AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Deuda [Narcisse Capet +18]
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Deuda [Narcisse Capet +18]
No se necesita ser un perro para tener dueño.
¿Cuánto tiempo paso? Casi un mes más tarde el vampiro tomo la decisión, obviamente no iba a olvidar aquella invitación, ni aquel reclamo que tenía pendiente por hacer, sencillamente ciertos deberes interrumpían el poder darse un momento de hocico desinteresado, claro. Hace tan solo media hora la noche tomo lugar, todo completamente oscuro sin un solo rastro de luz solar, el momento había llegado, deseaba empezar temprano, lo más temprano posible para que si pudiera darse el caso el sol no interrumpiera la velada que tenía planeada tener. ¿Largas horas de goce? Esa idea siempre agrada pero, ¿la humana podría ser capaz de aguantar toda la madrugada despierta? Habría que probar sus habilidades después de todo, la recuerda tan capaz y segura, aunque gimiendo cuando azotaban su culo se veía también encantadoramente indefensa. El vampiro durante su encuentro pasado con la dama ya había obtenido la información de su domicilio, simplemente tuvo que entrar en su mente y hurgar dentro de ella sin mucho esfuerzo, por eso le dijo que no se preocupara que él la encontraría y así sería. Debe reconocer que es un lugar peculiar para vivir dentro del bosque aunque no es el más indicado para hablar dando del lugar donde se encuentra su propio domicilio, pero bueno en gustos nadie manda y que sean diferentes a lo común siempre lo vuelve menos aburrido, ¿cuánto pagara la iglesia a sus trabajadores y que tipo de vida les dará hoy en día? Antes para ser sinceros se la llevaban bastante fácil y vivían felices a pesar de ser títeres obviamente, estos títeres se encontraban finamente bordados y elaborados por lo cual se sentían cómodos a pesar de ser simples títeres, supone en realidad que la cosa sigue igual, no es que las ideas y los métodos de esta “institución tan respetada” hayan cambiado demasiado con los año, probablemente la inquisidora viva en una cómoda mansión con unos cuantos sirvientes, lo típico, ¿no? Ojala estos miserables no se asusten demasiado con su presencia pues tiene pensada una fabulosa entrada, o algo por el estilo. La carroza se detuvo casi media hora después de que partió de los aposentos del vampiro, ya había llegado, el insignificante humano que fungía de chofer le abrió la puerta, piso firme el suelo y luego coloco el bastón para bajar con su ya usual elegancia, una capa negra adornaba el fino traje del vampiro, sus guates blancos exageradamente pulcros irradiaban la poca luz que su ser podría entregar. La orden se la entregó al cochero desde antes, en cuanto piso suelo el vampiro este se llevó la carroza lejos y despareció lento en el horizonte. “Hasta que los caballos se rompan las piernas” había indicado. Unos cuantos pasos agiles pero mesurados le llevaron frente a la antigua puerta de manera, fina por cierto, el lugar se veía casi como lo esperaba, “cómodo” y a la vez sencillo, nada exuberantemente llamativo, un perfecto escondite a decir verdad. Golpeo tan solo dos veces la madera, dos golpes secos y poderosos que tuvieron que escucharse tal vez por todo el salón principal, casi al instante una mujer de edad adulta abrió el pequeño cuadro para observar, fijó los ojos en la humana y le indico - Hágame el enorme favor de comunicarle lo siguiente a madame Capet: el Averno ha tocado su puerta, tal como ella deseaba – Concluyo sin preocupación alguna de la que la mujer se aterrorizara, y aunque esperar es algo que hace bien justo esta noche no tenía demasiadas ganas de hacerlo.
Por suerte la espera no fue mucha, la misma mujer le abrió la puerta y le dejo pasar, rápidamente el vampiro tomo lugar con total comodidad sobre uno de los finos sofás, dejo el bastón sobre una de las posaderas del mueble y cruzo las piernas con tranquilidad, se tomó el tiempo de observar la decoración del lugar, la chimenea con leños hirviendo proporcionaban bastante luz pero aun así unas cuantas velas le daban un toco adecuado a la estancia, detalle que sin lugar a dudas le agradaba. ¿Cuánto tiempo se demoraría en presentarse la humana? Sin duda alguna él sabe que ella le estuvo esperando pero no exactamente este día, simplemente ella sabía que él la visitaría y esa idea debía de estar latente en su mente hasta el día de hoy, claro a menos que le haya tomada por un mentiroso, pero un ser como Averno jamás incumple lo que dice, cada “tratado” es un sello que firma y este se vuelve irrevocable, sobre todo si se trata de su voluntad y deseo. Lo único diferente es que especialmente en este contrato no va a matar a su víctima sino algo un tanto diferente, o bastante depende de cómo se mire, y este contrato no se lo dio el trabajo, sino el ocio por lo que cualquiera podría pensar que no pasaría nada si no lo cumpliera pero para un ser como él todo lo que lleve su voz es sagrado, ciertamente no tendría por qué estar aquí sino quisiera, la primera vez bebió y humillo con su propia mano a esta humana, ya no tendría nada más que hacer, y a pesar de lo que le dijo a la humana nada ni nadie tendría la fuerza para obligarle a estar justo ahí sentado esperando por la presencia de esta, por el “gusto” propio es un ente abstracto que puede hacer y deshacer en cualquier momento, por este mismo aquí estaba. Un aroma agradable se asomó por sus fosas, no solo era agradable sino que también familiar, sus sentidos perfectos no le permiten olvidar los aromas de los humanos a los cuales ya ha contactado y menos de los que ya ha bebido, se aproximaba la mujer y la sonrisa en los labios del vampiro a la par se dibujaba, tan peculiar como siempre, el neutro silencio le acompañaba en la estancia y nada más que este, situación perfecta para que la imaginación vuelve y Averno cómplice de ella sin reparo se ponía a especular. Sobre la humana, sobre el futuro de la velada, sobre la postura que esta mostraría, sobre lo que esta le pediría, sobre lo que conversarían. Cualquiera podría pensar que anticiparse tanto podría matar el ambiente, pero para él significaba todo lo contrario.
Última edición por Averno el Miér Jul 23, 2014 5:15 am, editado 1 vez
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
El tiempo transcurre con la misma velocidad de siempre. No se detiene, no perdona, no espera, se va absorbiendo la vida sin que le des permiso alguno de hacerlo. Es simple notarlo, no se necesita ser el más listo para comprenderlo, aquello lo aprendes desde que tienes uso de razón. Eso es algo que la inquisidora lo sabe bien, y lo detesta, así que en su mente tiene la respuesta correcta que frenar aquella situación, por el momento ahora lo que necesitaba era un poco más de tiempo, la mujer había creado una buena formula necesaria para poder administrar eso que tanto se le esfumaba. Llegado el momento indicado aprovecharía para transformar su vida en lo que tanto había odiado. Por lo pronto sus planes debían seguir igual que siempre. Buscar la forma de encontrar la paz perfecta con su hermana, aunque eso nunca llegaría a ocurrir al menos podría hacer el intento, lo bueno de todo es que tenía de su lado a Maximiliano, su hermano mayor, quien no dudaría ni un segundo en tenderle la mano sin importar sus cambios. Necesitaban vencer a esa criatura, a ese ser que se dedicó a destruirle todo lo que habían formado, o más bien de dónde procedían. El apellido de los Capet se leerían en todos lados por haber logrado lo que muchos no. Destruir a aquel ser que se llevó a leyendas, a inquisidores como cazadores reconocidos, incluso a criaturas temidas. Un vampiro así debía ser destruido a como diera lugar. Ellos lo harían, los últimos de los Capet lo lograrían.
Aquella noche se encontraba muy entretenida leyendo documentos que había sacado de la iglesia. Nadie le cuestionaba sus acciones porque tenía un un gran puesto, se le tenía permitido sacar todo lo que quisiera con la excusa que terminaría trabajos en casa. Lo cierto es que nada tenía que ver con la iglesia, sus integrantes y sus posibles presas. Todo iba relacionado con ese vampiro que tanto odiaba, tenía hojas completas llenas de información de ese ser. Todas las pistas le confirmaban que se trataba de esa criatura, y no eso eso, también de las acciones y de su posible seguimiento; en más de una ocasión Narcisse se sintió vigilada, observada, y estaba segura que era aquel ser que venía para querer destruirla, lo bueno de todo es que habían cosas que no podía ni siquiera un sobrenatural hacer, y ella se sabía grandes trucos. No los iba a desperdiciar, por supuesto. Se encontraba demasiado entretenida en su estudio nocturno que ni siquiera se percataba de lo que ocurría a su alrededor, hasta que una de sus sirvientas interrumpió su concentración. La inquisidora respiró profundamente para no llamar su atención, si las cosas no fueran graves no llegaban a molestarla, así que se levantó de su escritorio y escuchó a la mujer. Asintió y le indicó que dejara pasar al hombre.
Narcissa ya se encontraba lista para descansar, sólo se encontraba haciendo sus anotaciones diarias, estudiando un poco. Llevaba una bata blanca larga que la ayudaba a dormir con comodidad, pero se trataba de algo tan intimo que prefirió ponerse una oscura de seda. Su cabello caía en ondas por sus hombros, estaba al natural y eso no le importaba demasiado, conocía bien lo hermosa que era, además que el tema de la vanidad por su misma seguridad le resultaba lo de menos; con sus pies descalzos bajó por las escaleras y se caminó hasta el lugar indicado. No se necesitaba mucha ciencia para encontrar a su visitante.
— Buenas noches, Averno, lo cierto es que no le esperaba — Sonrió de medio lado. Bien sabía la mujer que con aquella criatura no se necesitaba ser acomedido con las palabras. El vampiro vivía sin filtros y también de esa manera se comunicaba, así que dañar su susceptibilidad no lo haría. — No puedo decir que le invito a ponerse cómodo porqué ya se encuentra de esa manera, así que dígame ¿A qué debo su agradable visita? — La inquisidora se sentó en el sillón frente a él. En seguida un empleado trajo dos vasos con el mejor whisky y se los entregó a cada uno. La mujer sorbió un poco con elegancia, sin dejar de observarlo. — Si está aquí es por un propósito, así que es mejor lo diga — Le pidió con tranquilidad. Lo cierto es que las palpitaciones de su corazón se aceleraban expectantes, con él se podía esperar todo.
Antes de seguir la velada la inquisidora mandó a todos sus trabajadores a descansar, no deseaba a nadie cerca, que no interrumpieran, y menos escucharan, las situaciones que tenía con Averno eran meramente suyas, ligeramente enfermizas pero a fin y al cabo sólo de los dos.
Aquella noche se encontraba muy entretenida leyendo documentos que había sacado de la iglesia. Nadie le cuestionaba sus acciones porque tenía un un gran puesto, se le tenía permitido sacar todo lo que quisiera con la excusa que terminaría trabajos en casa. Lo cierto es que nada tenía que ver con la iglesia, sus integrantes y sus posibles presas. Todo iba relacionado con ese vampiro que tanto odiaba, tenía hojas completas llenas de información de ese ser. Todas las pistas le confirmaban que se trataba de esa criatura, y no eso eso, también de las acciones y de su posible seguimiento; en más de una ocasión Narcisse se sintió vigilada, observada, y estaba segura que era aquel ser que venía para querer destruirla, lo bueno de todo es que habían cosas que no podía ni siquiera un sobrenatural hacer, y ella se sabía grandes trucos. No los iba a desperdiciar, por supuesto. Se encontraba demasiado entretenida en su estudio nocturno que ni siquiera se percataba de lo que ocurría a su alrededor, hasta que una de sus sirvientas interrumpió su concentración. La inquisidora respiró profundamente para no llamar su atención, si las cosas no fueran graves no llegaban a molestarla, así que se levantó de su escritorio y escuchó a la mujer. Asintió y le indicó que dejara pasar al hombre.
Narcissa ya se encontraba lista para descansar, sólo se encontraba haciendo sus anotaciones diarias, estudiando un poco. Llevaba una bata blanca larga que la ayudaba a dormir con comodidad, pero se trataba de algo tan intimo que prefirió ponerse una oscura de seda. Su cabello caía en ondas por sus hombros, estaba al natural y eso no le importaba demasiado, conocía bien lo hermosa que era, además que el tema de la vanidad por su misma seguridad le resultaba lo de menos; con sus pies descalzos bajó por las escaleras y se caminó hasta el lugar indicado. No se necesitaba mucha ciencia para encontrar a su visitante.
— Buenas noches, Averno, lo cierto es que no le esperaba — Sonrió de medio lado. Bien sabía la mujer que con aquella criatura no se necesitaba ser acomedido con las palabras. El vampiro vivía sin filtros y también de esa manera se comunicaba, así que dañar su susceptibilidad no lo haría. — No puedo decir que le invito a ponerse cómodo porqué ya se encuentra de esa manera, así que dígame ¿A qué debo su agradable visita? — La inquisidora se sentó en el sillón frente a él. En seguida un empleado trajo dos vasos con el mejor whisky y se los entregó a cada uno. La mujer sorbió un poco con elegancia, sin dejar de observarlo. — Si está aquí es por un propósito, así que es mejor lo diga — Le pidió con tranquilidad. Lo cierto es que las palpitaciones de su corazón se aceleraban expectantes, con él se podía esperar todo.
Antes de seguir la velada la inquisidora mandó a todos sus trabajadores a descansar, no deseaba a nadie cerca, que no interrumpieran, y menos escucharan, las situaciones que tenía con Averno eran meramente suyas, ligeramente enfermizas pero a fin y al cabo sólo de los dos.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Mucho movimiento apareció en la casa como si todos los habitantes de esta huyeran de su presencia con rapidez para que luego una tranquilidad increíble se hiciera presente y tan solo un par de minutos después unas pisadas casi imperceptibles se hicieran presentes ante sus finos oídos, unos pies descalzos se acercaban hacia el vampiro y por supuesto este reconocía el aroma de la dueña de estos, que considerada esta mujer no le hizo esperar demasiado a pesar de que llego de improviso fiel a su estilo. Cuando la mujer apareció en su ropa de cama evito reír, sin lugar a dudas había interrumpido su noche y precisamente esa fue su intención antes que ninguna, a pesar de su facha la humana lucía igual de hermosa que hace unos cuantos meses, y aunque él no hubiera olvidado ni un solo detalle de lo que vio tiempo pasado siempre es bueno que refresque a sus sentidos y no gozara solo de su increíble memoria - Buenas noches madame, no se preocupe, no le culparé por no estar esperándome, estaba más que claro que no lo haría, aunque sabemos que no se olvidó jamás de que yo haría esta visita, y como soy un hombre de palabra aquí estoy – Obviamente el vampiro podía notar la ansiedad que emanaba la mujer, no fue necesario que siquiera preguntara dos veces sus razones, sin lugar a dudas aprovecharía esto para jugar un poco con la humana antes de siquiera darle una respuesta realmente concreta - ¿Por qué tan desesperada por saber la razón de mi visita? ¿Realmente importa o cambiará algo en este preciso momento? Las humanas siempre tan exigentes, apenas lleva dos minutos hablando conmigo y ya me está interrogando como una mujer celosa que encuentra al marido llegando de madrugada bastante borracho – Simplemente todo este preámbulo ridículo buscaba sacar de sus casillas a la humana, algo que suele hacer perfectamente bien cuando se lo propone. Aun así no quería que la noche solo fuera disgustos e incomodidad para la inquisidora, por ahí y podía guiar los acontecimientos a una situación que comprometiera la aprobación de ambos. Tomó sin más el vaso de whisky que se encontraba delante de él con lentitud y se llevó el borde de este a los labios para luego inclinarlo levemente dejando que el líquido corriera por su paladar y resbalara a continuación por su paladar, aparentemente la humana tenía cierta predilección por las bebidas fuertes o simplemente la escogió dado que esta situación sin duda representaba cierto nivel de estrés para ella y deseaba relajarse, ¿cuál sería? - ¿A paso un tiempo, verdad? ¿Sigue tan ensimismada en el mundo de los creyentes vengadores y defensores de la raza humana? Me imagino que debe estarlo ya que básicamente menciono que esta era su vida, pero nadie podría culparla, vive bastante bien después de todo, la noble causa de la palabra como desde hace un tiempo sigue dando sus frutos – Una vez se hizo el silencio regreso el vaso al mismo lugar en el cuál lo encontró.
