Te extrañé [Neru]

por Invitado Jue Abr 17, 2014 8:04 pm

“Extraño tu alma errante caminando por los prestigios del mañana”

Volvía a mi vida “normal”, al fin tenía las cosas equilibradas en mi cabeza y eso me proporcionaba una ventaja, podía empezar a planear venganzas, fiestas y placeres, sin caer en la desesperación o apuradas. Sin duda tenía que comenzar por a ir a buscar a mis más allegados, luego de meses sin haber aparecido, había recibido varias cartas de preocupación, cosa que me parecía lógica, las personas no solían olvidarse de mi cara, tan particular y asiática. Los extranjeros con cupo libre por Francia no eran muy habituales. Claro que eso se debía al capital en mi bolsillo, que era grande y destinado a inversiones para la ciudad, con lo cual los reyes estaban contentos y me habían permitido quedarme con facilidad. Ahora me dirigía a la casa de una mujer de mi mismo lado del mundo. Una bruja que había conocido por situaciones más bien molestas y bochornosas. Pero ella era hermosa, carismática y algo torpe, se acoplaba a mi actitud real, esa que solo mostraba cuando me daban la confianza suficiente. Sabía que había estado lejos, se había ido con la madre adoptiva a un viaje y no había sabido nada de ella en mucho tiempo. Lo que me daba algo de seguridad a la hora de encontrarla, al menos no podría regañarme demasiado. No pasó mucho tiempo, que llegué a su ostentosa casa, seguramente gracias a aquella mujer que cuidaba de Neru. Tenía una estructura elegante y empinada y casi sentí vergüenza de haber ido con ropas tranquilas y sin carruaje. ¿Me confundirían con un mediocre?

― Disculpe Monsieur, busco a la señorita Neru, la… hija de Madame Marie. ¿Está ella en casa? ― Pregunté con la debida clase, mirando con mis encantadores ojos a los muchachos de seguridad que llevaban sus ropas apretadas y rectilíneas, dignas de unos guardias privados. Quise reír por cómo estaban, pero en ese mismo instante me pareció lo mejor, es más, por mi cabeza, pasó la idea de decirle a Marie que ponga más seguridad, que las cosas estaban peligrosas. Claro, acababa de decir que era la madre, pues en el primer encuentro que habíamos tenido, ella se presentó como tal y me parecía descortés sacar a la luz algo que no sabía si estaba del todo público. Observé como los hombres se giraban, probablemente para averiguar sobre lo que les decía. En tanto uno de los mayordomos me hacía pasar a la entrada. Fui con paso enternecido, no quería mostrar ninguna falla o malos modales, más que nada porque estaba tan delgado y desalineado- a lo normal en mí-, que ellos podrían pensar cualquier clase de cosa. Suspiré cuando un sillón emergió frente a mí y me senté allí, con ambas manos en las rodillas, mientras movía mis piernas con lentitud, de atrás hacia delante. ¿Habría crecido? Quizá estaba más adulta, tantas cosas se me ocurrían. Ya que convivía con muchos seres inmortales, no podía pensar esas cuestiones, estábamos siempre iguales, sin una arruga más ni menos. Lo único que podíamos cambiar y claramente yo lo hacía, era nuestro color de cabello.

― ¿Sí está entonces? ¿Bajará en un momento? Traje unos lienzos de mi viaje, para Marie, ¿debería dejarlos aquí? ― Saqué de mi bolso dos rollos, eran unas pinturas antiguas en lienzo, con unos paisajes ostentosos y unas figuras humanas que estaban muy bien diseñadas. Estaba seguro que le gustarían, quería quedar bien, después de todo, solo Neru conocía mi condición. Y a ella, le había traído unos chocolates Españoles que tenían tanto sabor y olor que yo mismo me había comido unos cuantos. Mantuve mi sonrisa en alto, hasta escuchar aquellos pasos, seguramente con unos tacos de más de diez centímetros. Ya le había dicho que me molestaban, la hacían demasiado alta. Me giré, esperando verla. En mi sonrisa se mostraban unos dientes normales y corrientes, los colmillos eran tan pequeños como los de humanos y era porque claramente no me pertenecían. Pero ya había empezado a acostumbrarme a ellos. Suspiré y me crucé de brazos, disfrutando la visión de aquella mujercita que tanta gracia me hacía.

