AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lunas de sangre
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Lunas de sangre
Recuerdo del primer mensaje :
Era noche de sábado, las calles rebosaban de gente por el estreno de la compañía, "una obra de arte" habían dicho las críticas, por eso mismo el padre de Beatrice había adquirido entradas, por desgracias, ni el ni su esposa habían podido asistir. Se suponía que Beatrice se quedaría en casa, pero ansiaba ver el espectaculo, sentir el ambiente nocturno, vibrar con las emociones de las escenas.
En cuanto los padres salieron de la casa esa tarde, Beatrice dio un suspiro profundo y subió a su dormitorio a vestirse, en cuanto estuvo lista hizo llamar uno de los carruajes de la casa. Lo esperó en la puerta, cubriendo sus hombros con una cálida capa. Hacía una noche brillante, la luna se alzaba completamente redonda e iluminada, y ni una sola nube se veía cerca, las estrellas parpadeaban incesantes y las constelaciones se veían con claridad. Tras unos minutos de espera, llegó el carruaje al que la ayudó a subir el cochero, y se dirigió sola al teatro, entrada en mano. Se suponía que no debía salir sin acompañante, y menos de noche, pero se consideraba una joven independiente y responsable que sabía cuidar de si misma.
Sumida en la calma del viaje, observó a la gente acercarse al templo del arte escénico vestidos de forma elegante. Algunos iban paseando, otros, al igual que ella, en calesa. A pesar de su pasividad habitual, las luces, el ambiente, la gente, le creó cierta emoción. Se sentía impaciente de poder bajar y participar de ello. Llegaron a la puerta del teatro y el conductor le abrió para ayudarla a bajar. Por fin estaba allí. Se despidió del cochero, ya no lo vería hasta el final de la velada. Entró con calma, observando la magnificiencia del lugar.
Dio la entrada y accedió por la alfombra, de un rojo carmesí, hacia el interior del lugar, dejó su capa y su sombrero en el ropero, asintiendo al joven que le tomó las pertenencias, las escaleras subían a los pisos superiores y estaban rodeadas por enormes columnas hasta el techo, el cual se veía decorado con nervios y un panelado dorado, tras subir las escaleras había tres puertas donde se encontraban los palcos, el lugar, tanto arriba como abajo, estaba repleto de mármol blanco. La madera noble, las luces y el ir y venir de gente, las charlas distendidas, le dieron la bienvenida al teatro. Subió con paciencia los escalones de alabastro y se giró a mirar la escena de abajo, había quienes se dirigían a las puertas que se enontraban en esa primera planta, que dabam paso a la sala de butacas, otros esperaban a sus acompañantes, algunos aun fumaban antes de entrar a la sala y las voces se elevaban con alegría.
Beatrice entró al palco, donde se encontraba el asiento que se le tenía reservado, más arriba, en el gallinero, varias damas cotorreaban sin cesar a voz en grito, esperaba que sus voces cesaran al inicio de la obra, Se sentó en una de las esquinas, esperando la llegada del resto de ocupantes, el escenario, con un altísimo techo, estaba rodeado por columnas de madera oscura, el suelo del palco estaba alfombrado para amortiguar el sonido de pasos. La cortina del escenario tenía puesta una mesa, debía ser parte del decorado de la obra, y el telón, de terciopelo rojo, igual al de la alfombra de entrada, se encontraba cerrado, al momento sonó el aviso de los cinco minutos, pronto empezaría el espectaculo. Estaba deseosa de ampliar sus horizontes.
Era noche de sábado, las calles rebosaban de gente por el estreno de la compañía, "una obra de arte" habían dicho las críticas, por eso mismo el padre de Beatrice había adquirido entradas, por desgracias, ni el ni su esposa habían podido asistir. Se suponía que Beatrice se quedaría en casa, pero ansiaba ver el espectaculo, sentir el ambiente nocturno, vibrar con las emociones de las escenas.
En cuanto los padres salieron de la casa esa tarde, Beatrice dio un suspiro profundo y subió a su dormitorio a vestirse, en cuanto estuvo lista hizo llamar uno de los carruajes de la casa. Lo esperó en la puerta, cubriendo sus hombros con una cálida capa. Hacía una noche brillante, la luna se alzaba completamente redonda e iluminada, y ni una sola nube se veía cerca, las estrellas parpadeaban incesantes y las constelaciones se veían con claridad. Tras unos minutos de espera, llegó el carruaje al que la ayudó a subir el cochero, y se dirigió sola al teatro, entrada en mano. Se suponía que no debía salir sin acompañante, y menos de noche, pero se consideraba una joven independiente y responsable que sabía cuidar de si misma.
Sumida en la calma del viaje, observó a la gente acercarse al templo del arte escénico vestidos de forma elegante. Algunos iban paseando, otros, al igual que ella, en calesa. A pesar de su pasividad habitual, las luces, el ambiente, la gente, le creó cierta emoción. Se sentía impaciente de poder bajar y participar de ello. Llegaron a la puerta del teatro y el conductor le abrió para ayudarla a bajar. Por fin estaba allí. Se despidió del cochero, ya no lo vería hasta el final de la velada. Entró con calma, observando la magnificiencia del lugar.
Dio la entrada y accedió por la alfombra, de un rojo carmesí, hacia el interior del lugar, dejó su capa y su sombrero en el ropero, asintiendo al joven que le tomó las pertenencias, las escaleras subían a los pisos superiores y estaban rodeadas por enormes columnas hasta el techo, el cual se veía decorado con nervios y un panelado dorado, tras subir las escaleras había tres puertas donde se encontraban los palcos, el lugar, tanto arriba como abajo, estaba repleto de mármol blanco. La madera noble, las luces y el ir y venir de gente, las charlas distendidas, le dieron la bienvenida al teatro. Subió con paciencia los escalones de alabastro y se giró a mirar la escena de abajo, había quienes se dirigían a las puertas que se enontraban en esa primera planta, que dabam paso a la sala de butacas, otros esperaban a sus acompañantes, algunos aun fumaban antes de entrar a la sala y las voces se elevaban con alegría.
Beatrice entró al palco, donde se encontraba el asiento que se le tenía reservado, más arriba, en el gallinero, varias damas cotorreaban sin cesar a voz en grito, esperaba que sus voces cesaran al inicio de la obra, Se sentó en una de las esquinas, esperando la llegada del resto de ocupantes, el escenario, con un altísimo techo, estaba rodeado por columnas de madera oscura, el suelo del palco estaba alfombrado para amortiguar el sonido de pasos. La cortina del escenario tenía puesta una mesa, debía ser parte del decorado de la obra, y el telón, de terciopelo rojo, igual al de la alfombra de entrada, se encontraba cerrado, al momento sonó el aviso de los cinco minutos, pronto empezaría el espectaculo. Estaba deseosa de ampliar sus horizontes.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Lunas de sangre
La chica seguía colgando como un monito, prefería que se le cansaran los brazos ah volver a doblarse el tobillo. Lo cierto es que agradecía que el chico no la viese, estar colgando de ese modo no era precisamente elegante, aunque suponía que Bethlem simplemente se reiría un poco de la escena, y no creía que eso la fuese a ofender. No conocía demasiado al chico, pero se había dado cuenta de que no era el tipo de persona que pretende ofender a los demás, daba aspecto de ser un joven soñador, amabe, respetuoso y responsables, parecía que le gustaba cuidar de los demás. Cuando al fin la chica dejó de forcejear escuchó la voz divertida de su acompañante:
- Creo que es momento de bajarte de ahí.
Beatrice se sonrojo, ¿cómo era que sabía que estaba colgando? Menuda vista debía tener, o eso o le había pegado una patada, aunque no parecía ser el caso, no había dado tantos aspavientos y no había notado que le diera a nada. El chico llegó a su lado despacio y la tomó por la cintura para, como si no pesara más que un saco pequeó de harina, bajarla de allí.
- Gracias- dijo ella sonrojada, parecía una torpona. Dió un pequeño saltito a un lado dejando que el chico intentase mover la palanca.
-Si que está dura si- refunfuñó al primer intento. lo intentó una segunda vez antes de, con aire bromista comentar-Voy a tener que hacerlo a tu manera..
Se colgó de la palanca de un salto y logró mover la palanca con un gruñido, debía faltarle aceite al metal. Al final del pasillo un crujido les advirtió de un nuevo movimiento. Beatrice se giró con cuidado a tiempo de ver como de entre las sombras salía una fuerte luz. Los ojos de la chica se abrieron curiosos y una sonrisa llena de interés apareció en su cara.
Vale...-Dijo el joven sorprendido.-Eso si que no me lo esperaba.- Beatrice notó la mirada del joven, que teía los ojos como platos.-Tenemos dos opciones... Vamos a hablar con un policía o... Vamos los dos- propuso él.
- ¿Bromeas?- Preguntó entusiasmada- veamos que hay ahí dentro- comentó tomando al chico de la mano y tirando de él para entrar, Al primer paso dió un traspié por el tobillo y quedó en el suelo nuevamente- Bueno, vayamos pero mejor intento no correr- rió ella sentada en el piso polvoriento- Nunca me lo había pasado tan bien, siento que estoy viviendo las aventuras de mis libros- comentó divertida y entusiasmada como no lo había estado nunca.
Tanto era su entusiasmo que no le asustaba que pudiera haber detrás de esa puerta iluminada, en ese preciso momento le daba igual el protocolo, lo que podrían decir las personas si descubriesen todo lo que había estado haciendo la chica esa noche, la regañina de sus padres cuando viesen que se había escapado incluso el dolor de tobillo le daba igual, Solo quería descubrir lo que sucedía y, además, seguir conociendo a ese joven tan amable que la había estado acompañando toda la velada.
- Creo que es momento de bajarte de ahí.
Beatrice se sonrojo, ¿cómo era que sabía que estaba colgando? Menuda vista debía tener, o eso o le había pegado una patada, aunque no parecía ser el caso, no había dado tantos aspavientos y no había notado que le diera a nada. El chico llegó a su lado despacio y la tomó por la cintura para, como si no pesara más que un saco pequeó de harina, bajarla de allí.
- Gracias- dijo ella sonrojada, parecía una torpona. Dió un pequeño saltito a un lado dejando que el chico intentase mover la palanca.
-Si que está dura si- refunfuñó al primer intento. lo intentó una segunda vez antes de, con aire bromista comentar-Voy a tener que hacerlo a tu manera..
Se colgó de la palanca de un salto y logró mover la palanca con un gruñido, debía faltarle aceite al metal. Al final del pasillo un crujido les advirtió de un nuevo movimiento. Beatrice se giró con cuidado a tiempo de ver como de entre las sombras salía una fuerte luz. Los ojos de la chica se abrieron curiosos y una sonrisa llena de interés apareció en su cara.
Vale...-Dijo el joven sorprendido.-Eso si que no me lo esperaba.- Beatrice notó la mirada del joven, que teía los ojos como platos.-Tenemos dos opciones... Vamos a hablar con un policía o... Vamos los dos- propuso él.
- ¿Bromeas?- Preguntó entusiasmada- veamos que hay ahí dentro- comentó tomando al chico de la mano y tirando de él para entrar, Al primer paso dió un traspié por el tobillo y quedó en el suelo nuevamente- Bueno, vayamos pero mejor intento no correr- rió ella sentada en el piso polvoriento- Nunca me lo había pasado tan bien, siento que estoy viviendo las aventuras de mis libros- comentó divertida y entusiasmada como no lo había estado nunca.
Tanto era su entusiasmo que no le asustaba que pudiera haber detrás de esa puerta iluminada, en ese preciso momento le daba igual el protocolo, lo que podrían decir las personas si descubriesen todo lo que había estado haciendo la chica esa noche, la regañina de sus padres cuando viesen que se había escapado incluso el dolor de tobillo le daba igual, Solo quería descubrir lo que sucedía y, además, seguir conociendo a ese joven tan amable que la había estado acompañando toda la velada.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Bethlem se dejó llevar de la mano sin oponer ningún tipo de resistencia, en realidad tenía toda la curiosidad del mundo. Lo anterior había sido un titubeo que podía tener cualquiera, aunque algo en su interior le decía que nada de aquello tenía sentido, y su instinto le decía que podía ocurrir cualquier cosa... Pero como suele ocurrir era muy posible que su mente tan solo le estuviese jugando una mala pasada. A menudo las cosas que imaginamos son más temibles que la realidad en si misma.
Bethlem estaba tan ensimismado con aquel nuevo descubrimiento que no reaccionó a tiempo ante el traspié de Beatrice, que acabó de nuevo en el suelo. Se sentía tan eufórico que no pudo evitar echarse a reír. Mientras aún calmaba la risa le tendió la mano para ayudarla a levantarse.-Yo también me lo estoy pasando realmente bien.- Contestó con alegría.¿ Quién iba a decir que aquella iba a ser una velada como la que estaban viviendo?. Cuando le contase todo aquello a su maestro no se lo creería... O probablemente tan sólo se centrase en Beatrice, preguntándole todo lo que se le ocurriese sobre ella. Una ligera mueca se dibujó en su rostro, su maestro siempre le estaba diciendo que se relacionaba poco con mujeres de su edad... Y en cierta medida era cierto, pero era el simple hecho de que por lo general todas le resultaban poco interesantes, extremadamente superficiales... Generalmente sólo se fijaban en él por el hecho de ser compositor, o por el hecho de ser italiano... Y consideraba que él se merecía algo más que convertirse en un típico estereotipo. En ese sentido pensaba que por eso se estaba llevando tan bien con Beatrice, ella en ningún momento le había mirado con los ojos de una mujer que tan sólo busca un marido potencial, ella miraba más allá de eso.
Rápidamente apartó todos aquellos pensamientos de su mente y se centró en todo lo que les ocupaba ambos en aquellos momentos. Tomó de nuevo aire y casi en un susurro exclamó.-Vamos allá.- Con paso decidido avanzó hacia aquella puerta. El pequeño recorrido que tuvieron que hacer para llegar a ella se le hizo eterno. A medida que avanzaban su corazón iba palpitando cada vez más y más rápido, se podía imaginar en su cabeza una orquesta en una escena dramática de ópera en la que todos los instrumentos contribuían a crear aún más tensión de la que la escena tenía por sí sola, haciendo que al espectador se le pusiese la piel de gallina.
Estaban a punto de entrar cuando algo saltó directo hacia el joven. Le dio tiempo a cubrirse con los brazos, dando unos pasos hacia atrás por la impresión. Miró instintivamente hacia el suelo, puesto que un ruido venía de allí, pero no vio más que a un gato bufando, con la espalda arqueada y el pelo erizado. Se llevó una mano al pecho tras la impresión.-Me he llevado un buen susto.-Dijo con alivio. Se apartó dejando paso al asustado animal que sólo quería salir de allí. ¿De dónde demonios había salido?.-Reconozco que no siento un gran aprecio hacia los gatos... Me gustan más los perros.-Dijo con aire distraído observándose la camisa por si tenía algo. Miró después a Beatrice y sonrió.-Creo que podemos seguir.-Rió suavemente.
Aquel instante le había dejado pensativo, si tanto tiempo llevaba aquel sitio sin abrirse sólo había dos opciones... O aquel gato era inmortal, o había podido entrar por algún otro sitio.
Bethlem estaba tan ensimismado con aquel nuevo descubrimiento que no reaccionó a tiempo ante el traspié de Beatrice, que acabó de nuevo en el suelo. Se sentía tan eufórico que no pudo evitar echarse a reír. Mientras aún calmaba la risa le tendió la mano para ayudarla a levantarse.-Yo también me lo estoy pasando realmente bien.- Contestó con alegría.¿ Quién iba a decir que aquella iba a ser una velada como la que estaban viviendo?. Cuando le contase todo aquello a su maestro no se lo creería... O probablemente tan sólo se centrase en Beatrice, preguntándole todo lo que se le ocurriese sobre ella. Una ligera mueca se dibujó en su rostro, su maestro siempre le estaba diciendo que se relacionaba poco con mujeres de su edad... Y en cierta medida era cierto, pero era el simple hecho de que por lo general todas le resultaban poco interesantes, extremadamente superficiales... Generalmente sólo se fijaban en él por el hecho de ser compositor, o por el hecho de ser italiano... Y consideraba que él se merecía algo más que convertirse en un típico estereotipo. En ese sentido pensaba que por eso se estaba llevando tan bien con Beatrice, ella en ningún momento le había mirado con los ojos de una mujer que tan sólo busca un marido potencial, ella miraba más allá de eso.
