AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La casona || James Ruthven
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La casona || James Ruthven
El viaje era necesario para ella. La última vez que se había ido de su casa en París había sido un acto necesario para recuperarse a sí misma, ahora se trataba de unas vacaciones después de todo el esfuerzo que le había costado lograr abrir el museo. Su vida durante meses había sido tan solo un constante ir y venir al banco, hablar con proveedores, vendedores, trabajadores… No sabía lo que era dedicarse tiempo y era precisamente lo que pensaba hacer durante la próxima semana o semanas. Su leal amigo James le regaló hacía ya tiempo una casona a las afueras de Londres y no había tenido oportunidad de pasar tiempo allí, ahora era el momento perfecto.
Los viajes en barco siempre le parecían lentos y pesados, por suerte para ella James había dispuesto todo para que nadie la molestara en su camarote donde pasó la mayor parte del tiempo. La mera idea de poder caer al agua, de estar rodeada por completo por agua era agobiante; sí, era demasiado felina para casi todo. Por las cartas de este tenía constancia de que no podría ir a recibirla al puerto y tampoco lo esperaba realmente, demasiado raro sería que el rey se personase en el muelle para recibir a una simple amiga. Lo que sí haría sería reunirse con ella algún día en la casona. Por orden directa de Katharina no habría nadie del servicio allí. El querer estar relajada incluía ese pequeño detalle, sería ella la que se ocupara de las labores necesarias y a esa gata no se le caerían los anillos. -Deje los baúles en la habitación, por favor-, pidió al hombre que había dirigido la calesa hasta allí. Era un lugar verdaderamente precioso, el camino de gravilla serpenteaba desde la portilla de madera hasta la entrada de la casa, las flores abundaban y había una cantidad de árboles espectacular. Por la parte trasera la cosa no hacía sino mejorar, había un pequeño embarcadero en una laguna que al parecer pertenecía a las tierras que ahora le pertenecían.
El primer día dudaba ya que pudiera disfrutar más los días siguientes, paseó por el bosque y la orilla de la laguna, recogió flores que más tarde colocó en un florero, cocinó lo justo y disfrutó de la puesta de sol tomando una copa de vino en el balcón de su dormitorio. Se descubría a sí misma sonriendo o suspirando de pura relajación. Era posible que James apareciera más tarde pues entonces empezaba para él el día por lo que dejó el vino y se fue a acostar, ya se ocuparía él de despertarla si decidía honrarla con su presencia.
Los viajes en barco siempre le parecían lentos y pesados, por suerte para ella James había dispuesto todo para que nadie la molestara en su camarote donde pasó la mayor parte del tiempo. La mera idea de poder caer al agua, de estar rodeada por completo por agua era agobiante; sí, era demasiado felina para casi todo. Por las cartas de este tenía constancia de que no podría ir a recibirla al puerto y tampoco lo esperaba realmente, demasiado raro sería que el rey se personase en el muelle para recibir a una simple amiga. Lo que sí haría sería reunirse con ella algún día en la casona. Por orden directa de Katharina no habría nadie del servicio allí. El querer estar relajada incluía ese pequeño detalle, sería ella la que se ocupara de las labores necesarias y a esa gata no se le caerían los anillos. -Deje los baúles en la habitación, por favor-, pidió al hombre que había dirigido la calesa hasta allí. Era un lugar verdaderamente precioso, el camino de gravilla serpenteaba desde la portilla de madera hasta la entrada de la casa, las flores abundaban y había una cantidad de árboles espectacular. Por la parte trasera la cosa no hacía sino mejorar, había un pequeño embarcadero en una laguna que al parecer pertenecía a las tierras que ahora le pertenecían.
