AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
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Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Si bien sus padres habían dicho que era inútil que buscara culpables para aquel asesinato, Morgan no estaba dispuesta a permitir que uno de los suyos muriera sin que se le hiciera justicia; también sabía que pese a lo que dijeran sus padres, ellos estaban orgullosos de ella. Para toda la familia resultó algo sorprendente que Alessa terminara asesinada, después de todo, ella era la más diestra de la familia para asesinar, aquella que no cometía errores y sobre todo, jamás se involucraba en algo que fuera sumamente peligroso, así que todo lo sucedido le provocaba una enorme curiosidad a Morgan y claro, unos enormes deseos de venganza.
París era diferente a Rusia, demasiado y aunque Morgan estaba acostumbrada a estar sola, la realidad es que aquel lugar que le hacía pensar en su hermana, le provocaba una sensación diferente de soledad, una que no le gustaba para nada y mucho menos cuando de trataba de estar en la casa que alguna vez perteneció a Alessa. Todo en aquel lugar le recordaba la ausencia de su hermana, esa era la razón principal por la que la alemana no era capaz de pasar demasiado tiempo en aquella casa y en cuanto el sol salía, se alistaba para terminar escapando de aquella casa y salir a las calles en busca de información sobre aquellos que habían matado a su hermana. Aquel día no fue la excepción a la regla de lo que Morgan venía haciendo. Enfundada en un vestido color verde olivo, salió de la casa de Alessa y tomo el carruaje que también perteneciera a su hermana, para que le llevaran al centro de París. La germana tenía en claro que antes de investigar cualquier cosa sobre el asesinato de Alessa, era necesario que supiera lo mínimo sobre París, sus habitantes, los conocidos de su hermana y sobre todo como movilizarse debidamente por las calles parisinas, pues eso era un aspecto clave para mantenerse con vida.
Apenas llegaba al centro, exigió al conductor que le bajase en cualquier parte que pudiera hacerlo y dando la indicación de que regresara por ella antes de que cayera la noche. Morgan se encamino a andar lentamente entre la gente que iba y venia. Si bien caminaba entre las personas, la atención entera de la germana se encontraba en los detalles de las calles, los negocios y todo aquello que pudiera de servirle de referencia para el futuro; de hecho, fue precisamente porque se encontraba tan enfrascada en aquello, que giro en una calle y terminó topándose completamente de frente con un joven de ojos claros y ropas humildes, siendo así como perdió toda la concentración de antes.
– Oye, ¿Puedes ayudarme? – soltó aparentemente sin pensar muy bien sus palabras, pero todo lo que ella hacía tenia un motivo y aquel que había llegado a su mente al ver al joven, fue que mucho mejor que descubrir las calles por su cuenta, debía buscar alguien que pareciera conocerlas mejor que ella y aquel muchacho parecía una buena opción.
París era diferente a Rusia, demasiado y aunque Morgan estaba acostumbrada a estar sola, la realidad es que aquel lugar que le hacía pensar en su hermana, le provocaba una sensación diferente de soledad, una que no le gustaba para nada y mucho menos cuando de trataba de estar en la casa que alguna vez perteneció a Alessa. Todo en aquel lugar le recordaba la ausencia de su hermana, esa era la razón principal por la que la alemana no era capaz de pasar demasiado tiempo en aquella casa y en cuanto el sol salía, se alistaba para terminar escapando de aquella casa y salir a las calles en busca de información sobre aquellos que habían matado a su hermana. Aquel día no fue la excepción a la regla de lo que Morgan venía haciendo. Enfundada en un vestido color verde olivo, salió de la casa de Alessa y tomo el carruaje que también perteneciera a su hermana, para que le llevaran al centro de París. La germana tenía en claro que antes de investigar cualquier cosa sobre el asesinato de Alessa, era necesario que supiera lo mínimo sobre París, sus habitantes, los conocidos de su hermana y sobre todo como movilizarse debidamente por las calles parisinas, pues eso era un aspecto clave para mantenerse con vida.
Apenas llegaba al centro, exigió al conductor que le bajase en cualquier parte que pudiera hacerlo y dando la indicación de que regresara por ella antes de que cayera la noche. Morgan se encamino a andar lentamente entre la gente que iba y venia. Si bien caminaba entre las personas, la atención entera de la germana se encontraba en los detalles de las calles, los negocios y todo aquello que pudiera de servirle de referencia para el futuro; de hecho, fue precisamente porque se encontraba tan enfrascada en aquello, que giro en una calle y terminó topándose completamente de frente con un joven de ojos claros y ropas humildes, siendo así como perdió toda la concentración de antes.
– Oye, ¿Puedes ayudarme? – soltó aparentemente sin pensar muy bien sus palabras, pero todo lo que ella hacía tenia un motivo y aquel que había llegado a su mente al ver al joven, fue que mucho mejor que descubrir las calles por su cuenta, debía buscar alguien que pareciera conocerlas mejor que ella y aquel muchacho parecía una buena opción.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/03/2013
Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Había sido una mala mañana, pésima en realidad, en todos los sentidos. Para empezar, fue despertado bruscamente por un guardia que se encargaba de vigilar el parque en donde, hasta esa mañana, había estado durmiendo. Ya era bastante malo que se hubiesen dado cuenta de que "una escoria de la humanidad" (lo único que logré entender totalmente de los múltiples insultos con los que fui recibido) haya estado durmiendo bajo el puentecito de aquél parque. El hombre, no conforme con la reprimenda extenuante que me dio, también me tomó de mis despeinados cabellos y fue tirando de ellos hasta que, finalmente me empujó hacia la calle a la vista de todos aquellos comerciantes y madrugadores que transitaban en ese momento. Prefería alejarme del gran portón y soltar mi berrinche lejos de las miradas curiosas porque las pocas pertenencias que tenía (como mi abrigo y un bolso que pude haber vendido o cambiar por comida) se habían quedado dentro del parque y ahora no podía regresar por ellas.
Con el orgullo herido, me alejé hasta un callejón que conocía perfectamente bien y era un atajo para el centro de París, sin nada de valor, tenía que conseguir algo de dinero u otros objetos que pudiesen valer algo, de lo contrario me iría a dormir con el estómago vacío por segunda vez y mis harapos no serían suficientes para el frío. Al llegar al centro, noté de inmediato que había guardias por todas partes. -Mierda. -Dije en voz alta desde las sombras. Tendría que esperar horas ahí hasta que apareciera algún despistado cerca y tratar de sacarle algo de los bolsillos sin que se diese cuenta.
Estuve ahí inmóvil por alrededor de tres horas ignorando los ruidos que producía mi estómago hasta que, por fin, un anciano con ropas elegantes apareció en la escena, se distraía admirando los edificios y, bueno, todo en realidad. Lo cual me llevó a la conclusión de que era un extranjero.
Estaba a punto de salir de mi escondite y entrar en acción cuando, sin previo aviso, una joven apareció a pocos centímetros de mi rostro. -Oye, ¿Puedes ayudarme? -Preguntó mirándome directo a los ojos, cosa que me intrigó y, no voy a mentir, me dio mala espina puesto que nadie en su sano juicio miraría a alguien directamente a los ojos siendo evidente por la ropa y el olor que es un vagabundo. Tenía una mirada penetrante que me hizo enmudecer de pronto.
No me moví por casi un minuto completo y volteé a mis alrededores lentamente, esperando buscar otra persona detrás mío, cosa estúpida puesto que me había mirado a mí específicamente. Pensaba ¿me habrá descubierto, me iba a delatar? -¿Y... yo?- Pregunté con una mezcla de temor y confusión mientras miraba de reojo a mi presa alejándose del lugar.
Con el orgullo herido, me alejé hasta un callejón que conocía perfectamente bien y era un atajo para el centro de París, sin nada de valor, tenía que conseguir algo de dinero u otros objetos que pudiesen valer algo, de lo contrario me iría a dormir con el estómago vacío por segunda vez y mis harapos no serían suficientes para el frío. Al llegar al centro, noté de inmediato que había guardias por todas partes. -Mierda. -Dije en voz alta desde las sombras. Tendría que esperar horas ahí hasta que apareciera algún despistado cerca y tratar de sacarle algo de los bolsillos sin que se diese cuenta.
