AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Quién mató a quién? -Priv-
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¿Quién mató a quién? -Priv-
A media mañana Beatriz y Cassandra anduvieron durante varios cuartos de hora por lo extensos campos de los sembradíos parisinos.
Anduvieron como si no hubiera infierno hasta que volvieron para tumbarse sobre los cómodos cojines esparcidos por la alfombra de picnic. Beatriz se levantó para ponerse en guardia.
Ambas suspiraron y sentían sus pies dolidos, ¿Dónde andaba el servicio? Demasiado ocupado seguramente en la vuelta con las cestas llenas de fresas que encontraron por el camino. Demasiado pronto, fuera de temporada, pero Cassandra haría cualquier cosa por comer fresas con chocolate. Un afrodisiaco así no se podría olvidar pero se moderaba debido a que no quería engordar unos centímetros de más a lo ancho.
Sinceramente, tenía en cuenta de que su amiga sí que no se moderaba, ella apenas se molestaba en repetirle después de una millonada de veces de repetirle de que dejara de comer grasa, que al final parecería el cochinillo que el Rey Luis XIV soltaba en cada fiesta cuando aún gozaba de vida en la corte. Pero ella seguiría comiendo y su hermano Claus tendría que casarse con una cerdita valiente, porque Beatriz era la más valiente de todas. Era la primera en coger un arma de fuego y deshacerse la manicura francesa. Cassandra podría hacer el esfuerzo, pero pondría su vida por delante en lugar de los demás. No era entonces cuando se hacía la orgullosa. Se iría antes de que la encontraran y era muy astuta. Podría planear una traición y el otro ni siquiera verlo venir.
-Beatriz, Mon dieu, descansa…hemos caminado demasiado trecho de camino solo para unas fresas que después engullirás – Las palabras eran meticulosamente ofensivas, claro, pero eso ya quien era su mejor amiga lo sabía y estaba acostumbrada a los “comentarios” de Cassandra. Se echó los cabellos dorados hacia atrás y seguía mirando a Beatriz quien seguía de pie, en guardia como si alguna amenaza estuviera rondándolas – ¿Te diste cuenta que tu trasero se expande a cada vez que comes buñuelos a escondidas? –Cassandra estaba aburrida completamente, comenzó la guerra de “insultos” pero suaves para su gusto – Bea, estamos en los jardines de palacio, no pasa nada. Estamos bien, no hay ninguna amenaza. –Cassandra intentaba ser convincente, pareció serlo cuando vio a Beatriz sentarse con cuidado a su lado y bajo la sombra del gran árbol - Además, ser la mejor amiga de la princesa tiene sus ventajas… y si te liquidan, se me acaba la diversión.
-¿Me quieres porque te ofrezco beneficios?
-Sí y porque eres la única que tiene paciencia conmigo…
Ambas rieron de repente. Risas sinceras y llenas de regocijo. Se pasaron entonces el rato que esperaban a los sirvientes en traer las fresas, comentando sobre los nuevos vestidos que vieron hace unas horas en una exhibición de moda y joyas. A Cassandra le impresiono el brillo de unos zafiros cortados en lágrima y en forma de pendientes a la vez de un hermoso vestido a juego con volantes en la caída del vestido. A Beatriz le gusto uno más clásico. El blanco, el ocre y los marrones eran más del estilo de Beatriz pero no ostentaba a la joyería como lo hacía Cassandra.
-¿No crees que están tardando demasiado? –Pregunto Cassandra algo preocupada.
-La verdad…es que es hora de que volvamos a Palacio ¿No lo crees?
-….Mmm Si, -Suspiro alejando sus preocupaciones atrás – Si, vamos a palacio.
Anduvieron como si no hubiera infierno hasta que volvieron para tumbarse sobre los cómodos cojines esparcidos por la alfombra de picnic. Beatriz se levantó para ponerse en guardia.
Ambas suspiraron y sentían sus pies dolidos, ¿Dónde andaba el servicio? Demasiado ocupado seguramente en la vuelta con las cestas llenas de fresas que encontraron por el camino. Demasiado pronto, fuera de temporada, pero Cassandra haría cualquier cosa por comer fresas con chocolate. Un afrodisiaco así no se podría olvidar pero se moderaba debido a que no quería engordar unos centímetros de más a lo ancho.
