AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
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La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
Ella caminaba sola ,donde nadie le negara un beso ni le tramitara un abrazo. Donde los árboles de su vera permanentemente vistieran de primavera.
El único lugar más cercano a la civilización por el que transitaba, sin importar que las piedras le mordieran la piel de sus piel, era el cementerio nocturno. Nadie transitaba por ahí, excepto su amada soledad. No… la muerte era más que soledad; era abandono. Abandono de la vida que no volvería, y por eso era tan belle. Apsaras alzaba cánticos con su garganta, añorando verla a la cara. ¿Y si los ojos de la desolación eran de pintura? ¡que viniera Santa Sara y la convirtiera en lienzo! para llevarla tatuados ahí, siempre bailando sobre su piel.
Detuvo su descoordinado caminar en la tumba de un bebé. Desde hacía años que sentía atracción por esos lugares en particular del patio de los callados. Quizás era porque en algún momento parió una bebé, pero no pensaba en ella; ni siquiera la recordaba. Es que los lazos ajenos poco importaban. Nadie lo entendería. Para ella haber parido tenía el mismo significado que encontrar un roedor muerto en la calle para una persona normal. Se vio, pasó, y punto final. Así y todo, depositó un amuleto para ahuyentar el mal sobre la lápida. Gracias, alma del difunto infante, por no anular toda posibilidad de importunar a la gitana esquizoide.
—¿Escuchas el silencio, ánima? —preguntó al cielo, como si la tumba pudiese contestarle, pero no era así, y por eso continuaba hablando — Él es como una tarde de sombra en caluroso verano, como un oasis en un desierto. Anuncia la soledad, a ella, la más grande, que te impulsa a quitarte la ropa para que las raíces te envuelvan. Oh… —cerró los ojos. Los muertos eran cómplices de su aislamiento.
Que el suelo hiciera brotar una pluma y un papiro, o un árbol de corteza seca para escribirle a su universo unipersonal una canción, o dibujarle una sonrisa reflejada en el agua para que los lagos dejaran de estar vacíos. Todo era vacío, si no lo llenaba algo llamado silencio. Y con eso… cada mañana se apagarían los chillidos del color, para colorear el firmamento de nada. ¡Nada! Qué maravilla vivir nada en medio de tanto ruido y muchedumbres quejosas. Así, con esa nada, cada vez que abriera las ventanas de sus ojos, se aliviaría el hecho de que había más con quienes coexistir.
Apsaras se recostó sobre la lápida, víctima de su propia canción de cuna. No le temía a los muertos; los vivos la aterraban.
El único lugar más cercano a la civilización por el que transitaba, sin importar que las piedras le mordieran la piel de sus piel, era el cementerio nocturno. Nadie transitaba por ahí, excepto su amada soledad. No… la muerte era más que soledad; era abandono. Abandono de la vida que no volvería, y por eso era tan belle. Apsaras alzaba cánticos con su garganta, añorando verla a la cara. ¿Y si los ojos de la desolación eran de pintura? ¡que viniera Santa Sara y la convirtiera en lienzo! para llevarla tatuados ahí, siempre bailando sobre su piel.
Detuvo su descoordinado caminar en la tumba de un bebé. Desde hacía años que sentía atracción por esos lugares en particular del patio de los callados. Quizás era porque en algún momento parió una bebé, pero no pensaba en ella; ni siquiera la recordaba. Es que los lazos ajenos poco importaban. Nadie lo entendería. Para ella haber parido tenía el mismo significado que encontrar un roedor muerto en la calle para una persona normal. Se vio, pasó, y punto final. Así y todo, depositó un amuleto para ahuyentar el mal sobre la lápida. Gracias, alma del difunto infante, por no anular toda posibilidad de importunar a la gitana esquizoide.