Rápidamente apartó todos aquellos pensamientos de su mente y se centró en todo lo que les ocupaba ambos en aquellos momentos. Tomó de nuevo aire y casi en un susurro exclamó.-Vamos allá.- Con paso decidido avanzó hacia aquella puerta. El pequeño recorrido que tuvieron que hacer para llegar a ella se le hizo eterno. A medida que avanzaban su corazón iba palpitando cada vez más y más rápido, se podía imaginar en su cabeza una orquesta en una escena dramática de ópera en la que todos los instrumentos contribuían a crear aún más tensión de la que la escena tenía por sí sola, haciendo que al espectador se le pusiese la piel de gallina.
Estaban a punto de entrar cuando algo saltó directo hacia el joven. Le dio tiempo a cubrirse con los brazos, dando unos pasos hacia atrás por la impresión. Miró instintivamente hacia el suelo, puesto que un ruido venía de allí, pero no vio más que a un gato bufando, con la espalda arqueada y el pelo erizado. Se llevó una mano al pecho tras la impresión.-Me he llevado un buen susto.-Dijo con alivio. Se apartó dejando paso al asustado animal que sólo quería salir de allí. ¿De dónde demonios había salido?.-Reconozco que no siento un gran aprecio hacia los gatos... Me gustan más los perros.-Dijo con aire distraído observándose la camisa por si tenía algo. Miró después a Beatrice y sonrió.-Creo que podemos seguir.-Rió suavemente.
Aquel instante le había dejado pensativo, si tanto tiempo llevaba aquel sitio sin abrirse sólo había dos opciones... O aquel gato era inmortal, o había podido entrar por algún otro sitio.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/04/2015
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Re: Lunas de sangre
Con una risa encantadora el chico ayudo a Beatrice a alzarse del suelo al tiempo que confesaba que él también se estaba divirtiendo. A Beatrice la situación le resultaba curiosa, extraña pero divertida.
Aun con algo de cojera siguió a Bethlem por el estrecho pasadizo, no le importaba el empezar a cubrirse de polvo, ni saber que, seguro, había arañas, la oscuridad si le preocupaba algo más, pero afortunadamente al final del todo había una luz que los guiaba.
Dió un pequeño estornudo cuando algo de polvo se metió en su nariz y siguió andando. A su frente el joven dió un traspie cuando algo le dió un susto y ella terminó chocando con la espalda del joven. Escuchó entonces un maullido, lo que le había dado tal susto al chico había sido un pequeño gato, se tapó la boca ocultando una risa que luchaba por salir de su garganta, le resultaba adorable que un joven tan valiente y fuerte como él, que la había salvado con unos increibles reflejos se asustase por un gato. Soltó una risa suave que logró controlar al momento y escuchó lo que el chico le dijo:
-Me he llevado un buen susto.-Sonó la voz aliviada del joven.-Reconozco que no siento un gran aprecio hacia los gatos... Me gustan más los perros. -confeso distraidamente mirandose por si tenía algún arañazo- Creo que podemos seguir.- Dijo riendo y volviendo a andar.
- A mi también me gustan más los perros, los gatos estan bien, son tranquilos, pero los perros me transmiten más confianza- respondió ella a su afirmación despistada tomando al chico por la parte de atrás de la camisa, ella no podía caminar tan rápido, y el joven era tan alto que no veía sus propios pies a pesar de la luz del final- Lo que no entiendo es de dónde ha salido, esto debe llevar a algún sitio ¿no?
Antes lo dice antes llegan, en cuanto la chica acabó la frase vieron una enorme sala llena de objetos en la que destacaba un gigantesco piano de cola negro en el centro de la estancia. Para bajar debían saltar un enorme escalón, tan alto como largas eran las piernas de la joven. La sala estaba bastante bien iluminada, aunque parecía vieja, como una especie de trastero, al otro lado de la sala, había dos puertas de madera maciza que parecían cerradas, Los muebles se encontraban amontonados junto a una pared, las botellas, vasos y decoraciones, en otra, el suelo era de madera oscura, como el escenario, todo estaba polvoriendo, las paredes, que en otro tiempo fueron amarillas, estaban de color ocre, excepto una, que incluso desde lejos se veían unas marcas blancas, como de rozaduras.
- Vaya...- pronunció la chica sorprendida- Parece la sala de atretzzo, hay muebles, decoraciones, velas, botellas, hasta espadas y otras armas- Comentó sin dar credito a lo que veía, mordiendose el labio espero con calma a que fuese el joven compositor fuera quien decidiese que hacer, tal vez el chico quería volver atrás para avisar a alguien, aunque ella era más partidaria de descubrir todo lo que se pudiera y, luego, informar al inspector.
La chica se sentía impaciente por seguir buscando cosas, era como si hubiese entrado en una de sus novelas de misterio y tanto ella como el joven, fuesen los inspectores. Miró al joven esperando una reacción. En ese momento daba la impresión de que era él quien estaba tenso, eso preocupó un poco a la joven, tal vez deberían haber ido a informar a la policia, el brillo ilusionado de los ojos de la chica se difuminó un poco, debería haber controlado su entusiasmo propio, haber sido más responsable, como solía serlo, se había dejado llevar por la situación y la confianza que transmitía el joven y parecía que había logrado que él se sintiera incomodo. Debía disculparse.
Aun con algo de cojera siguió a Bethlem por el estrecho pasadizo, no le importaba el empezar a cubrirse de polvo, ni saber que, seguro, había arañas, la oscuridad si le preocupaba algo más, pero afortunadamente al final del todo había una luz que los guiaba.
Dió un pequeño estornudo cuando algo de polvo se metió en su nariz y siguió andando. A su frente el joven dió un traspie cuando algo le dió un susto y ella terminó chocando con la espalda del joven. Escuchó entonces un maullido, lo que le había dado tal susto al chico había sido un pequeño gato, se tapó la boca ocultando una risa que luchaba por salir de su garganta, le resultaba adorable que un joven tan valiente y fuerte como él, que la había salvado con unos increibles reflejos se asustase por un gato. Soltó una risa suave que logró controlar al momento y escuchó lo que el chico le dijo:
-Me he llevado un buen susto.-Sonó la voz aliviada del joven.-Reconozco que no siento un gran aprecio hacia los gatos... Me gustan más los perros. -confeso distraidamente mirandose por si tenía algún arañazo- Creo que podemos seguir.- Dijo riendo y volviendo a andar.
- A mi también me gustan más los perros, los gatos estan bien, son tranquilos, pero los perros me transmiten más confianza- respondió ella a su afirmación despistada tomando al chico por la parte de atrás de la camisa, ella no podía caminar tan rápido, y el joven era tan alto que no veía sus propios pies a pesar de la luz del final- Lo que no entiendo es de dónde ha salido, esto debe llevar a algún sitio ¿no?
Antes lo dice antes llegan, en cuanto la chica acabó la frase vieron una enorme sala llena de objetos en la que destacaba un gigantesco piano de cola negro en el centro de la estancia. Para bajar debían saltar un enorme escalón, tan alto como largas eran las piernas de la joven. La sala estaba bastante bien iluminada, aunque parecía vieja, como una especie de trastero, al otro lado de la sala, había dos puertas de madera maciza que parecían cerradas, Los muebles se encontraban amontonados junto a una pared, las botellas, vasos y decoraciones, en otra, el suelo era de madera oscura, como el escenario, todo estaba polvoriendo, las paredes, que en otro tiempo fueron amarillas, estaban de color ocre, excepto una, que incluso desde lejos se veían unas marcas blancas, como de rozaduras.
- Vaya...- pronunció la chica sorprendida- Parece la sala de atretzzo, hay muebles, decoraciones, velas, botellas, hasta espadas y otras armas- Comentó sin dar credito a lo que veía, mordiendose el labio espero con calma a que fuese el joven compositor fuera quien decidiese que hacer, tal vez el chico quería volver atrás para avisar a alguien, aunque ella era más partidaria de descubrir todo lo que se pudiera y, luego, informar al inspector.
La chica se sentía impaciente por seguir buscando cosas, era como si hubiese entrado en una de sus novelas de misterio y tanto ella como el joven, fuesen los inspectores. Miró al joven esperando una reacción. En ese momento daba la impresión de que era él quien estaba tenso, eso preocupó un poco a la joven, tal vez deberían haber ido a informar a la policia, el brillo ilusionado de los ojos de la chica se difuminó un poco, debería haber controlado su entusiasmo propio, haber sido más responsable, como solía serlo, se había dejado llevar por la situación y la confianza que transmitía el joven y parecía que había logrado que él se sintiera incomodo. Debía disculparse.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Sintió cómo Beatrice se agarraba a su camisa. Le transmitió una gran sensación de calma, le relajaba sentir que ella también estaba cerca. De nuevo parecía que la joven le leía la mente.- Eso mismo he pensado yo, debe haber alguna salida por aquí en algún sitio.
En un instante llegaron a una gran sala, en ella se encontraba una gran cantidad de objetos de atrezzo, vestuario, y lo mas destacado un gran piano de cola. Bethlem paseó primero su mirada por el lugar, observando los objetos que había allí, se preguntaba cuanto tiempo llevarían ,puesto que muchos estaban cubiertos de polvo, incluido el piano.
Lo primero que hizo el joven fue acercarse al gran instrumento que parecía que le estuviese llamando.-¿Te han explicado alguna vez cómo funciona un piano?.-Preguntó con cierta ilusión mientras abría la tapa de la caja de resonancia. En su interior faltaban algunos macillos, y algunas de las cuerdas se habían roto. Se notaba que la vida de aquel piano no había sido muy agradecida. Mientras sujetaba aquella tapa con una mano abrió la de las teclas, y seguidamente las pulsó, queriendo dar algunos acordes. El instrumento estaba completamente desafinado.-Me temo que vamos a tener que vernos otro día para que puedas verme tocar.- Dijo prácticamente como una proposición, más que como una broma. En vista de que aquel piano era inservible el joven volvió a cerrar ambas tapas, dejándolo tal y como estaba.
Empezó a pasearse por la habitación, dejando ver que era una persona curiosa en extremo, y que le gustaba si no coger, por lo menos observar las cosas que le llamaban la atención.
Bethlem miró unos instantes a Beatrice pensativo, había dicho que había armas, y en efecto las había. Quizá no fuese muy lógico lo que iba a hacer, o sencillamente no hiciese falta, pero de algún modo pensó que ambos se iban a sentir más tranquilos. Se acercó al mueble en el que descansaban las espadas y cogió una de ellas.-Creo que ahora podemos seguir.-Un cierto brillo empezó a recobrarse en sus ojos. Se acababa de imaginar como un caballero que se preparaba para luchar contra un dragón o algo así, como una de aquellas historias que le solía contar su madre de chico.
Una enorme sonrisa volvió al rostro del joven.-Vamos a comprobar lo que hay tras esas puertas.-Lo cierto es que nunca había aprendido esgrima ni nada por el estilo, pero la espada no pesaba tanto como él imaginaba, y si todo aquello estaba abandonado nadie la echaría en falta por un rato.
En un par de zancadas se acercó a una de las grandes puertas, la cual trató de abrir, pero estaba cerrada.-Jo...-Dijo un poco decepcionado. En un gesto miró la puerta que estaba a su derecha. De otro pequeño salto se puso en frente de ella y giró el pomo. Empujó suavemente... Y la puerta se abrió. Sin llegar a ver aún lo que había dentro miró a Beatrice emocionado para después abrirla por completo.
El joven se sorprendió al ver que allí había una habitación no muy grande, en la que había algunos que otros elementos de atrezzo colocados en estanterías, pero eso no era lo más sorprendente, si no el hecho de que había un colchón mal colocado, y algunos restos de lo que podría haber sido comida en algún momento. Estaba claro que alguien había estado viviendo allí... Y eso, era absolutamente extraño.
En un instante llegaron a una gran sala, en ella se encontraba una gran cantidad de objetos de atrezzo, vestuario, y lo mas destacado un gran piano de cola. Bethlem paseó primero su mirada por el lugar, observando los objetos que había allí, se preguntaba cuanto tiempo llevarían ,puesto que muchos estaban cubiertos de polvo, incluido el piano.
Lo primero que hizo el joven fue acercarse al gran instrumento que parecía que le estuviese llamando.-¿Te han explicado alguna vez cómo funciona un piano?.-Preguntó con cierta ilusión mientras abría la tapa de la caja de resonancia. En su interior faltaban algunos macillos, y algunas de las cuerdas se habían roto. Se notaba que la vida de aquel piano no había sido muy agradecida. Mientras sujetaba aquella tapa con una mano abrió la de las teclas, y seguidamente las pulsó, queriendo dar algunos acordes. El instrumento estaba completamente desafinado.-Me temo que vamos a tener que vernos otro día para que puedas verme tocar.- Dijo prácticamente como una proposición, más que como una broma. En vista de que aquel piano era inservible el joven volvió a cerrar ambas tapas, dejándolo tal y como estaba.
Empezó a pasearse por la habitación, dejando ver que era una persona curiosa en extremo, y que le gustaba si no coger, por lo menos observar las cosas que le llamaban la atención.
Bethlem miró unos instantes a Beatrice pensativo, había dicho que había armas, y en efecto las había. Quizá no fuese muy lógico lo que iba a hacer, o sencillamente no hiciese falta, pero de algún modo pensó que ambos se iban a sentir más tranquilos. Se acercó al mueble en el que descansaban las espadas y cogió una de ellas.-Creo que ahora podemos seguir.-Un cierto brillo empezó a recobrarse en sus ojos. Se acababa de imaginar como un caballero que se preparaba para luchar contra un dragón o algo así, como una de aquellas historias que le solía contar su madre de chico.
Una enorme sonrisa volvió al rostro del joven.-Vamos a comprobar lo que hay tras esas puertas.-Lo cierto es que nunca había aprendido esgrima ni nada por el estilo, pero la espada no pesaba tanto como él imaginaba, y si todo aquello estaba abandonado nadie la echaría en falta por un rato.
En un par de zancadas se acercó a una de las grandes puertas, la cual trató de abrir, pero estaba cerrada.-Jo...-Dijo un poco decepcionado. En un gesto miró la puerta que estaba a su derecha. De otro pequeño salto se puso en frente de ella y giró el pomo. Empujó suavemente... Y la puerta se abrió. Sin llegar a ver aún lo que había dentro miró a Beatrice emocionado para después abrirla por completo.
El joven se sorprendió al ver que allí había una habitación no muy grande, en la que había algunos que otros elementos de atrezzo colocados en estanterías, pero eso no era lo más sorprendente, si no el hecho de que había un colchón mal colocado, y algunos restos de lo que podría haber sido comida en algún momento. Estaba claro que alguien había estado viviendo allí... Y eso, era absolutamente extraño.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
El joven entró de un salto al cuarto para, al instante dirigirse al piano, no era de extrañar que fuese el primer sitio que quisiera mirar, mientras el joven inspeccionaba el instrumento la chica se sentó para poder bajar el enorme escalón, dio un pequeño salto haciendo que el vestido flotase y callendo, de puntillas, con el pie que no le dolía, se sentía realmente pequeña en ese sitio y al lado de ese joven tan alto, pero no le desagradaba sentirse pequeña, era un alivio que se preocupasen un poco por ti en lugar de hacerse cargo de absolutamente todo, cada uno tenía su ambiente en el que se sentía comodo, ella lo había librado a él de las damas, y él, a ella de las caidas. Con una sonrisa se acercó a mirar el lugar, había un enorme armario a un lado, curiosa, lo abrió y de él slaieron varios murcielagos que la hicieron agacharse algo sorprendida y salieron por el pasillo, vaya, seguro que cuando las señoras los viesen perderían los nervios, imaginarse la escena la hizo reir. Entonces escuchó el sonido de unas notsa desafinadas, pulsadas con cariño y se giró para ver al chico junto al piano, se acercó a él antes de que el chico empezase a hablar:
- ¿Te han explicado alguna vez cómo funciona un piano?.-Preguntó con aspecto soñador
- No, nunca, se tocar un poco, pero nunca he sabido como funciona un piano.
