Un lugar donde poder decir la verdad {Paul Dharwark}

Nuevamente era una hermosa y un tanto calurosa noche, en la cual me encontraba completamente nerviosa, ya que desde que había conocido a Juliette, solo había tenido muchas alegrias, entre ellas el poder relacionarme con Paul, ese hermoso caballero que solo estaba para mi y siempre me trataba de una forma, que solo el podía hacerme sentir bien, siendo que me sentía como una princesa nuevamente, aunque en una época diferente.

Debía decirle lo que estaba sintiendo hacia el, por el simple y sencillo hecho de que no podía darme el lujo de estar sin el ni un solo minuto más, ya que cada vez que debía de separarme ya fuera de el o de su hermana, me hacían sentirme tan triste y vacía, justo como si fuera nuevamente una simple humana que podía ser matada con un simple golpe en la cabeza, pero la realidad era otra, no podía ser destruida, más que por un par de cosas que debían de ser un tanto fuertes.

Debía poner en claro mis sentimientos sobre Paul y nada mejor para eso que invitarlo a que me viera cerca de la laguna cerca de las 8 de la noche, una hora en que casi nadie estaba por ahí, más que algunos enamorados que al igual que yo se iban a declarar, sabía que esto estaba en contra de las reglas de cualquier raza o especie, pero no podía imaginarme una vida eterna sin Paul y mucho menos si el me rechazaba, lo más seguro es que a la mañana siguiente lo que haría sería salir a plena luz del sol y dejar que los rayos de dicho astro me consumieran completamente.

Ahora solo debía de idear las palabras correctas para decirle lo que estaba sintiendo desde hace tiempo, aunque claro de seguro cuando estuviera enfrente de él, se me olvidaría incluso el cómo hablar con coherencia y solo bajaría mi cabeza como muchas otras veces y solo movería ligeramente mi pie, para quitarme el nerviosismo, aunque sabía de ante mano que eso no me serviría en lo más mínimo.

Y muchos de mi raza e incluso mis familiares que me veían cada vez más extraña se preguntaba qué era lo que me atraía tanto del joven Paul, era en realidad muy simple, el me hacía olvidarme de todo lo que había vivido y había hecho por sobrevivir, tanto en mi vida humana como en mi vida inmortal, el era simplemente perfecto, la persona que estaba destinada para mi, solo que simplemente había nacido un par de siglo después de que yo naciera, me hacía sentir completa y sobre todo viva, como si mi corazón pudiera volver a bombear la sangre por todo mi cuerpo y hacer que tuviera un color más natural que el que tenía que improvisar con maquillaje.

Se que esto podía traerme algunos problemas a mi y poner en peligro a Paul y a su hermana que consideraba ya una hermana, como si de verdad lo fueramos y solo habíamos tardado un poco en conocernos, pero en verdad quería decirle a Paul lo que sentía, porque cada vez que no podía verlo, que estaba todos los días encerrada dentro de mi casa, refugiándome del sol, temía en que el conociera a alguien y que pudiera enamorarse de ella, dejándome a un lado, por lo que el simple pensamiento lograba que se me rompiera el corazón, y que sin siquiera pensarlo e importarme salía del cuarto del sótano y con mucho cuidado me asomaba por la ventana lo suficiente como para ver la calle iluminada y darme cuenta que no podía verlo, por más que quisiera y regresaba a mi lugar seguro completamente segada por la luz.

“Tranquila Yaocihuatl, todo estará bien, tú también eres de su agrado, sino no te trataría de la forma en cómo te trata” pensé para mi tratando de tranquilizarme y acomodarme el lacio cabello atrás de las orejas ya que el viento estaba soplando con un poco de fuerza, pero no me importaba, yo solo quería verlo a el y decirle todo lo que necesitaba, para así saber si era correspondida o no.

Cuando menos lo esperé pude detectar su aroma que no estaba muy lejos de donde estaba yo, a lo que me senté en el pasto cerca de la orilla del agua y comencé a lanzar un par de pequeñas piedritas para quitarme el nerviosismo que sentía en ese justo instante.

