de transacciones, importación de… escla... ejmmm… esas cosas –dijo, bajando la mirada, pues ella siempre había discutido con su padre, intentando que dejara aquel horrible comercio de almas. – Hace meses, mi padre me contó que había logrado fusionar la empresa con una firma importante, un magnate de los negocios, que estaba muy interesado en ampliar sus negocios de ultramar. Mas con la muerte de mi padre, todo aquello ha quedado en la nada, ya que él, no pudo firmar los papeles, ni ceder parte de las acciones, dejando todo a mi nombre, escrituras, acciones, letras, cuentas bancarias… y todo… en mi poder. – le miró a os ojos, por un segundo se preguntó si hacía bien en comentar semejante información, con un extraño, si bien a ese hombre le debía la vida, ¿Quién le aseguraba que no era cómplice de los que la secuestraron, o del hombre que acababa de huir llevándose la pistola de su padre? Un no, rotundo se fijó en su mente, podía equivocarse, pero estaba casi segura de que debía confiar en Johan él no la defraudaría.

Una tristeza se apoderó de sus facciones, al recordar al abogado y escribano, amigo de su padre, - Debería haberlas llevado al estudio del escribano de mi padre, pero hace tan solo dos días, murió en un incendio que devastó todo el edificio en el que vivía y mantenía su estudio – sus manos se cerraron en puño sobre su falda, mientras se estremecía de los pies a la cabeza, pensando en los gritos desgarradores que se oirían, mientras el pobre anciano se consumía entre las infernales llamas, - por los cielos, que muerte mas aterradora -, concluyó.


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Mensaje por Johan Zalachenko Miér Abr 27, 2016 1:54 am

La escuchó con atención, pero se distrajo irremediablemente cuanto percibió la mirada de Nerine sobre su torso desnudo. Ella intentó ser discreta, no detenerse por demasiado tiempo observándolo, pero unos segundos bastaron para que la aguda mirada del hombre la sorprendiera delineando las figuras grabadas en su piel. Aquella gran cantidad de tinta, si bien no pareció perturbarla, evidentemente sí logró captar su atención. La muchacha desvió la mirada casi de inmediato pero, aún así, Johan buscó la camisa para colocársela cuanto antes. Mientras abrochaba los últimos botones de la prenda, dirigió sus ojos hacia a Nerine y sus miradas chocaron. Increíblemente, ella no lo cuestionó y continuó como si no hubiera visto nada. Johan agradeció que se tratara de una mujer prudente.

La realidad es que no le gustaba hablar de los tatuajes porque era una historia demasiado larga que no deseaba contar. Hablar de esas marcas, era hablar también de las heridas que llevaba en su interior y que probablemente nunca sanarían. Además, no quería mentirle también a ella. No podía decirle que no era un simple guardaespaldas y que en realidad era un policía encubierto. Sincerarse en otros aspectos, tampoco era una opción. ¿Cómo admitir abiertamente que así como salvaba vidas, también las había quitado en el pasado con tal de seguir manteniendo creíble su papel dentro la mafia rusa? No, imposible. Hacerlo sólo habría significado tener que presenciar su rostro deformándose, mutando del agradecimiento al verdadero horror.

No quiero alarmarla, señorita, pero algo me hace creer que volverán. Quizá no esta noche, tal vez tampoco mañana, pero estarán al acecho, esperando el momento adecuado. Dudo mucho que se den por vencidos, pues es evidente que esos papeles son de su interés. Usted corre un gran peligro quedándose aquí sola —pronunció con cautela. Su deber era prevenirla, mas no terminar de destrozar sus pobres nervios—. Mi recomendación es que ponga esos documentos en lugar mucho más seguro, lejos de usted y cuanto antes mejor. Y que no se quede en esta casa. ¿Cuenta usted con algún familiar, alguien con quien pueda quedarse mientras tanto?

Notó que la muchacha se ponía intranquila. Quería pensar que se debía a la ansiedad que le provocaba saber que estaba siendo buscada y perseguida, pero algo, no supo qué con exactitud, le anunció que era probable que se debiera a que no contaba con el apoyo de nadie que pudiera acogerla mientras pasaba el peligro. Sus sospechas se incrementaron cuando la vio bajar la mirada hacia el piso, un poco afligida. Era una joven agradable que transpiraba empatía. Sintió pena por ella. Era extraño pero, como si no hubiera sido suficiente haberle salvado la vida en dos ocasiones, sintió la necesidad de ayudarle. Parecía tan sola, tan inocente, tan desprotegida que de algún modo le recordaba a Tatiana, su hija.

