AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Gods & Monsters → Privado
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Gods & Monsters → Privado
“See, we were never about butterflies. We’ve always been about burning stars. All about us is unearthly and radiant.”
— Anna Akhmatova
— Anna Akhmatova
Estaban malditos. Malditos como quien nace del azufre y el fuego. No como quien ha nacido bajo un mal signo. Malditos como el ángel caído, que se atrevió a desafiar a Dios; así eran ellos. Esos eran ellos. Y la desgracia llegó a la par, con su primer respiro, en conjunto —siempre juntos— y el último que daría su madre. Portadores de muerte como su sayo. Estaban malditos desde mucho antes, antes de manchar sus manos con sangre, antes de retar al sentido común, antes de todo, así nacieron.
Las cuerdas del violín vibraron bajo la presión de sus dedos. Estaba en su habitación, en medio como una estatua de Apolo, con ese porte elegante y pendenciero por igual. Una efigie de terrible oscuridad, acompañada por una melodía pausada y fúnebre. No sabía, y no le importaba, si los sirvientes que antes estuvieron bajo el mando de su padre y hoy lo estaban bajo el suyo, habían aprendido a identificar los momentos que elegía para tocar el violín. Después de visitar a su hermana; pero esta vez parecía que a la vez, con el instrumento, se quejaba. Y es que Alix, después de recibirlo como siempre lo hacía, lo aventó por la orilla de la cama, pues tenía una reunión.
Se quejaba, hacía una rabieta como el niño consentido que era. Estaba herido. Y ahí se quedó por horas, tocando. No era su culpa que Alix fuera más despierta para esos asuntos de negocios y él prefiriera la compañía de libros tan antiguos que muchas veces estaban escritos en idiomas olvidados.
***
El fuego crepitaba en la chimenea e iluminaba su rostro blanco con una mustia luz. Odiaba no saber dónde demonios se metía su hermana. Si los mellizos tienen una conexión uno con el otro y saben lo que la contraparte está sintiendo, Alix poseía la habilidad de bloquear dicho vínculo, pues Yves simplemente no tenía idea de qué demonios hacía. Hace horas que debió haber llegado y su mente, como de costumbre, enrevesada y terrible, ya inventaba las más extrañas situaciones. Pero la prefería muerta, mil veces muerta, que enredada con otro hombre. Los celos lo consumían como la leña era devorada por la lumbre en el hogar.
Intentó un par de veces concentrarse en un viejo texto sobre el rey Beleth y sus secretos, pero no pudo leer más de dos líneas seguidas sin observar las sombras que bailaban sobre el suelo, esperando ver la de su hermana, o un reloj de arena de oro bruñido que mantenía sobre la repisa de la chimenea.
Luego trató también de beber alcohol, whisky para matar los minutos, ahogarlos como ratas en el Sena. Dio un sorbo y la furia comenzaba a brotar de él, así como la sangre que los cortes en la mano hicieron nacer, al romper el vaso que sostenía en la mano. Estaba colérico, tanto que el ardor de sus heridas no fue nada, en cambio, arrojó el resto de los cristales al fuego y éstos fueron recibidos por una llamarada provocada por los restos de alcohol.
Fue entonces que escuchó el inconfundible sonido de la puerta al abrirse, arrastrándose como alimaña. Se giró con ese semblante de monarca infernal tan suyo, mientras la mano derecha no dejaba de sangrar.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/09/2015
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Re: Gods & Monsters → Privado
“Knowledge is power.
Power to do evil...or power to do good.
Power itself is not evil.
So knowledge itself is not evil.”
― Veronica Roth, Allegiant
Power to do evil...or power to do good.
Power itself is not evil.
So knowledge itself is not evil.”
― Veronica Roth, Allegiant
El roce de las sábanas, el calor de ambos cuerpos compartiendo un solo momento, único y tan personal, las yemas de sus dedos marcando el camino por la espalda de su mellizo, el aroma tan familiar... pero todo eso empezaba y terminaba cuando ella decidía, no tuvo pudor suficiente como para cubrir su cuerpo justo después de que terminaron de compartir, simplemente deslizó sus pies hasta la espalda desnuda de Yves empujándolo sutilmente justo antes de sentarse en la orilla de la cama e irse al cuarto de baño ―Ve a tu cuarto ya, te avisaré cuando salga - fue todo lo que le dijo antes de cerrar la puerta a su espalda.
Se asomó por la puerta entreabierta de la recámara de Yves, lo miró en silencio y escuchó la melodía, el corazón le dolió, ella había marcado a su hermano, por ella ambos estaban malditos, manchados, impuros, pero juntos al final; se marchó sin decirle nada.
La velada con aquel hombre no fue sorprendente, ni maravillosa, al contrario, fue aburrida y asquerosa, las miradas que le otorgaba, los ligeros roces, aquello le hacia sentir mas sucia que una noche compartida con su hermano. Pero todo llegaba por algo, lo necesitaban, por eso continuó.
La carroza la dejó a la entrada de la propiedad, mucho antes del camino de arenilla roja que llevaba a la mansión, se despidió de su cita el cual insistió en acompañarla hasta la puerta de su casa, en llevarla y ahorrarle la caminata, ella declinó con educación diciendo que necesitaba la caminata y el aire nocturno, cosa que en realidad no era cierta, lo hacía mas bien por bienestar mental de Yves y por la integridad física del hombre, no que le importara, pero necesitaba mantenerlo sin daño por un rato mas.
Abrió la puerta y respiró profundo, se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero a la entrada ―¿Aún estas despierto? - estaba mirando de frente la imagen encorvada y agazapada de su hermano, la mirada colérica y la mano sangrante, el ceño de Alix se frunció y su mandíbula se tensó, odiaba que se lastimara, no lo soportaba. Se acercó a él a la par que cortaba un trozo de tela de su falda, rasgándola para poder cubrir las heridas de la mano ―Oh Yves ¿por que? - besó el dorso de la mano pálida manchándose los labios con el líquido carmesí.
