AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
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El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Mi corazón es una playa triste,
y tú eres una ola que viene y que se va.
Eres ese pensamiento errante...
ese sol apagado,
ese nombre silenciado
por los párpados de lágrimas que ahora secas mueren
bajo esta playa triste,
por no ser amadas.
—José Angel Buesa
y tú eres una ola que viene y que se va.
Eres ese pensamiento errante...
ese sol apagado,
ese nombre silenciado
por los párpados de lágrimas que ahora secas mueren
bajo esta playa triste,
por no ser amadas.
—José Angel Buesa
Se había hecho difícil el camino de vuelta. Muy difícil y doloroso cuando tras esa noche donde le vi, las demás solo fueron de lágrimas vivas y constantes a medida que me alejaba de España y con ello, también de él.
Aldebaran, Aldebaran… Aldebaran, su nombre ya solo parecía una lejana oración en mis labios.
Ya había llegado a Paris. Ya estaba aquí, en casa de nuevo, si así podía llamarle a aquella mansión vacía que me esperaba. Suspiré y entré acompañada de los sirvientes que acomodaron rápidamente mis ropas y mis bolsas. Les sonreí, intenté ser amable para que no pudieran adivinar el dolor tras mis facciones o los ojos hinchados tras un duermevela lleno de lágrimas de estos últimos días cuando alejándome de España sentía mi corazón distante, en la otra punta del mundo latiendo herido. Y aún lo sentía así bajo mi pecho. Roto, herido y sin ninguna esperanza.
Al final habría sido mejor hacer como decían mi padre y desposarme sin amor, sin tener que buscar las cuatro patas al gato, contentándome con la mitad del romántico cuento del amor y los enamorados. No obstante, por mala o buena suerte yo jamás habría podido ser de esas jóvenes casamenteras que solo buscan protección y tener a sus hijos en lujosas mansiones, rodeadas de comodidades. No, yo ya podía de por sí protegerme. Era buena en arco y en esgrima, a caballo me defendía y lo más importante; tenia valor y coraje, lo que sin duda alguna a aquellas jóvenes les faltaba y siempre les faltaría.
—Mi señora, ¿deseáis algo más? — Me preguntó una de mis doncellas. Le miré y negué fijando, perdiendo la vista tras el cristal de la ventana de mi habitación en el atardecer y su estampa cuando algo se me ocurrió. — Anne, manda por favor mandar a que preparen a Atka para montar. En unos minutos bajaré para sacarla de paseo, esta vez lo haré personalmente, el mozo de las cuadras no deberá de sacarla.
No, hoy la sacaría yo y volveríamos a recorrer el gran parque de París en busca de sosiego a nuestras almas. Ella que había sido mi primer corcel, mi primera amiga y que pasó conmigo toda mi infancia hasta ahora, era la única que tan bien conocía mi historia con el duque y aquella tarde pensaba pasarlo con ella, por los viejos tiempos y por el futuro que esperaba nos acogiera gratamente algún día.
La joven doncella asintió y tras unos minutos la vi salir a la entrada y mandar al mozo a traer a mi corcel y alistarlo para la salida. Sonreí con melancolía al verla y volver mi mente a mi infancia sobre sus lomos y con aquella sonrisa me alejé de la ventana, tomé una chaqueta y salí de la casa. La falda larga que llevaba me ayudaría a montar cómodamente sobre Atka y así fue cuando de un salto salté a su lomo y me acomodé, acariciando sus largas crines en cuanto estuve lista para emprender la marcha.
—Llegaré tarde, no me esperen a cenar, pero Ann decidle a la cocinera que me guarde los platos. —Ordené sutilmente agarrando con firmeza las riendas de Atka que empezó a ponerse nerviosa debido a los deseos como yo de salir de aquel lugar y correr libremente bajo aquel sol rojo que se ponía entre las montañas lentamente. —Vendré hambrienta, así que por favor hacedlo y si algún acude a la mansión a buscarme, decidles que me encuentro en cama y dije específicamente que hoy no deseaba visitas.
—Sí, mi señora. Así lo haré. — Me prometió Anne separándose de Atka y su nerviosismo.
Yo asentí y sin más dilación, dejé libre las riendas y con los pies alenté a mi montura a ponerse al paso hacia la puerta de la mansión, tras esa puerta la dejé ir al trote por las calles desiertas a esa hora de París y su zona alta, hasta que al llegar al gran parque de París y el bosque circundante de esa área, la dejé libre para ir hacia donde deseara, encaminándonos así rápidamente en el corazón de ese bosque tenuemente alumbrado por el sol poniente y esas nubes rosadas que alumbraban el cielo entre las ramas.
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 29/09/2014
Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
FLASHBACK
Sus lágrimas, eso es todo lo que puedo ver. Esos ojos que un día me dieron la luz de la felicidad me atravesaban cómo lanzas contra la debilidad de mi voz y la sorpresa de verla; no sabía si era miedo, no sabía si era emoción... Pero pronto supe que mi mayor error fue quedarme callado y no tomarla para besarla una vez más, cómo tantas noches soñé desde aquella madrugada cuándo cobardemente decidí tomar la salida fácil e irme de España.
Corrí tras ella y la adrenalina se apoderaba de mi juicio, no quería y no sabía hacer algo más que buscarle, gritarle cuánto es que la extrañé, cuantas veces no la llegue a ver en mis fantasmas del pasado que añoraban pronto tocar su rostro, sus labios, abrazarle y protegerle... Yo sólo sentí un golpe en mi mejilla. Ella me odiaba.
Sin rendirme la seguí, me puse una máscara para poder protegerla y aún así ella pudo sentir mi presencia, ¿será que aún me ama? ¿o que me odia lo suficiente para saber que un simple antifaz no puede desviar la verdad?... La verdad de que fui un cobarde. De que puedo luchar contra una banda armada de bandidos y desafiar a La Corona... Pero no puedo mantener a mi verdadero amor dónde debería estar: ¡A mi lado!
Ya han pasado semanas y ella sigue más que nunca dentro de mi cabeza. La última noche que la vi me juré a mi mismo que jamás la volvería a decepcionar, aún cuándo eso signifique matar a Aldebarán, alejarlo de su lado y así... Poder acercarme un poco cómo Rosa Negra, aún cuándo signifique... Que quizás... Sólo quizás... Ella amará al antifaz y no al hombre que aún sueña con pasar su vida al lado de su Mariposa.
FIN DE FLASHBACK
Mi sudor caía al suelo conforme mi cuerpo se acercaba al hacer flexiones con mis brazos. Mi mirada perdida en un punto vacío me hacía recordar aquella noche dónde volví a verla y ese mismo coraje, esa frustración desde entonces se volvió mi motor para entrenar, entrenar más duro de lo que llevaba haciendo por años. Mis brazos se doblaron y con un impulso rápido me coloqué de pie, quedando en el centro de la guarida, mi sudor resbalaba por mi torso desnudo y mis cabellos sujetos a una cola de caballo se mantenían sudorosos. Mis ojos se fijaron en la entrada cuándo Alfredo llegó -Maestro Aldebarán, aún cuándo parece que sus músculos pueden desarrollarse... De nada servirá si no se alimenta bien, entonces, ¿de que sirve tanto ejercicio si es fácil de derribar?- el sarcasmo intelectual de mi única familia me hizo sonreír, sabía que tenía razón.
Sequé mi cara y cuello con una toalla blanca, miré a mi alrededor con mis maquinas de entrenamiento. Mis mesas de instrumentos y el extenso mueble lleno de literatura en todo tipo de ramas; me había establecido igual que en mi Mansión, pero ésta vez lejos del suelo de mi Madre Patria pues ésta vez Francia era la que necesitaba al Caballero de la Noche -Alfredo, no quieras menospreciar mi trabajo... Te aseguro que no se me puede derribar tan fá...- y entonces con un solo empujón certero en un punto clave de mi pecho logró mandarme al suelo ante una risa reservada y por demás de irritante -¿Decía, Maestro Aldebarán?- dejando una charola con un poco de fruta y leche.
-Agh... está bien.. Está bien... Descansaré el día de hoy- dije cómo crío regañado, colocándome de pie con un hábil salto, solamente para volver a ser derribado una segunda vez por mi mayordomo, cayendo en seco -¡MALDICIÓN, ALFREDO!- renegué y seriamente contestó -¿Tengo su palabra, Maestro Aldebarán?- y con una carcajada fuerte asentí, recibiendo la mano de mi figura paterna para así colocarme de pie cómo una persona normal -Tienes mi palabra- comenzando así a comer un poco de la fruta mientras que observé mi silla de montar -Creo saldré a dar una cabalgata, eso no cuenta cómo entrenamiento.. Necesito relajarme, ¿podrías prepararla por favor?-
Y sin más, con una sonrisa Alfredo asintió y terminó por tomar la silla para ir a preparar a Nocturno II, dejándome ahí comiendo mientras que noté cómo en mis pectorales dos moretones aparecía consecuencia a los derribes que me provocó -Vaya... Aún a su edad y su apariencia... Sigue siendo tan letal y certero...- sonreí y me dirigí entonces a prepararme, a darme un buen baño frio y después tomar así las riendas de -quizás- una nueva aventura.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Fecha de inscripción : 06/06/2012
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Cuánto duele estar lejos?
A veces duele poco,
En noches como esta duele mucho.
Duele porque no estás,
Y en una estrella solitaria tus ojos se perdieron.
Hay momentos en los que el dolor,
Parece hacerse leve,
Pero regresa en un santiamén y me golpea con fuerza.
Duele porque tus manos no me rozan,
Y tu mirada en la luna no se refleja.
Cúanto duele?
Muchos dicen que no duele en lo absoluto,
Porque quedan los recuerdos
De los momentos compartidos, de las palabras que se dijeron.
Yo digo que si duele porque respirar se hace extraño, y vivir se torna complejo.
