AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Purgatorial of Blood || Privado
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Purgatorial of Blood || Privado
“Mejor que tú, por ti pienso y discierno; sigue,
seré tu guía en la partida
hasta llevarte a otro lugar eterno.”
—Canto Primero. Infierno.
seré tu guía en la partida
hasta llevarte a otro lugar eterno.”
—Canto Primero. Infierno.
¿Alguien se ha puesto a pensar alguna vez si todo lo que se dice sobre los demonios en la tierra es real? Quizás algunos conserven esa interrogante en sus corrompidas mentes. Lo cierto es que ya el tema de los demonios de la tierra se ha alejado de los miedos de las personas, las sociedades van cambiando durante cada puesta de sol, resurgen con nuevas ideas cada amanecer. Los hombres se han vuelto más incrédulos con el pasar de los años y se piensan libres. Tal vez, lo sean, pero aún dudan y temen. Sueñan y se refugian en sus placeres carnales, abatidos por la duda que pretenden ocultar tras inventos nuevos, tras luchas innecesarias. Se vuelven demonios y prisioneros de un nuevo infierno. Caen a la brea del vicio y de la ignorancia, dejan de formar parte de este mundo, ¿Y eso qué es? Ventaja para las criaturas que guardan los círculos de los males de la carne y el espíritu. En este Hades gobernamos las alimañas sin siquiera portar títulos de poder, porque bien sabe el gobernante que para controlar a una nación no hace falta tener buenas intenciones sino mentir. Sin embargo, no todo tiene que ser siempre oscuridad. Pocos hombres han escapado de las cadenas que aprisionan la mente y ahora continúan con una eterna lucha por la libertad del pensamiento, enfrentándose a los diablos oscuros. El mundo se ha convertido en el campo de batalla de las eternas guerras del conocimiento y de la razón. Me presento ante ustedes como uno de los soldados que combaten a favor de la ignorancia de los hombres. Soy Malacoda y guardo el cuarto círculo del infierno. Somos nueve hermanos, no nos une la sangre pero si nuestra alma que se ha consumido bajo las voraces flamas del eterno tormento. Llegué a la desquiciada París hace algunos días… ¿Sabrán mis enemigos que aquí me oculto y como las sombras malditos he seguido sus pasos? Sí, lo saben. Ellos también me vigilan a mí.
Malacoda, uno de los Ángeles Custodios de la logia liderada por Gian Pietro Caraffa llevaba aproximadamente una semana en la capital francesa, sus motivos los guardaba bajo llave, pues sus asuntos no eran noticia exclusiva de cualquiera. Se había alejado de las costumbres de los hombres comunes para centrarse en los lacayos del dragón inmortal. Se mofaba de la Comedia de Dante para hacer valer más su posición en este mundo que lo ha retenido por más de tres mil años. Los nueve círculos de su propio averno estaban bien custodiados, pues sus respectivos guardianes habían caído como estrellas al mundo terrenal. Todos unidos bajo la marca del Ouroboros. La sonrisa desapareció de su frío semblante al recordar a Agartha, sus eternos rivales. Tamborileó los dedos sobre la superficie del escritorio, elaborado con la más fina madera y tallado según los costosos gustos de la época. Sus pensamientos se hundieron en el turbio mar que era el pasado y se dejó apresar por aquellas terribles bestias, las náufragas memorias oscurecieron sus orbes que se perdían entre las sombras de la habitación que daban la sensación de ser diablillos al acecho de las desvalidas almas.
El vampiro exhaló con notable molestia, su anterior visita al Vaticano no había sido la mejor y toda aquella situación lo terminó aislando en París por mandatos directos de su líder, Gian Pietro Caraffa. Malacoda tendría que confirmar los rumores de que líderes importantes de Agartha se encontraban en París, obviamente no estaba al tanto de todo y eso le estresaba. Detestaba que todo se le escapara de las manos y menos cuando eran quien lideraba a los demás círculos infernales. Malebranche brillaba por su ausencia y los otros Custodios parecían más distraídos por otras cosas, que también cargaban con cierta importancia. El trabajo más pesado había recaído en sus hombros, Caraffa así se lo había encomendado y dada la poca práctica de los miembros más recientes, más la ausencia de uno, tendría que ser Malacoda quien se encargara de todo. Al menos entre tanto malestar, contaba con la compañía de Carlisle, que aunque lo sacaba de sus casillas en algunas ocasiones, podía tener su apoyo en esta misión. Recordar a la hechicera hizo que el deseo de tenerla en sus brazos esa noche aumentara, estaba estresado, molesto y sólo ella podría acabar con esas tensiones. Al menos eso esperaba.
