AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La caída del demonio [Priv. Katharina]
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La caída del demonio [Priv. Katharina]
La noches había dejado un ligero olor rocío que casi no podía reconocerse. El frío podía atravesar las camisas de fino algodón que llevaban los hombres tras esos trajes de gala. El verano estaba llegando con lentitud, vago y con pereza. Las cosechas habían cambiado su ciclo debido a un frío que se alargó más allá del invierno y una primavera efímera. Las calles de parís aún vivían bajo la luz del último rayo de sol, las farolas en la calzada iluminaban el vaivén de gente que había detenido su trabajo y daba pie a la hora del ocio. James no dejaba de asombrarse del tiempo, ya que su condición inmortal le hacía advertir los cambios de la sociedad pero no los cambios en el tiempo, para él todos los veranos que pasaban era una estación más. Para París, era una época más en la que grandes descubrimientos salían a reflotar los intereses de esa burguesía parisina entre la que ahora se encontraba Lord Ruthven.
Alguno de esos descubrimientos, le llevó a integrarse en la sociedad alta francesa, había hecho rutas nocturnas e incursiones a las afueras, pero nada le reparaba el humor como una noche en la ciudad. Tan llena de vida y tan llena de luces que le transmitía el júbilo para disfrutar de su ocio perpetuo de la vida.
Despues de haber ido al prematuro Louvre que había abierto sus puertas con una inmejorable carga de obras, James decidió poner su aportación altruista y donó la Victoria de Samotracia, que yacía en su gran salón de baile adorando una esquina. El Louvre le había compensado invitándole al teatro y la representación de Hamlet, de William Shakespeare. No pudo más que retener su lengua mordaz y soberbía para decir, que había conocido a Shakespeare, y es un gran admirador de su trabajo, pero no podía delatarse así que ahí se encontraba el sádico, dispuesto a una noche cultural.
La sorpresa no fue el ambiente magnético de la entrada del teatro, los colores dorados de las escalinatas sobresalían del mármol ajedrezado del suelo y la moqueta granate que daba la bienvenida. La sorpresa fue que después de tomar el refrigerio pertinente, después de haber intercambiado impresiones sobre la obra que iban a ver, por un fugaz momento James se quedó sin habla. Un olor salvaje, un olor que ya había conocido y que no dejo de impregnar su piel y atormentarle días estaba en esa sala, ese olor a jungla, ese olor a felino, ese olor a India. Tuvo que disculparse y concentrarse en su argumentación sobre por qué le gustaba esa obra y el artista. Aunque para él, Shakespeare no era más que un incomprendido de su tiempo, un reprimido sexual que tuvo la magnífica obra de ocultar muchos de sus delirios de grandeza y traumas en obras maestras. Y una vez dejó su aportación, se separó de ese grupo tan aristocrático para seguir el rastro de ese olor característico.
Sus ojos brillaron una vez más al aspirar el aroma que era difícil de localizar, había demasiada gente y gente de clase alta, que siempre iban bien vestidos y que además de las pelucas y el almidón olía a talco y a perfume. En cambio los caballeros olían a whisky, a tabaco y sudor muchos, algo que hacía que arrugara la nariz el vampiro. Su presencia era impoluta, iba vestido de negro, con la pajarita blanca de gala puesta, su pelo estaba revuelto y sus ojos de un rojo vibrante que le resultaba difícil de ocultar. Sus dientes blancos y perfectos coronados con dos colmillos letales se dejaban ver al sonreír ligeramente. Se guió por su instinto, por su olfato y cuando descubrió que ya estaba a un metro de ella, le ofreció un programa de los actos, la orquesta y los decorados, colocándose a su lado- Mademoiselle Labelle- dijo en tono conciliador mientras besaba el dorso de su mano- No huya de mí, es casi un milagro que hayamos coincidido aquí esta noche. Es el último lugar donde habría podido imaginarme que estaría- dijo con cordialidad que no fingía y en el fondo de sus palabras, podría advertirse un pequeño estrago de felicidad al encontrarla- ¿Es usted aficionada al teatro?- dijo asombrado mientras la cola avanzaba el hombre acomodador miraba los papeles que decían donde debía sentarse cada uno- Temo que nuestros caminos aquí se separan, pero...-dejó la preposición en el aire y se giró para dirigirse al acomodador- Disculpe, la señorita compartirá el palco conmigo. Sería tan amable de llevar los gemelos, una silla y Champagne al número dos. Gracias- dijo ahora girándose hacia India con media sonrisa- Es mi forma altruista de pedir disculpas y de que disfrutes del teatro como debe hacerse. La acústica es mejor. ¿Aceptarías mis disculpas, Srta. Labelle?
Alguno de esos descubrimientos, le llevó a integrarse en la sociedad alta francesa, había hecho rutas nocturnas e incursiones a las afueras, pero nada le reparaba el humor como una noche en la ciudad. Tan llena de vida y tan llena de luces que le transmitía el júbilo para disfrutar de su ocio perpetuo de la vida.
Despues de haber ido al prematuro Louvre que había abierto sus puertas con una inmejorable carga de obras, James decidió poner su aportación altruista y donó la Victoria de Samotracia, que yacía en su gran salón de baile adorando una esquina. El Louvre le había compensado invitándole al teatro y la representación de Hamlet, de William Shakespeare. No pudo más que retener su lengua mordaz y soberbía para decir, que había conocido a Shakespeare, y es un gran admirador de su trabajo, pero no podía delatarse así que ahí se encontraba el sádico, dispuesto a una noche cultural.
La sorpresa no fue el ambiente magnético de la entrada del teatro, los colores dorados de las escalinatas sobresalían del mármol ajedrezado del suelo y la moqueta granate que daba la bienvenida. La sorpresa fue que después de tomar el refrigerio pertinente, después de haber intercambiado impresiones sobre la obra que iban a ver, por un fugaz momento James se quedó sin habla. Un olor salvaje, un olor que ya había conocido y que no dejo de impregnar su piel y atormentarle días estaba en esa sala, ese olor a jungla, ese olor a felino, ese olor a India. Tuvo que disculparse y concentrarse en su argumentación sobre por qué le gustaba esa obra y el artista. Aunque para él, Shakespeare no era más que un incomprendido de su tiempo, un reprimido sexual que tuvo la magnífica obra de ocultar muchos de sus delirios de grandeza y traumas en obras maestras. Y una vez dejó su aportación, se separó de ese grupo tan aristocrático para seguir el rastro de ese olor característico.
Sus ojos brillaron una vez más al aspirar el aroma que era difícil de localizar, había demasiada gente y gente de clase alta, que siempre iban bien vestidos y que además de las pelucas y el almidón olía a talco y a perfume. En cambio los caballeros olían a whisky, a tabaco y sudor muchos, algo que hacía que arrugara la nariz el vampiro. Su presencia era impoluta, iba vestido de negro, con la pajarita blanca de gala puesta, su pelo estaba revuelto y sus ojos de un rojo vibrante que le resultaba difícil de ocultar. Sus dientes blancos y perfectos coronados con dos colmillos letales se dejaban ver al sonreír ligeramente. Se guió por su instinto, por su olfato y cuando descubrió que ya estaba a un metro de ella, le ofreció un programa de los actos, la orquesta y los decorados, colocándose a su lado- Mademoiselle Labelle- dijo en tono conciliador mientras besaba el dorso de su mano- No huya de mí, es casi un milagro que hayamos coincidido aquí esta noche. Es el último lugar donde habría podido imaginarme que estaría- dijo con cordialidad que no fingía y en el fondo de sus palabras, podría advertirse un pequeño estrago de felicidad al encontrarla- ¿Es usted aficionada al teatro?- dijo asombrado mientras la cola avanzaba el hombre acomodador miraba los papeles que decían donde debía sentarse cada uno- Temo que nuestros caminos aquí se separan, pero...-dejó la preposición en el aire y se giró para dirigirse al acomodador- Disculpe, la señorita compartirá el palco conmigo. Sería tan amable de llevar los gemelos, una silla y Champagne al número dos. Gracias- dijo ahora girándose hacia India con media sonrisa- Es mi forma altruista de pedir disculpas y de que disfrutes del teatro como debe hacerse. La acústica es mejor. ¿Aceptarías mis disculpas, Srta. Labelle?
Última edición por James Ruthven el Vie Jun 19, 2015 5:35 am, editado 1 vez
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Que una mujer fuera sóla a ver una obra de teatro no era lógico, como no lo era India. Hacía demasiado tiempo que esperaba una noche en la que poder disfrutar de la soledad y el romanticismo de ir al teatro. Podía, por un momento, centrar su mente en los desastres amorosos y sociales de los personajes consiguiendo olvidar todo lo relativo a lo personal. No destacaba entre la multitud de personas que allí se encontraban, al menos no por su atuendo. Olenna había permitido que se sriviera de su nutrido ropero como gustase y como resultado, había salido de casa una India Labelle muy similar a Katharina Von Hammersmark. La tela sedosa de color granate volaba a su alrededor a cada paso que daba, a diferencia de los vestidos que solía usar este era pesado e indignantemente elegante. El corset hacía aún más estrecha su ya delgada cintura, el escote en forma rectangular dejaba entrever un pecho sutil.
Suspiró aburrida esperando que se abrieran las puertas. De golpe todo su cuerpo se convirtió en una estatua. Él estaba allí también. Ese olor era inconfundible y el efecto que tenía en ella también. De nuevo ese escalofrío recorriendo su columna. No se giró, deseó que él no hubiera percibido su presencia en aquel teatro, pero el olor cada vez llenaba su cerebro con más fuerza. Se estaba acercando. Mierda. El tacto de su mano era como si el hielo y el fuego se fundieran. Se detestaba por ser tan débil con ese hombre. Justamente con el que más le había denigrado como mujer. - Señor... - no le pensaba llamar caballero visto que no lo era. Su tono salió lo más neutral que fue capaz de pronunciar, manteniendo la barbilla levemente alzada con altanería. Allí no estaba a su merced, ni nunca más lo estaría.
Toda la retaíla de palabras que a continuación salió de la boca del vampiro chocaron contra ella como una bofetada. ¿Ahora resulta que iba a ser amable? Aquel hombre la descolocaba por completo. - ¿El último lugar donde pensaba que me encontraría? No vivo en el burdel para su desgracia Ruthven- el fulgor en sus ojos azules dejaba entrever la tormenta de su interior, el lado salvaje que aquel maldito vampiro no conocía... todavía. Asintió al acomodador que desvió una inquisitiva mirada hacia ella para segurarse de que quería irse con James a su palco personal. - Iré con usted - atajó evitando así, al menos por el momento, que pudiera contestarla. - Pero no toleraré ni la más mínima falta de respeto hacia mi - le daba exactamente igual que eso provocase de nuevo la ira del vampiro. Si se exponía otra vez ante él quería dejar las cosas claras. - Esta vez no ha pagado por mi y por tanto no estoy a su merced- digo con un tono de voz apenas audible, a sabiendas de que él la escucharía perfectamente, - usted tiene su fuerza y poder, pero no me quedo atrás. Si sobrepasa el límite me batiré con usted.- Dicho esto, habiéndose quedado tranquila y satisfecha siguió al acomodador escaleras arriba con el vestido recogido en ambas manos para subir.
La puerta daba paso al palco en el que había dos butacas infinitamente mejores que la que ella había adquirido para el gallinero. Tomó asiento con ayuda de James, en la más cercana al escenario. Sabía que una de dos, o el vampiro se había quedado impresionado por su fiereza al enfrentarle que mucho distaba de lo que él había conocido, o bien esto le había hecho enfadar y estaba esperando el momento apropiado para ejercer su papel de depredador una vez más. De cualquier manera mantenía cada uno de sus sentidos alerta, nada pasaba desapercibido para ella.
Suspiró aburrida esperando que se abrieran las puertas. De golpe todo su cuerpo se convirtió en una estatua. Él estaba allí también. Ese olor era inconfundible y el efecto que tenía en ella también. De nuevo ese escalofrío recorriendo su columna. No se giró, deseó que él no hubiera percibido su presencia en aquel teatro, pero el olor cada vez llenaba su cerebro con más fuerza. Se estaba acercando. Mierda. El tacto de su mano era como si el hielo y el fuego se fundieran. Se detestaba por ser tan débil con ese hombre. Justamente con el que más le había denigrado como mujer. - Señor... - no le pensaba llamar caballero visto que no lo era. Su tono salió lo más neutral que fue capaz de pronunciar, manteniendo la barbilla levemente alzada con altanería. Allí no estaba a su merced, ni nunca más lo estaría.
Toda la retaíla de palabras que a continuación salió de la boca del vampiro chocaron contra ella como una bofetada. ¿Ahora resulta que iba a ser amable? Aquel hombre la descolocaba por completo. - ¿El último lugar donde pensaba que me encontraría? No vivo en el burdel para su desgracia Ruthven- el fulgor en sus ojos azules dejaba entrever la tormenta de su interior, el lado salvaje que aquel maldito vampiro no conocía... todavía. Asintió al acomodador que desvió una inquisitiva mirada hacia ella para segurarse de que quería irse con James a su palco personal. - Iré con usted - atajó evitando así, al menos por el momento, que pudiera contestarla. - Pero no toleraré ni la más mínima falta de respeto hacia mi - le daba exactamente igual que eso provocase de nuevo la ira del vampiro. Si se exponía otra vez ante él quería dejar las cosas claras. - Esta vez no ha pagado por mi y por tanto no estoy a su merced- digo con un tono de voz apenas audible, a sabiendas de que él la escucharía perfectamente, - usted tiene su fuerza y poder, pero no me quedo atrás. Si sobrepasa el límite me batiré con usted.- Dicho esto, habiéndose quedado tranquila y satisfecha siguió al acomodador escaleras arriba con el vestido recogido en ambas manos para subir.
La puerta daba paso al palco en el que había dos butacas infinitamente mejores que la que ella había adquirido para el gallinero. Tomó asiento con ayuda de James, en la más cercana al escenario. Sabía que una de dos, o el vampiro se había quedado impresionado por su fiereza al enfrentarle que mucho distaba de lo que él había conocido, o bien esto le había hecho enfadar y estaba esperando el momento apropiado para ejercer su papel de depredador una vez más. De cualquier manera mantenía cada uno de sus sentidos alerta, nada pasaba desapercibido para ella.
Última edición por Katharina Von Hammersmark el Dom Jul 05, 2015 8:52 am, editado 1 vez
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
James sonrío para sus adentros cuando Katharina aceptó su invitación al palco. Se había formalizado la situación tensa para dar paso a una agradable velada, pero los ojos del hombre seguían advirtiendo la tensión de su cuerpo. Cuando cerró la puerta del palco, el Champagne ya estaba servido en la copa, las cortinas detrás de ellos habían caído y el gentío empezaba a ocupar sus puestos. Mientras el palco contiguo iba llenándose, James se dedicó a saludar a todos aquellos hombres notables de la burguesía y la clase alta de París. Algunos en cambio se acercaron a saludar a Katharina al verla junto a él y este les presento en un momento fugaz que fue interrumpido por que las luces empezaron a apagarse.
La orquesta empezó la apertura del teatro, los sonidos de la música de fondo acompañaban la representación y el decorado hecho a mano de una Dinamarca medieval tardía. El acto se desarrolló sin problemas y pudiendose destacar el papel del Hamlet sobre los demás. Los efectos de luces y chispas provocadas por el fósforo ayudaban a la imaginación y apoyaban la obra repleta de misterio y muerte. La usurpación del poder era un tema tan atractivo como apetecible, aunque eso era digno de la nobleza en auge y la más favorecedora tenía un linaje noble de sangre que precedía a su presentación. Tal era así la condición de la familia de Ruthven, que había pasado de generación en generación adquiriendo una reputación intachable. Aunque la manipulación de documentos era fácil y la burocracia era perfectamente sobornable, Ruthven iba cambiando de ciudad para no levantar sospecha.
