AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
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La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
La noche, gentil, se ofrecía para ella. Después de cierto número de desencuentros con su pupilo, era el momento de cazarle de nuevo. Antes de llegar a París sabía ya que no sería fácil y lleno de cariño dicho encuentro, como no lo era él mismo. Había sido la fuerza, no física si no mental, de aquel hombre mortal lo que le había empujado a probar la inmortalidad en él, y vaya si no había acertado. Le formó y educó a su manera, convirtiéndole en un monstruo para los humanos y en una deliciosa criatura para ella, tan viciosa y sádica como lo era Milenka. Un vestido color vino, que rozaba el marrón de lo oscuro que era, cubrió su esbelta figura dejando, gracias al corsé, tan sólo su generoso escote a la vista -así como sus brazos-. 1.000 años llevaba ya preparándose cada noche cual ritual, su imagen distaba mucho de no estar cuidada. El más mínimo detalle hacía que cambiara el conjunto o que se decantara por ir a un lugar u otro a cenar. Pero esa noche, aunque estaba claro que conseguía alguna pieza, lo que buscaba era a su mejor creación. Fue por ello que se arregló aún con más esmero, recordando -sin dificultad- lo que hacía enloquecer a James de ella y su cuerpo. Un diamante negro quedó pendido en su escote con una fina cadena, no era pretencioso aunque sí caro, pero conseguía llevar las miradas al centro de su pecho -como si de un cebo se tratara-. La melena caía libre en cascada por su espalda, cosa poco común y que por tanto atraería miradas. Los zapatos con tacón algo más altos de lo que moralmente estaba bien considerado. Retar a la sociedad, retar al mundo, le generaba un placer y una excitación que le divertían sobremanera. Por último el maquillaje. Su piel, como si de porcelana se tratase, no estaba necesitada de compuesto que cubriera unas imperfecciones inexistentes. Sin embargo, siempre le gustaba sus ojos de negro; esto le aportaba un aspecto demoledor -sin concretar si para bien o para mal-. Quedaba así el gélido azul de sus orbes, enmarcado como si de una tormenta se tratase.
Satisfecha con su aspecto solicitó que su coche de caballos estuviera preparado para ella en la entrada. - No quiero mancharme de sangre aún - avisó a los sirvientes tras tal orden. En alguna ocasión había tenido que esperar en la entrada a que sus sirvientes prepararan el coche, el culpable de su espera no volvió a servir en la casa... ni en ninguna otra. Sus criados lo sabían, jamás había escondido su condición. A cambio, les pagaba cada mes una suma más que generosa, no por generosidad o empatía, si no porque necesitaba gente que trabajara para ella y siendo conocidos sus ataques entre la clase baja, el dinero era el reclamo que hacía que revolotearan ante ella como animalillos. Por suerte para el cochero, cuando Milenka se detuvo ya bajadas las escaleras de la entrada, este abrió la puerta para que ella se colara en el interior. - A la ópera -.
Esa noche había un estreno, al que sabía que James asistiría. ”La dame blanche”* de un compositor de nombre Françoise-Adrien Boïeldieu, se decía que incorporaba elementos del Romanticismo gótico, incluyendo ambientes típicos escoceses, una heredera desaparecida, un castillo misterioso, una fortuna oculta y un fantasma. Sería entretenido. Además de poder disfrutar de la música, esperaba disfrutar de una sesión privada de sangre y ya se vería su sexo con su guerra particular. Bajó del coche, en la puerta misma de la Ópera. Personalidades, intelectuales, realeza de distintos países, clase alta... todos estaban esa noche en el estreno. Sonrió a medida que subía las escaleras hasta el suntuoso hall de entrada.
Ignorando al gentío, fue directa al palco que había reservado para aquella noche. De echo, se había creado cierta confrontación con un “desconocido” caballero que quería ese mismo. Finalmente una visita de Milenka al encargado de la ópera le había otorgado a ella el disfrute del balcón en lo alto, justo delante del escenario. La puerta se abrió, dando lugar a un olor de sobra conocida para ella. La curiosidad de saber quien le había arrebatado el mejor lugar le mataba. Milenka sabía que no tendría que buscarle, que sería él mismo quien -sin saberlo- fuese hasta ella esa noche. - Hola querido, llegas justo a tiempo - hizo un gesto con la mano para que pasara junto a ella - he reservado este palco para los dos - comentó con sonrisa sugerente. Estaba ciertamente divertida.
* “La dama blanca” (1825)
Satisfecha con su aspecto solicitó que su coche de caballos estuviera preparado para ella en la entrada. - No quiero mancharme de sangre aún - avisó a los sirvientes tras tal orden. En alguna ocasión había tenido que esperar en la entrada a que sus sirvientes prepararan el coche, el culpable de su espera no volvió a servir en la casa... ni en ninguna otra. Sus criados lo sabían, jamás había escondido su condición. A cambio, les pagaba cada mes una suma más que generosa, no por generosidad o empatía, si no porque necesitaba gente que trabajara para ella y siendo conocidos sus ataques entre la clase baja, el dinero era el reclamo que hacía que revolotearan ante ella como animalillos. Por suerte para el cochero, cuando Milenka se detuvo ya bajadas las escaleras de la entrada, este abrió la puerta para que ella se colara en el interior. - A la ópera -.
Esa noche había un estreno, al que sabía que James asistiría. ”La dame blanche”* de un compositor de nombre Françoise-Adrien Boïeldieu, se decía que incorporaba elementos del Romanticismo gótico, incluyendo ambientes típicos escoceses, una heredera desaparecida, un castillo misterioso, una fortuna oculta y un fantasma. Sería entretenido. Además de poder disfrutar de la música, esperaba disfrutar de una sesión privada de sangre y ya se vería su sexo con su guerra particular. Bajó del coche, en la puerta misma de la Ópera. Personalidades, intelectuales, realeza de distintos países, clase alta... todos estaban esa noche en el estreno. Sonrió a medida que subía las escaleras hasta el suntuoso hall de entrada.
Ignorando al gentío, fue directa al palco que había reservado para aquella noche. De echo, se había creado cierta confrontación con un “desconocido” caballero que quería ese mismo. Finalmente una visita de Milenka al encargado de la ópera le había otorgado a ella el disfrute del balcón en lo alto, justo delante del escenario. La puerta se abrió, dando lugar a un olor de sobra conocida para ella. La curiosidad de saber quien le había arrebatado el mejor lugar le mataba. Milenka sabía que no tendría que buscarle, que sería él mismo quien -sin saberlo- fuese hasta ella esa noche. - Hola querido, llegas justo a tiempo - hizo un gesto con la mano para que pasara junto a ella - he reservado este palco para los dos - comentó con sonrisa sugerente. Estaba ciertamente divertida.
* “La dama blanca” (1825)
Última edición por Milenka Mayfair el Dom Ago 02, 2015 8:39 am, editado 3 veces
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
¿Quién había osado?¿Quién había sido tan inconsciente de haber reservado un palco que casi tenía el monopolio de Ruthven? Su mueca fue digna de un cuadro de horror al descubrir que alguien se le había adelantado, alguien con quien se supone que tenía más recursos que él. Algo totalmente fuera de lugar. Ruthven pertenecía a la realeza, por encima de la nobleza, en continuo parentesco y con méritos reconocidos por un monarca. Sin embargo aquella noche la lección de humildad no la recibiría de un rey sino de una reina.
La reina de las tinieblas era femenina, y mucho. Su color era de rojo sangre. Sus uñas afiladadas y perfectas, tan letales que arrancarían el corazón de cualquier hombre con un solo movimiento seco. Pero aunque James había oído esa leyenda, no sabía que esa noche estaría junto a su presencia. Pero James iba vestido para la ocasión, impecable y certero, sobrio y elegante. Así era él y sin duda sus modales tan cordiales y educados en público se contrarrestaban con los modales de un sádico empedernido. Quizás pudiera ser la sombre de lo que un día fue como un neófito, pero su responsabilidad para que la inquisición no le cricificara se basaba en guardar las apariencias, al contraro que la reina.
James sintió la necesidad de subir y ver quien había sido tan estúpido como para usurparle su lugar, pero cuando el joven mayordomo abrió la puerta sin llegar a mantener la mirada con él, el olor se cargó de un suave aroma, aterciopelado y dulce. Un trasnfondo de cítricos y flores se ocultaba en un ligero perfume casi inadvertible y James sintió aquello como una bofetada que el pasado le daba para recodara.
¿Como podía olvidad a su creadora? Tan provocadora y llena de altanería que haría que el más sádico de lso vampiros se quedara como un gato sin uñas. Suspiró al ver que aquella persona poderosa en influencia era su creadora, que le estaba esperando.
Absorto, James se quedó contemplándola- ¿Cómo sabías que vendría aquí?- preguntó perplejo. Y como para no estarlo, James se empezó a impacientar y su tono sonó mucho más autoritado y enfadado de lo que pretendía. Pero después de escuchar a Milenka tuvo que reprimir el impulso de gritarla, pegarla, violarla o incluso arrancarle el corazón. Pero esa noche habia reservado ese palco, para los dos, porque ella le conocía mejor que nadie y sabía de su afición por el teatro. James no sabía como interpretarlo, pero pensó que al tratarse de su mentora y creadora, no fuera de malas maneras y que había optado por ese gesto como un acto conciliador después del desastroso reencuentro que habían tenido en la taberna.-No sabía que te siguiera gustando el Teatro. Han pasado tanto siglos que pensé que ya habías visto a los mejores autores, los mejores actores y las mejoras obras del mundo- dijo intentando comprender y saber los verdaderos motivos por los que se había celebrado ese encuentro, inaudito y sin premeditar. También asaltaron a James varias dudas-¿Cómo sabes donde voy a estar?¿Cómo sabías que residía en Francia... y concretamente en París?- tenía tantas preguntas que conocer, tantas cosas que preguntar que notó que de su boca salieron disparadas todas ellas esperando conocer el origen o el por qué pero James le hizo la pregunta mágica que englobaría todo lo que sentía -¿Por qué has venido a buscarme?-
Mientras tanto la gente empezaba a acomodarse, el telón estaba corrido pero la iluminación era perfecta. Tan solo el claroscuro de las arrugas del telón dibujaban formas sinuosas. El público con los guiones en la mano se sentaban en las sillas del patio y los palcos terminaban las presentaciones y tertulias culturales para acomodarse. Sin importarle lo más mínimo y antes de que James se sentara, la oscuridad se hizo, la música empezó y James seguía de pie mirando a Milenka aún más perdido de lo que estaba. Ahora necesitaba a su mentora.
La reina de las tinieblas era femenina, y mucho. Su color era de rojo sangre. Sus uñas afiladadas y perfectas, tan letales que arrancarían el corazón de cualquier hombre con un solo movimiento seco. Pero aunque James había oído esa leyenda, no sabía que esa noche estaría junto a su presencia. Pero James iba vestido para la ocasión, impecable y certero, sobrio y elegante. Así era él y sin duda sus modales tan cordiales y educados en público se contrarrestaban con los modales de un sádico empedernido. Quizás pudiera ser la sombre de lo que un día fue como un neófito, pero su responsabilidad para que la inquisición no le cricificara se basaba en guardar las apariencias, al contraro que la reina.
James sintió la necesidad de subir y ver quien había sido tan estúpido como para usurparle su lugar, pero cuando el joven mayordomo abrió la puerta sin llegar a mantener la mirada con él, el olor se cargó de un suave aroma, aterciopelado y dulce. Un trasnfondo de cítricos y flores se ocultaba en un ligero perfume casi inadvertible y James sintió aquello como una bofetada que el pasado le daba para recodara.
¿Como podía olvidad a su creadora? Tan provocadora y llena de altanería que haría que el más sádico de lso vampiros se quedara como un gato sin uñas. Suspiró al ver que aquella persona poderosa en influencia era su creadora, que le estaba esperando.
Absorto, James se quedó contemplándola- ¿Cómo sabías que vendría aquí?- preguntó perplejo. Y como para no estarlo, James se empezó a impacientar y su tono sonó mucho más autoritado y enfadado de lo que pretendía. Pero después de escuchar a Milenka tuvo que reprimir el impulso de gritarla, pegarla, violarla o incluso arrancarle el corazón. Pero esa noche habia reservado ese palco, para los dos, porque ella le conocía mejor que nadie y sabía de su afición por el teatro. James no sabía como interpretarlo, pero pensó que al tratarse de su mentora y creadora, no fuera de malas maneras y que había optado por ese gesto como un acto conciliador después del desastroso reencuentro que habían tenido en la taberna.-No sabía que te siguiera gustando el Teatro. Han pasado tanto siglos que pensé que ya habías visto a los mejores autores, los mejores actores y las mejoras obras del mundo- dijo intentando comprender y saber los verdaderos motivos por los que se había celebrado ese encuentro, inaudito y sin premeditar. También asaltaron a James varias dudas-¿Cómo sabes donde voy a estar?¿Cómo sabías que residía en Francia... y concretamente en París?- tenía tantas preguntas que conocer, tantas cosas que preguntar que notó que de su boca salieron disparadas todas ellas esperando conocer el origen o el por qué pero James le hizo la pregunta mágica que englobaría todo lo que sentía -¿Por qué has venido a buscarme?-
Mientras tanto la gente empezaba a acomodarse, el telón estaba corrido pero la iluminación era perfecta. Tan solo el claroscuro de las arrugas del telón dibujaban formas sinuosas. El público con los guiones en la mano se sentaban en las sillas del patio y los palcos terminaban las presentaciones y tertulias culturales para acomodarse. Sin importarle lo más mínimo y antes de que James se sentara, la oscuridad se hizo, la música empezó y James seguía de pie mirando a Milenka aún más perdido de lo que estaba. Ahora necesitaba a su mentora.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
Entreabrió los labios dejando que el olor de James la invadiera de nuevo, siempre había sentido hambre al lado de ese hombre y esa noche no se quedaba atrás. Lo impoluto de su atuendo le hizo casi reír, iban perfectamente coordinados -como no-. Insistió en que tomara asiento, no contestando a ninguna de sus lógicas preguntas hasta que lo hizo. - Primero, James... no me hables con ese tono, portémonos bien - solicitó cordial, no llegaba apenas a protesta, era más una solicitud pues con quien menos problemas quería era con quien mejor se había conseguido llevar en su milenio de vida. Dejó escapar una risa casi melodiosa ante su segundo comentario - me gusta el arte en toda su expresión. Creo que por eso te creé - susurró esta última parte acariciando la mejilla y nuca del vampiro.