—¿Escuchas el silencio, ánima? —preguntó al cielo, como si la tumba pudiese contestarle, pero no era así, y por eso continuaba hablando — Él es como una tarde de sombra en caluroso verano, como un oasis en un desierto. Anuncia la soledad, a ella, la más grande, que te impulsa a quitarte la ropa para que las raíces te envuelvan. Oh… —cerró los ojos. Los muertos eran cómplices de su aislamiento.
Que el suelo hiciera brotar una pluma y un papiro, o un árbol de corteza seca para escribirle a su universo unipersonal una canción, o dibujarle una sonrisa reflejada en el agua para que los lagos dejaran de estar vacíos. Todo era vacío, si no lo llenaba algo llamado silencio. Y con eso… cada mañana se apagarían los chillidos del color, para colorear el firmamento de nada. ¡Nada! Qué maravilla vivir nada en medio de tanto ruido y muchedumbres quejosas. Así, con esa nada, cada vez que abriera las ventanas de sus ojos, se aliviaría el hecho de que había más con quienes coexistir.
Apsaras se recostó sobre la lápida, víctima de su propia canción de cuna. No le temía a los muertos; los vivos la aterraban.
Última edición por Apsaras Dhari el Miér Dic 24, 2014 8:07 am, editado 1 vez
Apsaras Dhari- Gitano
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Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
Ego y poder de la mano de quien realmente se hace merecedor, un hombre como Tyr que solamente busca su beneficio ahora ronda por el mundo como un alma sola, pero no es alma porque ya hace algunos años que la perdió y ahora está acompañado de unas risistas que se esconden tras los árboles que engalanan el cementerio, el misterio es lo que busca la dueña de esas risillas que cree que está con un cliente asiduo y normal pero no lo es, es una bestia hambrienta que no siente más que lo que él desee.
Un grito ahogado y la piel siendo perforada es todo lo que se puede percibir, el aroma a sangre y los ojos rojos entre las sombras, las risas se han acallado y solo queda el silencio, la nada, la pura y efímera muerte en el aroma de las lápidas y tumbas selladas…hasta que aquel fino velo se rompe.
En el silencio de aquel pútrido cementerio lleno de cadáveres estaba un vampiro como Tyr bebiendo del cuello de una ramera vulgar pero que de sangre tenía la más exquisita de todas justo como a él le gustaba, cálida y con mucho fuego por el placer pues pocas son las mujeres que tienen ese sabor extra en su sangre y piel y justo ahora el cuello que estaba lamiendo lo era tan sencillo y cálido que cuando terminó tomó entre sus manos el rostro de su fallecida victima acercando esos labios rojos de su vitae a los labios de ella en un beso de agradecimiento.
El sonido de un cuerpo desplomándose para luego ser admirado por unos ojos claros llenos de nueva vida, observa a la mujer para tomarla en brazos cual doncella dulce de cuento encantado, camina con ella hasta encontrar una nueva morada dándole la conocida y ansiada cristiana sepultura, un cuerpo yace ahora en esa fosa común, una mujer envuelta en finas telas de seda y tul con manchas rojas de sangre, la muerte silenciosa le llega y en su príncipe de la oscuridad que le dio el beso final el mentón manchado y ahora en su mano una rosa roja que eleva para besar y deshojarla sobre aquella que le sirvió de vida esta noche.
Y entonces nuevamente se da paso a la ruptura del silencio
La mirada del vampiro busca con ansia la dulce melodía de voz que le llega cual música de encantamiento, sus pasos se alejan de la víctima en descanso, se deja llevar por el perfume y la voz que no para de cantar —Calla, no digas más deja que te encuentre solo eso— busca sin cesar a la dueña, al ave cantora que lo despertó nuevamente de aquel sueño, el ave al que atrapará y no soltará hasta haberse complacido él mismo…hasta llegar al punto si valía la pena conocer realmente.
