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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Corinne Strasse Dom Ene 25, 2015 1:02 pm

¿Qué importa que la estrella esté remota y deshecha la rosa?
Aún tendremos el brillo y el aroma
.

León Felipe


¿Por cuando en apenas unos meses, había cambiado la vida de la licantropa? En tres meses todo se había terminado e iniciado. La mordida, el inicio de aquella nueva vida como Licántropa quedaba lejos y en apenas aquel mismo día, tras el abandono, el secuestro y ahora con su huida, pareciera que la Corinne que se mantenía apoyada en el joven, fuera otra, pero no, aquella licantropa que intentaba no sonrojarse por su proximidad seguía siendo la de siempre. No obstante, la vida estaba cambiando y ella empezaba a notarlo. Toda su vida parecía desbocarse al desastre. Primero su matrimonio falso, luego desaparecía su prometido. El incendio en los establos y el joven que quería secuestrarla y al final tras una caída considerable se había encontrado con otro licántropo`. Uno que sin embargo, parecía querer ayudarla de buena fe y no por otros motivos. O aquello al menos le parecía a la licantropa y tras unos días muy escabrosos respiró en paz aún con la amenaza que los siguieran.

Ya llevaban una hora internándose en el bosque. Shack les había seguido vigilándoles la retaguardia como si él también fuera consciente del peligro que podían correr. Al principio Corinne intentó se mantuvo en silencio, solo abriendo la boca para indicarle el camino o para llamar a Shack cuando por mucho tiempo no le veía asomar su oscura cabeza tras ellos. Pero tras un buen rato en silencio e intentar buscar la solución a todos sus rompecabezas que tenía por vida, intentó romper el silencio entre ambos explicándole parte de su recién vida. Por lo menos, eso intentó a pesar de no encontrar las palabras para poner nombre a tantas complicaciones y desventuras. — El joven que me secuestró dijo que quería servirme como cebo para atrapar a quien era mi prometido, por lo que no creo que Astor esté implicado, o por lo menos por lo que mi secuestrador me dijo. Además, Astor fue quien me salvó de terminar muerta la noche que me mordieron, aunque sus palabras y todo lo que vino después fueran mentiras, aquella noche pudo haberme dejado morir y decidió salvarme, llevándome con él, lejos de los cazadores. Valiéndome entonces de esto, no creo que él envíe a nadie tras mis pasos. — Dijo antes de señalar hacia una montaña indicando que el final estaba cerca y justo tras aquella porción de tierra, entre los árboles se encontraba la cabaña donde se resguardarían aquella noche. — Todo y qué ya no puedo asegurar nada. Todo es tan confuso.

Tras sus palabras respiró hondo y alzando la mirada para ver los ojos del joven sin querer trastabilló contra el suelo, llegando a ver el suelo a escasos centímetros de su cuerpo por no ser del brazo fuerte que la retuvo e impidió su caída, ayudándola a reincorporarse para seguir. El resto del camino volvió a su silencio mientras el aroma masculino invadió sus sentidos debidos a la gran proximidad entre ellos. Lo que le hacía sentirse segura, como si su loba necesitara todavía de un apoyo más fuerte sobre el que recostarse. Más de tres veces la joven se mordió el labio nerviosa por el estado de su pierna, que lentamente sanaba por sí sola, no obstante con más lentitud de lo normal, haciéndoles ir a un paso más lento de lo aconsejado. Hasta que sin saber cómo, de un momento a otro llegó a encontrarse en brazos de Beltrán,  rodeada por su brazos. La pierna hacía tiempo solo había resultado ser una molestia y un dolor continuo para la licantropa, por lo que al encontrarse en los brazos ajenos y libre de aquel dolor no podía más que agradecerle con una de sus sonrisas cada vez que los ojos masculinos iban a su rostro tratando de discernir el estado de la misma.

