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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Arwel Reiss Lun Mayo 04, 2015 1:13 am

Mucho puede la casualidad en nuestra vida, porque vivimos por casualidad.
Séneca


El arte era parte de su existencia inmortal, al igual que lo era la sangre y la oscuridad de la noche. No existía nada que pudiera hacer al respecto, así que se limitaba a aceptar aquellos hechos y si bien disfrutaba de la sangre y la oscuridad más por su condición de inmortal que por otra cosa, el arte era algo que le gustaba por su propia voluntad y aquella noche, iría a disfrutar de una exhibición exclusiva en el Museo de Louvre. Se entero de dicha exhibición por mera casualidad al escuchar una charla nocturna entre hombres adinerados y aunque también se había enterado de la absoluta exclusividad de ella, la realidad es que no le importaba entrar haciendo uso de sus propios poderes. Sin bien prefería ser invitado a esa clase de eventos, Arwel aún no conocía lo suficiente París y su gente como para haber establecido relaciones que le ayudasen a entrar al museo, aunque igual y sabía que una vez que lograra entrar al lugar, absolutamente nadie dudaría de que hubiese sido invitado.

Deseaba aprovechar aquel evento para además formar algunas relaciones con personas adineradas, gente con la que pudiera hacer inversiones y llevar a cabo otra clase de eventos, todo para adentrarse poco a poco en la vida de París; ya que si bien colarse a las fiestas o conseguir lo que deseaba no era realmente complicado, la realidad es que para el inmortal lo más difícil era poder encajar con la sociedad actual y debido a eso era también que ya había comenzado la búsqueda de alguien que con quien pudiera compartir es secreto de su inmortalidad y además convertirle en un aliado o aliada que fuera su ayuda en los momentos donde necesitara de alguien más, en especial momentos donde necesitara compañía para eventos, consejos sobre la vida humana normal o sobre como comportarse más creíblemente como un mortal común y quien sabía, quizás en aquella reunión encontrara todo cuanto estaba buscando.

Esa noche usaba un traje de color negro, el primero que había tomado y que le parecía decente para la exhibición a la que acudiría. Había decidido ir a pie, consciente de que salir en carruaje llamaría más la atención y esperaba entrar sin ser objeto de demasiadas miradas, una vez en el museo, las cosas podían ser completamente diferentes. Y así como había planeado todo, fue que lo llevo a cabo. Camino como otro más de los invitados hasta la entrada del museo, donde le fue preguntado su nombre y otros datos que no se molesto en escuchar, por el contrario, mientras quien le recibía hablaba, Arwel toco el hombro de aquel hombre e hizo uso de su habilidad de la manipulación de la memoria para que aturdirlo unos momentos y de esa manera ingresar él sin preocupación alguna.

Una vez dentro del lugar sonrió. Cada uno de los cuadros en la pared le llamaba y aunque antes había planeado hacer algunos contactos, dejo todo de lado y camino directamente hasta el cuadro más cercano, el que comenzó a observar con detenimiento. Hablar con los demás asistentes podía esperar, el arte en aquel lugar, no.
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Mensaje por Invitado Vie Mayo 15, 2015 4:40 pm

Las puertas del Museo del Louvre permanecían abiertas aquella noche únicamente a aquellos que portaran la selecta invitación que, semanas atrás, había hecho llegar a la flor y la nata de la sociedad parisina con el objeto de que vislumbraran con sus propios ojos algunas de las obras de las que más me enorgullecía, especialmente por lo que me había costado conseguirlas. Pese a que, al principio, la idea de una exhibición nocturna no había agradado a la estricta sociedad de la ciudad de la luz, pronto los rumores que se empezaron a desparramar en torno a mí y a las obras expuestas fueron más fuertes que los miedos de los adinerados de lo que ocultaban las sombras, por lo que aquella noche las salas que permanecían habilitadas y visitables para el público estaban a rebosar. El tema en torno al que giraba la sesión, por cierto, ni siquiera era de los favoritos del público; se trataba de la obra de algunos pintores venecianos que jugaban con la luz y con los dorados de manera magistral, sobre todo en lienzos de gran formato como aquel Lavatorio, de Tintoretto, que se encontraba tras de mí. Me había visto obligada a llevar a cabo arduas negociaciones con la monarquía hispánica para que el Real Monasterio del Escorial me cediera, aunque sólo fuera por un breve lapso de tiempo, aquella valiosísima obra, mas había conseguido mi objetivo y era una de las que más atención despertaban en la exhibición que tenía lugar aquella noche. Por descontado, también las obras de Bernini que se exhibían en las salas contiguas a aquella en la que me encontraba atraían la atención de los visitantes, pero el maestro napolitano siempre obtenía aquel efecto con su talento natural para moldear el mármol como si se tratara de barro y para darle la expresividad que muchos seres humanos jamás obtenían. Yo, por mi parte, había decidido mantener una expresión cordial y afable, coronada por una sonrisa educada mientras me paseaba entre los invitados con la dignidad de mi porte y del atuendo que en el que me encontraba envuelta.

La seda de intenso aguamarina casi parecía flotar a mi alrededor, en vivísimo contraste con mis ojos delineados por una suave línea de khol negro importado de Alejandría. La elegancia casi etérea de mis prendas contrataba con mis cabellos, que había elegido trenzar como cuando era humana, a la maniera bárbara, y que parecían tintinear con cada uno de mis pasos. El conjunto lo completaba una copa de vino de un borgoña muy vivo que hacía juego con el de mis labios, coloreados de aquel modo a propósito. Aun y todo, parecía discreta porque no portaba ni una sola joya, a diferencia de las mujeres de alto rango que se encontraban allí reunidas y a las que prefería dejar que se valieran de semejantes artificios para conseguir algo que a mí me salía naturalmente: brillar. Así, con calma y las formas de una anfitriona, fui deslizándome entre los invitados, intercambiando palabras cordiales en un francés que notaba dulce a través de mis labios e incluso a la hora de nacer en mi garganta, sin siquiera estar relacionada, aquella relativa docilidad al menos, con el vino que ingería a suaves sorbos. Lo estaba más con la coreografía de aquella danza improvisada de movimientos que culminó, como no podía ser de otra manera, bruscamente, frente a un invitado al que no recordaba haber saludado, y mi memoria era prácticamente infalible desde mi conversión. Del hombre me llamó la atención, en primer lugar, la melena tan insultantemente pelirroja que me recordaba a los cabellos que yo misma había tenido milenios atrás, a diferencia del color cobrizo del que se habían vuelto por el paso del tiempo y el efecto de algunos químicos con los que había jugado hacía ya un tiempo. Mi mirada, no obstante, no pudo evitar el impulso de ir más allá, y a medida que observaba su espalda y su porte mi ceño iba frunciéndose sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.

Todo en él me resultaba familiar, desde su aspecto hasta el leve aroma que se escapaba de entre sus ropas. Me hablaba de mi aldea, de las islas en las que había vivido antes de ser arrancada de mi hogar, y sobre todo de aquella familia que tenía por muerta y enterrada desde hacía ya más de un milenio. Todo mi cuerpo me estaba gritando que me acercara y lo obligara a girarse y a encararme; anhelaba, de una manera casi física, contemplar su rostro y averiguar... ¿Qué? ¿Si se trataba de alguien que no podía ser? ¿Si era un familiar que solía conocer pero que debería haber muerto como el resto de mis lazos humanos, salvo aquel que me había convertido en un monstruo hacía tantos siglos? Era imposible, se suponía que no podía tratarse de quien yo creía que era, mas la curiosidad me había invadido y no podía hacer absolutamente nada por evitarla salvo observarlo, atónita, y tratar de deducir si era él... Aunque, en realidad, también podía conseguir que me mostrara su rostro, y eso fue precisamente lo que opté por hacer.
– Buenas noches, Monsieur. – murmuré, incapaz de hablar más alto, pero conseguí mi objetivo inicial porque él se giró y yo... Yo tragué saliva audiblemente, algo que ni siquiera necesitaba hacer, al menos no tanto como un humano. Del mismo modo, abruptamente, abandoné mi actitud tranquila y a punto estuve de arrojar la copa de vino al suelo por el súbito temblor que se apoderó de mis manos, como si una vez más fuera una mortal y no la criatura de la noche en la que había sido transformada hacía una eternidad, como ahora me lo parecía. Milagrosamente, aún y todo, conseguí hacer acopio de la suficiente capacidad de raciocinio para mantener los ojos clavados en los suyos y para que no temblara la voz cuando pronuncié su nombre: Arwel.
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Mensaje por Arwel Reiss Miér Jul 22, 2015 5:57 pm

Y a mí me gustan las fiestas multitudinarias. Son muy íntimas. En las que se dan para poca gente no hay manera de estar a solas.
Francis Scott Fitzgerald


El arte en aquella exhibición era absolutamente exquisito. A donde quiera que fueran los ojos del inmortal, terminaba su mirada por toparse con una obra que amenazaba con atraparle durante horas. Definitivamente aquella noche no se había equivocado al tomar la decisión de asistir; si bien le era molesto estar rodeado de tantas personas, los humanos a su alrededor eran completamente ignorables y los sobre naturales, bueno, si ninguno se acercaba a molestarle, no existiría problema alguno y pese a ese pensamiento, tenía la idea de que existía una excepción. Los rumores decían que la exhibición era obra de uno de los suyos y aunque el inmortal dudaba que aquel o aquella que fuera el anfitrión de la noche se acercara a él, de hacerlo, Arwel se encontraría dispuesto a dar la explicación de su presencia en aquel evento tan selecto.

