AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando el pasado te alcance - Flashback [Privado]
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Cuando el pasado te alcance - Flashback [Privado]
La confianza de los inocentes es la más útil herramienta del mentiroso.
Stephen King
Los deseos de venganza o el mismo odio solían llevar a las personas a caminos que nunca se esperaban por atravesar. Existían situaciones en las que la vida llevaba a encuentros bastante extraños que parecían más meras casualidades que nada, pero detrás de cada acto, existe un propósito oculto que no todos son capaces de entender o captar. Scarlett Seligman había sido empujada a la inquisición por el deseo de terminar con los sobre naturales; un sueño guiado por el odio y el dolor de quien perdiera a su madre en garras de una de aquellas criaturas y precisamente en esa ocasión, recibía como misión encontrar a una hechicera, una mujer que había sido puesta en la lista de amenazas por su propio padre. ¿Qué le había llevado a tomar una decisión como esa? Scarlett no lo sabía y tampoco le interesaba, para ella su trabajo siempre estaba claro y lo mejor era cumplirlo de la mejor manera posible, sin hacerse demasiadas preguntas y sin permitir que nadie penetrara en la coraza que ponía a su alrededor.
Aquella misión, no incluía seres que se podían encontrar solo por la noche y debido a ese detalle era que las ropas de la inglesa consistían en un vestido sencillo y armas ocultas por entre sus ropas. Pese a la apariencia de que le costara moverse con aquella clase de prendas, no había nada más alejado de la realidad, pues Scarlett no veía dificultad alguna en la manera en que vistiera. Quizás el único inconveniente que veía era que aún era bastante temprano y la gente caminaba de un sitio a otro por las calles de París, así que lo que ahora debía hacer, era encontrar primero que nada a la escurridiza bruja de nombre Lavern, quien según los informantes se encontraba regularmente cerca de las calles que ahora transitaba la inquisidora.
Con paso calmo, aparentando ser una mujer más en busca de distracciones o compras, Scarlett avanzaba entre la gente, tratando de encontrar el rostro de la mujer que le indicaban era la presa de esa ocasión. Los ojos de la inglesa recorrieron distintos lugares, al igual que sus pies que le guiaban entre las calles aquellas hasta que dio con un rostro que le parecía familiar. Los ojos de la inquisidora se entornaron y observo con detalle a la mujer, quien lucía despreocupada mientras que una sonrisa aparecía en los labios de Scarlett. A partir de ese momento, no le perdió la pista, siguiendo siempre entre las calles más aglomeradas hasta que finalmente llegaron a un pequeño callejón. En ese momento fue que apresuro el paso y al quedar bastante cerca de la bruja, finalmente hablo.
– Disculpa, ¿Eres Lavern? – la voz dulce de Scarlett y su sonrisa inocente salieron a relucir. Parecía tan inocente cuando hacía esos gestos que pocos podían llegar verdaderamente a verla como la mujer despiadada que solía ser cuando trabajaba.
Stephen King
Los deseos de venganza o el mismo odio solían llevar a las personas a caminos que nunca se esperaban por atravesar. Existían situaciones en las que la vida llevaba a encuentros bastante extraños que parecían más meras casualidades que nada, pero detrás de cada acto, existe un propósito oculto que no todos son capaces de entender o captar. Scarlett Seligman había sido empujada a la inquisición por el deseo de terminar con los sobre naturales; un sueño guiado por el odio y el dolor de quien perdiera a su madre en garras de una de aquellas criaturas y precisamente en esa ocasión, recibía como misión encontrar a una hechicera, una mujer que había sido puesta en la lista de amenazas por su propio padre. ¿Qué le había llevado a tomar una decisión como esa? Scarlett no lo sabía y tampoco le interesaba, para ella su trabajo siempre estaba claro y lo mejor era cumplirlo de la mejor manera posible, sin hacerse demasiadas preguntas y sin permitir que nadie penetrara en la coraza que ponía a su alrededor.
Aquella misión, no incluía seres que se podían encontrar solo por la noche y debido a ese detalle era que las ropas de la inglesa consistían en un vestido sencillo y armas ocultas por entre sus ropas. Pese a la apariencia de que le costara moverse con aquella clase de prendas, no había nada más alejado de la realidad, pues Scarlett no veía dificultad alguna en la manera en que vistiera. Quizás el único inconveniente que veía era que aún era bastante temprano y la gente caminaba de un sitio a otro por las calles de París, así que lo que ahora debía hacer, era encontrar primero que nada a la escurridiza bruja de nombre Lavern, quien según los informantes se encontraba regularmente cerca de las calles que ahora transitaba la inquisidora.
