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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rania de Valois1 Vie Feb 17, 2017 10:50 am

Por seguridad el primogénito y heredero a la corona inglesa se había quedado el Londres junto a su hermana. Por poco que le gustara a Rania separarse de ellos sabía que James tenía razones más que de sobra para temer por sus vidas y se embarcaban en el viaje hacia Francia. Se celebraría en dicho país un encuentro entre los reyes europeos y no sería un lugar seguro para unas piezas tan clave como eran los hijos de un rey. Sin embargo, la reina se había opuesto a dejar que este viajara solo aunque James prácticamente se lo impusiera. Así como los niños debían seguir con vida, Rania peligraba como punto débil del gobernante inglés. Tan solo la esencia quedaba ya de la mujer que James cortejó, sabía que en ocasiones así él añoraba a la joven que se mecía a su voluntad y obedecía sin chistar, pero todo había cambiado en su vida, habían sufrido y habían luchado entre ellos; todo esto haciendo que el carácter de Rania se convirtiera en el de una verdadera esposa y reina. Si por cualquier cosa James caía, ella sería la reina regente hasta que Abel fuera mayor de edad y debería protegerle sin la ayuda de su marido, así como al reino. En resumidas cuentas, la pareja de gobernantes estaba unida y era fuerte, eso era lo que Rania quería dejar claro dejándose ver junto a él en París. Mostrar una debilidad era como pintarse una diana en la frente, mostrar miedo era invitar a una guerra. No, ellos mostrarían una imagen de país poderoso y lo harían juntos.


**************


Para el resto de la sociedad aquel encuentro no existía, fue por ello por lo que todos los gobernantes ocuparon sus propias viviendas en la capital francesa en vez de hospedarse en hoteles. Rania tan solo asistió al convite organizado por el rey francés, siendo de las pocas mujeres en hacer acto de presencia. Si alguna esposa más había viajado a París lo desconocía, pero tan solo dos más acudieron al evento. Notaba a James demasiado estático como para parecer humano y mucho menos tranquilo. -Toma una copa-, susurró dando la espalda al resto de invitados para poder buscar la mirada de su marido y hacer que reaccionara. No estaba cómodo, no llegaba a saber si porque veía algo que a ella se le escapaba o simplemente porque el número de hombres en la sala cuadriplicaba al de mujeres siendo por tanto Rania objeto de miradas y comentarios, como las otras dos mujeres. James apenas la miró cuando esta reclamó su atención, tan solo tensó la mandíbula y fue correcto con quien se acercó a hablar con ellos, pero ni una sola sonrisa asomó en sus labios. Las ganas de salir de allí y poder hablar con él abiertamente crecían por momentos, parecía estar enfadado con ella, pero ¿acaso no había actuado de manera correcta?

A cierta hora se indicó a las féminas que debían abandonar el lugar pues los hombres tratarían temas confidenciales que básicamente no les incumbían. Rania estaba resignada ya a esos desplantes en la corte, suerte tenía de que James luego hablase con ella de la mayoría de los asuntos del reino. Tras despedirse de los presentes regresó a la casa en que había vivido los primeros momentos junto a James, necesitaba una copa aunque no sabía muy bien por qué… y no soliera beber. Hizo que la quitaran el vestido y le pusieran la ropa de cama, usó una de las batas bordadas en dorado para resguardarse del frío de la noche y entre trago y trago al vino, observó en el reflejo del espejo cómo la peinaban la melena.

James no tardaría y le esperaría despierta.


Última edición por Rania de Valois el Mar Feb 28, 2017 6:49 am, editado 1 vez


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Mensaje por James Ruthven Dom Feb 26, 2017 6:39 am

Odiaba las cumbres políticas. Odiaba tener que pensar en las demás naciones, cuando aún estaba pensando en la suya propia. Además las veladas eran tan frívolas que rara vez se hablaba de lo que se debía y todo era tan políticamente correcto que en su interior, hasta el peor demonio bostezaba. Aquella noche fue diferente para sorpresa de James, su mujer le acompañó. Se habían vuelto inseparables y digamos que la presencia de Rania a su lado calmaba todo su ser y le privaba de devorar a media cumbre o de tomar a todas las mujeres. De entre todas ellas la única que podía eclipsar todos los sentidos del vampiro era su mujer. Había hecho bien en casarse con ella, en tenerla a su lado y transmitían la idea de una pareja perfecta.

Una vez dentro los ojos de James se pasearon por la estancia comprendiendo que no sólo había pocas mujeres, sino que la inmensa mayoría de los hombres miraban con deseo a Rania. Eso le enfurecía y divertía a partes iguales y gracias al bálsamo femenino que era su mujer, entre los saludos y las presentaciones se le ocurrió el tomarse una copa juntos entre el vaivén. Entonces James no despegó la mirada de nadie más en la sala que de su mujer. Un vestido perfecto que ensalzaba la figura que tanto conocía y que no se cansaba de conocer, estaba preciosa. Los diamantes de las pocas y elegantes joyas que llevaban aún le daban un aspecto mucho más elegante. Se había convertido en una gran mujer, elegante y más segura de si misma. Aquello le daba un atractivo que la mayor parte de los hombres empezaron a vislumbrar. Algo que a James no le gustó en absoluto.

Tenía la mandíbula tensa y solo paseaba con desdén la mirada entre los presentes, que desnudaban a su mujer con la mirada. Se quedó estático con una mano en el bolsillo viendo como el escaso público femenino se acercaba para estar al lado de su congéneres y cómo él se veía más alejado de su mujer hasta que la reunión empezó.

No prestaba atención, las palabras de los portavoces eran voces en off en el fondo de su cabeza. Cerraba los ojos y veía a miles de hombres mirar y tocar a Rania. Una escabrosa fantasía que esperó a que se disipara. La imaginación le jugaba malas pasadas y ya no solo eso, se imaginó la situación de ver a Rania desnuda en mitad de aquel salón, todos los hombres deseándola, salivando como animales por su mujer. Y de entre todos los hombres solo él podía acercarse hasta ella y tocarla. Mala imaginación y mala atmósfera. James abrió los ojos y descubrió que pensar así de Rania le había excitado, le excitaba tener algo que todo el mundo quisiera y que nadie pudiera, que fuera el objeto de deseo de todo el mundo. También sabía que aquel deseo oculto y tan bizarro no era algo lógico en su cabeza, sino del demonio de su interior. Privado del sadomasoquismo y del dolor y el éxtasis femenino para saciarse ahora se excitaba por el mero hecho de que Rania fuera deseada y que fuera solo para él.

Disimuló la erección como pudo cuando la reunión se acabó, salió el primero de aquella reunión, sin mediar palabras y como alma que lleva al diablo pidió que lo llevaban inmediatamente a casa. En la calesa, dejó caer la mano en su entrepierna y la notó dura, recordó a Rania de nuevo desnuda en un gran salón, con sus mejillas rojas, como cuando se acostaban y gimiendo fuerte- Joder- gruñó enfadado porque la calesa no fuera más rápido hasta el castillo de Ruthven en París.