La distancia poco a poco fue acortándose y en brazos del joven la primera en descubrir la cabaña entre el follaje y la vegetación fue Corinne quien alertó enseguida de la proximidad con una gran sonrisa. Al fin tendrían descanso y hasta algo de comer. Sabía que las gentes de aquel lugar acostumbraban a llenar aquella cabaña de comida por si algún día en alguna cacería les era imposible llegar a casa y acudían a resguardarse en ella. Y si no, también les quedaba Shack, quien en cuestión de pocos minutos podía regresar con algún par de conejos colgando del hocico. A medida que se acercaban se podía ver con más claridad el lugar en el que se hospedarían. La humilde cabaña se encontraba en un gran claro y contaba con un pequeño establo. La cabaña era de madera y con el tejado en buen estado, parecía cómoda e incluso confortable por no ser de estar en medio del bosque.

Hemos llegado. —Dijo Corinne todavía en sus brazos con una gran sonrisa. — Por lo menos espero podremos descansar en este lugar y estar a salvo. — Añadió descansando su cabeza en el hombro masculino, suspirando del placer de sentir aquellos brazos y aquel cuerpo cálido rodeándola hasta sentir su cuerpo adormecido de lo calmado que se encontraba. Tras sus palabras Shack se dirigió directo a la puerta para entrar y husmear aquel nuevo lugar sin esperarles, ni verles una última vez antes de desaparecer en el interior de aquel cobertizo desatando la suave risa de Corinne contra el cuello ajeno.
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Mensaje por Bertrán Rigaud Sáb Feb 14, 2015 7:06 pm

Las circunstancias de su caminata nocturna habían variado tanto como su estado de ánimo. La desazón y malestar que sentían parecían ahora olvidados. Era verdad que cierta preocupación se instalaba en su cerebro, pero la presencia y el calor de la piel de su acompañante servían para atenuarla lo suficiente como para permitirse disfrutar del momento, por extraño que sonase. La amenaza existía y no sería tan ingenuo como andar incautamente. Mantenía los sentidos alertas, en busca del más mínimo indicio de una presencia desconocida en las cercanías. Para fortuna de los dos, o mejor los tres pues no había que olvidar a la figura perruna que les seguía, ningún aroma u olor inusual fue captado. Como lo había predicho, la herida en la pierna de la licántropa era lo suficientemente sería como para hacerles ir a u ritmo bastante lento. Pero eso en realidad no le molestaba, así como tampoco lo hacia el silencio que se extendía minuto a minuto. Él pensaba en sus asuntos y seguramente ella debería estar imbuida en los recuerdos que le llevaron a vivir lo que fuese que vivió antes de la inusual caída. Bertrán no le presionaría para que le hablase, era por completó su decisión el hacerlo o solo permitir que le ayudase a llegar hasta un lugar que considerase seguro.

Sin embargo, más o menos una hora después de su encuentro, y luego de una caminata lenta pero sin pausa, ella empezó a abrirse ante él – ¿Su prometido? – le cuestionó apartando los ojos del camino y centrándolos en los de ella ¿Por qué le molestaba aquello? apenas sabia su nombre, no tenia por que importarle el que estuviese comprometida. Tampoco tendría que afectarle el que su “novio”, o lo que fuera, le hubiese mentido y herido, por lo que podía percibir. A pesar de eso la ira se coló nuevamente bajo su piel, obligándolo a apretar la mandíbula y a memorizar el nombre pronunciado por la joven. - ¿y en donde se encuentra él ahora? Me refiero a su prometido – preguntó tratando de ocultar bajo un tono de voz dulce los sentimientos que se alborotaban en su interior.