Sinceramente, tenía en cuenta de que su amiga sí que no se moderaba, ella apenas se molestaba en repetirle después de una millonada de veces de repetirle de que dejara de comer grasa, que al final parecería el cochinillo que el Rey Luis XIV soltaba en cada fiesta cuando aún gozaba de vida en la corte. Pero ella seguiría comiendo y su hermano Claus tendría que casarse con una cerdita valiente, porque Beatriz era la más valiente de todas. Era la primera en coger un arma de fuego y deshacerse la manicura francesa. Cassandra podría hacer el esfuerzo, pero pondría su vida por delante en lugar de los demás. No era entonces cuando se hacía la orgullosa. Se iría antes de que la encontraran y era muy astuta. Podría planear una traición y el otro ni siquiera verlo venir.
-Beatriz, Mon dieu, descansa…hemos caminado demasiado trecho de camino solo para unas fresas que después engullirás – Las palabras eran meticulosamente ofensivas, claro, pero eso ya quien era su mejor amiga lo sabía y estaba acostumbrada a los “comentarios” de Cassandra. Se echó los cabellos dorados hacia atrás y seguía mirando a Beatriz quien seguía de pie, en guardia como si alguna amenaza estuviera rondándolas – ¿Te diste cuenta que tu trasero se expande a cada vez que comes buñuelos a escondidas? –Cassandra estaba aburrida completamente, comenzó la guerra de “insultos” pero suaves para su gusto – Bea, estamos en los jardines de palacio, no pasa nada. Estamos bien, no hay ninguna amenaza. –Cassandra intentaba ser convincente, pareció serlo cuando vio a Beatriz sentarse con cuidado a su lado y bajo la sombra del gran árbol - Además, ser la mejor amiga de la princesa tiene sus ventajas… y si te liquidan, se me acaba la diversión.
-¿Me quieres porque te ofrezco beneficios?
-Sí y porque eres la única que tiene paciencia conmigo…
Ambas rieron de repente. Risas sinceras y llenas de regocijo. Se pasaron entonces el rato que esperaban a los sirvientes en traer las fresas, comentando sobre los nuevos vestidos que vieron hace unas horas en una exhibición de moda y joyas. A Cassandra le impresiono el brillo de unos zafiros cortados en lágrima y en forma de pendientes a la vez de un hermoso vestido a juego con volantes en la caída del vestido. A Beatriz le gusto uno más clásico. El blanco, el ocre y los marrones eran más del estilo de Beatriz pero no ostentaba a la joyería como lo hacía Cassandra.
-¿No crees que están tardando demasiado? –Pregunto Cassandra algo preocupada.
-La verdad…es que es hora de que volvamos a Palacio ¿No lo crees?
-….Mmm Si, -Suspiro alejando sus preocupaciones atrás – Si, vamos a palacio.
Última edición por Cassandra Von Amsberg el Dom Mar 08, 2015 3:22 pm, editado 2 veces
Cassandra Von Amsberg- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 09/02/2015
Re: ¿Quién mató a quién? -Priv-
Aprovechaba su estancia en París a lo grande. Ahora que finalmente había dado con la reina perdida, no tenía muchas más preocupaciones más que las de regresar a Italia y ver como iban las cosas, pero para eso, aún faltaban algunos días y mientras tanto, podía disfrutar de París.
Extrañaba esa tierra, claro que si. Estaba tan acostumbrado a ella que estar en Italia era en cierto grado doloroso para él, pero aún así, lo soportaba. No era capaz de desligarse ya tan fácil de las obligaciones que le correspondían y desde que Ivanna decidiera no acompañarle a dirigir su reinado, él se había planteado la idea de volverse más responsable. ¿Cuántas veces le dijo aquella joven que debía madurar? ¿En que otras ocasiones le recordó que las responsabilidades eran algo que debían cumplirse y no simplemente ignorarse? Aquella joven fugitiva de la cual ya no sabía más nada, fue en su momento un pilar importante y era precisamente la desaparición de ese pilar, el que le había llevado a decidir realizar algunos cambios en su vida. Hasta ahora, todo iba viento en popa, pese a las dificultades y a la añoranza de su tierra; por eso, ahora que tenía la oportunidad de aprovechar nuevamente su querido París, los disfrutaría al máximo.
