El lugar donde te encontré {Chiara}

por **Ruggero Rosso** Dom Abr 12, 2015 3:28 pm

Estaba dolido por lo que Chiara había hecho, no quería comprender que mi ausencia la obligó a irse. Pero haber perdido a su pequeño Ruggero y luego abandonar a su amada hija, su pequeña Mely era algo que no iba a perdonarle. Como inquisidor que era había movido influencias para saber dónde podría estar. El primer lugar fue el manicomio y luego, la catedral; después lugares parecidos. Pero le llegó la noticia de una mujer loca que se había suicidado al haber perdido a sus hijos. ¿Podía ser ella?

Tal vez, yo no podía estar seguro por eso seguí buscando cada que podía. Ahora para Mely era padre y madre y no quería estar sola más por lo que no permitía que su padre saliera solo por mucho tiempo. Las pocas ocasiones en las que buscaba a Chiara era cuando le engañaba. Ruggero sabía que estaba mal, no quería mentirle a su hija, darle ese ejemplo pero mientras no descubriera que yo le mentía, no lo sabría nunca. Por eso era tan importante saber si Chiara vivía, de no serlo me llevaría hasta ese momento mi único amor a los Países Pontificios donde tendría una protección a segurada mientras yo me iba.

Pero sucedió cuando renuncié a la búsqueda de Chiara, fui a los jardines botánicos donde sellé con ella mi compromiso. Donde nació el verdadero amor, donde terminé por conquistar su dolido corazón. Ahí la encontré, trabajando con la mirada perdida, yo sonreí pero inmediatamente sentí ira al recordar a Mely y a Ruggero siendo un bebé. La culpaba a ella, era culpa de Chiara, así que caminé hasta ella y tomándole del brazo con brusquedad hice que me volteara a ver. -Así que aquí estáis, cuidando unas plantas mientras nuestra hija necesitaba de una madre- le reclamé sin importarle lo mucho que le iban a doler todas las palabras que tenía pensado decirle.

por **Corradine Grimaldi** Dom Abr 12, 2015 7:09 pm

Como de costumbre, al salir del albergue, apenas las luces del nuevo día asomaban en el horizonte, se dirigió al jardín Botánico, no sabía cuál era la razón por la que necesitaba mantenerse cerca de aquel lugar, pero había conseguido que le permitieran colaborar con las tareas de jardinería y además poder juntar unos pocos centavos con los que se alimentaba, pero que casi siempre terminaba dando a los niños de la calle, es que esos pequeños le recordaban a sus amados hijos. Así, pasaba sus horas entre el día y la noche, mientras intentaba no pensar en su gran perdida. Pero cada vez que un niño gritaba llamando a su madre, Chiara levantaba la cabeza y buscaba desesperada al pequeño, porque aunque era un hecho el que sus niños habían muerto hacía meses - según le habían informado en el hospital de Edimburgo -, y que la única sobreviviente de aquel incendio había sido ella, seguía pensando en que en cualquier momento ellos la vendrían a Buscar. Aun recordaba la mañana en que, apenas había despertado de la inconciencia, una mujer se le acercó a darle la terrible noticia - lo lamentamos, pero sus dos hijos murieron en el incendio, no pudieron sacarlos con vida – le había dicho, Chiara pensó que era una enfermera, pero le había resultado extraño que la mirada de ésta fuera tan dura e inexpresiva, parecía más una monja, un inquisidor. Cuando quiso saber más sobre ello, como en qué lugar habían sido sepultados sus hijos, la mujer le había dado una bofetada. Fue allí donde su calvario había comenzado, luego de aquella terrible noticia, la trasladaron a otra institución en donde estuvo recluida durante varios meses, cuando el director de la clínica mental la liberó, le exigió que se fuera de Edimburgo, personalmente la subió a un barco, con lo puesto y unos pocos chelines, como para poder vivir algún tiempo en Paris. Chiara no pregunto, no se opuso, no resistió el mandato, porque tenía el alma destrozada, nada podía sostenerla, su vida había sido destruida hasta los cimientos, ¿importaba donde moriría? a ella le daba igual, fuera en un hospicio en Edimburgo o en las obscuras aguas del Sena, le daba lo mismo, su vida había terminado, una fría noche de inverno, a pocos días de la navidad.

