AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
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Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
"La muerte está tan segura de sí misma, que nos deja toda una vida de ventaja."
Como cada noche, la joven salió de la casa de Olenna sin hacer un sólo ruido. Esto de nada le valdría ya que la hechicera parecía conocer sus escapadas nocturnas a la perfección. Caminó por las calles a paso rápido, como siempre dando vueltas en su cabeza al motivo por el que lo hacía, convenciéndose de que esa sería su salida de todo aquello y podría recuperar su vida o al menos lo que quedaba de ella.
Normalmente las chicas vivían en el burdel o en casas cercanas que arrendaban a la propietaria, Madame Dubois, pero India era un caso aparte. No sólo respecto al lugar donde se alojaba si no a todo. La mayoría de sus compañeras, por llamarlas de algún modo, atendían a los hombres que entraban al burdel por orden de llegada. No había agenda, no había horario y por supuesto sin oportunidad de escoger entre unos y otros. En cambio, India se había hecho con una cartera de clientes que pedían ser atendidos unicamente por ella, esto le había facilitado ir ahorrando dinero y tener cierto criterio al atender a unos u otros, es decir, un estatus.
Madame Dubois, pese a que todo aquello iba contra las normas, estaba contenta y bien satisfecha con las ganancias que India le reportaba, por lo que ya no se imponía ante ella y le dejaba marcar su agenda cada noche como la cambiante estipulara. Sin embargo, aquella noche no iba a ser igual.
Cuando asomó la cabeza en el cuarto de India, esta ya supo que algo iba mal, ya que la madame sólo aparecía al final de cada noche para recoger su parte de las ganancias. Estaba a medio vestir cuando escuchó su voz - Buenas noches princesa - dijo con esa voz melosa que le caracterizaba, y ese apodo... contuvo las ganas, como siempre, de mandarla al diablo y simplemente esperó a que continuara. - esta noche he cancelado todos tus compromisos - se detuvo esperando, al parecer, una reacción por parte de India que no obtuvo; por lo que prosiguió - ha venido hace rato un hombre pidiendo pasar la noche completa contigo y ha pagado ya una fortuna por ti, podría haberte vendido por ese dinero - dijo estallando en carcajadas como si aquella ocurrencia fuera lo más cómico del mundo. - Bueno... te dejo prepararte, se buena - cerró la puerta tras ella al salir y allí se quedo India plantada a medio vestir.
Acabó de colocar las medias sobre sus muslos, las ligas que las sujetaban gracias a las braguitas de encaje negro se ajustaron en su cuerpo a la perfección, al igual que el vestido color vino con el que había decidido atender a aquel caballero. El corset hacía que su pecho, aunque no muy abundante, se asomara apetecible. El pelo rojizo lo recogió en un moño rápido con un palo de nácar. Maquillaje escaso, solo un poco de color en sus mejillas y un ligero toque en los labios dando así un aspecto... jugoso. Los ojos ya brillaban por sí mismos.
Apenas había acabado cuando la puerta se abrió tras dos toques de nudillos. Alzó la mirada hacia el hombre que se había quedado plantado en el umbral. Lo primero que le llamó la atención de él fue su aura, hizo que le erizara el vello de los brazos y un escalofrío recorriera su espalda de arriba a abajo. Era diferente. ¿Debía temerle? Definitivamente sí. Pero había algo magnético en él que tiraba de ella de una manera demasiado potente como para que pasara desapercibida. - Buenas noches monsieur - esbozó una sutil sonrisa, apenas perceptible y se separó del escritorio donde se había arreglado, avanzando hacia la posición del vampiro para cerrar la puerta, dejando a ambos en el interior de la habitación. - ¿A qué se debe tanto interés en mi? - preguntó sin poder evitar la curiosidad que le despertaba saber qué le había llevado hasta ella.
Normalmente las chicas vivían en el burdel o en casas cercanas que arrendaban a la propietaria, Madame Dubois, pero India era un caso aparte. No sólo respecto al lugar donde se alojaba si no a todo. La mayoría de sus compañeras, por llamarlas de algún modo, atendían a los hombres que entraban al burdel por orden de llegada. No había agenda, no había horario y por supuesto sin oportunidad de escoger entre unos y otros. En cambio, India se había hecho con una cartera de clientes que pedían ser atendidos unicamente por ella, esto le había facilitado ir ahorrando dinero y tener cierto criterio al atender a unos u otros, es decir, un estatus.
Madame Dubois, pese a que todo aquello iba contra las normas, estaba contenta y bien satisfecha con las ganancias que India le reportaba, por lo que ya no se imponía ante ella y le dejaba marcar su agenda cada noche como la cambiante estipulara. Sin embargo, aquella noche no iba a ser igual.
Cuando asomó la cabeza en el cuarto de India, esta ya supo que algo iba mal, ya que la madame sólo aparecía al final de cada noche para recoger su parte de las ganancias. Estaba a medio vestir cuando escuchó su voz - Buenas noches princesa - dijo con esa voz melosa que le caracterizaba, y ese apodo... contuvo las ganas, como siempre, de mandarla al diablo y simplemente esperó a que continuara. - esta noche he cancelado todos tus compromisos - se detuvo esperando, al parecer, una reacción por parte de India que no obtuvo; por lo que prosiguió - ha venido hace rato un hombre pidiendo pasar la noche completa contigo y ha pagado ya una fortuna por ti, podría haberte vendido por ese dinero - dijo estallando en carcajadas como si aquella ocurrencia fuera lo más cómico del mundo. - Bueno... te dejo prepararte, se buena - cerró la puerta tras ella al salir y allí se quedo India plantada a medio vestir.
