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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Theodore Morandé Sáb Feb 28, 2015 11:52 pm

“Será tu castigo el saber o el no saber lo que mis manos pueden hacer”


Suspiros agobiados, mezclados con un claro sonido carrasposo en mi garganta eran los que se escuchaban salir desde el despacho. Lugar que estaba exageradamente acomodado y organizado. Desde la entrada se podía observar lo cuidado que se encontraba, y mirando un poco más allá, me hallaba yo, mi verdadero yo. Los ojos estaban brillosos, con un halo tenebroso y los dedos se me hundían en la carta que tenía entre las manos. Hacía meses estaba luchando por reanudar un contrato que uno de mis abogados o como se solían llamar mis “más allegados", había fallado en lograr. Aquellas personas a las que les mandaba a hacer el trabajo sucio por mí. En ese caso, era la tarea de hacer una sociedad, varias familias se habían unido a ella sin chistar, pues mal que mal, era beneficioso para todos. Los trabajos a cubierto eran normales, tales como la venta de ganado del reinado a pueblos pobres por un precio moderadamente bajos. Pero que al ir para unos pocos de la clase alta, se convertía en muchísimo dinero que podía ser invertido en los campos y sembradíos o nueva tecnología. Pues bien, deseaba hacer una gran comunidad, encubrirnos y quedar bien con la clase media. Pues ellos, aunque trabajaban arduamente, no entendían lo necesarios que éramos nosotros. Después de todo, cada una de las familias afiliadas donaba una gran cantidad de dinero a diferentes caridades. En mi caso, el orfanato. Darles dinero a los pobres o a los viejos no me agradaba, pero los niños eran el futuro y tenía que cerciorarme que pudiesen tenerlo. Por eso mismo, mandaba a alguien a revisarlo cada mes, para que aquellos fondos tuviesen frutos. 

Pero había un problema, uno demasiado grande. Una de las familias más poderosas no quería saber nada con la alianza. Los rumores de que cosas extrañas pasaban con ellos no me parecían tan alocados, en realidad, estaba muy seguro de que vampiresas, brujas y seres como yo, rodeaban por mi círculo. Pero ninguno decía cosa alguna, la mayoría escondía a aquellos maldecidos. Incluso había llegado a creer que era el único en aparecerse en cada reunión sin una pizca de miedo. Tenía contactos con la Iglesia, les daba el suficiente dinero y ellos estaban seguros de mí, no se gastarían en eliminarme, pues servía y para mi propio lamento, incluso habían encontrado una buena forma de no permitirme hacerle daño a nadie en las noches de luna llena. La cual no hacía demasiado tiempo había sucedido. Las marcas en todo mi cuerpo estaban completamente rojas. Una jaula enorme de plata blindada y templada era lo que me mantenía apresado. Mi bestia interior podía hacer lo que quisiera y no podría salir. Tenía quemaduras por todo el cuerpo, principalmente en las manos, que poco a poco se habían formado en cicatrices permanentes, pues en la fase que intentaban curarse, ya tenía que volver nuevamente a aquel calvario. Me lo merecía. Aunque no fuese mi culpa, ni mi intención, era algo que tenía que aceptar y conviviría con ello el resto de mis días.

