AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lusso notte ~ Nolan MacLeod
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Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Sonrió al notar que el escocés al fin volvía en sí y reaccionaba como era debido. Le permitió volver a tomar la iniciativa y guiar, a fin de cuentas, él no se conocía la zona, de hecho a penas sabía guiarse por la ciudad. Por suerte siempre se podía preguntar a cualquier persona que uno se encontrara por la calle y lo más seguro era que respondieran con una agradable sonrisa indicando la dirección que se debía tomar para llegar a cualquiera que fuera tu destino.
Notaba que el contrario quería ir más deprisa e intentó mantenerle el ritmo, pero las piernas ajenas eran más largas que las propias y, por algún extraño motivo, también se podían mover mucho más rápido que las del italiano. ¿Tendría algo que ver con lo de ser un cambiante? ¿Quién lo sabía? Guido estaba claro que no, y tampoco se lo iba a preguntar ahora sin venir a cuento.
Le escuchó farfullar algo, aunque no le entendió. Pero pronto intuyó lo que había sido cuando de pronto le cargó sobre su hombro como si fuera un saco de patatas. ¿De dónde diablos sacaba semejante fuerza? Se sentía ligero como una pluma con los gestos ajenos. Se agarró como pudo, aunque en realidad no temía caer, sabía que Nolan no permitiría que eso sucediera, o le cogería al vuelo si en una remota posibilidad llegaba a deslizarse hacia un lado.
Contuvo la risa por las miradas indiscretas. Algunos pensaban que ocurría algo, que el joven estaba herido o enfermo y el cambiante le cargaba a toda prisa para llevarle al hospital, pero otras personas más pudorosas encontraban ese acto sospechoso. A él le resultaba simplemente gracioso el ser portado así y que los demás tuvieran que apartarse ante la imponente presencia del escocés que exigía le cedieran el paso ante sus prisas. De pronto se detuvo en seco y se agarró mejor para la bajada sabía seguiría a ese instante y así fue. Nolan le dejó con cuidado en el suelo y le abrió la puerta del carruaje para que pasara dentro. Lo hizo sin rechistar y en cuanto ambos estuvieron dentro, escuchó al contrario decirle un nombre al cochero mientras el vehículo se ponía en marcha en dirección al hotel en el que pasarían aquella noche.
-¿Vamos muy lejos?
La pregunta no tenía mucho sentido, no importaba si estaba cerca o no su destino, seguramente no tardarían yendo al trote de los caballos que tiraban de la cabina. Tenía ganas de llegar y dejar por un rato las miradas y cuchicheos atrás. Le encantaba ser el centro de atención, pero ahora le apetecía no tener que preocuparse por más ojos que los de Nolan. ¿Era eso normal? Se estaba dejando llevar por todo ese ambiente y lo del amor... aunque no sabía si tenía realmente que ver o eran simples casualidades. Era mejor no pensar en ello, se volvería a perder en preguntas sin respuesta y desaprovecharía lo que les aguardaba la noche. Y no quería que eso sucediera por nada del mundo.
Notaba que el contrario quería ir más deprisa e intentó mantenerle el ritmo, pero las piernas ajenas eran más largas que las propias y, por algún extraño motivo, también se podían mover mucho más rápido que las del italiano. ¿Tendría algo que ver con lo de ser un cambiante? ¿Quién lo sabía? Guido estaba claro que no, y tampoco se lo iba a preguntar ahora sin venir a cuento.
Le escuchó farfullar algo, aunque no le entendió. Pero pronto intuyó lo que había sido cuando de pronto le cargó sobre su hombro como si fuera un saco de patatas. ¿De dónde diablos sacaba semejante fuerza? Se sentía ligero como una pluma con los gestos ajenos. Se agarró como pudo, aunque en realidad no temía caer, sabía que Nolan no permitiría que eso sucediera, o le cogería al vuelo si en una remota posibilidad llegaba a deslizarse hacia un lado.
Contuvo la risa por las miradas indiscretas. Algunos pensaban que ocurría algo, que el joven estaba herido o enfermo y el cambiante le cargaba a toda prisa para llevarle al hospital, pero otras personas más pudorosas encontraban ese acto sospechoso. A él le resultaba simplemente gracioso el ser portado así y que los demás tuvieran que apartarse ante la imponente presencia del escocés que exigía le cedieran el paso ante sus prisas. De pronto se detuvo en seco y se agarró mejor para la bajada sabía seguiría a ese instante y así fue. Nolan le dejó con cuidado en el suelo y le abrió la puerta del carruaje para que pasara dentro. Lo hizo sin rechistar y en cuanto ambos estuvieron dentro, escuchó al contrario decirle un nombre al cochero mientras el vehículo se ponía en marcha en dirección al hotel en el que pasarían aquella noche.
-¿Vamos muy lejos?
La pregunta no tenía mucho sentido, no importaba si estaba cerca o no su destino, seguramente no tardarían yendo al trote de los caballos que tiraban de la cabina. Tenía ganas de llegar y dejar por un rato las miradas y cuchicheos atrás. Le encantaba ser el centro de atención, pero ahora le apetecía no tener que preocuparse por más ojos que los de Nolan. ¿Era eso normal? Se estaba dejando llevar por todo ese ambiente y lo del amor... aunque no sabía si tenía realmente que ver o eran simples casualidades. Era mejor no pensar en ello, se volvería a perder en preguntas sin respuesta y desaprovecharía lo que les aguardaba la noche. Y no quería que eso sucediera por nada del mundo.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Jamás en su vida se sintió tan culpable con la multitud que debió atravesar corriendo con un muchacho a cuestas. La escena parecía extraída de una comedia, tanto que podía percibir el buen humor que eso provocaba al italiano; al menos algo bueno salía de todo esa escena. Al final, como siempre, le agradó que le siguiera sin rechistar. Cabía preguntarse si acaso algún día le diría no.
Dio el nombre del hotel al cochero y la instrucción de ir a buena velocidad, los caballos necesitaban ejercicio, después de todo, y que al llegar se devolviera a casa, no sabría decirle cuánto tiempo pasaría fueran pero agradecería, también, que fuera directamente a pedir disculpas a la viuda Giroud por faltar a su compromiso por la mañana. Dicho esto, subió al coche y se relajó en el asiento.
-Si te digo que vamos a tomar un barco a Escocia, ¿te importaría? -claro que no le importaría, se dijo, complacido por ese hecho. Si le dijera que abandonarían todo y se internarían a vivir en el bosque como salvajes, seguro que también le daría igual. ¿Tan protegido se sentía? Pues eso estaba más que excelente.
El traqueteo del coche, la cantidad de cosas sucedidas en tan sólo cuestión de horas y la presencia del chico, siempre observando hasta el mínimo detalle, pensando, le abrumaba de una manera positiva, como abrazándolo en una ensoñación pacífica. De hecho estaba algo cansado, le apetecía echarse una pequeña siesta, pero no había tiempo, llegarían en cuestión de nada al hotel más bello de la ciudad, donde siempre tenían al menos una habitación disponible, y más les valía que fuera una suite y no cualquier cuarto.
Bostezó y recargó la cabeza contra el hombro de Guido en un gesto por demás infantil, como quien busca cobijo en un hermano o un padre. Le rodeó el abdomen con un brazo y comenzó a besarle el cuello dejando la huella húmeda de su saliva sobre la piel aceitunada.
-Te conviene estar al cien, mi cachorro -ya debía saber que su capacidad de cambio no se reducía al lado anatómico, sino también al emocional, y así como un momento podía ser el tipo más cómico, al siguiente ya le estaría arrancando la ropa. Esa noche, en especial, lejos de un lugar tan frío y abandonado, le daría tanto calor como le permitiera, le haría sentir lo especial que era para el escocés.
Dio el nombre del hotel al cochero y la instrucción de ir a buena velocidad, los caballos necesitaban ejercicio, después de todo, y que al llegar se devolviera a casa, no sabría decirle cuánto tiempo pasaría fueran pero agradecería, también, que fuera directamente a pedir disculpas a la viuda Giroud por faltar a su compromiso por la mañana. Dicho esto, subió al coche y se relajó en el asiento.