Estuve ahí inmóvil por alrededor de tres horas ignorando los ruidos que producía mi estómago hasta que, por fin, un anciano con ropas elegantes apareció en la escena, se distraía admirando los edificios y, bueno, todo en realidad. Lo cual me llevó a la conclusión de que era un extranjero.
Estaba a punto de salir de mi escondite y entrar en acción cuando, sin previo aviso, una joven apareció a pocos centímetros de mi rostro. -Oye, ¿Puedes ayudarme? -Preguntó mirándome directo a los ojos, cosa que me intrigó y, no voy a mentir, me dio mala espina puesto que nadie en su sano juicio miraría a alguien directamente a los ojos siendo evidente por la ropa y el olor que es un vagabundo. Tenía una mirada penetrante que me hizo enmudecer de pronto.
No me moví por casi un minuto completo y volteé a mis alrededores lentamente, esperando buscar otra persona detrás mío, cosa estúpida puesto que me había mirado a mí específicamente. Pensaba ¿me habrá descubierto, me iba a delatar? -¿Y... yo?- Pregunté con una mezcla de temor y confusión mientras miraba de reojo a mi presa alejándose del lugar.
Última edición por Cailen Gowan el Vie Sep 11, 2015 10:01 pm, editado 1 vez
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Podía considerarse como algo sumamente extraño y fuera de lo usual que alguien con quien acababas de toparte te abordara para pedir ayuda, pero la mente de Morgan trabajaba de manera diferente a la usual, para ella los temores o las dudas que sentía cualquier persona, no eran más que estorbos que le impedían lograr sus cometidos y por eso simplemente eliminaba cualquier duda o miedo y se lanzaba al ruedo sin más. Eso fue lo que hizo en el preciso instante que al girar en una pequeña callejuela, se encontró directamente con un joven a quien le pidió que le ayudase con una seguridad tan única como ella misma.
Los ojos de Morgan se despegaron de los ajenos y fue entonces que miró de un lado a otro, de la misma manera en que él lo hacía, e hizo aquello antes de volver a centrar su atención en la mirada del chico aquel.
– Sí, te lo estoy diciendo a ti. Después de todo no veo a nada más por aquí – y eso era cierto, en aquella calle solo se encontraban ellos y en la lejanía un hombre que se alejaba, lo que volvía evidente que la germana hablaba con el joven – ¿Te es tan sorprendente que alguien te pida ayuda? – Una sonrisa divertida apareció en sus labios y cruzó los brazos a la altura del pecho – Cualquier hombre estaría sumamente complacido de que una mujer le pidiera ayuda – se encogió de hombros – al menos eso es lo que he visto durante mi breve estancia en este lugar – un suspiro salió de sus labios mientras que recordaba nuevamente que estaba en un sitió completamente extraño y que además de eso, tenía que llevar a cabo una misión de suma importancia.
– Entonces ¿Puedes ayudarme o tienes algo mejor que hacer? Porque si me ayudas, veras que puedes sacar algo de provecho – Sus palabras parecían una exigencia y era porque la alemana estaba acostumbrada a hablar de aquella manera ya que en raras ocasiones era capaz de tolerar un no como respuesta y si recibía una negativa, ella siempre se las ingeniaba para sacar una afirmativa. Prueba de ello era que entre lo que le decía al joven, le aseguraba que recibiría algo a cambio de su ayuda – y por cierto, me gustaría saber tu nombre. Yo soy Morgan y creo que será un absoluto placer conocerte – aseguró con una enorme sonrisa en el rostro, aguardando porque el joven aquel aceptase ayudarle y pensando a su vez que podía ofrecerle de manera más concreta en caso de que se negara a auxiliarle.
Los ojos de Morgan se despegaron de los ajenos y fue entonces que miró de un lado a otro, de la misma manera en que él lo hacía, e hizo aquello antes de volver a centrar su atención en la mirada del chico aquel.
– Sí, te lo estoy diciendo a ti. Después de todo no veo a nada más por aquí – y eso era cierto, en aquella calle solo se encontraban ellos y en la lejanía un hombre que se alejaba, lo que volvía evidente que la germana hablaba con el joven – ¿Te es tan sorprendente que alguien te pida ayuda? – Una sonrisa divertida apareció en sus labios y cruzó los brazos a la altura del pecho – Cualquier hombre estaría sumamente complacido de que una mujer le pidiera ayuda – se encogió de hombros – al menos eso es lo que he visto durante mi breve estancia en este lugar – un suspiro salió de sus labios mientras que recordaba nuevamente que estaba en un sitió completamente extraño y que además de eso, tenía que llevar a cabo una misión de suma importancia.
– Entonces ¿Puedes ayudarme o tienes algo mejor que hacer? Porque si me ayudas, veras que puedes sacar algo de provecho – Sus palabras parecían una exigencia y era porque la alemana estaba acostumbrada a hablar de aquella manera ya que en raras ocasiones era capaz de tolerar un no como respuesta y si recibía una negativa, ella siempre se las ingeniaba para sacar una afirmativa. Prueba de ello era que entre lo que le decía al joven, le aseguraba que recibiría algo a cambio de su ayuda – y por cierto, me gustaría saber tu nombre. Yo soy Morgan y creo que será un absoluto placer conocerte – aseguró con una enorme sonrisa en el rostro, aguardando porque el joven aquel aceptase ayudarle y pensando a su vez que podía ofrecerle de manera más concreta en caso de que se negara a auxiliarle.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
– Sí, te lo estoy diciendo a ti. Después de todo no veo a nada más por aquí – "Lo sé" pensé para mí mientras seguía inmóvil, al volver a escuchar su voz, juraría que estuve a punto de quedarme sin aliento, no necesariamente porque cupido me hubiese dado un flechazo, nada de eso. Pero la mirada intensa con la que me enfrentaba me había dejado petrificado, una batalla de dos voluntades. – ¿Te es tan sorprendente que alguien te pida ayuda? – Volvió a decir sonriendo. Tenía ganas de preguntarle "¿Es que acaso no me estás viendo?" Pero eso sería grosero en muchos niveles, así que me mantuve callado sin despegar mis ojos de los de aquella doncella. Finalmente logré romper el contacto visual y agaché un poco a la cabeza, pues había recordado que era mal visto que alguien como yo mirara directamente a un miembro de la clase alta, en estos tiempos, cualquier pretexto era bueno para encarcelar a alguien. – Cualquier hombre estaría sumamente complacido de que una mujer le pidiera ayuda – Volvió a decir encogiéndose de hombros, esperando una respuesta mía que no llegaba – al menos eso es lo que he visto durante mi breve estancia en este lugar – Por último dio un suspiro que yo supongo que era impaciencia. Honestamente, no tenía idea de qué hacer ¿Y si alguien me veía y lo malinterpretaba? Entonces si me iba a meter en un buen lío.
– Entonces ¿Puedes ayudarme o tienes algo mejor que hacer? Porque si me ayudas, veras que puedes sacar algo de provecho – No podía creerlo, esta chica era la persona más peculiar que había conocido en mis cortos veintidós años de vida. Volví a mirarla con mis característicos ojos sumisos, mentalmente preguntando "¿Esto es alguna broma?" Lo último que quería era aceptar y que al salir me recibieran burlas por haber sido tan ingenuo, una vez me pasó, me habían dado 100 francos como limosna y cuando volteé, ya no los tenía. Resultó que el hombre lo tenía sujeto con un hilo, solo se burló de mí.
– y por cierto, me gustaría saber tu nombre. Yo soy Morgan y creo que será un absoluto placer conocerte Volví a agachar la cabeza, de forma más tenue y con voz temblorosa respondí. -C... Cailen, mi... mi nombre es Cailen. -Hubo otra pausa incómoda y volví a preguntar. -¿Lo... lo dice usted en serio, quiere que YO le ayude? -Dije haciendo énfasis en "yo" y cuidando de sonar cordial, pues si aquella mujer interpretaba mi pregunta como un intento de llevarle la contraria las cosas se pondrían feas.
Sin quitar esa expresión de sus ojos, asintió y alcancé a distinguir que disimuló alguna especie de pensamiento y/o gesto, y no estaba seguro de saber cuál era. Ella retrocedió unos pasos sin perder la elegancia de una mujer de su clase y me hizo un ademán para que avanzara unos pasos y así, pudiera darme completamente la luz. Obedecí en silencio mientras jugaba con mis manos nerviosamente. No dejaba de impactarme la conducta de esta desconocida, al salir de la sombra y exponerme a la luz, se veían con aún más claridad mis harapos, mi barba sin afeitar y el pelo despeinado, ni siquiera mi mal olor parecía afectarle. Después de comprobar que seguía en calma (y sobre todo, decidida a pedir mi ayuda), me atreví a hablar. -¿En qué puedo servirle madame?