Bajó de la calesa y subió de tres en tres las escaleras hasta el dormitorio principal, podía oler el whisky aumado abierto, el olor del caucho y el olor de la leña quemándose en la chimenea. Se quedó en la puerta dos segundos antes de abrir el picaporte y contemplar a Rania, con la melena suelta, una doncella peinándoselo. Ambas se giraron para mirarlo. Quizá el rigor de su cara y el traje negro que llevaba hicieron que pasara desapercibido el bulto de su pantalón pero apretó la mandíbula con cierta ansiedad y se apartó a un lado para solo decir- Fuera- a la doncella. Esta hizo una reverencia fugaz y salió corriendo por la estancia.

Miró al reflejo de Rania. Esperó a que esta se levantara del tocador con aquella bata tan bonita y oscura. Estaba tan hermosa. ¿Cómo podía explicarle todo lo que le estaba aflorando en se momento? ¿Le querría después de esa parafilia? James lanzó el chaqué y el chaleco que tenía, se quedó en camisa y pantalón buscando con su mirada la de Rania. Y logró conseguir el efecto que buscaba en ellos. La tensión sexual se había disparado en ese momento de silencio. Jadeó ligeramente al acercarse hasta Rania- Hoy todo el mundo te ha mirado. Todos te deseaban… -se acercó hasta ella y dejó un beso en su cuello- Y eso me ha excitado-le susurró cerca del oído. Alargó la mano y la copa d Whisky que se estaba tomando Rania se la llevó a los labios para terminársela de un trago. Se sentó en el pequeño diván que tenían a un lado y palmeó sus piernas para que Rania se acercara- Ven, quiero que veas lo que me has hecho- dijo alargando la mano para guiarla hasta él. La colocó sobre su regazo haciendo que se sentara a horcajadas sobre él y notara lo duro que estaba. Frunció el ceño nuevamente al notar el cuerpo cálido de Rania sobre su erección y posó las manos sobre su culo acercándole con fuerza para que sus sexos se rozaran. Estando ella desnuda seguramente mancharía su pantalón negro – Te voy a tomar esta noche. Rania. Te voy a tomar pero no será como siempre. Voy a ser duro contigo- dijo sujetando su melena y tirando de ella hacia atrás- Voy a disponer de tu cuerpo entero. Y quiero que me des tu consentimiento. Quiero que me digas que pare cuando veas que no puedes más y quiero que en todo momento me llames Mi Rey o Señor. Porque te voy a hacer mía. ¿Lo has entendido?- dijo bajando la boca hasta el pecho descubierto de Rania y tomando sus pezones con su boca, su lengua y sus dientes- Vas a llorar, pero no porque te vaya a hacer daño. Que también. Vas a llorar porque va a ser intenso pero sobre todo tienes que entenderlo. Te quiero, aunque te haga llorar y pueda hacerte daño esta noche. -


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Mensaje por Rania de Valois1 Mar Feb 28, 2017 9:44 am

La entrada de su marido fue brusca al igual que el gesto con que la miraba, se mantuvo seria incluso después de haberse ido su doncella; había algo que se le escapaba y no sabía aún de qué se trataba. Estaba claro que estaba tenso pero, ¿era mal humor o que quería sexo? La respuesta apenas tardó en llegar pues él mismo explicó en aquella sencilla frase lo que ocurría, se había puesto celoso; pero al contrario de otras ocasiones esto le había excitado. Ahora era Rania quien tendría que pagar las consecuencias. Cerró los ojos en cuanto los labios de James rozaron su cuello y tuvo que coger aire para tratar de mantener el ritmo cardíaco relajado, era mejor para ella mantenerse callada por el momento, dejar que James manifestara todo lo que le pasaba por la mente antes de dar ella un paso al frente y o bien enfrentarlo o bien ceder a sus deseos de poseerla nuevamente. Avanzó guiada por la mano de su marido y se colocó exactamente como él deseaba, no necesito acabar de posar el peso de su propio cuerpo sobre el ajeno para notar bajo ella la erección de este. Sonrió. Durante mucho tiempo había sido él quien provocaba ese efecto fatídico en Rania, quien podría manejarla a su antojo a sabiendas que ella cedería, que se derretía por él; mas con el paso del tiempo la muchacha con quien se casó había pasado a ser una mujer y se encontraba cada vez más cómoda con esos juegos sensuales de seducción. Notarle así bajo ella, por algo que ni siquiera había planeado era halagador y su ego estaba henchido de orgullo. Cuanto más tiempo pasaban en esa posición más mojada estaba la reina y lo único en lo que podía pensar era en cuánto estorbaba el pantalón de James en ese momento.

¿Cómo iba a negarse? Ese hombre tenía veneno en la punta de la lengua, podría estar sentenciándola a muerte que en oídos de Rania sonaba como una promesa de la mejor noche que iban a pasar juntos. -No me has preguntado si es lo que deseo, no entiendo para qué necesitas pues mi consentimiento-, no darle todo lo que pedía cuando lo pedía era para James más excitante que ceder a todos los deseos, siempre y cuando al final obtuviera lo que quería. Creía entender lo que James buscaba esa noche, más de una vez había tratado de explicarla sus gustos en cuanto al sexo, sus fantasías y nunca las habían llevado a cabo…juntos. Ella había huido tiempo atrás al descubrir un rincón del castillo de Londres, un lugar destinado a que él llevara a cabo esos juegos en los que se mezclaba la sangre, el sexo y el dolor. Tras esa etapa vino quien sí cedía a esas actividades, aquella fulana manipuladora que por fin había desaparecido. Fue entonces cuando creyó haber tenido la conversación más sincera con James, en la que este explicó el motivo que le llevó a hacerlo y por qué no se atrevía a practicar ese sexo con ella, la promesa de Rania fue clara, tratar de ceder y exponerse a él con la confianza que merecía. Ese momento había llegado y negarse no era una opción, le rompería si lo hiciera y aunque el temor a todas aquellas máquinas y aparatos era palpable esa noche ocurriría.