En realidad sí le debía algunas respuestas, por lo que con paciencia -la que él no estaba demostrando- esperó a que acabara. Debía antes ordenar las ideas en su mente, no quería sonar brusca, no en ese momento. Le importaba bien poco que la gente estuviera ya atendiendo a la obra, pero su adorado pupilo insistía en guardar las formas en lugares públicos y es lo que estaba haciendo. - ¿Crees que te he perdido la pista? - preguntó asombrada ciertamente por la mala imagen que había calado en él cuando se fue de su lado, - siempre he tenido un ojo en ti, por si me necesitabas - podía ser fría, cruel, despiadada y parca en sentimientos, pero James había sido y era el único compañero merecedor de unas atenciones especiales.
Esa pregunta era más complicada de responder, no lo sabía realmente. - Tan sólo he venido por ganas, hace años que no nos vemos y una temporada juntos puede ser divertida, ¿o gustas de conquistar jovencitas y asesinarlas la noche de bodas tú sólo? - añadió esa última pregunta demostrando así que era cierto que había estado atenta a él. Al fin desvió, con serenidad absoluta, la mirada de los orbes masculinos, centrando la atención en aquella nueva ópera. En el escenario podía ser el único lugar donde los humanos le inspiraran algo más que hambre y diversión. Sus dotes y talento hacían que, durante la actuación, Milenka sintiera respeto por ellos -por sus voces sobre todo-. Era consciente de que James no estaba aún tranquilo, seguía alerta con ella, mirándola de vez en cuando como si no creyese que ambos estaban en aquel palco.
Acabada la magnífica ópera, todo el público se puso en pie aplaudiendo y ellos no fueron menos. - Preséntame a tus nuevos amigos, conde. Me comportaré tan bien que te envidiarán - sonrió con la malicia que anidaba en ella, pero sin rastro de amenaza en su tono de voz. Quería saber qué vida llevaba James, por si misma, no por periódicos ni por espías. Ambos salieron del palco entre nobleza y otros que, como James, pertenecían a la realeza. El brazo del varón sujetaba generoso el propio, dando paso a miradas tanto de hombres como mujeres. James y Milenka sonrieron recordando los viejos tiempos, la estampa era impecable.
Una vez en la planta baja, al gente se reunía a charlar e intercambiar opiniones. Las copas bailaban de mano en mano y el humo del tabaco se alzaba abundante hacia el techo. Milenka sonrió a cada persona que James le presentaba, estableciendo con facilidad conversación -daba igual de qué tema-. Su pupilo parecía moverse con soltura entre aquellos humanos, se le llenó el pecho de orgullo. Su pequeño monstruo sabía camuflarse a la perfección, mejor que ella de hecho.
Una vez tuvo suficiente se disculpó ante el grupo de varones que la rodeaban, saliendo del edificio. Esperaría a James fuera, entendía que este tenía compromisos sociales que atender, pero estaba empezando a agobiarse con semejante cantidad de olores y ruidos concentrados en la misma sala. Sus pasos se movían en la acera de un lado a otro cuando aquel hombre se acercó con un cuchillo y un aliento más amenazante que el arma que portaba. - Vamos a pasarlo bien muñeca. Camina. - colocó la punta del cuchillo contra el costado de Milenka ocultándolo así del resto de viandantes. Esta no pudo más que sonreír, adivinando en él la cena servida cual restaurante. Pero cuando iba a proceder, se percató de la figura de James en lo alto de las escaleras de piedra. Quizás era hora de ver al demonio en acción.
En realidad sí le debía algunas respuestas, por lo que con paciencia -la que él no estaba demostrando- esperó a que acabara. Debía antes ordenar las ideas en su mente, no quería sonar brusca, no en ese momento. Le importaba bien poco que la gente estuviera ya atendiendo a la obra, pero su adorado pupilo insistía en guardar las formas en lugares públicos y es lo que estaba haciendo. - ¿Crees que te he perdido la pista? - preguntó asombrada ciertamente por la mala imagen que había calado en él cuando se fue de su lado, - siempre he tenido un ojo en ti, por si me necesitabas - podía ser fría, cruel, despiadada y parca en sentimientos, pero James había sido y era el único compañero merecedor de unas atenciones especiales.
Esa pregunta era más complicada de responder, no lo sabía realmente. - Tan sólo he venido por ganas, hace años que no nos vemos y una temporada juntos puede ser divertida, ¿o gustas de conquistar jovencitas y asesinarlas la noche de bodas tú sólo? - añadió esa última pregunta demostrando así que era cierto que había estado atenta a él. Al fin desvió, con serenidad absoluta, la mirada de los orbes masculinos, centrando la atención en aquella nueva ópera. En el escenario podía ser el único lugar donde los humanos le inspiraran algo más que hambre y diversión. Sus dotes y talento hacían que, durante la actuación, Milenka sintiera respeto por ellos -por sus voces sobre todo-. Era consciente de que James no estaba aún tranquilo, seguía alerta con ella, mirándola de vez en cuando como si no creyese que ambos estaban en aquel palco.
Acabada la magnífica ópera, todo el público se puso en pie aplaudiendo y ellos no fueron menos. - Preséntame a tus nuevos amigos, conde. Me comportaré tan bien que te envidiarán - sonrió con la malicia que anidaba en ella, pero sin rastro de amenaza en su tono de voz. Quería saber qué vida llevaba James, por si misma, no por periódicos ni por espías. Ambos salieron del palco entre nobleza y otros que, como James, pertenecían a la realeza. El brazo del varón sujetaba generoso el propio, dando paso a miradas tanto de hombres como mujeres. James y Milenka sonrieron recordando los viejos tiempos, la estampa era impecable.
Una vez en la planta baja, al gente se reunía a charlar e intercambiar opiniones. Las copas bailaban de mano en mano y el humo del tabaco se alzaba abundante hacia el techo. Milenka sonrió a cada persona que James le presentaba, estableciendo con facilidad conversación -daba igual de qué tema-. Su pupilo parecía moverse con soltura entre aquellos humanos, se le llenó el pecho de orgullo. Su pequeño monstruo sabía camuflarse a la perfección, mejor que ella de hecho.
Una vez tuvo suficiente se disculpó ante el grupo de varones que la rodeaban, saliendo del edificio. Esperaría a James fuera, entendía que este tenía compromisos sociales que atender, pero estaba empezando a agobiarse con semejante cantidad de olores y ruidos concentrados en la misma sala. Sus pasos se movían en la acera de un lado a otro cuando aquel hombre se acercó con un cuchillo y un aliento más amenazante que el arma que portaba. - Vamos a pasarlo bien muñeca. Camina. - colocó la punta del cuchillo contra el costado de Milenka ocultándolo así del resto de viandantes. Esta no pudo más que sonreír, adivinando en él la cena servida cual restaurante. Pero cuando iba a proceder, se percató de la figura de James en lo alto de las escaleras de piedra. Quizás era hora de ver al demonio en acción.
Última edición por Milenka Mayfair el Lun Jun 29, 2015 10:21 am, editado 1 vez
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
James levantó la mirada después de las presentaciones. Se había molestado en presentar a Milenka como una vieja amiga de la familia, lo cual no era una mentira del todo. Si bien más que de la familia era una amiga suya, su creadora. Y la envidia y el orgullo eran dos sentimientos contrapuestos en el interior de James que se debatían por el afecto a Milenka. Y sus sentimientos no eran los únicos. El público de alta clase que había en el teatro también dirigía su atención hacia la joven, y es que brillaba por ella misma entre todo el gentío. Los hombres jóvenes se peleaban por su atención e intentaban soltar la mejor y más culta de sus ingeniosas bromas para hacerla reír. Pero Milenka era más difícil, a ella la gente le agotaba, al contrario que a James. En ese punto eran algo diferente, a James le gustaba estar rodeado de gente como un hombre, como parte de su apariencia humana. Pero Milenka parecía estar enamorada de la vida que no tenía y todos los días eran fiestas y disfrute de sus apetencias. Una hedonista con todas las letras, en la que primaba el deseo de sangre antes que cualquier otro. Cuando James se disponía a despedirse de la compañía descubrió que a su lado ya no estaba Milenka, y que esta había sido más rápida y se había marchado fuera. Levantó la mirada para buscarla entre el gentío pero fue en vano, tan solo le quedaba preguntar al mayordomo de la puerta si le había visto -¡Eh!¿Has visto a una mujer hermosa con un vestido rojo?- le dijo sin ocultar su prisa. El mayordomo acongojado levantó el brazo y señalo al exterior del teatro a donde James, sin mediar más palabra salió. Se quedó en los primeros escalones intentando encontrar entre la gente un rastro del perfume de Milenka, y aunque vagamente se difuminaba en el aire, la encontró. Sonrió al verla cuando un hombre, salió en su dirección y se arrimó mucho junto a ella. James respiró profundamente intentando no abalanzarse sobre ellos entre toda la gente. Aun había mucho tráfico y gente por ahí pero en cuanto Milenka y el hombre comenzaron a caminar, James se fijo en el brillo de su mano y el cuchillo que apuntaba al cuerpo de Milenka.
Los cuchillos solo harían marcar superficiales, por mucho que los humanos intentaran matarlos, solo las personas entrenadas y capacitadas para ello podían proponerse a hacerlo. Pero desde luego ese hombre no era ni uno de los Inquisidores con las habilidades pertinentes, ni era un cazador experimentado. Se trataba de un hombre ebrio y aún con más sed de mujer. Que como muchos otros habían caído a los pies de esa asesina femenina a la que intentaba llevar a un recóndito lugar para hacer cualquier cosa sobre su cuerpo. James suspiró siguió hasta la pareja con paso relajado cuando empezaron a salir del gentío en dirección al callejón trasero del teatro. James se quedó detrás de los dos cuando el hombre empotró a Milenka contra la pared y aún cuchillo en mano, le empezó a registrar-Dame la billetera- le ordenó mientras se ponía a rebuscar en vano por tanto pliegue de vestido - Vamos, preciosa. No tengo toda la noche- se quejó mientras dejaba que ella hiciera y su mano libre ahora empezaba a rebuscar sus piernas debajo del vestido -¿Tienes miedo?- preguntó el hombre, mientras James se situaba detrás de él y sujetó la muñeca armada con la que apuntaba a Milenka- Ella no, pero tu lo tendrás.- cogió el cuchillo del hombre con una mano y se lo clavó en el muslo apartándolo con un brazo de la chica. Sin dirigir una mirada por el grito que pego al arrodillarse en el suelo del dolor. James cogió con ambas caras a Milenka y después sonrió- Y pensabas que no había nadie más despreciable que nosotros...- se echó a reír por la escena y después al ver que estaba intacta se giró hacia el hombre que se agarraba el muslo ahora ensangrentado- Lo primero..-se arrodilló para quedar a la altura de aquel hombre- Una mujer no lleva billetera y esta menos, deberías saberlo. Como también deberías saber que estas muerto y aunque me gustaría entretenerme matándote, la señorita tiene hambre.- hizo una pausa y llevó sus dedos desnudos sobre la herida, los mojó en la sangre y los lamió para después apretar el cuchillo aún más haciendo que volviera a gritar- Si fueras una mujer, ahora mismo me la estarías poniendo dura. Pero creo que esa satisfacción es de mi Lady. Y tendrás una muerte que no te mereces, morirás en sus manos, morirás por su boca. Pero si por mi fuera...-dijo James apretando los dientes mientras cogía con su mano zurda el pelo del hombre y lo echaba hacia atras para asegurarse de que lo miraba- Morirías en mi mazmorra, gritando y descuartizado para desangrarte. Te echaría a los perros. Te lo digo, porque ese destino es el que le queda a tu familia, a tus amigos y a cualquier persona con la que hayas tenido contacto.-James soltó su cabellera de un golpe seco y se levantó ofreciendo su mano a Milenka- Sírvete tu misma. No me complace beber así- dijo cuando tomó la mano de Milenka para atraerla hacia el inevitable cadáver que tenían a sus pies. Cuando estuvo cerca de él, y ella se disponía ante su cena. James en un movimiento fugaz pasó su dedo índice por el mentó de Milenka haciendo que levantara la cabeza con altanería y sonrió complacido por verla deseosa de ese manjar- Te echaba de menos- concluyó apartándose y apoyándose en la pared para ver el espectáculo.