Suspiró mientras se acomodaba un mechón que sobresalía del pañuelo que cubría sus rubios cabellos, - debo, buscar el árbol para navidad, a los niños les encantará poder adornar el abeto – dijo sonriendo, perdida en los recuerdos dulces de los primeros días que vivieron en el castillos a orillas de aquel lago que no recordaba el nombre. Oyó el sonido de niños jugando cerca de ella y levantó la vista, observó a un par de pequeños que jugaban, - Mely, Ruggero… tengan cuidado con el lago – dijo en voz alta, los pequeños se miraron algo extrañados, ¿Quién era esa mujer que les llamaba con nombres que no eran los suyos? Se apresuraron a huir del lugar en busca de su madre, - no molesten a la señora – le oyó decir a esa extraña mujer que se alejaba con sus hijos. Estuvo a punto de levantarse para ir a buscarlos, entonces recordó que sus bebés ya no volverían a ella. No pudo contener las lágrimas, se dejó caer en el suelo y lloró con amargura, ¿por qué su corazón se empecinaba en seguir latiendo, porque no le permitía morir e ir al encuentro de sus amados?

Cavilando en aquello se encontraba, con sus manos enterradas en la tierra revuelta de un parterre, cuando oyó que unos pasos firmes se acercaban a ella. Una enorme mano la tomó de su delgado brazo, apretándolo casi hasta partirlo, gritó de dolor, al sentir que de un envión la alzaba, como no lo iba a poder hacer, si en pocos meses había bajado más de quince kilos, era tan delgada que lo único que mantenía su fisonomía era el vestido ya que con tantas enaguas parecía que aún se mantenía lozana. Intentó en vano zafarse de aquel agarre, no tenía fuerzas para patearle, ni menos empujarlo, - suélteme, no sé de qué me está hablando – le gritó, sin mirarle a los ojos, solo podía ver el pecho de aquel hombre que la sacudía como si se tratase de una muñeca, - ¡no! - gritó cuando ese hombre le reprochaba no cuidar a su hija, - basta, no sea cruel, no tengo hijos… mis niños murieron – sollozó intentando golpear el rostro de quien se creía con derecho a acusarla de tal manera.

Levantó su vista y la fijó en los orbes del extraño, al principio no lo reconoció, pero aquellos amados ojos color del océano, no podían haberse borrado de su alma. Dio un grito aterrador, y luego se desvaneció, el fantasma de su esposo había venido a reprocharle la muerte de sus hijos.

por **Ruggero Rosso** Lun Abr 13, 2015 5:06 pm

Me dolía verle a sí, pero más me dolía el saber que había abandonado a su hija. Mi rayito de luz que tanto la necesitó y que inclusive la pidió el día en que yo llegué a casa. -Hundirte en la locura, no lo creí de ti Chiara, fuiste una cobarde...- la voz se me cortó, no podía decirle más, me dolía hablarle así, ver como ni siquiera me conocía. -No sé que es más doloroso, el abandonar a tus hijos u olvidarte de mi- le reclamé.

Entonces reaccionó de ese trance de locura, gritó y se desvaneció, yo alcancé a sostenerla y cargarla. Su aspecto era deplorable pero detrás de todo eso aún se encontraba su hermosa esposa. -Mereces quedarte aquí, en medio de este campo donde no hay nadie para asistirte. Pero no puedo negar que te amo tanto como para abandonarte ahora que te encontré y por supuesto cumplir la promesa que hice a mi hija de encontrarte- dije y caminé hasta una de las cabañas de descanso donde los turistas se refugiaban por unos cuantos minutos u horas según dependía del momento que vivían.