En el paralelismo con la obra que se representaba, James se veía calcado. El asesinato y la venganza eran los platos fuertes y temas principales de la obra, así como los ejes sobre los que la condición de James se gestaba. Finalizando el primer acto James esperó a que Katharina se girara hacia él, dado que su silla estaba más próxima al palco que la suya- ¿Había visto esta obra antes? He de reconocer que el teatro de París no está mal, pero si quiere disfrutar de Shakespeare, tendrá que hacerlo en Londres- argumentó en favor de su querida patria británica.
-Katharina. No voy a disculparme por mi comportamiento la otra noche, es algo que mi instinto me pide, algo que va contra mi razón y mi condición humana, algo que no sería natural. Pero si puedo decirte que no es oro todo lo que reluce y que esto son ambientes totalmente distintos a donde nos conocimos. Para empezar te conocí por habladurías, que no te hacen justicia. Para terminar se trataba de un negocio que aunque denigrante, me correspondía. Espero que esto compense el mal rato que pasaste, pero que no puedo retractarme de haber cometido- finalizó su discurso mirando a sus ojos. Ni sumisión, ni arrepentimiento pero si había sinceridad y ese rasgo, hoy en día, escaseaba. No es una disculpa tampoco, porque James, al contrario que otros inmortales estaba a gusto con su condición vampírica y su poder. Que aunque Katharina tenía un poder férreo, el suyo en un simple mandato habría podido ordenar que se arrodillara a sus pies, se desnudara y se entregara a él. En ese casi si que sería una violación en toda regla y James debería otorgarle esa disculpa que entre tanta habladurías se hablaba en los círculos del burdel. Sin embargo esa no era la condición y el mismo orgullo que ella tenía, el lo tuvo para ceder y mostrar una faceta suya que no se reducía a los instintos carnales o depredadores.
La orquesta empezó la apertura del teatro, los sonidos de la música de fondo acompañaban la representación y el decorado hecho a mano de una Dinamarca medieval tardía. El acto se desarrolló sin problemas y pudiendose destacar el papel del Hamlet sobre los demás. Los efectos de luces y chispas provocadas por el fósforo ayudaban a la imaginación y apoyaban la obra repleta de misterio y muerte. La usurpación del poder era un tema tan atractivo como apetecible, aunque eso era digno de la nobleza en auge y la más favorecedora tenía un linaje noble de sangre que precedía a su presentación. Tal era así la condición de la familia de Ruthven, que había pasado de generación en generación adquiriendo una reputación intachable. Aunque la manipulación de documentos era fácil y la burocracia era perfectamente sobornable, Ruthven iba cambiando de ciudad para no levantar sospecha.
En el paralelismo con la obra que se representaba, James se veía calcado. El asesinato y la venganza eran los platos fuertes y temas principales de la obra, así como los ejes sobre los que la condición de James se gestaba. Finalizando el primer acto James esperó a que Katharina se girara hacia él, dado que su silla estaba más próxima al palco que la suya- ¿Había visto esta obra antes? He de reconocer que el teatro de París no está mal, pero si quiere disfrutar de Shakespeare, tendrá que hacerlo en Londres- argumentó en favor de su querida patria británica.
-Katharina. No voy a disculparme por mi comportamiento la otra noche, es algo que mi instinto me pide, algo que va contra mi razón y mi condición humana, algo que no sería natural. Pero si puedo decirte que no es oro todo lo que reluce y que esto son ambientes totalmente distintos a donde nos conocimos. Para empezar te conocí por habladurías, que no te hacen justicia. Para terminar se trataba de un negocio que aunque denigrante, me correspondía. Espero que esto compense el mal rato que pasaste, pero que no puedo retractarme de haber cometido- finalizó su discurso mirando a sus ojos. Ni sumisión, ni arrepentimiento pero si había sinceridad y ese rasgo, hoy en día, escaseaba. No es una disculpa tampoco, porque James, al contrario que otros inmortales estaba a gusto con su condición vampírica y su poder. Que aunque Katharina tenía un poder férreo, el suyo en un simple mandato habría podido ordenar que se arrodillara a sus pies, se desnudara y se entregara a él. En ese casi si que sería una violación en toda regla y James debería otorgarle esa disculpa que entre tanta habladurías se hablaba en los círculos del burdel. Sin embargo esa no era la condición y el mismo orgullo que ella tenía, el lo tuvo para ceder y mostrar una faceta suya que no se reducía a los instintos carnales o depredadores.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
La obra pasó, un acto tras otro fue representado ante sus ojos para deleite de la multitud. Disfrutaba de verdad asistiendo a esa clase de eventos, para algunos era una simple velada frívola en la que dejarse ver y hacer visa social, no para ella. La cultura le interesaba en toda su amplitud, el teatro -ópera incluida-, la danza, escultura, pintura... Todo ello creaba un mundo paralelo en el que era fácil perderse y soñar. Soñar siempre con algo mejor. Mientras la obra estuvo en marcha le fue fácil mantener la calma, pues no tenía más que atender al escenario y beber de vez en cuando algún sorbo de champagne, que gentilmente James había pedido. Si bien era cierto que sus sentidos estaban repartidos entre los actores y el vampiro que estaba tras ella. Una vez acabada la obra, se levantó de su acolchado asiento, estirando el vestido con ambas manos. De golpe la mirada de James buscando la propia, ¿acaso siempre iba a mirarle con esa intensidad? Era abrumador. La joven duquesa se maldecía en su interior. No entendía, ni entendería nunca seguramente, cómo era posible que un hombre que le había rebajado de aquella manera era capaz de encandilarle. Escuchaba sus palabras como si fuera la melodía más dulce jamás escuchada. Realmente la no-excusa de James fue pasada por alto. Las acciones eran lo que, para Katharina, demostraban en realidad. Esa noche era la prueba de fuego, si demostraba que quedaba en él algo de humanidad podrían tener un trato cordial incluso una amistad en un futuro.
- No le conozco, mi señor, más que por un encuentro que sinceramente me gustaría olvidar. - Atajó con un tono similar al de él. No mostraría la flaqueza que realmente le hacía sentir. - Esto es, al menos para mi, un nuevo comienzo - en más sentidos de los que realmente estaba descubriendo, pues la vuelta de su cargo de realeza le otorgaba un poder que hacía años no tenía. Tomó la copa para acabar el vino burbujeante que quedaba en ella y volvió la mirada a él. - Por ambas cosas, espero que no vuelva a demostrarme que no puedo confiar lo más mínimo en usted. Como le dije antes de entrar al palco no soy tan débil como usted pueda creer - sentía la necesidad de demostrarle que no podía jugar con ella, no otra vez. Limitar el trato con él era algo necesario para Katharina, la atracción hacia aquel maldito vampiro era algo innegable y si se acercaba de nuevo le costaría -por loco que fuera- rechazarle.
Dicho esto, y empezando a notar la tensión salió del reservado. Esperó a que él hiciera lo mismo para abandonar juntos el lugar. Caminando por la acera, el barullo de la gente empezaba a quedar atrás, dando paso a un silencio que les acogía casi meciéndolos. Entonces se dio cuenta. No sabía nada sobre James, era un vampiro sí y bastante sádico pero no sabía más acerca del hombre con el que, contra todo pronóstico, se encontraba paseando a solas por las calles de París. Le entraron unas ganas locas de cambiar de forma, de esconderse tras su leona o quizás la deslumbrante pantera negra. - Cuénteme sobre usted - pidió sin poder evitar la curiosidad que le causaba.
Estaba jugando con fuego, era consciente, pero el cosquilleo que le generaba la cercanía a esas llamas era demasiado adictivo como para alejarse sin más. Además no había tenido oportunidad de conocer realmente a un vampiro, de saber sus costumbres, su estilo de vida y cuan diferente eran las formas de percibir la realidad. Todo en él le fascinaba, más de lo que quería aparentar, de una forma sobrecogedora. Las preguntan se sobrevenían: cuántos años tendría, cuántos habrían muerto a sus manos... ¿querría morderla? En el momento en que esa pregunta cruzó fugaz por su mente se dio cuenta de que no tenía el control de su mente, no la había bloqueado y las habladurías contaban que esos seres eran capaces de escuchar los pensamientos ajenos. ¿Sería ese el caso de James? Por si acaso, cerró sus pensamientos a posibles abordajes externos.
- No le conozco, mi señor, más que por un encuentro que sinceramente me gustaría olvidar. - Atajó con un tono similar al de él. No mostraría la flaqueza que realmente le hacía sentir. - Esto es, al menos para mi, un nuevo comienzo - en más sentidos de los que realmente estaba descubriendo, pues la vuelta de su cargo de realeza le otorgaba un poder que hacía años no tenía. Tomó la copa para acabar el vino burbujeante que quedaba en ella y volvió la mirada a él. - Por ambas cosas, espero que no vuelva a demostrarme que no puedo confiar lo más mínimo en usted. Como le dije antes de entrar al palco no soy tan débil como usted pueda creer - sentía la necesidad de demostrarle que no podía jugar con ella, no otra vez. Limitar el trato con él era algo necesario para Katharina, la atracción hacia aquel maldito vampiro era algo innegable y si se acercaba de nuevo le costaría -por loco que fuera- rechazarle.
Dicho esto, y empezando a notar la tensión salió del reservado. Esperó a que él hiciera lo mismo para abandonar juntos el lugar. Caminando por la acera, el barullo de la gente empezaba a quedar atrás, dando paso a un silencio que les acogía casi meciéndolos. Entonces se dio cuenta. No sabía nada sobre James, era un vampiro sí y bastante sádico pero no sabía más acerca del hombre con el que, contra todo pronóstico, se encontraba paseando a solas por las calles de París. Le entraron unas ganas locas de cambiar de forma, de esconderse tras su leona o quizás la deslumbrante pantera negra. - Cuénteme sobre usted - pidió sin poder evitar la curiosidad que le causaba.
Estaba jugando con fuego, era consciente, pero el cosquilleo que le generaba la cercanía a esas llamas era demasiado adictivo como para alejarse sin más. Además no había tenido oportunidad de conocer realmente a un vampiro, de saber sus costumbres, su estilo de vida y cuan diferente eran las formas de percibir la realidad. Todo en él le fascinaba, más de lo que quería aparentar, de una forma sobrecogedora. Las preguntan se sobrevenían: cuántos años tendría, cuántos habrían muerto a sus manos... ¿querría morderla? En el momento en que esa pregunta cruzó fugaz por su mente se dio cuenta de que no tenía el control de su mente, no la había bloqueado y las habladurías contaban que esos seres eran capaces de escuchar los pensamientos ajenos. ¿Sería ese el caso de James? Por si acaso, cerró sus pensamientos a posibles abordajes externos.
Última edición por Katharina Von Hammersmark el Dom Jul 05, 2015 8:52 am, editado 1 vez
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Salio en silencio del lugar junto a Katharina. Eran tan habitual para él el trayecto del teatro, que podía haberlo comprado para vivir en él. Sonrió ante la idea y se le pasó por la cabeza la fugaz idea de hacer una contribución al teatro, para mejora la estancia o la acústica y mientras en su cabeza organizaba su altruismo la voz d Katharina le invadió como una ponzoña que hacía sacudir su columna vertebral en un segundo. Quería que le hablara de él. ¿Cómo quería saber de el? Interés fingido, curiosidad por su condición...las dudas asaltaban a James. No le gustaba hablar de él, en cuanto a su vida privada era bastante introspectivo y sinceramente el hecho de mantenerse alejado siempre le daba un halo de misterio que pasaba en inadvertido. Suspiró al escuchar la pregunta de Katharina y después dejó sus manos en la espalada mientras caminaba, demostrando con su expresión corporal seguridad en sí mismo.
- Creo que ya sabes más de mi de lo que te gustaría. El hecho de que quieras cruzar esa raya me plantea bastantes preguntas sobre usted. Ya sabe que soy el Conde de Escocia, al igual que yo se que usted es la Duquesa Von Hammerdmark- levantó las cejas al decirlo- No soy estúpido. Y también se lo que eres, además de Duquesa. Desde el primer momento en el que entré en tu habitación y te vi. Nos reconocimos al instante- la empujó ligeramente con el hombro para que reconfortarle- No conozco a nadie que tenga ese aura salvaje que tiene usted. Es algo que llama la atención, al menos para mí. Tiene usted el don de la naturaleza salvaje, algo que es indomable. Y da la casualidad que soy demasiado orgulloso y dominante como para pasar por alto ese magnetismo- le explicó claramente su relación con ella- Pero no se que voy a decirle que no sepa o no se imagine. Tengo un gran poder que no suelo usar. Al igual que usted, pero en mi caso, lo único que he usado con usted es mi encanto natural. Tengo otras formas de conseguir lo que quiero, más..."ortodoxas". Pero mis apetencias son peculiares y bizarras y es algo que ya conoces. No soy la mejor persona que tener al lado Katharina y tampoco estoy seguro de que sea la persona a la que quieras conocer. Pero si estás segura de ello. Te invito a que vengas a mi mansión, ahora- le indicó acercándose a la Calesa que llevaba el escudo de la casa de Ruthven- Volverás intacta a los brazos de tu querida- le objetó sabiendo que eso era un secreto para todo el mundo- No te he perdido de vista ni un solo día. Por eso te ofrezco y te permito conocerme si tu quieres, porque los dos tenemos cosas que esconder a la gente. Y no somos tan distintos como crees, tus apetencias están fuera de lugar en una sociedad como esta. Las mías en cambio, están fuera de una raza como es la humana.
James subió a la calesa y extendió su mano a Katharina mientras la puerta seguía abierta. Si tomaba esa decisión no habría marcha atrás. Le enseñaría su mansión y sobre todo, la historia de su familia o la mazmorra. Porque si iba a dejarle entrar en su vida, tenía que conocerle lo suficiente para saber lo peligroso que era.
- Creo que ya sabes más de mi de lo que te gustaría. El hecho de que quieras cruzar esa raya me plantea bastantes preguntas sobre usted. Ya sabe que soy el Conde de Escocia, al igual que yo se que usted es la Duquesa Von Hammerdmark- levantó las cejas al decirlo- No soy estúpido. Y también se lo que eres, además de Duquesa. Desde el primer momento en el que entré en tu habitación y te vi. Nos reconocimos al instante- la empujó ligeramente con el hombro para que reconfortarle- No conozco a nadie que tenga ese aura salvaje que tiene usted. Es algo que llama la atención, al menos para mí. Tiene usted el don de la naturaleza salvaje, algo que es indomable. Y da la casualidad que soy demasiado orgulloso y dominante como para pasar por alto ese magnetismo- le explicó claramente su relación con ella- Pero no se que voy a decirle que no sepa o no se imagine. Tengo un gran poder que no suelo usar. Al igual que usted, pero en mi caso, lo único que he usado con usted es mi encanto natural. Tengo otras formas de conseguir lo que quiero, más..."ortodoxas". Pero mis apetencias son peculiares y bizarras y es algo que ya conoces. No soy la mejor persona que tener al lado Katharina y tampoco estoy seguro de que sea la persona a la que quieras conocer. Pero si estás segura de ello. Te invito a que vengas a mi mansión, ahora- le indicó acercándose a la Calesa que llevaba el escudo de la casa de Ruthven- Volverás intacta a los brazos de tu querida- le objetó sabiendo que eso era un secreto para todo el mundo- No te he perdido de vista ni un solo día. Por eso te ofrezco y te permito conocerme si tu quieres, porque los dos tenemos cosas que esconder a la gente. Y no somos tan distintos como crees, tus apetencias están fuera de lugar en una sociedad como esta. Las mías en cambio, están fuera de una raza como es la humana.
James subió a la calesa y extendió su mano a Katharina mientras la puerta seguía abierta. Si tomaba esa decisión no habría marcha atrás. Le enseñaría su mansión y sobre todo, la historia de su familia o la mazmorra. Porque si iba a dejarle entrar en su vida, tenía que conocerle lo suficiente para saber lo peligroso que era.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Así que sabía quién y qué era, no sabía por qué pero no le sorpredió lo más mínimo. Siendo James el Conde de Escocia y dada su condición, no le sería difícil adivinar o descubrir todo lo que quiera de quien le interesara, en este caso ella misma. Asimiló las palabras de James como pudo, osea que no era ella la única que -para su desgracia- sentía esa conexión sexual. - ¿Podría enseñarme ese poder del que habla? -. La curiosidad mató al gato, o eso decían, sí pecaba de curiosa pero la oportunidad de conocer más a esa "especie" le fascinaba, no podía negarse a ello, como no podría negarse a él.