Se asomó por la puerta entreabierta de la recámara de Yves, lo miró en silencio y escuchó la melodía, el corazón le dolió, ella había marcado a su hermano, por ella ambos estaban malditos, manchados, impuros, pero juntos al final; se marchó sin decirle nada.
La velada con aquel hombre no fue sorprendente, ni maravillosa, al contrario, fue aburrida y asquerosa, las miradas que le otorgaba, los ligeros roces, aquello le hacia sentir mas sucia que una noche compartida con su hermano. Pero todo llegaba por algo, lo necesitaban, por eso continuó.
La carroza la dejó a la entrada de la propiedad, mucho antes del camino de arenilla roja que llevaba a la mansión, se despidió de su cita el cual insistió en acompañarla hasta la puerta de su casa, en llevarla y ahorrarle la caminata, ella declinó con educación diciendo que necesitaba la caminata y el aire nocturno, cosa que en realidad no era cierta, lo hacía mas bien por bienestar mental de Yves y por la integridad física del hombre, no que le importara, pero necesitaba mantenerlo sin daño por un rato mas.
Abrió la puerta y respiró profundo, se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero a la entrada ―¿Aún estas despierto? - estaba mirando de frente la imagen encorvada y agazapada de su hermano, la mirada colérica y la mano sangrante, el ceño de Alix se frunció y su mandíbula se tensó, odiaba que se lastimara, no lo soportaba. Se acercó a él a la par que cortaba un trozo de tela de su falda, rasgándola para poder cubrir las heridas de la mano ―Oh Yves ¿por que? - besó el dorso de la mano pálida manchándose los labios con el líquido carmesí.
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“As the bacchae knew, we always tear our gods to bits, and eat the bits we like.”
— Adam Gopnik, What did Jesus do?
— Adam Gopnik, What did Jesus do?
El mundo jamás lo entendería y a Yves no le importaba eso. Para el heredero Poulenc, todos estaban por debajo y sus opiniones carecían de relevancia alguna. Los humanos eran herramientas, cosas que se podían poseer y desechar con la misma facilidad, y nada más. Si el mundo no entendía su enorme, pero eso sí, retorcido amor por Alix, era porque sus mentes no alcanzaban a lidiar con algo como aquello. Era profano y sagrado a partes iguales. En su melliza, el joven hechicero encontraba consuelo y herida, enfermedad y descanso, su otra mitad y también, la única persona capaz de interponerse en su camino. Alix lo era todo para él. Por eso, la sola idea de verla salir por la puerta de su casa, heredada por generaciones entre los miembros de su nombre, perdía la razón; porque ella se la llevaba. No le dejaba ni una pizca. El mundo jamás lo entendería, jamás comprendería que si Yves no había destruido a todos y a todo aún, era por la presencia de su hermana.
No dijo nada y hasta que no la vio, ahí, al frente, hermosa y perfecta como ninguna otra mujer podría aspirar nunca a serlo, sintió finalmente el ardor de los cortes que los vidrios rotos provocaron en su mano. Tensó la mandíbula y siguió con la mirada a su hermana. Sólo hasta que lo tomó, hasta que lo tocó, reaccionó. Sus delgados labios esbozaron una media sonrisa que se acentuó al sentir la boca ajena sobre su sangre. Un tacto que conocía demasiado bien. Borró el gesto en cuanto volvieron a cruzar miradas. Tan iguales, nacidas del mismo hierro y el mismo fuego.
—Porque no soporto la idea de que estés lejos de mí —al fin respondió con enojo. Arrebató la mano sangrante de las de su hermana, ahora envuelta por un trozo de su falda. Para Yves, todo significaba algo, encontraba símbolos y mensajes en cada cosa a su alrededor, y aquel proceder de Alix reverberó en su interior con intensidad. Lo curaba, de las mismas heridas que ella provocaba.
Se giró y le dio la espalda, apretando los puños, empapando el pedazo de tela que cubría los cortes. Tomó aire para tranquilizarse. Era un hombre colérico, temido por sus subordinados, pero con ella rara vez que perdía el control.
—¿Cómo te fue? ¿Qué quería el viejo? Sus negocios fueron con nuestro padre, no contigo —seguía áspero por la sola idea de que aquel horrible sujeto hubiera estado a solas con su hermana. Se volteó y en dos zancadas estuvo frente a Alix de nuevo. La tomó con ambas manos de la mandíbula, manchando el rostro con la sangre que se sublimaba entre el tejido del paño, mezclándose con la que ya tenía en los labios—. ¿No lo recuerdas? ¿No recuerdas cómo ese cerdo te veía cuándo éramos más jóvenes? Dime que no te tocó… o lo mataré —y ella sabía que lo haría. Que no era una amenaza vacía. Sabía que las manos y la consciencia de su hermano no estaban limpias. No era sólo Gustave; aquello había sido sólo el comenzó de una senda macabra.
Sin poder evitarlo, teniéndola así, acercó ambos rostros y la besó; sabía a su sangre, pero ¿no compartían hasta eso, después de todo? Legado y crímenes, ese era el gran vínculo que los unía, que se transformaba en un amor tan podrido que apestaba a leguas. Tan erróneo que no tenía vía de redención. Y sin embargo, era un amor puro, como ningún otro. Puro odio, y pura rabia. Pura oscuridad y puras sombras. Pero era puro.
—Eres mía —le susurró cuando se separó de ella apenas unos centímetros. Recargó la frente en la ajena y no la soltó. Mantuvo los ojos cerrados. Su voz sonó como un rumor débil. Un miedo, más que una aseveración—. Que no se te olvide, y el mundo no lo olvidará.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/09/2015
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Re: Gods & Monsters → Privado
“People who claim that they're evil
are usually no worse than the rest of us...
