Pumpin blood [Privado]

por **Noel Rorschach** Dom Oct 12, 2014 11:16 pm

Una escapada nocturna no le hacía mal a nadie, mucho menos a Noel que efectuaba dicho acto por segunda vez, todo a escondidas de su creador. Jacques quizás se había dado cuenta de la primera vez que había salido de casa, pero había terminado tan impactada que no deseo hacerlo de nuevo hasta varias semanas después. Había temido en un inicio toparse nuevamente con el vampiro que conociera en el teatro, aquel que había aparentado ser tan bueno y que debajo de todo era nada más que un ser malvado. Si bien a su regreso no supo que hacer exactamente para ocultar todo a Jacques, con el pasar de los días y las noches todo se volvió más fácil, hasta que había sufrido de nuevo de ese deseo de salir a las calles y más que eso, deseaba ver de nuevo a aquel inmortal que poseyera un corazón oscuro.

Noel espero de manera paciente a que su creador le informara que nuevamente necesitan salir y dejarla sola, sonrío cual chiquilla y prometio no salir del hogar, pero en cuanto paso algo de tiempo desde que Jacques hubiera salido al igual que la primera vez se escabullo hasta el exterior. Con una sonrisa en el rostro, la neófita puso sus pies en la calle fuera de la mansión Roman y se dispuso a andar con rumbo a donde antes se hubiera encontrado con el inmortal que prometio enseñarle todo un mundo nuevo. Era probable que después se arrepintiera de confiar nuevamente en aquel hombre, pero sus deseos por conocer todo aquello que su creador no estaba dispuesto a contarle le hicieron alejarse de su hogar.

Andaba aún por las calles donde estaban las residencias cuando el olor a sangre inundo sus sentidos. Si bien antes la idea de la sangre le hacía no poder dormir por las noches, eso fue algo que le abandono desde que fuera encontrada y convertida por Jacques; ahora la sangre era el elixir que la mantenía con vida y guiada por aquel delicioso aroma cambio de rumbo. Iba en dirección a donde estaban más residencias cuando a la distancia vio a una joven herida, por su aspecto decadente supuso que se trataba de una chica de clase baja, los motivos por los cuales se encontraba ahí estaban de sobra pues lo único en que se fijaba la neófita era en que deseaba beber de aquella sangre. Con pasos que parecían más bien una danza, Noel le dio alcance a la chica y con una enorme sonrisa se acerco mucho a ella.
– ¿Estas herida? – la joven le miro con temor, cubriendo su brazo que tenía un corte de donde brotaba la sangre – ¿Puedo ayudarte si gustas? – la chica negó de manera firme y la expresión de Noel se volvió más severa, estaba a punto de atacar cuando una presencia cercana le hizo detenerse y volver la mirada al sitio por el que antes había llegado ella.

En cuanto su vista se aparto de la presa, la chica salió corriendo y Noel hizo una mueca a quien le observaba desde lejos.
– Que grosero de tu parte interrumpir a alguien que solo hace lo que debe – el aroma le indicaba que el joven aquel pertenecía a los de su raza así que simplemente se limito a decir eso y a permitirle expresar algo. Ella no sabía que hacía ese vampiro ahí, ni cuales eran sus intenciones, pero esas saldrían a la luz pronto.

por **Ciel d'Arsène-Lärc** Lun Oct 20, 2014 4:14 pm

A veces me detengo en la orilla,
Donde las penas vierten sus flujos,
Y las aguas turbulentas suspiran y se quejan De secretos incontables.

Y así, como una alimaña que crece en el interior del pecho encajándose dolorosamente entre las costillas y arañando con sus garras cuando vilmente sacude las patas en arrogante castigo, el secreto de los sempiternos vivientes le desmembraba su interior como el yugo del látigo de un amo fantasmal que hace de señor de la oscuridad. La luna, cual ojo grácil imperioso y dominante en el cielo sombrío que le concierne únicamente al platino celestial, fiel testigo se convertía del hastío que una joven alma condenada expresaba cada noche en su solitario caminar noctívago.