—Carlisle querida, ¿Por qué te tardas tanto en atravesar esa puerta? Sé que armarás un nuevo drama y esta vez no importa, sólo te quiero a ti—Murmuró el antiguo, observando fijamente la puerta de la habitación como si de verdad intuyera que Rubicante estuviera detrás de esa, pero a ciencia cierta sólo era un simple pensar, aún así esperaba que sus palabras acertaran esta vez.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Purgatorial of Blood || Privado
"De tal modo me agrada lo que mandas,
que obedecer, si fuera ya, es ya tarde; no tienes más que abrirme tu deseo."
que obedecer, si fuera ya, es ya tarde; no tienes más que abrirme tu deseo."
Los cambios en la vida son algo inevitable, es parte de las cosas que cotidianamente se deben pasar. Pero para Carlisle esto había sido algo absolutamente rotundo e inesperado. Su vida había tenido altos, bajos e incluso momentos que ya no veía salida alguna.
Y como el destino es incierto; Luego de ser llevaba como una prisionera ante los extraños que le habían interrogado de tantas cosas que para ella no tenían sentido, y otras de las que sencillamente no hablaría. Hasta que al ver los ojos de aquel vampiro, su existencia cobraba sentido en ese momento y ahí se hallaba actualmente... Junto a él. Todas las palabras que pudo haberse dedicado en un pasado quedaban anuladas, ya que su camino se encontraba siendo alterado constantemente, y aún cuando no estuviera de acuerdo todo era obra del vampiro.
La mujer ocupaba el puesto que le correspondía en el segundo círculo, y era inevitable que hiciera honora este. Carlisle era intensa, presa de su propia lujuria desembocada en el que posesivamente llamaba su vampiro, desde hace muchos años.
Aunque su paciencia para él era bastante limitada, más cuando Malacoda gozaba de hacerla enojar, y los celos — cuando se trataba del inmortal — no tardaban en aflorar de la rubia.
No había mucho que se pudiera hacer, ambos vivían de discusiones y demás, eran maestros a la hora de estresarse mutuamente, y bien que lo disfrutaban.
Para la hechicera convivir junto a él era un desafío, pero realmente no se imaginaba en otro lugar. Estando ahí podría brindarle su compañía y recibir recíprocamente la del oscuro. Y el haber llegado a residir a París sólo les daba un gusto nuevo; Lugares desconocidos, que ella misma se encargaba de investigar para buscar un poco de diversión y derrochar una mínima parte de su maldad sobre otros seres, permitiendo que su compañero descansara.
Estaba claro que ella podría hacer miles de cosas, pero no, precisamente esa noche sentía que su presencia era solicitada, aunque la petición no hubiera sido echa en voz alta, ella ya lo sabía.
Mientras su espalda se posaba en el lumbral de la puerta, intentaba pensar en alguna excusa para hacer su entrada al estudio de Malacoda. Sabía que no debía interrumpirlo pero en cuanto la voz masculina resonó al otro lado de la puerta, supo que ingresar en ese momento era lo más oportuno, y así lo hizo.
La delicada mano de la mujer empujó la madera revelando así su presencia ante el vampiro, tomando una posición firme pero sin dejar de lado su sensualidad, descansando así la diestra sobre su cadera
— No deseaba interrumpirte. Aunque pensaba que este lugar necesitaba de mi belleza.— pronunció las palabras decoradas con el enorme ego que albergaba, uno que de seguro ya era muy bien recibido por él.
— Aún no pensé en algún drama, pero bien sabes que soy muy ingeniosa a la hora de iniciarlos.— aquel murmullo sólo denotaba cuanta verdad podía derrochar, ya que sin mayor esfuerzo podría comenzar con cualquier tipo de reclamo hacia Malacoda, más considerando lo evidente; Él no era de los que sabían comportarse precisamente.