¿Qué es amor? Un sentimiento incontrolable.
¿Qué es el control? Una farsa…

Dicho sea de paso, que lo falso es temor a lo verdadero.
Con un golpe seco colocas la camisa blanca sobre tu torso, abotonando los botones con habilidad.
¡Maldita sea tu suerte!
Una mujer amada a la que le escondes tu sentimiento.
¡Maldice, cobarde!
¿Acaso honras tu apellido al callar?
Te observas en el espejo infundado en uno de tus mejores trajes, tu rostro es afilado, de facciones finas y elegantes, como si tu cara reflejase tu posición.
Pero ella, desde su aparición, te ha sacado de tu día a día, de tu formalidad persistente ante la vida.
Ella… te ha quitado la seguridad para darte la mayor de las aventuras, un sentimiento.
Pero solo optas por callar.
Optas como un maldito imbécil a observarla con expresión bobalicona cuando se encuentra presente.
Despierta, eres un Dharwark y no es esto lo que se espera de ti. Tu, que siempre has sentido orgullo de tu valentía ahora te retiras hacia las sombras.
¡Pero cielos, maldita agonía! Ella es tu máxima tortura y tu bendición.
La quieres para ti pero al mismo tiempo, no te crees lo suficiente hombre para tal mujer.
¿Será?
Aprietas la mandíbula y desenfocas tu vista del espejo. Tomando el paso agarras la puerta abriéndola con furia y al salir provocas un golpe seco.
Alana……
Caminando hacia el lugar de encuentro desmientes tu cobardía recitando mil veces tus pasos junto a ella.
Esta noche, esta noche juras por Dios que no la dejarás ir. Esta noche tomarás su mano con fuerza, juras hacerlo, juras decirle que no puedes vivir sin ella.
Llegaste, y ahí la ves, sentada sobre el verde césped, encogida por algo, pensativa, nerviosa.
Y tragas saliva para quitarte ese nudo en la garganta que te dificulta respirar.
Pero Dioses… se ve tan linda.
La contemplas y suspiras como ridículo chiquillo.
Bendición impresa en cuerpo de mujer, en alma de vampiro. Alma… ella poseía una. Lo sabes.
Te acercas a ella templando tus nervios y agachándote tras ellas acaricias su mejilla con suma delicadeza.

- Bonita noche… ¿cómo os atrevéis a opacarla con tanto descaro, bella dama?

Sonríes con desenvoltura quitándole peso a tus palabras.

- Mi pequeña princesa ¿te encuentras bien?

Tiraba las piedritas una a una, pensando en que decirle mientras escuchaba que sus pasos se acercaban cada vez un poco más, pero simple y sencillamente no se me ocurría algo coherente que decirle cuando el estuviera frente a mi, me sentía tan poca cosa a su lado, ya que el un joven y apuesto empresario, con mucho por delante, podría fijarse en alguien como yo una sanguinaria vampiresa que era demasiado egoísta como para dejarlo ir con otra chica para que tenga una vida mejor llena de luz, paz y tranquilidad que sabía que yo nunca le podría brindar, ni aunque me esforzara tanto o incluso que le vendiera mi alma al mismísimo demonio lo lograría, ya que esta era la maldición para vivir eternamente, tener que vivir en la oscuridad para siempre.

Justo cuando creí que el tiempo se había detenido y me había perdido en mis pensamientos, sentí un suave y cálido roce en mi mejilla, lo que hizo que girara levemente mi tu torso, para verlo ahí agachado atrás de mi con su típica vestimenta que me hacía recordar que el al igual que yo eramos de una de las clases más privilegiadas, pero sin mucha importancia para mi en realidad, ya que una clase no te definía y sabía que nunca lo haría.

Sonreí al escuchar sus primeras palabras, bajando la cabeza, sabiendo que aunque sintiera que podía sonrojarme, jamás lo lograría, porque no había vida en mi cuerpo y si la había, debía de estar extinta por tantos años que llevaba ahí, sin ser usada. Pero un pensamiento diferente llego a mi mente cuando pude procesar completamente su primera oración, ¿el en verdad creía que yo era bonita?o solo había sido un maldito juego de mi mente tan retorcida que ya no podía distinguir entre lo que era fantasía y lo que era realidad.

-Se equivoca joven caballero-dije con voz tranquila y dulce-yo no he tenido el descaro de opacar tanta hermosura, solo me dedicaba a observarla-sonriendole y mirándolo a los ojos, perdiéndome unos segundos en esas hermosas orbes que me volvían loca y dándome cuenta que siempre que nos veíamos comenzábamos a platicar con tanto respeto, como si fuéramos unos completos desconocidos.

