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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Var/Freyja Vadin Dom Sep 28, 2014 12:22 am

“Una vez que una mujer te da la espalda, olvídala:
te aman y de repente algo se da la vuelta.
Te pueden ver muriéndote en una cuneta,
atropellado por un coche y pasarán a tu lado escupiéndote.”
Charles Bukowski


Var Vadin.


Eran las dos de la mañana cuando su cuerpo le hizo levantarse por culpa del calor alarmante que estaba experimentado. Su figura se encontraba empapada en sudor, y no comprendía que estaba pasando. Se encontraban en otoño, el fresco era evidente, la temperatura era baja y ella no comprendía porque estaba así, tan excesivamente empapada en se liquido transparente. Había tenido pesadillas. Un hombre alto, cabello castaño oscuro, fornido, atractivo se había asomado en sus sueños. El muchacho no parecía muy grande, y de hecho resultaba curiosa su mirada llena de dolor. ¿Por qué tenía que pasar por aquel tipo de sueños? Siempre que los tenía algo llegaba a modificar su patrón de vida. A su lado, en la cama continua a la suya se encontraba su hermana mayor, y aunque se encontraba ella angustiada y con ganas de levantarla para contarle lo que había presenciado, prefirió dejarla dormir. Se veía tranquila, serena, en paz, el rostro de la grande de las Vadin incluso se notaba angelical, algo que desde su niñez no recuerda ver. Y es que desde la muerte de sus padres, su vida había cambiado. Ambas se habían condenado a vivir con la otra y no buscar más futuro que el necesario para la otra. La silla de ruedas que se encontraba en medio de las camas las había condenado. No podían formar algo más, ni tener otra vida que no fuera esa, la que tenían. Morirían juntas, y por eso Var sentía un gran pesar. Había condenado a su hermana.


Freyja Vadin


Los primeros rayos del sol se habían colado por la ventana de su cuarto. Abrió los ojos con pesadez. Era domingo por la mañana y ambas hermanas estaban libres de toda responsabilidad con la botica. Para la buena suerte de las dos, era un domingo fresco y podían hacer cualquier actividad que querían. Por lo regular, después de tener una semana llena de actividades, ambas chicas buscaban poder descansar, disfrutar de la tarde fresca, pasear juntas, o leer un libro mientras tomaban un delicioso té preparada por cualquiera de las dos. Aquella mañana se levantó inquieta, no había tenido la mejor noche y se sintió vigilada, aunque no quiso abrir los ojos para verificarlo. Por lo visto no se trataba de nada grave, dado que ambas seguían enteras y vivas. Giró su rostro y observó a su hermana menor con el cabello hecho un lío; la menor de las Vadin se encontraba profundamente dormida, y para no despertarla se levantó de su cama con tranquilidad, casi en silencio. Se dio una ducha y fue a preparar el desayuno. Las nuevas rampas y sistema de tubos emergentes en cada pasillo y pared de la casa les ayudaba a que Var pudiera llegar a cualquier lado de la casa sin ayuda, así que la mayor sólo se preocupaba de escuchar que todo estaba bien. Esperaría a su hermana en la planta baja leyendo un libro.

Hermanas Vadin.

Eres demasiado floja, Var, no puedo creer que el desayuno se haya enfriado y a penas te hayas despertado — El rostro endurecido de Freyja dejaba en claro su molestia, a la mayor no le gustaban los contratiempos, tampoco que alguien cambiara su rutina, era demasiado meticulosa, viviría no del momento, sino de lo planeado por ella en la cabeza; empujó con fuerza el plato y la taza de su hermana y la vio con una ceja levantada amenazando, dejando en claro que debía comer antes de que dijera ella otra cosa.

Lo siento, es que tuve pesadillas y pude dormir muy poco — Se excusó — Y antes de que me regañes por no despertarte, suficiente haces en la semana — Comentó con la boca medio llena, medio vacía. Tomó con rapidez lo que le había preparado su hermana para beber y luego le miró con seriedad — Sé que es nuestro día libre, pero deseo ir a la botica, necesito preparar unos menjurjes nuevos y sacarme de la cabeza eso con lo que soñé, recuerdo ver heridas extrañas, a un hombre, no lo conozco, nunca lo hemos visto — Señaló la jovencita y se apresuró.