El primer día dudaba ya que pudiera disfrutar más los días siguientes, paseó por el bosque y la orilla de la laguna, recogió flores que más tarde colocó en un florero, cocinó lo justo y disfrutó de la puesta de sol tomando una copa de vino en el balcón de su dormitorio. Se descubría a sí misma sonriendo o suspirando de pura relajación. Era posible que James apareciera más tarde pues entonces empezaba para él el día por lo que dejó el vino y se fue a acostar, ya se ocuparía él de despertarla si decidía honrarla con su presencia.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La casona || James Ruthven
James recibió una carta que provenía de los muelles, el salitre y el tacto húmedo eran reconocibles a la legua para el vampiro y elevó una ceja con escepticismo por lo que se encontraría. Cuando uso el abridor de marfil para romper la cara y leyó su contenido no sonrió, ni le embriagó la felicidad de tener a su gatuna amiga en su país; no porque estaba ahí sola. Frunció el ceño y posponiendo todo lo demás pidió que ensillaran su caballo, se estaba colocando toda la ropa y el sombre londinense que los caballeros llevaban y cabalgó raudo y veloz directo a la casona de Von Hammersmark.
Dejó el caballo atado en la entrada y siguiendo sus instintos y subió las escaleras hasta el dormitorio de Katharina - Veo que te has puesto cómoda- irrumpió la voz del vampiro en la instancia haciendo que esta se girara para observarlo - ¿Acaso creías que no controlo a la gente que viene de París a verme? Nada se me escapa, gata.- terminó la frase acercándose hasta el mini bar que tenía preparado. El hielo estaba empezando a derretirse en su recipiente y cogió dos piedras rotas para echárselo en el Whisky. James hizo un mohín al tomar un trago- Recuérdame que te envíe un caja del Whisky que suelo beber- dijo tomando asiento en un sillón individual junto a ella, en el balcón. -Estoy esperando a que mi amiga me diga por qué está sola en su hogar- dijo entornando los ojos en blanco, casi con pinta divertida, algo muy poco común en alguien como James.
No sabía por qué pero sospechaba que no todo iba bien, aunque Katharina fuera indómita, lo cierto es que había dejado su corazón a merced de las dos únicas mujeres que lograron conquistarlo. La primera no salió nada bien, acabó con el exilio de la gata. Y el segundo..... el segundo estaba por ver. Aunque James se preciaba de tener buen ojo para las mujeres, la última pareja que se había echado su amiga le dio malas pulgas en cuanto la vio. No por el hecho de ser inmortal, sino por el hecho de no ser transparente para ella. Tenía cierto recelo posesivo ante Katharina y todos los que se preciaran de conocerla, sabían que no se puede poseer aquello que no se tiene.
Cuando el vampiro dirigió una mirada rápida y clínica a la mujer que tenía delante, descubrió que se sentía relajada, sus pulsaciones e incluso su temperatura eran normales. Pero lo malo del corazón es que no todo el mundo es capaz ni de interpretarlo ni de comprenderlo.
Dejó el caballo atado en la entrada y siguiendo sus instintos y subió las escaleras hasta el dormitorio de Katharina - Veo que te has puesto cómoda- irrumpió la voz del vampiro en la instancia haciendo que esta se girara para observarlo - ¿Acaso creías que no controlo a la gente que viene de París a verme? Nada se me escapa, gata.- terminó la frase acercándose hasta el mini bar que tenía preparado. El hielo estaba empezando a derretirse en su recipiente y cogió dos piedras rotas para echárselo en el Whisky. James hizo un mohín al tomar un trago- Recuérdame que te envíe un caja del Whisky que suelo beber- dijo tomando asiento en un sillón individual junto a ella, en el balcón. -Estoy esperando a que mi amiga me diga por qué está sola en su hogar- dijo entornando los ojos en blanco, casi con pinta divertida, algo muy poco común en alguien como James.
No sabía por qué pero sospechaba que no todo iba bien, aunque Katharina fuera indómita, lo cierto es que había dejado su corazón a merced de las dos únicas mujeres que lograron conquistarlo. La primera no salió nada bien, acabó con el exilio de la gata. Y el segundo..... el segundo estaba por ver. Aunque James se preciaba de tener buen ojo para las mujeres, la última pareja que se había echado su amiga le dio malas pulgas en cuanto la vio. No por el hecho de ser inmortal, sino por el hecho de no ser transparente para ella. Tenía cierto recelo posesivo ante Katharina y todos los que se preciaran de conocerla, sabían que no se puede poseer aquello que no se tiene.
