Victorian Vampires
Entierro en el bosque [LIBRE] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alexalmo Miér Oct 29, 2014 5:30 am

Ya había llegado a los dos metros. Había estado un buen rato cavando, pero al fin había logrado una profundidad considerable. Me sentía bastante cansado por el esfuerzo físico, pero desde luego había valido la pena. Salí del hoyo, me sacudí la ropa para eliminar la tierra que se me había quedado pegada y dejé la pala en el suelo.
- ¡Por favor! ¡Sabes que esto no es lo correcto!
- ¡2 metros! ¡2 metros, inquisidor! ¿Qué te parece?
- ¡No, por favor! ¡Déjame irme!
Me acerqué al carruaje funerario en el que había venido, y retiré el ataúd que había dentro con esfuerzo. Lo dejé en el suelo.
- Un empujoncito más y adiós, inquisidor.
- Piensa lo que estás haciendo, te lo ruego. No conseguirás nada con esto.
- Al menos conseguiré que no me mates.
Empecé a empujar el ataúd en dirección al hoyo. Se oían golpes y gritos de desesperación desde dentro...

HORA Y MEDIA ANTES

Calles de París
- ¡Por favor, ayúdame!
- No puedo si no te calmas, muchacho. Dime con tranquilidad qué te ha pasado.
- ¡No! ¡No lo entiendes! ¡Vienen a por mí!
- ¿¡Quiénes, maldita sea, quiénes!?
Había salido a dar una vuelta esa noche, pero esa vez no me llevé a Elmo conmigo. Iba a ser un paseo rápido y luego volvería, sin mayores preocupaciones. No tenía mucha sed, ni ganas de meterme en peleas, ni estaba muy de humor para fiestas en tabernas y burdeles. Esa noche sólo quería pasear un poco por las calles de París, reflexionar y disfrutar de las agradables vistas nocturnas. Justo iba caminando por una calle desierta, cuando oí unos pasos rápidos detrás de mí. Me volteé a mirar y vi a un muchacho corriendo hacia mí llorando. Era muy joven, no debía de tener más de 16 años, y se le veía muerto de miedo. No sólo eso, sino que pude percibir el aura vampírica en él. Era de los míos, ¿pero qué le pasaba?
- ¡Señor! ¡Señor, tiene que ayudarme, se lo ruego! ¡Me están persiguiendo!
- Como a todos los de nuestra noble raza, amigo, acostúmbrate, es el precio que hay que pagar por la inmortalidad.
- ¡No! ¡No, no, maldita sea! ¡Digo que me están persiguiendo AHORA! - el chico estaba desconsolado y muerto de miedo.
- ¿Y por qué te paras a hablar conmigo? ¿Por qué no sigues corriendo? - pregunté.
El muchacho rompió a llorar desconsoladamente.
- ¡Por favor! ¡Por favor, sé que eres como yo! ¡Ayúdame, te lo ruego! ¡Tienes que hacerlo! - juntó las manos y entrelazó los dedos como si estuviera rezando, y sólo pude sentir lástima por él.
Era demasiado joven, y por su forma de comportarse diría que era un novato como yo. Apenas había llegado a la adolescencia y ya lo habían convertido. Seguro que ni siquiera fue una conversión voluntaria. Joven, solo, perseguido y asustado. Me recordaba mucho a mí unos años atrás.
- De acuerdo, pero tienes que darme más detalles.
- ¡No puedo! ¡Ahora no!
- Chico...
- ¡Por favor, ayúdame!
- No puedo si no te calmas, muchacho. Dime con tranquilidad qué te ha pasado.
- ¡No! ¡No lo entiendes! ¡Vienen a por mí!
- ¿¡Quiénes, maldita sea, quiénes!?
- ¡La Inquisición! - gritó, con una voz ronca y lastimera, presa de la desesperación y el llanto.
Cómo no... esos cabrones otra vez, pensé.
Apenas dijo eso el chico, oí un zumbido agudo y rápido, el sonido de una flecha cortando el aire. Pude ver cómo una punta de madera de una saeta sobresalía por su pecho. La miré fijamente con los ojos en blanco y levanté la vista hasta que nuestras miradas se cruzaron. Su rostro estaba congelado, con una expresión de sorpresa y miedo en su cara.
- No...
Levanté la mano derecha para tocarle, pero en cuanto lo hice, el chico se convirtió en cenizas justo delante de mí. Fue una visión horrible, todo su cuerpo se descompuso y se convirtió en polvo delante de mí. ¿Así mueren los vampiros? Es horrible.
- No... chico... - ni siquiera sabía su nombre.
Me quedé mirando el montón de ceniza del suelo, atónito y sin dar crédito a mis ojos.
- ¡Eh! ¿Se encuentra bien, señor? ¿Le ha hecho daño ese monstruo? - gritó una voz masculina a lo lejos.
Aquello era el colmo, encima la víctima era yo. Levanté la vista, y vi al autor del crimen: un tipo con sotana y ballesta.
- Sólo... sólo era un muchacho - susurré.
- ¿Se encuentra bien?
- ¡SÓLO ERA UN MUCHACHO MALDITO PSICÓPATA SEDIENTO DE SANGRE! ¿¡Cómo has podido!? - le grité mirándole fijamente a los ojos, sintiendo una lágrima de ira correr por mi mejilla.
- ¡Cielo santo, hay otro! - le oí decir, mientras sacaba otra flecha y trataba de cargar su ballesta.
No le di tiempo de hacerlo, en seguida, loco de rabia, di un gran salto usando Levitar hacia él, cayendo justo encima y tirándole al suelo. El inquisidor tiró la ballesta accidentalmente, y yo aproveché para desenvainar el sable de Benoît y descuartizar a ese malnacido. Levanté el sable, y gritando con todas mis ganas, le apuñalé repetidas veces en todo el torso, pecho, cuello y vientre.
- ¡MUERE, CABRÓN, MUERE! ¡¡¡MUEREEEEEE!!!
Veía algunos pedazos de órgano asomando por la herida o pegados al sable, pero no me detuve y seguí apuñalando y cortando, incluso mucho después de haberme asegurado de que estaba muerto, y para rematar me acerqué a su cuello, le mordí y me bebí toda la sangre que quedara de su cuerpo, como extra.