Sus largas piernas avanzaron hasta llegar frente al escritorio e inclinando su espalda depositó ambas palmas sobre los papeles que se encontraban apilados encima con clara intención de lanzarlos a un lado de ser necesario.
Carlisle sólo buscaba distraerlo a su manera, llevar su mente a otro sitio, y que dejara de preocuparse tanto — al menos por esa noche — por los retrasos y las dudas que aún tenían los Custodios.
El tiempo era valioso, pero siempre podrían aprovecharlo de una mejor forma.
Carlisle Rubicante- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/10/2014
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Re: Purgatorial of Blood || Privado
“¿Quién te igualó en riqueza y hermosura
Antes de aquel instante sin ventura
De amargo frenesí?
¿Antes que aquella sombra te halagase
Y aquel fruto de muerte mancillase
Tus labios de rubí?”
—Adán y su compañera. Juan Arolas.
Antes de aquel instante sin ventura
De amargo frenesí?
¿Antes que aquella sombra te halagase
Y aquel fruto de muerte mancillase
Tus labios de rubí?”
—Adán y su compañera. Juan Arolas.
¿Y quién ha osado decir que los demonios no somos capaces de sucumbir ante el deseo y el pensamiento? Quizás unos pocos que no saben del mito de Eros y de Psique. Pero no me importan los mitos de los antiguos, sólo puedo afirmar cuán sabios eran los griegos al escribir tan magníficos textos. Aunque… Nos empeñemos en ocultarlos y condenarlos sólo por gusto propio. No hay nada más exquisito que ver como se consumen las almas en la oscuridad de la ignorancia, haciéndose prisioneras del averno por toda la eternidad. O quizás eso no sea tan delicioso como las pieles de Afrodita o de la mismísima Astarté, ahora conocida con otro nombre y apodada con el epíteto que le asignó Dante en su Comedia. Carlisle. Cabellos dorados, rasgos delicados, una piel tersa y una diosa vanidosa y lujuriosa. Oscura y desgraciada. Nos unimos en el pasado y ahora, hemos vuelto a enlazar nuestros destinos. Ella me pertenece, aunque se empeñe en negarlo. Ninguna otra criatura satisface más mis deseos mundanos como lo haría ella. He dejado al lado mis necesarias guerras sólo por atraer su atención. Necesito despejar mi mente y hundirme en su piel. No saben lo difícil que es lidiar con un líder como Caraffa… Es tan agotador. Pero ahora, él no importa, siendo el mismísimo líder del Hades, Carlisle acapara toda mi atención.
Malacoda estaba ofuscado ante las represalias del Papa, quien había dejado a cargo de todo al antiguo vampiro. Aunque él disfrutara de tener ese importante estatus entre Los Custodios, la idea de estar detrás de los demás como si fueran unos críos, le desagradaba. Cada quien debía hacerse responsable de sus actos, pero tampoco podía permitir torpezas por parte de alguno de los esbirros de Lucifer. Sí, eran un completo dolor de cabeza, aparte de tener que lidiar con las constantes inconformidades de cada uno. El vampiro terminó acomodándose en su sillón, sin obtener una respuesta por parte de su amada, aunque bien sabía que ella estaba ahí, torturándolo en la espera. Malacoda no pudo evitar esbozar una sonrisa al observar como la puerta empezaba a abrirse, sus ojos recorrieron de arriba abajo la silueta de Rubicante brillando del puro placer que le causaba su presencia.
—Oh, disculpe usted, olvidé que la decoración de este lugar no es capaz de superar a una diosa como la que mis orbes observan. Es inevitable sentirse atraído por su singular encanto —expuso Malacoda con una jocosa sonrisa, siguiendo el juego de palabras de la hechicera.
No pudo sentirse más satisfecho al tenerla tan cerca, quería abalanzarse a ella como un león hambriento, pero se contuvo, debía hacerlo. Siguió los movimientos de la rubia hasta que la tuvo al frente de sus ojos, con una muy buena vista de su escote. Estaba claro, sólo buscaba provocarlo y lo estaba logrando, sin embargo, Malacoda era paciente y sabía cuando actuar, incluso cuando se trataba de Carlisle, a pesar de que habían veces que aquella terminara con la poca paciencia que a veces lograba reservar el antiguo. Se inclinó hacia adelante y afirmó su intensa mirada en la ajena como lo haría una fiera salvaje al tener de frente a su presa.