Los cuchillos solo harían marcar superficiales, por mucho que los humanos intentaran matarlos, solo las personas entrenadas y capacitadas para ello podían proponerse a hacerlo. Pero desde luego ese hombre no era ni uno de los Inquisidores con las habilidades pertinentes, ni era un cazador experimentado. Se trataba de un hombre ebrio y aún con más sed de mujer. Que como muchos otros habían caído a los pies de esa asesina femenina a la que intentaba llevar a un recóndito lugar para hacer cualquier cosa sobre su cuerpo. James suspiró siguió hasta la pareja con paso relajado cuando empezaron a salir del gentío en dirección al callejón trasero del teatro. James se quedó detrás de los dos cuando el hombre empotró a Milenka contra la pared y aún cuchillo en mano, le empezó a registrar-Dame la billetera- le ordenó mientras se ponía a rebuscar en vano por tanto pliegue de vestido - Vamos, preciosa. No tengo toda la noche- se quejó mientras dejaba que ella hiciera y su mano libre ahora empezaba a rebuscar sus piernas debajo del vestido -¿Tienes miedo?- preguntó el hombre, mientras James se situaba detrás de él y sujetó la muñeca armada con la que apuntaba a Milenka- Ella no, pero tu lo tendrás.- cogió el cuchillo del hombre con una mano y se lo clavó en el muslo apartándolo con un brazo de la chica. Sin dirigir una mirada por el grito que pego al arrodillarse en el suelo del dolor. James cogió con ambas caras a Milenka y después sonrió- Y pensabas que no había nadie más despreciable que nosotros...- se echó a reír por la escena y después al ver que estaba intacta se giró hacia el hombre que se agarraba el muslo ahora ensangrentado- Lo primero..-se arrodilló para quedar a la altura de aquel hombre- Una mujer no lleva billetera y esta menos, deberías saberlo. Como también deberías saber que estas muerto y aunque me gustaría entretenerme matándote, la señorita tiene hambre.- hizo una pausa y llevó sus dedos desnudos sobre la herida, los mojó en la sangre y los lamió para después apretar el cuchillo aún más haciendo que volviera a gritar- Si fueras una mujer, ahora mismo me la estarías poniendo dura. Pero creo que esa satisfacción es de mi Lady. Y tendrás una muerte que no te mereces, morirás en sus manos, morirás por su boca. Pero si por mi fuera...-dijo James apretando los dientes mientras cogía con su mano zurda el pelo del hombre y lo echaba hacia atras para asegurarse de que lo miraba- Morirías en mi mazmorra, gritando y descuartizado para desangrarte. Te echaría a los perros. Te lo digo, porque ese destino es el que le queda a tu familia, a tus amigos y a cualquier persona con la que hayas tenido contacto.-James soltó su cabellera de un golpe seco y se levantó ofreciendo su mano a Milenka- Sírvete tu misma. No me complace beber así- dijo cuando tomó la mano de Milenka para atraerla hacia el inevitable cadáver que tenían a sus pies. Cuando estuvo cerca de él, y ella se disponía ante su cena. James en un movimiento fugaz pasó su dedo índice por el mentó de Milenka haciendo que levantara la cabeza con altanería y sonrió complacido por verla deseosa de ese manjar- Te echaba de menos- concluyó apartándose y apoyándose en la pared para ver el espectáculo.
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
La figura estática de Milenka se mantuvo firme, como si te una estatua se tratara. Dejó a su pupilo actuar como gustase disfrutando del espectáculo privado que la estaba ofreciendo, después de todo seguía siendo el James que había creado. La manera cruel en que trataba a ese despojo de humanidad que ahora yacía a los pies de ambos la hacía desear a James por encima de nada en ese momento. Con una elegancia natural, esta tomó la mano que el vampiro le cedía acercándose así a lo que iba a ser uno de sus aperitivos esa noche. Seguía prefiriendo la sangre pura y virginal de determinadas jóvenes, pero no se negaría a matar a aquel hombre. Su cuerpo se acercó a su presa, quedando de cuclillas junto a él, con los colmillos totalmente al aire deseosos de probar bocado. Sonrió ante el gesto y palabras de James, para después clavar sin cuidado ni medida alguna los colmillos en el cuello ajeno, desgarrándolo entre los gritos del pobre infeliz. No tomó ni la mitad de la sangre posible, lo que generó un charco en el suelo que le daba el toque tétrico perfecto para finalizar aquella representación. - Demasiado alcohol, está corrompido - dijo con claro disgusto, - ni como alimento sirven algunos - un gruñido de protesta se escapó por su garganta.
Una vez limpió la sangre de sus labios, colocó el brazo sobre el de James, saliendo así del callejón como si nada hubiera pasado. Debía ahora buscar una cena apropiada para ambos, y en ese no había mejor rastreadora. - ¿Siguen gustándote las vírgenes, mon amour? - preguntó a su hambriento acompañante, sonriendo al ver sus ojos centellear. Por supuesto que le gustaban, ¿a quién no?
En aquella zona, habiendo acabado recientemente la ópera, la calle estaba repleta de olores. No era difícil identificar a las jóvenes de clase alta que allí se encontraban. Sólo tenía que encontrar el olor perfecto, esa fragancia que invitara a beber de ella y enloqueciera a ambos como en el pasado. Notaba a James junto a ella realizando la misma búsqueda, pero ya tenía a la presa localizada. Una joven de tez blanca y pelo azabache, se movía risueña entre los señores que a su alrededor revoloteaban. Era una presa y no lo sabía. Quizás la dejara con vida, esta vez dejaría a la elección de James qué hacer con ella. Otra... ofrenda de paz. Hizo un gesto para que el vampiro se retirara al otro extremo de la calle, el más oscuro y caminara hacia el parque que estaba a tan sólo unos metros. Le serviría la cena.
Con cierta altanería se acercó al grupo de hombres donde estaba la joven, - Por favor caballeros, no atosiguen a mi inocente amiga... debemos retirarnos ya - sin problema para controlar la mente de la joven, y que no dijera nada contra aquello, tomó su brazo guiándola hacia donde James se encontraba. - Dulce inocencia... - recorrió el contorno de su mandíbula con el reverso de sus dedos y la presentó delante de él. Haz lo que gustes.
Cuando este decidiera cómo proceder, Milenka liberaría su mente del control que sobre ella ejercía, pero hasta entonces, respetando los principios de James, no dejaría que montara un escándalo habiendo tanta gente cerca del trío. Sin dificultad, rasgó la piel de su terso pecho dejando que un hilo de sangre brotara al instante, siendo recogido de manera generosa por la vampira. Con una mirada juguetona, buscó la mano de James atrayéndole hacia ambas. - ¿De qué tienes hambre? - con los labios aún manchados de sangre pura tomó con brusquedad los contrarios pegándose a él, provocando al demonio que conocía tan bien. Las lenguas de ambos lucharon por saborear tanto aquel manjar como al contrario, entrando el un estado de deseo y excitación que rara vez Milenka había conseguido con nadie más.
Los ojos oscurecidos de James y el gruñido ronco y profundo, le indicó que ahora sí estaba listo para tomar su merecida cena. Acarició su pelo y se retiró tras ambos. Dispuesta a disfrutar del espectáculo una vez más. - Disfruta querido mío. -
Una vez limpió la sangre de sus labios, colocó el brazo sobre el de James, saliendo así del callejón como si nada hubiera pasado. Debía ahora buscar una cena apropiada para ambos, y en ese no había mejor rastreadora. - ¿Siguen gustándote las vírgenes, mon amour? - preguntó a su hambriento acompañante, sonriendo al ver sus ojos centellear. Por supuesto que le gustaban, ¿a quién no?
En aquella zona, habiendo acabado recientemente la ópera, la calle estaba repleta de olores. No era difícil identificar a las jóvenes de clase alta que allí se encontraban. Sólo tenía que encontrar el olor perfecto, esa fragancia que invitara a beber de ella y enloqueciera a ambos como en el pasado. Notaba a James junto a ella realizando la misma búsqueda, pero ya tenía a la presa localizada. Una joven de tez blanca y pelo azabache, se movía risueña entre los señores que a su alrededor revoloteaban. Era una presa y no lo sabía. Quizás la dejara con vida, esta vez dejaría a la elección de James qué hacer con ella. Otra... ofrenda de paz. Hizo un gesto para que el vampiro se retirara al otro extremo de la calle, el más oscuro y caminara hacia el parque que estaba a tan sólo unos metros. Le serviría la cena.
Con cierta altanería se acercó al grupo de hombres donde estaba la joven, - Por favor caballeros, no atosiguen a mi inocente amiga... debemos retirarnos ya - sin problema para controlar la mente de la joven, y que no dijera nada contra aquello, tomó su brazo guiándola hacia donde James se encontraba. - Dulce inocencia... - recorrió el contorno de su mandíbula con el reverso de sus dedos y la presentó delante de él. Haz lo que gustes.
Cuando este decidiera cómo proceder, Milenka liberaría su mente del control que sobre ella ejercía, pero hasta entonces, respetando los principios de James, no dejaría que montara un escándalo habiendo tanta gente cerca del trío. Sin dificultad, rasgó la piel de su terso pecho dejando que un hilo de sangre brotara al instante, siendo recogido de manera generosa por la vampira. Con una mirada juguetona, buscó la mano de James atrayéndole hacia ambas. - ¿De qué tienes hambre? - con los labios aún manchados de sangre pura tomó con brusquedad los contrarios pegándose a él, provocando al demonio que conocía tan bien. Las lenguas de ambos lucharon por saborear tanto aquel manjar como al contrario, entrando el un estado de deseo y excitación que rara vez Milenka había conseguido con nadie más.
Los ojos oscurecidos de James y el gruñido ronco y profundo, le indicó que ahora sí estaba listo para tomar su merecida cena. Acarició su pelo y se retiró tras ambos. Dispuesta a disfrutar del espectáculo una vez más. - Disfruta querido mío. -
Última edición por Milenka Mayfair el Lun Jun 29, 2015 10:21 am, editado 1 vez
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
"Maldito demonio" se maldijo así mismo mientras veía a la joven acercarse con Milenka. Podía notar las mejillas sonrojadas, la sangre virgen y vibrante que recorría sus venas en el sístole y diastole. Tuvo que acercarse ante aquellas mujeres que se entregaban a él. Como su de un padre de familia se tratara Milenka tan majestuosa como sádica entregaba un beso cargado de sangre a James y en su mano depositaba la vida de la joven. Tan excitado estaba que aquel juego sádico era el mejor entretenimiento que había tenido en años. "Puto sádico" pensó para sí mismo la parte racional, mientras el demonio se reía con majestuosidad y lascivia en su pecho arañando la superficie de humanidad que le quedaba en el cuerpo al vampiro, para relamerse el sabor de la sangre y el de Milenka de la boca. Se acercó hasta la joven y miró a Milenka mientras gruñía incapaz de hacer ningún ruido más.
La hizo arrodillarse mientras paseó a su alrededor contemplando a la joven. Su pecho estaba inmaculado, sus labios estaban deseables e hinchados por el frío que hacía. El demonio ahora pensó en arrancar su ropa, oler toda su piel y el calor que desprendía. Detenerse en su pecho y sus piernas. La idea le complacía pero en su mazmorra. El demonio solo podía desatarse en la mazmorra. Donde no importaban los gritos, la indecendia, la sangre. Sin censura, sin temor. Eso era placentero.
"Puto caníbal" se dijo así mismo mientras apartaba la melena de la joven a un lado y doblaba su cuello como si colocara su plato en la mesa. Ese manjar suculento que le había dado Milenka. Aquella concubina del demonio, aquella mujer sabía lo que hacer con él, lo que le gustaba y cual era su naturaleza. Contemplaba y contralaba la escena detrás de ellos. Y James, que no podía ser más meticuloso se arrodilló junto a ella, rodeando su cuerpo con los brazos y dejando un beso húmedo en la curva de su cuello penetró en su piel con sus dientes como la hoja de una espada. Comenzó a brotar el fino hilo de vida que quedaba en esa joven. Tan pobre y desdichada ahora, pero tan rica. Tan vibrante y electrizante. Rejuvenecería a cualquiera esa sangre. A medida que iba bebiendo poco a poco de ella, difrutando y saboreando cada gota, su erección se pronunció en los pantalones. Se separó de ella relamiendo su cuello y miró a Milenka con unos ojos que ya no eran suyos- Mujer. Ven aquí- la señaló con voz ronca y áspera. El grado de complicidad que tenían ambos, era algo que se acercaba a la demencia. En cuanto se acercó beso sus labios con fuerza y violencia, entregándola todo la sangre que quedaba en sus labios y cogió su mano. La miró y besó sus dedos antes de guiarla hasta el umbral de sus pantalones indicando a Milenka que le saciara aquello que había provocado- Termina lo que has empezado, vedma- le ordenó insaciable mientras volvía su atención al cuello de la joven y bebió con grandes sorbos. Mientras guardó en su boca algún trago para entregárselo a Milenka en cada beso mientras le hacía.
La majestuosidad de sus manos, de su sadismo y su control eran algo que había que idolatrar a aquella mujer. Sin duda alguna, era la otra mitad que le faltaba al corazón de James. Era la compañera de su eternidad, dos almas insaciables, lascivas y corrompidas que vagaban por el mundo como si no importara. Como si todo fuera un jardín y un patio de recreo y su crueldad hacia los mortales era solo un juego ´tetrico y excitante que hacía que la eternidad pasara amena al tiempo. Milenka tenía una cuenta en rojo en muchos lugares, tanto que su nivel de sadismo y prepotencia rallaban lo irreal, parecía una megalómana, casi comprada con la divinidad de los egipcios y las leyendas antiguas que hablaban de los devoradores de sangre. Aquella mujer indecente y perversa se había fijado en el conde, para lograr lo que todos los inmortales buscaban. Compañía. Y James era consciente de todo.