Cuando hube terminado con el inquisidor, me levanté y me alejé de él, con mi sed totalmente saciada, pero mi ira no tanto. Un chico tan joven... Me escondí en un callejón cercano y me mantuve a la escucha, con el tiempo llegarían los demás, eso estaba claro. Y así fue.
Me quedé en el callejón escuchando cómo llegaban los demás. Oí quejidos y lamentos, y palabras de horror sobre el estado del cuerpo. Pero por supuesto ni una palabra de las cenizas que antes formaban el cuerpo de un pobre muchacho con un destino adverso.
- Dios bendito, ¿qué clase de monstruo ha podido hacer esto?
¿Qué? Por favor, mira quién fue a hablar.
- Será mejor que lo enterremos, antes de que los gusanos se lo coman. Así su alma descanzará en paz.
¿Y cómo puedo hacer que descanse en paz el alma de un joven vampiro?
- De acuerdo, traeré un carruaje funerario. Esperadme aquí - dijo una voz anciana.
- Espera, hermano, iré contigo - dijo otra voz.
Me asomé un poco y pude ver que eran cinco en total. Dos se iban a por el carro y tres se quedaban.
- Es obvio que por aquí hay más. Buscadlos, yo rezaré por su alma.
Bien, van a buscarme, eso es justo lo que quiero. Vi que efectivamente uno juntaba las manos y rezaba con la cabeza baja, otro se metía en un callejón y el último se acercaba hacia donde estaba yo. Ése caería primero.
Me preparé a que llegara. Escondí la cabeza para que no me viera y preparé el sable. En cuanto lo vi cruzar la esquina, salí del escondite y le hundí el sable en el vientre, matándolo al instante. Luego, con total rapidez, escondí su cadáver tras el callejón.
- Uno menos, muchacho. Pronto serás vengado.
Salí del callejón y me acerqué lentamente al que estaba rezando, con el sable en la mano, dispuesto a degollarle. Caminaba con mucha lentitud y sigilo, teniendo mucho cuidado, pero quiso la mala suerte que el tipo, porque notó mi presencia o por pura casualidad, dejara de rezar y mirase en mi dirección. Se sorprendió por la sangre de mi sable y mis ropas y dio un grito de sorpresa a la vez que sacaba su ballesta. Mi mente estaba serena, la suya aterrada, por lo que yo pensé más rápido y atravesé su corazón con el sable antes de que le diera tiempo de hacer nada.
- Quedan tres.
Cogí la ballesta del cadáver y me dirigí al callejón que estaba investigando el otro. Mi puntería era pésima, pero si tenía suerte, mi objetivo estaría lo suficientemente cerca como para no fallar. En cuanto crucé la esquina del callejón, volví a oír el zumbido de una flecha cortando el aire, y me puse a cubierto con rapidez. Claro, el inquisidor oyó el grito de su compañero y se preparó. Salí de mi cobertura de nuevo y, tal y como tenía previsto, mi enemigo estaba cerca. Le maté de un flechazo antes de que pudiera cargar una segunda flecha en su ballesta.
- Quedan dos.

Había matado a los tres primeros con rapidez y los dos que se habían ido tan tranquilos a buscar un carruaje no habían ido muy lejos. Les seguí la pista hasta que llegaron a dicho carruaje, y vi que cargaban un ataúd en el interior. Corrí hacia ellos y hundí mi espada en la espalda del más joven y fuerte, el cual emitió un gemido y cayó. Rápidamente apunté con el sable al viejo, quien sólo levantó las manos y me miró con miedo.
- Espera... espera, hablemos.
- ¿Hablar? ¿Fue eso lo que le propusiste al joven? Malditos asesinos.
No supo contestarme, aunque sí intentó balbucear alguna respuesta. No iba a matar al último ahí mismo, y le golpeé la cabeza con el mango del sable, dejándolo inconsciente.
Cogí al inquisidor joven y lo metí en el carruaje, y luego metí al anciano en el ataúd que iban a usar para el inquisidor que destripé. También metí el ataúd en el carruaje funerario y me aseguré de cerrarlo todo, a fin de que ningún curioso pudiera ver lo que había dentro. Luego me senté en el asiento del conductor y tomé las riendas.