—No quiero dramas, ya te lo dije… Prefiero disfrutar de tu compañía, deleitarme con el aroma de tu piel y el sabor agridulce de tus labios —dijo el vampiro al ponerse de pie, rodeando el escritorio hasta quedar frente a ella obligándola a sentarse frente a la superficie de madera—. Así que, nada de reproches ni quejas, que bastante tuve que aguantarlas en el Vaticano, ¿Estamos?
Las últimas palabras de Malacoda estaban cargadas de severidad, pues era más que una advertencia. Su índice se posaba en los carnosos labios de Rubicante, contorneándolos con atención hasta que su diestra rodeó la cintura de la fémina atrayéndola más hacia el cuerpo propio. El vampiro estaba ensimismado ante el encanto de la hechicera, eso se notaba a leguas. Sin poder siquiera contenerse un segundo más, la besó sin prisa, embriagándose con el sabor de aquellos labios que tanto deseaba probar en esos momentos. Malacoda, la quería sólo para él, Carlisle era sólo suya, incluso su alma le pertenecía.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Purgatorial of Blood || Privado
"El corazón me has puesto tan ansioso de echar a andar con eso que me has dicho, que he vuelto ya al propósito primero.
Vamos, sé que mi deseo es como el tuyo. Se mi guía, mi jefe y mi maestro."
Vamos, sé que mi deseo es como el tuyo. Se mi guía, mi jefe y mi maestro."
Para ella siempre sería un placer capturar la atención del vampiro, tenerlo con ella de manera posesiva sin darse siquiera el trabajo de ocultarlo. Todos esos esfuerzos serían una perdida de tiempo considerando que él ya la conocía a la perfección. Incluso los singulares juegos que agraciadamente exponía ante sus delirantes orbes.
Carlisle manipulaba el amor infernal que resguardaban. Uno que podría verse absolutamente masoquista, retorcido. El antiguo era y sería la única perdición de la hechicera, y no era sorpresa que los otros sólo se trataban de inútiles momentos de satisfacción, placer sin ningún tipo de trasfondo.
Buscó corresponder la sonrisa ajena con una ligeramente más delicada antes de volver a a realizar otro de sus ególatras comentarios.
— Si hubieras dejado en mis manos la decoración de este lugar, al menos habría tenido la oportunidad de competir conmigo.— musitó, haciendo que de cada palabra se asomara un pequeño berrinche.
— Vamos querido, no vendría hasta aquí sólo para un drama, no espera... sí lo haría, pero tienes suerte que Caraffa ya no haya echo por mí.— adivinó la situación gracias al descontento que asomaba en los ojos inmortales. Sin embargo no iba a presionarlo para saber, al menos no en ese preciso instante.
El corte en del detallado vestido carmesí que traía se deslizó por su muslo, exponiendo la blancura de su piel cuando se acomodó sobre el escritorio. Siempre procuraba usar prendas ostentosas, que marcaran tanto su figura, como su —actual— clase social, misma de la que no podía sentirse más orgullosa y satisfecha.
Aunque eran precisamente los momentos que dedicaba a Malacoda, los que le llevaban más tiempo. Siempre se aseguraría de estar radiante antes de presentarse frente a él.
— Sólo por esta noche...— estuvo de acuerdo con su advertencia. Asegurándose de centrar toda su atención en él.
En frío tacto de su índice se convertía en una delicia, el verse contra la presión de su pétreo cuerpo de mármol era lo único capaz de alertar al segundo el deseo dentro de ella. Y como si él lo supiera se acercó a mermar las llamas que le corrompían, atrapando los labios que rápidamente se amoldaron a los suyo, correspondiéndole con el mismo toque delicado que había usado en primera instancia. Las manos de Rubicante se posaron en su nuca, presa del anhelo por mantenerlo contra sus labios, luego de susurrar sobre estos.
— Ten cuidado... no vayas a quemarte.— cuando se trataba con ella, era como tratar con fuego puro y ardiente como el que resguardaba su alma, una que poseída o no por el vampiro, actuaba por si sola, por el más incontenible círculo que le anidaba.