-Si Paul, estoy bien, no debes preocuparte-digo tomando su mano para entrelazarla con la mia y darle la espalda al lago para fijarme completamente en el-tenemos que hablar sobre algo que me quita el sueño-mordiendome el labio, ya que las palabras habían salido tan naturales que no recordaba cuando había tenido el don de la palabra cuando de el se trataba y solo esperé a que el tomara asiento y pedí a todos mis dioses que me dieran la fuerza necesaria, para decir lo que necesitaba expresar con tanta urgencia.

Miras su reacción con una chispa en tu mirada. Con ilusión.
Su belleza te deslumbra y… ¡horror! Bloqueado y asfixiado por la impotencia que te brinda amar a una vampira rehúyes a tu mente.
Cavilas la posibilidad de que Alana quiera alejarse de ti por insoportable, por niño.
La miras una vez mas recorriendo sus labios con la mirada y dioses… pierdes la compostura agarrándola por los hombros para que nada ni nadie la separe de tu lado.

Tus ojos recorren su rostro para llenarse de la luz de su mirada después, con un gruñido tomas su rostro con una mano, recordándote millones de veces que debes hacerlo, que puedes hacerlo. Que no tienes otra opción.
Pero ella es tu amor, el amor de tu vida. Tu mujer…
¡Tuya!
¿Lo crees?
Perfecta, bondadosa, talentosa…
¡Pero la deseas para ti, Paul!
Sueñas con un futuro junto a ella, con sus besos, con sus caricias.
Maldito seas, Dharwark… cavas tu propia tumba con este amor pero no te importa, maldito seas…
Pues no puedes mirar a otra, no puedes tocar a otra mujer, no puedes remplazarla.
¡¿Porqué?!
Porque la amas… mírala, acaríciala… siente su piel, joven estúpido. Hazlo y lo sabrás.
La amas y a tus ojos, otra chica se ve ridícula a su lado.
Juliette y Alana… tu familia.
Sonríes negando con la cabeza y con valentía te acercas mas a sus labios.

- La belleza que desprende tu mirada ya opaca toda maravilla de la naturaleza. ¿Y sabes porque? Por que eres una eterna preciosidad con un tesoro por corazón. Y mi niña… he estado callándomelo tanto tiempo, mirándote furtivamente convirtiendo mi existencia en puro infierno al no revelártelo. Pero tu… tu rostro, tu cuerpo, tu espléndida y dulce voz, tu mirada. Toda tu Alana, me robaste el corazón para quedártelo siempre para ti. Sin retorno. Volviéndome loco ansié tu compañía en cuanto te ibas de mi lado. Pero cielos, Alana… tu… mi princesa, mi niña… Te amo.

Inclinas la cabeza para juntar vuestras frentes, rezando al cielo no ser rechazado.
Rogando por no morir allí mismo de tristeza y soledad.

De un momento a otro Paul, soltó mi mano y me tomo de los hombros asustándome un poco, ya que quizás me quería alejar de el, porque yo era una aberración de la naturaleza, ya que no era posible que una persona, viviera más de cien años, a lo que suspire ligeramente sintiendome más tranquila, cuando el fija su mirada en mi rostro y me esmero en darle una leve sonrisa, para que no se vean mis perlados dientes y mucho menos las armas mortales que podían llegar a ser mis colmillos.

Paul estaba actuando demasiado extraño, casi como si fuera un neófito ya que estaba olvidando lo que siempre hacía en lugar de tomarme con tranquilidad y paz, me tomaba del rostro con cierta fiereza y es más me gruñía, lo que de cierta manera hacía que me excitara, pero a la vez me hiciera recordar que el era un humano y que debía de tener cuidado con el, aunque no me importaría que en ese mismo instante como estaba tomando mi rostro, que me besara con la pasión y decisión que estaba mostrando en ese momento.

Me quede completamente en shock después de lo que me confesó, yo que pensaba que iba a decirle todo, salí perdiendo, ya que el al parecer me había ganado, siendo que el era el que al fin y acabo se termino confesando ante mi, lo cual no supe como interpretar del todo, sabía que no podríamos estar juntos para toda la eternidad, al menos que el se convirtiera en vampiro, pero no sabía si el estaba dispuesto a hacer ese sacrificio por mi.