—Jorge Mosquera
A veces duele poco,
En noches como esta duele mucho.
Duele porque no estás,
Y en una estrella solitaria tus ojos se perdieron.
Hay momentos en los que el dolor,
Parece hacerse leve,
Pero regresa en un santiamén y me golpea con fuerza.
Duele porque tus manos no me rozan,
Y tu mirada en la luna no se refleja.
Cúanto duele?
Muchos dicen que no duele en lo absoluto,
Porque quedan los recuerdos
De los momentos compartidos, de las palabras que se dijeron.
Yo digo que si duele porque respirar se hace extraño, y vivir se torna complejo.
—Jorge Mosquera
Como en un déjà vu sentí el aire del atardecer acariciando mi tez y como si regresara a aquellos días en que galopaba sin dirección entre los bosques del ducado de los Ballester, me sentí de nuevo reír como cuando estaba con él. El aire cálido de otoño se parecía tanto a la calidez de esas mañanas tempranas en España que casi sentí estar allí en vez de haber vuelto al que ahora era considerado mi nuevo hogar.
Mi córcel se aceleró e internándonos más en el bosque terminamos en la zona sur y la más alejada de este, en donde los caminos estaban mal visibles y apenas se encontraba vida humana haciendo paso por aquellos entresijos. Confiada de que no pasaría nada, nos seguimos internando mientras resistía el impulso de mirar atrás como cuando de niña giraba la cabeza para verle, para ver si seguía siguiéndome.
Cerré los ojos y suspiré deteniendo lentamente a mi corcel poniéndolo al paso. Los recuerdos aún aquí, tan lejos de mi patria me perseguían como una sombra pegada a mi piel. Maldije entre dientes la incapacitación de navegar lejos de su memoria y acariciando de nuevo a mi corcel nos detuvimos a la sombra de un abeto que nacía al lado del río que por allí pasaba. Dejé a Atka pastar por los alrededores siempre que estuviera dentro de mi visión y cansada me recosté contra el gran tronco, quedando irremediablemente tras unos segundos dormida contra el árbol, dejando así que la tarde terminara en noche.
No sé cuánto tiempo pasó, ni fui consciente de nada más que de mis sueños que de nuevo me transportaron a aquel que no deseaba nombrar, ni nombraría, no obstante, de algo si fui consciente, de los resoplidos de Atka contra mí.
— Ya voy, ya voy…Espérate. —Susurré desesperanzándome entreabriendo los ojos lentamente aún soñolienta.
Al abrir los ojos finalmente me encontré bajo mi sorpresa que era más oscuro de lo esperado, la noche ya se había posado en el cielo despidiendose de la cálida tarde. Pero mayor fue mi sorpresa al ver que Atka, la cúal se encontraba comiendo hierba era quién me había despertado a causa de que me encontraba tumbada en un racimo del más tierno y verde pasto. Reí cuando la cabeza de Atka intentó de nuevo empujarme hacia un lado y apartándome a sus deseos me pasé la mano por el cabello quitándome así, las pocas hojas que habían caído del árbol sobre mi cabeza. Estas cayeron y me sorprendí al ver la cantidad que habían quedado entre mi cabello.
Me debía de haber quedar dormida más de la cuenta, pensé levantándome aprvechando para alisarme con las manos a continuación, los pliegues que habían quedado en el vestido tras dormir en el suelo, un lugar tan impropio de las damas pero tan natural para mí.
Miré a Atka y al verla terminando me acerqué y la tomé de las riendas, separándola del pasto en cuanto terminó. Al principio se negó, pero tras una leve insistencia cedió y me siguió un tramo caminando hasta que me subí de nueva cuenta sobre ella. Agarré las riendas y ella sola emprendió la marcha de regreso a casa mientras yo, únicamente me dedicaba a observar las sombras que nos rodeaban y la noche que cubría ya el manto sobre mi cabeza.
Viendo las estrellas era fácil que mi mente se olvidara de su inquietud y de su dolor, era tan sencillo como respirar aunque no tan efectivo. Siempre regresaba el dolor y por más que regresara una y otra vez, yo ya estaba decidida a seguir viviendo lejos de él. Entonces, ¿por qué me costaba tanto? Me pregunté de nuevo dejando atrás aquel lugar en el que habíamos acampado en la tarde.
El silencio era total, solo los pasos de Atka y su respiración se oían fuertes excepto el canto de algún grillo que ocasionalmente alzaba su voz, lo demás estaba en silencio. Ni un ave, ni un conejo o animal, hasta que lo que parecieron ser unos gritos resonaron provenientes de la entrada al parque. Hubo más gritos y tras un disparo que asustó a Atka dejándola intranquila unos segundos mientras yo la calmaba, oí el ruido de caballos huyendo y un relincho que me parecía conocer bastante bien, después de todo.
Enseguida puse a mi corcel a trote y acercándome hacia aquellos ruidos, escuché una voz femenina agradecer su ayuda seguida de una portezuela cerrarse, lo que supuse sería un humilde carruaje y tras el látigo alentando a los caballos a irse, fue que decidí salir a encontrarme cara a cara con aquel que ya por segunda vez me encontraba.
— Otra vez os encuentro, ladrón. Esto ya solo puede ser obra del destino o la providencia. —Dije en cuanto salí a la luz de entre los árboles y me encontré con un corcel negro como aquella misma noche y su jinete enmascarado de nuevo sobre él. Rosa Negra había dicho que se llamaba y aunque el primer encuentro pasó en España, ahora también parecía encontrarse en Francia. A menos obviamente, de que este fuera otro o un aprendiz de él que actuara en la capital francesa. Sonreí y me acerque hasta que la luz de la luna alumbró mi rostro y terminé siendo reconocida por él. — Pareciera ser que me siguierais ¿En qué lío os habéis metido esta vez, Rosa negra?
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 29/09/2014
Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Con toda calma fui subiendo los escalones de aquel pasadizo secreto hasta a la larga encontrarme en el estudio principal de la mansión; con mis ojos me di cuenta que Alfredo ya me esperaba con una toalla por lo que con un agradecimiento la tomé y me dirigí otro piso arriba hacia el baño dónde decidí meterme sobre la amplia bañera y disfrutar del agua fría, casi provocando que un vapor saliera al hacer contacto con mi piel caliente.
-Alexandra...- susurré con una sonrisa en los labios y cerré mis ojos, me relajé unos momentos y entonces comprendí lo mucho que le extrañaba, el cómo recordarle alegraba mis días pero asimismo atraía una tristeza infinita que no tardaba en manifestarse por todo mi rostro. Alfredo entró con comida, ésta vez fruta y con una sonrisa negué -Vale, vale... Comeré un poco.. ¿Mi caballo está listo?- cuestioné cogiendo un poco de uvas, comenzando a devorarlas en el mismo instante que recibí una respuesta positiva.
No pasó mucho después, terminé mi fruta con casi desespero. La verdad es que moría por salir y montar a las lejanías por un rato.
Salí de la bañera, sequé mi cuerpo y entonces cogí la ropa limpia que había en el otro cuarto, justo en mi cama. Sin embargo una vez que visualicé bien las prendas decidí dejarlas ahí, fui a mi clóset y lo abrí desde ambas puertas; con calma aplasté un botón oculto en un borde superior y la pared soltó la tabla principal, dando paso a un compartimiento secreto donde mi traje me esperaba.
Me vestí con prisa. Ajusté mi camisa y mi complemento; sujeté bien mi cinturón y mis herramientas una a una fueron puestas en su lugar. Mi espada, mi látigo y cuchillas... Algunos instrumentos sorpresa y por obviedad mi capa que terminó colgada de mis hombros hasta caer a la altura de mis tobillos. Mi sombrero ladino y justo cómo toque final aquel antifaz que sujeté con ambas manos y sonreí de oreja a oreja -Tú y yo estamos destinados a estar juntos... Y luchar por el bien- terminando así por ajustarlo en mi rostro y dar lugar a la imagen del Caballero de la Noche, el Ladrón Rosa Negra.
Me acerqué al ventanal y con un fuerte silbido llamé a mi mejor amigo. En poco Alfredo regresó al cuarto y yo ya estaba desaparecido, solamente la ventana abierta con las cortinas meciéndose por culpa de los aires. Por mi lado decidí dar un salto desde el segundo piso y caer sobre Nocturno II quien ya me esperaba y así juntos partimos a toda velocidad, internándonos con prisa en el bosque dónde la aventura y el peligro aguardaban por nosotros.
A toda marcha seguimos el sendero hasta encontrarnos con un carruaje de apariencia humilde que iba a toda carga, cómo si escapara de la muerte. Tras ellos tres bandidos iban disparando, provocando una rabia tanto en Nocturno cómo en mi, haciéndonos tomar camino tras ellos a toda velocidad. Con un fuerte relinche por parte de mi compañero pude llamar la atención de los tipos, a quienes comencé a seguir cada vez más de cerca. Tomé el látigo de mi cinturón y de un solo movimiento lo alcé contra el primero de ellos, cogiéndolo del cuello y tirando con fuerza de éste, provocándole una fuerte caída que al instante lo dejó inconsciente.
Uno de los que quedaban decidió frenar y quedar a la misma altura que yo, tirando patadas a los costados de mi caballo queriendo desequilibrarnos, sin embargo la gota que derramó el vaso fue cuándo el líder que iba más al frente apuntó hacia nosotros con su arma -¡NOCTURNO, AHORA!- grité con fuerza, haciéndolo que en un fugaz movimiento se dejara caer para dejar pasar de largo el disparo, reincorporándose en el acto, más ahora con una velocidad que superaba por mucho a ambos, embistiendo al caballo del líder criminal, tirando a ambos y terminando con el corcel cayendo sobre las piernas de éste, rompiéndoselas en el acto.