-Si te digo que vamos a tomar un barco a Escocia, ¿te importaría? -claro que no le importaría, se dijo, complacido por ese hecho. Si le dijera que abandonarían todo y se internarían a vivir en el bosque como salvajes, seguro que también le daría igual. ¿Tan protegido se sentía? Pues eso estaba más que excelente.
El traqueteo del coche, la cantidad de cosas sucedidas en tan sólo cuestión de horas y la presencia del chico, siempre observando hasta el mínimo detalle, pensando, le abrumaba de una manera positiva, como abrazándolo en una ensoñación pacífica. De hecho estaba algo cansado, le apetecía echarse una pequeña siesta, pero no había tiempo, llegarían en cuestión de nada al hotel más bello de la ciudad, donde siempre tenían al menos una habitación disponible, y más les valía que fuera una suite y no cualquier cuarto.
Bostezó y recargó la cabeza contra el hombro de Guido en un gesto por demás infantil, como quien busca cobijo en un hermano o un padre. Le rodeó el abdomen con un brazo y comenzó a besarle el cuello dejando la huella húmeda de su saliva sobre la piel aceitunada.
-Te conviene estar al cien, mi cachorro -ya debía saber que su capacidad de cambio no se reducía al lado anatómico, sino también al emocional, y así como un momento podía ser el tipo más cómico, al siguiente ya le estaría arrancando la ropa. Esa noche, en especial, lejos de un lugar tan frío y abandonado, le daría tanto calor como le permitiera, le haría sentir lo especial que era para el escocés.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
La pregunta, aunque él mismo se la había formulado mentalmente de manera algo distinta, le pilló por sorpresa escucharla en voz alta, saliendo de los labios ajenos como si pudiera leerle el pensamiento. Empezaba a pensar que realmente tenía un poder extraño para ello, para saber las ideas que se le ocurrían, lo que sentía, su estado de ánimo... sólo que a veces parecía confundido con lo que interpretaba y ese hecho le provocaba malestar, como antes en la iglesia. No sabía muy bien si debía responder o había sido una pregunta retórica que no esperaba contestación.
Abrió la boca para finalmente hablar, pero notó el peso de la cabeza del escocés sobre su hombro y le miró de soslayo, viéndole a gusto y relajado. Al parecer no era necesario que dijera nada. Sonrió al comprobar su buen humor y levantó las manos para dejar que el brazo del contrario pasara bajo ellas, rodeándole por la cintura. Parecía un crío pequeño abrazándose a su madre. Apretó los labios para no reír ante semejante ocurrencia.
Volvió a centrar su mirada en otro punto, ésta vez en lo que pasaba al otro lado de la ventana. El paisaje se movía deprisa y a pequeños saltos por el rápido paso de los caballos y el suelo adoquinado de las calles de París. Pero algo le distrajo. Un roce húmedo y algo áspero. Los labios y la barba de Nolan tocando la piel de su cuello al besarle repetidas veces, provocándole cosquillas y pequeños estremecimientos.
-¿Quién se comporta aquí como el cachorro, eh?
Dijo con tono divertido y giró un poco entre el suave agarre sobre su cuerpo para mirar al escocés a los ojos y sostenerle el rostro con ambas manos. Le apretó levemente las mejillas al pasar los pulgares sobre su vello facial y se acercó tanto como para que las narices de ambos se presionaran la una contra la otra, achatándolos un poco.
-¿Te voy a tener que poner un bozal?
Bromeó, retándole con una sonrisa ladina y le gruñó por lo bajo, como si él también tuviera a un perro en su interior. Esperaba que se lo tomara como lo que era, un juego, y que no se ofendiera. Además, pudo ver por el rabillo del ojo que el carruaje acababa de detenerse frente a un lujoso hotel y les iba a tocar bajar ya de su cómodo vehículo.
Abrió la boca para finalmente hablar, pero notó el peso de la cabeza del escocés sobre su hombro y le miró de soslayo, viéndole a gusto y relajado. Al parecer no era necesario que dijera nada. Sonrió al comprobar su buen humor y levantó las manos para dejar que el brazo del contrario pasara bajo ellas, rodeándole por la cintura. Parecía un crío pequeño abrazándose a su madre. Apretó los labios para no reír ante semejante ocurrencia.
Volvió a centrar su mirada en otro punto, ésta vez en lo que pasaba al otro lado de la ventana. El paisaje se movía deprisa y a pequeños saltos por el rápido paso de los caballos y el suelo adoquinado de las calles de París. Pero algo le distrajo. Un roce húmedo y algo áspero. Los labios y la barba de Nolan tocando la piel de su cuello al besarle repetidas veces, provocándole cosquillas y pequeños estremecimientos.
-¿Quién se comporta aquí como el cachorro, eh?
Dijo con tono divertido y giró un poco entre el suave agarre sobre su cuerpo para mirar al escocés a los ojos y sostenerle el rostro con ambas manos. Le apretó levemente las mejillas al pasar los pulgares sobre su vello facial y se acercó tanto como para que las narices de ambos se presionaran la una contra la otra, achatándolos un poco.
-¿Te voy a tener que poner un bozal?
Bromeó, retándole con una sonrisa ladina y le gruñó por lo bajo, como si él también tuviera a un perro en su interior. Esperaba que se lo tomara como lo que era, un juego, y que no se ofendiera. Además, pudo ver por el rabillo del ojo que el carruaje acababa de detenerse frente a un lujoso hotel y les iba a tocar bajar ya de su cómodo vehículo.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
- Mensajes : 113
Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
El único momento más agradable que podía recordar además de ese, en el que era correspondido en un gesto por demás infantil, se remontaba a unos años atrás. Así era como se sentía ser querido de nuevo. El recuerdo, en lugar de doloroso como tantas otras veces, le llegó como una calidez balsámica, aumentando la atmósfera casi arrulladora entre ellos dos. Le apretó el cuerpo con los brazos de tal forma que se hallaba más cómodo que en su propia cama.
Ser llamado cachorro le hizo reír entre dientes y con más razón le besó el cuello todo lo que pudo, hasta que fue obligado a encontrarse con esos ojos juguetones. Iba a decir algo extremadamente cursi, afortunadamente fue interrumpido por sus manos apretándole la cara y su cercanía que violentaba su pequeña burbuja personal. Cerró los ojos, sonriendo, y cuando gruñó no fue capaz de reprimir una risotada. Dio una lamida a su mejilla derecha y un ladrido muy falso, acentuando su calidad actual de humano.
-Si fuera tú, sí optaría por conseguir un bozal y rápido -el súbito conocimiento de la llegada del coche al hotel le hizo despegarse a regañadientes del cuerpo del muchacho y bajar con desgano, síntoma que desapareció de inmediato, siendo reemplazado por un entusiasmo sobrecogedor que le causaba opresión en la boca del estómago: estaban ahí para hacer todo lo que quisieran y ser mimados hasta desfallecer.
Le tendió la mano como ayuda para bajar. Lo hizo como un gesto automático, como parte de su estricta educación para ser un caballero; lástima que, en su mayoría, esas lecciones fallaron. Dio unas cuantas monedas al cochero y le dio las buenas noches con un cálido golpecito en el hombro y guió al italiano al interior del imponente edificio. No se respiraba otra cosa que no fuera lujo y pomposidad: vestidos coloridos, perlas, rubíes, oro y pieles lo adornaban todo mezclado con perfumes que percibía con demasiada fuerza.
El asunto de los perfumes siempre le causó un grave malestar, motivo por el cual rehuía mucho a las reuniones sociales entre los de su clase que muchas veces abusaban de dichos líquidos aromáticos, al grado de causarle náuseas si el lugar no estaba correctamente ventilado. Por fortuna no era el caso, y si bien los olores le llegaron como un golpe, pudo aclimatarse con facilidad. Lo siguiente que tendría que hacer sería pedir una habitación, dejando un adelanto por la noche y la notificación de que se quedarían por tiempo indefinido, noticia que siempre hacía felices a los hoteleros.
