AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Despertando con mi enemigo [Jade]
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Despertando con mi enemigo [Jade]
Allí me encontraba, sujetando la mano de aquella mujer a la que casi no conocía y que sin embargo había pasado a copar toda mi vida.
El medico ya había curado sus heridas, mas eso fue todo cuanto pudo hacer, el resto le quedaba hacerlo a la fuerte mujer que tenia enfrente. Había perdido mucha sangre, se veía pálida y aun así se me antojaba la criatura mas hermosa del mundo.
Acaricie su mano con suavidad consciente de que ni siquiera sabia o podía percatarse de mi presencia, respiraba muy lento y la frustración de no poder hacer mas, me consumia como aquella vela que iluminaba en penumbra la estancia.
Aparte un mechón de su perlado rostro empapado en sudor por las fiebres mientras sentía su piel arder bajo las yemas de mis dedos.
Moje un paño y lo pose en su frente, esperando que ese acto ayudase en algo a mitigar aquellas altas temperaturas que la infección y la debilidad traían consigo.
Creo que nadie podía odiarme en ese instante mas de lo que yo mismo lo hacia, conocedor de que todas las desdichas de aquel ser habían sido causadas por mi persona.
Maldije la hora en la que mi madre nos consagro en sagrado matrimonio, odiaba esa promesa que la había llevado a sufrir tantas desdichas y por supuesto me odiaba a mi por no haber atajado antes la distancia que había entre su cuerpo y el mio.
Era consciente de que torturarme no servia de nada, mas allí, frente a ella, me sentía tan débil, tan necesitado de consuelo que por primera vez en mucho tiempo sentí que me derrumbaría sobre su cuerpo en aquel mismo lecho.
Pose mi cabeza sobre su mano, con los ojos cerrados, sintiendo aquel olor a lilas y grosellas de su piel. Aquel olor que me acompañaba desde niño y que ahora se había convertido en el centro de mi vida.
Mis ojos se entrecerraban, aun ni siquiera había ido a adecentare, y las costillas, todavía rotas y en proceso de curación me dolían a rabiar, mas lo peor era aquel sopor que sentía en mi interior frustrando ese intento de mantenerme despierto a su lado para poder atender cada uno de sus movimientos.
Me puse en pie cuando tras unos momento me venció el sueño, sacudí la cabeza estirando las piernas mientras paseaba nervioso por aquella habitación en penumbra.
La señora Agnes había pasado varias veces por aquella cámara y me había instigado mas de una vez a que me fuera a dormir, que mi lamentable estado no ayudaría a mi futura esposa para nada, y puede que tuviera razón, que lo mejor para ella no era abrir los ojos y encontrar al monstruo ensangrentado que posiblemente le recordaría a la pesadilla que la había torturado en sueños y por desgracia en no tan sueños.
Mas no podía apartarme de su lado, no hasta que la sintiera fuera de peligro, no hasta que sus ojos se abrieran y ensangrentado o no, fueran lo primero que vieran.
No me movería de aquella estancia hasta que esa mujer que tenia enfrete fuera capaz al menos de insultarme, de volver a posar el filo del cuchillo que ahora echaba de menos sobre mi piel si ella era la que lo sujetaba.
Volví junto a su lecho, para volver a enlazar nuestros dedos, mas inevitablemente, sentí como mi cuerpo cedía, mi cabeza daba tumbos hasta que finalmente la oscuridad se apodero de mi, dejándome allí completamente dormido a su lado.
El medico ya había curado sus heridas, mas eso fue todo cuanto pudo hacer, el resto le quedaba hacerlo a la fuerte mujer que tenia enfrente. Había perdido mucha sangre, se veía pálida y aun así se me antojaba la criatura mas hermosa del mundo.
Acaricie su mano con suavidad consciente de que ni siquiera sabia o podía percatarse de mi presencia, respiraba muy lento y la frustración de no poder hacer mas, me consumia como aquella vela que iluminaba en penumbra la estancia.
Aparte un mechón de su perlado rostro empapado en sudor por las fiebres mientras sentía su piel arder bajo las yemas de mis dedos.
Moje un paño y lo pose en su frente, esperando que ese acto ayudase en algo a mitigar aquellas altas temperaturas que la infección y la debilidad traían consigo.
Creo que nadie podía odiarme en ese instante mas de lo que yo mismo lo hacia, conocedor de que todas las desdichas de aquel ser habían sido causadas por mi persona.
Maldije la hora en la que mi madre nos consagro en sagrado matrimonio, odiaba esa promesa que la había llevado a sufrir tantas desdichas y por supuesto me odiaba a mi por no haber atajado antes la distancia que había entre su cuerpo y el mio.
