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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Roland F. Zarkozi Jue Oct 30, 2014 9:52 am

Recuerdo del primer mensaje :

"La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre."

Jamás creyó que la vida fuera a darle el mejor de los regalos: la muerte de su padre. Para cualquiera, aquello sería el peor de los tormentos, el sufrimiento más grande, sin embargo para él, y seguramente para Abigail, la cosa resultaba ser todo un suceso digno de celebrar.

La libertad se había vuelto parte de su vida, y no sólo eso, también las riquezas, porque incluso en medio de su arrogancia, soberbia, y desalmada vida. Gregory Zarkozi había dejado en testamento, y firmado aquel pergamino viejo, que su hijo se había quedado con todo. Su único hijo vivo. ¡Si él supiera! Seguramente lo sabría y estaría retorciéndose en la tumba, porque así era. El hombre seguramente sabría que su joya, su primer hijo, el prodigo, se había convertido en una de esas criaturas que tanto odiaba: un vampiro.

La vida tan represiva que tuvo le invitaron a relacionarse poco o nada con las personas. Roland cuando tenía días libres los dedicaba a tomarse un par de copas en un bar de confianza, apenas e intercambiaba palabras con uno de los encargados, más aún con el dueño. De vez en cuando visitaba a esa prostituta de cabecera que tenía, y sino, se encerraba en casa para leer un par de libros. ¿Quién lo diría? A pesar de todas sus extrañezas y su forma de ser tan introspectiva, el inquisidor tenía mujeres que le seguían el paso, que buscaban cortejarlo, y a todas se les negaba ¿por qué? Porque su interés distaba de la normalidad, y controlaba su mente de una manera impresionante. Su cuerpo no reinaba a sus acciones, y el conocer que el dinero y la fama por el apellido que poseía era un gran gancho para cualquier señorita, le limitaba sus ganas de poder socializar.

Aquella era noche de luna llena ¿o había sido la noche anterior? ¿Lo sería mañana? No lo recordaba del todo. Poco le importaba, ya no sentía al transformares, y según sus custodios su lado animal sabía controlarse incluso más que él. ¿Eso era en serio? Cualquiera tenía márgenes de error. ¡Cualquiera! Él no era la excepción.

Aquella noche regresaba tranquilamente de las oficinas centrales de la inquisición. Tenía su última audiencia con los altos mandos. Se le había dado por inocente en el caso de su padre, y aunque él hubiera querido ser el autor del asesinato, lo cierto es que ya nada le importaba, nada relacionado con su progenitor. En el camino había mandado una nota con uno de sus trabajadores. Buscarían a aquella inquisidora, la única que valía la pena para él en ese lugar. Su amiga: Gianna.

Su amistad se había dado de la manera menos esperada. En medio de la nada, sin pensamientos, ni necesidades. Fue de esos encuentros que no planeas, que necesitas y que se dan sin que hagas un esfuerzo. Aparte de su hermana, esa inquisidora era su único lazo importante, y por eso de vez en cuando se frecuentaban. Roland la había invitado esa noche a casa. Sin medio consecuencias, iba a mostrar que de vez en cuando su margen de error humano aparecía.

Llegó a su hogar y esperó a que el encuentro se efectuara, a que ella llegara. Mientras se encontraba con un pantalón y camisa negra sentado frente a su piano de cola tocando una dulce melodía.


Última edición por Roland F. Zarkozi el Dom Jul 17, 2016 11:20 am, editado 1 vez
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Mensaje por Roland F. Zarkozi Jue Oct 15, 2015 9:13 pm

Roland soltó un bufido descarado al escucharla hablar. Sin duda se sentía decepcionado, porqué creyó que en algún momento ella lo había conocido de verdad, y por completo; estaba equivocado. Bastó con aquella expresión para hacerle saber todo lo que pensaba y sentía en ese momento. No se movió un poco por la cachetada que le habían propinado, al contrario, aquel golpe lo iba a regresar a la realidad, o al menos a una más clara. Sólo movió su mandíbula, el que ella ya fuera mitad lobo le otorgaba una fuerza perturbadora, pero él podía controlarlo, otras cosas ya había logrado.

Se cruzó de brazos al verla andar, y aunque no debía hacerlo, sonrió complacido al notarla de esa manera. Se trataba de una faceta de ella que nunca antes había conocido, y que le agradaba sin duda alguna.