Acabó de colocar las medias sobre sus muslos, las ligas que las sujetaban gracias a las braguitas de encaje negro se ajustaron en su cuerpo a la perfección, al igual que el vestido color vino con el que había decidido atender a aquel caballero. El corset hacía que su pecho, aunque no muy abundante, se asomara apetecible. El pelo rojizo lo recogió en un moño rápido con un palo de nácar. Maquillaje escaso, solo un poco de color en sus mejillas y un ligero toque en los labios dando así un aspecto... jugoso. Los ojos ya brillaban por sí mismos.
Apenas había acabado cuando la puerta se abrió tras dos toques de nudillos. Alzó la mirada hacia el hombre que se había quedado plantado en el umbral. Lo primero que le llamó la atención de él fue su aura, hizo que le erizara el vello de los brazos y un escalofrío recorriera su espalda de arriba a abajo. Era diferente. ¿Debía temerle? Definitivamente sí. Pero había algo magnético en él que tiraba de ella de una manera demasiado potente como para que pasara desapercibida. - Buenas noches monsieur - esbozó una sutil sonrisa, apenas perceptible y se separó del escritorio donde se había arreglado, avanzando hacia la posición del vampiro para cerrar la puerta, dejando a ambos en el interior de la habitación. - ¿A qué se debe tanto interés en mi? - preguntó sin poder evitar la curiosidad que le despertaba saber qué le había llevado hasta ella.
Última edición por India Labelle el Lun Jun 08, 2015 4:45 am, editado 1 vez
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
"Mata a mis demonios, y mis ángeles caerán también"
Lord Ruthven sacó de su bolsillo una billetera de piel que parecía abultada, además de la cantidad de francos que tenía, de ella sacó un papel fino que parecía un cheque, firmado con una caligrafía fina y exigente y con una cuentiosa suma de dinero- ¿A qué se debe tanta generosidad, Monsieur?- preguntó Madame Dubois, al ver el fino papel sobre su escritorio de caoba. Mientras Ruthven se levantó de la silla y con los brazos recogidos en su espalda sonrío de la manera más cordial que pudo- Creo que siempre he sido generoso, Madame Dubois- dijo levantando una ceja ante tal comentario- Pero no es una donación altruista, se trata de una proposición de negocios- aclaró mientras tocaba con sus dedos las cortinas de seda, que estaban recogidas, y algo arrugadas- India Labelle- soltó al final de un corto silencio. Madame Dubois iba a contestarle con temor a perder el dinero que le había puesto delante, pero al escuchar el nombre de India, todo cobró sentido en su cabeza- ¿Está usted de acuerdo?- preguntó el Lord mientras apretaba los labios con júbilo reprimido ante la espectativa de salirse con la suya- ¿Quiere comprarla?- preguntó la Madame algo incrédula ante la perspectiva de un joven conde que quisiera comprar a una cortesana- No, señora mía. Lo que quiero es la exclusividad de esa joven para mí. Creo que es del todo comprensible, dado que nos conocemos desde hace bastante tiempo y suelo frecuentar su establecimiento, creo que puedo adjudicarme una serie de privilegios- ahora su tono se había vuelto meloso, encandilador, tanto que el suave terciopelo era un insulto para la voz de ese hombre en los oídos de la Madame- De acuerdo, Monsieur. Le diré que se prepare. Como siempre, es un placer hacer negocios con usted- Dijo mientras ambos sabían de la instancia.
Llamó con los nudillos a la puerta del cuarto de India, olía ya el perfume en el pasillo y cerró los ojos una milésima de segundo para concentrarse en el aroma de ella. Suspiró y empujó la puerta para encontrarse a esa joven, delgada y menuda preparándose para él. El impacto fue tanto visual, como emocional; ya que al fijarse en ella y en sus ojos descubrió un salvajismo tremendo. El aura que desprendía era salvaje, muy salvaje, sus ojos tenían un destello felino que podía advertirse tras esos ojos azules cobalto. Mientras tanto, el demonio interior de James se sacudió como si le hubieran arrancado el corazón, ante él estaban todos los fetiches que deseaba de una mujer, ante él una mujer que no podía decirle que no aunque fuera la más salvaje del mundo. En una milésima de segundo hizo un recorrido por la estancia de la joven, dio un paso hacia delante y la voz de India le hubiera hecho congelarse la sangre si la tuviera caliente- Lady Labelle- se acercó un poco más hasta ella y se permitió el lujo de iniciar el contacto físico tomando su mano y besando su dorso, en ese mismo momento la calidez de India chocó con el gélido tacto de James confirmándose lo que ambos sabían.