Con paso calmo, aparentando ser una mujer más en busca de distracciones o compras, Scarlett avanzaba entre la gente, tratando de encontrar el rostro de la mujer que le indicaban era la presa de esa ocasión. Los ojos de la inglesa recorrieron distintos lugares, al igual que sus pies que le guiaban entre las calles aquellas hasta que dio con un rostro que le parecía familiar. Los ojos de la inquisidora se entornaron y observo con detalle a la mujer, quien lucía despreocupada mientras que una sonrisa aparecía en los labios de Scarlett. A partir de ese momento, no le perdió la pista, siguiendo siempre entre las calles más aglomeradas hasta que finalmente llegaron a un pequeño callejón. En ese momento fue que apresuro el paso y al quedar bastante cerca de la bruja, finalmente hablo.
– Disculpa, ¿Eres Lavern? – la voz dulce de Scarlett y su sonrisa inocente salieron a relucir. Parecía tan inocente cuando hacía esos gestos que pocos podían llegar verdaderamente a verla como la mujer despiadada que solía ser cuando trabajaba.
Última edición por Janine Duchannes el Jue Jul 14, 2016 10:34 pm, editado 1 vez
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Re: Cuando el pasado te alcance - Flashback [Privado]
"Son los inocentes y no los sabios los que resuelven las cuestiones difíciles."
Pío Baroja
Después de un turno de mañana en el hostal, desde temprano en la mañana hasta mediados de la tarde, salió a las calles de París mientras que se soltaba el cabello largo que tenía y que aquel día era de color marrón, con unos cuantos visos rubios por los costados. Su vestido, notoriamente de clase media, era de un agradable color miel de tonalidad pastel, al igual que sus zapatos de no muy alto tacón, y mientras que pasaba por el centro de París con la misma ruta de cada día hacia su casa, un bolso color beige colgaba de su hombro y se balanceaba a causa de su rápido y alegre caminar. Y como siempre, por terrible que fuera en realidad su situación económica e Inquisitorial, una amplia sonrisa adornaba su rostro, casi de oreja a oreja.
A diferencia de otras veces en que iba sola por las calles, esta vez no se dio cuenta de que la estaban siguiendo, por lo que continuó su rutina con toda naturalidad: saludó a la dama que a esas horas siempre barría la vereda fuera de su tienda, acarició al gato gordo que dormía sobre un barril fuera de una taberna, se detuvo en la vitrina de un taller de costura a mirar los vestidos y zapatos en exposición, aceptó una flor de la florista de una de las esquinas y pasó a la tienda de siempre a comprar lo que sería su cena. Por unos cuantos francos compró unas cuantas verduras, una botella de leche y, aunque inusual, un pequeño pocillo de cerámica que el tendedero ya no usaba.
Con todo aquello guardado en su bolso, continuó el recorrido, pero en lugar de continuar por la misma calle de siempre, se metió por un callejón a paso rápido y se detuvo junto a un contenedor de basura, justo donde una muchacha se le acercó a hablarle, quien le pilló hurgueteando su bolso. Alzó la vista un segundo para verle y, sin prestar mucha atención, en realidad, le sonrió y continuó buscando dentro de su bolso.- Ah, hola, sí, sí, mi nombre es Lavern. -Contestó mientras sacaba el pocillo y giraba hacia la pared para agacharse y colocarlo en el suelo, sacando entonces la botella de leche y sirviendo un poco en el recipiente.
Chits, chits, ¿dónde están? Vengan aquí, mininos. -Susurró entonces mientras que esperaba a que una camada de gatitos salieran por atrás del contenedor de basura y, cuando se acercaron maullando tiernamente, les acercó el plato con leche. Solo entonces, se puso de pie y sonrió ampliamente a la muchacha.- Disculpa, es que desde ayer no les daba alimento. -Se disculpó mientras se colgaba en bolso al hombro, con la botella de leche a la mitad aún en la mano.- ¿Nos conocemos? No me sé tu nombre y no estoy segura de si te he visto antes, lo siento. -Agregó entonces, extendiéndole su mano libre para un apretón de manos.- Yo soy Lavern, un gusto, ¿tú cómo te llamas?