Con la mirada fija en la obra frente a la que se encontraba, el inmortal recordó parte del tiempo que viajo por el mundo y sin duda alguna supo que aquella debía ser la primera y quizás la última en la que tantas obras de buen gusto se encontraban juntas en un solo lugar. La expresión del vampiro era neutra y ante los ojos de los demás asistentes al evento, debía ser alguna clase de demente que no se movía para nada, cosa que a él poco le preocupaba pues estaba ahí por y para el arte, no como los simples humanos que buscaban compañía, chismes del momento y quien sabía que más que fuera capaz de dar sus precarias mentes. Los ojos de Arwel recorrían con lentitud y una devoción única la pintura, grabando en su memoria cada trazo, sumergiéndose en un mundo donde nada del exterior podía tocarle o al menos eso era lo que él había pensado.

Se mantuvo inmerso en su universo tanto como le fue posible, pues para su mala fortuna aun se encontraba en un lugar con más gente y fue una voz femenina la que precisamente le fue a recordar aquello y le saco del momento, haciendo que el vampiro regresara a aquel presente donde según él no tenía nada que le importase. La voz que le llamaba no le resulto para nada familiar y ¿Cómo iba a resultarle conocida? Él daba a toda su familia por muerta y hacía muchísimo tiempo que las esperanzas de encontrar a alguien de los suyos con vida se había desvanecido. Con cierto pesar termino por girarse para observar a quien fuera que le llamaba, pero al hacerlo descubrió algo que según él, era imposible. Las facciones de su rostro no habían cambiado mucho de las de la chiquilla que fuera cuando se separaron, era ahora toda una adulta y eso resultaba evidente; los cabellos que debían ser de un rojo intenso se habían tornado castaños, detalle que le hizo dudar ligeramente de la identidad de aquella fémina y aún así, fue el hecho de que pronunciara su nombre lo que no dejo cabida a dudas. Aquella mujer en el vestido aguamarina era su hermana, aquella inmortal que le hablaba era nada más y nada menos que Amanda.

Con incertidumbre dio un paso en dirección a ella y la mirada que antes analizara detalladamente las pinturas, ahora lo hacía con aquella mujer. Conforme más la miraba, menos dudas tenía de la identidad de ella. ¿Cómo era posible aquello? Años fueron los que trató de dar con alguno de los suyos y era en el lugar menos esperado donde venía a toparse por una de ellos. El vampiro se encontraba impactado, corporalmente parecía estar tranquilo pero seguramente su hermana notaba en sus ojos la sorpresa y la confusión que interiormente estaba viviendo.
Mi nombre no ha cambiado a pesar del paso del tiempo, me causa entonces curiosidad si el tuyo también se ha mantenido si  cambios o has optado por otra identidad – aún no podía concebir que aquella fuera su hermana, todo aquello era una broma cruel a la existencia de un vampiro. No tenía idea de cómo era que debía reaccionar en aquellas circunstancias, porque claro, nunca creyó que algo así pudiera pasar.

Alrededor de ambos la reunión continuaba pero para Arwel un nuevo universo había surgido, uno en el que solo existían él y Amanda. El tiempo había cambiado a ambos y no podían negarlo, pero la sangre que alguna vez compartieran parecía llamarse gracias a aquel vinculo que no podía romperse ni con la muerte, la hermandad.
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Mensaje por Invitado Dom Ago 02, 2015 4:38 pm

Su nombre no era dulce, pero a mí siempre me lo había parecido, incluso cuando, de niña, solía identificarlo con el guerrero inalcanzable a mis ojos en el que mi hermano mayor, uno de ellos, había terminado por convertirse. Entonces teníamos en común poco más que el pelo del color del Infierno, algo sumamente curioso teniendo en cuenta que mi nombre solía significar “otro mundo”, pero no de la manera en que los cristianos solían entenderlo, sino como un auténtico paraíso, similar al Valhalla de los nórdicos a los que tanto nos parecíamos hacía una auténtica eternidad. Como hermano, lo había amado igual que había adorado al resto de mi familia, e incluso durante mi cautiverio en Roma había pensado en él, en ellos, tan a menudo que el corazón solía dolerme en el pecho por la certeza de que ellos jamás volverían. Con el tiempo había llegado a aceptar que toda mi familia mortal estaba muerta y que yo era la única, la última, de manera que la herida había sido cauterizada y mi pasado por fin me había dado la tregua necesaria para poder seguir adelante, impulsada por el mordisco que el inmortal que me escogió decidió otorgarme, fiel a su estilo de convertir mortales que le llamaban la atención. Con los siglos, el recuerdo de sus rostros y de sus voces se había difuminado un tanto, motivado por la necesidad de acumular otros recuerdos que me habían sido más importantes en el momento de vivir los instantes en cuestión, y hacía ya bastante que no dedicaba apenas un pensamiento a aquellos con los que había compartido carne, sangre y mortalidad... Hasta ese momento. Hasta que el pasado me abofeteó en la cara y me arrebató una compostura que me había costado más de un milenio obtener, simplemente para dejarme sin defensas frente a él, un hombre al que conocía pero que, para mí, era un total desconocido.

– Me arrebataron el nombre de Annwn cuando me sacaron a rastras de la aldea para venderme al mejor postor en los mercados del Imperio. – repliqué, sin acritud pese a que mis palabras pudieran indicar lo contrario, y mi mirada siguió fija en él, intentando averiguar exactamente qué se escondía tras sus glaciales ojos azules, también distintos a los míos como novedad. ¿Qué pensaría él de mí? Yo no era como la niña que recordaba, si es que realmente se acordaba del tiempo que habíamos compartido en la vida del otro. Yo era joven e impresionable, y estaba segura de que mi imagen de él se correspondía poco con la realidad de Arwel, o al menos con el hombre que había sido y que el tiempo había terminado de modelar hasta aquel momento. ¿Qué tendría en común con lo que yo creía recordar? O, dicho de otra manera, ¿quién era él realmente? Pues un nombre no hacía a una persona, yo con mi camaleónica identidad era prueba de ello, y pese a que él hubiera mantenido el suyo estaba segura de que el tiempo no lo había dejado incólume y en el mismo estado que entonces... Ante mí se hallaba un total desconocido al que solía conocer, y esa era sin duda la peor clase de extraño que podía cruzarse en el camino de alguien que se enorgullecía de poder hacer frente a cualquier situación, por delicada que ésta fuera.
– Ahora me conocen como Amanda Smith. El apellido lo elegí... sinceramente, porque era un apellido sencillo y extranjero en París, y eso me ayudaba a mantener la imagen de noble venida de un lugar lejano. Y en cuanto al nombre, el latín siempre se me dio bien, especialmente una vez me reconcilié con el tiempo en el que valía lo mismo que un ánfora de barro y me vi obligada a aprenderlo. – añadí, una vez más sin que hubiera reproche en mi voz, pero esta vez con más cautela que antes, cuando había hablado sin pensar. Inconscientemente, o quizá no, comenzaba a guardarme las espaldas frente a quien había sido mi familia y ahora sólo era alguien que me era absolutamente ajeno y en quien ni siquiera sabía si podía llegar a confiar...
– ¿Qué te hicieron, Arwel?
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Mensaje por Arwel Reiss Lun Sep 21, 2015 11:12 pm

Los ojos que momentos atrás recorrieran las pinturas, recorrían ahora enteramente a su hermana. Era tan hermosa que opacaba todas y cada una de las obras que se exhibían en aquel sitió, o quizás no lo era tanto como lo percibía y lo que le llevaba a pensar eso era la sorpresa que recibía tras años sintiéndose en soledad que ahora se desmoronaban como un castillo de arena ante el golpe repentino de una ola. Arwel se hizo a la idea de existir como el último de los suyos, aprendió a dejar el pasado en su lugar y no traer los fantasmas de ese pasado al presente; el único inconveniente era que su hermana nunca fue un fantasma y que lejos de traer a él un pasado pesado y doloroso, traía más bien la restructuración de varios pensamientos y por sobre todo, traería irrevocablemente afectaciones al futuro de ambos. Por unos instantes, alejo la mirada de ella para observar a todos los demás asistentes a aquel evento; verla dolía, le afectaba saber que aunque en su humanidad fueron hermanos, ahora eran dos completos desconocidos que se reconocían como algo. No existía una pertenencia al otro, los años la habían destrozado. La observo por ultima vez siendo una niña, alguien que aún tenía tanto que aprender del mundo que pudo ser moldeada a gusto de aquellos que optaron por llevársela; si incluso él fue modificado por la circunstancias, con mucha más razón debía haberlo sido ella.