It's people who claim that they're good,
or any way better than the rest of us,
that you have to be wary of.”
― Gregory Maguire, Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West
are usually no worse than the rest of us...
It's people who claim that they're good,
or any way better than the rest of us,
that you have to be wary of.”
― Gregory Maguire, Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West
Infantil y visceral, así podía definir a su hermano, y dentro de aquella definición iba implícito el hecho de que era un ser maleable, al menos bajo su toque. Eran terribles estando juntos, pero por separados, Yves era el peor.
Alzó nuevamente la vista, viéndose reflejada en los ojos ajenos, cristalinos y llenos de odio, rencor, amor y ternura, un torbellino que se convertía en huracán y que solo ella era capaz de calmar, o crear. Rodó los ojos en blanco cuando su mellizo arrebató su mano, respiró profundo y se irguió detrás de él.
―Nunca estoy lejos de ti - dijo con calma, Alix era lo contrario a Yves, eso había quedado claro desde el nacimiento, pero él la complementaba, le daba la fuerza suficiente para ser ella la racional; todos los sirvientes lo sabían, por eso preferían no toparse con ninguno, ni juntos ni separados, y si tenían que elegir, optarían siempre por verlos juntos.
Lo escuchó, no le retobó, nunca lo hacía, no había necesidad de elevar el tono de la voz
―Los negocios de nuestros padre se volvieron nuestros cuando nos deshicimos de él Yves - la mancha de su pasado, aquel pecado tan grande que cometieron ambos, no era algo de lo que se avergonzara, no era algo que ocultara, se sentía orgullosa de ello aunque eso significase su eterna condena.
No se inmutó, no retrocedió ante la imagen amenazante que se acercaba a ella, Yves podía ser el hombre mas temido de la faz de la tierra -o al menos por sus sirvientes- pero ella no lo veía de esa manera, al contrario, solo se reflejaba en sus ojos un pequeño haciendo rabietas; alzó la frente obligada por el agarre de su hermano sobre su mandíbula, estrujando sus mejillas, levantó una mano tomándolo por la muñeca ―¿Acaso no me conoces? ¿me crees capaz de semejante bajeza? - había cierto dejo de molestia en su voz, pero aún así, su rostro no se alteró.
El aliento de su mellizo se mezclaba con el propio, o quizás solo regresaba nuevamente a sus pulmones, todo lo que era él era de ella y viceversa, uno no podía existir sin el otro, marcados en la noche del diablo, llevando el pecado a cuestas todos los días por el resto de sus vidas, algo que les tenía sin cuidado.
Entrecerró los ojos al sentir el beso, respondió entreabriendo los labios, saboreando la sangre mezclada con saliva, era retorcido para otros, pero tan normal para ellos, apenas si se movió, abrió los ojos cuando sintió la frente de su hermano recargada en la propia ―Somos de ambos - la diestra subió hasta posarse en la mejilla del brujo, y así como llegó, la retiró haciéndose a un lado ―Pero no puedes esperar que no salga de esta casa, lo haré sola... o acompañada - le dio la espalda antes de finalizar la oración, sabía que si lo miraba directo a los ojos, tomaría aquello como una afrenta.
Caminó hasta el pequeño mueble de madera tallada que hacia las veces de cantina, tomó un vaso y vertió coñac en el ―Lo necesitamos, Yves- le dijo enfrentándolo con la mirada nuevamente, se había girado después de servir la bebida y ahora caminaba hacia él ―¿Me crees capaz de hacer algo que no nos beneficie a ambos? - la mano libre volvió a dejar una caricia sobre el rostro ajeno ―Nunca mas vuelvas a creerme capaz de semejante acto - Alix no era tan entregada como su hermano, le tenía tanta devoción como él le recitaba, pero sin duda no era una mujerzuela que se deslizara en la cama de alguien como aquel viejo; bajo la mirada y tomó la mano herida de su hermano descubriéndola nuevamente y vertiendo sobre la herida la bebida.
―Tenemos que idear como atraerlo, él es perfecto para el ritual Yves - lo miró con cierta esperanza en el rostro, pero mas que nada, con sed de poder.
Alzó nuevamente la vista, viéndose reflejada en los ojos ajenos, cristalinos y llenos de odio, rencor, amor y ternura, un torbellino que se convertía en huracán y que solo ella era capaz de calmar, o crear. Rodó los ojos en blanco cuando su mellizo arrebató su mano, respiró profundo y se irguió detrás de él.
―Nunca estoy lejos de ti - dijo con calma, Alix era lo contrario a Yves, eso había quedado claro desde el nacimiento, pero él la complementaba, le daba la fuerza suficiente para ser ella la racional; todos los sirvientes lo sabían, por eso preferían no toparse con ninguno, ni juntos ni separados, y si tenían que elegir, optarían siempre por verlos juntos.
Lo escuchó, no le retobó, nunca lo hacía, no había necesidad de elevar el tono de la voz
―Los negocios de nuestros padre se volvieron nuestros cuando nos deshicimos de él Yves - la mancha de su pasado, aquel pecado tan grande que cometieron ambos, no era algo de lo que se avergonzara, no era algo que ocultara, se sentía orgullosa de ello aunque eso significase su eterna condena.
No se inmutó, no retrocedió ante la imagen amenazante que se acercaba a ella, Yves podía ser el hombre mas temido de la faz de la tierra -o al menos por sus sirvientes- pero ella no lo veía de esa manera, al contrario, solo se reflejaba en sus ojos un pequeño haciendo rabietas; alzó la frente obligada por el agarre de su hermano sobre su mandíbula, estrujando sus mejillas, levantó una mano tomándolo por la muñeca ―¿Acaso no me conoces? ¿me crees capaz de semejante bajeza? - había cierto dejo de molestia en su voz, pero aún así, su rostro no se alteró.
