AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta? || Privado
2 participantes
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Atenea Onisse- Humano Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 03/02/2015
Edad : 34
Localización : Asilo de ancianos/Mansión
Re: ¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta? || Privado
– Por favor mujer, no puede ser que sigas enojada – Olive detuvo el andar rápido con el que se había movido desde que despertaron solo para lanzarle a Donatien una mirada irritada – Uno de los pocos días que tienes libres y en lugar de pasarlo con tu familia decides ir a una tonta fiesta en la que ni siquiera te extrañaran – – Pero es por una buena causa ¿no lo comprendes? Además tú más que nadie sabe la importancia de las relaciones. Puede que en esa reunión haga contactos que puedan servirles a los niños más adelante ¿O es que esperas que sigan los pasos de su padre? – al parecer aquel argumento le llegó a la mujer quien, finalmente, se detuvo a considerar el asunto – ¿Tu lo crees? – con esa pregunta bajaba las defensas lo suficiente para que Donatien se le acercara y la abrazara con suavidad – Si, lo creo. No demorare mucho, solo lo suficiente como para conocer a algunas personas, ofrecer mis respetos a la anfitriona y dar un pequeño donativo, eso será todo. Luego regresare y podremos estar todos juntos el resto del día ¿Suena bien para ti? – A él le hubiese gustado que ella le acompañase pero ya era difícil que aceptara dejarle ir, no complicaría más las cosas insistiéndole en que la mejor carta de presentación para un matrimonio era presentarse en pareja. Ella torció ligeramente la boca pero sus ojos denotaban mucha menos furia que algunos minutos antes – Este bien, pero promete no demorar – se rindió finalmente –Lo prometo – un tierno beso en los labios selló el pacto.
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El cambiaformas se encontraba en el asilo charlando sobre cosas intrascendentes y sonriendo amablemente a todo aquel que se le cruzara por el frente. El lugar se encontraba sobriamente adornado y de tanto en tanto era posible ver a algunos de los pacientes caminando y departiendo con los invitados. Había llegado hacía poco menos de una hora y no se arrepentía de no haber cedido a los caprichos de Olive. Muchos de los presentes eran trabajadores de clase media, como él, pero algunos otros eran evidentemente adinerados y provenientes de las esferas en donde se manejaba el poder en la ciudad. Hasta el momento ya contaba con dos contactos que pensaba podrían llegar a servirles a sus dos pequeños en el futuro, aunque claro, todo dependía también del camino que cada uno de ellos eligiera para su propia vida. Gracias a su amabilidad y gesto afable no le resultaba difícil mezclarse entre la gente y conseguir entablar conversación con cualquiera. De hecho su ánimo se encontraba alto y su humor no podía ser mejor, incluso, en cierto momento, se encontró contando anécdotas graciosas para una audiencia de siete personas.
Con una copa de jugo en la mano caminaba sin prisa por el recibidor cuando una mujer, sin querer, le chocó haciéndole derramar el oscuro liquido sobre la camisa - ¿Cuánto lo siento? – tan apenada se encontraba que fue él quien tuvo que tranquilizarla antes de que finalmente le dejara partir para intentar sacar la mancha. En un primer momento se sintió enojado, podría quedarse pero de ninguna manera se sentiría cómodo entablando conversación sabiendo que lucía de aquella terrible maneja. Luego lo pensó mejor y decidió tomar las circunstancias por el lado positivo. Es verdad que tendría que ausentarse y que ya no disfrutaría de lo que parecía ser una reunión muy amena, pero el percance le daba al mismo tiempo una excusa perfecta para abandonar el lugar sin ser juzgado y poder aprovechar el tiempo que le restaba al día en compañía de su familia.
