The old Gods ♦ Morten

Las primeras noches desde que desembarqué, fui objeto de miradas curiosas, no había sido buena idea haber llegado hasta el muelle, puesto que nunca pensé que los parisinos fuesen tan osados y endemoniadamente curiosos. Más de algún humano en otras partes del mundo se acercó y osó tocar el Drakkar que construí con mis propias manos, más fueron éstas mismas las que fueron arrancadas y lanzadas al mar para servir de alimento a los peces. Así era yo de impredecible  y quisquilloso, receloso de mis antiguas y sagradas tradiciones. Nadie fue considerado digno de tal privilegio, como para sentir sobre la piel, cada uno de los grabados en la madera, que fuerte, había resistido de algunas decenas de años. En realidad no era mi primera embarcación, puesto que las primeras no habían corrido con suerte gracias a mi constante búsqueda de aventuras y motines, siendo objeto de cruentas batallas. Batallas que cada vez se volvía remotas… Conforme pasó el tiempo, escasearon cada vez más los lugares a los cuáles poder ir y saquear, por lo que me vi obligado a rastrear embarcaciones repletas de cargamentos valiosos, aunque como todo en la vida y debido al paso del tiempo, comenzaron a disminuir considerablemente tal y como sucedió con las nuevas tierras. Ahora ésta nueva forma de vida me había hecho ganar el nombre de pirata, situación que sonaba a degradación a mis oídos, puesto que yo era y seguiría siendo un tenaz, fuerte y valiente vikingo hasta el final de mis noches como errante.

Fue por diversas circunstancias, que necesitando la imperiosa necesidad de alimentarme y de obtener buenos botines, me vi obligado a acercarme cada vez más hasta las costas repletas de humanos, que si bien la idea no me desagradaba, no dejaba de añorar el sueño de conseguir tierra para cosechar y cultura, aunque lejos estaba ya esa posibilidad; el mundo había cambiado de alguna forma que no estaba conviniendo a mis intereses. La situación cambiaba de un instante a otro, año tras año, siglo tras siglo, pero yo, tal vez uno de los últimos sobrevivientes de mi raza, me negaba a dejar morir, a olvidar a mis Dioses, tratando con esto, de que cuando por fin la hora de morir definitivamente, pudiese entrar al tan ansiado Valhala, aquel lugar al que todo vikingo esperar llegar cuando el último aliento le abandona.

Aquella noche, Thor hacía resonar con fuerza su poderoso martillo, arrancando fuertes y graves sonidos a la tierra nocturna. El Drakkar se balanceaba ligera y discretamente por el viento, sirviéndome de arrullo, postrado yo en una de las esquinas, bebiendo los últimos tragos de sangre en mi cuerno, dejando resbalar algunas gotas por la comisuras de los labios, mismas que retiré sin dilación con el antebrazo. Para tales instancias estaba descubierto de la parte superior de mi cuerpo, destacando notoriamente algunas cicatrices. La noche se prestaba para meditar, pensar en cómo deshacerse de la mercancía recientemente obtenida, del botín que acababa de recuperar de manos menos expertas. Era demasiada carga para mi embarcación y muy peligroso tenerla casi a la vista de cualquier persona que deseara atreverse a husmear por debajo de la lona; como bien he dicho lo menos que deseaba era seguir llamando la atención, no esperaba quedarme mucho más tiempo en aquella ciudad por las mismas razones.

-Thor… - El nombre resonó secó en mi garganta, casi como un gruñido, postergando dar el último trago, añorando las viejas andanzas. Así fue como en una fracción de segundo, escuché, percibí pisadas acercándose hasta mi guarida flotante. Arrojé el cuerno hacia un costado, y agazapado me apresté a empuñar mi poderosa y afilada hacha, vigilando a la sombra que se reflejaba sobre la lona que me cubría de los rayos lunares. Se trataba de una sola persona, pero no por ello menos peligrosa, el sujeto en cuestión era un ser sobrenatural como yo, lo supe por su olor y su aura era muy brillante, por lo que la situación comenzaba a tornarse algo complicada. Gruñí, ya que el deseo de tener una noche tranquila, se había desvanecido por la borda. Si quería seguir disfrutando de una apacible velada, tenía que despachar al vampiro a como diera lugar.

Yendo hacia el costado contrario, di el último paso hacia afuera, dando un brinco haciendo rechinar la madera, casi en estado de putrefacción. Caminé un par de pasos con seguridad hasta encontrarme de frente con aquel individuo que al parecer, trataba de darme a entender que conocía la procedencia de una embarcación tan singular como la mía. Si  mi instinto no me fallaba, podría ser alguien tan “viejo” como lo era yo; inclusive me dijo su nombre, se presentó cortés ante mí, pero muy lejos estaba yo de querer entablar algún tipo de plática.

-Será mejor que regreses por dónde has venido – farfullé, haciendo notar una vena sobre mi sien, mientras que con una de mis manos, hacía girar el hacha, nervioso y listo para cualquier movimiento extraño que tratara de hacer el otro.