No hacía falta que fuera James quien le dijera que no era un buen compañero, que no era seguro, por lo que simplemente rió y encogió los hombros; dando a entender así que era ella quien se estaba arriesgando al igual que lo hacía él, pudiendo estar en compañía de cualquier otra mujer. Ahi estaba de nuevo, otro de los secretos de su actual vida, y él era conocedor de su relación con la hechicera. Con paso seguro, sin mostrar duda alguna subió a la calesa. - Creo que tu cochero me ha mirado con lástima, ¿qué les pasa a las señortias que suben aqui contigo? -.
Los asientos acolchados en tonos púrpura, le daban al interior un toque oscuro y tétrico que bien se asemejaba a lo que James reflejaba con su atuendo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el vampiro estaba analizándola a ella, al mismo tiempo que Katharina lo hacía con el carruaje y su paralelismo con James. El color de sus mejillas se enrojeció, como la pasaba siempre. - Es elegante - comentó para romper el silencio y la tensión creada. El trayecto, desde ese momento, se hizo corto hasta la vivienda de James, parecía mentira que pudiera charlar e incluso divertirse con el que había sido su enemigo.
Rió nada más bajar de la calesa, si esta le había parecido elegante era porque no había visitado su casa. De la misma manera, sitió esa percepción tétrica y ese halo de misterio que le rodeaba siempre. Los escalones de piedra que daban paso al gran portalón de madera tallada eran impresionantes. Pocas veces, a pesar de su posición, había visto algo tan majestuoso.
Estaba expectante por lo que aquel hombre le quisiera enseñar, pero cuando se excusó y la dejó sola en el gran salón principal se entretuvo admirando las obras de arte que allí se congregaban. Una sirvienta le ofreción diligente una copa de vino que cogió agradecida. Sus pasos le llevaron por toda la habitación, valorando realmente los cuadros con los que James lo había adornado. Algunos parecían excepcionalmente antiguos, otros sin embargo eran novedosos y algo extravagantes. El arte tomaba forma en aquella sala. Una sonrisa se instaló en sus labios por culpa de varios cuadros, de diferentes épocas y diversos autores en los que el retratado era siempre el mismo, James Ruthven. Debía ser fascinante vivir tanto y siempre con el mismo físico, aunque si te encariñabas de un mortal, ¿cómo sería perderle? Los humanos perdían a una seríe de seres queridos, pero siendo vampiro, aquello se repetía sin cesar. Sintió entonces una profunda lástima por James y por todos los de su especie.
En ese momento regresó James junto a ella y no pudo reprimir la pregunta, - ¿Te sientes sólo? -.
No hacía falta que fuera James quien le dijera que no era un buen compañero, que no era seguro, por lo que simplemente rió y encogió los hombros; dando a entender así que era ella quien se estaba arriesgando al igual que lo hacía él, pudiendo estar en compañía de cualquier otra mujer. Ahi estaba de nuevo, otro de los secretos de su actual vida, y él era conocedor de su relación con la hechicera. Con paso seguro, sin mostrar duda alguna subió a la calesa. - Creo que tu cochero me ha mirado con lástima, ¿qué les pasa a las señortias que suben aqui contigo? -.
Los asientos acolchados en tonos púrpura, le daban al interior un toque oscuro y tétrico que bien se asemejaba a lo que James reflejaba con su atuendo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el vampiro estaba analizándola a ella, al mismo tiempo que Katharina lo hacía con el carruaje y su paralelismo con James. El color de sus mejillas se enrojeció, como la pasaba siempre. - Es elegante - comentó para romper el silencio y la tensión creada. El trayecto, desde ese momento, se hizo corto hasta la vivienda de James, parecía mentira que pudiera charlar e incluso divertirse con el que había sido su enemigo.
Rió nada más bajar de la calesa, si esta le había parecido elegante era porque no había visitado su casa. De la misma manera, sitió esa percepción tétrica y ese halo de misterio que le rodeaba siempre. Los escalones de piedra que daban paso al gran portalón de madera tallada eran impresionantes. Pocas veces, a pesar de su posición, había visto algo tan majestuoso.
Estaba expectante por lo que aquel hombre le quisiera enseñar, pero cuando se excusó y la dejó sola en el gran salón principal se entretuvo admirando las obras de arte que allí se congregaban. Una sirvienta le ofreción diligente una copa de vino que cogió agradecida. Sus pasos le llevaron por toda la habitación, valorando realmente los cuadros con los que James lo había adornado. Algunos parecían excepcionalmente antiguos, otros sin embargo eran novedosos y algo extravagantes. El arte tomaba forma en aquella sala. Una sonrisa se instaló en sus labios por culpa de varios cuadros, de diferentes épocas y diversos autores en los que el retratado era siempre el mismo, James Ruthven. Debía ser fascinante vivir tanto y siempre con el mismo físico, aunque si te encariñabas de un mortal, ¿cómo sería perderle? Los humanos perdían a una seríe de seres queridos, pero siendo vampiro, aquello se repetía sin cesar. Sintió entonces una profunda lástima por James y por todos los de su especie.
En ese momento regresó James junto a ella y no pudo reprimir la pregunta, - ¿Te sientes sólo? -.
Última edición por Katharina Von Hammersmark el Dom Jul 05, 2015 8:53 am, editado 2 veces
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
James se acomodó en la calesa mientras ella tomaba la fatídica decisión de subirse junto a él. Era de esperar que el cochero se santiguara por el alma de la joven y la mirara con lástima. Katharina, como algo innato en su temperamento salvaje se dignó a preguntarle- Que nunca regresan- comentó mirando por la ventana sin darle importancia, como si fuera algo normal- Normalmente, aunque montar aquí no es una sentencia a muerte- aclaró mientras ella se acomodaba, tanto el vestido como en el transporte. James la analizó desde la oscuridad que le daba aquella perspectiva. Como un gato que olisqueaba y marcaba todo, Katharina tenía que hacerlo de igual manera,a James le fascinaba que aquella realeza felina se manifestara como algo natural. Comprendió lo diferentes que eran, a pesar de sus auras diferentes, su naturaleza era totalmente diferente. Ella gozaba de una libertad que James jamás podría disfrutar, su naturaleza era la de un depredador que tiene que matar por necesidad, llegando a desarrollar una parafilia en ese arte de cacería que no solo es acechar a la presa, sino que con los años, la sangre se vuelve insulsa y deben buscar una forma de saciar su apetito y su instinto depredador, la de James era cuanto menos tétrica. Nadie en el mundo, salvo su compañera para toda la eternidad, Milenka, podía entenderle. Sonrío ante la descripción de la calesa y dio un golpe en el techo para que echara a andar. En escasos minutos llegaron a la gran mansión de las afueras donde se detuvieron y el servicio los atendió.
La dejó avanzar libremente y se disculpó para dejar la ropa de calle en sus aposentos. Cuando se quitó la chaqueta, se quedó en chaleco y camisa, cogiendo la llave que siempre llevaba entima y colgándosela del pecho. Se reunió en la sala de los cuadros donde estaba Katharina y en silencio la siguió mientras observaba todas esas obras de arte. Algunas esculturas y figuras tan antiguas como lo eran las civilizaciones, griega, romana y egipcia. Los cuadros eran de todas las épocas, especialmente desde el renacimiento, y de muchas nacionalidades hasta que se detuvo en un paisaje. James se quedó mirándolo con nostalgia y después se giró para mirar a Katharina que le hizo una pregunta- No, al contrario. Me abruma la gente y me retiro aquí. Disfruto de la soledad, cuando por protocolo o posición debes estar rodeado de gente, que en ocasiones ni te agrada. A veces hay que huir de todo eso. Pero si te refieres a la soledad de verme solo, pasar decadas y decadas solo...- hizo una pausa acercándose al pequeño bar que había en una esquina y sirviendo una copa de vino para ella- He de decirte que no, aún que desconozco la razón de mi existencia, no soy el único que existe y la compañía para la eternidad sólo puedo buscarla en alguien como yo- le explicó mientras volvía a su lado y le entregaba la copa- Los vampiros tenemos varios dones, depende de cada persona. Algunos desarrollan dotes más activas y otros más pasivas. Yo por ejemplo, siempre he sido un gran cazador- explicó mientras buscaba el diván en la sala del arte donde sentarse con ella- Mis habilidades innatas son la fuerza sobre humana y el desarrollo de todos los sentidos. Tengo una piel pétrea y suave. Y todo lo que soy está hecho para atraer, tanto a hombres como mujeres. A ese poder se le llama atracción. Y es una maldición para todos los mortales en los que centre mi atención. Si pasara desapercibido moriría de hambre- hizo una pausa mientras esperaba la reacción- Después tambien tengo una resistencia extrema a cualquier tipo de dolor. Algo que en ocasiones viene de perlas, más de una vez he tenido que rendir cuentas de mis acciones aunque no lo creas- bromeó mientras reía y hacía que se sintiera más cómoda y el ambiente menos tenso- Y por último tengo el don de la persuasión- explicó ahora con tono más serio- Podría con una simple orden que cogieras un cuchillo y te rasgaras la garganta o la de Olenna- utilizó ese ejemplo para que comprendiera el alcance- O podría ordenarte que te conviertieras- suspiró- Cualquier cosa es posible con una orden. Pero raras veces hago uso de esa habilidad, porque sería demasiado fácil y la eternidad se me haría muy aburrida- concluyó la presentación con ese poder y después se llevó la mano al pecho comprobando que la llave seguía ahí- Pero mis poderes son bastante nimios con lo que existe, he visto a Vampiros introducirse en la mente ajena. He visto provocar daños en la mente que harían arrodillarse a Dios, y he visto incluso volar- dijo con devoción- Somos una raza peligrosa, incluso entre nosotros- le advirtió- No creo que haya parangón entre ninguna otra raza. Así que ten cuidado, y es una amenaza- le dijo mientras se ponía en pie al ver que terminó la copa- Déjela ahí, lo recogeran los criados. Y ahora, sígueme- le ordenó mientras caminaba con paso lento a una puerta doble y grand de madera remachada en hierro forjado- Katharina- dijo introduciendo la llave- Puede que te de miedo- adviritió y empujó la puerta para bajar las escaleras de piedra que estaban iluminadas por una serie de antorchas.
Comenzaron a bajar en silencio y James se detuvo en la entrada de la siguiente puerta, al empujarla se abrió ante ellos una mazmorra como las de la Edad Media. Había una cruz de San Andrés, artilugios y cadenas colgadas. Fustas y varas. Potros, una cama y divanes. Pero a un lado había una cámara donde había un horno y varias cadenas colgadas del techo. En el suelo había un pequeño desague lleno de sangre y varios barriles de agua. James se quedó quieto en silencio mientras Katharina podía acercarse a observarlo- Nadie, que entra sale de aquí- dijo cerrando la puerta tras ellos- Pero contigo haré una excepción a cambio de tu silencio y de que guardes el secreto- dijo muy serio mientras se acercaba a tirar de una manivela para recoger y colocar la cruz y el aplique del techo hecho de forja- Es algo que necesito- explicó- Si no saciara mi apetito en todos los sentidos, quien sabe que podría pasar. La sed no es algo que podamos controlar y a mi solo me sacia la sangre de dos maneras- Justo en el momento de la tortura y la adrenalina, cuando la sangre está caliente- dijo mientras miraba la estancia- O durante el sexo, el punto álgido del éxtasis.
James se quedó de nuevo callado frunciendo el ceño por la situación, le incomodaba pero lo había hecho bien y ella había consentido en conocerle- Se que es condenable por gente que posee moral, pero mi naturaleza me pide que mate. Y tengo que hacerlo- sentenció restándole importancia moral al acto o el hecho-
La dejó avanzar libremente y se disculpó para dejar la ropa de calle en sus aposentos. Cuando se quitó la chaqueta, se quedó en chaleco y camisa, cogiendo la llave que siempre llevaba entima y colgándosela del pecho. Se reunió en la sala de los cuadros donde estaba Katharina y en silencio la siguió mientras observaba todas esas obras de arte. Algunas esculturas y figuras tan antiguas como lo eran las civilizaciones, griega, romana y egipcia. Los cuadros eran de todas las épocas, especialmente desde el renacimiento, y de muchas nacionalidades hasta que se detuvo en un paisaje. James se quedó mirándolo con nostalgia y después se giró para mirar a Katharina que le hizo una pregunta- No, al contrario. Me abruma la gente y me retiro aquí. Disfruto de la soledad, cuando por protocolo o posición debes estar rodeado de gente, que en ocasiones ni te agrada. A veces hay que huir de todo eso. Pero si te refieres a la soledad de verme solo, pasar decadas y decadas solo...- hizo una pausa acercándose al pequeño bar que había en una esquina y sirviendo una copa de vino para ella- He de decirte que no, aún que desconozco la razón de mi existencia, no soy el único que existe y la compañía para la eternidad sólo puedo buscarla en alguien como yo- le explicó mientras volvía a su lado y le entregaba la copa- Los vampiros tenemos varios dones, depende de cada persona. Algunos desarrollan dotes más activas y otros más pasivas. Yo por ejemplo, siempre he sido un gran cazador- explicó mientras buscaba el diván en la sala del arte donde sentarse con ella- Mis habilidades innatas son la fuerza sobre humana y el desarrollo de todos los sentidos. Tengo una piel pétrea y suave. Y todo lo que soy está hecho para atraer, tanto a hombres como mujeres. A ese poder se le llama atracción. Y es una maldición para todos los mortales en los que centre mi atención. Si pasara desapercibido moriría de hambre- hizo una pausa mientras esperaba la reacción- Después tambien tengo una resistencia extrema a cualquier tipo de dolor. Algo que en ocasiones viene de perlas, más de una vez he tenido que rendir cuentas de mis acciones aunque no lo creas- bromeó mientras reía y hacía que se sintiera más cómoda y el ambiente menos tenso- Y por último tengo el don de la persuasión- explicó ahora con tono más serio- Podría con una simple orden que cogieras un cuchillo y te rasgaras la garganta o la de Olenna- utilizó ese ejemplo para que comprendiera el alcance- O podría ordenarte que te conviertieras- suspiró- Cualquier cosa es posible con una orden. Pero raras veces hago uso de esa habilidad, porque sería demasiado fácil y la eternidad se me haría muy aburrida- concluyó la presentación con ese poder y después se llevó la mano al pecho comprobando que la llave seguía ahí- Pero mis poderes son bastante nimios con lo que existe, he visto a Vampiros introducirse en la mente ajena. He visto provocar daños en la mente que harían arrodillarse a Dios, y he visto incluso volar- dijo con devoción- Somos una raza peligrosa, incluso entre nosotros- le advirtió- No creo que haya parangón entre ninguna otra raza. Así que ten cuidado, y es una amenaza- le dijo mientras se ponía en pie al ver que terminó la copa- Déjela ahí, lo recogeran los criados. Y ahora, sígueme- le ordenó mientras caminaba con paso lento a una puerta doble y grand de madera remachada en hierro forjado- Katharina- dijo introduciendo la llave- Puede que te de miedo- adviritió y empujó la puerta para bajar las escaleras de piedra que estaban iluminadas por una serie de antorchas.