Suspiré en ese momento y lancé la carta, hecha un bollo, al otro lado de la habitación. Ya había dicho que sí. La condición que me habían impuesto era -quizá-, una de las peores situaciones de mi vida. Estaba negado a casarme con alguien que no fuese la mujer de mis sueños. Pero ahora, me veía obligado a conocer a una muchacha. Me dijeron, con una sinceridad algo extraña, que solo tenía que enseñarle cómo actuar frente a los negocios, como intentar llevarlos y realizarlos. Básicamente, estrategia, estadística y un claro sentido de cómo aprovecharse de los demás, sin salir como el malo de la película. Pues allí estaba yo, un villano en persona de traje de gala. Pero no me creía nada, estaba seguro y completamente temeroso, de que fuese una sita de matrimonio. Así que, rezongando, un rostro antipáticamente correcto se dirigía hacia la cocina. Podría haber llamado a un sirviente, pero no, quería una gran taza de café, que llenara mi estómago y el de mi bestia. Lamentablemente, no pudo ser, pues cuando me acerqué a llenar la taza, dos golpes certeros se sintieron en la puerta y supe que ella había llegado. ¿Sería bella? ¿Sería ella quizá? Me pregunté ensoñado y dejé todo en su lugar. Esperaría a que alguien más le abriera, pero estaría espetando, desde el pasillo frente al portón, como quien quiere espiar a una mujer desnuda y lo hace mucho más que mal. Con mis brazos cruzados y la taza en uno de mis dedos, colgando, vacía gracias a la interrupción de un estrepitoso ruido. 
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Mensaje por Neru Le Course Jue Mar 05, 2015 12:17 am

Entiendo cuánto me quiere, en verdad… pero…
¿En verdad pretendía que aprendiera algo sobre negocios?


Una de las cosas de Marie que admiraba era su capacidad de manejar sus negocios. Cuando alguien apenas la conocía no podría imaginarlo, su aspecto era el de una mujer de clase alta con pocas preocupaciones… solo después uno descubría lo buena que era cuando se trataba de trabajo. Yo en cambio no tenía la paciencia necesaria. Mi madre lo había intentado, una y otra vez, pero al final del día no podía enojarse realmente por mis errores. Tuvo que contener la risa en más de una ocasión, incluso cuando fui poco… amable con uno de sus socios.

Así que al fin parecía haberse rendido con enseñarme, pero pondría a alguien más como tutor. Había aprovechado la oportunidad de aceptar un contrato, que ya llevaba tiempo pensando, con la condición de que me enseñara, ¡a mí! Casi sentía pena por aquel hombre del cual solo conocía el nombre. Y debo decir que me sorprendió mucho que aceptara. ¿Tanto deseaba formar el contrato? Yo ni siquiera estaba bien informada de lo que se trataba, me dormí cuando Marie quiso explicármelo… ¿Esto no acabaría bien, verdad? Me pasé la mano por el cabello y dejé a un par de sirvientas pasar a mi habitación. Marie venía con ellas, con una expresión emocionada, tan inocente. — Me envías con un desconocido para que intente educarme en el arte de hacer negocios… ¿qué te ha hecho ese pobre hombre? — Le dije con un dramatismo fingido que arruiné al sonreír divertida justo al final.

Mi madre y las dos sirvientas me ayudaron a elegir mi vestido y los accesorios, por no decir que eligieron todo e ignoraron mis réplicas. Me vistieron con un atuendo gris claro, la larga falda no dejaba ver mis tacones negros de diez centímetros (por supuesto); el corsé me ceñía la cintura pero con el tiempo que llevaba portando el apellido “Le Course” me había acostumbrado y las sirvientas había aprendido a no ajustar tanto. Me había dejado llevar el cabello suelto como yo lo prefería, pero lo había adornado con una cinta plateada que veía totalmente innecesaria y moría de ganas por arrancarla de mi cabeza. Un simple brazalete de plata y una gargantilla del mismo material completaban mi vestimenta. Solo entonces pude subir en el carruaje que me llevaría a conocer a mi nuevo profesor.

Marie viajó conmigo, dándome consejos, rogandome que fuese amable. ¿Era impresión mía o deseaba casi demasiado que diera una buena impresión? — Oh, no… — Empecé a decir con evidente terror. — No puedes esperar que me case con él ¿verdad? — Su rostro me lo dijo todo y puse los ojos en blanco. Marie parecía obsesionada con conseguirme un esposo, pero yo tenía la tendencia de ahuyentarlos a todos. Negó con la cabeza ante las ideas de mi madre. — No sucederá. — Le aseguré antes de bajarme del carruaje pues ya habíamos llegado a la mansión del tal Theodore Morandé.