- Me temo que vamos a tener que vernos otro día para que puedas verme tocar.- dijo tras pulsar las teclas del piano y comprobar que estaban completamente desafinadas.
- Me encantaría escucharte tocar, si es verdad que la música suena igual que la personalidad que quien la toca, la tuya debe ser preciosa.- Notó que había vuelto a hablar de más y el rojo subió a sus mejillas- quier decir... em... qué... ¿qué debe haber ahí detrás?- Preguntó cambiando de tema mientras se acercaba a las puertas.
Giró a mirar al joven, a tiempo de comprobar que el chico tomaba una de las espadas que había por el lugar, al contrario que el piano, parecía que las armas si solían usarse, posiblemente para practicar escenas de duelo o similas, espada en mano, pareciendo más seguro así, dijo que ya podían seguir adelante. El chico intentó abrir una de las puertas, pero se encontraba cerrada a cal y canto, eso provocó un pequeño gesto de disgusto que a Beatrice le resultó encantador. La otra puerta si que se abrió, daba pasó a un cuartucho oscuro, con un colchón mal colocado y un plato de comida vacío. De repente un recuerdo llegó a la mente de la joven, el recuerdo de su propio cautiverio, y se echó hacia atrás hasta tropezar con el piano haciendo que, con el golpe, resonaran las teclas:
- Cierra la puerta por favor- pidió nerviosa, con ojos llorosos. Había logrado retener el miedo durante el paseo por la oscuridad, pero eso era demasiado claro, demasiado igual.
Las manos de la chica comenzaron a temblarle, necesitó respirar más profundo y se tapó la boca evitando hiperventilar y reteniendo el terror. No soportaba esa visión, se giró para sostenerse del instrumento y evitar perder el equilibrio, además así no vería ese cuarto que tan malos recuerdos sacaba a coalición. Personalmente, prefería los murcielagos y los gatos negros a tener que volver a recordar ese tipo de cosas.
- ¿Te han explicado alguna vez cómo funciona un piano?.-Preguntó con aspecto soñador
- No, nunca, se tocar un poco, pero nunca he sabido como funciona un piano.
- Me temo que vamos a tener que vernos otro día para que puedas verme tocar.- dijo tras pulsar las teclas del piano y comprobar que estaban completamente desafinadas.
- Me encantaría escucharte tocar, si es verdad que la música suena igual que la personalidad que quien la toca, la tuya debe ser preciosa.- Notó que había vuelto a hablar de más y el rojo subió a sus mejillas- quier decir... em... qué... ¿qué debe haber ahí detrás?- Preguntó cambiando de tema mientras se acercaba a las puertas.
Giró a mirar al joven, a tiempo de comprobar que el chico tomaba una de las espadas que había por el lugar, al contrario que el piano, parecía que las armas si solían usarse, posiblemente para practicar escenas de duelo o similas, espada en mano, pareciendo más seguro así, dijo que ya podían seguir adelante. El chico intentó abrir una de las puertas, pero se encontraba cerrada a cal y canto, eso provocó un pequeño gesto de disgusto que a Beatrice le resultó encantador. La otra puerta si que se abrió, daba pasó a un cuartucho oscuro, con un colchón mal colocado y un plato de comida vacío. De repente un recuerdo llegó a la mente de la joven, el recuerdo de su propio cautiverio, y se echó hacia atrás hasta tropezar con el piano haciendo que, con el golpe, resonaran las teclas:
- Cierra la puerta por favor- pidió nerviosa, con ojos llorosos. Había logrado retener el miedo durante el paseo por la oscuridad, pero eso era demasiado claro, demasiado igual.
Las manos de la chica comenzaron a temblarle, necesitó respirar más profundo y se tapó la boca evitando hiperventilar y reteniendo el terror. No soportaba esa visión, se giró para sostenerse del instrumento y evitar perder el equilibrio, además así no vería ese cuarto que tan malos recuerdos sacaba a coalición. Personalmente, prefería los murcielagos y los gatos negros a tener que volver a recordar ese tipo de cosas.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Bethlem sonrió ante el piropo, porque no dejaba de ser, un piropo. Observó cómo el rojo se subía a las mejillas de la muchacha, y cómo rápidamente cambiaba de tema, por lo que decidió sencillamente no insistir, aunque la sonrisa que le había sacado Beatrice no se fue de donde estaba.
Bethlem se giró asustado al oír el sonido de las teclas del piano, por un instante pensó que alguien había entrado tras ellos o algo parecido, pero pudo comprobar que algo le había pasado a su acompañante. Rápidamente cerró tal y como ella le pidió, y sin pensarlo dos veces soltó la espada para acercarse a ella. Vio como por algún motivo aquella imagen le había hecho tener un ataque de ansiedad. El brillo y la sonrisa que se habían depositado en su rostro instantes antes se desdibujaron dejando paso a la preocupación. Durante un lapso de tiempo no supo muy bien qué hacer, se puso realmente nervioso, no pudiendo estar quieto.-Yo... Lo siento... No se.- Titubeaba.-¿Estás bien?... ¿Quieres que salgamos de aquí?.
Decidió que así no iba a arreglar nada, por lo que cerró los ojos tomando todo el aire que pudo para tranquilizarse.- Vale, vamos a salir de aquí.-Por supuesto que iban a salir de allí, estaba siendo una velada estupenda, pero precisamente por eso no debía estropearse. Bethlem tomó con suavidad pero firmeza las manos de Beatrice y sin decir más palabra la fue guiando despacio hacia la salida. Se detuvo unos instantes ante la palanca que habían encontrado antes.- Te voy a soltar solo una mano para cerrar esa puerta.- Le dijo con calma para que no se asustase. Se las apañó para empujarla con uan sola mano, haciendo que se cerrase la puerta que habían abierto antes. En cuanto se hubo cerrado volvió a tomar la mano libre de Beatrice y la guió hasta un lugar con luz, lejos de ese pasillo oscuro y tenebroso, pero lo suficientemente apartado como para que no les molestasen.
Una vez en un lugar luminoso, cálido y seguro Bethlem miró a Beatrice con una pequeña sonrisa. No esperaba explicaciones, ni nada por el estilo, sencillamente esperaba que el dijese que estaba mejor. Por otro lado tampoco dijo nada, sencillamente quiso dejarle su espacio para que respirase con tranquilidad.
Bethlem se quedó pensativo mientras tanto, no podía evitar darle vueltas a lo ocurrido, el hecho de que aquello la hubiese asustado tenía que ser por algo... y por otro lado tampoco podía evitar preguntarse quién había estado viviendo allí... Y qué había al otro lado de la puerta que estaba cerrada.
Bethlem se giró asustado al oír el sonido de las teclas del piano, por un instante pensó que alguien había entrado tras ellos o algo parecido, pero pudo comprobar que algo le había pasado a su acompañante. Rápidamente cerró tal y como ella le pidió, y sin pensarlo dos veces soltó la espada para acercarse a ella. Vio como por algún motivo aquella imagen le había hecho tener un ataque de ansiedad. El brillo y la sonrisa que se habían depositado en su rostro instantes antes se desdibujaron dejando paso a la preocupación. Durante un lapso de tiempo no supo muy bien qué hacer, se puso realmente nervioso, no pudiendo estar quieto.-Yo... Lo siento... No se.- Titubeaba.-¿Estás bien?... ¿Quieres que salgamos de aquí?.
Decidió que así no iba a arreglar nada, por lo que cerró los ojos tomando todo el aire que pudo para tranquilizarse.- Vale, vamos a salir de aquí.-Por supuesto que iban a salir de allí, estaba siendo una velada estupenda, pero precisamente por eso no debía estropearse. Bethlem tomó con suavidad pero firmeza las manos de Beatrice y sin decir más palabra la fue guiando despacio hacia la salida. Se detuvo unos instantes ante la palanca que habían encontrado antes.- Te voy a soltar solo una mano para cerrar esa puerta.- Le dijo con calma para que no se asustase. Se las apañó para empujarla con uan sola mano, haciendo que se cerrase la puerta que habían abierto antes. En cuanto se hubo cerrado volvió a tomar la mano libre de Beatrice y la guió hasta un lugar con luz, lejos de ese pasillo oscuro y tenebroso, pero lo suficientemente apartado como para que no les molestasen.
Una vez en un lugar luminoso, cálido y seguro Bethlem miró a Beatrice con una pequeña sonrisa. No esperaba explicaciones, ni nada por el estilo, sencillamente esperaba que el dijese que estaba mejor. Por otro lado tampoco dijo nada, sencillamente quiso dejarle su espacio para que respirase con tranquilidad.
Bethlem se quedó pensativo mientras tanto, no podía evitar darle vueltas a lo ocurrido, el hecho de que aquello la hubiese asustado tenía que ser por algo... y por otro lado tampoco podía evitar preguntarse quién había estado viviendo allí... Y qué había al otro lado de la puerta que estaba cerrada.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
SIn atreverse a decir ninguna palabra más vió como Bethlem se acercaba a ella dejando de lado la espada con intención de calmarla, al parecer creía que era cosa suya que la joven estuviese en ese estado de terror, le tomó las manos para que se calmase y le dijo, con voz calmada:
- ¿Estás bien?... ¿Quieres que salgamos de aquí?- ella no pudo responder, no quería irse, solo necesitaba unos minutos para sentirse mejor, era la vista de ese cuarto lo que la había asustado, no el cuarto en si.
Salieron de allí, Bethlem guiaba todos los pasos de la chica sin soltar sus manos, seguro que si no hubiese estado tan atemorizada se habría puesto como un tomate. Cuando llegaron al final del pasillo con una voz cariñosa, como quien trata con un niño. El que la tratase con tanto cariño la calmó mucho, era tan diferente a todas las personas que estaban en su vida, cuando sus padres la encontraron después e tres días de cautividad solo le dieron un bofetón y se la llevaron a casa, lo tuvo que superar todo por su cuenta, al fin y al cabo, ser hija de quien era, significaba ser fuerte. El chico, antes de soltarle una mano, la informó:
- Te voy a soltar solo una mano para cerrar esa puerta.- la joven asintió con la cabeza gacha, los ojos se le habían encharcado y si no lograba controlarse pronto se echaría a llorar, no gritaba por el simple hecho de morderse la lengua.
Sintió el enorme esfuerzo que hacía el joven por cerrar la puerta sin soltarla, tenía que calmarse por el bien del chico, no merecía ver una escena, ya la estaba aguantando mucho esa noche, si hubiese dependido de su familia, a la mínima señal de nerviosismo le habrian dado un golpe. Pero el joven no, el era amable y cálido. De nuevo la tomó por las dos manos y la acercó a la luz sin dejar que eso les pusiera a la vista de todos. Al llegar, la chica se sentó en el suelo abrazandose las rodillas, intentando tranquilizarse y escondió la cara entre ellas mientras se decía a si misma:
- No estás ahí, no estás encerrada, no estás atada- lo musitó tres veces antes de lograr relajarse. Alzó la cabeza y sintió resvalar una única lágrima- Lo siento mucho- Se disculpo- es la segunda vez que aguantas algo así esta noche. Perdoname- se lo pensó un segundo antes de decidirse a explicarselo.- Verás, cuando era pequeña, estuve secuestrada varios días, desde entonces me da miedo la oscuridad y las habitaciones pequeñas y sin luz, ese cuartucho...- tembló y aguantó el roto de voz que estaba por salirle en la siguiente palabra- ese cuartucho se parecía demasiado al lugar en el que estuve- terminó la frase logrando controlarse- De veras que lo siento.- Lo miró con ojos brillantes por las lágrimas retenidas.
No esperaba causar pena, simplemente quería que el chico supiera que no lo hacía por llamar su atención, que era una reacción que no había logrado controlar, era algo que tenía guardado desde hacía años, y todos los días, y las noches, intentaba soportar las pesadillas que le llegaban a la mente de lo que sucedió y de lo que casi sucedió en su cautiverio. Beatrice empezó a temblar, el miedo la había dejado helada.
- ¿Estás bien?... ¿Quieres que salgamos de aquí?- ella no pudo responder, no quería irse, solo necesitaba unos minutos para sentirse mejor, era la vista de ese cuarto lo que la había asustado, no el cuarto en si.
Salieron de allí, Bethlem guiaba todos los pasos de la chica sin soltar sus manos, seguro que si no hubiese estado tan atemorizada se habría puesto como un tomate. Cuando llegaron al final del pasillo con una voz cariñosa, como quien trata con un niño. El que la tratase con tanto cariño la calmó mucho, era tan diferente a todas las personas que estaban en su vida, cuando sus padres la encontraron después e tres días de cautividad solo le dieron un bofetón y se la llevaron a casa, lo tuvo que superar todo por su cuenta, al fin y al cabo, ser hija de quien era, significaba ser fuerte. El chico, antes de soltarle una mano, la informó:
- Te voy a soltar solo una mano para cerrar esa puerta.- la joven asintió con la cabeza gacha, los ojos se le habían encharcado y si no lograba controlarse pronto se echaría a llorar, no gritaba por el simple hecho de morderse la lengua.
Sintió el enorme esfuerzo que hacía el joven por cerrar la puerta sin soltarla, tenía que calmarse por el bien del chico, no merecía ver una escena, ya la estaba aguantando mucho esa noche, si hubiese dependido de su familia, a la mínima señal de nerviosismo le habrian dado un golpe. Pero el joven no, el era amable y cálido. De nuevo la tomó por las dos manos y la acercó a la luz sin dejar que eso les pusiera a la vista de todos. Al llegar, la chica se sentó en el suelo abrazandose las rodillas, intentando tranquilizarse y escondió la cara entre ellas mientras se decía a si misma:
- No estás ahí, no estás encerrada, no estás atada- lo musitó tres veces antes de lograr relajarse. Alzó la cabeza y sintió resvalar una única lágrima- Lo siento mucho- Se disculpo- es la segunda vez que aguantas algo así esta noche. Perdoname- se lo pensó un segundo antes de decidirse a explicarselo.- Verás, cuando era pequeña, estuve secuestrada varios días, desde entonces me da miedo la oscuridad y las habitaciones pequeñas y sin luz, ese cuartucho...- tembló y aguantó el roto de voz que estaba por salirle en la siguiente palabra- ese cuartucho se parecía demasiado al lugar en el que estuve- terminó la frase logrando controlarse- De veras que lo siento.- Lo miró con ojos brillantes por las lágrimas retenidas.
No esperaba causar pena, simplemente quería que el chico supiera que no lo hacía por llamar su atención, que era una reacción que no había logrado controlar, era algo que tenía guardado desde hacía años, y todos los días, y las noches, intentaba soportar las pesadillas que le llegaban a la mente de lo que sucedió y de lo que casi sucedió en su cautiverio. Beatrice empezó a temblar, el miedo la había dejado helada.
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Re: Lunas de sangre
Bethlem se acuclilló frente a ella y apoyó sus manos sobre las de la joven, seguía sin decir nada, tan solo estaba allí. Ver una lágrima caer por su mejilla le partió el corazón, por así decirlo. Era una persona tremendamente empática, y no quería que Beatrice estuviese así.- Beatrice... No tienes que disculparte conmigo, no ha habido nada que aguantar, estoy pasando una noche fantástica a tu lado.-Le dijo sinceramente con una sonrisa mientras secaba con suavidad la lágrima que caía por su mejilla.