Comenzaron a bajar en silencio y James se detuvo en la entrada de la siguiente puerta, al empujarla se abrió ante ellos una mazmorra como las de la Edad Media. Había una cruz de San Andrés, artilugios y cadenas colgadas. Fustas y varas. Potros, una cama y divanes. Pero a un lado había una cámara donde había un horno y varias cadenas colgadas del techo. En el suelo había un pequeño desague lleno de sangre y varios barriles de agua. James se quedó quieto en silencio mientras Katharina podía acercarse a observarlo- Nadie, que entra sale de aquí- dijo cerrando la puerta tras ellos- Pero contigo haré una excepción a cambio de tu silencio y de que guardes el secreto- dijo muy serio mientras se acercaba a tirar de una manivela para recoger y colocar la cruz y el aplique del techo hecho de forja- Es algo que necesito- explicó- Si no saciara mi apetito en todos los sentidos, quien sabe que podría pasar. La sed no es algo que podamos controlar y a mi solo me sacia la sangre de dos maneras- Justo en el momento de la tortura y la adrenalina, cuando la sangre está caliente- dijo mientras miraba la estancia- O durante el sexo, el punto álgido del éxtasis.
James se quedó de nuevo callado frunciendo el ceño por la situación, le incomodaba pero lo había hecho bien y ella había consentido en conocerle- Se que es condenable por gente que posee moral, pero mi naturaleza me pide que mate. Y tengo que hacerlo- sentenció restándole importancia moral al acto o el hecho-
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
La explicación que había obtenido era bastante más amplia de lo que cabía esperar de James. Era, por lo que había podido comprobar, parco en palabras cuando se trataba de sí mismo pero ahora era conocedora de la diferencia de vampiros que existía sobre la faz de la tierra. Estaba claro que debía temerlos, no tanto a él por el momento, visto el poder que podían llegar a alcanzar sobre sí mismos y sobre otros seres. Posó la copa sobre la mesa de cristal tal y como le había dicho, con ese tono imperativo tan característico en él. Sus sentidos aumentaron en el instante en que el propio James le avisó de que podría causarle miedo la estancia a la que iban a acceder. No se esperaba ni mucho menos unas escaleras. Había algo tétrico en todo aquello, no sabía aún que era pero el vello se le erizó y un escalofrío hizo que se tensara por completo. Sorprendentemente la siguiente puerta no tenía seguridad alguna, aunque lo más seguro es que la llave de la anterior tan sólo la tuviera el amo y señor de la casa. No pudo hacer otra cosa que notar como su boca se abría con expresión de asombro ante semejante visión. Sonido alguno salió de sus labios, pues estaba demasiado perdida entre cada artilugio que allí se encontraba.
Todo estaba ordenado y limpio, aunque un olor fuerte y penetrante flotaba en el ambiente. En el trabajo que tuvo que desempeñar como prostituta la habían pedido ciertas cosas, concretamente sesiones en las que se tenía que dejar dominar por quien había pagado, pero eso estaba muy fuera de sus límites... Era simplemente impresionante la amplitud de la sala y la variedad de utensilios que al parecer agradaban a James. - ¿Juegas con las mujeres y luego las asesinas?- preguntó empezando a pensar que no había sido muy buena idea confiar su seguridad a aquel vampiro a pesar de sus palabras, su especie de trato.
No podía comprender como alguien que en el pasado había sido un humano más podía llegar a esos límites de salvajismo y crueldad. - Esto es totalmente amoral - concluyó sin dar pie a que pudiera rebatírselo. Le resultaba incluso repugnante la manera tan sencilla que tenía de explicar cómo matar para él no suponía un problema. ¿Cuántas mujeres habrían sucumbido en sus manos? ¿Cuántas vidas habría truncado por saciar su apetito? Seguramente no tenía una idea aproximada de ello después de sus años de muerte en vida. Tratando de dejar esas ideas a un lado y expandir su mente, se movió en el interior de la sala. Pasó las manos por las fustas y los látigos, admirando la florida variedad que tenía. - ¿Cuántos años llevas coleccionando todo esto?- preguntó con clara sorpresa en su tono de voz. Realmente cada objeto que iba tocando e incluso cogiendo no la disgustaba, podría disfrutar usando todo aquello pero estaba claro que no a manos de James, no podría confiar en él llevado a ese límite de tensión visto lo que le pasaba en esos casos. Sacudió la cabeza esperando que James no fuera capaz de leer su mente o su expresión y adivinar que eso no la espantaba como sería lógico.
La mirada paseó por cada rincón fijándose en los restos de sangre que había bajo las cadenas que colgaban del techo - Al menos podrías limpiarlo... - dijo con disgusto saltando las manchas con agilidad felina. La presencia del inmenso horno era tan reveladora como aterradora. Por una parte no la costaba imaginar a James deshaciéndose de los cuerpos de mujeres a las que acababa de follar y asesinar, pero por otra... la nueva faceta casi amistosa que estaba demostrando con ella hacía que se preguntara hasta que punto ambas caras del vampiro eran reales. Dudaba que no hubiese algo en la mente de James que le impidiera seguir con esa vida en algún momento.
- Si tu idea no es jugar conmigo, cosa que dudo enormemente, preferiría salir de aquí. Empiezo a sentirme enjaulada y no es una buena idea... - una parte de sí misma estaba excitada ante la idea de probar cada objeto de aquella sala pero otra, la más salvaje y animal sentía como las paredes ahogaban sus pulmones y la necesidad de salir de allí se incrementaba por momentos. Algo empezaba a rugir en su interior sin apenas darla tregua como para controlar el cambio de forma. Miró a James con impaciencia esperando que por alguna razón comprendiera la situación en la que se encontraba y la ayudara a salir de allí o al menos a controlarla si no podía evitar la transformación.
Todo estaba ordenado y limpio, aunque un olor fuerte y penetrante flotaba en el ambiente. En el trabajo que tuvo que desempeñar como prostituta la habían pedido ciertas cosas, concretamente sesiones en las que se tenía que dejar dominar por quien había pagado, pero eso estaba muy fuera de sus límites... Era simplemente impresionante la amplitud de la sala y la variedad de utensilios que al parecer agradaban a James. - ¿Juegas con las mujeres y luego las asesinas?- preguntó empezando a pensar que no había sido muy buena idea confiar su seguridad a aquel vampiro a pesar de sus palabras, su especie de trato.
No podía comprender como alguien que en el pasado había sido un humano más podía llegar a esos límites de salvajismo y crueldad. - Esto es totalmente amoral - concluyó sin dar pie a que pudiera rebatírselo. Le resultaba incluso repugnante la manera tan sencilla que tenía de explicar cómo matar para él no suponía un problema. ¿Cuántas mujeres habrían sucumbido en sus manos? ¿Cuántas vidas habría truncado por saciar su apetito? Seguramente no tenía una idea aproximada de ello después de sus años de muerte en vida. Tratando de dejar esas ideas a un lado y expandir su mente, se movió en el interior de la sala. Pasó las manos por las fustas y los látigos, admirando la florida variedad que tenía. - ¿Cuántos años llevas coleccionando todo esto?- preguntó con clara sorpresa en su tono de voz. Realmente cada objeto que iba tocando e incluso cogiendo no la disgustaba, podría disfrutar usando todo aquello pero estaba claro que no a manos de James, no podría confiar en él llevado a ese límite de tensión visto lo que le pasaba en esos casos. Sacudió la cabeza esperando que James no fuera capaz de leer su mente o su expresión y adivinar que eso no la espantaba como sería lógico.
La mirada paseó por cada rincón fijándose en los restos de sangre que había bajo las cadenas que colgaban del techo - Al menos podrías limpiarlo... - dijo con disgusto saltando las manchas con agilidad felina. La presencia del inmenso horno era tan reveladora como aterradora. Por una parte no la costaba imaginar a James deshaciéndose de los cuerpos de mujeres a las que acababa de follar y asesinar, pero por otra... la nueva faceta casi amistosa que estaba demostrando con ella hacía que se preguntara hasta que punto ambas caras del vampiro eran reales. Dudaba que no hubiese algo en la mente de James que le impidiera seguir con esa vida en algún momento.
- Si tu idea no es jugar conmigo, cosa que dudo enormemente, preferiría salir de aquí. Empiezo a sentirme enjaulada y no es una buena idea... - una parte de sí misma estaba excitada ante la idea de probar cada objeto de aquella sala pero otra, la más salvaje y animal sentía como las paredes ahogaban sus pulmones y la necesidad de salir de allí se incrementaba por momentos. Algo empezaba a rugir en su interior sin apenas darla tregua como para controlar el cambio de forma. Miró a James con impaciencia esperando que por alguna razón comprendiera la situación en la que se encontraba y la ayudara a salir de allí o al menos a controlarla si no podía evitar la transformación.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
James se quedó detrás de ella, observando cada movimiento de su cuerpo. Sentía su respiración y los latidos de su corazón retumbando en la habitación. Pero lejos de la reacción que esperaba Katharina dio un paso hacia delante y se precipitó entre aquella basta sala. Los muros parecían retener los gritos de la gente y James sintió aquel escalofrío de placer al recordar las lágrimas y esa sangre tan viva, tan extremadamente electrizante. Después la vio avanzar hasta los objetos que había por la sala, los tocaba familiarizándose con todas las texturas que se ponían en su camino. De repente una pregunta salio de sus labios, pues el silencio de aquella instancia había puesto a James muy nervioso. Si hubiera hecho cualquier movimiento brusco, si ella hubiera salido corriendo, gritando y tachándole de monstruo. La dejaría ir pero algo dentro de él se replanteó el no hacerlo en el caso de que criticara o sentenciara su comportamiento. Se quedó en silencio tras la pregunta- Ya te lo he dicho, solo me satisface la sangre de dos maneras, hasta el punto de saciarme por completo. Aún no he encontrado una sangre que me quite las ganas de hacer esto. Es lo que me pide mi naturaleza, no me sirve coger a una prostituta o un hombre borracho, un violador y morderlo. No me sacia, es como si tomara un vaso de vino cada día, que al final te cansa. En cambio esos dos tipos de sangre, es mi agua. Lo que necesito para vivir- le explicó y después volvió a reinar el silencio y quedó lidapidado con su sentencia de "amoral". James no replicó, pues comprendía que a ojos de otros eso era un juego sádico y terrible que no contemplaba a los humanos de una forma digna, sino de forma vulgar y como mero alimento. Pero su condición así lo dijo, de hecho, su existencia dependía de no tener moral, pero eso es algo que nadie que no fuera un vampiro comprendería.
Siguió caminando por la estancia en silencio. Cada paso de que daba Katharina, para James suponía un clavo menos en su espalda, era la segunda persona a la que confiaba aquel secreto, tan oscuro, sádico y terrible que parecía un infierno particular, en donde el Demonio se alimentaba del pecado y disfrutaba. Aquello era el infierno sin duda, el calor, el olor a sangre. El olor de la muerte y el final entre piedras, utensilios de tortura y de más, propinaban una escena digna de las novelas más negras escritas hasta entonces.
Pero para su sorpresa, la sentencia moral de Katharina terminó y James empezó a recibir el interés por aquellas piezas de coleccionista, aquellas piezas casi únicas, utensilios incluso retocados y restaurados por él-Muchas de las piezas pertenecen a la inquisición. Otras las he creado yo mismo. Las fustas y las varas- se acercó para señalarlas- Están hechas de diferentes maderas, para la diferente intensidad. Al Bambú es una pieza casi única que viene de Oriente y es bastante flexible por ejemplo- le explicó orgulloso de su colección- La cruz de San Andrés, de hecho es una cruz que respondía al Imperio Español y su Inquisición, aunque la leyenda negra se ha exagerado mucho, tan solo utilizaban las torturas físicas en casos excepcionales- le relató- Esta en concreto jamás fue utilizada, hasta que la adquirí- colocó los enganches de cuerda y grilletes de buena manera y después la miró- Pero no siempre he utilizado esta sala para mi alimento, ni asesinar. Esta sala está lejos del ruido mundano, lejos de las imposiciones de la iglesia y en donde mi parafilia, mis aspiraciones sexuales pueden ejercerse sin interrupciones. Ni críticas. Con libertad- volvió a decirle a la mujer. Parecía conocer bien todos aquellos artilugios, o al menos no parecía tan escandalizada o abstracta al escuchar a James hablar sobre la práctica de sodomía que practicaba en su infierno particular. Lejos de la censura, lejos de todo el mundo. Así no solo reinaba la muerte, sino también el placer.
Los pensamientos de James se vieron interrumpidos por Katharina de nuevo, que había sorteado un pequeño goteo de sangre seca del suelo. Debía haber pasado al menos dos semanas desde aquello- Mis disculpas por ello, no dejo que el servicio entre aquí si puedo evitarlo- le dijo acercándose a coger de un cubo, un trapo blanco humedecido para ponerlo sobre la mancha- Mi idea fue jugar contigo, utilizar todo esto contigo pero gradualmente. Lo que pasó en el burdel, fue sexo duro, pero no fue somodía. No obtuve tu sometimiento, lo obtuve por la fuerza. El placer sería que me otorgaras tu voluntad para mi placer. No doblegarla- puntualizó- Quería que quedara claro. Y ahora que ya lo has visto todo, estoy de acuerdo contigo. Es una visión nueva, se que no es agradable, como también se que lo soy yo. Pero espero que quizás ahora entiendas y comprendas que no soy un vampiro cualquiera. Soy una persona sádica que a raíz de su conversión tuvo que explorar este mundo para saber lo que realmente me llena y me gusta. Te sorprendería la cantidad de gente que gusta de ese tipo de control y relación de Dominación y Sumisión- le indicó saliendo de la estancia y esperando a que ella lo hiciera. Después cerró con las llaves todo aquel camino enclaustrado y soltó un suspiro subiendo las escaleras- Tu naturaleza te propina claustrofobia- entendió- Es normal, tienes el espíritu de un animal que no es domesticable. Un animal que en su estado natural es libre e incluso es el rey de su territorio. No esperaba retenerte ahora, por respeto a Olenna- indicó y ahora clavó su mirada en la de ella- Pero si no fuera por ella...- dejó la palabra en el Aire retando su cuerpo y comportamiento, después de aquel estímulo visual e instrucción en la dominación, quería ver como reaccionaba ante tal proposición
Siguió caminando por la estancia en silencio. Cada paso de que daba Katharina, para James suponía un clavo menos en su espalda, era la segunda persona a la que confiaba aquel secreto, tan oscuro, sádico y terrible que parecía un infierno particular, en donde el Demonio se alimentaba del pecado y disfrutaba. Aquello era el infierno sin duda, el calor, el olor a sangre. El olor de la muerte y el final entre piedras, utensilios de tortura y de más, propinaban una escena digna de las novelas más negras escritas hasta entonces.
Pero para su sorpresa, la sentencia moral de Katharina terminó y James empezó a recibir el interés por aquellas piezas de coleccionista, aquellas piezas casi únicas, utensilios incluso retocados y restaurados por él-Muchas de las piezas pertenecen a la inquisición. Otras las he creado yo mismo. Las fustas y las varas- se acercó para señalarlas- Están hechas de diferentes maderas, para la diferente intensidad. Al Bambú es una pieza casi única que viene de Oriente y es bastante flexible por ejemplo- le explicó orgulloso de su colección- La cruz de San Andrés, de hecho es una cruz que respondía al Imperio Español y su Inquisición, aunque la leyenda negra se ha exagerado mucho, tan solo utilizaban las torturas físicas en casos excepcionales- le relató- Esta en concreto jamás fue utilizada, hasta que la adquirí- colocó los enganches de cuerda y grilletes de buena manera y después la miró- Pero no siempre he utilizado esta sala para mi alimento, ni asesinar. Esta sala está lejos del ruido mundano, lejos de las imposiciones de la iglesia y en donde mi parafilia, mis aspiraciones sexuales pueden ejercerse sin interrupciones. Ni críticas. Con libertad- volvió a decirle a la mujer. Parecía conocer bien todos aquellos artilugios, o al menos no parecía tan escandalizada o abstracta al escuchar a James hablar sobre la práctica de sodomía que practicaba en su infierno particular. Lejos de la censura, lejos de todo el mundo. Así no solo reinaba la muerte, sino también el placer.