MEDIA HORA DESPUÉS

En mitad del bosque
Ya llevaba una hora conduciendo el carruaje, pero había llegado a mi destino: el bosque. Donde nadie molestara ni me diera problemas. Mientras los caballos cabalgaban, pude oír golpes y gritos de dentro del carruaje:
- ¿¡Eh!? ¡Dios mío! ¿Pero qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿¡Hola!? ¿Me oye alguien? - preguntó el inquisidor anciano.
- ¡Parece que alguien se ha despertado ahí atrás! - respondí con tono burlón.
- ¡Eh! ¿Quién eres tú? ¿Qué es este traqueteo? ¿Estamos en un carruaje? ¿Dónde estoy metido? ¿Qué es esto?
- Calma, inquisidor, calma. Las preguntas una por una y con tranquilidad, por favor. Primero, yo soy el vampiro que mató a todo tu equipo, de hecho me llegaste a ver y hablamos un poco, antes de que te mandara a dormir de una hostia. Segundo, sí, estamos en un carruaje. Concretamente el carruaje que ibas a usar para enterrar a ese amigo tuyo al que descuarticé, ¿lo recuerdas? Y tercero, estás metido en el ataúd que ibas a utilizar.
- ¿Qué? ¿Por qué haces esto? ¡Déjame irme!
- ¿Que por qué hago esto? Debería ser yo quien hiciera esa pregunta: ¿por qué matásteis a un muchacho joven en mitad de la calle? ¡Ah, déjame adivinar! ¿Porque era un vampiro y los vampiros no tienen derecho a vivir, verdad? ¡Hijo de perra! - respondí, con una entonación burletera al principio, pero gritando con rabia en la última frase.
- ¡No! ¡No es eso! ¡Ese chico mató a una muchacha joven para alimentarse de ella! ¡Había que hacer justicia!
- ¡Ah, claro! ¿Véis a una víctima del vampirismo dejándose llevar por su instinto y en lugar de guiarlo y enseñarle a controlar su sed váis y le metéis un flechazo al canto, eh? Ni un mísero esfuerzo para ayudar, no. ¡Flechazo y fuera, que es más rápido! Me encanta cómo razona la Inquisición.
- No, no es... espera, ¿a dónde vamos?
- ¿No es obvio? ¡Voy a enterrarte vivo, asesino! ¡Vas a morir asfixiado y bajo tierra! ¿Qué te parece?
- No... ¡No! ¡No puedes hacer eso!
- ¿Que no? Tú espera y verás si puedo o no puedo, sólo tienes que ver cómo te lo demuestro.
- ¡Por favor! ¡Piensa en lo que vas a hacer!
- ¡Jaaaaajaaaaaa! ¡Yo ya no pienso nada, inquisidor! ¡Dejé de pensar racionalmente en cuanto vi a un compañero vampiro deshacerse en cenizas ante mis ojos! ¡Ahora la ira nubla completamente mi mente y siento tanto odio que soy incapaz de usar el lado racional de mi cerebro! - aunque el tono risueño y burlón de mi voz en realidad parecía indicar lo contrario.
- ¡Te ruego que recapacites! ¡Te lo ruego por mi alma!
- ¡Ooooh! ¡Me ruegas que recapacite! ¡Como rogaste que recapacitaran a tus compañeros que querían asesinar a un adolescente con un problema de control de sed! ¡Que Dios te bendiga a ti y a tus buenas intenciones, señor Corazón de Oro! ¡Anda y que te jodan, asesino hipócrita de los cojones! - ahora sí que sonaba furioso.
Hice que los caballos frenaran.
- Este es un buen sitio.
- ¡No! ¡Por favor, déjame irme! ¡Te juro que no te daré problemas si dejas que me vaya!
Esta vez no respondí, sólo saqué una pala del carruaje y empecé a cavar un hoyo de dos metros, para el cadáver y para el futuro cadáver. Los dos juntos en el mismo hoyo, sí señor.
Durante un buen rato, estuve cavando...

MEDIA HORA DESPUÉS

Ya había llegado a los dos metros. Había estado un buen rato cavando, pero al fin había logrado una profundidad considerable. Me sentía bastante cansado por el esfuerzo físico, pero desde luego había valido la pena. Salí del hoyo, me sacudí la ropa para eliminar la tierra que se me había quedado pegada y dejé la pala en el suelo.
- ¡Por favor! ¡Sabes que esto no es lo correcto!
- ¡2 metros! ¡2 metros, inquisidor! ¿Qué te parece?
- ¡No, por favor! ¡Déjame irme!
Me acerqué al carruaje funerario en el que había venido, y retiré el ataúd que había dentro con esfuerzo. Lo dejé en el suelo.
- Un empujoncito más y adiós, inquisidor.
- Piensa lo que estás haciendo, te lo ruego. No conseguirás nada con esto.
- Al menos conseguiré que no me mates.
Empecé a empujar el ataúd en dirección al hoyo. Se oían golpes y gritos de desesperación desde dentro...
- ¡Espera, espera! ¡Sé que no eres un mal hombre! ¡Tus motivaciones son incorrectas, pero tus intenciones son bondadosas!
- Tus halagos no te salvarán la vida, inquisidor - seguí empujando.
- ¡Podemos hacer un trato!
- Ya hemos hecho uno: yo te mato y tú te callas - seguí empujando.
- Puedo ayudarte.
- No, no puedes - seguí empujando. Ya casi llegaba.
- Oye... creo que tienes razón.
- ¿Ah, sí? - paré de empujar cuando estaba a unos pocos centímetros del hoyo y me tomé un tiempo para descansar.
- Nuestros métodos no son los correctos. Creíamos que al menos eran efectivos, pero era sólo una forma de justificar nuestra maldad. No es correcto ni es efectivo. Nos estamos convirtiendo en lo que odiamos.
- ¿Y aun así lo haces? Los tuyos disfrutáis torturando por cualquier cosa que os parezca herejía, por eso merecéis castigo - cogí la pala, la clavé en la tierra y me apoyé en ella.
- ¿Y eres tú el más indicado para hacerlo? Dios es nuestro único juez, déjale el castigo a Él.
- Lo que hago es por venganza.
- Por favor, mira lo que estás haciendo. Esto va más allá de la venganza. Dices que disfrutamos haciendo sufrir al enemigo ¿pero no es eso lo mismo que haces tú ahora? Ya mataste a mis amigos, ¿por qué tienes que darme una muerte tan horrorosa? ¿Cuándo se cierra el círculo de la venganza? Si me matas para vengar al muchacho, otro te matará a tí para vengarme a mí. ¡Será venganza por venganza! Eso no traerá nada bueno. Sólo estaremos dándonos de palos el uno al otro. ¿Hasta cuándo durará?
- Hasta que uno de los dos bandos no aguante más los palos y caiga - intentaba sonar decidido y seguro, pero la duda se oía perfectamente en mi voz. El inquisidor aprovechó este hecho.
- No te conviertas en lo que somos nosotros, vampiro. Aún puedo percibir la bondad en ti. Aún estás a tiempo. La Inquisición se ha dejado consumir por el odio, no dejes que te consuma a ti también. No es lo que hubieran deseado los seres queridos a los que intentas vengar.
Aquellas palabras me dieron de lleno. Por un momento me llegué a replantear si de verdad estaba haciendo lo correcto al querer vengarme así de la Inquisición, al querer... torturarlos. ¿No estaba siendo yo peor que ellos? ¿No sería eso alimentar el fuego del incendio?
- Sé que merezco castigo, pero Dios debe ser mi juez, y no tú. Libérame, y prometo dejar la Inquisición, no mandaré a nadie a perseguirte y te juro que no volveré a matar a nadie. Es lo más justo y lo más correcto.
Dudé durante un segundo.
- No te creo.
- Está bien, haz lo que quieras. Yo no suplicaré más, ya he dicho lo que tenía que decir.