-Paul-digo en un susurro todavía con nuestras frentes juntas, a lo que no pude evitarlo y me separé solo lo suficiente como para verlo un par de segundos a los ojos y después acercarme a su rosto para fundir sus labios con los míos, en un dulce y tierno beso, en donde rodeé su cuello con mis brazos y sentía como una lágrima caía de mis ojos, pero no estaba llorando de tristeza, sino de absoluta felicidad, ya que al final había encontrado a mi alma gemela, ese ser que debía de estar toda mi vida junto a mi y hacerme muy feliz.

-Yo también te amo, te ame desde la primera vez que te vi esa noche lluviosa cuando la desgracia cayó en tu familia, pero que es bendecida por una hermosa criatura que en poco tiempo llegara a nosotros, haciéndonos tíos-digo separándome de sus labios solo lo suficiente como para poder hablar y acercar más mi cuerpo al suyo, ya que no sentir su calor cerca de mi cuerpo, me hacía sentirme toda desolada-me alegra saber que de verdad me ames, como yo lo hago contigo-sonrió antes de darle otro beso en los labios-pero no tuve el valor de decírtelo porque pensé que me odiarías por ser lo que soy, lo se un pensamiento estúpido, pero tenía miedo de ser rechazada-sin siquiera dejarlo responderme, vuelvo a unir nuestros labios y lo recuesto en el césped, sintiendo como si quisiera sonrojarme por las cosas atrevidas que estaba haciendo, pero era sencillamente que me estaba comportando como una humana nuevamente.

Y ahí la ves, dándote una de sus mejores sonrisas, la ves tierna ocultando su naturaleza. La ves hermosa e irresistible. La ves como el mayor de los regalos que la vida halla podido concederte.
La ves… si, ante ti y entregándote todo de ella, su alma.
Y enloqueces Paul, enloqueces por su hermosura, por su tremenda calidez aun después de tener un cuerpo frío, la vida emana de ella y enloqueces.
Sus ojos no son los de un monstruo. Sus besos no son los de un asesino.
Son de la mujer que te ama.
De una mujer que por su naturaleza ella podría defenderte a ti en vez de al contrario, y te sientes herido.
¿Cómo es posible?
Pos todos los Dioses… te sientes impotente, avergonzado, te sientes poca cosa.
¿Si algún día se encuentra en peligro como la salvarías?
Aprietas la mandíbula, estropeando el dulce momento.
Sientes sus besos, sus palabras, pero en cierta forma tus pensamientos van en otra dirección.
Su protección.
La protección de tu bella dama.
Y notas con enloquecido fervor la astucia con la que tu mente trabaja.
Notas tu rabia y en tu mirada se refleja.
Hoy has decidido ser fuerte, valiente. Decirle todo lo que sientes por ella, hoy has decidido dejar a un lado las tonterías de los modales para hacerle saber que ella es tu amada.
Y hoy mismo decides, ante ella, ante el efecto de sus labios, protegerla con tu vida.
Hoy… en una noche que despierta en ti sentimientos extraños en los que tu eres un novato, precisas de asegurar la vida de Alana. Como hombre, como amigo, como protector… Precisas de su seguridad.
La agarras por la cintura para apartarla unos centímetros de ti, lo suficiente para que te mirara a los ojos.

- Mi amor… te voy a pedir algo que es de suma importancia para mi. Algo que te entregaré sin que me tiemble el pulso. Algo que deseo que tu misma crees en mi… Deseo que me conviertas, Alana. Deseo poder golpear con extrema furia a todo aquel que ose levantarte la mano, deseo tener una oportunidad en tu mundo.

Niegas con la cabeza con desesperación y tomas su rostro entre tus manos.

- No rechaces mi petición, por favor te lo ruego amor mío, no lo hagas. Deseo tu bienestar y esta es la única forma de lograrlo.

Tu pecho subía y bajaba por la respiración alterada. Tu corazón deseaba dejar de latir por ella.

