TAOME | Privado

por **Scarlett Duchannes** Mar Nov 25, 2014 1:28 pm

De manera general las reuniones en los Estados Pontificios no le molestaban en lo absoluto; aquello era parte de lo que, como inquisidora había aceptado. Sin embargo en los últimos tiempos, alejarse de su hogar denotaba un mayor esfuerzo y Scarlett sabía perfectamente la razón de que eso fuera así. Patrick había regresado a su lado después de todo lo que se esforzara en un inicio por alejarlo de su vida. Un trabajo en la inquisición incluía muchos sacrificios y aunque ella pensó estar lista para todo, no lo estuvo tanto al momento de tener que decirle un adió definitivo a aquel hombre que le robaba los pensamientos. Así pues fue como termino aceptando a un hombre que era su gran debilidad y por quien se debatía intensamente entre abandonar su puesto en la inquisición o continuar.

Hasta ese punto la decisión de seguir en la inquisición era firme, no así las de dejar a Patrick y aún con todas las ganas que poseía de quedarse al lado de él; mintió sobre algunas necesidades que tenía y fue a aquella reunión protocolaria que seguramente no tendría nada de interesante. La mujer, perteneciente a la facción de los soldados se encontraba en un cómodo asiento desde donde podía observar todo cuanto quisiera. Había sido de las primeras en llegar a aquella reunión y eso no extrañaba mucho; esas ganas de ser la mejor de su facción la movían de forma casi inconsciente hasta lograr los objetivos. Dentro de la inquisición y fuera de todo lo externo, se concentraba demasiado y se inmiscuía muy poco con los compañeros que no era necesario. Siempre mantenía la conciencia de que las obligaciones dentro de aquel lugar eran punto y aparte de la vida fuera y aún así, existían puntos, personas o momentos que le sacaban de la paz y el control que siempre demostraba tener; ahí en aquella reunión, acababa de llegar una de esas personas.

Târsil no era nada especial o al menos no aparentemente. Solo era líder de una facción entera y uno de esos miembros de los que todos hablaban, nada más que eso, desde el punto de vista de Scarlett y aún así, su presencia la molestaba demasiado. Quizás había sido desde la desilusión al saber que la renombrada Killer Bee se había convertido en vampiro lo que la llevo a detestar de cierta manera a todos aquellos que parecían ser “los mejores”. Aquel miembro siempre parecía prestar demasiado poco respecto ante los rangos superiores al suyo y daba la impresión de que actuaba con una superioridad notoría, terminando por ver debajo de su hombro a los demás servidores de aquella institución. Scarlett tuvo la desgracia de toparse con él unas cuantas veces y eso solo aumentaron las creencias desfavorables y la mala fe que profesaba en dirección a él. Era bastante probable que todo eso que veía en Târsil fuera meramente lo que deseaba ver, un incentivo para tratar de superarlo a él y su pseudo renombre, al igual que antes tratara de hacerlo con Camille White.

Desde su lugar lo observo. Mantenía el ceño fruncido y después de una presentación de sus servicios -que desde el punto de la inquisidora era una falta de respeto total- se dirigió a tomar asiento. Conforme se acercaba, el ceño de la misma Scarlett comenzaba a demostrar la molestia, aguardando porque aquel hombre terminara por sentarse en otro sitio. Sus deseos, claro, no fueron concedidos y el inquisidor tomo asiento a un lado de ella. La mirada de Scarlett se dirigió entonces al punto más lejano, tratando de evitar lo más posible ver a Târsil, que sin embargo la noto así de inmediato.
– No creas que me da mucho gusto sentarme al lado tuyo Valborg, aunque de hecho, has sido tu quien vino a invadir mi espacio – sonrió de manera ligera – Si no fueras tan ridículamente engreído y prestaras más atención a lo que haces en lugar de darte aires de grandeza, me hubieses ahorrado tu desagradable presencia. Más supongo que es demasiado pedir para tu arcaica persona – No temía expresar el desagrado que le generaba ese hombre y tampoco dudaba en decirle sus opiniones respecto a nada; le pareciera a él o no.