Puedo ayudarla, si usted así lo requiere. Tengo un departamento en la ciudad que a causa de mi trabajo rara vez utilizo. No es muy grande, pero podría quedarse ahí mientras tanto. Nadie lo sabría. Estaría a salvo.


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Mensaje por Nanna Donald Sáb Jun 04, 2016 4:28 pm

Pensar que esos maleantes podían volver, le erizó la piel, ¿que podría hacer estando sola en esa casa? no solo era insegura, como ya lo había comprobado, sino que hasta dentro de dos días, volvería el servicio, que solo constaba de una cocinera entrada en años, una doncella de su edad y el cochero que por pedido expreso de la cocinera, jamás entraba ala residencia, pues que dirían los vecinos y gente de bien, si un hombre se paseaba como pedro por su casa, en la casa de una señorita soltera y sin mayores que la cuiden o resguarden su honor. Tembló levemente, pensando en la noche que debería pasar sola en ese lugar, hasta intentar dar con sus empleados, a la mañana siguiente. Bajó la mirada buscando jugar con un broche que siempre tenía entre sus ropas, - un recuerdo que le daba fuerzas cuando los momentos se volvían difíciles, como el que debía vivir ahora -, pero éste había quedado en el fondo del mar. El único recuerdo de su madre había quedado perdido, la tristeza invadió el alma de la joven, al darse cuenta que estaba mas sola de lo que jamás había pensado estar en toda su vida.

¿Familia? Nerine no tenía familia, el único ser que quedaba, había muerto tan solo semanas atrás. Con la desaparición de su padre, la única Donald en París y en Escocia era ella, última rama de un linaje que moriría con su desaparición. Tal vez era hora de volver a Escocia, a su natal Inverness, mas allí solo le esperaban las tumbas de su madre, su abuelo y su pequeño hermano, otro linaje extinto, a excepción de su vida, la que según el señor Zalachenko corría serio peligro, ¿que hacer pues? ¿a quien acudir?

Fueron las palabras de Johan, las que le devolvieron un rayo de esperanza, mas aceptar su ayuda, era volver a comprometerlo, poner en peligro la vida de un hombre que la había salvado dos veces de sus enemigos. Tragó saliva, angustiada, sin saber que contestar a su ofrecimiento, pues si aceptaba, ¿quien podía asegurar que no la buscarían en el hogar de Johan? ¿y si él volvía a ponerse en peligro por su culpa, si salía comprometido,lastimado? su mirada buscó alguna respuesta en la férrea mirada del hombre. No supo porqué motivo, esos ojos le daban una paz y una tranquilidad que no había experimentado en años, ni aún en los años que viviera su padre. Quedó unos segundo en silencio, conteniendo el aliento, para luego dejarlo huir en un eterno suspiro, bajó su mirada y contempló las manos masculinas, estaban magulladas por la pelea o por lo menos así le pareció, instintivamente las tomó, - siento que por mi culpa, usted se lastime, ¿como podría seguir exponiéndolo a dificultades y peligros? - quiso decirle, mas solo se quedaron en pensamiento sus palabras. No podía hablar por el nudo en su garganta. Aunque intentaba en vano tragar saliva y deshacerlo, pero, ésto, le era imposible, hasta que lagrimas rodaron por sus mejillas. Desvió el rostro, esquivando la mirada masculina, sonrosada por mostrar tan abiertamente su debilidad. No le gustaba que la viesen débil, vulnerable, Nerine,era una mujer sola, se suponía que debía afrontar las circunstancias de la vida con entereza. Pero se sentía tan desdichada, sola, abandonada, que le costaba no explotar en llanto, lo vivido la sobrepasaba. A pesar de todo lo que estaba viviendo, no soltó en ningún momento las manos del hombre, como si aferrarse a ellas, le permitiera tomar una decisión.

Tomó coraje y volvió su mirada a la ajena, sonrió con timidez, - aunque no deseo darle mas problemas, creo que lo mas sensato será seguir sus consejos - le confesó, - aceptaré su amable ofrecimiento, solo si me permite retribuir su ayuda de algún otro modo - cuando terminó de pronunciar esas palabras, su rostro perdió el color, ¿otro modo? ella quería decir, con trabajo, cuidando el lugar, buscando la forma de pagar su estadía, no de pagar con otra forma, bajó su mirada nuevamente encendida por la vergüenza y soltó las manos, de forma suave, pero igualmente dejó el contacto pues temía que el caballero la creyera un tipo de mujer que no era.