Felizmente Marie no bajó conmigo y fui guiada al interior por uno de los sirvientes del noble. Y apenas ingresé en el pasillo frente a mí se encontraba un hombre con un aura interesante. — Ehh~ Ya veo. — Fue lo primero que dije y seguro que no lo más correcto. Marie me había dicho que fuese amable, pero se me había olvidado todo lo que me había dicho en ese momento. Así como yo le percibía como licántropo, él debía saber mi naturaleza. A menos que no se le diera muy bien diferenciar el aura. — Soy Neru Le Course, como ya debe saber. Un placer. — Sonreí, un poco divertida y poco expectante por conocer su reacción.


Última edición por Neru Le Course el Vie Mar 20, 2015 7:45 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Theodore Morandé Vie Mar 13, 2015 8:17 am

“Será el valor lo que te ayudará a entenderlo todo”


Casi sentía el gruñido saliendo desde mi garganta cuando el carruaje se sintió en la puerta. Clase alta, muy alta, el aroma que despedía me tranquilizaba de cierta manera, había tomado la decisión correcta. Si ellos me ayudaban en la parte de la gestión de los costos, nos podríamos ahorrar gran cantidad de francos, más de millones quizá. Lo cual era una barbaridad para ésta época, donde la inflación y los costos de vida no eran de más de cincuenta francos por semana. Los cálculos estaban hechos, había trabajado con contadores importantes y abogados que encubrirían perfectamente las cosas frente a los de más arriba. Y ahora, para poder terminar aquel ciclo que arduamente había armado, tenía que hacer que aquella muchacha, entienda el placer y la labor de tener poder. Y el poder significa dinero y éste mismo representa la autoridad ante los demás. Ir escalando la torre es lo que toda persona de familia rica debe desear, porque de otra manera. Está mal y solo es alguien que ha tenido suerte de nacer en cuna de oro. Y a pesar de que me imaginé que eso es lo que entraría por la puerta. La doblegaría hasta sentir sus llantos tan solo por pagar un franco de más. Torturaría sus manos con las cuentas más sencillas sobre matemática financiera. Cómo sacar las ganancias, los costos marginales. De alguna forma, incluso sentí algo de placer por pensar en martirizarla por todo el tiempo que estuviese en mi poder. Los haría firmar y estar en mi círculo.

Lastimosamente para mí, lo que traspasó la puerta de mi mansión fue algo que no me esperaba. Una diminuta asiática de cabellos largos y oscuros, con ojos curiosos y por supuesto, su aura lo era aún más. Sí, muchos sobrenaturales estaban ricos tenían esas categorías, pero no me imaginé que tendría que lidiar contra uno ahora. Casi se resbala la taza de mi dedo, pero ante la prevención la sujeté más fuerte y me quedé parado firmemente, sin apoyarme en el marco de la puerta. ¿“Ya veo”? ¿Piensas que así es como harás que alguien te dé dinero para un trabajo? Ven, Neru. — Me giré, dirigiéndome a la cocina, donde se estaba calentando el agua. En primera instancia, había decidido no ofrecerle cosa alguna, pero tenía que recordar, a cada paso, que ella era alguien que yo necesitaba y como tal tenía que tratarla de la más gustosa manera. Observé de reojo como una de las sirvientas se acercaba a pedirle el abrigo que llevase. O más que pedirle, insistía en quitárselo para dejarla cómoda en la casa. Ésta estaba cálida gracias a los hogares que continuamente estaban prendidos en las épocas de frío. Ya que pronto el invierno llegaría. Y no tardé mucho tiempo en mirar a la servidumbre para que se retirara, no quería que nadie estuviese allí y menos sabiendo que se trataba de ni más ni menos que una hechicera. Por supuesto, no podía distinguir de qué estilo era, no tenía conocimiento sobre ello, blanca o negra, no era de mi importancia. Por lo contrario, desde muy joven, cuando apenas me habían convertido. Me cercioré de aprender lo básico y no más. La iglesia fue la que me instruyó en ello, todo para que el pacto de que no pudiesen hacerme daño se decretara. Les había prometido que le señalaría a los sobrenaturales que encontrara en las clases pobres. Ya que con la alta, prefería no intervenir.