El aliento de su mellizo se mezclaba con el propio, o quizás solo regresaba nuevamente a sus pulmones, todo lo que era él era de ella y viceversa, uno no podía existir sin el otro, marcados en la noche del diablo, llevando el pecado a cuestas todos los días por el resto de sus vidas, algo que les tenía sin cuidado.
Entrecerró los ojos al sentir el beso, respondió entreabriendo los labios, saboreando la sangre mezclada con saliva, era retorcido para otros, pero tan normal para ellos, apenas si se movió, abrió los ojos cuando sintió la frente de su hermano recargada en la propia ―Somos de ambos - la diestra subió hasta posarse en la mejilla del brujo, y así como llegó, la retiró haciéndose a un lado ―Pero no puedes esperar que no salga de esta casa, lo haré sola... o acompañada - le dio la espalda antes de finalizar la oración, sabía que si lo miraba directo a los ojos, tomaría aquello como una afrenta.
Caminó hasta el pequeño mueble de madera tallada que hacia las veces de cantina, tomó un vaso y vertió coñac en el ―Lo necesitamos, Yves- le dijo enfrentándolo con la mirada nuevamente, se había girado después de servir la bebida y ahora caminaba hacia él ―¿Me crees capaz de hacer algo que no nos beneficie a ambos? - la mano libre volvió a dejar una caricia sobre el rostro ajeno ―Nunca mas vuelvas a creerme capaz de semejante acto - Alix no era tan entregada como su hermano, le tenía tanta devoción como él le recitaba, pero sin duda no era una mujerzuela que se deslizara en la cama de alguien como aquel viejo; bajo la mirada y tomó la mano herida de su hermano descubriéndola nuevamente y vertiendo sobre la herida la bebida.
―Tenemos que idear como atraerlo, él es perfecto para el ritual Yves - lo miró con cierta esperanza en el rostro, pero mas que nada, con sed de poder.
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“He hated all this, and somehow he couldn't get away.”
― Joseph Conrad, Heart of Darkness
― Joseph Conrad, Heart of Darkness
En su rostro de ceño fruncido y labios apretados, de rasgos perfectos como los de su hermana también, apenas se asomó un atisbo de sonrisa al escucharla. No, nunca estaban lejos, aunque una distancia se impusiera entre ambos. Los dos eran parte de una misma cosa, trozos de un alma más grande. Era precisamente porque la creía capaz que soltaba todos esos reclamos. Si Yves era posesivo, aquella característica se potenciaba cuando se trataba de Alix. Quería de algún modo marcarla como suya. Dejarle una señal imborrable para que todo aquel que se atreviera a desnudarla pudiera saberlo. Pero en parte, eran ideas que se fraguaban en su cabeza, un monstruo de celos sólo alimentado por su endeble seguridad —podía aparentar ser el dueño del mundo, pero en el fondo, no era nadie sin ella.
Sabía que tenía razón en todo lo que le estaba diciendo, pero como era su costumbre, no le gustaba escuchar. El joven Poulenc era testarudo como pocos podían llegar a serlo. No era alguien que se guiara por el sentido común, al contrario, era la víscera quien le hablaba la mayoría del tiempo y la que lo hacía actuar. Fue a refutar algo cuando ella se alejó, cuando las palabras de la única parte cuerda que le quedaba, ella, su otredad, lo detuvieron en seco.
Observó los movimientos de Alix sin entender su finalidad, hasta que el paño manchado de sangre ahora se empapaba también de coñac. Siseó de ardor y estuvo a punto de quejarse. No por tristeza, ni rabia, sino de dolor real, físico, sus ojos se llenaron de lágrimas, mismas que logró disimular. Alzó el rostro para ver a su melliza en busca de una respuesta a semejante crueldad. Él, que conocía de primera mano la saña, sabía que esto era simplemente una lección, y nada más.
—No volveré a dudar de ti —sentenció mansamente aun batallando el suplicio ejecutado por su hermana. Cerró muy fuerte el puño herido, que supuró más sangre que se mezcló con el alcohol—. Lo intentaré —tampoco era tan idiota como para prometer no volver a sentirse celoso. ¡Era imposible! Alix era de él tanto como él era de ella.
Cuando quiso reclamar algo más, las siguientes palabras de la hechicera lo tomaron desprevenido. Alzó el rostro y la miró con un dejo de sorpresa. Olvidó el sopor que sentía en la mano mojada de coñac.
—¿Cómo lo sabes? Si mal no recuerdo, este ritual en específico nos pide una ofrenda de sangre… —se detuvo y sonrió de manera retorcida. Asintió después—. Claro. Sangre que ha pecado y cuya falta en el mundo, pese —recitó lo que había leído en aquel viejo tomo de magia negra. En definitiva, aquel hombre había pecado, bastaba recordar cómo se comía con la mirada a Alix cuando ésta apenas era una adolescente. Y sin duda, su muerte pesaría en el mundo, era un hombre con poder, si llegara a faltar, muchas cosas se desestabilizarían.
Se acercó de nuevo a su hermana y la acarició con la mano herida. Dejó ahí una mancha de sangre y licor. La volvió a besar, aunque fue de manera más breve.
—Debo admitir que, como siempre, lo solucionas todo —su talante cambió, a uno más relajado, más engreído—. No sólo hemos conseguido a la presa que buscábamos, sino que me vengaré de ese cerdo… dos pájaros de un tiro —su sonrisa se acentuó y lució de verdad como el diablo. Recordó lo que sus lecturas le habían enseñado. Ese ritual en especial, era sumamente cruel y se deleitó con la idea.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“Losing your life is not
the worst thing that can happen.