La única bebida que puede tener tanto tiempo a mano siempre fue y será la sangre, ninguna otra. Si bien no olvidó que debía una respuesta a la humana estaba tentando de no contestarla, no obstante el rostro de la mujer casi rogaba porque lo dijera, lástima que la respuesta que tanto esperaba fuera demasiado simple - Simplemente he venido aquí para poder pasar un tiempo de calidad con usted, ¿para qué más podría venir yo a su morada a estas horas de la noche? Sabe bien que no quiero asesinarla ni secuestrarla, ¿o es qué piensa realmente que tengo malas intenciones hacia usted? Yo pensé que todos los pecados que podría cometer con su existir ya se los había mencionado hace tiempo, no obstante si los ha olvidado yo encantado de refrescarle la memoria – Le observó con una sonrisa en el rostro sin perder ese toque tranquilo a pesar de esbozar siempre dudosas frases sin parar una y otra vez. Aunque Averno ya tenía una respuesta verdadera para la mujer desde hace un minuto simplemente jamás se la daría con los labios, sino con sus propias acciones, unos pequeños cálculos simplemente eso le costó ya haber planeado la velada para ambos, ¿probabilidades de qué no resultaran como esperaba? Bastante pocas a decir verdad, siempre las hay, obviamente, pero esto de fiarse de lo que puede ocurrir en probabilidad de una a un millón no es para nada sabio y menso sensato - Madame Capet, con total sinceridad dígame, ¿no me extraño? Ciertamente, ¿no le genera nerviosismo, ansiedad y expectativa mi presencia? Si las respuestas son las que yo creo pierda todo el cuidado posible, todos aquí están a salvo incluyéndole, en términos de seguir respirando me refiero, pero ante cualquier pequeño daño colateral o necesario no puedo dar garantías para usted pues ya sabe que cuando me vuelvo jugador suelo hacerlo rudo – Recordándole sutilmente aquellos azote que profirió contra su derrier en pleno acto aquella seguro inolvidable noche para la humana, en la cual recuerda quedaron en muy buenos términos a pesar de aquellos “pequeños impases” que tomaron lugar, algo que sucede hasta en las mejores familias así que ningún problema con ello. Sin mucho más que expresar por el momento mas que escuchar a su anfitriona tomó de nuevo el vaso lleno de Whisky por la mitad y repitió la acción capturando el elixir. Lo único inseguro y sin respuesta por el momento era aquello que se le cruzo por la mente, ¿esta también sería una noche inolvidable para la humana o sería simplemente una noche más? Tratándose de Averno probablemente lo segundo no sería, lo primero como siempre lo más tentador para esta inexistente apuesta.
La única bebida que puede tener tanto tiempo a mano siempre fue y será la sangre, ninguna otra. Si bien no olvidó que debía una respuesta a la humana estaba tentando de no contestarla, no obstante el rostro de la mujer casi rogaba porque lo dijera, lástima que la respuesta que tanto esperaba fuera demasiado simple - Simplemente he venido aquí para poder pasar un tiempo de calidad con usted, ¿para qué más podría venir yo a su morada a estas horas de la noche? Sabe bien que no quiero asesinarla ni secuestrarla, ¿o es qué piensa realmente que tengo malas intenciones hacia usted? Yo pensé que todos los pecados que podría cometer con su existir ya se los había mencionado hace tiempo, no obstante si los ha olvidado yo encantado de refrescarle la memoria – Le observó con una sonrisa en el rostro sin perder ese toque tranquilo a pesar de esbozar siempre dudosas frases sin parar una y otra vez. Aunque Averno ya tenía una respuesta verdadera para la mujer desde hace un minuto simplemente jamás se la daría con los labios, sino con sus propias acciones, unos pequeños cálculos simplemente eso le costó ya haber planeado la velada para ambos, ¿probabilidades de qué no resultaran como esperaba? Bastante pocas a decir verdad, siempre las hay, obviamente, pero esto de fiarse de lo que puede ocurrir en probabilidad de una a un millón no es para nada sabio y menso sensato - Madame Capet, con total sinceridad dígame, ¿no me extraño? Ciertamente, ¿no le genera nerviosismo, ansiedad y expectativa mi presencia? Si las respuestas son las que yo creo pierda todo el cuidado posible, todos aquí están a salvo incluyéndole, en términos de seguir respirando me refiero, pero ante cualquier pequeño daño colateral o necesario no puedo dar garantías para usted pues ya sabe que cuando me vuelvo jugador suelo hacerlo rudo – Recordándole sutilmente aquellos azote que profirió contra su derrier en pleno acto aquella seguro inolvidable noche para la humana, en la cual recuerda quedaron en muy buenos términos a pesar de aquellos “pequeños impases” que tomaron lugar, algo que sucede hasta en las mejores familias así que ningún problema con ello. Sin mucho más que expresar por el momento mas que escuchar a su anfitriona tomó de nuevo el vaso lleno de Whisky por la mitad y repitió la acción capturando el elixir. Lo único inseguro y sin respuesta por el momento era aquello que se le cruzo por la mente, ¿esta también sería una noche inolvidable para la humana o sería simplemente una noche más? Tratándose de Averno probablemente lo segundo no sería, lo primero como siempre lo más tentador para esta inexistente apuesta.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Guardó el silencio que creyó adecuado. No era muy buena para hacerlo, la verdad. La mayor parte del tiempo, sino es que en todo momento, mientras se encontraba en la inquisición hablaba ya fuera para dar ordenes, o para hacer tratos. No le resultaba difícil, su carácter le permitía sin altanera y por eso llevaba mucho la contraría a todo el mundo; le gustaba discutir, también ondear de su buena posición. Con Averno la cosa era distinta. No es que lo respetara precisamente por su condición, había parte de eso, claro, pero no todo era dominio físico. El verdadero respeto, y forma para llamarlo como un igual recaía en el intelecto de la criatura de la noche. La inquisidora era una mujer letrada, desde pequeña se había esforzado por sacar de lo común a su naturaleza femenina. Se hizo pensante desde su tuvo conciencia propia, y más cuando comenzaba a tomarse a pecho el aprender, el poder leer y dialogar con alguien que valiera la pena. Subestimaba a un noventa y nueve por cierto de las criaturas existentes en el mundo. Incluyendo humanos y criaturas de la noche. La evidencia de que el vampiro era parte del uno por cierto es que lo había admitido en su casa. No, no estaba ahí porque no fueran aptos para sacarlo, porque había manera de hacerlo. ¡Era una inquisidora, por Dios! Lo más estúpido de todo sería que no supiera controlar a una criatura en su casa. Tenía trampas, soldados que trabajaban para ella, y el entrenamiento oportuno. Se trataba de una mujer orgullosa, así que prefería morir a que hicieran algo en contra de su voluntad.
— Siempre queriendo hacerse el interesante — Mencionó de mala gana porqué su respuesta no le era automática. Acostumbrada a tener todo lo que quisiera, en el momento que deseaba, el no tenerlo con él le ponía de malas, los pelos de punta. Se atrevió a dirigirle una mirada severa. La criatura lo hacía todo a propósito y lo sabía de sobra. Era un insoportable fastidioso.
— No se trata de desesperación, se trata de información, como le dije, no lo esperaba, y había organizado mi noche justo para mis deberes, no para atenderle — Lo dijo sin titubear, sin esconder palabra alguna, no iba a ser hipócrita. No lo esperaba, y esa noche en especial no estaba de buen humor. Había tenido un encuentro días atrás con su hermano, Maximiliano, y no sólo eso, había discutido con él, quien era la única persona a la que amaba y respetaba verdaderamente, y todo por la culpa de su estúpida hermana Francine. Más valía que la noche fuera agradable, o sino, se desquitaría con cualquiera, incluso con el vampiro, sin importar las consecuencias. No se trataba de una mujer que temiera, nunca lo había hecho ni empezaría en aquel momento. Se podría esperar más pronto estupidez de ella que cobardía.
— No tengo tiempo para extrañar a nadie, esa clase de sentimentalismo no van conmigo, Averno, debería ya comprender aquello — Se encogió de hombros con elegancia nata, esa que nunca perdería porque ella había nacido de esa manera. — Me genera ansiedad y curiosidad. Soy una mujer de respuestas para poder comenzar a trazar si quiero o no realizar los hechos, todo lo mantengo controlado, así que salir de la rutina me parece inquietante — Era sincera, no tenía poder darle la vuelta a un tema que resultaba claro. Su mal humor era evidente, y no creía que el vampiro estuviera dispuesto a reducirlo.
— ¿Cómo se supone comencemos con esto? ¿Qué quiere que le diga, un cómo estás? No lo veo apropiado, las conversaciones común no van con usted, ni conmigo, ¿a cuántas has asesinado iría mejor? — Se llevó una mano al mentón de forma significativa. — ¿Qué necesita, Averno? La noche podría parecer tranquila, pero cuando se trata de relacionarlo a usted, yo creo que nada de eso viene de por medio. ¿Quiere de mi sangre? ¿Mi cuerpo? Si fuera más directo resolveríamos esas cosas de una vez. La noche no es eterna, y mi casa no es segura para los de tu condición, podría ser que el amanecer llegue — Sonrió de medio lado de forma mordaz.
— Siempre queriendo hacerse el interesante — Mencionó de mala gana porqué su respuesta no le era automática. Acostumbrada a tener todo lo que quisiera, en el momento que deseaba, el no tenerlo con él le ponía de malas, los pelos de punta. Se atrevió a dirigirle una mirada severa. La criatura lo hacía todo a propósito y lo sabía de sobra. Era un insoportable fastidioso.
— No se trata de desesperación, se trata de información, como le dije, no lo esperaba, y había organizado mi noche justo para mis deberes, no para atenderle — Lo dijo sin titubear, sin esconder palabra alguna, no iba a ser hipócrita. No lo esperaba, y esa noche en especial no estaba de buen humor. Había tenido un encuentro días atrás con su hermano, Maximiliano, y no sólo eso, había discutido con él, quien era la única persona a la que amaba y respetaba verdaderamente, y todo por la culpa de su estúpida hermana Francine. Más valía que la noche fuera agradable, o sino, se desquitaría con cualquiera, incluso con el vampiro, sin importar las consecuencias. No se trataba de una mujer que temiera, nunca lo había hecho ni empezaría en aquel momento. Se podría esperar más pronto estupidez de ella que cobardía.
— No tengo tiempo para extrañar a nadie, esa clase de sentimentalismo no van conmigo, Averno, debería ya comprender aquello — Se encogió de hombros con elegancia nata, esa que nunca perdería porque ella había nacido de esa manera. — Me genera ansiedad y curiosidad. Soy una mujer de respuestas para poder comenzar a trazar si quiero o no realizar los hechos, todo lo mantengo controlado, así que salir de la rutina me parece inquietante — Era sincera, no tenía poder darle la vuelta a un tema que resultaba claro. Su mal humor era evidente, y no creía que el vampiro estuviera dispuesto a reducirlo.
— ¿Cómo se supone comencemos con esto? ¿Qué quiere que le diga, un cómo estás? No lo veo apropiado, las conversaciones común no van con usted, ni conmigo, ¿a cuántas has asesinado iría mejor? — Se llevó una mano al mentón de forma significativa. — ¿Qué necesita, Averno? La noche podría parecer tranquila, pero cuando se trata de relacionarlo a usted, yo creo que nada de eso viene de por medio. ¿Quiere de mi sangre? ¿Mi cuerpo? Si fuera más directo resolveríamos esas cosas de una vez. La noche no es eterna, y mi casa no es segura para los de tu condición, podría ser que el amanecer llegue — Sonrió de medio lado de forma mordaz.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
No le sorprendió al vampiro en casi nada la postura defensiva que la humana mostraba respecto a él, no se trataba de algo más que un método de defensa para mantener como una vez dijo ella: “su orgullo” Seguramente el haberse sentido tan vulnerable y suya para la merced ajena aquella vez en el teatro le afecto un poco al ego que el vampiro nota posee y es por esa misma razón que le busca a la humana, para aplastar y adueñarse de aquello que la humana intenta atesorar sin éxito, ella sabe que jamás podrá resistirse y que jamás podrá vencer los deseos de Averno, no obstante hacerse el fuerte y luchar hasta dar el último respiro es algo que el humano suele hacer por puro instinto, aunque esto fuera estúpido e inservible, jamás se podría quedar con las manos cruzadas mientras se comienza ahogar lentamente en un lago, o si comienza a caer a la lava, sus brazos siempre buscaran a lo que aferrarse para intentar en vano salvarse de su destino cruel. El vampiro bebió rápidamente su trago y se levantó hacía la humana, ya había hablado suficiente para exponer su plan de defensa o intimidación si es que así le gustaba llamarle, ciertamente no temía para nada de estar en la casa de una inquisidora, al contrario, se sentía mucho más seguro de lo que ella podía sentirse, después de todo no entró a la fuerza, no mató a nadie, y la dueña de casa le ofrece un trago, el utilizar un solo medio de la iglesia para esta noche le significaría a la humana un problema y unas buenas horas de papeleo para que con finas mentiras pudiera hacer creer a sus superiores que esto no fue más que un plan para capturar a un ser o una defensa bien elaborado contra un vampiro como él, cuál fuera la razón le costaría – Madame Capet – dijo en voz alta para colocarse a su lado y dejar el vaso ajeno sobre la mesa – La noche que le conocí debió haber quedado claro que su opinión y sus deseos no me son relevantes – posó una palma sobre la pierna de la humana – Cuando estoy aquí presente debe saber que el mundo gira en torno a mis deseos y necesidades, así como usted también – susurró cerca de la oreja izquierda ajena de la humana sin cortar esa cercanía entre ambos cuerpos, lentamente fue capturando a la mujer con el otro brazo y le atrajo – ¿Recuerda aquello por lo que sentí mucha pena por usted? Sí, su falta de acción sexual, ¿hace cuánto que no ha sentido la humedad madame? – se carcajeó pedante frente a su rostro.
Una de las palmas del vampiro se posó sobre los glúteos de la humana, la nariz del vampiro surcó el cuello de la inquisidora con lentitud denotando aquella sonrisa que esbozaba cuando se sentía con el control - ¿Sangre? ¿Un cuerpo? ¿Poder? ¿Conocimiento? Sabe que siempre obtendré lo mejor que usted pueda dar, así como de cualquier otro ser, lo que no sirve no lo necesito, se obvia o desecha, preguntarme que deseo es ingresar a un mundo inmenso de posibilidades y variantes que su pequeña y limitada mente jamás comprendería, no se sienta mal por ello, no es su culpa – necesitaría toda una vida para experimentar a penas un poco de lo que él ha experimentado en más de cien años, incluso más que en los primeros cien, que fueron sin duda sus peores años, los primeros. Ella jamás comprendería a la perfección lo que un ser como Averno busca, tan solo podrá ser donante de pequeños trozos de lo que anda buscando incansablemente, un “algo” interminable y quizás utópico que ni él mismo podría describir incluso, no era necesario abarcar un tema como este durante esta noche, realmente no, la haría exageradamente tediosa y simplemente no estaba planeado que así se vuelve al menos para él, simplemente haría lo que vino a hacer quizás con exageración o mesura, pero solo sería una pequeña variante – No se preocupe madame Capet, será una placentera noche, pero sus labores y deberes serán un segundo plano, además también como su cronograma para la noche, olvide que lo hizo alguna vez, porque quedará enterrado, entre sus gemidos de dolor, de placer y de angustia, cualquiera dependiendo de cuál tipo de gemido desee generar en usted – La palma del vampiro se posó sobre el pecho de la humana desnudando este un poco y descanso justo en el corazón, tan solo deseaba sentir aquellos latidos acelerados, ¿las emociones quizás? ¿Aquellas emociones tan humanas? Él posee unas cuantas muy diferentes a las de ellos, pero ha considerado que todas parten de su mente, por lo que probablemente tan solo sean procesos parecidos al pesar, pensar es la única manera de saber que existes, es algo que cualquiera con simples conocimientos de filosofía podría saber, dicen que el pensar controla todos los procesos, y el suyo gusta de controlar a otros seres no solo al suyo propio.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
El humor de la inquisidora no iba mejorando. Muy por el contrario, se volvía cada vez peor. Cuando supo que su marido estaba muerto, sintió alivio, se sintió libre. Los días habían mejorado para ella dado que no tenía a quien rendirle cuentas. Su posición en la iglesia subió de un día a otro y su fortuna también. Todo lo controlaba ella, sin que nadie le mandara, porque incluso el Papa mismo tenía sus códigos para dirigirse con Narcisse, era sin duda una mujer de privilegios, los cuales resultaban hacerse diminutos, minúsculos o incluso desaparecer por la presencia de la criatura. Se sentía encerrada, dominada, apresada, controlada, e insignificante. Él tenía intelecto, un arma con la cual la mujer podía retarlo sin duda, pero había otros detalles que la hacían paralizarse. No iba a mentir que su primer encuentro resultó placentero de alguna manera, pero tenerlo tan cerca de ella le generaba mucha frustración. Su mano en su pierna, la cercanía con su oreja, la forma en que la atraía, todo la hacía sentirse incomoda. Por alguna razón enferma se sentía atractiva sí, mujer sí, pero igual tenía miedo. Miedo a volverse adicta al veneno que él le ofrecía. No deseaba volverse dependiente, mucho menos poca poca, no lo era, y se lo repetía mil veces en la cabeza para no caer en la corriente enfermiza de creer lo que él le decía realidad. Necesitaba seguir creyéndose casi perfecta.
— ¿Entonces se está comportando cómo un ser misericordioso, Averno? — Arqueó una ceja inevitablemente, en su rostro se mostró la sonrisa burlona por aquello que ella misma pregunto — Los seres misericordiosos no existen, actúan a su beneficio, como usted — Se encogió de hombros sin dejar de verlo — Disfrutó de mi intimidad húmeda ¿Por eso me lo está recordando? — No iba a dejar que se burlara de ella. Sí la criatura había vuelto era porque también había tenido goce ¿No?.