-Ven. Hay un lugar de esta casa que no me has enseñado-, ya para entonces él sabría perfectamente de la sala de la que hablaba, o más bien mazmorra. Rania conocía ese lugar pues cuando partió de Londres no fue difícil para ella imaginar que el lugar que James poseía en el castillo tendría un hermano gemelo en París. Se levantó y cerró nuevamente la bata que su rey había descolocado, tendió la mano hacia él y con la luz que les otorgaba un candelabro descendió cada escalón de aquella casa hasta detenerse enfrente de una puerta cerrada. Tan solo James tenía la llave para abrirla por lo que se hizo a un lado y esperó a que este hiciera los honores. Ambos permanecían callados y la tensión era palpable, así como el nerviosismo de Rania que desconocía a qué se enfrentaba allí dentro. Vería al demonio que James decía tener en su interior mas no era capaz de vislumbrar los juegos que quería practicar con ella. Las paredes de piedra oscura estaban tan solo iluminadas por las velas que este iba prendiendo y la chimenea que empezaba a chisporrotear al fondo. Estaba repleto de muebles de tortura hechos de madera, grilletes, cruces, alguno forrado en terciopelo… Cuadros decoraban las paredes, no del tipo de arte que pudiera inspirar nada bueno, la verdad; la temática era oscura, de muerte y sangre. Mujeres desnudas siendo devoradas por monstruos o sometidas por estos, -¿así es como te ves conmigo?-, en cierta medida la preocupaba la idea de sí mismo que James parecía tener. La cama reposaba junto a la chimenea con postes en cada una de las esquinas. Sin duda aquella visión era turbadora  para la reina, para cualquier mujer que no hubiera estado en más camas que una y tuviera la mínima experiencia con la que ella contaba. Él la estaba dando su tiempo para que paseara por allí, para que tocase y mirase lo que quisiera y Rania así lo hizo, agradecida por no empezar de golpe con aquella iniciación. -¿Para qué es esto?-, preguntó estática junto al potro. No comprendía el uso que James podía dar a muchas de las cosas que tenía allí, aunque otras tantas eran bastante obvias como los grilletes o las fustas. Estaba segura de parecerle de nuevo la niña que cortejó porque no tenía ni un ápice de seguridad en aquel lugar, estaba en territorio ajeno.


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Mensaje por James Ruthven Mar Feb 28, 2017 6:15 pm

Estaba nervioso y hacía tiempo que el vampiro no controlaba una situación. Rania en cierta manera le desarmaba de una forma que nadie podía hacerlo, aunque era cierto que Milenka poseía un poder parecido que doblegaba el ánimo y voluntad de James y sacaba lo peor de él a diferencia de Rania. Verla pasear por aquella instancia le hizo respetar el espacio, quería que se sintiera segura y que si veía o quería conocer algo él le daría la información y el nombre para que valorase.

Cuando paseó la mirada por las paredes, los cuadros no eran alentadores, pensó en trasladaros a su habitación privada y sustituirlos por otros un poco más “excitantes” buscando cualquier connotación sexual o una referencia al cuerpo femenino, porque aquella mazmorra se transformaría de una habitación de muerte y tortura a una de entretenimiento y sexualidad. Quizá debería ir a alguna subasta nocturna y hacerse con unos cuantos cuadros que casaran con la temática de la zona. Cuando Rania le preguntó la sorpresa le pilló de sorpresa ¿Era temor o enfado lo que detectaba al final de sus palabras? Quizá, pero James no podía replicarle porque había accedido a salir de ahí. Vio como pasaba alrededor de todo el mobiliario hecho a medida y cuando reparó en el potro sonrió ladinamente. James se agachó y cogió de la parte baja del potro las cuatro ataduras de cuero- Un potro. Sirve para inmovilizar. Apoyas los codos en las almohadillas delanteras. El tronco en la parte ancha y grande del medio y las rodillas en los soportes inferiores- se puso nervioso solo de imaginarse maniatada a Rania en aquel mueble de tortura - ¿Quieres probarlo?- dijo acercándose hasta ella y besando sus labios con suavidad, recordándole que la deseaba y que la quería a pesar de que no estuviera en una cama acolchada y cubierta de pieles y edredones para el invierno- O quizá algo más suave para empezar- indicó la cama con la mirada y las argollas metálicas que estaban a los lados de la estructura.

La condujo hasta allí sujetando su mano. Sacó de un cajón un antifaz para cubrir los ojos ajenos. Se acercó hasta la chimenea y añadió más leña, era consciente del frío ahí abajo para que Rania se sintiera aún más incómoda pero no tardo en regresar a su lado y besar sus labios para indicarla que se encontraba ahí. La desnudó sin que pudiera ver nada, alternó sus manos y sus labios cuando la ropa se deslizaba junto a ellos y sobre la cama tiró de las ataduras para colocarle a Rania dos en sus piernas haciendo que quedaran abiertas frente a él. Después hizo lo mismo con los brazos, haciendo que el cuerpo de Rania estuviera completamente abierto e inmovilizado en la cama. Sonrió al verla así. Cogió una pluma y la deslizó por su cuerpo, recreándose en sus pezones y en su tripa; en sus labios y su cuello. Después cogió un cilindro metálico con la punta redondeada, estaba muy frío, lo suficiente para que cuando el metal tocara la piel de Rania esta se estremeciera y su piel se erizara al contacto. Una vez el cuerpo de Rania disfrutaba de aquella sensación. James se colocó entre sus piernas, y fue besando desde su empeine por el interior de sus muslos hasta encontrarse con el sexo descubierto y húmedo de Rania. Introdujo su lengua y se recreó lamiéndolo todo con destreza. Ahí empezaba la tortura de Rania, aún era pronto para experimentar con la cera de la vela, uno de los juegos que más le excitaba a James. Y pasó a introducir sus dedos índice y corazón en el interior de Rania mientras se recreaba también con su lengua. Se separó de ella contemplando el cuerpo intentando retorcerse de placer y con una sonrisa de triunfo cogió un par de pinzas, de esas de madera que usaban las mujeres para tener la colada. Y se la puso en el pezón derecho, con la rueda de arriba fue apretándolo poco. Con la primera mueca de dolor de Rania y el primer jadeo, no se andaría con miramientos y la penetraría con fuerza y con toda su rigidez. Y así lo hizo. En el primer síntoma la tomó y penetró una y otra vez sin parar el cuerpo de Rania sin poder moverse, tan solo su boca. Cuando creyó que era suficiente y que el agobio de Rania la comía por dentro por desear tocarle, la soltó las ataduras. Mordió sus pezones y cuando retiró la pinza se recreó un poco más en saborear su pecho.


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Mensaje por Rania de Valois1 Miér Mar 01, 2017 4:32 pm

La velocidad a la que latía su corazón era directamente proporcional a la tensión que agarrotaba su cuerpo. Por mucho que le amase y confiase en él estaba en un lugar totalmente fuera de los parámetros que ella consideraba normales y decentes, cediendo a unos juegos en los que James había dejado claro que lo que le daría placer sería llevarla al límite de sus propios sentidos, ¿alguien podría estar tranquilo en semejante situación? Se encontró estática con el único contacto de su muslo con el lateral de la cama, incapaz de ver nada por la tela que el vampiro había atado sobre sus ojos. El contacto con este la pilló por sorpresa; era una sensación extraña notar los besos sin saber que llegaban y la obligaba a prestar más atención al resto de sus sentidos, quizás era esa la finalidad del juego… Estar desnuda frente a él no la avergonzaba como tal, pero el hecho de saber que este la observaba y ella no podía hacer nada era intimidante. Se alternó la dulzura con que la desnudó con la pesadez de las ataduras, que impedían que se moviera. Genial, ahora mi veo ni me puedo mover. Aquello mejoraba por momentos. Pero… no encontró violencia ni fuerza en el siguiente contacto sobre su cuerpo sino todo lo contrario, era apenas una caricia fugaz que paseó sobre ella con una suavidad asombrosa. Prefería no hablar ni preguntar que era, sabía que tenía la garganta seca por el nerviosismo y resultaría embarazoso que no le saliera la voz. Lo siguiente no supo muy bien qué era pero el contacto o más bien la temperatura le fue familiar, en absoluto molesta, pues era como cuando que el mismo vampiro paseaba sus manos sobre ella.