Era consciente de que torturarme no servia de nada, mas allí, frente a ella, me sentía tan débil, tan necesitado de consuelo que por primera vez en mucho tiempo sentí que me derrumbaría sobre su cuerpo en aquel mismo lecho.
Pose mi cabeza sobre su mano, con los ojos cerrados, sintiendo aquel olor a lilas y grosellas de su piel. Aquel olor que me acompañaba desde niño y que ahora se había convertido en el centro de mi vida.
Mis ojos se entrecerraban, aun ni siquiera había ido a adecentare, y las costillas, todavía rotas y en proceso de curación me dolían a rabiar, mas lo peor era aquel sopor que sentía en mi interior frustrando ese intento de mantenerme despierto a su lado para poder atender cada uno de sus movimientos.
Me puse en pie cuando tras unos momento me venció el sueño, sacudí la cabeza estirando las piernas mientras paseaba nervioso por aquella habitación en penumbra.
La señora Agnes había pasado varias veces por aquella cámara y me había instigado mas de una vez a que me fuera a dormir, que mi lamentable estado no ayudaría a mi futura esposa para nada, y puede que tuviera razón, que lo mejor para ella no era abrir los ojos y encontrar al monstruo ensangrentado que posiblemente le recordaría a la pesadilla que la había torturado en sueños y por desgracia en no tan sueños.
Mas no podía apartarme de su lado, no hasta que la sintiera fuera de peligro, no hasta que sus ojos se abrieran y ensangrentado o no, fueran lo primero que vieran.
No me movería de aquella estancia hasta que esa mujer que tenia enfrete fuera capaz al menos de insultarme, de volver a posar el filo del cuchillo que ahora echaba de menos sobre mi piel si ella era la que lo sujetaba.
Volví junto a su lecho, para volver a enlazar nuestros dedos, mas inevitablemente, sentí como mi cuerpo cedía, mi cabeza daba tumbos hasta que finalmente la oscuridad se apodero de mi, dejándome allí completamente dormido a su lado.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 293
Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: Despertando con mi enemigo [Jade]
Últimamente mis sueños eran atacados por pesadillas, algunas más feroces y violentas que otras en las que despertaba empapada en sudor y gritando. Otras, eran menos escalofriantes pues de ellas al despertarme no me acordaba y casi, así mejor lo agradecía. Ya tenía suficiente en aguantar y proteger a las pequeñas de sus pesadillas como para lidiar una lucha interior encarnizada con las mías propias y por ello, cuando aquella noche seguramente demasiado exhausta, mi mente decidió ponerse en blanco, me alivié. Ya bastante tenía con el extraño estupor que sentía por todo mi cuerpo como para además lidiar de nuevo con pesadillas. En mi mente solo recordaba el miedo que había sentido cuando el lobo desconocido me atacó y como el lobo de Damon me salvó, cayendo luego extenuado en el suelo, demasiado herido para poder siquiera acercarse o atacarme. Luego me acerqué a él e intenté sanarle, hasta que cayendo débil a su lado perdí el conocimiento y de allí, todo lo demás era una bruma que me impelía a quedarme inconsciente hasta que unas voces empezaron a molestarme y muy lentamente empecé a despertarme.
Las voces en mí alrededor no dejaban de hablar en susurros, parecía que hubiera mucho revuelo y sintiendo unas manos extrañas examinando mi cuerpo me envaré completamente asustada. No estaba acostumbrada a que nadie me tocase, como hija de uno de los mayores cazadores todas las heridas y golpes me los había sanado yo misma sin tener nunca que recurrir a manos expertas, no al menos, más allá de las suaves y cuidadosas manos de mi madre. Las manos seguían recorriéndome y palpando mis costillas por donde la herida se había formado y por donde, estaba casi segura alguna costilla me había roto debido al impacto contra la bestia sobre mí. Jadeé de dolor cuando me tocó más fuerte y pareció que llegué a moverme pues una voz más alta que las demás acalló a las demás voces y respirando tranquila cuando me sentí libre de aquellas manos y bajo el amparo de aquella voz varonil, la inconsciencia volvió a llamarme.
No sé cuánto tiempo pasé inconsciente esta vez, más al volver en sí las voces habían desaparecido. Me sentía lejana, como si mi mente estuviera desconectada de mi cuerpo y con miedo me obligué a entreabrir los ojos, intentando así despertarme.
Al abrir los ojos todo lo que vi fue borroso y oscuro. Únicamente la tenue luz de una vela alumbraba la estancia donde me encontraba. Cerré los ojos con molestia por la intensidad de la llama y sintiendo como mi cuerpo temblaba por culpa de las altas fiebres que aún aquejaban mi cuerpo, volví a abrir los ojos bajando la mirada entonces, hasta quien sostenía una de mis manos que sentía dormida bajo su peso.