La habitación se había convertido en una guerra fría, una guerra que no se ha proclamado y que, sin embargo, la tensión era palpable. Aquello excitaba al Lord, y mucho. Sus ojos se encontraron con los de ella de nuevo y sonrió de lado dejando ver sus colmillos afilados tímidamente- James Ruthven- Se presentó mientras dejaba caer su mano y se acercaba a su tocador. Aún había maquillaje sin abrir, olía el carmín que estaba destapado en el cajón, las velas vibraban por la pequeña brisa que entraba en la habitación y sonrió al descubrir que estaba impoluto, limpio como le gustaba a él- Creo que debo ser sincero con usted. No es la primera vez que entro a un establecimiento como este, pero sí es la primera vez que doy una cuentiosa suma por una mujer. Hacía tiempo que no pagaba por obtener a una mujer, y creo que usted es mucho más de lo que pretende- finalmente se giró hacia ella y se sentó en la silla del tocador mirándola. Se quitó el pañuelo de su cuello y lo dejó en el mismo tocador, los cuellos de la camisa se quedaron levantados mientras se desabrochaba los botones de la camisa- Has despertado mi interés...-explicó- Y soy muy caprichoso. He oido que tu también- dijo y finalmente se inclinó hacia delante para susurrar- Dicen que eres un animal salvaje- esa fue la primera bala que inició aquella guerra- He venido a comprobar si es cierto y a saciar mi capricho. Por cierto, la melena, suéltatela- dijo , aunque no lo inquirió, ya que no hacía falta ordenar nada a una persona por la que pagas- Mucho mejor, ¿ves?- se levantó y llevó la mano al rostro de ella para sujetarlo. Es su mano diestra, la que más experiencia tenía- ¿Cuales son tus límites con los hombres? No te dejes nada fuera del tintero- exigió-
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
Si se detenía y analizaba las palabras de aquel hombre, más bien vampiro, no se sentía cómoda. No tenía nada tan especial físicamente como para que un hombre no acostumbrado a pagar por placer, hiciera que la madame cancelara todas las citas para que le atendiera. ¿Qué había oído de ella?¿Qué sabía? Tenía que descubrirlo y valorar si podía aprovecharlo o al contrario, si era una amenaza para sí misma. Como siempre, mientras todo eso revoloteaba por su cabeza, en su expresión no había muestra alguna, sólo mostraba la sonrisa que todos los hombres buscaban en ella. Una mezcla de dulzura y picardía que definía sus labios e invitaba a probarlos.
- Todas las mujeres que trabajamos para la madame tenemos nuestro lado salvaje monsieur- contestó fingiendo naturalidad lo mejor que pudo, se apoyó en el lateral del escritorio, quedando así cerca de James y pudiendo mirarle con cierta superioridad debido a la posición. Obedeció la orden y retiró con suavidad el pincho que recogía su melena, dejando que los reflejos caoba de su pelo rojizo cayeran con libertad por sus hombros. - Lo que usted desee -susurró dejando que analizara su rostro con la cercanía que quisiera. Tenía esos aires de persona dominante, celoso de sus posesiones, y esa noche ella era suya por lo que esos comentarios y el flirteo le tensarían más de lo que ya estaba.
Aún estando a escasos centímetros de él tiró del lazo en su espalda que hacía que el vestido se mantuviera en su sitio, haciendo que este cayera a sus pies, mostrando así la lencería y la mayoría de su pálida piel. - Sólo me niego a sexo oral y a que me dejen marcas, en tu caso añadiré que no me desangres - siseó retirando el vestido del suelo con un pie y empezando a hacer lo propio con la chaqueta de James hasta dejarle en camisa. Su olor era embaucador, aquel cabrón la estaba volviendo loca y ni se habían rozado apenas. - ¿Podrás respetar esas reglas o te costará mucho? - rozó con la punta de la nariz a barbilla de su acompañante y deslizó los hábiles dedos a su pectoral, dios... tan duro y definido que podría comer sobre él. Se mordió el labio inferior, quizás más fuerte de lo que pudiera pasar por un simple gesto, y comenzó a soltar los botones con calma, uno a uno hasta dejar su pecho desnudo ante ella. Dejó que él se la quitara del todo, notando como se le marcaba cada músculo de los brazos con el movimiento.
- Soy virgen de mordiscos... - el tono con el que lo dijo había sido cruel, la súplica e incluso inocencia que había utilizado había causado el efecto deseado viendo como tenía Ruthven la entrepierna - trátame bien vampiro - extendió ambos brazos sosteniendolos sobre su propia cabeza con las manos unidas, dando a entender que la hora de juegos acababa de comenzar y podía empezar a hacer con ella las maldades que quisiera. Era sorprendente para India notarse así de encendida. Si bien era cierto que con algunos de sus clientes había llegado a disfrutar del sexo, jamás había estado tan deseosa de exponerse ante alguien. Notaba los pezones erizados, la piel sensible a la espera del más mínimo roce y su sexo húmedo a la espera de las embestidas de aquel demonio.
El primer impulso cuando James se colocó tras ella fue cerrar los ojos, pero inmediatamente los abrió. No quería perderse absolutamente nada. Notar las manos de aquel hombre simplemente posadas en su cintura era demasiado erótico como para mantener la compostura. Él parecía no tener prisa, y ella quería alargar el momento. Aquella fugaz caricia del vampiro sobre su cuello, notar su piel fría en contraste con la propia y aquel destello de dolor momentáneo... ¿qué había hecho? Quiso bajar la mano para ver si lo que sentía resbalar hacia el centro de su pecho era un hilo de sangre, pero James interceptó la mano y la mantuvo en alto, tal y como ella las había puesto; impidiendo así que supiera que pasaba.
- Todas las mujeres que trabajamos para la madame tenemos nuestro lado salvaje monsieur- contestó fingiendo naturalidad lo mejor que pudo, se apoyó en el lateral del escritorio, quedando así cerca de James y pudiendo mirarle con cierta superioridad debido a la posición. Obedeció la orden y retiró con suavidad el pincho que recogía su melena, dejando que los reflejos caoba de su pelo rojizo cayeran con libertad por sus hombros. - Lo que usted desee -susurró dejando que analizara su rostro con la cercanía que quisiera. Tenía esos aires de persona dominante, celoso de sus posesiones, y esa noche ella era suya por lo que esos comentarios y el flirteo le tensarían más de lo que ya estaba.
