Que parte de... no molestes... no entiendes? - Privado (Akilina)

por **Jong Bum Kim** Mar Dic 30, 2014 11:33 pm

El tren se detuvo, los chirridos de las ruedas, fueron seguidos por el sonido del vapor de los frenos y pronto las puertas de los vagones se fueron abriendo, la gente descendía apresurada, alguien, seguro, los esperaba. Roger, contempló por la ventanilla, aun con la portezuela cerrada, como las personas se dirigían presurosas hacia otras. Los abrazos, las lágrimas, los besos. Apretó la mandíbula, no por envidia, porque a él nadie lo esperara, de hecho eso no era tan así. Una sonrisa de medio lado surgió en su rostro, mientras una de sus cejas se enarcaba. Allí un dividuo, de estatura baja, algo entrado en carnes y con sus pocos cabellos peinados prolijamente para un costado, llamó su atención, el delgado bigote le daba un aire cómico, se encontraba caminando de lado a lado del andén, intentando encontrarle. Por referencias que le habían dado en Londres, sabía que se trataba del señor Marignac, el encargado de conseguirle un alojamiento apropiado para su estatus, además de una oficina apropiada. Como conde de Argil y aunque no hiciera alarde del título, debía hacerse cargo de todos los asuntos de sus propiedades, arrendatarios, minas, y empresas. Por ello había sido muy específico en pedir que las dos propiedades debieran estar distanciadas, ya que odiaba que lo molestaran en sus momentos de privacidad.

Esperó que el hombre casi se frustrara, cuando por fin decidió salir de su compartimento, el hombrecillo se fue sobre él, con gran aspavientos, - Monseur !!! Monseur Mountbatten!!! – dijo apenas en un hilo de voz. Se notaba que a Marignac le costaba respirar ya que se agitaba con facilidad. Roger no estaba dispuesto a que aquel inconveniente le hiciera perder el tiempo. Apenas habló con el encargado lo justo y necesario, tomó las llaves y se disculpó, aduciendo que lo esperaba el Conde de Norfolk , que por esa razón, él iría por las dos propiedades y que cualquier cosa le dejaría recado en las oficinas de la empresa.

Lo vio alejarse, debería haber sentido pena, era casi seguro que antes de que el año terminara el cómico Marignac moriría de apoplejía, pero en verdad, a Roger, eso no le conmovía. Desde aquella noche de principios de Abril del año anterior, nada lograba conmoverlo, - ¿sentir pena? ¿Por qué? ¿Acaso no moriremos todos? – Se justificó, mientras descendía las escaleras en busca de un coche de alquiler y sermoneaba al pequeño niño escuálido, que cargaba con su equipaje, - apresúrate enclenque, ¿o no quieres tu paga? – el pequeño inspiró, tratando de sacar fuerzas de donde no las tenía.

El chofer, acomodó las maletas en la parte posterior del vehículo, el caballero inglés, abrió la portezuela y antes de subir, se giró mirando al pequeño, hurgó en sus bolsillos extrayendo una moneda de plata. Los ojos del chicuelo se iluminaron al ver la reluciente superficie, - toma – dijo secamente. El niño agradeció con un gesto, mientras él subía cerrando la portezuela. En el momento que el coche comenzaba a moverse, la voz de la que fuera su mujer le reprendió – sabes que puedes cambiar su vida… cuanto crees que podrá sobrevivir… - Movió la mano como si intentara sacarse de encima un insecto molesto – vamos Roger, tu no eras así, lo sé – quiso decir mil reproches, culparla por su decisión, por su muerte, por la soledad en la que lo había dejado, pero solamente resopló cansado de ser el hijo de puta en el que en pocos meses se había convertido, - una excepción, no esperes que me conduela de todo Paris – habló en voz alta como si en el interior de aquel carruaje alguien lo acompañara. Golpeó suavemente el techo del coche, - espere – dijo al cochero. Sacó su cabeza y parte de su cuerpo por la ventanilla, - ey… chico… vamos… necesito que me ayudes a acomodar todos estos trastos – El pequeño asintió sonriendo apretando con fuerza la pequeña moneda entre sus manos – sí, sí, te daré más de esas, pero… sube atrás… que apestas – refunfuñó.

El carruaje, se dirigió al Hotel más importante de la Ciudad, apenas llegar el valet se hizo cargo de todo el equipaje, empujando sin mucho miramiento al infante. Roger, observó aquel maltrato y aunque ahora le fuera común hacer acciones similares, no toleraría que otro las hiciera con alguien que él había decidido ayudar, - no sobre mi mascota – se enfureció. Se acercó y tomando al joven desde el codo con brusquedad, le giró enfrentándolo, - a ver si te das cuenta que el mocoso es un ser humano y va junto con los trastos – le entregó diez monedas de plata, - has de hacer que se asee, le darás de comer y lo traerás a mi habitación cuando esté decente, entonces te daré otra cantidad igual… ha, búscale una muda de ropa, no puede estar con esos andrajos -. En ningún momento había llevado su mirada a la del pequeño, ni le había preguntado si tenía familia, se había hecho cargo de él, no como un padre, si como un mentor y esperaba de todo corazón que no fuera un latoso.