Los pensamientos de James se vieron interrumpidos por Katharina de nuevo, que había sorteado un pequeño goteo de sangre seca del suelo. Debía haber pasado al menos dos semanas desde aquello- Mis disculpas por ello, no dejo que el servicio entre aquí si puedo evitarlo- le dijo acercándose a coger de un cubo, un trapo blanco humedecido para ponerlo sobre la mancha- Mi idea fue jugar contigo, utilizar todo esto contigo pero gradualmente. Lo que pasó en el burdel, fue sexo duro, pero no fue somodía. No obtuve tu sometimiento, lo obtuve por la fuerza. El placer sería que me otorgaras tu voluntad para mi placer. No doblegarla- puntualizó- Quería que quedara claro. Y ahora que ya lo has visto todo, estoy de acuerdo contigo. Es una visión nueva, se que no es agradable, como también se que lo soy yo. Pero espero que quizás ahora entiendas y comprendas que no soy un vampiro cualquiera. Soy una persona sádica que a raíz de su conversión tuvo que explorar este mundo para saber lo que realmente me llena y me gusta. Te sorprendería la cantidad de gente que gusta de ese tipo de control y relación de Dominación y Sumisión- le indicó saliendo de la estancia y esperando a que ella lo hiciera. Después cerró con las llaves todo aquel camino enclaustrado y soltó un suspiro subiendo las escaleras- Tu naturaleza te propina claustrofobia- entendió- Es normal, tienes el espíritu de un animal que no es domesticable. Un animal que en su estado natural es libre e incluso es el rey de su territorio. No esperaba retenerte ahora, por respeto a Olenna- indicó y ahora clavó su mirada en la de ella- Pero si no fuera por ella...- dejó la palabra en el Aire retando su cuerpo y comportamiento, después de aquel estímulo visual e instrucción en la dominación, quería ver como reaccionaba ante tal proposición
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Los ojos del vampiro penetraron con fuera en los propios, haciendo que la tensión acumulada y sus palabras hicieran a su cuerpo temblar ligeramente. Estaba segura de su relación, quería hacer las cosas bien por una vez y no dejarse llevar por el instinto animal que palpitaba en su interior, pero -dios- qué difícil era con aquel hombre presionándola. Era un maldito demonio, le odiaba profundamente y al mismo tiempo era como un imán que tiraba de Katharina constantemente sin darle apenas tregua. Apoyada en la pared de piedra, fuera ya de la habitación, tuvo que posar las manos también buscando poder sujetarse a algún recoveco que la impidiera acercarse a James. Una vez más la sensación del burdel, una vez más la conexión física elevada a la máxima potencia... Había sido un error, un error mortal quizás acceder a ir con él a su casa. No por lo que él pudiera hacerle, pues bien se podía defender, si no por esos momentos que sufrían ambos. Las lenguas de Paris eran rápidas y ya había oído los rumores de relación de James con una joven de buena familia, por lo que estaban en situaciones parecidas parados uno frente al otro, retándose y esperando reacciones que ninguno sabía aún si quería. - Si no fuera por Olenna, ¿qué? Romperías tu promesa de fidelidad con esa joven de la que todo el mundo habla... - sus ojos refulgieron quizás con algo de maldad. Él usaba a su bruja para hacerla rabiar, sabía que era para eso, quería que maldijera estar en una relación seria y monógama; pero ironías de la vida a él le pasaba lo mismo. - No voy a entregarme a ti por mucho que lo desees y por mucho que lo desee probar yo - atajó con una claridad y sinceridad rotundas. Asintió orgullosa de la decisión racional que había sido capaz de tomar aún cuando su cuerpo gritaba en la dirección contraria y suplicaba por las manos de James sometiendo su parte salvaje.
De nuevo esa sensación de claustrofobia, esta vez por la repentina cercanía de James, atrapándola contra la pared en la que estaba apoyada. Sus orbes claros chocaron contra los rojizos del vampiro, tono que hizo que se tensara por completo. Aquello no era bueno. Había dos opciones: o tenía sed, o su negativa le había hecho rabiar. La barbilla alzada de la joven cambiante, en señal de seguridad e incluso enfrentamiento, luchaba contra el cuerpo de James y su altura que claramente era una ventaja para el vampiro. Apenas un centímetro de distancia separaba ambas caras aumentando la dificultad de pensar con claridad. Con un sonido de rabia que bien podría recordar a un rugido, empujó con toda la fuera que pudo al vampiro haciendo que al menos dejara de enjaularla, cogió una bocanada de aire y comenzó a subir las escaleras buscando la salida y el aire limpio.
El corset ejercía ahora la única presión que debía soportar, poco a poco fue volviendo a la normalidad sin temer por el cambio de forma ni por faltar a la promesa de exclusividad que tenía con la hechicera. Pero había algo peor que la presión, peor que la tensión y peor que el deseo. Estaba enfadada con él. Llevar al límite a una muchacha cualquiera para disfrutar de su cuerpo y su sangre era una cosa que no respetaba pero él había decidido hacer durante años, pero a ella no. ella no era una niña indefensa frente a él y por mucho poder que el vampiro tuviera, una lucha les dañaría a los dos. Parecía no entender aquello, y parecía no entender que ella en su forma animal no controlaba qué hacía ni a quién. Cuando James se situó a su lado en las escaleras exteriores de la entrada, una mirada de absoluto enfado cruzó sus ojos azules - no vuelvas a llevarme al límite Ruthven - advirtió con una voz demasiado ronca para que pareciese la normal y habitual en ella, - no eres consciente de lo que soy capaz cuando me transformo, pierdo el control racional, mi parte animal se convierte en soberana de mi cuerpo - murmuró a medida que se acercaba él como este había hecho antes. Debía ser capaz de hacérselo comprender, por su propia seguridad. Toda su vida había evitado al máximo esas transformaciones para pasar desapercibida y mantenerse a salvo de cazadores, así como mantener a salvo a quienes la rodeaban, pero si él se empeñaba en presionarla, las bestias acabarían saliendo.
Necesitaba un paseo, airearse. Por lo que acabado su escueto discurso, bajó uno a uno los escalones hasta llegar a la gravilla que daba paso a un magnífico jardín. Se quitó ambos zapatos dejando que sus pies estuviera libres y disfrutaran del contacto con el verde. No seguía un rumbo fijo, seguía el camino marcado por una especie de laberinto de setos sin hacer caso de si James la seguía o si por el contrario había preferido mantenerse alejado de ella durante un rato. Su paseo se detuvo de golpe al encontrarse con un banco de piedra cubierto por unas enredaderas perfectamente sujetas por una especie de garfios. Le pareció algo tan bello, tan distinto a lo visitado anteriormente en aquella casa, que tuvo que sentarse dejando que la noche refrescara su cuerpo y el silencio que la rodeaba fuera sólo interrumpido por unas pisadas a su vera.
De nuevo esa sensación de claustrofobia, esta vez por la repentina cercanía de James, atrapándola contra la pared en la que estaba apoyada. Sus orbes claros chocaron contra los rojizos del vampiro, tono que hizo que se tensara por completo. Aquello no era bueno. Había dos opciones: o tenía sed, o su negativa le había hecho rabiar. La barbilla alzada de la joven cambiante, en señal de seguridad e incluso enfrentamiento, luchaba contra el cuerpo de James y su altura que claramente era una ventaja para el vampiro. Apenas un centímetro de distancia separaba ambas caras aumentando la dificultad de pensar con claridad. Con un sonido de rabia que bien podría recordar a un rugido, empujó con toda la fuera que pudo al vampiro haciendo que al menos dejara de enjaularla, cogió una bocanada de aire y comenzó a subir las escaleras buscando la salida y el aire limpio.
El corset ejercía ahora la única presión que debía soportar, poco a poco fue volviendo a la normalidad sin temer por el cambio de forma ni por faltar a la promesa de exclusividad que tenía con la hechicera. Pero había algo peor que la presión, peor que la tensión y peor que el deseo. Estaba enfadada con él. Llevar al límite a una muchacha cualquiera para disfrutar de su cuerpo y su sangre era una cosa que no respetaba pero él había decidido hacer durante años, pero a ella no. ella no era una niña indefensa frente a él y por mucho poder que el vampiro tuviera, una lucha les dañaría a los dos. Parecía no entender aquello, y parecía no entender que ella en su forma animal no controlaba qué hacía ni a quién. Cuando James se situó a su lado en las escaleras exteriores de la entrada, una mirada de absoluto enfado cruzó sus ojos azules - no vuelvas a llevarme al límite Ruthven - advirtió con una voz demasiado ronca para que pareciese la normal y habitual en ella, - no eres consciente de lo que soy capaz cuando me transformo, pierdo el control racional, mi parte animal se convierte en soberana de mi cuerpo - murmuró a medida que se acercaba él como este había hecho antes. Debía ser capaz de hacérselo comprender, por su propia seguridad. Toda su vida había evitado al máximo esas transformaciones para pasar desapercibida y mantenerse a salvo de cazadores, así como mantener a salvo a quienes la rodeaban, pero si él se empeñaba en presionarla, las bestias acabarían saliendo.
Necesitaba un paseo, airearse. Por lo que acabado su escueto discurso, bajó uno a uno los escalones hasta llegar a la gravilla que daba paso a un magnífico jardín. Se quitó ambos zapatos dejando que sus pies estuviera libres y disfrutaran del contacto con el verde. No seguía un rumbo fijo, seguía el camino marcado por una especie de laberinto de setos sin hacer caso de si James la seguía o si por el contrario había preferido mantenerse alejado de ella durante un rato. Su paseo se detuvo de golpe al encontrarse con un banco de piedra cubierto por unas enredaderas perfectamente sujetas por una especie de garfios. Le pareció algo tan bello, tan distinto a lo visitado anteriormente en aquella casa, que tuvo que sentarse dejando que la noche refrescara su cuerpo y el silencio que la rodeaba fuera sólo interrumpido por unas pisadas a su vera.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Salvaje. Esos ojos felinos y negros se oscurecían a medida que la distancia entre ambos descendía. Sin duda alguna la conexión entre ambos seguía palpable, como si un hijo rojo brotara de sus boca hasta la del conde. Como siempre James estaba desafiante, al pie de la pequeña escalinata que daba lugar a la gravilla antes hostil, pero ahora tatuada por las huellas que Katharina había dejado en dirección al jardín. El vampiro se quedó quieto analizando el monólogo de la mujer, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y miró al cielo oscuro, lleno de nubes bajas que parecía traer consigo la tormenta, mientras Katharina se llevaba la suya en gruñidos casi inaudibles.
Se debatía entre esperarla tomando una copa del Whiksy de 24 años que tenía en su mueble bar, con una buena lectura frente a la chimenea, como acostumbra a hacer. O si por el contrarío debía lanzarse a la que sería una próxima tormenta, a través del jardín. Siguiendo el rastro y huellas de una mujer que estaba enfadada, como mujer. Como bestia.
Suspiró y maldijo aquella escena en la que le había puesto Katharina. No debía seguir a nadie si no tenía ningún planteamiento nuevo que decirle, desde luego se comportaba como un ser repugnante a ojos de los mortales, pero cuando tu naturaleza pide que mates y tu hambre solo se sacia con sangre. La forma en la que consigues ese manjar, es el menú que a un vampiro le queda por elegir.
Se llevó una mano al pelo, antes peinado con severidad ahora se antojaba revoltoso sobre todo por el flequillo, que caía de lado sobre la frente de James. Y después se rascó la barba de varios días que estaba acostumbrado a llevar, pero a contrapelo haciendo un ruido suave que le gustaba escuchar- Maldita mujer- maldijo al cielo y dando un pequeño salto comenzó a caminar siguiendo las huellas de la gravilla que había dejado Katharina. El motivo por el que tomó esa decisión el conde fue simple, estaba enfadado con ella. A pesar de que no tuviera motivos a priori, si que no pudo evitar sentirse ofendido. Siempre tenía en boca que ella podía ser peligrosa y él ya lo sabía, siempre hablaba de su temperamento salvaje, siempre de que esos animales carnívoros y cazadores de los que ella podía echar mano podían o tendrían la intención de comérsele. Pero realmente, no dejaba de ser una hormiga para un vampiro. ¿Qué esperaba? ¿Qué James tuviera miedo por un animal de la selva, por un temperamento volcánico? Nada más lejos, todos para James, a excepción de algún consagrado cazador o el más antiguo de los vampiros, no suponía más que la más salvaje de las hormigas. Así que no podía esperar esa mujer a que respondiera con el temor clásico de un mortal inexperto.
Todo parecía una obra de teatro dramática. Cuando James acabó el paseo de la gravilla llegó al claro donde se encontraba sentada Katharina en silencio. El primer trueno sonó con fuerza, tan cerca que hizo que la figura de la joven se girara para encontrarse de lleno con la tormenta y con James a dos metros de ella- ¡Tú, mujer!- señaló con su dedo índice ahora, enfadado con la mandíbula marcada y dejando de lado el exquisito modal escocés y de realeza del que siempre alardeaba- ¿Crees que tengo miedo de ti? Eres una mujer salvaje, eres un animal- le indicó alzando la voz al tiempo que comenzaba a descargar la tormenta la ira que parecían tener ambos en sus pechos- Pero no dejas de ser un animal. Podría partirte el cuello, podría romperte las costillas. Dejarte sin colmillos ni garras, gatita- dijo con tono desafiante acercándose ahora calado hasta los huesos. La camisa dejaba poco a la imaginación, toda la ropa se perfilaba cada músculo de su cuerpo y sus ojos antes oscuros ahora eran rojos como los del demonio- No vuelvas a amenazarme, porque yo también soy peligroso. Te dije que no te haría daño, tan solo te mostraba como era, tan sólo pretendía dejar que me conocieras. Pero tu hostilidad se ha tornado en una falta total de respeto hacia mi- se llevó las manos manos en el pecho de un golpe haciendo que salpicara el agua al contacto- ¿Quieres que esto acabe aquí y ahora?- le preguntó- ¿O prefieres mantener la tensión y la amistad para una futura alianza? Nuestro encuentro jamás fue una coincidencia, mortal- intentó explicarle- No eras normal y yo lo sabía, no tienes que demostrarme nada. Porque no eres la primera cambiaformas que conozco- arrugó la nariz mientras hablaba- Ni yo tampoco soy el único vampiro que existen en París. Lo hay peores, y no están lejos. Pero si te busqué fue porque vi algo en ti que me atraía, no para matarte ni para que te volvieras más salvaje. Así que deja de actuar testarudamente y acéptame tal y como soy. Porque yo te acepto y me gustas tan desafiante y salvaje como eres- indicó ahora ya menos enfadado- pagué una fortuna por conocerte. Pero no cometas el error de convertirnos en enemigos, cuando no podemos serlo. Y lo sabes, porque lo mismo que yo vi en ti, lo mismo que has sentido allí abajo, en la mazmorra no es algo de lo que podamos huir- dijo acercándose hasta ella a escasos centímetros sabiendo que aquella tensión, aquella situación podía tornarse aún más tormentosa que la que se les estaba cayendo encima.
La tensión en James estalló cuando se lanzó sobre los labios ajenos con necesidad arrolladora sobre Katharina que estaba aún en el banco de piedra. Con las manos el vampiro rompió el vestido de Katharina sin problema. Escuchando sus jadeos de necesidad, la lluvia caer sobre ellos, sobre la hierba y los arbustos verdes y el resquebrajar de la ropa de Katharina. Quedó a descubierto su pecho y James con sus manos hábiles la tumbó sobre el banco de piedra devorando sus labios sin contemplación y un salvajismo puro de una novela de Sade.
Se debatía entre esperarla tomando una copa del Whiksy de 24 años que tenía en su mueble bar, con una buena lectura frente a la chimenea, como acostumbra a hacer. O si por el contrarío debía lanzarse a la que sería una próxima tormenta, a través del jardín. Siguiendo el rastro y huellas de una mujer que estaba enfadada, como mujer. Como bestia.
Suspiró y maldijo aquella escena en la que le había puesto Katharina. No debía seguir a nadie si no tenía ningún planteamiento nuevo que decirle, desde luego se comportaba como un ser repugnante a ojos de los mortales, pero cuando tu naturaleza pide que mates y tu hambre solo se sacia con sangre. La forma en la que consigues ese manjar, es el menú que a un vampiro le queda por elegir.