En la cabaña había un largo banco de madera que usé como camastro y coloqué a Chiara ahí, después salí y traje agua. Al regresar acomodé una silla frente a Chiara y esperé por varios minutos, casi una hora hasta que sentí que reaccionaba acerqué el agua -anda Chiara, bebe, bebe todo- le ordené, no se lo pedí.

por **Corradine Grimaldi** Mar Abr 14, 2015 10:02 am

- …Bebe – escuchó que le decían, mientras se intentaba reincorporar, sentarse en ese banco en que había despertado. Sus labios tocaron el material con el que estaba hecho el vaso, sorbió unos pocos tragos de agua. No le pasaba líquido por la garganta, que se mantenía cerrada, porque aún no comprendía que estaba ocurriendo. No podía quitar la mirada del rostro de ese hombre, se negaba a pensar que era su esposo, - no, Ruggero murió, fue la misma inquisición quien me aseguró cual había sido su destino – caviló, contemplando esos orbes que tanto había amado.

Hizo un ademan, apartando de su rostro el vaso de agua, - no deseo tomar – dijo intentando levantarse del asiento y alejarse de aquel hombre. No podía ser su esposo, - no se quién es usted, pero le aseguro que es un miserable impostor, presentándose ante mí, usando no se cual ilusión demoníaca – dijo señalando con sus manos todo el atuendo que Ruggero llevaba. Comenzó a llorar, hipando, - que ¿cree, que puede aparecerse ante mí, diciendo que no reconozco a mi esposo? Yo sé muy bien donde descansan sus restos, he ido al cementerio cada día, desde que vi cómo guardaban su féretro bajo una lápida, he dejado flores para él, he derramado lágrimas y suplicado que me quite la vida… para poder volver a sus brazos .-

Lo contempló con mayor detenimiento, - si eres él, dime exactamente, cuáles fueron las palabras que dijo, la noche en que me convirtió en su esposa… ¿qué juramento hizo? - cada vez se alejaba más de ese hombre, abrazándose, intentando darse fuerzas. – y si fueras tu… mi Ruggero… ¿quién es más cobarde… aquel que se aleja… sin una carta… sin importarle que el amor de su vida… sufriera pensando que jamás volvería a verle? ¿o quién buscas en la locura las fuerzas para acabar con una existencia que poco a poco destruye su alma? – Bajó la mirada, - o Dios, solo él sabe que daría mi vida por un besos de sus labios, por vivir felices nuevamente junto a nuestros hijos, aunque tan solo fuera por un día, aunque condenara, por ello, mi alma al fuego eterno -, sus palabras se quebraron en el llanto silencioso, en la ilusión que jamás se podría convertir en realidad. Secó sus lágrimas, con la misma infantil ingenuidad que lo hiciera cuando se conocieron, secándose con el puño de su ajado vestido, mismo gesto que ahora solía hacer su hija Mely.

por **Ruggero Rosso** Jue Mayo 07, 2015 12:37 pm

Cuando renegó del agua me enfurecí, lo que me había echo la inquisición me habían vuelto más sensible a reaccionar de ese modo, lo que sería una difícultad para que ella comprendiera, o mejor dicho lo reconociera. -Entonces no bebas nada- y arrojé el recipiente dándole la espalda para que no me viera dolido. -La promesa... la promesa... NUNCA NOS CASAMOS, ¿acaso no era lo que refutaba Giulia y mi hermano Nicolei?- me volví mostrándole mi enojo y avancé hacia ella.

-Me creiste muerto por el veneno de Killer Bee, y yo también lo creí. La inquisición experimentó conmigo y por años dormí, por mi sangre corre el veneno inmortal de los vampiros, eso me trajo con vida. Soy un inquisidor, de nuevo un inquisidor y lo hice para estar con vosotros. Pero no, tu tuvisteis que ir a Escocia y ahora mi hijo está muerto porque no fuisteis fuerte, no te importaron, abandonasteis a Mely, pero ya no esta sola, ahora estoy con ella- retrocedí y las lágrimas salieron de mis ojos, moví mi cabeza de un lado a otro reprobando la acción de Chiara.