La figura femenina de una dama peli negra recostada sobre la tumba de alguien con pena y tristeza en su alma, lo veía y lo sentía podía sentir ese dolor pero solo eran atisbos olvidados de algo que siempre sintió en su vida, la fría soledad, tres pasos más y está cerca de la joven, dos más y rompe una rama con sus zapatos que hace que la joven lo mire —Disculpad me no pensé que estaría alguien como usted por aquí, siempre pensé que los gitanos no venían a los cementerios por considerarlos malos augurios— se acerca extendiendo la mano amiga a la joven para que pueda apreciarla mejor —El cementerio está cerca de donde tú y yo dormimos, entre nopales azules; pitas azules y niños que gritan vívidamente si un muerto nubla el camino…— responde al poema que la joven ha lanzado y con él cual ha captado su atención.
Un grito ahogado y la piel siendo perforada es todo lo que se puede percibir, el aroma a sangre y los ojos rojos entre las sombras, las risas se han acallado y solo queda el silencio, la nada, la pura y efímera muerte en el aroma de las lápidas y tumbas selladas…hasta que aquel fino velo se rompe.
En el silencio de aquel pútrido cementerio lleno de cadáveres estaba un vampiro como Tyr bebiendo del cuello de una ramera vulgar pero que de sangre tenía la más exquisita de todas justo como a él le gustaba, cálida y con mucho fuego por el placer pues pocas son las mujeres que tienen ese sabor extra en su sangre y piel y justo ahora el cuello que estaba lamiendo lo era tan sencillo y cálido que cuando terminó tomó entre sus manos el rostro de su fallecida victima acercando esos labios rojos de su vitae a los labios de ella en un beso de agradecimiento.
El sonido de un cuerpo desplomándose para luego ser admirado por unos ojos claros llenos de nueva vida, observa a la mujer para tomarla en brazos cual doncella dulce de cuento encantado, camina con ella hasta encontrar una nueva morada dándole la conocida y ansiada cristiana sepultura, un cuerpo yace ahora en esa fosa común, una mujer envuelta en finas telas de seda y tul con manchas rojas de sangre, la muerte silenciosa le llega y en su príncipe de la oscuridad que le dio el beso final el mentón manchado y ahora en su mano una rosa roja que eleva para besar y deshojarla sobre aquella que le sirvió de vida esta noche.
Y entonces nuevamente se da paso a la ruptura del silencio
—¿Escuchas el silencio, ánima? —
Si lo oigo, puedo oírlo…hasta que llegaste
Si lo oigo, puedo oírlo…hasta que llegaste
La mirada del vampiro busca con ansia la dulce melodía de voz que le llega cual música de encantamiento, sus pasos se alejan de la víctima en descanso, se deja llevar por el perfume y la voz que no para de cantar —Calla, no digas más deja que te encuentre solo eso— busca sin cesar a la dueña, al ave cantora que lo despertó nuevamente de aquel sueño, el ave al que atrapará y no soltará hasta haberse complacido él mismo…hasta llegar al punto si valía la pena conocer realmente.
La figura femenina de una dama peli negra recostada sobre la tumba de alguien con pena y tristeza en su alma, lo veía y lo sentía podía sentir ese dolor pero solo eran atisbos olvidados de algo que siempre sintió en su vida, la fría soledad, tres pasos más y está cerca de la joven, dos más y rompe una rama con sus zapatos que hace que la joven lo mire —Disculpad me no pensé que estaría alguien como usted por aquí, siempre pensé que los gitanos no venían a los cementerios por considerarlos malos augurios— se acerca extendiendo la mano amiga a la joven para que pueda apreciarla mejor —El cementerio está cerca de donde tú y yo dormimos, entre nopales azules; pitas azules y niños que gritan vívidamente si un muerto nubla el camino…— responde al poema que la joven ha lanzado y con él cual ha captado su atención.