Quedaba uno y con toda acrobacia me coloqué en cuclillas sobre la espalda de Nocturno, implementando un fuerte soporte ahí mismo para luego impulsarme en un salto mortal que me hizo girar mi cuerpo por los aires para así caer magistralmente en el caballo rival, sentado justo detrás de aquel último malhechor -Ésta es mi ciudad... Y más te vale que corras la voz... Rosa Negra ha llegado e ira por cada una de ustedes, ratas malvivientes- finiquitando con un golpe con mis dos brazos, aplastando los oídos de mi antagonista utilizando mis bíceps y resonándolo fuerte, provocándole la pérdida del equilibrio y así terminó por caer al suelo confundido.
Tomé las riendas de aquel caballo y entonces me percaté que el carruaje estaba perdiendo el control, por lo que a toda velocidad busqué emparejarme para así fijar mi mirada en un hombre humilde -¡Tranquilo!.. ¡Hágase a un lado!- y casi al instante éste hizo caso por lo que una vez más decidí maniobrar y así de un salto pasé hacia el transporte, tomando con fuerza las riendas del caballo que lo jalaba, tirando de éstas y obligándolo a detenerse, sin embargo poco resultado dio por lo que simplemente maniobrando en zigzag pude irlo deteniendo poco a poco hasta que finalmente Nocturno II se colocó en su camino, provocando un fuerte relinche de ambos animales y por ende el total alto de aquel carruaje.
-Muchas gracias, joven...- me dijo el hidalgo, luego de adentro de su carga salieron dos pequeños y su esposa, quienes me agradecieron de igual forma -No se preocupen, sigan éste sendero hasta la ciudad, no deberá de estar lejos- de un salto bajé del carruaje y con una sonrisa ladina les despedí, mi sorpresa fue escuchar una voz conocida poco después de que se fueron, giré mi rostro y era ella... Mi amada.
-Los problemas son los que te siguen a ti, mi hermosa mujer... Y con gusto, yo te seguiría salvando una y otra.. Y otra.. Y probablemente otra vez- le guiñe el ojo, tomé de las riendas a Nocturno y caminé hacia ella, sin embargo, para mi mala suerte pareciese que su yegua conocía a mi pequeño amigo. Mala suerte Aldebarán, mala suerte.
-Alexandra...- susurré con una sonrisa en los labios y cerré mis ojos, me relajé unos momentos y entonces comprendí lo mucho que le extrañaba, el cómo recordarle alegraba mis días pero asimismo atraía una tristeza infinita que no tardaba en manifestarse por todo mi rostro. Alfredo entró con comida, ésta vez fruta y con una sonrisa negué -Vale, vale... Comeré un poco.. ¿Mi caballo está listo?- cuestioné cogiendo un poco de uvas, comenzando a devorarlas en el mismo instante que recibí una respuesta positiva.
No pasó mucho después, terminé mi fruta con casi desespero. La verdad es que moría por salir y montar a las lejanías por un rato.
Salí de la bañera, sequé mi cuerpo y entonces cogí la ropa limpia que había en el otro cuarto, justo en mi cama. Sin embargo una vez que visualicé bien las prendas decidí dejarlas ahí, fui a mi clóset y lo abrí desde ambas puertas; con calma aplasté un botón oculto en un borde superior y la pared soltó la tabla principal, dando paso a un compartimiento secreto donde mi traje me esperaba.
Me vestí con prisa. Ajusté mi camisa y mi complemento; sujeté bien mi cinturón y mis herramientas una a una fueron puestas en su lugar. Mi espada, mi látigo y cuchillas... Algunos instrumentos sorpresa y por obviedad mi capa que terminó colgada de mis hombros hasta caer a la altura de mis tobillos. Mi sombrero ladino y justo cómo toque final aquel antifaz que sujeté con ambas manos y sonreí de oreja a oreja -Tú y yo estamos destinados a estar juntos... Y luchar por el bien- terminando así por ajustarlo en mi rostro y dar lugar a la imagen del Caballero de la Noche, el Ladrón Rosa Negra.
Me acerqué al ventanal y con un fuerte silbido llamé a mi mejor amigo. En poco Alfredo regresó al cuarto y yo ya estaba desaparecido, solamente la ventana abierta con las cortinas meciéndose por culpa de los aires. Por mi lado decidí dar un salto desde el segundo piso y caer sobre Nocturno II quien ya me esperaba y así juntos partimos a toda velocidad, internándonos con prisa en el bosque dónde la aventura y el peligro aguardaban por nosotros.
A toda marcha seguimos el sendero hasta encontrarnos con un carruaje de apariencia humilde que iba a toda carga, cómo si escapara de la muerte. Tras ellos tres bandidos iban disparando, provocando una rabia tanto en Nocturno cómo en mi, haciéndonos tomar camino tras ellos a toda velocidad. Con un fuerte relinche por parte de mi compañero pude llamar la atención de los tipos, a quienes comencé a seguir cada vez más de cerca. Tomé el látigo de mi cinturón y de un solo movimiento lo alcé contra el primero de ellos, cogiéndolo del cuello y tirando con fuerza de éste, provocándole una fuerte caída que al instante lo dejó inconsciente.
Uno de los que quedaban decidió frenar y quedar a la misma altura que yo, tirando patadas a los costados de mi caballo queriendo desequilibrarnos, sin embargo la gota que derramó el vaso fue cuándo el líder que iba más al frente apuntó hacia nosotros con su arma -¡NOCTURNO, AHORA!- grité con fuerza, haciéndolo que en un fugaz movimiento se dejara caer para dejar pasar de largo el disparo, reincorporándose en el acto, más ahora con una velocidad que superaba por mucho a ambos, embistiendo al caballo del líder criminal, tirando a ambos y terminando con el corcel cayendo sobre las piernas de éste, rompiéndoselas en el acto.
Quedaba uno y con toda acrobacia me coloqué en cuclillas sobre la espalda de Nocturno, implementando un fuerte soporte ahí mismo para luego impulsarme en un salto mortal que me hizo girar mi cuerpo por los aires para así caer magistralmente en el caballo rival, sentado justo detrás de aquel último malhechor -Ésta es mi ciudad... Y más te vale que corras la voz... Rosa Negra ha llegado e ira por cada una de ustedes, ratas malvivientes- finiquitando con un golpe con mis dos brazos, aplastando los oídos de mi antagonista utilizando mis bíceps y resonándolo fuerte, provocándole la pérdida del equilibrio y así terminó por caer al suelo confundido.
Tomé las riendas de aquel caballo y entonces me percaté que el carruaje estaba perdiendo el control, por lo que a toda velocidad busqué emparejarme para así fijar mi mirada en un hombre humilde -¡Tranquilo!.. ¡Hágase a un lado!- y casi al instante éste hizo caso por lo que una vez más decidí maniobrar y así de un salto pasé hacia el transporte, tomando con fuerza las riendas del caballo que lo jalaba, tirando de éstas y obligándolo a detenerse, sin embargo poco resultado dio por lo que simplemente maniobrando en zigzag pude irlo deteniendo poco a poco hasta que finalmente Nocturno II se colocó en su camino, provocando un fuerte relinche de ambos animales y por ende el total alto de aquel carruaje.
-Muchas gracias, joven...- me dijo el hidalgo, luego de adentro de su carga salieron dos pequeños y su esposa, quienes me agradecieron de igual forma -No se preocupen, sigan éste sendero hasta la ciudad, no deberá de estar lejos- de un salto bajé del carruaje y con una sonrisa ladina les despedí, mi sorpresa fue escuchar una voz conocida poco después de que se fueron, giré mi rostro y era ella... Mi amada.
-Los problemas son los que te siguen a ti, mi hermosa mujer... Y con gusto, yo te seguiría salvando una y otra.. Y otra.. Y probablemente otra vez- le guiñe el ojo, tomé de las riendas a Nocturno y caminé hacia ella, sin embargo, para mi mala suerte pareciese que su yegua conocía a mi pequeño amigo. Mala suerte Aldebarán, mala suerte.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Él abría mil puertas y ventanas
Surcaba tierras, cielos
Y mares
Amaba y robaba corazones
Hasta que acariciando el anochecer
Le robaron un beso.
Uno de aquellos que no se arrancan de los labios
Uno de aquellos que se plasman;
Que no se olvidan
De los que perduran hasta el amanecer,
Y se reviven al anochecer.
—Anónimo
Surcaba tierras, cielos
Y mares
Amaba y robaba corazones
Hasta que acariciando el anochecer
Le robaron un beso.
Uno de aquellos que no se arrancan de los labios
Uno de aquellos que se plasman;
Que no se olvidan
De los que perduran hasta el amanecer,
Y se reviven al anochecer.
—Anónimo
— Mucho me temo que deberé de disentir a lo que decís. —Dije sonriendo a la par que terminábamos por acercarnos a él. — Esta vez parecéis vos el que ha sido seguido por los problemas y no yo. —Puntualicé señalando con la mirada a las espaldas del joven donde se veía el rastro de lo que debía de haber sido una de sus cruzadas. El suelo a nuestros pies dibujaba el rastro de un carro y las pisadas fuertes de un corcel que poco parecía estar controlado. — A menos que seáis el problema que me sigue, porque en este caso, si debería de preocuparme, ¿no creéis? No muchos problemas me han seguido de España a Francia.
Sí, no podía dejar de lado el hecho de que aquel joven ya me lo encontraba dos veces en las mismas semanas y a pesar de un deseo cual oscuro de descubrir quién era, como el de Eva de conocer el más allá de sus fructíferas tierras, a veces debíamos desconfiar del burdo destino. Él sabría que artilugios estaba usando para hacerme tropezar con el enmascarado y el porqué de esas casualidades. Por mi parte solo podía decir que aquella noche adivinaba un halo de aventura y yo; amante de estas, no pensaba dejarlas escapar.