Apoyé las manos sobre el mango de la pala, y dejé caer mi cabeza sobre las manos. Empecé a recapacitar en serio sobre mi cruzada personal contra la Inquisición y sobre matar o perdonar a este anciano. ¿Tan cruel fue su crimen? ¿Debería ser Dios su único juez? El ataúd estaba a centímetros del hoyo, podía tirarlo de un golpe y enterrarlo, o podría abrir el ataúd.
Levanté la pala lentamente, notaba mis manos temblar.
- ¿Qué hago, Benoît? ¿Qué hago, Dios? Edith, Hilda, decidme qué debo hacer.
- ¿Qué? ¿De qué hablas?
- ¡Cállate, viejo! No hablaba contigo.
- ...perdón.
Golpear o abrir. Abrir o golpear. Matar o perdonar. Perdonar o matar. Tras unos interminables segundos pensándomelo, me acerqué al ataúd, rompí el candado que lo cerraba con la pala y lo abrí muy lentamente. En cuanto la tapa estuvo totalmente abierta, levanté la pala, en un ademán de golpear al inquisidor anciano.
- Haz un sólo movimiento brusco, viejo, muéstrame algún arma o mete siquiera una mano en los bolsillos y juro por Dios que te arranco la cabeza a palazos - le amenacé.
- Gracias.
Con cuidado, se levantó y salió del ataúd. Fue a ponerme una mano en el hombro, pero me alejé. No quería que me tocara, no me fiaba de él, pero tampoco lo mataría.
- Dios recompensa a los piadosos.
- Entonces vete antes de que me quede sin mi premio.
El inquisidor obedeció y se marchó del lugar deprisa. Me acerqué al carruaje funerario, buscando el cadáver del joven. A ese sí que tenía que enterrarlo. Abrí la puerta del carruaje, esperando ver el cadáver del tipo que había herido, pero para mi angustia, ahí estaba el inquisidor joven, sólo que no estaba muerto. Me tiró al suelo de un puñetazo, y cuando me recuperé del golpe y le miré, vi que había salido del carruaje, aunque con dificultad. Estaba pálido y tenía ojeras, señal de que había perdido mucha sangre, la cual empapaba ahora su ropa, pero estaba vivo. ¿Cómo era posible? Había sobrevivido a mi estocada. Y me apuntaba con un revólver que seguramente tenía balas de plata.
Me quedé en el suelo, horrorizado, y sólo pude taparme la cara con una mano, como si eso pudiera protegerme.
Con que Dios recompensa a los piadosos, ¿eh? Pues vaya mierda de recompensa la mía.
- Muere... chupasangre hijo de perra - dijo, en un furioso y ronco susurro.
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Entierro en el bosque [LIBRE] Empty Re: Entierro en el bosque [LIBRE]

Mensaje por Cerise Moreau Jue Oct 30, 2014 5:16 am

- Quizás ser una hechicera no sea tan agradable como creía.- Jadeé, exhausta.  Caminaba por el bosque envuelta en la oscuridad, cargando con un gigantesco libro cubierto de barro en una mano y un saco lleno de verduras en la otra. Hacía más de 6 horas que había dejado la ciudad para internarme en los bosque cercanos en busca de raíces, setas y otras cosas necesarias para preparar pociones. Estaba mugrienta pero no su mugre habitual de ciudad con hollín y barro en las botas, ésta era más pegajosa y... forestal. Era hora de desaparecer de allí, si es que podía, las velas que llevaba se habían extinguido hacía tiempo y aunque había dejado marcas para volver en los árboles y algunas piedras  ordenadas, seguía temiendo perderme allí.

Oí voces y me paré en seco, posando suavemente mi saco lleno de ingredientes en el suelo. Unos metros delante de mi, pasó corriendo lo que parecía ser un viejo, su aura mostraba que estaba nervioso y aterrorizado, tanto que había pasado de largo sin notar mi presencia.

- Ese imbécil va derechito al corazón del bosque - susurré. Sabía que el viejo huía de algo, algo le había asustado de esa manera tan terrible pero venía de la misma dirección que las marcas que indicaban el camino de vuelta. Dejé el saco y el libro en el suelo, me hacían torpe y vulnerable. Antes de proseguir, metí la mano en la bolsa y saqué varias raíces, me las metí en el bolsillo y cubrí con ramas y hojas tanto el libro como el saco. Avancé con cautela, esquivando un enorme agujero en el suelo.
- Eso no estaba ahí cuando llegué.- Pensé. Pero no tenía otra opción, tenía que volver, las raíces de fedraum tenían que cocer en menos de 12 horas o no servirían para nada. Seguí caminando hasta que el sonido de los caballos relinchando y unos golpe me hizo parar. Me acerqué a lo que parecía ser un carruaje, prudente.