Týr Von Streigner- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
Su soledad. Su hermosa y placenteramente prohibida soledad la abrazaba y la colmaba de calor aun sobre esa fría barrera de piedra que la separaba de algún muerto desconocido. Apsaras ignoraba la razón de tal comodidad; sólo la sentía. Era ignorante del dolor de su bebé perdida remanente en su psiquis. Hasta lo había olvidado. Su trastorno dejaba tan lejos la empatía que las partes de su historial que no la incluían exclusivamente a ella eran desechadas. Adiós a Gambo, el esclavo; adiós a su padre; adiós a la niña que parió para no volver a ver jamás.
Vivía un sueño, un sueño de no pertenecer al universo. Una ilusión de la cual se levantó apenas oyó el crujir de unas ramas. Sobresaltada, como si un rayo hubiera atravesado su carne, levantó su tronco para descubrir de dónde provenía la intromisión. Sus ojos azules se ennegrecieron con la figura que descubrió tan maquiavélicamente hablando. No, no eran las palabras; éstas eran delicadas y elegantes. La verdadera distorsión estaba en la voz. Era como si proviniese del fondo de las rocas marinas.
—Hasta que el mal augurio vino en la voz de un caballero de blanco. No se confunda de verme aquí. Yo no soy más que el ratón de una de sus mansiones, al cual se le permite correr por la alfombra para no destruir el piso con su exterminio —susurró tensa, buscando ocultarse tras una pared invisible que evitara todo contacto, pero esos ojos magnéticamente inmortales eran peligrosos de dejar de mirar— ¿Sabe, gachí? Cuando se acercó a este patio de callados descendió mucho de su nivel; pero si se acerca a mí estará lanzándose al abismo.
No bien llegaba alguien, Apsaras recordaba sus expedientes, la prueba de que había vivido en un mundo que le era ajeno, y no podía pensar en otra cosa mientras duraba la visita. Por eso difícilmente toleraba la interacción. ¿Ella qué era? Una mujer infantil, débil, enfermiza, taciturna, insociable, triste, rígida y desprovista de esperanzas.
Ella tenía miedo de todo el mundo; por lo tanto, también temía a aquel hombre.
Vivía un sueño, un sueño de no pertenecer al universo. Una ilusión de la cual se levantó apenas oyó el crujir de unas ramas. Sobresaltada, como si un rayo hubiera atravesado su carne, levantó su tronco para descubrir de dónde provenía la intromisión. Sus ojos azules se ennegrecieron con la figura que descubrió tan maquiavélicamente hablando. No, no eran las palabras; éstas eran delicadas y elegantes. La verdadera distorsión estaba en la voz. Era como si proviniese del fondo de las rocas marinas.
—Hasta que el mal augurio vino en la voz de un caballero de blanco. No se confunda de verme aquí. Yo no soy más que el ratón de una de sus mansiones, al cual se le permite correr por la alfombra para no destruir el piso con su exterminio —susurró tensa, buscando ocultarse tras una pared invisible que evitara todo contacto, pero esos ojos magnéticamente inmortales eran peligrosos de dejar de mirar— ¿Sabe, gachí? Cuando se acercó a este patio de callados descendió mucho de su nivel; pero si se acerca a mí estará lanzándose al abismo.
No bien llegaba alguien, Apsaras recordaba sus expedientes, la prueba de que había vivido en un mundo que le era ajeno, y no podía pensar en otra cosa mientras duraba la visita. Por eso difícilmente toleraba la interacción. ¿Ella qué era? Una mujer infantil, débil, enfermiza, taciturna, insociable, triste, rígida y desprovista de esperanzas.
Ella tenía miedo de todo el mundo; por lo tanto, también temía a aquel hombre.
Apsaras Dhari- Gitano
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Fecha de inscripción : 04/06/2014
Re: La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
Extraños momentos con metáforas y cuentos, solo hace falta al danza macabra donde varios cadáveres dancen alrededor de ellos, quizás eso es lo que ambos necesitan, un poco de la nostálgica noche tumbas vacías y muertos revividos. El eco del silencio es solo un atisbo viejo, un recuerdo mal pensado que ya no podrá ser, lo conoce, lo siente así pues ya hace años se ha alejado esa amiga incondicional con la paz y la dulzura de las palabras que mueren en un grito de auxilio.
