AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La doma bravía -Libre-
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La doma bravía -Libre-
por Alejandra Montero Mar Sep 30, 2014 5:26 pm
―¿Está segura que estará bien sola mi señora?
―Lo estaré mi gallardo Emmanuel.
―La dejaremos entonces pero no podrá impedir que estemos muy de cerca, no me perdonaría que le pasara algo.
―No esperaría más de usted Emmanuel.
―Al menos permita que le hagamos compañía hasta el momento en el que la función de inicio.
―No, quiero ver a las personas que vayan ingresando, quizá encuentre a un conocido con el que comparta compañía―concluí y mis guardaespaldas me hicieron una reverencia y se retiraron.
Sola en la noche consulté el reloj, faltaba media hora para que se permitiera el acceso al teatro y diez más para que iniciara la función. Muy pronto los carruajes fueron llegando, el desfile de la alcurnia dio inicio y en ese momento decidí caminar a una banca elegante y me senté observando a las parejas congregarse muy cerca de la entrada. Más que desear encontrarme con alguien especial, tan sólo quería que iniciase la función; sabía que las mejores interpretaciones de Shakespeare se realizaban en Londres pero su intención era abrirse a otro mundo sea bueno o malo.
Haberles dicho a mis guardias de mi esperanza de conocer a alguien era una fachada, mi corazón pertenecía a alguien o al menos eso me decía. Sea como fuere, ahí estaba, con una amplia sonrisa. Mientras veía el desfile, algunos llegaban a saludarme otros, simplemente me ignoraban. Descubrí una ventaja en la que no había pensado, aquí era anónima, no me conocían, lo que me era complaciente, supe entonces que despachar a mis guardaespaldas había sido un movimiento inteligente. Esta noche sería como Dayanara, una joven sin compromiso ni apellido destacado.
―Lo estaré mi gallardo Emmanuel.
―La dejaremos entonces pero no podrá impedir que estemos muy de cerca, no me perdonaría que le pasara algo.
―No esperaría más de usted Emmanuel.
―Al menos permita que le hagamos compañía hasta el momento en el que la función de inicio.
―No, quiero ver a las personas que vayan ingresando, quizá encuentre a un conocido con el que comparta compañía―concluí y mis guardaespaldas me hicieron una reverencia y se retiraron.
Sola en la noche consulté el reloj, faltaba media hora para que se permitiera el acceso al teatro y diez más para que iniciara la función. Muy pronto los carruajes fueron llegando, el desfile de la alcurnia dio inicio y en ese momento decidí caminar a una banca elegante y me senté observando a las parejas congregarse muy cerca de la entrada. Más que desear encontrarme con alguien especial, tan sólo quería que iniciase la función; sabía que las mejores interpretaciones de Shakespeare se realizaban en Londres pero su intención era abrirse a otro mundo sea bueno o malo.
Haberles dicho a mis guardias de mi esperanza de conocer a alguien era una fachada, mi corazón pertenecía a alguien o al menos eso me decía. Sea como fuere, ahí estaba, con una amplia sonrisa. Mientras veía el desfile, algunos llegaban a saludarme otros, simplemente me ignoraban. Descubrí una ventaja en la que no había pensado, aquí era anónima, no me conocían, lo que me era complaciente, supe entonces que despachar a mis guardaespaldas había sido un movimiento inteligente. Esta noche sería como Dayanara, una joven sin compromiso ni apellido destacado.
Alejandra Montero- Realeza Española
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 07/07/2014
Edad : 34
Re: La doma bravía -Libre-
por Erzebet Rumyantseva Sáb Oct 11, 2014 11:49 pm
Se encontraba sumida en sus pensamientos. Las cosas no estaban yendo nada bien, ni siquiera había alcanzado a casarse, lo cual aquello la llenaba de desdicha. Aunque la creyeran un ogro todo tenía un propósito. Uno que garantizaba su estabilidad y seguridad tanto cómo el de su hermana. ¿Era tan difícil eso de entender? Era su subsistencia, eran las ganas de salir adelante, de no caer peldaños, los cuales eran suyos, elevados, gloriosos, los que se encontraban hasta arriba. No se daría la oportunidad de ser una hazme reír. ¡para nada! Y por eso se sacrificaba, y no le importaba que la vieran cómo la mala del cuento; la podrían ver como la peor si eso querían.