Pío Baroja
Después de un turno de mañana en el hostal, desde temprano en la mañana hasta mediados de la tarde, salió a las calles de París mientras que se soltaba el cabello largo que tenía y que aquel día era de color marrón, con unos cuantos visos rubios por los costados. Su vestido, notoriamente de clase media, era de un agradable color miel de tonalidad pastel, al igual que sus zapatos de no muy alto tacón, y mientras que pasaba por el centro de París con la misma ruta de cada día hacia su casa, un bolso color beige colgaba de su hombro y se balanceaba a causa de su rápido y alegre caminar. Y como siempre, por terrible que fuera en realidad su situación económica e Inquisitorial, una amplia sonrisa adornaba su rostro, casi de oreja a oreja.
A diferencia de otras veces en que iba sola por las calles, esta vez no se dio cuenta de que la estaban siguiendo, por lo que continuó su rutina con toda naturalidad: saludó a la dama que a esas horas siempre barría la vereda fuera de su tienda, acarició al gato gordo que dormía sobre un barril fuera de una taberna, se detuvo en la vitrina de un taller de costura a mirar los vestidos y zapatos en exposición, aceptó una flor de la florista de una de las esquinas y pasó a la tienda de siempre a comprar lo que sería su cena. Por unos cuantos francos compró unas cuantas verduras, una botella de leche y, aunque inusual, un pequeño pocillo de cerámica que el tendedero ya no usaba.
Con todo aquello guardado en su bolso, continuó el recorrido, pero en lugar de continuar por la misma calle de siempre, se metió por un callejón a paso rápido y se detuvo junto a un contenedor de basura, justo donde una muchacha se le acercó a hablarle, quien le pilló hurgueteando su bolso. Alzó la vista un segundo para verle y, sin prestar mucha atención, en realidad, le sonrió y continuó buscando dentro de su bolso.- Ah, hola, sí, sí, mi nombre es Lavern. -Contestó mientras sacaba el pocillo y giraba hacia la pared para agacharse y colocarlo en el suelo, sacando entonces la botella de leche y sirviendo un poco en el recipiente.
Chits, chits, ¿dónde están? Vengan aquí, mininos. -Susurró entonces mientras que esperaba a que una camada de gatitos salieran por atrás del contenedor de basura y, cuando se acercaron maullando tiernamente, les acercó el plato con leche. Solo entonces, se puso de pie y sonrió ampliamente a la muchacha.- Disculpa, es que desde ayer no les daba alimento. -Se disculpó mientras se colgaba en bolso al hombro, con la botella de leche a la mitad aún en la mano.- ¿Nos conocemos? No me sé tu nombre y no estoy segura de si te he visto antes, lo siento. -Agregó entonces, extendiéndole su mano libre para un apretón de manos.- Yo soy Lavern, un gusto, ¿tú cómo te llamas?
Lavern Connolly- Hechicero Clase Media
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Re: Cuando el pasado te alcance - Flashback [Privado]
Toda misión constituye un vínculo de deber.
Giuseppe Mazzini
La mujer le confirmaba sin preguntar siquiera su nombre, que era Lavern. La inquisidora no necesitaba más que eso, saber que había dado con la mujer indicada, quien quizás muy pronto partiría de aquel mundo y se dirigiría a pagar los pecados cometidos por la maldición que le brindaban sus poderes. Sin embargo, Scarlett le observo con atención, sin dejar de sonreír en ningún momento; la hechicera se mantenía ocupada en sus asuntos y la inquisidora no perdió atención cuando le vio tan despreocupada. Le resultaba increíble como era que aquella hechicera había escapado de las garras de la inquisición durante tanto tiempo si era tan bondadosa y capaz de dejarse tan vulnerable ante un enemigo.
Si bien hubiese podido atacarle y terminar con ella en aquellos instantes donde se encontraba distraída, la realidad era que Scarlett no tenía tan mal corazón, mucho menos cuando se trataba de los animales. Ella misma contaba con si fiel perro Sombra, a quien ese día no llevo consigo pero que regularmente le acompañaba a todas la misiones. Por eso fue que se mantuvo estática, observando como la camada de gatitos se acercaban hasta aquella hechicera que les alimentaba tan bondadosamente. En ocasiones así era cuando Scarlett se cuestionaba sobre su trabajo en la inquisición, sobre que era lo que realmente estaba haciendo con su vida y como se condenaba a si misma llevando sangre en sus manos; pero tan pronto aquellas ideas le surcaban la mente, venían otras en las que recordaba como sus más importantes personas habían desaparecido en manos de criaturas sobre naturales. No podía dejar que la visión que tenía enfrente le enterneciera el corazón así que como siempre, lo cerro a toda bondad y se enfoco en la misión.
