Our love is the preface ~ Privado

por **Larissa Semiónova** Miér Mar 18, 2015 9:06 pm

Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,
¡qué soledad errante hasta tu compañía!
Pablo Neruda

Manto blanco sobre los tejados de Moscú. El hermoso jardín que el anterior barón de Rusia había admirado casi sin pausas en sus últimos días ahora era pura nieve y escarcha. Tales temperaturas eran ya normales para la actual baronesa, si es que uno logra alguna vez acostumbrarse a un frío tan penetrante. La mejor manera de sobrellevarlo era, sin dudas, acurrucarse frente al fogón con una taza de chocolate caliente en mano. Y así se encontraba; en soledad, buscando una pizca del calor que había sentido en su último viaje a la corte de Francia. Anhelaba algo, mas le era imposible decir exactamente qué.

Sin más cavilaciones, dejó la taza sobre la mesa de centro y retomó Jane Austen. Muy tarde, su mente ya estaba en otra parte, en otros ojos, otras frases que la tomaron por sorpresa. Pensaba en aquél a la que le habían dado por esposa.

Al principio le había huido. No quería tener nada que ver con ningún hombre que su padre le eligiera. Mucho menos si no era noble, ni ruso. ¿Acaso su padre deseaba verla desdichada? Con obstinación se había negado al matrimonio y más de una vez había faltado a su educación delante del, hasta entonces, extraño. ‘La felicidad en el matrimonio es enteramente una cuestión de suerte’ decía el libro en su regazo. Pues tenía que confesar, muy a su pesar, que mala suerte no había tenido. Escrupulosamente había buscado defectos en el hombre para renegar de él y de su obligación como esposa. En cambio le había ido tomando cariño poco a poco hasta sumergirse por completo en él y en una realidad para ella totalmente desconocida.

Sus labios rosados se unieron en una fina línea.

Perdía carácter cada vez que se dejaba seducir por él. Se negaba a ceder, pero cada día era más débil. Con cada gesto paciente de su parte, con cada hábil respuesta o simplemente con su benevolencia, algo se quebraba. De por sí no era propio de ella pensar en romanticismos. Su único amor era la danza, no necesitaba nada más.

Sobre el respaldo del sillón le echó un vistazo a la ventana, en el lado opuesto del salón. En algunas zonas parecía congelada por fuera. El tiempo no tenía clemencia ni por los pobres que dormían esa noche en la calle y aún sabiendo eso sólo una persona robaba sus pensamientos. -¿Dónde estará mi esposo a estas horas?-se preguntó en un suspiro.