Aún estando a escasos centímetros de él tiró del lazo en su espalda que hacía que el vestido se mantuviera en su sitio, haciendo que este cayera a sus pies, mostrando así la lencería y la mayoría de su pálida piel. - Sólo me niego a sexo oral y a que me dejen marcas, en tu caso añadiré que no me desangres - siseó retirando el vestido del suelo con un pie y empezando a hacer lo propio con la chaqueta de James hasta dejarle en camisa. Su olor era embaucador, aquel cabrón la estaba volviendo loca y ni se habían rozado apenas. - ¿Podrás respetar esas reglas o te costará mucho? - rozó con la punta de la nariz a barbilla de su acompañante y deslizó los hábiles dedos a su pectoral, dios... tan duro y definido que podría comer sobre él. Se mordió el labio inferior, quizás más fuerte de lo que pudiera pasar por un simple gesto, y comenzó a soltar los botones con calma, uno a uno hasta dejar su pecho desnudo ante ella. Dejó que él se la quitara del todo, notando como se le marcaba cada músculo de los brazos con el movimiento.
- Soy virgen de mordiscos... - el tono con el que lo dijo había sido cruel, la súplica e incluso inocencia que había utilizado había causado el efecto deseado viendo como tenía Ruthven la entrepierna - trátame bien vampiro - extendió ambos brazos sosteniendolos sobre su propia cabeza con las manos unidas, dando a entender que la hora de juegos acababa de comenzar y podía empezar a hacer con ella las maldades que quisiera. Era sorprendente para India notarse así de encendida. Si bien era cierto que con algunos de sus clientes había llegado a disfrutar del sexo, jamás había estado tan deseosa de exponerse ante alguien. Notaba los pezones erizados, la piel sensible a la espera del más mínimo roce y su sexo húmedo a la espera de las embestidas de aquel demonio.
El primer impulso cuando James se colocó tras ella fue cerrar los ojos, pero inmediatamente los abrió. No quería perderse absolutamente nada. Notar las manos de aquel hombre simplemente posadas en su cintura era demasiado erótico como para mantener la compostura. Él parecía no tener prisa, y ella quería alargar el momento. Aquella fugaz caricia del vampiro sobre su cuello, notar su piel fría en contraste con la propia y aquel destello de dolor momentáneo... ¿qué había hecho? Quiso bajar la mano para ver si lo que sentía resbalar hacia el centro de su pecho era un hilo de sangre, pero James interceptó la mano y la mantuvo en alto, tal y como ella las había puesto; impidiendo así que supiera que pasaba.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
Omitió palabra, no quería hablar. ¿Para qué? Lo que tenía entre manos era un suculento banquete de ganas, una sinuosa curva que se extendía para él, tan alta y tan decidida que el ambiente se transformó en una atmósfera completamente diferente.
Deslizó las palmas de sus manos por el cuerpo desnudo de ella, sus dactilares se iban impregnando del calor de India, su olor lo acompañaría días después de haber estado juntos, pero ahora, procuraba enfermizamente, recorrer cada centímetro suelto de aquella mujer. Se había entregado a él, y cuando se detuvo a absorber su aroma, el latido de su corazón estalló en su oído, el rubor de sus mejillas ante la excitación se palpaba al contacto de su rostro al besar su cuello, antes de abrir la boca sediento en busca de aquella vena que vibraba bajo la piel. Deslizó sus labios y los posó tan abiertos como pudo sobre su cuello, mientras sus manos se deslizaban para apartar la atención de su cuello, hizo una mueca y arrugó la nariz cuando clavó la punta de sus colmillos, antes letales, para dejar que saliera algo de sangre. Notó como la calidez de esta se precipitaba sobre su boca, meintras absorbía sin mover la boca la sangre que podía. Su erección se hizo más palpable, más dura, se clavaba en la espalda desnuda de India y cuando detuvo su mano sonrió para sus adentros. Al rededor de su boca aún había restos de sangre que iba secándose, se hubiera relamido sino fuera porque quisiera impregnar los labios de ella de su sangre. Se acercó a sus labios y mientras cogía su rostro, que parecía caberle en sus manos masculinas, abrió los labios para que su lengua fuera delante y se encontrara con la de ella. Perfiló con la lengua cada recoveco de sus labios y finalmente se separó de ella. Relamiéndose.
- Hoy va a ser tu primera vez para muchas cosas- Dijo mientras cogía el pañuelo que antes había adornado su cuello y la llevó hasta la cama para atar sus muñecas en el cabecero de hierro forjado- Túmbate bocabajo- ordenó mientras la observaba hacer obediente. Ató sus manos al cabecero- De rodillas, con las muñecas hacia delante...- le dijo mientras observaba como su culo respondía a su capricho y la figura perfecta vista desde arriba le proporcionaba la entrada a cualquiera de sus agujeros. Se arrodilló tras ella, justo entre sus piernas y pasó uno de sus gélidos dedos sobre su clítoris, asegurándose de que estaba mojada. Eso le excitó más, así que recogió lo que a ella le sobraba y se lubricó bien. Estaba tan caliente, que para él quemaba- Mírame- dijo al tiempo que volvía a pasar su mano por su entrepierna y luego agarraba con fuerza su culo- Algún día, me pedirás sexo oral- susurró divertido.
Las acciones volvieron a la carga, ahora se colocó de rodillas detrás de ella, apuntándola directamente con su erección y apoyando la punta, empezó a deslizarse dentro de ella, dejó la mitad dentro y después la empotró, no con fuerza, si no con intensidad. Se quedó dentro de ella al ver que todo su cuerpo se dilataba para él. La empotró nuevamente mientras sujetaba su culo y la ayudaba en el movimiento. Empezó a coger un ritmo de vértigo que cesó entre los gemidos de su esfuerzo y el eco de ambos cuerpos al chocar, mientras su culo vibraba también por el contacto. Se detuvo y salió de su interior poco a poco, no del todo, para volver a hacerlo. Una vez dentro de ella, tiró de sus piernas hacia atrás, estirándolas y haciendo que su cuerpo cayera sobre el colchón votando, separó sus piernas con sus manos y apoyando su cuerpo entero sobre su espalda, su peso oprimiendo todo, deslizó su erección por el hueco estrecho que quedaba entre sus piernas y la penetró. La penetró tan fuerte que la hizo hundir su rostro en la almohada mientras él se movía detrás de ella una y otra vez. En un momento determinado se detuvo a dejar un rastro de besos por su espalda y de nuevo , volvió a hundir sus colmillos sobre la piel de la joven. Apunto de correrse estuvo al notar, como el cuerpo de India reaccionó al mordisco sobre su erección. Se desquitó su sed de nuevo y al notar como su sábanas se teñían de rojo, decidió no volver a morderla, también vio que sus brazos se quejaban por la postura que tenían y decidió liberarlos, quedándose de pie junto a ella, erecto, excitado y con la boca llena de sangre seca, unos ojos rojos brillantes.