Trato de analizar lo que esta pasando, siendo que es lo que más he querido desde que tengo uso de razón y una vida de inmortalidad, en donde deseaba poder amar y que me correspondan de la misma forma en que yo lo se hacer, y me siento tan feliz al saber que Paul, a pesar de ser un hermoso e inteligente ser humano, me daba uno de los mejores regalos de toda mi vida, siendo que me ofrendaba de manera voluntaria completamente su humanidad, para poder caminar conmigo en la oscuridad y por toda la eternidad.

-Paul-digo tratando de interrumpirlo mientras habla para poder decirle que no era tan simple como el creía-mi mundo no es nada agradable después de todo-pensando lo que había pasado hace algún tiempo con un vampiro granuja, pero que no podía comentar nada a nadie, ya que no solamente me mataría a mi, sino también a mi recién enamorado- no te estoy diciendo que no voy a convertirte amado mio-digo tratando de tranquilizarlo, ya que veía ese dolor y enojo en su mirada y eso hacía que se rompiera mi muerto corazón un poco.

-Si te convertiré, solo quiero que pase un poco más de tiempo, para que puedas despedirte de lo que yo no pude-digo suspirando y mirandolo a los ojos con ciertas ganas de llorar-podrás comer toda la comida humana que desees, asolearte y sentir el calor del sol, poder jugar un poco con el pequeño o pequeña que esta esperando nuestra adorada Juliette-digo riendo y dándole un pico en los labios-porque después la sed que sentirás ante la sangre humana y el derramamiento de esta, será tan brutal que posiblemente tendrán que pasar unos docientos años, para que puedas convivir con un humano sin que tengas ganas de matarlo en ese mismo instante o temer que los cazadores te encuentren y no solo me expongan a mi al sol, sino también a ti, eso nunca me lo perdonaría-digo una octava más alto de lo normal de mi voz.

-Porque no puedo imaginarme una vida sin ti Paul, pero tampoco puedo darme el lujo a exponerte a todas las enfermedades humanas o a las desventajas que tenemos los vampiros-abrazandolo y recargandome en su pecho, ya que por mi mente pasaban muchas cosas, entre ellas en que los vampiros si eramos más fuertes y veloces que todos los seres humanos, pero no eramos más fuertes que los vampiros antiguos o los vampiros milenarios, a comparación de ellos yo apenas era una dulce y pequeña bebé, además de que teniamos ciertos códigos vampíricos y yo en realidad no sabía mucho de ese tema y no quería arriesgarlo a tener una vida miserable.

-¿Podrías aceptar lo que te pido Paul? ¿darte un poco de tiempo, para que puedas disfrutar tu vida mortal solo un par de meses más y después convertirte?-le pregunto acariciando su pecho con mis dedos ligeramente y nerviosa de lo que podría responder, ya que conocía su carácter y no quería hacerlo enojar en ningún momento, solo trataba de mirar lo que era mejor para el.

La miras, la escuchas, te rompes.
Si, Paul.
Te rompes en cientos de pedazos. Te odias a ti mismo al verla siento tan dulce y hermosa, al saber de su naturaleza y las precauciones que para ti prepara.
Odias el destino y la injusticia que debes vivir con esa relación.
Odias al mundo, odias los peligros, odias la justicia, pero sobre todo odias verte indefenso, no poder protegerla.
Vuelves a preguntarte porque, miras a sus ojos y solo ves esa dulzura femenina que te ha encandilado, ese refinamiento, esa bella y oscura mirada, su hermoso rostro, su adorado caballo. Y vuelves a romperte una vez mas.
Miras atrás en tu vida, tus recuerdos aparecen en tu cabeza, pero rápidamente cambias la dirección de tus pensamientos al futuro que con Alana te espera.
Te daba igual perderlo todo, te daba igual la luz del día cuando en tu corazón solo había tinieblas si le llegase a ocurrir algo.
Solo te importaba la luz, la calidez que ella te daba. Ella, como el astro rey gobernando en el firmamento, sometió tu corazón con cada latido.
Por los Dioses…
Tomas su rostro entre tus manos y le sonríes, acaricias su mejilla con delicadeza, a pesar de saber que ella sería la que podría hacerte daño.