por **Scarlett Duchannes** Sáb Ene 03, 2015 7:33 pm

No se detuvo demasiado mirando a aquel hombre. La sola idea de permanecer mirándole un periodo de tiempo considerable aumentaba su grado de molestia y no se encontraba en el lugar apropiado como para despotricar contra alguien que no debía valer demasiado la pena, y aún así, le prestaba demasiada atención al Valborg.
– Tan caballero como siempre – susurró más para si misma que para el hombre, aunque sabía a la perfección que igual él escucharía claramente cada una de sus palabras por más bajo que las dijera. Su rostro en general denotaba la molestia que cada acto masculino le generaba, pese a que tratara de no prestar atención a lo que él hacía.

Scarlett era demasiado perfeccionista y detestaba las molestias, por eso es que en un inicio había creído que mostrar lo desagradable que le era la presencia de Târsil tan cerca, sería suficiente como para lograr que él se moviera, al menos un poco; sin embargo, todo cuento trato fue inútil. El inquisidor parecía disfrutar de la creciente molestia que sentía la inglesa ante su presencia y fue de esa manera que la reunión dio inicio. Los sermones, las palabras de los altos mandos y de algunos otros compañeros no le fueron suficiente como para olvidar al lado de quien se encontraba y aunque bien pudo ser ella la que se moviera de sitio, no planeaba darle un triunfo a Târsil, prefería mil veces continuar a su molesto lado que ceder al menos un poco en presencia de él. La inquisidora era orgullosa y deseaba en extremo ser la mejor. Su obsesión por la perfección era sin duda una gran virtud pero al mismo tiempo el peor defecto que la mujer pudiera poseer, ya que la cegaba; le impedía ver más allá dentro de las personas y juzgar de una manera errónea a los que se encontraban a su alrededor. Aunque igual, no le interesaba mucho lo que los demás pensaran de ella. Bien sabía que algunos de ellos le llamaban arpía, una dama de hielo pero todo era una fachada para protegerse a si misma, ya que en el fondo Scarlett Seligman era como una chiquilla que confiaba plenamente en todos y gozaba de los placeres más simples de la vida.

Una vez que la reunión finalizo, aguardo hasta ver que Târsil se alejaba para respirar de manera más tranquila y moverse con libertad en el asiento donde se mantuvo firme durante todo el rato. Al fin su tortura personal había llegado a termino. Permaneció sentada otros momentos y ya cuando casi todos abandonaron el salón, se dispuso a hacer lo mismo. Su mente iba enfocada en repasar con mucha más atención y cuidado todo lo que se había hablado durante la reunión y estaba tan centrada en eso que no capto de inmediato quien era la persona que tan bruscamente le tomaba del brazo a la salida del salón y la llevaba a otro sitio.
– ¿Qué demonios te pasa? – solo aún sin estar del todo segura quien era aquella persona, pero al ver frente a si a Târsil sus mejillas se encendieron de un color rojo, con la ira contenida por tener que verlo nuevamente – Si tuviera algo que decirte te lo habría dicho desde hace bastante, así que aleja tus sucias manos de mi Valborg, me molesta que estés tan cerca – y era verdad. Para gusto de la Seligman su espacio personal estaba completamente invadido y no solo eso, aquel hombre además se atrevía a amenazarle – ¿Estas tratando de asustarme con tus juguetes? – sonrió – porque eso no funciona y si tan interesado estas en que arreglemos nuestras diferencias entonces deberíamos estar en igualdad o ¿Tienes miedo de lo que pueda hacerte y por eso impides que me mueva? Que cobarde que resultaste Târsil aunque no esperaría más de ti – una mueca burlona aparecía en el rostro femenino, la inquisidora tenía confianza en si misma, quizás demasiada.

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