Atka se situó frente el corcel ajeno y sorprendiéndome esta al llegar ante él se propuso morderle el cuello en una caricia cariñosa que el oscuro caballo no tardó en corresponder relinchando. Fruncí el ceño viéndolos, normalmente no solía hacer caso a los demás caballos. Solo había habido uno en su vida, como así solo había habido un solo hombre en la mía. Y ahora, ese uno se habían convertido en dos.
— Qué extraña reacción, pareciera ser que se conocieran. —Comenté escapando de mi garganta una risa suave cuando Nocturno me olfateó a la vez que olfateaba a Atka. — No suele tener este comportamiento, no desde hace mucho.
Pensé en aquel tiempo de niña con Aldebarán y por poco el cielo pareció nublarse para mí, pero por suerte, no únicamente Atka había encontrado a su nuevo amigo u hombre, yo también lo tenía delante.
El halo de la luna dibujaba aún más sombras en su rostro, pero no lo suficiente para que no pudiera quedar fascinada por aquellos ojos indómitos que brillaban tras el furor de la lucha. Me sumergí en esos orbes y descubrí en ellos los culpables de aquel embrujo. Con él me sentía protegida, parecía que aquellos ojos me adoraran y yo infinitamente curiosa de conocer sus secretos, exigía desvelar aquella mirada.
¿Cuántas habrían pensado como yo?
— Tengo curiosidad… —Empecé sin perder el contacto con aquella mirada que en ocasiones me parecía familiar y otras, completamente extraña. Me hundí en su mirada e inconscientemente busqué su cercanía, bajando la figura todo lo que podía para estar más cerca.— ¿Se os ha perdido algo por estos bosques? ¿Siempre acudís a la ayuda de los necesitados de vuestro auxilio? O es solo que deseáis cautivar también a las damas francesas que pecan al desear conocer el misterio que encierra esa mascara?
No supe en que momento aún a lomos de mi corcel pude acercarme tanto a él hasta sentir que su aliento se encontraba peligrosamente cerca de mezclarse con el mío. Sonreí y una de mis manos se separó de las crines blancas que sujetaba para prodigar una caricia en la mejilla masculina. Acaricié su barba incipiente hasta la mejilla donde la deposité unos segundos y sin saber cómo, ni porqué, mis labios rozaron suavemente los suyos. En aquel instante por mi mente pasaron un seguido de excusas por el comportamiento inusual en mí, pero el único válido era aquel sentimiento que sentía, que me recorría por dentro al ver aquellos ojos. Aquel temblor imperceptible, aquella cercanía conocida.
El beso no duró mucho, apenas fue como la caricia de una pluma sobre sus labios cuando un ruido alertó a los corceles y de un momento a otro mi propia montura me alejó, obligándome a sujetarme rápidamente de sus crines y alejarme de aquel tentador hechizo que por unos segundos había logrado evadirme de todo, incluso de la realidad.
Noté el creciente nerviosismo de los animales y volviendo la mirada hacia Rosa Negra, vi como él también se había puesto alerta. Parecía que en aquel momento todos veían algo que escapaba de mi mente hasta que unos relinchos surcaron el viento y lo entendí; teníamos visita y supuse no era amigable.
Lo que parecían ser seis guardias, venían directamente hacia nuestra posición.
— Parece ser que los problemas os siguen buscando. —Dije al oír los cascos de caballos más cerca nuestro. Debía de faltar poco para que les tuviéramos a la vista y ellos a nosotros, por lo que era ahora o nunca. Debíamos huir si deseaba escapar a tiempo. Olvidando el beso, el sonrojo imperceptible y oculto entre las sombras de la noche de mi rostro, volteé a Atka y me situé a su lado, un paso por delante preparada para emprender la huida con él. — ¿Nos acompañáis?
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Las palabras de Alexandra llegaron a mis oídos de manera casi inmediata y por mi parte no pude hacer mucho salvo reaccionar con velocidad, alejando un momento a Nocturno de Atka mientras que los nervios a duras penas podían ser controlados por mi garganta -Quizás simplemente tuvo amor a primera vista, después de todo... Es lo más romántico que existe, ¿no es así?- no pude evitar decir tales diálogos con una mirada estúpidamente perdida sobre la de ella, hablé por mí, no por mi caballo y espero que ella no haya notado esto.
Ella de pronto se acercó a mi, hablándome tan calmada y a su vez aventurada, no podía luchar contra esa forma de hablarme, sentía que me derretiría ahí mismo a sus pies. Quizás sea el Ladrón Rosa Negra, quizás un casanova por excelencia, pero que Satanás y Dios se apiaden de mi cuándo se trata de ella, cuándo es Alexandra la que me habla así de cerca y poco a poco me obliga de forma inconsciente a acercarme también, a anhelar sus labios, a saborearlos, a de una vez por todas gritarle cuánto la amo –Nunca desperdiciaría la oportunidad.. De... patearles el trasero.. A unos.. Idiotas...- dije entrecortado cuándo ella se acercaba cada vez más hasta que me tomó de la mejilla.
Sentí su respiración, pude oler su perfume y me embriagué de ella, de la sensación de tenerle tan de cerca, de poder tenerla ahí para mi solo y entonces sus caricias de manera incandescente llegaron hasta mi barbilla, mi respiración y corazón se aceleraron a un punto que casi podía sentir que se iban a salir de mi pecho, ella siguió y yo no la detuve, estaba petrificado, estaba inmóvil, estaba en un sueño y entonces en la cúspide de aquel momento cerré mis ojos y pude sentirlos, pude una vez más descubrir por qué es que había llegado a la vida, por qué seguía ahí... Por ella.. Por mi amada.. Por Alexandra.
Entonces sucedió, Nocturno se alertó junto conmigo, voltee de golpe y entonces no pude evitar maldecir a aquellos por romper con tan mágico momento, quería yo mismo despedazarlos con mis manos y sin embargo una sonrisa se dibujó en mis labios una vez que regresé mi mirada a ella y me percaté que efectivamente, ya estaba lista... Mi amor... Nunca cambiará.
-Eso depende de tres cosas...- dije al ponerme en posición, ajustando bien mis herramientas y las riendas de mi caballo –Primero, que después de esto podamos terminar lo que empezamos...- Nocturno relinchó, estaba listo y yo también -Segundo, que no te importe convertirte en una más que es buscada por la corona- sonreí y las patas de mi buen amigo se comenzaban a revolucionar golpeteando el suelo, cómo si estuviese preparando los motores para arrancar –Y tercero... ¡¡QUE ME ALCANCES!!- terminando por salir a toda velocidad, dejando una gran cortina de polvo debido a la velocidad que habíamos conseguido.
Cabalgaba con felicidad, sonriendo y gritando a carcajadas. La adrenalina llegaba a mi corazón, me sentía vivo, me sentía feliz, me sentía enamorado... Jamás había sentido tales emociones si no eran con Alexandra y esa misma noche éramos ella, yo.. Y una locura de aventura.. De nuevo.
Ella de pronto se acercó a mi, hablándome tan calmada y a su vez aventurada, no podía luchar contra esa forma de hablarme, sentía que me derretiría ahí mismo a sus pies. Quizás sea el Ladrón Rosa Negra, quizás un casanova por excelencia, pero que Satanás y Dios se apiaden de mi cuándo se trata de ella, cuándo es Alexandra la que me habla así de cerca y poco a poco me obliga de forma inconsciente a acercarme también, a anhelar sus labios, a saborearlos, a de una vez por todas gritarle cuánto la amo –Nunca desperdiciaría la oportunidad.. De... patearles el trasero.. A unos.. Idiotas...- dije entrecortado cuándo ella se acercaba cada vez más hasta que me tomó de la mejilla.
Sentí su respiración, pude oler su perfume y me embriagué de ella, de la sensación de tenerle tan de cerca, de poder tenerla ahí para mi solo y entonces sus caricias de manera incandescente llegaron hasta mi barbilla, mi respiración y corazón se aceleraron a un punto que casi podía sentir que se iban a salir de mi pecho, ella siguió y yo no la detuve, estaba petrificado, estaba inmóvil, estaba en un sueño y entonces en la cúspide de aquel momento cerré mis ojos y pude sentirlos, pude una vez más descubrir por qué es que había llegado a la vida, por qué seguía ahí... Por ella.. Por mi amada.. Por Alexandra.
Entonces sucedió, Nocturno se alertó junto conmigo, voltee de golpe y entonces no pude evitar maldecir a aquellos por romper con tan mágico momento, quería yo mismo despedazarlos con mis manos y sin embargo una sonrisa se dibujó en mis labios una vez que regresé mi mirada a ella y me percaté que efectivamente, ya estaba lista... Mi amor... Nunca cambiará.
-Eso depende de tres cosas...- dije al ponerme en posición, ajustando bien mis herramientas y las riendas de mi caballo –Primero, que después de esto podamos terminar lo que empezamos...- Nocturno relinchó, estaba listo y yo también -Segundo, que no te importe convertirte en una más que es buscada por la corona- sonreí y las patas de mi buen amigo se comenzaban a revolucionar golpeteando el suelo, cómo si estuviese preparando los motores para arrancar –Y tercero... ¡¡QUE ME ALCANCES!!- terminando por salir a toda velocidad, dejando una gran cortina de polvo debido a la velocidad que habíamos conseguido.
Cabalgaba con felicidad, sonriendo y gritando a carcajadas. La adrenalina llegaba a mi corazón, me sentía vivo, me sentía feliz, me sentía enamorado... Jamás había sentido tales emociones si no eran con Alexandra y esa misma noche éramos ella, yo.. Y una locura de aventura.. De nuevo.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
¡Tú, tú, tú,
mi sombra apasionada
y mi locura de nobleza insensata!
¡Tú, tú, tú,
mi incesante primavera profunda
mi río de verdor agudo y aventura!
—Jorge Guillén
mi sombra apasionada
y mi locura de nobleza insensata!
¡Tú, tú, tú,
mi incesante primavera profunda
mi río de verdor agudo y aventura!