La hechicera podría pasar de convertirse en un dolor de cabeza insoportable para cualquiera, a volverse la criatura más dócil y delicada sobre la faz de la tierra y el infierno en un instante. Sólo se debía tener conocimiento de sus debilidades, centrando los lugares que servían para que este cambio fuera totalmente e inevitablemente notorio.
Era precisamente el lugar en donde se encontraba ahora donde se producían los cambios más radicales de la mujer; En los brazos de Assurbanipal. Su eterno destino. Su eterna maldición
Carlisle Rubicante- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/10/2014
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Re: Purgatorial of Blood || Privado
La serpiente sólo era una fantasía oscura,
y lo que ejemplificaba era tan
sombrío como ella misma.
El pasado, por sombrío que pareciera,
no causará tristeza en el futuro.
Dándole su debida importancia,
sólo debemos pensar en él
como en una anécdota de nuestra Eternidad.
—Nathaniel Hawthorne.
y lo que ejemplificaba era tan
sombrío como ella misma.
El pasado, por sombrío que pareciera,
no causará tristeza en el futuro.
Dándole su debida importancia,
sólo debemos pensar en él
como en una anécdota de nuestra Eternidad.
—Nathaniel Hawthorne.
Ella siempre ha sido capaz de quebrar mi mente, así sea un poco. Aunque quisiera odiarla no he sido capaz de hacerlo, ¿estoy condenado a ella y ella a mí? Quizás. Algunos incautos hablan de equilibrios cósmicos, tal vez sea eso. Aún no lo sé. Supongo que en vez de estar cuestionándome cosas tan absurdas como esas, debería centrarme en asuntos que si valen la pena. Pero teniendo a esta maldita hechicera tan cerca es casi imposible. Rubicante siempre ha sido un demonio terrible y suele sacarme de mi quietud con su venenosa presencia. Esta noche no es muy distinta, lo está haciendo de nuevo y no tengo nada que temer. No con ella.
Maldijo internamente a Carlisle por distraerlo de la manera en que lo hacía, aunque lo necesitara. Cargaba sobre la culpa sobre sus hombros porque Caraffa sólo se centró en señalarlo constantemente por haber fallado en una de las tantas misiones que les encomendaba a Los Custodios. Como si los demás no hubieran tenido igual culpa. De todas maneras, siendo él prácticamente líder sobre los otros demonios, ya se encargaría de arreglar las piezas del rompecabezas. Aunque hacerlo era una tarea tediosa, Malacoda no era hombre de quedarse de brazos cruzados ni dejaba nada al azar. Durante su vida mortal, siendo el imponente rey de Nínive, aprendió de la estrategia, cómo debía abordar el enemigo y aunque ahora Carlisle podría representar una distracción. No lo era.
Disfrutó del sabor de los labios ajenos una vez más, sin prisa alguna, aferrando el delicado cuerpo de la fémina con sus brazos. Podría decirse que amaba a esa mujer con locura, pero había momentos en que Carlisle se volvía tan insoportable que simplemente la odiaba, deseaba matarla, pero se aguantaba. Ella ya conocía a Malacoda y si excedía los límites, éste sería su perdición absoluta. Las advertencias del vampiro podían volverse su peor pesadilla, de eso no cabía duda.
Le observó con seriedad al escuchar sus palabras, era petulante y eso a él no le afectaba. Sabía que aquello era una clara muestra de provocación y él debía hacer todo lo posible para no caer en su juego. Una de sus manos terminó sobre la piel descubierta de su pierna y sus penetrantes ojos se clavaban en los de la hechicera. El aroma y la calidez que ella emanaba lo hacían gruñir internamente, despertando sus instintos más primitivos y desde luego, su sed. Observó la curva de su cuello y abandonó sus labios sólo para que su rostro terminara oculto entre el hombro y el cuello de Carlisle, atreviéndose a rozar la tersa piel con sus colmillos.
—Caraffa… Ese nombre sobra en estos momentos. No lo arruines ahora, por favor —murmuró el vampiro sobre el cuello de la fémina—. A los demonios no nos asusta el fuego. En realidad, a mí no me intimidan tus llamas, me encanta hundirme en ellas. Pero antes de que las cosas tomen otro rumbo, tengo trabajo para ti, mi encantadora serpiente.
