|| Un destino. Dos inmortales. Tres mil años|| Privado

por **Achilles** Mar Oct 14, 2014 12:35 am

El camino lento de una silueta amorfa entre las sombras se va abriendo paso entre las cortinas de polvo que son arrastradas por el eólico pasar de la temperatura templada en las noches de París. La luz de la luna que hace jugueteo entre halos y sombras hacen entrever al protagonista de una toma que se asoma por encima de la ciudad de la luz.

Completamente calmado es el paso de este hidalgo, quien pareciese abrirse paso sin problema entre las gente que viene y va sin rumbo aquello, a diferencia de él quien no sabe que va directo hacia un reencuentro que no espera, ni esperará.

-Es tarde, Fleur debe estar durmiendo…- Susurra con calma un hombre alto de vestimenta negra. Compuesto de pantalones y saco azabache, una camisa albina y una corbata de matiz carbón; sus ojos que portan el color gris como predominante y sus cabellos cortos bien peinados hacen de su físico una verdadera obra de arte, algo que parece no humano… Y en efecto, no lo es.

Las razones que lo llevan hacia su carrera lenta son meramente desconocidas pero posiblemente urgentes. Su iris visualiza el palacio royal, ese recinto imponente tan majestuoso que poco a poco va recibiendo a varios miembros de la sociedad en la alta alcurnia. Por su parte, simplemente decide permanecer entre las sombras como un susurro.

-Aquí es… ¿De dónde habrá venido esta carta? ¿Será algo acerca de… mi pasado?-

Y conforme pasan los segundos ya se puede observar al adonis caminar con toda confianza y elegancia por los escalones cubiertos de alfombras rojas. Su posición social es aceptable para la velada y sin embargo él prefiere el anonimato.

-Son las once en punto… Caminar hasta el centro del salón principal y entonces… sabré quien me ha llamado-

Susurra para él mismo, ignorando a todos los invitados. Pasando de largo, fijando su meta en aquel salón principal y entonces una vez que logra alcanzar el centro de este expande sus sentidos y abre bien los ojos, buscando el autor de la extraña carta que dos noches antes había llegado a su residencia y que le pedía exclusivamente ir solo, aparentemente… Para responder sus preguntas.

por **Lissandra Heinstein** Mar Oct 21, 2014 9:57 pm

"Los enemigos como el odio y el apego
carecen de piernas, brazos y demás miembros, y no tienen coraje ni habilidad
¿Cómo, entonces, han conseguido convertirnos en sus esclavos?".

Cuando los ojos de Lissandra Heinstein se clavaron en la anatomía de su creador, una sensación invadió de pies a cabeza su ser cuan paso de una estrella fugaz o similar sobre el cielo. Un cielo oscuro, claramente.

Sintió que su inerte corazón ardía fervientemente en llamas como si estuviese viva nuevamente. Quiso a su vez, bajo tal evocación eufórica que todas y cada una de las personas a su alrededor muriesen para ese preciso instante. Ese indescriptible momento que dejaba atrás más de cien años de búsqueda, frustraciones y zozobras. Ese mínimo ápice temporal donde la Tzimisce, incrédula, no podía cerrar en su nublada mente la idea de que Vittorio –su Vittorio- se encontrase en el mismo recinto que ella sin siquiera percibir el aroma de la sangre –su sangre- corriendo por sus inertes venas.

No iba a llorar, simplemente porque sería demasiado vergonzoso. Ella era ahora la Presidente del Banque du France. Era una dama respetada en la sociedad. También era una vampiresa temida por sus pares. Y en el fondo de su codiciosa alma, Lissandra no quería –ni podía- darse el gusto de perder todo eso en un instante, ni siquiera por quien le había creado.

Deneb –como él le había apodado- adoraba a Vittorio. Incondicionalmente. Y no dudaría en sacrificar su vida si eso asegurase salvar a cambio la de él. Pero jamás se humillaría por nadie. Su ideología y por sobre todo su clan nunca se lo perdonarían. Y al final de cuentas ese era un gigantesco peso, de esos pocos que uno podía llevarse a terrenos más allá de la misma muerte. Y si, esa era una de las maldiciones de ser un Tzimisce.

Vestía elegante, entremezclando la sensualidad con ese misticismo que hacía a la pelirroja tan respetada como odiada. Y es que para ella no había términos medios. Blanco o negro, Vivir o morir. Pero nada a medios términos. No de nuevo. No como Vittorio le había hecho sobrevivir -o mejor dicho malvivir- durante más de un siglo.

