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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Phantom Nocte Mar Abr 07, 2015 12:14 am

El teatro, una magnífica fortaleza hecha por el ser que mas detestaba,  manos mortales que repudiaba con tanto ahínco que se unieron en un intento por albergar y conservar lo único bello que ha salido de lo mas profundo de su creación, el arte y la música... Mentes inferiores que jamás llegaron a imaginarse que construirían el hogar para el hijo del demonio, para el Fantasma de la ópera de París.
Por tanto y como aquella era mi casa todo debía tener mi esencia que fuese mas que la oscuridad y la muerte con la me caracterizaba, la música era merecedora de toda mi atención y cuidado quizás solo por eso a que mi regreso al contemplar como todo iba en decadencia, exigí a los nuevos administradores que por mas eran supersticiosos que desnudaran estaturas de recubrimiento mediocre y derribaran aquello que no me parecía de lo hecho por Garnier y en su lugar colocasen oro, mosaico persa y mármol en cada recoveco del teatro de acuerdo a los planos hechos por mi y entregados por mis emisarios.
Se mandó construir un nuevo vestíbulo con dos escaleras de barandales dorados y escalones de   mármol blanco, en el auditorio los asientos y el piso  fueron recubiertos de terciopelo rojo y filos dorados mientas que el escenario fue decorado con un fino telón de gruesas telas de un carmesí tan intenso como mis ojos y que en esta noche después de que el teatro hubiese cerrado durante un tiempo relativamente corto relucían bellos y brillantes, levantando a  mi teatro en todo su esplendor y gloria que no tenía desde hace un año, sin embargo no podía dejar de haber especulaciones y miedos con respecto a mi persona, todos halagaban con creces la función de Fausto que se ofrecería esta noche y por otro extremo sospechaban que ante tanta majestuosidad  que ofrecía el recinto, el fantasma había regresado, amenazante, vengativo y sediento de sangre... Cuanta razón tienen.
Desde mi palco, el número cinco que bajo mis ordenes se había conservado completamente vacío para mi uso, acomodaba gabardina oscura y mi espectral figura en el asiento que colindaba con el lado izquierdo junto a la cortina que ayudaba a cubrir de ojos curiosos y prejuicios la mascara de porcelana que cubría el rostro deforme que mostraba en alguna mueca apenas visible el regocijo que provocaba la rapidez con que la sala se llenaba, la forma en como la orquesta daba pequeñas muestras de su majestuosidad con que marcaría esta noche, podía escuchar los pequeños pasos de las bailarinas y actores tras el telón y escuchar en todo el recinto las voces, el roce de los ropajes de gala de hombres y mujeres... Era un placer indescriptible contemplar con ojos altivos bañados en carmesí a todo ese gentío bajo mi merced, a esas miradas embelesadas en el candil que pendía del techo pintado de azul simulando un falso cielo donde los querubines dibujados parecían sonreír y jugar eternamente, vigilando como yo la entrada de intrusos, infelices que se aprovechan de la maldita estupidez de los vigilantes para escabullirse y ver sin pagar, en mi teatro pocas veces ha ocurrido pero nadie se ha enterado, el ángel de la muerte se encarga y toma entre sus alas mortalmente letales a periodistas y curiosos que salen de mi recinto vacíos e irreconocibles debido a los duros colmillos que dieron cuenta de la rasgadura de su cuello y las uñas al resto del cuerpo.
La obra había dado comienzo, las luces se habían apagado y el ballet había salido a escena al compás de la orquesta y los coros que cantaban tan divinamente que el infierno se volvía cielo, todo transcurrió sin problemas ni incidentes, por hoy las vidas que debía arrebatar serían afuera, en las calles parisinas, nadie merecía la pena de muerte, quizás después de todo, tanta masacre atribuida a mi basto para que el arte al fin se respetara en este palacio de música y arte.
Todos se fueron excepto yo, aun miraba estupefacto mi sala de conciertos, mis butacas, mis palcos, mi telón... A mis actores dentro de mi mente y el silencio confabulaba conmigo para regalarme su presencia y revivir mi triunfo una y otra vez, asegurándome que mañana en todas las planas de los diarios una gran reseña aguardaba por Fausto y mi teatro, podía ver las diminutas letras consagrando mi nombre con tan solo cerrar mis ojos tras la máscara.... Entonces algo externo me hizo volver a la oscura realidad que envolvía el recinto, una voz y unos pasos de baile en el piso -¡No es posible!- proteste con puño cerrado que golpeaba la bracera de mi asiento, el espectáculo seguía sin detenerse ¿Quién demonios se atrevía a profanar la tranquilidad de mi escenario? ¿Quién se atrevía a aprovechar su media luz para lucir el talento que a estas horas tan tardías había quedado terminantemente prohibido demostrar?, erguí mi figura, reincorporandome a las sombras de los palcos y desde allí tuve la visibilidad perfecta de un niño... ¡Una maldita cría humana!, al parecer estaba solo, no había padres, no había nadie... Solo el danzando sin pudor y yo.. La sombra que pretendía ya sobre su cabeza reprenderlo ante su insolencia.
Me envolví en mi capa de tela negra, baje las escaleras tan rápido como mi condición infernal me lo permitía, le vi desde un rincón antes de subir por las cuerdas rumbo a las parrillas del telar... El seguía inmerso en su acto de divo, ni siquiera creo que se imaginaria que algo como mi  voz en tono hostil llegaría a hablarle desde los cielos -¿¡Quién demonios eres tu!?- pregunte apoyado en un rincón por la parte de arriba del telar -¡Insolente! ¿quién te ha dado permiso siquiera de pisar este sagrado escenario?¿Quién te ha dado la autorización de romper con tu voz el silencio que necesita el ángel de la muerte? - un sonido seco se desprendió de mis pasos, permitiéndome mover a voluntad por el techo, allí entre cuerdas analizaba tan solo su postura, sus reacciones... Era una cría de mortales.... Él crecería, él se haría tan prejuicio como el resto de los que he matado... Y la ley de la muerte se aplicará igual que a cualquier otro por su desobediencia, si es que así lo juzgo, el morirá.