—Jorge Guillén
¿Quién iría a decirme que aquella tranquila noche iba a volverse en un huracán de emociones? Aún sentía en mis labios su sabor y la adrenalina que correteaba por mis venas ya no únicamente se debían a aquella cercanía, sino también a la aventura que nos esperaba. La nueva aventura en la que me iba a ver navegando sin control de mis acciones y sin lógica. Por qué a fin de cuentas ¿No es esto de vivir, la mayor de nuestras aventuras?
— ¿Os importará a vos, que una mujer os haga sombra? —Reí mirándole de reojo evitando abiertamente contestar su primera demanda y tomando con firmeza las riendas de mi corcel, imitándole la espoleé preparándola—. No tememos ser buscadas, tampoco a la noche y mucho menos a vuestra pericia. Esta noche no cabalgareis solos, Rosa Negra.
Y tras mis palabras, riendo terminó por salir tomándome desprevenida su carrera, por suerte, en unos segundos espabilamos y echamos a correr riendo tras su provocación, justo para notar en mi espalda los ojos de los guardias descubriéndonos. Habíamos tardado demasiado en salir huyendo y poniéndonos al galope mientras rodeábamos los árboles que se cruzaban en nuestro camino intentamos alcanzar al joven jinete y su oscuro corcel.
— ¡De seguir con vuestro escándalo no habrá posibilidad de repetir nada! —Grité ante sus carcajadas de evidente felicidad. — ¡Estáis loco! ¿Me escuchaís?
Oía de fondo los gritos de los guardias cada vez más lejos y sonriendo con el aire azotándome el rostro aceleré el paso y aprovechándonos del terreno llano que teníamos por delante, una vez dejados atrás los tupidos arboles del bosque, le alcanzamos a tiempo de ver como los guardias reaparecían tras nuestra nube de polvo.
— ¿No se cansaran jamás de seguiros? —Pregunté unos pocos metros a su costado, pero lo suficientemente cerca como para ver aquella sonrisa y el brillo divertido de sus ojos bajo aquel negro antifaz.
La capa que me cubría poco servía en ese momento, y mi cabello libre de las ataduras que pudieran aprisionarlo, se esparció libre a mi espalda. Volví la mirada atrás y alentando a Atka a apresurarse nos internamos sin miedo de vuelta junto con Rosa Negra en los caminos oscuros del bosque, levemente alumbrados por el haz de la luna, aquella que nos guiaba por el camino.
Y no me importó que la oscuridad nos tragase, esos bosques que por años habían sido mi hogar y mi casa; ahora también serían mi refugio. El refugio de dos bandidos que surcando la noche dejaban atrás sus cadenas, a sus perseguidores, dando suelta a sus apasionados corazones.
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Entonces comenzó. Aquella persecución, al parecer la segunda de la noche y también la segunda que compartía con la hermosa Alexandra, mis ojos se giraron por unos segundos y cuándo ella me cuestionó acerca de la guardia Real no me quedó otra salvo matar sus esperanzas -¿Rendirse?.. ¿ellos?.. ¡JAMÁS!.. O eso espero, si no, mi trabajo.. Sería demasiado aburrido- Con fuerza aclaré y el cinismo me acompañó. Ambos nos internamos en el bosque y entonces me logré emparejar con ella, apreciando unos segundos tan enorme que es su belleza y tan enamorado que estoy yo de ella... Mi amada rebelde.
-Este es el plan, enfrente el camino se va a dividir... Vas por derecha, yo izquierda y esperemos que te persigan a ti y no a mi- solté una carcajada al ser malísimo con los chistes. La adrenalina seguía a flor de piel, por lo que volví a girar mi rostro y los noté un poco más cerca, logré contarlos, eran solamente 3 guardias –Vale, es solamente un trío... Nosotros somos cuatro...- ante mis palabras Nocturno relinchó al igual que su querida yegua, mostrando un especie de sonrisa a su manera –Ganamos en número y cerebro, así que... Tú deshazte de los tuyos, yo de los míos y al final nos veremos en la entrada de la ciudad...-
Con mi mano derecha tomé de mi cinturón tres esferas, giré de nuevo mi rostro -Aquí viene el camino.. ¡¿LISTA?!- cuestioné al aire cuándo dejé caer mis instrumentos para así lograr crear una densa nube de humo que sirvió cómo cortina para así llegar hacia el paraje donde terminé por tomar el lado zurdo, desgraciadamente y para mi poca suerte los tres uniformados se fueron tras de mi -¡OH!.. ¡VÁMOS!.. ¿ES POR QUÉ ELLA ES MUJER?... Maldición- reí para así mantener el ritmo, regresando mi vista al frente donde susurré -Nocturno, es momento de actuar así que ve directo a la entrada de la ciudad..- acaricié su pelaje, él relinchó y con un salto me coloqué en cuclillas sobre su lomo, esperando el momento oportuno para entonces dejarnos alcanzar y así saltar sobre uno de los caballos.
Rápidamente y de un fuerte puñetazo sobre el rostro de un guardia logré deshacerme del primero, tomando entonces las riendas de uno de sus caballos, pasando así a comenzar un forcejeo contra el segundo de ellos, chocando entre ambos animales mientras que de la nada recibí un golpe en el rostro, provocando que mi labio se rompiera y un hilillo de sangre cayera –Esto te dolerá más a ti que a mi...- dije con fuerza, soltando al corcel para así alzar la pierna y colocar una fuerte patada en la quijada del guardián, quien terminó por caer abruptamente a los suelos.
Con un salto me coloqué de pie sobre las espaldas de ambos caballos, mostrando así un poco de desequilibrio que al cabo de los segundos quedó atrás. Flexioné con cuidado mis rodillas y en un arranque suicida me arrojé contra el capitán, quien se movió un poco y provocó que casi me fuera de lado, sin embargo, con un pronto reflejo me sujeté con fuerza de la silla del caballo, teniendo mis pies contra el suelo, dejando una densa capa de polvo tras de nosotros -¡Eso no fue muy amable!- dije con enfado, tratando de ir subiendo poco a poco y sin embargo mi contrincante terminó por empezar a patear mis manos, provocando que casi me soltara...
No solo mi ego cómo bandido, sino mi vida pendía de aquel agarre. El capitán de la guardia me tenía a su merced y el camino no tardaba en acabarse, así que en un esfuerzo casi sobrehumano pude ejercer una presión suficientemente grande en mis brazos para así columpiarme y lograr estabilizar mis pies lo suficiente para tener el espacio necesario para apoyarme por un segundo y así empujar toda mi fisionomía a quedar sentado detras de mi antagonista, quien empezó a intercambiar golpes conmigo, provocando que no se diera cuenta que una gran colina se encontraba justo frente a nosotros.
-Este es el plan, enfrente el camino se va a dividir... Vas por derecha, yo izquierda y esperemos que te persigan a ti y no a mi- solté una carcajada al ser malísimo con los chistes. La adrenalina seguía a flor de piel, por lo que volví a girar mi rostro y los noté un poco más cerca, logré contarlos, eran solamente 3 guardias –Vale, es solamente un trío... Nosotros somos cuatro...- ante mis palabras Nocturno relinchó al igual que su querida yegua, mostrando un especie de sonrisa a su manera –Ganamos en número y cerebro, así que... Tú deshazte de los tuyos, yo de los míos y al final nos veremos en la entrada de la ciudad...-
Con mi mano derecha tomé de mi cinturón tres esferas, giré de nuevo mi rostro -Aquí viene el camino.. ¡¿LISTA?!- cuestioné al aire cuándo dejé caer mis instrumentos para así lograr crear una densa nube de humo que sirvió cómo cortina para así llegar hacia el paraje donde terminé por tomar el lado zurdo, desgraciadamente y para mi poca suerte los tres uniformados se fueron tras de mi -¡OH!.. ¡VÁMOS!.. ¿ES POR QUÉ ELLA ES MUJER?... Maldición- reí para así mantener el ritmo, regresando mi vista al frente donde susurré -Nocturno, es momento de actuar así que ve directo a la entrada de la ciudad..- acaricié su pelaje, él relinchó y con un salto me coloqué en cuclillas sobre su lomo, esperando el momento oportuno para entonces dejarnos alcanzar y así saltar sobre uno de los caballos.
Rápidamente y de un fuerte puñetazo sobre el rostro de un guardia logré deshacerme del primero, tomando entonces las riendas de uno de sus caballos, pasando así a comenzar un forcejeo contra el segundo de ellos, chocando entre ambos animales mientras que de la nada recibí un golpe en el rostro, provocando que mi labio se rompiera y un hilillo de sangre cayera –Esto te dolerá más a ti que a mi...- dije con fuerza, soltando al corcel para así alzar la pierna y colocar una fuerte patada en la quijada del guardián, quien terminó por caer abruptamente a los suelos.
Con un salto me coloqué de pie sobre las espaldas de ambos caballos, mostrando así un poco de desequilibrio que al cabo de los segundos quedó atrás. Flexioné con cuidado mis rodillas y en un arranque suicida me arrojé contra el capitán, quien se movió un poco y provocó que casi me fuera de lado, sin embargo, con un pronto reflejo me sujeté con fuerza de la silla del caballo, teniendo mis pies contra el suelo, dejando una densa capa de polvo tras de nosotros -¡Eso no fue muy amable!- dije con enfado, tratando de ir subiendo poco a poco y sin embargo mi contrincante terminó por empezar a patear mis manos, provocando que casi me soltara...
No solo mi ego cómo bandido, sino mi vida pendía de aquel agarre. El capitán de la guardia me tenía a su merced y el camino no tardaba en acabarse, así que en un esfuerzo casi sobrehumano pude ejercer una presión suficientemente grande en mis brazos para así columpiarme y lograr estabilizar mis pies lo suficiente para tener el espacio necesario para apoyarme por un segundo y así empujar toda mi fisionomía a quedar sentado detras de mi antagonista, quien empezó a intercambiar golpes conmigo, provocando que no se diera cuenta que una gran colina se encontraba justo frente a nosotros.