Cuando el vampiro dirigió una mirada rápida y clínica a la mujer que tenía delante, descubrió que se sentía relajada, sus pulsaciones e incluso su temperatura eran normales. Pero lo malo del corazón es que no todo el mundo es capaz ni de interpretarlo ni de comprenderlo.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: La casona || James Ruthven
-James-, sonrió y se desperezó mientras se giraba para verle desde la cama donde se había tendido rato atrás, -tenía la intuición de que vendrías hoy-, le confesó con una sonrisa. Se alegraba de tenerle allí y por encima de todo lo valoraba, nunca había sido una relación al uso o considerada moralmente correcta pero James siempre sacaba tiempo para ella cuando era necesario e igual ocurría a la inversa. Pocos eran quienes apostaban por una amistad entre ellos, ni sus propias exparejas ni la actual reina de Inglaterra lo veía con buenos ojos y es que más allá del infinito respeto que se tenían siempre existía una tensión entre ambos que aceptaban e ignoraban por el bien común. -No tenía intención de pasar desapercibida, me parecía un buen momento para alejarme del caos que es París ahora mismo para mi y relajarme en este lugar-, se colocó a lo indio en la cama y miró –a través del balcón- las vistas de la laguna que se extendía ante ellos, -este lugar es magnífico James, no podría gustarme más-, ya se lo había dicho cuando este le regaló la casona pero no había tenido opción para disfrutarla todavía y por tanto debía incidir en ese punto. Hizo un gesto burlón por el comentario sobre el whisky pero lo dejó pasar, ella no era una bebedora asidua como él y por tanto no tenía el gusto tan desarrollado, siempre que no fuera el peor alcohol de las tabernas podría disfrutarlo.
-¿Sola? Estoy contigo, no necesito más compañía, ni sirvientes he querido que me acompañen en este viaje-, ya sabía perfectamente a qué se refería James pero no estaba segura de qué contestar, o quizás sí y simplemente prefería ignorarlo; fuera como fuera no iba a poder hacerlo con el vampiro pues sabía leerla a la perfección. -He venido sola porque así es mi vida en París desde hace unos meses, no quiero búsquedas esta vez-, se adelantó a la posible oferta del vampiro como la última vez, -no voy a hacer un drama de esto pero te aseguro que no veo lo mismo de las personas ni yo soy la misma persona-, ya hubo un cambio en ella al regresar de aquel larguísimo viaje por tierras del este y ahora no le era necesario. -No hay espacio para nadie más en mi corazón, se puede decir que me he cansado de querer y ser abandonada. Me da igual si Sara reaparece, no voy a tolerar el abandono y para ello lo mejor es no dar opción a que nadie pueda hacerlo-. Ya estaba, lo había dicho, la mirada de James permanecía impasible, observándola desde su asiento del rincón con la copa aún en la mano. -Estoy bien y eres consciente de ello. Me viste la última vez y me ves ahora-, veía la duda en sus ojos, la duda que le impedía creer del todo a la gata pero podía sentir la calma con la que hablaba, sí más que de costumbre, pero calma al fin y al cabo.
-Me quedaré en Londres una temporada si todo en el museo sigue como hasta ahora, viajaré cada cierto tiempo de todas maneras pero pasaré mucho tiempo aquí-, le informó de sus planes, -iré de compras para tener todo lo necesario en ambos lugares así que si necesitas algo me tendrás más cerca tú también, y espero poder conocer a tu familia por fin-, había sido sutil cambiando de tema y esperaba que no hubiera sido evidente para el rey aunque dudaba que el tema de la vida romántica de Kath se hubiera acabado. -Demos un paseo, ¿te parece?-, la luna les otorgaba una luz suficiente para poder pasear por el bosque y el borde de la laguna sin problema alguno.