Damon entonces apareció frente a mí y sonreí viéndolo dormir. Aún dormido parecía no querer dejar mi mano y pensando en él, supuse que la voz que había oído y me había consolado había sido la de él. ¿Quién sino tendría la capacidad de hacer callar a todos? Sonreí débilmente ante aquel pensamiento y sintiendo el sudor perlando mi piel tras el esfuerzo de despertarme de aquella inconsciencia, con esfuerzos intenté mover mi mano que sostenía entre las suyas en un intento de despertarlo. Necesitaba saber que había pasado, donde estábamos.
—Dam… —Susurré con esfuerzo intentando despertarlo con un hilillo de voz más bien tembloroso y cansado. Volví a intentar apretar mi mano entorno la suya solo consiguiendo un pequeño movimiento y cuando tras unos intentos más me encontré con sus ojos abiertos mirándome preocupados, intenté sonreír pese a las fiebres. — ¿Donde estamos? ¿Estamos muertos…? —añadí antes de nada preocupada por nuestro estado sin comprender todavía del todo que había pasado. La luz tenue molestaba en mis ojos y con una mueca de dolor cerré los ojos de nuevo por una brevedad, volviendo a abrirlos encontrándome con él y aquellos ojos tan lobunos como humanos que ahora en este momento se me antojaban mi salvación, mi protección ante tanto dolor.
Las voces en mí alrededor no dejaban de hablar en susurros, parecía que hubiera mucho revuelo y sintiendo unas manos extrañas examinando mi cuerpo me envaré completamente asustada. No estaba acostumbrada a que nadie me tocase, como hija de uno de los mayores cazadores todas las heridas y golpes me los había sanado yo misma sin tener nunca que recurrir a manos expertas, no al menos, más allá de las suaves y cuidadosas manos de mi madre. Las manos seguían recorriéndome y palpando mis costillas por donde la herida se había formado y por donde, estaba casi segura alguna costilla me había roto debido al impacto contra la bestia sobre mí. Jadeé de dolor cuando me tocó más fuerte y pareció que llegué a moverme pues una voz más alta que las demás acalló a las demás voces y respirando tranquila cuando me sentí libre de aquellas manos y bajo el amparo de aquella voz varonil, la inconsciencia volvió a llamarme.
No sé cuánto tiempo pasé inconsciente esta vez, más al volver en sí las voces habían desaparecido. Me sentía lejana, como si mi mente estuviera desconectada de mi cuerpo y con miedo me obligué a entreabrir los ojos, intentando así despertarme.
Al abrir los ojos todo lo que vi fue borroso y oscuro. Únicamente la tenue luz de una vela alumbraba la estancia donde me encontraba. Cerré los ojos con molestia por la intensidad de la llama y sintiendo como mi cuerpo temblaba por culpa de las altas fiebres que aún aquejaban mi cuerpo, volví a abrir los ojos bajando la mirada entonces, hasta quien sostenía una de mis manos que sentía dormida bajo su peso.
Damon entonces apareció frente a mí y sonreí viéndolo dormir. Aún dormido parecía no querer dejar mi mano y pensando en él, supuse que la voz que había oído y me había consolado había sido la de él. ¿Quién sino tendría la capacidad de hacer callar a todos? Sonreí débilmente ante aquel pensamiento y sintiendo el sudor perlando mi piel tras el esfuerzo de despertarme de aquella inconsciencia, con esfuerzos intenté mover mi mano que sostenía entre las suyas en un intento de despertarlo. Necesitaba saber que había pasado, donde estábamos.
—Dam… —Susurré con esfuerzo intentando despertarlo con un hilillo de voz más bien tembloroso y cansado. Volví a intentar apretar mi mano entorno la suya solo consiguiendo un pequeño movimiento y cuando tras unos intentos más me encontré con sus ojos abiertos mirándome preocupados, intenté sonreír pese a las fiebres. — ¿Donde estamos? ¿Estamos muertos…? —añadí antes de nada preocupada por nuestro estado sin comprender todavía del todo que había pasado. La luz tenue molestaba en mis ojos y con una mueca de dolor cerré los ojos de nuevo por una brevedad, volviendo a abrirlos encontrándome con él y aquellos ojos tan lobunos como humanos que ahora en este momento se me antojaban mi salvación, mi protección ante tanto dolor.
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: Despertando con mi enemigo [Jade]
Mi nombre sonó suave como el eco lejano de una voz, agotado había quedado dormido sobre el lecho donde mi prometida gravemente herida se debatía entre la vida y la muerte.