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Mensaje por Johan Zalachenko Mar Jul 26, 2016 7:50 pm

Cuando ella le tomó las manos, Johan no se alejó, por respeto, pero la misma tensión que había aparecido antes, en la playa, hizo acto de aparición una vez más. No le gustaba que lo tocaran y eso difícilmente cambiaría. No se debía a que padeciera una aversión hacia las personas y su cercanía, sino a una consecuencia de todas las cosas que había hecho para llegar hasta donde actualmente estaba. Lo había logrado pero, ¿a qué costo? No solo fallándole a Tatiana, a su propia hija, también mintiendo, manipulando y asesinando. Se había corrompido en el proceso. Definitivamente ya no era el mismo. Cuando se veía al espejo le costaba reconocerse. El Johan honorable de antaño había muerto hacía mucho, el mismo día en que su esposa había desaparecido. Ya no era un buen hombre. Ya no se sentía digno. Por eso le incomodaba tanto que lo tocasen, como si pensara que a través de la piel era capaz de transmitir alguna mortal enfermedad, algún tipo de veneno; como si tuviera la certeza de que el mal que lo aquejaba, esa oscuridad que no hacía más que acrecentarse con sus fervientes deseos de venganza, era capaz de alcanzar a otros. Agradeció que ella lo soltara, aunque no le gustó verla llorar. Nuevamente pensó en Tatiana, en todas las lágrimas que seguramente había derramado a causa de su abandono, y eso le partió el corazón. Dejó escapar un largo suspiro y supo que sólo existía una sola forma de tranquilizarla: decirle la verdad. O al menos una parte de ella.

Nerine, no hago esto esperando recibir algo a cambio. Lo hago porque de algún modo me recuerda a… —no, no diría “mi hija”, no era un buen momento para empezar a hablar de ella— una persona que no fui capaz de cuidar y proteger como hubiera querido, como ahora pretendo hacer con usted. Permítame hacerlo. Quiero hacerlo —en ningún momento apartó sus ojos de ella. Su voz era ronca porque hablaba con absoluta sinceridad—. No debe preocuparse por mí. Le aseguro que sé defenderme bastante bien. Soy policía. Y como tal voy a ayudarle a resolver este problema. El día que usted regrese a esta casa, será para sentirse segura, sin peligro o temores de por medio.

Johan hizo una pausa y sólo entonces se detuvo a pensar si lo que acababa de hacer era lo correcto. Acababa de revelar parte de su secreto, uno que había ocultado por más de seis años, y se lo había dicho a una completa extraña. Si ella, por algún motivo, se encargaba de divulgarlo, podía meterlo en verdaderos problemas y echarlo todo a perder, todo eso por lo que había luchado durante todo ese tiempo. No obstante, todo en ella le decía que podía confiar, que no lo defraudaría, así que por primera vez en muchos años se permitió hacerlo.

Ahora, si me permite, le sugiero que empaque cuanto antes lo necesario —añadió mientras se ponía de pie—. Tengo que sacarla de aquí esta misma noche. No hay tiempo que perder.


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Mensaje por Nanna Donald Vie Ago 12, 2016 5:36 pm

Escuchó en total y reverente silencio, cada una de las frases que el hombre le dijo, aquella confesión la conmovió, bien sabía que a veces la vida no permitía cumplir con las promesas, su padre había prometido no abandonarla jamás, mas la muerte los había separado, dejándola en una situación por demás inestable, tal vez no en el plano económico, pero en lo que se refería a su seguridad física, a los ataques de aquellos enemigos de su padre. De esos, se daba cuenta ahora, que era un blanco fácil y que su padre no había pensado en ello.

Cuando él le prometió que la próxima vez que pisara esa casa, sería cuando ya no existiera amenaza alguna, una tristeza insoportable la invadió, ¿y si ese momento no llegaba jamás? ¿si aquellos segundos eran los últimos recuerdos que poseería de su hogar?, bajó la mirada y no pudo contener las lagrimas. Recordó a su abuelo, aquel escoces de mirada cristalina y dulce sonrisa, en las promesas que le hiciera, la última vez que lo viera en Invernes, - no te preocupes pequeña, ésta separación solo es temporal, pronto volverás junto con tus padres y yo te estaré esperando, como cada día lo he hecho desde que naciste - pero nada fue así, su abuelo murió antes de llegar a Francia, al igual que su madre y su hermano recién nacido. Al final, aquel importante viaje lo hicieron solo ella y su padre. Con el dolor de no saber si algún día podrían volver a contemplar los bellos cielos de su tierra natal. Aún añoraba poder cumplir su promesa, aquella de llevar una flor a la tumba de aquel que fuera su adorado abuelo.