– Entonces ¿Puedes ayudarme o tienes algo mejor que hacer? Porque si me ayudas, veras que puedes sacar algo de provecho – No podía creerlo, esta chica era la persona más peculiar que había conocido en mis cortos veintidós años de vida. Volví a mirarla con mis característicos ojos sumisos, mentalmente preguntando "¿Esto es alguna broma?" Lo último que quería era aceptar y que al salir me recibieran burlas por haber sido tan ingenuo, una vez me pasó, me habían dado 100 francos como limosna y cuando volteé, ya no los tenía. Resultó que el hombre lo tenía sujeto con un hilo, solo se burló de mí.
– y por cierto, me gustaría saber tu nombre. Yo soy Morgan y creo que será un absoluto placer conocerte Volví a agachar la cabeza, de forma más tenue y con voz temblorosa respondí. -C... Cailen, mi... mi nombre es Cailen. -Hubo otra pausa incómoda y volví a preguntar. -¿Lo... lo dice usted en serio, quiere que YO le ayude? -Dije haciendo énfasis en "yo" y cuidando de sonar cordial, pues si aquella mujer interpretaba mi pregunta como un intento de llevarle la contraria las cosas se pondrían feas.
Sin quitar esa expresión de sus ojos, asintió y alcancé a distinguir que disimuló alguna especie de pensamiento y/o gesto, y no estaba seguro de saber cuál era. Ella retrocedió unos pasos sin perder la elegancia de una mujer de su clase y me hizo un ademán para que avanzara unos pasos y así, pudiera darme completamente la luz. Obedecí en silencio mientras jugaba con mis manos nerviosamente. No dejaba de impactarme la conducta de esta desconocida, al salir de la sombra y exponerme a la luz, se veían con aún más claridad mis harapos, mi barba sin afeitar y el pelo despeinado, ni siquiera mi mal olor parecía afectarle. Después de comprobar que seguía en calma (y sobre todo, decidida a pedir mi ayuda), me atreví a hablar. -¿En qué puedo servirle madame?
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Para Morgan no era muy importante el nivel en que se encontraran las personas. La alemana había visto la muerte muchas veces de cerca y sabía que ella llegaba tanto para pobres como ricos, así que carecía completamente de sentido que alguien se sintiese superior por poseer algo o no, aunque claro, ella no iba a negar que de vez en cuando sentirse superior era necesario para el ego de cualquiera, incluso para el de ella; en aquel encuentro sin embargo, ese no era el caso. Los ojos de Morgan se encontraban fijos en el joven que aparentemente se había quedado mudo ante las palabras de ella, dejar a los hombres mudos era algo que ya había experimentado antes, pero nunca de aquella manera tan notoria.
– ¿Te encuentras bien? – preguntó ya con ciertas dudas. Quizás el joven no fuera a hablarle debido a que fue demasiado agresiva. La alemana ladeo ligeramente el rostro después de presentarse y un suspiro de alivio salió de sus labios al ver que el joven se encontraba bien, después de todo no quería llevarse la culpa por dejar a alguien mudo o alguna de esas cosas extrañas que solían ser poco comunes pero que podían sucederle a las personas cuando se llevaban un susto.
– Cailen, pues como ya dije, es un placer poder conocerte – Las dudas del joven, así como la voz tenue y temerosa le hicieron reír – Claro que quiero que TU me ayudes – ella hizo énfasis en el tu para hacerle notar que hablaba completamente en serio – de no querer que me ayudaras, definitivamente no te lo hubiera pedido, pero de verdad que necesito tu ayuda y te recompensare bien – sonrió al verlo salir finalmente de las sombras. No le molestaba el aspecto desaliñado que poseía, eso era de hecho lo ultimo que le importaba a Morgan – ¿Madame? Acabó de decirte mi nombre Cailen, llámame solo Morgan – con otro ademán le indico que le siguiera – Serás mi acompañante este día – dicho eso comenzó a caminar nuevamente, esperando porque su nuevo conocido fuera a su lado – Verás, no conozco muy bien las calles de París ya que soy nueva en la ciudad, así que pensé que podrías ayudarme a orientarme y llevarme a conocer algunos sitios– le miro de reojo – te pagare lo que me pidas, el dinero no es problema e incluso si quieres puedo darte la mitad de lo que pidas, justo ahora.– se detuvo y se puso frente a él – Cailen, tengo una duda... ¿No tienes hambre? – aprovecharía también aquella oportunidad para conocer algún restaurante y claro, él la acompañaría, aunque quizás debieran buscar algo de ropa para Cailen si es que iban a comer, después de todo, pocas personas pensaban como Morgan y cabía la enorme posibilidad de que otros se sintiesen incomodos con la presencia del chico.
– ¿Te encuentras bien? – preguntó ya con ciertas dudas. Quizás el joven no fuera a hablarle debido a que fue demasiado agresiva. La alemana ladeo ligeramente el rostro después de presentarse y un suspiro de alivio salió de sus labios al ver que el joven se encontraba bien, después de todo no quería llevarse la culpa por dejar a alguien mudo o alguna de esas cosas extrañas que solían ser poco comunes pero que podían sucederle a las personas cuando se llevaban un susto.
– Cailen, pues como ya dije, es un placer poder conocerte – Las dudas del joven, así como la voz tenue y temerosa le hicieron reír – Claro que quiero que TU me ayudes – ella hizo énfasis en el tu para hacerle notar que hablaba completamente en serio – de no querer que me ayudaras, definitivamente no te lo hubiera pedido, pero de verdad que necesito tu ayuda y te recompensare bien – sonrió al verlo salir finalmente de las sombras. No le molestaba el aspecto desaliñado que poseía, eso era de hecho lo ultimo que le importaba a Morgan – ¿Madame? Acabó de decirte mi nombre Cailen, llámame solo Morgan – con otro ademán le indico que le siguiera – Serás mi acompañante este día – dicho eso comenzó a caminar nuevamente, esperando porque su nuevo conocido fuera a su lado – Verás, no conozco muy bien las calles de París ya que soy nueva en la ciudad, así que pensé que podrías ayudarme a orientarme y llevarme a conocer algunos sitios– le miro de reojo – te pagare lo que me pidas, el dinero no es problema e incluso si quieres puedo darte la mitad de lo que pidas, justo ahora.– se detuvo y se puso frente a él – Cailen, tengo una duda... ¿No tienes hambre? – aprovecharía también aquella oportunidad para conocer algún restaurante y claro, él la acompañaría, aunque quizás debieran buscar algo de ropa para Cailen si es que iban a comer, después de todo, pocas personas pensaban como Morgan y cabía la enorme posibilidad de que otros se sintiesen incomodos con la presencia del chico.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
-D... de acuerdo. -Dije en voz baja. -Le ayudaré en lo que me pida. -Completé alzando la mirada. La verdad yo le hubiese ayudado sin necesidad de un pago pero, esas oportunidades eran para no desaprovecharse porque pasaría un buen tiempo antes de que se presentara otra vez. Comencé entonces a pensar qué estaría bien como recompensa, tal vez algo de comida estaría bien... Sí, tampoco quería pasar como algún aprovechado sin escrúpulos pues no era así.