Escuchó con atención a su acompañante, no podía acabar de creer lo que estaba escuchando. Por supuesto la creía, pero le estaba costando digerirlo. Se dejó caer a su lado, como si estuviese abatido por todo lo que acababa de escuchar.-No... No te disculpes.- Dijo sin poder evitar mirarla, aún con la sorpresa en sus ojos. Acto seguido se dejó llevar por un impulso, necesitaba hacerlo, no pudo retenerlo. En un momento abrazó a Beatrice, apretándola contra si. Cerró los ojos fuertemente y sencillamente la abrazó.
Pasados unos instantes se volvió a separar y la miró. Se podían distinguir ciertas ganas de contar algo. El joven sentía que Beatrice le acababa de confesar una parte muy personal de ella misma. En cierto modo se sentía en deuda, y en cierto modo, quería demostrarle que a su manera se sentía identificado con ella, porque él también había vivido algo traumático en su vida... Pero cómo explicarle que el gran drama de su vida había sido provocado por él... Y que ni si quiera recordaba cómo había pasado.
Empezó a sentir presión en el pecho. No podía decirle a Beatrice que era un hombre lobo, ¿cómo reaccionaría? ¿Y si no quería acercarse más a él? no habría sido la primera vez que le pasaba. Necesitaba mucho más tiempo para contar esa parte de él mismo, pero algo que si podía hacer era contarle una pequeña parte.-Verás Beatrice... Entiendo que te hayas sentido así... Yo también viví algo horrible de pequeño.- Cerró los ojos y tensó la mandíbula.-Perdí...-Tomó aire, con la única persona con la que había hablado de aquello era con su maestro, jamás lo habló con nadie más.-Perdí a toda mi familia... En unas circunstancias... Muy difíciles de asumir.-Decidió expresarlo así, pensaba que ni si quiera él estaba preparado par oírse decir al versión completa.
Miró al suelo, en parte avergonzado, en parte más aliviado... Sentía muchas cosas en esos momentos.-Es algo que jamás he hablado con nadie más que con mi maestro.-Le confesó abiertamente.- Por eso te digo que se lo que sientes.- Dijo casi en un susurro mirándola.
No había pretendido ser más que ella, ni nada por el estilo, sencillamente le salió del alma contárselo,
Escuchó con atención a su acompañante, no podía acabar de creer lo que estaba escuchando. Por supuesto la creía, pero le estaba costando digerirlo. Se dejó caer a su lado, como si estuviese abatido por todo lo que acababa de escuchar.-No... No te disculpes.- Dijo sin poder evitar mirarla, aún con la sorpresa en sus ojos. Acto seguido se dejó llevar por un impulso, necesitaba hacerlo, no pudo retenerlo. En un momento abrazó a Beatrice, apretándola contra si. Cerró los ojos fuertemente y sencillamente la abrazó.
Pasados unos instantes se volvió a separar y la miró. Se podían distinguir ciertas ganas de contar algo. El joven sentía que Beatrice le acababa de confesar una parte muy personal de ella misma. En cierto modo se sentía en deuda, y en cierto modo, quería demostrarle que a su manera se sentía identificado con ella, porque él también había vivido algo traumático en su vida... Pero cómo explicarle que el gran drama de su vida había sido provocado por él... Y que ni si quiera recordaba cómo había pasado.
Empezó a sentir presión en el pecho. No podía decirle a Beatrice que era un hombre lobo, ¿cómo reaccionaría? ¿Y si no quería acercarse más a él? no habría sido la primera vez que le pasaba. Necesitaba mucho más tiempo para contar esa parte de él mismo, pero algo que si podía hacer era contarle una pequeña parte.-Verás Beatrice... Entiendo que te hayas sentido así... Yo también viví algo horrible de pequeño.- Cerró los ojos y tensó la mandíbula.-Perdí...-Tomó aire, con la única persona con la que había hablado de aquello era con su maestro, jamás lo habló con nadie más.-Perdí a toda mi familia... En unas circunstancias... Muy difíciles de asumir.-Decidió expresarlo así, pensaba que ni si quiera él estaba preparado par oírse decir al versión completa.
Miró al suelo, en parte avergonzado, en parte más aliviado... Sentía muchas cosas en esos momentos.-Es algo que jamás he hablado con nadie más que con mi maestro.-Le confesó abiertamente.- Por eso te digo que se lo que sientes.- Dijo casi en un susurro mirándola.
No había pretendido ser más que ella, ni nada por el estilo, sencillamente le salió del alma contárselo,
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
El chico, acuclillado frente a Beatrice, intentaba calmarla diciendole que no tenía de que disculparse, en un gesto de tremenda ternura le secó, suavemente, la lágrima que resvalaba por la mejilla de la joven, y escuchó paciente lo que ella le decía. la confesió parecía haberle dejado en un pequeño estado de shock, y mientras intentaba entender lo que la chica le había explicado, le dijo que no se disculpara.
De pronto, Beatrice, notó unos brazos al rededor de ella, para calmarla, Bethlem le había dado un abrazo, eso sorprendió tanto a la muchacha que dejó atrás los nervios asustados que le había provocado la visión del cuarto. Aprovechando ese segundo de calma, Beatrice respiró hondo y puso su frente en el pecho del joven cogiendo su camisa con manos aun algo temblorosas. Cuando el joven se separó y la miró a los ojos notó que el también parecía querer contar algo, aunque se notaba que no sabía si debía hacerlo:
-Verás Beatrice... - comenzó el cn aire de duda- Entiendo que te hayas sentido así... Yo también viví algo horrible de pequeño.- confesó con ojos cerrados y mandíbula tensa- Perdi...- volió a dudar- Perdí a toda mi familia... En unas circunstancias... Muy difíciles de asumir.- La chica vio el semblante afligido del jove y entendió que había hecho una confesión increiblemente difícil.
Beatrice intentó digerir lo contado en un segundo, y no pudo detenerse, su cuerpo se movió solo y, esta vez, fue ella la que, arrodillandose, le dió un abrazo a él escondiendo la cabeza en el cuello del joven, sin separarse empezo a hablar:
- No se que circunstancias fueron, ni necesito que me las cuentes, porque no importan. ¿Sabes? hay quien dice que que las mejores personas son las que peores situaciones han afrontado, y parece que tienen razón. Eres un chico amable, sincero y cálido, y pasara lo que pasara, puedo asegurar que pondría mi vida en juego apostando a favor de que, tu familia, fuera lo que fuera lo que pasara, está orgullosa de que seas su hijo. Cualquiera que cruce una sola palabra contigo puede sentirse afortunado.- Había vuelto a hablar de más, lo sabía, pero en ese momento le importo bien poco. Se separó de él y lo miró a esos ojos azules tan profundos- Te lo digo de verdad, eres una gran persona, solo he estado contigo un par de horas y te puedo asegurar que te aprecio más que a gente a la que he conocido durante años, eres autentico y real, no finges y tu amabilidad es algo muy difícil de encontrar, pasara lo que pasase en el pasado, has evolucionado, has crecido y te has convertido en alguien maravillosos.
Lo había soltado todo de golpe sin pararse a pensar un solo instante, y ahora que se daba cuenta estaba muy cerca de él, puede que demasiado. El rojo empezó a subir a sus mejillas, pero no se apartó, si lo hacía en ese momento todo lo que había dicho podría parecer falso, y no lo era, así que se quedó quieta, esperando la reacción del chico tras ese discurso tan veraz. Evitó morderse el labio, es verdad que ahora volvía a estar nerviosa, pero por la vergüenza de todo lo que había soltado sin reflexionar antes, no por miedo o ansiedad, deseaba no haber cruzado el límite de lo que el joven iba a soportar, ya que, al fin y al cabo, ¿Quién era ella para decir algo así? practicamente acababan de conocerse, es cierto que parecía que conectaban bastante bien, pero, aun así, tal vez no le gustara que otra persona opinase de él tan claramente, fuese cual fuese la opinión.
De pronto, Beatrice, notó unos brazos al rededor de ella, para calmarla, Bethlem le había dado un abrazo, eso sorprendió tanto a la muchacha que dejó atrás los nervios asustados que le había provocado la visión del cuarto. Aprovechando ese segundo de calma, Beatrice respiró hondo y puso su frente en el pecho del joven cogiendo su camisa con manos aun algo temblorosas. Cuando el joven se separó y la miró a los ojos notó que el también parecía querer contar algo, aunque se notaba que no sabía si debía hacerlo:
-Verás Beatrice... - comenzó el cn aire de duda- Entiendo que te hayas sentido así... Yo también viví algo horrible de pequeño.- confesó con ojos cerrados y mandíbula tensa- Perdi...- volió a dudar- Perdí a toda mi familia... En unas circunstancias... Muy difíciles de asumir.- La chica vio el semblante afligido del jove y entendió que había hecho una confesión increiblemente difícil.
Beatrice intentó digerir lo contado en un segundo, y no pudo detenerse, su cuerpo se movió solo y, esta vez, fue ella la que, arrodillandose, le dió un abrazo a él escondiendo la cabeza en el cuello del joven, sin separarse empezo a hablar:
- No se que circunstancias fueron, ni necesito que me las cuentes, porque no importan. ¿Sabes? hay quien dice que que las mejores personas son las que peores situaciones han afrontado, y parece que tienen razón. Eres un chico amable, sincero y cálido, y pasara lo que pasara, puedo asegurar que pondría mi vida en juego apostando a favor de que, tu familia, fuera lo que fuera lo que pasara, está orgullosa de que seas su hijo. Cualquiera que cruce una sola palabra contigo puede sentirse afortunado.- Había vuelto a hablar de más, lo sabía, pero en ese momento le importo bien poco. Se separó de él y lo miró a esos ojos azules tan profundos- Te lo digo de verdad, eres una gran persona, solo he estado contigo un par de horas y te puedo asegurar que te aprecio más que a gente a la que he conocido durante años, eres autentico y real, no finges y tu amabilidad es algo muy difícil de encontrar, pasara lo que pasase en el pasado, has evolucionado, has crecido y te has convertido en alguien maravillosos.
Lo había soltado todo de golpe sin pararse a pensar un solo instante, y ahora que se daba cuenta estaba muy cerca de él, puede que demasiado. El rojo empezó a subir a sus mejillas, pero no se apartó, si lo hacía en ese momento todo lo que había dicho podría parecer falso, y no lo era, así que se quedó quieta, esperando la reacción del chico tras ese discurso tan veraz. Evitó morderse el labio, es verdad que ahora volvía a estar nerviosa, pero por la vergüenza de todo lo que había soltado sin reflexionar antes, no por miedo o ansiedad, deseaba no haber cruzado el límite de lo que el joven iba a soportar, ya que, al fin y al cabo, ¿Quién era ella para decir algo así? practicamente acababan de conocerse, es cierto que parecía que conectaban bastante bien, pero, aun así, tal vez no le gustara que otra persona opinase de él tan claramente, fuese cual fuese la opinión.
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Re: Lunas de sangre
Beatrice le escuchó de al misma manera en que ella lo había hecho momentos antes, con paciencia y con la comprensión que sólo alguien que había vivido algo semejante podía tener. En un instante fue ella al que le abrazó, hundiendo su rostro en su cuello. Bethlem la rodeó con sus brazos y se quedó en silencio, con los ojos cerrados, aquel abrazo significaba mucho más de lo que podía significar cualquier otra cosa.
Beatrice comenzó a hablar, y el joven la escuchó. A medida que lo hacía una ligera sonrisa se fue depositando en sus labios, todo lo que la joven le estaba diciendo iba haciendo que se fuese calmando. Poco a poco la presión que sentía en el pecho fue desapareciendo, dejando sólo el recuerdo de lo que una vez llegó a sentir. Algun escéptico podría haber dicho que esas palabras no tenían ningún valor, pero para Bethlem tenían todo el valor del mundo. Bethlem realmente se estaba emocionando . Cuando Beatrice se separó de él para mirarle, éste le sostuvo la mirada, y se encontro con unos ojos profundamente sinceros "te puedo asegurar que te aprecio más que a la gente a la que he conocido durante muchos años." No pudo evitar bajar la mirada unos instantes con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios, pocas veces o ninguna le habían dicho algo así.
Ambos estaban muy cerca el uno del otro, Bethlem casi podía sentir la respiración de la joven en su piel. Durante unos instantes simplemente se mantuvo el silencio, sin que ninguno de los dos se apartase, hasta que al fin, cuando el joven consideró que iba a poder hablar sin emocionarse en exceso, tomó las manos de la joven y le respondió.- Muchas gracias Beatrice, es la primera vez que alguien consigue que de verdad desaparezca la presión que me atrapa cada vez que pienso en ello.-Dijo con una sonrisa, en la que aún se denotaba algo de tristeza, pero era completamente sincera.-Y se que todo lo que diga ahora puede sonar a que lo digo porque me siento obligado a hacerlo, o porque no quiera quedar mal ante ti.-Se detuvo aún sin separarse ni un centímetro de ella.- Pero quiero que sepas que estas dos horas han sido de las mejores en toda mi vida... Y me siento orgulloso de poder decir que te he conocido.-Sonrió suavemente.- Eres completamente diferente a todas las mujeres y hombres que he podido conocer, y lo digo en el buen sentido de la palabra... Y lo cierto es que me sentiría muy apenado si después de esta noche jamás volviésemos a vernos, porque eres de esas personas que vale la pena mantener cerca.-Le sostuvo la mirada en la misma medida en que ella lo había hecho antes, tratando de hacerle ver que había dicho aquellas palabras desde el corazón.
Pensó que era algo que debía decir. El joven volvió a sonreír, ahora con un nuevo brillo en los ojos, de algún modo estaba sintiendo una paz extraordinaria en esos instantes. Recordó el concepto de catarsis que le habían explicado alguna vez, y se preguntó si sería algo parecido a lo que estaba sintiendo en aquellos instantes.
Beatrice comenzó a hablar, y el joven la escuchó. A medida que lo hacía una ligera sonrisa se fue depositando en sus labios, todo lo que la joven le estaba diciendo iba haciendo que se fuese calmando. Poco a poco la presión que sentía en el pecho fue desapareciendo, dejando sólo el recuerdo de lo que una vez llegó a sentir. Algun escéptico podría haber dicho que esas palabras no tenían ningún valor, pero para Bethlem tenían todo el valor del mundo. Bethlem realmente se estaba emocionando . Cuando Beatrice se separó de él para mirarle, éste le sostuvo la mirada, y se encontro con unos ojos profundamente sinceros "te puedo asegurar que te aprecio más que a la gente a la que he conocido durante muchos años." No pudo evitar bajar la mirada unos instantes con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios, pocas veces o ninguna le habían dicho algo así.
Ambos estaban muy cerca el uno del otro, Bethlem casi podía sentir la respiración de la joven en su piel. Durante unos instantes simplemente se mantuvo el silencio, sin que ninguno de los dos se apartase, hasta que al fin, cuando el joven consideró que iba a poder hablar sin emocionarse en exceso, tomó las manos de la joven y le respondió.- Muchas gracias Beatrice, es la primera vez que alguien consigue que de verdad desaparezca la presión que me atrapa cada vez que pienso en ello.-Dijo con una sonrisa, en la que aún se denotaba algo de tristeza, pero era completamente sincera.-Y se que todo lo que diga ahora puede sonar a que lo digo porque me siento obligado a hacerlo, o porque no quiera quedar mal ante ti.-Se detuvo aún sin separarse ni un centímetro de ella.- Pero quiero que sepas que estas dos horas han sido de las mejores en toda mi vida... Y me siento orgulloso de poder decir que te he conocido.-Sonrió suavemente.- Eres completamente diferente a todas las mujeres y hombres que he podido conocer, y lo digo en el buen sentido de la palabra... Y lo cierto es que me sentiría muy apenado si después de esta noche jamás volviésemos a vernos, porque eres de esas personas que vale la pena mantener cerca.-Le sostuvo la mirada en la misma medida en que ella lo había hecho antes, tratando de hacerle ver que había dicho aquellas palabras desde el corazón.