Durante el tiempo que llevaba ahí, fue a visitar varios sitios y a rememorar algunas situaciones pasadas. Recordar era volver a vivir y por eso era que ese día dirigía sus pasos al Palacio Royal. Aquel lugar también había sido testigo de las múltiples aventuras que Alain viviera en aquella tierra y por eso era que se apresuro a ver al menos unos momentos aquel lugar. En su mente había dibujado un recorrido que seguiría por los sitios que más recuerdos llevaban a su mente y preciso, decidió iniciar por los jardines y aquellas zonas escondidas en las que en más de una ocasión se encontró a escondidas con alguna bella dama. Aquellos tiempos ya no le quedarían más que en la memoria.
Con decisión y pareciendo ser dueño del lugar, Alain entro en los jardines majestuosos del Palacio Royal y comenzó a recorrerlos con calma, evocando a cada paso las historias vividas en aquel lugar donde nada más volvería a pasarle. Camino sin saber exactamente a donde iba, simplemente se dejo guiar por las situaciones y los recuerdos, fue de esa manera que el recuerdo de una joven le llego demasiado claro. Cassandra había sido una mujer interesante; una de esas que siempre se mantenían en la mente de un hombre y por eso es que no le extrañaba parecer casi que la veía caminar entre los jardines. No fue sino hasta que se iba acercando más que le pareció curioso que aquella visión de su propio recuerdo de ella no se desvaneciera y sin darse cuenta, camino más en su dirección.
– ¿Cassandra? – le llamo con fuerza, sin detener sus pasos en dirección a ella.
Extrañaba esa tierra, claro que si. Estaba tan acostumbrado a ella que estar en Italia era en cierto grado doloroso para él, pero aún así, lo soportaba. No era capaz de desligarse ya tan fácil de las obligaciones que le correspondían y desde que Ivanna decidiera no acompañarle a dirigir su reinado, él se había planteado la idea de volverse más responsable. ¿Cuántas veces le dijo aquella joven que debía madurar? ¿En que otras ocasiones le recordó que las responsabilidades eran algo que debían cumplirse y no simplemente ignorarse? Aquella joven fugitiva de la cual ya no sabía más nada, fue en su momento un pilar importante y era precisamente la desaparición de ese pilar, el que le había llevado a decidir realizar algunos cambios en su vida. Hasta ahora, todo iba viento en popa, pese a las dificultades y a la añoranza de su tierra; por eso, ahora que tenía la oportunidad de aprovechar nuevamente su querido París, los disfrutaría al máximo.
Durante el tiempo que llevaba ahí, fue a visitar varios sitios y a rememorar algunas situaciones pasadas. Recordar era volver a vivir y por eso era que ese día dirigía sus pasos al Palacio Royal. Aquel lugar también había sido testigo de las múltiples aventuras que Alain viviera en aquella tierra y por eso era que se apresuro a ver al menos unos momentos aquel lugar. En su mente había dibujado un recorrido que seguiría por los sitios que más recuerdos llevaban a su mente y preciso, decidió iniciar por los jardines y aquellas zonas escondidas en las que en más de una ocasión se encontró a escondidas con alguna bella dama. Aquellos tiempos ya no le quedarían más que en la memoria.
Con decisión y pareciendo ser dueño del lugar, Alain entro en los jardines majestuosos del Palacio Royal y comenzó a recorrerlos con calma, evocando a cada paso las historias vividas en aquel lugar donde nada más volvería a pasarle. Camino sin saber exactamente a donde iba, simplemente se dejo guiar por las situaciones y los recuerdos, fue de esa manera que el recuerdo de una joven le llego demasiado claro. Cassandra había sido una mujer interesante; una de esas que siempre se mantenían en la mente de un hombre y por eso es que no le extrañaba parecer casi que la veía caminar entre los jardines. No fue sino hasta que se iba acercando más que le pareció curioso que aquella visión de su propio recuerdo de ella no se desvaneciera y sin darse cuenta, camino más en su dirección.
– ¿Cassandra? – le llamo con fuerza, sin detener sus pasos en dirección a ella.
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: ¿Quién mató a quién? -Priv-
Cassandra, rica y una pizpireta mujer de la corte neerlandesa, habia fallado en escuchar lo que farfullaba Beatriz como un perro rabioso cuando pasaban los lacayos hacia el correo, una mujer como Beatriz, mujer de muchas opciones y con dotes, una de las muchas mujeres consideradas la perfecta mujer casadera aunque siempre Cassandra iba un paso por delante de las 35ypico puestos para llegar el trono y menos de las 80 que necesitaría Beatriz para llegar antes que Cassandra.