-Y ahora dices que condenarías tu alma para que regresemos a ser lo de antes... Pues yo no lo permitiré, no dejaré que te acerqueis a Mely, no más, te habeis condenado al dejar morir a Ruggero... a mi hijo... ¿POR QUÉ? ERA MI HIJO, ERA MI PEQUEÑO... MI RUGGERO, MI PEQUEÑO RUGGERO-no resistí más y me eché a llorar.

por **Corradine Grimaldi** Dom Mayo 17, 2015 10:26 am

La condenaba, la maldecía y culpaba de algo que no era su culpa, que jamás lo sería. Chiara que aún se mantenía abrasada a sí misma, dejó caer los brazos a los costados. Verlo llorar de esa manera, con aquel sentimiento le hizo reconocerle. Por un segundo quiso correr a sus brazos, decirle que lo había reconocido, que lo amaba, que agradecía al cielo que fuera él y no un espectro que venía a robarle el poco aliento de vida que le quedaba. Pero se quedó muda, petrificada por las palabras cargadas de ira y maldad.

Retrocedió un poco más, acercándose casi imperceptiblemente a la puerta. Sus puños se cerraron, clavando sus uñas en su propia carne. Su mirada se convirtió en hielo, por Dios que lo amaba, pero ella no era la única culpable, ella solo había intentado salvar a su hijo, - Como te atreves… me culpas de no haber protegido a Ruggero… tú… el inquisidor que se jactaba de ser el azote de las brujos, el matador de brujas… - sonrió con ironía, - porque crees que me los llevé a Escocia, donde la Inquisición no podía tocarle… porque jamás permitiría que nuestro hijo cayera en manos de sus enemigos… - sus orbes se cubrieron de lágrimas – creí que lo había salvado, pero no fue así –, dijo elevando sus manos en un gesto de impotencia y también poniendo distancia entre su esposo y ella. Se alejó aún más del inquisidor, tanto que solo quedaba un paso para abrir la puerta y correr lejos de allí.

Su mirada a pesar de estar arrasada de lágrimas no dejaba de ser dura, por más que lo amara, ¿Cómo podría perdonarle lo que había dicho? – si Mely está viva… no puedo más que dar las gracias a Dios por ello, y solo espero que no la abandones… como lo hiciste conmigo – intentó herirlo, no podía dejar que solo ella sintiera su alma destrozada, él había sido injusto y se merecía cada una de sus palabras. Irguió la cabeza antes de proseguir en sus palabras - te juro que si nuestro hijo en verdad ha muerto, pronto lo sabré y si no… Dios lo proteja de tu desamor, de tu juzgamiento… de… - la voz se le apagó, el corazón le dolía, le faltaba el aire. Por eso, con el rostro bañado en lágrimas, giró sobre si misma y corrió, abriendo la puerta y huyendo de aquel lugar, a una media distancia se encontraba la vía principal de acceso al predio del Jardín, que en ese momento del día se encontraba transitada por gran número de carruajes y caballos.

Al llegar al lugar, se detuvo un momento, observó como un carruaje de cuatro caballos corría a gran velocidad en dirección a donde ella se encontraba, volvió su mirada al frente, bajó su pie derecho de la calzada y se dispuso a caminar, exponiéndose a ser despedazada por los caballos, nada tenía que perder, su hija estaba a salvo, el único hombre que había amado en su vida, la odiaba y culpaba de la muerte de su pequeño, y ella solo deseaba encontrarse con aquel angel. Podía oír los gritos del cochero intentando hacer que se apartara del camino, mientras tiraba de las riendas en un afán inútil de detener a los caballos. Pero todo parecía en vano, Chiara inspiró profundamente, dándose ánimos, solo sería un momento de dolor, no mayor al que acababa de vivir ante el único ser en quien había confiado su vida. Con sus ojos cerrados, su corazón adolorido, deseó que todo acabase de una maldita vez, que la pena en su pecho se esfumara y que la vida de una vez por todas se apagara.