— Imagino que sabes que soy y yo sé muy bien que eres. Así que intentemos llevarnos lo mejor posible. O habrá problemas. Soy Theodore, ya debes saberlo. Te haré una pregunta sencilla. ¿Te interesa aprender o vienes por que no te ha quedado otra salida? De este modo, será más fácil para ambos. — Expliqué casi cordialmente, mientras le alcanzaba una taza vacía y arrastraba un cajón de sacos con diferentes tés adentro. No recordaba cuantos ni de qué clase había. Yo solo bebía el normal, me senté de una vez en un banco alto que había en el medio de la impecable cocina, con los artefactos colgados arriba y los diferentes hornos que se utilizaban según la comida a preparar. De barro, de hierro, incluso al carbón. Lo tenía todo, porque la comida, era una de las mejores formas de parar mi ira o mi desesperación. — Mi intención no es otra más que hacer que tu madre esté en mi círculo. ¿Sabes de qué se trata? — Pregunté más por curiosidad que para interrogarla. Aunque era algo que pronto debería hacer. ¿Qué clases de cosas sabía? ¿Desde dónde tendría que empezar? En mi rostro casi estaban tatuadas esas preguntas, pero realmente no quería imaginarme las respuestas. Aquellos grandes ojos ajenos solo me ofrecían un halo de inocencia y adolescencia que aún permanecía en ella como las niñas rebeldes que solo quieren conseguir el príncipe azul. Para desgracia de ella, las mujeres de época no tenían esa opción. Debían casarse con quien le dijeran, contrario a nosotros, los hombres, que teníamos al menos un mínimo marco para elegir entre las muchachas adineradas. 


Última edición por Theodore Morandé el Jue Abr 23, 2015 1:01 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Neru Le Course Vie Mar 20, 2015 7:45 pm

¿”Es un placer conocerle” entonces? — Mis labios se movieron antes de que mi cabeza consiguiera dar la orden de ¡¡Quédate callada!! En serio… apenas he llegado y ya me saboteo a mí misma. ¿Acaso no pude esperar un poco? Creo que la sirvienta que se acercó a recibir mi abrigo me dirigió una mirada asombrada; sin embargo, no dijo nada al respecto. No me sorprendía, aunque me habría gustado oír a mis sirvientas quienes no se quedaban calladas ante mis tonterías. Seguro que en ese momento habrían tenido algunas cosas que decirme. Dejé que la sirvienta se llevara mi abrigo y me quedé con el vestido gris claro y sin adornos.

Theodore ya había empezado a caminar de modo que me apresuré a seguirlo, en el camino me quité la ridícula —según mi opinión claro— cinta de mi cabello. La enrollé en mi muñeca y la até, de ese modo molestaba menos; si hasta parecía combinar bastante bien… O eso quería creer, de lo contrario Marie iba a chillar. En fin, a los temas que importaban en ese momento. Asentí a las primeras palabras de Theodore, parecía bastante directo y eso no me molestaba a decir verdad. Gran parte de los nobles que conocía estaban llenos de molestas adulaciones y segundas intenciones. Ah, claro, él también tenía otros motivos para recibirme, lo que quería era tener a mi querida y extraña madre en sus negocios. Pero al menos no lo ocultaba. Antes de responder a su pregunta tomé la taza que me ofrecía y me acerqué a mirar entre los sacos de té, por pura curiosidad en realidad. Mientras hacía eso respondí al noble. — Ambas razones. — Sí, era verdad. — Mi madre me habría enviado de cualquier manera, incluso habría puesto guardias para vigilar que no escape. — Esa afirmación tenía una graciosa historia que no contaré. Aunque diré que no fue graciosa para los guardias… ni para algunas otras personas. — Pero es verdad que quiero aprender. — ¿Yo dije eso? No lo haría frente a Marie, en nuestra relación yo era la adolescente rebelde, pero sí quería ayudarla. Me había dado tanto, no era justo que yo no hiciera nada por ella. El piano había sido suficiente para Adam, mi padre ya fallecido, pero mi vida entonces era mucho más sencilla en ciertos aspectos.