Los lavabos de la primera planta se encontraban ocupados y no abusaría de la generosidad de la anfitriona como para ir otro piso sin su aprobación, por lo que se dirigió a la cocina. – Perdón, espero no interrumpir – se disculpó al abrir la puerta y notar que dentro estaba nada más y nada menos que la señora de la casa – He tenido un pequeño accidente con el jugo, mi torpeza sale a relucir una vez más – sonrió disculpándose. Aunque la culpa no fuese suya no sería un gesto caballeroso hablar a espaldas de la mujer que le había chocado - ¿Cree que pueda valerme de algún trapo y un poco de agua para limpiarme un poco? –
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El cambiaformas se encontraba en el asilo charlando sobre cosas intrascendentes y sonriendo amablemente a todo aquel que se le cruzara por el frente. El lugar se encontraba sobriamente adornado y de tanto en tanto era posible ver a algunos de los pacientes caminando y departiendo con los invitados. Había llegado hacía poco menos de una hora y no se arrepentía de no haber cedido a los caprichos de Olive. Muchos de los presentes eran trabajadores de clase media, como él, pero algunos otros eran evidentemente adinerados y provenientes de las esferas en donde se manejaba el poder en la ciudad. Hasta el momento ya contaba con dos contactos que pensaba podrían llegar a servirles a sus dos pequeños en el futuro, aunque claro, todo dependía también del camino que cada uno de ellos eligiera para su propia vida. Gracias a su amabilidad y gesto afable no le resultaba difícil mezclarse entre la gente y conseguir entablar conversación con cualquiera. De hecho su ánimo se encontraba alto y su humor no podía ser mejor, incluso, en cierto momento, se encontró contando anécdotas graciosas para una audiencia de siete personas.
Con una copa de jugo en la mano caminaba sin prisa por el recibidor cuando una mujer, sin querer, le chocó haciéndole derramar el oscuro liquido sobre la camisa - ¿Cuánto lo siento? – tan apenada se encontraba que fue él quien tuvo que tranquilizarla antes de que finalmente le dejara partir para intentar sacar la mancha. En un primer momento se sintió enojado, podría quedarse pero de ninguna manera se sentiría cómodo entablando conversación sabiendo que lucía de aquella terrible maneja. Luego lo pensó mejor y decidió tomar las circunstancias por el lado positivo. Es verdad que tendría que ausentarse y que ya no disfrutaría de lo que parecía ser una reunión muy amena, pero el percance le daba al mismo tiempo una excusa perfecta para abandonar el lugar sin ser juzgado y poder aprovechar el tiempo que le restaba al día en compañía de su familia.
Los lavabos de la primera planta se encontraban ocupados y no abusaría de la generosidad de la anfitriona como para ir otro piso sin su aprobación, por lo que se dirigió a la cocina. – Perdón, espero no interrumpir – se disculpó al abrir la puerta y notar que dentro estaba nada más y nada menos que la señora de la casa – He tenido un pequeño accidente con el jugo, mi torpeza sale a relucir una vez más – sonrió disculpándose. Aunque la culpa no fuese suya no sería un gesto caballeroso hablar a espaldas de la mujer que le había chocado - ¿Cree que pueda valerme de algún trapo y un poco de agua para limpiarme un poco? –
Donatien de Artois- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 09/01/2015
Re: ¿Qué significa una persona menos en la faz del planeta? || Privado
Una de las cosas que más disfrutaba hacer Atenea, a parte de matar, era comer. Su cuerpo disfrutaba cuando ingería los alimentos, de hecho siempre saboreaba antes de masticar cómo una verdadera depredadora, y al final se lo metía todo a su esbelto cuerpo. Por ser una mujer, y más aún notando su delgadez, cualquiera pensaría que era bastante acomedida con sus formas de alimentarse, sin embargo no lo era, se trataba de una mujer glotona, y gustaba demasiado de las carnes.
Quizás sus modos de alimentación iban de la mano de sus maneras de ser psicológicas, la muerte, la sangre, las partes del cuerpo. ¡Quién lo sabría! Y ella no se detendría a analizar eso, por supuesto.