Deslizó las palmas de sus manos por el cuerpo desnudo de ella, sus dactilares se iban impregnando del calor de India, su olor lo acompañaría días después de haber estado juntos, pero ahora, procuraba enfermizamente, recorrer cada centímetro suelto de aquella mujer. Se había entregado a él, y cuando se detuvo a absorber su aroma, el latido de su corazón estalló en su oído, el rubor de sus mejillas ante la excitación se palpaba al contacto de su rostro al besar su cuello, antes de abrir la boca sediento en busca de aquella vena que vibraba bajo la piel. Deslizó sus labios y los posó tan abiertos como pudo sobre su cuello, mientras sus manos se deslizaban para apartar la atención de su cuello, hizo una mueca y arrugó la nariz cuando clavó la punta de sus colmillos, antes letales, para dejar que saliera algo de sangre. Notó como la calidez de esta se precipitaba sobre su boca, meintras absorbía sin mover la boca la sangre que podía. Su erección se hizo más palpable, más dura, se clavaba en la espalda desnuda de India y cuando detuvo su mano sonrió para sus adentros. Al rededor de su boca aún había restos de sangre que iba secándose, se hubiera relamido sino fuera porque quisiera impregnar los labios de ella de su sangre. Se acercó a sus labios y mientras cogía su rostro, que parecía caberle en sus manos masculinas, abrió los labios para que su lengua fuera delante y se encontrara con la de ella. Perfiló con la lengua cada recoveco de sus labios y finalmente se separó de ella. Relamiéndose.
- Hoy va a ser tu primera vez para muchas cosas- Dijo mientras cogía el pañuelo que antes había adornado su cuello y la llevó hasta la cama para atar sus muñecas en el cabecero de hierro forjado- Túmbate bocabajo- ordenó mientras la observaba hacer obediente. Ató sus manos al cabecero- De rodillas, con las muñecas hacia delante...- le dijo mientras observaba como su culo respondía a su capricho y la figura perfecta vista desde arriba le proporcionaba la entrada a cualquiera de sus agujeros. Se arrodilló tras ella, justo entre sus piernas y pasó uno de sus gélidos dedos sobre su clítoris, asegurándose de que estaba mojada. Eso le excitó más, así que recogió lo que a ella le sobraba y se lubricó bien. Estaba tan caliente, que para él quemaba- Mírame- dijo al tiempo que volvía a pasar su mano por su entrepierna y luego agarraba con fuerza su culo- Algún día, me pedirás sexo oral- susurró divertido.
Las acciones volvieron a la carga, ahora se colocó de rodillas detrás de ella, apuntándola directamente con su erección y apoyando la punta, empezó a deslizarse dentro de ella, dejó la mitad dentro y después la empotró, no con fuerza, si no con intensidad. Se quedó dentro de ella al ver que todo su cuerpo se dilataba para él. La empotró nuevamente mientras sujetaba su culo y la ayudaba en el movimiento. Empezó a coger un ritmo de vértigo que cesó entre los gemidos de su esfuerzo y el eco de ambos cuerpos al chocar, mientras su culo vibraba también por el contacto. Se detuvo y salió de su interior poco a poco, no del todo, para volver a hacerlo. Una vez dentro de ella, tiró de sus piernas hacia atrás, estirándolas y haciendo que su cuerpo cayera sobre el colchón votando, separó sus piernas con sus manos y apoyando su cuerpo entero sobre su espalda, su peso oprimiendo todo, deslizó su erección por el hueco estrecho que quedaba entre sus piernas y la penetró. La penetró tan fuerte que la hizo hundir su rostro en la almohada mientras él se movía detrás de ella una y otra vez. En un momento determinado se detuvo a dejar un rastro de besos por su espalda y de nuevo , volvió a hundir sus colmillos sobre la piel de la joven. Apunto de correrse estuvo al notar, como el cuerpo de India reaccionó al mordisco sobre su erección. Se desquitó su sed de nuevo y al notar como su sábanas se teñían de rojo, decidió no volver a morderla, también vio que sus brazos se quejaban por la postura que tenían y decidió liberarlos, quedándose de pie junto a ella, erecto, excitado y con la boca llena de sangre seca, unos ojos rojos brillantes.
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Re: Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
Por extraño que pueda sonar, y por extraño que para sí misma aquello fuera, las ordenes o más bien cómo daba las órdenes su acompañante la excitaba. No la gustaba sentirse expuesta sin mantener el control de la situación, pero esta noche estaba desnuda con un vampiro y atada a su merced. La sensación de tener que dejarse hacer por él, de cumplir sus deseos y rendirse ante alguien en cierta manera la relajaba de esa faceta dura que mantenía día tras día. Dejaba de ser ella la que dominaba a los demás para ser la sometida.