Oh, ese le gusta a Marie. — dije señalando al saco de té blanco y miré al mayor con una sonrisa que decía: ¡Quiero ese! ¿Sí? Mi conocimiento sobre tipos de té, gracias a Marie, no había dejado de aumentar por lo que sabía que esa clase de té era bastante caro. Afortunadamente, Marie tenía suficiente dinero para gastar en cuanto quisiera. ¿Y yo era la caprichosa? — Marie me explicó parte de ello, pero he de decir que tampoco me tiene mucha paciencia. — Para este momento, seguro que Theodore ya había notado este aspecto de mi comportamiento. Por mi parte, yo me entretenía con mi problemático poder de empatía. Como antes había notado, aquel noble era directo; pero me preguntaba si lo sería siempre. Era un hombre de negocios, al menos en eso me recordaba a Marie, y ella era una mujer astuta. Más de lo que uno pensaba en un principio. — Una gran comunidad que beneficiará a muchas de las familias nobles e incluso a la clase media tengo entendido. — Qué extraño resultaba referirme en una situación así a mi clase de nacimiento. No, mi clase había sido mucho más baja. — Me gustaría que me lo explicaras en mayor detalle de todos modos. Quieres que Marie, mi madre, sea parte y ella quiere que me enseñes. Puedo ver que, de aceptar completamente, va a dejar la mayor parte de esto en mis manos y en ese caso me tendrás que ver en varias ocasiones. — Temible, temible madre mía. Ella me conocía bastante bien y sabía que no me atrevería a arruinar uno de sus negocios de forma tan intencional. ¿Lo ven? Les dije que era astuta.
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Mensaje por Theodore Morandé Miér Mar 25, 2015 11:42 pm

“No desperdicies tu lengua en un fuego que es azul”


Apenas pude dejar salir una sonrisa de lado cuando aquella muchacha de tez clara se puso a revisar aquellos sacos finamente hechos, millones de tés que no me interesaban en lo absoluto. Desde joven, o más bien, desde que me habían convertido, la carne se había transformado en mi alimento necesario y favorito. Temía decir que incluso crudo no dejaba de disgustarme, pero por mera clase social, había aprendido a consumir de forma educada, estaba a la altura incluso de los de la realeza, nada se me escapaba. Y mi personalidad podía variar perfectamente dependiendo de quien tuviese en frente. En ese caso, era una bruja que me sería difícil de dominar y que aunque no sabía qué clase de poderes tendría, no me podía fiar en lo absoluto. Daba gracias que ésta vez no había intentado engañar a esa familia. Mi ideal era completamente claro, se trataba de algo que nos daría beneficios a todos. ¿La razón principal? Tenía que limpiar el nombre de mi familia un poco más. Mi padre se había jactado de haber hecho algunos negocios demasiado sucios y aunque no habían salido a la luz, los rumores eran más que suficientes para hacernos ver de mala forma. — Bien, entonces dime qué es lo que quieres aprender. Hay varias formas de llevar los negocios de una familia, más si vas a ser la heredera. Tienes que tener en claro que en este mundo, tienes que pensar por ti misma. Aunque tengas un contador, administrador y abogado, tú serás la que dará el sí o el no. — Observé con casualidad lo que elegía y no le di mucha importancia, incluso no le respondí, porque la realidad es que me importaba muy poco cual le gustaba a su madre o no. Recogí la taza y dejé caer el agua caliente allí dentro. Aquella chica parecía ser una bomba de tiempo y tenía que tenerla lo suficiente para que no terminara por explotar.