Arrebataron muchas cosas de nuestra aldea – respondió volviendo a mirarle – Aunque algunas cosas pesaron más que otras – cuando fue separado de los suyos, su aldea poco le había interesado y todo aquello de lo que alguna vez estuvo orgulloso paso a segundo lugar y comenzó a pensar únicamente en el destino de su familia, pensamiento que fue dejado de lado al pasar los años porque ninguna existencia mortal viviría tanto como para pensarle durante toda una eternidad. Un ligero movimiento de sus cejas fue únicamente lo que podía delatar el desagrado que provoco saber que llevaba un nombre completamente diferente y si bien no le culpaba por eso, descubrirlo le llevaba a sentir que el espacio que les separaba se tornaba cada vez mayor – Amanda Smith es un nombre que te sienta bien, al igual que el nuevo color de tus cabellos, bastante diferente al que recuerdo pero ya nada es como solía ser. Yo únicamente he conservado mi nombre, mi apellido cambia a través del tiempo y los lugares ya que creo, es mejor de esa manera – su nombre era algo que no pudo cambiar a pesar del paso del tiempo, era lo único a lo que se aferraba de una manera enfermiza además que formaba parte de aquello que estaba seguro, le acompañaría por toda la eternidad.

¿Qué le habían hecho? Cambiarle la vida completa, eso era todo lo que le hicieron los que terminaron por llevárselo lejos de los suyos, a un sitió donde no tuviese más opción que creerlos muertos a todos y aferrarse él a una existencia completamente diferente. Arwel se dio cuenta al ser alejado de su hogar, que no era tan fuerte como se pensaba y que nunca había sido capaz de verdaderamente proteger a los suyos. En el mundo verdadero y cruel, fueron meras piezas de un juego, piezas que por buena o mala fortuna se encontraban una vez más.
Lo que a la mayoría que permanecimos con vida. Me vendieron como esclavo a una mujer, precisamente la misma que creyó sería un buen compañero para su eternidad – Amanda no necesitaba saber realmente todo lo que sucedió, así que se limitaba a decir eso porque tampoco era el sitió adecuado para que trataran de conocer detalles tan íntimos sobre el otro – No fue tan malo – aseguró – fui capaz de obtener conocimientos y cosas que de otra manera me hubiesen estado completamente vetados, simplemente como el poder ver todas las obras de arte que tienes aquí – sus ojos recorrieron nuevamente con fascinación todo el lugar –Dime entonces, ¿Qué te hicieron a ti? Pero sobre todo ¿Qué te hiciste a ti misma para llegar a esto? – los ojos azules del inmortal se concentraron una vez más en su hermana, tratando de descubrir lo que los años habían sepultado.
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Mensaje por Invitado Jue Feb 11, 2016 6:33 am

El hombre que, orgulloso como el guerrero que yo había conocido, se plantaba ante mí, no tenía nada que ver con el Arwel que yo había conocido, del mismo modo que yo tampoco tenía que ver con la Annwn que él había aprendido a amar, aunque no tanto como a otros de nuestros hermanos. El tiempo nos había moldeado de maneras que solamente alcanzábamos a intuir, pues no éramos capaces de ver su efecto en los ojos del otro con todos los detalles que el tiempo, más de un milenio, nos había grabado a fuego en cada una de nuestras vidas. Así pues, éramos dos desconocidos que habían solido conocerse en el albor de los tiempos, dos seres que físicamente se asemejaban un tanto para el observador que prestara atención, pero que para alguien que simplemente pasara por allí ni siquiera se daban un aire. Parecía que fuera aquella la primera vez que nos encontrábamos, y en cierto modo así era, por lo que mi actitud no podía ser diferente a como lo era con los extraños: abierta, receptiva, pero en cierto modo en guardia, porque las diferentes traiciones me habían obligado a no confiar nunca en nadie por completo, y ni siquiera él iba a ser una excepción. No podía serlo. Y ni siquiera me sorprendía no sentir ningún tipo de rencor, resquemor o siquiera dolor al respecto; había aceptado, con total naturalidad, que él era un extraño que portaba una máscara conocida para mí, pero que más allá de las apariencias quizá podría tratarse de un enemigo más, y por ello debía actuar con la mayor cautela posible. Por ello, no interrumpí sus palabras ni siquiera un instante, para poder aprehender lo más posible de él y de su historia contada a medias, eso siendo muy generosa; le presté atención a cada uno de sus gestos, miradas y movimientos, y solamente cuando terminó de hablar decidí yo responder a la pregunta que él me había planteado.

– Me vendieron, crecí esclava, me transformaron. No comencé a vivir hasta que no conocí a uno de los nuestros en Tesalónica que decidió apiadarse de mí y darme una nueva vida. – abrevié, si bien no me dejé ningún detalle que él debiera saber en el tintero, aunque sí hubiera obviado algunos… como, por ejemplo, que mi dueño humano me había hecho un hijo, y que ese linaje continuaba todavía paseando por el mundo, incluso por la propia ciudad de París. Eso era algo que únicamente me correspondía a mí saberlo, y que para él no tendría el menor interés ante la nueva relación que nos unía: la de desconocidos. – En cuanto a mis cabellos… No puedo decir que todo el mérito fuera mío. Comenzaron a oscurecerse hace unas décadas, al estar cerca de la muerte, y yo decidí contribuir al proceso artificialmente como consecuencia de una traición. Eso es lo que me ha convertido en lo que soy ahora, Arwel, las traiciones que he ido sufriendo sin parar, una tras otra. – respondí, con jovialidad, si bien no había ni siquiera un atisbo de alegría en mi mirada, únicamente en mi tono de voz. Aunque le había explicado algo que, efectivamente, era cierto, sin entrar en el detalle de que el traidor se había convertido en mi esposo para conseguir el gobierno de un reino poderoso como los Países Bajos, mis palabras también podían servir como advertencia muda de que no le convenía traicionar al ser en el que me había convertido. Si bien era mayor que yo en edad, yo no había dejado de ser nunca una guerrera, aunque él no hubiera conocido esa faceta de mí, y si hacía falta lucharía hasta que me quedara sin nada, incluso sin vida. Si él lo deseaba, podía convertirme en su rival con absoluta facilidad y sin siquiera despeinarme, y tal advertencia era la que venía implícita en mis palabras, por lo demás absolutamente ciertas respecto a los últimos siglos… no, milenios de mi existencia.

Mil millones de perdones no son suficientes:
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Mensaje por Arwel Reiss Lun Abr 18, 2016 11:34 pm

Los años los transformaron en lo que aparecía ahora frente al otro, sin embargo, el inicio de ese proceso no parecía realmente algo diferente. Ambos vendidos como esclavos, ambos transformados. ¿Cómo era que inicios tan similares daban como resultado dos seres tan diferentes? Las circunstancias que ambos enfrentaron con el pasar de los años les forjaron de tan diferentes que al mirarse uno al otro, veían a cualquier otro desconocido. La vampiresa frente a él era su hermana y aunque las dudas respecto a ella se arremolinaban en su mente, amenazando con salir a la luz en cualquier instante, contuvo esos deseos; Amanda era una completa extraña para él y como a todos los extraños, le trataba con respeto, brindándole la confianza que daba a cualquiera en un primer encuentro, confianza que de ser traicionada liberaba la verdadera naturaleza del inmortal. Arwel había aprendido a guardarse sus pensamientos, a tratar todo de una manera ajena, en un afán de impedir de cierta manera que su naturaleza salvaje saliera a la luz, mostrándose en cambio como un hombre culto y respetuoso, que era precisamente lo que dejaba ver a su hermana.