Última edición por The Phantom el Miér Mayo 06, 2015 12:34 am, editado 1 vez
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Mar Abr 07, 2015 4:27 pm

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“”No le digas a un niño que madure, que deje de jugar y que olvide las aventuras que el mundo puede ofrecer, no cortes sus alas antes de tiempo, sobre todo cuando las de aquel niño están tan rotas que aveces parecer poder caer por si solas”

Amadeo de cabellos rizados y algo rojizos no media más de 1,63 pero aun con aquella estatura y solo 14 años salia de la mansión Jaejoong por cuenta propia había aprendido a quien recurrir si quería una carriola o un escolta. Cuando había llegado allí todos solían ser demasiado fríos… y era de esperarse si Amadeo no era más que una ratita callejera vestido con telas de la mejor calidad, o al menos así le veía la gran mayoría, pero sin importar sus verdaderos orígenes actualmente era mimado con todo lo que podía pedir en el mundo, si quería un juguete su ángel se lo conseguía, si deseaba comer algo especial si querido querubín no dudaba en prepararlo. Pero Dios hacia jugadas muy injustas, su ángel le daría todo el el mundo excepto lo que Amadeo deseaba con todo su corazón y esto no era nada más ni nada menos que una vida siendo amado y pudiendo amar a su ángel, pues el corazón de este ya le pertenecía a otro ser se la oscuridad, pero sin importar cuantas veces fuera sumamente obvia la negación ante sus sentimientos seguía intentándolo con más fuerza cada vez poniendo cada parte de su alma en cada uno de los detalles dedicados a aquel ser de rasgos asiáticos. Sobre todo… porque en su llegada aquel cuervo había dejado solo a aquel hermoso ángel, que parecía tener un ala rota  ante del dolor aque aquello le significaba. Y eso llevo a que cada porfiá, sonrisa, palabra y acción girara en torno de mantener a su ángel con la mente ocupada en él, para que olvidara el dolor que significaba perder a alguien amado.