— ¿Tienes idea si "tus habilidades" te siven para esto? — Me refería a sus poderes, pues tenía que ser sincero, muchas veces había mandado animales a seguir a mis futuros socios, era casi como espiarlos durante días enteros. Y me había servido muy bien, incluso me habían salvado de la quiebra en más de una ocasión. Y mientras no seamos lo suficientemente toscos y la utilización de las habilidades fuese correcta, teníamos un gran costo y beneficio a nuestro favor. Pero no le explicaría de ese modo todo eso, sería demasiado tedioso para aquella pequeña cabeza que estaba sobre sus hombros. — Te explicaré poco a poco, no tiene sentido hacerlo ahora, no entenderías. Pero tiene que ver con el dinero que la realeza nos quita por el monto que cobramos todos los meses. Si achicamos el resultado neto podemos darle parte de ese sobrante en bruto a diferentes lugares de la ciudad. Hay zonas que están abandonadas, podrían servir de terreno para casas para los huérfanos que cumplen la mayoría de edad. Así pueden empezar a ser parte activa de la sociedad. — Sabía que muchas cosas no terminaría de entenderme, pero la realidad era sencilla, buscaba achicar en papeles el dinero que ganábamos. Para así quedarnos con más nosotros mismos e incluso ayudar al futuro a hacerse un poco mejor. Lo había analizado muchas veces y tenía una forma de explicarlo que había convencido a la mayoría. Tan solo la familia Le Course me había quedado afuera y ya veía por qué.

Claramente, nada tenía que ver con la propuesta, sino que Marie estaba abusando de mis deseos de tenerla en el círculo. Pues bien, no tenía pensado jugar ningún juego para esos entonces, pero parecía que mi opinión tendría que cambiar. Jugaría con la bruja asiática que de intelectual no parecía tener nada. — ¿De verdad lo dejará en manos tuyas? Bien, no te aseguro que no irás a la quiebra. Pero soy el mejor profesor que encontrarás. Así que préstame atención o haré que tus noches de luna llena no vuelvan a ser tranquilas. — Me senté frente a ella, con la taza en una mano, mientras que la otra iba deslizando unos papeles hasta quedar frente a su rostro. Eran apuntes sobre economía y costos industriales. Lo importante en aquel caso, era que ella pudiese salir sabiendo qué cosas eran las importantes cuando necesitábamos saber las ganancias totales de nuestros movimientos. Los costos variables, los sueldos de los empleados, los valores fijos, impuestos, incluso el valor de las bolsitas de té es lo que iba en aquella larga cuenta. — ¿Sabes hacer algo entonces? — La pregunta salió casi de improviso desde mis labios, no solía hacer preguntas de más, pero me daba curiosidad, ¿qué es lo que ella había aprendido si no era sobre finanzas en su vida de nobleza? 


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Mensaje por Neru Le Course Miér Abr 15, 2015 2:48 am

¿Qué quiero aprender? ¿Qué quiero aprender…?
Repetí la pregunta en mi cabeza intentando encontrar una respuesta. Quería aprender para ayudar a Marie, pero ¿qué debía aprender exactamente? ¿Algo de todo? Marie poseía muchas otras personas a su mando como bien había mencionado Theodore, personas que hacían gran parte del trabajo. Pero Marie siempre revisaba todo, tenía cuidado con los detalles de modo que debía tener conocimientos de varias materias. ¿Podía yo hacer eso? No estaba del todo segura, digamos que confianza en temas de negocios no poseía demasiada; pero de todas maneras no me consideraba una persona tan fácil de engañar. Asentí a las palabras del licántropo. Al parecer Marie me conocía bastante, o quizás era pura suerte que escuchara a aquel hombre más que a mis muchos otros maestros anteriores. De alguna manera intuía que era mejor no tentar demasiado a mi suerte; lo haría de todos modos pero solo un poco. De momento.