Al poco tiempo ambas hermanas se encontraban abriendo el lugar, aunque no había clientes por el horario estrictamente establecido a Var le llamó la atención la figura de un joven. Se parecía al de sus sueños, pero su rostro no podía verlo.

¿Se encuentra usted bien? — Comentó intentando llamar la atención del chico. Freyja (la hermana mayor) por su parte ya se encontraba dentro de la botica moviendo los ingredientes que su hermana le habían listado.
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Mensaje por Ebert Von Lichtenau Miér Oct 01, 2014 9:16 pm

Nuestras huellas dactilares
no se borran de las vidas que tocamos.


En los días que siguieron comenzó a rememorar escenas de su vida, de como el vigor era parte primordial de sus actos y la duración de aquellas batallas se hacían existenciales en sus amaneceres hasta el mismo segundo donde la oscuridad tomaba parte primordial del cielo.  Lucha, era un luchador, la contienda estaba bajo su mando y mientras así fuera, sabía que la responsabilidad, sus vidas, estaban sobre sus hombres ¿Como atender sobre la vida ajena si no los conocía? Era fácil, eran sus compañeros, no los podía dejar, a pesar de no conocer sus nombres, caracteres o sus vidas, él actuaba, no reaccionaba de forma lógica. Era una maquina, siempre con la fatiga en el centro de su abdomen y el ajetreo diario de no saber con que se encontraría.

Raro fue el día dónde se despertó y no tenía actividades que hacer, huir de aquello fue el mayor sufrimiento que pudo pasar, pero aborrecía el hecho de tener que rendir cuentas a alguien más, el desprecio siempre fue mas grande que el placer. Desde infante que sus pensamientos eran cumplidos a pesar de no ser completamente coherentes, pero ya de grande, ya cuando se consideraba completamente adulto ¿Se podría cambiar? No estaba en sus planes tener una forma de vida diferente, no lo lograba, había sido criado de manera tan estricta que sus ideales estaban casi tatuados en su piel (Además de los que que poseía).
Salió a dar vueltas por las calles principales de la ciudad, pateaba piedras, miraba a su alrededor. Se detenía y continuaba. Presionaba sus labios cada vez que alguien se acercaba a él, no confiaba ni en los pequeños jovencitos que le pedían dinero o un trozo de pan, no había corazón para aquello, de hecho, no había corazón para nadie, para nada, su familia se había ido con su madre. Recordar aquello lo hizo trizas una vez más, se alejo de los cercanos hasta dar contra una pared, un callejón, se mantuvo ahí. Encendió un cigarro, lo llevó a sus labios he inhalo de este.

Giró sobre sus talones y dio contra el piso.

El golpe ajeno lo dejó acorralado entre cuatro sujetos, sólo a uno conocía; Y a pesar de que el dolor se hizo latente contra sus narices, una sonrisa socarrona se apoderó de sus labios, la fina linea de dientes superiores se dieron a detallar y limpiando la sangre que afloraba de sus narices la limpió con el dorso de su mano.
Peleó, no tuvo más, sólo logró deshacerse de dos en el instante donde el que conocía habló contra su rostro — Soy padre de aquellos que asesinaste... te haré mierda, una y otra vez, porque con tu muerte no me pagaré jamás — Masculló, tronando sus dedos, huyendo de ahí con sus cómplices a rastras.