“Eternamente le buscaras a él, porque se te a otorgado una eternidad para seguirle. Y yo que soy más pasajero en este mundo no tengo espacio en esa historia, y por más que quiero convencerme de que debo escapar antes de quedar sin plumas en mis alas no puedo evitar regresar al ver como caen las tuyas y arranco una de las mías para reemplazar aquellas que tu vas perdiendo, aun cuando se sigan cayendo… al no ser mis plumas suficientes para reemplazar a las anteriores”

Aquel niño de ojos claros había visto muchas veces a su Ángel cantando en la mansión al caer  la noche, parecía practicar para una especie de puesta en escena por lo que todas las tardes antes de que el sol se escondiera salia al jardín con un canasto a recolectar flores para así poder lanzarselas cuando acababa de cantar. Sin tener realmente conciencia de lo que era la belleza del teatro y lo que representaba, era el fan numero uno de aquel ser que le erizaba la piel al cantar y aun así este le negaba rotundamente el ir a verle cantar, cosa que produjo muchas rabietas por parte del menor durante un largo periodo de tiempo. Pero Amadeo no era alguien que se detuviera solo porque obtenía un “No.” por respuesta, apenas su ángel partió esa noche pidió que le prepararan un carruaje para ir al teatro, sin tener idea de que realmente su ángel se presentaba en un lugar un tanto especial y apartado de lo que era su destino.

No había gran problema en conseguir una entrada, pero su única intensión era ver a su ángel cantando y siendo aclamado por toda la gente que se encontraba allí. Aparte de eso su atención a la obra era casi nula, era solo un niño que, para empezar, era un milagro que se hubiera mantenido en su asiento durante la obra y también sumaba puntos el hecho de que su ángel no salia nunca… se quedo dormido durante una de las canciones la voz de la cantante era tan sumamente dulce que sus ojos se fueron cerrando poco a poco, quedándose así dormido hasta que los aplausos le despertaron de golpe, la obra había acabado y su ángel no estaba en ninguna parte, la gente comenzó a salir y el pequeño acabo perdiéndose entre aquella multitud que caminaba a la salida - ¿Donde te escondes, mi dulce ángel?… ¿Acaso has jugado conmigo? - pregunto en susurro, aun no comprendía muy bien los poderes otorgados ante la condición de Hero, pero aun creía que este podía oírle por ser su ángel de la guarda aun si solo eran susurros, aunque también atribuía eso a que cuando discutía con el mayor y balbuceaba o hablaba regañadientes este lograba comprenderle a la perfección.  

La gente le empujaba para salir, los enormes vestidos de las mujeres acababan lanzandole a un lado, sentía que en cualquier momento acabaría bajo las faldas de alguna señora. Opto por moverse hacia un pequeño telón que caía por debajo del palco más bajo y se quedo allí hasta que sintió a todos irse… aquel lugar se veía incluso más enorme cuando no había nadie, avanzo hacia el escenario mientras sus curiosos dedos acariciaban los asientos, se arrimo al escenario todo estaría en silencio de no ser por sus pasos. A cada paso se producía un sonido tan claro y puro como si fuera de un instrumento, miro a todos lados, no había nadie que pudiera llamarle la atención ademas luego saldría como si nada, diría que se había perdido entre tanta gente. Un salto tras otro comenzaban a llenar el teatro con el eco de sus zapatos contra el suelo… recordó la primera Opera que le llevaron a ver su nombre era “Medée”, no recordaba bien la letra en ese momento aun no reconocía por completo el francés por lo que con su voz comenzó a  hacer altos y bajos intentando imitar el como se escuchaba en aquella presentación, acompañando su canto con el sonido de sus zapatos.

Saltaba como si fuera una bailarina, aunque obviamente no pareciera una, intentaba copiar lo poco y nada que había visto, zapateaba sin detenerse hasta que una voz le hizo quedarse helado. Busco de donde provenía pero no veía a nadie, hasta que escucho las ultimas palabras. Estaba arriba… ¿Quien era?,  su ángel le había enseñado a  no hablar con desconocidos y olvidando que allí el que había roto las reglas era él siguió observando a las alturas- ¡Yo no hablo con desconocidos podrías ser un violador, un ladrón o simplemente una persona que usara la información para cosas malas! - alego mientras daba la espalda a él lugar donde provenía la voz y se cruzaba de brazos sumamente indignado hasta que escucho la palabra “ángel”, un ángel no podía ser malo entonces ¿a que se refería con “ángel de la muerte”?… ¿Acaso así le decían a su preciado Hero? … “una especie de nombre artístico”, pensó el pequeño Amadeo- ¿Hay un ángel aquí? - pregunto buscándole nuevamente como el pequeño niño curioso que era – Yo estoy buscando a un ángel, uno con la voz más hermosa que puede existir en el mundo, sin embargo, no he podido verle esta noche… no a salido al escenario, su voz me hubiera despertado – dijo dejando más que claro que se había quedado dormido- ¿Tu quien eres, monsieur?, ¿Porque te escondes en las sombras?, no voy a morderte… si eso es lo que temes.. - dijo sumamente divertido, ya que si fuera un vampiro si podría morderle, pero no lo era.

