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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Dom Ago 23, 2015 1:56 pm

M O R T A L    D É C R O I S S A N C E


Todo había empezado como un día normal, uno de los días en que tenían que reunirse Olenna y ella para revisar como iban las obras de su nuevo palacete. Katharina se había adelantado para revisar el avance en la biblioteca, sala en la que no dejaba entrar a su pareja esperando poder darle una sorpresa cuando todo finalizara. Sin embargo, la hechicera no llegó a la hora pactada. Ni horas más tarde. Katharina esperó en el palacete todo el día hasta que finalmente decidió ir a la casa en la que vivían provisionalmente suponiendo que la encontraría allí y explicaría el motivo de no aparecer... pero tampoco fue posible. Los días pasaban y nadie sabía nada de la desaparición de la mujer. Los sirvientes aseguraban desconocer el motivo por el que la señora no estaba en casa y la policía no tenía pista alguna de su paradero.

La cambiante empezó entonces a sumirse en una depresión que le impedía comer, beber o cuidarse en absoluto. Su peso disminuyó estrepitosamente en el mes que estuvo sola. Lo único que hacía que saliera de la habitación eran las obras del palacete. Algo le decía que cuando todo acabara Olenna aparecería para comenzar la prometida vida juntas, por lo que cuando los obreros dejaron el palacete tal y como Katharina lo había ideado todo organizó una gran fiesta a la que acudió lo más selecto de París, pero no Olenna. El desconocimiento sobre el motivo que había llevado a Olenna a irse era una carga demasiado pesada como para poder soportarlo. Cada día buscaba razones pero nunca encontraba una convincente. Justo cuando parecía que su vida empezaba a mejorar, cuando parecía que había encontrado a la persona con la que compartir todo... volvía a caer en las sombras.

Con calma salió de su nuevo, y repleto de gente, palacete caminando sin rumbo. Le fallaban las fuerzas pero no se detuvo, prefería desfallecer, no te aterraba la idea incluso de morir cuando se vio en el suelo de aquella zona alejada de todo. El silencio era atronador para ella, hacía que los pensamientos autodestructivos cobraran fuerza en su mente y sintiera como se desgarraba su interior. El ataque de ansiedad fue más fuerte que los anteriores que había sufrido y le agobiaba incluso la ropa que vestía, esos malditos corsés... No había nadie por la zona y de todas maneras poco le importaba ya si alguien la veía, por lo que se libró de todo su atuendo y se dejó caer en el suelo entre respiraciones agitadas y sollozos hasta quedarse sin conocimiento por la debilidad que llevaba acarreando durante demasiados días. - ¿James? - pudo susurrar cuando notó el movimiento de alguien cargando con ella y abrió los ojos. Parecía que la relación con aquel vampiro sí era una buena alianza después de todo. Cuando tenía un problema era el que siempre estaba ahí y parecía que también sabía como localizarla y la conocía mejor que nadie en Paris.

No sabía a donde la llevaba, tan solo dos opciones le parecían plausibles. Que exigiera a todos los que habían asistido a la fiesta que se fueran a sus respectivas casas y allí atendiera a la cambiante o que una vez más recurriera a su propia vivienda. El aspecto de la mujer debía ser deprimente por la mirada que James le había dedicado cuando esta había mentado su nombre. Los ojos de Kath se cerraron incapaces de soportar el tono de lástima y frustración que el gruñido del vampiro hizo sonar en su garganta.

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Mensaje por James Ruthven Vie Sep 11, 2015 10:44 am

Aquella noche como muchas otras, James se sentó en su gran escritorio de caoba. El fuego de la chimenea estaba encendido y notaba la respiración de aquel palacio suyo. Mojó la pluma de tinta y se lanzó a escribir los documentos que necesitaban unos sirvientes para viajar al extranjero, pero cuando llevó el lacre a la vela, una sensación, como un escalofrío le recorrió el espinazo sintiéndose frío si pudiera y notando como aquella noche de primavera cambiaba lúgubre. Una vez entregó las cartas abrió de par en par el ventanal y se quedó apoyado con los brazos cruzados, en chaleco y camisa remangada. Frunció el ceño, aspirando el aroma de la noche por si algo le llegaba a sus sentidos, pero los presentimientos son espontáneos y la losa de uno malo era algo que pesaba en el alma de cualquier criatura del mundo. Ese magnifico mecanismo que sin duda habían heredado todos de su parte animal, la parte salvaje.

