De olores y sabores || Privado

por **Marishka Marquand** Miér Nov 05, 2014 12:01 am

"Los grandes derechos no se compran con lágrimas,
sino con sangre."
José Marti

A lo lejos, quien poseía los dones de un inmoral, podría oler la sangre podrida de ambas entrañas regadas por todos lados. El escenario era una perfecta obra de arte, dispuesta a ser apreciada por el mejor escritor, quien relataría en líneas crudas una muestra del terror "fantasioso" que simplemente era la realidad misma del día a día. La ciudad de Paris es la reina de la maldad, del misterio, y el nido de vampiros, licántropos, y un sin fin de criaturas que incluso siendo humanas, buscaban sólo una pequeña señal para ponerse al ataque. Por esa misma razón nadie se había acercado al perímetro, incluso el más fuerte de ellos prefería pasar de lado de tales peleas, pues jugar con fuego puede quemarlos, y el ardor de la piel siempre quedará, o incluso una muerte pronta. El sol se oculta permitiendo al animal salir de su cueva, de su hogar, de su escondite, de la manera en que le llamaran, y éste, quien goza de libertad, y de grandes terreros, buscaba el poder, hacer a un lado a los otros imponiéndose en la punta de la escala jerárquica.

Ella, quien había perdido la movilidad de un brazo, se mantenía de pie, con la barbilla mirando al cielo, de manera soberbia e imponente, nadie podría verla caer, incluso si le llegaran a faltar partes de su cuerpo, su rostro se mantendría sereno. No demostraría debilidad a quien no merecía, estando siempre en la punta elevada del peldaño no se permitía tales debilidades. Aquella noche estaba a dolorida. Su rival la había conseguido cansar, e incluso infringido dolor, sus piernas se mantenían ligeramente flexionadas, dispuesta a volver a atacar. Su oponente por su parte, tenía medio rostro desfigurado, la ropa destrozada, y sangre por doquier. Él había perdido la batalla, aquello estaba claro, pero no se confiaría hasta verlo caer. Y así paso. No tardó más de cinco minutos cuando el lobo cayó contra las rocas punzantes del bosque, de un momento a otro dejó de respirar.

Era su garganta la que ahora le exigía reponer sus heridas. Avanzó ignorando el protocolo humano, sólo dejándose llevar por sus instintos de depredador. Se adentró al poco tiempo a las calles parisinas, y ahí no tardó en encontrarse a un vagabundo. Ella nunca tomaba de esa clase de sangre, pero no estaba para andarse con rodeos. Sus caninos se clavaron con fuerza en la curva del cuello del hombre, estaba tan borracho que su muerte ni siquiera le fue dolorosa. La vampiresa le había hecho un favor, y ella nunca hacía tales cosas. Con nadie, absolutamente nadie; cuando su cuerpo sintió la vitalidad, dejó que el cuerpo cayera sin vida sobre el concreto. Y se volvió a mover, pero ahora sus exigencias de alimentación subieron de rango. Buscó ese patrón que la caracterizaba, piel blanca, cabello negro, ojos claros, igual que su hermano. Ese que había sentenciado el inicio de su inmortalidad. Ese que odiaba y agradecía, Lo último en silencio.

Marishka no estaba dispuesta a pasar más tiempo con esa facha tan deplorable. Necesitaba limpiar su cuerpo, cambiar sus ropajes, verse hermosa, y extremadamente sensual, con esa pizca de inocencia que tenía siempre, por esa razón decidió ir a ese lugar que había adquirido hace nomás de una semana, y que, nadie sabía se había vuelto su lugar favorito. La vampiresa se había hecho poseedora de un moderado teatro en el centro de la ciudad. Era muy viejo, pero seguía funcionando, cómo si fuera el primer día de su apertura. A ella le gustaba lo antiguó pues le daba un toque especial a las cosas. Las obras se volvían más atractivas, incluso tétricas, y muchos los visitaban por esa fama adquirida.

Lo cierto es que ella aún se sentía cansada, con dolores, y necesitaba un poco más de tiempo para sacar sus golpes, heridas, y regresar su brazo a su lugar. Ya dentro del lugar, se quito esas ropas, pero no las dejó dobladas sobre una mesa, simplemente las puso dentro del bote de basura. Buscó ropa nueva, y se enfundó en ella, pero Marishka sintió un efluvio desconocido, y en ese momento sus caninos volvieron a salir. Estaba hambrienta, y no podía negar que el nuevo olor la inquietaba. ¿Quién se encontraría a tales horas en ese lugar? ¿Y si volvían buscando venganza? Aquello estaba por verse.

por **Eskol1** Miér Dic 17, 2014 11:21 am

-¿Lo tienes todo?
-Todo
-Ven, por aquí
No estaba muy seguro de a donde me llevaba, habíamos quedado frente a una taberna en el barrio de Montmatre precisamente porque prefería cerrar ahí el trato y aprovechar para tomarme una copa. De todas formas no insistí y le seguí en silencio por un entramado laberintico de callejuelas empedradas en su mayoría de bajada.
Nos detuvimos delante de un teatro. Era viejo, tanto como para que en mi vida pasada lo visitase en alguna ocasión. Pensaba que ya no existía, que lo habían demolido u olvidado cómo le suele ocurrir a este tipo de lugares. El hombre abrió una puerta secundaria a la principal que daba la bienvenida a los espectadores.

