No existe mal que por bien no venga [Privado]

por **Audrey de Médici** Sáb Mar 07, 2015 7:25 pm

Todo sucedió demasiado rápido y la mente de la gitana no fue capaz de captar todo en el preciso instante en que sucedía. Sus ojos vieron a Carlos, escucharon los gritos y entonces, Henry ya no estaba más. Ante la visión que aquel hombre dejaba tras de si mientras huía a los bosques, el cuerpo de la española comienzo a temblar de manera inevitable y otro grupo de gitanas se la llevo de ahí. Nadie le culpo por lo sucedido, a pesar de que ella en el fondo se decía que era su culpa pero igual una anciana les dijo que en realidad no era culpa de nadie, sino que esas cosas sucedían y los eventos que fueron presenciados eran solo la mala suerte de aquellos que estaban malditos y de otros que jugaban con los afectos de otros. Aquellas palabras que eran más bien un consuelo, no le sirvieron para nada y de hecho, las noches siguientes, Luna no pudo conciliar el sueño; a su mente llegaban terribles pesadillas en las que veía una y otra vez a Henry y Carlos en una pelea que siempre terminaba de la misma manera que en la realidad y aquello simplemente no podía seguir para ella.

Dispuesta a encontrar a Carlos, comenzó con las excursiones a los bosques. Sospechaba que seguía en aquel lugar porque debía encontrarse tan afectado que temería salir a donde alguien más lo viera o las personas corrieran peligro. Luna mentía si decía que no temía encontrarle, pero no era porque pudiera hacerle daño, ya que estaba completamente segura de que él nunca le dañaría. Los temores de la gitana estaban dirigidos a sus propios actos, a lo que ella hizo que seguramente desencadeno aquel terrible incidente. También deseaba encontrarlo porque no le parecía justo que estuviese solo, sufriendo con sus actos que no eran más que un accidente. Aquella maldición que cargaba era la culpable de todo, él no tenía nada que ver ya que siempre había sido en extremo bondadoso.

Desde el amanecer hasta casi el anochecer era el tiempo que Luna pasaba buscando a aquel hombre que le siguiera hasta aquel lugar, aquel hombre que juraba amarle sobre todo y que ella sabía que era la absoluta verdad. Llevaba cerca de una semana sin saber de él y las búsquedas no estaban dando frutos pese a que se esforzaba demasiado, llegando a momentos en los que creía las piernas no le darían más del cansancio que experimentaba pero aún así no se detuvo de la búsqueda la cual, al final dio resultados.

Cerca de lo que era un pequeño riachuelo, descubrió la figura de Carlos. Parecía ser que trataba de protegerse de algo y con un suspiro Luna se acerco un tanto a él.
– Carlos… ¿Estas bien? – se detuvo a una distancia que consideraba prudente, aunque algo le decía que lo que debía hacer era ir y abrazarle.

por **Carlos Aguilar** Sáb Mar 07, 2015 8:05 pm

Esa misma noche huyo, pero Luna no llego hasta él, no fue a consolarle esa noche, pero al cabo de una semana, la bestia interior que poseía a Carlos se había vuelto más inquieta y solo se contentaba con matar y Carlos se resistía a ceder ante la bestia de su interior. Carlos al dia siguiente de lo que paso, se fue vagando por los bosques, haciendo lo posible por controlarse pero lo conseguía, poco a poco lograba ser el mismo, pero cuando vagaba por los bosques, algo extraño le paso.

Se encontró una pequeña casa abandonada en el bosque, tenía toques de mujer demasiado sofisticada para estar en un sitio así, fue revisando cada rincón de la casa y el interior parecía desordenado, ropa usada por el suelo. Estaba atónito de lo que tenía delante de sus ojos, pero debido al polvo y al olor a humedad en la casa, seguramente la residente no vivía más en la casa. Decidió quedarse hasta que pudiera quedarse con tranquilidad. Limpio quemando todo rastro de la antigua residente, robó varias ropas de gente que se las dejaba cerca de los lagos y mando una carta a su casa para que le mandaran algo de ropa que se dejó allá en España.

Iría en busca de Luna, la convencería si es que se atrevía a acercarse a ella. Le conto sobre sus deslices pero Carlos se lo merecía, la había dejado sin ni siquiera noticia alguna de él, ni siquiera intento probar mandarle una carta o algo parecido. Fue un cobarde y ahora lo era aún más. Solo salió herido Henry, solo mató a Henry pero estaba en otra piel. Lo vio todo. Vio como Henry gritaba cuando él le sujetaba, vio, sintió pero no era él en sí mismo.

Una mañana estaba nublado y habían pasado solo tres días desde aquello. Carlos encontró su nuevo hogar hecho un desastre, como si lo hubieran destruido completamente en busca de algo o simplemente para robar. Horas más tarde, después de limpiar lo que quedaba que era lo que encontró en un principio dentro de la pequeña casa, Se puso a mirar un retrato a carboncillo que recordaba de Luna cuando eran niños. Una sonrisa pequeña se asomó al rostro de Carlos, recordando los buenos tiempos con ella y su hermana. Estando a la luz de la chimenea suspiraba largamente. Guardo el trozo de dibujo y esa noche salió en busca del campamento de Luna. El bosque, parecía o no, era un jodido laberinto.

Con comida de reserva, paso varios días envueltos en la búsqueda. Siguió buscando y salió de Paris y después tuvo que volver sobre sus pies, hasta que cuando creyó que estaba cerca, un grupo de gitanos le atracaron todo lo que tenía encima, le rajaron parte del pectoral y estaban a punto de apuñalarlo pero la bestia, el espíritu maligno que le tenía poseído salió en su ayuda haciendo que pasara lo que paso hace días en el campamento del cual quiere encontrar. Cuando se dio cuenta, ya estaba yendo hacia el riachuelo, pero tropezó y cayó rodando colina abajo hacia un riachuelo en el que se cayó y este lo llevo corriente abajo hasta dejarlo encallado en un musgo abultado.

Carlos estaba desorientado, herido y sangraba a borbotones. Antes de estar más ido de sí, con una hoja de una planta que encontró a mano, la puso sobre la herida y con ello un trozo de tela de la camisa ensuciada de barro. Así, aguantando el dolor, sintiendo que estaba al borde de la muerte, pero parecía que “el otro” no parecería cambiar de opinión y Carlos siguió despierto hasta que vio el día desaparecer.

-¡AH! – Carlos despertó pero seguía en aquel lugar, tirado y desamparado, sin fuerza alguna. Estaba abrazándose a sí mismo, temblaba del frio y escuchó su nombre, no de sus propios labios, si no de alguien muy especial para él.

-¿Lu-Luna? –Tartamudeo del frio, pensándose en que estaba loco, viendo visiones – Debo estar soñando o ya he muerto y fui al cielo….-Tosió lo bastante fuerte como para ser alterante, como para situar a la persona ajena en alerta – Lu…na…-Tosió de nuevo varias veces – Se…será un sueño…-Murmuro como ultima pizca de aliento, notaba las pulsaciones de su cuerpo débiles pero, tenía cero esperanzas a sobrevivir - Mi ángel…Luna…-sonrió como si pudiera ver una salvación – Mi Luna….Un ángel…-Carlos apenas articuló más de cinco palabras en la misma frase antes de caer casi en coma.

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