Despertando en una cruda realidad...

Cuando me levanto del suelo comenzó a gritarme sin más. Pero que grosero era este tipo, me parecía una falta de respeto, encima de que me había acercado a él solamente para preguntarle como se encontraba, pero en lugar de eso me encontraba sujeta a el, de la muñeca y mis huesos comenzaban a sentir el agarre de este hombre. Intenté zafarme de su agarre pero de la fuerza del agarre, me arrodillé en el suelo intentando aguantar el dolor.-¡AY! ¡Me hace daño!-Dije implorando piedad. Una lágrima comenzó a brotar de mis ojos al seguir intentando que me soltara pero él aún seguía con su agarre. -¿Admiradora tuya? Jamas te he conocido en la vida....y ¿me estás haciendo daño!-Dije cuando al final me libre de su agarre cayendo al suelo para hacerme un ovillo y acariciar mi dolida muñeca. Le miré desde arriba y lo único que hacia era estar parada, mientras le miraba a los ojos enfurecidos del dolor y posible de la perdida que tuvo antes.-Yo solo me acerqué a ti....para ver como estabas....te oí gritar..primero de dolor, luego gritaste igual que las hermanas de las sirenas al aviso de muerte.-A veces cuando hablaba me salían frases filosóficas-Quiero decir...al igual que una Banshee, son muy conocidas en la mitología celta...al igual que las sirenas...-Seguía mirándole a su rostro. Un rostro joven pues no parecía demasiado viejo. Mientras estaba de rodillas, me fui moviéndome hacia atrás hasta tener un apoyo como el de la pared de la habitación de aquel hombre.

Pero sus facciones...su rostro no era igual como el de otros lugareños de París. Por lo pronto a este hombre lo tendría bien vigilado pues no quería que me volviera a atracar, ya había sufrido mi muñeca y seguramente ningún medico se molestaría con una simple muchacha como yo y mi pueblo, al que comenzaba a quererme, seguramente encontrarían algún remedio para el dolor de la muñeca, pues no podía moverla a causa de los pinchazos múltiples que me daban en la muñeca. Seguí acariciando la muñeca para que se pasara el dolor, pero paré dado que ahora el dolor era mayor. Oculté mi rostro entre las piernas con mi muñeca apoyado en mi torso para ocultar las lágrimas que amenazaban con salir, pero entonces recordé de donde provenía yo.

Provenía de los furiosos mares de Poseidón bajo el abrazo bárbaro de uno de los piratas más temidos de la historia. Entonces un semblante furioso apareció en mi cara y me levante para atacar a ese hombre que parecía una muralla. Me levanté de golpe y fui a golpearlo con la cabeza al estomago, pero el bajo de mi falda se interpuso en mi anticipación y caí rodando hasta la otra punta de la habitación, justo debajo de la ventana. Menuda descendencia. No quería saber lo que estuviera pensando mi padre si me estuviera viendo desde algún lado. En mi opinión, si le hubiera conocido por más tiempo, y hubiera presenciado esto, seguramente me diría que menuda deshora para la familia.

Mientras pensaba en todo esto, me acurruque en forma fetal en donde estaba. En donde me había caído de nuevo. Oculté mi rostro manchado por la vergüenza e intentando hacer mutis a mi alrededor. Aquel hombre que me estaría observando, seguramente estaría furioso o yo que se. Creo que para la próxima vez, debería de ser más fuerte en lugar de ser tan débil. Las hijas de los piratas no eran así....y menos si tienes que sobrevivir sola en la vida y más aún estando en París.

Ahora se sentía arrepentido tras verle que iba a por un pañuelo ¿Para qué?
Acepté encantada el pañuelo y comencé a limpiarme las lágrimas. Noté como la suavidad del pañuelo me limpiaba las lágrimas con delicadeza y como olía a macho, puro y era un olor muy excitante. Parecía un afrodisíaco que emitía una sensación extrañamente placentera y este pañuelo era suyo... Cuando se fue a mirar al pasillo, me guarde el pañuelo en el escote y entonces volví a mi pena y al dolor de mi muñeca. Resople irónica en cuanto comenzó a hablar sobre que no había ningún médico. Seguramente aquella enfermera chivata habrá dicho cosas horribles de mi intuyendo lo que era por mis pintas.

Levanté mi mirada hacia él y sonreí tímidamente. Tomó mi mano con delicadeza y comenzó a masajearlo para retirara el dolor de mi muñeca. Sin pensarlo, fui acariciando su rostro lentamente con mi mano ilesa y lentamente fui acercándome a él para darle un tímido beso en la mejilla, que cambio a un beso fuerte, casi sonoro cuando me fui separando de él.-Gracias por...el masaje-Dijo con miedo en la voz. Le miraba atenta a aquellos ojos marrones y le mostré una sonrisa menos tímida.-Ya le he dicho que no....le oí gritar y me pregunte quien gritaba, le vi sufrir...-lentamente acariciaba su cuello para luego enredar mis dedos en su corta melena- Y me preocupe por usted-Dije sin darme cuenta de que tenía mi mano en su melena.

Quité mi mano y la puse sobre mi muñeca dolida terminando el masaje el cual él había empezado. Alcé mi mirada para verlo mejor y caí en la cuenta- ¿De qué golpe habla?-Dije mientras le miraba con curiosidad por todo su cuerpo parando en las vendas de su brazo.- ¿Me deja ver las heridas?-Pregunté con curiosidad. Me quede de nuevo mirando sus ojos embobada. ¿Qué tenían la gente diferente que me atraía? ¿Quizás porque yo también soy diferente? Posiblemente fuera eso.

Al ver que no me respondía le mire con un semblante triste-Ya veo...si no me lo quiere decir...ya me voy-Hice ademán de irme de la camilla en donde me había sentado aquel hombre, pero el olor de nuevo volvió a emanar en el aire. Quizás el pañuelo dejaba que saliera el aroma de aquel hombre el cual le mire a los ojos muy fijamente.- ¿A qué hueles...?-Le seguí mirando a la cara y una sonrisa se postro en mi cara.

Me agaché delante de aquel hombre y mientras enseñaba sugerentemente mi pierna para sacar de una pequeña petaca a la altura de mi muslo, un pañuelo de seda de color verde botella y comenzar a limpiarle un hilillo de sangre que emanaba de sus rasguños recientes. Tuve que volver a intentar poner el pañuelo en sus heridas, pues no paraba de dar varios respingos. Le mire y le di otro beso, pero esta vez rocé mis labios con los suyos y entonces aproveche para limpiarle la sangre que ya al parecer no había más. Me separé de sus labios y le sonreí ampliamente de lado a lado antes de que metiera el pañuelo verde dentro del bolsillo de su pantalón.-Ya esta limpio.