En los minutos que siguieron sólo caminaba, no maldecía, no se hacía preguntas caminaba con su mente en blanco hasta desplomarse contra las murallas de una tienda; No logró estar segundos hasta oír la voz de una fémina hablarle, genial ¿Debía socializar ahora? Bufó, el respeto se le debía a una señorita, eso lo sabía — — Y a pesar de creer haber mentido a la perfección su voz se entrecorto y aquella tos tosca escapó dejando rastros de sangre sobre sus prendas — O eso creo... no se preocupe señorita, aléjese, estar cerca sólo le dará problemas — Murmuró, alzando la vista, dando contra los oscuros ojos que lo veían con curiosidad.
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Mensaje por Var/Freyja Vadin Miér Oct 08, 2014 9:35 pm

Var Vadin

No se necesitaba ser la chica más inteligente del mundo para saber que algo andaba mal. La figura temblaba frente a sus ojos, unos que gracias a Dios habían sido dotados de buena vista, porque ¿se imaginaban a una paralítica sin ver? Eso sería sin duda una gran desgracia. De esa forma la pequeña de las hermanas sacaba ventaja de todo lo que tuviera frente a ella. Estaba más que claro que era una observadora, una hábil, una completa, porque había percibido algo que muchos hubieran pasado de largo. ¿Por qué la gente mentía? Ella no lo comprendía. Una simple pregunta como estás, porque era simple ¿por qué no era respondida con la verdad? Sino estás bien, entonces no lo estás? ¿Por qué decir algo distinto? Ella mejor que nadie sabe que el dolor se quiere escapar de las entrañas para liberarse y poder seguir con ligereza y paz ¿de que servía esconder ese sentimiento que a nadie le interesaba más que a uno mismo? Frunció el ceño con evidencia, ella era sincera, siempre lo había sido.

Los problemas no los portan las personas, mi señor — Articuló moviendo la silla de ruedas con cuidado. Llevaba ya un tiempo considerable de estar en ella, tenía trucos para hacer que no sonara cuando avanzaba, y así había hecho hasta colocarse frente al humano mal herido. — Los problemas aparecen porque los ocasionamos, no es precisamente porque seamos un problema o los vayamos a compartir como si se trataran de enfermedades — Negó repetidas veces. En su tono de voz se notaba la preocupación que estaba experimentando en ese momento. Había visto muchos tipos de enfermedades, incluso accidentes trágicos que llegaron a tocarle el corazón, pero los que más le sorprendían eran esos que iban de la mano del mismo hombre, ¿por qué eran tan crueles si siempre buscaban ellos paz, amor y justicia? Existían muchas preguntas que Var tenía en la cabeza y que jamás eran respondidas.

Ya veo que si tiene problemas — Mencionó con tranquilidad y estiró su mano suave, fría y delicada para tomar la ajena, ella estaba buscando darle un poco de confianza, que pudiera abrirse con su persona y decirle que había pasado, aunque por el grado y la forma de las heridas lo podía adivinar — Yo no creo que usted vaya a darme problemas, así que venga conmigo, le curaré esas heridas a la brevedad y mi hermana le dará un poco de comer, aunque ignórela si primero resulta gruñona, suele tener un carácter muy complicado con los desconocidos — Le dio un apretón suave, lleno de cariño y buena voluntad tanto en sus palabras como en sus acciones. Var era una joven buena, demasiado, y por eso todos los enfermos que iban a ese lugar terminaban por dales protección, por lo buena que era.

Venga — Dio un tirón en la mano del hombre y luego le soltó, porque con una sola mano aún no podía darse el lujo de transportar su cuerpo y la silla de ruedas.

Empujó con fuerza la puerta de la botica antes de detener su cuerpo en la entrada. La puerta se abrió por completo dejando que pasará, giró la silla con maestría y luego volteó a ver al chico para invitarlo a pasar con una mirada, se volvió a girar para seguir su camino, estaba segura que el chico entendía de sus movimientos y que le estaría siguiendo. No se necesitaba muy listo para interpretar ese tipo de gestos. O al menos ella lo creía, aunque al nacer ella había sido bendecida por Dios para tener una gran inteligencia; sabiduría.