El descaro de todas, la ira y la determinación a entregarse a la muerte le aburren, siempre el mismo camino sí que haya algo nuevo y parece que aquella noche los dioses le estaban otorgando un nuevo comienzo para él, para mostrarse quien realmente es, quien se oculta tras el aroma a muerte y sangre.
Ahora aquella joven de cabellos negros que se alzaban al aire volando, inundando todo el lugar con su perfume jovial de flores, manzanilla y lavanda. Se deja llevar dando unos cinco pasos hacia ella pero con los ojos cerrados percibiendo más profundamente su aroma imaginando porque lugares no ha pasado aquel pequeño ratón. —Sabes, incluso los ratones tienen malos augurios cuando un gato negro se cruza con ellos, cuando comen por hambre aquel queso contaminado, cuando salen de sus escondites frente a los amos de la casa, un mal augurio porque saben en que terminarán anhelando al final no haber salido aquella noche, entonces ¿eres igual a esos ratones o eres igual a los que los niños mantienen en jaulas sin poder moverse libremente? Porque nunca he visto un ratón correr sobre las alfombras al contrario siempre les veo correr por la madera y ocultarse bajo los sillones por miedo ¿a qué temes pequeña? — Extiende la mano solidaria, sin mentiras ni engaños, aunque sea difícil de creer él busca lo que en años le han quitado, lo opuesto a la humanidad conocida y esa joven lo tenía, al menos según su punto de vista.
Aleja la mano al ver que la joven solo se esconde y lo mira con recelo, está en su derecho; más solo le sonríe caminando alrededor de las tumbas mirando los antiguos nombres y fechas de los que yacen tres metros bajo tierra, lee los nombres dando la confianza al alma errante que sea ella quien se acerque, no la va a lastimar mucho menos a devorar puesto que su sed saciada ya ha sido al punto de no desear más al menos por unos tres días, pero no se va porque le inquieta aquella muchacha de ojos claros y cabellos oscuros como la noche. Atrae su atención lo perdida que anda, su aura cambiante en colores, es lo que él buscaba.
—Siempre es bueno descender un poco, algunas veces, recordarnos lo que nos ha hecho estar a donde ahora estamos, Väike, ¿lo has sentido? El verte tan arriba y ser visto como el monstruo de los cuentos de unas y el príncipe de otras para solo darte cuenta que no es más que un espejismo, que solo eres lo perdido de la humanidad cuando pacta con los demonios.— Niega firmemente a sus palabras limpiando las hojas secas de una de las tumbas cercanas —Tú tampoco deberías estar aquí, es un lugar muy oscuro y lleno de maldad que te puede devorar, tanto a tu cuerpo y alma, tu no perteneces a este mundo has descendido más que yo ¿Qué te trae a estos desiertos de muerte?— pregunta con un poco de tierra en la mano se acerca a ella en un pestañeo para dejarle sobre la mano de ella.
Un simbolismo de que con él no habría peligro alguno. Al menos por ahora.
El descaro de todas, la ira y la determinación a entregarse a la muerte le aburren, siempre el mismo camino sí que haya algo nuevo y parece que aquella noche los dioses le estaban otorgando un nuevo comienzo para él, para mostrarse quien realmente es, quien se oculta tras el aroma a muerte y sangre.