Con llave en mano y una expresión que delataba sus intenciones con el chico, lo encaminó llevándolo de la mano en busca de su habitación. Nolan y su mala costumbre de nunca pedir indicaciones.
Ser llamado cachorro le hizo reír entre dientes y con más razón le besó el cuello todo lo que pudo, hasta que fue obligado a encontrarse con esos ojos juguetones. Iba a decir algo extremadamente cursi, afortunadamente fue interrumpido por sus manos apretándole la cara y su cercanía que violentaba su pequeña burbuja personal. Cerró los ojos, sonriendo, y cuando gruñó no fue capaz de reprimir una risotada. Dio una lamida a su mejilla derecha y un ladrido muy falso, acentuando su calidad actual de humano.
-Si fuera tú, sí optaría por conseguir un bozal y rápido -el súbito conocimiento de la llegada del coche al hotel le hizo despegarse a regañadientes del cuerpo del muchacho y bajar con desgano, síntoma que desapareció de inmediato, siendo reemplazado por un entusiasmo sobrecogedor que le causaba opresión en la boca del estómago: estaban ahí para hacer todo lo que quisieran y ser mimados hasta desfallecer.
Le tendió la mano como ayuda para bajar. Lo hizo como un gesto automático, como parte de su estricta educación para ser un caballero; lástima que, en su mayoría, esas lecciones fallaron. Dio unas cuantas monedas al cochero y le dio las buenas noches con un cálido golpecito en el hombro y guió al italiano al interior del imponente edificio. No se respiraba otra cosa que no fuera lujo y pomposidad: vestidos coloridos, perlas, rubíes, oro y pieles lo adornaban todo mezclado con perfumes que percibía con demasiada fuerza.
El asunto de los perfumes siempre le causó un grave malestar, motivo por el cual rehuía mucho a las reuniones sociales entre los de su clase que muchas veces abusaban de dichos líquidos aromáticos, al grado de causarle náuseas si el lugar no estaba correctamente ventilado. Por fortuna no era el caso, y si bien los olores le llegaron como un golpe, pudo aclimatarse con facilidad. Lo siguiente que tendría que hacer sería pedir una habitación, dejando un adelanto por la noche y la notificación de que se quedarían por tiempo indefinido, noticia que siempre hacía felices a los hoteleros.
Con llave en mano y una expresión que delataba sus intenciones con el chico, lo encaminó llevándolo de la mano en busca de su habitación. Nolan y su mala costumbre de nunca pedir indicaciones.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Rió ante la franca respuesta que le dio el contrario y le soltó para que pudieran salir del vehículo. Le dejó hablar con el cochero y tomó la mano que le fue ofrecida sin problema alguno. No lo consideraba denigrante ni nada similar, no era un signo de sumisión, sino de confianza. Bajó también y le siguió cuando entraron en el suntuoso hotel.
El lugar era increíblemente espacioso y estaba decorado con demasiadas cosas brillantes y llamativas para su gusto, aunque tampoco era desagradable para la vista. La gente que allí se encontraba se notaba que andaba sobrada de dinero, de hecho, parecía que incluso los trabajadores del lugar vivían bañados en monedas. Las telas que vestían todas esas personas eran caras y se adornaban con costosas joyas de metales preciosos e incrustaciones.
Por suerte, pronto tuvieron una llave para su habitación y dejaron atrás el lujoso hall del edificio. En parte quería curiosear y fijarse en los cuadros que había colgados en las paredes o seguir con la punta del zapato el dibujo sinuoso de las baldosas. Contar las flores que había en los jarrones que se situaban estratégicamente en los largos pasillos para hacerlos ver menos vacíos. Sin embargo no se entretuvo y apresuró sus pasos tras el escocés.
-¿Qué habitación es la nuestra?
No veía más que puertas pasar a un lado y a otro, yendo casi tan rápido que ni los números grabados en ellas podía leer o simplemente ni lo intentaba. Nolan parecía ir muy decidido, así que dedujo que se conocía bien el lugar. Sin saber por qué, la idea le resultó muy molesta y apretó fuertemente la mano ajena al contener su enojo de origen desconocido. Esperaba que llegaran pronto y pudiera dejar de pensar en tonterías que no le llevaban a nada bueno. Quería centrarse en relajarse, darse un buen baño y disfrutar de las comodidades que un hotel como aquel pudieran ofertarle.
El lugar era increíblemente espacioso y estaba decorado con demasiadas cosas brillantes y llamativas para su gusto, aunque tampoco era desagradable para la vista. La gente que allí se encontraba se notaba que andaba sobrada de dinero, de hecho, parecía que incluso los trabajadores del lugar vivían bañados en monedas. Las telas que vestían todas esas personas eran caras y se adornaban con costosas joyas de metales preciosos e incrustaciones.
Por suerte, pronto tuvieron una llave para su habitación y dejaron atrás el lujoso hall del edificio. En parte quería curiosear y fijarse en los cuadros que había colgados en las paredes o seguir con la punta del zapato el dibujo sinuoso de las baldosas. Contar las flores que había en los jarrones que se situaban estratégicamente en los largos pasillos para hacerlos ver menos vacíos. Sin embargo no se entretuvo y apresuró sus pasos tras el escocés.
-¿Qué habitación es la nuestra?
No veía más que puertas pasar a un lado y a otro, yendo casi tan rápido que ni los números grabados en ellas podía leer o simplemente ni lo intentaba. Nolan parecía ir muy decidido, así que dedujo que se conocía bien el lugar. Sin saber por qué, la idea le resultó muy molesta y apretó fuertemente la mano ajena al contener su enojo de origen desconocido. Esperaba que llegaran pronto y pudiera dejar de pensar en tonterías que no le llevaban a nada bueno. Quería centrarse en relajarse, darse un buen baño y disfrutar de las comodidades que un hotel como aquel pudieran ofertarle.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
- Mensajes : 113
Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
No tenía la menor idea de dónde estaban, todos los pasillos se le hacían idénticos, subían escaleras, más pasillo, de nuevo escaleras y más pasillo. El apretón en la mano lo sacó de su ensimismamiento, tratando de encontrar la habitación, y notó algo fuera de lo común en Guido que le llenó de preocupación.
-Ah… doscientos ocho -le entregó la llave con el número en un pequeño adorno elegante que colgaba de éste, quizá fuera mejor idea dejar que él encontrara la habitación, pero jamás, por nada del mundo, aceptaría que estaba perdido. El orgullo primero.
No dejaba de notar esa cara de enojo que manchaba la bonita expresión de Guido, y sonrió a medias al deducir de qué se trataba. Con el pulgar acarició su mano sin soltarlo, de hecho apretó de la misma forma que él, comenzando una lucha entre los agarres. Tal vez podría divertirse de nuevo molestándolo con cuestiones bastante sensibles de las que no se daba cuenta porque no quería, ni siquiera porque no supiera. Nadie podría no reconocer la molestia y el motivo que la causa.
-Creo que es por aquí, la vi cuando… -pausó a propósito, como si meditara lo que iba a decir a continuación y recapacitar -Sí, tiene que estar cerca, y te va a encantar la cama -esperaba aguantar la risa por un rato más. Guido estaba celoso. La sola idea le daba tanta gracia como ternura, con una pizca de temor. Los celos jamás le gustaron, a pesar de que él mismo era capaz de sentirlos de sólo pensar que otros admirarían al muchacho que le tomaba la mano.
Antes de que le diera un golpe, bien merecido, o que se alejara, lo tomó de los hombros y lo puso de espaldas a la pared, deteniendo sus pasos en seco y besándole la frente. Que lo perdonara, pero meterse con él era lo más divertido que podía hallar en momentos en los que el mismo chico le hacía rabiar y entristecer en un santiamén. Básicamente, el chico era el culpable desde la noche en que le encontró en el restaurante, fingiendo comer, y luego tan expuesto en el baño. Que jamás hiciera lo mismo con otro hombre… la idea le golpeó con fuerza en el estómago y le obligó a abrazarle fuerte, como si de esa manera pudiera impedir algo que sólo pasaba en su imaginación hiperactiva.