Menuda escena. Lo que parecía ser un vampiro a juzgar por su aura, acababa de ser tirado al suelo por un jovencito humano, que lo apuntaba con una pistola. Parecía que al chico no le quedaba mucho tiempo de vida pero su aura desprendía un aura asesina más brillante que el sol de mediodía. Seguramente el vampiro fuera a alimentarse y le había salido mal la jugada. No. Entonces el viejo que pintaba en todo esto. ¿Doble ración? ¿Otro recolector de setas sorprendido, como yo?¿Inquisidores? Porque una chica sola en el bosque y con estas raíces en el bolsillo grita bruja por todas partes.

- Muere... chupasangre hijo de perra .- dijo el joven, en un furioso y ronco susurro.

Podía quedarse y observar como el chico mataba al vampiro y luego moría desangrado, incluso podría quedarse con sus pertenencias, vender los caballos... pero ¿conseguiría el chico matar al vampiro? No veía ninguna estaca, estaba débil y ese revolver no iba a hacer mucho contra un vampiro. Si el vampiro sobrevivía, la vería en seguida y si el viejo era para él, bien podría ser ella la comida de emergencia. O sea, que todo dependía de las probabilidades de supervivencia del vampiro...

Bordeó el carruaje, sigilosamente, acercándose a los dos hombres todo lo posible, pero a resguardo tras el carruaje. Suspiró.

- Quien en su sano juicio apostaría por la muerte de un vampiro... más vale que me deba un favor. - Pensó.

Saltó detrás del humano, empujando sus brazos hacia arriba para que el revolver apuntara al cielo, a la vez que le daba un rodillazo en la espalda para que éste cayera al suelo.
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Mensaje por Alexalmo Dom Nov 02, 2014 3:32 pm

Patéticamente acostado y derrotado en el suelo como estaba, me quedé mirando fijamente al inquisidor que me apuntaba con su revólver. Estaba débil, pero también lleno de odio, se podía respirar su instinto asesino. ¿Cómo podía haber sobrevivido a eso, de todas formas?
Ya estaba pensando con qué palabras iba a saludar a Benoît en el mas allá, cuando sentí una presencia familiar. Una silueta femenina nos espiaba entre los árboles y se acercaba lentamente hacia nosotros. Era una mujer, pero no una humana normal, pues su aura estaba cargada de magia. Era una bruja, una hechicera. Ya había visto un aura así antes.

- ¿Emilia?
La silueta no tardó ni un instante. Se abalanzó sobre el inquisidor, desarmándolo y tirándolo al suelo. No desaproveché ni un instante aquella oportunidad que el Señor me había otorgado. Me levanté rápidamente y me lancé sobre el inquisidor, que ahora estaba postrado de rodillas, sorprendido y aturdido sobre este nuevo ataque. Aún sostenía el arma en la mano, pero corrí hacia él y le di una patada en la cara con todas mis fuerzas, haciéndole caer al suelo. Dí otra patada a su revólver para alejarlo todo lo posible, agarré al hombre por el pelo y lo levanté a la fuerza.
- Maldito cabrón. ¡Bastardo de mierda! - le grité.
Le acerqué hacia una de las ruedas del carruaje y empecé a estamparle la cara contra el filo de la misma, varias veces.
- ¡Chúpate esta, jodido inquisidor! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón! ¡Cabrón!
Con cada vez que le gritaba esa palabra, le reventaba la cabeza contra el filo de la rueda. En mi cara había una mueca de locura, una sonrisa retorcida y los ojos abiertos como platos, disfrutando sin ningún remordimiento el daño que le hacía a mi enemigo, hasta que finalmente vi, alegre, cómo la rueda estaba ya empapada de sangre, y efectivamente el tipo tenía un corte muy feo en la cabeza. Bueno, varios en realidad. Pero lo sorprendente es que todavía estaba vivo. Todavía respiraba. Es increíble... Si tan sólo hubiera escogido el bando correcto, este hombre habría sido un gran aliado.
Aunque vivía, estaba muy débil, con un pie en el otro barrio. No iba a luchar más. Me acerqué a su cara.

- Muere... inquisidor hijo de perra - le susurré, parodiando lo que él me había dicho antes.
Finalmente, le estampé la cabeza una vez más, y esta vez, con un sonoro crujido de huesos, su cráneo se partió, haciendo que sus sesos se desparramaran por la rueda sobre la que lo había golpeado.
Una visión muy vomitiva para la mayoría de la gente. Un bello cuadro para mí.

Me quedé donde estaba un tiempo, jadeando, recuperando el aliento. El muy cerdo me había hecho experimentar el miedo a la muerte. Odio el miedo a la muerte. Una vez recuperé el aliento, me giré hacia la persona que me había salvado. Su aura era muy parecida a la bruja que me acogió durante la Navidad, pero saltaba a la vista que no era la misma persona. Tenía el pelo bastante largo, y negro como la noche. Me llamaron la atención sus ojos, no eran circulares cono los de los demás, sino que eran alargados y un poco más pequeños. A eso se le llama tener los ojos rasgados, y la gente en Asia los tiene así. Esta mujer debe ser de China o de Japón. Benoît me había contado sobre los asiáticos, de una vez que viajó a Oriente, y me había dicho cuál era su aspecto físico, pero nunca había tenido la oportunidad de ver uno.

-... No eres Emilia - fue lo primero que se me ocurrió decir - Gracias.
Hice una reverencia, en señal de respeto y agradecimiento. No conozco de nada a esta mujer y su vida no me interesa en lo más mínimo, pero aún así me había salvado la vida. Hace falta coraje para salvar a un ser querido o un conocido, pero ¿salvar a quien no conoces absolutamente de nada? Para eso hace falta algo más.
Miré sonriente el cadáver del cazador, que yacía con la rueda aún insertada en su cráneo, y recordé lo que había dicho el anciano unos minutos antes.