-¿Sola? Estoy contigo, no necesito más compañía, ni sirvientes he querido que me acompañen en este viaje-, ya sabía perfectamente a qué se refería James pero no estaba segura de qué contestar, o quizás sí y simplemente prefería ignorarlo; fuera como fuera no iba a poder hacerlo con el vampiro pues sabía leerla a la perfección. -He venido sola porque así es mi vida en París desde hace unos meses, no quiero búsquedas esta vez-, se adelantó a la posible oferta del vampiro como la última vez, -no voy a hacer un drama de esto pero te aseguro que no veo lo mismo de las personas ni yo soy la misma persona-, ya hubo un cambio en ella al regresar de aquel larguísimo viaje por tierras del este y ahora no le era necesario. -No hay espacio para nadie más en mi corazón, se puede decir que me he cansado de querer y ser abandonada. Me da igual si Sara reaparece, no voy a tolerar el abandono y para ello lo mejor es no dar opción a que nadie pueda hacerlo-. Ya estaba, lo había dicho, la mirada de James permanecía impasible, observándola desde su asiento del rincón con la copa aún en la mano. -Estoy bien y eres consciente de ello. Me viste la última vez y me ves ahora-, veía la duda en sus ojos, la duda que le impedía creer del todo a la gata pero podía sentir la calma con la que hablaba, sí más que de costumbre, pero calma al fin y al cabo.
-Me quedaré en Londres una temporada si todo en el museo sigue como hasta ahora, viajaré cada cierto tiempo de todas maneras pero pasaré mucho tiempo aquí-, le informó de sus planes, -iré de compras para tener todo lo necesario en ambos lugares así que si necesitas algo me tendrás más cerca tú también, y espero poder conocer a tu familia por fin-, había sido sutil cambiando de tema y esperaba que no hubiera sido evidente para el rey aunque dudaba que el tema de la vida romántica de Kath se hubiera acabado. -Demos un paseo, ¿te parece?-, la luna les otorgaba una luz suficiente para poder pasear por el bosque y el borde de la laguna sin problema alguno.
Katharina Von Hammersmark- Cambiante Clase Alta
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Re: La casona || James Ruthven
Entendía a lo que se refería la cambiaformas cuando decía que estaba ya cansada de sentir. Para alguien como James era muy fácil, siempre omitió aquella voz que le indicaba que era lo correcto en temas sentimentales. Fue frío y podría decirse que a excepción de Rania y sus hijos seguía siéndolo. Era inaccesible al mundo que le rodeaba y había vivido bien durante todos esos siglos de esta manera.
No le había caído en gracia ninguna pareja de Katharina porque era cierto que algo ocurría entre los dos, la tensión era palpable entre ellos y levantaba la alerta de las parejas de ambos, pero ¿cómo no iba haberla si se conocieron en la cama? Y por muy mal que pueda sonar, se conocieron tal y como eran, sin trampa ni cartón. De hecho, Katharina había conocido una de las peores caras de James y si seguía siendo su amiga, era porque valía la pena. Sin embargo, preferían mantener las distancias, probablemente si se encontraban durante mucho tiempo en una misma habitación la tensión sexual se desbordaría, por mucho que a Katharina le atrajeran las mujeres y a James su mujer. Tenían una relación muy difícil, pero como todas las que tenía el vampiro.
Aceptó de buena gana el paseo por la finca de la casona, había elegido bien y tenía un coto de caza cerca para que Katharina pudiera pasear en su forma salvaje y cazar lo que quisiera. Caminó con las manos en la espalda, como era costumbre en James y miraba al horizonte impasible ante el tiempo y cualquier problema. Sintió el halo de Katharina mucho más tranquilo en el exterior, respiraba profundamente los olores y la comisura de sus labios estaba levemente hacia arriba, indicando algo de felicidad- Sabes que eres bien recibida en palacio, gata. Pero me temo que de las recepciones femeninas se ocupa mi reina- dijo el vampiro algo pícaro- Oye, quien sabe, igual termináis siendo amigas y tomando el té y jugando a las cartas- bromeó mientras se rascaba la parte de atrás de la cabeza para luego peinarse adecuadamente, sin éxito claro - ¿Te preguntas que hubiera pasado si no nos hubiéramos separado? – lanzó la pregunta al aire, abiertamente sin filtro- Quizá serías ahora la reina de Inglaterra… siendo infiel a tu marido con todas las mujeres de la corte…- y entonces se encontró con la mirada seria de Katharina y no pudo aguantar la carcajada que le vino al verla- Seríamos la corte más retorcida del mundo- dijo mientras ojeaba que su amiga parecía haber aprendido a amar su independencia.