¿De quién se trataba esta vez?
-Pensó para sí misma, concentrándose en recordar quien en el mundo entero sabe su nombre de pila además de ella misma. Por más que pensaba, su egolatría solo pensaba en ella misma, eso le llegó a coger uno de los pequeños espejitos de cristal que guardaba en su bolso, observando que el maquillaje y peinado estuvieran intactos, que no hubieran sido entorpecidos por algún estado climático, pero cayó en la cuenta de que había alguien más. Solo una persona más.
El maquillaje taparía el pálido rostro de Cassandra en ese momento tras descubrir esa identidad del pasado, si, él, era…¿Cómo era posible? “Hazte de rogar” Por más que le pesara, quería virar su vista y observar con soberbia al que ahora era “Rey” de Italia, idolatrarle estaría fuera del diccionario del comportamiento de Cassandra así que solo le miraría insulsa, sin ganas y con el rostro bien levantado con orgullo atrapando con una mano los escuetos dedos rechonchos de Beatriz – Si, si, Beatriz, eres única, si, si –Beatriz seguía farfullando en el oído de Cassandra como si hicieran tronar las campanas de Notre Dame en su pobre mente equilibrada, Cassandra necesitaría una semana de poder relajarse algo lejos de lo que era Beatriz, pero, ¿Qué podría hacer? Era la única persona, en todo el mundo que no temía estar con la vanidosa y obstinada Cassandra de los Países Bajos, Beatriz pisaba por encima de los cuchicheos de la gente mundana que osaba contratacar a Cassandra con dichos infames como que fornicaba con toda la corte, dando igual de que país fuera. Bueno, en algo tenían razón, no se fornicaba a la corte…entera, solo de los que podía sacar beneficios en el futuro y eso incluía a mujeres, pero de eso ya hace un mes que está en esa “pausa”
Una mujer tenía que sacrificarse por el bien de poder tener todos sus caprichos. Ahora, Cassandra era la mujer más ostentosa y re-mimada que jamás fue en su vida. Nació bajo el seno de una familia rica que esta se formó gracias al esfuerzo de sus ancestros en construir un transporte y un avance tecnológico en la era del siglo XIX. A partir de entonces todo fue viento en popa, su cama era de oro macizo, sus ropajes de bella seda y sus dotes aumentaban aparentemente por fuera y por dentro además de bienes nobiliarios como alguna que otra mansión en Italia, España y una hermosa viña al norte de Ámsterdam.
Ahora, podría ver alejados esos sueños de poder controlar la monarquía en cada residencia debido a que pensando en sus cuentos ambiguos de sentimientos, había colisionado con el bordillo de los arbustos contra su cabeza, habiendo sido empujada por su queridísima amiga, queriéndola advertir del acercamiento del Rey de Italia, pero que accidentalmente, el bajo del vestido se interpuso y Cassandra al ser empujada con un mal cálculo de fuerza, colisiono, se chocó la cabeza contra uno de los bordillos haciendo que acabara sangrando y quedando inconsciente en el terreno arenoso de camino a la entrada a Palacio.
¿De quién se trataba esta vez?
-“Cassandra…” –
-Pensó para sí misma, concentrándose en recordar quien en el mundo entero sabe su nombre de pila además de ella misma. Por más que pensaba, su egolatría solo pensaba en ella misma, eso le llegó a coger uno de los pequeños espejitos de cristal que guardaba en su bolso, observando que el maquillaje y peinado estuvieran intactos, que no hubieran sido entorpecidos por algún estado climático, pero cayó en la cuenta de que había alguien más. Solo una persona más.