No quiso que el señor Zalachenko la viera llorar nuevamente, por lo que se disculpó, poniendo por escusa que se apresuraría a juntar sus pertenencias, para así, dejar lo antes posible aquel lugar que ya no era seguro. Le dejó en el salón, mientras se internaba en la parte privada de la casona, entró a su habitación, abrió el ropero y sacó un bolso de viaje, su ojos recorrieron las iniciales, eran las de su madre, no pudo dejar de pensar que tal vez ella había tenido la ilusión de viajar con ellos a París, mas la enfermedad se había ensañado con ella, la Tuberculosis mató toda esperanza. Secó sus lagrimas con un rápido movimiento de su mano, acomodó el bolso y comenzó a guardar en su interior, varios vestidos, algún abrigo y unos zapatos, ademas de todas las joyas que le quedaban, -bien podré venderla de ser necesario - caviló, mientras su mirada recorría su lugar secreto, su refugio, antes de dejarlo, volvió a tomar el diario intimo que había dejado sobre una pequeña mesa. Al poner sus pies en el pasillo, se detuvo a pensar, debía revisar la habitación de su padre, sacar cualquier papel que fuera importante, libros, cuadernos, carpetas, no creía que podría llevar mucho, pero lo iba a intentar. Entró a la alcoba de su padre,dirigiéndose a la caja fuerte, la abrió y extrajo todos los documentos que creyó importante, también encontró un cuaderno, lo hojeó y descubrió que se trataba de un diario, - ¿papá llevaba un diario? - dijo con asombro, mas apresurada, guardó el hallazgo en el bolso y prosiguió guardando las cosas de valor que había en la caja. Metió todo en el bolso, junto con el dinero efectivo que tenía aún en la casa y se apresuró a llegar a donde el policía se encontraba.

Sonrió al verle, - espero no haber demorado mucho, creo que no me olvido de nada, solo... - dijo mientras se acercaba mas al caballero, - no sé como podré comunicarme con mis empleados, no puedo desaparecer de la noche a la mañana, se preocuparían - dijo, realmente preocupada, ellos eran como su familia, no quería que sufrieran por su culpa.


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Mensaje por Johan Zalachenko Lun Oct 02, 2017 2:28 pm

Johan volvió a quedarse solo en la habitación. En circunstancias menos riesgosas, quizá él mismo se habría ofrecido a ayudarle a empacar para acelerar el proceso y poder marcharse cuanto antes, pero alguien debía vigilar la entrada o corrían el riesgo de ser nuevamente sorprendidos por un intruso. Así, en la ausencia de Nerine, para asegurarse de que todo estaba bajo control, dio un recorrido por la casa. Mientras inspeccionaba cada acceso a la propiedad, meditó un rato la situación y en verdad esperó no estarse equivocando. Lo que estaba a punto de hacer no lo había hecho jamás; no acostumbraba a alojar señoritas en su apartamento. Él no tenía nada que perder, ¿pero ella? Hasta su reputación estaría en riesgo. Aunque, si a cambio de eso lograba conservar la vida, suponía que la opinión de la gente era lo menos importante.

¿Tiene todo lo necesario? —Preguntó cuando Nerine al fin salió a su encuentro. Se encontraron en el pasillo, ella ya llevaba la maleta consigo. Johan se acercó para ayudarle a cargarla y le sorprendió que casi no pesara—. Quiero decir, todo lo importante —rectificó enseguida, pero no entró en detalles. Supuso que luego de lo ocurrido ella entendería que llevar cosas de valor, incluidos los documentos del negocio de su padre, era mucho más importante que cargar con vestidos y zapatos.

Cuando estaban a punto de macharse, Johan notó lágrimas en sus ojos. Eso lo puso un poco incómodo, no porque le molestara, sino porque nunca sabía qué decir en esas situaciones; era pésimo dando consuelo a la gente. La miró un momento en completo silencio y finalmente sólo atinó a calmar la intranquilidad que la muchacha hizo más evidente.

No se preocupe. Vendré mañana y pondré al tanto de la situación a sus empleados —hizo una pausa breve, intuía que lo que diría a continuación no sería tan agradable—, mas espero comprenda que no podrán saber dónde se encuentra. Usted deberá evitar contacto con cualquiera de ellos. Con cualquier, sin excepciones —enfatizó con mucha precisión—. Sé que seguramente no le será sencillo, pero debe hacerse así, Nerine. Es por precaución. Su vida está en riesgo, sé que usted también lo sabe, pero siga al pie de la letra mis indicaciones y le aseguro que estará a salvo. Resolveré esto.

Un nuevo silencio se produjo. A Johan le bastó verla asentir con debilidad para asumir que lo había entendido y que las cosas se llevarían a cabo de acuerdo a lo planeado.

Bien, es hora de irnos.

Se adelantó con la valija y salió de la casa. Un coche de alquiler los llevaría a su destino.



*TEMA FINALIZADO*


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