De golpe frío. Contoneó la cadera buscando aumentar el contacto con el cuerpo de James, en concreto con ese dedo malicioso que acariciaba la parte más sensible de su cuerpo acrecentando la excitación en ella. “Por dios, le quiero dentro ya...” no podía pensar en otra cosa, estaba ansiosa de él, tenía hambre de vampiro. Tal y como la había pedido, ladeó la cara para mirarle esperando ser empalada de un momento a otro. Sonrío con su último comentario, estaba segura de que si se veían más veces acabaría suplicando que la comiera entera, pero no sería esa noche.
Jadeó con la primera embestida, quedándose por un instante sin aliento - Dios santo... - aunque aquello era lo más lejos que había estado de Dios en mucho tiempo. Aferró ambas manos al cabecero de la cama con toda la fuerza que pudo, aunque contra las embestidas de aquel hombre no podía resistirse. Cayó de golpe cual larga era, sobre el colchón. No era la primera vez que notaba esa presión en el ceñido agujero posterior, por lo que no se escandalizó. Sabía de sobra que algunos hombres o mejor dicho la mayoría, tenían un fetiche con esa parte prohibida de la anatomía femenina. Reprimir los gemidos era apenas posible por lo que la única opción plausible era enterrar la cara en la almohada. Era imposible adelantarse a los movimientos de James y por ello mismo, el segundo latigazo de dolor hizo que todo su interior se contrajera apretando el miembro de él.
- ¿Me quiere matar o llevarme al infierno? - preguntó moviendo las muñecas recién liberadas y frotándolas. En ese momento se quedó observando al vampiro de arriba a abajo, no parecía importarle lo más mínimo por lo que se recreó e ello. Los ojos tenían un color brillante que atemorizaría a cualquiera, la boca llena de sangre, de su sangre... Señor, que sexy. El cuerpo parecía esculpido a golpe de cincel. Alargó la mano hasta su bolsa escrotal, presionando levemente, siguiendo el camino hasta el final de su miembro tirando de él para acercarle de nuevo mientras se ponía de pie. Sin detener el movimiento de la muñeca se centró en la boca teñida de rojo de James, pasando la lengua alrededor de sus labios retirando la sangre.
La puerta abriéndose de golpe hizo que los cuerpos de ambos se tensaran. Apareció un hombre corpulento con cara de pocos amigos y pinta de haber bebido más de la cuenta. India le conocía, uno de los hombres que tenían apalabrado un rato con ella aquella noche. La mirada de Armand bailó por el cuerpo de India hipnotizado, hasta reparar en James, cambiando el gesto a uno no tan agradable. - Me toca. - escupió con la voz ansiosa. - Madame Dubois ha cancelado todas mis citas de hoy Armand, tendrás que venir otro día. Este caballero ha pagado y me tiene esta noche en exclusiva. Josephine está libre. - sugirió aunque sabía que la respuesta no iba a ser buena por parte del visitante. Una especia de gruñido tras ella hizo que volviera la mirada hacia James, que no se había movido del sitio y tenía la mirada clavada en el humano. No podía tranquilizar a uno sin enfadar al otro, ambos la habían sentido como suya en algún momento y aquello se había convertido en una lucha de poder. - No quiero una escena aquí - dijo con voz clara mirando a ambos hombres, aunque la escena era cuanto menos pintoresta con ella y James desnudos y manchados de sangre, y Armand como una cuba en la puerta pensando que tenía alguna oportunidad contra el vampiro...
De golpe frío. Contoneó la cadera buscando aumentar el contacto con el cuerpo de James, en concreto con ese dedo malicioso que acariciaba la parte más sensible de su cuerpo acrecentando la excitación en ella. “Por dios, le quiero dentro ya...” no podía pensar en otra cosa, estaba ansiosa de él, tenía hambre de vampiro. Tal y como la había pedido, ladeó la cara para mirarle esperando ser empalada de un momento a otro. Sonrío con su último comentario, estaba segura de que si se veían más veces acabaría suplicando que la comiera entera, pero no sería esa noche.
Jadeó con la primera embestida, quedándose por un instante sin aliento - Dios santo... - aunque aquello era lo más lejos que había estado de Dios en mucho tiempo. Aferró ambas manos al cabecero de la cama con toda la fuerza que pudo, aunque contra las embestidas de aquel hombre no podía resistirse. Cayó de golpe cual larga era, sobre el colchón. No era la primera vez que notaba esa presión en el ceñido agujero posterior, por lo que no se escandalizó. Sabía de sobra que algunos hombres o mejor dicho la mayoría, tenían un fetiche con esa parte prohibida de la anatomía femenina. Reprimir los gemidos era apenas posible por lo que la única opción plausible era enterrar la cara en la almohada. Era imposible adelantarse a los movimientos de James y por ello mismo, el segundo latigazo de dolor hizo que todo su interior se contrajera apretando el miembro de él.
- ¿Me quiere matar o llevarme al infierno? - preguntó moviendo las muñecas recién liberadas y frotándolas. En ese momento se quedó observando al vampiro de arriba a abajo, no parecía importarle lo más mínimo por lo que se recreó e ello. Los ojos tenían un color brillante que atemorizaría a cualquiera, la boca llena de sangre, de su sangre... Señor, que sexy. El cuerpo parecía esculpido a golpe de cincel. Alargó la mano hasta su bolsa escrotal, presionando levemente, siguiendo el camino hasta el final de su miembro tirando de él para acercarle de nuevo mientras se ponía de pie. Sin detener el movimiento de la muñeca se centró en la boca teñida de rojo de James, pasando la lengua alrededor de sus labios retirando la sangre.