Escuché su tono de extrañeza al ser llamada madame. ¿La había ofendido sin querer? tragué saliva. Aquella no había sido mi intención. -Perdone... Morgan. -Me disculpé. Aquello había sido raro, llamar a una mujer de su clase por su nombre. -¿En qué desea que le ayude? -Pregunté mientras tomaba mi pequeña bolsa de cuerdo del piso y rápidamente atándola a mi cinturón. La escuché atentamente mientras procesaba aquello. Lo que... Morgan necesitaba era un guía, sería algo sencillo. Estaba a punto de decirle que con una hogaza de pan era más que suficiente. Pero entonces la escuché preguntar si tenía hambre. ¿Significaba entonces que podía pedir otra cosa a parte de la comida? Sonreí ante el pensamiento y asentí energéticamente. -Ya que seré su guía... me parece que para empezar debo decirle a dónde NO ir. -Dije. Me adelanté unos pasos mirando a la calle, alcé mi dedo apuntando a un local pintado de naranja pastel. -No ponga un pie en aquella pastelería, en ocasiones he visto al dueño sacar a algunas ratas del local con su escoba. Y a partir del tercer poste que ve usted a la derecha de ese mismo lugar, no vuelve a encender el alumbrado público sino hasta varias cuadras más adelante. Jamás salga sin acompañante o sin algo para defenderse, muchos violadores frecuentan esa zona. -Me detuve un momento mientras pensaba qué otros consejos serían útiles, me sentía bien, al fin servía para algo y eso me daba satisfacción.- Ah, casi lo olvido. Más al sur hay un restaurante, no recuerdo el nombre pero a simple vista se ve muy lujoso, está adornado con arbustos en forma de animales, es fácil de reconocer. Dicen que la comida es excelente, yo jamás la he probado claro, pero el chef es... fácil de comprar. La gente le paga para que añada algún veneno a la comida de sus enemigos y, si la cantidad es buena. Lo hace.
Escuché su tono de extrañeza al ser llamada madame. ¿La había ofendido sin querer? tragué saliva. Aquella no había sido mi intención. -Perdone... Morgan. -Me disculpé. Aquello había sido raro, llamar a una mujer de su clase por su nombre. -¿En qué desea que le ayude? -Pregunté mientras tomaba mi pequeña bolsa de cuerdo del piso y rápidamente atándola a mi cinturón. La escuché atentamente mientras procesaba aquello. Lo que... Morgan necesitaba era un guía, sería algo sencillo. Estaba a punto de decirle que con una hogaza de pan era más que suficiente. Pero entonces la escuché preguntar si tenía hambre. ¿Significaba entonces que podía pedir otra cosa a parte de la comida? Sonreí ante el pensamiento y asentí energéticamente. -Ya que seré su guía... me parece que para empezar debo decirle a dónde NO ir. -Dije. Me adelanté unos pasos mirando a la calle, alcé mi dedo apuntando a un local pintado de naranja pastel. -No ponga un pie en aquella pastelería, en ocasiones he visto al dueño sacar a algunas ratas del local con su escoba. Y a partir del tercer poste que ve usted a la derecha de ese mismo lugar, no vuelve a encender el alumbrado público sino hasta varias cuadras más adelante. Jamás salga sin acompañante o sin algo para defenderse, muchos violadores frecuentan esa zona. -Me detuve un momento mientras pensaba qué otros consejos serían útiles, me sentía bien, al fin servía para algo y eso me daba satisfacción.- Ah, casi lo olvido. Más al sur hay un restaurante, no recuerdo el nombre pero a simple vista se ve muy lujoso, está adornado con arbustos en forma de animales, es fácil de reconocer. Dicen que la comida es excelente, yo jamás la he probado claro, pero el chef es... fácil de comprar. La gente le paga para que añada algún veneno a la comida de sus enemigos y, si la cantidad es buena. Lo hace.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Una enrome satisfacción inundo el cuerpo de Morgan al conseguir justamente lo que deseaba de aquel joven que respondía al nombre de Cailen. Otras damas habrían temido de buscar la ayuda de un desconocido y mucho menos de alguien que parecía vivir en las calles, afortunadamente para Cailen, ella no era una mujer normal y de hecho aquel inocente muchacho debía de tener más cuidado con ella que ella de él.
– Muy bien, entonces ya tenemos un trato – la energía de la alemana y su buena disposición se hicieron presentes al ponerse a la orden de lo que aquel chico creyera más conveniente en aquellos momentos.
– Estas perdonado, además no fue nada grave solamente que no me gusta ser llamada de esa manera – Estaba muy lejos de ser una dama, simplemente porque ella era una asesina. Olvidando todo lo que ambos eran y no eran, la alemana se dispuso a caminar, siendo detenida casi al instante por Cailen. Una enorme sonrisa entonces ilumino el rostro de Morgan al escuchar lo que aquel joven tenia para decirle pues no pudo imaginar referencias más perfectas que las que comenzaba a otorgarle el chico – No panadería y mal alumbrado… – sus ojos fueron a los lugares indicados por Cailen – bien – la mirada de la asesina se encontraba fija en quien probablemente se convertiría en más que un compañero de una sola salida – Un restaurante bastante interesante entonces – una mirada divertida fue dirigida a Cailen – pues entonces deberemos ir a ver que tan buena comida tienen y que tan fácil se puede comprar al chef – sus ojos fueron de arriba abajo en las ropas de su acompañante porque si bien a ella no le molestaban, de seguro que sería incomodo para él llegar a un sitio tan elegante de aquella manera – De camino aquí vi un sitio donde vendían trajes, así que vayamos ahí primero Cailen porque necesitaras un traje si es que quieres probar la comida del restaurante – y con una normalidad que podría extrañar a otros, tomo del brazo al joven para comenzar a andar en dirección a la tienda que había visto antes de estrellarse con él.
Las miradas curiosas no se hicieron esperar sobre aquella peculiar pareja que caminaba hasta una de las tiendas de trajes de París, donde al entrar también fueron observados con extrañeza, la que fue completamente ignorada por Morgan.
– Disculpe, necesito un traje para mi amigo – aseguro dirigiéndose a un hombre que acomodaba algunos trajes y al que sonrió con absoluta bondad. No era que deseara fingir esa bondad deliberadamente, sino que la fingía por el bien de Cailen, al menos en lo que aquel joven le conocía un poco más.
– Muy bien, entonces ya tenemos un trato – la energía de la alemana y su buena disposición se hicieron presentes al ponerse a la orden de lo que aquel chico creyera más conveniente en aquellos momentos.
– Estas perdonado, además no fue nada grave solamente que no me gusta ser llamada de esa manera – Estaba muy lejos de ser una dama, simplemente porque ella era una asesina. Olvidando todo lo que ambos eran y no eran, la alemana se dispuso a caminar, siendo detenida casi al instante por Cailen. Una enorme sonrisa entonces ilumino el rostro de Morgan al escuchar lo que aquel joven tenia para decirle pues no pudo imaginar referencias más perfectas que las que comenzaba a otorgarle el chico – No panadería y mal alumbrado… – sus ojos fueron a los lugares indicados por Cailen – bien – la mirada de la asesina se encontraba fija en quien probablemente se convertiría en más que un compañero de una sola salida – Un restaurante bastante interesante entonces – una mirada divertida fue dirigida a Cailen – pues entonces deberemos ir a ver que tan buena comida tienen y que tan fácil se puede comprar al chef – sus ojos fueron de arriba abajo en las ropas de su acompañante porque si bien a ella no le molestaban, de seguro que sería incomodo para él llegar a un sitio tan elegante de aquella manera – De camino aquí vi un sitio donde vendían trajes, así que vayamos ahí primero Cailen porque necesitaras un traje si es que quieres probar la comida del restaurante – y con una normalidad que podría extrañar a otros, tomo del brazo al joven para comenzar a andar en dirección a la tienda que había visto antes de estrellarse con él.
Las miradas curiosas no se hicieron esperar sobre aquella peculiar pareja que caminaba hasta una de las tiendas de trajes de París, donde al entrar también fueron observados con extrañeza, la que fue completamente ignorada por Morgan.
– Disculpe, necesito un traje para mi amigo – aseguro dirigiéndose a un hombre que acomodaba algunos trajes y al que sonrió con absoluta bondad. No era que deseara fingir esa bondad deliberadamente, sino que la fingía por el bien de Cailen, al menos en lo que aquel joven le conocía un poco más.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
-Sí, verdaderamente interesante. -Dije mientras mi mirada seguía examinando las calles, en busca de más información que pudiese darle a aquella joven. En mi mente había muchos otros detalles pero en realidad eran poco importantes. Estaba ensimismado con mis pensamientos cuando escuché las palabras ajenas y no pude evitar sentirme confundido. -¿D... disculpe? Creo que no entendí lo que dijo.-No sé si no había prestado la suficiente atención a lo que dijo ¿ir a aquel restaurante? En mi cabeza estaba pensando en qué habría querido decir con eso, tal vez que la esperara mientras ella iba a preguntar por el cocinero o algo parecido. Todo rastro de duda se esfumó al volver a escucharle hablar.