Esbocé una leve sonrisa cuando le oí mencionar mis habilidades, pues justo en ello había estado pensando. Sin embargo, no me sentía del todo cómoda aún con decirle exactamente cuales eran mis habilidades de hechicera. Quizás me delataría a mí misma luego, si es que él tenía suficientes conocimientos sobre los hechiceros. De lo contrario quizás podría mantener algunos secretos para mí. — Me ayudan en ocasiones. El aura, premonición… — Dejé de lado la empatía, la cual era una mayor ayuda según creía, aunque también podía ser una gran molestia. Sobre todo dejé de lado la magia negra; porque no era la habilidad con la que me sentía más cómoda. Aunque no negaba que también podía resultar útil. Nunca antes lo había puesto en un enfoque donde fuese útil para negocios; pero ahora que lo pensaba se me ocurrían algunas ideas… No del todo limpias, en realidad.

Le observé atenta mientras hablaba porque sabía que era importante; además que me molestaba un poco que dijera que no entendería. Tenía razón, pero yo no era el tipo de persona que simplemente aceptaba eso. ¿Infantil? Seguro, iba a admitirlo. Me enojaban cosas simples como esa; pero tenía la suficiente fría paciencia, como mi madre lo llamaba, para solo observar con una pequeña sonrisa mientras esperaba. Comprendía la explicación, no por completo pero sí lo suficiente, o eso esperaba. Admito que mis ojos se iluminaron un poco al oír sobre los huérfanos. Sin importar cuánto había cambiado mi vida, no olvidaba que yo misma era una huérfana. Obras como esa me atraían; sin embargo, habría de escuchar los detalles y comprenderlos antes de decir algo al respecto. Marie podría haber usado todo esto como excusa para que yo aprendiera algo, pero no quitaba el hecho de que no serviría de nada aceptar algo en su nombre cuando no comprendía lo que significaba en realidad. Esta vez, me aseguraría de entender.

Es Marie. — Respondí a las palabras del licántropo. — Puede hacer lo que quiera. — Era lo que había aprendido apenas conocerla. Adoptar a una huérfana. Darle su apellido. Convertirla en su heredera. ¿Quién hacía eso? Era obvio que a Marie poco le importaba lo que otros dijeran respecto a sus decisiones y sabía muy bien lidiar con los rumores. Al punto en que pocos conocían sobre mí en realidad. Las diferencias en rasgos físicos eran evidentes, pero los demás asumían que era un pariente lejano o la hija de otro noble a la que Marie tenía bajo su cuidado. Tan lejos de la realidad. — Al parecer deberé tener cuidado con la luna. — Rodé los ojos pero sí que le presté atención mientras me pasaba las hojas llenas de apuntes y datos estadísticos. ¡¡Ahhhhh!! ¡¡Alguien sálveme!! Grité en mi mente, con mucho cuidado de que no se reflejara en mi expresión. Tanta información… pero me obligué a concentrarme en ella. — Sé tocar el piano. — Respondí prestando muy poca atención a su pregunta; solo alcé la mirada a él cuando me distraje un momento de las hojas que tenía enfrente y comprendí la clase de respuesta que le había dado. Era la verdad, pero me molestaba el hecho de que básicamente le confirmaba que no sabía nada de negocios. ¿Debería explicar el por qué? No quería hacerlo, pero mis labios ya había empezado a moverse. — No he sido una noble por tanto tiempo como posiblemente te imagines. No nací rodeada de riquezas, sino todo lo contrario. — Sin darle más detalles al respecto volví mi mirada a los datos.
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Mensaje por Theodore Morandé Jue Abr 23, 2015 12:59 pm

“No te diré que soy un desquiciado, pero lo puedes ver en mis ojos”