- Dios recompensa a los piadosos. - dije, riendo.
Miré a la mujer. Estaba claro que Dios, por alguna razón, la había enviado ahí, a salvarme. O sea, ¿una mujer con cierta experiencia en el combate y la suficiente bondad como para salvar a un desconocido camina en mitad del bosque en plena noche y viene a pasar por la escena del combate... justo antes de que me maten? La casualidad no sería capaz de algo así. Estaba muy claro lo que Jesús pensaba acerca de estos inquisidores.
- Gracias otra vez, seas quien seas. Me llamo Alexalmo, ¿y tú? - le dediqué una sonrisa amistosa - Parece que te debo una de las grandes, ¿no es así?
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Mensaje por Cerise Moreau Vie Nov 07, 2014 10:41 am

Como siempre en estos casos, todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. El vampiro atacó al jóven con verdadera rabia asesina, la locura le desfiguraba la cara mientras estampaba al chico contra una rueda del carruaje. Un asesino, un vampiro y ahora yo estaba a solas con él.

La pistola salió disparada de una patada mientras el vampiro continuaba su ataque.Seguí su trayectoria, en parte por apartar la mirada de aquella vomitiva escena y me propuse ir a cogerla- Sin embargo, el vampiro había parado ya su frenética venganza, la cual había acabado en una alfombra de sesos para el carruaje.Alerta, me coloqué en dirección al arma, dispuesta a correr y disparar en caso necesario. Si los gritos del vampiro eran ciertos, el joven era un inquisidor y la pistola quizás tuviera balas de plata.

Mientras el vampiro se recuperaba, traté de obsevarle tanto como la oscuridad me lo permitía. Parecía que su ansia asesina se había calmado, aunque nunca se sabe con un vampiro. Hizo una reverencia y  me dio las gracias. Estaba sorprendida, no me esperaba a un chupasangres tan agradable, no coincidía con mis pasadas experiencias. Desde luego, seguramente era todo fachada, seguramente ambos sabíamos que podría acabar conmigo en cualquier momento, pero lo mejor era seguir la corriente y aprovechar la oportunidad, sin perder de vista el revólver. Además había mencionado a una tal Emilia, no parecía que nadie más anduviera por los alrededores, así que no le di mucha importancia.


- Gracias otra vez, seas quien seas. Me llamo Alexalmo, ¿y tú? - me sonrió - Parece que te debo una de las grandes, ¿no es así?

- Cerise - respondí tratando de imponer fuerza y calma al tono de mi voz, no podía parecer intimidada.- Lo que sea por librarse de un inquisidor. Aunque parece que se le escapó otro - añadí señalando al interior del bosque.

Miré el cadáver del chico. No parecía que el vampiro tuviera mucho interés en su sangre. Si el vampiro no estuviera cerca sería una buena oportunidad para conseguir unos ingredientes de lo más frescos, aunque mi cuchillo se había quedado entre mis cosas en el bosque,cerca del enorme hoyo, gran fallo por mi parte. Sabía que tenía que alejarme del vampiro en cuanto pudiera, lo mejor sería volver al bosque, coger las cosas y esperar hasta que él se fuera. Aunque eso echaría a perder las setas de mi bolsillo.

- Me alegro de haber podido serle de ayuda, señor  - Le dije con una pequeña reverencia aunque mentalmente sabía que le hubiera dejado morir de saber que la pistola podría haberle exterminado.- Aunque me temo que soy demasiado débil como para ayudarle con las consecuencias, podemos tratar de meterlo en el carruaje  -señalé el cuerpo inerte del muchacho. Lo mejor es que él desapareciera con el carruaje y el inquisidor cuanto antes.
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Mensaje por Alexalmo Lun Dic 01, 2014 2:55 pm

- Cerise, ¿eh? Es un nombre bonito - le respondí.
Observé su lenguaje corporal. Parecía bastante nerviosa, pero no asustada.
*Hmm... ya veo... Está un poco tensa después de haberme visto asesinar brutalmente a un hombre, pero no es que se esté muriendo de miedo. Ya ha visto sangre*, deduje. Fue entonces cuando me di cuenta de lo descuidado que había sido cometiendo un asesinato así enfrente de una pobre muchacha. Si tan sólo se hubiera tratado de alguien más inocente y con menos experiencia, podría haberla traumatizado de por vida. Muy estúpido por mi parte, aunque en una situación como en la que estaba no es que pudiera razonar demasiado las cosas antes de actuar. Respiré profundamente, tratando de calmarme, tratando de suprimir las últimas gotas de adrenalina que aún fluían por mi cuerpo.
- No, no te preocupes por el otro. Lo dejé escapar a propósito, no creo que pueda hacerme nada. Con un poco de suerte, se tomará una copa, se dará un baño caliente y olvidará mi cara para siempre. Y si resulta que vuelve a por venganza... Bueno, entonces que Dios decida cuál de nosotros dos debe morir.

Ella dijo que podríamos meter el cadáver en el carruaje. ¿Quizá para esconderlo?
- No - le dije, secamente -. Déjalo donde está. Que alimente a las criaturas del bosque, que a estas horas deberán de estar hambrientas. Al final sí que hará algo de utilidad, ahora que está muerto.
Ese imbécil no merecía un entierro digno. Había asesinado brutalmente a un pobre vampiro joven, y casi consigue hacer lo mismo conmigo.
- Mierda... Elmo me estará esperando. ¿Qué hora es? ¿Tienes algún reloj encima, Cerise?
Debía asegurarme de llegar a la ciudad antes de que amaneciera. No había escapado de la muerte de forma tan milagrosa para morir patéticamente a la luz del Sol.
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Entierro en el bosque [LIBRE] Empty Re: Entierro en el bosque [LIBRE]

Mensaje por Cerise Moreau Vie Dic 05, 2014 7:45 pm

De nuevo amable, desde luego no era lo que me esperaba de un vampiro.  Y piadoso, una cualidad que en nuestro mundo, el de lo oculto, podría traernos problemas. Parece que la suerte había caído de mi lado y hoy no tocaba ser devorada. Traté de calmarme aunque sin deshacerme de esa pequeña y familiar tensión que me había salvado la vida tantas veces.