-Monsieur, Ruthven. Le he traído el correo- Le indicó el mayordomo con una voz profunda y algo gangosa típica del acento francés. James se giró sobre saltado y se acercó hasta el correo acompañado del correo. El papel le decía mucho, incluso el olor... sabía cual era una carta de una mujer, cual pedía dinero, cual necesitaba ayuda o una recomendación. Las fue pasando una detrás de otra, casi mecánicamente. Hasta que las lanzó al escritorio y despidió al mayordomo de la estancia. Iba directo al diván para emprender su rato de lectura cuando paseó la mirada por encima del periódico del día. Y hubiera seguido su camino de no ser que el título lateral, la de la parte de sociedad, donde la Duquesa Von Hammersmark daba una gran fiesta de inauguración de su palacete en las afueras de París. James sonrío para sí mismo y recordando las cartas, que había pasado no encontró ninguna de Katharina dirigida a él.

Ante la toma de una decisión, el efecto mariposa hace que el resultado varie en la resulución de una reacción igual u opuesta. Esa noche, si no hubeira tenido aquel presentimiento, James se habría quedado en casa leyendo su libro y disfrutando de Whisky. Pero lo tuvo y la reacción que tuvo al ver que se daba una fiesta donde la mayor parte de la alta sociedad estaba invitada, a excepción de él. Le crispó más el ánimo para ir a buscar su invitación directamente.

Vestido de gala salió de su estancia y se dirigió al palacete de Hammersmark, que estaba rebosante de luces, de pomposería burguesa y rocambolesca. Donde las personas más poderosas del país discutían entre burbujeante champán quién era más poderoso. James se coló en los jardines, dispuesto a pasar la seguridad y si hacía falta a la mismísima Olenna, con la que nunca tuvo mucha simpatía. Pero para su sorpresa encontró a la orilla de las escaleras de pizarra la ropa de una mujer desnuda que olían a Katharina. Se agachó para olerlo una vez más pues su perfume aún se percibía en el aire y siguió su rastro hasta encontrarla.

Yacía en el suelo, desnuda, perdida entre las tinieblas de un desmayo. Tan sola y lúgubre, tan muerta de vida y de esperanza. Sólo supo que estaba viva porque aún notaba el latir de su corazón en el pecho. Así que sin dudarlo pasó los brazos ajenos por su cuello y la llevó hasta el interior de la estancia. No podía sacarla desnuda, ni tampoco llevarla a su casa. La tumbó en la cama y la vistió con algo ligero, suave y meloso - ¿Qué demonios te ha pasado, gata?- dijo peinando su melena sabiendo que no le respondería. Se irguió y se acercó hasta el escritorio personal, sólo había las motas de polvo inmutables por el tiempo. Tampoco había nada que le diera alguna pista de lo que pasaba.

Tocó la campana de sus aposentos y en el momento, entró el ama de llaves, la primera persona de Katharina, desde siempre. James le explicó lo que había pasado y la señora le dio la pista . Olenna había desaparecido de París, dejándola aquí sola. Decía que estaba destrozada.

James dio las gracias y una considerable propina a la mujer para que se dedicara a echar a todos de la fiesta, sin duda aquello era un problema, pero el hecho de que la anfitriona estuviera indispuesta era algo justificable. El hecho es, que James se sentó en el escritorio ajeno, y como había empezado la noche empezó a escribir una nota de recompensa. Ofreciendo una cuantiosa suma de francos para cualquiera que le diera una información veraz y útil. Así como el paradero de la mujer viva o muerta.  Una vez firmado, con la mayor templanza posible, la pluma parecía igual de enfurecida y casi rasgó el pergamino que raudo y veloz se dirigió por el correo hasta la imprenta para empapelar París. Acercó su silla hasta la proximidad de la cama ajena, cogió un libro de poesía que tenía cerca y se dedicó a ocupar su tiempo esperando cualquier noticia de mejora de Katharina o de la recompensa.

Por primera vez en mucho tiempo, el vampiro empezó a valorar la impaciencia y el valor de la palabra "eternidad".