The worst thing is to lose your
reason for living.”
― Jo Nesbø
the worst thing that can happen.
The worst thing is to lose your
reason for living.”
― Jo Nesbø
Tan distante y fría a veces, podía darse a entender que las actitudes de su mellizo o su mera presencia, le molestaban, pero ¿quién si no ella, iban a mantener la calma y la razón? si se comportara como reflejo de Yves ¿que destino tendría el mundo?. Las rabietas que hacía ella eran mas silenciosas, pensadas, creadas, era vengativa y no había otra cosa que disfrutase mas que ver el sufrimiento real en los ojos de quienes la recibían, incluso en los perfectos color verde de su hermano.
Su rostro se mantuvo sereno, casi inexpresivo, ante la mueca controlada y el dolor ahogado de Yves, ella podía sentirlo, estaban conectados incluso a ese nivel, pero no por ello, cedería ante las rabietas infantiles del hechicero.
―Debes controlar mas tus impulsos Yves, o acabaras muerto - aquello lo dijo con un tono sombrío que inundó su rostro, sabía que era imposible, en parte por la propia naturaleza de su mellizo y en parte porque ella jamás lo permitiría, pero aquello lo dijo mas como una amenaza, si algo le pasaba, ella sería la única responsable.
Si algo le había enseñado la vida -su vida- era a no tentar al diablo, y que si lo haces, no te quedará mas opción que unirte a él, para su fortuna o desgracia, ella había nacido unida al demonio mismo, aunque ¿quien dice que no lo era ella?. Alzó nuevamente el rostro, ahora estaba frente a ella el reflejo perfecto que Yves le ofrecía, su mundo se volvía una completa calamidad con o sin él, fuera cual fuese la situación, el resultado era el mismo. Recargó la mejilla sobre la palma, aún empapada en alcohol, y cerró los ojos al sentir los labios delgados sobre los propios. Un movimiento nada típico de ella, lo detuvo en seco, jalando de la manga de la mano contraria a la herida, acercándolo a ella, pegando su cuerpo al de él, uno solo, como siempre eran ―Solo hago lo que debo, por ambos - alzó de a poco el rostro, dejando que la punta de su nariz acariciara el filo de la barbilla cincelada ―No volveré a permitir que algo, o alguien, intente separarnos - separó el rostro a penas milímetros, y fijo los ojos en los del mismo tono, aquella amenaza iba para todo aquel que cayera en la definición, Alix no era visceral, no estaba en su papel o naturaleza, pero tampoco era dócil.
Apenas si rozó los labios de su mellizo, lo incitaba mas no lo alentaba; subió la diestra hasta que esta se poso sobre la mejilla contraria dejando que se deslizara hasta la nuca del hechicero, sus dedos despeinaban el cabello castaño y la yema de estos presionaba para acercarlo mas ―Tiene que pagar, y nosotros tenemos que ser los verdugos - las palabras de Alix siempre lograban enterrarse en la mente de Yves, ella pedía y él lo tomaba como una orden ―Su ausencia pesará, si, pero nadie lo extrañará, al menos se que yo no lo haré, no su mirada que traspasaba hasta la piel - pegó la frente con la ajena, ahora solo lo incitaba, encendía la pequeña chispa de odio dentro de su hermano para que se convirtiera en un incendio incontrolable.
No dijo mas, selló aquel contrato invisible con un beso, uno ansioso y desesperado que iba mas alla del rastro de ternura que había dejado el de su hermano, ahora no quería cursilerías, necesitaba saber que Yves no pensaría otra cosa diferente al ritual, sin preguntas, sin indagar mas del por que la urgencia de Alix.
Su rostro se mantuvo sereno, casi inexpresivo, ante la mueca controlada y el dolor ahogado de Yves, ella podía sentirlo, estaban conectados incluso a ese nivel, pero no por ello, cedería ante las rabietas infantiles del hechicero.
―Debes controlar mas tus impulsos Yves, o acabaras muerto - aquello lo dijo con un tono sombrío que inundó su rostro, sabía que era imposible, en parte por la propia naturaleza de su mellizo y en parte porque ella jamás lo permitiría, pero aquello lo dijo mas como una amenaza, si algo le pasaba, ella sería la única responsable.
Si algo le había enseñado la vida -su vida- era a no tentar al diablo, y que si lo haces, no te quedará mas opción que unirte a él, para su fortuna o desgracia, ella había nacido unida al demonio mismo, aunque ¿quien dice que no lo era ella?. Alzó nuevamente el rostro, ahora estaba frente a ella el reflejo perfecto que Yves le ofrecía, su mundo se volvía una completa calamidad con o sin él, fuera cual fuese la situación, el resultado era el mismo. Recargó la mejilla sobre la palma, aún empapada en alcohol, y cerró los ojos al sentir los labios delgados sobre los propios. Un movimiento nada típico de ella, lo detuvo en seco, jalando de la manga de la mano contraria a la herida, acercándolo a ella, pegando su cuerpo al de él, uno solo, como siempre eran ―Solo hago lo que debo, por ambos - alzó de a poco el rostro, dejando que la punta de su nariz acariciara el filo de la barbilla cincelada ―No volveré a permitir que algo, o alguien, intente separarnos - separó el rostro a penas milímetros, y fijo los ojos en los del mismo tono, aquella amenaza iba para todo aquel que cayera en la definición, Alix no era visceral, no estaba en su papel o naturaleza, pero tampoco era dócil.