Pensó que era algo que debía decir. El joven volvió a sonreír, ahora con un nuevo brillo en los ojos, de algún modo estaba sintiendo una paz extraordinaria en esos instantes. Recordó el concepto de catarsis que le habían explicado alguna vez, y se preguntó si sería algo parecido a lo que estaba sintiendo en aquellos instantes.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
Cuando terminó de hablar sintió que la tensión del cuerpo del chico se había relajado, su mandíbula ya no estaba apretada y parecía mucho más relajado. Al escuchar alguna de sus palabras, la chica notó que el joven sonreía un poco, fue tal el alivio que lanzó un suspiro, durante unos momentos se creó un silencio entre ellos. Beatrice, sin saber que más decir o si era buena idea alejarse, se mordió el labio, nerviosa. Intentaba no mirar al chico, ya que seguían estando muy cerca y, ahora que estaba todo el ambiente más calmado, se sentía algo cohibida por la cercanía, entonces el joven habló por fín:
- Muchas gracias Beatrice, es la primera vez que alguien consigue que de verdad desaparezca la presión que me atrapa cada vez que pienso en ello.-la joven miró como la sonrisa del chico, a pesar de la tristeza, era sincera-Y se que todo lo que diga ahora puede sonar a que lo digo porque me siento obligado a hacerlo, o porque no quiera quedar mal ante ti.- el chico hizo una pequeña pausa, Beatrice pensba que se alejaría, pero no fue así- Pero quiero que sepas que estas dos horas han sido de las mejores en toda mi vida... Y me siento orgulloso de poder decir que te he conocido.- la suave sonrisa del joven hizo que ella también sonriera.-Eres completamente diferente a todas las mujeres y hombres que he podido conocer, y lo digo en el buen sentido de la palabra... Y lo cierto es que me sentiría muy apenado si después de esta noche jamás volviésemos a vernos, porque eres de esas personas que vale la pena mantener cerca.- Su mirada sincera provocó en la chica un leve enrojecimiento.
Cuando el joven sonrió, y el brillo volvió a sus ojos, la chica se separó de él, aun con las mejillas como manzanas y le devolvió la sonrisa, en un momento habían hablado de cosas que nunca le habían contado a nadie antes, a pesar de conocerse solo por unas cuantas horas:
- Yo también espero que esta no sea la última vez que nos encontremos, es raro que logre llevarme bien con alguien, me alegra que lo que suele hacer que la gente se aleje sea lo que hecho que nosotros nos podamos llevar bien, aunque no suelo abrir la boca normalmenente, cuando lo hago es cuando la gente empieza a mirarme raro- bromeó para aligerar el ambiente pero sin que, por ello, perdiese la sinceridad.- Ahora que estamos más tranquilos, ¿quieres que volvamos a la sala de antes? Con que no abramos esa puerta me conformo, te aseguro que podré mantener la calma- le sonrió mientras le hacía la promesa.
Intentó levantarse de su sitio en el suelo, pero aun le tembaban las piernas, cuando resvaló por la pared no pudo evitar reirse un poco:
- Vaya, creó que mis piernas están algo dormidas.- dijo sin perder la sonrisa.
Ahora que ambos sabían algo del pasado del otro le resultaba raro no saber casi nada del presente, a penas sabían a que se dedicaba el otro por simples preguntas de cortesía. depues de eso la chica supuso que, al menos, podrían considerarse amigos. se apartó un mechón de pelo de la cara, estaba más que claro que de la dama ya solo quedaban los gestos, tenía el vestido lleno de polvo, el pelo deshecho y arenoso, la cara también debía estar llena de polvo, todo por el pasadizo que habían cruzado, el tobillo torcido y marcas de lágrimas en la cara, sin embargo, no recordaba la ultima vez que había sentido tantas cosas en tan poco tiempo.
Por primera vez desde... siempre, se sentía viva, libre de ese odioso entumecimiento que sentía estando rodeada de tanta pompa, en ese momento era ella, aun polvorienta y dolorida, era la primera vez que no fingía, que no tenía que parecer madura, que no tenía que aparentar que se llevaba bien con alguien, porque no hacía falta aparentar, era cierto que se llevaba bien con el chico, y se sentía a gusto. Por primera vez se sentía en su propio cuerpo.
- Muchas gracias Beatrice, es la primera vez que alguien consigue que de verdad desaparezca la presión que me atrapa cada vez que pienso en ello.-la joven miró como la sonrisa del chico, a pesar de la tristeza, era sincera-Y se que todo lo que diga ahora puede sonar a que lo digo porque me siento obligado a hacerlo, o porque no quiera quedar mal ante ti.- el chico hizo una pequeña pausa, Beatrice pensba que se alejaría, pero no fue así- Pero quiero que sepas que estas dos horas han sido de las mejores en toda mi vida... Y me siento orgulloso de poder decir que te he conocido.- la suave sonrisa del joven hizo que ella también sonriera.-Eres completamente diferente a todas las mujeres y hombres que he podido conocer, y lo digo en el buen sentido de la palabra... Y lo cierto es que me sentiría muy apenado si después de esta noche jamás volviésemos a vernos, porque eres de esas personas que vale la pena mantener cerca.- Su mirada sincera provocó en la chica un leve enrojecimiento.
Cuando el joven sonrió, y el brillo volvió a sus ojos, la chica se separó de él, aun con las mejillas como manzanas y le devolvió la sonrisa, en un momento habían hablado de cosas que nunca le habían contado a nadie antes, a pesar de conocerse solo por unas cuantas horas:
- Yo también espero que esta no sea la última vez que nos encontremos, es raro que logre llevarme bien con alguien, me alegra que lo que suele hacer que la gente se aleje sea lo que hecho que nosotros nos podamos llevar bien, aunque no suelo abrir la boca normalmenente, cuando lo hago es cuando la gente empieza a mirarme raro- bromeó para aligerar el ambiente pero sin que, por ello, perdiese la sinceridad.- Ahora que estamos más tranquilos, ¿quieres que volvamos a la sala de antes? Con que no abramos esa puerta me conformo, te aseguro que podré mantener la calma- le sonrió mientras le hacía la promesa.
Intentó levantarse de su sitio en el suelo, pero aun le tembaban las piernas, cuando resvaló por la pared no pudo evitar reirse un poco:
- Vaya, creó que mis piernas están algo dormidas.- dijo sin perder la sonrisa.
Ahora que ambos sabían algo del pasado del otro le resultaba raro no saber casi nada del presente, a penas sabían a que se dedicaba el otro por simples preguntas de cortesía. depues de eso la chica supuso que, al menos, podrían considerarse amigos. se apartó un mechón de pelo de la cara, estaba más que claro que de la dama ya solo quedaban los gestos, tenía el vestido lleno de polvo, el pelo deshecho y arenoso, la cara también debía estar llena de polvo, todo por el pasadizo que habían cruzado, el tobillo torcido y marcas de lágrimas en la cara, sin embargo, no recordaba la ultima vez que había sentido tantas cosas en tan poco tiempo.
Por primera vez desde... siempre, se sentía viva, libre de ese odioso entumecimiento que sentía estando rodeada de tanta pompa, en ese momento era ella, aun polvorienta y dolorida, era la primera vez que no fingía, que no tenía que parecer madura, que no tenía que aparentar que se llevaba bien con alguien, porque no hacía falta aparentar, era cierto que se llevaba bien con el chico, y se sentía a gusto. Por primera vez se sentía en su propio cuerpo.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Bethlem sonrió ampliamente, dejando atrás la tristeza que unos instantes antes bañaba sus ojos.-Entonces nos veremos.-Respondió con felicidad. La joven propuso volver al lugar de antes para terminar de descubrir qué estaba pasando en aquel teatro. A Bethlem le pareció una buena idea, y las condiciones le parecieron absolutamente razonables.- Juro solemnemente no volver a abrir esa puerta.-Dijo poniéndose la mano en el pecho mientras ponía un tono de voz solemne con la intención de quitar la poca tensión que pudiese quedar en el ambiente.
El chico observó cómo Beatrice trataba de levantarse, y no pudo evitar reír suavemente, aquellos gestos le resultaban encantadores. Se levantó de un salto, y haciendo una pequeña reverencia le tendió la mano a la chica.- Madamme...- Con suavidad le echó una mano para que se levantase.
Bethlem jamás había contado aquello, y menos conociendo a alguien de tan poco tiempo, pero se sentía bien, y tenía las fuerzas renovadas para continuar la aventura. Tenía curiosidad por saber qué había tras la puerta que no habían logrado abrir, quizá la llave estuviese en alguno de aquellos muebles cubiertos de polvo, solo que antes no la habían visto... Aunque siempre se podía abrir "por otros medios" un poco menos sofisticados, pero igualmente efectivos, o incluso más que los habituales.
El chico observó a la muchacha mientras caminaban hacia el lugar, una sonrisa se dibujo en sus labios, ahora estaban los dos harapientos y llenos de polvo... Cualquiera diría que habían pagado para entrar al teatro.
En poco tiempo llegaron al mismo pasillo oscuro de antes. El joven ya se sabía dónde estaba la palanca, por lo que fue directo a ella y de nuevo se colgó para poder bajarla, aunque esta vez funcionó más rápido, al parecer habían desentumecido aquellos mecanismos. La puerta se volvió a abrir, y los jóvenes entraron a aquella sala de atrezzo que todo el mundo parecía haber olvidado. De nuevo Bethlem se preguntó qué haría aquello allí. Se acercó a por su espada, haciendo como que la puerta que habían abierto antes no estaba allí, como si fuese completamente invisible... ¿Puerta, qué puerta?, si allí sólo había una que parecía estar cerrada con llave.
-Tiene que haber una llave en alguna parte... Vamos a buscar.- Con gesto animado Bethlem empezó a recorrer la sala en busca de algo que abriese aquel dichoso trozo de madera, pero por allí no aparecía nada. A las malas acabaría teniendo que tirar aquella puerta abajo.
El chico observó cómo Beatrice trataba de levantarse, y no pudo evitar reír suavemente, aquellos gestos le resultaban encantadores. Se levantó de un salto, y haciendo una pequeña reverencia le tendió la mano a la chica.- Madamme...- Con suavidad le echó una mano para que se levantase.
Bethlem jamás había contado aquello, y menos conociendo a alguien de tan poco tiempo, pero se sentía bien, y tenía las fuerzas renovadas para continuar la aventura. Tenía curiosidad por saber qué había tras la puerta que no habían logrado abrir, quizá la llave estuviese en alguno de aquellos muebles cubiertos de polvo, solo que antes no la habían visto... Aunque siempre se podía abrir "por otros medios" un poco menos sofisticados, pero igualmente efectivos, o incluso más que los habituales.
El chico observó a la muchacha mientras caminaban hacia el lugar, una sonrisa se dibujo en sus labios, ahora estaban los dos harapientos y llenos de polvo... Cualquiera diría que habían pagado para entrar al teatro.
En poco tiempo llegaron al mismo pasillo oscuro de antes. El joven ya se sabía dónde estaba la palanca, por lo que fue directo a ella y de nuevo se colgó para poder bajarla, aunque esta vez funcionó más rápido, al parecer habían desentumecido aquellos mecanismos. La puerta se volvió a abrir, y los jóvenes entraron a aquella sala de atrezzo que todo el mundo parecía haber olvidado. De nuevo Bethlem se preguntó qué haría aquello allí. Se acercó a por su espada, haciendo como que la puerta que habían abierto antes no estaba allí, como si fuese completamente invisible... ¿Puerta, qué puerta?, si allí sólo había una que parecía estar cerrada con llave.
-Tiene que haber una llave en alguna parte... Vamos a buscar.- Con gesto animado Bethlem empezó a recorrer la sala en busca de algo que abriese aquel dichoso trozo de madera, pero por allí no aparecía nada. A las malas acabaría teniendo que tirar aquella puerta abajo.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
El joven rió con amabilidad al ver que la chica no lograba levantarse sola, tras confirmar que volverían a verse parecía de mucho mejor humor. Con aire divertido le tendió una mano a Beatrice, que la acepto agradecida mientras él decía un "madamme" bromeado. Se levantó y siguió en silentcio el andar del chico hasta la palanca, aunque ella seguía sin ver nada, el chico parecía muy seguro de hacia donde debía ir.
Notó la mirada del chico sobre ella a medida que avanzaban, y se giró a comprobar que no era imaginación suya, aunque poco pudo saber, pues el lugar estaba tan oscuro que no lograba ver nada. Cuando el joven se detuvo ella, que no sabía donde iban exactamente, chocó contra su espalda y se apartó con rapidez, toda la que podía tener con el ligero pinchazo del tobillo, que, gracias a dios, aun estaba en caliente, y esperó a que abriera. Esta vez le costó poco, debían haber desenpolvado la maquinaria de la palanca y la puerta, ya que esta última a penas hizo ruido al abrirse.
Al llegar a la sala el chico tomó la espada que había dejado caer al salir y Beatrice hizo otro tanto, no sabía mucho de esgrima, no le estaba permitido aprenderlo, o esa era la teoría, porque algo si había aprendido por su cuenta y riesgo.
Se situó al lado de Bethlem y le escuchó decir:
-Tiene que haber una llave en alguna parte... Vamos a buscar.
No encontró nada, para pensar con claridad, se sentó en el taburete del piano y abrió la tapa, necesitaba hacer cosas para pensar con claridad. Haciendo una escala, una de las notas sonó cortada, no como cuando se rope la cuerda, ni como cuando está desafinado, simplemente se cortó. Extrañada, miró a Bethlem y se alzó para levantar la tapa:
- Ese Do, no me ha sonado bien- comentó la chica con una sonrisa, esperando al joven.
Ella no quería tocar nada del interior del piano por si lo estropeaba más, en cambio, el chico, al ser compositor, debía saber mucho mejor que ella, como localizar lo que atascaba esa nota, con algo de suerte. No pensaba que fuera a ser la llave que abría la puerta, sería demasiada casualidad y demasiada suerte, ¿o tal vez no?
Notó la mirada del chico sobre ella a medida que avanzaban, y se giró a comprobar que no era imaginación suya, aunque poco pudo saber, pues el lugar estaba tan oscuro que no lograba ver nada. Cuando el joven se detuvo ella, que no sabía donde iban exactamente, chocó contra su espalda y se apartó con rapidez, toda la que podía tener con el ligero pinchazo del tobillo, que, gracias a dios, aun estaba en caliente, y esperó a que abriera. Esta vez le costó poco, debían haber desenpolvado la maquinaria de la palanca y la puerta, ya que esta última a penas hizo ruido al abrirse.
Al llegar a la sala el chico tomó la espada que había dejado caer al salir y Beatrice hizo otro tanto, no sabía mucho de esgrima, no le estaba permitido aprenderlo, o esa era la teoría, porque algo si había aprendido por su cuenta y riesgo.
Se situó al lado de Bethlem y le escuchó decir:
-Tiene que haber una llave en alguna parte... Vamos a buscar.
No encontró nada, para pensar con claridad, se sentó en el taburete del piano y abrió la tapa, necesitaba hacer cosas para pensar con claridad. Haciendo una escala, una de las notas sonó cortada, no como cuando se rope la cuerda, ni como cuando está desafinado, simplemente se cortó. Extrañada, miró a Bethlem y se alzó para levantar la tapa:
- Ese Do, no me ha sonado bien- comentó la chica con una sonrisa, esperando al joven.
Ella no quería tocar nada del interior del piano por si lo estropeaba más, en cambio, el chico, al ser compositor, debía saber mucho mejor que ella, como localizar lo que atascaba esa nota, con algo de suerte. No pensaba que fuera a ser la llave que abría la puerta, sería demasiada casualidad y demasiada suerte, ¿o tal vez no?