Narcisse guardó silencio. ¿Para que discutir? De todas formas se iba a hacer de alguna u otra manera lo que la criatura quería. Lo más sensato de su parte sería ceder, y sí lo hacía quizás ella saldría ganando más que diversión. Necesitaba salir de esa rutina diaria que tenía. De su posición de frígida, porqué eso no era un pecado, y aunque lo fuera poco le importaría realizarlo. Se había enfrascado tanto en sus deseos de superación y conocimiento, que apenas y pudo atender lo que su cuerpo deseaba. Por eso sus pezones e endurecieron cuando el vampiro desnudó un poco el primero, la mujer deseaba sentirse eso precisamente: una mujer deseada.
— No quiero estar en un lugar tan incomodo a mi gusto — Sólo habían un par de sillones, la chimenea y las mesitas de centro y los lados. Sí iban a disfrutar de la noche entonces tendría que ser en el mejor lugar de la mansión: su habitación. — Sígame — Le indicó sin mover la tela fina de su ropa de noche. Si deseaba parte de su desnudez ¿quién era ella para negárselo? Quizás si se comportaba como una gatita sumisa la cosa le pintaría un mejor desenlace. Estaba por verse. Narcisse de dio la vuelta para indicarle el camino. Caminó por algunos pasillos y luego fue subiendo las escaleras, mientras lo hacía pronunció un poco más el movimiento de sus caderas, y cuando por fin llegó a la segunda planta le tomó del brazo para guiarlo cómo si se tratara de un invitado anhelado. ¿Así le gustaban a él los tratos? No lo sabía pero bastaba con intentarlo para saber si gustaba la criatura de ellos o no.
No tardaron en llegar a su habitación, no tardó en cerrar la puerta con seguro. Sólo algunas velas y la luz tenue de la luna los acompañaría, no se necesitaba más.
— ¿Por dónde quiere empezar? — Preguntó sentándose en el borde de su cama observándolo con atención. Le dejaría que estudiara cada detalle de la amplia habitación. Había de todo en ese lugar, incluso una mesa amplia con escritos viejos y valiosos. Se trataba de Narcisse Capet, así que ella podía tener todo lo que quisiera a su disposición, a su alcance.
— ¿Entonces se está comportando cómo un ser misericordioso, Averno? — Arqueó una ceja inevitablemente, en su rostro se mostró la sonrisa burlona por aquello que ella misma pregunto — Los seres misericordiosos no existen, actúan a su beneficio, como usted — Se encogió de hombros sin dejar de verlo — Disfrutó de mi intimidad húmeda ¿Por eso me lo está recordando? — No iba a dejar que se burlara de ella. Sí la criatura había vuelto era porque también había tenido goce ¿No?.
Narcisse guardó silencio. ¿Para que discutir? De todas formas se iba a hacer de alguna u otra manera lo que la criatura quería. Lo más sensato de su parte sería ceder, y sí lo hacía quizás ella saldría ganando más que diversión. Necesitaba salir de esa rutina diaria que tenía. De su posición de frígida, porqué eso no era un pecado, y aunque lo fuera poco le importaría realizarlo. Se había enfrascado tanto en sus deseos de superación y conocimiento, que apenas y pudo atender lo que su cuerpo deseaba. Por eso sus pezones e endurecieron cuando el vampiro desnudó un poco el primero, la mujer deseaba sentirse eso precisamente: una mujer deseada.
— No quiero estar en un lugar tan incomodo a mi gusto — Sólo habían un par de sillones, la chimenea y las mesitas de centro y los lados. Sí iban a disfrutar de la noche entonces tendría que ser en el mejor lugar de la mansión: su habitación. — Sígame — Le indicó sin mover la tela fina de su ropa de noche. Si deseaba parte de su desnudez ¿quién era ella para negárselo? Quizás si se comportaba como una gatita sumisa la cosa le pintaría un mejor desenlace. Estaba por verse. Narcisse de dio la vuelta para indicarle el camino. Caminó por algunos pasillos y luego fue subiendo las escaleras, mientras lo hacía pronunció un poco más el movimiento de sus caderas, y cuando por fin llegó a la segunda planta le tomó del brazo para guiarlo cómo si se tratara de un invitado anhelado. ¿Así le gustaban a él los tratos? No lo sabía pero bastaba con intentarlo para saber si gustaba la criatura de ellos o no.
No tardaron en llegar a su habitación, no tardó en cerrar la puerta con seguro. Sólo algunas velas y la luz tenue de la luna los acompañaría, no se necesitaba más.
— ¿Por dónde quiere empezar? — Preguntó sentándose en el borde de su cama observándolo con atención. Le dejaría que estudiara cada detalle de la amplia habitación. Había de todo en ese lugar, incluso una mesa amplia con escritos viejos y valiosos. Se trataba de Narcisse Capet, así que ella podía tener todo lo que quisiera a su disposición, a su alcance.
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
El inmortal accedió a simplemente a ser guiado por la mujer, una que realmente no podía ser considerada en términos humanos una simple mocosa inexperimentada, como es usual de esta época, la inquisidora ya había estado casada, dueña de un territorio y jefa de un grupo de seres inferiores tanto social como económicamente, un ritmo de vida bastante común para ser honestos, sin ningún problema alguno se podría decir que Narcisse tenía consigo varios seguros que sirven para obtener una vida grada, no obstante el ancestral ser tenía muy claro que su vida no resultaba ser rosa, no porque su actitud de mujer amargada y estirada que pareciera que estuviera acabada fuera algo natural, no, estaba seguro de que algo más allá descansaba detrás de la poca pasividad y además de la poca tolerancia que adornaba el aura de aquella humana que parecía querer jugar a la par con el inmortal, algo que lamentablemente no sucedería, él como es usual mantendría sus cadenas y sin lugar a dudas aprovecharía para jugar muy a su manera con la siquis de la inquisidor y a su vez aprovecharía los dones que su cuerpo podría ofrecerle a él, una combinación que realmente no mostraba perdida para el inmortal, ¿esto lo hacía aburrido? Quizás en esencia podría tonarse aburrido y un reto sin ninguna gracia, no obstante él ya había arriesgado y jugado su baraja en el teatro aquel, por esta razón ahora venía a reclamar su premio tal y como habían quedado ambos. ¿Fue un trato justo? En la inconciencia de lo que podría el vampiro realizar con ella para ella sí y para él también, entonces nadie podría acusarle de ser abusivo, de haberse aprovechado de una mente que sin duda resulta inteligente, no obstante que no podía pasar por sobre la propia, y no solo por temas de raciocinio, si no también porque la experiencia, el estar y el no haber estado, además de unas capacidades extra, decantaban al balanza completamente hacia el lado del Averno. En la habitación el vampiro fingió ignorar la pregunta relevante que la mujer había realizado, siempre no por descortesía, si no porque simplemente no resultaba ser el momento adecuado para responderle, no aún, y quizás también porque usas las palabras para ello no necesariamente seria lo más adecuado. Analizar la habitación de una persona es una gran manera de aprender más a fondo de ella, desde la decoración, la posición de los muebles, el arte y los colores que pueda preferir, no había fallo siempre y cuando el dueño del santuario fuera el indicado del aspecto de este.
Averno no encontró nada que estuviera fuera de sus fronteras, al contrario, todos los detalles que lograba descifrar reafirmaban más sus decisiones y maneras de ver a la humana, no esperaba algo diferente, aunque sí descubrir algo oculto, por el momento nada. El castaño ser se acercó lentamente a la mujer que esperaba en el borde de la cama, ¿qué pasaba por su mente? ¿Tendría aquella lucha mental entre su orgullo y su deseo? ¿Pensaba en las palmas frías del inmortal tocándole? ¿O en la rabia de no tener decisión propia en esto? Podía entrar, sí, podía, no obstante no quería hacerlo, perdería así toda gracia, al menos por el momento. Frente a la humana el inmortal retiró sus guantes blancos, uno a uno, los colocó sobre las piernas descubiertas de la pálida inquisidora, sus uñas largas, afiladas e incoloras se mostraron sin cuidado o recato alguno, la palma derecha del inmortal viajó por la mejilla derecha ajena, raspando levemente la carne, dejando aquellos caminos blanquiñosos hasta la parte final del cuello que chocaba con el hombro y la clavícula - ¿Por dónde empezaré? - Repitió la pregunta con aquel tono de jugador, no entregaba respuesta alguna, buscaba entonces generar notable ansiedad en ese cuerpo humano tan frágil y sensible. El cuerpo masculino del inmortal se posó finalmente a un costado del cuerpo humano, los brazos fuertes y peligrosos de la bestia rodearon entonces la anatomía femenina, aquella bata que llevaba nada más pronto desaparecería, no obstante un ritual de frases quemantes acompañarían a su odisea, porque de no venir entonces no sería lo mismo - ¿Resultó ser la típica infeliz esposa? ¿Qué tan insatisfecha se encontraba con aquel hombre que ahora descansa entre los cadáveres inertes y sin valor? - Aquellas falanges que tomaban su propio camino, indiferente al de sus palabras se sujetaron a la tela, y lento fueron tirando - ¿Realmente conoció le orgasmo bajo sus brazos? ¿O prefirió siempre fingirlos para dotar de seguridad a su semental? Lo peligroso de las humanas para los humanos es que pueden mentirles tan bien - Susurró cerca de su oreja derecha antes de lamer la zona inferior a esta, tan cerca del cuello - Sobre todo las damas astutas que guardan más de un secreto - Un simple tirón de ambas palmas descubrió el cuerpo de la hembra. Las falanges del inmortal bajaron hasta las caderas ajenas, la inquisidora poseía un cuerpo delgado exagerado, bien definido, no necesariamente voluptuoso, y él lo captaba como atractivo - Yendo a lo más profundo de su ser, ¿qué tanto lo esta deseando realmente? Piense junto al dolor - Mencionó amenazante antes de incrustar sus colmillos en la carne para comenzar a beber la única esencia carmín que a él realmente le satisfacía. La palma derecha del inmortal subió hasta el seno de la misma orientación para tomarlo, la izquierda del vampiro reposó en la pelvis dando un leve masaje.
Averno no encontró nada que estuviera fuera de sus fronteras, al contrario, todos los detalles que lograba descifrar reafirmaban más sus decisiones y maneras de ver a la humana, no esperaba algo diferente, aunque sí descubrir algo oculto, por el momento nada. El castaño ser se acercó lentamente a la mujer que esperaba en el borde de la cama, ¿qué pasaba por su mente? ¿Tendría aquella lucha mental entre su orgullo y su deseo? ¿Pensaba en las palmas frías del inmortal tocándole? ¿O en la rabia de no tener decisión propia en esto? Podía entrar, sí, podía, no obstante no quería hacerlo, perdería así toda gracia, al menos por el momento. Frente a la humana el inmortal retiró sus guantes blancos, uno a uno, los colocó sobre las piernas descubiertas de la pálida inquisidora, sus uñas largas, afiladas e incoloras se mostraron sin cuidado o recato alguno, la palma derecha del inmortal viajó por la mejilla derecha ajena, raspando levemente la carne, dejando aquellos caminos blanquiñosos hasta la parte final del cuello que chocaba con el hombro y la clavícula - ¿Por dónde empezaré? - Repitió la pregunta con aquel tono de jugador, no entregaba respuesta alguna, buscaba entonces generar notable ansiedad en ese cuerpo humano tan frágil y sensible. El cuerpo masculino del inmortal se posó finalmente a un costado del cuerpo humano, los brazos fuertes y peligrosos de la bestia rodearon entonces la anatomía femenina, aquella bata que llevaba nada más pronto desaparecería, no obstante un ritual de frases quemantes acompañarían a su odisea, porque de no venir entonces no sería lo mismo - ¿Resultó ser la típica infeliz esposa? ¿Qué tan insatisfecha se encontraba con aquel hombre que ahora descansa entre los cadáveres inertes y sin valor? - Aquellas falanges que tomaban su propio camino, indiferente al de sus palabras se sujetaron a la tela, y lento fueron tirando - ¿Realmente conoció le orgasmo bajo sus brazos? ¿O prefirió siempre fingirlos para dotar de seguridad a su semental? Lo peligroso de las humanas para los humanos es que pueden mentirles tan bien - Susurró cerca de su oreja derecha antes de lamer la zona inferior a esta, tan cerca del cuello - Sobre todo las damas astutas que guardan más de un secreto - Un simple tirón de ambas palmas descubrió el cuerpo de la hembra. Las falanges del inmortal bajaron hasta las caderas ajenas, la inquisidora poseía un cuerpo delgado exagerado, bien definido, no necesariamente voluptuoso, y él lo captaba como atractivo - Yendo a lo más profundo de su ser, ¿qué tanto lo esta deseando realmente? Piense junto al dolor - Mencionó amenazante antes de incrustar sus colmillos en la carne para comenzar a beber la única esencia carmín que a él realmente le satisfacía. La palma derecha del inmortal subió hasta el seno de la misma orientación para tomarlo, la izquierda del vampiro reposó en la pelvis dando un leve masaje.
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
¿En el sexo importaba el orgullo? ¿El orgullo era parte de la actividad física? Las preguntas eran casi las mismas, sin embargo no tenían nada de relación, y en ninguna se podría afirmar. Ella sabía que para poder dejarse llevar por el deseo debía existir precisamente eso: deseo. Sin embargo no estaba consciente que tanto podría anhelar tenerlo a él de amante. Quizás ambos eran la medida ajena, los dos con aquella soberbia, con aquella grandeza que era imposible de negar, mucho menos de ignorar. La inquisidora estaba consciente de la gran desventaja que poseía refiriéndose a él, no por eso se detenía. La gran ventaja con ella recaía en que no temía a la muerte, y tampoco al dolor, sin embargo no deseaba dejar el mundo de los vivos sin su venganza, y por eso debía ser inteligente, cautelosa, y salir victoriosa de ese encuentro. Mismo que en realidad no sabía si podría ocurrir. Existían muchas dudas, pero de la misma manera emociones positivas. Su mortalidad iba regida de la sed de venganza, de la amargura, del orden y el poder. Entre otras cosas, su inteligencia se desbordaba y se complicada a cada instante. Sus capacidad la hacían más exigente, y por eso pocas cosas le satisfacían o llenaban. ¿Ocurriría con él? Lo cierto es que estaba por verse. Claro que lo estaba.
— Seguramente está acostumbrado a que su misterio embelese a cualquier mujer, incluso a cualquier criatura, y que de eso recoger una gran ventaja. — Chasqueó la lengua, movió el rostro y negó — Sin embargo debe saber una cosa, a mi me aburre, me parece tedioso, y me hace perder el tiempo — Le gustaba lo directo, y más si se lo decían, descubrirlo con acciones siempre ayudaba, pero existía una parte de ella analítica que le exigía escuchar para así poder planear el siguiente movimiento. Seguramente por eso Averno no decía más de la cuenta, para no ponerla en ventaja.
— Si el vampiro tiene curiosidad de saber sobre mi vida personal, ¿quién soy yo para negarle el privilegio? — El sarcasmo en su voz, en sus palabras, todo aquello era claro, sin embargo le daba un poco de gracia las preguntas, demasiado básicas — Mi marido me daba un buen placer, de ello no hay duda, sin embargo no me encontraba enamorada de él, me casé por el simple hecho de sacar ventajas, y claro que las tuve. — Se dejó hacer, su piel disfrutaba del contacto rasposo del inmortal — Sin embargo existían cosas en él que no me gustaban, y no es que sea una mujer pro justicia, pero no me gustó el giro de su vida, y menos que me pusiera en peligro, así que… Supongo se enteraron y lo mataron antes de que yo, ya que lo encontré muerto el día en que iba a informarle nuestra separación. ¿No lo cree todo divertido? Yo también tengo el poder de asesinar, aunque no me mancho las manos. — A ella no le pareció tan entretenido, aquel asesinato la había sacado a la luz, se había empeñado mucho tiempo en esconderse para que el asesino de su familia no descubriera quien era ella, y así la mujer poder arrancarle la cabeza, interrumpirle la inmortalidad. Lo que fuera.
Narcisse, no siguió hablando. Disfrutó de la incrustación de los colmillos en su piel nívea. Se había tensado, claro que sí, sin embargo su depravación oculta la invitaba a sentir placer y excitación por esa acción. Con cuidado bajó una de sus manos hasta posarse sobre la ajena. Con cuidado sus dedos de enredaron en los ajenos y provocó que los mismos se adentraran a su intimidad. Movió su cadera, pero fue precavida, no debía de lastimarse por más mínimo que fuera por culpa del vampiro alimentándose de ella. Sus glúteos duros y bien trabajados se pegaron al miembro del inmortal ¿Él ya se encontraría erecto? Si, podía notarlo. El deseo incrementaba, el morbo mucho más. Si estaban los dos conscientes del juego, ¿por qué no jugar?
— Quizás el dolor vaya de la mano conmigo, quizás el dolor me provoque, y me incite ¿No se lo ha cuestionado? Sino fuera así yo no le habría permitido entrar a mi morada, no subestime mi seguridad, ni mi inteligencia, me he puesto ante usted en charola de plata — Y claro que lo había hecho, porque aquello sería histórico y memorable. Los dos lo recordarían. Narcisse no era una mujer que tuviera problemas con desarrolarse en el ámbito sexual. Así que ahí estaba, disfrutando aquello que le hacía falta.