Ahora aquella joven de cabellos negros que se alzaban al aire volando, inundando todo el lugar con su perfume jovial de flores, manzanilla y lavanda. Se deja llevar dando unos cinco pasos hacia ella pero con los ojos cerrados percibiendo más profundamente su aroma imaginando porque lugares no ha pasado aquel pequeño ratón. —Sabes, incluso los ratones tienen malos augurios cuando un gato negro se cruza con ellos, cuando comen por hambre aquel queso contaminado, cuando salen de sus escondites frente a los amos de la casa, un mal augurio porque saben en que terminarán anhelando al final no haber salido aquella noche, entonces ¿eres igual a esos ratones o eres igual a los que los niños mantienen en jaulas sin poder moverse libremente? Porque nunca he visto un ratón correr sobre las alfombras al contrario siempre les veo correr por la madera y ocultarse bajo los sillones por miedo ¿a qué temes pequeña? — Extiende la mano solidaria, sin mentiras ni engaños, aunque sea difícil de creer él busca lo que en años le han quitado, lo opuesto a la humanidad conocida y esa joven lo tenía, al menos según su punto de vista.
Aleja la mano al ver que la joven solo se esconde y lo mira con recelo, está en su derecho; más solo le sonríe caminando alrededor de las tumbas mirando los antiguos nombres y fechas de los que yacen tres metros bajo tierra, lee los nombres dando la confianza al alma errante que sea ella quien se acerque, no la va a lastimar mucho menos a devorar puesto que su sed saciada ya ha sido al punto de no desear más al menos por unos tres días, pero no se va porque le inquieta aquella muchacha de ojos claros y cabellos oscuros como la noche. Atrae su atención lo perdida que anda, su aura cambiante en colores, es lo que él buscaba.
—Siempre es bueno descender un poco, algunas veces, recordarnos lo que nos ha hecho estar a donde ahora estamos, Väike, ¿lo has sentido? El verte tan arriba y ser visto como el monstruo de los cuentos de unas y el príncipe de otras para solo darte cuenta que no es más que un espejismo, que solo eres lo perdido de la humanidad cuando pacta con los demonios.— Niega firmemente a sus palabras limpiando las hojas secas de una de las tumbas cercanas —Tú tampoco deberías estar aquí, es un lugar muy oscuro y lleno de maldad que te puede devorar, tanto a tu cuerpo y alma, tu no perteneces a este mundo has descendido más que yo ¿Qué te trae a estos desiertos de muerte?— pregunta con un poco de tierra en la mano se acerca a ella en un pestañeo para dejarle sobre la mano de ella.
Un simbolismo de que con él no habría peligro alguno. Al menos por ahora.
Týr Von Streigner- Vampiro Clase Alta
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Re: La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
Cada paso que dio el extraño fue un nuevo aguijón en su ensartado corazón. Pero si su proximidad generaba en ella dolor, sus palabras eran tortura. Iban directo a su coraza, vulnerándola. Apsaras lo percibía como un ataque, pero no le dolía su autoestima o dolor propio; era ajena a las opiniones de los demás, pero una mortal celosa de su espacio vital, que podía abarcar una isla con facilidad.
—¿Temor? Puede ser; su intervención me mata. Es lo único que se mueve por acá, lo que no concuerda, lo que molesta. Desde que tengo uso de razón tengo este creciente insomnio por lo que está fuera de lugar, y si ya me tenía a mí para no dormir, ahora lo tengo a usted. Nada me falta; me sobra el ataque dirigido a mi paz. —comenzó a arrastrarse hacia atrás como si fuese un animalito retirándose con resguardo de su depredador, cuando lo que buscaba era esconderse.— Siempre ese miedo, ese miedo que no se marcha.
No le importaba ignorar gestos que no entendía de personas que no conocía, aunque para ella no hubiera diferencia entre el sujeto que transitaba accidentalmente por su camino y el sangre de su sangre. Debía ser por eso mismo que no recordaba que había tenido una hija una vez, y que ésta le fue arrebatada. El cerebro de Apsaras lo asimiló como algo tan irrelevante que se le olvidó con la misma facilidad con que el otoño oscurecía las hojas.