Tras saludar a los miembros conocidos de la alcurnia local, sostuvo en su diestra una copa de cristal que jamás llevaría a sus labios pero que servía como un mero adorno, una distracción para aparentar ser lo que no era en esas instancias; una maldita humana más.

Firme se localizó clavando sus azulados y vacíos ojos en el centro de la sala principal del magnífico Palacio Royal, cumbre de onerosas reuniones y banalidades a montones. Corral de aquellos que solo eran ovejas sin rumbo cierto para ella.
Le vio. Mordió su lengua para no gritar su nombre. Nublo su mente para no rogarle llamado con sus pensamientos.
Lissandra se sumergió en una marea que entreveraba angustia y rabia. Anhelo y decepción. Pero no hizo nada. Se negó a ello. Tan solo le miro, esperando que él diese el primer paso.

Le continúo mirando sin disimulos. Con el cabello rojo cual llamas, los ojos azules cuan vacío y el corazón… El corazón latiendo imaginariamente como si estuviese viva de nuevo.

por **Achilles** Miér Oct 22, 2014 12:46 pm

Entonces pasó. Achilles de alguna forma extraña, algo sobrenatural y más allá que su propia naturaleza le envolvió como una descarga eléctrica que le golpea con la realidad; sus ojos se cierran pues empieza a sentirse de una manera impactante, casi paralizado y eso no le agradaba -¿Qué es esta sensación? ¿Qué… qué es esto?- abrió sus pupilas de golpe y alzó las palmas de sus manos para verlas, como si estuviese extrañado por todo lo que estaba pasando y eso era tan raro en él como el hecho de imaginar que la Tierra era plana.

Por su espina dorsal sintió un escalofrío, todo sus sistema nervioso se empezó a colapsar puesto que no podía sentir nada. Su cuerpo volvió a erguirse, no quiso soltar la elegancia y prefirió luchar contra él mismo para mantener el impecable porte que proyectaba desde el primer paso que dio en el lugar.

En sus alrededores pudo visualizar a los presentes, ni siquiera antes se había molestado por analizar a dónde había asistido y casi instantáneamente se percató de la presencia de grandes personajes en la escala social de Francia; no le importó.

Sus ojos grises viajaban a gran velocidad, tratando de identificar el motivo por el cual se sentía de esa forma y es que los milenios de sabiduría científica que lleva encima no pueden explicarle el factor que predomina en el comportamiento estúpido como si fuese un mortal. ¿Qué demonios estaba pasando?

-Tú-

Susurró una vez que sus pupilas se dilataron. Su boca se entreabrió y la sorpresa le invadió sin ningún motivo, ¿por qué? Ella era la anfitriona y nunca la había visto en toda su inmortalidad, ¿o acaso si?

Piel blanca, cabello rojo y una mirada que le destrozaba la nula alma que le quedaba al sabio. Esa manera en la que le hace sentirse por tan solo una mirada que se había clavado en él segundos atrás y actualmente sigue haciendo estragos en todo su comportamiento. No la conoció en ese momento y ni siquiera tuvo antes la intención de hacerlo, pero quiere saber el motivo por el cual ella estaba ahí parada viéndolo con tanta intensidad y también…

¿Por qué no podía dar un paso al frente e ir hasta donde ella?

por **Lissandra Heinstein** Dom Nov 02, 2014 5:23 pm

Algo sucedía. Lo sabía, pues su Sire jamás actuaria así frente a ella. Siendo incluso un Tzimisce, Vittorio jamás demostraba indiferencia a ninguna mirada, a ninguna conversación. Para él todo merecía una mínima atención ¿Entonces por qué tal acto no se manifestaba ni más ni menos que para con su propia creación?

La mente de Lissandra esta tan inquieta por momentos que centenares de posibilidades surcaban por su cabeza sin cesar, tal y como había pasado a lo largo de toda la búsqueda que la misma había llevado para encontrar a su adorado vampiro. Podía ser que le estuviesen controlando. Una amenaza de aniquilación. El rapto de algunos de los pocos Tzimisce que aún permanecían existentes ¡Debía existir una explicación mayor que justificase aquella maldita actitud!

Caminó rumbo hacia él, a la par que su piel blanquecina se erizaba de emoción, de placer y hasta de rabia también. El bullicio aristocrático pasó a un segundo plano. El público también. La música, las luces y el refinamiento del Palacio Royal no eran nada, pues Vittorio lo era todo ahora.
- ¿Os preguntáis por qué tan asentada mirada a vuestra persona? Sólo os podría dar respuesta a ello si vosotros explicáis que está sucediendo… - confirió inquisidoramente, como esperando una respuesta, pues más vale que hubiese una.