“En la presentación de hoy yo quiero ser el príncipe, y el príncipe ordena que todos debe salir a la luz”
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Mensaje por Phantom Nocte Jue Abr 09, 2015 7:57 pm

Arriba en el telar sus respuestas me sorprendían de forma abrupta, era un niño pero no con la suficiente edad para que se justificara semejante inocencia, no conocía mortal alguno que tuviera tan poca noción de la realidad... ¿Un ángel divino y celestial?, en París podía haber de todo menos la presencia de Dios, hacia mucho tiempo que el ser supremo se había olvidado de estas tierras, vampiros, cambiantes, hechiceros, vampiros, solo era la prueba misma de que el demonio había dejado el infierno para nutrir al hombre de sus deseos más reprimidos, por otro lado yo era más realista, un ángel de la muerte, ese se podía encontrar aquí y en el nuevo mundo, yo tenía la certeza de que un ser con alas negras existía... ese era yo.
De pronto la idea me asalto, la curiosidad gano al final... ¿Porque no lidiar con muchacho mortal e insignificante por rato antes de decidirme por matarle?
Desde las sombras respondí, después de que cada cuestión fue expulsada de su boca -Mi querido niño, insolente muchacho- interrumpí el silencio de tono sutil, calmado, sereno muy contradictorio a todo aquello a lo que acontecía mi interior -No seas tonto aquí en este teatro vacío no hay tales inmundicias mortales, nacidas de las entrañas de la sociedad misma... en el reinado de la muerte cualquiera de esas escorias terminan siendo exterminadas bajo mis propias alas- decía la voz desde el oscuro techo -Y... yo... yo no soy un desconocido ¿Quien no conoce a los ángeles? ¿Quien no conoce del ángel de la muerte que vive en el teatro de Paris?- odiaba a los hombres y tan pronto como había decidido jugar con mi comida, comencé a sentirme ridículo... un imbécil, entablando comunicación con un infeliz que se atrevía a interrumpir el maldito y preciado silencio de mi reino, del trono cubierto de telones y escenografías que por ahora yacerían dormidas hasta la siguiente noche -¡Claro que hay un ángel aquí!- exclame -¡El único que puede haber en París!- reí afirmando la veracidad de mis palabras -No hay ángeles en París y nadie tiene la suficiente voz y la tesitura que busco  para que sobreviva aquí por tanto tiempo, sin algún arte que valga la pena ofrecerme y hacerme de él no saldrá con vida de este teatro- amenace severo -Tu falso ángel seguramente debe de estar muerto ya- como era lo tradicional, siempre mataba al personal y los actores de mi elenco que no tuvieran la mínima pizca de dar a mis obras el resplandor que yo quería reflejar allí, por supuesto yo solo mataba por el placer de matar y porque en cada vida cobraba venganza contra la sociedad y su rechazo, por tanto y como era de esperarse no sabía que había detrás de mi víctima, pero siempre había dejado a alguien desamaparado, en mis manos corría la sangre fresca del sustento de familias numerosas, quizás él era uno de esos tantos que perdió alguien ayer, quizás alguno de los veinte que asesine anoche en camerinos y bambalinas... me alegro que caigan, me alegraba mucho que perecieran de hambre y desesperación incluyendo niños aún más pequeños que ese infeliz, si moría aquí en mis manos o afuera no seria el primero ni el último... la idea me hacia sentir la ansiedad del preciado momento de matar, pero no, aún me falta deslizarme por la barandilla como ahora lo hacia, viendo con ojos fijos y rojos la cabellera rizada y rubia de un joven que parecía venir de algún tipo de inmundicia callejera, algún mendigo adoptado por quien sabe quien, que le vestía como muñeco de porcelana.
De pronto caí en la cuenta de sus palabras, ¡Se había quedado dormido en mi propia función!, ¡¿Como demonios se atrevió a hacerlo!?, si antes odiaba a la humanidad por el simple instinto innato, ahora detestaba a sus generaciones presentes y futuras ante su poco respeto por el arte, por la música, ¡Por lo único que valía la pena de una maldita humanidad! -¡Infeliz!- explote en cólera -¡Yo tengo miedo de que muerdas, de que me hieras! ¡Yo soy el ángel de la muerte y nada puede hacerme daño!- los puños se cerraban a la velocidad de mis palabras, cuantas ganas daban de estrangularle, de romperle el cuello, los huesos, conmigo y con mi arte había cometido un pecado que solo podía ser pagado con sangre -De lo que temo...- repuse jadeante -Es de que tu ignorancia sea ¡Contagiosa!- el coraje podía notarse en cada sílaba pronunciada, como anhelaba matarlo -No conforme con zapatear aquí, tienes el cinismo de decirme que te has dormido ¡Blasfemia!- le conjuraba en mal -¡Exijo saber quien eres, que quieres realmente ne mi teatro! ¿Insultar mi arte? ¡Niño insolente, espécimen perfecto! ¡Niño insolente, descendiente del humo del prejuicio!-
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Jue Abr 16, 2015 3:26 pm