Apenas si rozó los labios de su mellizo, lo incitaba mas no lo alentaba; subió la diestra hasta que esta se poso sobre la mejilla contraria dejando que se deslizara hasta la nuca del hechicero, sus dedos despeinaban el cabello castaño y la yema de estos presionaba para acercarlo mas ―Tiene que pagar, y nosotros tenemos que ser los verdugos - las palabras de Alix siempre lograban enterrarse en la mente de Yves, ella pedía y él lo tomaba como una orden ―Su ausencia pesará, si, pero nadie lo extrañará, al menos se que yo no lo haré, no su mirada que traspasaba hasta la piel - pegó la frente con la ajena, ahora solo lo incitaba, encendía la pequeña chispa de odio dentro de su hermano para que se convirtiera en un incendio incontrolable.
No dijo mas, selló aquel contrato invisible con un beso, uno ansioso y desesperado que iba mas alla del rastro de ternura que había dejado el de su hermano, ahora no quería cursilerías, necesitaba saber que Yves no pensaría otra cosa diferente al ritual, sin preguntas, sin indagar mas del por que la urgencia de Alix.
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“Cruelty is a gift humanity gave itself.”
— Hannibal Lecter
— Hannibal Lecter
El mundo podía ver a los mellizos Poulenc y creer que Yves era quien llevaba las riendas, como heredero de la estirpe, como guardián del aquelarre de Montmartre, y Alix se encargaba de dejarlo aún más tácito, actuarlo de manera creíble, dándole la ilusión de control, que no hubiera lugar a dudas, pues de ese modo, sus hilos no se notaban. Así nadie veía que era ella quien manipulaba a su hermano y la situación a su antojo. «Por ambos», ese había sido el mantra por años. Siempre juntos contra el mundo, tan era así, que no hacía falta que ella dijera más, eso bastaba para él, para seguir ciegamente los deseos de su hermana y amante, que ante sus oídos, eran órdenes. Yves tenía al mundo en un puño, pero Alix lo tenía a él de igual modo. Era ella la reina y ejecutora.
Escuchó mientras correspondía la cercanía de su hermana. No dijo nada, sólo asentía cuando podía y empujaba su cuerpo contra el ajeno, tratando de que no quedaran espacios vacíos entre ambos. Sin duda Alix lo conocía a la perfección, sabía qué decir para avivar el fuego de su odio, qué yagas y qué heridas tocar para hacerlo reaccionar. Gruñó contra la piel de su melliza y con fuerza y arrebato la llevó contra la pared. Con ambas manos, la buena y la herida, tomó el rostro y la besó con pasión. La tomó con lascivia de su trasero, haciendo que ambas caderas pegaran.
—Lo haré. Lo haremos —le prometió mientras recorría el cuello ajeno con besos—. Pagará con su sangre y nuestros señores estarán satisfechos —se detuvo y la miró directo a los ojos, tan iguales a los propios. Sus señores… los amos de los infiernos, los príncipes del inframundo, esos que les concedían poder y favores a cambio de sacrificios que ellos no dudaban hacer. La vida humana para Yves era tan desechable como un pañuelo. Cumplía sólo un propósito para alcanzar sus metas egoístas donde sólo contemplaba a Alix.
Esposos-hermanos que lo gobiernan todo.
—Me encargaré que cada uno de sus últimos segundos en esta vida sean un sufrimiento indecible. Nadie… nadie puede mirarte como él lo hizo —aseguró. Su boca se torció en una mueca inicua y sus ojos se abrieron de tal modo que en ellos sólo se pudo ver reflejada una cosa. O dos, sinónimas. La locura y Alix.
Se separó al fin y caminó por la habitación con paso resuelto. Era nuevamente el dueño de todo lo que sus ojos alcanzaban a ver. Se acercó a un estrecho librero junto a la chimenea y de él extrajo un libro de pastas negras sin ningún título. Sólo una cenefa dorada lo cruzaba en la parte inferior. Se notaba antiguo, desgastado y valioso.
—Aquí —dijo mientras buscaba una página de aquel tomo—, aquí está lo que necesitamos —al fin llegó a la página que necesitaba. Extendió el ejemplar a su hermana. Tenía un pesado texto con muy poco espacio de interlineado, estaba a dos columnas, mismas que sólo se veían interrumpidas por un grabado en aguafuerte.
La ilustración mostraba el sopor de la víctima. Incluso siendo un dibujo, uno podía sentir el dolor y la zozobra. Un hombre, de ojos desorbitados y mueca de suplicio, era desollado vivo. Así debía hacerse, de acuerdo al ritual, y por un momento a Yves le pareció más atrayente la idea de propiciar tal tortura, que las consecuencias de la misma.
Última edición por Yves Poulenc el Mar Abr 12, 2016 11:19 pm, editado 1 vez
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“This, the language of deception,
we both understand. We were born to it,
along with the curses.”
― Holly Black, Red Glove
we both understand. We were born to it,
along with the curses.”
― Holly Black, Red Glove
La agresividad y locura habían sido la cuna y lecho de ambos, en los años mas tiernos y decisivos de su desarrollo ¿que pecado habrían cometido sus padres? engendrarlos quizás. Pudo sentir el calor subir por el cuerpo de su mellizo y conducirlo al propio, por un momento, creyó perder la poco cordura y compostura que le quedaba; mas aún cuando Yves tuvo la osadía de llevarla contra la pared.
Gruño, o quizás gimió, echó la cabeza para atrás y sus manos se aferraron con fuerza a la nuca de su igual, aventó la cadera hacia el frente, inclusive entreabrió las piernas cuando sintió aquellas manos que conocían su cuerpo de memoria. Ella siempre tenía algo que decir, algo que objetar o aclarar, pero en ese momento, fue mas la ansia de su cuerpo que la de su mente, un ronroneo brotó de su garganta al sentir los besos esparcidos sobre su cuello ―Yves... - alcanzo a formular ese nombre, de la manera tan poco usual que tenía y que solo era para ser escuchada por él, no supo en que momento, la pasión nubló su mente, y se arrepintió de haber entrado en tal estado.