Última edición por Beatrice Delteria el Dom Abr 26, 2015 11:14 am, editado 1 vez
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Le pareció encantador ver cómo Beatrice tomaba también una espada. Juntos buscaron dicha llave, pero no aparecía por ningún sitio. La joven se sentó en la banqueta del piano, tocando una escala distraída, tratando de pensar dónde podría estar el objeto.
Bethlem seguía buscando la llave hasta que de pronto algo le hizo detenerse y girarse a mirar sorprendido hacia el piano. Rápidamente se acercó a él, mirando a Beatrice emocionado.- ¿Estará ahí la llave?.-Preguntó mientras su corazón empezaba a latir a mil por hora. Abrió rápidamente la tama armónica del piano, inspeccionando el interior del piano. Efectivamente, entre una de las cuerdas estaba atrapada la llave. Alguien había estado utilizando aquel piano como escondite, eso podía explicar las cuerdas rotas.
Bethlem le mostró la llave a Beatrice sin caber en la emoción que sentía en aquellos instantes. Por unos momentos se quedó paralizado por la emoción, pero rápidamente se dirigió sin vacilar a la puerta, aquel misterio debía ser resuelto. Metió la llave en la cerradura, y efectivamente encajaba a la perfección. Ya sólo quedaba girarla y... Voilá, la puerta estaba abierta. Bethlem pasó al interior de aquella habitación, y en un instante se le dilataron las pupilas por lo hermoso que era lo que tenía delante.
Los dos jóvenes acababan de descubrir una sala completamente llena de instrumentos, aquel era el lugar perfecto para el joven compositor. Había instrumentos de todas las clases, de viento, de cuerda y un piano de pared que por alguna razón parecía mucho más cuidado que el que habían encontrado en la sala anterior. Bethlem no pudo evitar ir acercándose a cada instrumento. Cogió un violín y lo observó con atención, parecía ser un instrumento bastante antiguo, pero a pesar de ello conservaba las cuerdas y parecía estar en buen estado. Ninguno de aquellos instrumentos parecía tener mucho polvo.- Esto es una maravilla.-No pudo evitar decir el joven toqueteando todos los instrumentos que iba viendo, cada uno le llamaba más la atención que el anterior.-Aquí hay instrumentos que deben tener lo menos cien años.-Dijo con aire soñador y sin poder controlar la emoción. Rápidamente abrió la tapa del piano y tocó distraídamente una melodía conocida. El piano no estaba tan desafinado como el anterior.
Bethlem empezó a tocar un poco lo que pudo, puesto que no había banqueta para sentarse en aquella sala, y entonces sucedió algo que le dejó completamente paralizado. La respuesta a la melodía que estaba tocando sonó en el piano de la sala que habían abandonado.-¿Has oído eso?- Preguntó en un susurro a Beatrice, sin atreverse a levantar mucho la voz.Tenía la esperanza de que aquello solo hubiese sido producto de su imaginación. Rápidamente cogió la espada y se plantó al lado de la joven, sujetando la espada como buenamente podía. Su corazón palpitaba como si se el fuese a salir del pecho, algo no marchaba nada bien.
Bethlem seguía buscando la llave hasta que de pronto algo le hizo detenerse y girarse a mirar sorprendido hacia el piano. Rápidamente se acercó a él, mirando a Beatrice emocionado.- ¿Estará ahí la llave?.-Preguntó mientras su corazón empezaba a latir a mil por hora. Abrió rápidamente la tama armónica del piano, inspeccionando el interior del piano. Efectivamente, entre una de las cuerdas estaba atrapada la llave. Alguien había estado utilizando aquel piano como escondite, eso podía explicar las cuerdas rotas.
Bethlem le mostró la llave a Beatrice sin caber en la emoción que sentía en aquellos instantes. Por unos momentos se quedó paralizado por la emoción, pero rápidamente se dirigió sin vacilar a la puerta, aquel misterio debía ser resuelto. Metió la llave en la cerradura, y efectivamente encajaba a la perfección. Ya sólo quedaba girarla y... Voilá, la puerta estaba abierta. Bethlem pasó al interior de aquella habitación, y en un instante se le dilataron las pupilas por lo hermoso que era lo que tenía delante.
Los dos jóvenes acababan de descubrir una sala completamente llena de instrumentos, aquel era el lugar perfecto para el joven compositor. Había instrumentos de todas las clases, de viento, de cuerda y un piano de pared que por alguna razón parecía mucho más cuidado que el que habían encontrado en la sala anterior. Bethlem no pudo evitar ir acercándose a cada instrumento. Cogió un violín y lo observó con atención, parecía ser un instrumento bastante antiguo, pero a pesar de ello conservaba las cuerdas y parecía estar en buen estado. Ninguno de aquellos instrumentos parecía tener mucho polvo.- Esto es una maravilla.-No pudo evitar decir el joven toqueteando todos los instrumentos que iba viendo, cada uno le llamaba más la atención que el anterior.-Aquí hay instrumentos que deben tener lo menos cien años.-Dijo con aire soñador y sin poder controlar la emoción. Rápidamente abrió la tapa del piano y tocó distraídamente una melodía conocida. El piano no estaba tan desafinado como el anterior.
Bethlem empezó a tocar un poco lo que pudo, puesto que no había banqueta para sentarse en aquella sala, y entonces sucedió algo que le dejó completamente paralizado. La respuesta a la melodía que estaba tocando sonó en el piano de la sala que habían abandonado.-¿Has oído eso?- Preguntó en un susurro a Beatrice, sin atreverse a levantar mucho la voz.Tenía la esperanza de que aquello solo hubiese sido producto de su imaginación. Rápidamente cogió la espada y se plantó al lado de la joven, sujetando la espada como buenamente podía. Su corazón palpitaba como si se el fuese a salir del pecho, algo no marchaba nada bien.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
- ¿Estará ahí la llave?- preguntó el chico abriendo el piano.
Beatrice esperó en silencio mientras veía como el joven removía cosas por el interior del instrumento. Ella no tenía ni idea de que estaba tocando, de vez en cuando salían sonidos de dentro del piano, y, finalmente, el chico sacó una llave con cara emocionada, Beatrice soltó una risilla, la cara había sido tan aniñada y adorable que no pudo evitarlo. La llave era grande y dorada, parecía que encajaría perfectamente en el ojo de la cerradura.
Fue tras el chico, que se disponía a abrir la puerta y tras girar la llave una, dos, tres veces, se escuchó un clac, y la puerta se abrió suavemente. Al otro lado de vano una sala, repleta de instrumentos, polvorientos, pero claramente mejor conservados que el piano de la sala anterior, se abrió ante ellos, Era impresionante,si a ella le esntusiasmaba, su acompañante debía sentirse total y completmente eufórico. Lo miró mientras el chico musitaba lo maravilloso que era todo aquello al tiempo que se dedicaba a mirar toda la sala. Por lo que decía el joven y lo que ella misma había estudiado sobre la compraventa de los mismos, tenía razón, eran muy antiguos. El chico, con la emoción propia de alguien que adora su profesión, corrió hacia un piano de pared.
Con una sonrisa por la emoción del joven, Beatrice examinó un chelo, no muy alejado de ella. El barniz, de un tono rojizo, parecía completamente intacto, una de las cuerdas tenía un precioso tinte dorado, y el tamaño, el grosor, la calidad de la madera, todo, todo en el instrumento era perfecto, "ojala supiera tocarlo, me encantaría provar sus sonido" pensó ella justo antes de comenzar a oir suaves notas salir del piano de mesa. Estaba algo desafinado, estaba claro, pero el sonido era completamente dulce, te envolvía y parecía que acariciase los oidos, era un sonido tan profundo y cálido que alimentaba el alma con su timbre.
Fue a acercarse para disfrutar de la música desde más cerca cuando, desde la otra sala, las siguientes notas de la pieza empezaron a sonar, era la mísma canción, el mismo ritmo, pero ese sonido... no era cálido, no era dulce, estaba teñido de frialdad, como si el interprete tuviese un enorme odio en su corazón. La sangre de Beatrice se heló con ese sonido. Bethlem, recogiendo su espada, se puso frente a ella, como si quisiera defenderla, mientras le preguntaba si había escuchado lo mismo que él:
- Si, lo he oido...- susurró ella cogiendo la espada con fuerza- ¿crees que haya alguien?- dijo mientras se acercaba a la puerta, asomandose a la sala anterior.- No hay nadie- comentó viendo la sala, mientras aun sonaba la música.
- ¡¡WELCOME LADYS AND GENTEMANS!!- gritó una voz distorsionada desde el piano- sean bienvenidos a esta magistral Dramatic Opera- siguió como si presentase un obra de arte con un enorme acento inglés- En esta obra la opertura empieza con una historia de amor very beautifull- comentó mezclando palabras en ingles porque si- y en las Arias, podreis ver la muerte de una bella dama que rechazó el amor de un hombre por el de otro que la amaba menos.- Entonces un enorme sonido salió del piano, era desagradable y desgarrador, hacía que dolieran los oidos.
Beatrice, que no entendía nada, miraba quien era el que hablaba y tocaba con tanto odio mientras se tapaba los oidos dolorida. Finalmente, cuando el sonido paró, vió el reflejo de un alma fantasmal en un espejo, no podía ser, ¿o tal vez si? ¿Acaso existían los fantasmas? Sorprendida, miró a Bethlem con la oca abierta, debatiendose entre el miedo y la emoción. Cuando el sonido del piano cesó por completo, el entusiasmo ganó al miedo y con su cojera se acercó un poco al fantasma y empezó a mirarlo por todos lados:
- Oh, cielos, ¿es de verdad? ¿No es una ilusión ni nada? Quiero decir, ¿los fantasmas realmente existen? esto es interesante. Disculpe- preguntó directamente al hombre con peluca que flotaba sobre el suelo- ¿si intento tocarlo lo atravesaré? ¿sería eso de mala educación? ¿Es mi pregunta mal educada? Si es así disculpe, pero nunca había tratado con fantasmas. Soy una persona curiosa y me resultan interesantes estás cosas. ¿usted come? ¿puede dormir? ¿es cierto que les gusta asustar? ¿Es verdad que son almas en pena? ¿o es que estan aquí para compensar errores? oh, no, ya se, ¿están aquí para ayudar a los vivos y hasta que no haga algo bueno no irña al cielo? ¿Puedo provar a cruzarlo?- Estaba tan ensimismada preguntando que no se fijo en la cara del fantasma, que, sorprendido permanecía estático.
- ¿Are you serious lady?- habló por fin con su fuerte acento aun más claro debido a la incredulidad- ¿Ves a un fantasma por primera vez y no te asustas?
- Oh, si, verá- dijo alejandose- se que los fantasmas, o bueno, he leido, que ustedes pueden tomar posesiones de cuerpos que tengan un aura similar a la suya y cosas así, y que pueden mover objetos si usan mucha esencia, pero sinceramente, no se que razónes tendrían para hacer algo así, me dan más miedo los vivos, que por intentar tener un falso goce en vida hacen lo que sea por satisfacción propia sin importar a quien hieren. Usted ya no tiene esas preocupaciones, ni me conoce ni tiene razones para intentar dañarme, por lo que no veo la razón para tener miedo de usted.- la joven se acercó a Bethlem para estar al lado del chico antes de preguntarle al espectro- ¿Podría contarnos su historia?.
No le preocupaba que el espectro la considerase maleducada, al fin y al cabo poco tenía ya que ver con la sociedad o con los negocios de su familia, y no podría esparcir rumor alguno sobre ella, aun entusiasmada se sentó en una banqueta dispuesta a escuchar lo que el espíritu tenía que decir. Después decidiría si le daba miedo o no.
Beatrice esperó en silencio mientras veía como el joven removía cosas por el interior del instrumento. Ella no tenía ni idea de que estaba tocando, de vez en cuando salían sonidos de dentro del piano, y, finalmente, el chico sacó una llave con cara emocionada, Beatrice soltó una risilla, la cara había sido tan aniñada y adorable que no pudo evitarlo. La llave era grande y dorada, parecía que encajaría perfectamente en el ojo de la cerradura.
Fue tras el chico, que se disponía a abrir la puerta y tras girar la llave una, dos, tres veces, se escuchó un clac, y la puerta se abrió suavemente. Al otro lado de vano una sala, repleta de instrumentos, polvorientos, pero claramente mejor conservados que el piano de la sala anterior, se abrió ante ellos, Era impresionante,si a ella le esntusiasmaba, su acompañante debía sentirse total y completmente eufórico. Lo miró mientras el chico musitaba lo maravilloso que era todo aquello al tiempo que se dedicaba a mirar toda la sala. Por lo que decía el joven y lo que ella misma había estudiado sobre la compraventa de los mismos, tenía razón, eran muy antiguos. El chico, con la emoción propia de alguien que adora su profesión, corrió hacia un piano de pared.
Con una sonrisa por la emoción del joven, Beatrice examinó un chelo, no muy alejado de ella. El barniz, de un tono rojizo, parecía completamente intacto, una de las cuerdas tenía un precioso tinte dorado, y el tamaño, el grosor, la calidad de la madera, todo, todo en el instrumento era perfecto, "ojala supiera tocarlo, me encantaría provar sus sonido" pensó ella justo antes de comenzar a oir suaves notas salir del piano de mesa. Estaba algo desafinado, estaba claro, pero el sonido era completamente dulce, te envolvía y parecía que acariciase los oidos, era un sonido tan profundo y cálido que alimentaba el alma con su timbre.
Fue a acercarse para disfrutar de la música desde más cerca cuando, desde la otra sala, las siguientes notas de la pieza empezaron a sonar, era la mísma canción, el mismo ritmo, pero ese sonido... no era cálido, no era dulce, estaba teñido de frialdad, como si el interprete tuviese un enorme odio en su corazón. La sangre de Beatrice se heló con ese sonido. Bethlem, recogiendo su espada, se puso frente a ella, como si quisiera defenderla, mientras le preguntaba si había escuchado lo mismo que él:
- Si, lo he oido...- susurró ella cogiendo la espada con fuerza- ¿crees que haya alguien?- dijo mientras se acercaba a la puerta, asomandose a la sala anterior.- No hay nadie- comentó viendo la sala, mientras aun sonaba la música.
- ¡¡WELCOME LADYS AND GENTEMANS!!- gritó una voz distorsionada desde el piano- sean bienvenidos a esta magistral Dramatic Opera- siguió como si presentase un obra de arte con un enorme acento inglés- En esta obra la opertura empieza con una historia de amor very beautifull- comentó mezclando palabras en ingles porque si- y en las Arias, podreis ver la muerte de una bella dama que rechazó el amor de un hombre por el de otro que la amaba menos.- Entonces un enorme sonido salió del piano, era desagradable y desgarrador, hacía que dolieran los oidos.
Beatrice, que no entendía nada, miraba quien era el que hablaba y tocaba con tanto odio mientras se tapaba los oidos dolorida. Finalmente, cuando el sonido paró, vió el reflejo de un alma fantasmal en un espejo, no podía ser, ¿o tal vez si? ¿Acaso existían los fantasmas? Sorprendida, miró a Bethlem con la oca abierta, debatiendose entre el miedo y la emoción. Cuando el sonido del piano cesó por completo, el entusiasmo ganó al miedo y con su cojera se acercó un poco al fantasma y empezó a mirarlo por todos lados:
- Oh, cielos, ¿es de verdad? ¿No es una ilusión ni nada? Quiero decir, ¿los fantasmas realmente existen? esto es interesante. Disculpe- preguntó directamente al hombre con peluca que flotaba sobre el suelo- ¿si intento tocarlo lo atravesaré? ¿sería eso de mala educación? ¿Es mi pregunta mal educada? Si es así disculpe, pero nunca había tratado con fantasmas. Soy una persona curiosa y me resultan interesantes estás cosas. ¿usted come? ¿puede dormir? ¿es cierto que les gusta asustar? ¿Es verdad que son almas en pena? ¿o es que estan aquí para compensar errores? oh, no, ya se, ¿están aquí para ayudar a los vivos y hasta que no haga algo bueno no irña al cielo? ¿Puedo provar a cruzarlo?- Estaba tan ensimismada preguntando que no se fijo en la cara del fantasma, que, sorprendido permanecía estático.