-Ah… doscientos ocho -le entregó la llave con el número en un pequeño adorno elegante que colgaba de éste, quizá fuera mejor idea dejar que él encontrara la habitación, pero jamás, por nada del mundo, aceptaría que estaba perdido. El orgullo primero.
No dejaba de notar esa cara de enojo que manchaba la bonita expresión de Guido, y sonrió a medias al deducir de qué se trataba. Con el pulgar acarició su mano sin soltarlo, de hecho apretó de la misma forma que él, comenzando una lucha entre los agarres. Tal vez podría divertirse de nuevo molestándolo con cuestiones bastante sensibles de las que no se daba cuenta porque no quería, ni siquiera porque no supiera. Nadie podría no reconocer la molestia y el motivo que la causa.
-Creo que es por aquí, la vi cuando… -pausó a propósito, como si meditara lo que iba a decir a continuación y recapacitar -Sí, tiene que estar cerca, y te va a encantar la cama -esperaba aguantar la risa por un rato más. Guido estaba celoso. La sola idea le daba tanta gracia como ternura, con una pizca de temor. Los celos jamás le gustaron, a pesar de que él mismo era capaz de sentirlos de sólo pensar que otros admirarían al muchacho que le tomaba la mano.
Antes de que le diera un golpe, bien merecido, o que se alejara, lo tomó de los hombros y lo puso de espaldas a la pared, deteniendo sus pasos en seco y besándole la frente. Que lo perdonara, pero meterse con él era lo más divertido que podía hallar en momentos en los que el mismo chico le hacía rabiar y entristecer en un santiamén. Básicamente, el chico era el culpable desde la noche en que le encontró en el restaurante, fingiendo comer, y luego tan expuesto en el baño. Que jamás hiciera lo mismo con otro hombre… la idea le golpeó con fuerza en el estómago y le obligó a abrazarle fuerte, como si de esa manera pudiera impedir algo que sólo pasaba en su imaginación hiperactiva.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Tomó la llave que le ofreció y se quedó mirando la filigrana que hacía al adornar el llavero que indicaba el número de habitación. Por lo que él sabía, el primer número indicaba el piso y estaban en el tercero, así que tenían que bajar una planta y buscar allí la puerta de su estancia. Estaba a punto de decírselo, cuando le escuchó aquel comentario y tuvo ganas de lanzarle el trozo de metal a la cara. Apretó tanto el dichoso objeto entre sus dedos que se le marcó en la palma de la mano. Se mordió el labio inferior e inspiró profundamente. Él no era así... no sentía ese tipo de cosas sin sentido. Era una persona apasionada, pero racional. Dejó escapar el aire por la nariz, casi resoplando. Ya se sentía mejor, ya no le apetecía aventarle algo a la cabeza al escocés.
Antes de poder hacer o decir algo, notó las fuertes manos ajenas sobre sus hombros y de pronto la pared contra su espalda. Le miró sorprendido, con la boca entreabierta y lo siguiente que sintió fueron los labios de Nolan contra los suyos, aprisionándole en un firme agarre y un fogoso beso. Maldito fuera ese odioso cambiante que turbaba de su mente y su cuerpo, haciéndole cambiar el ánimo con un sólo acto. Y nuevamente le desarmó. Dejó caer los brazos y por poco no perdió la llave, sosteniéndola con dedos temblorosos mientras correspondía al beso. Luego notó el fuerte abrazo rodeando su cuerpo y se tensó un poco, notando que algo había cambiado de nuevo en la actitud de Nolan. Se despegó como pudo de sus labios y le miró directamente a los ojos.
-¿Qué sucede?
Arrugó la frente, intentando adivinar las ideas que volaban en el interior de ese cerebro, de las imágenes que vislumbraba en una especie de ensoñación extraña que le hacía comportarse de un modo tal. Sabía que no tenía poderes para descubrir esas cosas, pero aún así, supo lo que era. Ambos habían estado pensando en algo similar. A pesar de la seriedad del asunto y de lo disconforme que estaba consigo mismo por haberse dejado llevar aunque fuera momentáneamente por tales sentimientos, no pudo evitar sonreír cada vez más, hasta empezar a reírse. Eran un par de idiotas y eso no era distinto aunque uno fuera un cambiante y el otro un humano. Muchas cosas les afectarían siempre por igual, aunque fuera en mayor o menor grado. Se sintió más tranquilo, menos angustiado. A fin de cuentas, no eran tan diferentes.
-Dejemos de montar un show aquí en mitad del pasillo, vayamos a nuestra habitación en el piso de abajo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que le había engañado, si tan bien conociera el lugar, ¿por qué subiría innecesariamente una planta? No lo haría. Simplemente no tenía ni la más remota idea de cómo llegar a su estancia. Se mordió el labio para no sonreír triunfal y le arrastró hasta la puerta marcada con el 208. Abrió ésta y pasaron dentro, cerrando a continuación tras dejar fuera un pequeño letrero de madera con un cordel en que rezaban dos palabras "No molestar".
Antes de poder hacer o decir algo, notó las fuertes manos ajenas sobre sus hombros y de pronto la pared contra su espalda. Le miró sorprendido, con la boca entreabierta y lo siguiente que sintió fueron los labios de Nolan contra los suyos, aprisionándole en un firme agarre y un fogoso beso. Maldito fuera ese odioso cambiante que turbaba de su mente y su cuerpo, haciéndole cambiar el ánimo con un sólo acto. Y nuevamente le desarmó. Dejó caer los brazos y por poco no perdió la llave, sosteniéndola con dedos temblorosos mientras correspondía al beso. Luego notó el fuerte abrazo rodeando su cuerpo y se tensó un poco, notando que algo había cambiado de nuevo en la actitud de Nolan. Se despegó como pudo de sus labios y le miró directamente a los ojos.
-¿Qué sucede?
Arrugó la frente, intentando adivinar las ideas que volaban en el interior de ese cerebro, de las imágenes que vislumbraba en una especie de ensoñación extraña que le hacía comportarse de un modo tal. Sabía que no tenía poderes para descubrir esas cosas, pero aún así, supo lo que era. Ambos habían estado pensando en algo similar. A pesar de la seriedad del asunto y de lo disconforme que estaba consigo mismo por haberse dejado llevar aunque fuera momentáneamente por tales sentimientos, no pudo evitar sonreír cada vez más, hasta empezar a reírse. Eran un par de idiotas y eso no era distinto aunque uno fuera un cambiante y el otro un humano. Muchas cosas les afectarían siempre por igual, aunque fuera en mayor o menor grado. Se sintió más tranquilo, menos angustiado. A fin de cuentas, no eran tan diferentes.
-Dejemos de montar un show aquí en mitad del pasillo, vayamos a nuestra habitación en el piso de abajo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que le había engañado, si tan bien conociera el lugar, ¿por qué subiría innecesariamente una planta? No lo haría. Simplemente no tenía ni la más remota idea de cómo llegar a su estancia. Se mordió el labio para no sonreír triunfal y le arrastró hasta la puerta marcada con el 208. Abrió ésta y pasaron dentro, cerrando a continuación tras dejar fuera un pequeño letrero de madera con un cordel en que rezaban dos palabras "No molestar".
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Percibió cómo la furia del italiano iba en aumento y de la nada se desplomaba hasta los suelos, todo gracias a su lenguaje corporal. Si esperaba que perdiera de vista alguno de sus cambios y con eso le engañaría, estaba muy equivocado el muchacho. Gruñó en respuesta a su pregunta, un “no pasa nada” tan perezoso que no dejaba lugar a dudas de que todo iba perfectamente.