La puerta abriéndose de golpe hizo que los cuerpos de ambos se tensaran. Apareció un hombre corpulento con cara de pocos amigos y pinta de haber bebido más de la cuenta. India le conocía, uno de los hombres que tenían apalabrado un rato con ella aquella noche. La mirada de Armand bailó por el cuerpo de India hipnotizado, hasta reparar en James, cambiando el gesto a uno no tan agradable. - Me toca. - escupió con la voz ansiosa. - Madame Dubois ha cancelado todas mis citas de hoy Armand, tendrás que venir otro día. Este caballero ha pagado y me tiene esta noche en exclusiva. Josephine está libre. - sugirió aunque sabía que la respuesta no iba a ser buena por parte del visitante. Una especia de gruñido tras ella hizo que volviera la mirada hacia James, que no se había movido del sitio y tenía la mirada clavada en el humano. No podía tranquilizar a uno sin enfadar al otro, ambos la habían sentido como suya en algún momento y aquello se había convertido en una lucha de poder. - No quiero una escena aquí - dijo con voz clara mirando a ambos hombres, aunque la escena era cuanto menos pintoresta con ella y James desnudos y manchados de sangre, y Armand como una cuba en la puerta pensando que tenía alguna oportunidad contra el vampiro...
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
James cerró los ojos con sus suspiro, había pasado inadvertida la carta de presentación del intruso. Ese hedor a alcohol y tabaco era difícil de ocultar, pero en una habitación en la que había sangre fresca, el hedor se podía eclipsar. No se había movido del sitio, aún estaba completamente desnudo y su cuerpo estaba completamente tenso. Los ojos de James centellearon un momento al encontrarse con los de Armand, que estaban ahogados en un desenfoque causado por el alcohol. James recogió su ropa interior del suelo, sin disimular su erección, también tapó con su propia chaqueta a India mientras pedía que no se montaba una escena, por el momento había ignorado al visitante, pero no era cierto. Ahora ya cubiertas sus vergüenzas, se giró sobre sí mismo y abrió sus brazos con una enorme sonrisa que no aventuraba nada nuevo- Oh, lo lamento- dijo con un tono entre fingido y sarcástico- ¿Madame Dubois no se lo había comunicado? Mis más sinceras disculpas caballero- Se acercó hasta él con altanería- Ahora mismo recogeré mis cosas y se la dejo a usted- dijo el vampiro quedando frente a él. Armand no sabía si tomárselo en serio o no, se había quedado quieto observando como el demonio en persona se acercaba hasta él. James cerró la puerta con un movimiento inadvertido y después pasó el brazo por los hombros de Armand- Monsieur, no le culpo por querer el monopolio de esta puta- y en ese comentario clavó sus pupilas en la de India sabiendo que la ofendería. Sus pasos les acercaron cerca del lecho donde estaba India y James actuó. Cogió con su mano el cuello del hombre y lo elevó del suelo mientras movía la cabeza y no ocultaba sus colmillos- ¿Cuántas veces has estado con este hombre?- dijo mientras apretaba la mano con mas fuerza y el hombre pataleaba intentando zafarse. Notaba como la vena del hombre luchaba por envía la sangre al cerebro, pero por supuesto no era ni digno de sus dientes, ni digno de morir desangrado. - Va a morir, y va a morir porque ha venido reclamándote. Y no le perteneces a él, me perteneces a mí- Ahora su voz había sonado ronca, temblorosa por la ira y sus ojos estaban fijos en India. El hombre dejó de patalear y cuando perdió la consciencia le dejó en el suelo lentamente y él se arrodilló junto al hombre- No te muevas- dijo señalando a la prostituta sin mirarla, viendo como la vida del hombre pendía de un hilo. Barajó las posibilidades de cómo matarlo. Arrancando su corazón y bebiendo de él. Aplastarle la cabeza con sus manos. Romperle el cuello, pero todas esas conclusiones solo le llevaban a estar más excitado que antes.
La tenía tan dura que empezaba a doler y no podía ni pensar con claridad. Tenía que terminarla, tenía que volver a estar dentro de ella. Se irguió aquel amasijo de músculos cincelados y tensos, con una empalmada que sobresalía en los calzones- Voy a volver a follarte, y cuando acabe. Le mataré - Dijo dando un puñetazo seco y fuerte contra la cabeza del hombre que le rompió la nariz.
El depredador se acercó hasta India, sabiendo que la situación se había vuelto vertiginosa. De un movimiento seco, hizo que tirara la manta al suelo y la empotró contra la pared más cercana, levantado sus muslos y metiéndosela entera. El golpe violento contra la pared les hizo rebotar y cada vez que volvía a penetrarla la pared los recibía. Los labios de James implacables buscaban los de ella mientras seguía apretándola contra él. La guerra fría, se había transformado en un ambiente de violencia y sangre, que a cualquiera le hubiera dado miedo, pero a él no. A él le excitaba.
La tenía tan dura que empezaba a doler y no podía ni pensar con claridad. Tenía que terminarla, tenía que volver a estar dentro de ella. Se irguió aquel amasijo de músculos cincelados y tensos, con una empalmada que sobresalía en los calzones- Voy a volver a follarte, y cuando acabe. Le mataré - Dijo dando un puñetazo seco y fuerte contra la cabeza del hombre que le rompió la nariz.