Un mal pasó fue el culpable entonces de que ella trastabillase y solo los reflejos de él impidieron un nuevo golpe contra la fría tierra. – Cuidado – alcanzó a musitar. Al parecer estaba más débil de lo que quería admitir. Continuaron la marcha pero al poco tiempo se hizo evidente que no avanzarían mucho más si continuaban de aquella forma. Él lo pensó y en un segundo estaba ella entre sus brazos. No pidió ningún consentimiento y tampoco admitiría negación alguna. Afortunadamente al parecer ella sabía que era la mejor opción pues no opuso resistencia. Por el contrario, recibió con beneplácito algunas sonrisas de agradecimiento. En silencio se alegraba de haber salido a caminar, de haber seguido justo ese sendero y de haberse topado con el fiel compañero de ella. Los hilos del destino era insondables, solo a él podía culpársele por que tales casualidades diesen como resultado el que ahora, en medio de la quietud del bosque, estuviesen ellos piel con piel. El cuerpo de ella se ajustó entre los brazos de manera natural. Resultaba liviana y cálida. Demasiado pronto, a su parecer, llegaron al destino. Desde lejos la cabaña aparentaba ser cómoda aunque era evidente que se encontraba abandonada en esos momentos. Tendría que recolectar un poco de leña para el fuego, que ella entrase en calor y estuviese cómoda era primordial.

No pudo evitar reír también por lo bajo. No por el comportamiento de Shack sino por los temblores producidos por la risa de Corinne contra su cuello. Tal vez ella esperase que hiciese lo mismo que el animal pero él la depositó con suavidad junto a un árbol, justo en el borde del claro. El separarse de la suavidad y calidez de su cuerpo le produjo un ligero malestar ¿Qué le estaba pasando? Jamás se había sentido así con una desconocida. Sacudió un poco la cabeza, tratando de despejar su mente – Prefiero asegurarme de que nadie nos está esperando. Por favor espera aquí – era poco probable que hubiese alguien adentro, si así fuera el perro ya les habría puesto sobre alerta. Pero por ahora la seguridad de la joven estaba en sus manos y no escatimaría en esfuerzos para conservarla. Abandonándola ingresó en la cabaña y constató con sus propios ojos su estado. Algunos minutos después regresaba seguido por un alegre Shack – Todo está en orden… si me permite – sugirió extendiéndole los brazos.

– Los dueños deben venir seguido. Hay suficientes provisiones e, incluso, leña lista para ser utilizada ¿les conoce usted? – le cuestionó mientras la depositaba sobre un mullido sofá. A continuación se dirigió a la chimenea y se dispuso a encender un fuego. – Dígame, Corinne ¿Por qué un cazador se molestaría en utilizarle como carnada? ¿Que tiene ese prometido suyo que le obligue a uno de ellos a tomar como rehén a una licántropa en vez de solo destruirla y avanzar hacia su próximo objetivo? – para ese momento se encontraban los dos ante un fuego pequeño pero caluroso. Agua, pan y queso estaban esparcidos sobre una mesita cercana y Shack dormitaba plácidamente sobre una alfombra.

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Mensaje por Corinne Strasse Miér Mar 11, 2015 4:51 pm

Si… mi prometido. O mejor digamos; Quien por unos meses fue mi prometido y ahora quien ya no es nadie. Solo el motivo por el que parecen estar siguiéndome. —Contestó con media sonrisa en sus labios instantes antes de desfallecer gracias a su pierna herida y encontrarse siendo sostenida por sus brazos.

Aquel gracias de sus labios se oyó solo en su cabeza, ya que la mirada del licántropo pareció entenderla aún sin palabras, solo con verle el rostro y aquel agradecimiento en sus ojos. El camino se hizo largo, no obstante no tan largo como cuando una vez acudió a acompañar a la joven que vivía en esos terrenos a limpiar y asegurar la cabaña. Quizás fuera que entonces solo deseaba regresar a su casa y esperar a quien fue su prometido llegar y aquella joven solo hacía que hablar hasta por los codos, mientras que ahora se encontraba ante quien aparte de ser un apuesto joven, era además licántropo como ella. Podían ir más rápidos e incluso Corinne entre sus brazos pensó que aquel joven podría hasta llevarla corriendo, sin que tuviera apenas que cambiar y acelerar su tranquila respiración.