por **Ruggero Rosso** Vie Jun 19, 2015 1:25 pm

La vi acercarse a la puerta -¿acaso pretendía salir como la cobarde que para mi ya era?- negué con la cabeza cada cosa que decía, patrañas todo eran patrañas. -HAYDEN MALDITA SEA; él los iba a proteger. Eres una ingenua, en Escocia hay una gran congregación de inquisidores espías que responden a la sede católica de Irlanda. Además, ¿crees que la Iglesia no sabe que mi hijo era un brujo?, estaban más seguros aquí. PORQUE NO FUISTE CON HAYDEN- parecía que iba a llorar pero eso me hizo enfurecer más -así es no fue así- Chiara estaba cada vez más cerca de la puerta, yo di un paso hacía ella no le permitiría que abandonara la cabaña no sin antes terminar de aclararlo todo. -No Chiara, no haré lo que tu le hiciste. No abandonaré a mi amada niña, pero tampoco le mentiré; le diré que te encontré pero que no eres capaz de regresar con ella porque no la amaste lo suficiente para buscarla, porque yo no consiento que regreses. ¿Y dices abandonarte? El último recuerdo que tengo antes de despertar en la mesa de experimentación de la Santa Sede de los Estados Pontificios, fue estar contigo en una cabaña en Italia, así que mejor explícame ¿quién abandonó a quién? ¿será a caso que me creíste muerto y me abandonaste como un maldito perro sin pensar en darme un santo entierro?-

Chiara cogió el picaporte abriendo la puerta -¿MI DESAMOR DICES? SÍ ASÍ FUERA NO TE HUBIERA BUSCADO PARA QUE ME RESPONDIERAS POR ÉL. NUNCA MERECISTE MI AMOR, SÓLO A ELLOS PERTENECE- grité para que alcanzara a escucharme, luego esperé un par de minutos y salí corriendo para darle alcance. Antes pensaba en ella con cariños pero ahora, no sé si por la sangre de vampiro o por el dolor de perder a mi hijo y a ella misma, sólo la juzgaba como una tonta y lo demostró cuando se plantó frente a un carruaje. Afortunadamente para ella llegué a tiempo, me arrojé hacía ella para librarnos del embiste pero en el aire le golpee la nuca sin que nadie se diera cuenta y cuando caímos ella estaba inconsciente. La gente comenzó acercarse. -No pasa nada, perdió el conocimiento. Soy su esposo yo la cuidaré- les mostré un anillo para hacer más fuerte lo que decía y todos lo creyeron.

Cargué a Chiara y regresamos a la cabaña, la dejé en el camastro y me asomé por la ventana de la cabaña, la tarde comenzaba a caer. -Mi pequeñita me ha de extrañar-sonreí y después miré a Chiara, me quedé viéndola con detalle contemplándola. Que hermosa era, -¿Por qué nos pasó esto?, ¿por qué no hice lo que Hayden para evitar el ataque de la Iglesia? Yo soy el verdadero culpable- comencé a sentirme arrepentido y me hinqué frente al camastro, luego acomodé los cabellos rebeldes de Chiara y comencé acariciar su rostro. -Sí hubiese sido más cuidadoso, si el amor por ti no me hubiera cegado a tal grado de no enemistarme con la Iglesia, si hubiese prudente no hubiera ocurrido esto- abandoné el rostro y cogí sus manos uniéndolas con las mías y lloré sobre su abdomen. -Te amo Chiara, te amo con toda mi alma- dije entre llanto y busqué su rostro para besarle los labios. Después me puse de pie, ya tenía que ir con mi hija, no esperaría que despertara le tomé una de sus manos y se la besé. -Adiós amor, dejas un vacío en mi corazón que nadie podrá reemplazar... Te amo- y solté su mano.

por **Corradine Grimaldi** Vie Jun 19, 2015 7:28 pm

Sintió el abrazo y un golpe en su nuca, todo se puso oscuro y perdió la conciencia. Cuando fue teniendo nuevamente conocimiento de donde se encontraba, los sonidos lejanos de la iglesia le permitieron saber que ya estaba tocando el ángelus. Chiara no abrió sus ojos, se mantuvo atenta a lo que Ruggero decía. No podía, ni quería discutir más, no tenía más fuerzas, ni podría soportar el dolor que tanto desprecio le causaba.