Entonces hubo un parón. Sintió a James posar los objetos y recolocarse sobre la cama, sonrió con los primeros besos, eran tiernos y suaves; del estilo que a ella le gustaba para empezar a entonar las noches juntos. La conocía a la perfección, se podía decir que en ciertos aspectos mejor que ella misma. De nuevo un cambio de tercio, de los besos pasó a sus dotes de amante experto haciendo que se desesperara por más, siempre era así. Quisiera o no sexo, James sabía qué y cómo tocar para que se excitara. No quería que parara pero lo hizo, maldito fuera cien veces. Y para más inri ahora se entretenía poniendo ¡a saber qué juguetes! en sus pezones, eso no la gustaba y tardó dos segundos en quejarse por ello. Era molesto, apretaba demasiado y tenía en mucha estima a sus tetas. James sabía que se iba a quejar y justo esperó eso para “castigarla”. Rania no deseaba otra cosa que ser poseída por su marido, tenerle dentro era tan sublime como el orgasmo final en sí. Pero notaba una dureza que desconocía, no estaba midiendo su fuerza –al menos no como normalmente- y parecía estar desquitándose con ella. Cuando se vio libre de sus ataduras lo primero que hizo fue quitarse esa estúpida tela de los ojos; acto seguido le cruzó la cara y se lanzó contra él a besarle. Jamás había sentido ganas de pegarle –en ese contexto- pero la furia con que la había tomado había resultado frustrante estando inmovilizada y cegada. Sabía que no le había hecho daño, era imposible, pero el mero gesto le tomó por sorpresa y no sabría decir si le agradó o todo lo contrario.

La pegó contra su cuerpo y se puso en pie dejando la cama atrás, Rania era como un koala sujeta al cuerpo ajeno. Lo único que deseaba era besarle pero era tarea imposible, pues este no le daba acceso a sus labios. -¡Me das rabia!-, trató de zafarse, de arañarle e incluso morderle; sobra decir que sin éxito. Con una tranquilidad pasmosa la sujetaba y preparaba el siguiente juego para ambos. Rania achinó los ojos cuando volvió a ver ataduras para ella, los grilletes caían de una estructura que quedaba sobre sus cabezas haciendo las veces de techo. Aquello estaba muy alto como para que pudiera estar de pie, apenas podía apoyar los dedos gordos de los pies en el suelo una vez sujetó sus muñecas. -Tiene que ser una broma James, me…¡aaaaaaaah!-, el azote fue lo suficientemente fuerte como para que se meciera en el aire antes de conseguir algo de estabilidad nuevamente. -¿Y eso a que ha venido?-, las ganas de machacarle aumentaban pero este con su constante calma la recordó un punto importante de su acuerdo antes de bajar allí. ¿Cómo había de referirse a él? Mierda. Pero ahora no pensaba hacerlo, no mientras durara el enfado o tuviera fuerzas para no darle lo que deseaba cuando ella tan solo tenía frustración.


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Mensaje por James Ruthven Sáb Mar 04, 2017 12:08 pm

¿James? No. Así no es como debía referirse a él en ese cuarto. En ese momento, en esa estancia todo lo demás resultaba superfluo y vano. No importaba ni el reinado, ni sus hijos. Ahora era el turno de dar un poco de libertad a aquel demonio que había encarcelado por el bien de su familia. Apretó la mandíbula y después del azote miró desafiante a los ojos de Rania- Cuando estemos aquí dentro, te referirás a mi como Amo o como Señor. Nunca por mi nombre. Y cuando sea algo insoportable tendrás que gritarme que pare, para hacerlo en el momento- se acercó después de su explicación hasta la cadena que había a un lado. Tiró de ella y niveló la altura. Después la llevó hasta las argollas y sabiendo aún que estaba enfada, James sonrió y beso sus labios con cierta ansiedad, sabiendo que recibiría al menos un mordisco por retarle de esa manera.

Llevó sus brazos a lo alto de las ataduras, y después tiró de la cadena para que no tocara el suelo. Se quedó estirada por completo y colgando. James dio una vuelta alrededor de ella, contemplando cada zona. Alargó su mano y acarició toda la piel que encontraba. Se veía hermosa, como un bocado suculento. Había soñado tantas veces con tener a la persona indicada ahí dispuesta a todo para él. Llevó su mano directa para darle un azote, dejando que su piel se tornara rojiza. Después se colocó frente a ella y se arrodilló. Puso las piernas de Rania a descansar sobre sus hombros y luego la miró desde ahí abajo- Vas a acabar en cinco minutos y en mi boca, sino es así. Tendré que castigarte- dijo y sin esperar respuesta alguna, hundió el rostro entre sus piernas dispuesto a devorarla por completo. Lo hizo lo más certero y rápido posible y aunque Rania tenía su lado orgulloso, ambos eran la debilidad del otro.

Era inevitable que su cuerpo no respondiera al estímulo y cuando a los cinco minutos Rania no gimió ni dijo nada James, el castigo de Rania a James era no emitir gemido alguno y eso, realmente le repateaba a James. Necesitaba de sus gritos y gemidos para excitarse, por eso estaban ahí. Se mordió el labio y miró a Rania a los ojos, sabiendo que no podía castigarla por eso, había acabado y lo peor es que ella había conseguido dar la vuelta a la tortilla. Frunció el ceño- La pequeña aprende deprisa- se acercó por su espalda y el susurro fue tan cerca de la oreja de Rania que podía oler de nuevo su perfume, el que ella misma se creaba y que tanto le gustaba. Estaba enfadado y más bien, frustrado necesitaba escuchar los gemidos de Rania y por supuesto los conseguiría. Se colocó frente a ella, la separó las piernas y ahí colgada la penetró. Con fuerza y sin descansando, notando en cada golpe el contacto de las mejillas sonrojadas de Rania y la respiración entre cortada, sabiendo que ahora, con las fuertes embestidas tenía que gemir.