“Siquiera una vez pediste ayuda y aun así, ahora yo vengo a pedirte a ti.”

por **Neru Le Course** Mar Abr 29, 2014 12:35 am

En los últimos días apenas había salido de la mansión; contrario a mi comportamiento habitual había estado muy obediente, casi no me había opuesto a las decisiones de Marie y pasaba mucho más tiempo encerrada en mi habitación. Nunca antes me habían visto así en la mansión. No quería que me molestaran y hablaba mucho menos de lo normal. ¿Alterada? No, no del todo, aún no, pero estaba bastante cerca a decir verdad. Desde mi último paseo al mercado no me podía quitar la sensación de ser vigilada. Era paranoia. Me lo repetí una y otra vez, pero mientras más quería restar importancia, convencerme de que era cosa de mi imaginación, más pensaba en ello, había pasado a imaginar que todos a mi alrededor estaban pendientes de cada uno de mis movimientos.

“¡Basta! ¡Esto es ridículo!”

¡Ridículo! ¿Qué diría Adam si estuviese vivo? Mi querido padre, se habría reído al verme de esta manera, me habría dado unas palmadas en la cabeza y asegurado que me preocupaba de más. Sacudí la cabeza, fastidiada, y me dirigí al closet como por tercera vez en aquel día. Marie me había comprado unos cinco atuendos nuevos y había pasado la tarde probándome uno después de otro, escuchando sus comentarios sobre esto y aquello. Pero ya tenía suficiente de ello y quería vestir algo más cómodo. Elegí un vestido al azar, el más simple y que Marie aceptara. Me vestí sola, como en los primeros días de haber sido acogida por Marie, cuando no admitía que las criadas me ayudaran. Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro. Había cambiado, tenía que admitirlo. Aunque claro, en el fondo seguía siendo la misma problemática de siempre; al menos, eso no cambiaría de mi persona.

Planeaba dirigirme al salón en la segunda planta, dónde se encontraba un hermoso piano negro cerca de las grandes ventanas, era un espacio al que prácticamente solo yo accedía. Pero unos golpes en la puerta de mi habitación y las siguientes palabras de la sirvienta me hicieron cambiar de planes. Mis ojos se abrieron bastante al saber que tenía una visita.

Por poco había salido corriendo al oír el nombre de aquel vampiro asiático, pero justo en aquel momento apareció mi madre, preguntando que sucedía. Por supuesto, ella también reconoció el nombre y se mostró bastante alegre como también sorprendida. Antes de que pudiese hacer algún reclamo acerca de mis ropas yo ya me había adelantado. Mis pasos seguros pero evidentemente ansiosos por llegar al lado de Hero, cuando al fin logré verle le dediqué una gran sonrisa. Por supuesto, él no había cambiado nada; o al menos, no había cambiado de una manera que mis ojos pudiesen percibir. ¿Me pregunté si a sus ojos yo estaría distinta? Yo misma no podía decir si había cambiado en el tiempo que no le había visto. ¿Era más alta? No lo creía, quizá milímetros, nada importante para las personas que me rodeaban y no sabía si él lo notaría. Recordé que me habían cortado el cabello hace unas semanas, para emparejarlo… Y podría seguir con ello durante toda la noche. Una breve y suave risa escapó de mis labios. Me estaba comportando tontamente, nada me sorprendería que el asiático se burlara. – Jae. Me alegro tanto de verte. – Me habría lanzado a abrazarlo, pero mi madre estaba a unos pasos. Ella misma le dio la bienvenida. – Es una agradable sorpresa, joven Jaejoong. – Ella sonreía, con un control perfecto de su voz y movimientos; aunque yo podía decir con solo mirarla que no era del todo cierto. Marie era como una joven noble a pesar de todo, le gustaba el romance, lo prohibido, el misterio… Una combinación muy extraña como resultado, y en aquel momento sabía que se moría de ganas por preguntarme detalles sobre Hero. Ya pensaría en qué decirle luego, por ahora quería estar a solas con él. – Hace unos días le escribí con el propósito de mostrarle una nueva composición – mentí con descaro y una adorable sonrisa.