James llevaba decadas pensando en el sentido de su existencia y su pensamiento era bastante realista. Tenía una condición de la que hacerse cargo y así lo hizo. La eternidad era mucho tiempo, un océano de siglos, civilizaciones y evolución que solo le instruían experiencia, pero que lo único que le llenaba era que el equilibrio de la sociedad le diera a él buena posición y buen nivel de vida. Que la natalidad se produjera y se mantuviera y por eso, el tener a la gente contenta y de su lado le ofrecía un sin fin de posibilidades. Sin duda comprendía cual era su función en el mundo, cual era su función natural y esa noche estaba todo a merced de una noche roja, una noche de sangre.
Terminó de beber de la mujer, dejando que su vida se consumiera y en el momento que tragó el último sorbo terminó también por el masaje de Milenka. Se arregló jadeando y llevó a Milenka contra la pared para comerla a besos. Embadurnó todo su rostro de sangre y mordió y beso su lengua y su boca para coronar aquella noche que les pertenecía- ¿Qué has hecho conmigo?- preguntó mirando a sus ojos deseando que en el fondo el dijera que no era tan sádico ni malo, que era por ella. Pero James en el fondo sabía que siempre tuvo un demonio dentro, y que Milenka era la única capaz de invocarle.
La hizo arrodillarse mientras paseó a su alrededor contemplando a la joven. Su pecho estaba inmaculado, sus labios estaban deseables e hinchados por el frío que hacía. El demonio ahora pensó en arrancar su ropa, oler toda su piel y el calor que desprendía. Detenerse en su pecho y sus piernas. La idea le complacía pero en su mazmorra. El demonio solo podía desatarse en la mazmorra. Donde no importaban los gritos, la indecendia, la sangre. Sin censura, sin temor. Eso era placentero.
"Puto caníbal" se dijo así mismo mientras apartaba la melena de la joven a un lado y doblaba su cuello como si colocara su plato en la mesa. Ese manjar suculento que le había dado Milenka. Aquella concubina del demonio, aquella mujer sabía lo que hacer con él, lo que le gustaba y cual era su naturaleza. Contemplaba y contralaba la escena detrás de ellos. Y James, que no podía ser más meticuloso se arrodilló junto a ella, rodeando su cuerpo con los brazos y dejando un beso húmedo en la curva de su cuello penetró en su piel con sus dientes como la hoja de una espada. Comenzó a brotar el fino hilo de vida que quedaba en esa joven. Tan pobre y desdichada ahora, pero tan rica. Tan vibrante y electrizante. Rejuvenecería a cualquiera esa sangre. A medida que iba bebiendo poco a poco de ella, difrutando y saboreando cada gota, su erección se pronunció en los pantalones. Se separó de ella relamiendo su cuello y miró a Milenka con unos ojos que ya no eran suyos- Mujer. Ven aquí- la señaló con voz ronca y áspera. El grado de complicidad que tenían ambos, era algo que se acercaba a la demencia. En cuanto se acercó beso sus labios con fuerza y violencia, entregándola todo la sangre que quedaba en sus labios y cogió su mano. La miró y besó sus dedos antes de guiarla hasta el umbral de sus pantalones indicando a Milenka que le saciara aquello que había provocado- Termina lo que has empezado, vedma- le ordenó insaciable mientras volvía su atención al cuello de la joven y bebió con grandes sorbos. Mientras guardó en su boca algún trago para entregárselo a Milenka en cada beso mientras le hacía.
La majestuosidad de sus manos, de su sadismo y su control eran algo que había que idolatrar a aquella mujer. Sin duda alguna, era la otra mitad que le faltaba al corazón de James. Era la compañera de su eternidad, dos almas insaciables, lascivas y corrompidas que vagaban por el mundo como si no importara. Como si todo fuera un jardín y un patio de recreo y su crueldad hacia los mortales era solo un juego ´tetrico y excitante que hacía que la eternidad pasara amena al tiempo. Milenka tenía una cuenta en rojo en muchos lugares, tanto que su nivel de sadismo y prepotencia rallaban lo irreal, parecía una megalómana, casi comprada con la divinidad de los egipcios y las leyendas antiguas que hablaban de los devoradores de sangre. Aquella mujer indecente y perversa se había fijado en el conde, para lograr lo que todos los inmortales buscaban. Compañía. Y James era consciente de todo.
James llevaba decadas pensando en el sentido de su existencia y su pensamiento era bastante realista. Tenía una condición de la que hacerse cargo y así lo hizo. La eternidad era mucho tiempo, un océano de siglos, civilizaciones y evolución que solo le instruían experiencia, pero que lo único que le llenaba era que el equilibrio de la sociedad le diera a él buena posición y buen nivel de vida. Que la natalidad se produjera y se mantuviera y por eso, el tener a la gente contenta y de su lado le ofrecía un sin fin de posibilidades. Sin duda comprendía cual era su función en el mundo, cual era su función natural y esa noche estaba todo a merced de una noche roja, una noche de sangre.
Terminó de beber de la mujer, dejando que su vida se consumiera y en el momento que tragó el último sorbo terminó también por el masaje de Milenka. Se arregló jadeando y llevó a Milenka contra la pared para comerla a besos. Embadurnó todo su rostro de sangre y mordió y beso su lengua y su boca para coronar aquella noche que les pertenecía- ¿Qué has hecho conmigo?- preguntó mirando a sus ojos deseando que en el fondo el dijera que no era tan sádico ni malo, que era por ella. Pero James en el fondo sabía que siempre tuvo un demonio dentro, y que Milenka era la única capaz de invocarle.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
La mirada perdida y aterrorizada de la joven que estaba devorando James le hizo reír. Era una de las cosas que le divertían infinitamente a Milenka. La delicadeza y fragilidad de los humanos, su vulnerabilidad tanto mental como física. Ella ni en su periodo humano se sintió de tal manera, le asqueaban las personas -sobre todo mujeres- que no peleaban, las que enfermaban, las débiles. No toleraba tal cosa cerca de sí misma, como si del peor virus se tratara. Pero por irónico que fuera, esas jóvenes menudas y delicadas eran su más suculenta golosina. Las manos de su compañero hicieron las delicias de su compañera que se mantenía aún en un segundo plano con los ojos analizando cada movimiento de este. Aun así, aunque le pusiera un plato de tal nivel delante no se expondría como ella solía hacer. Eso ya lo había aprendido, James siempre tenía un lugar seguro en el que saciar todos y cada uno de sus apetitos, ya irían a jugar a actual. El olor de la sangre raspó la garganta de la inmortal como si del peor arma se tratara. Mil años y aún ese sufrimiento cuando había sangre cerca, esas ansias de devorar y aniquilar. Era una asesina y no había salvación posible para ella. Tomó la sangre que James le dejó en los labios tras ese beso, acudiendo a su antigua llamada con una sonrisa cargada de amenazas y promesas. Tiró del pelo de este haciendo que su cuello se tensara, pero no era momento para seguir por ahí, aún no... Sin problema o vergüenza alguna tomó el miembro de James con la diestra empezando un masaje cruel y lento que junto a la sangre que estaba ingiriendo pronto le llevaría al delirio. Aceptó agradecida la sangre que de vez en cuando este depositaba en sus gruesos labios, siempre sedientos de él y de aquel néctar. Era un maldito como ella y la guerra fría que mantenían desde su creación era una constante. Al fin, notando las sacudidas del cuerpo masculino apretó aquello que aún masajeaba haciendo que acabara. Limpió su mano en el cabello de la joven, o mejor dicho cadáver, que yacía en el suelo sin vida. Apenas la dio tiempo a hacerlo cuando de nuevo la fuerza de James le empotró contra la pared desde donde antes contemplaba la escena. Respondió a los besos gustosa, sin hacer caso alguno a las manchas que ahora cubrían su rostro dejándolo rojizo. Con los brazos alrededor del cuello ajeno, hizo lo mismo con ambas piernas obligando a James a sujetar sus muslos con las manos aguantando el peso del cuerpo de Milenka entre sí mismo y la pared.
Rió ciertamente divertida con la pregunta de James, - A estas alturas, ¿de verdad crees que eres así por mi? - anidaba en él poca humanidad, pero más que en Milenka, y era consciente de que de tiempo en tiempo James se preguntaba ciertas cosas y su lado más humano maldecía a la bestia que guiaba sus pasos. - Yo te di el poder del que hoy disfrutas, te concedí la inmortalidad mon amour - deslizó las manos por el interior de su camisa acariciando su pecho y su espalda. Sólo con él podía rozar lo cariñoso, aunque difícilmente alcanzar a serlo. - Eres un sádico, estás hecho a imagen y semejanza de mi misma - podría dolerle no estar “respaldado” en su idea de que era Milenka la responsable de que saliera su lado más salvaje, pero la realidad era que él mismo en toda su naturaleza era así y lo disfrutaba. - ¿O me vas a decir que no tienes un cuarto de juegos aquí en Paris? - una sonrisa de triunfo se situó en sus labios, aquello era el jaque mate de la conversación. Antes de que ella llegara, antes de que volviera a buscarle, él ya se habría ocupado de hacerse con un lugar en el que desatar su demonio. Hizo fuerza con la espalda contra la pared para que los cuerpos unidos de ambos se movieran y James cargara con ella unos pasos por la acera antes de que volviera a posar los pies en el suelo, - ahora que están las cosas claras, y visto que no quieres llamar la atención... tenemos que alejarnos de tu ex-novia - señaló el cadáver con el pulgar por encima de su hombro, - y límpiame este desastre que has organizado en mi virginal rostro - aún estaba llena de sangre seca, producto de los besos anteriores. Una vez estando ambos impolutos, parecía que no habían roto un plato en su vida, empezaron a caminar de nuevo arropados por la noche parisina. Adivinó a James perdido en unos pensamientos que le abstraían de lo que le rodeaba, - ¿de qué o de quien se trata? - preguntó simplemente a sabiendas de que él se daría cuenta de por qué hacía semejante pregunta.
No era típico de James contestar con rapidez en temas que le costaba exponer a los demás, por lo que cuando Milenka no obtuvo una respuesta instantánea se paró en seco colando su cuerpo delante del de él. Algo pasaba, no sabía si bueno o malo, pero tenía que saberlo. No podía regresar a la vida de James habiendo cosas que no supiera de sus andaduras actuales. El rostro antes divertido, incluso cariñoso hacia él, se exponía ahora oscuro e indescriptible. Había algo en la forma en que James la miraba ahora mismo que le decía que iba a atender a una charla nada agradable para ella. En ese momento, se acercó un pobre mendigo pidiendo limosna a la pareja. Durante un instante Milenka ignoró sus ruegos, dándole -sin saberlo este- una oportunidad de alejarse. Como solía pasar con los simples mortales, aquella ocasión fue pasada por alto. De un movimiento rápido -sin dejar de mirar a James- giró la cabeza del hombre haciendo crujir su cuello, el siguiente sonido fue su peso muerto al chocar contra el suelo. - Habla. -
Rió ciertamente divertida con la pregunta de James, - A estas alturas, ¿de verdad crees que eres así por mi? - anidaba en él poca humanidad, pero más que en Milenka, y era consciente de que de tiempo en tiempo James se preguntaba ciertas cosas y su lado más humano maldecía a la bestia que guiaba sus pasos. - Yo te di el poder del que hoy disfrutas, te concedí la inmortalidad mon amour - deslizó las manos por el interior de su camisa acariciando su pecho y su espalda. Sólo con él podía rozar lo cariñoso, aunque difícilmente alcanzar a serlo. - Eres un sádico, estás hecho a imagen y semejanza de mi misma - podría dolerle no estar “respaldado” en su idea de que era Milenka la responsable de que saliera su lado más salvaje, pero la realidad era que él mismo en toda su naturaleza era así y lo disfrutaba. - ¿O me vas a decir que no tienes un cuarto de juegos aquí en Paris? - una sonrisa de triunfo se situó en sus labios, aquello era el jaque mate de la conversación. Antes de que ella llegara, antes de que volviera a buscarle, él ya se habría ocupado de hacerse con un lugar en el que desatar su demonio. Hizo fuerza con la espalda contra la pared para que los cuerpos unidos de ambos se movieran y James cargara con ella unos pasos por la acera antes de que volviera a posar los pies en el suelo, - ahora que están las cosas claras, y visto que no quieres llamar la atención... tenemos que alejarnos de tu ex-novia - señaló el cadáver con el pulgar por encima de su hombro, - y límpiame este desastre que has organizado en mi virginal rostro - aún estaba llena de sangre seca, producto de los besos anteriores. Una vez estando ambos impolutos, parecía que no habían roto un plato en su vida, empezaron a caminar de nuevo arropados por la noche parisina. Adivinó a James perdido en unos pensamientos que le abstraían de lo que le rodeaba, - ¿de qué o de quien se trata? - preguntó simplemente a sabiendas de que él se daría cuenta de por qué hacía semejante pregunta.