“Las notas que se lleva el viento, la música de esta noche , los recuerdos de aquel telón cayendo y acabando la obra. Todo, absolutamente todo… quedara en el olvido, incluso yo.”


No podía ver a quien hablaba, ¿seria acaso que se había topado con el dueño del teatro?… no, si así fuera de seguro le hubiera encarado. Su mirada iba de un lado a otro de tanto dar vueltas acabo sentándose en el suelo del escenario. Le sorprendía que este no rechinara como madera vieja y dejara un eco tan grande cuando pisaba, le gustaría que el suelo fuera así en su cuarto para poder zapatear todo el día creando sonidos.  Ni siquiera noto cuando aquella voz le trataba de insolente pero si puso atención cuando  mencionaba algo sobre inmundicias mortales… eso le hizo sospechar una cosa de inmediato, los humanos no trataban a otros de “mortales” y a menos que la persona que le hablaba fuera un actor muy excéntrico que tomaba muy enserio su papel no veía la razón por la que hablara de esa manera. Jamas había  escuchado a alguien hablar de esa manera, luego de unos meses en la casa de su ángel había logrado comprender al Francés bastante bien, al fin y al cabo, en el Burdel les daba igual que supiera el idioma, entre más vulnerable más fácil se les hacia el poder dominarle, era más simple mantenerlo encerrado, sabían que fuera no podría pedir ayuda, no sabría como… y fue así hasta que encontró a aquel ángel que le acogió en su hogar, le curo, protegió y mimo. Ese era un verdadero ángel, un ser angelical no podía traer la muerte de forma indiscriminada tomando una autoridad que le pertenecía solamente a Dios.

Se levanto con la mirada seria mientras hablaba a las sombras, o mejor dicho a el teatro en general, al no poder ver a aquel ser que se hacia llamar “Ángel” -
¿Un ángel de la muerte?, con mucho respeto…- dijo aclarándose la garganta, todo el mundo sabia que luego de aquellas palabras no podía esperarse más que una falta de respeto tapada con una frase de buena intención -  eso es basura, un ángel no trae la muerte, son la mano de Dios no del diablo… Y no, no soy conocedor de tal ser, que dice llamarse ángel cuando lo único que trae es muerte. Más bien serias el Demonio del teatro, buscando la aceptación y devoción bajo un titulo de Dios que no le corresponde, yo se que son los ángeles, vivo junto a uno… pero también se que son los demonios y los he visto frente a frente día tras día y no necesariamente tienen cuerpos monstruosos, se ven tan humanos como cualquiera… ¿Acaso te escondes por tu apariencia demoníaca? - pregunto de forma algo burlona, luego de vivir en un monasterio que alguien tomara a los ángeles que tanto adoraba y respetara para ponerles el títulos de mensajeros del demonio sin duda no era de su agrado.