Lo que Averno no sabía era que su orgullo si formaba parte del acto, de la obra misma, porque sin duda, le daría guerra sin importar darle su último aliento.
— Seguramente está acostumbrado a que su misterio embelese a cualquier mujer, incluso a cualquier criatura, y que de eso recoger una gran ventaja. — Chasqueó la lengua, movió el rostro y negó — Sin embargo debe saber una cosa, a mi me aburre, me parece tedioso, y me hace perder el tiempo — Le gustaba lo directo, y más si se lo decían, descubrirlo con acciones siempre ayudaba, pero existía una parte de ella analítica que le exigía escuchar para así poder planear el siguiente movimiento. Seguramente por eso Averno no decía más de la cuenta, para no ponerla en ventaja.
— Si el vampiro tiene curiosidad de saber sobre mi vida personal, ¿quién soy yo para negarle el privilegio? — El sarcasmo en su voz, en sus palabras, todo aquello era claro, sin embargo le daba un poco de gracia las preguntas, demasiado básicas — Mi marido me daba un buen placer, de ello no hay duda, sin embargo no me encontraba enamorada de él, me casé por el simple hecho de sacar ventajas, y claro que las tuve. — Se dejó hacer, su piel disfrutaba del contacto rasposo del inmortal — Sin embargo existían cosas en él que no me gustaban, y no es que sea una mujer pro justicia, pero no me gustó el giro de su vida, y menos que me pusiera en peligro, así que… Supongo se enteraron y lo mataron antes de que yo, ya que lo encontré muerto el día en que iba a informarle nuestra separación. ¿No lo cree todo divertido? Yo también tengo el poder de asesinar, aunque no me mancho las manos. — A ella no le pareció tan entretenido, aquel asesinato la había sacado a la luz, se había empeñado mucho tiempo en esconderse para que el asesino de su familia no descubriera quien era ella, y así la mujer poder arrancarle la cabeza, interrumpirle la inmortalidad. Lo que fuera.
Narcisse, no siguió hablando. Disfrutó de la incrustación de los colmillos en su piel nívea. Se había tensado, claro que sí, sin embargo su depravación oculta la invitaba a sentir placer y excitación por esa acción. Con cuidado bajó una de sus manos hasta posarse sobre la ajena. Con cuidado sus dedos de enredaron en los ajenos y provocó que los mismos se adentraran a su intimidad. Movió su cadera, pero fue precavida, no debía de lastimarse por más mínimo que fuera por culpa del vampiro alimentándose de ella. Sus glúteos duros y bien trabajados se pegaron al miembro del inmortal ¿Él ya se encontraría erecto? Si, podía notarlo. El deseo incrementaba, el morbo mucho más. Si estaban los dos conscientes del juego, ¿por qué no jugar?
— Quizás el dolor vaya de la mano conmigo, quizás el dolor me provoque, y me incite ¿No se lo ha cuestionado? Sino fuera así yo no le habría permitido entrar a mi morada, no subestime mi seguridad, ni mi inteligencia, me he puesto ante usted en charola de plata — Y claro que lo había hecho, porque aquello sería histórico y memorable. Los dos lo recordarían. Narcisse no era una mujer que tuviera problemas con desarrolarse en el ámbito sexual. Así que ahí estaba, disfrutando aquello que le hacía falta.
Lo que Averno no sabía era que su orgullo si formaba parte del acto, de la obra misma, porque sin duda, le daría guerra sin importar darle su último aliento.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Narcisse Capet resultaba ser una humanada aguda, perspicaz e irreverente incluso en el punto más alto, en el punto en el cuál no debería de serlo, el inmortal sabía apreciar cuando el temple de un humano resultaba atractivo para él, cuando deseaba quebrarlo con más fuerza aún, o tan solo dejarlo pasar. La humana como mujer parecía tomar todas las atribuciones que usualmente las hembras de su especie no tomarían, aunque a su vez también compartió el destino de ellas, por ejemplo, casarse sin amor, aquella situación tan repetitiva, hasta el punto que resultaba aburrido que si quiera los mismos seres humanos vivieran buscando un tipo de amor o de relación real que tuviera cimientos bien profundos y enterrados dentro de sus mentes. El inmortal escuchó atentamente cada palabra, proezas, desdichas y confesiones, realmente la mujer había colaborado con su cuota en los años pasados de su vida, podía asumir que la influencia, el poder y los negocios además de la política han causado estragos y han sido parte en general de la vida de aquella inquisidora que ahora se placía con sus dedos por propio deseo, sin embargo colaboró también con las acción para de manera firme iniciar la estimulación lenta sobre y alrededor del clítoris de la dama, los colmillos del vampiro mantuvieron aquella penetración por segundos más hasta que finalmente se separaron lentamente y al salir rasparon los orificios dejando una gota extra de dolor en su accionar - Lo que sea que ve en mi que le aburre puede ser cierto o falso, o quizás tan solo una probada de la realidad distorsionada, mucho o poco, el misterio no lo genero con intención, y mi noche a noche no suele estar realmente trazado para seducir mujeres adultas o jovencitas inocentes, en este caso - Lamió la sangre antes que esta llegara más debajo de la clavícula - Usted se siente como la mujer seducida por el monstruo, ya sea por su aburrido misterio o por su injusta capacidad de resultar superior en ciertos afectos que finalmente le hacen agachar la cabeza con razonable sustento, uno que ni su orgullo es capaz de negar. Sé que desea aún vivir, aún no se considera acabada del todo y tiene metas que cumplir o deseos que realizar, la típica historia humana - Mencionada aquella última palabra por Averno, el hematófago estrujó con fuerza aquel pezón izquierdo endurecido que cerca de sus falanges reposaba.
La mordida del vampiro fue remplazada por un beso y una succión, cerca de la zona mellada por él con anterioridad, la pálida inquisidora trataba tan profundamente el tema del dolor, él a la perfección podía plasmar en su cuerpo dosis exageradas o mesuradas de manera que ambos pudieran disfrutar de aquel papel sádico y masoquista respectivamente - Matar es tan sencillo, no es necesario un motivo, una finalidad, un buen plan, inteligencia, ni si quiera habilidad, la muerte es demasiado poderosa a comparación del cuerpo humano y este puede sucumbir incluso ante un leve resfrío - En ningún momento él había contenido el roce de su miembro viril erecto contra los glúteos de su acompañante, pero justo ahora lo intensificaba - No puedo darle crédito alguno por matar, o por ordenar una muerte, tan solo cuando descubra la gracia con la que se hizo y los factores que le orillaron a hacerlo entonces podré decir que fue una labor envidiable, claro, nunca al nivel de las que yo pueda realizar o realice, pero no soy del todo ingrato al momento de calificar - No podía negar que en sus últimas afirmaciones la humana tenía la razón y no había manear alguna de intentar rebatirle, pudo haber si quiera aplicado un poco de resistencia ante su llegada si realmente no lo hubiera deseado aquí desde el inicio, para otorgarle esa sazón de sufrimiento que tan bien él podía aplicar. Averno deseaba finalmente una cosa, a la humana de rodillas ante él, sabía que el juego a su par le agradaba pero hasta cierto punto pues llegaba a sentirse herida en ese orgullo humano, por ende él gozaría con ir pinchándolo, destruyéndolo, sodomizando este hasta el punto que finalmente reviente y exija más la parte despavorida de su humanidad, en el punto en el cuál ya no pudiera controlarse ni guardar el recato de "dama fatal" que le caracterizaba - Es momento de que tome su lugar - Afirmó en tono grave para girar a la niña humana y dejar sus glúteos firmes expuestos, le soltó para poder soltar su propio cinturón - ¿Olvidó lo que siente al ser azotada por mi? - Si lo hizo, lo cual dudaba, ahora lo recordaría, afirmó bien el material y comenzó entonces asestando fuertes golpes secos con el cuero de aquella correa, directamente y sin prendas él podía gozar mucho mejor que la vez anterior de la visión de sus acciones - Arrodíllese - Le ordenó sin descaro, con todas las atribuciones que él ya había tomado desde aquella noche, su señor no era Dios, ni su jefe la cabeza más alta de su institución, no, Averno mandaba sobre ella ahora, y en el fondo de su ego no marchito del todo ella lo sabia. Dio cabida al cuerpo de la mujer separando sus piernas para que esta pudiera así comenzar, en ningún momento soltó la correa, simplemente con esta le rodeo el cuello y le afirmó el rostro contra su propia pelvis. Todo claro.
La mordida del vampiro fue remplazada por un beso y una succión, cerca de la zona mellada por él con anterioridad, la pálida inquisidora trataba tan profundamente el tema del dolor, él a la perfección podía plasmar en su cuerpo dosis exageradas o mesuradas de manera que ambos pudieran disfrutar de aquel papel sádico y masoquista respectivamente - Matar es tan sencillo, no es necesario un motivo, una finalidad, un buen plan, inteligencia, ni si quiera habilidad, la muerte es demasiado poderosa a comparación del cuerpo humano y este puede sucumbir incluso ante un leve resfrío - En ningún momento él había contenido el roce de su miembro viril erecto contra los glúteos de su acompañante, pero justo ahora lo intensificaba - No puedo darle crédito alguno por matar, o por ordenar una muerte, tan solo cuando descubra la gracia con la que se hizo y los factores que le orillaron a hacerlo entonces podré decir que fue una labor envidiable, claro, nunca al nivel de las que yo pueda realizar o realice, pero no soy del todo ingrato al momento de calificar - No podía negar que en sus últimas afirmaciones la humana tenía la razón y no había manear alguna de intentar rebatirle, pudo haber si quiera aplicado un poco de resistencia ante su llegada si realmente no lo hubiera deseado aquí desde el inicio, para otorgarle esa sazón de sufrimiento que tan bien él podía aplicar. Averno deseaba finalmente una cosa, a la humana de rodillas ante él, sabía que el juego a su par le agradaba pero hasta cierto punto pues llegaba a sentirse herida en ese orgullo humano, por ende él gozaría con ir pinchándolo, destruyéndolo, sodomizando este hasta el punto que finalmente reviente y exija más la parte despavorida de su humanidad, en el punto en el cuál ya no pudiera controlarse ni guardar el recato de "dama fatal" que le caracterizaba - Es momento de que tome su lugar - Afirmó en tono grave para girar a la niña humana y dejar sus glúteos firmes expuestos, le soltó para poder soltar su propio cinturón - ¿Olvidó lo que siente al ser azotada por mi? - Si lo hizo, lo cual dudaba, ahora lo recordaría, afirmó bien el material y comenzó entonces asestando fuertes golpes secos con el cuero de aquella correa, directamente y sin prendas él podía gozar mucho mejor que la vez anterior de la visión de sus acciones - Arrodíllese - Le ordenó sin descaro, con todas las atribuciones que él ya había tomado desde aquella noche, su señor no era Dios, ni su jefe la cabeza más alta de su institución, no, Averno mandaba sobre ella ahora, y en el fondo de su ego no marchito del todo ella lo sabia. Dio cabida al cuerpo de la mujer separando sus piernas para que esta pudiera así comenzar, en ningún momento soltó la correa, simplemente con esta le rodeo el cuello y le afirmó el rostro contra su propia pelvis. Todo claro.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Incluso sabiendo la realidad que se tenía frente a ella, Narcisse no deseaba doblegarse, su orgullo era demasiado grande, no había cosa que se le negara o impusiera, y por eso encontrarse en esa situación la hacía sentir incomoda, enferma, completamente molesta. En su interior el odio se acrecentaba, aunque en su exterior, en la forma física, el deseo iba de la misma manera que aquel sentimiento negativo que estaba experimentando.. Ni siquiera su marido se había atrevido a tocarla, por el hecho de temerle dado el gran poder que se tenía. Lo que nunca contempló fue el que una criatura sobrenatural como Averno llegara a su vida, rompiera sus murallas, le impusiera paredes, y le encadenara a sus ordenes. Estaba enfurecida, y en ese instante adolorida, mareada y pensativa. ¿Cómo se podía tanto en ese momento? Fácil, era ella, tenía más capacidad que muchos humanos, y por eso él la tenía ahí, en ese instante, dándole la tunda que jamás le habían dado. Le dolían sus nalgas, en demasía, pero más tarde solucionara ese daño físico. Cosa que nunca la detenía.
Gruñó, su parte salvaje se había despertado. El dolor había abrazado a la rabia y tenía ganas de aniquilarlo, pero ella era realista, la más de todas, y por eso no lo hacía, necesitaba vivir más tiempo. Averno no era su objetivo principal, él no había asesinado a sus padres, él no tenía la culpa de sus manías, de los retos que buscaba tumbar (incluido él), y tampoco de su carácter, porque estaba más que amargada por los sucesos del pasado. De eso no había duda, se le notaba en las expresiones hermosas que tenía. Era una mujer fría, arrogante, amargada y infeliz. Lo único que la liberaría de eso, sin duda sería su venganza.
Sus rodillas fueron recibidas por la alfombra de su habitación. Podía aspirar el olor a limpio del inmortal, incluso destilaba esencias masculinas. Lo aborrecía incluso un poco más, el que fuera alguien que buscaba la perfección tanto como ella le molestaba, y más aún por la clara ventaja que le tenía. La inquisidora movió sus manos sin precaución, retiró la tela del pantalón y de los interiores oscuros del vampiro. El miembro erecto salió, incluso por la cercanía chocó contra sus ojos, mismos que tuvo que cerrar al instante. Se sentía ligeramente humillada, pero no se permitiría nada más. ¡Él no tenía derecho de hacerle sentir así. No quiso que le lastimara más de la cuenta, y por eso abrió la boca dejando que se le deslizara la virilidad. Saboreó primero intentando así lubricar la zona. De esa forma podría hacer el movimiento con la cabeza con más facilidad, aunque sabía bien que Averno necesitaba un poco más de fuerza para disfrutar. ¿Verdad? Algo había leído en sus archivos de la inquisición, y ella cómo mujer obediente que era, intento poder en practica la teoría aprendida.
Presionó Narcisse con los labios y los dientes el pene del hombre. Con una de sus manos se sujetó de la cadera ajena, y con la otra jugueteó con la zona más sensible del hombre, y esperaba que de la criatura. Salivó lo suficiente, e incrementaba el ritmo paulatinamente, aunque también succionaba, pero con una fuerza distinta a lo conocido en ella. Sólo una vez anteriormente había hecho aquello, no era una experta, pero dado su deseo ferviente por ser la mejor en todo, ponía su empeño más grande en la actividad. Se le notaba. Lo único que le incomodaba sin duda era el cinturón, mismo que la hacía sentir como un animal. ¡Maldito fuera el vampiro!
Narcisse quiso, después de unos minutos, retirar el miembro de su boca, sin embargo no pudo, su ahora amo, no le dejaba hacer más nada, ella sólo debía complacerlo, darle placer, sin importar cuantas arcadas tuviera que experimentar gracias a la violencia de las embestidas dadas por la criatura a su boca.
Podría pasar una enferma, pero fuera de desagradarle, se estaba excitando.
Gruñó, su parte salvaje se había despertado. El dolor había abrazado a la rabia y tenía ganas de aniquilarlo, pero ella era realista, la más de todas, y por eso no lo hacía, necesitaba vivir más tiempo. Averno no era su objetivo principal, él no había asesinado a sus padres, él no tenía la culpa de sus manías, de los retos que buscaba tumbar (incluido él), y tampoco de su carácter, porque estaba más que amargada por los sucesos del pasado. De eso no había duda, se le notaba en las expresiones hermosas que tenía. Era una mujer fría, arrogante, amargada y infeliz. Lo único que la liberaría de eso, sin duda sería su venganza.
Sus rodillas fueron recibidas por la alfombra de su habitación. Podía aspirar el olor a limpio del inmortal, incluso destilaba esencias masculinas. Lo aborrecía incluso un poco más, el que fuera alguien que buscaba la perfección tanto como ella le molestaba, y más aún por la clara ventaja que le tenía. La inquisidora movió sus manos sin precaución, retiró la tela del pantalón y de los interiores oscuros del vampiro. El miembro erecto salió, incluso por la cercanía chocó contra sus ojos, mismos que tuvo que cerrar al instante. Se sentía ligeramente humillada, pero no se permitiría nada más. ¡Él no tenía derecho de hacerle sentir así. No quiso que le lastimara más de la cuenta, y por eso abrió la boca dejando que se le deslizara la virilidad. Saboreó primero intentando así lubricar la zona. De esa forma podría hacer el movimiento con la cabeza con más facilidad, aunque sabía bien que Averno necesitaba un poco más de fuerza para disfrutar. ¿Verdad? Algo había leído en sus archivos de la inquisición, y ella cómo mujer obediente que era, intento poder en practica la teoría aprendida.