El depredador se acercó hasta India, sabiendo que la situación se había vuelto vertiginosa. De un movimiento seco, hizo que tirara la manta al suelo y la empotró contra la pared más cercana, levantado sus muslos y metiéndosela entera. El golpe violento contra la pared les hizo rebotar y cada vez que volvía a penetrarla la pared los recibía. Los labios de James implacables buscaban los de ella mientras seguía apretándola contra él. La guerra fría, se había transformado en un ambiente de violencia y sangre, que a cualquiera le hubiera dado miedo, pero a él no. A él le excitaba.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Despertando demonios [Priv. James Ruthven] +18
La fragilidad de su cuerpo se hizo palpable al visualizar semejante espectáculo. Los latidos del su corazón cabalgaban temiendo por la vida de aquel hombrecillo que yacía en el suelo, no había hecho más que estar en el lugar equivocado en el momento preciso. En cambio, mantuvo la mirada gélida cuando James se refirió a ella de aquella forma. Sí, era una puta. Había sido el tono con el que lo pronunció, con desdén, cargado de veneno, lo que la hirió. ¿Quien era él para menospreciar algo por lo que habia pagado? Hasta ese momento había sido mejor compañera que una vulgar puta con él, pero ahora vería lo que era metérsela a un peso muerto. Soportó las embestidas de aquella bestia en su interior, siplemente sujetandose a su espalda esperando a que acabara. Ya no había complicidad, ya no había deseo por su parte, de alguna manera aquel vampiro había conseguido decepcionarla. No era distinto a los otros hombres, ¿por qué había de serlo?
Sentía dolor en su interior, la fuerza con que estaba abusando de ella no era la normal, estaba sobre-excitado. Puto sádico. Si hubiera sido una simple humana moriría desangrada sin lugar a dudas, por suerte su condición de cambiante le aportaba resistencia al dolor y sanación acelerada. Jadeos y espasmos avisaron de que James estaba llegando al orgaso, por fin.
Aquella había sido din dudas la vez que más ultrajada se había sentido en todo el tiempo que llevaba ganándose la vida mediante el sexo. Despacio se separó del cuerpo de James, ignorando también el cuerpo que, aún vivo, yacía en el suelo de su habitación. Ya poco le importaban ninguno de los dos. Entró al baño situado en el interior de la propia habitación dejando que los grifos llenaran la pila de agua. Necesitaba llimpiarse. Cuerpo y pecados.
Una vez recuperó la conpostura y eliminó las marcas de sangre que tenía por el cuerpo, salió viendo sólo a James en el cuarto. No quería saber qué había pasado ni como es que no estaba Armand allí. Sólo el motivo por el que no habían desaparecido los dos - puede salir por la puerta o por la ventana en el caso de que le salgan alas de murciélago - se dirigió a él con tranquilidad pero sin ganas ni necesidad de fingir amabilidad. Retiró las sábanas de la cama y las apiló en una esquina del cuarto, por suerte en aquel lugar las chicas que se encargaban de limpiar habían visto demasiadas cosas como para preguntar a que se debía ese desastre.
Delante del espejo pudo reconocerse varios cardenales en los muslos y brazos, suspiró con aire cansado y se cubrió con una bata fina de manga larga. Tendría que estar al menos una semana sin ir por el burdel. "Ángeles o demonios, los hombres quieren de igual manera mujeres impolutas." Eso solía decirlas Madame Dubois. Claramente India ahora no tenía cabida alli. - Vistos los destrozos de la habitación- no hacía falta que mencionara cada una de las cosas: sábanas, cama, pared, cómoda... - y que yo no podré trabajar en una semana, considere el pago que ha hecho una fianza. Su tiempo aqui ha acabado, no volverá a tocarme. Espero que haya disfrutado. - Su buena educación y su paciencia acababan ahí, por lo que esperaba que él siguiera su consejo y se fuera de alli, pues de lo contrario dejaria de ver a la gata para encontrarse con otra cosa no tan agradable.
Sentía dolor en su interior, la fuerza con que estaba abusando de ella no era la normal, estaba sobre-excitado. Puto sádico. Si hubiera sido una simple humana moriría desangrada sin lugar a dudas, por suerte su condición de cambiante le aportaba resistencia al dolor y sanación acelerada. Jadeos y espasmos avisaron de que James estaba llegando al orgaso, por fin.
Aquella había sido din dudas la vez que más ultrajada se había sentido en todo el tiempo que llevaba ganándose la vida mediante el sexo. Despacio se separó del cuerpo de James, ignorando también el cuerpo que, aún vivo, yacía en el suelo de su habitación. Ya poco le importaban ninguno de los dos. Entró al baño situado en el interior de la propia habitación dejando que los grifos llenaran la pila de agua. Necesitaba llimpiarse. Cuerpo y pecados.
Una vez recuperó la conpostura y eliminó las marcas de sangre que tenía por el cuerpo, salió viendo sólo a James en el cuarto. No quería saber qué había pasado ni como es que no estaba Armand allí. Sólo el motivo por el que no habían desaparecido los dos - puede salir por la puerta o por la ventana en el caso de que le salgan alas de murciélago - se dirigió a él con tranquilidad pero sin ganas ni necesidad de fingir amabilidad. Retiró las sábanas de la cama y las apiló en una esquina del cuarto, por suerte en aquel lugar las chicas que se encargaban de limpiar habían visto demasiadas cosas como para preguntar a que se debía ese desastre.
Delante del espejo pudo reconocerse varios cardenales en los muslos y brazos, suspiró con aire cansado y se cubrió con una bata fina de manga larga. Tendría que estar al menos una semana sin ir por el burdel. "Ángeles o demonios, los hombres quieren de igual manera mujeres impolutas." Eso solía decirlas Madame Dubois. Claramente India ahora no tenía cabida alli. - Vistos los destrozos de la habitación- no hacía falta que mencionara cada una de las cosas: sábanas, cama, pared, cómoda... - y que yo no podré trabajar en una semana, considere el pago que ha hecho una fianza. Su tiempo aqui ha acabado, no volverá a tocarme. Espero que haya disfrutado. - Su buena educación y su paciencia acababan ahí, por lo que esperaba que él siguiera su consejo y se fuera de alli, pues de lo contrario dejaria de ver a la gata para encontrarse con otra cosa no tan agradable.
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