Siéntate ahí — Le señaló la pequeña bruja; en el fondo izquierdo de la botica, había una pequeña silla de color negro. Tenía respaldo y grandes descansa brazos. Era cómoda; a la gente enferma se le recomienda estar en lugares cómodos — Iré por lo necesario, no te atrevas a moverte, si no me haces caso, Freyja te dará una buena paliza — Si lo pensaba de mejor manera, su hermana podría ser imaginada como un monstruo cuando la describía. Uno feo y amargado. Lo mejor de todo es cuando los demás la veían y se daban cuenta que sólo era una chica sumida en un castigo, una venganza, una vida destruida y la tristeza. Aunque eso no lo veían del todo, sólo notaban a una hermosa mujer con mal carácter.

Var dio media vuelta y fue por todos los instrumentos, mientras escuchaba a su hermana tararear al fondo una canción alegre. Aquello le dio una buena espina, su hermana no tarareaba en años.

Freyja Vadin

A veces creo que eres demasiado extraña, hermana — Musitó la mayor de las brujas volviendo a la parte principal de la botica. Se congeló al ver a ese hombre completamente herido y arqueó una ceja viéndolo de forma inquisitiva — ¿Y tú que haces aquí? — Preguntó de mala gana acercándose para examinarlo.
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Mensaje por Ebert Von Lichtenau Mar Oct 21, 2014 11:36 pm

Doy por hecho que está ignorando cada una de mis palabras señorita... — Comentó.

Habían pasado años desde que se comunicaba con una mujer en plan de desconocidos, sus diálogos cotidianamente era con hombres de su porte, a veces brutos que solo buscaban una pelea a sangre fría o realezas que le daban enseñanzas mal valoradas por el humano ¿Conocer sobre las riquezas de las cuales no buscaba? Estaba fuera de sus intereses como persona vivir de migajas, (Aunque buenas) del hombre que se hacía pasar, o era su progenitor. Sus labios se fruncieron, el dolor se hizo latente cuando su diestra se alzó para estrechar la mujer y esta lo jalo sin previo consuelo de los daños claramente expuestos en su cuerpo.

Gruñó, y no es que fuera para asustarla o intentar alejarla de su lado, si no que su cuerpo ya no era consciente de lo que afloraba sin previo aviso debido a los daños que se le habían proporcionado gratuitamente; Sabía que en el algún momento su hechos serían pagados, solo que no esperaba que fueran de tal forma. Abusivos, así lo pensaba, y esperaba ya estar en buenas condiciones para buscarlos y terminar con lo que se había empezado sin su consentimiento previo.
No favorecía por completo los gestos de la mujer, pero chasqueo un par de veces su lengua antes de decidir seguir sus pasos, si así podría llamarse, tras las puertas de aquel lugar que nunca antes había visualizado en su vida.

No saltaba el hecho de las ruedas que portaba la castaña, pensó un par de veces en como sobreviviría una batalla en tales condiciones ¿Y que hacía? Su mente estaba tan cansada que divagaba en pensamientos tan banales, que olvidó a la brevedad cuando nuevamente un abrupto ahogo lo hizo temblar por completo, cada mínimo estreñimiento lo hacía gozador de fuertes puntadas en cada centímetro de su anatomía, cada mínimo detalle, gesto, articulación, era motivo para que la sangre brotara de alguna herida abierta entre sus pieles.
Frunció el ceño, se aferró de los bordes sobresalidos de la pared y a duras penas se levantó, cargó su espalda contra la superficie y se dio así mismo los ánimos de poder caminar, aún con dificultad tomo un par de minutos que lo logrará; Tomaba aire, daba un par de pasos y se detenía. Aferraba su mano contra el centro de su abdomen dónde una fina linea de sangre adornaba sus prendas hechas trizas y su labio ayudaba con la mancha enrojecida goteando del mismo un par de carmesís decoraciones.

Se veía así mismo en ruinas, en ruinas frente a un muchacha que no parecía siquiera alcanzar su edad; Miró a ambos lados, los caminos se veían desiertos, y no era necesario seguir el camino que la castaña le daba a los interiores del recinto. Pero... ya qué, la siguió.