No era típico de James contestar con rapidez en temas que le costaba exponer a los demás, por lo que cuando Milenka no obtuvo una respuesta instantánea se paró en seco colando su cuerpo delante del de él. Algo pasaba, no sabía si bueno o malo, pero tenía que saberlo. No podía regresar a la vida de James habiendo cosas que no supiera de sus andaduras actuales. El rostro antes divertido, incluso cariñoso hacia él, se exponía ahora oscuro e indescriptible. Había algo en la forma en que James la miraba ahora mismo que le decía que iba a atender a una charla nada agradable para ella. En ese momento, se acercó un pobre mendigo pidiendo limosna a la pareja. Durante un instante Milenka ignoró sus ruegos, dándole -sin saberlo este- una oportunidad de alejarse. Como solía pasar con los simples mortales, aquella ocasión fue pasada por alto. De un movimiento rápido -sin dejar de mirar a James- giró la cabeza del hombre haciendo crujir su cuello, el siguiente sonido fue su peso muerto al chocar contra el suelo. - Habla. -
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
-He conocido a alguien- dijo ahora clavando la mirada en los ojos de Milenka. Destestaba el punto de inflexión que esa mujer tenía con todo el mundo. Para ella tenía que ser ahora, en el mismo momento de su apetencia, saltándose por alto lo que tu quisieras o necesitaras. Se quedó quieto esperando a que caminara sabiendo que la noticia no era buena para ella- Se llama Rania de Valois- le explicó dándole la informaición que siendo como era Milenka obtendría de cualquier rata de la ciudad.
-Y antes de que digas nada, te advierto Milenka. Que como vea que te acercas a ella, como vea si quiera un rastro de tu presencia a su alrededor, fundiré hasta mi última libra en cazarte y darte muerte- le amenazó. Quizás Milenka era una persona letal y un vampiro más antiguo que él, pero desde luego él era más rico, tenía más recursos burocráticos y seguía siendo más fuerte que ella. A excepción de los poderes que se manifestaban por sus milenios, físicamente eran iguales, pero James más corpulento y grande que ella- Procura respetar mis decisiones, como yo respeté las tuyas incluso cuando decidiste dejarme solo. Ya que los vampiros no saldan cuentas, sino que las olvidan, mujer- indicó al tiempo que caminaban con paso lento.
Le resultaba indescifrable el rostro de Milenka, no poseía el recurso de leer su pensamiento, ni de escudriñar lo que pensaba en las muecas casi inadvertidas de su rostro. Pero su carácter estaba compuesto por una polaridad explosiva, iba de un extremo a otro, o se enfadaría y todo se volvería un campo de batalla entre los dos, o pasaría del tema suponiendo que la existencia moral era un mero suspiro, en el que ella finalmente triunfaría a la muerte del nuevo capricho de James.
-Es...-se quedó quieto en silencio notando como las palabras y las sensaciones que parecían perdidas se empujaban las unas a las otras ne su cabeza y su boca. Apretó los puños en silencio y agachó la cabeza, como si fuera un mudo que necesitara gritar para pedir ayuda, para liberarse. James siempre había tenido más de demonio que de ángel caído, pero el hecho de Rania estuviera en su vida le había transformado en un "hombre" honorable- La he prometido cosas, que debo cumplir, te gusten o no- le informó y se quitó la cadena de su cuello, la llave de su mazmorra alargando el brazo para Milenka- El cuarto de juegos es tuyo- se lo otorgó como una ofrenda de paz, diciéndole que había renunciado al sadismo y la inmoralidad para divertirse en los años de vida que le quedaran a la muchacha mortal en un hombre. Sabía que le decepcionaría , pero quizás Milenka lo viera como un juego a largo plazo, una forma en que la decisión de James fuera también su tortura.
El hombre estaba en ascuas, estaba entre la espada y la pared, en mitad de las calles de París, de noche. No había ni un alma presente y solo los dos vampiros, las palabras de James y el silencio de Milenka parecían palparse en el aire.
-Y antes de que digas nada, te advierto Milenka. Que como vea que te acercas a ella, como vea si quiera un rastro de tu presencia a su alrededor, fundiré hasta mi última libra en cazarte y darte muerte- le amenazó. Quizás Milenka era una persona letal y un vampiro más antiguo que él, pero desde luego él era más rico, tenía más recursos burocráticos y seguía siendo más fuerte que ella. A excepción de los poderes que se manifestaban por sus milenios, físicamente eran iguales, pero James más corpulento y grande que ella- Procura respetar mis decisiones, como yo respeté las tuyas incluso cuando decidiste dejarme solo. Ya que los vampiros no saldan cuentas, sino que las olvidan, mujer- indicó al tiempo que caminaban con paso lento.
Le resultaba indescifrable el rostro de Milenka, no poseía el recurso de leer su pensamiento, ni de escudriñar lo que pensaba en las muecas casi inadvertidas de su rostro. Pero su carácter estaba compuesto por una polaridad explosiva, iba de un extremo a otro, o se enfadaría y todo se volvería un campo de batalla entre los dos, o pasaría del tema suponiendo que la existencia moral era un mero suspiro, en el que ella finalmente triunfaría a la muerte del nuevo capricho de James.
-Es...-se quedó quieto en silencio notando como las palabras y las sensaciones que parecían perdidas se empujaban las unas a las otras ne su cabeza y su boca. Apretó los puños en silencio y agachó la cabeza, como si fuera un mudo que necesitara gritar para pedir ayuda, para liberarse. James siempre había tenido más de demonio que de ángel caído, pero el hecho de Rania estuviera en su vida le había transformado en un "hombre" honorable- La he prometido cosas, que debo cumplir, te gusten o no- le informó y se quitó la cadena de su cuello, la llave de su mazmorra alargando el brazo para Milenka- El cuarto de juegos es tuyo- se lo otorgó como una ofrenda de paz, diciéndole que había renunciado al sadismo y la inmoralidad para divertirse en los años de vida que le quedaran a la muchacha mortal en un hombre. Sabía que le decepcionaría , pero quizás Milenka lo viera como un juego a largo plazo, una forma en que la decisión de James fuera también su tortura.
El hombre estaba en ascuas, estaba entre la espada y la pared, en mitad de las calles de París, de noche. No había ni un alma presente y solo los dos vampiros, las palabras de James y el silencio de Milenka parecían palparse en el aire.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
El gesto de la inmortal permaneció estático, si alguien hubiera tenido que adivinar si se trataba de una persona o de una estatua no hubiera sido capaz de saberlo. Vaya.. así que era eso, su pupilo creía ser capaz de amar. Este logró la total atención de Milenka, cosa -de hecho- muy poco habitual. Agradeció no tener que mover hilos para adivinar de quien se trataba. No le era familiar dicho apellido pero no sería difícil dar con ella si era necesario en algún momento, básicamente porque si se juntaba a James los problemas la seguirían allá donde fuere. Aquella historia, porque eso era para Milenka, era demasiado divertida como para hacer que se detuviera, por lo que fingiendo una cordialidad inexistente en ella permitió que siguiera hablando, incluso amenazándola -ahí sí llegó a sonreír, era increíblemente iluso a veces-. - Me parece fascinante - dijo recreándose en la tensión que acumulaba James por haberla confesado su relación con otra mujer, - sobre todo... porque siendo obvio tu pánico a que la ataque debo deducir que no sería capaz de defenderse - adivinó sin dificultad mostrando de nuevo esa sonrisa que jamás traía cosas buenas. - Una mortal - susurró con tono demasiado erótico para parecer natural. Acarició el pelo de su hijo con la diestra mientras la otra se acomodaba en su pecho, tan hermoso y tan poco dócil, tan irresponsable... No hizo comentario alguno acerca de su posible venganza si la hacía algo, la parecía obvio que no era necesaria para James una respuesta por su parte, sabía a la perfección que estaría lista para luchar contra el mismo demonio si iba a por ella.
Estaba perdido, lo notaba en su mirada, en su miedo -miedo que jamás había sentido en su vida de vampiro- y en la manera de hablar de aquella simple humana. En realidad le asqueaba profundamente que una especie tan baja como esa hubiera sido capaz de atrapar al que hasta ahora había sido el orgullo de Milenka pero, como todo, tenía varias soluciones. Bailaron por su mente mientras dejaba que su acompañante sufriera un rato más esperando un veredicto. Podía matarla y acabar con aquella tontería, a James se le acabaría pasando el enfado en unos años. Podía obligarla a suicidarse, así no podría ser culpada de su muerte... no, esa idea era demasiado fácil para Milenka, disfrutaba siendo la causante del dolor. O podía dejar que se divirtiera con su juguete nuevo, era ciertamente difícil que la fuera a convertir algún día -y si lo hacía ella no sería igual, no sería la mujer de la que se enamoró-. Por lo que dejando que la vida siguiera su curso tendría la victoria una vez más. James fue creado por y para ella, ambos lo sabían y no pensaba renunciar a él. Antes les mataría a ambos, pero eso... se lo guardaría para sí misma.
Negó con la cabeza y alzó la palma ante el ofrecimiento de la llave. - No necesito un cuarto escondido para asegurarme el placer y la sangre - contestó con tono dulce que chocaba con la mirada de la mayor, - además no creo que a tu dulce Rania le hiciera ilusión tenerme paseando desnuda por tu casa, ¿me equivoco? - se burló pasando la lengua por su propio labio inferior y luego mordiéndole cortando así la sonrisa que surgía salvaje en ellos. Él pensaba que se estaba liberando, que aquella joven era la solución a su forma de ser cuando en realidad iba a pasar cada año, mes, semana y día de la vida de la joven atormentado ante la mera idea de perderla. Suponía un entretenimiento tal para Milenka que no podía siquiera enfadarse por su falta de obediencia, - espero que disfrutes de tu pasatiempo - dijo simplemente sabiendo que él comprendería lo que suponía para ella tener solo que esperar a que algo la pasara a Rania. Una enfermedad sin cura, una mala caída, un hombre como en que la había asaltado a ella misma a la salida de la ópera... Continuó su camino ahora del brazo de James, dejando el tema aparcado pero deseosa de conocer el final de la historia surrealista en la que se había sumergido James.
- Vayamos a bailar - propuso de golpe, demasiada energía se acumulaba en su cuerpo en ese momento, ambos habían bebido y ahora ella estaba deseosa de divertirse, no creía que tanto él pero igual la daba. Guió sus pasos por la acera hasta una taberna en la que sonaba música, nada de gente refinada como la que habían conocido en la ópera si no hombres rudos y mujeres de dudosa clase. Hizo un gesto para que el conde pasara ante ella, no encajaban allí, lo que suscitó las miradas de los presentes y las sonrisas de sendos vampiros.
Estaba perdido, lo notaba en su mirada, en su miedo -miedo que jamás había sentido en su vida de vampiro- y en la manera de hablar de aquella simple humana. En realidad le asqueaba profundamente que una especie tan baja como esa hubiera sido capaz de atrapar al que hasta ahora había sido el orgullo de Milenka pero, como todo, tenía varias soluciones. Bailaron por su mente mientras dejaba que su acompañante sufriera un rato más esperando un veredicto. Podía matarla y acabar con aquella tontería, a James se le acabaría pasando el enfado en unos años. Podía obligarla a suicidarse, así no podría ser culpada de su muerte... no, esa idea era demasiado fácil para Milenka, disfrutaba siendo la causante del dolor. O podía dejar que se divirtiera con su juguete nuevo, era ciertamente difícil que la fuera a convertir algún día -y si lo hacía ella no sería igual, no sería la mujer de la que se enamoró-. Por lo que dejando que la vida siguiera su curso tendría la victoria una vez más. James fue creado por y para ella, ambos lo sabían y no pensaba renunciar a él. Antes les mataría a ambos, pero eso... se lo guardaría para sí misma.
Negó con la cabeza y alzó la palma ante el ofrecimiento de la llave. - No necesito un cuarto escondido para asegurarme el placer y la sangre - contestó con tono dulce que chocaba con la mirada de la mayor, - además no creo que a tu dulce Rania le hiciera ilusión tenerme paseando desnuda por tu casa, ¿me equivoco? - se burló pasando la lengua por su propio labio inferior y luego mordiéndole cortando así la sonrisa que surgía salvaje en ellos. Él pensaba que se estaba liberando, que aquella joven era la solución a su forma de ser cuando en realidad iba a pasar cada año, mes, semana y día de la vida de la joven atormentado ante la mera idea de perderla. Suponía un entretenimiento tal para Milenka que no podía siquiera enfadarse por su falta de obediencia, - espero que disfrutes de tu pasatiempo - dijo simplemente sabiendo que él comprendería lo que suponía para ella tener solo que esperar a que algo la pasara a Rania. Una enfermedad sin cura, una mala caída, un hombre como en que la había asaltado a ella misma a la salida de la ópera... Continuó su camino ahora del brazo de James, dejando el tema aparcado pero deseosa de conocer el final de la historia surrealista en la que se había sumergido James.
- Vayamos a bailar - propuso de golpe, demasiada energía se acumulaba en su cuerpo en ese momento, ambos habían bebido y ahora ella estaba deseosa de divertirse, no creía que tanto él pero igual la daba. Guió sus pasos por la acera hasta una taberna en la que sonaba música, nada de gente refinada como la que habían conocido en la ópera si no hombres rudos y mujeres de dudosa clase. Hizo un gesto para que el conde pasara ante ella, no encajaban allí, lo que suscitó las miradas de los presentes y las sonrisas de sendos vampiros.
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
Le sorprendió que Milenka tomara la decisión de no intervenir en su relación. Quizás porque ella lo contemplaba como un instrumento de mera diversión que acabaría tarde o temprano. Pero la verdad para James es que ella se mantendría al margen de todo lo que suponía Rania para él. Y sonrió con orgullo pues aquel acto de Milenka fue por primera vez un acto de empatía hacia otro y reaccionó con egoísmo y su carácter volcánico.