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Mensaje por Rania de Valois1 Dom Mar 05, 2017 6:46 am

Dios, cómo le odiaba en ese momento, la rabia recorría cada centímetro de su piel, quería pelear, retorcerse y librarse de sus ataduras pero era tarea imposible. Por si la picazón de su trasero era poca, James se tomó la libertad de dar un segundo azote que la obligó a apretar la mandíbula para no quejarse. Se la estaba jugando, estaba tentando a la suerte y no parecía conocer a su mujer enfadada. -Creo recordar… que dijiste que me refiriese a ti como mi rey o señor, no como amo-, y tras un corto silencio añadió, -señor-. El tono dejaba más que claro que no había usado el apodo señor como respeto o sumisión, sino para no darle derecho alguno a castigarla y aun así dejarle claro que había errado en sus palabras. Giró el rostro hacia un lado para evitar el beso pero la mano firme del vampiro la sujetó donde quería para recrearse en él. Qué ganas de gritarle y darle puñetazos. ¡Qué rabia! Había estado molesta o enfadada con él en numerosas ocasiones, pero ese sentimiento no lo había tenido jamás. Empezaba a comprender que en el sexo que le gustaba había continuamente una de cal y otra de arena, cada vez que deseaba arrancarle la cabeza por algo que la hacía, James parecía cambiar de tercio y se afanaba por darla placer. Justo lo que se repetía ahora, después de los azotes, de atarla y reñirla, de hacerla enfadar… parecía que todo su mundo se había reducido a comérsela y hacer que ella llegara al orgasmo. ¿Por qué la excitaba eso? Parecía que su cuerpo reaccionaba de manera diferente a esos estímulos, mientras en su mente reinaba el orgullo, su cuerpo se recreaba con la lengua del vampiro. Aun así se prohibió a si misma gemir en ningún momento, si James la castigaba ella lo haría también, por mucho que la costara.

El cuerpo de la reina agradeció descansar sobre los hombros ajenos y que así no todo su peso pendiera de las muñecas. Desde la primera vez que James la descubrió lo que se podía generar usando la lengua era uno de sus puntos débiles, todo lo que sabía de sexo, todo lo que hacía o disfrutaba era porque James se lo había enseñado; era el único hombre que la había tocado y con quien había compartido cama, la llevaba siglos de ventaja y mucha práctica con unas y otras. James siempre tendría las de ganar en ese campo pero si podía no ponérselo tan fácil lo intentaría. Tuvo que morderse a sí misma, tuvo que concentrarse para no gemir, porque ¡joder, cómo quería hacerlo! Ignoró la norma del tiempo que James había impuesto, se limitó a mirarle hacer y dejar que su cuerpo disfrutara con ello hasta que el calor y la sensación de placer la recorrieron. -Gracias, señor-, respondió a su comentario. Sabía que en ese momento estaba exactamente como más le excitaba, mojada, febril y sensible. No tardaría en requerir de nuevo su cuerpo pero esa vez para su propia satisfacción, podía notar el bulto entre sus piernas y sonrió por ello, aun haciéndole rabiar lo lograba. Punto para su ego femenino.

No podía, ni quería, negarle el mismo orgasmo que ella misma acababa de tener por lo que esa vez no se limitó. Recibió a James como él necesitaba, notaba los embistes de este en su interior llenándola por completo, la presión de tenerle dentro y el contacto contra su propio clítoris cada vez que este la penetraba. Ya no sabía si gemía o jadeaba, las ganas con que este la estaba tomando eran nuevas para ella, la agarraba con fuerza y la movía a su antojo gracias al anclaje del techo que aún la sujetaba. Tenía la mandíbula tensa y su mirada era más fiera de lo habitual, disfrutaba de ello, estaba por encima del sexo en sí mismo, se trataba de disponer de ella y su cuerpo, de que ella confiara en él. Ella terminó antes que él y, como ya le había pasado en otras ocasiones, eso causó que él acabara por correrse. Quizás él pudiera estar así durante todo lo que quedaba de noche pero el cuerpo y la mente de Rania necesitaban descansar. Con cuidado y en silencio desató las ataduras de su mujer y la tapó con la misma bata que ella llevaba puesta al principio de la velada, -¿me llevas a la cama?-, estaba realmente cansada y eso era lo único que deseaba; que la cargara como años atrás y cuidara de ella y su trasero dolorido. Cuando este la cargó se agarró a su cuello y descansó la cabeza en el pecho, su mente aún trataba de comprender las sensaciones que había conocido, la rabia que se mezclaba con el placer, la excitación de retarle y sus castigos… Una vez ya la dejó en la cama y este se sentó en su lado, tuvo que preguntarle, -¿cómo estás? No has hablado desde que acabaste-, temía que no hubiera sido como él esperaba, que no fuera tan gratificante con ella como hubiera podido ser con otras antes que ella.


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Mensaje por James Ruthven Lun Mar 06, 2017 3:15 pm

La llevó en silencio hasta la cama, una vez sentado a su lado se quedó contemplando su cuerpo desnudo una vez más. Acarició con su dedo índice la piel desnuda de Rania mientras esta se cubría con las sábanas y las pieles. Pensaba y buscaba las palabras para decírselas, normalmente cuando iba con una mujer a ese cuarto, no volvía a salir. Así que suponía una experiencia nueva para él. Se dejó caer en la cama junto a ella y besó su hombro desnudo antes de James arroparla hasta arriba, cosa que ella no había terminado de hacer- Me ha gustado compartir esto contigo, Rania. Eso forma parte de mí y es una de las partes que me hacen controlarme, es lo que me permite ser lo más humano del mundo. Además…- hizo una pausa- Ha sido algo nuevo, porque el hecho de que seas mi vida, mi debilidad y te hayas prestado a esto… es algo que no podría ni haber soñado. Ahora mismo me completas- cuando terminó de hablar, esperó a que Rania se girara y quedara mirándole a él. James llevó sus labios a la frente y le susurró que estaba condenado porque estaba enamorado de ella. Cerró los ojos, intentando disfrutar lo máximo posible de todo el aroma y la presencia de Rania. No había bebido de ella en el momento del éxtasis, pero confiaba en poder hacerlo con el tiempo.

Había dado un paso adelante en la relación, después de las idas y venidas ahora estaban experimentando una nueva faceta en el sexo. Sabía que Rania tenía poca experiencia y en aquel momento, lo único que estaba bien contemplado era lo que aprobaba la iglesia y sólo para tener hijos. Con el tiempo Rania despertó su apetito sexual y James nunca dejó de tenerlo, aunque lo cierto era, que ahora si Rania seguía o coqueteaba con los juegos que le excitaban a James, habría encontrado a la persona que le completaba.

Llevado por sus pensamientos, Rania terminó dormida en la cama, no tenía el ceño fruncido y una ligera sonrisa asomaba por su comisura. Su corazón latía suave y su respiración era profunda y aunque James no lo necesitaba porque no estaba cansado, se dejó llevar por Morfeo hasta caer dormido.