Y la escuchaba hablar, aunque ya no relacionaba lo que salía de sus labios con lo que él quería responder para salir luego de allí, ya con entrar se sentía incomodo, pero recibir sus ordenes, sin recordar que lo ayudaba, lo hizo fruncir su ceño, endurecer sus facciones y tomar asiento sobre una de las sillas mas cercanas a su cuerpo.
Una vez más su espalda buscó resguardo para depositar todo su peso, suspiró con pesadez y cuando la anatomía de la mujer invalida se iba de la habitación, un comentario lo hizo pensar en algo más, una chica que nombraba como su hermana ¿Quien se suponía que era? Se veía solo con ella, hasta que la voz más madura de una muchacha lo hizo erguir su espalda (A pesar del dolor).

Detalló su cuerpo de arriba hacía abajo, sin recato.
El dolor lo hizo presa fácil de las lineas de sangre que nuevamente tomaban su color característico, he intentando hablar, sólo murmuro "Ella" señalando por una de las puertas cercanas dónde la joven se habían perdido entre las sombras de una habitación que desconocía.

Supongo que usted es Freyja y sé que no es un honor para usted conocerme... pero su hermana me ha pedido entrar — Sinceró, el haber mentido lo tenía allí, no lo volvería a hacer. Sus manos se aferraron con fuerzas de cada brazo de las sillas — Me iré, descuide — Hizo fuerzas, pero su cuerpo una vez más no lo acompañaba, se mandaba solo aquel día.
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Mensaje por Var/Freyja Vadin Jue Oct 30, 2014 11:03 am

Var Vadin

Observó con tranquilidad algunos de los frascos que tenía frente a ella. Algunos de los remedios que tenía enfrente ya estaban listos. A otros les faltaba cierto grado de fermentación y un par estaban recién hechos, así que debía ser cuidadosa con los que tomara. Var era profesional en su trabajo. Ponía esmero, pero sobre todo amor a cada una de las cosas que hacía. Sus clientes por esa razón - y varias más - se sentían muy contentos con ella. Pese al incidente con el caballo, y la muerte de sus padres, lo cierto es que la joven no había perdido su interior dulce, a diferencia de su hermana, claro está.

Soñar con el hombre tenía un significado. Ella estaba más que segura de eso. Además, encontrarlo en aquel estado tenía un porqué, debía de decir algo. Cuando ella soñaba con alguien podían ocurrir dos cosas: o algo muy malo, o algo demasiado bueno. Así había pasado con Battler, y ahora él y su hermano eran grandes amigos de su pequeña familia. Esa que se resumía a dos personas, su hermana mayor y ella. Mientras pensaba, colocaba los frascos de cristal que necesitaba sobre sus piernas inmóviles. Giró con profesionalismo la silla de ruedas y dio su tarea para volver a la sala donde el muchachito se encontraba.

Estaba a punto de volver a hablarle cuando notó a su hermana. Esa pose defensiva, pero esa mirada curiosa y preocupada la hizo enternecer, y antes de interferir, dejó que actuara. Si algo malo ocurría podría intervenir.

Freyja Vadín.

Recordó entonces la explicación que su hermana le había dado sobre el chico que había soñado, y aunque le molestaba verlo en aquella botica, lo cierto es que no dijo demasiado. Su mirada lo analizó lo más que pudo, incluso quiso adivinar la profundidad de cada herida con sólo analizarla a lo lejos, pero lo mejor para ella sería acercarse.

No sea ridículo, si se va de aquí en esas condiciones no va a pasar la noche, recuéstese o haré que mi hermana le ponga remedios que de verdad le dolerán — Sentenció mirándolo con severidad. Esta vez no se quedó parada, para nada. La joven se puso a andar y se aproximo al muchacho, en su camino tomó un par de toallas y las acercó. Una de ellas la colocó bajo la cabeza del varón para que estuviera más cómodo. La otra la ocupó para retirarle el sudor de la frente, y también para limpiar la sangre que brotaba de forma alarmante de sus heridas. Lo cierto es que ese liquido carmín en ocasiones era más el dramatismo que hacía que la gravedad de la situación. — No se que le haya pasado, pero encontrarse con mi hermana fue lo mejor que le pudo pasar — Articuló con tranquilidad mientras rompía con cuidado las pocas tiras de tela que le quedaban encima. Necesitaba retirarlas para darle una mejor curación.