Presionó Narcisse con los labios y los dientes el pene del hombre. Con una de sus manos se sujetó de la cadera ajena, y con la otra jugueteó con la zona más sensible del hombre, y esperaba que de la criatura. Salivó lo suficiente, e incrementaba el ritmo paulatinamente, aunque también succionaba, pero con una fuerza distinta a lo conocido en ella. Sólo una vez anteriormente había hecho aquello, no era una experta, pero dado su deseo ferviente por ser la mejor en todo, ponía su empeño más grande en la actividad. Se le notaba. Lo único que le incomodaba sin duda era el cinturón, mismo que la hacía sentir como un animal. ¡Maldito fuera el vampiro!
Narcisse quiso, después de unos minutos, retirar el miembro de su boca, sin embargo no pudo, su ahora amo, no le dejaba hacer más nada, ella sólo debía complacerlo, darle placer, sin importar cuantas arcadas tuviera que experimentar gracias a la violencia de las embestidas dadas por la criatura a su boca.
Podría pasar una enferma, pero fuera de desagradarle, se estaba excitando.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
El rostro del inmortal bajo, tan solo para mantenerse por encima de la humana, él jamás bajaría la mirada ante nadie, seguía por encima de ella, tan solo había tenido que realizar un pequeño ajuste. Justo como deseó, la humana no tardó en liberar lo que humanamente le convierte en hombre, de inmediato una carcajada sonora, burlona en su totalidad, y a la vez soberbia, quizás orgullosa, se escuchó por toda la habitación, aquel choque le había resultado imponente – Un poco más cuidado madame y de recato, ¿no?, una mujer con su experiencia no debería mostrar debilidad frente a estos temas, y menos aún torpeza, ¿qué concepto espera que tenga yo de usted? – Volvió a soltar una risotada, simplemente buscando mellar más aún el orgullo herido de la mujer, estaba consiente, le tiraba dardos a una fierecilla herida pero de grandes y puntiagudas fauces, por eso mismo le estaba domando, con recelo, cautela y metodología pulcra. Lo inexorable, o coloquialmente conocido como “lo inevitable” Justamente esta situación desembocaba en aquello. La humana succionando su falo, ¿no es lo que buscó desde el inicio y dio por sentado que sucedería? Pues ahí mismo – Debería demostrarme lo que aprende una mujer casada en sus años de servicio al hombre – Estaba claro que Narcisse en todo momento se consideró superior a su marido, la manera en la que se expresaba de él, había desdén y desinterés, ni si quiera lo creyó su igual, aunque la encamaba y por ley debía, ni por la sociedad que así lo dictaba, no había problema, lo que ese inerte cadáver no consiguió él lo tendría, tan solo durante esta noche, pero ahí estaría, ¿se sentiría superior? No, aunque sin lugar a dudas mantendría esa sonrisa socarrona toda la velada por si es que aquel poco afortunado mantenía su infeliz alma aún aferrada a este mundo terrenal, nunca se sabe, en este mundo ni con los espíritus se puede andar sin cuidado. Incluso tan solo aumentaría su gozo si realmente el espíritu del esposo de Narcisse estuviera presenciando esto, ¿enfermizo? ¿Retorcido? ¿Suponía quizás alguna novedad en la epopeya de este inmortal? Para nada. En ningún momento hizo contacto con el cráneo de la joven, su palma tan solo se encontraba aferrada a la correa que simbolizaba su poder sobre ella, aquel control, la señal que indicaba que la inquisidora resultaba ser finalmente su sierva y le otorgaba su placer de turno, en este caso sexo.
¿Le daría placer a ella? Sí, lo haría, justamente de aquello se galardonó días atrás y minutos también, no obstante no sería pronto, después de todo ella estaba esta noche para servirle – Le huelo, está tan excitada y tan molesta, sus emociones humanas se desbordan por aquí y por allá, no creo que esto le sea favorable en la vida de mentiras e intereses de poder que lleva, debe controlarse madame o al menos intentar disimular, ahora puede que tan solo esté exagerando y usted solo sea así de vulnerable y cristalina conmigo, ¿por alguna razón? – Cada ciertos minutos daba tirones a la correa de tal manera que el falo avanzara hasta el tope de la garganta ajena, una dulce tortura y satisfactoria para él en tantísimos sentidos – Puede tocarse, le otorgó el permiso, disfrute de esa potestad, no espero que se contenga por tanto tiempo, pero estará allí abajo por un rato largo, cuando se le canse la boca tan solo debe tocarse con más insistencia y cuando este en ese punto sin retorno en el cuál no pueda aguantar más, tan solo debe decirlo, pedir a gritos aquello que desea con tanta necesidad, pero recuerde – Acercó su rostro bajando este un poco más – Debe suplicarlo, debe rogar porque yo le brinde de este servicio, de caso contrario no lo tendrá y le seguirán a su boca sus rodillas, y más adelante sus brazos, ¿quizás luego su columna? Que le puedo decir, el cuerpo humano es tan frágil y a la vez variado – Si Narcisse no había comprendido el juego antes, definitivamente ahora mismo lo tenía claro, y debía de tener en cuenta también que no había manera de quebrar las reglas, sin trampas o atajos, aquí no podrían presentarse artimañas, con él no podía tambalear con la ilegalidad impuesta por la propia realidad jurídica del vampiro dominador. Por su parte tan solo se aferraría a la placentera succión que la humana le otorgaba, pero quizás al mismo nivel también gozaría de aquel rostro humano que dispuesto ya bajo esas cadenas imaginarias pero exageradamente pesadas, reflejaba los efectos de las acciones ajenas y sobre todo de los de sus palabras, la lengua, un arma eficaz que puede resultar tan mortífera y beneficiosa según quién la aplique, el único requisito estaba en tener un cerebro apto y despierto para poder dar zarpadas adecuadas y estocadas punzocortantes eficaces, de manera contraria lo sensato se resguardaba en el silencio.
¿Le daría placer a ella? Sí, lo haría, justamente de aquello se galardonó días atrás y minutos también, no obstante no sería pronto, después de todo ella estaba esta noche para servirle – Le huelo, está tan excitada y tan molesta, sus emociones humanas se desbordan por aquí y por allá, no creo que esto le sea favorable en la vida de mentiras e intereses de poder que lleva, debe controlarse madame o al menos intentar disimular, ahora puede que tan solo esté exagerando y usted solo sea así de vulnerable y cristalina conmigo, ¿por alguna razón? – Cada ciertos minutos daba tirones a la correa de tal manera que el falo avanzara hasta el tope de la garganta ajena, una dulce tortura y satisfactoria para él en tantísimos sentidos – Puede tocarse, le otorgó el permiso, disfrute de esa potestad, no espero que se contenga por tanto tiempo, pero estará allí abajo por un rato largo, cuando se le canse la boca tan solo debe tocarse con más insistencia y cuando este en ese punto sin retorno en el cuál no pueda aguantar más, tan solo debe decirlo, pedir a gritos aquello que desea con tanta necesidad, pero recuerde – Acercó su rostro bajando este un poco más – Debe suplicarlo, debe rogar porque yo le brinde de este servicio, de caso contrario no lo tendrá y le seguirán a su boca sus rodillas, y más adelante sus brazos, ¿quizás luego su columna? Que le puedo decir, el cuerpo humano es tan frágil y a la vez variado – Si Narcisse no había comprendido el juego antes, definitivamente ahora mismo lo tenía claro, y debía de tener en cuenta también que no había manera de quebrar las reglas, sin trampas o atajos, aquí no podrían presentarse artimañas, con él no podía tambalear con la ilegalidad impuesta por la propia realidad jurídica del vampiro dominador. Por su parte tan solo se aferraría a la placentera succión que la humana le otorgaba, pero quizás al mismo nivel también gozaría de aquel rostro humano que dispuesto ya bajo esas cadenas imaginarias pero exageradamente pesadas, reflejaba los efectos de las acciones ajenas y sobre todo de los de sus palabras, la lengua, un arma eficaz que puede resultar tan mortífera y beneficiosa según quién la aplique, el único requisito estaba en tener un cerebro apto y despierto para poder dar zarpadas adecuadas y estocadas punzocortantes eficaces, de manera contraria lo sensato se resguardaba en el silencio.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Ahí estaba Narcisse Capet. Líder de la facción de los bibliotecarios, gran autoridad, mujer de ideales firmes, criada para ser amada aunque aquello no le interesaba, con mucha información no sólo en su oficina o en su casa, sino también en su cabeza. Una mujer imponente, de esas que alabas con gritos, que admiras en silencio, pero que odias sin miramientos. Ella era una mujer salida de su época. Tan hermosa, tan soberbia, tan perfecta. Nunca nadie le había dado una orden, porque incluso el papa se había doblegado ante su ingenio e intelecto, y sin embargo esa noche estaba ahí, con los labios separados, con la boca invadida por un miembro que ni siquiera había pedido ¿o si? No lo sabía en realidad la mujer, de hecho lo dudó más de una vez ¿qué no lo deseaba? Probablemente una gran mentira. A ella no le importaba Averno por su físico, eso salía sobrando, más bien le interesaba, y deseaba tenerlo por el simple hecho de tener una mente privilegiada, un sentido distinto, y una manera de ver la vida (o la inmortalidad), de forma completamente opuesta a todos los que conocía, incluso ella misma. Demasiado que decir con eso.
Averno era más que un inmortal que buscaba ordenar a una mujer cómo ella ¡Claro que sí! Era un hombre que tenía misterios por resolver, y seguramente secretos que para ella podrían ser útiles, y aunque la mujer estaba consiente que podría nunca obtener tal información, disfrutaba de tenerlo cerca, la simple presencia del vampiro dejaba en claro lo elevado que ella estaba a comparación de todos los demás. Si estaba con ella y no con cualquier escoria en ese momento, era porque lo merecía, porque era la emoción y el cambio que su vida necesitaba para poder romper cadenas del pasado.
¿Alguien podría entender aquello? Probablemente no. Se trataba de una mujer siendo humillada para cualquier mirada, incluso maltratada, pero la cuestión era ¿De verdad estaba siendo eso? Porqué Narcisse ni en ese momento se sentía menos. En todo toma ventaja, aunque se encuentre en una posición incomodo.
Incluso aunque ella sea la que no lleva las riendas de la situación.
Sintió el impulso de obedecerle, de guiarse por sus deseos e instintos. Tener aquel miembro en la boca le daba una sensación de poder, no porque lo tuviera del todo, más bien por lo que le estaba haciendo, por el placer que le impartía. Los hombres (al menos los comunes), creían que tenían el dominio total, pero bastaba con una succión correcta, abrazada de una lengua experta y afilada para probar lo contrario. No se tocó, pero con ello acortaba su resistencia comportaron. Deseaba que él le quitara las ganas infinitas que albergaba su cuerpo. ¿Sexo? Una actividad básica, algo que no practica a menudo, ella siempre enfoca su mente, es la que entrena, sin embargo no puede negar que lo necesita, que lo desea, y que saciaría sus ganas, pero no tocándose ¡Claro que no! Necesitaba esos dedos helados en su interior. La perversión en la mirada de la inquisidora estaba claro. Lo único malo era su ego, ese que estaba inflado todo el tiempo, pero en ese instante no más, lo dejaría a un lado, no lo rompería, no lo reduciría, simplemente lo ignoraría.
— Uhmmm… — Los minutos habían pasado, su boca se había entumecido. Cómo pudo se retiró aquel falo de su cavidad oral. No supo como tuvo la fuerza, sin embargo lo hizo, se retiró aquel pedazo de carne de su boca y le miró — Tú ganas esta noche — Murmuró aún intentando tranquilizar su respiración y sanar el dolor que le había producido tanto el mismo movimiento de su boca — Mírame, Averno — Le exigió con rabia por culpa de lo que haría — Tócame, tómame, entra en mi — Le pidió con desesperación clara.
Averno era más que un inmortal que buscaba ordenar a una mujer cómo ella ¡Claro que sí! Era un hombre que tenía misterios por resolver, y seguramente secretos que para ella podrían ser útiles, y aunque la mujer estaba consiente que podría nunca obtener tal información, disfrutaba de tenerlo cerca, la simple presencia del vampiro dejaba en claro lo elevado que ella estaba a comparación de todos los demás. Si estaba con ella y no con cualquier escoria en ese momento, era porque lo merecía, porque era la emoción y el cambio que su vida necesitaba para poder romper cadenas del pasado.
¿Alguien podría entender aquello? Probablemente no. Se trataba de una mujer siendo humillada para cualquier mirada, incluso maltratada, pero la cuestión era ¿De verdad estaba siendo eso? Porqué Narcisse ni en ese momento se sentía menos. En todo toma ventaja, aunque se encuentre en una posición incomodo.
Incluso aunque ella sea la que no lleva las riendas de la situación.
Sintió el impulso de obedecerle, de guiarse por sus deseos e instintos. Tener aquel miembro en la boca le daba una sensación de poder, no porque lo tuviera del todo, más bien por lo que le estaba haciendo, por el placer que le impartía. Los hombres (al menos los comunes), creían que tenían el dominio total, pero bastaba con una succión correcta, abrazada de una lengua experta y afilada para probar lo contrario. No se tocó, pero con ello acortaba su resistencia comportaron. Deseaba que él le quitara las ganas infinitas que albergaba su cuerpo. ¿Sexo? Una actividad básica, algo que no practica a menudo, ella siempre enfoca su mente, es la que entrena, sin embargo no puede negar que lo necesita, que lo desea, y que saciaría sus ganas, pero no tocándose ¡Claro que no! Necesitaba esos dedos helados en su interior. La perversión en la mirada de la inquisidora estaba claro. Lo único malo era su ego, ese que estaba inflado todo el tiempo, pero en ese instante no más, lo dejaría a un lado, no lo rompería, no lo reduciría, simplemente lo ignoraría.
— Uhmmm… — Los minutos habían pasado, su boca se había entumecido. Cómo pudo se retiró aquel falo de su cavidad oral. No supo como tuvo la fuerza, sin embargo lo hizo, se retiró aquel pedazo de carne de su boca y le miró — Tú ganas esta noche — Murmuró aún intentando tranquilizar su respiración y sanar el dolor que le había producido tanto el mismo movimiento de su boca — Mírame, Averno — Le exigió con rabia por culpa de lo que haría — Tócame, tómame, entra en mi — Le pidió con desesperación clara.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
El inmortal se mantuvo imponente durante toda la felación, desde el inicio hasta el final, fue testigo presencial directamente de la excitación de la humana, esa que poco a poco se despertaba, incluso podía presumir ya de la humedad de aquella experimentada dama, no tenía un punto para poder negar la realidad, y por eso Narcisse terminaría aceptando esta, así como su cuerpo finalmente cedería, mientras más tiempo transcurría más notaba como la potencia de la humana se reducía, lo obvio y lo deprimente de tener ese cuerpo no tan rendidor, no podía esperar más, no obstante no le resultó poco, y que aquello ocurriera resultaba suficiente, incluso quizás halagador para ella, aun así esta no se había ganado un premio tan grande como el permiso para llegar a desobedecerle, ¿cómo se atrevía a ignorar su indicación? Averno no dejaba pasar y no ignoraba sus propios mandatos, Narcisse Capet se masturbaría para el inmortal o se volvería loca en el intento – No se preocupe, puede descansar sus fauces, a menos que le den ciertos arranques de necesidad de tener que usarlas una vez más - Como si fuera un juguete de trapo, por lo liviano, el inmortal levantó la figura de la humana hacia la cama, ya completamente desnuda a la merced del vampiro este tan solo debería continuar con su sesión, podía decirse que jamás planeaba actos como estos, no obstante tenía el conocimiento preciso para obtener el resultado buscado, colocando la espalda ajena contra sus pectorales le dejo descansar sobre su pelvis, por pura biología y física el miembro del vampiro quedo entre los glúteos de la humana, firmes por cierto, el citado lograba divisarse desde arriba justo debajo de los labios húmedos de la bibliotecaria en jefe, con toda la atribución que él mismo se daba y que ahora ella le había otorgado abrió las piernas de la humana confianzudamente, dejando así expuesta por completa su intimidad, ¿le excitaría más de lo que le avergonzaría o empatarían entre sí? Lo descubriría pronto – Tóquese – Volvió a indicar el inmortal, esta vez en un tono más agracio pero igual de superado, buscando dejar en claro ante todo y como siempre, que él siempre se encontraba por encima de ella, y que él dictaba, ella obedecía, no había materia que cambiara esta realidad – Se tocará, por necesidad, por deseo, por mi gusto y mi intención – Ya estaba sentenciado por el hematófago el dictamen, un fallo más férreo que el de un juez testarudo e incorruptible.