El ligero movimiento de su mano, anclada a la mía y con mi cabeza sobre esta me forzó a abrir los ojos para encontrarme de pleno con un rostro bello pese a las perladas gotas de sudor que escurrían por su frente y que empapaban su cuerpo.
Su sonrisa débil por las fiebres fue correspondía por la mía, que se alegraba de que hubiera salido del trance, aun a sabiendas que estaba aun lejos de encontrarse fuera de peligro.
Alce mi cabeza llevando una de mis manos al paño que había caído sobre la almohada con sus movimientos y tras hundirlo en el cuenco y mojarlo volví a depositarlo con dulzura sobre su frente tratando de aliviarla mientras la acariciaba incrédulo todavía de que esa mujer de belleza fuera mía.
-Estamos vivos pequeña -susurré depositando un beso en el dorso de su mano que aun era sujetada por la mía, y que con la yema de mis dedos acariciaba sus nudillos lentamente -pronto estaremos los dos paseando por los jardines hablando de nosotros -bromeé mirándola fijamente sin dejar de sonreír.
Mi imagen era penosa, estaba aun manchado de sangre, mas espere que fuera capaz de disculpar mi falta de decoro y que entendiera que para mi, mi aspecto era lo menos importante, ella y solo ella copaba mis pensamientos y su bienestar era lo único importante en aquel momento.
-Tus hijas están bien -susurré incorporándome para acercar mis labios a su oído. -Las encontré con facilidad, estaban un poco asustadas, pero la verdad es que ahora se están adaptando bien a la Mansion de la señora de Charny. Nos hospedamos en casa de una vieja amiga de la familia. No has de preocuparte por nada, ahora yo cuido de ti, de vosotras. Ni el aire te rozara si yo no quiero.
Deposite un casto beso en su mejilla antes de separarme para dirigirme a la mesita de noche donde sople la vela que tanto molestaba a sus ojos quedando así en penumbra, tan solo iluminados por la poca luz del atardecer que todavía entraba a través de los ventanucos de madera maciza.
-Cuando anochezca iré a encadenarme a las mazmorras, ese será el único momento que me separe de tu lecho -prometí tomando el vaso de agua para ofrecerle un poco.
Volví a su lado y con suma delicadeza ayude a incorporar su cuerpo rodeando sus hombros con mi brazo para colocar bajo su espalda un cojín que la ayudara a mantenerse erguida.
-Bebe despacio -susurré consciente del dolor que aquella mujer debía estar soportando. Aproxime el vaso a sus labios despacio, ayudándola a beber, debía de estar sedienta.
Hice a un lado el vaso cuando dejándolo a medias dejo de beber y sonreí mirándola fijamente, sus labios ahora húmedos acapararon toda mi atención mas creo que por un momento mis ojos se tornaron amarillos como el sol.
Cerré los ojos en el tonto afán de no asustarla, acaba de ser atacada por un lobo y yo no podía pensar en otra cosa que en su boca.
Deje escapar el aire resignado, tratando de encontrar la calma en mi cuerpo que estaba ademas de maltrecho deseoso de ella.
-lo siento, la proximidad de la luna llena, saca a pasear mis instintos mas básicos -confesé consciente de que pese a su debilidad debía haberse percatado de mi nula contención.
Tomé nuevamente asiento al borde del lecho buscando su mano para arrendarla a la mía.
-Duerme -susurre acomodándola de nuevo sobre el lecho y retirando así el almohadón -necesitas descansar para retomar fuerzas si no como piensas sujetar tus cuchillos contra mi piel -bromeé recordando con una sonrisa de medio lado el modo tan distinto de conocernos.
Sus parpados pesaban y para que mentir también los míos, mis costillas aun seguían rotas, y el dolor me atenazaba aun lo suficiente como para no estar todo lo fuerte que debiera, ademas la luna llena no ayudaría demasiado cuando desquebrajara todos mis huesos aquella misma noche.
Lo bueno es que al amanecer quedarían soldados y este dolor pasaría a ser solo un mal recuerdo.
El medico había dejado opio para ambos, estuve tentado a ofrecérselo, pero imagine que de fumarlo ambos, el descontrol que se apoderaría de mi seria tal ,que dudaba fuera capaz de respetarla, estaba ansioso por tomarla, y ni la luna ni las drogas iban a ayudarme a contenerme.
Cerré los ojos sintiendo aquel olor a lilas y a grosellas que tanto me gustaba, me tambalee, medio adormilado sacudiendo la cabeza para despertar de nuevo dispuesto a velar su sueño.
El ligero movimiento de su mano, anclada a la mía y con mi cabeza sobre esta me forzó a abrir los ojos para encontrarme de pleno con un rostro bello pese a las perladas gotas de sudor que escurrían por su frente y que empapaban su cuerpo.