En ese momento me quedé totalmente paralizado, no tenía ni la más mínima idea de cómo reaccionar ante ello ¿Agradecido? ¿Emocionado? Más bien estaba petrificado por el miedo ¿yo? ¿entrar a un restaurante de esa categoría? Recordé las noches que pasé junto a la ventana del lugar, observando a las personas de clase alta, despreocupados, era un mundo que se me hacía tan lejano a mi realidad, y de repente, tenía que entrar a él, sin previo aviso, sin saber nada de él. Sí, era por eso que me aterraba tanto. No lo conocía.
No me di cuenta de que tomó de mi brazo sino hasta que lo soltó y ya nos encontrábamos caminando por la concurrida calle. Bajaba la mirada sintiéndome de pronto vulnerable a todo lo que me rodeaba, tan expuesto. Podía sentir las miradas acusadoras. -No creo que sea buena idea. -Comenté justo un momento antes de entrar en la tienda, la puerta se cerró tras de mí. Ya no había marcha atrás.
Me sentía un intruso en aquél lugar, miraba de reojo los trajes de terciopelo, las gabardinas y los sombreros de copa, si bien no sabía escribir los números, podía darme cuenta de que eran demasiados dígitos ¿en verdad la gente pagaba tanto solo por verse bien? Me parecía una locura. ¡Insensatez! Incluso me repugnaba el pensar en eso. Me acerqué al oído de Morgan para que el hombre no me escuchara. -No es que no agradezca lo que intenta hacer pero ¿cree que esto sea buena idea? Me refiero... estoy sucio, aunque me vista con las mejores telas no me dejarán entrar así.
En ese momento me quedé totalmente paralizado, no tenía ni la más mínima idea de cómo reaccionar ante ello ¿Agradecido? ¿Emocionado? Más bien estaba petrificado por el miedo ¿yo? ¿entrar a un restaurante de esa categoría? Recordé las noches que pasé junto a la ventana del lugar, observando a las personas de clase alta, despreocupados, era un mundo que se me hacía tan lejano a mi realidad, y de repente, tenía que entrar a él, sin previo aviso, sin saber nada de él. Sí, era por eso que me aterraba tanto. No lo conocía.
No me di cuenta de que tomó de mi brazo sino hasta que lo soltó y ya nos encontrábamos caminando por la concurrida calle. Bajaba la mirada sintiéndome de pronto vulnerable a todo lo que me rodeaba, tan expuesto. Podía sentir las miradas acusadoras. -No creo que sea buena idea. -Comenté justo un momento antes de entrar en la tienda, la puerta se cerró tras de mí. Ya no había marcha atrás.
Me sentía un intruso en aquél lugar, miraba de reojo los trajes de terciopelo, las gabardinas y los sombreros de copa, si bien no sabía escribir los números, podía darme cuenta de que eran demasiados dígitos ¿en verdad la gente pagaba tanto solo por verse bien? Me parecía una locura. ¡Insensatez! Incluso me repugnaba el pensar en eso. Me acerqué al oído de Morgan para que el hombre no me escuchara. -No es que no agradezca lo que intenta hacer pero ¿cree que esto sea buena idea? Me refiero... estoy sucio, aunque me vista con las mejores telas no me dejarán entrar así.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Morgan prácticamente había arrastrado a Cailen hasta la tienda de trajes sin importarle lo que pensaran los demás, después de todo, la que pagaba era ella y nadie debía meterse en sus asuntos si sabían lo que les convenía.
– Es una buena idea, además, te aseguro que la comida ahí sabrá deliciosa y no vas a arrepentirte así que, deja que yo me encargue de todo – La Strauss no era tonta, notaba claramente las miradas sobre el joven que le acompañaba y lo que las personas del exterior y de la tienda debían estar pensado, que ella estaba loca y era justo así. La familia Strauss había arruinado las mentes de sus hijos pero si bien podían llamarles locos, no era idiotas.
– Y entonces… – dijo con la voz cargada ligeramente de impaciencia ante la falta de respuesta y aparente ineptitud del sujeto al que se había dirigido tan amablemente en un inicio – Va a atenderme y darme lo que le pido o debo irme de este lugar y hablar del mal servicio que ofrecen a sus clientes – ante la amenaza el hombre se apuró a sacar una pequeña cinta para medir el cuerpo de Cailen, quien ya para ese momento comenzaba a expresar sus dudas sobre lo que la germana estaba haciendo – Cailen, vamos un paso a la vez – su voz se volvió nuevamente amable y educada – este sitio es nuestra parada numero uno así que no desesperes – aseguró mientras observaba al hombre tomar las medidas de su nuevo amigo para rápidamente desaparecer entre ropas, únicamente para salir con un traje que garantizaba era de la medida indicada – Perfecto, entonces me lo llevo – respondió sin preguntar siquiera el precio y una vez que recibió el traje en un paquete, se giro para observar a Cailen e indicarle que la siguiera al exterior.
Una vez fuera de la tienda, la germana se volvió a observar a su acompañante.
– Algunas cuadras más delante existe una posada, ¿No es así? Ahí es donde vamos a ir para que te arregles ¿Te parece? – podía notar cierto grado de incomodidad en Caleb, al igual que varias miradas persistentes sobre ellos, así que suspiro – Solo necesito que me acompañes a ese restaurante, del traje podemos deshacernos después – le aseguró – y no debes preocuparte tampoco por lo que piensen otros, vienes conmigo y mientras a mi no me moleste como vengas, a los demás no debe importarles, ¿Quedo claro? – después de decir aquello, sonrió levemente y espero la respuesta de Cailen. Aquella era una oportunidad única, tanto para la Strauss como para el joven.
– Es una buena idea, además, te aseguro que la comida ahí sabrá deliciosa y no vas a arrepentirte así que, deja que yo me encargue de todo – La Strauss no era tonta, notaba claramente las miradas sobre el joven que le acompañaba y lo que las personas del exterior y de la tienda debían estar pensado, que ella estaba loca y era justo así. La familia Strauss había arruinado las mentes de sus hijos pero si bien podían llamarles locos, no era idiotas.
– Y entonces… – dijo con la voz cargada ligeramente de impaciencia ante la falta de respuesta y aparente ineptitud del sujeto al que se había dirigido tan amablemente en un inicio – Va a atenderme y darme lo que le pido o debo irme de este lugar y hablar del mal servicio que ofrecen a sus clientes – ante la amenaza el hombre se apuró a sacar una pequeña cinta para medir el cuerpo de Cailen, quien ya para ese momento comenzaba a expresar sus dudas sobre lo que la germana estaba haciendo – Cailen, vamos un paso a la vez – su voz se volvió nuevamente amable y educada – este sitio es nuestra parada numero uno así que no desesperes – aseguró mientras observaba al hombre tomar las medidas de su nuevo amigo para rápidamente desaparecer entre ropas, únicamente para salir con un traje que garantizaba era de la medida indicada – Perfecto, entonces me lo llevo – respondió sin preguntar siquiera el precio y una vez que recibió el traje en un paquete, se giro para observar a Cailen e indicarle que la siguiera al exterior.
Una vez fuera de la tienda, la germana se volvió a observar a su acompañante.
– Algunas cuadras más delante existe una posada, ¿No es así? Ahí es donde vamos a ir para que te arregles ¿Te parece? – podía notar cierto grado de incomodidad en Caleb, al igual que varias miradas persistentes sobre ellos, así que suspiro – Solo necesito que me acompañes a ese restaurante, del traje podemos deshacernos después – le aseguró – y no debes preocuparte tampoco por lo que piensen otros, vienes conmigo y mientras a mi no me moleste como vengas, a los demás no debe importarles, ¿Quedo claro? – después de decir aquello, sonrió levemente y espero la respuesta de Cailen. Aquella era una oportunidad única, tanto para la Strauss como para el joven.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Definitivamente, la joven estaba más que decidida por lo que intentar convencerla de que abandonara aquella loca aventura que se había propuesto era totalmente inútil. Estar en otro lugar donde no hubiese penumbra era para mí todo un acto de valentía pero no era solo eso, era más que haber dejado que la luz se posara sobre mí, había tenido que caminar entre la multitud y ahora estaba siendo sometido a la mirada inquisidora del vendedor, puede ser que haya estado rodeado de telas pero en ese momento me sentí desnudo...