Después de un largo suspiro, cerró el libro y se inclinó hacia ella- Hola, Katharina- le dijo con tono serio, ni triste ni comprensivo. El decoro y el protocolo con esa mujer no servía para nada, así que la impaciencia le corrompía por dentro- He ofrecido una recompensa por ella, por información del paradero o algo util. Incluso por su cuerpo vivo o muerto- le dijo sabiendo que la idea de la muerte era algo inconcebible para ella, pero un desenlace a tener en cuenta.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Dom Sep 13, 2015 8:36 am

Escuchaba, sin prestar mucha atención, las idas y venidas de la gente en sus aposentos. Era consciente de que James la había vestido y dejado en la cama, pero no se veía con fuerza suficiente como para hablar con él, como para mirarle y confesar el motivo por el que se encontraba en tal estado. Para eso ya parecía estar su ama de llaves que contó lo ocurrido en cuanto el vampiro le pidió explicaciones sobre el pésimo estado de su señora. En otra ocasión la hubiera castigado por exponer su vida privada sin consentimiento, pero entendía que todo su servicio se sentía descolocado con lo ocurrido y no sabían como ayudar a Katharina. Su ama de llaves, casi parte de la familia para ella, conocía de sobra la historia que había tras la persona de James Ruthven y la confianza que su señora había depositado en él por lo que supuso que había cantado con tal rapidez esperando que este pudiera encontrar una solución que hiciera sanar el alma de la cambiante.

Su único ansia era dormir, era cuando menos dolor sentía, salvo en las ocasiones en que soñaba con Olenna que no eran pocas. Esas veces quería morir cuando al despertar volvía a descubrir que todo había sido tan solo un sueño y que la hechicera realmente no se encontraba a su lado en la cama. Era increíble como había cambiado todo en escasas semanas. Nada había pasado que aventurara la desaparición de su pareja y eso era lo que más tensión le causaba. Nadie la había visto, nadie sabía nada de ella y ningún cuerpo había aparecido en las calles...

Como pudo se irguió sobre la cama para atender a James como debía o al menos con algo más de orgullo, si es que le quedaba algo en el interior de sí misma. Tan sólo había tenido un grado tal de tristeza otra etapa de su vida y fue cuando se vio  obligada a dejar su país y a su familia en peligro tras ella. Pero ahora era un dolor diferente, parecía que se rompía en pedazos por dentro, parecía que nada tenía sentido. El cansancio de luchar pesaba sobre ella como si cargara con pesados sacos a cada paso que daba. - No está - dijo con la voz rasposa y la mirada perdida en los ojos del vampiro. ¿Cómo decirle a alguien como él que nada le importaba ya? Tan sólo despertaría al demonio y su ira pues dudaba que él se hubiera sentido así alguna vez y sólo la comprendería si perdiera a la que ahora se había convertido en su esposa. De nada servía ofrecer recompensas, ya lo había hecho todo y no había siquiera una pista sobre su paradero. No se atrevía a decir en voz alta que podría estar muerta pero no sabía si la dolía más esa idea o que se hubiera ido por sí misma.

Sabía que estaba demasiado delgada, más de lo habitual en ella, como para ser normal y por supuesto que James habría notado todo nada más verla, pero mejor él que un desconocido o cualquier miembro de alguna casa real de los invitados a la inauguración de su palacete. - Lo quemaré todo - tuvo que apretar la mandíbula para evitar que las lágrimas cayeran por las mejillas una vez más, se había jurado que no lloraría más por Olenna hasta saber lo que había ocurrido. Se había jurado tantas cosas que ya no sabía cuales debía cumplir. - Y creo que renunciaré a mi título, no estoy en condiciones de ostentar ese cargo en mi estado - quizás era lo más sensato que había logrado decir desde que descubrió la ausencia de la hechicera. - Mi servicio ha hecho venir a dos médicos a tratarme, no sé qué esperan conseguir de alguien que no desea ser ayudado - hizo sonar la campana para que alguien acudiera y sirviera a James lo que quisiera si es que este tenía ganas de una copa.