Fue un rayo de sol de la mañana lo que despertó a James, le abrasó el brazo como si alguien hubiera puesto un metal incandescente en su antebrazo. Se despertó sobresaltado y despertó también a Rania – ¡Joder!- gritó mientras se cubría los ojos con el brazo y se dejaba caer al suelo, para quedarse en los oscuro- Cierra las cortinas por favor, Rania- dijo notando el quemazón en el brazo que se movía por la tensión y el susto. Menos mal que fue algo repentino, si no se hubiera despertado se habría convertido en ceniza en la cama. Apretó la mandíbula ¿De quién había sido la culpa? Podía haber sido Rania o de él mismo que entre juego y juego no tuvieron tiempo de cerrarla. O culpa de James por haberla dejado en la cama y haberse acostado con ella hasta dormir- Dormí a tu lado esta noche, normalmente antes de que salga el sol procuro marcharse a mi habitación y a la biblioteca. Esta noche no quería separarme de ti- explicó antes de morderse el labio y mirando la herida- Esta quemadura me dejará marca, tendré que asegurarme de que el servicio procure cerrarlo todo- le dijo a su mujer cuando esta después de cerrarlo todo y aun poco despejada se acercó preocupada hasta la herida. Era la primera vez que se quemaba con el sol y era la primera vez que sentía esa punzada tan terrible y el miedo a morir. Además no sabía cómo se curaban ese tipo de heridas y por lo que parecía no pintaba nada bien.
Se miró el vendaje y después a Rania- Ayer estabas muy… cansada para hablar de lo de hoy, pero me gustaría saber tu opinión sobre ese tipo de juegos…- y cerró los ojos haciendo una mueca cuando notó el nudo final del vendaje que Rania le había hecho sobre la herida. Espero con impaciencia la respuesta, pues dependiendo de ella los planes de esa noche cambiarían notablemente.


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Mensaje por Rania de Valois1 Mar Mar 07, 2017 5:08 pm

Le amaba. No tenía otro sentimiento u otro pensamiento ahora que ambos se encontraban juntos en la cama. La sensación de estar desnuda bajo las sábanas la encantaba y, por supuesto, si a eso se le añadía que James estuviera junto a ella era la combinación perfecta. Cuando habló el corazón de Rania se calmó, al fin sabía por qué se había mantenido en silencio y lo que pensaba de aquella nueva experiencia, -temía que no fuera suficiente para lo que buscabas de mi o que no querer obedecerte en todo fuera algo que no soportaras…-, tendrían que hablar más acerca de ello pero no creía que fuera el momento propicio para ello. Necesitaba descansar, dormir con él y sentir que la relación seguía tan sólida como siempre, que ese sexo no era peligroso o agresivo sino una parte más que conocer y amar de su marido. No tardaría en dormirse pero esa noche se preguntó a sí misma mentalmente, por primera vez, si su negativa sobre que James la convirtiera sería constante, si podría vivir sabiendo que le dejaría solo, que pudiendo pasar la eternidad junto a él había decidido acortar su tiempo juntos. Se arrimó a James, necesitaba el contacto esa noche, aunque fuera la gélida temperatura del cuerpo de su marido; así que se pegó a él y en apenas un momento Morfeo la llevó.

El grito del vampiro la despertó de golpe. Nunca había escuchado algo así en él, su voz sonaba temerosa. Abrió los ojos de golpe y tuvo que buscarle con la mirada para dar con él, ya no se encontraba fuera de la cama sino en el suelo, oculto de la luz del sol que entraba entre los cortinones de tela gruesa. Alguien había olvidado correrlas aquella noche. Rania sintió un miedo atroz, se movió sobre la cama hasta caer al otro lado y correr las cortinas para no dejar rayo alguno colarse entre ellas. -¡¿Estás bien?!-, analizó el rostro de James y su cuerpo en busca de algún indicio que la indicara qué le había hecho gritar, -dios bendito…-, al ver el brazo quemado de este salió corriendo para buscar alcohol y vendajes, -debió ser un error de mi dama, al hacerla salir rápido anoche se debió olvidar de regresar a cerrar las cortinas o no se atrevería, hablaré con ella-, si dejaba que él se encargara era probable que no volviera a verla, -no voy a permitir que esto ocurra otra vez, no seré blanda con ella-. Le debía dejar claro que se preocupaba por él, que no la estaba protegiendo sino buscando hacerse ella cargo de la situación, las damas de compañía respondía ante la reina y debía ser ella quien pusiera los puntos sobre las íes en esa ocasión. -Gracias por quedarte conmigo, lo necesitaba-, le confesó agradecida por ese detalle, cuando James tenía esos arranques de caballerosidad, de romanticismo era imposible no mirarle como si no hubiera nada más en el mundo. -Nunca había visto una herida así, en el orfanato vi quemaduras pero esta es…-, no tenía palabras para describirlo y esperaba que la cura fuera suficiente para que al menos dejara de dolerle. Habría de cambiárselo cada día hasta que la piel se recompusiera.

La pregunta de James la pilló por sorpresa, era obio que debían tener esa conversación pero ¿tan pronto? ¿Después de lo que acababa de ocurrir? Le ayudó a levantarse y llamó al servicio para que se ocuparan de limpiar y recoger la habitación, -mandad que preparen el desayuno y nos lo lleven a la biblioteca privada del rey, no debemos ser molestados-, indicó a uno de los sirvientes que se limitó a asentir y hacer una reverencia, -y decid a Lady Margeritte que desearé verla en cuanto acabe en la biblioteca. Es todo-. Si James tenía peticiones que hacer u órdenes que dar ya se ocuparía él de hacerlo, lo siguiente sería darse un baño, adecentarse y reunirse con él en la biblioteca, allí hablarían de lo ocurrido.

Ya bañada, peinada, perfumada y vestida, se dirigió a la sala en la que la esperaban tanto su marido como el desayuno. Una vez estuvieron solos y la puerta cerrada se acercó a él, -¿quieres que llame a alguien para que te mire la herida? ¿Conoces a alguien que pueda decirte qué hacer o cómo curarla bien?-, el temor de que sus métodos no fueran suficientes con él seguía patente y no podría vivir sin él, si le pasaba algo… Se sentó junto a la mesa y comenzó a comer las uvas que descansaban sobre uno de los platos, -respecto a lo que vivimos ayer… Estoy todavía algo confusa, no tengo claros los sentimientos que despierta en mi ese estilo de juegos. Sabes como soy, me conoces y el sexo para mi siempre ha sido un tema delicado. Confío en ti, daría mi vida por ti ya lo sabes pero soy pudorosa y convencional-, sabía que esas no eran las palabras que él deseaba escuchar pero aun así debía ser sincera y expresarle cómo se sentía, -sin embargo, sé que es parte de ti, sé que es importante para ti compartirlo conmigo y no puedo negar que disfruté aunque las ganas de pegarte eran frustrantes. Siempre has tenido el control en el sexo pero eso es otro nivel-, rio algo nerviosa por tener que hablar de ese tema, -atarme, vendarme, colgarme, que no pueda llamarte por tu nombre… es todo tan nuevo, tan extraño que una parte de mi quiere huir de ello y otra quiere seguir conociéndolo. De momento gana la segunda.-