– Descuida, podías tomarte todo el tiempo que necesitaras para llevar a cabo tu labor – dijo sonriendo y negó ante su pregunta – No, nunca no hemos visto antes y por tanto es normal que no sepas mi nombre; pero yo estaba buscándote y finalmente te he encontrado – hablaba con tanta paz y tranquilidad que cuando estrecho la mano ajena todo parecía ser un nuevo encuentro entre dos mujeres que se convertirían en amigas – Mi nombre es Scarlett y el gusto es todo mío – cuando el tiempo normal para un saludo ya había transcurrido, la inquisidora apretó más fuertemente la mano ajena y la sonrisa que antes exhibía en su rostro desapareció como por arte de magia – Creo que tu padre se encontrara muy contento cuando le diga que finalmente he asesinado a su hija y lo siento, no es nada personal.
Giuseppe Mazzini
La mujer le confirmaba sin preguntar siquiera su nombre, que era Lavern. La inquisidora no necesitaba más que eso, saber que había dado con la mujer indicada, quien quizás muy pronto partiría de aquel mundo y se dirigiría a pagar los pecados cometidos por la maldición que le brindaban sus poderes. Sin embargo, Scarlett le observo con atención, sin dejar de sonreír en ningún momento; la hechicera se mantenía ocupada en sus asuntos y la inquisidora no perdió atención cuando le vio tan despreocupada. Le resultaba increíble como era que aquella hechicera había escapado de las garras de la inquisición durante tanto tiempo si era tan bondadosa y capaz de dejarse tan vulnerable ante un enemigo.
Si bien hubiese podido atacarle y terminar con ella en aquellos instantes donde se encontraba distraída, la realidad era que Scarlett no tenía tan mal corazón, mucho menos cuando se trataba de los animales. Ella misma contaba con si fiel perro Sombra, a quien ese día no llevo consigo pero que regularmente le acompañaba a todas la misiones. Por eso fue que se mantuvo estática, observando como la camada de gatitos se acercaban hasta aquella hechicera que les alimentaba tan bondadosamente. En ocasiones así era cuando Scarlett se cuestionaba sobre su trabajo en la inquisición, sobre que era lo que realmente estaba haciendo con su vida y como se condenaba a si misma llevando sangre en sus manos; pero tan pronto aquellas ideas le surcaban la mente, venían otras en las que recordaba como sus más importantes personas habían desaparecido en manos de criaturas sobre naturales. No podía dejar que la visión que tenía enfrente le enterneciera el corazón así que como siempre, lo cerro a toda bondad y se enfoco en la misión.
– Descuida, podías tomarte todo el tiempo que necesitaras para llevar a cabo tu labor – dijo sonriendo y negó ante su pregunta – No, nunca no hemos visto antes y por tanto es normal que no sepas mi nombre; pero yo estaba buscándote y finalmente te he encontrado – hablaba con tanta paz y tranquilidad que cuando estrecho la mano ajena todo parecía ser un nuevo encuentro entre dos mujeres que se convertirían en amigas – Mi nombre es Scarlett y el gusto es todo mío – cuando el tiempo normal para un saludo ya había transcurrido, la inquisidora apretó más fuertemente la mano ajena y la sonrisa que antes exhibía en su rostro desapareció como por arte de magia – Creo que tu padre se encontrara muy contento cuando le diga que finalmente he asesinado a su hija y lo siento, no es nada personal.
Scarlett Duchannes- Inquisidor Clase Alta
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Re: Cuando el pasado te alcance - Flashback [Privado]
Estrechó amistosamente la mano de la muchacha mientras que la escuchaba atentamente, sonriendo y estando a punto de responderle con su optimismo natural, cuando escuchó lo último. Su rostro entonces adoptó una expresión severa y su mano reaccionó a apretar tan fuertemente la mano ajena como era apretada. Al mismo tiempo, un escalofrío recorrió su espina dorsal; no por miedo ni emociones parecidas, sino por haber traído nuevamente a su cabeza el recuerdo de su inhumano padre. Tragó saliva y mantuvo la cabeza en alto, mirando a la muchacha directamente a los ojos mientras que respiraba profundamente para relajarse, parpadeando un par de veces.