Averno inclinó levemente su figura hacia atrás para que la ajena se recostara también, elevó el mentón de su sometida para que esta recostara la nuca justo sobre su hombro izquierdo, él bajo la mirada con lentitud, se dio el tiempo de disfrutar de la vista privilegiada – Su fallecido marido, estoy seguro que no debe haber sabido aprovechar este cuerpo a plenitud, no se preocupe, yo lo haré – Le susurró muy cerca del oído derecho, acto seguido deslizó sus fauces lentamente hacia debajo de la oreja de aquella misma orientación, un beso lento y húmedo estampó, duradero, pero finalmente permutó a una succión lenta de la piel, buscando su enrojecimiento y también el despertar de los sentidos de la dama, aún más - ¿No me cree? – La sonrisa vipera de Averno interrumpió la succión, no obstante no todo su accionar, de inmediato sus palmas se deslizaron al igual que las serpientes, por la suave anatomía de la dueña de casa, el destino resultaba claro, y sus palmas tomaron contacto con este, en un abrir y cerrar de ojos las palmas grandes del vampiro capturaban por completo los pechos de Narcisse, justo con los pezones endurecidos y rígidos entre los dedos índice y medio de cada mano respectivamente, la presión de las zonas carnosas comenzó acompañada de un leve movimiento semicircular, las fauces de Averno ya no se encontraban bajo la oreja, una nueva zona se veía invadida, el cuello, parte de la anatomía humana que si pudiera sentir cariño, se diría entonces que lo tiene por la misma. Leves y constantes succiones en toda la zona derecha del cuello se tornaron, a la vez que las palmas masculinas realizaban su trabajo, la humana tenia plena libertad de cumplir con la orden dada, y la puerta abierta para satisfacer su calor inferior, Averno lo sabía, se quebraría, ¿cuánto tomaría? Sería tan solo cuestión de tiempo, el cuerpo humano tenía ese punto máximo de ebullición para cada cierto tipo de temas, el malestar, la enfermedad, el enojo, la alegría, y el sexo no se salteaba en esta lista casi interminable de menciones, por si fuera poco además no había ser que pudiera interrumpirles justo ahora, incluso aquel “Dios”, ese en el que ella no cree, no vendría a salvarle y no precisamente por ser una seguidora poco fiel.
Averno inclinó levemente su figura hacia atrás para que la ajena se recostara también, elevó el mentón de su sometida para que esta recostara la nuca justo sobre su hombro izquierdo, él bajo la mirada con lentitud, se dio el tiempo de disfrutar de la vista privilegiada – Su fallecido marido, estoy seguro que no debe haber sabido aprovechar este cuerpo a plenitud, no se preocupe, yo lo haré – Le susurró muy cerca del oído derecho, acto seguido deslizó sus fauces lentamente hacia debajo de la oreja de aquella misma orientación, un beso lento y húmedo estampó, duradero, pero finalmente permutó a una succión lenta de la piel, buscando su enrojecimiento y también el despertar de los sentidos de la dama, aún más - ¿No me cree? – La sonrisa vipera de Averno interrumpió la succión, no obstante no todo su accionar, de inmediato sus palmas se deslizaron al igual que las serpientes, por la suave anatomía de la dueña de casa, el destino resultaba claro, y sus palmas tomaron contacto con este, en un abrir y cerrar de ojos las palmas grandes del vampiro capturaban por completo los pechos de Narcisse, justo con los pezones endurecidos y rígidos entre los dedos índice y medio de cada mano respectivamente, la presión de las zonas carnosas comenzó acompañada de un leve movimiento semicircular, las fauces de Averno ya no se encontraban bajo la oreja, una nueva zona se veía invadida, el cuello, parte de la anatomía humana que si pudiera sentir cariño, se diría entonces que lo tiene por la misma. Leves y constantes succiones en toda la zona derecha del cuello se tornaron, a la vez que las palmas masculinas realizaban su trabajo, la humana tenia plena libertad de cumplir con la orden dada, y la puerta abierta para satisfacer su calor inferior, Averno lo sabía, se quebraría, ¿cuánto tomaría? Sería tan solo cuestión de tiempo, el cuerpo humano tenía ese punto máximo de ebullición para cada cierto tipo de temas, el malestar, la enfermedad, el enojo, la alegría, y el sexo no se salteaba en esta lista casi interminable de menciones, por si fuera poco además no había ser que pudiera interrumpirles justo ahora, incluso aquel “Dios”, ese en el que ella no cree, no vendría a salvarle y no precisamente por ser una seguidora poco fiel.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
¿Para que mentir sobre lo evidente? Narcisse Capet era una pecadora, empezando por sus pensamientos, y terminando por sus acciones. Se trataba de una mujer que disfrutaba de los caprichos, más aún de los placeres, y se incrementaba el goce cuando se trataba de su cuerpo. No es que fuera una mujer que tuviera una vida sexual plenamente activa, nunca fue de muchos amantes, eran contados los que tuvo, pero cuando se trataba del sexo, lo disfrutaba de principio a fin, incluso apagando su lado racional; eso era demasiado decir. Sin embargo su orgullo era una muralla inquebrantable; indestructible. Aquella mujer había llegado hasta donde se encontraba por eso mismo, por ese carácter, por esa manera de mirar a los demás por encima de sus hombros, y porqué mostraba una inteligencia que llegaba a volverse enfermiza, sin embargo lo sabía, reconocía sin miramientos que un humano no puede estar por encima de un inmortal, no al menos sino se está protegido, mucho menos preparado, además, ella había bajado los brazos, quizás desde un principio cedió, y su naturaleza enérgica no le permitía aceptarlo abiertamente.
Narcisse no podía pensar con claridad. La inquisidora intentaba poder racionalizar como era debido; intentos fallidos y nada más. Su cuerpo se retorcía en desmedida entre los brazos del inmortal, y aunque deseaba poder escabullirse y salir victoriosa de aquella lucha de egos, lo cierto es que no iba a avanzar mucho. Ya no tenía escapatoria. Su cuello se deleitaba con aquellos movimientos perfectos y preciosos, cada minúscula parte de su anatomía gritaba y exigía más de aquella criatura. Averno no dejaba de sorprenderla, y aunque ella estaba consciente de lo experto que era en muchas cosas, siempre buscaba poder encontrar algo desperfecto en él.
Inevitablemente gimió al sentir aquellas manos sobre sus pechos. Los movimientos precisos de su lengua en su cuello la hicieron quejarse de puro placer. No había duda, estaba a punto de reventar.
Sentirse tan expuesta, y al mismo tiempo tan sexual rompieron algo en ella; Averno la habría quebrado. Su cuerpo no dejaba de arquearse, de azotar con insistencia su espalda con el pecho ajeno. Incluso en cada movimiento sus glúteos rozaban con insistencia, y abrazaban aquel miembro, aunque claro, sin llegar a la total penetración. No había juntado ni siquiera un poco sus piernas. Se sentía deseada, hermosa, perfecta y completamente mujer de aquella manera. ¿Qué fémina no desearía sucumbir ante tan bajas pasiones? ¡Claro que todas lo pedían a gritos! Ella no sería la excepción. Su cuerpo tembló de una manera extraña, y sus manos viajaron, primero encima de aquellas palmas gélidas, y al final una de sus manos descansó en su pelvis, la segunda se aventuró a su cavidad intima. Narcisse recorrió con deseo la superficie de sus labios vaginales. Sin poder evitarlo tocó su botón endurecido, y al final se atrevió a meterse su dedo indice y cordial. De esa manera su dedo pulgar acariciaba su clítoris, mismo que parecía estaba a punto de reventar.
Lo cierto es que la joven no deseaba tocarse, sino que él lo hiciera por ella, porque sabía que su disfrute sería distinto.
— Averno… — Masticó el nombre del inmortal, aquello entre gemidos claros, a penas y pudo reconocerse lo que le estaba diciendo. Sin poder evitarlo el movimiento de sus manos fue incrementando, tanto que podía escucharse el sonido e sus jugos chocar contra sus dedos. Cómo pudo el tercer dedo se adentró en ella, estaba ansiosa, excitada, plena. Narcisse no pudo contenerse. Gimió tanto que parecían sus cuerdas bucales a punto de romperse. El orgasmo había llegado, y aquellos líquidos cristalinos que manaban de ella, hicieron un pequeño charco en las sabanas de su cama.
¿Para qué mentir? Necesitaba más.
Narcisse no podía pensar con claridad. La inquisidora intentaba poder racionalizar como era debido; intentos fallidos y nada más. Su cuerpo se retorcía en desmedida entre los brazos del inmortal, y aunque deseaba poder escabullirse y salir victoriosa de aquella lucha de egos, lo cierto es que no iba a avanzar mucho. Ya no tenía escapatoria. Su cuello se deleitaba con aquellos movimientos perfectos y preciosos, cada minúscula parte de su anatomía gritaba y exigía más de aquella criatura. Averno no dejaba de sorprenderla, y aunque ella estaba consciente de lo experto que era en muchas cosas, siempre buscaba poder encontrar algo desperfecto en él.
Inevitablemente gimió al sentir aquellas manos sobre sus pechos. Los movimientos precisos de su lengua en su cuello la hicieron quejarse de puro placer. No había duda, estaba a punto de reventar.
Sentirse tan expuesta, y al mismo tiempo tan sexual rompieron algo en ella; Averno la habría quebrado. Su cuerpo no dejaba de arquearse, de azotar con insistencia su espalda con el pecho ajeno. Incluso en cada movimiento sus glúteos rozaban con insistencia, y abrazaban aquel miembro, aunque claro, sin llegar a la total penetración. No había juntado ni siquiera un poco sus piernas. Se sentía deseada, hermosa, perfecta y completamente mujer de aquella manera. ¿Qué fémina no desearía sucumbir ante tan bajas pasiones? ¡Claro que todas lo pedían a gritos! Ella no sería la excepción. Su cuerpo tembló de una manera extraña, y sus manos viajaron, primero encima de aquellas palmas gélidas, y al final una de sus manos descansó en su pelvis, la segunda se aventuró a su cavidad intima. Narcisse recorrió con deseo la superficie de sus labios vaginales. Sin poder evitarlo tocó su botón endurecido, y al final se atrevió a meterse su dedo indice y cordial. De esa manera su dedo pulgar acariciaba su clítoris, mismo que parecía estaba a punto de reventar.
Lo cierto es que la joven no deseaba tocarse, sino que él lo hiciera por ella, porque sabía que su disfrute sería distinto.
— Averno… — Masticó el nombre del inmortal, aquello entre gemidos claros, a penas y pudo reconocerse lo que le estaba diciendo. Sin poder evitarlo el movimiento de sus manos fue incrementando, tanto que podía escucharse el sonido e sus jugos chocar contra sus dedos. Cómo pudo el tercer dedo se adentró en ella, estaba ansiosa, excitada, plena. Narcisse no pudo contenerse. Gimió tanto que parecían sus cuerdas bucales a punto de romperse. El orgasmo había llegado, y aquellos líquidos cristalinos que manaban de ella, hicieron un pequeño charco en las sabanas de su cama.
¿Para qué mentir? Necesitaba más.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
¿Una vez más el deseo del inmortal se había cumplido? ¿Una segunda vez Averno se había impuesto sobre Capet? ¿Es qué había novedad? Quizás la casualidad descansaba en el modo en sí, en cómo se estaba entregando finalmente sumisa, destruyendo las paredes de orgullo y sus propias reglas además, para así sucumbir ante el deseo y el placer que el inmortal utilizaba como caballo de guerra, infalible al parecer en este tipo de situaciones. ¿Había necesidad de preguntar? Por supuesto que Averno esbozaba una sonrisa de lado a lado, siniestra, pervertida y llena de autosuficiencia, digna del hematófago, después de todo nada le causaba más retorcido placer que ver uno de sus mandatos, maquinaciones o deseos finalmente realizados a cabalidad tal y como él había pedido, aunque valdría la pena acotar que el orgasmo femenino fue un toque delicioso al acto en sí que no había pensado el inmortal, podría decirse que Narcisse le había dado entonces su toque personal y probablemente de manera involuntaria y a la imagen mental que Averno deseaba se volviera una realidad justo como lo es ahora. No debía preocuparse la humana pues el vampiro no expresa sus palabras en vano, jamás deja una deuda suelta que él mismo haya generado, a menos que esa fuera su intención desde el principio, por ello, Narcisse estaría más que satisfecha esta noche, sí, pues el tántrico sexual continuaría, tal como él había prometido, el inmortal le dará el uso correcto a ese cuerpo humano como nadie antes se lo había dado, le exprimiría hasta la última gota de esencia para su propio deleite y finalmente partiría esa noche antes de que el sol, el indecente astro se mostrara siquiera un poco sobre el firmamento. Así como si estuviera soltando una pluma sobre la nada, las palmas del inmortal dejaron de sujetar las piernas de aquella manera grosera – No encuentro la razón lógica a su negativa, después de todo, su rostro se ve rosado y plagado de satisfacción – Susurró la criatura a los oídos de la bibliotecaria, disfrutaba de cada segundo, de cada palabra que le entregaba, cualquiera podría catalogarlo como un enfermo, pero finalmente el juego del par tenía un puerto predeterminado desde que emprendieron su viaje, las cartas, pocas, pero lanzadas a la mesa al fin por ambos, ya habían dado suficiente información de cómo podrían terminar al entablar un lazo. Narcisse no podía argumentar ser el cordero abusado por su ignorancia.
Y Averno estaba seguro que no tampoco tenía intenciones de aquello. Debía tomarse en cuenta que el inmortal no resultaba un objeto de placer para la humana, no como fundamento, pero sí como efecto colateral a su accionar, el cuerpo de la humana resultaba la fuente de placer para él, pero tratándose de sexo, algo tan físico y tan respectivo a la parte humana, no había manera alguna de no devolver algo del placer que el masculino obtendría. Incluso de la manera en la que a continuación le tomaría – Para su orden religiosa el sexo contra natura representa una fuerte ofensa, no necesito mencionar las razones para que lo sepa, sé que sabe de memoria que resulta demonizado pues lo practican los homosexuales y no está orientado a la reproducción sexual de las parejas, que a fin de cuentas para esos pobres locos la gente se casa para cumplir la función de las liebres y por ahí si tienen suerte, disfrutar de una vida en común – Estaba seguro al cien por ciento de que no se estaba equivocando para nada. Giró a la humana con levedad dejando sus pechos contra las sábanas, con la mano izquierda fue elevando de manera natural los glúteos de la humana, mientras que su palma derecha se empapaba con los jugos que minutos antes habían sido expedidos por la intimidad de la humana, utilizando estos mismos comenzó a estimular la cavidad anal de la humana, ejerciendo presión con sus dedos largos, penetrando lentamente pero de manera repetitiva el recto estrecho de la dueña de casa – Estoy seguro de que si su Dios existiera luego de esta noche acabaría con su existencia, no obstante ambos sabemos que tendrá los días siguientes para regocijarse respecto al hecho de que esta noche tuvo lugar y de que se gozó de lo realizado, y mirará a cada persona que si cumple con las leyes de Dios aún con más superioridad y lastima de lo usual – Averno resultaba capaz de comprender a la perfección esa sensación, después de todo él miraba y experimentaba aquello con todo ser existente sobre la faz de la tierra que alguna vez se topó, ya sea por un instante casi ínfimo o por un largo tiempo, incluso años, esa realidad no cambiaba para nada en él. En silencio retiró sus dedos y dejando un lapso de tiempo en blanco, adrede, incrustó su falo dentro, ejerciendo presión por unos instantes hasta que finalmente este ingresó de golpe.
Y Averno estaba seguro que no tampoco tenía intenciones de aquello. Debía tomarse en cuenta que el inmortal no resultaba un objeto de placer para la humana, no como fundamento, pero sí como efecto colateral a su accionar, el cuerpo de la humana resultaba la fuente de placer para él, pero tratándose de sexo, algo tan físico y tan respectivo a la parte humana, no había manera alguna de no devolver algo del placer que el masculino obtendría. Incluso de la manera en la que a continuación le tomaría – Para su orden religiosa el sexo contra natura representa una fuerte ofensa, no necesito mencionar las razones para que lo sepa, sé que sabe de memoria que resulta demonizado pues lo practican los homosexuales y no está orientado a la reproducción sexual de las parejas, que a fin de cuentas para esos pobres locos la gente se casa para cumplir la función de las liebres y por ahí si tienen suerte, disfrutar de una vida en común – Estaba seguro al cien por ciento de que no se estaba equivocando para nada. Giró a la humana con levedad dejando sus pechos contra las sábanas, con la mano izquierda fue elevando de manera natural los glúteos de la humana, mientras que su palma derecha se empapaba con los jugos que minutos antes habían sido expedidos por la intimidad de la humana, utilizando estos mismos comenzó a estimular la cavidad anal de la humana, ejerciendo presión con sus dedos largos, penetrando lentamente pero de manera repetitiva el recto estrecho de la dueña de casa – Estoy seguro de que si su Dios existiera luego de esta noche acabaría con su existencia, no obstante ambos sabemos que tendrá los días siguientes para regocijarse respecto al hecho de que esta noche tuvo lugar y de que se gozó de lo realizado, y mirará a cada persona que si cumple con las leyes de Dios aún con más superioridad y lastima de lo usual – Averno resultaba capaz de comprender a la perfección esa sensación, después de todo él miraba y experimentaba aquello con todo ser existente sobre la faz de la tierra que alguna vez se topó, ya sea por un instante casi ínfimo o por un largo tiempo, incluso años, esa realidad no cambiaba para nada en él. En silencio retiró sus dedos y dejando un lapso de tiempo en blanco, adrede, incrustó su falo dentro, ejerciendo presión por unos instantes hasta que finalmente este ingresó de golpe.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Narcisse, la siempre pecadora de Narcisse. Esa mujer que poseía el corazón frío, el cuerpo de fuego, y los pensamientos más enfermizos y poderosos, ella se encontraban débil ante una criatura que deseaba tomarla, que deseaba humillarla. No encontraba humillación dentro del sexo, ella estaba disfrutando con creces, sin embargo su orgullo pisoteado la hacía querer dar batalla, una desde el inicio perdida. Su cuerpo se lo gritaba, estaba más que claro que su cuerpo había estado esperando por aquello, por ese placer infinito que la joven buscaba, y que se negaba a tener por falta de alguien digno. ¿Averno lo era? La pregunta sobraba, porqué para su mala suerte él había impuesto aquel acto sexual, aunque para su buena suerte el goce resultaba maravilloso. Sentirse sucia, y sobretodo expuesta, sin duda una combinación enfermiza, una que estaba gozando, porque la inquisidora no era alguien completamente cuerdo, si lo fuera muchas de sus acciones buscarían ligarse a lo bueno, a ese Dios de los cielos, sin embargo ella se mueve por la venganza.