- No, no llevo ninguno pero... - me acerqué al cadáver dándole una patada con el pie para voltearlo, agachándome, comencé a rebuscar entre sus ropas .- Los inquisidores suelen llevarlos, con ese trabajo siempre es bueno saber cuando va a caer la noche. Ve, aquí está. - Saqué un viejo reloj de latón, enganchado con una cadenilla a sus ropas, miré la hora y se lo lancé al vampiro para que viera él mismo.


Disimuladamente, me guardé una cartera del muerto que había encontrado junto con el reloj. Traté de recordar cuanto había tardado en llegar desde la ciudad pero honestamente calcular distancias no es uno de mis fuertes ¿una hora? ¿o fueron dos?.

- Queda poco más de una hora para que amanezca. ¿Cree que llegará a tiempo? - Quién sabe, quizás tendrá que cavar un hoyo bajo tierra y enterrarse, añadí mentalmente con sorna.

Observé la rueda ensangrentada, algo maltrecha a causa de los golpes y miré al vampiro con cierto aire reprobatorio, esa furia asesina podría jugarle una mala pasada, a él y a mis cada vez más mustias setas. Me concentré en el carruaje, seguía sin sentirme cómoda con un depredador natural a mi alrededor pero ambos queríamos salir de allí. Además, era un vampiro bastante cordial, quizás hasta pudiera responder a un par de preguntas que iluminaran a una novata en esto del submundo.

- Podría usar el carruaje, si no llegamos a tiempo, se encierra dentro y continuo yo hasta París. No tengo mucha experiencia llevándolo, pero no creo que sea muy difícil.- le ofrecí - Pero a cambio deme el cadáver del chico .- Eso me compensaría por mi saco abandonado o el viaje que me tocaría hacer mañana para encontrarlo de nuevo.
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Entierro en el bosque [LIBRE] Empty Re: Entierro en el bosque [LIBRE]

Mensaje por Alexalmo Jue Ene 01, 2015 9:11 am

Miré con preocupación el reloj. La chica llevaba razón, faltaba muy poco para que amaneciera. Mierda, había perdido demasiado el tiempo con toda esta historia, y había olvidado lo más importante: ocultarme del Sol. En momentos como este solía echar de menos eso de ser humano y poder pasear tranquilamente bajo la luz del día, y solía lamentarme por mi transformación. Pero claro, siempre que recuerdo la cantidad de superpoderes que había adquirido, el arrepentimiento se me pasa. No, ser vampiro es lo mejor, pero si no me daba prisa, en cuestión de minutos no sería ni vampiro ni humano ni mierdas, porque el Sol me borraría para siempre del mapa.
- Ohh... ¡Joder!
Cogí el ataúd en el que estaba encerrado el anciano inquisidor, y usando toda mi fuerza vampírica lo levanté y lo volví a meter en el carruaje.
- ¿El cuerpo de ese hijo de puta? Sí, haz lo que quieras con él. También podrías dejarlo aquí en el bosque, para que alimente a los pobres gusanitos hambrientos, y de paso algún que otro lobo. Tal vez al morir alimente a las criaturas del bosque. La primera cosa útil que habrá hecho en toda su existencia. Pero haz lo que quieras.
Abrí el ataúd y me metí dentro.
- No sé por qué, pero tengo la sensación de que ya sabes a la perfección lo que son los vampiros, así que no te extrañarás por esto. No tengo hogar ni refugio propio, pero me harías un gran favor si me llevaras a París, pero la verdad es que me da exactamente igual. Coge el carruaje y llévanos a donde quieras, o vete andando y déjame aquí. Me entrego completamente a tus manos.

Ella ya había arriesgado su vida para salvarme, así que no creo que sea una cazadora ni que tenga malas intenciones. Podía fiarme de ella, al menos de momento. Y si intentaba hacerme daño o traicionarme... Bueno. Aún tenía el sable de Benoît atado al cinturón, pero esperaba no tener que utilizarlo en todo el día.
- Y gracias otra vez. Pídeme lo que quieras, pues te debo la vida.
Y dicho esto, cerré la tapa del ataúd y me entregué al sueño. Quién sabe lo que me encontraría al despertar.
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Entierro en el bosque [LIBRE] Empty Re: Entierro en el bosque [LIBRE]

Mensaje por Cerise Moreau Jue Ene 08, 2015 6:06 pm

El vampiro se metió en el carruaje. Era una criatura demasiado confiada, la facilidad con la que se había puesto en sus manos era del todo desconocida para mi.

- Sí, soy una bruja puedo identificaros fácilmente. - golpeó suavemente la caja con los nudillos, para llamar la atención del vampiro.- Ahora voy a hacer un poco de ruido, no te asustes... olvida eso último, eres un vampiro después de todo. En unos minutos partiremos hacia París.

Miré al cielo, aún oscuro y rodeando el carruaje me acerqué al revólver que yacía tirado en el suelo . Lo tomé con cuidado y lo abrí para ver la munición, sólo había dos cargas pero tal y como había imaginado eran balas de plata. Acercándome a los árboles por donde había venido y haciendo una marca. Por último, me agaché al lado del cadáver.