Se perdió de nuevo en sus propias tinieblas mientras el vampiro hablaba con el ama de llaves, la visión de sus manos pálidas y delgadas -por la escasa ingesta de alimentos- se le asemejaban a las de un cadáver. Su silueta en el camisón con que James la había vestido hacían de ella algo parecido a un mero fantasma cuando paseaba por la habitación
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Mensaje por James Ruthven Jue Oct 15, 2015 9:14 am

Cualquiera que tuviera un sentido agudo del oído podía haber escuchado como la grieta de su corazón parecía desquebrajarse como la pared de un edificio antes de derruirse. James se crispó al escuchar como la sangre de su corazón bombeaba a pasos agigantados la poca sangre salvaje que le quedaba a aquella mujer. Ningún médico del mundo sería capaz de curar un corazón roto, ningún hombre podría llenar el hueco de esa mujer y tampoco un ser sería capaz de comprender lo que sufre el otro a no ser que le toque vivirlo. Como siempre cada persona siente y padece de forma diferente, el servicio estaba preocupado por su señora. Los médicos habían intentado todo, los tónicos,  incluso se plantearon la alimentación forzosa. Pero no era una caso extremo. James contemplaba la situación y hacía un balance justo de cómo debía actuar. ¿Qué tenía que hacer un amigo? No sabía si dejarla sola, no sabía si persuadirla para que mantuviera viva, ya que ella estaba pensando en todo lo contrario, en morir. Se sintió impotente y la rabia empezaba a apoderarse de James.

<<¿Qué demonios?>> pensó.

Ella era una salvaje, una mujer fuerte que tuvo que recurrir a la prostitución para sobrevivir, que en opinión de James era el empleo más rastrero que podía tener una mujer y ahora iba a acabar así por una mujer sin honor.  No podía permitirlo, no podía dejar que aquella mujer, la única de las pocas que merecía su respeto tuviera tan poco amor propio. No podía dejar que el destino dilapidara aquella vida, como muchas otras. Dejándose morir, directa al infierno de Dante. Movió la cabeza hinchando las fosas nasales mientras se giró hacia ella- Se acabó ese comportamiento, si no lo haces por las buenas lo harás por las malas- le retó señalando el cuerpo de Katharina- Comerás, pasearás y visitarás la ciudad. Recibirás clases de piano o de canto, de pintura y mantendrás tu mente ocupada- le organizó un plan, de acuerdo a su estatus, una vida dedicara a sí misma y a descubrirse. Una ida relajada y tranquila que requiriera una exploración artística interior y pudiera canalizar toda esa tristeza de forma productiva. Y sobre todo que empezara a ilusionarse por la vida, porque si carecía de ese encanto natural e indomable no le merecía su respeto. Cuando Katharina se mostró impasible e incrédula a cómo James había organizado su vida no pudo reaccionar en el momento. Así que James aprovechó para añadir- Y si no quieres poner de tu parte, o te resistes a las malas. Te las verás conmigo –  ahí, armada y perfectamente estructurada la amenaza quedó frente a sus narices. Lo cual no parecía mala idea, sacar de sus casillas a una mujer, que siempre se había mostrado orgullosa, sucumbiendo a la triste voluntad inhumana de James- En este estado eres lo menos apetecible que he visto en mucho tiempo- dijo con sorna y malhumorado.  A estas alturas de la conversación esperaba que la sangre de Katharina se incendiara, que al menos, como muchas veces su fiereza saliera a relucir cruzando su cara de un zarpazo o de un tortazo que le hiciera girar su rostro.

James se acercó hasta ella y de un movimiento certero y seco la dejó caer el camisón viendo aquel cuerpo en pena, aquella obra de arte antes contemplada como con esas curvas sinuosas tan naturales como deseables. Pero ahora la muerte empezaba a cubrir con su manto de palidez aquella piel, antes viva y morena. James no podía soportar que una obra de arte, que una mujer como esa se desaprovechara. Así que tendría que tomar cartas en el asunto, y de Katharina dependía la forma en la que iban a jugar.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Mar Oct 20, 2015 8:02 am

Sabía lo que estaba pasando por la mente de James al mínimo detalle. No estaba en absoluto acostumbrado a lidiar con situación como la que se exponía ante él. La dificultad que para él generaba tener que empatizar con el dolor de Katharina, suponía que la frustración cubriera su rostro dándole un aire confundido y taciturno. No quería abandonarla a su suerte, eso lo sabía la cambiante pero el desconocimiento que demostraba a la hora de ayudar a los demás era lo que impedía que pudiera hablar y consolar como lo haría cualquier persona normal. Esa era una de las peculiaridades que llevó a Katharina a forjar un vínculo tan personal con el vampiro, no se parecía a nadie que hubiera podido conocer. Era frío y distante, tanto como ardiente y explosivo. Por eso no fue extraño para ella que el cambio en él se produjera con tanta rapidez. Todo lo que parecían dudas y temores sobre cómo actuar con ella, se convirtieron en palabras firmes y sin pie a reproche. Seguramente apenas un par de personas más serían capaces de  apreciar esos matices en él, esos arranques de amor que ni él sabría identificar como tal. Un hombre no acostumbrado a amar, no acostumbrado a ayudar más que en los asuntos relacionados con su condado, se encontraba ahora en la habitación de una mujer que se dejaba arrastrar por la muerte, obligándola a vivir. ¿Qué era eso sino amor?