Su risa, la melodía más agradable que jamás escucharía en su vida, le arrancó una sonrisa y las ganas de acunarlo; no lo hizo, por respeto a quienes pudieran acercarse al pasillo. Pero sí le apretó el rostro y le dio una lamida a su nariz, alejándose de inmediato de él con expresión juguetona y una ceja arqueada. Y su buen humor se borró de golpe al ser descubierto en su incapacidad para orientarse dentro del hotel. Golpe duro a su orgullo, pero él se lo buscó por hacerse el macho.
-Ya lo sabía -frunció el entrecejo y caminó a su lado, imponente y algo avergonzado. Que el chico al que se supone quería proteger de todo el mundo le guiara hasta su destino más próximo no era precisamente algo que gustara a quien tenía en su naturaleza ser territorial y un buen líder. Puede que por esa ocasión lo dejara pasar.
Entró a la habitación que, efectivamente, era preciosa y por suerte no demasiado pomposa, simplemente elegante y cómoda. Sin demora se tumbó en la amplia y mullida cama con los brazos extendidos a los lados, acompañado con un gemido de satisfacción. Pero le urgía un buen baño antes de llevar a cabo sus planes de someter nuevamente al chiquillo que se metió en su vida de forma completamente inesperada.
-¿Vas a darme un baño, cachorro? -le recordó, sonriendo sin moverse de la posición adoptada, pues su cuerpo algo cansado se lo agradecía. Ahora que lo pensaba, no tenía motivos para sentir tal cantidad de agotamiento, quizá fuera provocado por la certeza de la felicidad y comodidad que significaba la presencia de Guido. Tantas cosas que le hacía falta conocer sobre él, empezando por su edad, todo aquello que detestaba (y que erradicaría a como fuera lugar), lo que disfrutaba, lo que pretendía, lo que soñaba. Por ahora, la promesa de pasarlo bien quizá fuera suficiente, si bien en algún momento no bastaría y ambos necesitaran alimentarse de algo más, una añoranza, posiblemente, una promesa entre ambos… si de promesas hablaban, Nolan sabía muy bien qué le prometería, y eso era total y absoluta fidelidad.
Su risa, la melodía más agradable que jamás escucharía en su vida, le arrancó una sonrisa y las ganas de acunarlo; no lo hizo, por respeto a quienes pudieran acercarse al pasillo. Pero sí le apretó el rostro y le dio una lamida a su nariz, alejándose de inmediato de él con expresión juguetona y una ceja arqueada. Y su buen humor se borró de golpe al ser descubierto en su incapacidad para orientarse dentro del hotel. Golpe duro a su orgullo, pero él se lo buscó por hacerse el macho.
-Ya lo sabía -frunció el entrecejo y caminó a su lado, imponente y algo avergonzado. Que el chico al que se supone quería proteger de todo el mundo le guiara hasta su destino más próximo no era precisamente algo que gustara a quien tenía en su naturaleza ser territorial y un buen líder. Puede que por esa ocasión lo dejara pasar.
Entró a la habitación que, efectivamente, era preciosa y por suerte no demasiado pomposa, simplemente elegante y cómoda. Sin demora se tumbó en la amplia y mullida cama con los brazos extendidos a los lados, acompañado con un gemido de satisfacción. Pero le urgía un buen baño antes de llevar a cabo sus planes de someter nuevamente al chiquillo que se metió en su vida de forma completamente inesperada.
-¿Vas a darme un baño, cachorro? -le recordó, sonriendo sin moverse de la posición adoptada, pues su cuerpo algo cansado se lo agradecía. Ahora que lo pensaba, no tenía motivos para sentir tal cantidad de agotamiento, quizá fuera provocado por la certeza de la felicidad y comodidad que significaba la presencia de Guido. Tantas cosas que le hacía falta conocer sobre él, empezando por su edad, todo aquello que detestaba (y que erradicaría a como fuera lugar), lo que disfrutaba, lo que pretendía, lo que soñaba. Por ahora, la promesa de pasarlo bien quizá fuera suficiente, si bien en algún momento no bastaría y ambos necesitaran alimentarse de algo más, una añoranza, posiblemente, una promesa entre ambos… si de promesas hablaban, Nolan sabía muy bien qué le prometería, y eso era total y absoluta fidelidad.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Una vez en la habitación, se dedicó durante un par de minutos a observar el interior. Las decoraciones elegantes que no llegaban al extremo de ser presuntuosas, la gran altura que tenía el techo del dormitorio... El efecto óptico hacia parecer que era incluso más alto que el del pasillo, pero eso carecía de lógica, teniendo en cuenta que venían del piso superior y las habitaciones no se veían elevadas por el nivel de su puerta. Había una ventana al otro lado del cuarto que daba a la calle. A través de ella se podía ver la enorme luna brillando en el firmamento y los tejados de algunos edificios bajos que rodeaban el hotel. Al parecer, era el lugar más alto de la zona, exceptuando una iglesia que se erigía a lo lejos y aún así se veía imponente.
Vio al escocés dejarse caer sobre la cama y enarcó ambas cejas. ¿No habían quedado que se darían un baño o se lo daría o algo? Entonces, ¿a qué venía que se tumbara sobre el colchón de buenas a primeras? Por poco no se puso con los brazos en jarras y le exigió una explicación. Sin embargo, y justo a tiempo, llegó la pregunta ajena y relajó el semblante, asintiendo.
-Eso te iba a decir ahora... hora de bañar al perrote.
Sonrió con tono burlón y le hizo un gesto con el dedo para que se levantara y se le acercara. De soslayo pudo ver la puerta que daba al aseo y que ahora permanecía entreabierta, mostrando parte del interior. Se podía vislumbrar una gran bañera con pies dorados, que bien podrían ser de oro teniendo en cuenta dónde se encontraban, un trozo del baño con unas velas en la esquina y una pastilla de jabón. Dedujo que el inodoro estaría al otro lado, junto con el resto de la encimera del lavamanos y algunos otros enseres para la higiene personal.
-Venga, arriba. ¿En modo humano o perro, al final?
Cuando lo preguntara la otra vez, esquivó el responderle, no sabía si queriendo o por simple despiste. Seguramente lo averiguaría enseguida, aunque con el cambiante, nunca se sabía. Mientras esperaba a que contestara o actuara, se quitó la chaqueta y la dejó a un lado, desabrochándose luego los dos primeros botones de la camisa. Dio gracias por no haber llevado lazo, eso hubiese sido demasiado ya... aunque a la hora de la verdad, hubiese tenido usos divertidos e interesantes. Se mordió el labio, intentando ocultar sus pensamientos y volvió a mirar al contrario. Había llegado la hora de la verdad. Bañar al tozudo y salvaje escocés.
Vio al escocés dejarse caer sobre la cama y enarcó ambas cejas. ¿No habían quedado que se darían un baño o se lo daría o algo? Entonces, ¿a qué venía que se tumbara sobre el colchón de buenas a primeras? Por poco no se puso con los brazos en jarras y le exigió una explicación. Sin embargo, y justo a tiempo, llegó la pregunta ajena y relajó el semblante, asintiendo.
-Eso te iba a decir ahora... hora de bañar al perrote.
Sonrió con tono burlón y le hizo un gesto con el dedo para que se levantara y se le acercara. De soslayo pudo ver la puerta que daba al aseo y que ahora permanecía entreabierta, mostrando parte del interior. Se podía vislumbrar una gran bañera con pies dorados, que bien podrían ser de oro teniendo en cuenta dónde se encontraban, un trozo del baño con unas velas en la esquina y una pastilla de jabón. Dedujo que el inodoro estaría al otro lado, junto con el resto de la encimera del lavamanos y algunos otros enseres para la higiene personal.
-Venga, arriba. ¿En modo humano o perro, al final?
Cuando lo preguntara la otra vez, esquivó el responderle, no sabía si queriendo o por simple despiste. Seguramente lo averiguaría enseguida, aunque con el cambiante, nunca se sabía. Mientras esperaba a que contestara o actuara, se quitó la chaqueta y la dejó a un lado, desabrochándose luego los dos primeros botones de la camisa. Dio gracias por no haber llevado lazo, eso hubiese sido demasiado ya... aunque a la hora de la verdad, hubiese tenido usos divertidos e interesantes. Se mordió el labio, intentando ocultar sus pensamientos y volvió a mirar al contrario. Había llegado la hora de la verdad. Bañar al tozudo y salvaje escocés.
