Y en mitad de mi sufrimiento... te conocí [Privado]

por **Emiliana Grisoni** Dom Nov 09, 2014 5:30 pm

Salió de su trabajo, cansada, por suerte no era la única cocinera en el restaurante del señor Van Wijs. Aún era temprano para ir a su casa y encerrarse hasta el próximo día. Por otro lado, era tarde para un paseo por la laguna o el bosque. Por eso fue al lugar que desde su llegada a Paris llamaba más su atención, atrayéndola y asustándola a la vez.

Caminó con paso firme por la acera, el sol de la tarde, mezclado con una suave briza refrescaban la piel de Emiliana, que como de costumbre lucía extremadamente pálida. Su figura que al ser tan delgada, la hacía parecer más alta de lo que era, estaba engalanada con un sencillo vestido de mangas largas abullonadas, color rosa pálido. Llevaba además una delicada mantilla con encaje de Chantilly, con la que cubría en parte su rostro. En su mano izquierda, enredado en su muñeca y sus dedos, un rosario de pétalos de rosa y en la otra un pequeño bolso de mano haciendo juego con su vestido, dentro de éste un misal de tapas de nácar.

Si alguien la observaba, de seguro pensaría que era una devota joven que se dirigía a una de las misas que se daban en la Iglesia de Saint Pierre, aunque en verdad sus pasos la condujeran al cementerio de Montmartre. Cuando se acercó a la entrada del campo santo, observó a una mujer de vestimenta ajada y mirada cansada, que esperaba vender las últimas rosas que le quedaban, para seguramente poder ir a su hogar, en algunos de los barrios más pobres de Paris. Se acercó y tras hablar un momento con ella, compro las flores que tenía a la venta y despidiéndose con una suave sonrisa, se encaminó al interior del cementerio.

Las callejuelas, bordeadas por arboles añosos, y las tumbas de piedra gris, o de mármol blanco, tomaban un color amarillento al contacto del sol que comenzaba a descender en el horizonte. Emiliana, recorrió la vía principal, observando algunas lapidas, imaginando, los sueños, proyectos y aspiraciones, truncadas por una muerte que, en algunos casos, habría sido inexplicable o demasiado temprana, - como podrá ser la mía – se dijo, continuó recorriendo aquel extenso paisaje que le recordaba su futuro y el inexorable destino de toda persona que estuviera viva, en ese instante en Paris.

Se detuvo en una tumba, la escultura que la coronaba la impresionó. Se trataba de una mujer, levantando el sudario de quien reposaba en la fría tumba, como si deseara asegurarse de que su amado, no estuviera solo durmiendo. Una enorme tristeza golpeó con la fuerza de un puño su delicado corazón, - quien será la mano piadosa, que velará mi descanso, que no permitirá mi entierro prematuro – caviló, mientras colocaba el ramo de rosas blancas a los pies del lecho de Mármol.