A penas si logró recuperar la compostura y enfocar la mirada en su mellizo cuando este se separo de ella, trayéndola nuevamente a la idea central el ritual, como si se tratase de un espejo, una sonrisa maliciosa apareció en sus labios. Ambos demoniacos, señores de la obscuridad al servicio de un solo amo.
Yves dejó solo bochorno sobre la piel de su melliza, la bruja podía sentir como la humedad flotaba en la habitación, lo miró caminar por la habitación y sonrió, sonrió triunfante de su procesión mas preciada. Retomó el ritmo pausado de la respiración antes interrumpida, y se acercó a su mellizo cuando este le extendió el texto, ese con letras escritas en un idioma antiguo, perdido, casi olvidado... de no ser por ellos ―Justo así, amado hermano, justo así- sus delicados dedos acariciaron el borde de la pagina y después toda la hoja, alzó la vista al hechicero y sonrío, satisfecha y entusiasmada, expectante y consciente.
Tomó el libro con ambas manos y comenzó a leer el texto, a grabar con fuego las palabras en su mente, tenía esa facilidad ―Luna de sangre, eso es es justo en tres noches - cerró el libro y se lo entregó a su hermano ―Ahora solo falta preparar la carnada - torció los labios en media sonrisa. Así eran ellos, hijos de la noche y el pecado, almas negras que gozaban con el sufrimiento ajeno.
Gruño, o quizás gimió, echó la cabeza para atrás y sus manos se aferraron con fuerza a la nuca de su igual, aventó la cadera hacia el frente, inclusive entreabrió las piernas cuando sintió aquellas manos que conocían su cuerpo de memoria. Ella siempre tenía algo que decir, algo que objetar o aclarar, pero en ese momento, fue mas la ansia de su cuerpo que la de su mente, un ronroneo brotó de su garganta al sentir los besos esparcidos sobre su cuello ―Yves... - alcanzo a formular ese nombre, de la manera tan poco usual que tenía y que solo era para ser escuchada por él, no supo en que momento, la pasión nubló su mente, y se arrepintió de haber entrado en tal estado.
A penas si logró recuperar la compostura y enfocar la mirada en su mellizo cuando este se separo de ella, trayéndola nuevamente a la idea central el ritual, como si se tratase de un espejo, una sonrisa maliciosa apareció en sus labios. Ambos demoniacos, señores de la obscuridad al servicio de un solo amo.
Yves dejó solo bochorno sobre la piel de su melliza, la bruja podía sentir como la humedad flotaba en la habitación, lo miró caminar por la habitación y sonrió, sonrió triunfante de su procesión mas preciada. Retomó el ritmo pausado de la respiración antes interrumpida, y se acercó a su mellizo cuando este le extendió el texto, ese con letras escritas en un idioma antiguo, perdido, casi olvidado... de no ser por ellos ―Justo así, amado hermano, justo así- sus delicados dedos acariciaron el borde de la pagina y después toda la hoja, alzó la vista al hechicero y sonrío, satisfecha y entusiasmada, expectante y consciente.
Tomó el libro con ambas manos y comenzó a leer el texto, a grabar con fuego las palabras en su mente, tenía esa facilidad ―Luna de sangre, eso es es justo en tres noches - cerró el libro y se lo entregó a su hermano ―Ahora solo falta preparar la carnada - torció los labios en media sonrisa. Así eran ellos, hijos de la noche y el pecado, almas negras que gozaban con el sufrimiento ajeno.
Alix Poulenc**- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“Fire and blood.”
Mientras Alix contemplaba el texto que él había localizado en un santiamén, pues eso, entre otras cosas, era lo que aportaba a la relación, Yves la observó detenidamente. Tan parecida a él, y tan diferente también. La amaba, no le cabía duda de eso, y no le importaba las implicaciones de ello. De no ser porque tenía que cargar con el peso de su familia, hace mucho que la hubiera tomado y se la hubiera llevado lejos, para iniciar una vida juntos en una tierra donde nadie los conociera. En donde no fueran Alix y Yves Poulenc, hermanos; sino Alix y Yves Poulenc, esposos. Entonces resultaba increíble observarlo, verlo andar por ambos extremos del espectro.
Por un lado, la crueldad más pura. El deleite de propinar torturas indecibles a inocentes y no tanto. Y por el otro, el amor desmesurado y enfermo que le profesaba a su melliza. Ese era Yves, ese siempre había sido. Voluble y volátil. De extremos, sin puntos medios. Alzó el rostro cuando ella volvió a hablar y reflejó lo mismo que ella estaba pensando. Eran el espejo más fiel uno del otro.
—Tenemos pocos días —sentenció. Su sonrisa, afilada, inteligente y terrible, se acentuó, pero esta vez fue por el mero hecho de observarla después de sus besos. La deseaba, pero es que siempre la deseaba. Y lo hacía de un modo egoísta, la quería sólo para él. Cerrarían el pacto, tal vez, revolcándose en la cama—. Resulta una presa muy sencilla de atrapar, con la carnada adecuada —quitó de las manos de su hermana el libro y se inclinó para besarla. Lo hizo en la comisura de los labios, de aquel modo, incluso lograba comportarse tierno.
—Tendrás que ir. Seducirlo. Hacerlo caer. Yo me encargaré del resto —no hacía falta. No era como si Alix misma no tuviera las manos manchadas de sangre. No la estaba salvando de ningún tipo de condena; ambos estaban más allá de cualquier redención. No, lo que sucedía era más sencillo: Yves simplemente disfrutaba matando.
Había algo en ver a alguien agonizar, en ser lo último que sus unos ojos aterrorizados vean. Era una reafirmación de poder que, en la dinámica con su hermana, no poseía y quizá por eso buscaba compensarse en otro lado.