Negó un par de veces, antes de ponerse a hablar. En ese momento no necesitaba pensar demasiado sus palabras.

- Creo que está nueva versión tuya no me agrada del todo, demasiado víctima para todo aquello que creía de ti, no me haces ni sentir mal, ni mucho menos enojar con aquello que dices, sin embargo me decepcionas - Hizo una pausa que creyó racional. - No fuiste un experimento, pero mis emociones, y mi euforia influyó demasiado en esto. Tenía ganas de verte y compartirte lo que estaba ocurriendo, eso no es malo, fue imprudente. Aún conservo una parte de mi que es bastante humana, puedo cometer errores, si por eso vas condenarme, entonces eres tan presuntuosa como el resto, y eso también es una sorpresa, una muy mala, por cierto. - Negó - Jamás te habría utilizado, y tampoco condenado a un daño si por mi fuera, pero cometí un error, sino me vas a disculpar, lo acepto, pero tendrás que estar a la fuerza aquí, y no aceptar una tregua hará las cosas peores para ti, no para mi - Se encogió de hombros de forma despreocupada, sabía que ella se molestaría más.

Entretenido con la situación, Roland se acomodó en uno de los bancos próximos a la puerta, estiró su mano y abrió la misma dejando que la joven viera la parte de afuera, de forma juguetona abría y cerraba el marco de madera, se notaba muy entretenido; disfrutando del momento.

- Puedes salir de aquí, pero nadie te va a permitir salir de la estructura, es una orden directa de mi parte, así que por más que luches, no saldrás, quizás mates a un par de inocentes, y todo por un enojo, pero ellos son más, y tú tienes torpeza en este momento, porque no controlas tu cuerpo, ni tu fuerza, así que con rapidez te someterán - Se volvió a encoger de hombros con naturalidad. Roland no era sarcástico, ni mucho menos sacaba provecho, pero debía también darle lecciones a su amiga, no todos estaban en su contra, y aunque él la había condenado como nunca nadie, nunca la dejaría.

- El tema de la inquisición es lo que menos me importa, eso debes saberlo de sobra, sé lo falsos que son ¿alguna vez te conté lo que me hacían? Creo que si, así que no me salgas con estás lecciones. Si quieres salir de ella te darán total libertad, más aun porque les haz servido, así que no te preocupes - Suspiró - Es mi casa, se hace lo que yo quiero, y también tendrás que obedecer, es por tu bien, te guste o no - Finalizó saliendo del lugar con una amplia sonrisa lobuna.
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Mensaje por Gianna Castiglione Dom Nov 29, 2015 9:23 pm

"Maldito el hombre que confía en el hombre"

—Me importa un comino lo que creas, Roland. Pudiste matarme y ahora dejas que tu maldita soberbia sea la que hable ¿Te das cuenta que me cambiaste por completo la vida? Me otorgaste un dolor para siempre y ahora quieres que te trate como a un héroe. Vamos, reacciona de una vez— se quejó ella. Por el momento, seguía demasiado dolorida. La herida escocía, porque el don de sanar de licántropo sólo aparecería una vez ella se transformara. Ese evento sería esa misma noche y el temor que sentía Gianna era algo que el Zarkozi era incapaz de identificar ¿Qué esperaba? ¿Qué lo abrazara y le dijera que no importaba nada, que ya pasaría? El problema era ese, el estado de la italiana jamás cambiaría. —Presuntuosa… ¿Qué demonios te pasa por la cabeza? — cuestionó Gianna frunciendo el ceño y negando con la cabeza. Ninguno entendía nada, pero estaban seguros de tener la razón. Y ella estaba lo suficientemente enojada como para arrancarse las vendas que le cubrían la mordida y correr la bata para dejar la piel expuesta — ¿Esto te parece que puedo presumir? — quiso saber, enseñando lo que él mismo había hecho apenas unas horas antes. Allí donde mostraba, continuaba la piel en carne viva. Habían intentado sanarla, pero se veía que esperaban hasta la noche para que en el cambio, aquello desapareciera. La herida había sido sanada a medias, pero la mordida había sido lo suficientemente profunda como para no poder solucionarla de modo tan sencillo. A esas alturas y con esa vista, Gianna no entendía cómo es que seguía viva, cómo es que los dientes de él no le habían perforado ningún órgano —Estabas dispuesto a comerme viva— susurró ella, dejando de nuevo caer la bata y dándole la espalda a él. No tenía sentido discutir más, él estaba en su posición de amo y señor de esa casa y de todo lo que allí se encontraba. Incluyéndola.