“Te he echado de menos. ¿Cómo has estado? ¿Qué ha sucedido? Cuéntame todo, yo también tengo mucho de qué hablar.”

por Invitado Miér Abr 30, 2014 10:55 pm

“Es una sensación cálida, casi como el recuerdo de una familia abandonada”

Las observaba, con la radiante sonrisa a la vista, los movimientos de las faldas eran con gracia y soltura, no pasaban ni a lo exagerado ni a lo tosco, me sorprendía ver el cuerpo de Neru un poco más crecido, como si estuviese cambiada, quizá no era exactamente el físico, pero sus ojos estaban extraños, casi parecían no ser los mismos. No hice seña a aquello, estaba Marie allí y por ende tenía que comportarme como aquel pequeño hombrecillo de negocios que se suponía que era. Cantante, autor y director, sin duda puestos que podía hacer con ayuda de personas más experimentadas, pero solo, seguro haría de un baile un caos. Me recliné con elegancia y tomé la mano de la mayor en primera instancia, besé el dorso y luego fui al de aquella asiática que parecía estar conteniéndose al igual que yo. Aguanté la risa y me volví con la espalda recta. ― Gracias, Madame Marie, es un verdadero gusto volver a verlas. Ha pasado tiempo. Neru… Sí, también me alegro. ¡Ah! Le traje unos obsequios, son lienzos hechos a mano por un artista oriental, espero que le agraden, uno de ellos está bordado en oro y es tan exquisito que no pude pensar en otra persona que en usted. ― Alagué a la madre con una sonrisa gigante y pensé verla complacida, así que era mi momento de tomar a mi amiga e irme huyendo.

―Sí… Sí, vine por eso mismo, si nos disculpa Madame. ― Agradecí a los astros que aquella mujercilla fuese una excelente mentirosa y alargué el brazo rápidamente, esperando que lo tomara entre manos. Así es como se suponía que un caballero tomase a una dama. Apreté su manito con mi codo y empecé a caminar, la verdad es que no sabía exactamente a donde ir, así que seguí los pasos de ella. Nos alejábamos poco a poco de su madre y en tanto me era posible hablar sin ser escuchado, suspiré y reí divertido, apretando un poco más aquel brazo que me había ganado. ― ¿Una composición nueva? Ya lo creo… ¿Cómo estás? Estás cambiada, te he extrañado, me han pasado muchas cosas, pensé que no podría volver a verte. ¿Qué tal te fue en el viaje ese que hiciste? Ahh… Es lindo ver tu cara de tonta otra vez. ¿Creciste un poco? Creo que pareces más una mujer, aunque quizá es cosa de mi imaginación. ― Me burlé, separándome de ella lentamente, esperaba haber llegado al lugar donde estaba su piano, hacía mucho que no tocábamos una pieza juntos, en realidad hacía mucho que no impartía siquiera una canción a solas.

Me afligía saber que quizá habían pasado muchas cosas con ella, de las cuales quizá no me había enterado de ninguna, ella se había ido tan de repente, yo había conocido a otras personas, me había reconciliado con Nicolás y hasta había hecho un viaje, donde no me había ido en lo absoluto bien. La inquisición me había agarrado, torturado y hasta se habían quedado con mis colmillos. Me sentía torturado y aunque ya estaba un poco menos horrible y sentimental, las reseñas de mis heridas seguían doliendo. Y quizá lo hicieran por siempre, después de todo, aunque Nicolás ahora estaba menos enojado, no podía decir que todo fuese color de rosa, aún faltaban muchas cosas por hacer, por arreglar y por disfrutar. ― También te traje un regalo, hazlos durar. ― Bromeé sacando de aquel bolso simple que tenía una caja de bombones y chocolates Españoles, junto con un pequeño amuleto de cuarzo citrino que tenía grabado el símbolo de la amistad en celta, tres remolinos a cada lado unidos entre sí, según me habían dicho se tenía que dejar debajo de la almohada o en su defecto llevarlo colgado, la verdad es que no creía en la posibilidad de que Marie la dejara llevar eso sobre el cuello y por eso mismo le había traído dos collares exóticos de varios tipos de cuarzos engarzados. Estos los saqué por último y los mantuve en mi mano. ― Pensé que te gustarían estos, son como de piedras mágicas. ¿Nos sentamos? Ofréceme un té, aún es la época para él y no he podido tomar ninguno en más de un mes. ―Este y este collar deposité en el mueble del costado, estaban en una pequeña y gran caja según los respectivos tamaños y luego me senté en la primer silla que encontré, aunque me sentía feliz, mi corazón y estómago estaban revoltosos.

“Es que no me acostumbro a sentirme vivo otra vez.”

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