[LIBRE]Un vaso con hielo

por **Vincenzo Danislăv** Mar Jun 16, 2015 3:17 pm

Como cada noche, iba a cualquier bar que tuviese al menos tres cuartas partes de lo que yo tenía en mente. Me a la única taberna que había abierta a aquellas horas de la noche. Aquellos sueños me dejaban en vela, y al menos podría contar con mi mano derecha los dias que llevaba sin dormir.

Pensaba, trabajaba, manipulaba los enseres junto a mis mayordomos mas fieles aquellas joyas y adquisiciones de mis múltiples viajes, pero ninguna moneda, ni ningun objeto extraño podía interferir en mi modo de ser, mi modo de vivir la vida como nadie. Sonriendo, sacando de quicio a cualquier muchacha que se creyese mas de lo que era, pero siempre tratandola con el respeto que se merecían.. hasta las cortesanas de la ciudad debían de ser tratadas como damas al igual que las mujeres "reales" que viajaban hasta este punto a saber por que, pero jamas para vender su cuerpo por un par de mugrientas monedas de plata.

Pedí un vaso con hielo.

- Nada mas señor?

Sin apenas mirarle le señalé con los dedos una botella de bourbon, pero en lugar de ello me dio una botella de ron, podría bien haberse equivocado pero no habría problema esta noche. Era una noche aburrida, como todas las anteriores, soñaba con poder salir de nuevo en una de mis innumerables busquedas, pero no encontraría lo que yo quería, pero la pregunta correcta sería..:

por **Galia Townsend** Vie Jun 19, 2015 5:20 pm

Entré en la lúgubre y mal iluminada taberna. Al entrar, una oleada de calor humano me afobeteó y avivó mis sentidos. La taberna era pequeña y rústica, estaba repleta de barones ebrios que gritaban y pedian otra copa al tabernero, que los miraba y les sonreía con amabilidad pero sin dejar de pensar cuando se iban a ir. Me acerqué a la barra y pedí un Bourbon que no iba a beberme. Aquella noche ya había vagado suficiente por las calles y me había alimentado de un par de jovenes mendigos que dormían en un callejón. Miré el color ambarino del licor y levanté el vaso para oler su fragancia, luego volví a dejarlo sobre la barra de la taberna. Suspiré, aquella noche prometía ser muy larga y tediosa, más dificl de soportar que la anterior. Giré un instante la cabeza y divisé a un joven, parecía abatido y no encajaba con la "estética del lugar". -"¿Quien será y qué hara aquí?"- pensé mientras lo miraba detenidamente, grabando sus rasgos angulares y varoniles en mi memória.

Volví a girar el rostro, mirando de nuevo el líquido que había en el vaso y ahogandome en mi propios pensamientos. Me sentía vulnerable y odiaba sentirme así, entendía mi nueva condición de vida, hacia setenta años que la había entendido pero no podía entender como el dolor se tornaba tan insoportable. -"El amor no está hecho para ti, Galia, asúmelo."- pensé de nuevo y levanté la cabeza, mi mirada se cruzó con la del tabernero, donde pude captar un tono de preocupación.

-¿Desea algo más?- me preguntó acercandose al lugar donde yo me situaba.

Lo miré fijamente y negué con la cabeza, ante ese gesto, el tabernero salió disparado hacía otro cliente que exigía más bebida para su, ya acoholizado, cuerpo.

por **Vincenzo Danislăv** Sáb Ago 15, 2015 9:18 am

el lugar le hizo perder aquel hilo rojo que bien llevaba atado a su alma. Allí encontró, perdió, fue padre de una hermosa niña que acogió tras salvarla de un terrible futuro, se enamoró y saboreó la tragedia de la muerte sin oportunidad alguna de velar un cuerpo que fue consumido hasta las cenizas a cientos de millas del reencuentro. Aún se acordaba de ella, cada noche se desvelaba entre pesadillas que no podía hacer desaparecer ni siquiera con el alcohol, pero lo peor de todo es que su nombre se había borrado de su memoria… Quizás fuese un castigo añadido por cumplir su deseo de ver el amanecer, sin morir envuelta en fuego. Vampira, si, esas historias nunca funcionan, pero él decidió retar al destino con las consiguientes consecuencias.
Un dulce olor le sacó de aquellas cavilaciones, que estaban muy lejos de mejorar su situación. Olía a mujer y entonces se recordó cuando le hacía cosquillas en el cuello con el simple rozar de su nariz para recordar muy bien su olor, ese que siempre usaba aquella mujer que le dejó marcado. El olor para nada se asemejaba, pero de igual forma le hizo respirar hondo antes de hablar.
- Es usted muy valiente para haber venido aquí… o es eso o es lo suficientemente insensata como para entrar en un lugar así a estas horas. – Sentenció de forma tranquila aún sin mirarla.
El dulce olor a perfume le decía que era una mujer, muy lejos de ser uno de esos hombres que aún sin senos, pretendían hacerse pasar por mujeres. Simples pero divertidas aberraciones, que más de una anécdota en el barco compartieron con uno de sus marineros.
Vincenzo lucía el cabello rizado, cubriéndole a penas los ojos para quien le quisiera ver de perfil ya que para él, no había nada más personal que una mirada; y él se esmeraba en esconderla desde hacía ya más de un año.
Previsible o no, se acercó el primer hombre y llamémoslo instinto, pero fue entonces cuando Vincenzo sacó un cuchillo de caza y lo clavó sin pensarlo en la propia barra, entre la mujer y él, ahuyentando a todo aquel que quisiera disfrutar de una bonita y nueva raja en su cuerpo. El tipo obeso gruñó y se retiró sin rechistar, el resto miraba y tras unos pocos segundos, siguieron con el barullo que les precedía.
- No es lugar para una mujer, a menos que sea una prostituta; aun así tampoco correría mucha suerte. – Dijo sin importarle las formas, pese a que él siempre las mantenía de forma innata, dada la cuna de plata en la que nació.

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