Su sonrisa débil por las fiebres fue correspondía por la mía, que se alegraba de que hubiera salido del trance, aun a sabiendas que estaba aun lejos de encontrarse fuera de peligro.
Alce mi cabeza llevando una de mis manos al paño que había caído sobre la almohada con sus movimientos y tras hundirlo en el cuenco y mojarlo volví a depositarlo con dulzura sobre su frente tratando de aliviarla mientras la acariciaba incrédulo todavía de que esa mujer de belleza fuera mía.
-Estamos vivos pequeña -susurré depositando un beso en el dorso de su mano que aun era sujetada por la mía, y que con la yema de mis dedos acariciaba sus nudillos lentamente -pronto estaremos los dos paseando por los jardines hablando de nosotros -bromeé mirándola fijamente sin dejar de sonreír.
Mi imagen era penosa, estaba aun manchado de sangre, mas espere que fuera capaz de disculpar mi falta de decoro y que entendiera que para mi, mi aspecto era lo menos importante, ella y solo ella copaba mis pensamientos y su bienestar era lo único importante en aquel momento.
-Tus hijas están bien -susurré incorporándome para acercar mis labios a su oído. -Las encontré con facilidad, estaban un poco asustadas, pero la verdad es que ahora se están adaptando bien a la Mansion de la señora de Charny. Nos hospedamos en casa de una vieja amiga de la familia. No has de preocuparte por nada, ahora yo cuido de ti, de vosotras. Ni el aire te rozara si yo no quiero.
Deposite un casto beso en su mejilla antes de separarme para dirigirme a la mesita de noche donde sople la vela que tanto molestaba a sus ojos quedando así en penumbra, tan solo iluminados por la poca luz del atardecer que todavía entraba a través de los ventanucos de madera maciza.
-Cuando anochezca iré a encadenarme a las mazmorras, ese será el único momento que me separe de tu lecho -prometí tomando el vaso de agua para ofrecerle un poco.
Volví a su lado y con suma delicadeza ayude a incorporar su cuerpo rodeando sus hombros con mi brazo para colocar bajo su espalda un cojín que la ayudara a mantenerse erguida.
-Bebe despacio -susurré consciente del dolor que aquella mujer debía estar soportando. Aproxime el vaso a sus labios despacio, ayudándola a beber, debía de estar sedienta.
Hice a un lado el vaso cuando dejándolo a medias dejo de beber y sonreí mirándola fijamente, sus labios ahora húmedos acapararon toda mi atención mas creo que por un momento mis ojos se tornaron amarillos como el sol.
Cerré los ojos en el tonto afán de no asustarla, acaba de ser atacada por un lobo y yo no podía pensar en otra cosa que en su boca.
Deje escapar el aire resignado, tratando de encontrar la calma en mi cuerpo que estaba ademas de maltrecho deseoso de ella.
-lo siento, la proximidad de la luna llena, saca a pasear mis instintos mas básicos -confesé consciente de que pese a su debilidad debía haberse percatado de mi nula contención.
Tomé nuevamente asiento al borde del lecho buscando su mano para arrendarla a la mía.
-Duerme -susurre acomodándola de nuevo sobre el lecho y retirando así el almohadón -necesitas descansar para retomar fuerzas si no como piensas sujetar tus cuchillos contra mi piel -bromeé recordando con una sonrisa de medio lado el modo tan distinto de conocernos.
Sus parpados pesaban y para que mentir también los míos, mis costillas aun seguían rotas, y el dolor me atenazaba aun lo suficiente como para no estar todo lo fuerte que debiera, ademas la luna llena no ayudaría demasiado cuando desquebrajara todos mis huesos aquella misma noche.
Lo bueno es que al amanecer quedarían soldados y este dolor pasaría a ser solo un mal recuerdo.
El medico había dejado opio para ambos, estuve tentado a ofrecérselo, pero imagine que de fumarlo ambos, el descontrol que se apoderaría de mi seria tal ,que dudaba fuera capaz de respetarla, estaba ansioso por tomarla, y ni la luna ni las drogas iban a ayudarme a contenerme.