Se llevó una mano al pelo, antes peinado con severidad ahora se antojaba revoltoso sobre todo por el flequillo, que caía de lado sobre la frente de James. Y después se rascó la barba de varios días que estaba acostumbrado a llevar, pero a contrapelo haciendo un ruido suave que le gustaba escuchar- Maldita mujer- maldijo al cielo y dando un pequeño salto comenzó a caminar siguiendo las huellas de la gravilla que había dejado Katharina. El motivo por el que tomó esa decisión el conde fue simple, estaba enfadado con ella. A pesar de que no tuviera motivos a priori, si que no pudo evitar sentirse ofendido. Siempre tenía en boca que ella podía ser peligrosa y él ya lo sabía, siempre hablaba de su temperamento salvaje, siempre de que esos animales carnívoros y cazadores de los que ella podía echar mano podían o tendrían la intención de comérsele. Pero realmente, no dejaba de ser una hormiga para un vampiro. ¿Qué esperaba? ¿Qué James tuviera miedo por un animal de la selva, por un temperamento volcánico? Nada más lejos, todos para James, a excepción de algún consagrado cazador o el más antiguo de los vampiros, no suponía más que la más salvaje de las hormigas. Así que no podía esperar esa mujer a que respondiera con el temor clásico de un mortal inexperto.
Todo parecía una obra de teatro dramática. Cuando James acabó el paseo de la gravilla llegó al claro donde se encontraba sentada Katharina en silencio. El primer trueno sonó con fuerza, tan cerca que hizo que la figura de la joven se girara para encontrarse de lleno con la tormenta y con James a dos metros de ella- ¡Tú, mujer!- señaló con su dedo índice ahora, enfadado con la mandíbula marcada y dejando de lado el exquisito modal escocés y de realeza del que siempre alardeaba- ¿Crees que tengo miedo de ti? Eres una mujer salvaje, eres un animal- le indicó alzando la voz al tiempo que comenzaba a descargar la tormenta la ira que parecían tener ambos en sus pechos- Pero no dejas de ser un animal. Podría partirte el cuello, podría romperte las costillas. Dejarte sin colmillos ni garras, gatita- dijo con tono desafiante acercándose ahora calado hasta los huesos. La camisa dejaba poco a la imaginación, toda la ropa se perfilaba cada músculo de su cuerpo y sus ojos antes oscuros ahora eran rojos como los del demonio- No vuelvas a amenazarme, porque yo también soy peligroso. Te dije que no te haría daño, tan solo te mostraba como era, tan sólo pretendía dejar que me conocieras. Pero tu hostilidad se ha tornado en una falta total de respeto hacia mi- se llevó las manos manos en el pecho de un golpe haciendo que salpicara el agua al contacto- ¿Quieres que esto acabe aquí y ahora?- le preguntó- ¿O prefieres mantener la tensión y la amistad para una futura alianza? Nuestro encuentro jamás fue una coincidencia, mortal- intentó explicarle- No eras normal y yo lo sabía, no tienes que demostrarme nada. Porque no eres la primera cambiaformas que conozco- arrugó la nariz mientras hablaba- Ni yo tampoco soy el único vampiro que existen en París. Lo hay peores, y no están lejos. Pero si te busqué fue porque vi algo en ti que me atraía, no para matarte ni para que te volvieras más salvaje. Así que deja de actuar testarudamente y acéptame tal y como soy. Porque yo te acepto y me gustas tan desafiante y salvaje como eres- indicó ahora ya menos enfadado- pagué una fortuna por conocerte. Pero no cometas el error de convertirnos en enemigos, cuando no podemos serlo. Y lo sabes, porque lo mismo que yo vi en ti, lo mismo que has sentido allí abajo, en la mazmorra no es algo de lo que podamos huir- dijo acercándose hasta ella a escasos centímetros sabiendo que aquella tensión, aquella situación podía tornarse aún más tormentosa que la que se les estaba cayendo encima.
La tensión en James estalló cuando se lanzó sobre los labios ajenos con necesidad arrolladora sobre Katharina que estaba aún en el banco de piedra. Con las manos el vampiro rompió el vestido de Katharina sin problema. Escuchando sus jadeos de necesidad, la lluvia caer sobre ellos, sobre la hierba y los arbustos verdes y el resquebrajar de la ropa de Katharina. Quedó a descubierto su pecho y James con sus manos hábiles la tumbó sobre el banco de piedra devorando sus labios sin contemplación y un salvajismo puro de una novela de Sade.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Apretó la mandíbula con la misma fuerza con que parecía estar haciéndolo el vampiro. Se les estaba yendo de las manos y ambos eran conscientes pero era imposible ya detener aquellas palabras que se les escapaban como cascadas rompiendo la continuidad de un río salvaje. No le soportaba, conseguía ponerla rabiosa en todos los aspectos posibles. Su falta de tacto, de empatía y de juicio moral era totalmente desquiciante para Katharina. No había respetado su espacio, su decisión de alejarse de él para conseguir calmarse. Reacción que tenía siempre que sabía que podía cometer una imprudencia o soltar palabras hirientes y afiladas. Cada palabra y ataque que salía de los labios de James generaba en su interior un fuego que difícilmente podrían aplacar ninguno de los dos. - Que soy un animal lo se perfectamente, el que no parece reconocerse animal eres tú - espetó con la voz cargada de ira y resentimiento por un trato tan bajo hacia ella, - yo al menos tengo una apariencia que no recuerda a la de un monstruo, en cambio tú - soltó una risa amarga - ¿te has dado cuenta de que tienes colmillos James? - parecía surrealista que la acusara de tal cosa cuando él era un predador en todos los sentidos de la palabra. Ya lo siguiente sí que la hizo reír, se creía de verdad inmortal, indestructible - de nuevo te confundes Ruthven, tú podrás partirme el cuello pero yo puedo atravesarte con una maldita estaca - amenazó entre dientes. Hacía rato que había pasado su límite de auto-control y ahora no medía ni sus actos ni sus palabras. Se pasó la mano por la cara retirando la cantidad de agua que se agolpaba en ella, ya no quedaba rastro de su recogido, teniendo el pelo calado goteando por su larga melena rojiza tras su espalda. James estaba igual que ella con la camisa blanca pegada a su pecho que dejaba ver con facilidad ese cuerpo que ya había disfrutado no hacía tanto en el burdel. - ¡No te he amenazado! ¡Te he avisado de que enfadarme no es bueno! - gritó desesperada. Era imposible que no entendiera nada de lo que le había dicho. Al igual que él, si quisiera dañarle ya había tenido oportunidad de hacerlo y parecía cegado por las palabras mal interpretadas de la cambiante.
No, claro que no quería que la alianza quedara de lado. Pero cada palabra hiriente de James la tenía en un limbo en el que mantenía un odio irracional hacia él. El maldito vampiro cambió la técnica, hablando ahora del por qué se habían conocido. Eso era cierto, todo había empezado por él, pero quizás terminara por la misma razón. Katharina, a esas alturas de su vida, no quería aguantar personas a su lado que le hicieran sentir mal y él lo estaba consiguiendo. - ¿que te gusto tal y como soy? Permíteme discrepar en eso. Si lo que acabas de decir fuera cierto no estarías montando esta maldita escena Ruthven - dijo golpeando el pecho del vampiro con ambas palmas, la rabia estaba consiguiendo vencer la razón. Sentía unas ganas inmensas de llorar de rabia pero se contuvo, se obligó a ello. James no sabía lo desesperante que podía llegar a ser. Caprichoso, malhumorado, prepotente... Katharina gruñó por la cercanía del cuerpo ajeno, bastante tensa estaba ya con la discusión como para añadir más leña al fuego.
El cuerpo de James atacó el suyo consiguiendo un jadeo de la cambiante, que se sujetó como pudo a la superficie de piedra sobre la que estaba sentada. La ropa cayó al suelo hecha jirones y su boca se encontró con la hambrienta del vampiro. El agua había calado completamente ambos cuerpos y caía libre por sus rostros humedeciendo aún más aquel beso que ninguno tenía previsto pero era prácticamente la única solución para no asesinarse. Las piernas e Katharina se abrieron facilitando que James se acomodara entre ellas ya que estaba sobre su cuerpo impidiendo prácticamente que se moviera. La diestra de la cambiante sujetó el cuello de él, cortando el beso en seco. Su respiración estaba agitada y la boca entreabierta dejaba a la vista los labios hinchados por el choque contra él. Apretó la mano con toda la fuerza que pudo, sabía que él apenas notaría una caricia pero hubiera actuado igual si se tratase de un humano. - Eres el demonio - susurró con odio. ¿Cómo era posible odiar a una persona y necesitarla tanto sexualmente al mismo tiempo? Las uñas de la otra mano recorrieron la espalda de James dejando el rastro grabado en su piel hasta aferrarse a su brazo. Alzó la barbilla aún estando debajo con gesto retador sin importarla ya si peleaban, la mataba, bebía de ella o lo que fuera que iba a pasar... - Te odio - siseó.
No era la peor situación en la que se había encontrado pero la rabia, el odio y el deseo habían cegado su moral. En ese momento no podía concentrarse ni pensar con claridad. El resto del mundo estaba muy lejos de ambos. Sólo eran dos salvajes luchando por el control de una situación que estaba perdida desde hacía rato.
No, claro que no quería que la alianza quedara de lado. Pero cada palabra hiriente de James la tenía en un limbo en el que mantenía un odio irracional hacia él. El maldito vampiro cambió la técnica, hablando ahora del por qué se habían conocido. Eso era cierto, todo había empezado por él, pero quizás terminara por la misma razón. Katharina, a esas alturas de su vida, no quería aguantar personas a su lado que le hicieran sentir mal y él lo estaba consiguiendo. - ¿que te gusto tal y como soy? Permíteme discrepar en eso. Si lo que acabas de decir fuera cierto no estarías montando esta maldita escena Ruthven - dijo golpeando el pecho del vampiro con ambas palmas, la rabia estaba consiguiendo vencer la razón. Sentía unas ganas inmensas de llorar de rabia pero se contuvo, se obligó a ello. James no sabía lo desesperante que podía llegar a ser. Caprichoso, malhumorado, prepotente... Katharina gruñó por la cercanía del cuerpo ajeno, bastante tensa estaba ya con la discusión como para añadir más leña al fuego.
El cuerpo de James atacó el suyo consiguiendo un jadeo de la cambiante, que se sujetó como pudo a la superficie de piedra sobre la que estaba sentada. La ropa cayó al suelo hecha jirones y su boca se encontró con la hambrienta del vampiro. El agua había calado completamente ambos cuerpos y caía libre por sus rostros humedeciendo aún más aquel beso que ninguno tenía previsto pero era prácticamente la única solución para no asesinarse. Las piernas e Katharina se abrieron facilitando que James se acomodara entre ellas ya que estaba sobre su cuerpo impidiendo prácticamente que se moviera. La diestra de la cambiante sujetó el cuello de él, cortando el beso en seco. Su respiración estaba agitada y la boca entreabierta dejaba a la vista los labios hinchados por el choque contra él. Apretó la mano con toda la fuerza que pudo, sabía que él apenas notaría una caricia pero hubiera actuado igual si se tratase de un humano. - Eres el demonio - susurró con odio. ¿Cómo era posible odiar a una persona y necesitarla tanto sexualmente al mismo tiempo? Las uñas de la otra mano recorrieron la espalda de James dejando el rastro grabado en su piel hasta aferrarse a su brazo. Alzó la barbilla aún estando debajo con gesto retador sin importarla ya si peleaban, la mataba, bebía de ella o lo que fuera que iba a pasar... - Te odio - siseó.
No era la peor situación en la que se había encontrado pero la rabia, el odio y el deseo habían cegado su moral. En ese momento no podía concentrarse ni pensar con claridad. El resto del mundo estaba muy lejos de ambos. Sólo eran dos salvajes luchando por el control de una situación que estaba perdida desde hacía rato.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Un sólo rugido es lo que interrumpió el caer de la lluvia como si fuera una cascada entre ambos cuerpos y ropas desgarradas. Los gemidos de aquella mujer le pitaban en los oídos en el momento que culminó dentro de ella, con rabia retenida y liberando toda la adrenalina del momento cayendo derrotado sobre el cuerpo de la mujer. Pero su orgullo masculino, al igual que el de aquella "dama" por referirnos a ella de otra forma y no como una gata salvaje, florecieron entre el jardín privado de James. Se levantó de ella respirando entrecortadamente aún rebosante de deseo reprimido. Apretó los puños y gritó, soltó un grito apenas audible en el inmenso vacío de aquella mansión. Gritó de júbilo, de poder, de adrenalina, de ira y de rabia. Aquella mujer le había sacado de quicio y después se giró hacia ella con el rostro empapado y el flequillo mojado sobre su frente. Sus ojos brillaban y para la vista privilegiada de aquella mujer se presentaban igual de eléctricos que al principio. Si, así era, esa era la palabra para describir lo que había entre esos dos personajes, electricidad.
James sonrió a Katharina y se echó a reír por no llorar. ¿Habían yacido juntos, bajo una tormenta. A ojos de aquella naturaleza ahogada y de esas esculturas de piedra, habían gemido y habían hecho el amor frente a la estatua de Palas Atenea. Frente aquella maleza y frente a su mansión. El tiempo parecía pertenecerles en un efímero momento, en el que las responsabilidades, las condiciones de cada uno se volvieron etéreas en el momento en el que sus labios se juntaron. La perdición había llegado a sus corazones, y ambos eran conscientes de la culpabilidad, del pecado y la corrupción de la carne de ambos. Pero esa sonrisa, la sonrisa del vampiro, precedía que no sería la última vez y que todo lo que habían dicho y hecho era por la causa, la misma causa que le llevó a buscar a Katharina en un burdel de mala muerte.
De nuevo James se acercó hasta ella, pasó por encima de la ropa de ambos que estaban hechas jirones en el suelo- ¿Te sientes libre?- preguntó con jadeante por el esfuerzo y el grito. Claro que debía sentirse liberada, al igual que él y esa era una noche de libertad y júbilo que pertenecía a ambos. Sin más dilación, aún completamente desnudo, James comenzó a caminar entre los arbustos, pasando sus manos por encima de las hojas perfiladas, recortadas y húmedas sintiendo la naturaleza en su cuerpo. Era el momento ideal , para caminar, correr y disfrutar de aquella tormenta y se lo hizo saber a la cambiaformas- Disfruta- simplemente con esa palabra, James dejó de dirigirse a ella y siguió su camino esperando a que la mujer, que estaba desnuda sobre el lecho de piedra improvisado, mancillada y libre, salvaje y mojada, se lanzara al ruedo de aquella tormenta- A los felinos no suele gustarles el agua, pero creo que a ti esto te gustará- le indicó aumentando los pasos por la gravilla que se amoldaba a los pies marmóreos de James.
Ahora el jardín de James se había convertido en el edén. Ambos estaban desnudos, frente a las deidades de Atenea, los ojos de Dios y el campo de Diana. Se habían saciado el uno del otro mediante jadeos y un sexo animal, tan animal que James sentía contra su pecho el rugido del felino que Katharina llevaba dentro en cada embestida contra la fría piedra. Ahora le tocaba a ella, ser libre, liberar su grito ante la tormenta y disfrutar de la locura que les quedaba por noche. Adán y Eva habían tomado de la manzana prohibida, se habían saciado el uno del otro y ahora, quedaba ese mágico momento de liberación, aunque la sombra de la culpabilidad llegaría más tarde, cuando aquella adrenalina desapareciera y Katharina seguramente, desapareciera. Pero James era feliz y ella también merecía serlo. No puedes enjaular a un ser salvaje, solían decir los cazadores africanos. Y tenían razón.