El maquillaje taparía el pálido rostro de Cassandra en ese momento tras descubrir esa identidad del pasado, si, él, era…¿Cómo era posible? “Hazte de rogar” Por más que le pesara, quería virar su vista y observar con soberbia al que ahora era “Rey” de Italia, idolatrarle estaría fuera del diccionario del comportamiento de Cassandra así que solo le miraría insulsa, sin ganas y con el rostro bien levantado con orgullo atrapando con una mano los escuetos dedos rechonchos de Beatriz – Si, si, Beatriz, eres única, si, si –Beatriz seguía farfullando en el oído de Cassandra como si hicieran tronar las campanas de Notre Dame en su pobre mente equilibrada, Cassandra necesitaría una semana de poder relajarse algo lejos de lo que era Beatriz, pero, ¿Qué podría hacer? Era la única persona, en todo el mundo que no temía estar con la vanidosa y obstinada Cassandra de los Países Bajos, Beatriz pisaba por encima de los cuchicheos de la gente mundana que osaba contratacar a Cassandra con dichos infames como que fornicaba con toda la corte, dando igual de que país fuera. Bueno, en algo tenían razón, no se fornicaba a la corte…entera, solo de los que podía sacar beneficios en el futuro y eso incluía a mujeres, pero de eso ya hace un mes que está en esa “pausa”
Una mujer tenía que sacrificarse por el bien de poder tener todos sus caprichos. Ahora, Cassandra era la mujer más ostentosa y re-mimada que jamás fue en su vida. Nació bajo el seno de una familia rica que esta se formó gracias al esfuerzo de sus ancestros en construir un transporte y un avance tecnológico en la era del siglo XIX. A partir de entonces todo fue viento en popa, su cama era de oro macizo, sus ropajes de bella seda y sus dotes aumentaban aparentemente por fuera y por dentro además de bienes nobiliarios como alguna que otra mansión en Italia, España y una hermosa viña al norte de Ámsterdam.
Ahora, podría ver alejados esos sueños de poder controlar la monarquía en cada residencia debido a que pensando en sus cuentos ambiguos de sentimientos, había colisionado con el bordillo de los arbustos contra su cabeza, habiendo sido empujada por su queridísima amiga, queriéndola advertir del acercamiento del Rey de Italia, pero que accidentalmente, el bajo del vestido se interpuso y Cassandra al ser empujada con un mal cálculo de fuerza, colisiono, se chocó la cabeza contra uno de los bordillos haciendo que acabara sangrando y quedando inconsciente en el terreno arenoso de camino a la entrada a Palacio.
Cassandra Von Amsberg- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 09/02/2015
Re: ¿Quién mató a quién? -Priv-
Curiosos los juegos del destino que sin intención alguna nos llevan a encontrarnos con viejos compañeros de vida. Cosa que precisamente estaba sucediendo con Alain en aquellos momentos donde en su simple paseo de los recuerdos por el palacio Royal, terminaba encontrando una figura femenina a quien recordaba de tiempos más divertidos; tiempos que se quedaban en sus recuerdos y a los cuales no podía regresar ahora que se suponía era un Rey y tal titulo requería que se comportara de una manera diferente a lo que lo hiciera antiguamente. Se hallaba decidido a hacer de todo un bien, pero igual, encontrarse con Cassandra siempre era un placer, al menos para esa parte un tanto más juguetona y picara que aún poseía en su interior, por mas que tratara de ocultarlo.
Sabía lo especial que era la personalidad de Cassandra y claro, lo buena que era para conseguir tanto como deseaba y hacer a caer a sus pies a cada hombre que posara sus ojos en ella. Con él las cosas habían sido un tanto diferentes; ambos se reconocían porque eran de la misma clase, de esa que disfruta y busca sacar lo mejor del otro, así que sus asuntos no habían llegado muy lejos con el otro. Cedieron de vez en cuando pero supieron alejarse y quedarse como un buen recuerdo del otro y ahora, de manera curiosa, ella volvía a aparecer en el lugar donde se encontraron por primera vez.
Alain le siguió, le llamo pero al parecer, ella no le escuchaba.
– Cass – volvió a llamar su nombre y sonrió en el momento en que la acompañante se giraba y lo miraba, de esa manera al menos ya le dirían que le estaba hablando alguien. Aprovecho para caminar mucho más velozmente y llegaba a su destino cuando observo como Cassandra caía inconsciente y se apresuro a ir a levantarle, mientras que la amiga de ella balbuceaba algo que Alain no podía comprender – Alain, un placer. Ahora podría ayudarme a buscar un lugar donde podamos dejar a Cassandra para después buscar alguien que le atienda.
– Beatriz – respondió la mujer – y claro, íbamos al interior así que… sígame – comenzó ella a caminar, guiándole hasta el interior, donde terminaron llegando a un largo sillón donde recosto a la inconsciente mujer – Espere aquí con ella, iré por ayuda – Beatriz hablo y antes de que él pudiese decir cualquier cosa, desaparecido en busca de alguien que pudiera auxiliar. Los ojos de Alain recorrieron la figura de Cass y rió por lo bajo.
– Que mujer tan torpe y descuidada eres – hablo aunque ella no le escuchara.