Alexalmo me había dejado bien claro que el cadáver no le importaba y yo no pensaba desaprovecharlo. Lo desnudé de pies a cabeza y rasgando sus pantalones, conseguí un trozo de tela más o menos rectangular. Contuve la respiración porque lo siguiente no me iba a gustar demasiado, no estaba acostumbrada a los sesos, con cuidado metí la mano envuelta en el improvisado pañuelo y saqué el puñado de sesos que quedaban dentro, con un ágil movimiento me desenvolví la mano formando un pequeño saquito que contenía el cerebro del inquisidor, o lo que quedaba de él. Me entró una arcada y cerré los ojos fuertemente, frunciendo el ceño mientras trataba de no vomitar.

-Puajjj .- exclame con disgusto . A continuación saqué el revolver y disparé debajo del pecho, cerca del estómago.- Ahora viene lo peor... - metí mi mano desnuda dentro del recién creado agujero y hurgué en el interior del muerto, era viscoso, aún algo caliente, rebusqué con cuidado hasta que identifiqué el corazón. Agarré con fuerza el músculo y tiré de él con todas mis fuerzas, noté como se desgarraba y se separaba del resto del cuerpo, era una sensación horrible pero la aguante mejor de lo que me creía capaz, sólo un par de arcadas y algunos temblores. Envolví el corazón el la camisa del joven y transporté mis nuevos ingredientes al coche.

Me senté en el asiento del conductor y agarré las riendas del caballo. No tenía mucha idea de cómo  iba aquello, así que tiré de las riendas y esperé lo mejor. Por suerte, parecía que el caballo tampoco quería quedarse allí mucho más tiempo y comenzó a trotar suavemente.

-Rumbo a París, señor Alexalmo .- grité.

El resto fue mejor de lo que me esperaba, avanzábamos lentamente pero sin pausa y los árboles habían empezado a disiparse, dejábamos el bosque atrás.  Fue entonces cuando el viejo curo apareció de entre los árboles, aún gritando, con aquella mirada de loco se dirigió al carro, parecía que iba a lanzarse contra él. Traté de manejar las riendas para frenar , conseguí mi objetivo, esquivando al cura pero un fuerte chasquido estalló en la parte de atrás del carro que venció hacia un lado. La rueda se había roto.

El cura yacía tirado en el suelo, llorando y jadeando. Me bajé del carro hacia él.

- Lo... lo siento mmmu-mmucho... el vam... tengo que salir .- balbuceó entre sollozos. Se sorbió la nariz, limpiándoselo con la manga y continuó .- A.. ayu..yúdeme...- Entonces miró el carruaje, el caballo y mis manos aún manchadas de sangre y tan rápido como había venido, salió disparado otra vez entre gritos hacia París.

- Ese maldito cobarde .- mascullé con exasperación.

Me metí en la parte trasera del carruaje y volví a  golpear el ataúd con los nudillos, fue algo difícil puesto que ahora el carruaje estaba inclinado hacia la derecha.

- Señor vampiro. ¿Está despierto? .- en parte, tenía ganas de abrir el ataúd y descubrirlo .- su piedad nos ha dejado tirados en medio del camino y quien sabe si no volverá para rematarle con 100 inquisidores más.

Quería coger el caballo y largarme de ahí pero una extraña sensación en el estómago me lo impedía, me sentía responsable del vampiro, Dios sabrá por qué.

- El Sol aún no se ha alzado del todo, salga de su cama y entre los dos la llevaremos hacia el bosque, así estará más seguro, yo la cubriré de hojas y ramas, cuidaré de que nadie le encuentre.
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Mensaje por Alexalmo Dom Feb 15, 2015 11:57 am

- ¡Ugh!
Apenas empezaba a relajarme dentro del ataúd, un estrépito y un crujido me hicieron alertarme. Oí la voz del inquisidor anciano, pero no tardó demasiado en alejarse. Cerise me avisó de que debíamos ponernos en marcha.
- ¿Eh? ¡Ah! ¡Espera, ya salgo!
Tras salir del carruaje, observé el estado del mismo.
- Maldita rueda... Bueno, este trasto no va a ninguna parte. Por cierto, no me parece buena idea dormir en el bosque. Agradezco el gesto, pero no me fío, por mucho que escondamos el ataúd. Será mejor que lleguemos cuanto antes a la civilización.
Miré el carruaje. El vehículo estaba en mal estado. Tal vez las hostias que le di al tipo de la pistola contra la rueda hayan ayudado un poquito en la rotura de la misma, pero a quién le importan los detalles... Sin embargo, los dos caballos que tiraban del mismo estaban en buen estado.
- Desatemos a estos pobres. ¿Sabes montar?
Empecé a deshacer los nudos de uno de los caballos, pero mientras lo hacía oí unos gruñidos entre los árboles. El susto me paralizó durante unos segundos, y empecé a girarme lentamente.
- Mierda...
Uno... dos... tres... cuatro. Cuatro lobos se acercaban lentamente hacia nosotros. En cuestión de segundos rodearon completamente el carruaje, con nosotros en medio. Los caballos empezaron a ponerse nerviosos y a encabritarse. Mierda, como salgan corriendo entonces vamos listos. Desenfundé el sable de Benoît, atento y esperando a que uno de ellos decidiera ser el primero en atacarme.
Uno de ellos empezó a girarse lentamente hacia mí, y decidió atacar de golpe. Usando mis instintos vampiros, fui capaz de ensartar al lobo en toda la boca, atravesándole el cráneo y matándolo. Saqué la espada de su boca dándole una patada al lobo, pero otro se me echó encima antes de que pudiera reaccionar. El sable se me cayó de las manos, y mi agresor empezó a darme dentelladas a lo loco. Conseguí sujetarlo por el cuello, y le di algunos puñetazos para aturdirlo, pero me atacaba con una furia ciega.
- ¡Mierda! ¡Cerise, el revólver! ¡Usa el revólver! - le grité, aunque iba a tardar bastante en recibir su ayuda, ya que los lobos que quedaban ya la estaban rodeando...
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