¿Cómo se llama? — Nunca hacía esa clase de preguntas, para Freyja, el tener que saber cosas personales, era involucrar un poco de empeño más, e incluso cariño, y sólo lo tenía permitido para su hermana. Odiaba a la gente por lo que le había hecho a ella y a su familia, y no tenía intenciones de cambiar su pensamientos, sin embargo por vez primera, y de forma extraña había dado ese paso. Se sintió extraña y luego apartó sus manos que rozaban la piel magullada del caballero.

Se dio la vuelta y buscó una tina de metal, la llenó de agua, y con otros dos trapos pequeños se dedicó a limpiarle las heridas al hombre. Jamás tuvo de forma tan "desnuda" a alguien. Aquello la ponía nerviosa, y si se le sumaba que era hombre, y que resultaba atractivo, la joven bruja se sintió intimidada, extraña, y avergonzada, lo cual se regañó repetidas veces en su interior.

Si le duele, dígame, intentaré ser más delicada — Comentó con el tono de voz entrecortado. Var a lo lejos miraba a su hermana, la forma tan torpe en la que actuaba, se sintió bien, incluso esperanzada, y dejó que la joven siguiera interactuando, cuando lo creyera correcto interrumpiría el momento.
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Mensaje por Ebert Von Lichtenau Dom Nov 30, 2014 10:29 pm

Sus ojos se mantenían cerrados, contando el momento en que la muchacha se acercaba en su dirección, investigaba sus heridas y daba descanso a su cabeza con una almohada tras su cuello. Frunció sus labios, jamás antes había sido atendido por personas luego de una riña o pelea, sabía muy bien cuidar de si mismo, y bajo lo testarudo que llegaba a ser  entendía que quizás sus propios cuidados no eran los más efectivos, mantenía en su piel marcas de peleas, cicatrices que ya no se borrarían, que marcarían su anatomía ya de forma permanente; Aunque aquello no era lo que realmente le importaba, estaba hecho para eso, estaba listo para todo tipo de enfrentamiento sin importar las consecuencias, sin importar el resultado. A pesar de que en más de alguna ocasión quiso tapar ciertas marcas con imágenes de tintura, esos tatuajes con poco significado para ajenos, para terceros, quizás para ese par de mujeres que lo veían ensangrentado y mal herido, dónde quizás las heridas no se veían bien con tanta tintura que cubría sus partes más atacadas.

Pero era un luchador, su mente lo era y la actitud que llevaba a cuestas también lo era. Sospechar de sus propias actitudes no era parte de sí, por lo que al ver tanta sangre no se sorprendía, de seguro sólo serían daños superficiales, ya que lo que enserio le dolían eran aquellos golpes que magullaban su piel y dejaban de forma delicada sus músculos ara lograr recorrer las pasarelas de as calles; Una vez más sus ojos se cerraron. Mordió su lengua y tras la caricia de sus manos. Se alteró ¿Lo estaba tocando? ¿Acaso no eran tan sólo un par de medicamentos y afuera?

Abrió sus ojos, la detallo por completo, su cercanía era tal que olvidó por completo el hecho de que la sangre fresca expedía cierto olor, pues sólo logró detallar el perfume femenino que inhalaba con ahínco para luego suspirar en un gruñido; Limpiaba su piel, la sangre se detenía pero las carnes expuestas estaban tan sensibles al tacto que quiso reprimir todo tipo de dolor para no llamar la atención de cierta fémina; Y pensando bien en eso, alzó una de sus cejas y busco entre los rincones de lugar, recordaba a otro mujer allí, aquella que lo encontró y casi o obligo a entrar, con voz testaruda, con insistencia ¿Dónde estaba ella ahora?

Su vista se alzo de imprevisto, tanto que casi da choque directo contra el rostro femenino que le hablaba; Dulce porcelana, no lo podía negar, había visto pocas veces belleza como tal, era hermosa.