Quizás se había adelantado un poco, pues no lo veía de otro modo, al menos no en esa reunión, estaba tan ofuscado por las misiones de la logia que no deseaba perderlos de su mente ni un instante, pero, ¿qué más daba si postergaba tan sólo un rato los deberes y alimentaba su sed? Sólo hubo un largo silencio mientras se daba la tarea de recorrer la piel de aquella mujer que tanto deseaba, sintiendo como su apetito se volvía más intenso.
—Aunque pensándolo bien, eso podría esperar un poco más. Preferiría tener otros planes para ti en esta noche —masculló con la voz ronca, evidenciando su condición.
Sus brazos rodearon la fina cintura de Rubicante, poseyéndola como lo haría un animal hambriento con su presa, gruñó con ferocidad y aspiró aquella exquisita fragancia que tanto lo sacaba de sí.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2014
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Re: Purgatorial of Blood || Privado
"Mas dime la razón que no te impide descender aquí abajo y a este centro,
desde el lugar al que volver asías."
desde el lugar al que volver asías."
Tratar con demonios siempre resultaba ser un verdadero fastidio, todos y cada uno contaba con un carácter maldito e insoportable; Incluso la misma Rubicante. Aunque ni todos los custodios juntos podrían compararse a Malacoda, no había que ser demasiado observador para darse cuenta de aquello. Incluso podría decirse que luchaba por equipararse a Caraffa.
Muy terrible podría ser su actuar, pero siempre terminaba preso de las acciones de la hechicera, ya que sólo ella conocía las verdaderas debilidades del vampiro y era en momentos claves — precisamente como el que se le presentaba ahora— donde buscaría usar sus conocimientos con inteligencia.
Percibía cada mínimo detalle que realizaba el hombre entre sus brazos, conocía aquel despertar de anhelo y perdición entre ambos. Hace mucho que no se molestaba en ocultar lo obvio, ya que desperdiciaría el tiempo. Sus encuentros siempre terminaban siendo esclavizados por los ambiciosos deseos.
El tacto ajeno era todo lo que necesitaba en ese momento, de otra forma no habría llegado a invadir un lugar que él realmente usaba cuando buscaba ocuparse de asuntos muy serios.
— ¿Eres consciente? —le interrumpo con voz sensual, articulando cada palabra con actuada lentitud.
— Estoy segura que eres el único tan arriesgado como para desvanecerte en mis brazos, Malacoda. Estando mi presencia es tu inconsciente salvaje el que habla, y no la sensatez de la que tanto presumes. — susurró conforme su cabeza se dejaba caer sobre la de él. Podía notar como la sed del inmortal despertaba y ella sólo se prepararía para saciarla. Sentir la amenaza de sus colmillos contra su piel no le preocupaba en lo absoluto. Era una invitación, la cual jamás podría rechazar, ya que le encantaba saber que el cuerpo de su amado albergaba parte de su propia esencia.
Era evidente que buscaría mantenerse tranquilo, más aún si realmente tenía algo pensado para ella. Por lo general Carlisle no actuaba sin antes hablarlo con Malacoda, aunque la mayoría de las veces acabaran discutiendo por alguna parte del asunto, ella sabía que toda misión que tomara podía significar un inminente riesgo.
— Debes saber que conmigo todo tiene su precio. La sed debe quemarte, querido... Pero primero vendrán mis condiciones. — le advirtió repasando parte de su nuca, rozando aquella pequeña y gélida extensión de piel.
— Deseo conocer tus planes, sé que ya debes tener algo muy bien detallado para mí y quiero saberlo en este momento. — simple y claro curiosidad. Carlisle no se dejaría caer rendida antes de desglosar lo que nadaba en la mente de su compañero, mucho menos cuando esto tenía directa relación con ella.
Aunque ya podía sentirlo en todo su cuerpo, afianzó sus ideas de mantenerse firme ante él. Al menos sólo en su cabeza, ya que sus manos sólo conseguían aferrarlo con más fervor.