— ¡Deja esa maldita puerta quieta! ¿Crees que no sé qué pretendes jugar conmigo y hacer lo que se te venga en gana? — gritó furiosa cuando lo escuchó jugar, provocándola. Su ira le impedía darse cuenta que la herida seguiría sangrando y que el mareo retornaba por toda la sangre perdida. Hasta el momento, no había consumido nada y no estaba segura si se le había suministrado algún tipo de suero. Lo cierto es que el malestar volvía pero ella no se permitía mostrarlo por el mismo enojo que la apresaba. —No me darán libertad. Tú no me la das, ellos no se la dieron a los míos y tampoco a mí. Estoy presa en todas tus trampas— musitó, antes de alejarse de nuevo y buscar apoyo con disimulo en alguna de las paredes cercanas —Tráeme plata fundida. Si voy a estar aquí encerrada, quiero que me dejes hacer lo que quiero con mi propio cuerpo— susurró, demasiado bajo, demasiado débil. Sus ojos se cerraron y con todo el malestar que sentía se dejó caer al suelo, aunque con la espalda apoyada contra la pared, haciendo parecer que se quería poner en esa posición por su propia voluntad —Necesito agua— solicitó con el ceño fruncido y el calor tomando posesión de su cuerpo, sin darse cuenta que él salía del lugar. La herida era horrible, la transformación, sería mucho peor.

¿Pero el dolor físico se equiparaba con el emocional? Los hombres en los que más confiara la habían decepcionado. Y había cedido al hombre que más la decepcionaba como si pretendiera confiar en él. Todo era un asco. Esos últimos días parecían ser la paga de tantas muertes pasadas, esas mismas que Gianna consideró justas en su momento. Y lo peor de todo, estaba encerrada, nadie la buscaría para darle descanso y Roland, la había puesto en una especie de enfermería que más parecía una celda.
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Mensaje por Roland F. Zarkozi Mar Dic 15, 2015 9:57 pm

Todo había cambiado para Roland. Para él, estaba claro que todo aquello que hacía no estaba bien. Lo sabía, lo entendía, se lo habían dejado en claro una infinidad de veces, sin embargo nunca se dio por vencido, lucho, se esforzó, y en más de una ocasión terminó siendo el número uno, porque había trabajado para eso. El licántropo se sentía muy mal, pero debía ser fuerte, al menos para ella, porque aunque estuviera enojada, él sabía que lo necesitaría en esa nueva etapa de su vida, le costara o no aceptarlo. Si él hubiera tenido a alguien que le orientara de una manera distinta a la inquisición, probablemente otro sería su presente, pero no, y no se lamentaba, sólo quería ser el pilar de su amiga; de su amor.

Quiso correr y abrazarla, acurrucarla en sus brazos, poder decirle todo aquello, pero también su orgullo se lo impedía, ese que no sabía tenía, pero que por ella había aparecido. Todo se había convertido en una historia extraña aquella noche.

Roland entendía y sabía lo que estaba ocurriendo en el cuerpo de Gianna, su condición sobrenatural le hacía escuchar incluso aquellos cambios que la joven estaba teniendo. No iba a mentir, mucho menos negarlo, se sentía maravillado por todo aquello que sucedía en el interior de su amiga. Comprendía que no se encontraba del todo bien, que en cualquier momento flaquearía, y que muy probablemente el hambre la traicionaría, pero prefirió que ella se diera cuenta por sí sola. Al menos hasta que la escuchó. El muchacho hizo un movimiento de cabeza, le bastó para mover dos dedos y varias personas se acercaron, dio indicaciones de nuevo, y volvió a entrar refunfuñando a la enfermería. La levantó, muy a sabiendas que la joven le podría dar un buen golpe, o incluso lo rechazaría. No le importó, se arriesgo. Extrañamente la colocó sobre su regazo, la acunó, le retiró unos cabellos de la cara, y luego la meció por un momento.