Escuchando con atención la historia de su hermana, dejó que el mundo a su alrededor siguiera girando, ignorando por completo todo aquello que no tuviera que ver con la inmortal frente a si. En el momento en que su hermana menciono la palabra traición, Arwel frunció el ceño. Para él esa era una palabra poco agradable, ya que cualquiera que se atrevía a traicionar su confianza (la que era dada a muy pocos así como su verdadera cercanía) encontraba la muerte, así que no podía explicarse el por qué ella decidía cambiar el color de su cabello en lugar de hacerse realmente cargo de quien le traicionaba; nuevamente las diferencias se volvían evidentes y el espacio entre ambos, crecía más y más.
Las traiciones son parte de la vida mortal e inmortal, no nos queda más que aprender a sobrellevarlas o aprender a vengarlas – dijo observando que más allá de donde se encontraban, un grupo de personas comenzaban a mirar a Amanda. Debían de necesitarla para comentar algo sobre la exhibición, pero esos momentos eran solo de ambos y no pensaba dejar que nadie se interpusiera – No puedo evitar cuestionarme, ¿Con que clase de seres tratas que las traiciones son parte frecuente de tu existencia? Y ¿Por qué las permites? Y lo pregunto porque pareces fuerte y no creo que seas de las que temen ensuciarse las manos – Y eso lo creía no porque conociera algo de ella, sino porque esa era una característica que la familia mortal de ambos presentaba, algo que sin temor a equivocarse Arwel sabía que existía dentro de ambos. Notando entonces como es que las personas que antes miraban a su hermana comenzaban a abrirse paso entre los demás asistentes a la exhibición, el vampiro ofreció su brazo a Amanda – ¿Caminamos? Que la cantidad de obras de arte que tienes es enorme y el tiempo muy poco – mentí, evidentemente pues lo que de verdad quería era simplemente alejarse de las molestias.
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Mensaje por Invitado Vie Mayo 27, 2016 10:41 am

Por un instante volví a ser una niña, la que gustosamente había recibido los escasos halagos que uno de mis queridos hermanos, Arwel, había tenido a bien dirigirme; sonreí con orgullo, rebosando satisfacción por haber sido la depositaria de sus amables palabras, pero también sonreí de forma pícara, dándole a entender que con quien me juntaba, mis círculos, eran capaces de las peores traiciones y poco podía hacer al respecto. Debía mostrarme así de ambigua porque así era como se estaba mostrando él, porque la situación lo requería, y porque no me quedaba más remedio, ya que de lo contrario se me haría absolutamente imposible tratar con un fantasma de mi pasado que había adoptado un aspecto demasiado corpóreo, tanto que pudo sostenerme con la confianza vacía y lejana de un caballero para sacarnos del centro de atención. Si bien era complicado que lo consiguiera durante mucho rato en un evento de aquellas características, donde yo había comisariado una muestra de arte y de poder y los nobles peleaban con uñas y dientes protocolarios por hablar conmigo, algo me decía que Arwel seguía manteniendo esa fiereza que lo había caracterizado y que, si deseaba hablar conmigo, como parecía, encontraría la manera de que nos dejaran tranquilos. Efectivamente, así fue; los dos conseguimos esfumarnos a un rincón sin apenas piezas expuestas, donde no había ojos y oídos ajenos a los nuestros, que pudieran interrumpir nuestra conversación, maquillada de cordialidad cuando, en realidad, lo que sentíamos era la más pura curiosidad. Y no era, en absoluto, para menos, cuando eres alguien de mi naturaleza y descubres que tu hermano mortal está vivo y coleando.

– Soy más aficionada a vengar las traiciones. No acepto que el otro quede impune después de haberme herido, no a mí. – le respondí, alzando la barbilla en una muestra de orgullo que no pude contener y con la mirada clavada en sus ojos, verde contra azul, un conflicto que hacía milenios que no se producía.
– He dado muchos tumbos hasta llegar aquí, Arwel. – aventuré, encogiéndome suavemente de hombros, y sin llegar a pronunciar la palabra que casi se me derramó por los labios entreabiertos: hermano. Tal vez antaño lo hubiera sido, tal vez en un futuro podría serlo, si llegaba a confiar lo suficiente en él, pero que portara la máscara de mi carne y mi sangre no lo convertía en alguien en quien pudiera dejarme caer ciegamente sin miedo a que me empujara hacia el sol y me destruyera por completo. Él tenía razón cuando me preguntaba por la clase de seres con los que me juntaba, para acabar siendo traicionada en tantas ocasiones, y como tal había desarrollado una lejanía con cualquier ser que me impedía entregarme y confiar por completo a la mínima. Si lo deseaba, después de haber redescubierto a su hermana pequeña, podríamos reparar lo que el tiempo y la historia habían erosionado; si no, me encargaría al menos de que el encuentro resultara grato para ambos, incluso si era breve.
– ¿Qué te ha traído a París? No creo en el destino, ya no, pero… admítelo, tenemos un mundo entero para nosotros. Mira que es casualidad que hayas terminado aquí, conmigo. ¿Por qué?
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Mensaje por Arwel Reiss Mar Oct 18, 2016 11:10 pm

Para aquellos que los veían hablar, Amanda y Arwel no debían ser nada más que amantes del arte que se disponían a charlar un momento sobre la enorme colección que la Smith presentaba en aquel lugar. Quién podría adivinar que aquel par compartían más que el gusto por el arte, si ni siquiera ellos mismos podían encontrar un verdadero punto de similitud, porque los que existían habían desaparecido junto con los demás integrantes de su familia y con una mortalidad de la cual ahora solo quedaban recuerdos.

Por apenas unos segundos, sonrió. Le agradaba saber que su Amanda seguía mostrando la ferocidad de su familia al momento de actuar. Ellos nunca fueron humanos que  aceptaran las traiciones o que se doblegaran ante nadie; quizás podían caer y tomar su tiempo en levantarse, pero nunca se daban por vencidos y saber que esas características que fueron determinantes en su humanidad seguían vivas dentro de ambos, lo llevo a sentir cercano a su hermana.
Es bueno que no les dejes libres después de que han hecho daño – aseguró – eso después les hace creer que eres un ser débil y no hay nada que pueda ser más agredido que la debilidad – y eso era algo que supo de sobra en el tiempo que fue esclavo.

Dispuesto a pasar la mayor cantidad de tiempo con aquella mujer a la que alguna vez llamo hermana, Arwel le ofreció su brazo, pidiéndole con ese sencillo acto que pasara más tiempo a su lado. No la conocía para nada, estaba seguro de que el tiempo que charlaran no le serviría para conocerla más de lo que ahora y sin embargo, no podía separarse de ella. La aparición de Amanda significaba su encuentro con su pasado, con esas raíces que creía perdidas y hasta olvidadas. Ella era el fin de su existencia de soledad. Amanda era esperanza.
Toda la vida esta llena de tumbos Amanda, tanto la de los humanos como la nuestra – comenzó a caminar con ella – Solo que las barreras y problemas que enfrentamos los inmortales son muy diferentes a las de los mortales.

Lejos de todas las posibles interrupciones, Amanda entró en un terreno que a Arwel le parecía cuestión de tiempo que se abordara. Sin duda alguna era sumamente inusual que durante tantos años jamás hubieran dado con el otro y ahora, de un momento a otro se encontraban, justo cuando se daban por vencidos. Arwel dirigió su atención a uno de los cuadros cercanos antes de comenzar con su explicación.
La verdad es que no me ha traído nada especial – confesó antes de volver su mirada al rostro de su hermana – pero si quieres una razón, ha sido la necesidad. – hizo una pausa antes de continuar – Ya debes saberlo, no podemos estar demasiado tiempo en un solo lugar sin atraer atenciones no deseadas, así que abandone mi antiguo hogar y en la búsqueda de un hogar nuevo llegue a París – se encogió de hombros de manera desinteresada – Además que resulta que es un buen lugar para el arte y eso me agrada; ahora, ¿Respondí tu duda o crees que tengo algún motivo oculto?
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Mensaje por Invitado Vie Oct 28, 2016 10:31 am

¿Cómo era posible conjugar en Arwel todo lo que veía, sentía y expresaba con respecto a él? ¿Cómo se podía casar el agua con el aceite, el hermano humano al que admiraba y temía y el vampiro al que desconocía y del que desconfiaba, sin que resultara un engendro como producto final? Ante mis ojos se hallaba una quimera, tal vez la más perfecta que se hubiera nunca creado, pues sus rasgos se habían definido increíblemente con la inmortalidad, y no había nada en él que no lo elevara al mismo nivel del arte que nos rodeaba en el Museo, en mi Museo, aquello que había fundado con esfuerzo y que él estaba disfrutando como uno más. ¿Tendríamos eso en común o simplemente era parte de su fachada? Mi sire me había enseñado una vez, en un momento en el que le había apetecido confesarme ciertos secretos, que él creía que solamente los seres que están a punto de morir son realmente sinceros y se muestran sin miedo, pues ya no tienen nada que perder; el resto, todo mentiras, máscaras distintas que portamos con situaciones y personas diferentes, y que ocultan un yo que ni siquiera uno mismo conoce. Sí, había experimentado esa certeza conmigo misma, dada mi posición de monarca y previamente de mujer de mundo y de la nobleza; había presenciado cómo mi comportamiento cambiaba, sin que yo realmente tuviera mucho que decir al respecto, dependiendo de si trataba con iguales, víctimas o verdugos, así que ¿cómo podía el suyo no hacerlo? No solamente era lo lógico, sino que también rozaba lo que se podía esperar de él, y si bien la fría lógica me servía bien en ocasiones, no podía negar que en aquella, precisamente, resultaba una auténtica desgracia para nuestra futura relación.