Por primera vez en mucho tiempo sonrió, sin que sus ojos llegaran a brillar. Le resultó de una ternura cruel que fuera un vampiro quien luchara por su vida y no ella misma. Su cuerpo apenas le respondía por la escasa alimentación que llevaba, pero hizo lo que pudo para sentarse en el borde de la cama, haciéndose más evidente su delgadez. Pero James no parecía tener suficiente con ello, por lo que dejó que retirara esa prenda de algodón quedando expuesta a él. - Espero que no tengas sed, acabarías conmigo chupasangre - no podía soportar la mirada del vampiro sobre su cuerpo, sobre lo que era poco más que un amasijo de huesos, por lo que ese comentario fue lo único que la salvó de hundirse más en sí misma. Así como en otras ocasiones exponer su cuerpo no había sido un problema ahora le resultaba algo demasiado íntimo como para quedar así ante él. Con paso lento se encaminó hacia la puerta que daba acceso al baño contiguo a su alcoba, cerró antes de que alguien del servicio o el mismo James pudiera ir tras ella y se apoyó en la puerta un segundo para coger fuerza y avanzar hasta la tina. La temperatura del agua debía estar bastante más caliente de lo normal pues cuando salió notaba su cuerpo tibio, como hacía días que no estaba y enrojecido. La bata cubrió hasta sus pies y se desenredo la melena ahora raída, dejándola suelta en su espalda. Una vez acabó, salió del cuarto para juntarse de nuevo con James, - no tengo fuerza para hacer todo lo que has dicho, y sabes que tampoco ganas - pero comeré algo por el esfuerzo que has hecho tú. Dejaba así ver un resquicio de la señora que era, con el tono firme y la mirada tan fija en los ojos ajenos que parecía haberlos calvado. - Ten claro pues, que no lo hago por tu vacua amenaza - en ningún momento pensaba Katharina que James le hiciera algo en su estado. No sería capaz y la lucha sería ridículamente ventajosa para él, además de que acabar con ella era lo último que este quería y lo dejaba claro con sus anteriores palabras.

Cuando una de sus ayudantes se ocupó de vestirla y adecentarla, podía llegar a asemejarse con la duquesa que un día fue. Hasta eso había perdido, aunque lo cierto era que era lo que menos le importaba llegados a ese punto. El vestido, aunque le iba algo holgado, hacía que luciese hermosa y el maquillaje cubriendo sus ojeras, camuflaba la tristeza que denotaba la falta de brillo en sus ojos. - Salgamos - se aferró al brazo del vampiro para caminar hacia el exterior del palacete, tan solo había salido una vez más desde que todo había sucedido y lo cierto era que adoraba ese jardín, su inmensidad lo hacía único; las zonas arboladas se mezclaban con las que estaban más cuidadas con setos podados al detalle y flores de todo tipo y color. El esfuerzo que requería para su adormecido cuerpo dar un paseo podía ser semejante a lo que supondría para James tener que arrastrar a un licántropo que quisiera caminar en el sentido contrario. Tenía la duda sobre si este tendría conocimiento sobre si le había ocurrido algo a Olenna o simplemente se había marchado sin motivo aparente, pero no pensaba hablar más de ella. Fuera como fuere, para Kath esa mujer estaba muerta y solo volvería a tener conocimiento de algo referente a ella si regresaba algún día…
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Mensaje por James Ruthven Lun Oct 26, 2015 4:18 am

Como un galante caballero y no como un demonio del averno, ofreció su brazo a lo que quedaba de Katharina, de aquella batalladora guerrera de la vida y la libertad. Si el peso de la mujer era nimio antes, ahora tenía el mismo valor que una pluma de pavo real, el único sustento de su sistema era una pila de huesos débiles. En otra ocasión las mejillas de Katharina estarían sonrojadas, con un pequeño hoyuelo en la comisura de sus labios rojos por le carmín, que enunciarían una fila de dientes blancos con esa sonrisa encantadora y coqueta, que era la presentación de esa gata callejera.