Los ojos de la loba ávidos de curiosidad repasaron miles de veces el rostro de Beltrán mientras este no la miraba o parecía ignorarla centrado en el camino y en los ruidos del bosque. Corinne también permaneció atenta por todo el camino y aunque no divisaron ningún peligro, ni se cruzaron con nadie en todo el camino que recorrieron entre la linde del bosque, se alegró de ver a lo lejos la cabaña a la que se dirigían. Ante sus ojos tras unos pasos más apareció intacta y con el aspecto de estar limpia, agradeció a la pulcritud de la dueña del lugar por tener la obligación moral de acudir dos días por mes a alistarlo para la época de cacerías de su esposo y sus amigos. Por suerte para ambos licántropos la época de caza ya era agua pasado y no sería hasta unos meses más adelante que se podría cazar nuevamente jabalines y ciervos de la zona.

Esperare aquí, no se preocupe. — Contestó cuando al llegar ante el cobertizo Beltrán la depositó junto a un árbol. Por unos segundos no deseó moverse de la calidez masculina, hasta que los ladridos de Shack y la sonrisa del hombre lograron que se soltara, liberándolo así de su cercanía. — Tened cuidado, por favor Beltrán. Quizás haya alguna de esas trampas de las que usan los cazadores por el suelo.

Mordiéndose el labio con nerviosismo vio como él entraba a la cabaña y con las atenciones también en el exterior y su alrededor, no dejó de preocuparse hasta ver como el licántropo tras unos segundos de inquietud femenina, volvió a salir dirigiéndose hacia ella. Al tenerle frente a ella respiró tranquila y asintió volviendo a dejar que sus brazos fuertes la rodearan hasta alzarla de nuevo entre sus brazos, llevándola así hasta el interior que tal y como indicaba el exterior; se encontraba impoluto y ordenado.

Esta es la cabaña privado del señor Lowaster, un comerciante y a su tiempo libre cazador de ciervos y jabalís de esta zona. — Le explicó tras ser depositada sobre uno de los sofás, ahogando para si la protesta de volver a separarse de aquella calidez que tan rápido había parecido engatusar a su loba. — Su mujer, la señora Lowaster es quien suele acudir para limpiar la cabaña y prepararla para cuando su marido decide alejarse del pueblo y perderse por el bosque en busca de sus nuevos trofeos. — Mientras hablaba desde la comodidad del sofá sus ojos siguieron cada paso ajeno. A simple vista o quizás fuera por el golpe que se había dado al caer por la fuerte pendiente donde se habían encontrado no lo había imaginado tan alto, ni verdaderamente tan apuesto, con su expresivo rostro en la penumbra y el cabello negro como una corona azabache alrededor de la cabeza parecía un humilde príncipe de las tinieblas. Los destellos de las llamas del fuego que estaba creando y que poco tardó en encenderse con su viva llama solo le daban aquel toque intrigante y oscuro. Las llamas reflejadas en sus intensos ojos se veían bien, pensó Corinne perdiendo el hilo de lo que le estaba diciendo unos segundos. — Por eso es que siempre suele haber provisiones y la leña lista. Su esposo ya es mayor y entrado en años ya no se siente tan jovial ni tiene la misma fuerza que antaño. Así que siempre que puede ella acude aquí y lo alista todo para él. Es una señora muy habladora pero es muy buena esposa. Fueron vecinos míos por unos pocos meses. —Añadió levantándose para acudir a su lado y quedarse sentada frente al fuego. El calor rápidamente se filtró por su piel como por la cabaña que pronto adquirió un ambiente cálido y agradable y Corinne sonrió sin dejar de mirar las llamas fijamente al sentir como por su pierna subía una especie de cosquilleo, indicativo de que su pierna empezaba a sanar.