Servir de vasallo del carnero era una metamorfosis de lo más abrupta y gentilmente desarrollaba con interesante énfasis la curiosidad y el nacer de la duda. Por un tiempo, el narcicismo y pedantería intelectual había reinado en las fauces turbias de su mente siniestramente brillante, pero estrepitosamente se había tropezado con una piedra de azufre negro en el camino para caer de bruces simbólicamente y darse cuenta que, pese a tener a su joven edad tantos conocimientos guardados en una ilustrada mente, existen mundos que se ignoran y de los cuales él todo lo desconocía. Vivir como un ángel terrenal no era lo más amenamente tentador del mundo, de hecho, era algo que le perturbaba y limitaba en exceso. Prácticamente, el día no ha de existir más la noche ha de acapararlo todo. Devoto del sol y los procesos de fermentación naturales que éste le otorgaba a la dermis de las criaturas a las que fenomenalmente les daba un excelente proceso de taxidermia, ha de ser lógico que el cambio de vida le frustrara más que alegrarle.
Como un vigilante nocturno para una secta ocultista, cada noche peregrinaba las calles parisenses adquiriendo conocimientos por su cuenta. Los humanos jamás dejaban de sorprenderle. Aberraciones incomprendidas y absurdas de la creación de Dios. Él ya no era un humano, felizmente. Y suponía que nunca lo fue, a decir verdad. El ser que era el centro de su afecto más retorcido, aquella tirana mujer que le trajo al mundo, siempre le había dicho que era un reptil. “Un endemoniado reptil” ¡Cuando le gustaban los reptiles, entonces! Criaturas de sangre fría magníficas por excelsitud. Sus criaturas favoritas, por cierto. Pero después de un tiempo, su querida madre acunó su existencia como la de un ángel. De aquí a la eternidad, siempre hubiese preferido ser una quimera entre un reptil y un humano. Por tanto, prefería la burlesca primera comparación que su madre hacía ofensivamente con una criatura que muchos consideraban horripilante antes que ser un cándido ángel. O bien, podía ser de los caídos.

Unos orbes de rubí asomaron en lo más lóbrego de un callejón. En esa dirección, un respiro pesado y agitado abrumaba las paredes empedradas de la edificación que formaban aquel callejón. Él reconoció aquellos ojos rojos, pero la respiración provenía de alguien a quien desconocía. Y como alma que es azotada por el castigo del diablo, una muchacha salió del oscuro callejón corriendo despavorida. Ciel se limitó a hacerse a un lado, vio correr a toda velocidad a aquella chica quien propagaba la fragancia del perfume carmesí; Sangre. A penas pudo verla bien, no podía determinar si era digna de un trabajo de taxidermia. Volvió entonces el rostro al callejón para observar los ojos rojos. La criatura dueña de las lunas sangrientas comenzó a acercarse, chasqueando la lengua en su paulatino avance.

–¿Cómo llegaste aquí?– El joven de oscura cabellera entrecerró los ojos cuando se expresó hacia aquel ser. Jamás existía un día –y ahora, únicamente noche– en que un chacal de satanás no le escoltara. Un halo de luz de luna iluminó a la criatura cuando por fin abandonaba la oscuridad. La noche dejaba a la vista una curiosa creación escamosa verde y de ojos rojos; una particular iguana. Ciel extendió los brazos y atrajo al reptil hacia él, manteniéndolo frente a su vista por unos momentos cuando le observó desaprobadoramente. –No deberías seguirme, Mercurio. Los humanos son impredecibles, temerosos por naturaleza. Podrían exorcizar tus demonios.– Desde niño, los únicos verdaderos amigos que tenía eran las lagartijas que habitaban en el jardín y aquella iguana de gran tamaño que le custodiaba fielmente. Algún día, se llevaría su alma. De eso estaba seguro. –Voy a buscarla.– Le confesó observándole a los ojos. Dejo que el lagarto avanzara por su brazo y descansara en sus hombros. Acto seguido, persiguió los pasos de la chica la cual había dejado un rastro de sangre hace tan sólo unos momentos.