Salieron en silencio del palacete, no se decían nada y en cambio aquel sepulcro de palabras muertas se quedaba flotando en el aire, cosa que agradecía James, pues no sabía hasta cuando su ánimo podría soportar la desdicha de la mujer, independientemente de la suya propia. Pensó en decirle a Katharina lo que había pasado con su mujer, ambos estaban perdidos en la inmensidad del desamor y de la desdicha. Miró de reojo entonces a la mujer de su lado, que con paso débil y tembloroso bajaba las últimas escaleras que quedaban para poder salir al exterior ¿Se vería el tan mal? Lo cierto es que James era un maestro del teatro, un actor que sabía interpretar bien su papel de conde, de hombre, de marido e incluso de vampiro. Pero solo, Milenka y Katharina sabían realmente quien era James y lo que podía llegar a sentir. Sus deseos eran oscuros y poco aceptados en la sociedad, incluso de los de su propia especie. En las religiones ese acto estaba condenado, tal y como lo estaba él y cada día descubría y aprendía algo nuevo y era que, el tiempo independientemente enseña y que , su Sire tenía razón, la eternidad es demasiado tiempo para vivir preocupado, para involucrarse sentimentalmente. Cuando un vampiro, a no ser que encuentre a otro, está condenado a estar solo o a morir agonizado entre aquella montaña de devenires que en cierto modo, podrían haberse evitado.

Para Katharina no había opción alguna que hacer frente a los problemas, le había tocado vivir una vida, que en sí misma era una burla masoquista a la alegría de vivir. Era una ironía andante en el que estaba avocada a la muerte y la desdicha , como todos los mortales. Suspiró después de pensar todo aquello para centrarse en la vista que tenía delante de él y prestar atención a Katharina.

Realmente Rania no tenía la culpa de lo que sentía, la tenía el mismo por no librarse de la poca humanidad que le quedaba y haber doblegado sus únicos instintos, lo único importante en su vida que era la sangre, su placer y el poder. James perdió a Rania en la taberna, pero Rania perdió a James y toda su faceta humana cuando huyó de él con su hijo.
-Katharina…tengo que hacerte conocedora de información. Fui sincero en el pasado, sería hipócrita no serlo ahora- informó mientras caminaba con paso lento y miraba la gravilla del suelo, hacer un ruido, que a él particularmente le parecía placentero. Pensó en cómo decírselo pero también pensó que ella era su amiga, su confidente y que se quedó allí, sin huir y entendió al vampiro de James- Quizás pensar en la desgracia ajena te ayude a olvidarte de la tuya- hizo una pausa- Me conoces bien, he sido siempre sincero contigo y tu quedaste a mi lado a pesar de ver lo peor de mí. Rania huyó cuando viajamos a Escocia, con el niño. Recibió una carta de una serie de atrocidades que cometí junto a mi creadora, lazo que no puedo destruir ni rehuir de ello. Y ahora…cualquier sentimiento humano que pudiera tener se ha apagado. Tan solo queda el demonio que siempre he sido, y acudo a ti, ahora, aunque no tengas fuerza, por consejo humano. De corazón en temple y buena voluntad, para que no cometa una atrocidad contra mi mujer- con atrocidad quería decir por matarla, sodomizarla o esclavizarla. Para tenerla cuando tuviera sed de mujer, para beber de ella cuando tuviera sed de sangre. Ella sabía bien a lo que se refería- Cada día que pasa… Katharina. Soy más cruel, soy más ruin.

Y allí estaban los dos, en mitad de un gran jardín, laberíntico y bien cuidado , colorido a pesar de ser otoño. Como al principio, dos seres libres, en aquel jardín donde una vez, dejaron de lado a todo el mundo, y fueron por unos momentos los únicos sobre la faz de la tierra. Y ahora de nuevo, los dos se encontraron en la misma circunstancia, pero más dramática que la anterior.
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Mensaje por Katharina Von Hammersmark Lun Oct 26, 2015 11:59 am