- ¿Are you serious lady?- habló por fin con su fuerte acento aun más claro debido a la incredulidad- ¿Ves a un fantasma por primera vez y no te asustas?
- Oh, si, verá- dijo alejandose- se que los fantasmas, o bueno, he leido, que ustedes pueden tomar posesiones de cuerpos que tengan un aura similar a la suya y cosas así, y que pueden mover objetos si usan mucha esencia, pero sinceramente, no se que razónes tendrían para hacer algo así, me dan más miedo los vivos, que por intentar tener un falso goce en vida hacen lo que sea por satisfacción propia sin importar a quien hieren. Usted ya no tiene esas preocupaciones, ni me conoce ni tiene razones para intentar dañarme, por lo que no veo la razón para tener miedo de usted.- la joven se acercó a Bethlem para estar al lado del chico antes de preguntarle al espectro- ¿Podría contarnos su historia?.
No le preocupaba que el espectro la considerase maleducada, al fin y al cabo poco tenía ya que ver con la sociedad o con los negocios de su familia, y no podría esparcir rumor alguno sobre ella, aun entusiasmada se sentó en una banqueta dispuesta a escuchar lo que el espíritu tenía que decir. Después decidiría si le daba miedo o no.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Una fantasmagórica voz declamaba tal y como lo haría un actor presentando una obra, que al parecer, era una ópera, y desde luego aquella era una buena voz. De pronto un sonido terriblemente desagradable y fuerte salió del piano. Bethlem se cubrió los oídos, si a Beatrice le resultaba desagradable, para él era como una tortura. Cerró fuertemente los ojos, sentía que le iba a estallar la cabeza. Sin poder evitarlo se arrodilló en el suelo sintiendo un fuerte pitido en los oídos. Llegó un momento en el que el joven empezó a marearse, y acabó en el suelo encogido sobre sí mismo. Una vez paró Bethlem tardó en poder volver a oír.
Cuando se sintió lo suficientemente fuerte de nuevo volvió a levantarse, aunque aún le molestaban los oídos. Miró hacia Beatrice, preguntándose dónde estaba, sintiendo que acababa posiblemente de ponerla en peligro con su momento de debilidad, temía que le hubiese podido ocurrir algo... Pero en cuanto la vio no pudo creer lo que estaba viendo.
Beatrice estaba en frente de una figura absolutamente fantasmal, que incluso al joven le habría dado un miedo tremendo, pero en lugar de eso le estaba haciendo un montón de preguntas como loca, con la curiosidad de un niño por así decirlo. La expresión de Bethlem pasó por muchos estados, no podía creer lo que estaba viendo, la misma jovencita que momentos antes se había protegido tras él estaba ahora hablando como si nada con lo que parecía ser un fantasma. Primero pasó del dolor de instantes antes al asombro, después sencillamente no pudo evitar tener que aguantar la risa, aquella era una situación absolutamente surrealista. El fantasma estaba igual de perplejo, o incluso más que el joven.
Beatrice se acercó de nuevo al chico, y le pidió al fantasma que contase su historia. El fantasma miró por primera vez con gesto incrédulo a Bethlem.- A mi no me mire, Sir.-Dijo encogiéndose de hombros y haciendo una mueca graciosa.- Creo que ahora mismo yo estoy igual de perplejo de usted.- Miró a Beatrice y de nuevo al fantasma.-A mi también me gustaría conocer su historia si eso es posible.-Decidió decir el joven, después de todo ya no se iba a asustar, ¿por qué no seguir el curso de las cosas?.
En realidad a Bethlem no le extrañaba que hubiese fantasmas, conocía Vampiros y él mismo era un licántropo, todo aquello le parecía perfectamente posible, pero por lo que veía Beatrice no lo conocía de ante mano. Sólo esperaba que el fantasma no dijese nada sobre que él era un licántropo, temía lo que pudiese pasar a partir de entonces con respecto a su acompañante, no sería la primera vez que no querían saber nada de él por ello.
El fantasma les miró a ambos, parecía que le disgustaba en cierto modo el hecho de no haber asustado como pensaba a aquellos dos mortales.- Yo... Em...- Bethlem alzó una ceja, tanto tiempo allí, ¿y no sabía que decir?. El joven decidió sentarse en el suelo, cogiéndose las rodillas y mirando atentamente a aquel ente, como un niño que espera impaciente que le cuenten la historia de antes de irse a dormir. Hizo un gesto a Beatrice para que se sentase a su lado. Estaba dispuesto a escuchar la historia.-Somos todo oídos.-Dijo con una enorme sonrisa cargada de emoción.-Si es que no me he quedado sordo por el estruendo de antes.-Dijo con algo de molestia. Otra cosa quizá no, pero los oídos eran algo sagrado para el joven, no se podía permitir perderlos por cosas como aquella.
Cuando se sintió lo suficientemente fuerte de nuevo volvió a levantarse, aunque aún le molestaban los oídos. Miró hacia Beatrice, preguntándose dónde estaba, sintiendo que acababa posiblemente de ponerla en peligro con su momento de debilidad, temía que le hubiese podido ocurrir algo... Pero en cuanto la vio no pudo creer lo que estaba viendo.
Beatrice estaba en frente de una figura absolutamente fantasmal, que incluso al joven le habría dado un miedo tremendo, pero en lugar de eso le estaba haciendo un montón de preguntas como loca, con la curiosidad de un niño por así decirlo. La expresión de Bethlem pasó por muchos estados, no podía creer lo que estaba viendo, la misma jovencita que momentos antes se había protegido tras él estaba ahora hablando como si nada con lo que parecía ser un fantasma. Primero pasó del dolor de instantes antes al asombro, después sencillamente no pudo evitar tener que aguantar la risa, aquella era una situación absolutamente surrealista. El fantasma estaba igual de perplejo, o incluso más que el joven.
Beatrice se acercó de nuevo al chico, y le pidió al fantasma que contase su historia. El fantasma miró por primera vez con gesto incrédulo a Bethlem.- A mi no me mire, Sir.-Dijo encogiéndose de hombros y haciendo una mueca graciosa.- Creo que ahora mismo yo estoy igual de perplejo de usted.- Miró a Beatrice y de nuevo al fantasma.-A mi también me gustaría conocer su historia si eso es posible.-Decidió decir el joven, después de todo ya no se iba a asustar, ¿por qué no seguir el curso de las cosas?.
En realidad a Bethlem no le extrañaba que hubiese fantasmas, conocía Vampiros y él mismo era un licántropo, todo aquello le parecía perfectamente posible, pero por lo que veía Beatrice no lo conocía de ante mano. Sólo esperaba que el fantasma no dijese nada sobre que él era un licántropo, temía lo que pudiese pasar a partir de entonces con respecto a su acompañante, no sería la primera vez que no querían saber nada de él por ello.
El fantasma les miró a ambos, parecía que le disgustaba en cierto modo el hecho de no haber asustado como pensaba a aquellos dos mortales.- Yo... Em...- Bethlem alzó una ceja, tanto tiempo allí, ¿y no sabía que decir?. El joven decidió sentarse en el suelo, cogiéndose las rodillas y mirando atentamente a aquel ente, como un niño que espera impaciente que le cuenten la historia de antes de irse a dormir. Hizo un gesto a Beatrice para que se sentase a su lado. Estaba dispuesto a escuchar la historia.-Somos todo oídos.-Dijo con una enorme sonrisa cargada de emoción.-Si es que no me he quedado sordo por el estruendo de antes.-Dijo con algo de molestia. Otra cosa quizá no, pero los oídos eran algo sagrado para el joven, no se podía permitir perderlos por cosas como aquella.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
La chica no acababa de entender las reacciones del fantasma y el chico, que precían sorprendidos, y hablanban como si hubueran visto algo raro, es decir, había un fantasma en el cuarto y la rara era ella, se mordió el labio, divertida por la conversación del joven y el espectro.
El fantasma miró al chico, que, divertido, le dijo:
-A mi no me mire, Sir. Creo que ahora mismo yo estoy igual de perplejo de usted.- Comentó Bethlem mirando a la chica mientras ella le devolvía una mirada extrañada pero divertida -A mi también me gustaría conocer su historia si eso es posible.
El chico se sentó y Beatrice hizo otro tanto, como el vestido ya estaba sucio, le daba igual sentarse en el suelo polvoriento. Miró paciente al fantasma que parecía sorprendido y no sabía por donde empezar, entonces su compañero le confirmó al ente que eran todo oidos. Dijo algo sobre dejarlo sordo, y Beatrice se giró a mirarlo, preocupada, cierto que el sonido había sido molesto y chirriante, pero ¿tanto daño le había hecho al joven? Supuso que, dedicandose a la música, su oido sería mucho más fino que el de ella y antes de que el fantasma empezara a hablar le preguntó al chico:
- ¿Estás bien ¿Aun te duele el oido?
Tras oir la respuesta del joven, aun algo preocupada, se volvió a girar, la voz del fantasma había vuelto a sonar, molesta:
- Me pedis que os cuente mi historia, y os poneis a hablar entre vosotros, estos jovenes de hoy en día...- protestó el tipo con pleuca.
- Disculpe, Sir, pero si usted no nos hubiera torturado con ese estruendo tan horrible nos habríamos ahorrado esta pregunta.- Respondió Beatrice
- Lo siento, gajes del oficio- se disculpo sin disculparse,- y ahora, disponeos a contemplar mi historia- Dijo antes de, desde la nada, lanzar una especie de halo verde.- Yo era un joven enamorado- empezó a ahablar el hombre mientras imagenes del teatro se sucedían- Un famoso director de orquesta que ayudaba en una opera nueva. Que se enamoró de la bella Elein- explicó cuando apareció la imagen de una mujer muy similar a la actriz que había muerto esa noche- Nos enamoramos mientras prácticabamos las Arias, esa Lady tenía una voz... más pura que la de los ángeles- Una voz fina y fuerte, clara como el cristal más fino, les llenó los tímpanos- Elein, mi Elein...- susurró el fantasma con melancolía- Estuvimos viviendo nuestra historia de amor durante meses, pero entonces, un caballero a quien unicamente le gustó su actuación, se la llevó con él, con promesas de triunfo- una imagen de la muchacha alejandose en brazos de otro hombre apareció frente a ellos antes de que todo se desvaneciese del mismo modo que había llegado- Y finalmente, morí solo- confesó triste- Yo solo fui un entrenetenimiento, y hoya, esa joven actriz tan similar a mi Elein, iba a hacerle lo mismo al director, no podía permitirlo.
- Usted... ¿la ha matado?- Preguntó Beatrice empezando a asustarse, la historia del fantasma la había conmovido, pero esa última confesión...
-it hurt so much- dijo- Esa mujer traidora, merecía morir sola, as I died- siguió enfadado- Me metí en el cuerpo del director y le hice envenenar la bebida de la joven, y, para asegurarme, hice que tomara una de esas armas tan horribles que teneis ahora y la hiriese para acelerar el proceso.- Terminó de explicar mirandose las manos con ira.
- ¿Y ahora?- Preguntó Beatrice incredula, ¿simplemente había matado a alguien por venganza?- ¿Ya está satisfecho? Porque parece igual de furioso que antes, igual de solo. Ahora se ha vengado, ¿qué piensa hacer?
- ¿Hacer?, I don't know.- reflexionó paseando.
- Ahora sigue furioso, triste y solo, con la ligra diferencia de que encima tiene las manos manchadas de sangre, ¿de que le ha servido todo ese odio durante años?
- Calla- empezó a enfurecerse.
- Si hubiese intentado superar lo que sucedió habría podido tener una vida maravillosa.
- ¡¡¡Silence!!!!- Chilló empezando a mover objetos.
Beatrice, que se había ido poniendo de pie a medida que hablaba, tuvo que volver a agacharse tapandose la cabeza. Ahora si que tenía miedo. Mordiendose el labio miró a Bethlem y le susurró un "Lo siento mucho" arrepentido, con ojos asustados, estaban frente a un asesino, tendría que haber estado callada. Ahora sabían todo lo que había sucedido, ya podían dejar que la investigación siguiera su curso, pero necesitaban salir de allí. La joven no sabía como, las cosas volaban por todos lados estrellandose contra las paredes, y ese lugar estaba tan alejado de todo que nadie lo escucharía, tenían que llegar a la puerta, que estaba al otro lado de la estancia, o buscar una salida más cercana.
Un enorme cajón se estrelló en la pared de al lado, no muy lejos de ellos y las astillas volaron. Solo deseaba que no se movieran las espadas, tenía una en mano, pero no era ninguna experta en el arte de la lucha a espada, tenían que salir de allí pero ya.
El fantasma miró al chico, que, divertido, le dijo:
-A mi no me mire, Sir. Creo que ahora mismo yo estoy igual de perplejo de usted.- Comentó Bethlem mirando a la chica mientras ella le devolvía una mirada extrañada pero divertida -A mi también me gustaría conocer su historia si eso es posible.
El chico se sentó y Beatrice hizo otro tanto, como el vestido ya estaba sucio, le daba igual sentarse en el suelo polvoriento. Miró paciente al fantasma que parecía sorprendido y no sabía por donde empezar, entonces su compañero le confirmó al ente que eran todo oidos. Dijo algo sobre dejarlo sordo, y Beatrice se giró a mirarlo, preocupada, cierto que el sonido había sido molesto y chirriante, pero ¿tanto daño le había hecho al joven? Supuso que, dedicandose a la música, su oido sería mucho más fino que el de ella y antes de que el fantasma empezara a hablar le preguntó al chico:
- ¿Estás bien ¿Aun te duele el oido?
Tras oir la respuesta del joven, aun algo preocupada, se volvió a girar, la voz del fantasma había vuelto a sonar, molesta:
- Me pedis que os cuente mi historia, y os poneis a hablar entre vosotros, estos jovenes de hoy en día...- protestó el tipo con pleuca.
- Disculpe, Sir, pero si usted no nos hubiera torturado con ese estruendo tan horrible nos habríamos ahorrado esta pregunta.- Respondió Beatrice
- Lo siento, gajes del oficio- se disculpo sin disculparse,- y ahora, disponeos a contemplar mi historia- Dijo antes de, desde la nada, lanzar una especie de halo verde.- Yo era un joven enamorado- empezó a ahablar el hombre mientras imagenes del teatro se sucedían- Un famoso director de orquesta que ayudaba en una opera nueva. Que se enamoró de la bella Elein- explicó cuando apareció la imagen de una mujer muy similar a la actriz que había muerto esa noche- Nos enamoramos mientras prácticabamos las Arias, esa Lady tenía una voz... más pura que la de los ángeles- Una voz fina y fuerte, clara como el cristal más fino, les llenó los tímpanos- Elein, mi Elein...- susurró el fantasma con melancolía- Estuvimos viviendo nuestra historia de amor durante meses, pero entonces, un caballero a quien unicamente le gustó su actuación, se la llevó con él, con promesas de triunfo- una imagen de la muchacha alejandose en brazos de otro hombre apareció frente a ellos antes de que todo se desvaneciese del mismo modo que había llegado- Y finalmente, morí solo- confesó triste- Yo solo fui un entrenetenimiento, y hoya, esa joven actriz tan similar a mi Elein, iba a hacerle lo mismo al director, no podía permitirlo.
- Usted... ¿la ha matado?- Preguntó Beatrice empezando a asustarse, la historia del fantasma la había conmovido, pero esa última confesión...
-it hurt so much- dijo- Esa mujer traidora, merecía morir sola, as I died- siguió enfadado- Me metí en el cuerpo del director y le hice envenenar la bebida de la joven, y, para asegurarme, hice que tomara una de esas armas tan horribles que teneis ahora y la hiriese para acelerar el proceso.- Terminó de explicar mirandose las manos con ira.