Me quedé de pie esperando a que pasara algo, a que el hombre dueño del local se moviera pero no reaccionó sino hasta que Morgan insinuó que esparciría mala fama de la aparente forma de atender que había en ese lugar. Antes de que me diera cuenta, el hombre había sacado una cinta de color azul, alcé la vista al notar que caminaba rápidamente hacia mí e instintivamente retrocedí, en mi mente gritaba ¡No se me acerque! pero mi cuerpo no respondió lo suficientemente rápido, de un momento a otro, sus manos ágiles de sastre estaban sobre mis hombros, brazos, cintura... Me quedé petrificado por un momento. Terminó en cuestión de un parpadeo, por suerte...
Sin darme cuenta, me rodeé a mí mismo con los brazos en lo que el hombre regresaba con un elegante traje al que no le presté demasiada atención, era como si todo el lugar de repente estuviera distante, no me di cuenta que comencé a seguirla -¿Qué? Ah... la posada. -Acomodé el paquete en mis brazos y levanté un poco la tapa de la caja, observando curioso el interior aunque no podía ver mucho. Asentí cuando preguntó si las cosas estaban claras. -Tengo una pregunta. ¿Por qué insiste en que la acompañe? -Inquirí en voz baja. -No es que no agradezca es solo... ¿por qué?
Seguimos andando hasta que por fin llegamos a la puerta principal, afortunadamente no hubo que esperar puesto que a Morgan le entregaron rápidamente una llave de plata. Atravesé el umbral de la puerta tras de ella, el lugar no era lujoso pero tampoco era una pocilga barata, era en realidad acogedor. -De acuerdo... iré a cambiarme. -Solté para lentamente adentrarme en el cuarto de baño donde ya estaba todo lo necesario como era de esperarse.
Cerré la puerta cautelosamente y coloqué el paquete sobre el grifo, claro, antes asegurándome de que estuviera seco. Quería asearme bien, que cayera hasta la última pizca de mugre y así fue. Una vez seco me dediqué a colocarme el elegante traje.
Cuando lo saqué por primera vez no entendía muy bien cómo iba puesto, jamás había usado tanta tela, además de que los múltiples botones me confundían. La camisa era de color negro a juego con las botas y pantalón, el chaleco encima de ella era de color vino. Me contemplé en el espejo, ni siquiera yo mismo me reconocía. Me puse el toque final, una gabardina negra que llegaba hasta más abajo de mis rodillas. Con movimientos lentos abrí la puerta de madera.- Creo que.... creo que ya estoy listo.
Me quedé de pie esperando a que pasara algo, a que el hombre dueño del local se moviera pero no reaccionó sino hasta que Morgan insinuó que esparciría mala fama de la aparente forma de atender que había en ese lugar. Antes de que me diera cuenta, el hombre había sacado una cinta de color azul, alcé la vista al notar que caminaba rápidamente hacia mí e instintivamente retrocedí, en mi mente gritaba ¡No se me acerque! pero mi cuerpo no respondió lo suficientemente rápido, de un momento a otro, sus manos ágiles de sastre estaban sobre mis hombros, brazos, cintura... Me quedé petrificado por un momento. Terminó en cuestión de un parpadeo, por suerte...
Sin darme cuenta, me rodeé a mí mismo con los brazos en lo que el hombre regresaba con un elegante traje al que no le presté demasiada atención, era como si todo el lugar de repente estuviera distante, no me di cuenta que comencé a seguirla -¿Qué? Ah... la posada. -Acomodé el paquete en mis brazos y levanté un poco la tapa de la caja, observando curioso el interior aunque no podía ver mucho. Asentí cuando preguntó si las cosas estaban claras. -Tengo una pregunta. ¿Por qué insiste en que la acompañe? -Inquirí en voz baja. -No es que no agradezca es solo... ¿por qué?
Seguimos andando hasta que por fin llegamos a la puerta principal, afortunadamente no hubo que esperar puesto que a Morgan le entregaron rápidamente una llave de plata. Atravesé el umbral de la puerta tras de ella, el lugar no era lujoso pero tampoco era una pocilga barata, era en realidad acogedor. -De acuerdo... iré a cambiarme. -Solté para lentamente adentrarme en el cuarto de baño donde ya estaba todo lo necesario como era de esperarse.
Cerré la puerta cautelosamente y coloqué el paquete sobre el grifo, claro, antes asegurándome de que estuviera seco. Quería asearme bien, que cayera hasta la última pizca de mugre y así fue. Una vez seco me dediqué a colocarme el elegante traje.
Cuando lo saqué por primera vez no entendía muy bien cómo iba puesto, jamás había usado tanta tela, además de que los múltiples botones me confundían. La camisa era de color negro a juego con las botas y pantalón, el chaleco encima de ella era de color vino. Me contemplé en el espejo, ni siquiera yo mismo me reconocía. Me puse el toque final, una gabardina negra que llegaba hasta más abajo de mis rodillas. Con movimientos lentos abrí la puerta de madera.- Creo que.... creo que ya estoy listo.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Saliendo de la tienda de trajes con una sonrisa de victoria en los labios y la mirada sobre su acompañante, un suspiro salió de los labios de la germana antes de responder a sus dudas.
– Pues porque has aceptado ayudarme, nadie más lo habría hecho – cosa que era realidad. Ella había buscado con acompañantes potenciales y no fue sino hasta que se topo con Cailen que creyó haber dado con la persona indicada para hacerle compañía; además, a ella no le interesaba en lo más mínimo si aquel joven era rico o pobre, si estaba limpio o sucio. La vida que llevaba la Strauss le demostraba diariamente que entre personas, las diferencias eran meras ilusiones marcadas por la sociedad – Además de que me agradas – aceptó entonces – De no agradarme no te estuviera insistiendo – Era extraño que alguien verdaderamente la cayera bien a Morgan pero Cailen era tan sincero en su forma de hablar y actuar, que resultaba imposible que no le agradaba pero sobre todo, él parecía confiable y Strauss no confiaba en cualquiera.
Andando pues al lado del chico a quien arrastraba a sus locuras, Morgan miraba altiva a todos aquellos que osaban poner los ojos sobre ellos. Malditos engreídos que simplemente se ocultaban tras su dinero para cometer atrocidades. A ella no podían mentirle. Strauss conocía los oscuros secretos de la sociedad parisina y de muchas otras sociedades pues todas y cada una era lo mismo, simplemente con nombres diferentes.
– Estamos por llegar – mencionó a Cailen, dejando de ver a todos los chismosos que no podían apartar su mirada de aquel peculiar par y de hecho, no lo hicieron hasta que llegaron a la posada, desapareciendo en el interior. Llegaron a la recepción y Morgan recibió la llave de una habitación por la que pagó realmente poco dinero. Aquella posada estaba muy lejos de ser lo que una dama de clase alta visitaría, sin embargo Morgan era cualquier cosa, menos una dama.
Una vez en la habitación, la germana sonrió ante las palabras de Cailen.
– Aquí te espero – sus ojos se alejaron entonces de la figura masculina que ingresaba en el cuarto de baño y con calma, ella avanzó hasta la cama de aquel cuarto, donde tomo asiento mientras que aguardaba a que su compañero de aventuras de la tarde, terminase de asearse y arreglarse.
La germana no solía ser muy paciente, motivo por el que apenas llevaba unos minutos sentada cuando se levanto de la cama y comenzó a andar por la habitación, examinando todo con cautela. Strauss daba pues la espalda a la puerta donde antes desapareciera Cailen cuando la voz masculina le llamó y girando en su lugar Morgan le mostró una sonrisa.
– Vaya que estas listo – con pasos presurosos se acercó a él – Cailen… Luces muy bien – le halagó. El joven debía sentirse extraño llevando ropas que de seguro ni en sus más remotos sueños pensó usar pero salir de las zonas de confort siempre era algo interesante. Sin que la sonrisa desapareciera de sus labios, Morgan se sujeto del brazo de Cailen – Ahora, ¿nos vamos? – Dichas esas palabras, ambos jóvenes abandonaron la habitación de la posada y dejando la llave en la recepción, Cailen y Morgan se lanzaron nuevamente a las calles, esta vez siendo observados de una manera completamente diferente. Las ropas que ahora llevaba el joven de la calle y su apariencia en general, atraían otro tipo de atención así que la germana no pudo contener una risita mientras avanzaban por la calle, en dirección al restaurante – Y pensar que todos ellos te juzgaban rato atrás, ahora te ven como uno de ellos – observó con desprecio a los chismosos – Menos mal que no lo eres – puntualizo pues aquellas personas eran despreciales. Después de decir eso, no tardaron mucho tiempo en girar por una callejuela, rumbo a la calle del restaurante.