En su plato se encontraba un gran pedazo de pavo, la pierna ya se encontraba sólo la parte del hueso. Masticaba con discreción, y es que aunque fuera una glotona, eso no impedía que se tratara de alguien elegante, con clase, algo que desde pequeña pudo tener. Observaba su plato con glotonería, y no dejaba de ingerir, incluso disfrutaba del puré de papa, y de algunos guisantes. Debía equilibrar su comida, porque no deseaba enfermar y morir con rapidez. No al menos hasta poder haber matado a una docena más. Su propósito era ese, uno que no muchos comprenderían, que algunos le aplaudan, y que el resto tachaba de algo barbárico. ¿Qué importaba? A ella nada en realidad, aunque debía guardar una apariencia que le daba grandes ventajas. Cómo la de esa tarde.
Atenea se encontraba pensando en mil y un cosas. La principal sin duda iba dirigida a una lista especial. En su cabeza (una prodigiosa, por cierto), se encontraban una gran fila de nombres, cada uno de ellos con un rasgo parecido, pero con historias distintas. Disfrutaba más asesinando hombres, porque ellos le creían en su mayoría alguien débil, aunque fuera todo lo contrario. Su belleza, y su rostro angelical ayudaba, una buena carta de presentación, una que incluso lograba bajar la guardia del más paranoico de los hombres. Ya había escogido un hombre en especial, mismo que se encontraba en aquella fiesta, lo siguiente era estudiarlo. Hasta las expresiones faciales le daban pistas para disfrutar mejor su hobbie preferido.
A la jovencita le recorría la emoción cuando imaginaba la manera en que aniquilaría a su siguiente víctima, y se notaba porque sus vellos de los brazos se erizaban, su cuerpo temblaba, y sonreía de forma más pronunciada; de manera natural. Sus inquilinos sabían lo que hacía, y sin embargo ninguno de ellos se quejaba, porque ella nunca les daba malos tratos, no a ellos, aunque en ocasiones la llegaban a fastidiar. Eran sus cómplices, y de una retorcida manera de verlos, también su familia, y a los únicos a los que podría darles el amor que ya no creía tener.
— ¡Oh! — Mencionó de manera sorpresiva y ciertamente temblorosa. Soltó el tenedor sobre su puré, mismo que salpicó, aunque no a ella. Con rapidez, y de forma teatral se llevó una mano al pecho, y movió sus hombros con rapidez. Fingió que estaba asustada con la repentina presencia — No pensé que alguien llegaría por aquí, me ha asustado — Y si no fuera asesina, probablemente sería una buena actriz, de eso no hay duda.
— Déjame ayudarle — La jovencita se puso de pie, sus mejillas se tornaron color rosáceo. Se veía encantadora, y claro, un ángel dispuesto a ayudar a alguien más — Deme su camisa, le daré una nueva — Fingía también en algunas ocasiones, que sus amantes eran sus familiares, mismos que la venían a ver desde muy lejos, por lo que prendas masculinas, finas, y dignas de una reunión como esa, tenía. — Le daré una limpia ¿algún color en especial? — Le pidió que la siguiera con la mirada, y lo condujo por un pasillo que llevaba a un cuarto trasero.
La joven abrió una puerta, misma que le señaló, en el lugar se encontraba un tubo largo con varias prendas que caían en perfecto estado.
— Deje la suya en ese cesto, y agarre el color que deseé, aunque un color claro le quedará bien por el tono de sus ojos. — Le dedicó una sonrisa cargada de inocencia — Le daré espacio para que pueda cambiarse, no queremos mujeres celosas — Le cerró la puerta para dejarlo sólo en el cuarto.
Atenea había sido interrumpida en medio de su comida, lo que la ponía de un humor no tan tolerable, sin embargo dio la vuelta y volvió a la cocina a comer, esperando que el hombre terminara de cambiarse.
Quizás sus modos de alimentación iban de la mano de sus maneras de ser psicológicas, la muerte, la sangre, las partes del cuerpo. ¡Quién lo sabría! Y ella no se detendría a analizar eso, por supuesto.