No sabía cuanto tiempo la quedó viendo, pero intento no parecer obvio al retroceder y dar nuevamente contra la almohada o no sabía qué que le había puesto tras su sien — Ebert, señorita... Ebert Von Lichtenau — Susurró deseando haber notado en su voz ese quebradizo detalle que lo delataba como débil. Sus manos se cerraron en puño, su entrecejo se frunció y negando con la cabeza daba respuesta a lo siguiente de sus comentarios, mientras el hablaba para cambiar el tema de sus notables heridas.

¿Dónde está la otra muchacha? — Preguntó.
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Mensaje por Var/Freyja Vadin Sáb Ene 03, 2015 1:56 pm

El pulso se le regularizó haciendo que su mano tuviera ya la precisión correcta en cada caricia que daba para limpiarlo, ella debía ser igual de profesional que siempre, no podía permitirse actuar como alguien torpe, porque si llegaba a presionar un lugar más de la cuenta, podría ejecutar un daño más severo, y aquello les acarrearía otro tipo de problemas. ¡Debía concentrarse! Se trataba de un desconocido, de alguien ajeno, no había razón para ponerse nerviosa. Además, a juzgar por su aspecto, no era nadie bueno; las personas con educación no generan ese tipo de peleas. O al menos eso era lo que ella creía, las situaciones así se salían de las manos. Años anteriores su familia había sido presa de los prejuicios de la sociedad con respecto a su naturaleza. Los habían condenado y los destruyeron por creerlos malignos, malos, malditos (entre otros sinónimos). Ella estaba haciendo lo mismo en ese momento. No debía comportarse así.

- ¿Dolió, señor Von Lichtenau? - Su tono de voz había sonado firme, pero también tenía una mezcla de preocupación y curiosidad. La muchacha conforme limpiaba la sangre, y ejercía un poquito más de presión para retirar el liquido que ya se había secado, ponía atención en la forma en que el liquido vital brotaba, de esa forma podría calcular la profundidad de la herida, o la gravedad de la misma. Hasta ese momento todo estaba bien. Los motetes parecían demasiado oscuros, pero no por eso no se curarían si se tomaban los remedios pertinentes. Cuando terminó de limpiar le miró por un momento, se dio cuenta que le estaba observando por el choque de miradas, sin embargo no dijo nada. Se limitó a seguir en pose profesional.

Ahora vas a tomar varias respiraciones profundas. Lo harás cuando yo te lo diga ¿Está bien? — Le miró fijamente, arqueó incluso una ceja hacía él. Sus manos se habían llenado de un liquido café, olía bien, de eso él no podía quejarse — A la cuenta de tres — Hizo una pausa — Uno… Dos… Tres — La chica intentó ver cuanto tiempo podía aguantar la respiración y aspirar. Cuando lo hizo un par de heridas sangró, aunque con ligereza, y el liquido que tenía en sus manos lo embarró en el abdomen del chico, todo por donde viera desperfectos. Después de eso colocó un liquido verde en los hematomas y luego se volvió a enjuagar sus manos.

Ahora debes de respirar normalmente, tengo que contar tus palpitaciones. Comienza ya — Comentó enseguida mientras se inclinaba y pegando la oreja izquierda al pecho del chico, comenzó a contar. Se dio cuenta que sus pulsaciones eran completamente normales, lo cual le generó alivio.

¿Cuando fue la última vez que comiste algo bien cocinado? No sólo eso, que fuera una cantidad prudente — Le analizó sin dejar de ver su cuerpo lastimado. Freyja estiró una silla para tomar asiento frente a él — No te podremos dejar ir hasta que de verdad sienta que estás fuera de peligro ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué te lastimaron tanto? — Preguntó con el ceño fruncido. Una cosa era pelear, pero lo que él había experimentado parecía incluso barbárico. Negó repetidas veces más para ella que para él.

Me llamo Freyja — Se presentó por fin regalándole una sonrisa tímida; algo extraño en ella.
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