– Pues porque has aceptado ayudarme, nadie más lo habría hecho – cosa que era realidad. Ella había buscado con acompañantes potenciales y no fue sino hasta que se topo con Cailen que creyó haber dado con la persona indicada para hacerle compañía; además, a ella no le interesaba en lo más mínimo si aquel joven era rico o pobre, si estaba limpio o sucio. La vida que llevaba la Strauss le demostraba diariamente que entre personas, las diferencias eran meras ilusiones marcadas por la sociedad – Además de que me agradas – aceptó entonces – De no agradarme no te estuviera insistiendo – Era extraño que alguien verdaderamente la cayera bien a Morgan pero Cailen era tan sincero en su forma de hablar y actuar, que resultaba imposible que no le agradaba pero sobre todo, él parecía confiable y Strauss no confiaba en cualquiera.
Andando pues al lado del chico a quien arrastraba a sus locuras, Morgan miraba altiva a todos aquellos que osaban poner los ojos sobre ellos. Malditos engreídos que simplemente se ocultaban tras su dinero para cometer atrocidades. A ella no podían mentirle. Strauss conocía los oscuros secretos de la sociedad parisina y de muchas otras sociedades pues todas y cada una era lo mismo, simplemente con nombres diferentes.
– Estamos por llegar – mencionó a Cailen, dejando de ver a todos los chismosos que no podían apartar su mirada de aquel peculiar par y de hecho, no lo hicieron hasta que llegaron a la posada, desapareciendo en el interior. Llegaron a la recepción y Morgan recibió la llave de una habitación por la que pagó realmente poco dinero. Aquella posada estaba muy lejos de ser lo que una dama de clase alta visitaría, sin embargo Morgan era cualquier cosa, menos una dama.
Una vez en la habitación, la germana sonrió ante las palabras de Cailen.
– Aquí te espero – sus ojos se alejaron entonces de la figura masculina que ingresaba en el cuarto de baño y con calma, ella avanzó hasta la cama de aquel cuarto, donde tomo asiento mientras que aguardaba a que su compañero de aventuras de la tarde, terminase de asearse y arreglarse.
La germana no solía ser muy paciente, motivo por el que apenas llevaba unos minutos sentada cuando se levanto de la cama y comenzó a andar por la habitación, examinando todo con cautela. Strauss daba pues la espalda a la puerta donde antes desapareciera Cailen cuando la voz masculina le llamó y girando en su lugar Morgan le mostró una sonrisa.
– Vaya que estas listo – con pasos presurosos se acercó a él – Cailen… Luces muy bien – le halagó. El joven debía sentirse extraño llevando ropas que de seguro ni en sus más remotos sueños pensó usar pero salir de las zonas de confort siempre era algo interesante. Sin que la sonrisa desapareciera de sus labios, Morgan se sujeto del brazo de Cailen – Ahora, ¿nos vamos? – Dichas esas palabras, ambos jóvenes abandonaron la habitación de la posada y dejando la llave en la recepción, Cailen y Morgan se lanzaron nuevamente a las calles, esta vez siendo observados de una manera completamente diferente. Las ropas que ahora llevaba el joven de la calle y su apariencia en general, atraían otro tipo de atención así que la germana no pudo contener una risita mientras avanzaban por la calle, en dirección al restaurante – Y pensar que todos ellos te juzgaban rato atrás, ahora te ven como uno de ellos – observó con desprecio a los chismosos – Menos mal que no lo eres – puntualizo pues aquellas personas eran despreciales. Después de decir eso, no tardaron mucho tiempo en girar por una callejuela, rumbo a la calle del restaurante.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Observaba la ropa que traía puesta aún sin poder creerlo, resultaba más que extraño, por momentos pensé que tal vez no estaba lúcido pues hacía unas horas estaba intentando robar a un hombre y de repente usaba un chaleco de seda y botas de cuero que, además de ser de mi talla, resultaba más que obvio distinguir que eran de excelente calidad. Jamás me había acostumbrado a la moda parisina, la ropa que tenía múltiples adornos que siempre consideré que no tenían otro propósito más que llamar la atención, ahora me percataba que no era solo eso, sino que además resultaban un tanto incómodos. -Gracias. -Murmuré inseguro, no me veía mal según mi reflejo pero aún así, el hecho de usar ropa como aquella me resultaba casi de otro mundo, comenzaba a preguntarme si había algún detalle que había omitido, como un doblez o un botón. -Esto se siente extraño. -Comenté, dejando que me tomara del brazo.
Nos lanzamos de regreso en las aglomeradas calles de París, deduje que solo quedaban unas pocas horas de sol antes de que cayera la noche, justo en esos momentos, las calles cobraban vida de nuevo, los negocios trataban de vender lo que quedó en el día, los bistros anunciando deliciosas cenas que obviamente no me podía costear. Trataba de prestar atención en ciertos detalles para distraer mi atención de las miradas que nos lanzaban nuevamente, me ponían más que incómodo, nervioso.
-Me siguen mirando... -Acomodé la gabardina un poco más alto para que cubriera parte de mi rostro, detestaba que me miraran tanto. -¿Por qué hacen eso? -Inquirí ante las palabras de Morgan. -Yo soy la misma persona de hace una hora, nada ha cambiado.
Por fin logré divisar la fachada del restaurante y no pude evitar asomarme al callejón que estaba en la parte trasera del mismo, recordé entonces las miles de veces que me habían echado a golpes y blasfemias por haber sido descubierto hurgando en la basura tratando de no morir de hambre. Tragué saliva un tanto inquieto. Las puertas se abrieron de par en par por dos hombres que la custodiaban, al cruzar el umbral di un paso a una realidad que era completamente distinta a mi vida cotidiana.
Nos lanzamos de regreso en las aglomeradas calles de París, deduje que solo quedaban unas pocas horas de sol antes de que cayera la noche, justo en esos momentos, las calles cobraban vida de nuevo, los negocios trataban de vender lo que quedó en el día, los bistros anunciando deliciosas cenas que obviamente no me podía costear. Trataba de prestar atención en ciertos detalles para distraer mi atención de las miradas que nos lanzaban nuevamente, me ponían más que incómodo, nervioso.
-Me siguen mirando... -Acomodé la gabardina un poco más alto para que cubriera parte de mi rostro, detestaba que me miraran tanto. -¿Por qué hacen eso? -Inquirí ante las palabras de Morgan. -Yo soy la misma persona de hace una hora, nada ha cambiado.
Por fin logré divisar la fachada del restaurante y no pude evitar asomarme al callejón que estaba en la parte trasera del mismo, recordé entonces las miles de veces que me habían echado a golpes y blasfemias por haber sido descubierto hurgando en la basura tratando de no morir de hambre. Tragué saliva un tanto inquieto. Las puertas se abrieron de par en par por dos hombres que la custodiaban, al cruzar el umbral di un paso a una realidad que era completamente distinta a mi vida cotidiana.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
– No tienes que agradecer por nada, es más, quien debe darte las gracias por aceptar acompañarme y hacer todo esto por mi, soy yo – aseguró la alemana, quien sujetaba de manera firme a su acompañante mientras que abandonaban la posada aquella. Aquel peculiar par entró de una manera, siendo observados y juzgados quizás como lo peor; ahora salían del lugar juzgados de una manera completamente diferente. Las sonrisas hipócritas que les dirigían las personas más adineradas, eran respondidas por Morgan pero de una manera un tanto molesta – Tranquilo Cailen, te acostumbraras a as ropas y si no lo haces – se giró para mirarlo – siempre puedes deshacerte de ellas aunque te recomiendo que las vendas, obtendrás una buena cantidad de francos – y a ella no le pesaba decir aquello. La ropa era meramente un accesorio, algo que no valía verdaderamente. Morgan valoraba más a Cailen con su pobreza que a todos aquellos que los observaban y saludaban.
Con paso firme y decidido, tanto la germana como su acompañante avanzaban entre las calles. Su destino era pues el restaurante que antes Cailen señalara como un lugar que ella debía conocer.