Cerré los ojos sintiendo aquel olor a lilas y a grosellas que tanto me gustaba, me tambalee, medio adormilado sacudiendo la cabeza para despertar de nuevo dispuesto a velar su sueño.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: Despertando con mi enemigo [Jade]
Aquel ser del que me encontraba delante, no únicamente podía acallar las voces de mi cabeza, otorgándome la paz necesaria y que necesitaba en aquellos precisos momentos, sino que también tenía el poder de mandar sobre todo lo demás, como un ser indestructible, como el más grande de los leones. ¿Qué tan grande era entonces, el poder que ostentaba aquel lobo, aquel indómito líder? Viéndolo postrado en mi cama esperando para que abriese los ojos, yo… que realmente soy una desconocida todavía para él, me hacía verlo desde otra perspectiva. Una más humana, más cercana, muy lejos del lobo negro que la noche pasada me protegió con uñas y dientes del enemigo. Y ahora, ¿quién me hablaba? ¿El hombre que me deseaba proteger hasta del viento o el lobo que no iba a dejar que nada más me hiriera? Me mordí suavemente el labio y sintiendo su mano apretando ligeramente la mía regresé al ahora, donde él se encontraba al lado de mi cama, velando por mi estado y mi sueño.
Cada una de sus palabras me hizo sonreír débilmente en medio las fiebres que aún aquejaban mi cuerpo.
—Gracias. —susurré antes de sentir sus labios posándose en mi mejilla.
Cerré los ojos unos segundos y en cuanto aquel contacto efímero se rompió los abrí para mirarlo y seguir cada uno de sus movimientos por la gran habitación en la que nos encontrábamos. Los tapices de las paredes atrajeron mi atención enseguida. Sus relieves y matices decoraban la estancia convirtiendo lo que antes debía de ser una habitación oscura y sin luz, en un espacio acogedor y cálido. Antes de que pudiese decir nada, Damon cerró la luz que me molestaba imponiéndonos la penumbra como la única luz en aquellas horas. Sin aliento apenas para volver a agradecerle aquel gesto, simplemente procuré obedecerle en todo. Mi cuerpo pesaba tanto que hasta el mínimo movimiento era un dolor que sangraba mi alma. Nunca antes me habían dolido tanto los huesos y me habían menguado tanto las fuerzas como ahora en que sentía que estas tan pronto aparecían, desaparecían.
El agua bajando por mi garganta por unos segundos me hizo bien, mi corazón dio un respiro y todo mi cuerpo debió de haber tomado algo más de fuerzas. Deshidratada por las fiebres lo mejor era aquello y pese a saberlo y a obligarme a beberme todo el vaso, fui incapaz de asumir aquella tarea y apartando el vaso de mis labios, mis ojos se encontraron con los ajenos. Sus ojos brillantes, su mirada oscura se posó en mi boca y casi pude atisbar el ligero ronroneo casi un gruñido de Damon cuando mi mirada también acarició los suyos. En cualquier otra situación me habría asustado, en su mirada seguía la mirada del lobo que habitaba en él, no obstante, quizás fuera por mi estado precario o mis sentidos dormidos, que en vez de miedo sentí todo lo contrario. Pese a mi débil estado, seguía queriendo tocar al lobo.
Negué con la cabeza cuando se me disculpó tras apartar la mirada y acomodándome de nuevo entre las sabanas de aquella cama, sentí una de sus manos en la mía y apreté con toda la fuerza que actualmente era poca para atraer su atención de nuevo hacia mí.
No quería que volviera a dormirse de aquel modo, aún menos tan lejos de mí… de sentir su calor.
—Dam… Damon —su nombre fue lo primero que susurraron mis labios febriles de nuevo y sonreí cuando se acercó un poco más hacia mí. Le miré y temblando como pude intenté tumbarme de lado, dejándole así un sitio en la cama para que pudiese tumbarse a mi lado. Me costó lo mío, más cuando finalmente lo conseguí quedó un espacio lo suficientemente ancho para que él pudiera caber sin dificultad. —Por favor… tengo f-frio y no, no quiero que te vayas. —confesé mirándole con ojos vidriosos de la fiebre, humedecidos por lagrimas que no aparecían pero que por el dolor se adivinaban.
—No vuelvas a irte…
Cada una de sus palabras me hizo sonreír débilmente en medio las fiebres que aún aquejaban mi cuerpo.
—Gracias. —susurré antes de sentir sus labios posándose en mi mejilla.
Cerré los ojos unos segundos y en cuanto aquel contacto efímero se rompió los abrí para mirarlo y seguir cada uno de sus movimientos por la gran habitación en la que nos encontrábamos. Los tapices de las paredes atrajeron mi atención enseguida. Sus relieves y matices decoraban la estancia convirtiendo lo que antes debía de ser una habitación oscura y sin luz, en un espacio acogedor y cálido. Antes de que pudiese decir nada, Damon cerró la luz que me molestaba imponiéndonos la penumbra como la única luz en aquellas horas. Sin aliento apenas para volver a agradecerle aquel gesto, simplemente procuré obedecerle en todo. Mi cuerpo pesaba tanto que hasta el mínimo movimiento era un dolor que sangraba mi alma. Nunca antes me habían dolido tanto los huesos y me habían menguado tanto las fuerzas como ahora en que sentía que estas tan pronto aparecían, desaparecían.
