démoniaque correspondant à la destination (Narcisse Capet)

En el milenario París habían lugares donde podía esconderse sin dificultad alguna la sombra que todo lo ve con mirada inquisitiva, que todo escucha en los sonidos del silencio, que habla tan con el resoplar del viento, una sombra que de vez en cuando necesitaba salir de sus dominios en el teatro e internarse en el mundano mundo que florece por unas cuantas horas en los recovecos más profundos de esta ciudad, era el ángel de la muerte que había decidió manchar sus alas de eso crueldad humana  aquella noche que se antojaba fría y estrellada, seria por sus manos que habría decesos por los rincones más insospechados, por Notre Dame, por los callejones, las zonas alejadas y la plaza de la ciudad, el plan para el hijo del demonio sonaba prometedor a oídos de su padre seguramente, para el serían más almas que le sirvieran de alimento a las llamas azarosas de su hogar plagado de aroma a azufre y gritos tortuosos como fondo musical.
Era todo un circo aquel se desdibujaba a mis ojos, la noche era sin duda aquel valiente que desenmascaraba a todo el mundo, el único capaz de tocar con mano invisible todos los tapujos impuestos por la sociedad que al final no hacen más que reprimir los instintos del hombre... Sociedad, solo una maraña de infelices imponiendo reglas y ordenes... Imponiendo lo que consideran aceptable, como si en verdad ellos fueran perfectos ¿quién les ha dicho lo que es aceptable y correcto y lo que no? ¿Quién les dijo a cada antepasado de estos seres inferiores que debían arrojarme al limbo del olvido en vida?
Caminaba entre ellos sin que se percataran que tan atento estaba un demonio observándoles desde las sombras, que disfrutaba de ver a algunos sufrir, de ver a otros morir en mis manos, con sus caras de horror y el cuello desgarrado, de ver a los perros compartir terreno con los mendigos y los muertos de hambre, escuchar los rezos de unos y los delirios de otros que creían ver a Dios o a mi propio padre, vendedores gitanos regresando a sus comunidades, estafadores que vendían la idea de leerte el futuro, uno de ellos para jactarse de ser tan hábil en ese tipo de habilidades no me vio venir en su destino, odiaba a los gitanos... Los odiaba igual o peor que cualquier otro mortal, sus cadenas aun resuenan en mi mente como los coches tirados por caballos que para esa hora tan tardía de la noche comenzaban a escasear, pero que les seguí para poder llegar a la plaza, un lugar eternamente tranquilo, así como lo era mi teatro en las madrugadas frías que esta temporada se dejaban sentir.
Las escasas personas paseaban sin detener su paso, parejas tomadas del brazo que partían a casa con la promesa de verse a la noche siguiente, todo un desfile escaso de máscaras, escaso de vestidos propios de todas las clases en las damas y lo típico con lo que puede ir un caballero,ropajes no tan distintos a los míos a los que cambie cuando Selena llego a mi vida, saco, chaleco, camisa de una blancura que solo se dejaba ver en el cuello y una corbata de seda bordada... Lo único que nos diferenciaba era la larga gabardina y que yo era un maldito asesino, un hombre que díambulado sin mucho problema en el estrecho camino que colindaba con un kiosco desierto, con fuentes de lujoso y fino decorado artísticamente antiguo que por el momento se encontraban sin funcionar, me las imagine con las abrazadoras luces del día, me horrorice de tan solo haber puesto tal escena, la noche era por el contrario mas tranquila, de colores tenues y pálidos que hacían resaltar de una bella forma cada detalle de los caballos y las damas labradas en bronce que miraban estáticas a la nada y condenadas a sonreír eternamente con sus labios petrificados.
Quede observando tales escenas con detenimiento, esas figuras daban a mi mente una serie de notas, melodías y acordes que formaban una magnífica sinfonía nocturna que mas tarde escribiría en papel amarillento en las catacumbas de mi recinto, de pronto todo se interrumpió tan abruptamente como había comenzado, sonidos y pasos parecían ser captados por mis oídos, los sentidos para entonces decidieron agudizarse aun más, la energía era distinta, no tan amenazante, de hecho para mi ninguna lo era, si un maldito cazador pudo conmigo, menos lo haría cualquier criatura... Si llegaba a provocarme, decidí ir directamente al monolito circular que albergaba la media luz de la luna, intentando inútilmente que no escapara y que su baño de luz únicamente fuera de aquella antigua estructura, aguarde paciente.... -¿Quién eres? ¿Que quieres?- susurré, con los orbes carmesí fijos en el frente tratando de develar el misterio que se acercaba en forma humana -¿Amigo  o enemigo?... espero que seas la segunda, me hace falta diversión fuera del teatro- cuestione, ya había sentido su presencia durante todo mi recorrido o puede que quizás solo fuesen figuraciones mías, de cualquier forma..  ¿Era acaso que vendría siguiendo o solo serían las demoniacas coincidencias del destino?