-Mi ángel esta protegido por Dios, y los trucos de un diablo burlón no cambiaran eso ni me harán dudar del verdadero poseedor de los cielos. No tengo talentos sobre el escenario… excepto tal vez este… - menciono mientras comenzaba a zapatear en el escenario, intentaba copiar esos pasos que vio en algún momento de su vida, combinándose con aquellos bailes de las cortesanas al estar en sus tiempo libres. Ella siempre fueron amables con Amadeo, le intentaban proteger en lo posible y por las madrugadas cuando ya estaban algo ebrias y no habían clientes, levantaban un poco sus faldas dando saltos y zapateando mientras celebraban, ¿Que cosa?, hasta el día de hoy Amadeo nunca entendió que era lo que celebraban… seguramente solo era el efecto del alcohol o tal vez haber acabado la noche con vida, de todas formas en esos momentos al verlas sonriendo aun cuando su vida era miserable le hacia pensar que podía haber un pequeño rayo de esperanza incluso para los marginados de Dios. Irónicamente, aun cuando era un marginado… sentía que su ángel era al único que necesitaba en el mundo para sentirse aun parte de él, le daba esperanza… algo en que creer y eso era lo único que necesitaban los humanos para seguir adelante, una idea a la cual aferrarse.

-Aparte de eso, lo único que podría deslumbrarte serian mis dibujos… que sin duda son buenos…- se notaba altanero y orgulloso mientras se cruzaba de brazos y al oír sus palabras algo contradictorias sonrió travieso – Ya te dije que no muerdo… Si nada puede hacerte daño, ahora mismo ordeno que salgas a la luz, no me gusta hablar con la nada… Es como hablar solo, o peor aun… hablar con la nada… pero la “nada” parece estar furiosa – bufo mientras retrocedía unos pasos, se notaba el odio en cada una de las palabras del desconocido. Pero la indignación ante sus palabras le hicieron hablar con más fuerza - ¿Yo blasfemia?, tu eres quien dice ser un ángel cuando no eres más que un farsante! Y al parecer nada educado ya que no te atreves a verme a la cara, me presento. Mi nombre es Amadeo, Vanderhoeven Amadeo… futuro reconocido artista en el arte de la escultura y la pintura y ya te he informado, he venido a ver a mi ángel pero no lo he visto esta noche… con tus humos de superioridad llego a temer que le hayan hecho daño en este momento! SI lo hiciste te juro que…. Que… -dijo apretando los puños y luego se le ocurrió algo – Te juro que rasgare el telón y te lanzare un zapato, ¿Me has escuchado? - le amenazo
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Mensaje por Phantom Nocte Miér Mayo 06, 2015 12:14 am