Sabía lo especial que era la personalidad de Cassandra y claro, lo buena que era para conseguir tanto como deseaba y hacer a caer a sus pies a cada hombre que posara sus ojos en ella. Con él las cosas habían sido un tanto diferentes; ambos se reconocían porque eran de la misma clase, de esa que disfruta y busca sacar lo mejor del otro, así que sus asuntos no habían llegado muy lejos con el otro. Cedieron de vez en cuando pero supieron alejarse y quedarse como un buen recuerdo del otro y ahora, de manera curiosa, ella volvía a aparecer en el lugar donde se encontraron por primera vez.
Alain le siguió, le llamo pero al parecer, ella no le escuchaba.
– Cass – volvió a llamar su nombre y sonrió en el momento en que la acompañante se giraba y lo miraba, de esa manera al menos ya le dirían que le estaba hablando alguien. Aprovecho para caminar mucho más velozmente y llegaba a su destino cuando observo como Cassandra caía inconsciente y se apresuro a ir a levantarle, mientras que la amiga de ella balbuceaba algo que Alain no podía comprender – Alain, un placer. Ahora podría ayudarme a buscar un lugar donde podamos dejar a Cassandra para después buscar alguien que le atienda.
– Beatriz – respondió la mujer – y claro, íbamos al interior así que… sígame – comenzó ella a caminar, guiándole hasta el interior, donde terminaron llegando a un largo sillón donde recosto a la inconsciente mujer – Espere aquí con ella, iré por ayuda – Beatriz hablo y antes de que él pudiese decir cualquier cosa, desaparecido en busca de alguien que pudiera auxiliar. Los ojos de Alain recorrieron la figura de Cass y rió por lo bajo.
– Que mujer tan torpe y descuidada eres – hablo aunque ella no le escuchara.
Alain Vial- Realeza Italiana
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Re: ¿Quién mató a quién? -Priv-
Cassandra se alzó despertándose y sin llegar a saberlo, llegó a besar los labios de Alain. Se dio cuenta de esto y de un empujón retiro el cuerpo de Alain que estaba peligrosamente cerca suya – Quita de en medio Alain, siempre estuviste horizontal sobre mi o yo sobre ti –Rio cuando empezaba a recordar aquellas memorias con un leve rubor en sus mejillas, ocultado posiblemente por el maquillaje que tenía puesto esa mañana, excepto el chichón que saldría entre sus dorados cabellos por haber sido empujada erróneamente.
- ¿Dónde está esa princesita de cuento de garrulos? Jesús la próxima vez, la mandaré o convenceré a mi hermano de que la mande a campamentos para guerreros sin cuidado alguno, o a veces me pregunto si tendrá algún tipo de sobrenaturalidad que mantenga al día, algún vicio oculto del que mi hermano no sepa – Rio con desdén hasta que observo más detenidamente a la belleza ególatra eterna de su amante del pasado o –casi- amante – Bueno, la verdad que no esperaba verte aquí Alain ¿Hacerte rey te hizo tan sentimental? - Soltó con galantería a la vez que intentaba reincorporarse en el asiento de aquel sofá, observo el interior y entonces recordó - ¿no te has dado cuenta, verdad? –Dijo entre una sonrisa burlesca en donde ella estaba precisamente en el sofá de hace mucho tiempo, si, en aquella fiesta entraron en una de las salas para pasar desapercibidos, bajaron a los jardines y de vuelta al interior por las bajas temperaturas de aquella noche.
-Ahora mismo, permanecemos en el mismo lugar…-Lentamente se acercaba hasta Alain para ir a sujetarle el cuello de su camisa mientras depositaba sus labios rosados sobre la línea del mentón, acariciándole el torso sobre aquel chaleco, sobre aquella camisa que hizo que se mordiera el labio inferior con cierta picardía con ciertas ideas picaras que nacían en su mente con ganas de llevarla a cabo, pero solamente se movió hacia atrás, recuperando la postura y la rectitud de su posición, sufriendo algún que otro mareo, sujetándose en el acolchado del sofá de cuero, retirándose los cabellos dorados hacia un lado, mostrándose sensualmente arrebatadora.