Sé que me odias, aunque no lo haces más de lo que yo me odio — Confesó — Cometí el error más estúpido, pero jamás te quise comer — Suspiró — Sé que no te dará consuelo lo que te diga, pero comprenderás esta noche el reto que fuiste para mi, cuando te vuelvas un licántropo, cuando no reconozcas nada, cuando al día siguiente tengas episodios de la noche anterior, sabrás que mi lado humano permaneció con vida por ti, y nunca antes había pasado eso, ni siquiera sabía que podría ocurrir — Habló lo más tranquilo que pudo, ya no deseaba discutir.

Siempre te dije que tu olor era el más delicioso que se me había cruzado, y no miento, no sabes lo difícil que fue, la batalla entre la bestia y el humano fue algo complicado — Negó repetidas veces — Nunca te utilizaría como experimento, eso deberías ya saberlo, cuando mi padre me utilizaba de esa manera, sufrí demasiado, el dolor me llegaba a sembrar en mi cerebro la idea de volverme loco, de perder mi razón, ¿me crees capaz de eso contigo? No me conoces — ¡Claro que no! Ni el mismo.

Sé que tampoco lo ves, pero la licantropía no es tan mala, es una o dos veces al mes, y te dará grandes ventajas, por favor, créeme cuando te digo que te ayudaré, esto no es una maldición, a veces es un privilegio, sólo debes enfocarlo — Se aclaró la garganta — Muchos de los que están aquí no sólo siguen por que soy rico, les pagó o soy Zarkozi, muchos de ellos son sobrenaturales, y créeme cuando te digo, sacan provecho de eso mismo para poder hacer el bien, sólo déjame mostrarte — Pidió, imploró, incluso suplicó con la mirada.

Roland estaba desesperado, necesitaba que ella lo perdonara, porque de no hacerlo, esa sería su peor condena.
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Mensaje por Gianna Castiglione Sáb Ene 02, 2016 6:03 pm

Y ahí, justo con su condena, es cuando todo volvía a ser nada.

¿Qué hora era? Gianna desconocía por completo el tiempo durante el cual permaneció inconsciente. Incluso, desde la enfermería en la que se encontraba, era imposible conocer el clima del momento. Desde allí, no había manera de ver el exterior y, era por lo mismo, que a cada minuto le resultaba más insoportable permanecer allí, donde inevitablemente se sentía como una prisionera. O peor, como un animal al que enjaulan por mal comportamiento. El problema de la hora, radicaba en que de pronto, la italiana empezó a sentirse diferente. El desespero fue peor, pero también una debilidad que quemaba, que se sentía como fuego recorriendo el interior de sus huesos. La licantropía dolía, generaba cambios internos que se hacían insoportables, y que incluso, parecían alertar sobre el dolor que ocasionaría la primera transformación. Gianna se hacía más fuerte, pero eso mismo, implicaba tener una molesta debilidad en el proceso.

Por lo mismo, no pudo hacer mucho cuando sintió que la tomaron en brazos. Se sentía mareada y tenía los ojos cerrados. Pero no necesitaba abrirlos para saber de quién se trataba. Su sentido del olfato también empezaba a hacer lo suyo.
—No quiero ser un licántropo— susurró luego de escucharlo —Inyecta plata fundida en mi torrente sanguíneo. Pruébalo, por favor— agregó en el mismo tono, teniendo más que claro que si no toleraba ese procedimiento, moriría en cuanto el metal le llegara al corazón. Pero valía la pena probar. Gianna no le tenía miedo a la muerte, pero sí a lo que sería su transformación. No obstante, sabía que Roland no haría nada para experimentar en ese sentido y que esa misma pena que le expresaba, lo haría incapaz de lastimarla de alguna otra manera.

— ¿No voy a poder controlarme, verdad? — quiso saber, tratando de no pensar en cómo un licántropo podía obtener algunos segundos de consciencia. Ella no tendría esa suerte, tendría que ser atada y controlada como todos los demás que no querían arrepentirse al día siguiente, luego de abrir los ojos y encontrar partes humanas desprendidas y masticadas, pertenecientes a quién sabe quién. —Ya tengo el dolor suficiente para soportarlo. Intenta algo, no voy a reprocharlo, por…— las palabras se le quedaron a medio camino y siseó audiblemente. Abrió los ojos y buscó sus manos, intentando retirar con desespero un anillo de plata que siempre llevara con ella. Quemaba, lo suficiente como para sentir que la piel se derretía bajo él. Lo mismo sucedía con una cadena que antes perteneciera a su madre, y que fuera entregada a ella antes del viaje a Francia —Yo sé que no lo harás, por eso te lo pido como un favor— dijo de mala gana, pero no por él, sino porque el estúpido anillo parecía no querer salir. No así, tras un intento más fuerte, salió despedido a cualquier parte de la habitación, seguido de la cadena de su madre que la desesperara con veras.