- Te vas – dijo apenas en un susurro, adolorida por el golpe y brusquedad con la que le había salvado de aquel destino. Inspiró con dificultad, se incorporó en el camastro aunque le parecía que la habitación giraba como un loco carrusel. Tomó la mano de Ruggero, en un débil movimiento, - por favor… no te vayas… no me dejes… permite que intente entender todo lo que ha pasado en estos años… - hizo una leve presión, intentando atraerle, - jamás deje de amarte… jamás lo dejaré de hacer – susurró, con la voz que se quebraba por la emoción – ningún esfuerzo fue doloroso para tratar de salvarte… allí en la cabaña -, inspiró para tener el aliento suficiente para seguir hablando, - a pesar de las torturas… a pesar de haber pagado aquel esfuerzo, con meses de miseria y torturas en esos calabozos de la inquisición - En ningún momento soltó la mano de su amado – aunque el peor de los tormentos… era el continuo reproche que me hacía de haberte dejado allí, en la cabaña… cuando pregunté por ti… me dijeron que habías muerto… y que todo era mi culpa– sus lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

No esperaba que le creyera, definitivamente parecía que nada de lo que pudiera decirle haría que la perdonara, que se quedará a su lado, que la abrazara y la besara como hacía años atrás. – Agradezco al cielo que hayas sobrevivido… tal vez tienes razón… y tus problemas comenzaron el día en que nos conocimos… pero a pesar de ello… jamás dejaré de agradecerle a Dios por ello, ni por los hijos que nos dio, aunque no supiera hasta ahora… que Mely está viva… Creo que tienes razón… ¿Cómo podría volver con ella, contigo… si me odias tanto? ¿Si me odio tanto? – sentenció.

Soltó débilmente la mano que retenía, - no pasaba un día que no fuera a donde, creí, descansaban tus restos… allí, donde la inquisición me dijo que os habían sepultado – se aferró a sí misma como si el frio que comenzaba a azotar afuera, en pleno el anochecer, pudiera herir su cuerpo, - fui una tonta como dices, debí darme cuenta que quienes me habían mantenido cautiva por meses… no podían estar diciéndome la verdad… pero… les creí… me dijeron que si descubrían que alguno de nuestros hijos tenía mis… lo separarían de mi… recordé lo que me contaste de tu infancia y por lo más sagrado… temí una vida así para Ruggero… porque no estarías allí para protegerlo… fui una estúpida… no merezco que me ames, ni que mi hija sepa que la amo… - sollozó, atrayendo sus piernas a su pecho, escondiendo su rostro entre ellas, - desearía haber muerto allá afuera – pensó, mientras su cuerpo se balanceaba suavemente, como en una interminable nana. Agudizó su oído, estaba segura que podría escuchar el sonido del picaporte abriendo la puerta, los pasos de él alejándose de ella, de su vida, si eso pasaba, todo estaría perdido y encontraría la forma de terminar con su maldita existencia.

por **Ruggero Rosso** Mar Jun 23, 2015 3:18 pm

Ya todo había sido dicho o al menos así lo consideré, cuando soltó mi mano creí que lo más conveniente era irme de una vez. Pensé en amenazarle a no acercarse más a la Mansión que ahora pertenecía a su hija pero comprendí que el mensaje había quedado claro para ella por lo que me limité a no decir nada. Esperé un momento para que me viera una última vez pero no lo hizo, escondió su cabeza entre las piernas que había recogido. Caminé hasta la puerta en pasos lentos meditando en cada palabra, no, no la odiaba. La conversación aún no terminaba por lo que no giré el picaporte, sólo aseguré la puerta y me di media vuelta. -No Chiara, mi amor por ti es tanto que jamás podré odiarte. Estoy decepcionado, muy decepcionado- dije y caminé hasta ella, sentándome a un lado. -Soy un tonto en creer que te abandonaría aquí, en pensar que realmente mi amor por ti había terminado por la decepción que sentí- acaricié el rostro de Chiara e hice que me mirara.

-Tienes una hija que te necesita. No hay día en que no pregunte por ti y juntos oramos- atraje los hermosos labios de Chiara y los bese, al principio era ternura pero pronto se convirtió en pasión. A pesar de mis sentimientos variantes hacía ella siempre había deseado volver a besarla. -Y hay un lecho que sólo puedes tu calentar- bajé parte de su vestido desvistiendo el hombro izquierdo que era el que tenía junto a mí y deposité un tierno beso.