– Deja que te miren, no pasa nada – le dedico una sonrisa. En definitiva era él tan inocente respecto a la riqueza y el buen aspecto – Están mirándote porque luces muy bien – desvió la mirada a observar a un grupo de mujeres que cotilleaban respecto a ellos – No te reconocen como rico, entonces han comenzado a especular sobre tu identidad… – soltó una risita divertida – deben estar pensando que eres un príncipe o parte de la realeza de un lugar que aún no conocen – observo nuevamente a su compañero – De hecho, hoy si es que quieres puedes ser una persona completamente diferente – arrugo el ceño después de decir aquello – aunque yo en lo personal, adoro la compañía de Cailen – y eso fue todo, pues al decir aquellas palabras, llegaban a su destino.
Las puertas se abrieron de par en par para ellos y fueron saludados casi de inmediato por una recepcionista que sonrió de manera educada.
– ¿Mesa para dos o esperan a alguien más? – los ojos de la mujer aquella iban de Cailen a Morgan.
– Para dos, será una reunión algo privada – respondió la germana, sujetando más firme el brazo de Cailen para que la mujer lo notasé.
– Entendido – y con una seña, llamó a un mesero que les indico le siguieran.
Caminando por aquel refinado restaurante, la pareja de amigos atraía muchas miradas curiosas, mientras que la mirada de uno de ellos parecía encontrarse mucho más maravillada ante todo lo que le rodeaba. Una risita se le escapó a Morgan, quien observaba también el entorno. En aquel lugar reinaba el color marfil y dorado dando mayor importancia al aspecto del restaurante, en las paredes descansaban algunos cuadros de los más importantes pintores del momento, las mesas poseían decorados finos y elegantes justo como los de las vajillas, mantelería y cubiertos.
– ¿Qué piensas del lugar? – preguntó a Cailen cuando estaban por llegar a su mesa – ¿Te parece un buen sitio, es cómo se rumora que debe ser? – antes de decidirse por completo a sentarse frente a la mesa, ella quería estar segura de que ambos, estaban en el lugar indicado.
Con paso firme y decidido, tanto la germana como su acompañante avanzaban entre las calles. Su destino era pues el restaurante que antes Cailen señalara como un lugar que ella debía conocer.
– Deja que te miren, no pasa nada – le dedico una sonrisa. En definitiva era él tan inocente respecto a la riqueza y el buen aspecto – Están mirándote porque luces muy bien – desvió la mirada a observar a un grupo de mujeres que cotilleaban respecto a ellos – No te reconocen como rico, entonces han comenzado a especular sobre tu identidad… – soltó una risita divertida – deben estar pensando que eres un príncipe o parte de la realeza de un lugar que aún no conocen – observo nuevamente a su compañero – De hecho, hoy si es que quieres puedes ser una persona completamente diferente – arrugo el ceño después de decir aquello – aunque yo en lo personal, adoro la compañía de Cailen – y eso fue todo, pues al decir aquellas palabras, llegaban a su destino.
Las puertas se abrieron de par en par para ellos y fueron saludados casi de inmediato por una recepcionista que sonrió de manera educada.
– ¿Mesa para dos o esperan a alguien más? – los ojos de la mujer aquella iban de Cailen a Morgan.
– Para dos, será una reunión algo privada – respondió la germana, sujetando más firme el brazo de Cailen para que la mujer lo notasé.
– Entendido – y con una seña, llamó a un mesero que les indico le siguieran.
Caminando por aquel refinado restaurante, la pareja de amigos atraía muchas miradas curiosas, mientras que la mirada de uno de ellos parecía encontrarse mucho más maravillada ante todo lo que le rodeaba. Una risita se le escapó a Morgan, quien observaba también el entorno. En aquel lugar reinaba el color marfil y dorado dando mayor importancia al aspecto del restaurante, en las paredes descansaban algunos cuadros de los más importantes pintores del momento, las mesas poseían decorados finos y elegantes justo como los de las vajillas, mantelería y cubiertos.
– ¿Qué piensas del lugar? – preguntó a Cailen cuando estaban por llegar a su mesa – ¿Te parece un buen sitio, es cómo se rumora que debe ser? – antes de decidirse por completo a sentarse frente a la mesa, ella quería estar segura de que ambos, estaban en el lugar indicado.
Morgan Strauss- Humano Clase Alta
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Re: Los amigos llegan cuando menos lo esperas [Privado]
Los minutos corrían a una velocidad inimaginable y con cada segundo que pasaba me costaba más creer lo que estaba pasando alrededor mío, pero más que eso, que era yo uno de los protagonistas de lo que parecía ser una realidad ajena a la mía. De un momento a otro me puse a pensar en algo que bien podía ser verdad… si no hubiese huido de casa de joven, muy posiblemente mi vida hubiera sido parecida a la que estaba experimentando en ese momento, en casa nunca fuimos pobres, recuerdo cómo de pequeño mis padres hablaban de lo mucho que mejoraba la perspectiva que la gente tenía de ellos, y gradualmente, los muebles de la casa fueron sustituidos por unos más lujosos, la casa se fue ampliando y todos teníamos mejores trajes. Sí, era la vida que “me tocaba”, pero no quise aceptarla. Había días en los que me arrepentía y me daba de golpes en la cabeza por una decisión tan estúpida como aquella, pero otros más, me daba cuenta de que fue lo mejor que pude hacer, tal vez no para mí, pero sí para otros.
-Tal vez venda algunas, ¿puedo quedarme con algo? -Pregunté tratando de distraerme de las miradas curiosas que lanzaban hacia ambos la gente del lugar. - ¿Te pasa seguido esto? ¿Que la gente te observe de esta forma todo el tiempo? . -Finalmente tomé el asiento que el mesero me ofrecía para luego retirarse a alguna parte.
-Me habían dicho que era muy bonito y elegante, pero no me imaginaba cuánto. -Inclusive daba la ilusión de que los ladrillos fuesen de oro, así como el candelabro del centro del lugar, lejos de dónde estábamos sentados, que en esa zona había mucha distancia entre las mesas, además de gruesas cortinas de terciopelo y una alfombra a juego, imaginaba que para amortiguar el ruido.
Mis ojos se fueron directo a la ostentosa decoración de la mesa así como los numerosos utensilios que estaban colocados encima. Era como un deja vu, de alguna vez que mi familia fue invitada a alguna cena elegante, no recordaba el motivo u ocasión, pero sí de un par de cosas. -Ensaladas, pescado, plato fuerte… -Dije señalando a los tenedores. -Estas copas son para el vino blanco, vino tinto, y esta última, la más grande es para el agua… esta cuchara y este tenedor pequeños son del postre. -No trataba de impresionar ni nada, solo quería probar cuánto podía recordar de esa vida que parecía tan lejana. Miré de nuevo a mi acompañante y sonreí de lado, por alguna razón sintiéndome apenado. -No siempre viví en la calle. -Murmuré
-Tal vez venda algunas, ¿puedo quedarme con algo? -Pregunté tratando de distraerme de las miradas curiosas que lanzaban hacia ambos la gente del lugar. - ¿Te pasa seguido esto? ¿Que la gente te observe de esta forma todo el tiempo? . -Finalmente tomé el asiento que el mesero me ofrecía para luego retirarse a alguna parte.
-Me habían dicho que era muy bonito y elegante, pero no me imaginaba cuánto. -Inclusive daba la ilusión de que los ladrillos fuesen de oro, así como el candelabro del centro del lugar, lejos de dónde estábamos sentados, que en esa zona había mucha distancia entre las mesas, además de gruesas cortinas de terciopelo y una alfombra a juego, imaginaba que para amortiguar el ruido.
Mis ojos se fueron directo a la ostentosa decoración de la mesa así como los numerosos utensilios que estaban colocados encima. Era como un deja vu, de alguna vez que mi familia fue invitada a alguna cena elegante, no recordaba el motivo u ocasión, pero sí de un par de cosas. -Ensaladas, pescado, plato fuerte… -Dije señalando a los tenedores. -Estas copas son para el vino blanco, vino tinto, y esta última, la más grande es para el agua… esta cuchara y este tenedor pequeños son del postre. -No trataba de impresionar ni nada, solo quería probar cuánto podía recordar de esa vida que parecía tan lejana. Miré de nuevo a mi acompañante y sonreí de lado, por alguna razón sintiéndome apenado. -No siempre viví en la calle. -Murmuré
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
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