— ¿Cuánto falta para que anochezca? —
la pregunta pareció lograr un ligero temblor en su cuerpo que, para entonces, se sentía mucho más caliente. La temperatura de su cuerpo aumentaba conforme se sucedían los cambios, y no dejaría de doler hasta luego de la primera transformación, a la cual le faltaban seguramente pocas horas. Luego mejoraría, creía. Pero mientras tanto, todo eso era para ella un completo infierno. — ¿Me atarás, verdad? — cuestionó, pasando por alto que aquel con quien conversaba ahora, era el mismo que le había otorgado una maldición de por vida. Su vida duraría más, si nada se interponía, pero el costo que tendría eso aunado a la fuerza, era demasiado alto. Ya no importaba quién había sido, importaba el cómo lograría pasar de esa noche.
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Mensaje por Roland F. Zarkozi Vie Ene 15, 2016 10:53 pm

Cuando Roland guardó silencio, también el aire de sus pulmones pareció haberse unido a la espera: dejó de respirar. El nervio resultaba evidente, no sólo con él, sino también con ella. Gianna debía comprender que bajo los cuidados de Roland tenía grandes ventajas, muchas de ellas algunos licántropos experimentados ni siquiera se imaginaban que podrían tener, pero al menos por su parte le daría lo mejor en todo, el chiste es que no sufriera nada, de su cuenta corría que eso no llegara a ocurrir. Él se conocía, así que confiaba en él y también en sus habilidades. Lo peor ya estaba ocurriendo, después de aquella luna llena todo sería mejor. ¿Por qué los licántropos creían que ellos estaban malditos? Muchos estaban bendecidos, pero no lo veían hasta después.

Sintió alivio al notarla tan relajada. La estrechó con cuidado sobre su pecho. Esa era su Gianna, y no por haber cedido, más bien por haberlo escuchado, o al menos no seguir peleando. Parecía que le estaba devolviendo un poco su confianza.

Te ataré si eso es lo que deseas — Ya que estaban teniendo un cuadro de tranquilidad, el podría sentarse con comodidad. El tiempo de charla civilizaba había llegado. — Existen cuartos donde se atan los nuevos miembros de la especie, pero también hay sótanos especiales, mismos que se adaptan más que nada a los nuevos. — Se encogió de hombros — Para que tu desarrollo sea completo es necesario que tengas espacios y libertades — Ladeó el rostro un poco, intentaba observar al detalle cada una de las reacciones de su amiga — Me refiero a que los cuartos están equipados con la plata suficiente para que no puedan salir, pero también para que puedan andar, y se les otorga el alimento necesario para que no sientan ganas de atacar a nadie. No todo es violencia, los que nos dedicamos a la cacería comúnmente nos creemos ideas de solo destrucción, pero todo tiene un control si se busca y se quiere tener — Le aclaraba todo con paciencia, porque de no hacerlo sería contraproducente, no debía dejar espacios vacíos para que ella no temiera.

Muchos de los nuevos integrantes muestran ese deseo asesino la primer luna llena porque se encuentran poco ubicados, mal alimentados y solos, pero no ocurre con los que tienen ayuda, como es tu caso, y aunque no lo creas, como fue el mío, aunque yo tardé tiempo en madurar como lobo, pues mi padre me amarró, y mi cuerpo de animal no pudo desarrollarse lo suficiente, eso si fue doloroso — De nuevo intentaba hacerla entender que estaba segura, que todo estaría bien. A Gianna le faltaba conocer demasiado, detalles que su facción quizás nunca le dijo, pero él estaba ahí para contarle.

Debes saber que este tipo de lugares hay en todos lados, no como mi casa, o mis dominios, pero muy similares, son campos de concentración que maneja la inquisición, eso ayudaba también a mantener un orden, de no tenerlos existiría mucho caos, y la humanidad entera sabría que existen criaturas como nosotros — Se detuvo, su garganta se le había secado. Decidió beber un poco de agua, en todo el día no lo había hecho por el nervio, incluso su estomago rugió receloso por el hambre. — Estarás bien, lo prometo — En su voz se notaba la confiaba.