Milenka era una persona difícil a los ojos de James, difícil porque se trata de una persona que ha vivido mucho tiempo, que siendo mortal tuvo que buscarse la vida desde temprana edad y solo conoció un lado de la vida muy pobre, donde no abundaban los grandes salones y los modales. De hecho podría asegurar que Milenka sufría algún trastorno psicológico parecido a la bipolaridad, pues sus cambios de humor eran impredecibles y sus apetencias muchas veces sobrepasaban su razón. Pero sin duda era una persona que cuando algo quiere, le daba igual como conseguirlo, pero lo hacía.
James hizo una pasada rápida a todos los momentos que había pasado con ella, como le convirtió y era cierto que no podía culparle de haberle otorgado el don de la inmortalidad, pero ahora , desde que conoce a Rania se arrepiente ligeramente de ser inmortal, de no poder darle la familia que merece, eso dejó una grieta en el fondo de su corazón que no podría cubrir ninguna muestra de afecto que él le diera. De hecho temía que Rania en algún momento se fuera, en busca de otro hombre capaz de darle el futuro que se merecía. Pero era demasiado egoísta. No la dejaría marchar.
Fue la voz de Milenka la que le arrancó del limbo en el que se hallaba pensado, meditabundo aún siguió sus paso y sonrió con alegría al ver que Milenka prefería irse a bailar, que a cualquier otro sitio a destruir cualquier objeto bonito, cualquier superficie... era tan incomprensible, tan salvaje... James pasó por delante, agachando la cabeza para evitar darse con la cabeza con el dintel de la puerta de madera. Era una taberna, y casi su metro noventa no era normal en la época. Pero él se irguió una vez dentro y detrás de él apareció la figura elegante y misteriosa de Milenka que hizo que más de uno se girara hacia ellos. Claramente destacaban entre los demás, la belleza de su inmortalidad podía resaltar en cualquier estancia, su atractivo dolía para cualquier mortal que se sintiera algo mejor que los demás.
La estancia estaba algo desmejorada, muchos de los que estaban allí eran obreros de las minas, del puerto y otros lugares. Olía a la mezcla de residuos de todos los trabajos, a alcohol barato como cerveza y a sudor de hombre y mujer. El humo creaba una atmósfera que solo podía quedar coronada por esa música de arcodeón, violín con carácter alegre, en el que la gente saltaba y daba vueltas. Se notaba la alegría en el ambiente -No sabía que habíamos vuelto a tus orígenes- se inclinó hacia su oído para decirle por encima del mundanal ruido a Milenka con una sonris abierta refiriéndose a su pasado. Se aproximó a la barra de madera desgastada por tanto paso de gente y de tiempo y le indicó con el dedo dos- Dos Whiskys dobles, del mejor y más caro que tengas-le indicó al camarero apoyando el antebrazo en la barra y mirando a Milenka con una sonrisa- No quiero imaginarme cuál será el mejor Whisky que tiene este antro infernal- dijo riéndose con decoro, pues sus colmillos eran algo afilados y sobresalían de la normalidad del ambiente- Milenka, ya sabes que yo no bailo- le indicó recogiendo los vasos de cristal con el líquido ambarino que indicaba un sabor seco como el desierto. Eso iba a quemar, seguro. Se aproximó a Milenka y le entregó un vaso- Chin- dijo en francés mientras elevó como su vaso a modo de brindis hacia Milenka- Por tu regreso, cherié- y una vez finalizó también lo hizo el contenido en su boca de un solo trago. Cerró el ojo derecho al descubrir ese sabor y miró a Milenka ahora carcajeándose abiertamente- ¿Sabes?A esto lo llama Whisky...- movió la cabeza en clara negativa y decepción- Es la primera vez que me decepciona el whisky. Estoy desolado-le indicó.
Milenka era una persona difícil a los ojos de James, difícil porque se trata de una persona que ha vivido mucho tiempo, que siendo mortal tuvo que buscarse la vida desde temprana edad y solo conoció un lado de la vida muy pobre, donde no abundaban los grandes salones y los modales. De hecho podría asegurar que Milenka sufría algún trastorno psicológico parecido a la bipolaridad, pues sus cambios de humor eran impredecibles y sus apetencias muchas veces sobrepasaban su razón. Pero sin duda era una persona que cuando algo quiere, le daba igual como conseguirlo, pero lo hacía.
James hizo una pasada rápida a todos los momentos que había pasado con ella, como le convirtió y era cierto que no podía culparle de haberle otorgado el don de la inmortalidad, pero ahora , desde que conoce a Rania se arrepiente ligeramente de ser inmortal, de no poder darle la familia que merece, eso dejó una grieta en el fondo de su corazón que no podría cubrir ninguna muestra de afecto que él le diera. De hecho temía que Rania en algún momento se fuera, en busca de otro hombre capaz de darle el futuro que se merecía. Pero era demasiado egoísta. No la dejaría marchar.
Fue la voz de Milenka la que le arrancó del limbo en el que se hallaba pensado, meditabundo aún siguió sus paso y sonrió con alegría al ver que Milenka prefería irse a bailar, que a cualquier otro sitio a destruir cualquier objeto bonito, cualquier superficie... era tan incomprensible, tan salvaje... James pasó por delante, agachando la cabeza para evitar darse con la cabeza con el dintel de la puerta de madera. Era una taberna, y casi su metro noventa no era normal en la época. Pero él se irguió una vez dentro y detrás de él apareció la figura elegante y misteriosa de Milenka que hizo que más de uno se girara hacia ellos. Claramente destacaban entre los demás, la belleza de su inmortalidad podía resaltar en cualquier estancia, su atractivo dolía para cualquier mortal que se sintiera algo mejor que los demás.
La estancia estaba algo desmejorada, muchos de los que estaban allí eran obreros de las minas, del puerto y otros lugares. Olía a la mezcla de residuos de todos los trabajos, a alcohol barato como cerveza y a sudor de hombre y mujer. El humo creaba una atmósfera que solo podía quedar coronada por esa música de arcodeón, violín con carácter alegre, en el que la gente saltaba y daba vueltas. Se notaba la alegría en el ambiente -No sabía que habíamos vuelto a tus orígenes- se inclinó hacia su oído para decirle por encima del mundanal ruido a Milenka con una sonris abierta refiriéndose a su pasado. Se aproximó a la barra de madera desgastada por tanto paso de gente y de tiempo y le indicó con el dedo dos- Dos Whiskys dobles, del mejor y más caro que tengas-le indicó al camarero apoyando el antebrazo en la barra y mirando a Milenka con una sonrisa- No quiero imaginarme cuál será el mejor Whisky que tiene este antro infernal- dijo riéndose con decoro, pues sus colmillos eran algo afilados y sobresalían de la normalidad del ambiente- Milenka, ya sabes que yo no bailo- le indicó recogiendo los vasos de cristal con el líquido ambarino que indicaba un sabor seco como el desierto. Eso iba a quemar, seguro. Se aproximó a Milenka y le entregó un vaso- Chin- dijo en francés mientras elevó como su vaso a modo de brindis hacia Milenka- Por tu regreso, cherié- y una vez finalizó también lo hizo el contenido en su boca de un solo trago. Cerró el ojo derecho al descubrir ese sabor y miró a Milenka ahora carcajeándose abiertamente- ¿Sabes?A esto lo llama Whisky...- movió la cabeza en clara negativa y decepción- Es la primera vez que me decepciona el whisky. Estoy desolado-le indicó.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
Los cambios de humor de Milenka eran bien conocidos por James, tan pronto estaba descuartizando a un hombre por el puro placer que le generaba el dolor y la sangre, como decidía que quería bailar hasta desfallecer. Aquel lugar era, en aquel momento, lo que necesitaba. Lúgubre, sucio, maloliente y lleno de personas que valían para ella menos que una rata. - ¿No es perfecto? - preguntó como si de una niña se tratara. Seguramente un experto en la materia le diagnosticaría un transtorno bipolar y algo esquizofrénico, pero no era un problema para ella; si no más bien para los que la rodeaban. Nadie escapaba a sus colmillos. La dama blanca era conocida por su sadismo y crueldad y nadie la enfrentaba dos veces. Si escapaban de ella en un primer enfrentamiento aprendian la lección y si no lo hacían... bueno estaban muertos. La posición de James a su lado remarcaba la superioridad que ambos sentían respecto a los mortales que atiborraban la tasca. ¡Por todos los infiernos qué mal olían! En ocasiones como aquella sus sentidos desarrollados le sobraban, podía percibir el olor a sexo de las putas que bailaban de mesa en mesa, el olor a sudor de los marineros y jornaleros que chocaban sus cervezas sobre las mesas derramando el líquido que se fundía -en el suelo- con toda clase de porquería formando una masilla que podía resultar más apestosa que los mismos excrementos.
- Mis orígenes... - la hiperactividad en su mente se detuvo por completo, tratando de recordar aquella vida que años atrás vivió. Los asaltos a los pueblos costeros, las matanzas a los pueblos que se somentían a la dominación de su gente, de "Los Vikingos". Vaya que había disfrutado aquella etapa... En realidad, Milenka siempre se había salido de los patrones establecidos. La lucha, los ataques, todo eso estaba reservado principalmente para los hombres pero aquella no había sido nunca una mujer normal. Era imposible domarla y todos acababan por aprenderlo. - Estos desgraciados no saben lo que es el orgullo, la guerra o el placer de someter a un rival - siseó molesta por la comparación de James. No conocía a nadie que se pudiera igualar a ella, se tenía demasiada estima y su hijo había vuelto a despertar a la bestia. En ese instante el odio por la raza humana resurgía en su interior. No les soportaba, tan débiles, tan simples, tan patéticos... Tomó el vaso de whisky sin hacerle más caso del merecido mientras escuchaba el comentario de James sobre lo pobre que era la calidad de dicha bebida. Sonrió ante aquellas palabras del vampiro, "su regreso". Era cierto, había regresado y en realidad no lo habían celebrado aún. ¿Qué? Habían matado a dos personas esa noche... Eso no era nada en comparación a las noches que habían disfrutado antaño.
Giró la cara hacia James con una sonrisa demasiado amplia como para denotar algo bueno. Esta la conocía, sabía perfectamente que algo estaba por llegar y la postura había cambiado. Notaba el cuerpo ajeno alerta y eso la produjo una corriente de placer que recorrió su cuerpo por completo. La idea estaba clara, nadie saldría con vida de la taberna. Los ojos de la vampira tenían ya un fulgor rojo que no podía pasar inadvertido y sus colmillos clamaban por sangre. Sangre que se agolpaba en los pechos, cuellos.. cuerpos de todos los presentes. Aquello saldría en la crónica del día siguiente y mandaría el recorte del periódico a casa de James como recuerdo. - Por los viejos tiempos, por nosotros y por el futuro que nos espera - la malicia estaba implícita en aquella última promesa que estaba segura de que James comprendería. Selló aquella cacería con un beso profundo y demoledor que esperaba hubiera ayudado a despertar al demonio que James no podía controlar con ella a su lado. - A cazar Demon - gruño antes de lanzarse a por el primero de aquellos hombres desgarrando su cuello de un sólo bocado.
Los gritos no eran si no un afrodisíaco para sus oídos, se deleitaba de placer con el dolor ajeno. La sangre resbalada por cada cuerpo mutilado, formando una superficie roja que cubría todo el suelo. Los que seguían con vida lloraban y suplicaban clemencia, desconocedores de que estaban tratando con la pareja más sádica -probablemente- de todo París. En ocasiones sólo rompía el cuello de quienes corrían hacia la salida, en otras dedicaba tiempo a una tortura lenta y dolorosa, mutilando partes de su cuerpo hasta que caían desmayados presas del dolor. En cualquier caso, aquella velada bien la tenían merecida ambos. Buscó con la mirada a James y lo encontró cubierto de sangre ajena, la boca roja y chorreando llamaba a ser lamida y atendida. No había hombre a quien Milenka deseara con el fervor que él conseguía despertar en ella.
- Mis orígenes... - la hiperactividad en su mente se detuvo por completo, tratando de recordar aquella vida que años atrás vivió. Los asaltos a los pueblos costeros, las matanzas a los pueblos que se somentían a la dominación de su gente, de "Los Vikingos". Vaya que había disfrutado aquella etapa... En realidad, Milenka siempre se había salido de los patrones establecidos. La lucha, los ataques, todo eso estaba reservado principalmente para los hombres pero aquella no había sido nunca una mujer normal. Era imposible domarla y todos acababan por aprenderlo. - Estos desgraciados no saben lo que es el orgullo, la guerra o el placer de someter a un rival - siseó molesta por la comparación de James. No conocía a nadie que se pudiera igualar a ella, se tenía demasiada estima y su hijo había vuelto a despertar a la bestia. En ese instante el odio por la raza humana resurgía en su interior. No les soportaba, tan débiles, tan simples, tan patéticos... Tomó el vaso de whisky sin hacerle más caso del merecido mientras escuchaba el comentario de James sobre lo pobre que era la calidad de dicha bebida. Sonrió ante aquellas palabras del vampiro, "su regreso". Era cierto, había regresado y en realidad no lo habían celebrado aún. ¿Qué? Habían matado a dos personas esa noche... Eso no era nada en comparación a las noches que habían disfrutado antaño.
Giró la cara hacia James con una sonrisa demasiado amplia como para denotar algo bueno. Esta la conocía, sabía perfectamente que algo estaba por llegar y la postura había cambiado. Notaba el cuerpo ajeno alerta y eso la produjo una corriente de placer que recorrió su cuerpo por completo. La idea estaba clara, nadie saldría con vida de la taberna. Los ojos de la vampira tenían ya un fulgor rojo que no podía pasar inadvertido y sus colmillos clamaban por sangre. Sangre que se agolpaba en los pechos, cuellos.. cuerpos de todos los presentes. Aquello saldría en la crónica del día siguiente y mandaría el recorte del periódico a casa de James como recuerdo. - Por los viejos tiempos, por nosotros y por el futuro que nos espera - la malicia estaba implícita en aquella última promesa que estaba segura de que James comprendería. Selló aquella cacería con un beso profundo y demoledor que esperaba hubiera ayudado a despertar al demonio que James no podía controlar con ella a su lado. - A cazar Demon - gruño antes de lanzarse a por el primero de aquellos hombres desgarrando su cuello de un sólo bocado.