James sonrió a Katharina y se echó a reír por no llorar. ¿Habían yacido juntos, bajo una tormenta. A ojos de aquella naturaleza ahogada y de esas esculturas de piedra, habían gemido y habían hecho el amor frente a la estatua de Palas Atenea. Frente aquella maleza y frente a su mansión. El tiempo parecía pertenecerles en un efímero momento, en el que las responsabilidades, las condiciones de cada uno se volvieron etéreas en el momento en el que sus labios se juntaron. La perdición había llegado a sus corazones, y ambos eran conscientes de la culpabilidad, del pecado y la corrupción de la carne de ambos. Pero esa sonrisa, la sonrisa del vampiro, precedía que no sería la última vez y que todo lo que habían dicho y hecho era por la causa, la misma causa que le llevó a buscar a Katharina en un burdel de mala muerte.
De nuevo James se acercó hasta ella, pasó por encima de la ropa de ambos que estaban hechas jirones en el suelo- ¿Te sientes libre?- preguntó con jadeante por el esfuerzo y el grito. Claro que debía sentirse liberada, al igual que él y esa era una noche de libertad y júbilo que pertenecía a ambos. Sin más dilación, aún completamente desnudo, James comenzó a caminar entre los arbustos, pasando sus manos por encima de las hojas perfiladas, recortadas y húmedas sintiendo la naturaleza en su cuerpo. Era el momento ideal , para caminar, correr y disfrutar de aquella tormenta y se lo hizo saber a la cambiaformas- Disfruta- simplemente con esa palabra, James dejó de dirigirse a ella y siguió su camino esperando a que la mujer, que estaba desnuda sobre el lecho de piedra improvisado, mancillada y libre, salvaje y mojada, se lanzara al ruedo de aquella tormenta- A los felinos no suele gustarles el agua, pero creo que a ti esto te gustará- le indicó aumentando los pasos por la gravilla que se amoldaba a los pies marmóreos de James.
Ahora el jardín de James se había convertido en el edén. Ambos estaban desnudos, frente a las deidades de Atenea, los ojos de Dios y el campo de Diana. Se habían saciado el uno del otro mediante jadeos y un sexo animal, tan animal que James sentía contra su pecho el rugido del felino que Katharina llevaba dentro en cada embestida contra la fría piedra. Ahora le tocaba a ella, ser libre, liberar su grito ante la tormenta y disfrutar de la locura que les quedaba por noche. Adán y Eva habían tomado de la manzana prohibida, se habían saciado el uno del otro y ahora, quedaba ese mágico momento de liberación, aunque la sombra de la culpabilidad llegaría más tarde, cuando aquella adrenalina desapareciera y Katharina seguramente, desapareciera. Pero James era feliz y ella también merecía serlo. No puedes enjaular a un ser salvaje, solían decir los cazadores africanos. Y tenían razón.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Su propio cuerpo serpenteaba bajo el del vampiro. La falta de conocimiento racional les había cegado, no medían sus actos, no eran dueños de los mismos. Los instintos más primitivos y animales regían ahora sobre la pareja que gozaba del pecado carnal sin medida. Revivió entonces el encuentro de no hacía tanto en realidad, aunque en el burdel ella estuvo sometida a él por razones obvias y en este caso ambos estaban luchando en total equidad. Momentos antes de que él estallara de placer, lo hacía la cambiante, siendo esto -seguramente- lo que habría hecho a James finalizar en su interior. Esa relación les iba a acabar destruyendo. Era todo lo contrario a cualquier relación sana, no eran amigos ni enemigos, no se soportaban pero no podían mantenerse lejos el uno del otro... El vestido que había usado, estaba desgarrado, así como su ropa interior todo esparcido por el suelo y el banco en el que aún reposaban sus cuerpos. Estaba empapada de la cabeza a los pies y la estruendosa tormenta no daba tregua alguna.
Al igual que él rio, pero no por ganas si no para evitar que las lágrimas de culpabilidad escaparan de sus ojos. Pero no era momento para pensar en su deber para con Olenna, si lo hacía acabaría hundida y no podría solucionar nada. Se puso en pie y extendió sus brazos, quedando en cruz, como si quisiera que el agua que seguía cayendo expiara su pecado más reciente. Que si se sentía libre... eso era lo peor, jamás había sido fiel a nadie, tan sólo a sí misma y no siempre, por lo que ese acto reprensentaba más a Katharina que ninguno de amor o devoción. Asintió con la cabeza y se quedó mirando a James. Al igual que ella, él estaba sumido en una relación y parecía haber desechado esa sensación de culpa de su mente para poder disfrutar del momento con ella, le parecía egoista ahogarle con sus preocupaciones cuando él mismo no lo hacía. - No me gusta mojarme pero ya no tiene remedio - dijo, siendo esa frase la que mejor resumía lo que acababa de ocurrir.
Caminó por las zonas verdes de aquel jardín. Los cuerpos de ambos resaltaban entre la salvaje naturaleza, eran dos fieras en el paraíso. El cuerpo de James blanco y perfecto, y el de ella así mismo pálido con la melena rojiza cayendo calada por su espalda. Dos salvajes que no tenían remedio. - No estamos hechos para esta sociedad - murmuró para sí misma aunque era muy posible que James hubiera podido escucharla. En aquellos tiempos que ambos vivían, dejarse llevar no estaba permitido, no era una posibilidad. Quizás los hombres tenían más libertad que las mujeres, era un hecho, pero de todas maneras ambos estaban con la soga al cuello. Recogió flores de los arbustos salvajes que se encontraba a su paso, formando un ramo con ellas que mantuvo contra su vientre sujeto entre ambas manos, tal y como hacían las novias el día de sus bodas. - ¿Soy una novia hermosa? - preguntó en clara broma a James, tenía que ser digno de una pintura aquel escenario. El jardín rodeándola, totalmente desnuca y con el único color de su pelo y los de las flores como foco de atención fuera de su cuerpo pálido y delgado.
Se maldecía por desear de aquella manera al vampiro. Nada con él era normal ni en dimensiones lógicas. Acababa de yacer con él y verle ante ella empapado con los ojos inyetados en sangre era como el mayor de los afodisíacos para Kath. Deseaba besarle, tocarle, generarle placer. Su boca estaba ansiosa por darle placer y se humedecía sólo de pensarlo, soltó las flores dejando que cayeran a sus pies y posó las manos en el pecho ajeno, - esto no puede seguir así - se quejó, haciendo uso de todo su autocontrol para que no se repitiera la misma escena que hacía un momento. La mayor tensión sexual que había experimentado en su vida era con James y habiendo dado rienda suelta a sus deseos, ahora era más difícil aún controlarse.
Con mucho esfuerzo, y sin ganas se alejó de él tratando de recuperar el camino de vuelta a la casa. Aunque se detuvo a mitad del recorrido. No tenía ropa para salir de allí ni podía aparecer así y pedir un vestido a los sirvientes de James. Estaba atrapada en su casa. Estaba atrapada junto al hombre al que quería devorar y al que no debía acercarse. Simplemente genial...
Al igual que él rio, pero no por ganas si no para evitar que las lágrimas de culpabilidad escaparan de sus ojos. Pero no era momento para pensar en su deber para con Olenna, si lo hacía acabaría hundida y no podría solucionar nada. Se puso en pie y extendió sus brazos, quedando en cruz, como si quisiera que el agua que seguía cayendo expiara su pecado más reciente. Que si se sentía libre... eso era lo peor, jamás había sido fiel a nadie, tan sólo a sí misma y no siempre, por lo que ese acto reprensentaba más a Katharina que ninguno de amor o devoción. Asintió con la cabeza y se quedó mirando a James. Al igual que ella, él estaba sumido en una relación y parecía haber desechado esa sensación de culpa de su mente para poder disfrutar del momento con ella, le parecía egoista ahogarle con sus preocupaciones cuando él mismo no lo hacía. - No me gusta mojarme pero ya no tiene remedio - dijo, siendo esa frase la que mejor resumía lo que acababa de ocurrir.
Caminó por las zonas verdes de aquel jardín. Los cuerpos de ambos resaltaban entre la salvaje naturaleza, eran dos fieras en el paraíso. El cuerpo de James blanco y perfecto, y el de ella así mismo pálido con la melena rojiza cayendo calada por su espalda. Dos salvajes que no tenían remedio. - No estamos hechos para esta sociedad - murmuró para sí misma aunque era muy posible que James hubiera podido escucharla. En aquellos tiempos que ambos vivían, dejarse llevar no estaba permitido, no era una posibilidad. Quizás los hombres tenían más libertad que las mujeres, era un hecho, pero de todas maneras ambos estaban con la soga al cuello. Recogió flores de los arbustos salvajes que se encontraba a su paso, formando un ramo con ellas que mantuvo contra su vientre sujeto entre ambas manos, tal y como hacían las novias el día de sus bodas. - ¿Soy una novia hermosa? - preguntó en clara broma a James, tenía que ser digno de una pintura aquel escenario. El jardín rodeándola, totalmente desnuca y con el único color de su pelo y los de las flores como foco de atención fuera de su cuerpo pálido y delgado.
Se maldecía por desear de aquella manera al vampiro. Nada con él era normal ni en dimensiones lógicas. Acababa de yacer con él y verle ante ella empapado con los ojos inyetados en sangre era como el mayor de los afodisíacos para Kath. Deseaba besarle, tocarle, generarle placer. Su boca estaba ansiosa por darle placer y se humedecía sólo de pensarlo, soltó las flores dejando que cayeran a sus pies y posó las manos en el pecho ajeno, - esto no puede seguir así - se quejó, haciendo uso de todo su autocontrol para que no se repitiera la misma escena que hacía un momento. La mayor tensión sexual que había experimentado en su vida era con James y habiendo dado rienda suelta a sus deseos, ahora era más difícil aún controlarse.
Con mucho esfuerzo, y sin ganas se alejó de él tratando de recuperar el camino de vuelta a la casa. Aunque se detuvo a mitad del recorrido. No tenía ropa para salir de allí ni podía aparecer así y pedir un vestido a los sirvientes de James. Estaba atrapada en su casa. Estaba atrapada junto al hombre al que quería devorar y al que no debía acercarse. Simplemente genial...
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Sintió la hierba mojada bajo sus pies, el aroma se tatuaba en sus fosas nasales de forma vigorizante y acentuada. Olía bien la naturaleza y más cuando se mojaba como una obra de arte olfativa. Cuando la lluvia caía incesante, también provocaba una orquesta de sonidos suaves en el tintineo de las gotas que luchaban por mantenerse en su hoja y las que caían a plomo desde el cielo, rompiéndose en mil pedazos sobre cualquier superficie. En ese mismo momento, en ese ballet visual que le ofrecía la lluvía, James era más consciente de todo lo que le rodeaba, se sentía vivo y era raro que lo hiciera, pero así era. Fue consciente del bosque, de la naturaleza y de la mujer que se alejaba derrotada, con la mente fragmentada en diversos debates que ni ella misma comprendía. El corazón latía acelerado e incesante, James podía escudriñar aquel martilleó en su sien mientras la dama se alejaba. Tan menuda y delicada como parecía, su desnudez resaltaba impecable y tersa, la piel de una joven duquesa. Pero su melena que siempre estaba severamente peinada y con peinados que tomaban su tiempo, ahora caía por su espalda. Como los hilos de agua que resbalaban por su cuerpo desnudo. "Maldita agua", pensó James celoso de que se osaran a profanar ese cuerpo tan impecable y tortuoso, tan salvaje.
Suspiró al percibir que toda esa presencia desparecía en su jardín, en ese jardín del Edén precipitándose hacia la dirección de la jaula de piedra que parecía ahora aquel inmenso palacio. James se quedó callado durante un buen rato, necesitaba pensar con claridad, porque el demonio se había apoderado de su ser. "Cruel y mezquino vampiro y monstruo" se auto criticó.
El que lo había tenido todo ahora apretaba sus manos vacías y comprendió que aquello no era normal, no era natural ni si quiera podría ser salvaje. Era un pecado capital, así como Milenka representaba la Lujuría para él, Katharina representaba la gula, el no saciarse y el entretenimiento infinito de provocarla. Un tira y afloja en toda regla que divertía a ambos, haciendo que el odio irracional fuera mutuo, mientras que este estallaba en mil pedazos en la cara de ambos haciéndoles partícipes de que esa tensión sexual les consumía tanto, tan mal.
-Por supuesto que no puede seguir así- se dijo él mismo cerrando los ojos y encarcelando, bajo aquella pétrea losa que era la promesa que se había hecho así mismo. Se acercó siguiendo las pisadas de Katharina dirección a su Palacio y cuando la vio detenida delante de él, el también lo hizo, manteniendo la distancia- Tienes razón en que no puede seguir así. Es irremediable el daño que nos hacemos, el odio que podemos tenernos. Pero más irremediable es la tensión y el deseo que no podemos controlar entre ambos, siendo el monstruo que soy y tu la salvaje que eres. Tu corazón no me pertenece, ni si quiera debería hacerlo tu cuerpo. Debes ir con Olena-aún permanecía desnudo, como el David de Miguel Ángel en mitad de aquel jardín- Es la única que puede hacerte una persona de provecho, una persona de la que no avergonzarte. Yo saco lo peor de ti y no puedo pretender que entiendas y compartas mi total falta de escrúpulos- hizo una pausa. Su voz ahora era severa y firme, pero con un tono suave y aterciopelado, sin ninguna maldad ni ira en el fondo. Se notaba que bajo aquella inquebrentable y marmórea situación, el demonio estaba luchando por abalanzarse sobre esa mujer. - Pero aquí tienes un amigo, un aliado. Un lugar donde poder ser tu misma, cuando algún día quieras explotar y romper con todo aquello que "debes" de ser. Aquí simplemente serás, lo que quieras. Pero tienes razón, esto no puede seguir así.-y con ese punto y final dio por terminado su soliloquio. Prosiguió su camino en dirección al palacio donde se sirvió un vaso lleno de whisky que no tardó en beberse.
Se quedó mirando al fuego, al cálido fuego del infierno que tanto adoraba y le hipnotaziaba y al que tanto temía. Estaba absorto en sus pensamiento y en el licor de su copa cuando la ama de llaves, se acercó con gesto triste y severo, para preguntarle por la invitada. James giró el rostro hacia ella y dijo- Traiga mi ropa, y traiga ropa para ella- le indicó mientras apretó el vaso entre sus manos y los pasos de la doncella, rápidos, se alejaban a cumplir ordenes.
Notó la presencia en el estudio de Katharina, que aún no había dicho nada ante su discurso y cuando llegó, James ya estaba seco, pero sus manos y brazos estaban extendidos sobre la chimenea, apoyando el peso de su cuerpo y una pierna ligeramente adelantada - He mandado a por ropa- dijo mientras una doncella, en ese preciso momento aparecía en la puerta, con la ropa. Sin comprender que hacían los dos desnudos, ella mojada y él con el pelo revuelto y húmedo. Sabía que no tenía que preguntar, pero James notó su nerviosismo y decidió aligerar su carga- Puede marcharse ya- le ordenó a la doncella, que obediente, cerró la puerta del despacho intentando darles intimidad. Así sus pasos desaparecieron en el silencio del palacio, tan solo perturbado por el chasqueo de la leña ardiendo en la chimenea.
Suspiró al percibir que toda esa presencia desparecía en su jardín, en ese jardín del Edén precipitándose hacia la dirección de la jaula de piedra que parecía ahora aquel inmenso palacio. James se quedó callado durante un buen rato, necesitaba pensar con claridad, porque el demonio se había apoderado de su ser. "Cruel y mezquino vampiro y monstruo" se auto criticó.
El que lo había tenido todo ahora apretaba sus manos vacías y comprendió que aquello no era normal, no era natural ni si quiera podría ser salvaje. Era un pecado capital, así como Milenka representaba la Lujuría para él, Katharina representaba la gula, el no saciarse y el entretenimiento infinito de provocarla. Un tira y afloja en toda regla que divertía a ambos, haciendo que el odio irracional fuera mutuo, mientras que este estallaba en mil pedazos en la cara de ambos haciéndoles partícipes de que esa tensión sexual les consumía tanto, tan mal.