-Debe ser duro para una mujer estar sola, ser la dueña y conservadora de un museo de historia natural y que los hombres te tachen de hombretón o desacrediten estudios…- dijo mientras pensaba en alguno de los panfletos que había encontrado en su gabinete- En Inglaterra empiezan a levantarse varias mujeres o mejor dicho, organizaciones de mujeres por su emancipación. Es un tema muy polémico que tengo que estudiar detenidamente- hizo una pausa por la reflexión que le asaltó después de hablar. Todas las mujeres que conocía y las mujeres que valían la pena, eran todas más fuertes y con más carácter que muchos hombres. De hecho, Katharina era una de ellas.
No le había caído en gracia ninguna pareja de Katharina porque era cierto que algo ocurría entre los dos, la tensión era palpable entre ellos y levantaba la alerta de las parejas de ambos, pero ¿cómo no iba haberla si se conocieron en la cama? Y por muy mal que pueda sonar, se conocieron tal y como eran, sin trampa ni cartón. De hecho, Katharina había conocido una de las peores caras de James y si seguía siendo su amiga, era porque valía la pena. Sin embargo, preferían mantener las distancias, probablemente si se encontraban durante mucho tiempo en una misma habitación la tensión sexual se desbordaría, por mucho que a Katharina le atrajeran las mujeres y a James su mujer. Tenían una relación muy difícil, pero como todas las que tenía el vampiro.
Aceptó de buena gana el paseo por la finca de la casona, había elegido bien y tenía un coto de caza cerca para que Katharina pudiera pasear en su forma salvaje y cazar lo que quisiera. Caminó con las manos en la espalda, como era costumbre en James y miraba al horizonte impasible ante el tiempo y cualquier problema. Sintió el halo de Katharina mucho más tranquilo en el exterior, respiraba profundamente los olores y la comisura de sus labios estaba levemente hacia arriba, indicando algo de felicidad- Sabes que eres bien recibida en palacio, gata. Pero me temo que de las recepciones femeninas se ocupa mi reina- dijo el vampiro algo pícaro- Oye, quien sabe, igual termináis siendo amigas y tomando el té y jugando a las cartas- bromeó mientras se rascaba la parte de atrás de la cabeza para luego peinarse adecuadamente, sin éxito claro - ¿Te preguntas que hubiera pasado si no nos hubiéramos separado? – lanzó la pregunta al aire, abiertamente sin filtro- Quizá serías ahora la reina de Inglaterra… siendo infiel a tu marido con todas las mujeres de la corte…- y entonces se encontró con la mirada seria de Katharina y no pudo aguantar la carcajada que le vino al verla- Seríamos la corte más retorcida del mundo- dijo mientras ojeaba que su amiga parecía haber aprendido a amar su independencia.
-Debe ser duro para una mujer estar sola, ser la dueña y conservadora de un museo de historia natural y que los hombres te tachen de hombretón o desacrediten estudios…- dijo mientras pensaba en alguno de los panfletos que había encontrado en su gabinete- En Inglaterra empiezan a levantarse varias mujeres o mejor dicho, organizaciones de mujeres por su emancipación. Es un tema muy polémico que tengo que estudiar detenidamente- hizo una pausa por la reflexión que le asaltó después de hablar. Todas las mujeres que conocía y las mujeres que valían la pena, eran todas más fuertes y con más carácter que muchos hombres. De hecho, Katharina era una de ellas.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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