– No puedes culparme por desconfiar, Arwel, ¿no? – pregunté, con dulzura y una sonrisa en los labios que probablemente no había subido a mis ojos, aunque no me mostraba hostil, sino en todo caso curiosa. Del mismo modo que él, mi hermano mayor, me había dicho que lo había llevado allí la necesidad, yo podía comprender la sensación porque había huido a Francia guiada por el mismo sentimiento, la ansia por la huida y la necesidad de alejamiento. Aunque probablemente nuestro enemigo fuera diferente, dado que el mío había sido un antiguo amante que posteriormente me había desposado, él tal vez pudiera comprenderlo, y tal vez no. Semejante ambigüedad era lo que me obligaba a mí a comportarme del mismo modo, sin saber qué paso dar y en la cuerda floja, como si en vez de una reina fuera una saltimbanqui circense que juega a los equilibrios para entretener al público. Si había alguna diferencia entre tal mujer y yo era, únicamente, que mi público era ruido de fondo, dado que el único que me escuchaba y me prestaba atención era, a diferencia de cómo había sido cuando nos solíamos tratar, Arwel. – Nunca fui tu hermana favorita, y parecías genuinamente sorprendido al ver que la que organizaba el evento era yo. No tengo motivos para creerte, pero tampoco para no hacerlo; por tanto, elijo poner en ti un voto de confianza. – concluí, encogiéndome suavemente de hombros y sin variar ni un ápice la expresión cordial de mi rostro de mármol, semejante al suyo pero, a la vez, increíblemente diferente. – Dime, ¿ya has atraído alguna atención indeseada desde que estás aquí? – pregunté, inocentemente, pero la indirecta no podía estar más clara: ¿consideraba mi atención como indeseada o, por el contrario, había sido una sorpresa hasta cierto punto grata?
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Mensaje por Arwel Reiss Vie Dic 16, 2016 10:37 pm

Desde su llegada a París, Arwel lo había visto como un lugar repleto de experiencias nuevas, de cosas diferentes y de sucesos inesperados, pero de entre todo lo vivido hasta aquellos momentos, era el encuentro con Amanda lo que seguramente permanecería en su memoria por siempre, junto con todas las obras de arte de las que se hallaban rodeados.

Con la mirada más bien fija en la de su inmortal hermana, Reiss se preguntaba si su encuentro era una bendición o una maldición de parte del destino. Durante años esperó con encontrar con vida a alguno de los suyos, con compartir aventuras y desventuras; todo para que ahora que finalmente se hacía a la idea de que eso no sucedería, apareciera quien menos espero encontrar. ¿Podría entonces rescatar algo del humano que alguna vez fue para así entablar una relación con su hermana? Se decía a si mismo que si, pero la verdad era que el tiempo hizo de las suyas en él volviendo aquel descubrimiento más en una lucha consigo mismo y con la Amanda que ahora aparecía frente a él, que en un reencuentro remotamente agradable.

Lejos de todos los asistentes a la presentación en el museo, los vampiros que alguna vez se llamaron hermanos sacaban finalmente las dudas. Para Arwel aquello era esperable, a tal grado que en lugar de molestarse por las preguntas de la mujer frente a él, lo que hacía era devolverle la sonrisa.
Por supuesto que no puedo culparte de desconfiar aunque si quisiera saber ¿De qué desconfías? ¿Crees que fui enviado por enemigos tuyos? ¿Piensas que vengo por algo que te pertenece? O interpreto mal y es solo mi repentina aparición lo que te genera dudas – los ojos del vampiro pasaron de su hermana a una pintura cercana – Porque a mi también me genera dudas el encontrarte, aunque son más bien dudas conmigo mismo – decidió dejar aquello en claro. Arwel no tenía motivo alguno para dudar de su hermana o más bien, decidida no hacerlo, no en esos momentos. Para torturarse a si mismo con interrogantes de las que quizás nunca obtendría respuesta ya tendría tiempo de sobra una vez que no estuviera cerca de Amanda.

Cuando la voz de su hermana interrumpió sus propios pensamientos, Arwel no supo como reaccionar. Comprendía a la perfección lo que ella decía. Reiss no fue el mejor hermano, dedicado siempre a sus cosas, ignorando a la que era su hermana menor por pensar que no tenían nada en común y sufriendo por ella y el resto de su familia solo hasta que intuyó que nunca los volvería a ver; darse cuenta de eso le incomodaba, lo hacía sentirse sumamente culpable. Pero ahora aparecía frente ella y sin realmente merecerlo recibía el voto de confianza de su hermana, algo que le llenaba de gozo, al punto que Arwel amplió su sonrisa.
Me llena de placer escuchar eso. Sé que no tienes un verdadero motivo para confiar en mi, al menos no por ahora, pero quiero que sepas que tu voto de confianza no será traicionado – y es que no podía decirle exactamente cómo, pero él se encargaría de recuperar un poco del tiempo perdido, eso si las cambiadas personalidades de ambos les permitían adaptarse el uno al otro – Atenciones indeseadas no he encontrado aquí en París, de hecho, más bien ha sido todo lo contrario – hizo una pausa – Claro que las atenciones que he recibido no le llegan ni a los talones a las tuyas – alzo entonces la mirada hasta el enorme grupo de personas en el museo – Rodeada de tanta gente, mientras que yo prefiero la soledad – se rió al confesar aquello – ¿Quién lo diría?... La inmortalidad nos cambia hasta el punto en que somos casi completamente diferentes a los humanos que fuimos.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 03, 2017 5:53 pm

A medida que él hablaba, yo rememoraba los tiempos antiguos y pasados, cuando habíamos sido mortales con nuestras preocupaciones mutuas alejadas por completo del otro, hasta el punto de que, pese a llamarnos hermanos, apenas habíamos sido unos desconocidos para el otro y desde luego no ocupábamos el lugar de familiar favorito en ninguno de los dos casos. Entonces, la retraída había sido yo, la niña protegida de nuestro padre porque se me debía educar para ser una buena esposa, para traer muchos niños al mundo y para cuidar del hogar, mientras que él, el guerrero, debía batallar, sí, pero también ser un buen diplomático, lo que le obligaba a tratar constantemente con otros seres, la mayor parte del tiempo muy distintos a él. Sin embargo, ahora que nos habíamos reencontrado, la diplomática de la realeza era yo, que debía mantener el contacto con seres de todos los tipos incluso si lo que deseaba era callarlos para no escuchar sus tonterías, y él se había convertido en un ser mucho más solitario, como yo había sido entonces. Verdaderamente, la inmortalidad nos había cambiado, pero ¿acaso podía esperarse lo contrario cuando había transcurrido más de un milenio desde que ambos habíamos sido mordidos...? Si bien ignoraba su edad exacta, sí que veía con mis propios ojos la que aparentaba, y las cuentas estaban muy claras en mi mente: había sido transformado en torno al mismo tiempo que yo, con lo cual nuestras vidas, tozudas como estaba descubriendo que lo eran, hasta en eso habían decidido entrelazarse sin que nosotros hubiéramos dado permiso para que lo hicieran. Por ello, y sabiendo lo mucho que yo me había alejado de la humana que había sido, ¿cómo podía no esperar que él hubiera hecho lo propio, más aún cuando ni siquiera sabía con detalles en qué había consistido su existencia más allá de lo que él, en público, había tenido a bien contarme? Y aun así había optado por tener fe en un hermano que era un desconocido para darle un voto de confianza que tal vez mereciera, y tal vez no; fuera cual fuese la realidad, tendría que esperar para ver si la decisión había sido correcta, y eso es lo que haría.