La tierra. En la tierra sí podía confiar, más que en ella misma, por lo menos. La tierra permanecería cuando ella se hubiera ido, así como lo había hecho siglos antes del varón aquel. Ah, ese hombre, por poco la gitana olvidaba que estaba ahí, por quedarse viendo la tierra resbalarse entre sus dedos. Sólo un golpe en el pecho le recordaba que no podía respirar con intromisiones. Ya sentía ese apretón en la garganta causado por la angustia.
—Desciendo porque todos quieren ascender. Y yo no podría hacer sino infeliz a ese todo. No los entiendo, porque no puedo, y ellos no tendrán ni la voluntad de entender, teniendo el poder. Para mí sus fiestas, la plaza, las reuniones sociales, la familia y todo es un ente vivo que me contempla, un individuo al cual estoy ligado por alguna razón desconocida, a pesar de que me resulta más extraño que las tumbas sin nombres aquí establecidas. Hasta lo irrisorio se me hace extraño. —se abrazó a sí misma, poniéndose en cuchillas en el suelo. Postura de rechazo hacia el otro hombre.— A solas puedo ser eterna, pero la compañía es mi tumba. Y usted quiere ser mi sayón. Eso quiere, ¿verdad? ¿o se puede esperar otra cosa de esos ojos que juzgan mi realidad?
—¿Temor? Puede ser; su intervención me mata. Es lo único que se mueve por acá, lo que no concuerda, lo que molesta. Desde que tengo uso de razón tengo este creciente insomnio por lo que está fuera de lugar, y si ya me tenía a mí para no dormir, ahora lo tengo a usted. Nada me falta; me sobra el ataque dirigido a mi paz. —comenzó a arrastrarse hacia atrás como si fuese un animalito retirándose con resguardo de su depredador, cuando lo que buscaba era esconderse.— Siempre ese miedo, ese miedo que no se marcha.
No le importaba ignorar gestos que no entendía de personas que no conocía, aunque para ella no hubiera diferencia entre el sujeto que transitaba accidentalmente por su camino y el sangre de su sangre. Debía ser por eso mismo que no recordaba que había tenido una hija una vez, y que ésta le fue arrebatada. El cerebro de Apsaras lo asimiló como algo tan irrelevante que se le olvidó con la misma facilidad con que el otoño oscurecía las hojas.
La tierra. En la tierra sí podía confiar, más que en ella misma, por lo menos. La tierra permanecería cuando ella se hubiera ido, así como lo había hecho siglos antes del varón aquel. Ah, ese hombre, por poco la gitana olvidaba que estaba ahí, por quedarse viendo la tierra resbalarse entre sus dedos. Sólo un golpe en el pecho le recordaba que no podía respirar con intromisiones. Ya sentía ese apretón en la garganta causado por la angustia.
—Desciendo porque todos quieren ascender. Y yo no podría hacer sino infeliz a ese todo. No los entiendo, porque no puedo, y ellos no tendrán ni la voluntad de entender, teniendo el poder. Para mí sus fiestas, la plaza, las reuniones sociales, la familia y todo es un ente vivo que me contempla, un individuo al cual estoy ligado por alguna razón desconocida, a pesar de que me resulta más extraño que las tumbas sin nombres aquí establecidas. Hasta lo irrisorio se me hace extraño. —se abrazó a sí misma, poniéndose en cuchillas en el suelo. Postura de rechazo hacia el otro hombre.— A solas puedo ser eterna, pero la compañía es mi tumba. Y usted quiere ser mi sayón. Eso quiere, ¿verdad? ¿o se puede esperar otra cosa de esos ojos que juzgan mi realidad?
