Si la inmortalidad es la respuesta ¿Cual es la pregunta?

por Pandora* Mar Sep 23, 2014 8:20 pm

Caminaba por las calles céntricas de la ciudad Luz, la noche apenas cubría el cielo y la brisa fresca hacía que todos los humanos impregnaran su aroma en mis sentidos; un recorrido por sus mentes, nada de maldad; citadinos que se preparan para bailes y galas… sin embargo dejan pasar desapercibido al hombre de capa carmín que se abre paso entre ellos.

De pronto un pensamiento viene a mi mente, un nombre conocido, otro, y después otro; ella, quien quiera que sea conoce a mi pupilo, y al tan mencionado Lestat; sin duda alguna es una bebedora, nocturna que conoce de la historia actual del vampirismo, pero de pronto el tercer nombre hace que mi temple dude; Louis Point Du Lac… “Digamos que los vampiros ordinarios no suelen conocerlo… solo aquellos que conocen al vampiro Lestat”, sin darme cuenta, seguía a una rubia con rasgos casi humanos, una recién conversa; “¿Se habría percatado de mi presencia?”.

En condiciones normales, daría media vuelta y la vigilaría con cautela, 1800 años me han enseñado lecciones duras, como la proximidad de la muerte en manos de los enviados de Santino; pero mi sentido común se mermó sin quererlo yo y de pronto estaba siguiéndola como un cachorro perdido…

Su melena rubia, desprolijamente recogida me inquietaba, de alguna forma, me recordaba a Pandora, mujer inteligente y con iniciativa… únicas en su género…

Entró en un hotel y el mozo le retiró la capa oscura que cubría una silueta casi perfecta, mientras ella seguía su camino supe que en realidad sabía que la seguía, aunque no poseía la certeza de que supiera de que era un bebedor, quizás, para ella solo era su cena… pero no me importó, poco a poco recorté la distancia con ella, hasta el punto de susurrarle sin que ningún mortal pudiese notarlo -¿Quién eres?- pregunté aún dudoso de exponer mi naturaleza a esta neófita que de algún modo me había hechizado…

por **Gabrielle De Lioncourt2** Jue Oct 02, 2014 12:41 pm

El ruido de la ciudad parisense la abrumaba. Sonidos diversos, el golpeteo de las herraduras de los caballos y de las ruedas de los carruajes sobre las calles adoquinadas, conversaciones entre conocidos, regateos de vendedores ambulantes, plegarias de algún necesitado, risas inocentes, carcajadas de borrachos, el chillido de las ratas en las cloacas y pasos extraños, penetraban impetuosamente sus oídos, fastidiándola como si el apeste de la ciudad no fuera suficiente. Por ello aborrecía tanto a la humanidad. Por ello solía alejarse hasta las zonas despobladas. Sin embargo odiaba aún más esa dependencia a la sangre, a esa ridícula e imperiosa necesidad de alimentarse cada noche que la obligaba a rodearse de parisenses si es que deseaba saciarse.

Esa noche cazó pronto. Abandonó el hotel deseando no demorarse, no pasar por la misma minuciosa elección de víctima, y volver a la habitación que la aguardaba con aromas distintos a los que en ese momento la abrumaban. Sabía que si se dirigía al bosque tras haberse alimentado, no pisaría de nuevo tierra francesa. En cambio, esperaba gozar de la compañía de su hijo, conversar con él, distraerse, escucharlo tocar el pianoforte si quería, pero quería estar con él. Si tenía suerte, aunque era casi imposible, encontrar a Louis ahí también, siendo atormentado por Lestat, a pesar de que éste ni siquiera se propusiera molestarlo. Deseaba estar con ese par de vampiros, cuyas riñas tendían a entretenerla.

Pensaba en ellos cuando percibió un ligero cambio en la esencia del aire. Se trataba de algo inhumano, una presencia antinatural como lo era la suya y la de Lestat, tan sutil, grácil y densa que a cualquier mortal habría asustado. Una criatura la seguía en su viaje regreso al hotel. No se detuvo ni se giró para encontrarse con quien fuera que la siguiera, sino que invadió mentes mortales, adueñándose de los pensamientos de los transeúntes a fin de encontrar cualquier anormalidad. Y lo vio. Era un hombre solamente. Una coincidencia tal vez, pero éste la seguía. Al ver lo obstinado que estaba en seguirla, optó por jugar con él.

Llegó al hotel y entró por la puerta principal como cualquier huésped. Permitió que el mozo tomara su abrigo, para después aventurarse por los pasillos del edificio. Finalmente se detuvo en seco en cuanto escuchó susurrarle. Era él. Ése era el vampiro que la seguía. No podía penetrar su mente, sin embargo sentía el rastro ajeno en la propia. “Un fantasma…” Pensó para él dándose media vuelta para encararlo. Lo reconoció tan pronto sus ojos se posaron en aquella figura iluminada por las pobres luces que alumbraban el pasillo. – Tifón. – Musitó para sí, recordando los relatos de Armand que jamás creyó verdaderos. – Gabrielle – Repuso tras un instante de haberlo contemplado, de repasar en su memoria y asegurarse de que ese hombre era el mismo que Lestat había conocido años atrás.

por Pandora* Dom Oct 19, 2014 10:31 pm

-¿Tifón?- Sonreí al escuchar ese nombre, “O querido Amadeo, aun cuando no estás en la habitación sabes cómo hacerte presente” –Yo no soy Tifón… dejaros me presente madmoiselle- dije haciendo una reverencia a la dama, que, con la luz del hotel hacía de sus facciones una obra de arte –Mi nombre es Marius…- irguiéndome cerca de ella –madmoiselle Gabrielle…- una pausa, el deseo de conocer su apellido carcomía mi sentido común, si es que alguna vez tuve algo así.

“Lioncourt…” era tan fácil entrar en la mente de un neófito, aunque ella era aguerrida y determinada, características elogiables, pero poco comunes en las mujeres… “Así que eres la madre biológica de Lestat… y eres progenie de él” di un paso atrás en silencio, saber lo que acababa de saber me mataba, nunca fui hostil con Lestat, de hecho poseo una estima que no logro entender del todo por él; pero los celos que despertó en mi al ser probado por la reina era algo que jamás podría olvidar, y la eternidad es mucho tiempo…

-Tengo que dar por sentado madmoiselle que usted conoce a mi pupilo Amadeo… o al vampiro Armand; dado que me ha nombrado antes como… Tifón- traté de romper aquella tensión que podía cortarse con un cuchillo -¿Por qué no me habla de él madmoiselle?-

Sentí un impulso por parte de ella, deseaba cuidar a alguien tal vez, pero esta vez no entraría en su mente; no violaría de nuevo su intimidad, su privacidad… -¿Espera a alguien madmoiselle? Quizás mi compañía mitigue ese nerviosismo que le apodera- sentencié más como una orden que como una invitación; ellos eran algo que tenía que conocer, sentir y degustar… sensorialmente por supuesto.

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