Roland guardó silencio, deseaba que Gianna analizara todas las posibilidades que él le había dicho minutos atrás.

No voy a gobernarte del todo, eres libre de andar aquí, pero mientras te adaptas no podrás salir, sino deseas verme en unos días lo entenderé, pero estarás aprendiendo, no te vayas de aquí, no por mi, sino por ti, esto es importante, es tu nueva vida, no la podemos cambiar, sólo enseñarte a vivir con ella — Ella tenía que tomar las decisiones a base de todo lo que él le había dicho.
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Mensaje por Gianna Castiglione Jue Mar 24, 2016 11:21 pm

Si no entiendes la sed con la que vivo, calla.

¿Por qué nada la mataba? Roland pudo devorarla y no lo hizo. Su ex prometido pudo causarle una depresión peor, pero tampoco lo había logrado. Gianna sobrevivía a misiones y pruebas sin importar los detalles, continuaba respirando con o sin dificultad. Y seguía ahí, con Roland, que pese a todo no la dejaba ir, pero tampoco partía —Átame, o haz lo que sea necesario. Pero no quiero despertar y saber que hice algo de lo que podré arrepentirme— pidió, porque cualquier cosa era mejor que el cargo de conciencia que tantas veces había visto reflejado en otros. — ¿Duele mucho? Me refiero al cambio— la pregunta salió de sus labios con angustia y ansiedad. Realmente quería saber a lo que se enfrentaría, pese a que sospechaba que sería terrible ¿Cómo no podría serlo si todos los huesos se reacomodaban y mutaban? ¿Cómo evitar el dolor si la piel se extendía para cubrir un cuerpo de mayor envergadura? Si las cosas se iban a poner peor, prefería estar preparada, en lugar de sorprendida.

— ¿Qué pasará si escapo? ¿Es eso posible? — Quiso saber — ¿Quién estará ahí, si tú también cambiarás y estarás lejos? — las preguntas importaban mucho más que el enojo. Ya no tenía sentido discutir más, porque mientras vivieran, tendría que cruzarse a Roland en la inquisición una buena cantidad de veces. Ahora debía resignarse y asimilarlo con la mayor prontitud que le fuese posible. —Supongo que en las próximas lunas deberé quedarme en los campos de concentración, como muchos licántropos— asumió sin lugar a dudas, aunque denotando resignación en la voz. Pero era imposible pensar en aquello con ganas. Había escuchado acerca de los campos que él mencionaba, pero jamás había ido a ninguno ¿Iría Gray a esos lugares durante las lunas llenas? No debería pensar en eso, él era lo de menos, como cualquier mentiroso. Pero lo cierto es que Gianna no creía que estaría bien, como Roland prometía. Aquello se le salía de las manos a ambos.

— ¿Qué no vas a gobernarme del todo, dijiste? — Repitió, con la molestia de nuevo, reflejándose en sus ojos — ¿Es eso lo que pretendes? Vaya, que ilusa soy, por un momento pensé que lo que pretendías era cuidar de mí para expiar algo de culpa— el sarcasmo hizo aparición y Gianna se le zafó de los brazos ¿Cómo había podido decir eso? —Entiendo perfectamente que deba quedarme para recuperarme y no cometer estupideces. Pero ¿Sabes qué? Sería mejor que me llevaras a la inquisición, que sean ellos los que me encierren y tomen las decisiones. No voy a permitir que nadie me gobierne, eso ya deberías saberlo— Gianna no entendía el porqué Roland había usado esas palabras, pero no quería sentirse dominada, porque ya tenía suficiente con que la sobrevaloraran. Eso habían hecho todos, aunque jamás se imaginó que él, a quien considerara su amigo, le pasara lo mismo. No obstante, no se veía tan normal o meditabundo como siempre lo fuera, y era probable que todo lo sucedido le impidiera articular las palabras de una mejor manera. Pero también podía ser todo lo opuesto. Quizás, hasta ahora realmente se estaban conociendo.

Tras permanecer durante un minuto en silencio, Gianna suspiró
—Roland ¿No sería más conveniente para ambos que me dejaras ir? Ya he tenido suficiente, estoy agotada de todo, aunque no lo quieras entender— pidió con obligada calma, aunque en realidad, lo que más necesitaba era un par de horas de completo descanso.
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