– Cuantos más seres tienes a tu alrededor, más posibilidades existen de que alguno desee clavarte una daga de plata en la espalda cuando estás más distraído. No lo digo por ti, no creo que ningún enemigo mío haya sabido que eres mi hermano y te haya utilizado en mi contra pese a lo difícil que, supongo, ha sido encontrarte; sin embargo, a ti te criaron como guerrero y diplomático, y sabes perfectamente de lo que hablo. – aclaré, encogiéndome de hombros y haciendo un gesto con la mano como si le quitara importancia, pues para mí, realmente, ya no la tenía. Tal vez al inicio hubiera podido quitarme más el sueño, de forma por supuesto completamente figurativa, hacerme enemigos por doquier y estar obligada a mantener la guardia siempre alta, pero el tiempo era una medicina forzosa que a todo acostumbraba, incluso a las posiciones que jamás se sospechó que se poseerían. Además, también había ejercido de maestro conmigo, igual que padre había hecho con Arwel en su día, y las lecciones que había ido recogiendo con los años sobre manejar enemigos no hacían sino ser equiparables a las que él había recibido. – Una de las normas más básicas, y por eso precisamente soy asidua a este tipo de reuniones sociales, es mantener a quienes más peligrosos pueden resultar lo más cerca posible de ti. Ese es el motivo por el que ahora mismo soy una mujer casada: de todos los seres que pueden suponer un peligro mayor para mí, el que más lo es no es otro que mi amantísimo esposo, el monarca de los Países Bajos y un bárbaro con el que no te recomiendo que te mezcles a menos que valores poco tu tiempo y te apetezca perderlo. – comenté, quitándole importancia a Dragos, pero en el fondo suponía que era evidente que, pese a mi desdén, si le había dado la suficiente importancia como para casarme con él, daban igual las mentiras que salieran de mis labios porque lo cierto era que sí que la tenía, al menos para mí. Si era como amante o como rival, ya, no podía asegurarlo. – Aunque, bueno, tal vez quieras conocer a tu cuñado y presentarte como parte de la familia... – bromeé, sonriendo, aunque en el fondo, lo cierto era que hasta me había planteado en serio la posibilidad de que lo hiciera.
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Mensaje por Arwel Reiss Mar Abr 18, 2017 6:54 pm

En el tiempo que se conocieron las cosas eran muy diferentes. El poder era ejercido únicamente por hombres y las mujeres pasaban a ser más una propiedad que cualquier otra cosa; en la actualidad sin embargo, ellas estaban adquiriendo cada vez mayores responsabilidades, estaban demostrando de lo que eran capaces realmente y para muestra, estaba su hermana. ¿Hubiera creído si alguien le decía que su pequeña hermana sería algún día fuerte y poderosa? En aquellos tiempos se habría reído de ello, de la misma manera en que se reiría de la idea de que sería esclavo de una mujer y que acabaría viviendo más años de los que alguna vez pensó. El futuro definitivamente era algo incierto, lo creía más en esos instantes que en cualquier otro momento de su historia.

Arwel había abandonado las viejas enseñanzas junto a su humanidad, o eso solía decirse él porque la realidad era que aunque ya no buscaba luchar, la esencia de un guerrero seguía en su cuerpo, de la misma manera en que aún continuaban latentes todas las enseñanzas de su padre. Fueron precisamente esas enseñanzas las que le llevaron a asentir delicadamente a las palabras de Amanda.
Sin mencionar además que no eres como cualquier persona – le miró fijamente – el poder trae consigo enemigos desconocidos así que debes cuidarte no solo de aquellos que te rodean, también debes cuidarte de aquellos que desde las sombras te vigilan, esperando el momento que te distraigas para robarte todo lo que has obtenido y derrumbar todo lo que has construido – cruzó los brazos a la altura de su pecho – Incluso si tus enemigos dieran conmigo, no soy tan miserable como para ayudarlos a destruir mi familia. Ya se destruyo bastante de ella años atrás – no necesitaba que Amanda confiara en él, porque estaba seguro de lo que era y no era un traidor a los suyos. Reiss no fue capaz de desviar su atención de su hermana y mucho menos pudo ignorar la manera en la que ella habló de aquel que era quizás el ser más peligroso en su vida - o al menos así se lo daba a entender ella – su esposo. Escuchar la manera en que Amanda se expresaba de él hizo que la curiosidad atacará a Arwel. ¿Qué clase de hombre era el rey de los países bajos? ¿Sería tan peligroso como ella lo hacía ver? – Solo no te descuides, porque cuando tienes a los enemigos cerca cualquier descuido puede significar tu perdición – y es que eso era lo que les había pasado a ellos en la guerra donde fueron tomados como esclavos. Arwel y los suyos creían que conocían bien a su enemigo, confiaron en que no les pasaría nada y eso les costo la victoria y la vida, al menos la vida real. No era muy bueno comprendiendo y aceptando bromas, por eso fue que no rió cuando su hermana lo hizo, por el contrario, le miro fijamente a los ojos – No me molestaría en lo más mínimo conocer a quien se convirtió en tu esposo, de hecho, me gustaría bastante poder conocerle – se detuvo entonces – Si es que te parece apropiado que le conozca, ya que no sé si sería lo mejor para ti – quería conocer más de ella, tener la oportunidad de ver en que clase de mujer se había transformado  pero no quería que su deseo de conocer más de ella le causara problemas.
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Mensaje por Invitado Mar Abr 25, 2017 2:44 pm

Por un momento imaginé la situación que podría darse en mi palacio, en aquel que me había ganado a un tiempo con diplomacia y con un matrimonio fruto del chantaje, si llevaba a mi hermano Arwel y lo presentaba a mi esposo, un bárbaro celoso al que detestaba por sus crímenes pasados y que, por su parte, decía estar enamorado de mí. ¿Creería que realmente se trataba de alguien a quien había estado unida en mi humanidad o, por otro lado, pensaría que lo había traído junto a él como parte de mi elaborado plan de venganza, para herirlo todavía más de lo que ya lo hacía con mi desdeñoso comportamiento? Me conocía lo suficiente, tanto él como yo misma, para saber que era capaz de hacerlo, y además nunca le había hablado de mi familia humana porque, hasta aquella noche, los consideraba a todos muertos; sin embargo, Dragos podía llegar a saber cuándo mentía, y la única duda al respecto sería si sus celos le permitirían ver la realidad que planeaba mostrarle o si, por el contrario, elegiría no creerme y considerar a Arwel un rival en su casi imposible camino. La sola perspectiva me entretenía, especialmente dada la tranquilidad que mostraba mi antiguo hermano pese a que estuviera teniendo lugar un encuentro que ninguno de los dos habríamos podido jamás imaginar; en comparación, la furia de Dragoslav resultaría aún más infantil de lo que ya normalmente lo parecía, y eso podía ser tan cómico que no sería necesario ni contar con un bufón en la corte. No podía evitarlo: la idea de humillarlo aún más, aunque fuera aprovechándome de un hermano que, por otro lado, parecía sinceramente deseoso de conocerlo por la curiosidad que le provocaba su trato hacia mí, cobraba cada vez más fuerza, y no pude evitar, finalmente, sonreír a Arwel, un tanto más divertida de lo que la situación parecía sugerir inicialmente.

– Discúlpame, Arwel, pero momentáneamente la situación ha resultado muy clara en mis pensamientos, como si fuera clarividente, y no puedo evitar pensar que más que problemática, será muy cómica para mí. Quiero decir, él es como tú solías ser cuando éramos niños, un guerrero impulsivo e incontrolable, que además cree que le pertenezco por el hecho de que aceptara casarme con él a cambio de un reino; tú, en cambio, te has templado con los siglos, y simplemente ver el contraste... Delicioso, simplemente. – aclaré, y mi sonrisa se volvió traviesa, igual que el resto de mi expresión, a juego con mis pensamientos con respecto a la totalidad de la situación. Mi mente había ido un paso más allá, de hecho, y estaba empezando a imaginarme el diálogo en plena ebullición de rabia por parte del bárbaro de mi marido chocando contra la calma pasmosa de Arwel y con mi actitud, cauta, que seguramente echaría más leña al fuego de lo que ya parecía un incendio forestal. – Pero, al margen de todo eso, me gustaría que lo conozcas. Si hay alguien que puede comprender su psique, ese eres tú; si hay alguien que puede evaluar hasta qué punto es un peligro para mí, ese eres, otra vez, tú. Yo soy capaz de dominarlo y de manejarlo, sí, pero no olvido que trato con un animal, y me gustaría saber hasta dónde puedo pincharlo antes de que decida lanzarse a por mí y atacarme porque ya ha tenido bastante. Creo que me vendrá bien tenerte cerca como consejero, al menos para eso... Y no me parece un mal lugar para empezar a construir algo de nuevo, honestamente. Lo que yo no sé es para qué podría servirte una pobre reina poseedora de un Museo, de contactos para prácticamente todo lo que desees y de una pequeña fortuna, Arwel. Dime: ¿podría ayudarte en algo? – propuse, con jovialidad, pero todo en mi actitud revelaba que me estaba ofreciendo completa y sinceramente a ayudarlo en lo que me pidiera. Quid pro quo, definitivamente.
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Mensaje por Arwel Reiss Vie Jun 16, 2017 11:14 pm

Ante su sincero comentario sobre el deseo que nacía en él de ver al esposo de Amanda, fue capaz de ver algo que creía olvidado. La sonrisa que le dedicara su hermana le transporto lejos, a un periodo de tiempo donde aún eran capaces de contemplar el sol, la sangre corría por sus venas y la vida era un preciado regalo que en cualquier momento llegaba a su fin. Por un breve lapso de tiempo, se sintió una vez más un mortal y fue capaz de verse a si mismo como el hombre preocupado por el cuidado de su familia, ese demasiado ocupado como para brindarle tiempo y atención a una hermana que aunque ignorada, lo miraba y sonreía con cariño. Para Arwel, ver la sonrisa de Amanda era como tener por algunos segundos a esa hermana que hacía años que daba por muerta, pero que no lo estaba, ella seguía de cierta manera viva, bajo la coraza que la reina de los Países Bajos formo a su alrededor, de la misma manera en que dentro de él seguía vivo parte de aquel guerrero noble y valeroso que fue alguna vez.