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
La vida o es una aventura atrevida
o no es nada.
—Helen Keller
o no es nada.
—Helen Keller
Teníamos los sentimientos a flor de piel, la adrenalina corría por todo mi cuerpo e incluso mi montura se encontraba exaltada.
— ¿Seguro que deseas que nos separemos? —Le pregunté con preocupación pero una sonrisa de oreja a oreja tras sus palabras y dichos. ¿Se estaría oyendo aquel fanfarrón? Reí al aire al ponerme a su altura y asentí finalmente tomando con más fuerza las riendas para cuando me dijera separarme y tomando otro camino alejarme. —Nos vemos en la entrada de la ciudad, ladrón.
Y tras esas palabras y su aviso partí de inmediato hacia el camino contrario, perdiéndome y alejándome de él sintiendo aún la adrenalina impulsarme a aquella aventura que solo me pasaban cuando estaba con él. Dos veces le había encontrado y dos veces que terminábamos así.
— ¡Por aquí! —Grité al alejarme a la carrera esperando que alguno de los guardias fuera tras de mí—. ¡SEGUIDME!
Seguí inmersa en el bosque y en la huida hasta el punto en que no fue tras unos largos segundos de correr, que me di cuenta de que nadie parecía seguirnos pese a ser tildada como la presa más fácil de capturar. El ladrón se estaba quedando con toda la emoción. Hice una mueca antes de reír y deteniendo a mi corcel le hice virar de nuevo hacia donde había desaparecido aquel fanfarrón y Nocturno y con ellos dos; los tres guardias franceses. Espoleé las riendas y pasando a través por el bosque llegué rápidamente hacia el camino polvoriento en el que habían pasado los susodichos que ahora yo perseguía.
— Vamos bonita, debemos encontrarlos. —Le dije dejando las riendas sueltas para no contenerla al tiempo que cruzábamos aquel camino con la velocidad de mil demonios.
Mi corazón bombeaba con fuerza, así como el de mi montura y en unos pocos segundos empezamos a ver los caballos de los guardias sin sus jinetes. Al llegar a ellos y pasar por sus flancos logré que se pusieran a correr alejándose así del alcance de los guardias y presintiendo que algo no iba bien me aparté del camino de tierra y Atka subiendo por unos peldaños logró adelantar a Nocturno, virando hacia un camino al tiempo que Rosa negra y el último de los soldados intercambiaban golpes sin darse cuenta de que tras la última curva del camino se encontraba un precipicio.
No era una caída muy fuerte, pero si lo bastante para dañarse considerablemente y quizás no contarlo.
— ¡Rosa negra, parad! —Les grité corriendo hacia ellos, pero temiendo no llegar a tiempo aún con todo el esfuerzo de Atka por llegar. — ¡Parad, es peligroso! ¡SALTAD AHORA! —Grité con el miedo en la voz al verlos tan concentrados en sus redecillas que ni me escuchaban. — ¡Demonios! Vamos Atka, ¡Debemos llegar! — Me convencí apresurando la marcha viendo cada vez más cerca el final del camino, el precipicio y el caballo con los dos hombres.
Nocturno detuvo su marcha al vernos y relinchó fuerte seguramente en un intento de avisar a su compañero de vida; Rosa Negra. Sin embargo, él seguía absorto a todo luchando por la supremacía con el soldado.
Llegaremos, llegaremos, llegaremos… me repetí viendo la escena ante mi como a cámara lenta, mientras Atka y yo llegábamos hasta ellos.
Los últimos esfuerzos de Atka nos llevaron a adelantarnos unos segundos y situándonos finalmente en el camino a escasos metros de donde terminaba el recorrido en una caída abrupta, esperamos apenas unos segundos antes de que se nos vinieran encima. Nos quitamos del camino del caballo veloz y al pasar por nuestro lado, agarré a Rosa Negra por uno de sus brazos tan fuerte que estuvimos a punto de caernos ambos de nuestros respectivos caballos y con un esfuerzo sobrehumano logré llevarlo hacia nosotras, contra mí, antes de que desapareciera por el precipicio. La silla de Atka no estaba preparada para dos jinetes, pero era mejor a estar literalmente comiendo polvo.
Jadeé contra su pecho y sintiendo su respiración veloz contra mi figura, alcé la mirada y le sonreí.
— Salvado por una dama. —Oí el relincho de nocturno que se acercó hacia nosotros y reí aun viendo su rostro. — ¿Qué os parece, ladrón? ¿Escribiréis esta hazaña en vuestras memorias?
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Nos vimos frente a frente, sus ojos contra los míos y entonces no pasó mucho tiempo antes de que fuera él quien tirara el primer puñetazo. Por mi parte moví mi cuerpo y lo dejé ir de largo, regresando con un contra golpe directo a su estómago logrando desequilibrarlo un poco –Todo se reduce a esto… Veamos si ese uniforme tiene algo de valor- dije lleno de egocentrismo, recibiendo un cabezazo directo a mi cara que me provocó cierta confusión.
Él siguió repartiendo golpes a diestra y siniestra, colocando unos cuantos en mi cuerpo y otros más siendo contrarrestados por mis manos al. Era uno vs uno y en tan solo segundos logré ver a Atka así como a mi hermosa mariposa alcanzarnos para después colocarse justo en el borde de lo que parecería ser un despeñadero… Mala idea.
–Heemmm… Me ha encantado pasar tiempo a tu lado, sin embargo hay un problema… Tú vas hacia abajo y yo… Bueno, yo tengo a una hermosa doncella esperando a por mí- con una sonrisa ladina y un gesto de despedida hecho por mis manos simplemente alcé mi brazo y en automático me sujete a Alexandra quien ya me esperaba.
Como muestra de desesperación, aquel uniformado trató de tomarme de una pierna, sin embargo la contraria le colocó un fuerte golpe en la mandíbula, rompiéndosela casi en el acto para así permitirme regresar a donde mi amada me esperaba, dejándolo a él junto a su caballo caer en aquel vacío.
De pronto y con un poco de maniobras bien entrenadas me senté frente a Alexandra, la abracé y ella me dedicó unas palabras, a las cuales respondí con todo cinismo –Por supuesto que contaría esto… Pero falta algo…- dije entre suspiros, respirando agitadamente, producto de aquella adrenalina, misma que me llevó a sujetarla con fuerza de la cintura y con una sonrisa totalmente visible terminé tremenda aventura con un beso apasionado y profundo a los labios de la preciosa fémina.
Eso fue todo… Los dos sobre Atka, respirando agitadamente… Mis labios sobre los suyos y un montón de malhechores tirados por el camino recorrido. Nada como una aventura de esas que solo se pueden vivir al lado de la persona que amas.
Él siguió repartiendo golpes a diestra y siniestra, colocando unos cuantos en mi cuerpo y otros más siendo contrarrestados por mis manos al. Era uno vs uno y en tan solo segundos logré ver a Atka así como a mi hermosa mariposa alcanzarnos para después colocarse justo en el borde de lo que parecería ser un despeñadero… Mala idea.
–Heemmm… Me ha encantado pasar tiempo a tu lado, sin embargo hay un problema… Tú vas hacia abajo y yo… Bueno, yo tengo a una hermosa doncella esperando a por mí- con una sonrisa ladina y un gesto de despedida hecho por mis manos simplemente alcé mi brazo y en automático me sujete a Alexandra quien ya me esperaba.
Como muestra de desesperación, aquel uniformado trató de tomarme de una pierna, sin embargo la contraria le colocó un fuerte golpe en la mandíbula, rompiéndosela casi en el acto para así permitirme regresar a donde mi amada me esperaba, dejándolo a él junto a su caballo caer en aquel vacío.
De pronto y con un poco de maniobras bien entrenadas me senté frente a Alexandra, la abracé y ella me dedicó unas palabras, a las cuales respondí con todo cinismo –Por supuesto que contaría esto… Pero falta algo…- dije entre suspiros, respirando agitadamente, producto de aquella adrenalina, misma que me llevó a sujetarla con fuerza de la cintura y con una sonrisa totalmente visible terminé tremenda aventura con un beso apasionado y profundo a los labios de la preciosa fémina.
Eso fue todo… Los dos sobre Atka, respirando agitadamente… Mis labios sobre los suyos y un montón de malhechores tirados por el camino recorrido. Nada como una aventura de esas que solo se pueden vivir al lado de la persona que amas.
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
—"Besos" de Gabriela Mistral
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
—"Besos" de Gabriela Mistral
Estábamos a salvo, la guardia había perdido y aquel enmascarado había ganado la batalla esa noche.
Sonreí al pensar en la cara que pondría mi hermana de verme envuelta en esta situación y alzando la mirada al ladrón le miré fijamente a los ojos. La adrenalina, el miedo de no llegar a tiempo y la cercanía de él contra mi cuerpo, hacía enloquecer mi corazón. Lo sentía como en un puño bajo mi pecho, agitado como nunca antes lo había estado, pareciera que hubiera corrido una carrera. Viéndole, él también presentaba la misma agitación y tras mis palabras, lo último que esperé fue lo que sucedió, aunque viniendo de él, debía de habérmelo esperado.
Al levantar la mirada y el rostro hacia él, sus labios acudieron a mi encuentro poseyendo los propios con una pasión desmedida.
Me acercó más contra su figura y enlazando mis dedos por su camisa, me sujete a él con fuerza mientras sus labios arrasaban los míos como el fuego arrasa los campos, como las tormentas encienden los cielos.
Bebí de su aliento, de su sabor masculino y aquella hombría que solo hacía que recordarme a quien en aquel momento no quería recordar, y atrayéndolo más contra mí eché el cuello hacia atrás buscando más de aquellos labios, en un afán de olvidarme por completo de todo cuanto no fuese él: él y su beso.
