The Punishment {Libre}

Meses perdidos, dias y dias de esfuerzos que ahora se veían totalmente improductivos. No muchos lo sabían, pero había algo que le encantaba hacer tanto o más que aumentar la fortuna y el poderío de la familia Ortolani. Esa era su pasión y siempre lo había sido. Heredada mucho tiempo atrás de su cariñosa madre, muchas veces me preguntaba que habría sido de mi vida si nunca se hubiera quemado la casa, si todo hubiera seguido con el plan establecido. Seguro que no estaría aquí, probablemente estaría labrando los cultivos de la familia, recogiendo los primeros frutos, tostando mi piel bajo el sol del mediodia. Las cosas no habían salido así, ahora mi piel era blanca como la mayoría de los parisinos y tenía que conformarse con un pequeño cultivo casero en la parte trasera de la hacienda.

Uno de esos cultivos llevaba tiempo siendo imposible de sacar adelante, había hecho de todo. Tanto todos los metodos horticultivos normales como los magicos, había cambiado las condiciones y nunca había salido adelante. Esas malditas rosas nunca llegaban abrir sus petalos y mostrarse en todo su esplendor. Estas rosas eran bastante diferentes a la rosa normal que se cultivaba en París, probablemente tuviera la única mata viable en Europa. Era una Black Pearl, en concreto traída desde las colinas del valle de Halfeti, en el cercano Oriente. Rosas negras como la noche, solo florecían negras en verano y este era el unico momento en el que uno podía verlas en su máximo esplendor.

Estaba teniendo muchos problemas con ellas y notaba como los dias empezaban a pasar y una pregunta asomaba en mi mente ¿seré capaz de sacarlas adelante antes de que acabe el verano y se pierda la cosecha? Al principio la respuesta a esto había sido un sí rotundo, hoy no lo era tanto.

Por eso había venido al parque botanico, necesitaba ayuda y pagaría lo que fuera necesario por ella. Era una afronta contra mi orgullo masculino pero tenía más importancia ver esas flores abrirse que ese estupido sentimiento. Hacía mucho tiempo que no entraba en él, aún seguía escandilandome como el primer dia que lo vi. Sin dilación, y sin permitirme parar a ver las preciosas petunias que aqui cultivaban. Fui directamente a ver a algunos de los trabajadores del lugar, necesitaba una visita a domicilio, de alguien que entendiera mucho de rosas. No me valía cualquiera.

Pronto me guiaron hasta ella, una de las responsables del parque, que justo ahora estaba cuidando de las rosas allí cultivadas. Buena señal.- Disculpe señorita, mi nombre es Hans Ortolani. Siento interrumpirla, pero me han dicho que usted es una de las mayores conocedoras de la vida vegetal del lugar. Precisaría de sus servicios para un cultivo muy especial.- Normalmente estas consultas y peticiones venía a hacerlas alguno de los criados de las casas adineradas, pues los miembros de la alta cuna realmente no tenía un interés real en las plantas de su jardín, simplemente en la belleza que estas les trasmitían.- El costo no será un problema.-