Me temo -comenzó a hablar de forma calmada- que estar metiéndose en los asuntos familiares de otros no es de muy buena educación, mi niña. -Terminó con aquellas últimas palabras pues pudo notar lo joven que era la inquisidora, sonriendo amargamente ante la situación en la que estaba. Se quedó entonces pensativa, aún con la cabeza en alto y la espalda bien estrecha. No iba a permitir verse asustada por aquello -aunque en realidad sí le aterraba que aquello sucediera algún día-, sino que iba a salir de aquella situación con orgullo, porque no podía permitirse dejar vencer. No, señor, no iba a dejarse blandear, pero tampoco pretendía luchar.- Dime, ¿por qué es que tú, en particular, me quieres asesinar? ¿Te ha dicho mi padre personalmente por qué me quiere cazar? ¿O has sido enviada nada más como un soldado? -Inquirió, suspirando suavemente, desviando la mirada hacia los gatitos bebiendo leche y luego hacia la muchacha.
Escucha. -Llamó su atención con voz decidida.- Jamás he lastimado a alguien y tampoco pretendo comenzar a hacerlo ahora. -Comenzó a hablar.- No voy a darte una pelea, si eso es lo que crees o lo que esperas, pero tampoco pretendo permitir que me mates. -Se escuchaba asertiva, con resolución; y es que no podía, simplemente no podía dejarse derrotar. Se había comprometido en cuidar de Autumn, se había prometido a sí misma salir adelante, se había decidido a vivir una vida plena, llena de vitalidad, alegría y amor; y nadie iba a revertir su destino, aquel que ella forjaba día a día.- Yo no creo que haya hecho algo malo alguna vez, no me arrepiento de nada, por lo que lo que ocurrirá de aquí en adelante nada más será tu decisión. -Se encogió de hombros.- Puedes intentar hacerme daño, para lo cual yo me defenderé y saldré huyendo y no podrás siquiera tocarme nuevamente; o bien puedes dejarme ir por tu propia voluntad. Si lo haces, no tengo problemas en que me sigas, me espíes, entrevistes a cualquiera que me haya visto alguna vez. Nadie podrá decirte que he hecho algo malo hacia ellos, no te miento. -Hizo una pausa.- ¿De verdad quieres asesinar a alguien tan dispuesto a abrirse completamente, de confiar incluso en ti, niña mía? -La miró con expectativas mientras se le humedecían los ojos. Ella solo quería difundir amor, paz y comprensión.- Sí, yo soy Lavern Connolly, nací en Irlanda, soy una bruja, ¿qué pecado hay en aprovechar para hacer el bien una de las mismas cualidades que Dios me ha entregado? -Su mano, que aún sujetaba la ajena, se mantuvo tan firmemente apretando como desde el comienzo, como un reflejo de lo decidida y resuelta que estaba.
Me temo -comenzó a hablar de forma calmada- que estar metiéndose en los asuntos familiares de otros no es de muy buena educación, mi niña. -Terminó con aquellas últimas palabras pues pudo notar lo joven que era la inquisidora, sonriendo amargamente ante la situación en la que estaba. Se quedó entonces pensativa, aún con la cabeza en alto y la espalda bien estrecha. No iba a permitir verse asustada por aquello -aunque en realidad sí le aterraba que aquello sucediera algún día-, sino que iba a salir de aquella situación con orgullo, porque no podía permitirse dejar vencer. No, señor, no iba a dejarse blandear, pero tampoco pretendía luchar.- Dime, ¿por qué es que tú, en particular, me quieres asesinar? ¿Te ha dicho mi padre personalmente por qué me quiere cazar? ¿O has sido enviada nada más como un soldado? -Inquirió, suspirando suavemente, desviando la mirada hacia los gatitos bebiendo leche y luego hacia la muchacha.