-Entra y procura no hacer mucho ruido- Caminé sigiloso, observando con cuidado aquel lugar, no había cambiado mucho, al menos en estructura. Atravesamos las filas de butacas y accedimos por otra puesta mas escondida a la zona de entre bastidores. Estaba bastante oscuro, mi cliente se movía casi por intuición al igual que yo.
Encendió una lámpara de aceite y la luz dibujo un escritorio y una silla, junto a ellos dos cuerpos envueltos con mantas dormían imperturbables. Supuse que serían actores de aquel teatro, no les preste demasiada atención.

-Bien, enséñamelos
Saque de mi alforja doce botes de cristal, del tamaño de una palma y del grosos de un vaso. El hombre acerco uno a uno los botes a la luz.

-¿Son puros?
Sonreí de lado- Claro, pigmentos puros, traídos desde la india- Me miro y sonrió, claro que eran puros, se los había ganado a unos piratas en una ronda de cartas.
-Perfecto, ahí tienes lo tuyo- me extendió unas cuantas monedas. Enarque una ceja al ver que eran pocas, me puse a contarlas.
-Aquí solo hay diez, quedamos en veinte
-No pienso pagar veinte por esto, no son puros, además, seguramente sean robados…no querrás tener problemas ¿verdad?
Le tome por el cuello levantándole de la silla violentamente.
-El trato eran veinte y me llevaré veinte- apreté
-E...está bien…suel…suéltame-le costaba respirar y se zarandeaba intentando liberarse. Le solté. Rebusco en sus bolsillos y saco los diez faltantes
-Ahora estamos de acuerdo- guarde las monedas y sonreí – ha sido un placer hacer negocios con usted, cuando consiga más seguro le buscaré – había dureza en mis palabras y ciertos tintes de amenaza. No solía trabajar con ese tipo de materiales y no estudie bien a mi comprador, fallo mío. No volvería a pasar.

Salí de esa habitación nuevamente al patio de butacas, una tenue luz proveniente del escenario las alumbraba. Rojas y perfectamente encuadradas en ese espacio minúsculo. Aspire el aroma de tiempos pasados, seguía conteniendo ese sabor a terciopelo y claustro. Pero…algo más se mezclaba en esos olores conocidos, algo nuevo que no conseguía nombrar ¿sangre quizá?

por **Marishka Marquand** Sáb Ene 03, 2015 1:51 am

La necesidad de sangre cada vez iba creciendo más y más para ella. Necesitaba consumir un poco más para calmar sus ansias y poder comportarse cómo le era debido. Le gustaba aparentar tranquilidad. Craig siempre le decía que tenía cara de inocente, y que por eso su forma letal de ser resultaba ser más inquietante, excitante. ¿Sería cierto? Daba igual si lo fiera o no. No iba a ponerse a pensar en eso en ese preciso momento, necesitaba un poco de sangre, necesitaba revitalizarse, y por eso sus sentidos se sensibilizaron de tal manera que pudo percibir los dos corazones que latían en aquel lugar que le pertenecía.

Fue culpa de la agitación o quizás del miedo del hombre lo que provocó que la vampiresa apresurara el paso. Sus movimientos eran salvajes, precisos, y sobre todo se dejaba llevar por su naturaleza. De esa manera llegó con prontitud frente al humano que huía del lugar. Lo miró sin emitir sonrisa alguna, ladeó el rostro para estudiarlo por un momento más. Le dio tiempo suficiente al hombre de carraspear, recobrar la compostura y dedicarle una mirada lasciva y una sonrisa insinuante. Sólo bastó eso para saber la clase de patán con el que estaba. Saltó sobre él haciendo que los puros saltaran por los aires, y ella simplemente murió su cuello deleitándose con el liquido carmín que era expulsado de las venas perforadas del hombre. La energía la estaba invadiendo. El deseo al por mayor, aunque debía reconocer que esa no era la mejor sangre que probaba.

Marishka se limpió los restos de sangre que le chorreaban por la mandíbula en la ropa del hombre muerto. Levantó los puros entretenida y poco tiempo después pateó el cuerpo para que le diera espacio suficiente para avanzar. El otro corazón latía de forma sugerente, y ella se encontraba aún deseosa y salvaje. ¿Se alimentaría de él? ¿Por qué no debía hacerlo?

Su prudencia no la acompañaba en ese momento, y la cordura nunca fue su mejor amiga, no después de que su hermano la regala de forma humana, mucho menos en ese momento. ¿Para qué? Avanzó haciendo que sus pasos resonaran con fuerza por el teatro, todo estaba planeado para incrementar el dramatismo del momento. ¿La criatura que invadía el lugar tendría miedo? Sabía que, no era humano, y tampoco un asqueroso licántropo ¿Qué tendría frente a ella entonces?

— Jamás imaginé que se profanaría de manera tan descarada un lugar cómo este, sin embargo ver una criatura tan llamativa y jugosa puede ser más que estimulante — No, Marishka no iba a esconder su naturaleza en ese momento. No tenía ganas ni motivos para hacerlo. Se sentó al borde del escenario observando al hombre. Así le gustaban, altos, con mirada felina y con músculos, tenían la mejor sangre, y además de tener actividad sexual con ellos, disfrutaba en demasía lo que podían llegar a hacer — ¿Y en qué te transformas tú? — Preguntó sonriendo ampliamente, mostrando su perfecta y afilada dentadura.

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