El agua bajando por mi garganta por unos segundos me hizo bien, mi corazón dio un respiro y todo mi cuerpo debió de haber tomado algo más de fuerzas. Deshidratada por las fiebres lo mejor era aquello y pese a saberlo y a obligarme a beberme todo el vaso, fui incapaz de asumir aquella tarea y apartando el vaso de mis labios, mis ojos se encontraron con los ajenos. Sus ojos brillantes, su mirada oscura se posó en mi boca y casi pude atisbar el ligero ronroneo casi un gruñido de Damon cuando mi mirada también acarició los suyos. En cualquier otra situación me habría asustado, en su mirada seguía la mirada del lobo que habitaba en él, no obstante, quizás fuera por mi estado precario o mis sentidos dormidos, que en vez de miedo sentí todo lo contrario. Pese a mi débil estado, seguía queriendo tocar al lobo.
Negué con la cabeza cuando se me disculpó tras apartar la mirada y acomodándome de nuevo entre las sabanas de aquella cama, sentí una de sus manos en la mía y apreté con toda la fuerza que actualmente era poca para atraer su atención de nuevo hacia mí.
No quería que volviera a dormirse de aquel modo, aún menos tan lejos de mí… de sentir su calor.
—Dam… Damon —su nombre fue lo primero que susurraron mis labios febriles de nuevo y sonreí cuando se acercó un poco más hacia mí. Le miré y temblando como pude intenté tumbarme de lado, dejándole así un sitio en la cama para que pudiese tumbarse a mi lado. Me costó lo mío, más cuando finalmente lo conseguí quedó un espacio lo suficientemente ancho para que él pudiera caber sin dificultad. —Por favor… tengo f-frio y no, no quiero que te vayas. —confesé mirándole con ojos vidriosos de la fiebre, humedecidos por lagrimas que no aparecían pero que por el dolor se adivinaban.
—No vuelvas a irte…
Jade McLeod- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 20/03/2015
Re: Despertando con mi enemigo [Jade]
Aquella mujer a la que apenas conocía me hacia un hueco en la cama invitándome a orillarme a ella con una sonrisa que me resulto la mas hermosa vista en mi vida.
Moví mi cuerpo con suavidad para arrullarla con mi abrazo de forma tierna pero firme, mientras su cabeza reposaba ahora sobre mi pecho.
Estaba tan caliente que mi piel abrasaba bajo su contacto, sentía como su respiración lenta se entrecortaba con cada movimiento de mi pecho que subía y bajaba acompasándose a ella.
-Cariño, el medico me ha dado opio para ambos, no creo que fuera mala idea que tomaras un poco -le ofrecí mientras mis manos acariciaban su brazo con delicadeza haciéndole cosquillas con la yema de mis dedos.
Aun no podía creerme que esa mujer que estaba allí tumbada me perteneciera, quizás todavía ella no lo supiera, quizás porque aun me odiaba demasiado por la larga espera que tuvo que soportar y mas aun por las terribles consecuencias que esta le ocasionaron arrebatandole todo en la vida. Mas si sabia algo es que la compensaría, que no habría un solo día que no la hiciera feliz, era increíble como podía amar a una desconocida y como ese olor que de pequeño se me antojaba cursi ahora se había convertido en mi credo, en mi bandera y en mi único hogar.
Besé su pelo con suavidad, sin poder dejar de tocarla, hasta así, agotada y herida se me antojaba perfecta.
-Siento no haber sido capaz de protegerte mejor, no solo ahora, toda mi vida..he sido un maldito egoísta, pero juro que jamas volveré a pensar antes en mi que en ti.
Solo quería que se recuperara, ya no tenia a mas dioses a los que rezar, ni capilla que se me antojara alejada si en ella podía conseguir la salvación de su cuerpo y alma.
Creo que no hubiera habido nada que me hubieran pedido y yo no hubiera hecho por ella, por que sus ojos de nuevo brillaran desafiantes contra los míos.
Me sentía impotente, asustado, nada quedaba en ese instante del lobo capaz de dirigir una manda, de entablar elaborados planes de guerra y de salir victorioso de las situaciones mas complicadas, ahora solo sentía miedo, miedo de perderla, de que el olor que llevaba conmigo a todas partes en forma de misiva desapareciera de mi lado.
Temí que los dioses se la llevaran pues su belleza era de otro mundo, y mi dolor junto al suyo se hacia uno con cada siseo de sus labios, cada tembleque de su cuerpo.
-No voy a irme, pero no te vayas tu, no se te ocurra dejarme Jade por favor.