Lissandra no tardó en regalarle la más sincera reverencia al caballero frente a sus ojos. Ese que seguía irradiando el mismo sentimiento de perfección de la misma forma que la primera vez que le vio, bajo el oscuro e impregnado de estrellas cielo de Roma.

por **Achilles** Miér Nov 05, 2014 8:36 am

Los ojos grises de Achilles siguieron la fisionomía de la pelirroja al cabo que se iba acercando a él. Su cuerpo se tensó y proyectó una infinita descarga eléctrica que le quiso hacer reaccionar, no sabía si para besarla o para destrozarle sus vertebras –¿Quién eres tú? ¿y por qué hablas como si me conocieras?- la desconfianza permaneció en los vocablos del sabio quien al entrecerrar sus ojos se dedicó a analizar la figura de esa extraña mujer.

Por su mente trató de viajar hasta buscar en cada recuerdo que poseía y la verdad es que hasta ese momento nunca había hecho algo así, viajar hacia su pasado en busca de un rostro. Su esófago se contrajo, sus manos se empuñaron y la frustración llegó a él cuando no pudo encontrar un recuerdo fijo de los últimos 500 años. Podía recordar su hogar, Egipto. También las lecciones aprendidas con cada sabio, las matemáticas, la astronomía… Pero había una laguna que no lo dejaba en paz.

-Sé que fuiste tú quien me citó aquí, ahora demando saber el motivo- frunció su ceño y clavó sus orbes en la mujer. La desconfianza prevaleció pero había algo en sus adentros que le estremecían por ver que es lo que estaba pasando; en sus adentros se dedicó a ocultar cada uno de sus pensamientos y sentimientos en orden de proteger a la humana que amaba, no sabía quién era esa mujer.

Pero dos cosas estaban seguras: Ella sabe algo de él que su misma persona ignora y definitivamente ella es un miembro de su raza inhumana, de esos condenados depredadores que son maestros de la caza y sobre todo del engaño.

por **Lissandra Heinstein** Miér Nov 05, 2014 10:40 am

Lo imposible sucedía también, no cabía dudas sobre ello en la mente de Lissandra. Pero la pelirroja admitiría sin dudarlo dos veces –por lo menos para sí misma- que aquella regla podía tener una excepción. Y para ella tal singularidad podía darse con un ser en concreto: Vittorio.

Achilles, como hacía llamarse ahora entre las sociedades ostentosas pareciese haberse tornado un ser vuelnrable y no por falta de poder precisamente, pues Lissandra podía percibir a su lado toda la inmensidad Tzimisce que aquella perfecta anatomía irradiaba tan solo con estar de pie en torno a toda aquella marea de mortales inservibles. Pero su mente, eso era lo que proyectaba la sensación de candidez. Algo había sucedido en la psiquis de su Sire y al parecer en ni siquiera lo sabía. Pero ella sí, o mejor dicho, le convencería de saber lo que ocurría.
- ¿Cómo no concebís que la sangre que transita por nuestras venas sea la misma? – los orbes penetrantes de la vampiresa se mantenían fijos en los de su creador, más esa idea comenzaba a extinguirse dados los nuevos planes que la romana –austriaca para la sociedad- tenia para con el inmortal al que había citado semanas antes, a través de una misiva que aquella noche solamente esclarecía lo que había sido el misterioso paradero de uno de los líderes del respetado clan de los Tzimisce.

- Si no os conociera desde hace centenares de años, creedme que no permitiría pasar tal falta de respeto – punzó con el mentón enaltecido. La líder de la conversación y próximamente de mucho más había pasado a ser ella. No obstante, esa sangre que la pelirroja mencionó, era la misma que le obligaba a velar por el bienestar de su Sire y por ende, alejarlo de cualquier amenaza sería lo primordial. No faltarían oídos que pudiesen captar algo de aquella extrañeza en el antiguo inmortal para jugarle una mala pasada, o simplemente, para darle fin a su extensa existencia.
- Os ruego incluso cuando no haya necesidad de ello, que me acompañéis a los balcones de este hermoso espacio. Allí podré aclarar vuestras dudas de manera más cómoda para ambos – sonrió levemente intentando inyectar calma en la situación, incluso cuando por su interior centenares de pensamientos no le dejaban tomar una decisión certera al respecto de todo lo que había notado hasta ese instante. Lissandra ni siquiera se había podido dar el espacio para desmembrar los sentimientos que la aparición de su creador generó.