Última edición por Guido Abbiati el Dom Nov 16, 2014 5:54 am, editado 1 vez
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Vaya que el chico se estaba divirtiendo tomándole el pelo. Pues para cada cosa, el escocés tenía una respuesta mejor. No tomaba una decisión todavía, ¿ser un hombre o…? Se pasó la lengua por los labios, mirándole despojarse de una sola prenda. Pues antes que él, se desnudó tan rápido como pudo, lanzó todo al piso sin orden alguno, y al pararse de la cama por poco tropieza con los pantalones que tenía aún en los pies. Los pateó, junto con los zapatos, y desnudo como estaba corrió dentro del cuarto de baño, cerrando la puerta.
Perfecto, ahora podría hacerlo. Revisó bien el lugar: la bañera tenía buena altura, pero las patas resultaban un inconveniente. Descartó el primer plan. El espejo daba una visión de una zona estratégica del cuarto a quien entrara por la puerta, y la solución fue moverlo muy poco, casi nada, sólo lo suficiente para evitar que viera justo lo que había tras la puerta cuando el chico entrara. Perfecto.
-No pierdas el tiempo o empezaré sin ti -le llamó y de inmediato se sometió al cambio. Jamás le dejaría todo sencillo, si no, ¿dónde quedaba la diversión? El cuerpo del cambiante dejó atrás al hombre y dio paso a un animal enorme, pesado y peludo, feroz y temible. Un lobo. Se escondió agachándose tanto como podía tras la puerta, de modo que cuando entrara no saltaría a la vista.
El enorme animal esperaba paciente la llegada de su amo. Dio un respingo, ¿por qué seguía pensando en Guido como su amo y no como su compañero? Sacudió la cabeza, de seguro le estaba ganando su lado animal y poco racional. Afortunadamente no hablaba en ese estado y no podía comunicarse con él más que a base de señas que, irónicamente, el otro parecía no saber interpretar. Habría que trabajar en ello, de lo contrario estarían en serios problemas por, primero, confinarse a un estado humano y, segundo, perder prácticamente toda su esencia. Por otro lado afectaba también a Guido. Creó en su mente una escena en la que salieran juntos, posiblemente al bosque. ¿Y si había peligro? Tomar forma humana delante de extraños era lo mismo que lanzarse sobre el arma de un cazador, estúpido.
De nuevo se puso en guardia, agachando la cabeza hasta tocar casi el piso. Debió ser más inteligente de su parte recostarse completamente, pero perdería el tiempo y la sorpresa no sería tan grande. La puerta se abrió y entró el chico, y el lobo que esperaba su baño salió dando un salto y acorralándolo, con las patas delantera separadas, la cola meneándose enérgicamente y la lengua de fuera. Era grande, muy grande, pero era Nolan, y jamás dejaría ese ánimo juguetón cuando se trataba de picar al italiano.|
Perfecto, ahora podría hacerlo. Revisó bien el lugar: la bañera tenía buena altura, pero las patas resultaban un inconveniente. Descartó el primer plan. El espejo daba una visión de una zona estratégica del cuarto a quien entrara por la puerta, y la solución fue moverlo muy poco, casi nada, sólo lo suficiente para evitar que viera justo lo que había tras la puerta cuando el chico entrara. Perfecto.
-No pierdas el tiempo o empezaré sin ti -le llamó y de inmediato se sometió al cambio. Jamás le dejaría todo sencillo, si no, ¿dónde quedaba la diversión? El cuerpo del cambiante dejó atrás al hombre y dio paso a un animal enorme, pesado y peludo, feroz y temible. Un lobo. Se escondió agachándose tanto como podía tras la puerta, de modo que cuando entrara no saltaría a la vista.
El enorme animal esperaba paciente la llegada de su amo. Dio un respingo, ¿por qué seguía pensando en Guido como su amo y no como su compañero? Sacudió la cabeza, de seguro le estaba ganando su lado animal y poco racional. Afortunadamente no hablaba en ese estado y no podía comunicarse con él más que a base de señas que, irónicamente, el otro parecía no saber interpretar. Habría que trabajar en ello, de lo contrario estarían en serios problemas por, primero, confinarse a un estado humano y, segundo, perder prácticamente toda su esencia. Por otro lado afectaba también a Guido. Creó en su mente una escena en la que salieran juntos, posiblemente al bosque. ¿Y si había peligro? Tomar forma humana delante de extraños era lo mismo que lanzarse sobre el arma de un cazador, estúpido.
De nuevo se puso en guardia, agachando la cabeza hasta tocar casi el piso. Debió ser más inteligente de su parte recostarse completamente, pero perdería el tiempo y la sorpresa no sería tan grande. La puerta se abrió y entró el chico, y el lobo que esperaba su baño salió dando un salto y acorralándolo, con las patas delantera separadas, la cola meneándose enérgicamente y la lengua de fuera. Era grande, muy grande, pero era Nolan, y jamás dejaría ese ánimo juguetón cuando se trataba de picar al italiano.|
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Le vio empezar a desnudarse increíblemente deprisa y tuvo que cubrirse la boca con una mano para no estallar en una sonora carcajada cuando casi cayó de bruces por enredarse con los pantalones en los tobillos. No fue necesario disimular demasiado, pues el escocés corrió a esconderse en el baño, pasando desnudo rápidamente por delante de él. Una vez dentro, le escuchó trastear con algunas cosas, aunque no supo lo que eran.
Decidió deshacerse de la camisa y los zapatos. Quedó únicamente con los pantalones y se miró a si mismo, dudando entre si dejárselos puestos o desprenderse también de ellos. No le había aclarado si iba a bañarle como humano o como perro, y se olía que iba a ser lo segundo, aunque con el cambiante nunca se estaba seguro de nada al completo. Al final eligió dejárselos puestos y en caso necesario, ya se los quitaría en el aseo.
Esperó a que no se oyera ya ningún sonido proveniente del baño y pasó dentro, con cautela. Abrió un poco más puerta, que de tan bien cuidada que estaba ni si quiera chirriaron mínimamente las bisagras y antes de poder darse la vuelta y mirar, fue empotrado contra la pared por un enorme ser peludo. En un primer instante creyó que sería el cariñoso y protector lebrel, pero en cuanto se fijó bien y sus ojos se posaron en las enormes orbes que le observaban, pudo darse cuenta de su error. Era un gigantesco y salvaje lobo... con la lengua colgando y un movimiento incesante y extraño que al bajar levemente la vista vio se originaba en el latigueo de su larga y robusta cola afelpada.
Su rostro pasó primero de una amplia sonrisa a un gesto de sorpresa absoluta, para luego volver a una sonrisa que terminó en una breve carcajada. Era un ejemplar magnífico, imponente, pero siendo sinceros, con esa actitud juguetona que traía, no asustaría a nadie por muy afilados que tuviera esos hermosos colmillos blancos.
-Así que este era tu plan, ¿eh?
Sus brazos que habían quedado tendidos junto a su cuerpo y pegados a la pared, fueron alzados y llevó las manos a ambos costados del animal para frotarle la zona de las costillas. Sabía que a la mayoría de los perros les gustaba eso, ¿pero a un lobo? En su mente eran de anatomía similar, pero de ahí a apreciar los mismos gestos... pronto lo sabría.
-¿Te enfadaste porque te gruñí antes en el carruaje?
No le temía en lo más mínimo. De haber sido un desconocido, seguramente estaría petrificado, tal vez incluso llorando o gritando por auxilio. Pero era Nolan, lo mirara como lo mirara. Esa actitud, ese brillo travieso en los ojos, la manera en que quería reclamar su atención. Sólo le apetecía rodar por el suelo con el chucho salvaje y obligarle luego a darse un más que necesario baño de burbujas.