Su incontrolable deseo por entregarse también quedó expuesto cuando su cabeza dejó expuesta la curvatura de su cuello, una de sus partes más delicadas siendo ofrecida ante el demonio que le abrazaba.
— Cuéntamelo todo. Estoy ansiosa por escuchar tus macabros planes. — exigió con esmero de mantenerse controlada. Primero conseguiría lo que quería, ya luego podrían encargarse de todo lo demás.
El tiempo siempre estaría de su lado, y ambos lo sabían. La eternidad los cernía bajo su manto infinito.
Carlisle Rubicante- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/10/2014
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Re: Purgatorial of Blood || Privado
“Yo, con las rodillas
desgarradas adoro a mi Dama,
Sin embargo ella se consume
en su propia idolatría.”
—Thomas Carew.
desgarradas adoro a mi Dama,
Sin embargo ella se consume
en su propia idolatría.”
—Thomas Carew.
Carlisle era capaz de hacer despertar su ira y apaciguarla al mismo tiempo, gustaba de provocar a Malacoda, eso se veía a simple vista. El vampiro estaba consciente de eso y aunque disfrutaba de aquel juego, en ese momento, sus obligaciones con la logia no lo dejaban pensar en distracciones. Había demasiadas cosas por hacer, sus enemigos empezaban a mover sus piezas y él claramente no iba a quedarse de brazos cruzados. Eso sin incluir la fastidiosa ausencia de Malebranche. Aquel vampiro empezaba a actuar de manera extraña últimamente, como si ocultara algo y eso de cierta manera incomodaba a Malacoda. No quería desconfiar de su compañero, pero hay cosas que sencillamente no se pueden tolerar demasiado tiempo.
Caraffa había dejado sus órdenes y molestias bastante claras, aparte de culparlo y acusarlo de negligente y encargarle, para colmo, que debía vigilar más de cerca a Khâlid. ¿Por qué tenía que hacerlo él? Malebranche también tenía culpa de eso. Él y Malacoda sabían todo sobre el inquisidor y claro, eran los culpables de su ausencia de recuerdos. Pero que tuvieran que estar tras él como si se tratara de un crío, era algo verdaderamente indignante y claro que Malacoda se desquitaría de ese fastidio de algún modo.
Los labios de la hechicera lo entretuvieron tan sólo unos minutos, dejando atrás todo el lío que había iniciado unos días atrás cuando tuvo que trasladarse al Vaticano. Reposó en estos el tiempo necesario para calmar sus ideas, aunque su sed terminó aumentando más de lo que debía. Sin embargo, Malacoda era un vampiro antiguo, podía pasar varios días sin probar una gota de sangre y eso no afectaba su condición en lo más mínimo, con el tiempo aprendió a lidiar con las pequeñas imperfecciones de su raza. Se embriagó con el aroma de Carlisle, abrazándose a su cuerpo por completo, casi ignorando cada palabra surgida de los labios femeninos. Pero no debía ceder más, aunque quisiera, debía dejar su pasatiempo a un lado para volver a lo suyo.
—Ya está, esto lo continuaremos en su momento. Ahorita… No —gruñó mientras su pulgar acariciaba los labios de la mujer—. Sí, tengo sed y nada de “mis condiciones”. Como ya te dije, hay trabajo pendiente. Jugaremos después. —Se apartó del cuerpo ajeno y se incorporó lo mejor que pudo; analizaba cuidadosamente sus dictámenes—. Has pasado ya demasiado tiempo sin hacer nada, Carlisle. Como primera tarea, deberás reunirte con Calcabrina. No sé, usa tu magia junto con la de él para que logre, qué sé yo, despertar su esencia junto con sus recuerdos demoníacos. Graffiacane podría hacerlo, pero sigue desaparecida y no me fío de ella, sigue siendo excesivamente astuta y la única demente capaz de controlar a Calcabrina. —Observó a la fémina aguardando unos segundos para continuar— también necesito que vigiles muy de cerca a Khâlid, no quiero flaquezas de su parte. Yo me encargaré de los demás y desde luego, de las investigaciones que sigo con respecto a algunos arcángeles. No sé porque tengo el presentimiento de que hay uno muy cerca. Me fastidia esa idea. ¿Podrías ayudarme con lo que te pedí?
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2014
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