Apsaras Dhari- Gitano
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Re: La maravilla de la nada {Týr Von Streigner}
Y el apartado más oscuro, los cuervos se alientan de las tumbas abiertas como mi pútrida alma
El murmuro que salió de los labios de aquella jovencita solo creó caos en la cabeza confusa del vampiro, sus ojos se posaron sobre ella en cada uno de sus movimientos, la gracia con que los ejecutaba le parecía gráciles, incluso aquellos imperceptibles a la vista humana, normal. Veía como se erizaba el vello de su cuerpo, como se tensaba la piel en algunas zonas incluso la rigidez en algunas zonas como la frente cerca a la cien. En conjunto, ella era un cuadro para él, un cuadro de arte por cada una de sus expresiones. Estuvo tentado a acercarse para acariciar íntegramente aquel rostro para dejar que sus dedos abrazaran la textura de su piel al formar sus gestos. Pero se contuvo, freno sus pasos frente a la tumba para dar paso a la privacidad de la jovencita; el aroma de muerto junto a la vida se mezclaba enloqueciéndose mostrando los colmillos, pero para atacar si no por el júbilo que le provocaba la situación.
Pero ahí quedaron esos deseos. A raya se mantuvo dando pasos más atrás, parecía una danza teatral donde cada bailarín hace gala de sus pasos elaborados, solo que aquí habían pasos que los alejaban. La negación vuelve icónica cuando la tierra la ahoga, no, no es la tierra si no la cercanía del individuo es ahí que el vampiro lo comprende, se aleja con ambas manos frente mostrando que no haría nada malo a la joven un gesto de confianza a ella y a él mismo. —Tu intervención también me mata, me mata segundo a segundo como mil espadas clavándose en mi marchito corazón. No, no eres la única que siente el temor aquí, incluso los muertos temen el salir o el no encontrar la redención a sus almas, La luna tema no poder mostrarse algunas noches y perder toda su belleza en días, teme morir; pero sabes algo— caminó ligero alejándose en retroceso hasta una de las tumbas, ahí se dejó caer recostándose sobre la tierra con ojos cerrados y manos entrelazadas en su vientre —El miedo se puede vencer, se puede alejar unos minutos, pero para ello hay que desearlo con todo el corazón, hay que quererlo para que el hechizo funcione— en su muerta existencia aparece una sonrisa —Lo uso porque también temo— susurra entregándose a la muerte figurada
El silencio digno del lugar reclama nuevamente posesión de su cementerio, entre las tumbas el viento ligeramente invita a bailar a las hojas que se mueven a compases de tres y cuatro, hasta dejar unas cuantas sobre él, aquellos dedos traviesos tomaron las hojas abriendo sus ojos para vislumbrar el cielo nocturno, poco le importaba si la ropa se ensuciaba, poco le llamaba la atención que aquello no pareciera correcto, solo estaba haciendo lo que quería, por una sola vez un poco de normalidad en su vida oculta —¿Extraño? ¿No entienden? ¿Juzgar?, ya entiendo, crees que te juzgo porque me juzgas, mi presencia te incomoda y crees que te haré infeliz con solo acerarme que te haré algún mal con solo mirarte, me has juzgado pero tranquila yo no juzgo no soy quien para hacerlo, solo mírame, soy alguien que no pertenece ni a este mundo ni al que le sigue, soy un errante arrancado de su tiempo, muerto y condenado a vivir sin morir, yo te entiendo que se te vuelva extraño todo, que todo te ahogue y no encuentres como relacionarte con ellos sin asfixiarte, no los entiendes porque piensas que no te entienden y te cierras en tu soledad y cuando se acercan piensas que te matarán con sus fiestas, bailes, cuentos y engaños, quizás eso buscas— medio sonrió para sentarse recargando la espalda en aquella tumba —La tumba no tiene nombre como lo que se vive fuera del cementerio, esa realidad que siempre te reclama a que vuelvas. De mi puedes esperar lo que desees una vida con la realidad o una muerte sepulcral, quizás solo el susurro del tiempo en frases ya olvidadas por los mismos poetas muertos de antaño, quien sabe ya, si no lo sabes tu y tampoco yo, entonces quien—
Týr Von Streigner- Vampiro Clase Alta
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