Después de la desafortunada y desagradable aparición de aquellos hermanos, de esa reunión que resultaba llevarla a humillarla. La chica había decidido que era momento de tomarse un descanso. Lo necesitaba, y dado que tenía los ahorros suficientes, y su casi marido le había dejado una fortuna especial, gracias a su secreto bien guardado. Lo que debía hacer era aprovecharlo. ¡De alguna manera encontraría tener más! Esa noche se puso uno de sus vestidos nuevos. Esos que el difunto le había regalo y que aún no utilizaba. Se arregló, se perfumó y pedió al cochero que la sacara de ahí. Ni siquiera esperó a que le pusieran pero alguno, utilizó lo que pudo para escabullirse sin que la notaran y sólo dejó una nota a su hermana para que estuviera enterada. Se peleaban si, pero se conocían demasiado, la quería a su manera.
Fue así que llegó a uno de sus lugares favoritos, uno que no visitaba hace demasiado tiempo: el teatro. Sus ojos se acostumbraron a los faroles y lamparas de parafina, disfrutó de todo lo que tenía presente y también de las pintorescas presencias al igual que los delicados y hermosos rostros. La ayudaron a bajar y pagó su entrada como debía hacerlo, no deseaba que la ayudaran así que dio un par de monedas al cochero y su custodio para que fueran a comer algo o tomar un par de cervezas, dejando la orden clara para ir un rato más tarde por ella.
Cuando entró no se dio cuenta, y chocó contra una figura tan delicada cómo la suya.
― Sepa disculpar mi torpeza, por favor ― Hizo una reverencia y alzó el rostro para notar a la jovencita que tenía enfrente, sus rasgos le dejaron el claro que no era de ahí, como ella.
Después de la desafortunada y desagradable aparición de aquellos hermanos, de esa reunión que resultaba llevarla a humillarla. La chica había decidido que era momento de tomarse un descanso. Lo necesitaba, y dado que tenía los ahorros suficientes, y su casi marido le había dejado una fortuna especial, gracias a su secreto bien guardado. Lo que debía hacer era aprovecharlo. ¡De alguna manera encontraría tener más! Esa noche se puso uno de sus vestidos nuevos. Esos que el difunto le había regalo y que aún no utilizaba. Se arregló, se perfumó y pedió al cochero que la sacara de ahí. Ni siquiera esperó a que le pusieran pero alguno, utilizó lo que pudo para escabullirse sin que la notaran y sólo dejó una nota a su hermana para que estuviera enterada. Se peleaban si, pero se conocían demasiado, la quería a su manera.
Fue así que llegó a uno de sus lugares favoritos, uno que no visitaba hace demasiado tiempo: el teatro. Sus ojos se acostumbraron a los faroles y lamparas de parafina, disfrutó de todo lo que tenía presente y también de las pintorescas presencias al igual que los delicados y hermosos rostros. La ayudaron a bajar y pagó su entrada como debía hacerlo, no deseaba que la ayudaran así que dio un par de monedas al cochero y su custodio para que fueran a comer algo o tomar un par de cervezas, dejando la orden clara para ir un rato más tarde por ella.
Cuando entró no se dio cuenta, y chocó contra una figura tan delicada cómo la suya.
― Sepa disculpar mi torpeza, por favor ― Hizo una reverencia y alzó el rostro para notar a la jovencita que tenía enfrente, sus rasgos le dejaron el claro que no era de ahí, como ella.
Erzebet Rumyantseva- Humano Clase Alta
- Mensajes : 8
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