Caos, conveniencia y sentimientos a dilucidar. Lissandra debía poder con eso y mucho más, pues el mismo Achilles así lo querría.

por **Achilles** Miér Nov 05, 2014 12:14 pm

Las palabras hicieron estragos en los adentros del vampiro una vez que le reveló el supuesto secreto que consistía en compartir la misma sangre, eso es algo estúpido e improbable… ¿Pero por qué demonios le cree? –No sé qué es lo que te hace pensar que puedes tratarme como si fuese un humano; tu respeto me es indiferente pero atreverte a adjudicarte algo que es imposible en verdad me parece patético- su quijada se contrajo, sus ojos se dilataron un tanto y sus manos empuñaron hasta titubear un poco, mostrando la clase de enfado que le invadía más que supo controlar en solo segundos.

-¿Qué es lo que deseas?- exclamó con fuerza y claridad, imponiendo su presencia ante la elegancia que le preside y como esa fisionomía altiva pese a querer mantener un perfil bajo al inicio de la velada, ahora se mostró con más autoridad, como si una naturaleza interna empezara a despertar en el egipcio –Subiré ahí, te seguiré… Pero si no cumples con tus palabras entonces no me podré permitir que sepas mi nombre o donde ubicarme… Tomaré tu cabeza y te asesinaré- sentencia como final, frunciendo su ceño y clavando sus ojos fuertemente en la mujer.

Con esto, empezó a caminar detrás de ella de manera disimulada. Su mentón alzado y su porte tan formidable como solo él sabía llevarlo; pasando de largo simples mortales que parecían ser solo adornos en el marco escénico para Achilles y planteándose como prioridad leer, analizar y descifrar cada movimiento que la mujer haga para así reducir las probabilidades de sorpresas. Si bien el de ojos grises no era una persona conflictiva o impulsiva, esta vez sentía que debía obedecer a su instinto y llegar al fondo sobre todas esas lagunas mentales.

Aun cuando deba confiar en una extraña.

por **Lissandra Heinstein** Miér Nov 05, 2014 1:05 pm

No era necesario que ella tuviese sus ojos sobre él para denotar que Achilles no sabía con certeza lo que estaba sucediendo realmente. Miles de años impregnados en experiencias y sabiduría, mismas que en un tiempo supo recolectar con la propia Lissandra ahora apenas le servían para mantenerse sereno, o por lo menos aparentar estarlo frente a todo aquel rebaño que se esparcía a lo largo y ancho del salón principal de Palacio Royal.

Pero ya era hora de dejar los protocolos y actuaciones atrás. La realidad tenía necesidad de aflorar sin restricciones.

Vittorio -como en su mente siempre le recordaría- se caracterizaba entre tantas cosas que le hacían un ser único por su templanza extrema, incluso para ser un Tzimisce.
Y sí, cuando a la mayoría del clan que éste mismo lideraba era reconocido por su aura maliciosa y despiadada, proyectada en sus accionares e ideologías, Vitorrio llevaba en sí una crueldad que solamente alguien con tanto conocimiento del mundo podría abarcar; una oscuridad que bajo el disfraz de la educación tendía a ser inclusive más letal e inolvidable que cualquier estrago violento y pasajero. Toda una verdad; cuando Vittorio deseaba expulsar maldad, su víctima jamás volvería a pensar en otra cosa.
Quizás por ello las amenazas impartidas por él en ese instante, previo a la llegada de uno de los tantos miradores exterior del gran salón sonaban fuera de lugar, mas como pistas de que algo estaba fuera de sus casillas a como una advertencia en sí.
Volteó, con el cielo oscuro sobre su cabeza y los ojos grises del antiguo vampiro frente a su persona – Vittorio, Achilles… Debería escoger con cual de esos nombres llamaros.. – se le acercó sin temor alguno, pues para ese entonces Lissandra sabía que era lo conveniente proyectar para con su Sire, incluso cuando éste mismo pareciese no saber quién era en verdad - … Pero lo importante ahora sería el concebir como os atrevéis a amenazar de muerte a una hermana, una sierva Tzismice al igual que vosotros – frunció los labios proyectando cuánto le había dolido aquella ofensa inescrupulosa. Si algo tenía el clan del que ambos eran piezas únicas, era de la lealtad y el respeto de unos para con otros.
Apoyó su blanquecina y pequeña mano sobre la solapa del traje que el matusalén vestía y le quedó mirando por unos instantes. Los ojos azules y misteriosos de Lissandra poco a poco comenzaban a entrever esa falta de esencia en los grises ocelos de su creador. Vittorio no estaba del todo despierto, algo le retenía de saber, de expresar y de manifestarse tal y como él era en verdad.