- Mi dulce Alana… por ti amor mío, perdería hasta la vida. Por ti, abandonaría el mundo sin dudarlo. No me supondría ningún esfuerzo darte mi vida a cambio de la tuya. Menos aun si soy convertido, proporcionándonos una vida eterna juntos. Yo no sería capaz de dañar a Juliette. Es mi mitad, lo sabes. Ella es parte de mi. Como ahora tu también lo eres.

Detienes tus palabras para besarle los labios, unos labios que te matan de la tentación que te suponen. Diriges tu mano hacia su cadera, acariciándola llevas tu mano a su espalda para pegarla mas a tu cuerpo, y suspiras por tu necesidad de ella.

- Necesito saber que conmigo estas a salvo mi amor…

Dices con voz angustiada.

- Quiero que junto a mi no le temas a nada ni nadie.

Sus palabras me desarman completamente, haciendome sentir vulnerable por el hecho de que aunque quisiera negarle algo a mi amado Paul, se que ni con toda la voluntad del mundo podría hacerlo,ya que tan solo mirarlo y sentir sus tímidas manos posarse en mi cuerpo, me hacían sentirme como una pequeña que no sabía exactamente que hacer con las situación, pero también me hacía sentirme tan feliz, el saber que no importaba mi naturaleza para el y que sin ningún problema el podría abandonar su humanidad y todos los beneficios y penas que podía tener, solo por estar toda la eternidad y un poco más a mi lado, a lo que cuando termino de hablar volví a besarlo con pasión y dulzura, tratando de darle a entender que lo convertiría, pero no ese día.

-Yo no quiero que pierdas la vida por mi nunca amor, ¿lo comprendes?-le digo mirándolo a los ojos, cuando sus palabras vuelven a resonar en mi mente y me hacen sentirme un poco furiosa, ya que no podía caber en mi cabeza que el siquiera pusiera su vida en peligro solo por mi, pero sabía que el lo haría si fuera necesario, a lo que me hizo tranquilizarme y darme cuenta que el me amaba tanto que podía hacer las peores tonterías solo por estar a mi lado a lo que, le di una mirada de arrepentimiento, para después disculparme con un suave beso-perdona, mi falta de autocontrol, pero pensar en que podrías perder la vida por mi y no te tenga a mi lado, me enoja demasiado.

Utilizo un poco de mi fuerza, para hacer que el este arriba de mi y le sonrió con cierta picardia y complicidad, ya que no se del por que intuía que el que estuviera arriba de mi, aunque no lo estuviera completamente, o estuviéramos en un lugar más privado lo volvería de una u otra forma loco y le acaricié el rostro con dulzura, siendo que el y su hermana eran las cosas más preciadas que tenía después de mis hijas, nietas y tataranietas.

Unos sentimientos nada favorables para mi, estaban comenzando a sugrir, haciendo que dejara de mirar los ojos de mi amado, siendo que la única vez que me había dejado llevar por ese tipo de sensaciones fue cuando tuve a mi primer esposo y después cuando el vampiro que supuestamente era mi compañero me convirtió, era una mezcla de lujuria, pasión y sed de sangre,solo que no querías dejar que Paul me viera, ya que mis colmillos habían crecido incluso un poco más, haciendo que se notaran y esperab que el no se hubiera dado cuenta, ya que a pesar de que querías dejarme llevar por lo que sentías, tenías miedo de asustarlo y de que no le gustara como me veías cuando ese tipo de acciones me dominaban, cambiando incluso mi forma de verte, logrando que me vieras no solamente más seductora, sino también más letal.

Cierro mis ojos y respiro profundamente, para tratar de tranquilizarme y después mirarlo levemente a los ojos con inocencia y un toque de travesura, acerco mis labios a los de el y lo beso, rodeando su cuello con mis brazos, para volver a estar arriba de el, solo así sabía que podía salir corriendo si comenzaba a salirme de control.

-Te convertiré después de que nazca nuestra pequeña sobrina-le digo con voz dulce y tierna-pero como prueba de que de verdad te convertiré, tomaré un poco de tu sangre-actuando solo por instinto pasando mi lengua por mi labio inferior y después mordiendome el labio ligeramente-tu puedes decirme si deseas que lo haga aquí o cualquier otro día-le susurró al oído, esperando poder hacer que se estremezca ligeramente, ya que nunca me había comportado así con el y debía de admitir que estaba utilizando un poco de mis encantos y mi poder,para que aceptara lo de la conversión.