-¿Qué hay de tu vida Alain? –Pregunto observando los anillos que estaban en los dedos de su mano izquierda, aquellos que no significaban más que el ego que sentía hacia ella y la vanidad que mostraba con el conjunto adecuado para el día de este preciso momento. ¿Qué más diría? No quería entablar una conversación aburrida en la que estaría presente ella misma, su ego contra el de Alain y sin embargo, seguía igual de flameante desde la última vez que le vio, aunque con un toque más ¿varonil del que ya postraba ante la sociedad de la alta y real alcurnia? – Aunque sigas igual de vivaracho que siempre…-Pero, ¿Qué más daban los modales entre ambos cuando existían algo más que secretos ocultos bajo las almohadas de las habitaciones de Palacio?
Cassandra volvía a acercarse hasta quedar a milímetros de Alain, sin acercarse mucho a aquella labia viperina pero estando cerca del aroma reconocible de aquel hombre al que tenía por un buen amigo y un gran amante del pasado - ¿Cuántas…noches o en cuantas fiestas pasamos escondidos? ¿Eh? –Sonreía con picardía, acariciando la mejilla afeitada del mismísimo rey de Italia, mordiéndose con sutileza el labio inferior mientras intentaba pillarle con la retaguardia baja, sus cabellos retirados hacia un lado aún permanecían de ese modo, su escote insinuaba algo que podría interpretarse como algo más indecoroso pero solamente o quizás, el ambiente estaba caldeándose demasiado.
- ¿Dónde está esa princesita de cuento de garrulos? Jesús la próxima vez, la mandaré o convenceré a mi hermano de que la mande a campamentos para guerreros sin cuidado alguno, o a veces me pregunto si tendrá algún tipo de sobrenaturalidad que mantenga al día, algún vicio oculto del que mi hermano no sepa – Rio con desdén hasta que observo más detenidamente a la belleza ególatra eterna de su amante del pasado o –casi- amante – Bueno, la verdad que no esperaba verte aquí Alain ¿Hacerte rey te hizo tan sentimental? - Soltó con galantería a la vez que intentaba reincorporarse en el asiento de aquel sofá, observo el interior y entonces recordó - ¿no te has dado cuenta, verdad? –Dijo entre una sonrisa burlesca en donde ella estaba precisamente en el sofá de hace mucho tiempo, si, en aquella fiesta entraron en una de las salas para pasar desapercibidos, bajaron a los jardines y de vuelta al interior por las bajas temperaturas de aquella noche.
-Ahora mismo, permanecemos en el mismo lugar…-Lentamente se acercaba hasta Alain para ir a sujetarle el cuello de su camisa mientras depositaba sus labios rosados sobre la línea del mentón, acariciándole el torso sobre aquel chaleco, sobre aquella camisa que hizo que se mordiera el labio inferior con cierta picardía con ciertas ideas picaras que nacían en su mente con ganas de llevarla a cabo, pero solamente se movió hacia atrás, recuperando la postura y la rectitud de su posición, sufriendo algún que otro mareo, sujetándose en el acolchado del sofá de cuero, retirándose los cabellos dorados hacia un lado, mostrándose sensualmente arrebatadora.
-¿Qué hay de tu vida Alain? –Pregunto observando los anillos que estaban en los dedos de su mano izquierda, aquellos que no significaban más que el ego que sentía hacia ella y la vanidad que mostraba con el conjunto adecuado para el día de este preciso momento. ¿Qué más diría? No quería entablar una conversación aburrida en la que estaría presente ella misma, su ego contra el de Alain y sin embargo, seguía igual de flameante desde la última vez que le vio, aunque con un toque más ¿varonil del que ya postraba ante la sociedad de la alta y real alcurnia? – Aunque sigas igual de vivaracho que siempre…-Pero, ¿Qué más daban los modales entre ambos cuando existían algo más que secretos ocultos bajo las almohadas de las habitaciones de Palacio?
Cassandra volvía a acercarse hasta quedar a milímetros de Alain, sin acercarse mucho a aquella labia viperina pero estando cerca del aroma reconocible de aquel hombre al que tenía por un buen amigo y un gran amante del pasado - ¿Cuántas…noches o en cuantas fiestas pasamos escondidos? ¿Eh? –Sonreía con picardía, acariciando la mejilla afeitada del mismísimo rey de Italia, mordiéndose con sutileza el labio inferior mientras intentaba pillarle con la retaguardia baja, sus cabellos retirados hacia un lado aún permanecían de ese modo, su escote insinuaba algo que podría interpretarse como algo más indecoroso pero solamente o quizás, el ambiente estaba caldeándose demasiado.
Cassandra Von Amsberg- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 09/02/2015
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