Escucha. -Llamó su atención con voz decidida.- Jamás he lastimado a alguien y tampoco pretendo comenzar a hacerlo ahora. -Comenzó a hablar.- No voy a darte una pelea, si eso es lo que crees o lo que esperas, pero tampoco pretendo permitir que me mates. -Se escuchaba asertiva, con resolución; y es que no podía, simplemente no podía dejarse derrotar. Se había comprometido en cuidar de Autumn, se había prometido a sí misma salir adelante, se había decidido a vivir una vida plena, llena de vitalidad, alegría y amor; y nadie iba a revertir su destino, aquel que ella forjaba día a día.- Yo no creo que haya hecho algo malo alguna vez, no me arrepiento de nada, por lo que lo que ocurrirá de aquí en adelante nada más será tu decisión. -Se encogió de hombros.- Puedes intentar hacerme daño, para lo cual yo me defenderé y saldré huyendo y no podrás siquiera tocarme nuevamente; o bien puedes dejarme ir por tu propia voluntad. Si lo haces, no tengo problemas en que me sigas, me espíes, entrevistes a cualquiera que me haya visto alguna vez. Nadie podrá decirte que he hecho algo malo hacia ellos, no te miento. -Hizo una pausa.- ¿De verdad quieres asesinar a alguien tan dispuesto a abrirse completamente, de confiar incluso en ti, niña mía? -La miró con expectativas mientras se le humedecían los ojos. Ella solo quería difundir amor, paz y comprensión.- Sí, yo soy Lavern Connolly, nací en Irlanda, soy una bruja, ¿qué pecado hay en aprovechar para hacer el bien una de las mismas cualidades que Dios me ha entregado? -Su mano, que aún sujetaba la ajena, se mantuvo tan firmemente apretando como desde el comienzo, como un reflejo de lo decidida y resuelta que estaba.
Lavern Connolly- Hechicero Clase Media
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Re: Cuando el pasado te alcance - Flashback [Privado]
Su mano fue apretada con la misma fuerza que ella misma exhibía. Todo aquel encuentro había pasado a ser de lo más hostil con tan solo la mirada y el contacto de las manos de ambas mujeres. Después de que la sonrisa en el rostro de Scarlett y sus severas palabras fueran pronunciadas, una nueva sonrisa apareció en su rostro, una de burla. Si aquella bruja creía que por tener poderes sobrenaturales sería capaz de derrotarla, lo mejor era que se lo pensara dos veces. Seligman nunca fallaba en sus cometidos, se negaba a si misma a aceptar hacerlo y solo morir podía alejarle de un cometido como el que ahora tenía frente a si.
Ladeo el rostro como si no comprendiera del todo las palabras que salían de los labios de la bruja pero la respuesta que dieron sus labios, indicaba que comprendía todo quizás demasiado bien.
– Ya te dije que no es nada personal – aseguró con ese tono de voz tan calmo y bondadoso que solía tener. Las preguntas que Lavern generaba únicamente la hacían parecer más boba e ingenua a los ojos de la inglesa, quien termino por reírse abiertamente antes de comenzar a responder a las interrogantes, responder era lo menos que podía hacer para alguien que estaba viviendo sus últimos momentos – Soy yo porque tu eres la misión que me dieron, bueno, que tu padre me ha dado. No sé los motivos personales de tu padre para cazarte, a mi me basta con saber que eres una bruja y a ti te basta con saber que la inquisición castiga con la muerte a aquellos que usan la magia. Eres únicamente trabajo – finalizó – Solo un trabajo para mi – con aquello creía estarle dando todas las respuestas que necesitaba. Scarlett no la había elegido, ella había caído en sus manos y nada más que eso.
Las manos de ambas mujeres seguían entrelazadas, creando entre ellas un vinculo bastante peculiar dada la situación que vivían.
– Te escucho… – dijo al tiempo que dejaba que la bruja expresara todo lo que debiera. Scarlett era una soldado bastante fiel a la inquisición, sabía que las palabras de los otros no le harían cambiar de opinión respecto a lo que debiera hacer. De hecho, en más de una ocasión sus presas trataron de hacerle cambiar de parecer y aunque la inquisidora les escuchaba con paciencia y muchas veces se mostraba vulnerable, era todo un truco pues al final, todos acaban muriendo y observando el gozo que a la soldado le provocaba ver morir a los sobrenaturales. Seligman se convertía en un monstruo cuando trabajaba y esa era la realidad.
Con expresión neutral escucho todo cuanto Lavern tenía por decirle. Y en algunos momentos verdaderamente se cuestiono a si misma sobre su manera de proceder, pero esas cosas, las experimentó antes y por eso estaba acostumbrada a desterrar los pensamientos y sentimientos inútiles de su ser. Una vez que el silencio se hizo de parte de la bruja, Scarlett suspiro pesadamente y miro a los ojos de su presa de la noche.