- ¿Y ahora?- Preguntó Beatrice incredula, ¿simplemente había matado a alguien por venganza?- ¿Ya está satisfecho? Porque parece igual de furioso que antes, igual de solo. Ahora se ha vengado, ¿qué piensa hacer?
- ¿Hacer?, I don't know.- reflexionó paseando.
- Ahora sigue furioso, triste y solo, con la ligra diferencia de que encima tiene las manos manchadas de sangre, ¿de que le ha servido todo ese odio durante años?
- Calla- empezó a enfurecerse.
- Si hubiese intentado superar lo que sucedió habría podido tener una vida maravillosa.
- ¡¡¡Silence!!!!- Chilló empezando a mover objetos.
Beatrice, que se había ido poniendo de pie a medida que hablaba, tuvo que volver a agacharse tapandose la cabeza. Ahora si que tenía miedo. Mordiendose el labio miró a Bethlem y le susurró un "Lo siento mucho" arrepentido, con ojos asustados, estaban frente a un asesino, tendría que haber estado callada. Ahora sabían todo lo que había sucedido, ya podían dejar que la investigación siguiera su curso, pero necesitaban salir de allí. La joven no sabía como, las cosas volaban por todos lados estrellandose contra las paredes, y ese lugar estaba tan alejado de todo que nadie lo escucharía, tenían que llegar a la puerta, que estaba al otro lado de la estancia, o buscar una salida más cercana.
Un enorme cajón se estrelló en la pared de al lado, no muy lejos de ellos y las astillas volaron. Solo deseaba que no se movieran las espadas, tenía una en mano, pero no era ninguna experta en el arte de la lucha a espada, tenían que salir de allí pero ya.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Re: Lunas de sangre
Bethlem se tensó por unos instantes, en el fondo el hecho de ser músico no tenía nada que ver con su oído, era más bien por el hecho de que en algunos aspectos se asemejaba a un perro, pero eso era algo que no podía decir.- Si estoy bien.-La miró con una sonrisa.-Tengo un oído sensible, sencillamente.- Al fantasma pareción hacerle gracia aquello, puesto que puso una sonrisa irónica, al parecer él si sabía el por qué de su oído, pero no estaba entre sus intereses comentar nada sobre aquello, por lo que el joven pudo relajarse. Aquel ente abstracto se quejó por nuestro repentino desinterés
El hombre con peluca hizo una especie de disculpa que no era disculpa, más bien se justificó, lo que a Bethlem le molestó y le hizo fruncir el ceño, pero decidió no decir nada, tenía más interés en escuchar la historia que en quejarse por el comportamiento de aquel fantasma pasadito en años.
Poco a poco, mientras contaba la historia varias imágenes nos envolvían, nos mostraba sus recuerdos, ahora todo tenía sentido, su historia era de celos e ira... Pero lo que no tenía sentido era la manera en que había tratado de reprimir su ira, cuando en realidad tan sólo había provocado un desastre, y había acabado con la vida de una persona... Y todo ¿por qué? en realidad por nada. Ambos jóvenes estaban indignados, Beatrice quizá incluso más que el chico, puesto que empezó a sulfurarse, Bethlem la miraba alarmado, mirando también al fantasma, que estaba empezando a enfurecerse, ¡y mucho!.
Beatrice se encogió sobre si misma susurrando al joven un lo siento. Todo aquello se convirtió en un caos, volaban cosas por el lugar, en esos momentos las espadas no servía, después de todo no se pude dañar a un fantasma ¿No?. Una caja estalló cerca de ellos, lo que provocó el acto reflejo en el joven de cubrirse con las manos.- Vamos a salir de aquí.-Dijo pensando en las posibilidades que tenían.
El fantasma parecía muy concentrado en tirar cosas por ira, más que en atacarlos a ellos directamente, puesto que de haber querido lo habría hecho, por lo que Bethlem pensó en que lo mejor sería salir de allí con discreción.-Sígueme, cúbrete bien con las manos y no te levantes.-Dijo Bethlem a Beatrice serio, pero seguro de que todo iba a ir bien. Muy despacio comenzó a desplazarse de cuclillas por la sala. El fantasma se desplazaba de un lado a otro tirando todo lo que encontraba, aunque curiosamente trataba de no dañar los instrumentos que había por allí.
Las cosas iban volando y rompiéndose cerca de ellos, Bethlem a veces trataba de cubrir un poco a Beatrice y en muchas ocasiones a si mismo, evitando llevarse un golpe... Pero avanzaban muy despacio, y en algún momento aquel fantasma malhumorado debió percatarse de que estaba huyendo de él puesto que decidió cebarse un poco con Bethlem... Quizá había llegado a la conclusión de que el verdadero culpable de toda la historia era el hombre que le arrebató a su amada y no ella, o sencillamente fue porque el muchacho estaba de avanzadilla. En su arrebato de ira le lanzó un cajón lleno de cubiertos y otros pequeños objetos un tanto punzantes que no le dió tiempo a esquivar. Le dio en el costado, con tal fuerza que el joven quedó unos instantes tirado en el suelo, y probablemente se le hubiese como poco clavado algo, puesto que sentía un dolor punzante... Aún así decidió que lo mejor que podía hacer era seguir avanzando, sin detenerse, ya habría tiempo de mirar la gravedad de aquello después... De todas maneras no tardaría mucho en curarse.
El hombre con peluca hizo una especie de disculpa que no era disculpa, más bien se justificó, lo que a Bethlem le molestó y le hizo fruncir el ceño, pero decidió no decir nada, tenía más interés en escuchar la historia que en quejarse por el comportamiento de aquel fantasma pasadito en años.
Poco a poco, mientras contaba la historia varias imágenes nos envolvían, nos mostraba sus recuerdos, ahora todo tenía sentido, su historia era de celos e ira... Pero lo que no tenía sentido era la manera en que había tratado de reprimir su ira, cuando en realidad tan sólo había provocado un desastre, y había acabado con la vida de una persona... Y todo ¿por qué? en realidad por nada. Ambos jóvenes estaban indignados, Beatrice quizá incluso más que el chico, puesto que empezó a sulfurarse, Bethlem la miraba alarmado, mirando también al fantasma, que estaba empezando a enfurecerse, ¡y mucho!.
Beatrice se encogió sobre si misma susurrando al joven un lo siento. Todo aquello se convirtió en un caos, volaban cosas por el lugar, en esos momentos las espadas no servía, después de todo no se pude dañar a un fantasma ¿No?. Una caja estalló cerca de ellos, lo que provocó el acto reflejo en el joven de cubrirse con las manos.- Vamos a salir de aquí.-Dijo pensando en las posibilidades que tenían.
El fantasma parecía muy concentrado en tirar cosas por ira, más que en atacarlos a ellos directamente, puesto que de haber querido lo habría hecho, por lo que Bethlem pensó en que lo mejor sería salir de allí con discreción.-Sígueme, cúbrete bien con las manos y no te levantes.-Dijo Bethlem a Beatrice serio, pero seguro de que todo iba a ir bien. Muy despacio comenzó a desplazarse de cuclillas por la sala. El fantasma se desplazaba de un lado a otro tirando todo lo que encontraba, aunque curiosamente trataba de no dañar los instrumentos que había por allí.
Las cosas iban volando y rompiéndose cerca de ellos, Bethlem a veces trataba de cubrir un poco a Beatrice y en muchas ocasiones a si mismo, evitando llevarse un golpe... Pero avanzaban muy despacio, y en algún momento aquel fantasma malhumorado debió percatarse de que estaba huyendo de él puesto que decidió cebarse un poco con Bethlem... Quizá había llegado a la conclusión de que el verdadero culpable de toda la historia era el hombre que le arrebató a su amada y no ella, o sencillamente fue porque el muchacho estaba de avanzadilla. En su arrebato de ira le lanzó un cajón lleno de cubiertos y otros pequeños objetos un tanto punzantes que no le dió tiempo a esquivar. Le dio en el costado, con tal fuerza que el joven quedó unos instantes tirado en el suelo, y probablemente se le hubiese como poco clavado algo, puesto que sentía un dolor punzante... Aún así decidió que lo mejor que podía hacer era seguir avanzando, sin detenerse, ya habría tiempo de mirar la gravedad de aquello después... De todas maneras no tardaría mucho en curarse.
Bethlem Galianno- Licántropo Clase Media
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Re: Lunas de sangre
Cuando el chico dijo que era momento de salir de allí, Beatrice no pudo estar más de acuerdo y siguió al joven a gatas. Los objetos seguían volando por el cuarto y más de una vez el chico la protegió de que algo la golpease, afortunadamente parecía que el ente estaba más preocupado por lanzar cosas que por ellos. Por desgracia, pronto se dio cuenta de las intenciones de los jovenes y lanzó contra el chico un enorme cajón repleto de objetos. La chica lo vió a camara lenta, el objeto llegó desde la nada y antes de que pudiese reccionar chocaba contra el costado del joven con un fuerte golpe, los cubiertos que llenaban la gaveta, uno de los cuchillos le hizo un corte, Intentó preguntarle si estaba bien, pero el chico continuó su salida sin pararse. Preocupada, la chica le siguió, Un nuevo objeto, esta vez un cajón de madera hueco, fue a estrellarse de nuevo contra el chico, pero la joven lo vió a tiempo y se interpuso entre el y ese nuevo ataque. A pesar de estar vacío dolió bastante, pero mordiendose los labios siguió adelante hasta salir de allí, no era nada comparado con el golpte del joven.
Al salir, soportando el pinchazo del costado y del tobillo, se levantó todo lo rápido que pudo y cerró la palanca con toda la fuerza que tenía, dejando atrás al fantasma. Con rápidez se acercó a Bethlem y lo miró preocupada:
- Por favor, Bethlem, dime que estás bien, ¿te duele mucho?- Un poco de sangre manchaba su camisa y cuando la chica lo vió no se detuvo un solo segundo- Oh dios mío, no por favor- Rompió un trozo de su vestido sin preocuparse por nada, deseó que fuera blanco en lugar de rojo, así podría ver si la sangre se detenía. Apretó la tela contra el lugar rojo a punto de llorar- Lo siento mucho, de verdad, lo siento muchisimo, perdoname, por favor por favor, perdoname perdoname... Lo siento muchisimo...
Empezaron a caerle lágrimas por las mejillas mientras apretaba el improvisado paño contra el costado del chico. Estaba muy preocupada, miraba a todos lados pensando como conseguir un médico, pero le daba miedo dejarlo solo por si le pasaba algo más, si tan solo se hubiese mantenido callada...
Sin que ellos lo supieran, el fantasma, aun furioso, les había seguido hasta el pasillo y observaba la escena, curioso, parecía que su furia comenzaba a desvanecerse poco a poco, y era sustituida por la culpabilidad. Cabizbajo y reflexivo, volvió al cuarto de su destierro planeando algo, que, por una vez, parecía no ser del todo cruel.
Al salir, soportando el pinchazo del costado y del tobillo, se levantó todo lo rápido que pudo y cerró la palanca con toda la fuerza que tenía, dejando atrás al fantasma. Con rápidez se acercó a Bethlem y lo miró preocupada:
- Por favor, Bethlem, dime que estás bien, ¿te duele mucho?- Un poco de sangre manchaba su camisa y cuando la chica lo vió no se detuvo un solo segundo- Oh dios mío, no por favor- Rompió un trozo de su vestido sin preocuparse por nada, deseó que fuera blanco en lugar de rojo, así podría ver si la sangre se detenía. Apretó la tela contra el lugar rojo a punto de llorar- Lo siento mucho, de verdad, lo siento muchisimo, perdoname, por favor por favor, perdoname perdoname... Lo siento muchisimo...
Empezaron a caerle lágrimas por las mejillas mientras apretaba el improvisado paño contra el costado del chico. Estaba muy preocupada, miraba a todos lados pensando como conseguir un médico, pero le daba miedo dejarlo solo por si le pasaba algo más, si tan solo se hubiese mantenido callada...
Sin que ellos lo supieran, el fantasma, aun furioso, les había seguido hasta el pasillo y observaba la escena, curioso, parecía que su furia comenzaba a desvanecerse poco a poco, y era sustituida por la culpabilidad. Cabizbajo y reflexivo, volvió al cuarto de su destierro planeando algo, que, por una vez, parecía no ser del todo cruel.
Beatrice Delteria- Humano Clase Alta
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Beatrice recibió un cajonazo por el joven, evitando que se volviese a llevar un golpe. Bethlem se giró unos instantes, pero pudo ver que no era de los que iban cargados con cosas, y que podía salirle un moratón, pero no estaba gravemente herida. Después de comprobar que no había problema se decidió a terminar de salir por aquella puerta hacia el pasadizo. Una vez fuera de aquel lugar el chico se dejó caer en el suelo apoyando la espalda en la pared, aún le dolía un poco, quizá fuese un corte un poco más profundo de lo que esperaba.
Beatrice estaba completamente preocupada, Bethlem quería responderle pero aún no era capaz de decir palabra alguna, quería decirle que no se preocupara, pero aún necesitaba recuperar aire. La joven rompió un trozo de su vestido para hacer un tapón en la herida de Bethlem. El joven en cierto modo lo agradeció, así no tenía que preocuparse porque no se viese que la herida empezaba a cicatrizar, aunque por fortuna igual aquella misma noche no se veía la cicatriz en la zona más superficial. La chica apretó la herida para cortar la posible hemorragia, aunque probablemente empezase a quedar poco de ella. Bethlem hizo un gesto de dolor, pero luego se calmó, y por fín consiguió hablar.
-Beatrice, tranquila, estoy bien, no es grave, voy a estar bien.- Le dijo con voz algo dolorida pero calmada, lo que era el susto fuerte había pasado ya. El joven posó suavemente las manos sobre las de Beatrice, indicando que no las apartase, más que lo contrario.- Gracias.-Dijo con suavidad mirándola con una sonrisa. Se sentía mal por verla así de preocupada.-Voy a estar bien.-Dijo en un susurro, cada vez que lo repetía lo decía con más tranquilidad.-¿Tu estás bien?, ¿te has hecho algo?.-Preguntó con preocupación en su voz. En esos momentos no paraba de pensar en Beatrice, más que en lo que le pudiese ocurrir a él, al fin y al cabo sabía que todas sus heridas se curaban con una gran rapidez, ya lo tenía más que comprobado.
Beatrice estaba completamente preocupada, Bethlem quería responderle pero aún no era capaz de decir palabra alguna, quería decirle que no se preocupara, pero aún necesitaba recuperar aire. La joven rompió un trozo de su vestido para hacer un tapón en la herida de Bethlem. El joven en cierto modo lo agradeció, así no tenía que preocuparse porque no se viese que la herida empezaba a cicatrizar, aunque por fortuna igual aquella misma noche no se veía la cicatriz en la zona más superficial. La chica apretó la herida para cortar la posible hemorragia, aunque probablemente empezase a quedar poco de ella. Bethlem hizo un gesto de dolor, pero luego se calmó, y por fín consiguió hablar.
-Beatrice, tranquila, estoy bien, no es grave, voy a estar bien.- Le dijo con voz algo dolorida pero calmada, lo que era el susto fuerte había pasado ya. El joven posó suavemente las manos sobre las de Beatrice, indicando que no las apartase, más que lo contrario.- Gracias.-Dijo con suavidad mirándola con una sonrisa. Se sentía mal por verla así de preocupada.-Voy a estar bien.-Dijo en un susurro, cada vez que lo repetía lo decía con más tranquilidad.-¿Tu estás bien?, ¿te has hecho algo?.-Preguntó con preocupación en su voz. En esos momentos no paraba de pensar en Beatrice, más que en lo que le pudiese ocurrir a él, al fin y al cabo sabía que todas sus heridas se curaban con una gran rapidez, ya lo tenía más que comprobado.
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