Su respiración para su buena suerte iba regularizándose. Su buena condición física le haría poder tener una noche llena de satisfacciones. Su cuerpo había temblado con rudeza ante el primer orgasmo, pero sin duda fue el permiso físico que ella estaba esperando para seguir la ronda, para hacerla más profunda, más enloquecedora. Las manos frías del vampiro ya no la perturbaban, muy por el contrario, el frío pasaba a ser agradable, y la combinación de temperaturas lograban una explosión de gozo que no se sabía explicar. ¿Qué vendría? ¿Qué seguiría? Debía de ser mejor que el principio, y algo le decía él no la decepcionaría.
La vanidad de Narcisse se hacía presente todo el tiempo, a cada momento. En su habitación habían espejos situados estratégicamente, se observaba y se idolatraba. Se sabía hermosa, y lo reconocía, por eso no sentía pena alguno al ver su cuerpo desnudo maniobrado, y menos el de él, que aunque mostraba a un hombre convertido en una edad no tan juvenil, llamaba la atención, tenía un excelente buen ver.
El dolor entumió cada minúsculo sector del cuerpo humano. Se aferró con fuerza a las sabanas, y por inercia empujó la cadera hacía adelante. Aunque el intento de interrupción se vio interrumpido. Las manos del vampiro se aferraron a la cintura ajena. No berreó, porque incluso en aquel momento quiso hacer frente al insoportable dolor. Se guardó los posibles gritos, y aunque sus ojos se llenaron de lagrimas, cerró con fuerza los párpados para impedir la corrida del liquido cristalino. Estaba segura que de no haberla dilatado, le habría roto el ano. La respiración también había sido interrumpida, y por eso tuvieron que pasaran varios segundos para que pudiera expulsar el aire. El miembro en nada le estaba dando satisfacción. Al menos en un principio. Podía sentir como sus jugos intentaban ayudarle a sentir el falo resbalarse en su interior. Volvió a aguardar la respiración, y sus dientes se clavaron en las sabanas dando fuertes tirones. ¿Por qué no disminuía el dolor? ¡Maldito! ¡Mil veces maldito, Averno!
Aunque dolía, lo cierto es que él no se detenía, y la mujer comenzaba a sentir menos dolor. Aunque no disminuía con rapidez.
— Que considerado es, mi señor — Comentó, ella intentaba poder normalizar la tonalidad de su voz. — ¿Me está castigando por algo? ¿Y qué tal si el castigo se vuelve un goce? — Siguió intentando volver a la normalidad, intentando retomar esa maldita forma de ser. Dolía ¡Y claro que lo hacía! La humana movió sus manos cuando se sintió capaz, y las colocó sobre sus glúteos para intentar separarlos. — ¿Qué tanto quieres seguirme lastimarme? — Cuestionó, aún su cuerpo se encontraba tan entumido que no se quería mover, y no lo haría, no al menos por el momento.
Su respiración para su buena suerte iba regularizándose. Su buena condición física le haría poder tener una noche llena de satisfacciones. Su cuerpo había temblado con rudeza ante el primer orgasmo, pero sin duda fue el permiso físico que ella estaba esperando para seguir la ronda, para hacerla más profunda, más enloquecedora. Las manos frías del vampiro ya no la perturbaban, muy por el contrario, el frío pasaba a ser agradable, y la combinación de temperaturas lograban una explosión de gozo que no se sabía explicar. ¿Qué vendría? ¿Qué seguiría? Debía de ser mejor que el principio, y algo le decía él no la decepcionaría.
La vanidad de Narcisse se hacía presente todo el tiempo, a cada momento. En su habitación habían espejos situados estratégicamente, se observaba y se idolatraba. Se sabía hermosa, y lo reconocía, por eso no sentía pena alguno al ver su cuerpo desnudo maniobrado, y menos el de él, que aunque mostraba a un hombre convertido en una edad no tan juvenil, llamaba la atención, tenía un excelente buen ver.
El dolor entumió cada minúsculo sector del cuerpo humano. Se aferró con fuerza a las sabanas, y por inercia empujó la cadera hacía adelante. Aunque el intento de interrupción se vio interrumpido. Las manos del vampiro se aferraron a la cintura ajena. No berreó, porque incluso en aquel momento quiso hacer frente al insoportable dolor. Se guardó los posibles gritos, y aunque sus ojos se llenaron de lagrimas, cerró con fuerza los párpados para impedir la corrida del liquido cristalino. Estaba segura que de no haberla dilatado, le habría roto el ano. La respiración también había sido interrumpida, y por eso tuvieron que pasaran varios segundos para que pudiera expulsar el aire. El miembro en nada le estaba dando satisfacción. Al menos en un principio. Podía sentir como sus jugos intentaban ayudarle a sentir el falo resbalarse en su interior. Volvió a aguardar la respiración, y sus dientes se clavaron en las sabanas dando fuertes tirones. ¿Por qué no disminuía el dolor? ¡Maldito! ¡Mil veces maldito, Averno!
Aunque dolía, lo cierto es que él no se detenía, y la mujer comenzaba a sentir menos dolor. Aunque no disminuía con rapidez.
— Que considerado es, mi señor — Comentó, ella intentaba poder normalizar la tonalidad de su voz. — ¿Me está castigando por algo? ¿Y qué tal si el castigo se vuelve un goce? — Siguió intentando volver a la normalidad, intentando retomar esa maldita forma de ser. Dolía ¡Y claro que lo hacía! La humana movió sus manos cuando se sintió capaz, y las colocó sobre sus glúteos para intentar separarlos. — ¿Qué tanto quieres seguirme lastimarme? — Cuestionó, aún su cuerpo se encontraba tan entumido que no se quería mover, y no lo haría, no al menos por el momento.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Estaba claro que la humana saldría perdiendo al culminar este juego, ya sea durante noche o las noches de dolor posteriores a esta, sin embargo Averno resultaba ser un excelente apostador, sobre todo cuando se sentía retado de alguna manera o puesto a prueba – Me pregunto madame, ¿es una sadomasoquista por naturaleza o simplemente se está mutando en una para dar la talla conmigo? El ego no le hace bien a nadie dicen por ahí, yo suelo discrepar con ello de manera muy personal, pero recuerde que usted no es yo – Una leve carcajada sonó claramente tras sus palabras, las cejas del hematófago se elevaron al notar esas nalgas completamente abiertas para él, al parecer aquella mujer de iglesia podía ser más obscena que cualquier prostituta barata, lo que ciertamente le generaba una enorme satisfacción, partiendo de que se postraba de aquella manera por su causa y segundo porque demostraba que ciertamente la cascara de aquel mundo de rezos y deidades es tan solo eso mismo, una apariencia frágil que se puede quebrar en cualquier momento. Dado que aquello favorecía la libre entrada y salida de la extensión de su miembro de aquella cavidad rectal, el inmortal sujetó por las muñecas a la humana en un primer momento y comenzó a tirar su cuerpo hacia atrás mientras su cadera embestía rápidamente y con fuerza la zona trasera femenina – Si la muerte no tiene un fin es tan solo un simple asesinato, ¿sabe? Y si no ejerzo la fuerza y el debido castigo en usted con el motivo de dejar claro mi mensaje, entonces será una causa perdida - ¿El mensaje? ¿Bastante claro, verdad? No podría jugar a su mismo nivel, nunca, o las consecuencias resultarían bastante poco agradables para ella y su bienestar, tanto corporal como psicológico – Supongo que su cuerpo ya se acomodó a la sensación, ahora podré disfrutar a plenitud de usted – Aquello resultaba un mensaje sutil pero directo para la humana, “esto no es nada” Y sus ojos no le engañarían pero ya sufría con el simple hecho de tener su miembro dentro y unos cuantos movimientos pelvis no demasiado fieros. La sonrisa, esa sonrisa, se dibujó de par en par en el rostro del inmortal, uno que no podía ser visto por su víctima, el victimario se las ingenió para juntar las muñecas ajenas y capturarlas juntas con su palma izquierda mientras que su derecha se guío hacia los cabellos ajenos y los aferró.
Así como hizo una vez con sus muñecas, tironeó de sus cabellos quebrando la figura ajena en arco por causa de la pose y la fuerza que utilizaba - ¿Es de espalda fuerte, verdad? – Tras aquella pregunta las embestidas se hicieron escandalosas de un momento a otro y en sus propios brazos pudo notar como la fuerza que ejercía contra aquel esqueleto le retumbaba en todo el cuerpo. ¿Lloraría de dolor? ¿Se pondría nerviosa en cuanto el sangrado comenzara? No faltaba demasiado para desgarrar ese recto que seguramente desbordaba en ardor por causa del salvajismo casi animal del vampiro. Los minutos pasaron lentos y tortuosos, para uno de ellos claro, Averno apreciaba claramente estas situaciones, más allá del placer generado por el estrecho acceso femenino, la parte psicológica, el significado, el destino final de lo que hacía remarcaba el disfrute total del inmortal, si no partía por ahí entonces no había manera de que pudiera continuar, por suerte para él ella había dinamitado con total facilidad todo aquello con su actitud que le causaba sobre todo ganas de entrar al ruedo al vampiro. Le soltó de golpe dejando caer su cuerpo pesadamente sobre la cama, la misma gravedad hizo que su falo saliera casi de golpe, notó entonces el elixir carmín ensuciar gran parte de su miembro, su mirada se posó a las sabanas y las vio levemente manchadas – El cuerpo humano y su leve aguante, ¿realmente agradece su condición? No conozco el dolor físico a plenitud debo confesar, ¿sería tan amable de comentar conmigo un poco de lo que siente? Si puede, claro – Carcajeó antes de girar el cuerpo de la bibliotecaria con lentitud, solo para poder mirarle directamente y desde arriba de ella – No me puede culpar, ya sabe que disfruto bastante dejar mi huella en silencio – El rostro del inmortal se acercó al ajeno - ¿Quiere más dolor? – El dedo índice de su mano derecha se introdujo dentro del ensangrentado orificio para causar más tormento - ¿O placer? – Lo retiró para acariciar levemente el clítoris de la fémina, manchándolo de rojo también – Dígame, madame Capet, estoy esperando – Se preguntó si la humana pediría ayuda o continuaría sometida a esto demostrando así su valentía o su estupidez. Esperó, pero no demasiado, avanzó dejando su miembro justo frente al rostro ajeno y lo introdujo dentro de las fauces ajenas para que probara de aquella mezcla repulsiva – Si golpea una vez será más dolor, si golpea dos veces será placer - ¿Para lo gustoso había que hacer un mayor esfuerzo, no? Se lo estaba enseñando.
Así como hizo una vez con sus muñecas, tironeó de sus cabellos quebrando la figura ajena en arco por causa de la pose y la fuerza que utilizaba - ¿Es de espalda fuerte, verdad? – Tras aquella pregunta las embestidas se hicieron escandalosas de un momento a otro y en sus propios brazos pudo notar como la fuerza que ejercía contra aquel esqueleto le retumbaba en todo el cuerpo. ¿Lloraría de dolor? ¿Se pondría nerviosa en cuanto el sangrado comenzara? No faltaba demasiado para desgarrar ese recto que seguramente desbordaba en ardor por causa del salvajismo casi animal del vampiro. Los minutos pasaron lentos y tortuosos, para uno de ellos claro, Averno apreciaba claramente estas situaciones, más allá del placer generado por el estrecho acceso femenino, la parte psicológica, el significado, el destino final de lo que hacía remarcaba el disfrute total del inmortal, si no partía por ahí entonces no había manera de que pudiera continuar, por suerte para él ella había dinamitado con total facilidad todo aquello con su actitud que le causaba sobre todo ganas de entrar al ruedo al vampiro. Le soltó de golpe dejando caer su cuerpo pesadamente sobre la cama, la misma gravedad hizo que su falo saliera casi de golpe, notó entonces el elixir carmín ensuciar gran parte de su miembro, su mirada se posó a las sabanas y las vio levemente manchadas – El cuerpo humano y su leve aguante, ¿realmente agradece su condición? No conozco el dolor físico a plenitud debo confesar, ¿sería tan amable de comentar conmigo un poco de lo que siente? Si puede, claro – Carcajeó antes de girar el cuerpo de la bibliotecaria con lentitud, solo para poder mirarle directamente y desde arriba de ella – No me puede culpar, ya sabe que disfruto bastante dejar mi huella en silencio – El rostro del inmortal se acercó al ajeno - ¿Quiere más dolor? – El dedo índice de su mano derecha se introdujo dentro del ensangrentado orificio para causar más tormento - ¿O placer? – Lo retiró para acariciar levemente el clítoris de la fémina, manchándolo de rojo también – Dígame, madame Capet, estoy esperando – Se preguntó si la humana pediría ayuda o continuaría sometida a esto demostrando así su valentía o su estupidez. Esperó, pero no demasiado, avanzó dejando su miembro justo frente al rostro ajeno y lo introdujo dentro de las fauces ajenas para que probara de aquella mezcla repulsiva – Si golpea una vez será más dolor, si golpea dos veces será placer - ¿Para lo gustoso había que hacer un mayor esfuerzo, no? Se lo estaba enseñando.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
No se necesitaba ser demasiado listo para descubrir lo que ocurría. Narcisse había perdido su esplendor, su orgullo se quebrantó, y todo lo que ella presumía de ser se desvaneció. Estaba siendo sometida de la peor manera, profanando su cuerpo, uno que había sido su templo personal. La actividad sexual no le importaba, no le tomaba demasiado interés a lo que dijeran de ello. Le resultaba común, incluso básico, cualquiera lo desarrollaba, incluso aquellos que trabajaban para la iglesia. Existían fiestas donde el sexo era el centro de atención, pero todo se trataba de la aceptación, que los seres realizaban tales actividades por voluntad propia, no por sometimiento, aunque no podría llegar a decir que eso era una violación. No lo era. ¿Para que mentir? Se había entregado a medias.
Cerró los ojos con fuerza al sentir la invasión. Aquello fue excesivamente doloroso. El dolor físico más terrible que pudo experimentar. Intentó librarse de los agarres de su cabello echando el cuerpo hacía adelante, aunque eso sólo provocó que el vampiro la cogiera con el doble de firmeza. Dolía de una manera tan enfermiza que se retorció. Se mordió los labios con fuerza impidiendo dejar salir sus quejidos y sollozos, él no se los merecía, pero en momentos cómo ese, cuando situaciones fuera de uno mismo aparecen, las acciones también salen de control, y por eso los gruñidos, y quejidos aparecieron. Narcisse se retorcía de dolor, incluso se quejaba con tanta fuerza que los sonidos retumbaban en aquellas pareces, llegaba a parecer que era eco lo que podía percibir. Estaba suspendida en el aire de su pelvis hasta su cabeza, y por eso no había forma de alejarse, además de moverse el dolor incrementaba.
— Maldito seas — Gritó entre el cumulo de lagrimas, y el que se retirara de su interior simplemente la relajó, pero no por mucho tiempo. Los ojos de Narcisse se habían dilatado, estaban rojos, llenos de lagrimas. Su cuerpo temblaba con tanta fuerza que creía terminaría por convulsionar, pero pudo resistir, y lo hizo casi perdiéndose por el dolor. En su interior se juró llegar a vengarse en algún momento de su vida. Porque el podía ser un vampiro, pero ella era una mujer sin escrúpulos.
Abrió los ojos con sorpresa al sentir el miembro en su boca. El sabor metálico apareció, no tardó demasiado en identificarlo. Imaginarse que era su propio sabor le ocasionó arcadas por culpa del asco, pero de vomitar el escenario terminaría siento peor, mucho más cruel. La inquisidora aguantó gracias a grandes aspiraciones de aire de forma repetitiva que tomó. No tenía demasiada fuerza, por eso su cuerpo había permanecido en la misma posición en la que él la colocó. Lo miraba con odio, como si pudiera llegar a arrebatarle su inmortalidad con los ojos. Narcisse se juró jamás implorarle que detuviera sus acciones, la verdad es que iba a tener que romper aquello, porque no resistiría más, y no deseaba ser más maltratada. Como pudo alzó el brazo para dar el primer golpe. Tardó poco tiempo para poder hacer el segundo, pero al bajar el brazo simplemente lo había dejado caer.