Decidió deshacerse de la camisa y los zapatos. Quedó únicamente con los pantalones y se miró a si mismo, dudando entre si dejárselos puestos o desprenderse también de ellos. No le había aclarado si iba a bañarle como humano o como perro, y se olía que iba a ser lo segundo, aunque con el cambiante nunca se estaba seguro de nada al completo. Al final eligió dejárselos puestos y en caso necesario, ya se los quitaría en el aseo.
Esperó a que no se oyera ya ningún sonido proveniente del baño y pasó dentro, con cautela. Abrió un poco más puerta, que de tan bien cuidada que estaba ni si quiera chirriaron mínimamente las bisagras y antes de poder darse la vuelta y mirar, fue empotrado contra la pared por un enorme ser peludo. En un primer instante creyó que sería el cariñoso y protector lebrel, pero en cuanto se fijó bien y sus ojos se posaron en las enormes orbes que le observaban, pudo darse cuenta de su error. Era un gigantesco y salvaje lobo... con la lengua colgando y un movimiento incesante y extraño que al bajar levemente la vista vio se originaba en el latigueo de su larga y robusta cola afelpada.
Su rostro pasó primero de una amplia sonrisa a un gesto de sorpresa absoluta, para luego volver a una sonrisa que terminó en una breve carcajada. Era un ejemplar magnífico, imponente, pero siendo sinceros, con esa actitud juguetona que traía, no asustaría a nadie por muy afilados que tuviera esos hermosos colmillos blancos.
-Así que este era tu plan, ¿eh?
Sus brazos que habían quedado tendidos junto a su cuerpo y pegados a la pared, fueron alzados y llevó las manos a ambos costados del animal para frotarle la zona de las costillas. Sabía que a la mayoría de los perros les gustaba eso, ¿pero a un lobo? En su mente eran de anatomía similar, pero de ahí a apreciar los mismos gestos... pronto lo sabría.
-¿Te enfadaste porque te gruñí antes en el carruaje?
No le temía en lo más mínimo. De haber sido un desconocido, seguramente estaría petrificado, tal vez incluso llorando o gritando por auxilio. Pero era Nolan, lo mirara como lo mirara. Esa actitud, ese brillo travieso en los ojos, la manera en que quería reclamar su atención. Sólo le apetecía rodar por el suelo con el chucho salvaje y obligarle luego a darse un más que necesario baño de burbujas.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
La primera vez que tuvo un acercamiento con un humano común, con una niña, de hecho, fue cuando él apenas tenía alrededor de diez años. Se creía ya lo suficientemente maduro en ese entonces para saber cómo reaccionar y no asustar a nadie. Era sólo un pequeño cachorro inexperto que se saltó las reglas de no salir solo a cazar estando fuera de sus dominios. Se le hizo fácil corretear tras un conejo, y éste lo llevó a una pequeña que se quedó petrificada y comenzó a berrear en cuanto le vio. Una buena tunda y una explicación exhaustiva de por qué debía obedecer las reglas le hizo aprender que todo lo que significara el menor peligro se convertía de inmediato en presa para el hombre. Y la herida en el brazo izquierdo se lo demostró.
Ahora, el hombre a quien se mostró con una forma ya no de cachorro, sino de un macho adulto, ni siquiera sufrió un pequeño susto. De alguna manera le quedaba más que claro que se debía a que ya sabía que era él, que jamás le haría daño, que siempre sería su sombra, y le alivió en demasía tal certeza y la risa que le llenó por completo. Ladeó la cabeza, haciéndose el inocente. Pues sí, en efecto se lo debía por el gruñido aunque fuera más cómico que atemorizante y, en cambio, el gran lobo gruñó mostrando un enfado totalmente ficticio.
Debía ser más cuidadoso en ese estado, para empezar porque pesaba mucho más que el perro y sus garras eran mucho más duras y afiladas, sin mencionar que si llegase a querer mordisquearlo a modo de juego terminaría por arrancarle un pedazo de piel. Como se sobrepasara, lo pagaría caro. He ahí la gran desventaja del cambiante, especialmente de quien adopta formas tan poco convencionales para la convivencia humana. Había escuchado de algunos que adoptaban forma de ave, de pez, de pequeños felinos, y también de otros peores que él. Al menos tenía la ventaja de seguir manteniendo esa personalidad lúdica y fiel.
Le dio la espalda y se encaminó a la bañera, exigiendo con sonidos mucho más guturales que comenzara ya. Cierto era, además, que como lobo su olor era mucho más penetrante; ser tan peludo tenía sus desventajas a la hora de mantenerse limpio. Si su madre le viera queriendo tomar un baño en ese modo de seguro se destornillaría de risa. Su madre… cómo la echaba de menos. Quizá, con suerte, algún día el italiano la conociera y ambos conspirarían juntos para hacerle la vida más difícil y con reglas más estrictas. Bufó, de verdad necesitaba ese baño y ya comenzaba a imaginar cosas demasiado estúpidas.
Alzó la cabeza a ver a Guido. ¿Estaba seguro de lo que comenzarían ahí dentro? Porque, ya debía saberlo, para el escocés cerca del cien por ciento de la vida era juego, y el baño en esa forma no iba a ser la excepción.
Ahora, el hombre a quien se mostró con una forma ya no de cachorro, sino de un macho adulto, ni siquiera sufrió un pequeño susto. De alguna manera le quedaba más que claro que se debía a que ya sabía que era él, que jamás le haría daño, que siempre sería su sombra, y le alivió en demasía tal certeza y la risa que le llenó por completo. Ladeó la cabeza, haciéndose el inocente. Pues sí, en efecto se lo debía por el gruñido aunque fuera más cómico que atemorizante y, en cambio, el gran lobo gruñó mostrando un enfado totalmente ficticio.
Debía ser más cuidadoso en ese estado, para empezar porque pesaba mucho más que el perro y sus garras eran mucho más duras y afiladas, sin mencionar que si llegase a querer mordisquearlo a modo de juego terminaría por arrancarle un pedazo de piel. Como se sobrepasara, lo pagaría caro. He ahí la gran desventaja del cambiante, especialmente de quien adopta formas tan poco convencionales para la convivencia humana. Había escuchado de algunos que adoptaban forma de ave, de pez, de pequeños felinos, y también de otros peores que él. Al menos tenía la ventaja de seguir manteniendo esa personalidad lúdica y fiel.
Le dio la espalda y se encaminó a la bañera, exigiendo con sonidos mucho más guturales que comenzara ya. Cierto era, además, que como lobo su olor era mucho más penetrante; ser tan peludo tenía sus desventajas a la hora de mantenerse limpio. Si su madre le viera queriendo tomar un baño en ese modo de seguro se destornillaría de risa. Su madre… cómo la echaba de menos. Quizá, con suerte, algún día el italiano la conociera y ambos conspirarían juntos para hacerle la vida más difícil y con reglas más estrictas. Bufó, de verdad necesitaba ese baño y ya comenzaba a imaginar cosas demasiado estúpidas.
Alzó la cabeza a ver a Guido. ¿Estaba seguro de lo que comenzarían ahí dentro? Porque, ya debía saberlo, para el escocés cerca del cien por ciento de la vida era juego, y el baño en esa forma no iba a ser la excepción.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
El gruñido del lobo le pilló desprevenido y logró erizarle la piel. No estaba asustado, pero debía admitir que aunque no pretendiera sonar fiero -se notaba por el resto de la actitud del animal y, porque a fin de cuentas, se trataba del escocés- de proponérselo, llegaría a resultar espeluznante. Le miró con más atención. Su cabello era más fino y liso que en su forma de lebrel, también parecía más tupido y las hebras, de llevar puesta la camisa, seguramente se coserían entre las fibras de la tela. Sus ojos eran grandes y tenían la misma expresión salvaje y divertida que los del perro y el humano, aunque con una tonalidad y forma algo distintas, obviamente.