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Mensaje por James Ruthven Jue Mar 09, 2017 5:35 pm

Las manos de Rania se movían con destreza aplicando el vendaje y el ungüento para aliviar la quemazón. Su preocupación también desaparecer mientras James relajaba el rostro por el alivio casi ipso facto de los cuidados de su mujer. La miró con cierta curiosidad y su dedicación le recordó al trabajo voluntario que hacía en el orfanato de París antes de conocerla. La recordó con ese vestido simple y el delantal; también en el pequeño aula enseñando leer a los jóvenes huérfanos. Rania era así de buena, tenía buen corazón y era altruista y desinteresada. Al contrario que James, que resultaba ser un demonio, vengativo, caprichoso y volátil. Sonrió ligeramente al pensar en la ironía de cómo dos personas tan diferentes podían procesarse un cariño y un amor tan crudo como el de ellos, si es que a James se lo puede considerar una persona.

Las palabras de Rania sobre lo ocurrido la noche anterior y aquella nueva faceta que experimentó de su marido, sacó a James de sus pensamientos. También la pequeña punzada de dolor que la herida le recordaba dónde se encontraba. Sabía que Rania era convencional, pudorosa y muy recatada. Vestía siempre elegante pero no descocada. Se apenas se maquillaba, cosa que solían hacer las cortesanas o prostitutas. Vestía pocas joyas pero las que llevaba eran bien escogidas y sobre todo era políticamente correcta, no le pegaban para nada aquellos juegos, pero a su marido sí. Se había estado reprimiendo mucho tiempo y debía entender que ese tipo de cosas, eran parte de él y que negárselo le podría llegar a consumir. Sin embargo analizando la sesión de la noche anterior, se trataba de algo muy suave y siempre respetando el cuerpo de Rania, aún no había experimentado el dolor que podría parecerle placentero ni qué cosas le excitaban, aparte de lo básico en el sexo, claro está.

Al escuchar que Rania estaba conforme con ese tipo de prácticas, siempre de forma gradual y consensuada James atisbó un rayo de esperanza en poder obtener, alguna vez, ese tipo de sexo que necesitaba. Pero una vez Rania le dijo que tenía curiosidad sobre el tema, el demonio interior de James se frotaba las manos con impaciencia. A partir de ahora, necesitaban disfrutar del sexo, dedicarse el uno al otro y James tenía que buscar cada rincón, práctica o caricia que le gustara a Rania, estaba ahí para ser el cuerpo del deseo de su marido y este poder exprimirla, en todos los sentidos, como mujer. Y lo deseaba fervientemente- Te acostumbrarás con el tiempo, pero está claro que no siempre ha de ser así. Entiendo que tus necesidades sean diferentes a las mías y yo también estoy aquí para complacerte- intentó apaciguar el nerviosismo y explicarle que aunque fuera una situación nueva no tenía por qué ser así siempre -¿Estarías dispuesta a probar algo nuevo esta noche?- preguntó buscando la mirada ajena, que posiblemente bajaría hasta el techo algo vergonzosa, y cuyo gesto a James le encantaba.- Quiero que te tomes ahora la mañana para ti. Necesitas tu espacio también para relajarte, quizá ir a ver a tu familia… lo que tu decidas, mi reina. Pero por la noche serás mía. Te esperaré en la entrada, ya que acudiremos a una fiesta y es de rigurosa etiqueta. Necesitarás un vestido… y de los complementos ya me ocuparé yo, ¿de acuerdo?- dijo tomando la mano de Rania y dejando un beso en el dorso- A las 9 en la entrada de la casa, te estaré esperando- y dedicando la última sonrisa desapareció.

Sabía que Rania tenía cosas y quería hacer cosas en París, volver a su patria, a su hogar era algo que necesitaba. Y James también tenía asuntos que resolver, lo primero, envuelto en su traje oscuro, su sombrero de copa inglés y sus lentes, evitó que su piel tuviera contacto alguno con el sol, además de la capa y la sombrilla que su cochero tenía preparado para cubrirle. Una vez fueron al paso los caballos, la calesa se dirigió al poblado gitano, alejado de todo el mundanal ruido de la ciudad. El vampiro pidió audiencia con una hechicera que se había acomodado a la vida de la feria, anciana a la que James conocía muy bien y la cual le curaría con medicina capaz su herida. Este solo tuvo que pagarle con dos gotas de su sangre, un ritual macabro pero beneficioso para ambos.

Terminada la pequeña visita a su curandera particular, James se dirigió al centro, esperando no encontrarse con Rania. Fue a una boutique italiana que conocía bien y James encargó dos capas y máscaras venecianas una para él mismo y otra para Rania. Una vez hecho el encargo compró dos plumas negras, y la depositó dentro de cada caja de la máscara, esa sería la seña que les ayudaría a diferenciarse del resto.

Dieron las 8 de la tarde cuando acabó los recados y James estaba en su cámara, vistiendo su traje negro de tres piezas, completamente de etiqueta. Se colocó la capa que cubría casi todo su traje y bajó las escaleras para quedarse en el gran hall de su residencia particular. Por Rania estaría siempre antes, puntual y lo que hiciera falta, y en su mano había un paquete, en el que estaban las dos máscaras para esa noche. Espero a ver a Rania bajar las escaleras y le dedicó una amplia sonrisa al descubrir lo deslumbrante que se encontraba.


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Mensaje por Rania de Valois1 Jue Mar 30, 2017 10:46 am

Ciertamente era tranquilizador que James dijera aquello, dudaba ser tan generosa como para pasarse la vida experimentando ese sexo única y exclusivamente. Bastante la había costado abrirse en ese plano como para ahora limitarse a que James la sometiera y usase su cuerpo, no; por muy sumisa que fuera eso estaba fuera de sus propios límites. ¿Algo nuevo? Dos noches seguidas la parecían excesivas pero el rostro de su marido brillaba más que nunca, parecía un niño con zapatos nuevos, así que asintió junto con un suspiro y esperó a ver qué la decía. Se acabó la taza de leche mientras le escuchaba junto a un croissant recién horneado que sabía a gloria. Vale, una fiesta no sonaba mal, no podía protestar por eso aunque ese viaje a París se había planeado para escapar de la vida social y centrarse el uno en el otro… Apenas dio tiempo a que dijera nada porque el vampiro voló fuera de la biblioteca. La reina tuvo tiempo entonces, al estar sola, de recibir a Lady Margeritte y reprender su comportamiento. Sin entrar en detalles del motivo, la dejó claro –nuevamente- que las cortinas debían permanecer cerradas durante el día. En el caso de que los reyes desearan lo contrario lo comunicarían al servicio. -A partir de ahora eres la responsible de que esa norma se cumpla a rajatabla. Si hay un descuido por parte de alguien lo pagarás tú-, al hacer que fuera ella quien lo supervisase todo, al hacerla saber que pagaría los errores de los demás se andaría con ojo. Los reyes ingleses eran buenos gobernantes, poco bélicos y generosos con el pueblo; pero no podían tolerar errores de esa magnitud. Rania era capaz de perdonar un error que alguien cometiera con ella, pero no con cualquier cosa que pusiera en peligro a James o a sus hijos.