Luego de refrescarse, dejar todo acomodado, bajó al restaurant del hotel y se sentó en el lugar más distante, donde nadie lo molestara, odiaba la gente chismosa, su rostro no era muy conocido, o por lo menos eso era lo que él creía, pero lo que menos deseaba era que alguien lo reconociera, - solo espero conseguir pasar una velada en soledad, sin nadie que me moleste – dijo en voz alta, más como un deseo que como una posibilidad, estaba en Paris, era un hombre bastante atractivo y nunca faltaría alguna dama de la noche que deseara hacerle compañía, ¿o no?.

por **Akilina Nóvikova** Jue Ene 01, 2015 10:22 am

Me encontraba bagando por París sin nada que hacer ¿y que se podría esperar? Un fantasma no es que tenga muchas oportunidades para hacer cosas divertidas, tan solo andar de aquí para allá y ver la cara que se le queda a los mortales cuando te apareces ante ellos.

En mi paseo pude observar un gran carro, parecía que por lo menos pertenecía a un miembro de la alta sociedad. Movida por la curiosidad decidí seguirlo, quien sabe, puede que me enviase a un palacio y pudiese hacer de las mías allí y asustar a las personas que allí dentro se hospedaban.

Al parecer la persona que estaba allí dentro era un hombre joven y de clase alta, pero aún no contento con eso se dedicaba a maltratar a un pequeño niño, lo cual me enfureció bastante -Prepárate para un escarmiento- Dije, mas mi voz se perdió en el viento.

El hombre entró en un gran establecimiento -¿Será su casa?- Me pregunté a mi misma. Mas al cabo de un rato decidí entrar, sería divertido y podría decirle a aquel hombre que no maltratase a los niños.

Me quedé un rato buscándolo hasta que entré a una especie de restaurante de lujo, fue ahí donde lo vi, en una esquina, solo. Me acerqué a él -Oye, no sé quien eres ni me importa, pero te vi tratando como a un exclavo a un niño, y eso no está bien- Le hablé, mas no le mostré mi forma física, quería asustarlo un poco -Y eso está muy mal, si eres mala persona molestas a los espíritus, ahora estaré torturándote toda la eternidad por tus malos actos- Dije, tirando un baso al suelo y derramando todo el contenido Sabía que eso era mucho teatro, pero era lo que veía en los teatros de fantasmas.

por **Jong Bum Kim** Lun Mar 09, 2015 5:46 pm

Aquella voz, se escuchó clara y fuerte, no pudo ver a la mujer que le hablaba, pero aquello, no lo sorprendió. Supo que se trataba de una pobre alma en pena, le pareció algo descabellado lo que le reprochaba. De lo que menos se podía culpar a Roger, era de no buscar el beneficio de los demás, ese había sido una de las razones por las que había viajado tanto, por las que su amada pasaba meses sin una esquela, sin unas líneas que le dijeran cuando volvería. Roger, había tenido que soportar demasiados pesares en su vida, no lo juzgaría tan livianamente de conocer las circunstancias que lo llevaron a convertirse en ese ser bastante amargado y solitario. Él no era mala persona. El fantasma de su mujer, se movió por el lugar, enfadado de lo que había escuchado, - ¿cómo se atreve Roger, acaso yo te he tratado de esa forma alguna vez? ¿Quién es ella para tomarse esas atribuciones? -, Sonrió divertido, era la primera vez en meses que ella no lo molestaba con algún reproche. El ex doctor Roger Macgregor, jamás se divertía observando las desgracias ajenas, a pesar de ser un aristócrata.

Sus ojos, observaron como el vaso se movía, derramando el líquido y cayendo al piso haciéndose añicos. En ese momento una mujer de voluminoso porte, pasó por el lado opuesto de la mesa, el ruido de la copa al estallar hizo que se diera vuelta, - oh!!! Señor, disculpe, no fue mi intención – Roger la contempló con su mirada clavada en el rostro de la dama. Levantó la mano y en un gesto de desdén consiguió que se alejara, - lo que me faltaba que un esperpento me moleste -, refunfuñó, sin darle importancia al pequeño accidente.

Cuando el camarero recogió los pedazos de cristales y trajo otra copa, Roger, se sirvió nuevamente vino, - le ruego que deje de comportarse como una niña, no me dan miedo los entes como usted, sea educada y preséntese - la reprendió. – no se sorprenda, no existe un solo escoces que no crea en fantasmas, brujas o maldiciones – Tomó la copa, por si acaso al fantasma se le ocurría volver a tirar objetos, - creo que es demasiado prejuiciosa, no me conoce, pero se apresura para juzgarme… si hiciera lo mismo… diría que es un ente muy inmaduro – apresuró el trago y no pudo ocultar la sonrisa que se formaba en sus labios. Para Roger era algo nuevo, poder escuchar la voz de otro fantasma que no fuera el de su amada Berenice, podía sentir su presencia, ella siempre lo acompañaba, como un ángel - a veces - ó como un maldito mosquito que no lo dejaba en paz, la mayoría de las ocasiones, pero en esa oportunidad, la cosa era diferente y en verdad se estaba poniendo muy interesante. Se preguntó, ¿cómo se reconocerían los entes? Cerró los ojos y recordó la sonrisa de Berenice, aquella que se había vuelto tan escasa las últimas semanas antes de aquel fatal final, - tal vez merezco que me molesten toda la vida, te dejé sola, te abandoné en el momento en que más me necesitabas, me encerré en mi propio dolor y no permití que vieras el dolor que consumía mi alma la muerte de nuestra hija… - caviló, mientras dejaba la copa en la mesa, el mal humor había vuelto, sentía rabia, rabia consigo mismo, por haber sido egoísta, - vamos, o te presentas o me dejas de molestar -.

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