Los gritos no eran si no un afrodisíaco para sus oídos, se deleitaba de placer con el dolor ajeno. La sangre resbalada por cada cuerpo mutilado, formando una superficie roja que cubría todo el suelo. Los que seguían con vida lloraban y suplicaban clemencia, desconocedores de que estaban tratando con la pareja más sádica -probablemente- de todo París. En ocasiones sólo rompía el cuello de quienes corrían hacia la salida, en otras dedicaba tiempo a una tortura lenta y dolorosa, mutilando partes de su cuerpo hasta que caían desmayados presas del dolor. En cualquier caso, aquella velada bien la tenían merecida ambos. Buscó con la mirada a James y lo encontró cubierto de sangre ajena, la boca roja y chorreando llamaba a ser lamida y atendida. No había hombre a quien Milenka deseara con el fervor que él conseguía despertar en ella.
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
La conciencia de James estaba dividida, quizás Milenka fuera algo bipolar o tuviera algún transtorno emocional que se limitase a solventar sus apetencias más primitivas. Era una hedonista. Pero el caso de James era mucho más particular, notaba que en su interior había una presencia oscura, el demonio que llevaba dentro, el que tomaba las riendas en su cerebro para mandar a su cuerpo obrar y matar. Era ese instinto primitivo de su condición natural el que se había hecho con el lugar en su cabeza.
Cuando vio a Milenka abalanzarse sobre el primer manjar de la noche, no se esperaba que con "bailar" su compañera se refiera a matar, cruel y vilmente a aquellos pobres obreros, que habían tenido la mala suerte de salir esa misma noche en que los dos vampiros se habían dedicado a socializar... y cómo. La melena oscura de Milenka brillaba con la luz, de la misma manera que la sangre lo hacía sobre la madera del establecimiento. Aquella sala parecía una recreación de las atrocidades que un viejo conocido le ilustraba en sus deseos más oscuros.
James se recordó así mismo en una taberna, quizás de mejor aspecto que en la que se encontraban. Pero lo importante aquel aquel desconocido, hablaba de la medicina con pasión enfermiza. Cuando descubrió el grado de sadismo que tenía James, empezaron a entablar una relación de amistad muy cercana que en Escocia, llegaron a cometer atrocidades a mujeres. James sentía el deseo sobre las mujeres de alta cuna, pero él... sobre las de baja y su explicación fue la de un perfecto asesino "Porque de ellas nadie se preocupa". El doctor le enseñó a hacer los cortes, las incisiones y el cómo hacerlo...era tan meticuloso como sádico y James tenía una gran admiración por él. Por Jack, quizás su único amigo de verdad. Aunque joven. Fue al único hombre al que convirtió en un ser inmortal. Quizás fuera eso lo que Milenka viera en James, un asesino en potencia, pero ahora la situación se torció sórdida y sangrienta. El destripador parecía haber entrado en escena, como una somrba camuflada entre los dos vampiros, amputando y desangrando a la gente. Pero la única diferencia, es que el doctor era meticuloso en su trabajo y pulcro... Milenka no lo era. Milenka se regocijaba en la ambrosía vampírica que salía a borbotones del cuello, porque esa maestra asesina, tenía las uñas afiladas y perfiladas perfectamente para cortar las venas más importantes. Sabía que la sangre podía caer y derramarse lentamente como el rocío en el bosque. O a borbotones como una cascada y esa noche parecían animales furiosos con el mundo.
Cuando James recobró el sentido, lleno de sangre como ella, recogió el aire limpio que pudo en su boca notando la pastosidad de la sangre y después miró a su alrededor- Dios...Milenka. Esto saldrá en los periódicos, no podemos camuflarlo o enterrarlo- se giró sobre sí mismo intentando hacer un recuento rápido, pero fue una tarea imposible, porque las partes abiertas y desmembradas de la gente le distraía - ¿Qué diablos hacemos? París está que arde, los cazadores están buscando a los sobre naturales para matarnos y la policía busca a las personas que hacen estas atrocidades- se relamió y descubrió que aún tenía sangre en la boca- Prenderlo fuego...- se dijo así mismo mientras buscaba una solución plausible. ¿Quién podía decirle a James que el fuego encubriría más de uno de sus errores o fechorías nocturnas?
Se quedó de pie, impasible, entre una montaña de cadáveres, como su fiera un Dios entre los mortales y se quedó mirando a su compañera, que despertaba a aquel demonio interno que él mismo conocía y después se quedó expectante, esperando una solución o una respuesta a su idea - ¿Milenka?-
Cuando vio a Milenka abalanzarse sobre el primer manjar de la noche, no se esperaba que con "bailar" su compañera se refiera a matar, cruel y vilmente a aquellos pobres obreros, que habían tenido la mala suerte de salir esa misma noche en que los dos vampiros se habían dedicado a socializar... y cómo. La melena oscura de Milenka brillaba con la luz, de la misma manera que la sangre lo hacía sobre la madera del establecimiento. Aquella sala parecía una recreación de las atrocidades que un viejo conocido le ilustraba en sus deseos más oscuros.
James se recordó así mismo en una taberna, quizás de mejor aspecto que en la que se encontraban. Pero lo importante aquel aquel desconocido, hablaba de la medicina con pasión enfermiza. Cuando descubrió el grado de sadismo que tenía James, empezaron a entablar una relación de amistad muy cercana que en Escocia, llegaron a cometer atrocidades a mujeres. James sentía el deseo sobre las mujeres de alta cuna, pero él... sobre las de baja y su explicación fue la de un perfecto asesino "Porque de ellas nadie se preocupa". El doctor le enseñó a hacer los cortes, las incisiones y el cómo hacerlo...era tan meticuloso como sádico y James tenía una gran admiración por él. Por Jack, quizás su único amigo de verdad. Aunque joven. Fue al único hombre al que convirtió en un ser inmortal. Quizás fuera eso lo que Milenka viera en James, un asesino en potencia, pero ahora la situación se torció sórdida y sangrienta. El destripador parecía haber entrado en escena, como una somrba camuflada entre los dos vampiros, amputando y desangrando a la gente. Pero la única diferencia, es que el doctor era meticuloso en su trabajo y pulcro... Milenka no lo era. Milenka se regocijaba en la ambrosía vampírica que salía a borbotones del cuello, porque esa maestra asesina, tenía las uñas afiladas y perfiladas perfectamente para cortar las venas más importantes. Sabía que la sangre podía caer y derramarse lentamente como el rocío en el bosque. O a borbotones como una cascada y esa noche parecían animales furiosos con el mundo.
Cuando James recobró el sentido, lleno de sangre como ella, recogió el aire limpio que pudo en su boca notando la pastosidad de la sangre y después miró a su alrededor- Dios...Milenka. Esto saldrá en los periódicos, no podemos camuflarlo o enterrarlo- se giró sobre sí mismo intentando hacer un recuento rápido, pero fue una tarea imposible, porque las partes abiertas y desmembradas de la gente le distraía - ¿Qué diablos hacemos? París está que arde, los cazadores están buscando a los sobre naturales para matarnos y la policía busca a las personas que hacen estas atrocidades- se relamió y descubrió que aún tenía sangre en la boca- Prenderlo fuego...- se dijo así mismo mientras buscaba una solución plausible. ¿Quién podía decirle a James que el fuego encubriría más de uno de sus errores o fechorías nocturnas?
Se quedó de pie, impasible, entre una montaña de cadáveres, como su fiera un Dios entre los mortales y se quedó mirando a su compañera, que despertaba a aquel demonio interno que él mismo conocía y después se quedó expectante, esperando una solución o una respuesta a su idea - ¿Milenka?-
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
El control sobre los cuerpos ajenos generaba un constante frenesí en la vampira. Totalmente incapaz de detenerse, mordió, arañó, degolló y bebió hasta que no quedó persona con vida en aquella tasca inmunda. James parecía haber disfrutado también y es que cuando estaba con ella no tenía escapatoria y Milenka lo disfrutaba sobremanera. El lado humano de James salía a relucir cuando trataba temas de su condado o incluso en fiestas sociales, pero cuando ella le guiaba sacaba a relucir al vampiro que realmente era. Nunca comprendió el motivo por el cual aún se negaba a vivir su condición con libertad. A veces creía que James tenía miedo a la sociedad, a no encajar o a los cazadores que aumentaban por todo el mundo. Varias hipótesis vagaban por la mente de Milenka cuando pensaba en su pupilo, pero una cosa estaba clara disfrutaba al verle libre junto a ella y eso era lo que le deparaba el futuro.
Rodó los ojos en cuanto James abrió la boca, ahí estaba de nuevo el hombre temeroso. No lo soportaba y con ganas le arrancaría la cabeza, pero era con el único que se obligaba a controlarse de vez en cuando. ¿Por qué habían de preocuparse de lo que saliera en los periódicos? Eran inmortales y podrían matar a quien se les pusiera delante. Milenka jamás había temido a nada y menos a los humanos, simples criaturas de las que alimentarse y presas fáciles para sus juegos sádicos. Despacio caminó hasta su compañero, pisando los cadáveres que se apilaban a sus pies, y se quedó a un escaso centímetro de sus labios.
La sangre la excitaba y la visión que les rodeaba aún más, podría hacerle suyo repetidas veces pero una vez más contuvo -a su pesar- sus instintos para hablar. - Me da igual lo que digan los periódicos -, susurró con voz cadenciosa mientras pasaba los dedos por el rostro ajeno recogiendo la sangre fresca que aún goteaba hasta sus labios, - los humanos son incapaces de sumar dos más dos - se burló señalando los cadáveres, - ni siquiera sabrán que esto lo han hecho dos personas, culparán de ello a cualquiera para acallar el temor de la plebe - explicó siendo ya conocedora del poco poder de la policía en casos como ese. No era la primera vez que llevaba a cabo una matanza semejante y jamás habían llegado siquiera a sospechar que se trataba de una mujer. Sonrió con claro aire de superioridad y con fuerza clavó el tacón de uno de sus zapatos en la sien del hombre que estaba tirado bajo ella. - Son basura. Son desechables. No se merecen una pizca de esfuerzo. -
Sin embargo el aire consternado de James hizo que un gesto de las manos de Milenka le demostrara que se daba por vencida. - ¿Quieres prenderle fuego? Hazlo - dijo con tono seco. Se alejó de su lado y abrió la puerta del local, de manera relajada, dejando que el aire entrara y el espectáculo quedara a la vista. Sabía que eso sacaría de sus casillas a James por lo que sonrió de espalda a él.
Cuando pensaba que nada podía ir a peor vislumbró a un agente de policía acercándose a la acera. Dedicó a James una sonrisa por encima del hombro antes de llamar la atención del agente que se quedó helado al ver la escena. Milenka sin esfuerzo le hizo entrar y cerró las puertas de nuevo. - Veamos agente... Qué situación más tensa. Mi amigo y yo hemos salido de fiesta y se nos ha ido un poco de las manos - explicó dando vueltas a su alrededor y mirando a James divertida. - Pero ahora tenemos que salir de esta sin dejar rastro porque verá mi amigo es el conde de Escocia - ya estaba, no había vuelta atrás. El pobre hombre no sabía qué hacer y James no podía dejar con vida a quien conocía la identidad del asesino de todas aquellas personas. Con suavidad empujó al mortal hacia el vampiro, apoyándose a continuación en la pared para ver el espectáculo. - Demon... - susurró como invitación a que acabara con otra vida humana. A cada persona que mataba James se hundía un poco más en su no-humanidad. Erótica pura.
Rodó los ojos en cuanto James abrió la boca, ahí estaba de nuevo el hombre temeroso. No lo soportaba y con ganas le arrancaría la cabeza, pero era con el único que se obligaba a controlarse de vez en cuando. ¿Por qué habían de preocuparse de lo que saliera en los periódicos? Eran inmortales y podrían matar a quien se les pusiera delante. Milenka jamás había temido a nada y menos a los humanos, simples criaturas de las que alimentarse y presas fáciles para sus juegos sádicos. Despacio caminó hasta su compañero, pisando los cadáveres que se apilaban a sus pies, y se quedó a un escaso centímetro de sus labios.
La sangre la excitaba y la visión que les rodeaba aún más, podría hacerle suyo repetidas veces pero una vez más contuvo -a su pesar- sus instintos para hablar. - Me da igual lo que digan los periódicos -, susurró con voz cadenciosa mientras pasaba los dedos por el rostro ajeno recogiendo la sangre fresca que aún goteaba hasta sus labios, - los humanos son incapaces de sumar dos más dos - se burló señalando los cadáveres, - ni siquiera sabrán que esto lo han hecho dos personas, culparán de ello a cualquiera para acallar el temor de la plebe - explicó siendo ya conocedora del poco poder de la policía en casos como ese. No era la primera vez que llevaba a cabo una matanza semejante y jamás habían llegado siquiera a sospechar que se trataba de una mujer. Sonrió con claro aire de superioridad y con fuerza clavó el tacón de uno de sus zapatos en la sien del hombre que estaba tirado bajo ella. - Son basura. Son desechables. No se merecen una pizca de esfuerzo. -
Sin embargo el aire consternado de James hizo que un gesto de las manos de Milenka le demostrara que se daba por vencida. - ¿Quieres prenderle fuego? Hazlo - dijo con tono seco. Se alejó de su lado y abrió la puerta del local, de manera relajada, dejando que el aire entrara y el espectáculo quedara a la vista. Sabía que eso sacaría de sus casillas a James por lo que sonrió de espalda a él.