Sinceramente… lo desconozco. — Contestó tras un silencio en el que se dispuso a responder la última pregunta del licántropo. —Siempre lo mantuvo en el anonimato, fuera de mis oídos. Lo único que conozco de su trabajo es el uniforme militar que llevaba. Siempre pensé que podría ser un guerrero o un soldado, pero dudo mucho de que los soldados puedan permitirse y tengan tantos privilegios y riqueza como mi ex prometido. — Estiró uno de sus brazos hasta llegar a la mesilla cercana y tomó la bandeja de pan y quesos que habían dejado para más tarde y tomó una rebanada de pan. — ¿Queréis? —Preguntó ofreciéndole la bandeja mientras su mirada regresaba al fuego. — Si algún día vuelvo a ver alguien con ese uniforme, sabría deciros… pero por lo que conmigo respecta, supongo que debí de ser la peor prometida que terminó abandonándome. —Suspiró y sintiendo la mirada masculina sobre ella terminó por sonreír, volviéndose de nuevo hacia él con miles de preguntas pasando por su mente.

Mejor será que terminemos de hablar de él. No deseo recordar nada de aquello. Lo quiero dejar todo atrás… así que ahora os toca a vos contestar y saciar mi curiosidad. ¿Cuál ha sido la razón por la que hoy habéis salido al bosque? No es luna llena… y aún quedan unas pocas lunas para la próxima, porque entonces aventuraros en el bosque? — Preguntó acercándose más a él para así tomar un pequeño trozo de queso y de nuevo sentir su calidez contra su suave cuerpo y sonreír sintiendo el rubor extendiéndose por sus mejillas. — No me malinterpretes… Solo deseo saber la razón a la que debo dar las gracias por haber hecho posible el que me encontraras perdida en el bosque.
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El brillo y el aroma de su piel |Beltrán Empty Re: El brillo y el aroma de su piel |Beltrán

Mensaje por Bertrán Rigaud Lun Abr 13, 2015 10:04 am

Un inquietud se estaba abriendo paso entre su cuerpo. Primero arañando con debilidad la capa superior de su piel, luego escavando, cada vez con más ahínco y confianza, la carne y músculos, encarnándose y acomodándose en su ser con intenciones de permanecer mucho más que solo por una corta temporada. Cada vez que miraba los ojos claro de la lycan sentía como aquella inquietud se removía bajo su piel, introduciéndose un poco más. No se trataba de algo doloroso, al contrario, le producía una suerte de satisfacción y sensación placentera que, a la larga, también le preocupaba ¿Qué le ocurría con ella? ¿Por qué deseaba que esa noche se alargara hasta volverse interminable? Apenas le conocía, literalmente, por lo que no debería remover tantos nervios en su interior. Rememoró la alegría que le invadió al enterarse de que el prometido al que se había referido ya no era tal. Habían terminado y, aunque aún ignoraba las razones específicas que circundaron tal evento, solo el saberlo le hizo desear soltar un aullido de euforia. Nunca les dio crédito a los ilusos que hacían referencia al amor a primera vista. A su modo de ver las cosas no era posible que un ser callera a los pies de otro solo con verle una vez y, si eso ocurriese, seguro se trataba de alguien tan superficial que antecedía la belleza física a cualquier otro atributo que debiese buscarse en una posible pareja. Bastaba con mirar a aquella fémina con la que encontraba para poder afirmar que era incalculablemente hermosa, nadie podría negar tal hecho, pero no solo era la apariencia lo que estaba aprisionando al lobo en una trampa más certera que las de los cazadores que ella misma había mencionado. Él intuía un fuego en su interior, pasión y consideración se mezclaban con una dulzura que lo desarmaba y que rivalizaba con la intensidad con la que intentaba demostrar su fortaleza.