-Le prometí a nuestra hija que te encontraría y cuando lo hiciera te llevaría a casa. Y no pienso fallarle, así que aunque te encapriches te irás conmigo... ¿sabes por qué?- le dije y la cargue sentándola en mis piernas. -¡Santo Dios!- estaba asombrado de que no pesara tanto, aunque teniendo sangre de vampiro en su cuerpo su fuerza se había incrementado -estás muy delgada, pero ya me encargaré de que recuperes tu peso- le sonreí mientras bajaba aún más el vestido descubriendo ambos hombros y a penas el límite de sus senos. -como te decía- buscó su manos y le colocó uno de sus anillos, quizás le quedaba grande pero no se trataba del obsequio sino del significado. -Quiero que seas mi esposa- reí y después le besé en los labios.

por **Corradine Grimaldi** Miér Jun 24, 2015 6:57 pm

Aún mantenía su rostro oculto, cuando él se acercó y le dijo que aún la amaba, a pesar de la decepción, la desilusión, que él podía sentir hacia ella, aún mantenía en su corazón, el mismo amor que naciera entre ellos, la noche en que se conocieron. Cuando sintió aquellos labios en los suyos, su calor, su aliento, Chiara supo que a pesar de todo lo vivido, de las pérdidas irreparables, las marcas que había recibido, las torturas. Todo había valido la pena, si él volvía a aceptarla.

Suspiró con tristeza y las lágrimas brotaron de sus orbes, cuando él se alejó un momento, Chiara no podía, no soportaba, estar lejos de su calor. Comenzó a temblar, como hacía ya mucho tiempo que no lo hiciera. ¿Cómo podría presentarse ante su hija? No había podido salvarla del dolor de perder a su hermano, no había tenido la fuerza de volver a la mansión, para comprobar si su hija no estaba con Estela y Juan, había dado por sentado que la palabra que le diera la inquisidora, era la verdad. Se reprochó haber creido tantas veces en los miembros de una sociedad que una y otra vez la habían decepcionado, a excepción de aquel pequeño inquisidor, su ángel salvador. Aun se culpaba de su estúpido plan de huir con ellos a Escocia, con la vaga intención de salvarlos de un peligro mayor. Todo lo que Ruggero le dijera, no hacía otra cosa que confirmar sus más secretos terrores. La responsable del incendio, de sus semanas en el hospital psiquiátrico, no podía ser otra que aquella inquisidora. De solo pensarlo, la noche en que pensó que moriría a manos de aquel demonio, llegó a su memoria, - Fue Emelia, ella es la única que podría hacer semejante maldad – caviló, escondiendo su mirada de la de Ruggero, porque si algún día se enteraba de la verdad, ¿acaso no sería capaz de ir a pedirle explicaciones? Y Emelia no lo dudaría, para la inquisidora, aquel valeroso inquisidor, sería un irresistible objeto de caza y Chiara temía perderle.

Un escalofrío corrió por su cuerpo cuando Ruggero bajó el vestido por uno de sus hombros, exponiendo su piel a sus labios, a su aliento, a su mirada. Ella cerro lo ojos y suplicó al cielo porque no pusiera su atención en las marcas que cruzaban su espalda como hilos de plata, esas cicatrices que formaban el constante recordatorio de que mientras, Emelia, viviera, toda su familia estaría en peligro. Sus mejillas se ruborizaron, al escuchar decir que un lecho la esperaba. Chiara se había conservado casta, pues solo en su mente, en su corazón, solo podía existir un solo hombre y ese era su amado, que la atraía hacia él, como si fuera una delicada muñeca de porcelana. Sus nervios casi se desquician al comprobar que la estaba desnudando, no era que se negara a unirse a él en aquel preciso momento, pero se negaba a que viera las marcas de su tortura.

Su llanto se derramó, cuando él le colocó el anillo en su delgado dedo anular, con su mano derecha cubrió el anillo que simbolizaba la unión eterna que se prometieran más de cinco años atrás y se abalanzó al pecho de su amado, abrazándolo, acariciando sus cabellos, buscando su boca para decirle en los labios que lo aceptaba.

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