Asentí varias veces en aquella ocasión, sabía que estaba intentándolo aunque le salía realmente mal. Pero yo era bueno en enseñar, no sabía exactamente cómo había aprendido a pasarle mis conocimientos a otra persona, quizá era porque sabía en extremo las cosas básicas y las no tanto. Me había abocado a que nadie pudiese sacarme dinero por la retaguardia y eso en parte lo había podido cumplir todas las veces que lo habían intentado. Estaba orgulloso de mí, al igual que mi padre, al menos por ahora. Ya que éste estaba a solo un paso de morirse y odiarme por no casarme antes. Suspiré y negué ante ese pensamiento frustrado y volví la vista a la curiosa asiática que fruncía el entrecejo y cada tanto me largaba una que otra palabra. Realmente quería saber qué rayos estaba pensando, pero me mantenía sereno y al ras, diciéndome a mí mismo que eso no debía interesarme en absoluto. Mi mano derecha se quedó en el borde de una taza de té y la miré fijamente durante un tiempo, en lo que ella se quedaba algo perdida entre algunos papeles de la mesa. — Ahora estás rodeada de riqueza, es lo que importa y tienes que disimular bien, yo te enseñaré a hacerlo. Pero si no me dices qué puedes hacer con tus habilidades, estaremos en un problema. Estás a cien años de poder disimular una mentira frente a mí. — Con diversión y de manera tajante terminé de susurrarle las últimas palabras cerca de la piel de su rostro, mirando esos orbes que se agrandaban a medida que los observaba más.

— ¿El piano? Eso es interesante, la música es buen potencial para las damas de clase alta, en especial para buscar matrimonio. ¿Eso te lo enseñó Marie o vino con el paquete? — Jamás preguntaba cosas de más, siquiera en los momentos más relevantes de mi vida. Siempre me contenía a saber lo justo y necesario. Pero en ese instante y por estar frente a una hechicera, me dejé llevar. Tanteando los papeles y segundos luego estiré el brazo a un libro manuscrito. Era de lo mejor que había hasta el momento, aunque las impresiones en serie ya habían comenzado, los primeros tomos seguían siendo mejores. Se lo deslicé por la madera y lo dejé a un costado de ella. Dándole a entender que se lo llevaría y lo traería estudiado para la próxima vez. Estiré mi cuello y apoyando mis codos sobre las rodillas la miré, la observé y luego me dediqué a examinar qué eran las cosas que la favorecerían. Tenía que moldearla para que aparentase ser una muchacha de clase alta, sabía que con sus vestimentas no podía hacer nada al respecto. Pero sus modales no concordaban del todo. Y por ello tenía que llegar a la raíz. — ¿Dónde naciste entonces? ¿Quién te puso “Neru”? Ese nombre es poco serio a decir verdad. Te seré franco, dime qué es lo que más te interesaría hacer. Si sigo explicándote esto de esta forma, terminarás durmiéndote en mi salón. —


Era tosco, eso no necesitaba que nadie me lo dijera, pero cumplía mis compromisos, sabía la manera de organizarme de forma que mi balanza quedase equilibrada. Entendía muy bien que para que algo funcionase tenía que hacerlo andar por el lugar que el trabajador quisiera. En ese caso, necesitaba comentarle las cosas a la muchacha de una manera más infantil y entretenida. Quizá, empezar por las cosas de moral fuese más alentadoras, ya que al hablar sobre el orfanato, pude notar como su mirada se había vuelto un poco más inquisitiva. — ¿Te gusta ayudar a los demás? Si quieres puedo mostrarte más cosas del proyecto que estoy planeando. Asombrosamente, es algo que nos servirá a todos. Los demás nobles estarán sorprendidos si puedo llevarlo a cabo sin problemas. Y para eso, te necesito a ti de mi lado. — No era mentira, aunque estaba adulando demasiado, la sorpresa de que la muchacha hubiese venido con regalos le daba un poco más de emoción a la vida usualmente monótona que llevaba por delante. Me levanté entonces, con el semblante serio y atorado de siempre. Tenía planos y miles de papeles que para muchos otros serían de una validez perfecta para empezar los trabajos. Pero sabía que ella querría ver otras cosas. Y se lo mostraría. — Durante más de siete años he asistido como ayudante a los orfanatos y con ello he encontrado diversos problemas. ¿Tienes algún sueño para la sociedad, Neru? — Al final, quizá terminaría revelándole algo que escondía solo para mí. 
Theodore Morandé
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