Mientras ella hablaba con suavidad solo podía mirarla con atención aunque debía concentrarse para comprender lo que le decía. Los visos de su cabello, así como el color de sus ojos y el movimiento de sus labios, le distraían enormemente y la iluminación que le daba la caprichosa luz de la llama de la hoguera no le ayudaba precisamente a prestar atención a otra cosa que a la delicada piel de su rostro. Entonces ella se levantó del sofá y se acercó con un paso lento y confiado, seductor. Él le ofreció su mano como apoyo aunque, en realidad no lo necesitara. Deseaba sentir su contacto una vez más.

Aceptó con una leve inclinación de su cabeza el ofrecimiento. Tomó un trozo de queso y lo mordisqueó distraído pensando en lo que acababa de escuchar. Tendría que tratarse de alguien excepcionalmente rico el dichoso ex prometido y, por un momento, el licántropo se lo imaginó como alguien de porte orgulloso y vestimenta elegante, rodeado de sirvientes y lujos, capaz de conseguir lo que deseara con solo mover sus ojos en la dirección en la que se encontrara. Que tan diferente se sentía ante esa imagen de fantasía. Que tan inalcanzable le pareció de pronto la mujer frente a sí. Un sentimiento desagradable desplazó la satisfacción que antes le invadiera. Él no era nadie, no podría ofrecerle nada y, por supuesto, ella no llegaría a tomar en serio ninguna aproximación de prácticamente un desposeído que resultaba incomparable con su anterior pretendiente ¿Es que ya se autoproclamaba un pretendiente? El pensamiento lo impresionó un poco. No podía ser tan tonto ¿o sí? Se lamentó en silencio por preferir verla de esa forma y pasar por tonto que estar en uno de sus “malos momentos” y verla solo como una criatura utilizable y descartable, ella merecía algo mejor que él, y eso incluía sus dos facetas – Estoy seguro de que no fue por usted. Ningún hombre en sus cabales le despreciaría. Es usted una mujer excepcional – comentó sintiendo como los colores ascendían a su rostro por expresar lo que pensaba sin colocarle ningún filtro. Le devolvió la sonrisa – Me parece una buena idea – afirmó pues él tampoco sentía deseos de seguir engalanando la imagen mental que tenía ahora del hombre que ella había esperado desposar.

¿Debía decirle la verdad? No quería mentirle pero eso no significaba que no pudiese simplemente dar una respuesta vaga. Se encontraba meditando sobre su respuesta cuando ella se inclinó por un trozo de queso. Permaneció quieto, inhalando profundamente su aroma y percibiendo el calor de su cuerpo, hasta que ella retornó a su lugar. No, no podía mentirle. Lo que estaba ocurriendo podía salírseles de las manos en cualquier momento y era mejor que ella supiera a que se enfrentaba – ¿Ha sentido alguna vez que algún dolor retorna con la fuerza suficiente como para destrozarle el corazón? Pretendemos asegurar que el pasado es pasado pero la realidad es que algunas cosas no se pueden olvidar y por más que queramos solo dejarles atrás ellas forman parte de nosotros. Justo hoy he tenido uno de esos días en los que las viejas pesadillas retornan en las horas diurnas. Muchos recuerdos me atormentaron lo suficiente como para decidir alejarme de mi hogar y mis vecinos lo suficiente como para asegurarme de no hacerles ningún daño – hizo una pausa esperando que aquellas palabras calaran en la joven. Sus ojos se posaron en Shack quien dormía plácidamente boca arriba. Sonrió tristemente, envidiaba el enajenamiento en el vivían los animales – A veces mi temperamento se sale de control y no soy seguro para nadie que se encuentre en las cercanías – concluyó mirándole fijamente, esperando alguna señal de miedo que le indicara que era el momento de alejarse. Su pierna estaba mejor, se encontraba en un lugar seguro y ya nadie les seguía. Ella podría quedarse sola si era eso lo que deseaba después de la extraña confesión que acababa de hacerle.
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