Al entrar por la calle no encontró una sino dos presencias allí. La chica que escapaba, aquella que sufría por una herida sangrante, estaba allí junto a otra muchacha de lozana edad. Por fin, pudo apreciar mejor a la chica, parecía de clase baja y, por motivos obvios y al mismo tiempo desconocido, en su rostro se plasmaba el miedo. No era estéticamente desgraciada, pero no se acercaba a sus estándares personales para sus trabajos. Entonces observó a la otra joven, su cabello oscuro hacía resaltar el azul de sus ojos y su piel blanca como la nieve la hacían de porcelana pura ante los sentidos de los espectadores. Ella podría ser una eterna muñeca conservada hasta el fin de los tiempos, pero su aroma le indicaba que era igual a sí; un ángel en la tierra de Dios. Trabajar la taxidermia en un no humano no era otorgar ningún don.
Su irrupción en la macabra escena valió el escape de la muchacha moribunda y doliente. La otra joven le increpó responsabilizándole de la culpa por su frustrado objetivo nocturno. Generalmente, prefería ignorar a quien le dirigía la palabra cuando eran pertenecientes a su especie pero en este caso ocurrió el efecto contrario. Con toda la calma del mundo, el joven fue acercándose a la muchacha restando los pasos que le distaban.

–¿Grosero?– Repitió cuando quedó en frente de ella. Ladeó el rostro cuando alzaba una ceja. – ¿Y qué es hacer lo que se debe?– Clavó la mirada en los ojos ajenos, dejando que algunos segundos eclipsaran el silencio. No conocía a todos los habitantes de París, eso sería imposible, pero era primera vez que veía su rostro. –Ah… Porque se te ha escapado. Eres despistada, evidentemente.– Dirigió la mirada hacia la vía de escape de la que por un instante fue la presa de la chica. –Tal vez, sí fue mi culpa. Quien sabe. – Alzó los hombros, permitiendo que otros bizarros momentos de silencio desfilaran entre ellos. –…Quien sabe. – Volvió a repetir. Reflexivo. –Pero… La noche es larga…– Regresó la mirada al rostro de la muchacha. –Si gustas, permíteme acompañarte a ¨Hacer lo que se debe¨–

por **Noel Rorschach** Mar Nov 18, 2014 11:37 am

El aroma a sangre humana se iba desvaneciendo con cada paso que la humana daba más lejos de donde los inmortales se encontraban. No hubiera sido algo complicado alcanzarla y terminar con lo que iniciaba pero tampoco creía que fuera lo más apropiado en esos momentos así que simplemente se cruzo de brazos, reclamando a aquel inmortal que le llevo a perder su presa nocturna.

– Sí, ha sido grosero de tu parte aparecer justo cuando estaba por degustar la sangre de esa chica – La molestia de antes disminuyo un poco y una sonrisa juguetona asomo a sus labios, dejando a la vista del vampiro sus colmillos – Hacer lo que se debe es alimentarme, además de que creo que la oliste. Ella esta herida, quizás no viva mucho más tiempo por la manera en la que luce y le hubiese hecho un enorme favor al terminar su sufrimiento ¿no lo crees así? – ladeo el rostro y frunció el ceño – Digamos entonces mejor que ha sido culpa de ambos; de usted por interrumpir y mía por ser tan descuidada – planeaba que con esas palabras en las que admitía parte de la culpa, fueran suficientes como para dejar a ese inmortal de cabellos oscuros en la soledad del callejón y poder entonces ella partir en busca de alguna otra presa. Las prohibiciones para Noel eran bastantes y entre ellas estaba el tiempo. Pese a que su inmortalidad le daba todo el tiempo del mundo, Jacques no era de esa manera y requería regresar a casa antes de que él se diese cuenta de las travesuras nocturnas de su pequeña creación.

La idea de abandonarlo se volvió historia pasada cuando el inmortal le ofreció su compañía. No todas las noches se podía contar con la compañía de alguien de su raza y ya en algunas ocasiones le fue otorgada esa clase de privilegios por lo que no planeaba dejarlo pasar.
– ¿Me ayudarías entonces a encontrar a la chica que ha escapado? Quiero hacer la buena obra de la noche y será divertido darle caza – ríe – Por cierto, mi nombre es Noel y si seremos compañeros por esta noche me gustaría conocer quien será el que acompañe mis andares – sus ojos fueron a quedarse sobre el hombro del inmortal y la pequeña criatura que descansaba ahí – ¿Tu mascota? Interesante elección – soltó sin más antes de avanzar por el lugar donde antes desapareciera el rastro de la pobre joven herida. El vestido de Noel parecía danzar con cada paso que daba, caminaba de manera alegre como si aquello que estaba haciendo fuera un mero juego de niños en donde nada malo iba a suceder.

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