Se encontraba exhausta en más de un sentido. Su cuerpo temblaba y sentía aún las consecuencias del dolor. Se había roto por dentro tanto como por fuera.
Tuvo que hacer un esfuerzo físico para seguir haciendo la felación. Se concentró, movía la lengua, los labios, incluso la cabeza de manera experta, porque de esa forma prolongaría lo que siguiera. Su cuerpo podría descansar un poco. Su ano parecía palpitar del dolor. Se sentía extraña, invadida, ultrajada. Nunca imaginó llegar a experimentar tal actividad, y menos con aquel inmortal. Averno sería su contraste de ser él un mortal, o ella una inmortal. Si llegaba a alcanzar el estado de una vampiresa le daría caza hasta hacerle pagar ese momento.
Cerró los ojos con fuerza al sentir la invasión. Aquello fue excesivamente doloroso. El dolor físico más terrible que pudo experimentar. Intentó librarse de los agarres de su cabello echando el cuerpo hacía adelante, aunque eso sólo provocó que el vampiro la cogiera con el doble de firmeza. Dolía de una manera tan enfermiza que se retorció. Se mordió los labios con fuerza impidiendo dejar salir sus quejidos y sollozos, él no se los merecía, pero en momentos cómo ese, cuando situaciones fuera de uno mismo aparecen, las acciones también salen de control, y por eso los gruñidos, y quejidos aparecieron. Narcisse se retorcía de dolor, incluso se quejaba con tanta fuerza que los sonidos retumbaban en aquellas pareces, llegaba a parecer que era eco lo que podía percibir. Estaba suspendida en el aire de su pelvis hasta su cabeza, y por eso no había forma de alejarse, además de moverse el dolor incrementaba.
— Maldito seas — Gritó entre el cumulo de lagrimas, y el que se retirara de su interior simplemente la relajó, pero no por mucho tiempo. Los ojos de Narcisse se habían dilatado, estaban rojos, llenos de lagrimas. Su cuerpo temblaba con tanta fuerza que creía terminaría por convulsionar, pero pudo resistir, y lo hizo casi perdiéndose por el dolor. En su interior se juró llegar a vengarse en algún momento de su vida. Porque el podía ser un vampiro, pero ella era una mujer sin escrúpulos.
Abrió los ojos con sorpresa al sentir el miembro en su boca. El sabor metálico apareció, no tardó demasiado en identificarlo. Imaginarse que era su propio sabor le ocasionó arcadas por culpa del asco, pero de vomitar el escenario terminaría siento peor, mucho más cruel. La inquisidora aguantó gracias a grandes aspiraciones de aire de forma repetitiva que tomó. No tenía demasiada fuerza, por eso su cuerpo había permanecido en la misma posición en la que él la colocó. Lo miraba con odio, como si pudiera llegar a arrebatarle su inmortalidad con los ojos. Narcisse se juró jamás implorarle que detuviera sus acciones, la verdad es que iba a tener que romper aquello, porque no resistiría más, y no deseaba ser más maltratada. Como pudo alzó el brazo para dar el primer golpe. Tardó poco tiempo para poder hacer el segundo, pero al bajar el brazo simplemente lo había dejado caer.
Se encontraba exhausta en más de un sentido. Su cuerpo temblaba y sentía aún las consecuencias del dolor. Se había roto por dentro tanto como por fuera.
Tuvo que hacer un esfuerzo físico para seguir haciendo la felación. Se concentró, movía la lengua, los labios, incluso la cabeza de manera experta, porque de esa forma prolongaría lo que siguiera. Su cuerpo podría descansar un poco. Su ano parecía palpitar del dolor. Se sentía extraña, invadida, ultrajada. Nunca imaginó llegar a experimentar tal actividad, y menos con aquel inmortal. Averno sería su contraste de ser él un mortal, o ella una inmortal. Si llegaba a alcanzar el estado de una vampiresa le daría caza hasta hacerle pagar ese momento.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
Averno disfrutaba claramente realizando cualquier tipo de acto nefasto sobre esta humana, disfrutaba también de aquella lucha que de la mente ajena se trasladaba a la propia mezclada entre orgullo y estupidez pues si se apelaba a la lógica el resultado desde el inicio se encontraba dictado, simplemente Averno se estaba encargando de volver realidad lo inexorable por propia mano, podía mencionar cualquier buen samaritano que el vampiro se estaba excediendo en su labor, lo cierto estaba en que para el hematófago no existe línea que rompe el deseo, tampoco muro impenetrable o ley que deba respetarse al pie de la letra, parte de su existencia resultaba claramente en siempre amoldar, amoldarlo todo, las reglas, la ocasión, y por supuesto, su propio existir. Un ser maleable como él simplemente se adaptaba a las situaciones que él mismo generaba con un rumbo fijo pero a su vez diverso en la práctica, por esto mismo el inmortal no se desanimaba con este “juego”, a pesar de tener el resultado final, esta resultaba ser una gran prueba respecto a que quizás tengan razón aquellos que afirman que lo importante no se encuentra en triunfar, sino en haber disfrutado de aquella experiencia que podría haberte llevado al triunfo, bien, en este caso Averno gozaba de ambas dichas, no se podría pedir más de una noche en el lecho de una mortal, pocas son las veces que él ha realizado visitas de este tipo, para cierto fin en particular, y esto se debe a que simplemente en el camino trazado desde que le vio, se fueron suscitando aquellas variables controladas que le llevaron finalmente a esta habitación, sobre esta cama y sobre la débil bibliotecaria, débil puesto que su estado actual, provocado por él, así debía describirse, no obstante poco tenía que ver con la realidad de la humana, Averno no resultaba interesado en hacer reconocimientos ajenos, sin embargo resultaba consiente de todo aquello, una de las bases que siempre le han representado es el de no menospreciar a ningún ser existente, y muy por el contrario, analizarle al detalle y estar consciente de sus capacidades, quizás por aquello mismo el inmortal disponía a retirar su miembro de las fauces ajenas y retirar la presión que ejercía el resto de su cuerpo sobre el ajeno. Los dos golpes resultaron entregados y para que no se diga que el ser nocturno es injusto las pruebas se pondrían sobre la mesa.
Se dispuso a colocarse en la posición adecuada para poder cumplir con lo que había prometido otorgar a cambio de las dos palmadas, Averno cumplía, al menos aquello tendría que recordarlo también, y bastaba solo eso mismo para no nublar la mente ajena y tratar de confundirla respecto a las intenciones que él posee o dicho de otra manera, no resultaba para nada su intención demostrarse como un ser compasivo en lo absoluto – Me pregunto madame, golpeó dos veces, ¿porque a pesar de todo el daño que le acabo de causar desea aún que el mismo ser que le dañó le fornique generando placer al estar dentro de usted? O es que simplemente no desea sentir más dolor, no creo adecuado responder por usted, pero algo me dice que dentro de su mente contempla la respuesta como una mezcla de ambas respuestas para esta interrogante – Sin dar tiempo a una profunda reflexión o dicho de otra manera, de una respuesta cargada de amargura y hostilidad, empujó su miembro ahora limpio dentro de la cavidad vaginal de la humana. Dado que la experiencia le había demostrado el buen aguante del físico ajeno ante los embates, el inmortal no se dio la molestia de iniciar aquella penetración de manera lenta, directamente embistió raudo contra ella sin cesar, personalmente no mantenía ninguna preferencia sobre aquello en sí, tan solo estaba consciente de que como las humanas reaccionaban ante diferentes tipos de fuerza, presión y roce, incluso podría decirse que disfrutaba más captando su reacción a las diferentes reacciones que las mismas mostraban, que ante la sensación en sí que las variaciones generaban, podrían considerar loco a un ser que disfrutaba psicológicamente de una acción enteramente fisiológica, sin embargo aquella particularidad se mantendría en él siempre – Cuando la noche termine, considérese a pesar de todo en buenas manos madame, entre cuatro paredes podrá resolver su estrecho dilema, entre las más fieles sirvientas y sobre todo calladas, aunque perdió no lo admitirá, no porque se vea incapaz de hacerlo, ya que viva quedará, sino por aquella terquedad tan inhumana que no debería mostrar por el bienestar de su salud en general. Ambos sabemos que a pesar de verse sacudida bajo mis brazos y estar por fin deslumbrando una vez más placer, en el fondo está deseando destrozarme, algo que tristemente para usted jamás sucederá – El inmortal dedicó una sonrisa a quien seguramente le odiaría para siempre, de eso mismo se trataba para él, dejar huella, marcar, la inmortalidad física no es aquella que los grandes y antiguos filósofos resaltan, y él lo tiene claro.
Se dispuso a colocarse en la posición adecuada para poder cumplir con lo que había prometido otorgar a cambio de las dos palmadas, Averno cumplía, al menos aquello tendría que recordarlo también, y bastaba solo eso mismo para no nublar la mente ajena y tratar de confundirla respecto a las intenciones que él posee o dicho de otra manera, no resultaba para nada su intención demostrarse como un ser compasivo en lo absoluto – Me pregunto madame, golpeó dos veces, ¿porque a pesar de todo el daño que le acabo de causar desea aún que el mismo ser que le dañó le fornique generando placer al estar dentro de usted? O es que simplemente no desea sentir más dolor, no creo adecuado responder por usted, pero algo me dice que dentro de su mente contempla la respuesta como una mezcla de ambas respuestas para esta interrogante – Sin dar tiempo a una profunda reflexión o dicho de otra manera, de una respuesta cargada de amargura y hostilidad, empujó su miembro ahora limpio dentro de la cavidad vaginal de la humana. Dado que la experiencia le había demostrado el buen aguante del físico ajeno ante los embates, el inmortal no se dio la molestia de iniciar aquella penetración de manera lenta, directamente embistió raudo contra ella sin cesar, personalmente no mantenía ninguna preferencia sobre aquello en sí, tan solo estaba consciente de que como las humanas reaccionaban ante diferentes tipos de fuerza, presión y roce, incluso podría decirse que disfrutaba más captando su reacción a las diferentes reacciones que las mismas mostraban, que ante la sensación en sí que las variaciones generaban, podrían considerar loco a un ser que disfrutaba psicológicamente de una acción enteramente fisiológica, sin embargo aquella particularidad se mantendría en él siempre – Cuando la noche termine, considérese a pesar de todo en buenas manos madame, entre cuatro paredes podrá resolver su estrecho dilema, entre las más fieles sirvientas y sobre todo calladas, aunque perdió no lo admitirá, no porque se vea incapaz de hacerlo, ya que viva quedará, sino por aquella terquedad tan inhumana que no debería mostrar por el bienestar de su salud en general. Ambos sabemos que a pesar de verse sacudida bajo mis brazos y estar por fin deslumbrando una vez más placer, en el fondo está deseando destrozarme, algo que tristemente para usted jamás sucederá – El inmortal dedicó una sonrisa a quien seguramente le odiaría para siempre, de eso mismo se trataba para él, dejar huella, marcar, la inmortalidad física no es aquella que los grandes y antiguos filósofos resaltan, y él lo tiene claro.
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Re: Deuda [Narcisse Capet +18]
La fuerza que poseía Narcisse Capet desapareció de un momento a otro. Extrañamente, (si, era extraño, porque nunca le había ocurrido), no tenía posesión alguna de su cuerpo. Sus extremidades colgaban de un lado a otro sin poder siquiera acercarlas a su dorso en caso de golpe. Su piel estaba cubierta en sudor, y aunque su temperatura corporal era alta, ni siquiera se sabía bien que percibir del ambiente. No era la figurilla de hierro, se trataba de una muñeca de paja, con la que estaban jugando, y que parecía deseaban deshacer. A pesar de todo aquello, no se le notaba miedo alguno por morir, no es que no valorara su vida, sin embargo no se complicaba con situaciones que llegarían, en algún momento, a ser inevitables.
El dolor disminuía a consideración, la única diferencia es que la sensibilidad parecía incrementar, y el ardor no deseaba abonada. Segura se encontraba que iba a tener que ausentarse por un largo periodo de tiempo, en la inquisición existiría duda, y gran curiosidad, demasiado tiempo llevando el mando de una facción, nunca antes faltó, a menos que fuera por una misión asignada, por la cuestión salud jamás fue un impedimento. ¿Sospecharían de ella? ¿De sus vicios, de sus creencias, de sus adicciones y relaciones? Más valía que no, más tarde, cuando la criatura no estuviera, y su consciencia estuviera a punto de perderse, la idea brillante para una gran tregua aparecería. Ni siquiera Averno sería capaz de hacerle perder, o levantar sus sospechas sobre lo que en realidad había dentro de su ser.
La sensibilidad auditiva de la mujer aumentó, quizás un mecanismo de defensa, tomando en cuenta que nada más de su cuerpo podía mover. Cerró los ojos por unos instantes, y proceso cada una de las palabras que Averno le otorgaba. No contestó. No, porque no quisiera, sin importar nada siempre parlaba, nunca se quedaba con las ideas en su interior, lamentablemente su cansancio era tan grande, que sólo pensar en mover los músculos de la boca, le resultaba aterrador.
No hizo más esfuerzo, no lo haría más, al menos aquella velada. De gastar las pocas energías que seguían en su interior, lo más probable sería que terminaría desmayada, y mucho le había costado seguir teniendo los pies sobre la tierra. Extrañamente las manos frías de la criatura sí las podía percibir, en algunas ocasiones, cuando el cansancio la quería vencer, las manos del inmortal se colocaban en zonas estratégicas que la traían de vuelta de aquel letargo especial. La embestida no le resultó placentera, su intimidad palpitaba con tanta fuerza que creía sería imposible hacerla sentir placer, pero con la criatura no existían imposibles, y estaría por verse, todo podría llegar a pasar. Separó los labios para tomar una gran bocanada de aire, quiso intentar de nueva cuenta volver a hablar. No pudo, así que desistió de la idea.
¿Para que mentir? En cualquier momento el cansancio la invadiría, ni siquiera con la penetración la mantendría con vida, era demasiado desgaste físico, pero sobretodo emocional. Nadie nunca había pisado de esa manera lo que era la inquisidora. Se trataba de un golpe fuerte, que probablemente le dejaría cicatrices profundas en el interior. Solamente quedaría en ella sufrir por lo ocurrido, o volverse más fuerte gracias a ello. ¿Qué sería de Narcisse después de aquella noche?
Sorpresivamente sus labios se volvieron a abrir, la garganta estaba a punto de desgarrarse, y es que un gemido apareció rompiendo el silencio de la velada.
El dolor disminuía a consideración, la única diferencia es que la sensibilidad parecía incrementar, y el ardor no deseaba abonada. Segura se encontraba que iba a tener que ausentarse por un largo periodo de tiempo, en la inquisición existiría duda, y gran curiosidad, demasiado tiempo llevando el mando de una facción, nunca antes faltó, a menos que fuera por una misión asignada, por la cuestión salud jamás fue un impedimento. ¿Sospecharían de ella? ¿De sus vicios, de sus creencias, de sus adicciones y relaciones? Más valía que no, más tarde, cuando la criatura no estuviera, y su consciencia estuviera a punto de perderse, la idea brillante para una gran tregua aparecería. Ni siquiera Averno sería capaz de hacerle perder, o levantar sus sospechas sobre lo que en realidad había dentro de su ser.
La sensibilidad auditiva de la mujer aumentó, quizás un mecanismo de defensa, tomando en cuenta que nada más de su cuerpo podía mover. Cerró los ojos por unos instantes, y proceso cada una de las palabras que Averno le otorgaba. No contestó. No, porque no quisiera, sin importar nada siempre parlaba, nunca se quedaba con las ideas en su interior, lamentablemente su cansancio era tan grande, que sólo pensar en mover los músculos de la boca, le resultaba aterrador.
No hizo más esfuerzo, no lo haría más, al menos aquella velada. De gastar las pocas energías que seguían en su interior, lo más probable sería que terminaría desmayada, y mucho le había costado seguir teniendo los pies sobre la tierra. Extrañamente las manos frías de la criatura sí las podía percibir, en algunas ocasiones, cuando el cansancio la quería vencer, las manos del inmortal se colocaban en zonas estratégicas que la traían de vuelta de aquel letargo especial. La embestida no le resultó placentera, su intimidad palpitaba con tanta fuerza que creía sería imposible hacerla sentir placer, pero con la criatura no existían imposibles, y estaría por verse, todo podría llegar a pasar. Separó los labios para tomar una gran bocanada de aire, quiso intentar de nueva cuenta volver a hablar. No pudo, así que desistió de la idea.
¿Para que mentir? En cualquier momento el cansancio la invadiría, ni siquiera con la penetración la mantendría con vida, era demasiado desgaste físico, pero sobretodo emocional. Nadie nunca había pisado de esa manera lo que era la inquisidora. Se trataba de un golpe fuerte, que probablemente le dejaría cicatrices profundas en el interior. Solamente quedaría en ella sufrir por lo ocurrido, o volverse más fuerte gracias a ello. ¿Qué sería de Narcisse después de aquella noche?
Sorpresivamente sus labios se volvieron a abrir, la garganta estaba a punto de desgarrarse, y es que un gemido apareció rompiendo el silencio de la velada.
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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