Sonrió, gesto que solía mostrar desde hacía años en contadas ocasiones pero que la ocasión y la charla del momento ameritaban.
No tienes que pedirme disculpas – aseguró después de escuchar la explicación de Amanda, esa que lo hizo tratar de imaginarse un rey como él cuando mortal; un rey que seguramente no tomaba las mejores decisiones si es que se dejaba llevar por su impulsividad – La realidad es que un rey con el temperamento de un niño no es lo más apto y mucho menos si cree que le perteneces solo por haber aceptado casarte con él, al menos eso no funciona en estos tiempos – En su periodo de tiempo Amanda solo había sido criada para convertirse en esposa, pero ni aun en aquellos tiempo él hubiera permitido que la trataran como una posesión, no a su hermana, no en su presencia. De manera poco usual Arwel soltó una carcajada al escuchar lo que Amanda veía en él y en su temperamento ciertamente diferente al de antaño. – Me he templado porque las circunstancias que me tocaron vivir así me lo exigieron pero no siempre soy de esta manera; los viejos hábitos nunca se olvidan y una vez que se es guerrero nunca se deja de serlo – admitió con cierto orgullo ya que su procedencia, seguía grabada a fuego en su interior.

Una vez que culminó la charla sobre lo entretenido que le resultaría a la reina ver el choque de personalidades entre su esposo y su hermano, la seriedad volvió a llenar la conversación de los inmortales. Con atención y cierta sorpresa, Arwel escuchaba la propuesta de Amanda. Su hermana le proponía una verdadera reunión con su esposa, reunión donde él podría tantear el terreno que ella pisaba y ayudarle a saber hasta donde le resultaría seguro llegar, algo que Arwel estaba más que dispuesto a hacer por ella.
Será un completo honor para mi poder resultar de utilidad para los fines de la reina – respondía con solemnidad – pero más me honra saber que ayudo a mi hermana y que a partir de esto podre conocer más de ella. Empezar teóricamente de cero una nueva relación es simplemente algo que no puedo rechazar, además que realmente me da curiosidad conocer al rey aunque tengo que decirlo, ya me parece un ser no merecedor de ser tu esposo – y tras decir eso guardo silencio, pensando en si existía algo que él pudiera desear, siendo la respuesta que encontró en su mente, algo verdaderamente simple – Ya que has mencionado si puedes ayudarme en algo, creo que si existe algo – los ojos de Arwel fueron entonces a recorrer las piezas expuestas en el museo – Invitación para cada nueva exposición que se de aquí en el museo. ¿Le parece algo factible, su majestad?. – porque para Reiss no existía en aquellos momentos algo que quisiera atesorar más que el agradable reencuentro con su hermana y  las obras de arte, que igual que ellos serían durarían una eternidad.
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Mensaje por Invitado Jue Jun 22, 2017 6:00 pm

Todos los vampiros aprendíamos que el tiempo podía convertirse en un aliado con la misma rapidez que en un enemigo, que la inmortalidad podía resultar atrayente como una rosa, pero sus espinas podían resultar mucho más dolorosas y peligrosas que ninguna otra amenaza a la que debíamos enfrentarnos, que no eran pocas. El canto de sirena de la posibilidad de no morir eclipsaba a lo que la lógica deducía si se le dejaba el espacio suficiente: se tiene la eternidad, sí, pero... ¿para qué? Así era el tiempo: un enemigo duro, un compañero de viaje exigente, que tan pronto podía dar las mejores lecciones como arrebatar las ganas de continuar el trayecto con sus inesperados reveses, y todos los que habíamos alcanzado cierta longevidad lo habíamos podido captar y vivir en nuestras propias carnes. En lo personal, consideraba que yo me las había apañado bien en mi particular batalla contra la inmensidad de lo eterno y sin fin, que el tiempo me había educado y forjado con rigidez, pero no con crueldad, y que, a veces, llegaban regalos inesperados por los que merecía la pena plantar cara a la batalla sin final. Y si bien aún era pronto para considerar a Arwel uno de esos obsequios que me habían sido dados, especialmente porque me costaba reconciliarme con la idea de recuperar algo que se me había arrebatado hacía demasiados siglos para que los humanos pudieran comprender tanto, sí que apuntaba maneras, y eso era un hecho innegable, como también lo fue que aceptara mi proposición. Con una amplia sonrisa, que creció aún más cuando él estipuló unas condiciones perfectamente factibles para una mujer de mi posición y con mi poder, contemplé de primera mano cómo él se lanzaba de cabeza a la piscina de un futuro que nos incluyera a ambos, y, por primera vez en mucho tiempo, volví a ser una mujer impulsiva que hizo lo propio con él, sin dudarlo.

– ¿Sabes? Tienes razón. Sin embargo, para mi enorme desgracia, aún hay hombres que piensan como cuando éramos niños, y para ellos una mujer les pertenece desde el momento en que la desposan. – afirmé, encogiéndome de hombros como rindiéndome a la evidencia de que, evidentemente, mi marido estaba equivocado, pero que no era fácil que cambiara de parecer por mucho que lo intentara. Pese a ello, no dejaba de tener en mis planes obligarlo a que hiciera mi santa voluntad, entre la que le exigía algo tan sencillo y básico como darme la libertad que ansiaba quitarme: tal batalla sería dura, de eso estaba segura, pero mi amigo el tiempo me había curtido para ser capaz de lucharla, así que estaba fuera de toda duda mi intención con respecto a ella. – Yo misma puedo asegurarte que no merece ser mi esposo, pero no me quedó más remedio que desposarlo si quería asegurar el trono, y lo deseaba, te lo aseguro. Al menos, lo suficiente para que esté dispuesta a tolerarlo, con lo cual puedes imaginar la profundidad de mi deseo. – comenté, con ligereza, como si no hubiera sido una confesión que solamente él me había escuchado afirmar en voz alta en todo el tiempo que llevaba casada. Ante los ojos de la sociedad, fuera la francesa o la neerlandesa, debía fingir que mi matrimonio era maravilloso, que había sido consumado y que estaba total y absolutamente enamorada del hombre que me había permitido reinar; sólo unos pocos eran capaces de ver a través de mi engaño, y sólo algunos menos podían afirmar que me habían escuchado admitir que era una farsa, aunque lo fuera. Ello revelaba hasta qué punto me tomaba en serio la posición que le había ofrecido de consejero, de alguien que podía guardar mis secretos, fueran cuales fuesen dichos secretos, y en quien debía confiar por encima de todas las cosas. ¿Quién mejor que un hermano para ello...? – Qué bajo aspiras, Arwel. Por supuesto que tendrás una invitación a cada exposición y evento que se celebre en el Louvre, pero, si lo deseas, puedes tener más. Puedes acceder a los almacenes y a las dependencias privadas, a esos lugares a los que sólo entro yo, con sólo pedírmelo.
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Mensaje por Arwel Reiss Mar Ago 22, 2017 9:55 pm

Acudió a aquella exposición simplemente por el deseo imperioso de conocer respecto a la colección privada de la reina de los Países Bajos, pero era el destino quien volvía aquella simple intromisión a un evento privado, un re encuentro con el pasado.

Hasta esa noche, Arwel tenía sentimientos encontrados respecto al pasado. Por un lado, siempre agradeció sus raíces, su historia como mortal y todo lo que aprendió en aquellos tiempos ya lejanos, sin embargo, otra parte de él odiaba esos tiempos donde se creía fuerte pero en realidad, no era más que una criatura frágil que termino siendo sometida por una mucho más poderosa que le exigió doblegarse, volverse una sombra del hombre que alguna vez fue. Sin embargo, ver que no fue el único sobreviviente de su familia sanguínea era tan satisfactorio como confuso y peculiar.