Mis manos tomaron su rostro acercándolo al mío.
Jadeé contra sus labios y ahogando un suspiro en su boca, cerré los ojos completamente a su merced.
Con la respiración alterada, alce una mano y la dejé resbalar por su pecho. El tiempo pasó y lo que pareció ser solo apenas unos segundos resultó ser más en aquel baile de labios y fricciones.
— Creo… que ya hemos tenido suficiente aventura por una noche, no creéis? —dije al tomar aliento e interrumpiendo el beso, abrí los ojos y le miré, sintiendo todavía nuestros alientos chocando entre sí contra nuestros labios.
Su mano aún en mi cintura parecía negada a dejarme escapar, y con una sonrisa dejé que sus ojos oscuros recorrieran mi rostro.
— ¿Son así siempre vuestras noches? —Pregunté mordiéndome el labio sintiendo enrojecer mis facciones a causa de su atención puesta y exclusivamente en mí.
Su mirada era tan misteriosa que deseé fundirme en ella, descubrir que era lo que escondía tras aquel antifaz…pero parecía que Nocturno tenía otros planes y riendo me quedé observando como el negro corcel se interponía entre nosotros, quizás celoso o quizás solo preocupado por su jinete, cuál no se hallaba ahora como acostumbraba sobre su lomo.
— Vuestro amigo os reclama…
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Habían sido años enteros esperando eso, incontables noches en las que añoraba volver a besar sus labios, sentirme realmente amado y sentir que amo realmente a alguien. Pueden ser miles las experiencias y aventuras que el manto del Ladrón Rosa Negra me han dado, pero nada ni nadie se podría comparar ni hoy ni nunca a lo que es un beso de mi bella Alexandra, del amor de mi vida.
-No… Jamás han tenido un final tan exquisito… Y único- dije sin soltarle, cogiéndola con recelo desde la cintura para que no se separara de mí. Aun podía sentir el calor de su boca contra la mía, la ferviente sed de mis labios por los de ella, esa adrenalina que hacía que mi sangre se manifestara por todo mi cuerpo y mi respiración en vez de calmarse, se agitó aún más que al comienzo… Solo ella podía hacerme sentir así.
Pegue mi frente contra la de ella, mientras sus ojos me miraban. Yo me perdí en los suyos, quise ahogarme en ese iris y poder así vivir dentro de ella para saber que siente, que piensa, que necesita para yo otorgárselo… Por mi parte… Solamente la necesito a ella, a ella y sus besos.
Nocturno luego pasó a interrumpir, haciendo que nuestras miradas no se cruzaran tanto tiempo y como si fuese un balde de agua fría sobre mi cuerpo; regresé a la realidad. Reí por sus palabras y de un salto me crucé hasta quedar sentado sobre mi fiel corcel.
-Tenemos algunos asuntos que tratar… Sin embargo no quiero que esto termine aquí, necesito verte… Necesito volver a verte…- aclare, casi con desesperación y por ello es que termine por finiquitar todo con una blanca sonrisa bien marcada –Así que dime donde y cuando… O deberé entrar esta noche a tu habitación? Soy un Ladrón… Quizás ya haya encontrado mi próximo tesoro por robar- le guiñé el ojo diestro mientras nocturno relinchó.
Esperando su respuesta no pude evitar acariciar el lomo de mi fiel amigo pues me salvó de aquella hipnosis que por unos segundos más quizás hubiese delatado mi identidad… Tengo un antifaz, pero ellas es la mujer que amo y quiero pensar que ella me ama a mí de igual forma… Un pedazo de tela en mi rostro no es suficiente para evitar que me reconozca.
Nuestro amor nos llama el uno al otro.
Nuestros corazones? Ellos ya saben que por fin…. Están reunidos.
-No… Jamás han tenido un final tan exquisito… Y único- dije sin soltarle, cogiéndola con recelo desde la cintura para que no se separara de mí. Aun podía sentir el calor de su boca contra la mía, la ferviente sed de mis labios por los de ella, esa adrenalina que hacía que mi sangre se manifestara por todo mi cuerpo y mi respiración en vez de calmarse, se agitó aún más que al comienzo… Solo ella podía hacerme sentir así.
Pegue mi frente contra la de ella, mientras sus ojos me miraban. Yo me perdí en los suyos, quise ahogarme en ese iris y poder así vivir dentro de ella para saber que siente, que piensa, que necesita para yo otorgárselo… Por mi parte… Solamente la necesito a ella, a ella y sus besos.
Nocturno luego pasó a interrumpir, haciendo que nuestras miradas no se cruzaran tanto tiempo y como si fuese un balde de agua fría sobre mi cuerpo; regresé a la realidad. Reí por sus palabras y de un salto me crucé hasta quedar sentado sobre mi fiel corcel.
-Tenemos algunos asuntos que tratar… Sin embargo no quiero que esto termine aquí, necesito verte… Necesito volver a verte…- aclare, casi con desesperación y por ello es que termine por finiquitar todo con una blanca sonrisa bien marcada –Así que dime donde y cuando… O deberé entrar esta noche a tu habitación? Soy un Ladrón… Quizás ya haya encontrado mi próximo tesoro por robar- le guiñé el ojo diestro mientras nocturno relinchó.
Esperando su respuesta no pude evitar acariciar el lomo de mi fiel amigo pues me salvó de aquella hipnosis que por unos segundos más quizás hubiese delatado mi identidad… Tengo un antifaz, pero ellas es la mujer que amo y quiero pensar que ella me ama a mí de igual forma… Un pedazo de tela en mi rostro no es suficiente para evitar que me reconozca.
Nuestro amor nos llama el uno al otro.
Nuestros corazones? Ellos ya saben que por fin…. Están reunidos.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
En mi vida hay dos misterios;
uno lo llevo en mi mano
y el otro en el corazón.
— Ánonimo
uno lo llevo en mi mano
y el otro en el corazón.
— Ánonimo
¿Sabéis esa sensación a la vez mortífera pero anhelada, de sentir como vuestro aliento queda retenido a la par que los latidos detienen abruptamente su canto anclados en vuestro pecho?
Así me sentí yo por los segundos que nuestras miradas dejaron de ser dos, para fundirse en una, como anteriormente nuestros labios habían hecho, al fundirse en un sublime beso.
Allá donde mis ojos fueran, quedaban absortos, como hipnotizados por aquel bello momento. Su mirada bajo aquella mascara que ocultaba su rostro de mi conocimiento, me hacía vulnerable como solo antes una persona había logrado en tan poco tiempo; Aldebaran, o quien en otras palabras había sido mi primer amor, el único y aquello me alarmaba. ¿Cómo podía estar deseándolo de tan intensa forma cuando apenas conocía de aquel joven, su naturaleza oscura de ladrón nocturno?
Era inaudito, pero a la vez tan real, que cuando sus ojos se posaron en mí y el silencio entre nosotros se hizo mientras recordábamos quizás las sensaciones evocadas por el tiempo, sonreí suavemente y deposité un casto beso en sus labios antes de que los suyos sonrieran de nuevo.
— Agradezco vuestras palabras… —dije en un susurro al decirme que aquel final nunca lo había tenido con ningún otra doncella.
Le miré y juntando nuestras frentes, un suspiro escapó de mis labios, incluso en sus palabras, había algo que me lo recordaba. Su mirada, el beso… sus labios, parecían haber sido creados solo para hacerme recordar a Aldebarán y como más me convencía de ello, mayor era la tentación de descubrir quién era bajo aquel antifaz.
¿Alde, mi amor… eres tú? Preguntaron mis ojos en completo silencio antes que las miradas se vieran desviadas por la intrusión de su oscuro corcel y mis dudas, quedasen calladas dentro de mí, en el brillo triste de mis ojos.
La verdad era que no quería verlo partir. Quería que esa noche siguiera hasta bien entrado el amanecer con él a mi lado en nuevas aventuras. ¿Tanto pedía? Me pregunté al verlo apartarse de mí y sentir el frio adueñándose en mí allá donde sus manos antes me sostenían. La noche era fría, solo que hasta ahora no me había dado cuenta de ello y mirando un momento al cielo, me percaté de cuan tarde debía de ser al contemplar la ligera caída de la luna en ese oscuro y eterno firmamento.
– No dudo de que podáis entrar por mi balcón sin caeros… pero robarme, no sería propio de un caballero. —Reí suavemente y negué tomando las riendas de mi corcel. Aunque yo no quisiera la aventura había llegado a su fin y sus palabras tristemente solo me hacían ver la realidad y lo cercana que estaba la despedida. — Aunque no os negaré el robarme si alguna vez me encuentro ante un altar con quien no deseo desposarme. Allí si tenéis todo mi consentimiento de robarme y extraviarnos en aventuras lejos de estas tierras. —añadí sonriéndole acercándonos de nuevo. — En una semana se celebrara un baile en el Palacio Royal… allí podréis verme, no creo que os cueste mucho entrar en una fiesta de disfraces sin invitación. —dije lo último divertida imaginándomelo trepando por alguno de los balcones y colándose en aquel lugar, buscándome.
Mis ojos brillaron ante aquella idea y de nuevo una oscura sombra de tristeza cruzó mi iris. ¿Estaría Aldebaran invitado al evento? Me pregunté por un instante, con el temor de encontrármelo. Después de aquel encuentro que habíamos tenido y a pesar de no querer pensar en él, me había encontrado cada día recordándolo en mi mente. Había intentado borrarlo y como no había podido, finalmente me intentaba autocovencerme de que era un amor imposible, que aquello que fue, no puede ser. Sin embargo, pensar en poder encontrármelo hacia saltar aún mi corazón y mi corazón se derritió, tal y como también me ocurría con la mirada del ladrón.
— Me gustaría mucho veros allí, Rosa Negra. —añadí antes de que el pesar que sentía por esta despedida se notase y sonreí disimulando todo rastro de tristeza. — A mi me gustaría también volver a veros…otra noche más.