En su plato se encontraba un gran pedazo de pavo, la pierna ya se encontraba sólo la parte del hueso. Masticaba con discreción, y es que aunque fuera una glotona, eso no impedía que se tratara de alguien elegante, con clase, algo que desde pequeña pudo tener. Observaba su plato con glotonería, y no dejaba de ingerir, incluso disfrutaba del puré de papa, y de algunos guisantes. Debía equilibrar su comida, porque no deseaba enfermar y morir con rapidez. No al menos hasta poder haber matado a una docena más. Su propósito era ese, uno que no muchos comprenderían, que algunos le aplaudan, y que el resto tachaba de algo barbárico. ¿Qué importaba? A ella nada en realidad, aunque debía guardar una apariencia que le daba grandes ventajas. Cómo la de esa tarde.
Atenea se encontraba pensando en mil y un cosas. La principal sin duda iba dirigida a una lista especial. En su cabeza (una prodigiosa, por cierto), se encontraban una gran fila de nombres, cada uno de ellos con un rasgo parecido, pero con historias distintas. Disfrutaba más asesinando hombres, porque ellos le creían en su mayoría alguien débil, aunque fuera todo lo contrario. Su belleza, y su rostro angelical ayudaba, una buena carta de presentación, una que incluso lograba bajar la guardia del más paranoico de los hombres. Ya había escogido un hombre en especial, mismo que se encontraba en aquella fiesta, lo siguiente era estudiarlo. Hasta las expresiones faciales le daban pistas para disfrutar mejor su hobbie preferido.
A la jovencita le recorría la emoción cuando imaginaba la manera en que aniquilaría a su siguiente víctima, y se notaba porque sus vellos de los brazos se erizaban, su cuerpo temblaba, y sonreía de forma más pronunciada; de manera natural. Sus inquilinos sabían lo que hacía, y sin embargo ninguno de ellos se quejaba, porque ella nunca les daba malos tratos, no a ellos, aunque en ocasiones la llegaban a fastidiar. Eran sus cómplices, y de una retorcida manera de verlos, también su familia, y a los únicos a los que podría darles el amor que ya no creía tener.
— ¡Oh! — Mencionó de manera sorpresiva y ciertamente temblorosa. Soltó el tenedor sobre su puré, mismo que salpicó, aunque no a ella. Con rapidez, y de forma teatral se llevó una mano al pecho, y movió sus hombros con rapidez. Fingió que estaba asustada con la repentina presencia — No pensé que alguien llegaría por aquí, me ha asustado — Y si no fuera asesina, probablemente sería una buena actriz, de eso no hay duda.
— Déjame ayudarle — La jovencita se puso de pie, sus mejillas se tornaron color rosáceo. Se veía encantadora, y claro, un ángel dispuesto a ayudar a alguien más — Deme su camisa, le daré una nueva — Fingía también en algunas ocasiones, que sus amantes eran sus familiares, mismos que la venían a ver desde muy lejos, por lo que prendas masculinas, finas, y dignas de una reunión como esa, tenía. — Le daré una limpia ¿algún color en especial? — Le pidió que la siguiera con la mirada, y lo condujo por un pasillo que llevaba a un cuarto trasero.
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— Deje la suya en ese cesto, y agarre el color que deseé, aunque un color claro le quedará bien por el tono de sus ojos. — Le dedicó una sonrisa cargada de inocencia — Le daré espacio para que pueda cambiarse, no queremos mujeres celosas — Le cerró la puerta para dejarlo sólo en el cuarto.
Atenea había sido interrumpida en medio de su comida, lo que la ponía de un humor no tan tolerable, sin embargo dio la vuelta y volvió a la cocina a comer, esperando que el hombre terminara de cambiarse.
Atenea Onisse- Humano Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 03/02/2015
Edad : 34
Localización : Asilo de ancianos/Mansión
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