Que los mortales piensen de esa manera es hasta cierto punto comprensible, pero seres como nosotros, conscientes de los cambios que sufre el mundo a través de las épocas – movió levemente la cabeza en negativa – Es ridículo que queramos vivir en el pasado, fomentando esas ideas retrogradas que no nos dejan avanzar – y quien mejor para expresarse sobre ideas retrogradas que no permitían el avance, que un ser inmortal al que verdaderamente le costaba trabajo adaptarse a los cambios tan acelerados de las sociedades y que aún pese a esa dificultad, aprendía a adaptarse y continuar. No como el marido de su hermana, que poseía una creencia ya no funcional para criaturas como ellos – Si tuviera algo más de inteligencia, sabría que estar en buenos términos contigo podría llevarlos más lejos de lo que han llegado cada uno por su cuenta – cruzó entonces los brazos a la altura del pecho.

Escuchó atento a lo que Amanda decía, era el motivo que la llevó a tomar a un hombre tan indigno de ella como pareja.
Definitivamente obtener el trono debió ser un gran deseo – aseguró mientras que bajaba los brazos y soltaba un suspiro innecesario para un vampiro – pero ahora que tienes lo que deseabas, ¿Te es ese hombre verdaderamente necesario? ¿Lo deseas aún a tu lado? –  Arwel formulaba aquellas preguntas para crearse un panorama más amplio de la situación, para saber si es que la existencia de aquel hombre verdaderamente tenía un propósito o es que ya se podía prescindir de la misma.

No quería resultar exigente – aseguró – pero claro que me encantaría tener acceso a almacenes y dependencias privadas – sus ojos fueron a recorrer nuevamente la exposición llevada a cabo por su hermana – así que te lo pediré – decidido observo entonces el rostro de Amanda – Dame acceso a todo el arte que seas capaz y además de eso, muéstrame el poder que has adquirido como Reina, déjame ver lo que puedes lograr.


Última edición por Arwel Reiss el Lun Sep 18, 2017 11:26 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Dom Ago 27, 2017 1:51 pm

No cabía duda de que el trono había sido un enorme deseo, antes incluso de encontrarse entre mis posibilidades la de poder conseguirlo, bien como había imaginado al principio, al acercarme a las familias nobles en las que creía que recaería la sucesión, o bien como lo había terminado por obtener: desposando a un déspota, bárbaro y arrogante vampiro al que una vez había amado. Sin embargo, ¿respondía mi deseo a un ansia pura de poder o a una necesidad más profunda, más relacionada con el reino en cuestión? Como vampiresa antigua, poderosa, cualquier reino habría podido satisfacer mis necesidades de poder, que era algo parecido a lo que le había pasado a Dragos; como Amanda, no obstante, los vínculos con los Países Bajos se remontaban a la dominación hispánica de Flandes, y desde entonces no habían hecho más que florecer. Pese a que siguiera prefiriendo a la Venecia original, la Venecia del norte tenía un encanto del que jamás me había desprendido, y precisamente por eso había luchado con uñas y dientes por el reino que gobernaba, sí, pero a un alto precio: compartir mi inmortalidad con el vampiro que había intentado asesinarme hacía no tanto tiempo. Así pues, ¿merecía la pena mantenerlo a mi lado? La lógica me decía que no, y el corazón también me decía que prefería tenerlo lejos o incluso no tenerlo, pero una pequeña parte de mí, cruel y retorcida como lo era Dragoslav, quería implementar sobre él cuanto más sufrimiento mejor, y esa parte era precisamente la que me llevaba a contestar que lo quería vivo cuando alguien, Arwel o cualquiera de mis consejeros, me preguntaba por ello. No era como si los necesitara, pues seguía siendo la vampiresa más antigua de todos los que tenía a mi alrededor, y también podría con él llegado el caso, pero siempre agradecía el consejo, especialmente en una posición tan delicada como la que ocupaba.

– Lo cierto es que librarme de él me solucionaría muchos problemas, eso es innegable. Sin embargo... No, lo prefiero cerca. Más vale tener a un enemigo próximo que donde no puedas vigilarlo, ¿no crees? Además, planeo vengarme, y para eso necesito tener a alguien sobre quien ejercer dicha venganza. Es cuestión de lógica: si quiero que sufra, no puedo darle la salida que sería la muerte. Sería contraproducente. – argumenté, encogiéndome de hombros con suavidad, y absolutamente prosaica pese a que estuviera manteniendo una conversación sobre la vida o muerte de otra persona. Dado que Dragoslav difícilmente podía ser considerado como tal, no me sentía tan mal como podría haberlo hecho de ser otras las circunstancias; además, era una vampiresa, y la mortalidad había cobrado un significado diferente para mí que para los que no poseían la eternidad a su disposición, así que semejantes cuestiones no tenían la importancia que sí habían poseído en otros tiempos. – Supongo que sí, lo deseo. Igual que deseo tenerte a ti y al resto de mis consejeros, en los que confío por encima de todo, sólo que él es un mal necesario y vosotros no. – concluí, atreviéndome a acariciarle el brazo, aunque sólo fue un momento y después me separé, incluso por completo. Aunque no tuviéramos público, prefería mantener cierta distancia, ya que seguía tratándose de un desconocido casi total, y era necesario ganarse mi confianza antes de poder disfrutar de ella. – Bien, entonces permanece atento a mis próximas decisiones, Arwel. Sin embargo, me temo que nuestro tiempo juntos hoy debe llegar a su fin. Cuento con que nos mantendremos en contacto, ¿no? Lo ansío, de verdad. – me despedí, con la esperanza grabada en la voz mucho más intensamente de lo que me habría gustado, pero no sólo no me avergoncé de ello, sino que incluso le sonreí para reforzar la decisión tomada.
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Mensaje por Arwel Reiss Miér Sep 20, 2017 1:52 pm

Apreciaba la confianza que le estaba brindando Amanda, una que creía estar retribuyendo de la mejor manera en la que era posible, después de todo, siglos apartados les habían moldeado de manera diferente. Las maneras de pensar de aquellos inmortales era muy diferente. Para Arwel, era mucho más sencillo y productivo tanto a corto como plazo que su hermana se deshiciera del esposo al que tanto parecía odiar y con quien únicamente se casó para conseguir un trono que ya poseía, mismo que podía ser únicamente de ella, si es que ese era su deseo. Claro que, él no había convivido con aquel hombre, él no había deseado el poder que poseía Amanda y por sobre todo, no conocía detalles profundos de la historia de la Reina de los Países Bajos, así que cualquiera fuera la decisión que tomara, ya fuera eliminar al Rey o seguir a su lado durante un tiempo más, sería apoyada por el Reiss, tal como lo pedía ella.

El silencio en que se mantuvieron ambos después de las preguntas formuladas por Arwel, fue un indicador clave para el vampiro, quien no se sorprendió en lo más mínimo cuando escucho la respuesta de Amanda.
Todo buen guerrero sabría que tienes razón. A los amigos se les mantiene cerca pero a los enemigos, a esos los mantienes a tú lado, así eres capaz de verlos cuando tratan de atacarte – asintió a las palabras de la Reina – Si es verlo sufrir y mantenerlo en tu lado para ello, lo que deseas, por mi perfecto. Te ayudare. – Para ayudar a Amanda, era necesario que conociera más de ella. De la misma manera, era primordial que conociera más detalles de aquel ser que era su cuñado, pero no esa noche. Arwel intuía que el tiempo junto a su hermana se agotaba y no porque ellos desearan que así fuera, sino porque la situación en que se encontraban exigía que fuera de esa manera. Amanda debía seguir atendiendo a sus invitados a la exposición, quienes comenzaban a impacientarse.

Con los ojos fijos en la elegante figura de Amanda, Arwel sonrió.
Estaré cerca de ti y de ese mal necesario que asecha tu existencia, de eso debes estar completamente segura – Si la encontraba después de tanto tiempo era porque sus destinos estaban ligados. El Reiss desconocía completamente a donde es que los guiaría la elección que ambos tomaban, pero por primera vez desde que dejara de ser mortal, sentía que tenía un propósito y llegaría hasta las últimas consecuencias por cumplir con ese designio. – Mi Reina, ansió ver que es lo que tiene para mostrarme y efectivamente, nos mantendremos en contacto pues aún existen muchas cosas de las que debemos hablar y este no es, ni el lugar ni el momento – Los inmortales se miraron a los ojos y la sonrisa en los labios de Amanda, llevó a Arwel a sonreír también.

Con Amanda ya lejos de él; Arwel se dirigió a la salida del museo, pues no tenía nada más que hacer ahí. Ambos hermanos habían dicho todo lo que debían esa noche y lo que quedaba ahora era solamente la promesa de un nuevo encuentro.

TERMINADO
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