Creo que mi miedo traspasaba la corta distancia que nos separaba, distancia por la cual ni siquiera el aire tenia espacio para pasar.
Nuestros dedos se entrelazaron mientras sus labios se curvaban en una sonrisa complaciente, esa que desafiaba el tiempo y el espacio, esa que traía a mi mente los recuerdos de la primera vez que la vi, tan hermosa como las ninfas de lso bosques, tan hechizante como la magia que en su interior albergan.
Acaricié con mis dedos la palma de su mano mientras sentía como sus verdes ojos se cerraban, estaba agotada, ella necesitaba descanso y yo la necesitaba a ella, creo que por fin ,por primera vez en mi vida en ese lecho lo tenia todo, al menos todo lo que realmente importaba.
Desvié mis ojos hacia el ventanal la tarde pronto daría paso a la noche, la dama blanca reinaría en el cielo y con ella se tendría que producir mi encierro, pero yo no quería dejarla, no quería abandonar esa cama porque tenia miedo a que al despertar ella no estuviera.
-Jade, prometemelo, prométeme que no me vas a abandonar, aunque lo merezca, prométeme que vas a intentar si no amarme, soportarme.
Moví mi cuerpo con suavidad para arrullarla con mi abrazo de forma tierna pero firme, mientras su cabeza reposaba ahora sobre mi pecho.
Estaba tan caliente que mi piel abrasaba bajo su contacto, sentía como su respiración lenta se entrecortaba con cada movimiento de mi pecho que subía y bajaba acompasándose a ella.
-Cariño, el medico me ha dado opio para ambos, no creo que fuera mala idea que tomaras un poco -le ofrecí mientras mis manos acariciaban su brazo con delicadeza haciéndole cosquillas con la yema de mis dedos.
Aun no podía creerme que esa mujer que estaba allí tumbada me perteneciera, quizás todavía ella no lo supiera, quizás porque aun me odiaba demasiado por la larga espera que tuvo que soportar y mas aun por las terribles consecuencias que esta le ocasionaron arrebatandole todo en la vida. Mas si sabia algo es que la compensaría, que no habría un solo día que no la hiciera feliz, era increíble como podía amar a una desconocida y como ese olor que de pequeño se me antojaba cursi ahora se había convertido en mi credo, en mi bandera y en mi único hogar.
Besé su pelo con suavidad, sin poder dejar de tocarla, hasta así, agotada y herida se me antojaba perfecta.
-Siento no haber sido capaz de protegerte mejor, no solo ahora, toda mi vida..he sido un maldito egoísta, pero juro que jamas volveré a pensar antes en mi que en ti.
Solo quería que se recuperara, ya no tenia a mas dioses a los que rezar, ni capilla que se me antojara alejada si en ella podía conseguir la salvación de su cuerpo y alma.
Creo que no hubiera habido nada que me hubieran pedido y yo no hubiera hecho por ella, por que sus ojos de nuevo brillaran desafiantes contra los míos.
Me sentía impotente, asustado, nada quedaba en ese instante del lobo capaz de dirigir una manda, de entablar elaborados planes de guerra y de salir victorioso de las situaciones mas complicadas, ahora solo sentía miedo, miedo de perderla, de que el olor que llevaba conmigo a todas partes en forma de misiva desapareciera de mi lado.
Temí que los dioses se la llevaran pues su belleza era de otro mundo, y mi dolor junto al suyo se hacia uno con cada siseo de sus labios, cada tembleque de su cuerpo.
-No voy a irme, pero no te vayas tu, no se te ocurra dejarme Jade por favor.
Creo que mi miedo traspasaba la corta distancia que nos separaba, distancia por la cual ni siquiera el aire tenia espacio para pasar.
Nuestros dedos se entrelazaron mientras sus labios se curvaban en una sonrisa complaciente, esa que desafiaba el tiempo y el espacio, esa que traía a mi mente los recuerdos de la primera vez que la vi, tan hermosa como las ninfas de lso bosques, tan hechizante como la magia que en su interior albergan.
Acaricié con mis dedos la palma de su mano mientras sentía como sus verdes ojos se cerraban, estaba agotada, ella necesitaba descanso y yo la necesitaba a ella, creo que por fin ,por primera vez en mi vida en ese lecho lo tenia todo, al menos todo lo que realmente importaba.
Desvié mis ojos hacia el ventanal la tarde pronto daría paso a la noche, la dama blanca reinaría en el cielo y con ella se tendría que producir mi encierro, pero yo no quería dejarla, no quería abandonar esa cama porque tenia miedo a que al despertar ella no estuviera.
-Jade, prometemelo, prométeme que no me vas a abandonar, aunque lo merezca, prométeme que vas a intentar si no amarme, soportarme.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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