Era todo tan confuso, me dije a mi misma, que no sabía si es que aquel joven era Aldebarán o es que, quizás y únicamente él, fuera quien pudiera sacármelo del corazón. El único al que poder amar después de él. Y aquello, por más alegría que pudiera provocarme, también me hería… pues no deseaba olvidarle. Jamás querría hacerlo… y sin saber que aquel joven y mi amor, eran el mismo, yo seguía en mis pensamientos enamorándome de los dos; del duque que me había engañado y del ladrón que deseaba robarme.
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Y entonces sucedió, nuestros cuerpos se separaron y nuestras miradas regresaron a ser dos. Mi rostro mantenía una sonrisa sublime ante las palabras de la dama quien me daba el permiso de tomarle por la fuerza en caso de que estuviese algún día en el altar sin que ella así lo desearía. Pero que elocuente mi amada, como si yo fuese capaz de no hacer algo en caso de que eso sucediera… Porque el futuro es impredecible, pero a esa mujer, a esa princesa… Nadie la tomaría de la mano en el altar, nadie excepto yo.
Luego vino una invitación que anhelaba. Ese baile que parecía ser la siguiente parada en una aventura donde ambos nos conocíamos un poco más conforme los instantes pasan –Un baile de disfraces, suena como algo que en efecto… Me encantaría- sonreí con cinismo, ella bien empezaba a conocerme y por si fuera poco yo ya tenía dos maneras de entrar: Por la puerta trasera como un ladrón o por la puerta principal con toda la atención sobre mi… Como el Duque de España –Ahí estaré, princesa-
Al cabo de mis palabras y conforme ella platicaba acerca de la velada próxima, no pude evitar percatarme de una cierta tristeza en su rostro. Como si algo le preocupara y no deseara que sucediera, algo que yo bien sabía que era… -Pero ese rostro no me convence, dime, algún ex novio que deba yo de mantener lejos de ti?- le volví a guiñar el ojo esperanzado por hacerla reír.
Es mi amada, ella me ama, pero ahora mismo soy Rosa Negra y si está aquí, sonriéndome, es por eso… No porque sea el amor de su vida. Porque hoy, en este mismo segundo ella odia a Aldebarán y con justa razón –Nos veremos, princesa- seguía llamándola así –Noche, tarde, madrugada o cuando sea… Pero nos veremos, eso es una promesa- y así cogí de su mano para depositar un beso en el dorso.
Mis ojos volvieron a clavarse en los de ella, mi boca esbozo una sonrisa de oreja a oreja y la adrenalina volvió a coger protagonismo por toda mi fisionomía –Si te dejo por esta noche… No te meterás en problemas, verdad? Quiero saber que llegarás con bien a tu hogar- fruncí el ceño cual adulto preocupado y aunque ambos éramos unos traviesos busca problemas… Nunca he podido dejar a un lado mi preocupación por Alexandra.
Por mi mujer.
Por mi amada.
Luego vino una invitación que anhelaba. Ese baile que parecía ser la siguiente parada en una aventura donde ambos nos conocíamos un poco más conforme los instantes pasan –Un baile de disfraces, suena como algo que en efecto… Me encantaría- sonreí con cinismo, ella bien empezaba a conocerme y por si fuera poco yo ya tenía dos maneras de entrar: Por la puerta trasera como un ladrón o por la puerta principal con toda la atención sobre mi… Como el Duque de España –Ahí estaré, princesa-
Al cabo de mis palabras y conforme ella platicaba acerca de la velada próxima, no pude evitar percatarme de una cierta tristeza en su rostro. Como si algo le preocupara y no deseara que sucediera, algo que yo bien sabía que era… -Pero ese rostro no me convence, dime, algún ex novio que deba yo de mantener lejos de ti?- le volví a guiñar el ojo esperanzado por hacerla reír.
Es mi amada, ella me ama, pero ahora mismo soy Rosa Negra y si está aquí, sonriéndome, es por eso… No porque sea el amor de su vida. Porque hoy, en este mismo segundo ella odia a Aldebarán y con justa razón –Nos veremos, princesa- seguía llamándola así –Noche, tarde, madrugada o cuando sea… Pero nos veremos, eso es una promesa- y así cogí de su mano para depositar un beso en el dorso.
Mis ojos volvieron a clavarse en los de ella, mi boca esbozo una sonrisa de oreja a oreja y la adrenalina volvió a coger protagonismo por toda mi fisionomía –Si te dejo por esta noche… No te meterás en problemas, verdad? Quiero saber que llegarás con bien a tu hogar- fruncí el ceño cual adulto preocupado y aunque ambos éramos unos traviesos busca problemas… Nunca he podido dejar a un lado mi preocupación por Alexandra.
Por mi mujer.
Por mi amada.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: El ladrón errante y la valiente mariposa [Privado]
Tengo la boca llena de ti, de tu boca.
Tus labios apretados, duros,
como si mordieran oprimidos
mis labios...
— Juan Rulfo
Tus labios apretados, duros,
como si mordieran oprimidos
mis labios...
— Juan Rulfo
La idea del baile no me pareció una mal idea al final. Al principio al recibir la invitación había pensado no asistir, al no saber aún como proceder con Aldebarán, temía profundamente encontrármelo y que en mi ingenuidad, al final, volviese a bajar las defensas, dejándole entrar de nuevo en mi vida tras tantos años desde su abandono. Él siempre sería aquel chico, aquel enamorado al que le di mi corazón de pequeña. Al único que se lo di alguna vez y eso aún pesaba en mí y en mi corazón. Por ello, yo sería débil ante él y por no querer ser débil ante él me había propuesto no asistir. Hasta que yo hubiese sanado de aquella decepción, necesitaría un tiempo sin verlo, sin pensar en él (aunque eso resultase por lo pronto, más que imposible pues él siempre estaba en mi cabeza). Sin embargo, ahora, bajo la luz misteriosa de aquellos ojos que se escondían en un antifaz, todos aquellos miedos dejaban de existir.
— Os lo prometo ladrón. Llegaré sana y salva a mi hogar. —Dije solemnemente escondiendo el brillo travieso en mis ojos al verlo con un posado serio e incluso, preocupado por mí. Reí al verle de esa forma, recordándome sin quererlo a ese otro hombre que ocupaba mis pensamientos y negué esperando así calmarlo. — Y no, no hay nadie con quien debáis de batiros en duelo por mí. No os preocupéis por ello, solo recordad que me lo habéis prometido y como promesa dada, espero que la hagáis cumplir.
Ese “princesa” en sus labios, ese tono dulce e íntimo en el que me llamaba de ese modo, hacia nacer en mis labios sonrisas con la máxima ternura que había experimentado desde hacía años. En concreto, desde la última vez que de pequeña Aldebarán me juró su amor. Aquella era la sonrisa más tierna que podía recordar y evocar en mis recuerdos, más la de hoy la más parecida a la de aquel día. Le miré bajo mis tupidas pestañas y sintiendo bajo mi pecho una sensación cálida como el aleteo de cientos mariposas, tomé la última decisión arriesgada y es que era imposible negarme a aquellos labios, que parecían haberme conocido en otros tiempos. Alcé el rostro y con una mirada clara recorrí sus facciones masculinas al tiempo que una de mis manos iba a su mejilla. Acaricié la barba incipiente de su mentón y antes de que pudiese preverlo, chocando mi pecho contra su torso, mis labios buscaron con un deseo abrasador, los ajenos.
En su cálida boca, sentí una oleada tan poderosa que me paralizó la sangre. Esta vez el beso no fue un mero roce, todo lo contrario, ya que pareciera que tanto él como yo estuviésemos ávidos de aliento del otro, como si fuéramos el único aire a respirar; lo único que teníamos. No quise pararme a pensar cuantos besos femeninos el ladrón habría podido robar antes que a mí, pero esta vez, fui yo la que se lo robé con ansias. Una parte de mi sentía que había estado esperando todos estos años para saborear aquel beso, y no me equivocaba. Sin saberlo estaba aferrándome a mi único amado, a mi único amor y aunque escondido bajo aquel antifaz, mi cuerpo le había reconocido. Era aquel mi príncipe errante, el duque de mi corazón… ¿Cuánto tiempo había permanecido soñando con eso, con aquel hombre, como amante, como esposo? Mis brazos se entrelazaron aferrándome a su cuello mientras su boca conquistaba tiernamente cada rincón.
No sé cuánto tiempo pasé en el arrobo de su beso, tampoco en que momento sus manos se pasearon por mi espalda acercándome más a él, pero en cuanto me aparté para tomar oxígeno, no me aparté demasiado. Sino que seguí a la sombra de sus labios, con la respiración acelerada y un tierno suspiro escapando de donde antes sus labios habían acallado cualquier otro sonido. Solté mi agarre sobre él a regañadientes entendiendo que era hora de despedirse y con la mente ya puesta, en el siguiente encuentro en que nos veríamos, porque estaba segura que tras aquel beso, regresaría a buscarme, sonreí. Por mi bien, también debía apartarme, en aquel beso había estado besando a mi amado, y al ladrón a la vez… y esos sentimientos debían de separarse. ¿Cómo podía amarse a dos personas? No, mi mente no lo comprendía y aunque lo del ladrón meramente parecía una aventura, bien sabía Dios que yo no era una aventurera en entregar mi corazón.
— Adiós, príncipe enmascarado. —Susurré usando el mismo término que usaba conmigo y mirándole una última vez a los ojos, sonreí de oreja a oreja antes de que de un momento a otro me alejara sin avisar de su cercanía arrolladora, para verme galopando con mi montura lejos de los designios y del destino de aquel ladrón, hasta que un baile nos uniera de nuevo, bajo el mismo manto estrellado como el que hoy nos había encubierto en nuestra pasión.
TERMINADO
Alexandra De Lacour- Humano Clase Alta
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