En cuanto se liberó de la parte del peso que el huargo había puesto sobre él, se incorporó ligeramente con la espalda aún pegada a la pared, pues se había empezar a resbalar hacia abajo. Una vez recompuesto, siguió los largos y lentos pasos ajenos hacia la bañera con la mirada. Los gruñidos se le antojaron sumamente divertidos, como si fuera un viejo cascarrabias remugando quejas e insultos. Negó ligeramente, apartándose la idea de la cabeza y se empujó con las manos para apartarse de las baldosas.
-Ya voy, ya voy... pareces tú el amo y no yo.
Dijo en tono burlón, aunque con porte orgulloso y le sacó la lengua al irse aproximando hacia él. Lo primero era lo primero. Normalmente, lo lógico era llenar la tina de agua, asegurándose de que la temperatura era la adecuada, pero claro... ¿sería buena idea? Nolan saltaría dentro y lo salpicaría todo con sus grandes patas y el sacudirse, y a parte, ¿cuál era la temperatura idónea para un lobo? Sabía que no tenían la misma corporal que los humanos, pero más allá, no sabía nada.
Finalmente decidió que de perdidos al río e hizo girar los grifos de la bañera para llenarla de agua. Dejó la caliente con más flujo que la fría y mientras tanto, cogió la pastilla de jabón y miró al cambiante con una sonrisa ladeada.
-¿Vas a entrar ya en el barreño o esperas a que esté tan lleno que desborde en cuanto te metas en él de un brinco?
En cuanto se liberó de la parte del peso que el huargo había puesto sobre él, se incorporó ligeramente con la espalda aún pegada a la pared, pues se había empezar a resbalar hacia abajo. Una vez recompuesto, siguió los largos y lentos pasos ajenos hacia la bañera con la mirada. Los gruñidos se le antojaron sumamente divertidos, como si fuera un viejo cascarrabias remugando quejas e insultos. Negó ligeramente, apartándose la idea de la cabeza y se empujó con las manos para apartarse de las baldosas.
-Ya voy, ya voy... pareces tú el amo y no yo.
Dijo en tono burlón, aunque con porte orgulloso y le sacó la lengua al irse aproximando hacia él. Lo primero era lo primero. Normalmente, lo lógico era llenar la tina de agua, asegurándose de que la temperatura era la adecuada, pero claro... ¿sería buena idea? Nolan saltaría dentro y lo salpicaría todo con sus grandes patas y el sacudirse, y a parte, ¿cuál era la temperatura idónea para un lobo? Sabía que no tenían la misma corporal que los humanos, pero más allá, no sabía nada.
Finalmente decidió que de perdidos al río e hizo girar los grifos de la bañera para llenarla de agua. Dejó la caliente con más flujo que la fría y mientras tanto, cogió la pastilla de jabón y miró al cambiante con una sonrisa ladeada.
-¿Vas a entrar ya en el barreño o esperas a que esté tan lleno que desborde en cuanto te metas en él de un brinco?
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Lusso notte ~ Nolan MacLeod
Amo. Que el italiano se autonombrase como su amo no fue tan satisfactorio como pudiera llegar a imaginar en algún momento previo. De hecho hería un poco su ego y le animaba a ser aún más pesado de lo que pudiera haber planeado, y la cuenta a pagar iba aumentando poco a poco. No dejaría pasar ni una oportunidad de cobrarle.
Con porte orgulloso, si bien el rabo se mecía lenta y continuamente, hizo un gesto de total indiferencia a lo que hiciera o dejase de hacer con la bañera, se miró la pata derecha delantera del mismo modo que un humano se mira las uñas con completo desinterés, y luego se echó bufando, de tal modo que dejó bien claro que perdería la paciencia como no se diera prisa y cumpliera la parte del trato en la que el chico le daría un buen baño. Le miró directo a los ojos, a esos bellos pozos oscuros, y finalmente cedió. Primero, como un cascarrabias, tocó la superficie del agua con una pata; no, demasiado caliente. Tras desaprobar la temperatura se sentó, admirando los azulejos, espejos, envases de esencias aromáticas y demás muebles y adornos.
Se estaba ganando un buen jalón de orejas, lo sabía de sobra, y más sabía que el italiano, con ese carácter, no escatimaría en un castigo. Lo gracioso era que, en el poco tiempo de conocerse, jugaban a un tira y afloja a ver quién caía primero, pero ninguno de los dos parecía querer perder la competencia. Lo no tan gracioso, es que Nolan tenía claro que no le molestaría ser él quien perdiera el juego a propósito si con ello ganaba algo a cambio, llámese sexo o una simple sonrisa de esas que expresaban todo lo que Guido no pronunciaba.
Y teniendo en cuenta esto último, volvió a tocar el agua, asintió dando el visto bueno y, porque él lo pidió, dio algunos pasos atrás y saltó dentro de la bañera salpicando todo lo que pudo. Se sacudió el pelo enérgicamente, por si acaso un rincón del baño faltó de mojarse, y se sentó esperando tan ansiado baño. Qué bien se sentía estar ahí, el tamaño le iba perfecto y tenían suficientes toallas a la mano para secarse ambos. Le llamó con un gruñido más suave, y apenas lo tuvo cerca, lamió toda su cara e hizo un sonido que se asemejó a una risa humana, aunque más jadeante. Si se viera en ese momento… ¿Cómo no iba a reírse de él? Pero era su culpa por darle la idea de brincar, porque él, como buen animal de compañía, jamás pensaría en molestar a su amo, mucho menos en empaparlo y luego arrepentirse por la imagen que éste ofrecía de su piel bronceada cubierta por gotas que resbalaban y cambiaban de rumbo cada que se topaban con las irregularidades de sus músculos definidos. Mierda, pensó.
Con porte orgulloso, si bien el rabo se mecía lenta y continuamente, hizo un gesto de total indiferencia a lo que hiciera o dejase de hacer con la bañera, se miró la pata derecha delantera del mismo modo que un humano se mira las uñas con completo desinterés, y luego se echó bufando, de tal modo que dejó bien claro que perdería la paciencia como no se diera prisa y cumpliera la parte del trato en la que el chico le daría un buen baño. Le miró directo a los ojos, a esos bellos pozos oscuros, y finalmente cedió. Primero, como un cascarrabias, tocó la superficie del agua con una pata; no, demasiado caliente. Tras desaprobar la temperatura se sentó, admirando los azulejos, espejos, envases de esencias aromáticas y demás muebles y adornos.
Se estaba ganando un buen jalón de orejas, lo sabía de sobra, y más sabía que el italiano, con ese carácter, no escatimaría en un castigo. Lo gracioso era que, en el poco tiempo de conocerse, jugaban a un tira y afloja a ver quién caía primero, pero ninguno de los dos parecía querer perder la competencia. Lo no tan gracioso, es que Nolan tenía claro que no le molestaría ser él quien perdiera el juego a propósito si con ello ganaba algo a cambio, llámese sexo o una simple sonrisa de esas que expresaban todo lo que Guido no pronunciaba.
Y teniendo en cuenta esto último, volvió a tocar el agua, asintió dando el visto bueno y, porque él lo pidió, dio algunos pasos atrás y saltó dentro de la bañera salpicando todo lo que pudo. Se sacudió el pelo enérgicamente, por si acaso un rincón del baño faltó de mojarse, y se sentó esperando tan ansiado baño. Qué bien se sentía estar ahí, el tamaño le iba perfecto y tenían suficientes toallas a la mano para secarse ambos. Le llamó con un gruñido más suave, y apenas lo tuvo cerca, lamió toda su cara e hizo un sonido que se asemejó a una risa humana, aunque más jadeante. Si se viera en ese momento… ¿Cómo no iba a reírse de él? Pero era su culpa por darle la idea de brincar, porque él, como buen animal de compañía, jamás pensaría en molestar a su amo, mucho menos en empaparlo y luego arrepentirse por la imagen que éste ofrecía de su piel bronceada cubierta por gotas que resbalaban y cambiaban de rumbo cada que se topaban con las irregularidades de sus músculos definidos. Mierda, pensó.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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