Maldita sea la condescendencia de los padres a los hijos, maldita sea los valores que se pierden cada día entre mortales, malditos sean todos los mortales que permisivos, harán que sus primogénitos lleven a este mundo en decadencia antes de que el Apocalipsis sea anunciado como lo relata la Biblia, de eso no tenia duda al ver a ese pequeño demonio metido en mi teatro, desafiando sin pudor ni vergüenza al ángel que solo se había acercado para reprenderle por su insolencia, no sabía aún cual era el motivo que me encadenaba a las barandillas del telar sobre su cráneo, horriblemente decorado por el clásico color rubio parisino, era su mata de rizos algo parecido al color del Astro Rey y como tal era igual de molesto e incomodo, le odiaba con tan solo verle, con encontrar su mirada altiva y absorta en un ego que solo podía ser nutrido por los mimos de un padre que en lugar de hombre estaba creando a un monstruo.
-Ingenuo- respondí a sus palabras -Eres un chiquillo queriendo jugar a ser el sabio de la teología, jugando a ser un adulto y nada más que eso- señale sobre él con voz brusca y apagada -¿No sabes acaso que los demonios alguna vez también fuimos ángeles de Dios, que le veían directamente a la cara?- pregunte con burla -Somos ángeles caídos, seres alados con plumaje teñido con el color de la noche que traen lo contrario a los infelices seres de luz… muerte, destrucción, odio, ira… todo lo que los hombres temen y honran a la vez, los encargados de nutrir ese lado oscuro que todo mortal alberga- decía con calma mientras caminaba despacio, observándole con expectación de sus reacciones entre los huecos espacios de las maderas que ya conocían el peso de mi cuerpo, que también parecían crujir de miedo, todo el mundo parecía saber quien era y de lo que sería capaz de hacer, todos exceptuándolo a él, que tan cómodo seguía planteando palabras nacidas de las rabietas y omnipotencia de un chico en aras de crecimiento, era o creía ser tan invencible como cualquiera de su edad, solo que parecía tener el respaldo de dos verdades fundamentales, de su lado era un ángel que cuidaba de él, ángel que seguramente sería un infeliz jugando con sus deseos tal y como sucedió conmigo siglos atrás -En cuanto al protector del que tanto jactas en presumir- continúe altivo tras sus palabras -¿Estas convencido de que en verdad es un ángel?- cuestione con cizaña -Déjame decirte una verdad más que certera, los ángeles serán las únicas criaturas incapaces de abandonar el paraíso por las comodidades que este les ofrece, no hay dolor, no hay sufrimiento, no hay en ellos defecto alguno, además de que siempre preferirán ver a Dios y orarle a él por ti en lo alto del firmamento antes que bajar a ayudar a un mortal que no vele su tiempo, pues al final perecerá en las manos de la incomprendida muerte y ese tiempo invertido se irá al infierno… prefieren cantar alabanzas y molestar a los ángeles caídos de la gracia Divina- amenace con la finalidad de que a él llegará una confusión, pero hacia falta más persuasión y tiempo del que no se me antojaba desperdiciar con un ser tan increíblemente despreciable como él lo era.
-Te equivocas si crees que es por mi apariencia que entre las sombras me oculto- espete rápidamente -Tampoco te creas tan especial, no eres más que un simple humano del que me gusta observar en el anonimato como lo he hecho con otros antes que tú o quizás si me oculto de tu vista porque así se me place, no lo sé, soy de gustos cambiantes- comente con aparente calma, con imperturbable todo de voz -En este momento pienso que mi actitud se debe, por la presencia molesta e inesperada de un espécimen humano del que deseo alejar de mi vista, evitar que contamine mi esencia, porque me temo que mi recinto ya lo has manchado- amenace sutil, emulando su tono altivo y educado ¡Ah cuanto lo aborrecía! -Concuerdo contigo solo en una cosa en todo tu inservible discurso lleno de blasfemias y más blasfemias, los demonios toman apariencias aún más sencillas,  más atractivas al ojo del pecador, pueden poseer incluso la silueta de Zeus o de Cibeles, pueden ser gente del común puesto que son los de tu especie los verdaderos monstruos… todos ellos son la perfecta encarnación de Belial- susurre entonces, para darle oportunidad de responder, ojalá jamás lo hubiese hecho -¡Calla tu infernal zapateo!- exclame -¡Cállalo ya!- insistí -Considera que ahora en este momento no hay ángel benevolente que acuda en tu defensa, por el contrario solo estoy yo… y ahora conoces que soy ser alado de mal augurio- corte las sogas que sostenían el pesado telón, no cayo en su persona pero por lo menos eso basto para que parara de todo ruido altamente perturbable para el demonio que solo insistía en matarle de alguna forma atroz -No he de bajar ni aparecerme ante ti ¡Porque no se me place!- dije con desesperación notoria en mi voz, conteniendo las palabras entre los colmillos y los dientes apretados -¡Tu no me ordenas que hacer! ¿Quien te has creído que eres tu? ¿Da Vinci, Miguel Ángel, Botticelli, el mismo Dios? ¡No bajaré!- me cruce de brazos e intente por momentos quitar mi vista de encima, sus ocurrencias fueron las que me hicieron retornar a él y reír a carcajadas sordas, mientras una mueca divertida se dibujaba bajo la máscara de porcelana -Entonces dime Amadeo, astuto geniecillo ¿Porque Demonios no he oído hablar de ti antes si presumes de tener talento excepcional?- guarde silencio por momentos y luego proseguí -Permíteme reírme, si fueses poseedor de tal talento así fueses hijo de un don nadie, al igual que otros grandes genios estarías ya en cuna de oro, dibujando para las catedrales, el Estado Pontificio ¡inclusive para mi teatro- apenas un resquicio de mi risa severa se hizo presente entre ecos vacuos desde las alturas, mis piernas decidieron entonces moverse hacia otro rincón, igual de oscuro, igual de protector -Y… para tu información yo si tengo modales, pero con alguien tan… tan… poco agradable a mi presencia, tales formalismos quedan fuera de contexto, más si insistes debo confesarte que ya me he presentado, ángel de la muerte, hijo del diablo, fantasma o la nada como osaste en llamar, son buenos nombres ya que el tiempo ha borrado el mío de toda historia mortal- asegure, educado y sutil, asintiendo, mirándole con altivez, orillado, acariciando las maderas de las barandillas.
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