La jornada en el centro fue divertida, hacía tiempo que no pasaba tiempo con su madre –ya que James se tensaba demasiado cuando viajaba a la corte a ver a Anne Marie-. El hecho es que en Inglaterra, en su día a día, Rania siempre se decantaba por tonos claros para vestir. Todo su vestidor estaba lleno de malvas, rosas empolvados, beige, verdes aguamarina… Y únicamente para algún acto oficial de noche usaba los tonos oscuros, pero jamás había tenido un vestido completamente negro. Se sentía como una chiquilla preparándose para una cita, igual que las primeras veces en que James fue a recogerla al orfanato. Su madre captaba esa energía en ella, esa alegría y la ayudó feliz de haber tomado una buena decisión respecto a quién entregaron su mano.

El ser una reina tenía sus ventajas y una de ella era que todos los diseñadores querían vestirla. Solicitar un vestido que estuviera listo en el mismo día era prácticamente imposible pero la prometieron que trabajarían sin descanso para que lo tuviera en casa a las ocho de la tarde. Se trataba de un diseño con las mangas caídas sobre los hombros y el escote en forma de corazón. No sabía si James iba a regalarla joyas, ya que mencionó algo sobre que sería él el encargado de los complementos, así que decidió incluir algunas piedras de azabache por el corsé; le daban un efecto más sofisticado pero sin ser excesivo o recargado.

Al haber hecho ya el encargo, disponía del tiempo suficiente para comer con su madre en un buen restaurante y regresar a casa con tiempo para arreglarse. Pasaron por la perfumería “De Valois” y con tan solo entrar recordó todos los momentos de su infancia en la parte trasera espiando a su padre mientras hacia nuevas creaciones. Para ella estar en París era estar en casa, por mucho tiempo que pasase siempre sería así, ahora se debía a Inglaterra pero su tierra era Francia. La relajaban sus calles, su arquitectura, sus puentes sobre el Sena, el olor de las panaderías, los parques… Al acercarse ya las ocho se despidió de su madre y regresó a casa en el mismo coche que la llevaba siempre. El vestido ya estaba allí así que dejó que la ayudaran a arreglarse, la quedaba como un guante –debería mandar una nota de agradecimiento por la mañana-. Ya que no llevaba joyas, ordenó que la marcaran más el maquillaje que de costumbre, además del rubor en las mejillas, se tiñó los labios de rojo y recogió la melena en un elegante moño. Lista. A las nueve en punto se la informó de que el rey la esperaba a los pies de la escalera, ¡cómo no! Jamás llegaba tarde a ningún sitio ese hombre. Cuando se asomó a la barandilla de piedra sonrió al ver lo guapo que estaba y también por la vergüenza que siempre la daba que la mirara cuando se acercaba a él, -buenas  noches-, ofreció su mejilla para que la besara y miró con curiosidad la caja que sostenía, -¿me vas a decir ya qué estás tramando?-, preguntó esperando que este desvelara ya el secreto. Cuando este abrió la caja se descubrió una máscara, -¿vamos a un baile de máscaras?-, llevaba todo el día por el centro y no había escuchado nada al respecto… Dejó que se la atase y salieron de casa en rumbo a lo que fuera que James tenía preparado.


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Mensaje por James Ruthven Jue Abr 13, 2017 4:40 pm

Había pedido y recibido de forma extremadamente rápida el encargo de la vestimenta para la asamblea que iba a realizarse en una la Villa Baumont, a las afueras. La máscara de Rania era elegante, tenía los ojos afilados casi felinos y estaba enmarcada por una filigrana plateada para terminar en una corona de plumas negras, como si una corona se tratase. Una reina era una reina siempre. La túnica casi les cubría por completo, el rostro de James estaba cubierto también por una máscara negra lisa y la capucha de la túnica. Sonrió de lado antes de guiar a Rania hacia el coche de caballos que les puso de camino.

Tardaron en llegar lo suficiente, el coche pasó de largo la cerca exterior, subió una cuesta y rodeó la gran fuente del centro donde se iban apilando los coches. Todos los que se bajaban de ellos, iban igual de vestidos, aunque las máscaras de las mujeres cambiaban ligeramente. La entrada estaba presidida por una alfombra de color rojo y antochas largas que guiaban el camino hasta el gran pórtico de piedra y madera, donde pasabas una cortina grande y tupida que te dejaba a oscuras para dar paso a todos los sentidos. Una voz en off se acercó peligrosamente hasta ellos y preguntó por la contraseña, a lo que James dijo con voz alta y firme “Fidelio”. El desconocido se apartó y los dos se adentraron al lugar. La gran mansión estaba decorada de forma que evocara los sentidos, el color rojo el negro y lo dorado. La música clásica y vocal. Los inciensos traídos de la india. A medida que iban caminando en las habitaciones había diferente mobiliario y grupos de gente enmascarada yaciendo juntos. En un gran sofá había un trío acariciándose, mientras un grupo grande solo miraba. En un taburete de piano había otra pareja, la mujer estaba sobre él, ambos enmascarados y desnudos. Todo era un espectáculo.

James no se separó ni un segundo de Rania y de hecho no miraba aquel bacanal, sino a Rania y cómo reaccionaría a todos esos estímulos. Notó su nerviosismo durante todo el trayecto, pero ahora incluso con las máscaras puestas, James sabía que no estaba cómoda del todo, pero eso era algo nuevo para ella y el hacía muchos años que no iba. Se acercó hasta ella y susurró en su oído- No me separaré de ti- le dijo mientras caminaban entre pasillos. Esperaba a que Rania se detuviera para hacer él lo mismo, le estaba cediendo el control a su reina, algo que rara vez hacía. Sabía cómo era su mujer, pudorosa y políticamente correcta, casi incorruptible y muy pulcra con todo lo relacionado con el sexo. Nunca su relación había girado en torno al sexo, pero parecía que todos esos días que habían pasado juntos, habían reconectado y estaban conociendo cosas el uno del otro, cosas que no podían hacer antes.

Uno de los demonios de James era el sexo, Rania había intentado asomarse y conocer aquella faceta de su marido, ya había probado el control y la dominación sexual, ahora se enfrentaba a la pura lujuria.


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