-Por supuesto que no puede seguir así- se dijo él mismo cerrando los ojos y encarcelando, bajo aquella pétrea losa que era la promesa que se había hecho así mismo. Se acercó siguiendo las pisadas de Katharina dirección a su Palacio y cuando la vio detenida delante de él, el también lo hizo, manteniendo la distancia- Tienes razón en que no puede seguir así. Es irremediable el daño que nos hacemos, el odio que podemos tenernos. Pero más irremediable es la tensión y el deseo que no podemos controlar entre ambos, siendo el monstruo que soy y tu la salvaje que eres. Tu corazón no me pertenece, ni si quiera debería hacerlo tu cuerpo. Debes ir con Olena-aún permanecía desnudo, como el David de Miguel Ángel en mitad de aquel jardín- Es la única que puede hacerte una persona de provecho, una persona de la que no avergonzarte. Yo saco lo peor de ti y no puedo pretender que entiendas y compartas mi total falta de escrúpulos- hizo una pausa. Su voz ahora era severa y firme, pero con un tono suave y aterciopelado, sin ninguna maldad ni ira en el fondo. Se notaba que bajo aquella inquebrentable y marmórea situación, el demonio estaba luchando por abalanzarse sobre esa mujer. - Pero aquí tienes un amigo, un aliado. Un lugar donde poder ser tu misma, cuando algún día quieras explotar y romper con todo aquello que "debes" de ser. Aquí simplemente serás, lo que quieras. Pero tienes razón, esto no puede seguir así.-y con ese punto y final dio por terminado su soliloquio. Prosiguió su camino en dirección al palacio donde se sirvió un vaso lleno de whisky que no tardó en beberse.
Se quedó mirando al fuego, al cálido fuego del infierno que tanto adoraba y le hipnotaziaba y al que tanto temía. Estaba absorto en sus pensamiento y en el licor de su copa cuando la ama de llaves, se acercó con gesto triste y severo, para preguntarle por la invitada. James giró el rostro hacia ella y dijo- Traiga mi ropa, y traiga ropa para ella- le indicó mientras apretó el vaso entre sus manos y los pasos de la doncella, rápidos, se alejaban a cumplir ordenes.
Notó la presencia en el estudio de Katharina, que aún no había dicho nada ante su discurso y cuando llegó, James ya estaba seco, pero sus manos y brazos estaban extendidos sobre la chimenea, apoyando el peso de su cuerpo y una pierna ligeramente adelantada - He mandado a por ropa- dijo mientras una doncella, en ese preciso momento aparecía en la puerta, con la ropa. Sin comprender que hacían los dos desnudos, ella mojada y él con el pelo revuelto y húmedo. Sabía que no tenía que preguntar, pero James notó su nerviosismo y decidió aligerar su carga- Puede marcharse ya- le ordenó a la doncella, que obediente, cerró la puerta del despacho intentando darles intimidad. Así sus pasos desaparecieron en el silencio del palacio, tan solo perturbado por el chasqueo de la leña ardiendo en la chimenea.
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Cada palabra de James tenía sentido y cobraba vida por sí misma. Por irónico que pudiera parecer, estaba siendo él la parte moral de la pareja. No había amor en esa relación, no había más que rabia y deseo, pero tan fuertes como Katharina nunca las había vivido y eso convertía cada momento junto a él en un delicioso suplicio. Jamás podría mantener una relación amorosa con él, ambos eran conscientes, pero las ganas de atacar sus labios no cesaban nunca; incluso cuando él estaba admitiendo que debían frenar sus impulsos la mirada de la cambiante se posaba en su cuerpo desnudo y mojado. No se saciaban, ese era el problema.
Dejó que se alejara de ella y se mantuvo bajo la lluvia un buen rato. Notaba la mirada de algunos de los sirvientes en las ventanas del palacio. Verdaderamente la estampa de la mujer, desnuda y calada hasta los huesos, en el jardín era algo digno de ver. Agradeció que la presencia de James se evaporara, pues con ella se llevaba la presión que ejercía en Kath. Cuando el frío empezó a hacer mella en su cuerpo y los temblores la devolvieron a la realidad, siguió el olor del vampiro hasta llegar al salón en el que ahora parecía recuperar la compostura. La temperatura que la chimenea otorgaba a la estancia era considerable y más que agradable. Sin hacer caso al gesto dubitativo de la sirvienta recogió la ropa que estaba preparada para ella y se adecentó en la medida de lo posible. - Tienes un servicio muy... curioso - comentó para quitar hierro al asunto. Revisó la mirada todo lo que tenía a su alrededor y finalmente dio con lo que andaba buscando, la mesa donde James tenía las bebidas. Percatándose de que este ya había acabado su whisky, sirvió uno para cada uno y tomó asiento junto a la chimenea.
Era el momento para que fuera ella la que diera una respuesta a todo lo que había dicho él. - El problema es que no podemos estar juntos sin querer matarnos o comernos - comenzó, tenía que ir ordenando las ideas antes de decirlas, es decir, darles forma. - Estoy segura de lo que quiero en mi vida y con quien quiero estar, creo que el haberme arriesgado con Olenna significa algo y no lo quiero romper - el whisky ayudaba, maldita sea que si ayudaba, lo primero de todo es que hacía que su interior entrara en calor más rápido que si sólo esperara a que la chimenea hiciera efecto, y lo segundo, no estaba acostumbrada a beber por lo que las palabras escapaban entre sus labios de una manera que de estar del todo sobria no hubiera sido capaz de expresar. - En cuanto a ti, tienes una vida demasiado complicada también como para incluirme a mi y yo también me ofrezco si alguna vez necesitas ayuda, como Katharina y como duquesa - ambos poseían dos cargos en las casas reales de sus respectivos países y nunca se sabía en qué momento podrían necesitar dar uso a su poder, riqueza o fuerza.
Se había quedado a gusto. Aunque ninguno de los dos había encontrado, ni encontraría, una solución plausible para su eterna atracción sexual... tendrían que hacer uso de su más fuerte auto-control y verse tan sólo de vez en cuando para mantener el contacto y tenerse al día de lo que pasara en sus respectivas vidas. Por extraño que fuese había acabado por confiar en él y eso que la relación empezó de la peor manera posible, pero poco a poco quel vampiro había cambiado y había acabado por convertirse en una persona indispensable en la vida de Katharina, cosa que no pasaba desapercibido para ninguno de los dos.
- Cambiando de tema, me tendrás que dejar alguno de tus juguetes de ahí abajo - señaló con el pulgar tras su espalda por donde se iba a la mazmorra, - puede que a la bruja le guste jugar también - comentó con picardía innata en ella. Debería invitarle a su casa una vez la comprara y restaurara como tenía previsto, más bien harían una fiesta de inauguración por lo que James estaría en la lista de invitados y podría devolverle el favor de hospedarla en su palacio.
Dejó que se alejara de ella y se mantuvo bajo la lluvia un buen rato. Notaba la mirada de algunos de los sirvientes en las ventanas del palacio. Verdaderamente la estampa de la mujer, desnuda y calada hasta los huesos, en el jardín era algo digno de ver. Agradeció que la presencia de James se evaporara, pues con ella se llevaba la presión que ejercía en Kath. Cuando el frío empezó a hacer mella en su cuerpo y los temblores la devolvieron a la realidad, siguió el olor del vampiro hasta llegar al salón en el que ahora parecía recuperar la compostura. La temperatura que la chimenea otorgaba a la estancia era considerable y más que agradable. Sin hacer caso al gesto dubitativo de la sirvienta recogió la ropa que estaba preparada para ella y se adecentó en la medida de lo posible. - Tienes un servicio muy... curioso - comentó para quitar hierro al asunto. Revisó la mirada todo lo que tenía a su alrededor y finalmente dio con lo que andaba buscando, la mesa donde James tenía las bebidas. Percatándose de que este ya había acabado su whisky, sirvió uno para cada uno y tomó asiento junto a la chimenea.
Era el momento para que fuera ella la que diera una respuesta a todo lo que había dicho él. - El problema es que no podemos estar juntos sin querer matarnos o comernos - comenzó, tenía que ir ordenando las ideas antes de decirlas, es decir, darles forma. - Estoy segura de lo que quiero en mi vida y con quien quiero estar, creo que el haberme arriesgado con Olenna significa algo y no lo quiero romper - el whisky ayudaba, maldita sea que si ayudaba, lo primero de todo es que hacía que su interior entrara en calor más rápido que si sólo esperara a que la chimenea hiciera efecto, y lo segundo, no estaba acostumbrada a beber por lo que las palabras escapaban entre sus labios de una manera que de estar del todo sobria no hubiera sido capaz de expresar. - En cuanto a ti, tienes una vida demasiado complicada también como para incluirme a mi y yo también me ofrezco si alguna vez necesitas ayuda, como Katharina y como duquesa - ambos poseían dos cargos en las casas reales de sus respectivos países y nunca se sabía en qué momento podrían necesitar dar uso a su poder, riqueza o fuerza.
Se había quedado a gusto. Aunque ninguno de los dos había encontrado, ni encontraría, una solución plausible para su eterna atracción sexual... tendrían que hacer uso de su más fuerte auto-control y verse tan sólo de vez en cuando para mantener el contacto y tenerse al día de lo que pasara en sus respectivas vidas. Por extraño que fuese había acabado por confiar en él y eso que la relación empezó de la peor manera posible, pero poco a poco quel vampiro había cambiado y había acabado por convertirse en una persona indispensable en la vida de Katharina, cosa que no pasaba desapercibido para ninguno de los dos.
- Cambiando de tema, me tendrás que dejar alguno de tus juguetes de ahí abajo - señaló con el pulgar tras su espalda por donde se iba a la mazmorra, - puede que a la bruja le guste jugar también - comentó con picardía innata en ella. Debería invitarle a su casa una vez la comprara y restaurara como tenía previsto, más bien harían una fiesta de inauguración por lo que James estaría en la lista de invitados y podría devolverle el favor de hospedarla en su palacio.
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Re: La caída del demonio [Priv. Katharina]
Por fin. Por fin salieron de sus labios, aquellas palabras encarceladas en su corazón. Por fin se sinceró y por primera vez, de igual manera que ella debió verle a él, James sintió que Katharina se acercaba con el corazón en la mano, que en sus palabras estaba tatuada la misma desnudez y que eso era simplemente lo que había. Sintetizó todo lo que ambos sentían en aquella relación poco sana y aún poco plausible y descubrieron que ambos debían tenerse en sus vidas, como aliados, compañeros y confidentes.
James recibió una copa, pues en silencio su mente trabajaba poco a poco recordando y teniendo muy presente a Rania. Tan menuda y preciosa, tan servicial y pura. Sinceramente no había conocido a nadie como ella, y es que a pesar de ser un mujeriego, desde que llegó a París, las relaciones con las mujeres habían sido más tormentosas que la tormenta que se propició sobre sus cabezas. Suspiró casando de tanto dramatismo y agradeció el comentario de Katharina sobre su servicio- En cuanto a mi servicio, he de decirte que son muy curiosos. Pero también me respetan y miran por mis intereses, tanto como yo por los suyos- después la descubrió vestida, como si se tratara de una mujer que había necesitado cobijo en una noche de tormenta y sonrió- Pasarás desapercibida esta noche- intentó tranquilizarla- Pareces una mujer que se ha perdido y ha encontrado mi casa en busca de cobijo- se burló de igual manera para quitarle hierro al asunto y rebajar la tensión plausible que había en la estancia.
Cuando James recibió la otra copa, se la tomó agradecido, ojalá pudiera sentirle mal el alcohol, pero para eso debía ingerir cantidades ingentes de producto o beber la sangre de alguien muy ebrio, al punto del etílico. Sin embargo, ese aroma y sabor siempre lo asociaba a la tranquilidad y la calma, así que era un gran paso a la serenidad en su interior. La noche bien lo merecía.
Pero sin embargo, el tema volvió al cauce sexual cuando Katharina se interesó por los aparatos que tenía en su mazmorra. James sonrió ampliamente hasta el punto de soltar una sonora carcajada de diversión- Sabía yo que tus apetencias no eran diferentes a las mías. En el fondo , en el burdel disfrutaste- señaló con el dedo acusador en su dirección y se encogió de hombros- Es una magnífica colección y estaría dispuesto a dejarte algo, pero siempre y cuando tengas cuidado. Muchas cosas son de la Inquisición Española, es realmente difícil de encontrar. Y la mitad son robadas y otras tantas, tuve que dejar que me cogieran para después salir con ello. La cruz de San Andrés por ejemplo es una de ellas. Por poco la plata abrasa mi cuello para decapitarme...-entornó la mirada- Y el potro con las cintas para sujetar....-abrió los ojos intentando enfatizar en la explicación- Mejor ni te lo cuento.... pero a punto estuve de entrar en la Guillotina... a los franceses les gusta mucho decapitar- se llevó la mano al mentón para acariciarlo pensativamente y se encogió de hombros- Franceses- y con esa última frase se echó a reír a carcajada limpia- En escocia la madera no se usa tanto como la piedra- le indicó- Pero algunas de las varas que has visto, son tan flexibles, porque vienen de países del Este y del nuevo continente...-soltó con orgullo y sintió algo de vergüenza- Siento alardear tanto, es la primera persona con la que puedo hablar de ello con sinceridad. Me costó mucho trabajo preparar todo aquello. Tiempo y dinero..
James recibió una copa, pues en silencio su mente trabajaba poco a poco recordando y teniendo muy presente a Rania. Tan menuda y preciosa, tan servicial y pura. Sinceramente no había conocido a nadie como ella, y es que a pesar de ser un mujeriego, desde que llegó a París, las relaciones con las mujeres habían sido más tormentosas que la tormenta que se propició sobre sus cabezas. Suspiró casando de tanto dramatismo y agradeció el comentario de Katharina sobre su servicio- En cuanto a mi servicio, he de decirte que son muy curiosos. Pero también me respetan y miran por mis intereses, tanto como yo por los suyos- después la descubrió vestida, como si se tratara de una mujer que había necesitado cobijo en una noche de tormenta y sonrió- Pasarás desapercibida esta noche- intentó tranquilizarla- Pareces una mujer que se ha perdido y ha encontrado mi casa en busca de cobijo- se burló de igual manera para quitarle hierro al asunto y rebajar la tensión plausible que había en la estancia.
Cuando James recibió la otra copa, se la tomó agradecido, ojalá pudiera sentirle mal el alcohol, pero para eso debía ingerir cantidades ingentes de producto o beber la sangre de alguien muy ebrio, al punto del etílico. Sin embargo, ese aroma y sabor siempre lo asociaba a la tranquilidad y la calma, así que era un gran paso a la serenidad en su interior. La noche bien lo merecía.
Pero sin embargo, el tema volvió al cauce sexual cuando Katharina se interesó por los aparatos que tenía en su mazmorra. James sonrió ampliamente hasta el punto de soltar una sonora carcajada de diversión- Sabía yo que tus apetencias no eran diferentes a las mías. En el fondo , en el burdel disfrutaste- señaló con el dedo acusador en su dirección y se encogió de hombros- Es una magnífica colección y estaría dispuesto a dejarte algo, pero siempre y cuando tengas cuidado. Muchas cosas son de la Inquisición Española, es realmente difícil de encontrar. Y la mitad son robadas y otras tantas, tuve que dejar que me cogieran para después salir con ello. La cruz de San Andrés por ejemplo es una de ellas. Por poco la plata abrasa mi cuello para decapitarme...-entornó la mirada- Y el potro con las cintas para sujetar....-abrió los ojos intentando enfatizar en la explicación- Mejor ni te lo cuento.... pero a punto estuve de entrar en la Guillotina... a los franceses les gusta mucho decapitar- se llevó la mano al mentón para acariciarlo pensativamente y se encogió de hombros- Franceses- y con esa última frase se echó a reír a carcajada limpia- En escocia la madera no se usa tanto como la piedra- le indicó- Pero algunas de las varas que has visto, son tan flexibles, porque vienen de países del Este y del nuevo continente...-soltó con orgullo y sintió algo de vergüenza- Siento alardear tanto, es la primera persona con la que puedo hablar de ello con sinceridad. Me costó mucho trabajo preparar todo aquello. Tiempo y dinero..
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 05/06/2015
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