El silencio reinó en el jardín, ninguno de los dos parecía querer estropear ese momento con consejos vanos y conversaciones simples e insustanciales, estaban por encima de esas personas que sentían la necesidad de rellenar los silencios como fuese para superar la incomodidad que ello les generaba. Al tomar asiento en el banco de piedra Katharina pudo sentir como su cuerpo agradecía el descanso, apenas habían caminado un cuarto de hora por los caminos pedregosos del jardín pero necesitaba una pausa antes de lanzarse al recorrido de un nuevo trayecto. Fue el tono y no las palabras de James el causante de que el ceño femenino se frunciera al mirarle, algo iba mal, por suerte para ella lo sabría enseguida pues James nunca se andaba con rodeos en temas importantes como parecía ser aquel. No había palabra alguna para poder consolarle, se dio cuenta en cuanto supo el motivo de su desolación, nadie podría evitar que se encerrara en sí mismo si la persona a la que había decidido entregar todo lo que tenía y era, había huido aterrada de su lado. La mano temblorosa de la cambiante se apoyó en la gélida de su compañero incluso antes de que este acabara de relatar lo ocurrido. Temía amarla, temía su naturaleza y temía dañar a Rania. Aquel demonio estaba a muy poca distancia de las puertas sin retorno del averno y tan sólo una persona podía recuperar al hombre que estaba dejando morir en su interior, la misma que lo había hecho desaparecer. Rania tenía el mismo poder de destruirlo como de sanarlo pero el miedo que le había hecho huir con el bebé le impediría ver más allá de los ataques de furia de este, estaba segura de ello. Comprendía ambas partes, a Rania pues no todas las personas serían capaces de enfrentarse a la verdadera naturaleza de James y sin duda ella tan solo había sido capaz de admirar y tolerar su lado más humano; nadie podía condenarla por ello. A James por ser conocedora del cambio que se había obligado a forzar, doblegando a su ser sediento de sed y del mayor de los sadismos, todo por complacer a la que ahora era su esposa.

Exhaló un largo suspiro que daría una idea a James de lo complicada que veía la cambiante semejante situación. No sabía por dónde empezar, prefería no hacer daño a su confidente pero era consciente de que sus palabras quizás no le gustaran tanto como hubiera imaginado. - Para empezar he de decir que os puedo llegar a comprender a los dos - debía sacar fuerzas de donde no creía ya tenerlas para enfrentarse a una realidad tan cruda como aquella. - Ambos tenéis motivos para estar enfadados o atemorizados y lo que menos os conviene ahora es dejar que la ira o la venganza sean quienes guíen vuestra relación - una pausa era necesaria para asegurarse de que poseía toda la atención de James aunque un gesto de desagrado de este dejó claro que era mejor que siguiera pues si la interrumpía se acabaría la conversación. - Ella deberá aceptar quién eres y lo que representa haberse casado con un vampiro, no está viviendo un cuento de hadas ni tú eres un príncipe. Esta con un demonio y por muy bueno que seas con ella, no lo podrás ser con todo el mundo. No es propio de tu naturaleza - hasta ahí la parte en la que él se veía digamos beneficiado por el veredicto de Katharina, como siempre clara con él y directa si así se le requería. - Ahora bien, haberla ocultado ciertos hechos ha sido una falta de cuidado por tu parte así como de respeto hacia ella y es normal que descubrirlo de la manera en que lo hizo minara la confianza en ti y lo que creyó que eras - necesitaba abrirle los ojos de una manera no muy cruda para evitar que acabara con la vida de Rania, no por ella pues realmente al no conocerla no sentía más que lástima por su situación, sino por James pues jamás le recuperaría si acababa con la vida de su mujer o simplemente llevaba a hacerla daño.

- James si os dais por vencidos ahora nada habrá valido la pena - en cuanto acabó la frase se quedó estática sabiendo que eso mismo debería estar aplicándose ella, qué fácil era repartir consejos para los demás, pedir a los demás que lucharan cuando ella misma se había abandonado por ser abandonada. - Ambos tenéis miedo, pero si ella siente la mitad de amor por ti de lo que sé que tú sientes por ella… Debéis pelear por esa relación - hasta ahí llegaba la charla de la cambiante, los consejos para James. No sabía cómo se había tomado aquella cascada de palabras por su parte pues se encontraba estático, mirando un punto fijo en la lejanía del jardín, bien hubiera podido ser confundido con una de las estatuas repartidas por él. Esperaba de todo corazón que le sirviera su consejo pero era consciente de la cabezonería de James, aumentada por el sentimiento de traición que aún albergaba latiente en su interior. Lo que sí podía afirmar Katharina es que esa charla, le habían ayudado a ella. El conocimiento de la situación ajena y sus propias palabras fueron como una descarga de energía y fuerza de voluntad que hacía mucho necesitaba.
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