Cuando pensaba que nada podía ir a peor vislumbró a un agente de policía acercándose a la acera. Dedicó a James una sonrisa por encima del hombro antes de llamar la atención del agente que se quedó helado al ver la escena. Milenka sin esfuerzo le hizo entrar y cerró las puertas de nuevo. - Veamos agente... Qué situación más tensa. Mi amigo y yo hemos salido de fiesta y se nos ha ido un poco de las manos - explicó dando vueltas a su alrededor y mirando a James divertida. - Pero ahora tenemos que salir de esta sin dejar rastro porque verá mi amigo es el conde de Escocia - ya estaba, no había vuelta atrás. El pobre hombre no sabía qué hacer y James no podía dejar con vida a quien conocía la identidad del asesino de todas aquellas personas. Con suavidad empujó al mortal hacia el vampiro, apoyándose a continuación en la pared para ver el espectáculo. - Demon... - susurró como invitación a que acabara con otra vida humana. A cada persona que mataba James se hundía un poco más en su no-humanidad. Erótica pura.
Milenka Mayfair- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/06/2015
Re: La dame blanche || Priv. James Ruthven || posible +18 violento
En el interior de James ahora su humanidad mantenía un incansable juicio y posterior castigo de su demonio interior. No era humano, pero tenía su vida, tenía cosas que perder, tenía responsabilidades y sobre todo, tenía principios. El problema de aquella discusión es que el demonio, al igual que Milenka, no tenían los mismos que el. El fuego le pareció una solución plausible para soliviantar aquella noche de acontecimientos trágicos, lascivos y sanguinolientos que se fueron produciendo. Con Milenka parecía todo un efecto dominó, pero con consecuencias devastadoras.
Era como las Valquirias vikingas, aquellas que salían en las crónicas religiosas y paganas de los bárbaros del norte, la mitología nórdica. Pero por supuesto que Milenka era eso y aún mucho más. Aquella mujer era digna hasta de los sacrificios paganos que hacían civilizaciones antiguas. Si Milenka hubiera sido convertida mucho antes, casi al inicio de los tiempos, cuando el ser humano se planteaba las preguntas existenciales que dieron lugar a la religión; Milenka sería una diosa de la destrucción, del pecado y la lascivia. De la carne, la sangre y la putrefacción. Una de aquellas diosas que es mejor tener contentas y que no la importa ser amada mientras sea temida. Allí residía la diferencia entre James y Milenka.
Milenka sabía lo que era la guerra, el hambre, el sobrevivir matando si hacía falta. Se había hecho con el poder mediante las armas femeninas de las que disponía. Era una luchadora, una mujer que seguramente estaba adelantada su tiempo. Mientras que James, nació en el seno de una familia noble, en Escocia. Su abuelo y su padre fueron condes antes que él y le dieron la mejor educación que pudieron, de hecho nadie diría que James es una persona ignorante. Pero también tenía una personalidad conforme, desde joven fue educado en el mantenimiento y las responsabilidades que un título nobiliario significaban. Tenía que ser justo, tenía que impartir justicia, adecentar y cuidar a las personas que confiaban en ellos. Sobre todo a las que habían trabajado para conseguir su fortuna y luchaban día a día por mantenerlo. Su vena altruista eran las sobras que quedaban de su humanidad, pero él debía mantenerlo, porque era parte de sí mismo. Algo que Milenka nunca entendería.
Cuando sintió el rostro de Milenka a escasos centímetros, el olor ácido de la sangre le hizo flaquear en un momento de debilidad, pero se mantuvo firme y apretó la mandíbula cuando Milenka comenzó a dar aquel soliloquio sobre los humanos, lo prescindibles que eran en el mundo. Sonrió para sí mismo, no era tan drástico ni dramático como podía verlo Milenka, las cosas tenían matices entre las decisiones de blanco y negro. Para empezar, el hecho de que ellos fueran más poderosos y fueran una raza inmortal, tenían una debilidad por la necesidad de sangre para sobrevivir. No podían acabar con ellos por placer así como así, ni podían estar alejados de ellos. Debían aprender a estar en sociedad, a camuflarse como unos lobos con piel de corderos, y engatusar y engañar a sus presas para poder robar su vida para prolongar la suya. Si la vida mortal era una ironía, la de los vampiros era puro egoísmo.
-No puedo permitirte que hables así de los humanos-dijo suavemente, si ella se enfadaba con él por su humanidad, el se enfadaba con ella por su desdén y desprecio por los humanos. Por su mente, como un destello apareció el rostro de Rania, la chica a la que estaba conociendo y su debilidad y humanidad eran los puntos fuertes que le atraían – A mi me gustan los humanos, son personas a las que necesito a mi lado. Y no se te olvide que tú también las necesitas para sobrevivir. Estoy cansado de esta mierda, Milenka. Soy un puto demonio cuando estás cerca- recriminó en su cara. Pero al ver que esta se alejaba del bar no se esperaba que invitara a su pérfida y dramática velada a un oficial de policía.
Sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros y no había vuelta atrás. Aquella insufrible y majestuosa mujer se las había ingeniado no solo para hacerle matar casi a medio barrio obrero, si no que además se las ingenió para involucrar a un agente de policía y ahora dejaba todo en manos de su instinto. Cuando la despedida de Milenka resonó en sus tímpanos y el policía elevaban su arma James sabía que no había marcha atrás.
8 segundos. En el primer segundo James descubrió la mirada del hombre que apuntaba hacia el un arma cargada. En el siguiente segundo James se agachó viendo como la bala pasaba por encima de su cabeza mientras avanzaba hasta él con una velocidad sobrehumana. En el abrir y cerrar de ojos del tercer segundo James desarmó al hombre y la pistola cayó al suelo, disparándose de nuevo. Esto hizo que el hombre buscara el ruido y la proyección de la bala, para encontrar entre sangre, vísceras y miembros desmembrados, el arma que había perdido. 7 segundos y James se lanzó sobre él con energía, como si se tratara de un yunque de acero cayendo sobre un hombre, lanzándolo en el suelo y hundiendo sus dientes en el cuello, desgarrando su garganta más parecido al mordisco de un animal que al de un vampiro. Sus ojos estaban rojos, ávidos de sangre y se irguió como el monstruo que era. Si hubiera tenido corazón se hubiera roto en ese momento, sintió odio, temor y vergüenza de sí mismo y comprendió que en 8 segundos vendió su alma al diablo.
James enfadado miró a Milenka con odio y con ira, la odiaba en ese momento. Le ardían las entrañas de odio y cogió el farol encendido que colgaba cerca de la columna de su lado y derramó todo el aceite que contenía en su interior- Porque te debo mi vida, Milenka. Pero si por mi fuera, esta noche. Tu cuerpo se sumaría al de estos, entre las llamas- Salió del lugar sacando una caja pequeña de fósforos que encendió con rapidez y espero a que esta saliera para lanzar al interior, al charco oleoso , la cerilla que haría combustión y consumiría el escenario de aquel crimen. Se acercó hasta Milenka y la cogió del cuello llevándola contra la pared más próxima, con su mano libre señaló su rostro- Esta noche nunca ha pasado. ¿Me oyes? Esta es la última noche que contarás conmigo para esta barbarie. Cuando dejes de comportarte como una salvaje, volveré a mirarte a la cara- la dejó y se alejó de ella sintiéndose lo más rastrero del mundo. Y dedicando una mirada de odio reprimido a Milenka- ¿Por qué me obligas a ser como tu, si no lo soy?
Era como las Valquirias vikingas, aquellas que salían en las crónicas religiosas y paganas de los bárbaros del norte, la mitología nórdica. Pero por supuesto que Milenka era eso y aún mucho más. Aquella mujer era digna hasta de los sacrificios paganos que hacían civilizaciones antiguas. Si Milenka hubiera sido convertida mucho antes, casi al inicio de los tiempos, cuando el ser humano se planteaba las preguntas existenciales que dieron lugar a la religión; Milenka sería una diosa de la destrucción, del pecado y la lascivia. De la carne, la sangre y la putrefacción. Una de aquellas diosas que es mejor tener contentas y que no la importa ser amada mientras sea temida. Allí residía la diferencia entre James y Milenka.
Milenka sabía lo que era la guerra, el hambre, el sobrevivir matando si hacía falta. Se había hecho con el poder mediante las armas femeninas de las que disponía. Era una luchadora, una mujer que seguramente estaba adelantada su tiempo. Mientras que James, nació en el seno de una familia noble, en Escocia. Su abuelo y su padre fueron condes antes que él y le dieron la mejor educación que pudieron, de hecho nadie diría que James es una persona ignorante. Pero también tenía una personalidad conforme, desde joven fue educado en el mantenimiento y las responsabilidades que un título nobiliario significaban. Tenía que ser justo, tenía que impartir justicia, adecentar y cuidar a las personas que confiaban en ellos. Sobre todo a las que habían trabajado para conseguir su fortuna y luchaban día a día por mantenerlo. Su vena altruista eran las sobras que quedaban de su humanidad, pero él debía mantenerlo, porque era parte de sí mismo. Algo que Milenka nunca entendería.
Cuando sintió el rostro de Milenka a escasos centímetros, el olor ácido de la sangre le hizo flaquear en un momento de debilidad, pero se mantuvo firme y apretó la mandíbula cuando Milenka comenzó a dar aquel soliloquio sobre los humanos, lo prescindibles que eran en el mundo. Sonrió para sí mismo, no era tan drástico ni dramático como podía verlo Milenka, las cosas tenían matices entre las decisiones de blanco y negro. Para empezar, el hecho de que ellos fueran más poderosos y fueran una raza inmortal, tenían una debilidad por la necesidad de sangre para sobrevivir. No podían acabar con ellos por placer así como así, ni podían estar alejados de ellos. Debían aprender a estar en sociedad, a camuflarse como unos lobos con piel de corderos, y engatusar y engañar a sus presas para poder robar su vida para prolongar la suya. Si la vida mortal era una ironía, la de los vampiros era puro egoísmo.
-No puedo permitirte que hables así de los humanos-dijo suavemente, si ella se enfadaba con él por su humanidad, el se enfadaba con ella por su desdén y desprecio por los humanos. Por su mente, como un destello apareció el rostro de Rania, la chica a la que estaba conociendo y su debilidad y humanidad eran los puntos fuertes que le atraían – A mi me gustan los humanos, son personas a las que necesito a mi lado. Y no se te olvide que tú también las necesitas para sobrevivir. Estoy cansado de esta mierda, Milenka. Soy un puto demonio cuando estás cerca- recriminó en su cara. Pero al ver que esta se alejaba del bar no se esperaba que invitara a su pérfida y dramática velada a un oficial de policía.
Sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros y no había vuelta atrás. Aquella insufrible y majestuosa mujer se las había ingeniado no solo para hacerle matar casi a medio barrio obrero, si no que además se las ingenió para involucrar a un agente de policía y ahora dejaba todo en manos de su instinto. Cuando la despedida de Milenka resonó en sus tímpanos y el policía elevaban su arma James sabía que no había marcha atrás.
8 segundos. En el primer segundo James descubrió la mirada del hombre que apuntaba hacia el un arma cargada. En el siguiente segundo James se agachó viendo como la bala pasaba por encima de su cabeza mientras avanzaba hasta él con una velocidad sobrehumana. En el abrir y cerrar de ojos del tercer segundo James desarmó al hombre y la pistola cayó al suelo, disparándose de nuevo. Esto hizo que el hombre buscara el ruido y la proyección de la bala, para encontrar entre sangre, vísceras y miembros desmembrados, el arma que había perdido. 7 segundos y James se lanzó sobre él con energía, como si se tratara de un yunque de acero cayendo sobre un hombre, lanzándolo en el suelo y hundiendo sus dientes en el cuello, desgarrando su garganta más parecido al mordisco de un animal que al de un vampiro. Sus ojos estaban rojos, ávidos de sangre y se irguió como el monstruo que era. Si hubiera tenido corazón se hubiera roto en ese momento, sintió odio, temor y vergüenza de sí mismo y comprendió que en 8 segundos vendió su alma al diablo.
James enfadado miró a Milenka con odio y con ira, la odiaba en ese momento. Le ardían las entrañas de odio y cogió el farol encendido que colgaba cerca de la columna de su lado y derramó todo el aceite que contenía en su interior- Porque te debo mi vida, Milenka. Pero si por mi fuera, esta noche. Tu cuerpo se sumaría al de estos, entre las llamas- Salió del lugar sacando una caja pequeña de fósforos que encendió con rapidez y espero a que esta saliera para lanzar al interior, al charco oleoso , la cerilla que haría combustión y consumiría el escenario de aquel crimen. Se acercó hasta Milenka y la cogió del cuello llevándola contra la pared más próxima, con su mano libre señaló su rostro- Esta noche nunca ha pasado. ¿Me oyes? Esta es la última noche que contarás conmigo para esta barbarie. Cuando dejes de comportarte como una salvaje, volveré a mirarte a la cara- la dejó y se alejó de ella sintiéndose lo más rastrero del mundo. Y dedicando una mirada de odio reprimido a Milenka- ¿Por qué me obligas a ser como tu, si no lo soy?
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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