Ella descubriría qué o quién le tenía bajo ese hechizo. No sin antes tomar ventaja de la situación. Porque antes de ser Tzimisce, vampiresa e hija del famoso Achilles, fue Diana, una mujer independiente en busca de la grandeza.

por **Achilles** Miér Nov 05, 2014 1:28 pm

La anatomía del vampiro tuvo una reacción inminente una vez que la dama le tocó en la solapa, retirándose de inmediato -¿Vittorio?... ¿De qué hablas?- frunció el ceño cuando no pudo evitar recordar que Achilles había sido el bautizo que su vieja amiga le había dado, por lo que no pudo evitar preguntarse si en realidad ese era su verdadero nombre –No podemos ser hermanos, te reconocería..- sus palabras volvieron a pausar para idealizar la mínima posibilidad de que ella tuviera razón. Con esto, la hostilidad quizás pudo disminuirse.

-Mi nombres es Achilles pero tú me llamas Vittorio. ¿Por qué?- sus ojos grises se postraron en los ajenos una vez que la calma había vuelto a él. Su mirada se mantuvo fuerte contra la de la dama y de pronto se encontraban ya en la terraza con una mayor privacidad –Ordena que todos se vayan de aquí y vuelvan dentro, debemos hablar- dijo con un aire diferente a lo que su esencia aparentemente consistía. Su mirada cambió, su expresión también y la calma aparentemente predominó, como si despertara en vez de guardar algo.

La noche de pronto se había cubierto de distintas nubes que se interponían entre la Luna y la Tierra; varias sombras aparecieron creando un matiz tétrico que alzó algunas cortinas de polvo pues la temperatura bajaba debido al efecto eólico. Todo se cernió ante el protagonismo del varón quien con todo porte dio un paso al frente, quedando en el punto más remoto de la sociedad y más apegado al borde de la terraza, teniendo a sus espaldas la magnificencia de un clima desolado y sobre su yelmo un halo de luz platinada que apuntaba a él como si fuese el amo y señor de la noche… Como si le diera la bienvenida.

por **Lissandra Heinstein** Jue Dic 04, 2014 11:51 am

Un leve alzamiento de su diestra bastó para que los siervos de la anfitriona del evento entendieran la orden de despejar completamente la terraza del recinto. Amablemente los invitados fueron conducidos a continuar con las degustaciones de bebidas, las charlas amenas y la envolvente música de fondo. Por otro lado, Lissandra ya se encontraba a solas frente a su creador, aquel que despojaba de igual manera seguridad y vulnerabilidad al mismo instante.

- Vittorio… así solíais llamaros cuando le vi por primera vez, en una noche igual de oscura a la de hoy en Roma, hace algo más de mil años… - informó la pelirroja, dándole tan poca importancia al transcurso del tiempo que los labios de ésta misma habían pronunciado. Pues la inmortalidad daba ese privilegio del hablar sobre los años, siglos y milenios tal como cualquier humano habla de horas, minutos o segundos.
Caminó una vez más para acercársele, para que él sintiese que entre ambos había una conexión que iba mucho más allá de las palabras que ella promovía con seriedad y convicción. Achilles debía –si, como obligación- percibir que su ser y el de Lissandra estaban enlazados hasta el fin de los tiempos. O hasta que alguien o algo acabase con alguno de ellos. Algo poco probable en realidad.

- Tenéis en vuestras manos la opción de que os lleve al camino de vuestra realidad, o bien podéis continuar andando sin saber quién en verdad sois como hasta ahora – el ofrecimiento se daba en el preciso instante que los cabellos rojos de la vampiresa se mecían peculiarmente con el viento, imitando sobre su cabeza una llamarada vivaz, deseosa de quemar todo lo que tocase. Y es que así de destructiva podía ser la Heinstein si se lo proponía sin mucho esfuerzo.
- Pero no olvidéis que todo deseo tiene su respectiva consecuencia – y la advertencia se hizo tal y como la luz plateada en la escena en torno a aquellas dos almas unidas.

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