– Ya dijiste todo lo que querías, porque no es la primera vez que escucho esta clase de parloteo – sonrió – Dices que no pelearas pero tendrás que hacerlo, dices que escaparas y no volveré a encontrarte pero eso no va a pasar, si escapas voy a capturarte. No me interesa si eres buena o si no has usado tus poderes nunca, matarte es mi misión porque tus poderes ofenden a las personas que les sirvo así como o eres la primera que confía en mi y eso la lleva a su muerte – hizo una pausa – Respecto a tu ultima pregunta… ¿Por qué no se lo preguntas directamente a Dios si es que te acepta en su reino? – y dicho eso, tiró del brazo de Lavern y sacó una de sus queridas dagas, la cual, rozo la mejilla de la hechicera provocándole un ligero corte. Las manos de ambas mujeres se separaron y en los ojos de Scarlett ya no parecía haber nada de la muchacha inocente y buena que en primera instancia se acercó a la bruja.
Ladeo el rostro como si no comprendiera del todo las palabras que salían de los labios de la bruja pero la respuesta que dieron sus labios, indicaba que comprendía todo quizás demasiado bien.
– Ya te dije que no es nada personal – aseguró con ese tono de voz tan calmo y bondadoso que solía tener. Las preguntas que Lavern generaba únicamente la hacían parecer más boba e ingenua a los ojos de la inglesa, quien termino por reírse abiertamente antes de comenzar a responder a las interrogantes, responder era lo menos que podía hacer para alguien que estaba viviendo sus últimos momentos – Soy yo porque tu eres la misión que me dieron, bueno, que tu padre me ha dado. No sé los motivos personales de tu padre para cazarte, a mi me basta con saber que eres una bruja y a ti te basta con saber que la inquisición castiga con la muerte a aquellos que usan la magia. Eres únicamente trabajo – finalizó – Solo un trabajo para mi – con aquello creía estarle dando todas las respuestas que necesitaba. Scarlett no la había elegido, ella había caído en sus manos y nada más que eso.
Las manos de ambas mujeres seguían entrelazadas, creando entre ellas un vinculo bastante peculiar dada la situación que vivían.
– Te escucho… – dijo al tiempo que dejaba que la bruja expresara todo lo que debiera. Scarlett era una soldado bastante fiel a la inquisición, sabía que las palabras de los otros no le harían cambiar de opinión respecto a lo que debiera hacer. De hecho, en más de una ocasión sus presas trataron de hacerle cambiar de parecer y aunque la inquisidora les escuchaba con paciencia y muchas veces se mostraba vulnerable, era todo un truco pues al final, todos acaban muriendo y observando el gozo que a la soldado le provocaba ver morir a los sobrenaturales. Seligman se convertía en un monstruo cuando trabajaba y esa era la realidad.
Con expresión neutral escucho todo cuanto Lavern tenía por decirle. Y en algunos momentos verdaderamente se cuestiono a si misma sobre su manera de proceder, pero esas cosas, las experimentó antes y por eso estaba acostumbrada a desterrar los pensamientos y sentimientos inútiles de su ser. Una vez que el silencio se hizo de parte de la bruja, Scarlett suspiro pesadamente y miro a los ojos de su presa de la noche.
– Ya dijiste todo lo que querías, porque no es la primera vez que escucho esta clase de parloteo – sonrió – Dices que no pelearas pero tendrás que hacerlo, dices que escaparas y no volveré a encontrarte pero eso no va a pasar, si escapas voy a capturarte. No me interesa si eres buena o si no has usado tus poderes nunca, matarte es mi misión porque tus poderes ofenden a las personas que les sirvo así como o eres la primera que confía en mi y eso la lleva a su muerte – hizo una pausa – Respecto a tu ultima pregunta… ¿Por qué no se lo preguntas directamente a Dios si es que te acepta en su reino? – y dicho eso, tiró del brazo de Lavern y sacó una de sus queridas dagas, la cual, rozo la mejilla de la hechicera provocándole un ligero corte. Las manos de ambas mujeres se separaron y en los ojos de Scarlett ya no parecía haber nada de la muchacha inocente y buena que en primera instancia se acercó a la bruja.
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