—¿Recuerdas la noche en la que matamos a Gustave? —Se acercó a ella de nuevo y la tomó por la cintura. Hablaba de su difunto padre—. Fue una noche así —muchos rituales requerían posicionamiento especial de los astros. Estos dos, en concreto, coincidían con el tipo de luna que debía reinar. Aunque la muerte de su progenitor había sido distinta, no menos cruel. Lo dejaron desangrarse, observándolo impávidos y atroces.
—No creo en las coincidencias, Alix. No puedo hacerlo cuando puedo ver el futuro, sin embargo, creo en los símbolos. Creo que esto es apología a nuestros caminos, a nuestra historia —pero ya no era Yves humano al decir aquello, era Yves el demonio en medio del éxtasis, un ser no terrenal, que besaba en medio del estupor a su hermana mientras hablaba contra su piel.
Yves Poulenc- Hechicero Clase Alta
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Re: Gods & Monsters → Privado
“The treachery of demons
is nothing compared to the betrayal of an angel.”
― Brenna Yovanoff, The Space Between
is nothing compared to the betrayal of an angel.”
― Brenna Yovanoff, The Space Between
Hacía mucho tiempo que ambos sabían el destino que les esperaba, no, no ese que ellos pretendían, que anhelaban, si no aquel con sufrimiento y terror entrelazado. No era para menos. Ambos perdieron su humanidad en el momento en el que se entregaron al pecado, a la sangre, a la lujuria, pero quizás no había otro camino para ambos, eran uno solo en diferentes cuerpos, no podían mantenerse alejados por mucho tiempo antes de que perdieran la estabilidad, así ¿como se suponía que no fueran presa de la locura envuelta de maldad?
Alix sonrió decidida, sabía lo que vendría, sabía que la parte clave del ritual era suya, no, no se refería por el momento en el cual arrebatarían la vida de aquella escoria, esa parte pertenecía a Yves, si ella le quitaba eso, a pesar de que jamás se lo echaría en cara, sabía que muy en el fondo, jamás se lo perdonaría. Pero sin una presa, no habría cacería, y solo ella podía obtenerla.
El beso le erizó la piel, de manera distinta a como solía hacerlo, lo amaba, no había duda de ello, pero a veces resultaba difícil saber como manejarlo, como expresar un sentimiento tan puro en algo tan revuelto y mezquino como lo eran ellos. Sus dedos rozaron el sitio donde la había besado, un leve cosquilleo permaneció allí.
No era frecuente que Alix quedara embelesada, pero su mellizo lograba sacar esa parte con ciertas actitudes, ciertas palabras, ciertos ademanes; la pregunta rompió el encanto y su rostro se iluminó con una sádica excitación ―No es un recuerdo que pretenda olvidar - si, Yves podía ser un sanguinario y maldito demente, pero Alix no se quedaba detrás, su mente estaba igual o inclusive mas trastornada que la de su hermano, el poder era lo que la alimentaba, el dolor ajeno su motor.
Sus manos perdieron razón y obediencia, y ella, simplemente las dejó reclamar lo que por derecho era suyo. Se dejó hacer por el hombre delante de ella, se entregó como una y tantas veces ―Sera lo que tú decidas, lo que nosotros queramos, y si se muestran ante ti es porque ya has desechado el resto, eres amo y señor del averno, los diablos y demonios se arrodillan ante ti ¿crees que no lo harán los mortales? - tomó el rostro ajeno entre sus manos de parca ―Eres un dios de muerte Yves, lo que desees se torna realidad - aquella voz en la cabeza del brujo, esa que le decía lo importante y magnánimo que era, solo era la voz de Alix que se aferró a lo mas profundo de sus entrañas, lo manipulaba, era un hecho, pero una parte de ella, también se creía todo lo que decía
Alix sonrió decidida, sabía lo que vendría, sabía que la parte clave del ritual era suya, no, no se refería por el momento en el cual arrebatarían la vida de aquella escoria, esa parte pertenecía a Yves, si ella le quitaba eso, a pesar de que jamás se lo echaría en cara, sabía que muy en el fondo, jamás se lo perdonaría. Pero sin una presa, no habría cacería, y solo ella podía obtenerla.
El beso le erizó la piel, de manera distinta a como solía hacerlo, lo amaba, no había duda de ello, pero a veces resultaba difícil saber como manejarlo, como expresar un sentimiento tan puro en algo tan revuelto y mezquino como lo eran ellos. Sus dedos rozaron el sitio donde la había besado, un leve cosquilleo permaneció allí.
No era frecuente que Alix quedara embelesada, pero su mellizo lograba sacar esa parte con ciertas actitudes, ciertas palabras, ciertos ademanes; la pregunta rompió el encanto y su rostro se iluminó con una sádica excitación ―No es un recuerdo que pretenda olvidar - si, Yves podía ser un sanguinario y maldito demente, pero Alix no se quedaba detrás, su mente estaba igual o inclusive mas trastornada que la de su hermano, el poder era lo que la alimentaba, el dolor ajeno su motor.
Sus manos perdieron razón y obediencia, y ella, simplemente las dejó reclamar lo que por derecho era suyo. Se dejó hacer por el hombre delante de ella, se entregó como una y tantas veces ―Sera lo que tú decidas, lo que nosotros queramos, y si se muestran ante ti es porque ya has desechado el resto, eres amo y señor del averno, los diablos y demonios se arrodillan ante ti ¿crees que no lo harán los mortales? - tomó el rostro ajeno entre sus manos de parca ―Eres un dios de muerte Yves, lo que desees se torna realidad - aquella voz en la cabeza del brujo, esa que le decía lo importante y magnánimo que era, solo era la voz de Alix que se aferró a lo mas profundo de sus entrañas, lo manipulaba, era un hecho, pero una parte de ella, también se creía todo lo que decía
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